—Un…un poco más lento…Yor…—gimotea Loid, con el rostro afligido y rociado en sudor.
—Perdóname…—jadea Yor, brotando desde el interior de las sábanas— ¿Te he lastimado?
—N-no…nada de eso…—advierte el varón, dotado de un rubor incandescente—. Realmente se siente increíble. Pero si lo haces tan ávida, no voy a durar mucho…
—No te quebré nada —consulta, abochornada— ¿O sí?
—No es una zona que tenga una estructura ósea —aclara— ¿O si…? Ya me hizo dudar.
—Entonces está bien para mí. ¿Te parece si me concentro aquí? —balbucea la chica, retomando lo suyo— Mhm…
—Dios santo. No puedo…mas…—Forger se estremece violentamente— ¡Ya no…!
Diez minutos después.
—Es curioso —comenta la pelinegra, saboreándose los labios con dejo de inocencia—. Sabe…a yogur. Un tanto acido y-…
—Basta —Twilight le cubre la boca, completamente avergonzado—. No me des detalles…
—Discúlpame. Es nuevo para mi…—sisea Briar, febril—. Quería intentarlo hace tiempo. Me daba mucha curiosidad…
—Tranquila. Yo lo entiendo. Pero no seas tan descuidada —el rubio se sienta sobre la cama, tomando un trozo de papel higiénico. Limpia sus labios, con delicadeza—. Ven aquí…acércate.
—Ngn…me siento como una niña pequeña si haces eso —refuta la señora Forger, quitándole el trozo de las manos para ser ella, quien continue con tal proeza—. Por favor, déjame hacerlo sola.
—¿Te he ofendido? —sugestiona su esposo, inquieto.
—No. Para nada —niega con la cabeza, garbosa— ¿Por qué pones esa cara de preocupación?
—¿Me veo intranquilo? —parpadea, asustado.
—Mucho —inquiere su cónyuge, preocupada— ¿Qué pasa? Nunca antes me mirabas así, luego de algo como esto.
—¿Me creerías si te digo…que es la primera vez que me lo hacen? —confiesa Loid, desviando la mirada en completo rubor—. Ya sé lo que debes de estar pensando de mí. Que soy mayor, que simulo, que finjo cosas, que salí con otras mujeres. Pero no es-…
—Oye, hey —Thorn Princess lo ataja, agarrando sus mejillitas con suavidad. Declara—. No quiero pormenores. Confío ciegamente en ti. Y te creo si me dices que es la primera vez. ¿Te daba miedo?
—Algo así…—murmura.
—¿Por qué?
—Porque nunca me involucré afectivamente tanto con alguien para…—añade—. Permitirle tal cosa. Es muy íntimo para mí. Casi, como si tocaran mi alma. ¿Sabes?
—¿No te ha gustado? Soy un poco torpe…—rehúye de su mirada.
—Ha sido…maravilloso, mi amor. Sublime —sisea el ojiazul, tembloroso—. Muy estimulante. No pienses esas cosas.
—¿Puedo hacerlo más seguido entonces? —consulta, honesta.
—Tú puedes hacer de mí, lo que gustes. Las situaciones que desees —sentencia el varón—. Lamento que a veces actúe como un niño tímido. Soy un adulto, lo tengo claro.
—Todos tenemos un niño en nuestro interior. Uno que sanar —Yor se acomoda contra su pecho, rodeándolo con ambos brazos—. Para mi ha estado muy lindo. Escucharte decir mi nombre en esos momentos…es música para mis oídos.
—Yo…
Silencio en el ambiente. Vale. Nada incomodo. Nada sepulcral. Esta vez, solo se ha callado. Lo miro de reojo, por el rabillo de mi flequillo. Está soldado al techo, contemplando el tapiz seguramente. O la madera, quien sabe. ¿En serio fue tan fuerte para él? Tendré que replantearme bien esta cosa del… "sexo oral". No sabía que a los chicos los dejara en calidad de cadáveres. ¿O será que solo el, se queda así? Medio momificado…
—Loid… ¿Sigues vivo?
—Estoy vivo —despabila. Se sobresalta tímidamente— ¿Qué paso? ¿Me dormí? —no se entera.
—A menos que duermas con los ojos abiertos —ríe juguetona la pelinegra—. No. Pero…ibas a decir algo y de pronto te callaste. ¿En qué estás pensando realmente?
—¿Ahora mismo? —medio timorato de confesarlo, por precavido que suene. Pero lo dirá igual, aunque salga funado—. En… ¿Nada?
—¿Nada…? —lo escucha y no lo cree.
—Nada de nada…—repite Loid.
—Nada de nada en plan…—sisea— ¿En nada?
—En blanco. O negro. No sé…—ya ni sabe que mierda dice—. Discúlpame…en serio, me veo muy concentrado en algo. Pero a veces solo no pienso en nada.
—¿Es porque eres el agente Twilight? —inquiere la fémina.
—No. Es porque…—Twilight se replantea lo que dirá. ¿Quién sabe? Capaz nació fallado—. No lo sé, Yor. Solo a veces no pienso en nada. ¿Será algo malo?
—Jajaja… ¿Qué cosas dices? —besa su pechito, acurrucándose con cariño—. Me gusta. Ya no pienses en nada. A dormir…
—Oye…Yor…
—¿Sí? —consulta, natural.
—¿Te lo puedo hacer yo, ahora?
—¿Qué…?
Literalmente, de la nada. Increíble.
[…]
—Tu lo que necesitas es un buen fin de semana en el Spa —reverbera Camilla, preocupada—. Últimamente no dejas de caminar como estreñida.
Ayuntamiento. Martes. 10:20AM.
—¿Disculpa? —tose Yor, soltando un carraspeo violento que deja escapar parte de su café— ¡¿Cómo que estreñida?!
—Real, Forger —acota Sharon, con un cigarrillo en los dedos— ¿Estás cagando bien? Yo que tú, me preocuparía de esos intestinos.
—No entiendo de que hablan realmente —responde escuetamente, la asesina—. Pero mis intestinos están bien acomodados.
—¡¿Qué dijiste?! —Millie se va a la chucha con su comentario.
—¡Forger! —Matthew McMahon, el director de policitas del ayuntamiento la llama. Como de costumbre—. Al teléfono…
—Voy, señor —se levanta— Mas o menos sé lo que me dirán…
Gremio de asesinos Garden. A esa misma hora.
—Cuéntame detalles, Thorn Princess —la increpa su jefe. Un hombre de cabellos blancos y gorra de jardinero— ¿Cómo te fue en Westalis?
—Disculpe si sueno atrevida, señor. Pero Westalis no me parece una mala nación —explica Yor, concurrida—. Me trataron muy bien durante el proceso. Como bien sabrá, Desmond está eliminado.
—Sin duda un trabajo pulcro. Estamos al tanto —determina el varón—. Pasó como suicidio. Buen trabajo. Aunque muchos se cuestionen lo contrario, lo teníamos previsto. ¿Cómo están Twilight y Anya?
—Ellos están bien, jefe —asiente Briar, serena—. Por el momento, me he librado de los interrogatorios de la SSS.
—¿Te convocaron? —frunce el ceño.
—Nada, de lo que deba preocuparse o comprometa a nuestro credo —aclara—. Me los saqué de encima. Ya nadie sospecha.
—¿Qué hay de tu hermano?
—Yuri nada en el tema. Está muy al margen —sentencia.
—¿Anya es ahora tu hija legitima? —masculle—. Vi que la adoptaste legalmente.
—¿Le molesta?
—No. Al contrario —se levanta el hombre, retomando sus quehaceres habituales—. Me parece una estrategia apremiante. Nuestro objetivo ahora ha cambiado. Donovan está muerto y debemos asegurar la paz con el Oeste. ¿Qué noticias me tienes de la inteligencia de Westalis? ¿Cómo se moverán ahora?
—Mi marido no me ha dicho nada…
—Twilight ha movido hilos —advierte suspicaz, el líder—. Interrógalo. Sácale información. Ya le dieron nueva misión.
—¿De verdad? No me ha-…
—Thorn Princess —berrea el grisáceo hombre—. Independientemente de lo que sientas por ese hombre, sigues siendo la misma. El, sin duda no va a dejar de lado su trabajo por ti. Espero lo mismo de este lado.
—Nunca —niega, reacia—. Con mi esposo llegamos a un acuerdo. Estamos juntos en esto.
—Bien. Entonces, esta es tu nueva misión —le entrega un sobre carmesí—. Elimina al general Peter Strauss. Se ha convertido en una molestia para nuestros ideales. Es un agitador que promueve ideas violentas. Y, además, ha estado levantando acusaciones de asesinato en contra de Melinda y algunas personas.
—¿Cree que esté tramando algo? —consulta Briar, quitando el sobre.
—Es lo más probable. Pero no estamos en condiciones de investigarlo o si quiera averiguarlo —demanda—. Solo acaba con él y no le des muchas vueltas.
—Entendido. Así lo haré.
La situación se torna cada vez más inquietante entorno a la imagen de la señora Desmond. No conocía a ese tal Strauss. Aunque a juzgar por la foto, su rostro se me hizo conocido. Posiblemente haya estado en la fiesta esa noche. No he pasado por alto que algunos fanáticos se hayan ardido con la muerte de Donovan. La policía estatal entra y sale del ayuntamiento como si fuesen dueños del recinto. Caminar por las calles, me resulta inseguro ahora. Durante la hora del almuerzo, esperé a Loid estoicamente frente al paradero de autobuses para ir a comer, como planeamos. Sin embargo, pasado una media hora el…no llegó. De seguro tiene mucho trabajo en el hospital. Supongo que tendré que comenzar a acostumbrarme a la idea de que ya no podamos darnos ciertos lujitos de pareja.
Me entretuve comprando un par de donas en la tiendita de la esquina y de camino a un parque, pasé a una librería. Adquirir ciertos libros sobre cocina, artes y música me ayudaran a interpretar mejor mi verdadero papel. No logro decidirme cual de estos dos llevar. Si el rojo o el verde.
—Disculpe, señor —inquiere la pelinegra, aproximándose hacia la caja— ¿Alguno de estos libros está traducido? Quisiera comenzar a cultivarme un poco y-…
Una roca enorme rompe el ventanal de la vitrina, justo en dirección hacia el hombre. Instintivamente pateo el peñasco en un movimiento ninja, azotándolo contra la gaveta de uno de los estantes. El pánico se apodera de los compradores.
—¡¿Qué está pasando?! —chilla una señora, apabullada con un pequeño niño en los brazos— ¡¿Es una revuelta?!
—¡Tsk! ¡Otra vez esos agitadores de mierda! —vocifera el dueño, arrojándose a bajar las persianas— ¡La tienda se cierra! ¡Todos fuera, por favor!
—¡Espere, señor! —advierte Yor, preocupada— ¡Aun no le pago los libros que llevo!
—¡No hace falta, señorita! ¡Tome! —el varón le tira otro dentro de la bolsa— ¡Gratis por cuenta de la casa!
En lo que los ciudadanos hacen abandono del local, recojo el pedrusco del suelo. Trae un panfleto amarrado a una soga gris. La misma que usamos para asesinar a Donovan. Es propaganda de disidencia que a satirizado el rostro de Melinda, con claros signos de amenaza de muerte. Salgo al exterior y una turba enajenada de energúmenos se abalanza hacia la alcaldía. Llevan pancartas y lanzan bolsas con estiércol. Policía estatal concurre al lugar, intentando reprimir el escándalo. Algunos golpes y patadas vuelan por los aires. Toman detenido a un par. Otros, huyen cobardemente, disipándose por la plaza. Dios santo…nunca antes vi tanto odio. La ciudad se ha sumido en una irascible disputa civil. Uno de los vehículos explota. La joven madre que cargaba a su niño, se minimiza en su lugar. Quise ir en su auxilio, pero en cuanto di un paso en falso…un trozo de pierna cae delante de mí, manchándonos de sangre. La escena es…horripilante.
—¡Kyagh! —chilla la mujer.
