Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 117.
Somos Familia

Aquella tarde de su primer día de clases luego de Acción de Gracias, Damien salió en silencio de la oficina del Sgto. Neff tras terminada su corta, y extraña, conversación. Mientras caminaba lentamente hacia la salida del edificio administrativo, las enigmáticas palabras que le había dicho su nuevo líder de pelotón le daban vueltas sin descanso por su cabeza.

"Hay cosas que aún no entiendes. Cosas que deben pasar en su forma y momento justo. Y por eso no debes llamar de esa forma la atención; no todavía."

"Llegará el día en que todo el mundo sabrá quién eres, y de lo que eres capaz. Pero ese día aún no ha llegado."

"Hay cosas que están surgiendo en ti que no entiendes, y que crees no poder controlar. El mundo y la gente a tu alrededor comienzan a parecerte minúsculos, insignificantes. Comienzas a darte cuenta de que estás destinado a algo más grande que estar aquí perdiendo el tiempo, jugando a ser un soldadito o un simple estudiante más."

¿Qué era lo que intentaba decirle con todo eso? ¿Era que acaso ese hombre sabía algo que él no? ¿Acaso él sabía exactamente qué era lo que estaba ocurriendo? ¿Por qué tan constantemente tenía esos pensamientos o sensaciones? ¿Sabía qué era él en realidad…?

Damien sintió deseos de darse la media vuelta, volver a esa oficina y pedirle… no, más bien exigirle que le dijera de frente lo que sabía; sin rodeos ni adivinanzas. Pero no lo hizo. Y quizás de haberse tratado del Sgto. Goodrich o de cualquier otro de los tontos profesores de ese lugar, lo hubiera hecho sin titubear, y sin importarle las consecuencias que aquello podría traer. Pero Daniel Neff no era como los demás, y mientras más lo conocía más se daba cuenta de ello.

Le recordaba un poco a su padre. O, al menos, a los pocos recuerdos que creía aún mantener de él.

Al salir por la puerta principal del edificio, fue recibido de frente por la fuerte luz del exterior, que le molestó un poco los ojos. Todo estaba también bastante silencioso y solitario; ¿había estado esperando en aquella oficina lo suficiente como para que el receso ya hubiera terminado y todos estuvieran ya en clase? Quizás.

Pero no todo estaba totalmente despejado. Y al avanzar sólo un poco, logró percatarse de la presencia de alguien detrás de una de las columnas, apoyado contra ésta, aguardando. Aguardando por él.

En cuanto la presencia de su primo se hizo apreciable también para él, Mark se separó rápidamente de la columna y se giró hacia él.

—Damien, ¿qué pasó? —exclamó Mark, su voz y rostro totalmente cubiertos de consternación—. ¿Qué te dijo el sargento? ¿Te suspenderán de nuevo?

El menor de los Thorn lo contempló en silencio unos instantes. ¿Se había quedado ahí a esperarlo?, ¿arriesgándose a terminar también regañado por no entrar a clases? Eso era algo típico de Mark. Pero ciertamente, considerando lo aturdido que se sentía en esos momentos, mirar la cara conocida y afable de su primo le trajo algo de calma. Ese efecto que Mark tenía en él era también algo típico.

—No —respondió Damien en voz baja, avanzando despacio para bajar las escaleras de la fachada y dirigirse al patio—. Sólo me tengo que disculpar con Teddy.

—¿Disculparte? —masculló Mark, algo incrédulo, siguiéndolo de cerca—. ¿Sólo eso?

—Sólo eso —repitió Damien como escueta respuesta.

Ambos avanzaron unos pasos más, hasta que Damien se detuvo en seco. Giró entonces su mirada hacia un lado. Desde su posición, tenía una vista casi directa del sitio exacto en dónde había ocurrido el altercado con Teddy. Incluso creía poder verlo aún ahí tirado en el suelo, mientras lo pisaba sin moderarse ni un poco.

Mark se paró a su lado y miró en la misma dirección. De seguro él también remembraba el suceso, visto desde su perspectiva.

—Es justo cómo Teddy dijo —murmuró Damien, ausente—. Nunca nada malo me pasa, ¿cierto? Sin importar qué haga. Es como si los problemas, las heridas, las enfermedades… como si todo me sacara la vuelta de alguna forma. ¿No te parece eso extraño?

Mark no respondió. En su lugar, tras una prudente pausa, prefirió soltar sin más la pregunta que tanto lo acosaba, y quizás el principal motivo de por qué lo había estado esperando ahí:

—¿Qué le hiciste a Teddy? ¿Por qué se puso así?

No había acusación, recriminación o miedo en su tono, o al menos Damien no los percibió. Lo único que parecía genuinamente acompañar sus palabras, era preocupación. Pero igual no fue suficiente para obtener una respuesta rápida o directa de su primo.

—Damien, háblame —pronunció Mark con firmeza, extendiendo una mano hacia él para colocarla firmemente sobre su hombro de forma reconfortante—. No importa lo que sea, sabes que puedes contar conmigo. Soy tu primo.

—Lo sé —pronunció el muchacho menor rápidamente, virándose sin embargo a mirar hacia otro lado, a algún punto lejos de ese soleado patio—. Pero… no puedo decirte nada, por qué en verdad no sé qué es lo que me está pasando, Mark. Te juro que no lo sé… Y la verdad es que tengo miedo. Miedo de lo que podría pasar después…

Mark se sintió algo descolocado al notar esa reacción tan inusual. El sentimiento que describía, ese "miedo", era claramente palpable en su voz, y era quizás la primera vez que Mark la percibía en él. Damien casi siempre se mostraba ecuánime e impasible ante todo, incluso ante los problemas. Eso era algo que Mark debía admitir que le resultaba reconfortante e inspirador, a pesar de que Damien era menor que él.

Y, lamentablemente, no había mucho que pudiera decirle para hacerlo sentir mejor. Pues si Damien no sabía lo que le ocurría o cómo lidiar con eso, Mark mucho menos. Pero quizás sí había algo que podía decir.