Mierda. ¡¿Pero esto que es?! ¡¿La guerra?! Tengo que…salir de aquí.
—¡Alto! ¡Usted! —le increpa uno de los militares— ¡¿Qué lleva en la mano?!
—¡Carajo! ¡Olvidé soltar esto! —Yor se lo arroja en la cara y huye— ¡No es mío! ¡Déjeme en paz por favor!
—¡Arg! ¡Deténgase! —brama, chiflando un silbato.
¡Loid! ¡¿En dónde estás?!
WISE. A esa misma hora.
—He seguido a Strauss acorde a la operación —explica Twilight, frente a su jefatura mayor—. Está claro que está tramando algo grande. Posiblemente un golpe de estado.
—Twilight, ni se te ocurra matarlo —advierte Sylvia, irritada—. Ese sujeto es objetivo clave para la investigación. Lo necesitamos con vida. Necesito que lo traigas, para interrogarlo. Aquí le sacaremos toda la información necesaria.
—Comprendo. Pero lleva una escolta importante…—Forger frunce el ceño, liado—. Si me escabullo un poco más, quizás-…
—¡Código rojo! ¡A todos los agentes apostados en la plaza mayor, retírense cuanto antes! —aclama uno de los oficiales, desde el exterior de la sala— ¡Busquen refuerzos!
—¿Qué está pasando? —el rubio analiza el suelo bajo sus pies. Un estruendo, hace retumbar la inmobiliaria— ¿Terremoto?
—Una explosión. Justo en frente del Ayuntamiento —Sherwood enciende la pantalla frente a ella—. Han asesinado al alcalde, en su auto…
—¿Un atentado? —parpadea el ojiazul, estupefacto— ¿A plena luz del día? Esto tiene que ser una broma.
—Se están volviendo engreídos, estos perros…—balbucea la peliroja, garbosa—. Y encima con civiles cerca.
— ¡Administradora! —una de las espías hace ingreso a la oficina, violentamente. Trae en sus manos, algunos folletos—. Ha ocurrido un atentado. Los responsables, están culpando a los de Westalis, en esto.
—¡¿Cómo se atreven?! —Handler se alza sobre la silla, golpeando el escritorio— ¡Malditos imbéciles! ¡Arruinarán todo el trabajo que hemos hecho!
—Dicen que Melinda los apoya…—Loid relee el volante, con el rostro compungido—. Es una tontería. Esa mujer ni si quiera nos conoce realmente. ¿Eso está en vivo? —se gira, hacia las noticias—. Si salgo, seguro me pillo con el caos mismo de la-…—se congela, tras divisar a Yor entre los civiles que huyen— ¡¿Qué demonios?! —se pone el sombrero—. Me tengo que ir, hablamos luego.
[…]
—¡Señorita! —farfulle uno de los policías, aprisionándola contra la pared— ¡Le he dicho que se detenga!
—¡No soy ninguna señorita! ¡Soy una señora casada! —le increpa Yor, forcejeando.
—¡Como si me importara! —demanda el mayor— ¡Regístrenla!
—Lo fácil que se me haría solo romperles el brazo a estos idiotas…pero si los mato aquí delante de todos, me llevarán presa. Contrólate, Yor. Deja que te revisen y ya te soltarán…—exhala, rendida. Levanta las manos— Bien. Hagan lo que gusten. Pero rápido, que debo volver a trabajar.
Uno de los uniformados más jóvenes e inexpertos, se aproxima a mí. Trae el rostro contrito y tiembla en el proceso. Se ve a todas luces, que no sabe lo que está haciendo. Tal vez solo siga órdenes. Comienza a palpar mi atuendo, timorato. Examinando cada rincón de mí. Me dice.
—Dis-disculpeme…es mi primer día —sisea, nervudo— ¿Qué trae en los bolsillos?
—Nada. Solo mi monedero y un envoltorio de caramelo —sentencia Briar, fulminándolo con la mirada—. Como ya le dije al otro caballero, solo iba pasando por aquí. Por favor, déjeme ir.
Me mete la mano en la chaqueta. No encuentra nada más que lo que le he relatado. Acto seguido, sube las palmas, tentando a su suerte al rozar con sus dedos, la parte superior de mi blusa. ¿Qué demonios está haciendo? En el instante en que siento su mano tocar uno de mis pechos, la ira se apodera de mí. Ya está. Te vas a morir, idiota.
—¿En dónde carajos crees que estás yendo, bastardo? —Yor levanta el puño, dispuesta a golpearlo— ¡Ya quítame las manos de enc-…!
Ni si quiera alcancé a conectar la trayectoria de mi puño. En un abrir y cerrar de ojos, lo único que quedó delante de mí, fue una estela de su humanidad. La cabellera rubia y grácil de mi marido, hondea al aire flamante y gallarda. Twilight…lo ha mandado a comer mierda, sin miramientos ni dudas. Es la primera vez, que lo veo defenderme de otros. Me paralizo, ruborizada hasta las orejas.
—¿L-Loid…?
—¿Qué mierda haces tocando a mi mujer, sucio animal? —masculle Loid Forger, furibundo cual perro rabioso—. Aléjate de ella.
—¡¿Cómo se atreve a golpear a un agente de la ley?! —el mayor, extrae una porra del cinturón— ¡Te vas a pudrir en una celd-…!
—Ya cállate, enfermo —sentencia Twilight, de un solo golpe certero en el cuello. Lo duerme.
Ambos policías, se desploman contra la acera, indiscutiblemente inconscientes. Estoy…boquiabierta. No sé qué decir. Como si nada hubiese pasado, Loid se acomoda el cabello con elegancia. Ordena su corbata y recoge su sombrero del suelo. Me mira.
—¿Estás bien, mi amor? —le asiste preocupado el varón, elevando su mentón con cariño—. Esos hombres feos ¿Te hicieron algo?
—Mi bondman…—piensa la señora Forger, con la cabeza fundida en pensamientos lascivos—. E-estoy…bien, cariño. No pasa nada. No alcanzaron a tal cosa.
—Discúlpame por no haber podido venir a comer contigo —profesa el señor Forger, acarreándola de los hombros hacia un costado—. Vamos. Salgamos de esta porquería.
Loid me protege, haciendo de escudo humano frente a cualquier adversidad. En estos momentos, siento que sería el verdadero "le pone el pecho a las balas". Porque no me cabe duda alguna, de que estaría dispuesto a recibir una por mí. Huimos de la escena. Sin percatarnos…que alguien nos espiaba. Agazapado detrás de un basurero, nos ha fotografiado. ¿Cómo no lo vi venir? Tal vez…todo esto fue una treta. Una distracción. Mas tarde, me enteraría de lo ocurrido. De una forma más embarazosa posible. Porque fue mi propio hermanito menor, quien me contó todo.
Casa de los Forger. 23:10PM.
—¿Por qué no me contaste que Chloe te había interrogado? —le reprocha Yuri, mosqueado.
—Es que…—especula Yor, cabizbaja—. No quería preocuparte más de la cuenta. Después de todo, tú mismo me dijiste que la cosa estaba tensa por acá.
—Si. Lo entiendo…pero, hermana…—el subteniente hace una pausa prolongada. Toma aire y chilla violentamente. Entre la ira y la vergüenza máxima— ¡¿Por qué demonios hay treinta páginas de tu vida íntima con Lotty, aquí?! —y les lanza un expediente, sombrío.
—¡¿Cómo?! ¡¿Nos están espiando?! —Loid lo ve y no lo cree. No solo es un informe psicológico o un perfil analítico. Si no que también, viene acompañado de elocuentes fotografías de ambos que, sin duda, pondrían en tela de juicio a cualquiera— ¡¿Quién nos tomó estas fotos…tan comprometedoras?! —se atraganta, ruborizado.
—¡¿En qué momento pasó esto?! —exclama la pelinegra, mareada del bochorno— ¡¿Tu viste estas fotos, Yuri?! ¡No hagas eso!
—¡¿Qué opciones tenia, hermana?! —protesta el menor, jalándose de los pelos— ¡Me tiraron la cuestión en la maldita cara! ¡Ni si quiera sabia como defenderte!
—Basta —rezonga Twilight, con amenazante tono de voz—. Dime que no las viste todas. Es tu hermana, con un demonio.
—L-lo siento…en realidad, exageré —se calma el policía, sentándose nuevamente—. No me atreví. No pude…verlas en su totalidad. No más los besitos…
—Al menos la terapia está sirviendo de algo —suspira el rubio, malogrado. Acto seguido, le sirve una copa de vino—. Bebe. Lo necesitas. Por cierto, cariño. Tu no me-…—se espanta— ¡No, Yor! ¡¿Qué haces?! ¡¿Por qué las examinas?!
Uy…lo siento. Es que…la curiosidad me consumía por dentro, jeje. Estas fotos, están muy atractivas, la verdad. Esta de aquí, por ejemplo. ¿Realmente nos vemos así desde afuera? Podríamos ser actores de películas para adultos. Y esta otra…vaya. Hasta se me hace bonita. ¿Por qué de pronto no me desagrada?
—¿No te parece que nos vemos tiernos aquí? —sugiere la muchacha, bastante estimulada—. Podríamos enmarcarla o hacer un álbum de fotos con ellas y-…
—¡Yor, por favor! —Loid se las arranca de las manos violentamente, cerrando la carpeta— ¡No! — Me…tiemblan las patas, por el solo hecho de saber que la SSS las tiene. ¿Cómo mierda tomarme esto realmente?
—Mooh…realmente me gustaron —la asesina juguetea con sus deditos, tímidamente.
—Oye…sí. Una preguntita…—Yuri levanta el dedito, curiosito— ¿Cómo se llama esa posición? Es para una tarea…
—¿Eh? Huh…realmente no lo sé —se encoge de hombros, tocándose el labio de manera inocente—. ¿Qué será? Es como…los documentales que pasan en Animal Planet.
—Ustedes dos…par de hermanitos fetichistas —sisea Loid, tiritando del cringe que no está soportando—. ¿No se enteran de que esto es grave? No solo comprometieron nuestra intimidad de la forma más…silvestre, posible. Si no que significa, que nos están siguiendo y espiando — Tsk… ¿Y saben que es lo que más me irrita de esto? Que si yo fuera el Twilight de hace un par de años atrás, lo hubiera previsto. Yo siempre noto cuando alguien me sigue. Nada se me escapa de las manos —masculle, frustrado—. Ustedes no lo entienden.Esto es un claro signo de lo débil que me he convertido. He bajado la guardia. Mi potencial está por lo bajo del 50% de mis capacidades. Ya no sé si sea capaz de…protegerlos.
—¿Qué cosas dices, cariño? —Yor le alienta a que no declina ni dude de él. Masajea su espaldita, determinada—. Tu eres un agente increíble. Hoy mismo me lo demostrarte frente al Ayuntamiento.
—Es verdad, Twilight — Mierda. Nunca creí que diría algo que lo beneficiaria…—acota Yuri—. Vamos. Quizás no tenga experiencia en estas cosas. Pero ¿Quién demonios está en el 100% de sus sentidos…en momentos como esos? Si no notaste nada…bueno…—desvía la mirada, derrotado—. Estabas muy concentrado en hacer feliz a mi hermana. Es todo…—aprieta los puños—. Ha decir verdad me parece una bajeza lo que les hicieron. Es algo muy ruin y cruel, espiar personas en situaciones amorosas como esas.
—Si, lo sé —exclama el ojiazul, ligeramente perturbado—. Pero, aun así, no podemos endosarles toda la culpa a terceros. Mas que mal, nosotros dos…no deberíamos de habernos expuesto de esa manera tan infantil.
—¿Te parece infantil ahora? —le increpa su señora, echándole una miradita furtiva.
—Por favor…—delude Loid, malogrado—. Mi amor, no lo tomes por ahí tampoco. No lo quise decir en ese término…
—Es cierto, hermana —resopla Yuri Briar, cruzándose de brazos—. Un vehículo no es el lugar idóneo para algo como eso, por ejemplo. O el baño de un restaurante. ¿Me explico?
—No sabía que había lugares idóneos para algo así —se excusa la fémina, arrepentida.