Colocando de nuevo su mano en su hombro, Mark se inclinó hacia él para poder hablarle de más cerca. Damien siguió con el rostro hacia un lado, pero parte de su visión se enfocó en el rostro de su primo, aunque fuera por el rabillo de su ojo.

—Yo tampoco sé qué es lo que esté pasando —susurró el muchacho de cabellos rubios con firmeza—. Pero sin importar qué sea, lo enfrentaremos juntos, ¿de acuerdo? Nunca olvides que somos familia.

Damien sonrió levemente al escucharlo. Alzó una mano y la colocó sobre la que Mark tenía en su hombro.

—Gracias, hermano —le respondió el voz baja, sonando bastante más confiado.

Mark también sonrió, y unos segundos después ambos estaban riendo como si nada hubiera ocurrido. Poco después se encaminaron lado a lado hacia su próxima clase.

Aunque las palabras de Mark quizás no eran de mucha utilidad, todas habían sido absolutamente sinceras O, al menos, lo habían sido en aquel momento…


Luego de la repentina visita del Dr. Warren la noche anterior, su noche de películas tuvo que terminar bastante abrupto, pues al parecer ni Mark ni el tío Richard estaban de humor para continuar. Damien y Ann vieron una película más por su cuenta, aunque ya no fue lo mismo. Y tras terminada esa segunda película, Damien decidió irse directo a dormir. Pensó en hacer una escala en la habitación de Mark para preguntarle si estaba todo bien, pero dedujo que a esa hora ya debía estar profundamente dormido. Ya tendría tiempo de molestarlo al día siguiente.

Ya de mañana, la primera oficialmente de su receso de invierno, Damien despertó bastante temprano; apenas un poco después del amanecer, de hecho. Pese a eso, se sintió de un singular buen humor al abrir un poco la ventana de su cuarto, y ver de frente la hermosa vista del sol pintando poco a poco el cielo, con el paisaje del lago, las montañas, y los árboles. Todo parecía indicar que había estado nevando durante la noche, y el paisaje se había teñido de un blanco puro.

Tenía que tomar una foto.

Agarró rápidamente su cámara, enfocó y presionó el disparador un par de veces. No tardó mucho en darse cuenta de que el ángulo de su ventana no era el ideal. Tenía que bajar a la orilla del lago, quizás.

Así que con un plan claro, se apresuró a vestirse con ropa abrigadoras, y se dirigió a la puerta del cuarto. A último momento se regresó pues se dio cuenta de que había olvidado su teléfono. Lo tomó rápidamente del buró, y por mera costumbre encendió la pantalla para ver cuánta batería tenía, la hora, y la fecha. Éste último dato fue el que dejó un poco intrigado a Damien, al menos al inicio pues no tardó mucho en dibujarse una sonrisa divertida en sus labios.

—Feliz Fin del Mundo —pronunció despacio para sí mismo.

Se guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón y ahora sí se dirigió hacia afuera. Su siguiente parada fue al cuarto al otro lado del pasillo, el de su primo Mark.

—Hey, Mark —pronunció con fuerza, tocando a la puerta con algo de insistencia—. ¿Ya te despertaste, perezoso?

No hubo respuesta del otro lado; sólo silencio.

—Más te vale que no estés desnudo —pronunció en tono de broma, tomándose al momento la libertad de abrir la puerta e ingresar al cuarto sin una invitación.

No le sorprendió en lo más mínimo encontrarse con su primo aún recostado bocabajo en la cama, al parecer profundamente dormido. Lo que sí le extrañó un poco fue que, a simple vista, parecía estar vestido con exactamente la misma ropa que traía la noche anterior, salvo por los zapatos. ¿Se había acostado a dormir sin siquiera cambiarse? Al parecer sí estaba tan cansado cómo había dicho. Pero eso era una ventaja, pues al menos no tardaría mucho en arreglarse.

—Hey, tonto, despierta ya —pronunció ímpetu, dejándose caer de golpe sentado en la cama a su lado. Su primo se agitó ligeramente por el temblor—. Vamos, ¿cuánto tiempo más piensas quedarte ahí acostado? —añadió Damien, sacudiéndolo ahora con una mano—. Anda, ¿no sabes qué día es hoy?

Mark pareció al fin reaccionar, al menos lo suficiente para separar su cabeza de cabellos desalineados de la almohada, y virarse a verlo con sus ojos entrecerrados.

—¿El día de hoy? —masculló despacio, bastante somnoliento.

—21 de diciembre del 2012, Mark —indicó Damien con sorna—. El Fin de Mundo ha llegado, y quiero ser el primero en capturar una fotografía de las bolas de fuego cayendo del cielo y devastándolo todo.

Complementó su último comentario alzando su cámara, para así dejarle mucho más claro de qué hablaba. Su comentario, sin embargo, no tuvo precisamente el efecto deseado en su receptor. En lugar de reír o algo parecido, los ojos de Mark se abrieron por completo, al parecer repletos de un enorme asombro, e incluso algo de… ¿miedo? Se sentó abruptamente, sacudiéndose en un instante todo el sueño que tenía encima.

—¿Hablas en serio…? —masculló despacio, su voz incluso temblándole un poco.

—¿Qué? —exclamó Damien, algo desconcertado—. Claro que no, ¿qué te pasa? ¿Acaso sigues dormido? —masculló riendo, empujándolo un poco—. Quiero tomar fotos del amanecer, baboso. Anda, levántate antes de que perdérnoslo por completo.

Y sin decir más, Damien se puso de pie y se dirigió a la puerta para darle oportunidad de arreglare. Y si acaso Mark tenía pensado negarse de alguna forma, dichas palabras no brotaron de su boca. Y en su lugar, hizo justo lo que su primo le había indicado.


Unos minutos más tardes, los dos jóvenes Thorn salían animados de la cabaña en dirección a la orilla del lago; o al menos uno de ellos se veía animado, y el otro parecía más estar siendo arrastrado, andando con cierta pereza unos pasos detrás del otro. Igual Damien se concentró de momento más en el escenario proyectado ante él, y en cómo enfocarlo de manera correcta con su cámara.