—¿Cómo qué no? —cuestiona su familiar, liado— ¿Vas por la vida así, sin más, dando riendas sueltas a tus emociones?
—Lo siento. De verdad, les pido una disculpa…—manifiesta Yor, cabizbaja—. Mi marido tiene razón. Ambos, la tienen. Fuimos descuidados. Actuamos de manera infantil. Nos dejamos llevar. No volverá a ocurrir — Trataré de que, a partir de ahora, pueda medirme con mis impulsos hormonales…
—Esta situación…—rezonga el menor, ofuscado—. Me irrita un poco, hermana.
—Yuri, no te molestes con Yor por esto ¿Sí? —narra Loid, comprensivo—. Ambos la cagamos. Apelaremos al hecho de que somos un matrimonio joven, que hace poco pudo formalizar bien esto. Es natural que…bueno, nos dejemos llevar por la ansiedad. He de admitir que últimamente estamos muy entusiasmados con nuestra relación —añade, templado—. Pero te aseguro de que no volverá a ocurrir. Ninguno de los dos, busca molestar a nadie. No creí que, en algún punto, pudieran usar en nuestra contra el amor que nos tenemos.
—La situación es insoportable, Twilight —espeta el subteniente, tomando un sorbo de su trago—. Ahora mismo, usarán estos métodos y otros mucho más asquerosos para presionarlos. Hay una facción pro "Donovan Desmond" que les tiene a ambos, sangre en el ojo. Y se me ha dificultado demasiado poder llevar a cabo algunas tareas en mi trabajo —replica—. El general Strauss no deja de-…
—¿Conoces al general Strauss? —consulta Forger, suspicaz—. Me refiero, de cerca.
—Es el nombre de mi objetivo…—Thorn Princess se hace la desentendida.
—Es un hombre deplorable. De lo peor —berrea el menor—. Ha estado haciendo acusaciones terribles respeto a ustedes dos. Me enteré del interrogatorio de Chloe porque ella misma me lo contó. Aunque sonaba bastante culpable de haberlo hecho. ¿Pasó algo entre ustedes dos, hermana? —se gira hacia la mayor.
—¿Eh? ¿Qué? N-no…nada malo. Solo me hizo las preguntas de rigor correspondientes —ríe Yor, afanosa—. No lo tomes personal contra ella. Llevó a cabo la misma misión con todos en el ayuntamiento la otra mañana. Es una chica increíble. Muy profesional.
—Comprendo. Aunque hay cosas que no me calzan en tu ficha, hermana —revela el subteniente, apuntando a un apartado en particular que pareciera, haber sido borrado torpemente con corrector— ¿Esto que es? La pregunta de paternidad sobre la niña cara de chihuahua…
Loid y yo nos miramos solapadamente por el rabillo del ojo. Ninguno de los dos, dice nada. Es mejor guardar ciertos detalles.
—A Chloe le llamó la atención de que Anya fuese adoptada. Es todo —Briar le resta importancia—. No ahondó en nada comprometedor.
—Veo que formalizaste el trámite y ahora es legalmente tu hija. ¿Cuándo pretendías contármelo?
—Lo iba a hacer, Yuri. El otro día. Pero ya me conoces —bufa, jocosa—. Solo…lo olvidé.
—Mmh…—el militar coge la botella y rellena su copa, colmada hasta arriba. La bebe de golpe, ebrio de pómulos—. Entonces supongo que ya llegó el momento de que me cuentes, que es Garden y a que te dedicas realmente.
Me congelo. En el fondo de mi corazón, tenía la vaga esperanza de que Yuri se olvidara por completo de ese detalle. Pero con todo el caos y el nerviosismo que nos rodea, supuse que ahora tendría que revelarle la verdad sobre mi naturaleza como asesina. Viéndome tan acorralada por su visita y la pregunta inquisitiva que me hizo, no me quedó de otra que optar por la vía del entendimiento. Le iba a decir.
—Lo que pasa, Yuri. Es que yo…
—Si Yor te cuenta algo como eso —espeta Loid, haciendo amago de duda—. Tu también tendrás que contarle tu secreto.
—¿M-mi secreto? ¿De qué mierda hablas, Loidi? —Yuri se minimiza en su asiento, apretando las nalgas— ¡¿Cómo?! ¡¿En serio quieres que le diga?!
—¿De qué secreto habla mi marido, Yuri? —la señora Forger le clava los ojos, con certeza.
—¡Eh! ¡Bueno! ¡No! ¡Yo! ¡Verás! ¡Es que! ¡No es lo que piensas! —tartamudea, soltando monosílabos incoherentes— ¡Hermana! ¡Sucede que es mi trabajo! ¡Yo soy policía! ¡No pued-…!
—Ya cállate y dime —demanda, con actitud sombría.
—¡Gah! ¡Maldito seas, Twilight! ¡Mira en la posición que me dejas, cabrón! ¡Si no fueras tan lindo de cara, te la rompo ahora mismo! —el pelinegro hace una pausa, tragando saliva. Bueno, ya valió todo. Suspira, desganado—. En realidad…no trabajo solamente para Seguridad Estatal. También soy…un miembro activo de la Policía Secreta de Ostania.
—¿Qué? —despabila Yor, espantada— ¿Entonces tu…?
—Si. Así como lo escuchas, cariño —sentencia Loid, sereno—. Yuri tortura personas, para sacarles información. Se ha encargado de arrestar a mil civiles inocentes, solo porque lo miran feo y anda hormonal. ¿Te sorprende?
—¡¿Qué pretendes, Twilight?! ¡¿Traumar a Yor?! ¡¿Enemistarla conmigo?! —el hermano menor brinca en su asiento, volteando la copa de vino en un acto desprolijo por la mesa— ¡Mira lo que me haces hacer, Lotty! —se descalabra— ¡Her-Hermana! ¡Espera! ¡No es lo que piensas! ¡Se que suena horrible desde afuera! ¡Pero te juro que jamás he matado a nadie inocente que-…!
—No me sorprende —transmite la señora Forger, con franqueza. Aunque no sin antes, tomar un pañito de cocina para limpiar el desmadre de la mesita—. Tiene de quien aprenderlo. Porque yo soy…una asesina.
—¿Qué le echaron a mi vino…? —lo escucha y no lo cree— ¿Cómo que una asesina?
—Garden es un gremio de asesinos, Yuri —resume la fémina, organizando y enjuagando todo cuanto puede, como una persona tolerante—. Me he dedicado a esto, casi desde que tengo memoria. Era nuestro sustento para comer. Es por eso que muchas veces me viste llegar a casa, salpicada en sangre. No era mía. Era la de mis objetivos.
Se que mi hermanito intenta sopesar todo, dándole una justificación coherente en su cabecita de niño bueno. Pero ahora mismo, le está costando un trabajo sobrehumano poder dimensionarlo. Posiblemente, se ha hecho una auto regresión para remembrar todos esos momentos, en donde traje cena a la mesa. Embetunada en aquel liquido carmesí. Le doy su espacio y parte de mi tiempo, para que en afonía pueda adjudicarse mi verdad. Mientras hago cola a que procese la información, descorcho otra botella de vino y nos sirvo una tercera tanda a los tres. Mi esposo me acompaña en la proeza, bebiendo casi los mismos mililitros que yo. Creo que busca embriagarse conmigo, para que podamos empaparnos en familia, de la situación. Al cabo de un par de minutos, Yuri finalmente despabila. Y me dice, de la nada.
—Tengo hambre…
Quizás no era la objeción más afín que esperaba oír de él. Pero como sigo siendo la misma de siempre, me levanto y elaboro benévolamente una tablita de quesitos, panecillos de ajo y encurtidos. Se los presento en la mesa. Él come, sin chistar. Loid opta por guardar silencio. Brevemente se ha restado de la conversación, pues afronta que sea un tema que solo podamos tratar entre hermanos. Como siempre, tan mesurado y respetuoso con lo ajeno.
—Comprendo —dice Yuri Briar, con la panza llena—. Ahora todo tiene sentido para mí.
—Espero puedas comprenderlo con más claridad ahora, Yuri —le confía, su hermana mayor.
—Lo hago, de hecho —asiente, sobrio dentro de su alcoholizado estado. Mira a Loid— ¿No vas a decir nada, Lotty?
—No voy a decir nada, Yuri —le endosa el rubio, sereno—. Yo estoy muy enamorado de tu hermana. Sus fantasmas, son los míos ahora. Y los he aceptado con responsabilidad. Si yo lo hice, espero lo mismo de tu parte.
—Descuida. Ya entendí —finaliza, levantándose—. Será mejor que me vaya.
—No, Yuri —rechaza Twilight, escarnecido con las circunstancias—. Tú de aquí no te mueves, esta noche.
—¿Me vas a detener? —coge su gabardina.
—Si. Es exactamente lo que haré —Forger también se alza de su sofá y camina hacia la puerta, haciendo de pared humana—. Te quedas.
—¿Por qué haces esto, Twilight?
—Porque es lo que mi esposa necesita —decreta. No tiene ni que molestarse en estudiar su mente ni mucho menos mirarla. La conexión entre ambos es tal, que lee su corazón a pecho abierto. Loid le quita el abrigo y lo cuelga en el perchero. Aprovechando la cercanía con la puerta, le echa llave—. Mi cama, es tuya esta noche. Dormirás con ella. Yo tomaré el cuarto de invitados.
—¡¿Qué haces?! —le reprocha el menor, con la mirada humedecida en lágrimas— ¡¿Por qué eres así conmigo?! ¡¿Acaso no-…?!
—En efecto, Yuri. No te odio ni te guardo rencor —responde el agente, esbozando una sonrisa pueril en respuesta—. A pesar de todas las diferencias de opinión que tenemos, yo no olvido que protegiste la vida de mi hija Anya en nuestra ausencia. Eso es un gesto, del cual no existe dinero por el cual pagar. Te estoy…—reverencia, con honor—. Infinitamente agradecido por ello. Quieras aceptarlo o no, eres parte de mi familia ahora. Si no te sientes cómodo con eso, te dejaré ir. Lo juro.
—…
Me acobardé tanto entre el dialogo que ambos tenían por el pasillo, que solo pude limitarme a llorar en silencio en el sofá. Yo también estaba ebria. Mucho. Pero imaginé que no era solo producto del alcohol, lo que nos volvía sensibles. Loid buscaba que yo me reconciliara con mi hermano, tras años de mentiras estúpidas que ningún bien nos hicieron. En total silencio, me dio un beso en la frente y tomó una frazada del estante. Se retiró, hacia el cuarto y ahí, lo perdí de vista.
Yuri me mira y yo lo miro a él. Ambos, asentimos casi al unísono.
—Vamos a dormir. Hoy fue un día agotador —profesa Yor, en tono cariñoso—. Ahí podemos hablar un poco más. ¿Te parece?
—Me…parece…—asiente, compungido en sollozos.
Se que Loid no se fue al cuarto a dormir de inmediato. Incluso si estaba recostada con Yuri esa noche, acurrucados y yo describiéndole muchas cosas que me callé de antaño, le escuché moverse en el cuarto de al lado. En algún punto de la madrugada, me levanté para ir al baño. Mi hermanito dormía sosegadamente. Abrí su puerta. Lo asaz como para aguzar los sentidos por la rendija de esta. Estaba roncando, con un libro abierto en toda la cara. Seguramente se quedó en vela leyendo, hasta que no pudiera escucharnos platicar. Una sonrisa idiotizada adornó mi rostro. Te amo tanto, Twilight…no sé qué haría sin ti.
—Gracias…mi amor. Que sueñes conmigo y Anya a tu ladito…
Y tupí la puerta. He logrado hacer las paces con mi hermano. ¿Qué más puedo pedir?
A la mañana siguiente.
—Buenos días —expresa Loid, animado. Vistiendo su típico mandil poco masculino—. El desayuno está listo.
Yuri y yo observamos la mesa, obnubilados con la cantidad de exquisiteces que se presentaban en ella. ¿A qué hora se despertó este hombre? Preparó un banquete para nosotros. Anya y Bond brotaron somnolientos desde la habitación. Tampoco entendían mucho.