El sol ya era casi por completo visible, y el cielo se había teñido en su mayoría de azul. No eran los tonos que hubiera querido, pero igual le dio una oportunidad tomando varias fotografías seguidas desde diferentes ángulos. Principalmente le interesó capturar el reflejo del sol sobre al lago, que no estaba aun precisamente congelado pero sí se había formado ya una pequeña capa de hielo en la superficie que provocaba que la luz anaranjada del amanecer tomara unas interesantes formas irregulares.

Hizo varios intentos, pero ninguna pareció satisfacerlo del todo.

—No sé —masculló despacio para sí mismo, mientras revisaba las diferentes que fotos que había capturado—. Mark, párate ahí para que te tome una foto con el lago de fondo.

—Preferiría que no —respondió el joven Thorn con cierta apatía.

—Anda, es para ver el balance de colores. La cámara no te va a morder, te lo prometo.

Mark suspiró con marcada resignación, y entonces comenzó a andar hacia el frente, de nuevo justo como le habían indicado, y sin expresar de una u otra forma su negativa. Se paró unos metros delante, cerca de la orilla del lago, sin preocuparse por posar de alguna forma en especial; sólo se quedó ahí de pie, con sus manos en sus bolsillos y mirando al frente con expresión estoica.

Damien alzó su cámara, la enfocó para que su primo apareciera en el encuadre del lado izquierdo, y el lago con el amanecer a su fondo. Tomó una serie de tres seguidas justo en esa misma posición. Al revisarlas, se sintió bastante más conforme con el resultado.

—Mucho mejor —masculló despacio, aunque la expresión y la postura de su primo en cada una de las fotos no pasaban desapercibidas—. Te ves algo incómodo, Mark. ¿Ocurre algo?

—No, nada —respondió el mayor de los Thorn, andando rápidamente hacia su posición original—. Todo está bien. En serio.

—Cómo sea —soltó Damien, encogiéndose de hombros—. Andemos un poco, ¿quieres? Quiero tomar algunas más con esta luz.

Damien comenzó a caminar en dirección al bosque, entre los árboles pelones, dejando las huellas de sus botas en la capa de nieve en el suelo. Mark lo siguió unos pasos detrás, totalmente en silencio. Se internaron varios metros alejándose de la cabaña. Esto era algo normal para ellos, tanto que ambos sentían que ya conocían muy bien esos alrededores. Mientras avanzaban, Damien cada ciertos minutos alzaba su cámara y tomaba alguna foto del paisaje; de los árboles, de las montañas a lo lejos, de las colinas cercanas, y en un par de ocasiones incluso se volteó a tomarle una foto a su primo, no siempre avisándole con anticipación.

—Parece que en verdad tendremos una Blanca Navidad, ¿eh? —señaló animado, mientras caminaba de espaldas volteado hacia él, y revisaba las fotos en la pantalla de la cámara. Su primo, sin embargo, no compartió su entusiasmo y sólo murmuró un escueto:

—Sí…

Damien había intentado hacerse el desentendido con el estado de ánimo de Mark, esperando que si le daba el tiempo suficiente se le quitaría o al menos estaría dispuesto a expresar abiertamente qué era lo que le pasaba. Pero ninguna de las dos cosas ocurría, y ya le estaba comenzando a parecer cansino.

—Estás muy raro desde anoche, primo —indicó despacio y con tono calmado—. ¿Es por algo que escuchaste decir al Dr. Warren?

Mark se detuvo de golpe al escuchar la pregunta, y alzó su mirada desconcertada hacia él. Parecía casi como si hubiera de nuevo despertado abruptamente, y no tuviera claro en dónde se encontraba.

—¿Qué dices? —masculló Mark, un tanto perdido.

Damien soltó de golpe una risilla despreocupada.

—Por favor, te desapareciste desde que llegó, y justo luego de que se fue, el tío Richard y tú se pusieron raros y se fueron a acostar. Escuchaste de qué estaban hablando, ¿verdad?

Mark desvió su rostro hacia otro lado, como si se sintiera avergonzado.

—¿Quién lo diría? —exclamó Damien con tono jocoso—. Parece que el perfecto niño responsable tiene un lado no tan bueno después de todo.

—No te burles de mí —soltó Mark claramente a la defensiva.

—No me burlo, en serio creo que es algo genial. Pero anda, dime ya. ¿Qué es lo que le dijo el Dr. Warren al tío Richard para que los dos se pusieran así?

Mark vaciló. Por un instante pareció en verdad querer decir algo, pero a último momento las palabras no surgieron.

—Nada —respondió secamente, reanudando la caminata y sacándole la vuelta a su primo para rebasarlo—. No sé de qué hablas.

—Deja de fingir —insistió Damien, andando detrás de él—. Sabes muy bien que no puedes ocultarme cuándo algo te molesta.

—¿No puedo? —espetó Mark con un tono ligeramente agresivo que a Damien ciertamente desconcertó—. ¿En verdad no puedo ocultártelo? —añadió justo después, girándose hacia él para encararlo de frente—. ¿Por qué no? ¿Es que acaso puedes… leerlo en mi mente?

—Tranquilízate, ¿quieres? ¿De qué estás hablando?

Mark de nuevo titubeó. Quería decir algo, eso estaba claro, y Damien en verdad quería escuchar qué era. Aunque en ese instante mismo no lo "leía" como como Mark había indicado, sí presentía en lo hondo que era algo que tenía que ver profundamente con él, y que debía saberlo. Pero también había otro lado, como una parte profunda y oculta en su cabeza, que igualmente le decía que "debía" saberlo… pero no "quería" hacerlo, en realidad. Y quizás era ésta justamente la que le impedía profundizar más hondo en lo que fuera que rondaba en la mente de su primo.

Pero al final, sólo una de ellas tenía la fuerza suficiente para guiar sus acciones.

—¿Qué es lo que quieres decirme, Mark? —reclamó Damien, ahora con un poco más de dureza—. ¿Qué es lo que quieres…?

—Quiero la verdad —soltó Mark al fin, con tono de exigencia.

—Yo siempre te he dicho la verdad.

—No, no es cierto. ¿Qué fue lo que realmente ocurrió con tus padres?

El rostro de Damien se cubrió enteramente de confusión ante esa pregunta, en apariencia totalmente salida de la nada.

—¿Qué?

—¿Tu mataste a tu madre?

—¿Qué tontería estás diciendo? —soltó, incluso riéndose de lo absurdo que sonaba.

—Lo hiciste, ¿no es cierto?

—¡Por supuesto que no! —exclamó Damien de golpe, ya con un ápice de enojo acompañándolo—. Por Dios, tenía sólo cinco años.

—Y aun así lo hiciste —insistió Mark con tono de acusación—. Y por eso tu padre intentó matarte. El Dr. Warren se lo dijo a mi papá, y él lo confirmó.

Los ojos de Damien se abrieron enteros, y su rostro incluso pareció palidecer un poco al instante, petrificado en una expresión de espasmo total.

El bosque se había tornado de golpe muy, muy silencioso. Incluso el viento parecía haber dejado de soplar.

—¿Qué? —masculló Damien con apenas un pequeño hilo de voz—. ¿Qué mi padre…? ¿Él…?

Desvió su atención ligeramente hacia el suelo.

De vez en cuando, en especial en sus sueños, venían a su mente algunas imágenes confusas, recuerdos de una vida que no estaba seguro de que fuera suya. La mayoría eran para nada agradables, y de los cuales no tenía deseo alguno de compartir con nadie.

A veces veía a una mujer gritando su nombre, con una soga en su cuello mientras saltaba del alto techo de su casa.

"Damien, te adoro. Óyeme, Damien. Hago esto por ti…"

Otro, el más recurrente de hecho, era él andando por los pasillos de su casa en su triciclo (¿o era un monopatín?), solamente jugando y divirtiéndose. Su madre estaba de pie sobre una silla a un lado del barandal, y al verla él se dirigía directo hacia ella, empujando la silla (¿por accidente?) y haciendo que ella cayera por el barandal hasta la planta baja al no poder sostenerse.

"Damien… ayúdame… Damien…"

Y su padre, sacándolo a rastras de la cama mitad de la noche. Hay gritos, golpes y ladridos de fondo; todo es muy confuso. Él patalea, grita y llora. Y lo último que puede ver con claridad es el alto techo de una iglesia, su padre sobre él sujetando en una mano algo alargado y puntiagudo (¿un cuchillo?, ¿una aguja?, ¿una daga?), que empuña en alto para usarlo en contra de él.

"¡No!, ¡papá! Por favor no… Papi, no…"

Pero nada de eso era real. Eran sólo pesadillas, absurdas pesadillas sin sentido. Tenían que serlo… tenían que…

Damien alzó su mirada de nuevo hacia su primo. Rastros de cólera y frustración se asomaban en sus ojos.

—¿Eso fue lo que el Dr. Warren vino a decirle a mi tío? —cuestionó con hostilidad. Mark guardó silencio—. ¿Hay más? ¿Qué más le dijo? ¡¿Qué más le dijo?!

Damien se le aproximó rápidamente, tomándolo de forma agresiva de sus brazos, apretándolos con algo más de fuerza de la debida entre sus dedos.

—¡Suéltame! —forcejeó Mark, agitando los brazos y liberándose con esfuerzo del agarre—. ¡Dijo que eres el Anticristo! —exclamó con todas sus fuerzas al aire—. ¡La Bestia del Libro de las Revelaciones! El Hijo del Diablo… Que un arqueólogo se lo reveló a tu padre hace siete años, y por eso iba a matarte.

De nuevo, silencio. Damien lo observó atento, consternado, pero en realidad… no tanto. Esas palabras, Anticristo, Hijo del Diablo… Se suponía que deberían provocarle algún tipo de reacción en él, pero no lo hacían. Era casi como si le resultaran de alguna forma… familiares, incluso cómodas.

Su mano izquierda se alzó por sí sola hacia su cabeza, tocando con sus dedos un punto en específico de la parte trasera de ésta. Le parecía casi poder percibir con las yemas esa extraña marca que él sabía tenía ahí, oculta debajo de su cabello.

—¿Es verdad? —escuchó a Mark inquirir con ímpetu, casi desesperado—. Damien, ¿es acaso algo de eso verdad?

—Debe haber alguna explicación a todo esto… —le respondió despacio, no sonando en realidad ni siquiera él mismo convencido de ello.

—¿Alguna explicación? —soltó Mark, incrédulo—. ¿Hay alguna explicación de lo que le ocurrió al Sgto. Goodrich? ¿O a Teddy? ¿O lo que hiciste en la clase de historia?

—Basta, Mark…

—¿Mataste a la tía Marion?

—No, yo no tuve nada que ver con eso.

—¿Y el Sr. Atherton? ¿Y todas las demás personas que han muerto?

—No, claro que no.

—¿Y Charles? ¿Le prendiste fuego apropósito?

—¡Basta!

—¿Qué hay de mi padre, Ann o yo? ¿Qué es lo que nos harás? ¡¿Qué es lo que nos harás?!

—¡Dije basta!, ¡ya no hables!

La voz de Damien retumbó potente como relámpago a su alrededor, y Mark sintió incluso como el suelo debajo de él se agitaba. Su cuerpo perdió el balance, cayendo de sentón contra el suelo húmedo y frío. Rastros de nieve cayeron de las ramas agitadas, y se escuchó a la vez un grupo de aves que huían asustadas hacia el cielo, intentando huir de ese sitio.

Mark, en el piso, alzó su mirada con temor hacia su primo. Éste se encontraba de pie a menos de un metro de él. Y lo que percibió en sus ojos fue algo que en verdad nunca había visto, ni en él ni en ninguna otra persona. Era una rabia tan palpable que casi le parecía sentirla quemándole la piel del rostro. ¿Era eso lo que Teddy había visto aquel día? ¿Era eso lo que le había provocado tanto terror que había sido incapaz de moverse?

Lo que fuera, Damien pareció volverse un poco consciente de ello, pues poco a poco se fue calmando, y ese sentimiento de agresión se amortiguó lo suficiente como para que Mark pudiera volver a moverse y se pusiera de pie.

—Mark, no quise… —intentó pronunciar Damien como algún tipo de disculpa, pero Mark no estaba dispuesto a escucharlo.