—¡Woa! ¡Papi preparó cosas ricas! —sus ojitos titilaban en estrellitas— ¡¿Qué celebramos?!
—¡Wof!
—¿Celebrar? —siseó el rubio, imaginativo—. Bueno, que es un buen sábado para todos. Que estamos vivos. Y que somos una familia bonita.
—¡Somos una familia bonita! —brinca la menor, medio escueta al ver a Yuri— ¿El tío esquizofrénico se incluye?
—¡Que no soy eso, niña! —el subteniente se espanta.
—Si, Anya. El tío es parte de la familia —aclara el ojiazul—. Y por favor te pediría que ya no lo menciones así. La esquizofrenia es una enfermedad mental muy grave y a veces hay que ser profesionales. ¿Lo pillas? Yuri es un tío hetero normado con las desviaciones de un ciudadano promedio.
—¡Lo pillo! —asiente, briosa— ¡Ah! Bond quiere salir al patio. Rasca.
—Yo lo llevo —Yuri se ofrece voluntariamente, abriéndole la puerta—. Vamos, perrito panzón.
—¿Puedo acompañar al tío hetero normado con las desviaciones de un ciudadano promedio? —repite la pelirosa.
—No —niega Loid—. Usted jovencita, se irá a lavar la carita y las manitos. Hora de comer.
—¡Quiero hacer popó también! —aclara Anya.
—Te acompaño, Anya —agrega Yor, sonriente—. Ven conmigo.
Voy a dejar a Yuri y a Loid solitos un momento. Ya estoy captándole el juego a mi esposo. Posiblemente planteó todo esto, para darle una chance de dialogar. Confió en ti, Twilight. Mismo caso para ti, Yuri. Por favor, espero solucionen todo. Los veo salir al patio. Ya no sé qué van a hablar.
—Este perro caga más de lo que come —exclama abrumado el pelinegro—. Nunca vi tantos kilos de caca, brotar así…
—¿Dormiste bien, Yuri? —Loid se le acerca por detrás, templado.
—No recordaba la última vez que dormí tan bien, Twilight —le concede el apremio de la jactancia—. ¿Qué clase de cama es esa?
—El colchón es de espuma —relata el espía—. Las sábanas son de seda. 560 hilos de calidad. Las almohadas, están rellenas de plumas de ganso. Y las colchas…—agrega, encendiendo un cigarrillo en el proceso—. De cedrón.
—¡¿Tu, fumas?! —Yuri se retuerce.
—Desde muy joven lo hago. Créeme que, en mi calidad de espía, el tabaco es un excelente urdidor distractivo. Un caballero fumando, es muy natural. Te pido no le cuentes a nadie de esto —espeta Forger, en una endeble sonrisa solapada—. Mi esposa y mi hija no lo saben. Y de cierta forma, me impuse dejarlo por Anya ¿Puedes guardar el secreto?
—De que lo puedo guardar, lo hago. Pero…—le cuestiona— ¿Cómo haces para que no noten el hedor?
—Fragancia, Yuri. Un buen perfume y mentitas para el aliento. Algo que algunas personas no conocen —se encoge de hombros, cambiando radicalmente de tema—. Ya dime que mierda está pasando dentro de la SSS. Yo fui decente contigo. Te ruego actúes igual, por el honor que te tengo.
—No te mentiré, lo prometo —confiesa con sinceridad, el pelinegro—. En realidad, esa carpeta solo la vio Chloe y yo. Te juro por mi hermana que nadie más la alcanzó a examinar. Sin embargo, me preocupa lo que está pasando con el general Strauss. Ese viejo horrible no deja de molestarnos. Incluso hasta para nosotros, se ha vuelto un problema.
—Imagino que deseas que lo silencien de una buena vez —explora el rubio, exhalando humo por la boca.
—Ojalá algo así pasara. Pero no se me está permitido expresar tal cosa —sugestiona el pelinegro—. El pendejo tiene sus adeptos.
—¿Crees que es el, quien mandó a seguirnos y espiarnos? —consulta el rubio, aspirando su cigarrillo.
—Lo creo, sin duda —asevera el subteniente—. Twilight…la honra de mi hermana está en juego. No permito que nadie la pase a llevar así. Es una denigración que no tolero.
—¿Quieres hacer justicia?
—La quiero…—farfulle Yuri, juntando el entrecejo—. Quiero que paguen. Todos y cada uno de ellos.
—Qué bueno que somos familia ahora ¿No? —delinea Forger, esbozando una mueca morbosa—. Yuri, a partir de ahora, quiero que trabajes para mí.
—Solo si tu trabajarás para mí.
—Yo trabajo siempre para todos nosotros —decreta el rubio, tirando la colilla y pisoteándola en el suelo—. Me encargaré de él. Te lo prometo. Dame todo lo que sepas de Strauss. Haré justicia.
—De acuerdo —asiente, girándose hacia el—. Juntémonos el martes en el callejón 10. A las afueras del museo. 13:00 en punto. Te daré todo.
—Vale.
—Pero, una cosa más, Twilight.
—Que.
—En realidad… —admite Yuri, avergonzado de lo que confesará—. Fui yo quien censuró esa parte con corrector, de la interrogación que mi compañera le hizo a mi hermana. Lo hice porque…temía que te enteraras de algo horrible.
—Yuri…—exhala seguro, el espía—. Sea lo que hayas leído ahí, fue solo una tapadera que usó Yor. Lo hizo para librarse de los cuestionamientos sobre Anya.
—¿Entonces…? —insiste, solapado— ¿N-no eres estéril?
—No, Yuri. No tengo problemas de esa índole —aclara jocoso, el agente—. Y sin duda tu hermana tampoco. Somos dos personas muy sanas. Pero no tenemos pensado tener hijos entre nosotros —se gira hacia la casa— ¿Volvemos?
—¡Lotty! —lo llama, deteniendo su caminar, solo unos segundos más—. Este…yo…—tiembla, dubitativo—. Qu-quiero que sepas, que te apoyo en la idea en todo caso. Dejando de lado, todo esto —agrega, avergonzado—. Si bien me molesta un poco pensar en mi hermana con su pancita abultada…si en algún punto ella te lo pide o muestra un mínimo de intencionalidad en ello, te ruego no la-…
—Tu tranquilo, Yuri —aclara Loid, brioso—. Te prometo, no decepcionarla en el intento. Si llego a ver un ápice en Yor, respecto a este tema te juro, que no la defraudaré. Si me dice que quiere ampliar la familia conmigo, lo aceptaré. Le daré…todos los hijos que guste ¿Sí?
—Gracias…que amable de tu parte —emite el pelinegro, jalando la correa de Bond—. Ándale, pero cagó mil kilos. Vamos a volver.
—Gajes del oficio —ríe Loid, llevando a sus labios una mentita fuerte.
[…]
Loid nuevamente no vino por mí, para almorzar. Comienza a molestarme este tema. Espero no sonar intensa. Es que llegamos a un acuerdo ¿Saben? Y a mí me gusta mucho cumplir con mi palabra. Yo sé que a él también. ¿Pero en donde mierda podría estar un martes a las 13:00? Lleva 10 minutos de retraso. Me rehúso a caer en la desesperación. Mejor voy a…leer los libros que adquirí el otro día y empaqué esta mañana en mi morralito. Tal vez si me distraigo un poco cultivándome del arte de la música, pueda…
—¿Qué es esto? —pienso, sacando un par.
Como metí todo casi automáticamente, no me percaté que había un libro en particular que no compré del todo. Fue el que aquel señor me dio, como "gratis por cuenta de la casa" ¿Esto que es? La portada tiene un título llamativo. Cita "Esos días de verano" por la autora Adelaida Fort. Leo el dorso del anverso. "Una mujer espía se enamora de un chico. Que más tarde descubre, es un espía encubierto igual que ella. Todo se vuelve un caos, cuando ambos manifiestan la verdad. Sus misiones se topan. Hay romance, violencia y mucho sexo. No apto para menores de edad".
Estoy…de piedra. ¿En qué momento llegó esto a mis manos? Va a sonar burdo de mi parte, pero lo que más atrapó mi atención fue la parte del "sexo". ¿Puedo leer esta fábula de ciencia ficción romántica, estando casada? ¿Se permite? Temo fantasear demás con un protagonista que no sea mi esposo. ¿Eso no sería considerado infidelidad? Pero…
Me muero por saber. Abro el libro e inicio la narrativa. Esto es…
—Oh, por dios…
Me atrapó. Se supone que estaba esperando a que mi marido llegara por mí. Pero no iba a batallar contra mis impulsos juveniles. Los de deleitarme con un cuento ameno de romance, espías y sexo. Me senté sobre una banca y retomé la lectura. De principio a fin, todo me hacía sentido. Me proyecté involuntariamente en la intérprete, sin quererlo. La historia empezaba con una escena intima en medio de un bar. Tragué saliva. Es fascinante. El chico se hacía llamar Arthur. Y la muchacha, Agatha.
"Eran días calurosos de verano. Pero el ardor que sentía por él, era más que la estación por la cual atravesábamos. Trascendía en todo lo que mi imaginativo me consentía. Me hizo suya, con el ímpetu de dos jóvenes de mediana edad, que buscábamos escapar de la realidad. Succionaba mis pezones con avidez. Me tocaba, por todos lados. Yo anhelaba conectar con su alma. Finalmente, introdujo su p*** en lo más profundo de mi ****"
—¿Yor? —le interrumpe Loid, por la espalda.
—¡AAAAAHH! —chilla Yor, dando un sobresalto salvaje— ¡Arthur!
—¡¿Arthur?! ¡¿Ese quien coño es?! —Twilight se desarma, indiscutiblemente anonadado— ¡¿De qué me perdí?!
—¡N-no! ¡Mi amor! ¡No es-…! — ¡METÍ LA PATA A FONDO!
—Yor… ¿Tu? —Loid hace amago de un pucherito, derrotado, totalmente— ¿Me estás…siendo infiel? — ¡Dios santo! ¡SOY UN CORNUDO!
¡¿En qué momento se me escapó esto de las manos?! ¡NO AMOR! ¡NO ES NADA DE ESO! ¡YO NO-…!
Diez minutos después. Restaurante Autonme. 14:10PM.
—Ahh…—carcajea Loid, brioso— ¡Jajaja! ¡Así que estaba leyendo una novela de adultos! ¡Ya entendí! —simula fingir ignorancia— Ya cállense. Se que suena una estupidez. Pero ¿Por qué mi chica quiere consumir esa clase de contenidos? Digo, no le diré nada, joder. No soy esa clase de hombre. Sin embargo…—despabila, jocoso—. No es nada, amor. Todo bien — Aun no me queda claro. ¿Quién es ese tal Arthur y por qué mi esposa fantasea con otro que no sea yo…?
Dios santo, me siento muy mal. Pero al mismo tiempo, se que no es personal. ¡Es que yo…! Yo me estimulo mucho con historias así. Adoro fantasear. Puede que Loid no sepa de mí, ese lado. Nunca se lo dejé en claro. ¿Es mi error? Sin duda lo es. Debí haberle comentado de mis sentimientos sobre profesar gustos por novelas de este tipo. Lo que menos busco es que se lo tome personal. ¿Pero ahora como podría explicárselo mejor mas allá de lo que le dije? Si no le quedó claro, se lo recalcaré hasta que si lo haga. Lo veo en sus ojitos. Se siente inseguro. ¿Cómo puedes dudar de ti mismo, mi amor? Yo te amo mucho…
Aunque…
—Dime una cosa, Loid —espeta Yor, cabizbaja—. Y se sincero en esto…
—¿Qué pasa, cariño? —No me duele. Todo bien. Digamos que no la conozco tanto— ¿Qué me quieres decir?
—¿Eres un chico celoso? —balbucea.
—¿Qué…si soy celoso? —parpadea absorto el rubio. A lo que rápidamente, responde—. No, mi amor. Contigo no me pasa eso. ¿Por qué lo piensas?
—Lo que sucede es que…de pronto sentí que te preocupabas por un personaje ficticio —sisea.
—No son celos, realmente — Mierda ¿Cómo se lo transmito sin que suene esquizofrénico? Es que…—traga saliva, compungido—. Por un momento creí que querías más estar con algo que no existe, que conmigo.
—Ay, dios. Si es celoso. Pero…no es un tipo de celos que pudiera decir, toxico. Es un tipo de celos que se cuestiona el mismo. Tiene miedo. Teme que lo deje por otro… ¿Cómo podría? No quiero que piense tal cosa —Yor niega con la cabeza—. Mi amor, no seas tan inseguro. ¿Es eso? ¿Te cuestionas tu valía?
—Perdón. Soy…algo inseguro. Es cierto —asevera, tentado a llorar—. Soy deleznable. Por favor, guarda el secreto. Nadie debe saber que detrás del agente Twilight se esconde una persona vulnerable.
—Te entiendo. Fuerte y claro —niega con la cabeza, tomando su carita en el proceso— Y no eres reemplazable, por nadie en este mundo. Eres único. Nadie jamás podrá tomar tu lugar.
—¿Lo prometes? —expresa, furibundo el varón.
—Lo prometo —asiente, briosa.
—¿Ni si quiera ese tal Arthur? —atañe Loid—. Que tanto te gusta ahora…
—Tontito. Es solo un personaje falso de cuentos —escudriña-
—Pero yo quiero que solo fantasees conmigo, Yor —implora.
—Solo fantaseo contigo, mi amor —besa sus labios, en un pico inocente—. Tranquilo. Todo bien. Esto es solo una distracción. Soñar, no tiene nada de malo. Me aspiro en un personaje y me meto en el proyecto. Lo hago por aburrimiento. Todo lindo. ¿Sí? Te amo. Te amo mucho. Nunca lo olvides. Te lo recalco porque veo que eres un hombre inseguro y esto, te dará fortaleza.
—Gracias. En serio que si me apacigua —asiente—. Tú puedes soñar con lo que gustes. Eres una mujer libre, cariño —revela Loid, sonriente—. Perdona…me comporté como un crio.
—Fue un buen almuerzo —aclara la pelinegra, satisfecha— ¿Volvemos?
—Hagámoslo.
Nos levantamos. Pagamos la cuenta. Caminamos tomaditos de la mano, melosos y acaramelados por la venida de vuelta al Ayuntamiento. Pero en alguna parte, siento que alguien nos mira. Mi marido sopesa lo mismo. Seguramente, sigue siendo el molesto de Strauss. Aunque yo no le haya comentado que me encargaron con él, ni mi amante conmigo. Hago una pausa, porque si bien llevábamos una rutina inocente, debo transmitirle el por qué esta vez, no habrá intimidad. Nos siguen. Nos sacan fotos. Es imperativo, ya no caer en esas bagatelas. A pesar de morirme de ganas por él. Porque de un tiempo a esta parte, normalizamos como habito almorzar juntos y luego…intimar. Mi cónyuge me besa ávido de lujuria, empujándome hacia un callejón que poca luz tiene incluso a medio día. Acostumbrada a esta dinámica, me costó la sanidad mental, negarme. Parece que se le ha olvidado lo de las fotos. Lo siento…pero…es imperativo ahora. Como nunca, no soy yo quien lo busca. Es el. Me oprime contra la pared, clavándome un beso altivo en los labios.
Con el pesar de todo mi dolor, cierro las piernas.
—¿Qué pasa? —jadea Loid, contra sus labios. En una inocente pregunta de jadeante pretensión— ¿No quieres?
Es fugitivo. A mi esposo, se le nubla mucho la consciencia en estos momentos. Yuri tenía razón. Porque más que mal, es varón como él. Se les desconecta el cerebro en esos momentos. Lo que Loid determinó como "debilidad". Lo atajo de las mejillas, recordándole.
—No podemos. Recuerda lo de las fotos…
—Mierda. Es verdad. ¿Ven a lo que me refería? He bajado toda mi calidad como agente —exhala, liado. Se toma la sien, sacudiendo la cabeza—. Bien. Lo dejaremos para cuando estemos en casa. Volveré al trabajo —finaliza, con un ósculo sincero en su mejilla.
—Su trabajo. Esperen…—Briar lo sostiene del bracito—. De casualidad ¿El agente Twilight se encuentra en una nueva misión u operación de la cual, quiera contarle a Thorn Princess? — No lo estoy interrogando tan feo ¿O sí? Espero no suene así.
—¿Por qué me lo pregunta en tercera persona? Que linda —Loid suelta una risita briosa. Ya que no hay secretos entre ambos, puede expresarlo libremente—. En realidad, sí. Me asignaron cuidar de la señora Desmond hasta que pueda firmar el tratado de amnistía con el ministro de-…—Un momento. ¿Tal vez me lo planteó porque quiere participar? Su colaboración no me vendría mal. Quizás de esa forma, se afiate nuestra confianza. Si la hago parte de la operación, sin que levante otras sospechas—. Ahora que lo mencionas, Yor —expresa, jovial— ¿No te gustaría acompañarme?
—¿Eh? ¿Yo? —se apunta a sí misma, sorprendida— ¿Acompañarte en, que?
—Hoy debo reunirme con ella en una tertulia. Estará presente el ministro de relaciones exteriores de Westalis —relata Forger—. Se me ocurrió que como son amigas y no la ves desde entonces, podrías venir. ¿Qué dices?
—¿Loid me está invitando a ser parte de la misión? Supongo que eso me facilitará las cosas —asiente, garbosa— ¡Me agrada mucho la idea! ¡Claro que sí!
—Perfecto. Entonces pasaré por ti a eso de las 18:00 —concreta—. De camino te compraré una chaqueta muy linda para que puedas usar de forma más elegante.
—Gracias, cariño. Tu siempre pensando en todo —sonríe, ruborizada.
Finalmente nos separamos. El regresó a sus quehaceres y yo a los míos. Mas no podía quitarme de la cabeza el hecho de que ahora, estuviera en una misión conjunta con Twilight. Yo espero no suponga ningún problema para ambas organizaciones. Sobre todo, ahora que estaba muy consciente de que nos seguían de cerca. Le esperé a las afueras de la alcaldía, más de un cuarto de hora. Realmente no sé si se tardó a propósito o fue porque estaba organizando los preparativos para la reunión señalada. Pero durante ese lapsus de tiempo, me di la autoridad de vigilar la zona con la agudeza de una asesina al servicio de Garden. Probablemente el idiota de las fotos, estaba rondándome en esos momentos. No sé quién es. Ni si quiera sé, si es una persona o son varias. Probablemente toda una facción de ardidos. Nadie puede estar al mismo tiempo en todas partes.
—Ya se retrasó bastante…
En lo que, comprobada la hora en mi reloj de muñeca, noto que una sombra se desplaza sigilosa por uno de los quiscos de en frente. Es Loid. No viste el típico traje verde de siempre. Se agazapa tras una gabardina gris y sombrero oscuro. Finge leer el periódico y me mira de reojo. Entendí lo que quiso decirme, con la quimera de un dialecto telepático. "El tipo de las fotos está aquí". Pero ¿En dónde? No lo veo. Mierda. Yo seré la mejor. Pero Twilight tiene ojos en la espalda. Camino hacia una de las tiendas de señoritas y simulo observar la vitrina. Puedo verlo a través del vidrio. Se apoya en uno de sus dedos índices, rascándose la nariz. Está apuntando hacia un sector del parque. Cruzo la calle y me adentro en las arboledas. Doblo en la esquina derecha y luego paso por detrás de una gaveta de policías. A partir de ese momento, me he vuelto completamente invisible.
Ya que, al salir por el otro lado, porto otro peinado y otra chaqueta. La que el me compró. Nos subimos a un vehículo y nos alejamos raudamente.
—¡Tsk! ¡Maldita sea! —berrea un sujeto de aspecto enfermizo. Porta una cámara entre los dedos— ¡¿Cómo mierda los pude haber perdido?! Sin duda irán con el ministro de mierda ese. Le avisaré a Strauss.
Cuanta sincronización, señores. Mientras íbamos de camino a la reunión, yo no paraba de soltar carcajadas y brincar como una niña pequeña en la parte posterior del carro. Me costaba trabajo no querer mirar constantemente hacia atrás y notar la cara de idiota de ese sujeto. ¡Cuánta emoción! ¡Estaba trabajando codo a codo con el mejor agente de toda Westalis! Y eso ha salido muy bien.
—Impresionante, Yor. Sabía que entenderías mis señales —le halaga Forger—. Tal vez si no hubieras sido una asesina, serías la mejor espía del mundo.
—Ay ¿De verdad lo crees? —balbucea la señora Forger, abochornada con su comentario—. De igual forma creo que solo exageras porque te gusto. No soy tan buena como tú.
—Bueno, sí. En efecto me gustas —carcajea el rubio—. Pero eso no quiere decir que no pueda reconocer el talento de un posible agente. Además, llegar a lo que soy yo es meramente entrenamiento. No soy ningún superdotado.
—Muy bueno para fingir de todo, Twilight. Menos para la falsa modestia —Briar le da un empujoncito en el brazo—. Sabes que en el fondo eres un genio.
—Bueno, jejeje…si me lo dice ella, con mayor razón entonces lo creeré —reflexiona el agente, en un tono febril—. Te ves hermosa con tu nuevo atuendo. Ese color te sienta muy bien.
—N-no me digas esas cosas, por favor…—murmura la pelinegra, escondiendo un rubor lascivo tras su cuello—. Mira que, dentro de un auto, mi imaginación vuela.
—¡Jajaja! ¡No es bueno en un momento como este! —Loid la abraza con uno de sus brazos, divertido—. Imagina con que cara veremos a la señora Desmond después.
—¿Tanto se me nota la ninfomanía? —bufa en respuesta.
—Estos jóvenes de hoy en día…—el chofer los observa a través del espejo retrovisor, turbado— Cuanto colágeno…
[…]
—Bienvenido, ministro Brantz —le saluda Melinda, en una escueta estrechez de manos—. Me alegra mucho que haya aceptado finalmente mi convocatoria. No fue fácil lograr que cruzara la frontera.
—Todo ha sido un caos, señora Desmond —responde el mayor, templado—. Esperemos que con este nuevo documento podamos sellar el destino de ambas naciones por fin. Aunque…—divisa sobre su hombro—. No estará del todo sola. Veo que tiene muy buena seguridad.
—Buenas tardes —Loid se quita el sombrero—. Lamentamos el retraso. El tráfico a estado fatal con algunas barricadas. Y tuvimos que desviarnos varias veces.
—No llega tarde, Twilight —acota Melinda—. Justo a tiempo para comenzar y-… ¡Oh! ¡Pero si Yor en persona! No creí que también desearía ser parte de esta junta.
—Cuantas lunas sin verla, Melinda —reverencia Briar, esbozando una mueca sincera—. En realidad…solo vine de intrusa, jeje. No estaba considerada para nada.
—Tonterías —Desmond toma sus manos, afectuosa—. A ti te debo la vida y la de mis hijos. Eres tan importante para mí, como lo sería un presidente.
—Es lo mismo que le comenté yo. Pero ya conoce lo reservada que es mi esposa —explica Loid, removiéndose el sombrero—. Ministro. En nombre de WISE, quiero darle las gracias por su honorable participación.
—La clase de mujer que necesitaré a mi lado para gobernar —halaga la mayor—. Por favor, pasemos ya a la sala. Tengo todo listo.
—Con usted aquí, agente, podré al menos ir a cagar tranquilo si lo necesito. Sylvia dijo que enviaría al mejor y su nombre lo precede —bromea el varón—. Vamos, muero de hambre.