—Aléjate —lanzó el joven rubio con firmeza, alzando una mano hacia el frente para indicarle que no se le acercara. Damien igual no le hizo caso, y comenzó a dar pequeños y lentos pasos hacia él, mismos que Mark imitaba retrocediendo a su mismo ritmo.

—Por favor, Mark… —masculló Damien despacio, su voz casi quebrándose por el desasosiego—. Yo en verdad no sé qué es lo que está pasando aquí o qué significa todo esto. Si acaso he lastimado a esas personas, te juro que ha sido sin intención o sin querer… o quizás a algunos sí. Pero yo jamás te lastimaría a ti, Mark. Ni al tío Richard, ni tampoco a la tía Ann. Por favor, tienes que creerme. ¿Recuerdas lo que me dijiste aquel día?, ¿qué sin importar qué ocurriese podríamos enfrentarlo juntos porque somos familia? Tú eres mi primo, Mark; eres como un hermano para mí.

—No, no es cierto —exclamó Mark con coraje—. No soy tu hermano, ni tu primo. ¡Tú y yo no somos familia! Escuché al Dr. Warren decirlo. Mi primo, el verdadero Damien Thorn, fue asesinado, y remplazado contigo. ¡Dijo que eras un impostor! ¡Tú no eres en verdad un Thorn!

Aquellas palabras resultaron como un golpe mucho más duro que cualquiera de las revelaciones anteriores para él, en especial viniendo de quién venían. Damien fue ahora el que sintió que el suelo debajo de sus pies se agitaba, y el mundo a su alrededor dio una vuelta completa. Si sus pies no hubieran estado bien plantados en la tierra en esos momentos, quizás igualmente hubiera caído.

«¿No soy un Thorn? ¿No soy Damien Thorn…?»

Sintió una fuerte presión en estómago, que supuso era como debían sentirse las náuseas.

Su mente brincó rápidamente de la confusión a la negación, y poco después a la absoluta furia…

—Es no es cierto… ¡No es cierto! —exclamó con fuerza, haciendo que de nuevo el mundo entero retumbara con su voz—. No digas eso, ¡no lo digas! ¡Yo soy tu primo!

—¡No lo eres! —respondió Mark, beligerante—. Tía Marion siempre tuvo razón. ¡Eres un monstruo como ella siempre dijo!

—¡Cállate! —gritó Damien con aún más fuerza que antes, aproximándosele a toda velocidad. Y antes de Mark pudiera reaccionar lo suficiente para apartarse, lo tomó firmemente de sus ropas con ambas manos. La rabia que Mark había percibido en Damien antes se hizo presente de nuevo, y aún más fuerte. Y toda ella estaba concentrada únicamente en él—. ¡Tú no sabes nada! ¡Eres un estúpido niño privilegiado con su vida perfecta que no sabe nada! ¡Si no quieres ser mi hermano entonces muérete!

—¡Aaaagh! —soltó Mark con fuerza al aire, en la forma de un fuerte quejido de dolor, y se llevó al instante ambas manos a su cabeza, presionándola.

Damien se sorprendió por esa repentina reacción, haciendo involuntariamente que sus manos se abrieran, soltándolo de sus ropas. Mark retrocedió dando unos torpes pasos, y cayendo repentinamente de rodillas al suelo. Sus manos seguían aferradas a su cabeza y soltaba al aire alaridos agobiantes de dolor.

—¿Mark? —susurró Damien, temeroso de incluso acercársele más de lo que ya estaba.

—¿Qué estás…? —susurró el joven Thorn en el suelo, su voz apenas logrando ser oída—. No… Damien… ¡Damien…!

—Mark, ¿qué tienes? ¿Qué te pasa…?

No hubo respuesta, sólo más chillidos de sufrimiento, mientras Mark sentía como toda su cabeza le ardía. Tras unos segundos, incluso esos gritos cesaron, volviendo al silencio. Los brazos de Mark cayeron a sus costados abruptamente, sus ojos se hicieron hacia atrás hasta ponerse blancos, y al final todo su cuerpo entero se precipitó al frene, cayendo sin menor oposición contra la nieve, golpeándose fuertemente contra ésta.

—¡Mark! —exclamó Damien horrorizado, aproximándosele rápidamente hasta ponerse a su lado.

Su rostro estaba aplastado contra el suelo, sus ojos y boca bien abiertos, pero todo su rostro petrificado en una perpetua expresión ausente.

—¡Mark! —gritó con más fuerza, agitándolo con sus manos para intentar de alguna forma hacerlo reaccionar. Y notó entonces con espanto como de su ojo y nariz comenzaba a brotar sangre, que resbaló rápidamente por su rostro, hasta teñir la nieve debajo de su cara.

Y en ese momento Damien no sólo lo supo, sino que lo sintió vívidamente en cada rincón de su cuerpo. Aquello no era ya más que un montón de huesos, carne y sangre, tirado ahí comenzando a enfriarse poco a poco. Mark, su primo Mark… él ya no estaba ahí.

—¡MARK! ¡AAAAAAAAAAH! —gritó el muchacho con todas sus fuerzas al aire. Un grito de horror, de miedo, de frustración, de coraje. Un grito que retumbó en todo ese bosque, en todo ese lago, y quizás en todo el mundo. Un grito que marcó amargamente el final de esa "época feliz" para Damien Thorn.

Pegó su rostro contra el cuerpo sin vida de su primo, comenzando a llorar descorazonadamente sobre él, soltando berridos agudos sin el menor miramiento. No recordaba jamás haber llorado de esa forma, ni siquiera en el funeral de sus padres. No recordaba nunca haber sentido dolor alguno, y definitivamente no como el que le acuchillaba el pecho en esos momentos.

Eso no podía ser verdad. Todo tenía que ser una estúpida pesadilla…

—¡Mark!, ¡no! —escuchó de pronto que gritaban a sus espaldas, una voz que Damien conocía pero que en esos momentos no le fue capaz de reconocer.

Antes de que pudiera alzar su rostro y voltear a ver, sintió como lo tomaban abruptamente, y lo lanzaban con fuerza hacia un lado. Su pequeño cuerpo chocó contra el suelo, rodando un poco por la nieva antes de poder encontrar el soporte adecuado para incluso poder sentarse. Tuvo que limpiarse rápidamente las lágrimas con su antebrazo para poder ver mejor lo que ocurría. Y cuando al fin le fue posible, notó la silueta de su tío Richard, de rodillas a lado del cuerpo de Mark.

—¡Mak!, ¡mi hijo!, ¡mi hijo! —lo escuchó vociferar con tremendo dolor en su voz, mientras lloraba y abrazaba al muchacho contra él—. ¡¿Qué pasó?! —exclamó el hombre furioso, volteándolo a ver sin soltar el cuerpo de su hijo—. ¡¿Qué le hiciste?!

—Nada… —dijo Damien apresuradamente, aunque indeciso—. Estábamos hablando… y comenzó a…

Mentiras, y él lo sabía muy bien. "Nada" era la palabra que menos podía usar para describir lo ocurrido. Él mismo había sentido como su furia se había prácticamente materializado ante él como una daga, hasta perforar con ella el rostro entero de Mark.

Pero él no quería hacer tal cosa; de ninguna manera podría haber querido…

"Pero yo jamás te lastimaría a ti, Mark."

"Tú eres mi primo."

"Eres como un hermano para mí…"

Mas mentiras… Todo había sido puras mentiras.

—¡Damien! —escuchó de pronto la voz de alguien más haciéndose presente. Al girarse, notó ahora a su tía Ann, que se aproximaba hacia ellos, pero se detenía de golpe al mirar la escena delante de ella—. Mark… Oh, Dios mío…

—¡Yo no lo hice…! —exclamó Damien rápidamente, en un intento casi reflejo de querer defenderse—. ¡Sólo se cayó…! ¡Yo no lo hice! Mark, Mark por favor…

Dio unos pasos lentos hacia su primo, pero a medio camino Richard lo miró de nuevo con incluso más fiereza que antes.

—¡Aléjate de él! —le gritó agitando una mano en el aire. Damien retrocedió asustado, cayendo de sentón al suelo de nuevo—. ¡No lo toques!, ¡no te atrevas a ponerle una mano encima de nuevo!

Damien enmudeció, respirando agitadamente y comenzando a llorar una vez más.

—Ve a la casa, Damien —le indicó Ann con premura, al tiempo que sacaba su teléfono celular—. Por favor, todo estará bien.

Damien la miró en silencio unos momentos como si no comprendiera en qué lenguaje le estaba hablando. Al final, sin embargo, el chico se levantó apresuradamente, y se alejó corriendo en dirección a la casa sin mirar atrás ni una vez. Corrió y corrió entre los árboles, sollozando y sintiendo como las lágrimas se enfriaban hasta casi congelarle el rostro. Y en su cabeza, sólo repetía una y otra vez las mismas palabras…


Cinco años después de aquel momento, en noviembre del 2017, Abra Stone abría los ojos al fin tras aquella larga siesta de descanso, encontrándose primero que nada con el techo del área de observación de la clínica de San Miguel, en Los Ángeles. Su somnolencia y confusión, alimentada en parte por los medicamentos que le habían administrado, le dificultó reconocer a simple vista en dónde estaba, y en especial por qué. Sin embargo, cuando hizo un primer intento de sentarse en la camilla, el punzante dolor en su costado le hizo recordar de un segundo a otro la fea herida que le habían provocado, acompañada por supuesto del rostro de la criatura responsable de ésta.

Soltó un sonoro quejido de dolor, y pasó mejor a volverse a recostar en la camilla. Conforme pasaron los segundos, las imágenes del profundo, y muy realista, sueño que había estado teniendo se iban disipando, y le dejaban digerir mejor la realidad que le rodeaba.

Había pensado que estaba totalmente sola en aquel sitio, pero eso cambió cuando escuchó unos pasos aproximándose, y la silueta de una persona al otro lado de la cortina que la rodeaba se volvió igualmente apreciable desde su lecho. Se sintió de nuevo aprensiva y preocupada, y tuvo el reflejo de volver a intentar sentarse. Sin embargo, igual que en su primer intento, el dolor de su herida la detuvo.

La cortina se corrió ligeramente, y del otro lado surgió un rostro amable y sonriente que apaciguó ligeramente su preocupación.

—Hey, ya despertaste —murmuró Cole Sear con optimismo—. ¿Cómo te sientes?

Abra no respondió de inmediato. En vez de eso, se quedó totalmente quieta en su sitio, con una mano contra su costado, y una expresión de dolor congelada en el rostro.

—Tranquila —murmuró Cole, aproximándosele con cuidado para ayudarla a recostarse de nuevo—. Te pusieron bastante analgésico, pero aún duele, ¿cierto? Ya pasará. Fue una herida muy fea, pero los doctores dijeron que estarás bien. Qué ambos lo estaremos, en realidad.

Ya con su cabeza de nuevo en la almohada, Abra no pudo evitar recorrer su mirada hacia la mano y la pierna de aquel hombre de pie a su lado. Todo había sido bastante confuso, desde que despertó luego de su rápido encuentro con Damien, hasta su llegada a esa clínica. Aun así, recordaba vívidamente haber sido testigo de cómo Damien le había disparado sin miramiento alguno; había sido algo simplemente horrible de ver. Y aun así, ahí estaba de pie a su lado como si nada hubiera pasado. Estaba milagrosamente curado… o, quizás en realidad…

—No es un fantasma, ¿o sí? —murmuró Abra con debilidad al hablar, a lo que Cole reaccionó con una pequeña risa burlona.

—No, no lo soy. Los dos estamos bien, relativamente hablando.

A pesar de no tener sus heridas abiertas, Cole igual se sentía bastante agotado y débil, además de que para esos momentos era ya de madrugada. Así que se permitió avanzar hacia la silla para visitas a un lado de la camilla, y sentarse en ésta.