La tertulia se llevó a cabo con normalidad, en salón principal de la mansión Desmond. Que nostalgia volver a esta casa, luego de lo ocurrido esa noche. Aunque noté que se habían hecho muchos cambios en la infraestructura y la inmobiliaria. Ya no percibí toques sombríos ni gríseos, como la última vez que vine. Melinda no solo se vestía a la moda. También gozaba de un exquisito sentido para la decoración de interiores. Muchas plantas, flores y colores vivos que invitaban a cualquiera que la visitara, degustar de la belleza más inocente y natural de todas. Nunca estuve tan cerca de un ministro de Westalis, como hoy. Conocer en detalle, la cosmovisión que el representaba al mundo, atrapó mi atención. Era similar a la de Melinda, pero un poco menos conservadora y esencial. Sus banderas apuntaban a reabrir el libre comercio, erradicar facciones anti patrióticas y fortalecer la paz mediante una serie de políticas públicas que unieran a ambas naciones en las artes nobles, la música empírica y las ciencias modernas. Prácticas y modelos que promovieran levantar los muros de las fronteras e impulsar la economía a tope. Juntos, como hermanos. De un tiempo a esta parte, siempre creí que la administración de un gobierno era una cuestión meramente arbitraria. Hombres que se tomaban el poder a la fuerza, sometiendo a otros. Sin embargo, ahora, creo en la mesocrática forma de hacer patria. La política me resultaba sosa y fuera de contexto. Experimentarla desde adentro, sonaba fascinante.
Los ideales eran pacíficos. La guerra, era violenta. Fue mi conclusión del día. Ahora entiendo el por qué Loid, se la pasaba horas y horas leyendo sobre estos pensamientos. En libros, periódicos y revistas. Tiene su… "gracia"
—Espero que el documento que le he presentado sea del agrado de Westalis —advierte Desmond—. Fue redactado de puño y letra por mí.
—Lo es, sin duda, señora Desmond. Pero…—Brantz deja a un lado el pliego, bosquejando una mueca recia—. Hay un tema en particular que me preocupa en estos momentos. Mas bien, a ciertos partidos opositores. A los cuales debo rendirles pleitesía para que podamos ponernos de acuerdo en su totalidad.
—¿Ese cual sería? —consulta, bebiendo una taza de té—. Seguro podemos llegar a un acuerdo.
—Verá. Durante el gobierno anterior de Ostania —relata el hombre—. Mismo del cual, Donovan fue primer ministro, se llevaron a cabo una serie de proyectos bajo instituciones secretas no gubernamentales. El servicio de inteligencia, WISE. Ha hecho una serie de averiguaciones respecto a este tema durante años —el hombre le entrega otro expediente. Uno mucho más largo y complejo—. Al parecer, a ciertas personas de reprochable sanidad mental, les gustaba mucho experimentar con cosas. Se llevaron a cabo más de 132 proyectos ultra secretos, todos ellos alimentados con paraísos fiscales. Dinero sucio. Mal habido. Su esposo en particular, mantenía un par de empresas ficticias que utilizaba para blanquear algunos ingresos. Recibía coimas y sobornos, a cambio de favores.
—Lo primero que me menciona, lo desconocía por completo. Pero lo último…—exhala frustrada, la mujer. Aun con la carpeta en las manos—. No me sorprende para nada. En más de una ocasión, le pregunté por lo mismo. De donde salía todo ese dinero. Y con que finalidad buscaba reunirlo. Por unos momentos creí su coartada. Me dijo: "Es para financiar la guerra. Para que más". Sin embargo, ahora me muestra esto y…no sé qué decirle al respecto. Me toma por sorpresa.
—Estoy consciente de todo eso —piensa Twilight, en completo espectador de la reunión— Proyecto Vix. Proyecto Apple. Proyecto Paradise. Fueron muchos e innumerables. No solo con animales, sino que también con…personas. Mujeres sobre todo y niños. Es macabro.
—¿De qué cosas me estoy enterando? —Yor parpadea, pasmada— Ostania para el mundo suena…horrible.
—¿Debo preocuparme por ellos, ahora? —pregunta Melinda, descalabrada con la información.
—No del todo. Tras caer el antiguo régimen, todos fueron desbaratados. Los proyectos cerraron, algunos fracasaron. Otros más, solo se mantuvieron en el anonimato mismo del olvido —añade el ministro—. Aun así, es de suma importancia que usted pueda ayudarme. Y me asegure, que ya no existen y fueron borrados de la faz de la tierra. Y por, sobre todo, que se compense a quienes se vieron afectados por ello. No solo buscamos la paz, señora Desmond. También queremos justicia, reparación por dolos y crimines de lesa humanidad.
—Suena muy bonito lo que me cuenta, ministro Brantz —espeta la pelinegra, regresándole el expediente—. Pero lamentablemente, es algo que escapa de mis manos. Buscar esa justicia, nos tomará años y recursos que no tenemos. Enjuiciar a quienes cometieron esas atrocidades, contactar a las víctimas. Reales personas, que estén dispuestas a hablar y dar su testimonio. Es…complicado.
—Es, sin duda complicado. Pero imposible no —argumenta el hombre, regalándole una sonrisa ladina—. Es por eso que estoy aquí, señora Desmond. Usted es quien liderará ahora la nación. Estamos muy conscientes de toda su carrera. Lo que ha hecho por los más desvalidos. Por los veteranos de guerra, los pobres y huérfanos. Partamos por algo sencillo primero. Me parece que más allá de entregarle protección, el agente y su esposa están aquí para darnos una mano. ¿O me equivoco?
—¿Eh? —Yor no se entera— ¿Qué?
—WISE está dispuesta a colaborar en ello —asevera el espía, sereno—. Melinda Desmond cuenta con todo nuestro apoyo y el despliegue de agentes capaces de resolverlo.
—De acuerdo. Entonces, si es así. Lo acepto —asiente animada, la mayor—. Ministro ¿Puedo quedarme con una copia de esto? Comenzaré mañana mismo con el trabajo.
—Yo personalmente me encargué de hacerle llegar ese documento al ministro, señora Desmond —relata Loid—. Con gusto le daré todas las copias que necesite. Operación "Berlint" está en marcha.
—Genial. Aunque…hay algo más que necesito que hagan por mí. Dado que yo voy a ayudar con esto —sentencia Melinda, frunciendo el ceño—. Necesito que me aseguren mi seguridad y la de mis hijos. Estas últimas semanas ha sido un caos.
Dios santo. He quedado en medio de una operación ultra secreta. Me siento tan…sobre estimulada. Y no hablo a un nivel sexual. ¿Esto es lo que Anya diría: "waku waku"? Es emocionante poder ser parte de la restauración de una nación. Incluso si mi trabajo no sea reconocido por nadie y pueda actuar desde las sombras, como siempre. No soy una mujer que requiera halagos ni mucho menos gráciles endiosamientos al mayoreo. Tampoco busco condecoraciones ni puestos en altos cargos. Mientras pueda ayudar a poner mi granito de arena por mi pequeñito que sea, lo haré. Todo suena tan idílico. Me pregunto si realmente esto…será tan sencillo como se plantea.
Tras caer la noche, Desmond y Brantz firman el acuerdo de cese a las hostilidades. Ha quedado tajantemente prohibido, que entre ambas naciones se agredan. Tanto en diplomacia como en contra inteligencia. Para la mañana siguiente, se anuncia tanto en las noticias como en medios locales, la candidatura de Melinda como primera ministra. La mujer al mando. La más poderosa. Se inicia así, una seguidilla de ecuaciones que darán paso a una campaña electoral, con la única finalidad de buscar el voto del ciudadano más leal y decente de todos.
—¡A ustedes les hablo, honestos trabajadores de la industria! ¡A ustedes les hablo, mujeres! ¡Trabajadoras, madres, solteras, viudas de guerra, jóvenes estudiantes! —vocifera Melinda, sobre el podio de una plaza— ¡Crean en mí! ¡Vuélquense a las calles a ejercer su derecho civil y voten! ¡Háganlo a consciencia! ¡Por una Ostania independiente, autónoma y sin más hombres viles violentos que busquen oprimir nuestra libertad!
—¡Viva Melinda Desmond! —berrea la multitud.
—¡Traidora, vende patria! —aúlla un hombre, en medio del tumulto— ¡Muere!
Balazos. Melinda es escoltada rápidamente por seguridad personal. Nunca falta…el pendejo subnormal que las caga. Loid apaga la TV. Ofuscado, se sienta en el sofá y coge la carpeta investigativa. Nunca antes le vi tan molesto. Intento calmarlo, sirviéndole una taza de té. Pero continua muy ensimismado releyendo esos archivos. Me pregunto si yo podré…tener acceso a ellos. No quiero pedírselo abiertamente o pensará que estoy trabajando por mi cuenta. Como veo que no logra aflojar el semblante, me paro detrás de él y masajeo sus hombros, suavecito. De paso…leo un poco del asunto. Es tu culpa, Twilight. Tu me has enseñado muchas cosas…sin darte cuenta. Aprendo rápido.
—Tienes que tomarlo con calma, cariño —sisea Yor, suspicaz—. No puedes andar todo el día con cara de estreñido. Te hará mal.
—Créeme que lo intento, Yor —suspira derrotado, el rubio—. Soy un hombre calmado. Pero la imbecilidad humana no ayuda. No logro entender cómo es que algunos quieran seguir en guerra —agrega, apretándose los parpados con los dedos— ¿Qué tienen en la cabeza? Está claro que la realidad bastante distorsionada.
—Estás haciendo un excelente trabajo. No te desanimes ahora. No después de haber llegado tan lejos —murmura Briar, flectando las rodillas hasta quedar a su altura. Besa su mejilla con cariño—. Anda, bebe tu té. Es una infusión de melissa que te ayudará a calmarte un poco — Alcanzo a leer algo. Proyecto "Apple". ¿Eso que es? He visto ese logo antes, pero…no logro dimensionar en dónde. Me suena…
—Uhg…cariño, tus manos son increíbles —musita el señor Forger, esparciendo el cuerpo por sobre el asiento—. Gracias por el té. Lo necesitaba —bebe.
—Necesito leer ese archivo cuanto antes. De seguro me ayudará a acercarme mejor a Strauss.
Anteriormente trabajé como masajista profesional, aparentando un rubro que no era para asesinar hombres importantes. Confío en la habilidad de mis dedos. Tengo la fuerza necesaria en ellos, para ejercerla con tal displicencia, que, si toco, ciertos puntos de su cuerpo…podría fácilmente desmayarlo. No quiero eso. Me parece infame. Es por lo cual, opté, aumentar la dosis de la hierba en su té. En cuestión de segundos, mi esposo, deja salir los primeros bostezos aletargados. Está muy somnoliento.
Lo haré por…la vía de lo moral.
—Dios, mira la hora —Twilight se levanta de golpe, preocupado—. Casi me duermo. El autobús de Anya está por llegar.
—Yo iré por ella, no te preocupes. Tu descansa —profesa cariñosa, su cónyuge—. Es solo salir del condominio —camina hasta el perchero y toma su abrigo—. Espérame aquí. En cuanto volvamos, cenaremos.
—Gracias, Yor. Tu siempre tan considerada conmigo —el varón le besa la frente, en agradecimiento.
Tras salir de la casa, me paro detrás de la puerta con una sensación de culpa terrible. Realmente no quería hacer esto. Pero…más opciones no me dejaron. Reflexiono sobre la idea, en un pucherito interior. ¡Perdóname, Loid! ¡Te amo mucho! ¡Pero tu sigues siendo un espía y yo una asesina! Si bien buscamos lo mismo, hay ciertas cosas con las cuales ni tu ni yo, estamos dispuestos a tranzar. Nos debemos lealtad a nuestros credos.
Luego de ir por Anya y escuchar de camino, un sinfín de increíbles anécdotas escolares, me percato que Loid se ha quedado completamente inmóvil sobre el sofá. Cuajado, como un bebé. Con los ojos cerrados, piernas sueltas y ambas manos estirando por los costados. Juraría que estaba roncando incluso.
—¿Qué paso? —cuestiona la pelirosa— ¿Papi se murió?
—No, Anya. Nada de eso —narra Yor, briosa—. Papá tuvo un día demasiado agotador y solo está descansando un ratito. Vamos a ser silenciosas ¿Sí? Tú y yo, para velar por su sueño.