—Es cierto —señaló el detective tras un rato, como si se le hubiera venido repentinamente una revelación a la mente—, con todo el ajetreo de hoy creo que no nos presentamos de forma correcta. Soy Cole. Y tú eres Abra, ¿cierto? —la joven asintió lentamente—. Creo que te debo un enorme "gracias". De no haber intervenido por mí en ese pent-house… bueno, entonces sí sería un fantasma como bien indicaste. Y me volviste a salvar otra vez en la bodega cuando esos dos sujetos nos atacaron, a pesar de que estabas tan débil. Así que te debo la vida por dos.

—Me hubiera gustado haber podido hacer más —se lamentó la joven rubia, virando su atención hacia el techo sobre ella.

—Hiciste bastante, créeme.

Ambos permanecieron en un cómodo silencio por unos instantes, hasta que Abra volvió a reaccionar para preguntar:

—¿Supieron algo de Roberta?

—¿La mujer de la chaqueta y la moto? —cuestionó Cole, a lo que Abra respondió volviendo a asentir con su cabeza—. No, lo siento. Por lo que he logrado leer en las redes sociales, al parecer ocurrió algo en el edificio del chico Thorn, pero…

Cole guardó silencio, cavilando qué tan conveniente sería contarle los rumores de que aparentemente había ocurrido una fuerte explosión en aquel pent-house, y había al menos una persona muerta y otros varios heridos. Quizás era sólo un rumor, o quizás no tenía en realidad nada que ver con esa persona… aunque era bastante improbable. Como fuera, sería mejor ver si el padre Babatos sabía más al respecto antes de perturbar a Abra con eso.

—Será mejor que no te preocupes por eso ahora —le murmuró con un tono reconfortante—. Debes enfocarte sólo en recuperarte, ¿está bien?

Abra guardó silencio y desvió lentamente su mirada hacia el techo, dejándola fija en ese punto, aunque muy seguramente su atención se encontraba más en otro lugar.

—¿Hay algo más que te moleste? —se atrevió Cole a preguntarle.

—Muchas cosas. Pero… tuve un sueño hace un rato mientras dormía… Y no sé qué signifique.

—Entiendo. Pero incluso para gente como nosotros, un sueño a veces es sólo un sueño.

La joven volvió a quedarse callada un rato, pero luego de unos segundos de reflexión respondió al fin con un simple:

—Puede que tenga razón.

Cole asintió, esperando que en verdad esas palabras le animaran aunque fuera un poco. Soltó entonces un largo bostezo y se puso de pie, disponiéndose a volver a su propia camilla.

—Descansa. Ya tendremos mucho tiempo para hablar.

Abra le despidió con un último asentimiento de su cabeza, y observó de reojo como el policía se retiraba, corriendo de nuevo la cortina para cubrirla.

Una vez sola, observó pensativa de nuevo al techo. Quizás era cierto, y aquello había sido sólo un sueño cualquiera, y no tenía caso pensar demasiado en ello. Aun así, no podía simplemente quitarse de la cabeza la imagen de aquel niño, corriendo por aquel bosque nevado, con su rostro empapado en lágrimas. Y en especial no podía dejar de escuchar el extenuante pensamiento que palpitaba en su mente una y otra vez, como una brillante luz que se prendía y apagaba sin cesar.

"Yo no lo hice."

"Yo no lo hice."

"¡Yo no lo hice!"


La noche aún estaba lejos de terminar para el personal del Nido. Tras dar por concluida su charla con McCarthy, y de beber todo el trago que éste le sirvió, Lucas se retiró del despacho del capitán y bajó al nivel del área médica para echar un vistazo rápido sobre cómo iban las cosas por ahí. El estado de Gorrión Blanco y Charlene McGee eran por supuesto de su interés. Sin embargo, en específico lo que cautivaba más su curiosidad en esos momentos era el misterioso Damien Thorn.

Era extraño como ese chico, del que hace unas semanas nunca había oído haber, había de pronto cautivado tanto su interés, al igual que su preocupación. Y cada cosa nueva que descubría de él no hacía más que teñir todo de más preguntas.

La sala en dónde habían colocado al joven Thorn era ocupada en su mayoría por una cámara hiperbárica de planta, de mayores proporciones y capacidad que la portátil en la que lo habían traído. Al ingresar, Lucas sólo vio a un par de miembros del equipo médico que monitoreaban los signos del muchacho, y apenas y repararon en su presencia. Era mejor así.

Sin llamar la atención, Lucas se aproximó a la ventanilla a un costado de la cámara, en forma de un alargado cilindro de acero y plástico, y echó un vistazo al interior. La imagen fue bastante similar a la que acababa de ver poco atrás en el helipuerto. El prisionero se encontraba recostado, totalmente inconsciente, con la mascarilla cubriéndole nariz y boca. Las horribles quemaduras seguían bastante presentes en su cuerpo, aunque… a Lucas le pareció que de hecho se veía quizás un poco mejor a como recordaba haberlo visto hace un rato.

Pero apenas y habían pasado un par de horas… ¿En verdad se estaba curando tan rápido como el Sgto. Schur les había contado?

Escuchó cerca de un minuto después a la puerta de la sala emitir un pitido al leer una tarjeta de acceso, y justo después se abrió. Lucas se viró por instinto en dicha dirección sobre su hombro, a tiempo para ver al Dr. Shepherd ingresando a la sala. Cargaba bajo su brazo derecho un expediente en un folder verde, y en su mano izquierda sostenía lo que parecía ser una barra de fruta a la que ya le había dado al menos una mordida. El ver a Lucas ahí frente a la cámara hiperbárica pareció tomarlo un poco por sorpresa.

—Ah, Dir. Sinclair —murmuró Russel un poco desconcertado—. Perdone, ¿acaso me estaba esperando?

—Descuide, acabo de llegar —le respondió Lucas sereno, virándose de nuevo a la ventanilla de la cámara—. Estaba terminando otros asuntos. ¿Cómo está Gorrión Blanco?

—Estamos… trabajando en ello —respondió Russel, sonando de hecho un poco enigmático. Lucas presintió que había algunos datos al respecto que el Dr. Shepherd prefería de momento no compartir, pero no le quedaba más que confiar en que se estaba encargando del asunto de la mejor forma posible. Ya le pasaría el resumen cuando tuviera algo tangible que reportar.