—¡Chi! —asiente, decidida. Y susurra— Mami, debo estudiar. ¿Me ayudarás tu?
—Estudiaremos en tu cuarto ¿De acuerdo? —le propone—. Ahora ve a lavarte las manos y yo serviré la cena.
Hay un cuarto en particular en esta casa. El mismo que teníamos en la anterior, en donde sé que Loid guarda sus instrumentos de espía y yo, los de asesina. Me escabullí prudente en el interior y hurgueteé entre sus cosas, en lo que Anya estaba en el baño. Encontré su cámara. Provechosa, saqué foto tras foto de cada página de aquel expediente y lo deposité en su mismo lugar, tal cual él lo había dejado. Cerrado. Sin un ápice que mostrara un contra espionaje. Iba de vuelta a la cocina, cuando de pronto Bond saltó en el regazo de Twilight. Casi como si quisiera despertarlo de urgencia. ¡Perro traidor!
—¡Wof! ¡Wof! —sin duda le estaba avisando de algo.
—¡Oye! ¡¿Qué haces?! —chilló Briar, bajito— ¿¡Te vengas porque cocino mal!?
—¡Uwa! ¡¿Qué fue?! —Loid espeta, levantándose de golpe. Totalmente baboseado y descalabrado— ¡¿Enemigos?! —se tambalea— ¿Eh…? — ¡El archivo! —lo coge rápidamente. Está a salvo— Carajo…otra vez bajé la guardia.
—La-la cena está casi lista…—balbucea timorata, la pelinegra.
—Ah. Discúlpame —Forger se rasca la nuca—. No pude ayudarte. Me dormí, jeje…
—¡Anya tiene las manitos limpias y con el hambre de un cavernícola! —berrea hacia la sala. Hace una pausa, leyendo las mentes de ambos al unísono— ¡¿MAMÁ SE VOLVIÓ ESPÍA TAMBIEN?! Eso significa…que tendré que ser yo la asesina, en su lugar. Sin duda, alguien debe seguir sus pasos.
De la nada, Anya se me acerca. Jala de mis ropas y me dice.
—Tu tranquila, mami. Mantendré vivo tu legado —sentencia la menor, altiva—. Anya hará justicia en el mundo y acabará con los secuestradores que quieren casarse con niñas.
—¿Eh? —Yor no se entera de nada.
—¿Ah? —Loid menos— Estoy segura de que todas esas ideas se las inculca esa tal, Becky. Suena muy perturbador…
Sin tan solo supiera, que la idea salió de mí. ¡Necesito tomar terapia, como Yuri! Finjo demencia, simulando no entender nada de lo que dice. Creo que por hoy…ha sido suficiente para todos. Hora de desconectarse.
Tras cenar, le di un baño a Anya y me dispuse a terminar de acomodar su ropa como habitualmente hago. Traía un par de calcetas, sus prendas interiores y el uniforme del instituto Edén. Nunca le presté mucha atención a ese atuendo, más allá de mantenerlo pulcro y planchado. Era de conocimiento público que portarlo, le daba estatus a un niño. Lo diferenciaba del resto, tras recibir una educación que solo la elite podía pagar. Sin embargo, curiosamente justo hoy…algo llamó sorpresivamente mi atención. Un detalle. Una menudencia, que sin duda me dejó sin aliento. ¿Alguna vez han visto la insignia de la escuela? Es básicamente, una manzana con letras. El mismo logo que vi en el archivo del proyecto Apple. ¿Qué significa esto? ¿Por qué son…iguales? O más bien ¿Parecidos? ¿Acaso hay alguna conexión entre Edén y Apple? ¿Puede ser posible que los Eruditos Imperiales sean en el fondo…
—¿Niños…para un experimento de excelencia sobre humana?
Pensé. Miré a Anya, durmiendo tan plácidamente. Despabilé. Presentando con todas mis fuerzas, eliminar semejante locura. No puedo andar conjeturando cosas tan locas. ¿Me habré vuelto paranoica? Posiblemente este sea un rasgo que los espías tienen. Son todos medios esquizoides ¿No? Ver cosas, donde nadie más las ve. Cavilar cosas, que nadie más se cuestiona. Sentí que había despertado en mí, una especie de intuición mucho más poderosa que la femenina. Como un tercer ojo, justo en medio de mi frente. Bueno…Twilight es un tanto conspiranoico ¿Verdad? ¿VERDAD?
—Creo que necesito dejar de tomar tanto café…
Deseaba auto convencerme de que perdí la cabeza. Basta. No lo sabré, si no lo averiguo por mí misma. En tal caso que esto tenga cabida y sea real. Quiere decir que he descubierto algo que mi esposo no. Algo…que pueda cambiar el rumbo de esta operación.
Chao. Mejor me voy a acostar. Por lo regular con Loid solemos platicar antes de dormir. De cosas, en general. Tanto banales como importantes. Pero cuando entré al cuarto, estaba raja durmiendo a patas sueltas y roncando a destajo. Dios…que mala soy. Es mi culpa. Poco menos que lo drogué con unas hierbitas, como lo haría una bruja. Espero…nunca se entere de esto. O todos mis esfuerzos se irán por el caño.
A la mañana siguiente, llevé a revelar el carrete de la cámara a una tienda fotográfica. Aprovechando que tenía acceso a la fotocopiadora del ayuntamiento, imprimí varias páginas y las archivé en mi propio expediente personal. Uno que fuese lo suficientemente pequeño como para llevarlo cual libro de bolsillo. Para poder repasarlo a gusto y sin levantar sospechas, comencé a sobreponerlo encima de otro texto. Algo que no llamara la atención. Así que durante toda la tarde simulé estar muy concentrada en un soso libro del capitalismo. Una mierda. Camilla me dijo.
—¿Te preparas para votar este sábado? —río—. Sin duda Melinda logró lavarte el cerebro.
—¿Eh? ¡Ah! ¡No! Es solo que…—argumenta, nervuda—. En realidad, lo hago por mi marido. Él tiene algunas ideas que no logro entender del todo.
—Ya no le digan nada —refuta Millie, jocosa—. Melinda será la nueva líder. No cabe duda alguna.
—¿Desde cuándo te cae bien? —refuta Sharon, mosqueada—. Si antes decías odiarla.
—Bueno…—sisea la rubia, tocándose la mejilla con timidez—. Desde que Yor es amiga de ella. Confío mucho en el juicio de Yor. ¿Acaso ustedes lo dudan?
Silencio sepulcral en el ambiente. Sin querer, las había puesto en una posición jamás antes vista. Una, de ideas doctrinales que nunca antes llegamos a dialogar. Creo que…mas de alguno que nos escuchó se llegó a molestar. Lo que menos quería, era llamar la atención. Intencionalmente lo hice. ¿Esto es peligroso…? Como asesina, debo mantener el perfil bajo, siempre manifestándome neutral y abstraída. Una madurez que no tengo, pero que conforme paso más y más tiempo con Loid, asimilo avivadamente.
—¡N-no hace falta que se peleen por estas cosas, chicas! —niega Yor, liada—. Que yo esté inclinándome hacia algo, no las invita a hacer lo mismo. Por favor, no soy ningún modelo a seguir.
—No. Sin duda no lo eres —exhala Camilla, rendida—. Pero Millie tiene razón, Yor. De las cuatro, eres la más sensata a la hora de tomar decisiones. Lo has demostrado. A pesar de tu manera callada de ser. En el fondo eres mucho más observadora y reflexiva de lo que pensé. Te juzgamos mal.
—¿Eso…que significa? —Briar se minimiza en su lugar, confundida.
—Significa —expresa Sharon, soltando humo en el proceso—. Que, si deseas confiar en la señora Desmond y darle su voto, te apañaremos.
—¡¿Las tres?! —lo escucha y no lo cree.
—Vamos, tampoco pongas esa cara —ríe Millie, dándole una palmada en la espaldita—. Yo también estuve con ella en ese partido de Voley con las otras madres. Ella es…una mujer muy fuerte. Me recuerda a mi madre.
—¿Verdad que sí? —agrega Camilla, animándose a la idea—. Pensé lo mismo el otro día frente a ese discurso que dio. ¿No les resulta cercana?
—Supongo que al igual que Yor, también la juzgamos mal —agregó Sharon, sincera.
Mis conocidas del trabajo…no, mas bien. Mis compañeras, mis camaradas, de laburo, me apoyan y entienden mi moción. Se volcaron radicalmente a hablar del tema durante horas. Incluso mientras trabajábamos en papeleos. Por primera vez…ya no me siento tan sola. Aunque las cosas, sigan muy tensas afuera.
—¡Todos, afuera! —vocifera el coordinador— ¡Hay protestas nuevamente! ¡Se acabó la jornada!
Otro día. Otra vez, con lo mismo. Espero que el sábado ya…todo acabe. No. Esperen. ¿Qué cosas digo? Esto no acabará mientras Strauss siga con vida. Casi olvido mi objetivo. Voy a asesinarlo. Fin del problema. Esta misma noche…concluiré la mierda.
WISE. A esa misma hora.
—Todo está listo y dispuesto, Twilight —explica Handler—. Este es el punto de extracción. Esta noche, entraremos a la casa de Strauss y lo secuestraremos. ¿Te queda alguna duda?
—Si. Solo una…—Loid hace una pausa, girando los ojos hacia un costado— ¿Qué hace Nighftall aquí? No se ofendan, pero creí que esta misión era solo mía.
—Discúlpame. No me ofende —revela Fiona, con actitud impávida— ¡Twilight mi amor! ¡¿Por qué me tratas así ahora?! ¡Si ya te dije que soy de confianza! Ah…seguro sigue molesto por lo que pasó en Luwen. ¡Tu mujer me da miedo!
—No aceptaré quejas ahora, Twilight. Nightfall ya te ayudó como tapadera en el asesinato de Donovan no quieras restarla y hacerte el desentendido —masculle endeble, la peliroja—. Ahora te aguantas. Cooperen juntos y tráiganme a ese bastardo mal parido.
—¡Entendido! —asienten ambos agentes, unánime.
Noche. 22:10PM. En un callejón oscuro. Dentro de un vehículo.
—Vale —suspira Loid, aspirando un cigarrillo con finura—. Espero te hayas memorizado las rutas de escape. Repásame el plan.
—Sigue molesto. Insisto, no me lo perdona —Frost hace amago de indulgencia, sopesando la misión por encima de lo que la incómoda—. El general estará en su casa esta noche. Se reunirá con un círculo cerrado de opositores a eso de las 22:20. Luego, se retirará a su recamara. Es donde yo entraré —explica—. Al maldito cerdo le gusta frecuentar putas.
—Trabajadoras sexuales —le corrige el rubio, frunciendo el ceño.
—Son prostitutas, Twilight —aclara la peliblanca— ¿Por qué les pones otro nombre? Tu no sueles hablar así.
—Bueno, vete acostumbrando. Este es mi nuevo "yo" —espeta el rubio, fumando—. Ahora vivo con dos mujeres. Una es mi esposa y la otra una niñita. No las llamaré de otra forma. Si no te gust-…—reprocha.
—¡N-no he dicho tal cosa! —Nightfall se reprime, desviando la mirada— Me odia. Me odia, me odia, me odia ¡Me odia! —carraspea—. Bien. Discúlpame. Trabajadoras "nocturnas" ¿Te complace más ese término?
—No solo trabajan de noche. Pero si, me agrada más —acepta.
—Me quiero matar —retoma la plática—. Me haré pasar por una de ellas. Entraré a su cuarto. Lo amarraré y luego tu atacarás. Escaparemos por la puerta de servicio. Afuera, nos esperará el agente Hauntdog. ¿Está bien asi?
—Muy bien —Forger lanza la colilla por el ventanal semi abierto. Enciende el motor—. Ponte el cinturón.
—Me lo pongo —obedece sin tapujos.
—Andando.
[…]
Esto es pan comido. Para su mal juicio, el maldito de Peter Strauss profesa un gusto cernícalo por las prostitutas (Yor no se fija en esas webadas). Me caen mal las mujeres que hacen esa clase de trabajos, pero no las juzgo. Tendrán sus razones. A eso de las 22:30, me he infiltrado con éxito en el interior de su morada. Disfrazada de una puta, claro. No escatimo en mi atuendo. Solo me puse mi típico vestido de asesina, cubriendo mis hombros con un chal. No caeré en bajezas de pensar que me veo como una, al momento de matar. Es justamente el objetivo. Los hombres son seres básicos que, con tal de ver un par de pechos ceñidos a la ropa, babean. Es lo que me convierte finalmente en la persona letal que soy.
Luego de una reunión con otros cerdos tan detestables como el, me convoca hacia su habitación. No tuve ni que pensarlo dos veces. Sentada, sobre sus piernas de viejo regordete, lo asesino sin premuras. Le rebané la garganta. Profesionalmente hablando, según lo que discurro yo, salgo victoriosa hacia el pasillo. Me he embetunado en su sangre, dado que le corté la yugular y esta salpica muy veraz. Lo que claramente alerta a los guardias de seguridad y de paso a los otros invitados que aún permanecían ebrios en el salón.
—¡¿Y tú quien demonios eres?! —se espanta uno de los uniformados.
—¡Bruja! —chilla otro.
—Buenas noches, engendros. Háganme el favor de dejar de respirar ¿Quieren? —advierte Thorn Princess, mostrando armas en ambas manos—. Y por favor no griten tanto en el proceso. El general chilló como un puerco en matadero. Odio que sean tan dramáticos.
—¡Mátenla!
Disparos. Un sonido hueco contra el suelo. Alaridos. Quejidos guturales, ahogados. Una lluvia escarlata chorrea por la alfombra y se esparce por las paredes, dejando una estela cual escena del crimen; con sus siluetas remarcadas en clemencia. Finalizado el trabajo, cojo el teléfono y hago una llamada. Le informo sobre el éxito de la misión a mi jefe. Es algo que vengo haciendo hace años.
—Todo listo, jefe. ¿Algo más que agregar? —murmura, con el aparato al oído—. No, señor. Pero le comenté a mi esposo que llegaría tarde a casa porque me reuniría con mi hermanito —Relata. Escucha. Asiente. Contesta—. Si, señor. Mañana le daré el informe. Disculpe…algo anda que ver. Pero…—añade, con naturalidad— ¿Usted votará por Melinda? —escucha—. Ya veo. Una decisión soberbia, señor. Tengo algo más que mostrarle…pero…se lo daré en persona —niega con la cabeza—. No, nada de eso. Se trata de los proyectos secretos del antiguo gobierno de Ostania. Es una carpeta extensa. Serán de su agrado —vuelve a asentir—. Comprendo. ¿El dinero está en mi cuenta ya? —abre los ojos, como platos—. Son muchos ceros, jefe —Oye. Sonríe—. Que agradece. En realidad, me gustaría pedir unas vacaciones cortitas. Deseo usar eso para mi familia —asevera, briosa— ¡Gracias, jefe! Es un placer servir a mi nación. Lo dejo. Dulces sueños —cuelga.
Ya está. Hora de irme. Examino la escena con detenimiento, observando los cadáveres regados por el suelo. No puedo evitar sonreír, extasiada en jubilo. Que rico se siente ahora, matar. Me excita…
—Hablando de excitación…—reflexiona Yor, encendiendo una mecha— Espero mi marido llegue de buen humor esta noche. Le daré una sorpresa.
Lanzo la cerilla ardiente al piso, siguiendo un camino de pólvora hacia el desván. La mansión explota tras de mí. Hasta nunca, viejo de mierda. Espero hayas disfrutado tu vida, tanto como yo la mía.
[…]
—¡Ataquen el incendio del otro lado! —exclama un bombero, cogiendo una manguera en el proceso— ¡Vamos! ¡De prisa!
Para cuando Loid y Fiona llegan a la escena…todo es un caos. Nada de esto, estaba en los planes. Ambos se miran entre sí, pasmados. No entienden un carajo. La misión…es un fracaso total.
—¿Pero que mierda ha pasado aquí…? —espeta Twilight, obnubilado con lo que presencia— ¿Alguien mató a Strauss? ¿Cómo es posible…?
—Esto no es bueno —Nighftall, en su calidad de agente, contacta de inmediato a la central—. Mercader, tenemos un…problemita. Strauss está…muerto.
—¡¿Qué?! —exclama Sylvia del otro lado, pasmada— ¡¿Quién carajos se nos adelantó?!
—No lo sé —explica Frost, liada—. En cuanto llegamos, los bomberos ya estaban aquí. Mierda, la policía estatal acaba de llegar. La dejo. Nos reportaremos de vuelta sin duda. Nighftall fuera.
—¿Cómo mierda? —repasa Sherwood en su cabeza— ¿Acaso alguien más sabia de nuestra misión? No. Eso es imposible. De ser así…tenemos un topo entre nosotros. Eso ni sentido tiene —aprieta los puños, ofuscada—. Apelaré al hecho de que Strauss tenía más enemigos. Pero…—desvía la mirada, examinando con detenimiento la ficha de Yor Briar sobre su escritorio— ¿Podría ser que Garden…lo hizo? Necesito…respuestas.
Casa de los Forger. 00:10AM.
Curiosamente, me topo con mi marido en la entrada de la casa. Le vi tentado a abrir la reja. Me observa, como un soldado que vuelve de una guerra perdida. Yo de paso, vengo garbosa con el afán de una victoria en los labios. ¿Qué pasó?
—¿Loid…? —consulta nervuda— ¿Pasó algo malo?
—N-no…nada —retoza Loid, cabizbajo—. Es solo que tuve un día muy duro en el hospital. ¿Cómo te fue con tu hermano?
—Todo bien, Loid —bosqueja animada, la pelinegra—. Te manda saludos y cariños.
—Me alegra que hayas tenido un buen día, Yor…
De los dientes para afuera. Conozco a mi esposo. Tanto, que me da miedo a veces. Se que cuando dice eso, es porque algo no está bien. ¿Qué habrá pasado? Me inquieta su semblante. Hago caso omiso y fingiendo naturalidad, me aferro a su brazo y entramos juntos a la casa. Franky se había quedado cuidando la seguridad de Anya. Nos recibe sentados en la mesa. Pidió Sushi a domicilio. Tanto yo como mi esposo, sopesamos una mueca grácil de un día extenuante. Pero yo no declino. Nos unimos a la cena y comemos todos juntos, degustando un buen vino y algunos sashimis. Loid se encierra en el baño, aseando a nuestra hija. En lo que yo lavo trastes. Franklin me acompaña. Él es un informante ávido de conocimiento. Si algo le pasa a mi cónyuge, él lo sabrá de ante mano.
—Señora Forger —expresa el chico del afro—. Ya guardé los vasos y cubiertos. ¿Necesita algo más?
—Si, Franky. En realidad…—Briar cierra el paso de la llave de agua y lo fulmina con la mirada—. Necesito de algo más. Mas bien, de tu sinceridad. ¿Por qué Twilight está desanimado esta noche? ¿Pasó algo malo?
—N-no…nada malo realmente —argumenta— Al contrario, la muerte del general Peter Strauss es increíble. Pero…—desvía la mirada—. Perdóneme, no es personal. Será mejor que se lo pregunte a él. No tengo detalles. Según sé, Loid lleva muchos días estresado y con una carga de trabajo extenuante. Si usted puede ayudarnos con eso, sería increíble.
—Ah. Ya veo. Con que es eso. Lo de Melinda lo tiene mal. Era natural —la pelinegra suspira, calmada. Añade, sensitiva—. Gracias, Franky. Por cuidar de Anya mientras no estamos. Y si es estrés lo que mi marido tiene, yo lo solucionaré.
—¿Ya puedo irme a dormir?
—Claro. El cuarto de invitados es tuyo esta noche —lo invita a tomarlo—. Dulces sueños.
—Descansen…—se retira, cansado.
Conque es eso. Lo supuse. Loid ha dejado en manifiesto durante toda la semana un sopor insufrible que incluso ha llegado a afectarlo tanto en animo como apetito. Decae bastante ahora que no necesita aparentar tanta fortaleza conmigo. De cara a conocer su verdadera identidad, lo somatiza sin problemas. Sin embargo, yo, vengo saliendo de una noche increíble. En donde concreté la paz en ambas naciones. ¿Cómo puedo declinar ahora? Estoy muy entusiasmada. Cuento los segundos de que salga del baño y tenerlo solito para mí en la camita.
Me adelanto. Guardo, limpio, ordeno todo. Me doy una ducha extensa en el otro cuarto de bajo y me acuesto, esperándolo. Me tiemblan las piernitas. Por favor…ven ya. Acabo de asesinar y necesito tenerte…
—Ah…Yor —musita Loid, abriendo la puerta—. Ya estás lista.
—Lista y dispuesta para dormir —atañe la señora Forger, destapando su lado de las colchas— ¿Vienes?
—Si, cariño. En un momento. Me pondré el pijama.
Me dice. Abre el armario y se cambia frente a mí, de espaldas. Yo jugueteo con las sábanas, deleitándome con su anatomía mientras tanto. Es tan lindo. Twilight me parece muy atractivo. Quizás muchas personas no lo noten, porque es medio deslavado, rubio y delgadito. No es como el típico hombre musculoso de pectorales altos, corpulento, de tes trabajada y tostada al sol. Pero a mí me gusta. Mucho, mucho. Además, he escuchado a Camilla y a las otras chicas hablar sobre la importancia que le dan a la hombría de los chicos. Yo no les hago caso. Porque Loid es perfecto para mí. Ni muy grotesco ni muy diminuto. Un tamaño ideal, de cuento de hadas. Me hace sentir muy bien. Es equilibrado en todo lo que hace. Hasta se me hace tierno. El color que toma su piel al momento de intimar, es muy bello. Como un rosita gallardo, dotado de una ligera cortedad. Este hombre…me tiene vuelta loca. Estoy tan ansiosa de que ya termine de cambiarse, que froto inconscientemente mis muslos. Me siento muy húmeda en la parte baja. No me ha dicho nada. No me ha mirado de nada. Ni si quiera me ha provocado realmente. El solo hecho de tenerlo conmigo, juntos, en el cuarto…me sobre estimula. Se dio un bañito hace poco. Lo sé porque finalmente se recuesta a mi lado, olorosito. Apaga su lampara. Su champú desprende una fragancia pueril que me invita a abrazarlo.
—Estás muy lindo esta noche, mi amor —sisea Yor, depositando besos y más besos por todo su rostro— Mi bonito agente Twilight. Tan inteligente.
Me siento febril. Así que lo busco, modestamente en el crepúsculo de nuestro cuarto. Él no se mueve mucho. Posiblemente, siga estresado. Pero yo le voy a quitar su inquietud. No quiero pensar en nada más. Elevo una pierna sobre las suyas. Beso instintivamente su cuello, soltando jadeos calientes en el proceso. Ya no aguanto más. Presa, del arrojo de un momento erótico, deslizo mi mano derecha hasta su pantalón. Froto concluyente por sobre la tela, con la ayuda de mis deditos. Entrepierna. Delinear la zona…un poco más…y…
—Yor…
Emite, en un balbuceo sordo que prácticamente amortigua contra su antebrazo. Ha tapado su semblante con este. Y compungido, sentencia.
—Hoy no…tengo ganas. Discúlpame.
Loid me ha…rechazado. Es la primera vez que lo hace, sin duda. El sentimiento de ser excomulgada de su calor, me acomete violentamente. Percibo como un nudo se constriñe dentro de mi garganta. Todo atisbo de lujuria y cariño, me ha desamparado. Dejándome a la deriva de la incertidumbre misma. No comprendo. ¿Acaso hice algo malo? ¿En verdad el trabajo les ha afectado a estos niveles? Creí que era estrés lo que tenía, pero ahora que incluso conato tocarle el hombro, él se voltea y me da la espalda.
Soñar despierta con esos días de verano, me ha pasado la cuenta. Esta noche, solo me queda fantasear…
En soledad…