Russel avanzó entonces hacia el director, hasta pararse a su lado, observando también a través de sus lentes hacia el chico inconsciente. Ambos miraban en silencio, como si fuera la mórbida exhibición de un museo detrás de una vitrina de vidrio.

—¿Ya hay algo que me pueda decir de este canalla? —cuestionó Lucas con un poco de impaciencia.

Russel dio una mordida más a la barra de fruta, y luego la colocó en el bolsillo de su bata para que no le estorbara. Ya con las manos libres, tomó el expediente que cargaba y lo abrió para echarle un ojo.

—Es realmente interesante, por decirlo menos —comenzó a explicarse—. Observe, éstas son las fotografías del equipo médico que lo trató durante el viaje para acá.

Le pasó entonces a Lucas un par de fotos que traía consigo en el expediente. Todas eran de Damien Thorn, el mismo que yacía delante de ellos en esos momentos. Sin embargo, lo que se veía en esas fotos que Lucas sostenía ahora delante de él, era un cuerpo casi totalmente quemado, de pies a cabeza. Su carne casi carbonizada o al rojo vivo, sin un milímetro apreciable de piel sana y rosada. Difícilmente aquella imagen se podía identificar como una persona, mucho menos como una con vida.

El estado del chico en la cámara hiperbárica no tenía comparación alguna con lo que se veía en esas fotos.

—Como puede ver, ha estado presentando una increíble mejoría en el paso de estas horas —indicó Russel, al riesgo de quizás estar señalando lo obvio—. Es como si su piel se estuviera regenerando espontáneamente. Como Wolverine, ¿no?

Lucas se sobresaltó un poco al escuchar eso último. Le sorprendía la coincidencia, ya que él había mencionado algo parecido en el helipuerto hace rato, aunque los presentes no le habían entendido. Aunque le preocupaba aún más que no fuera sólo una coincidencia, y el Dr. Shepherd se estuviera en realidad burlando de él.

Tuvo un primer reflejo de responderle algo, pero decidió mejor dejarlo pasar.

Lucas siguió echándole un vistazo rápido al resto de las fotografías del expediente, cada una menos agradable que la anterior. Aunque, ya llegando al final, una en específico captó su atención. Parecía ser una foto que tomada de la parte trasera de la cabeza del prisionero, y entre todo el valle de carne quemada, resaltaba una forma curiosa; tres figuras iguales, círculos con una pequeña cola, que se colocaban uno a lado del otro dibujando en conjunto una forma triangular.

—¿Qué cree que sea esto? —le cuestionó al Dr. Shepherd, extendiéndole la fotografía para que la viera.

Russel se acomodó sus anteojos y observó detenidamente.

—¿Un tatuaje, quizás? —comentó como primera deducción.

—¿En la cabeza debajo del cabello? Es un lugar extraño, ¿no le parece?

—¿Quién soy yo para juzgar lo que hacen los jóvenes? —respondió Russel con tono bromista, encogiéndose de hombros—. Lo extraño es que no se haya borrado con las quemaduras tan graves a la piel, aunque eso está lejos de mi área de experiencia como para señalar si en verdad es tan "extraño". ¿Cree que signifique algo importante?

—No lo sé —respondió Lucas escuetamente. Aunque si su experiencia en el DIC le había enseñado algo, junto con su experiencia en Calabozos y Dragones, es que los símbolos podían tener bastante más signfiicado del que parecía a simple vista, y era mejor no ignorarlos—. Con respecto a la regeneración, tengo entendido que usted ya había visto algo parecido en los UX —comentó cambiando rápidamente el tema, al tiempo que le devolvía las fotografías al Dr. Shepherd —. ¿Cree que estemos tratando con otro individuo de esos?

—Es muy pronto para decirlo —respondió Russel sin mucha vacilación—. Pero aunque no entendemos aún del todo cómo funciona el metabolismo de los UX, sabemos que sus cuerpos tienen algún tipo de mutación desconocida que convierte esta sustancia biológica que ellos llaman "vapor" en energía, y que este proceso provoca una regeneración celular acelerada en ellos. Una reacción que de momento casi podríamos considerar "magia". Pero este chico…

Russel se viró de nuevo a ver al inconsciente Damien Thorn. Aún a pesar de estar profundamente dormido, aún a pesar de esas horribles quemaduras, o de la gruesa barrera de vidrio que los separaban, ciertamente el estar cerca de él le causaba una incomodidad insólita, que ni siquiera Carrie White le había provocado en todos esos años.

—No sabría decir de dónde está obteniendo la energía suficiente para que su cuerpo logré pasar de esto —alzó en ese momento una de las fotografías del expediente—, a eso tan rápido. Pero me provoca aún más curiosidad saber cómo fue que sobrevivió a algo que lo dejó en un estado tan deplorable como ese, hasta poder incluso él sólo oponerse a los hombres que iban por él y matar a cinco de ellos. Ninguno de los UX que hemos llegado a analizar ha presentado tal resistencia. De hecho, en esencia resultan ser tan frágiles como una persona normal; o incluso un poco más en ocasiones.

—En pocas palabras, al parecer nos estamos enfrentando a algo totalmente desconocido, ¿no es así? —concluyó Lucas con severidad, a lo que Russel sólo fue capaz de responder con silencio.

Lucas se aproximó más al cristal, hasta casi pegar su rostro a éste. Tenía la mirada muy fija y concentrada en el rostro de ese muchacho, esperando que en cualquier momento abriera sus ojos y lo viera directamente de regreso. Aunque sabía que sería imposible mientras le estuvieran administrando el ASP-55, aun así una parte de él lo esperaba; como esperaría la llegada inminente de un tren, con tan sólo pararse en sus vías y mirar a la lejanía.

—¿Quién eres realmente, Damien Thorn? —murmuró de pronto en voz alta—. ¿Qué es lo que nos escondes?

El chico al otro lado del cristal, por supuesto, no respondió nada.

Mientras su cuerpo se curaba, y era de momento ignorante de en dónde se encontraba físicamente, la mente Damien estaba sumida en sí misma, en otros lugares y momentos. Momentos más felices, y más tranquilos… antes de que todo se fuera al diablo…

FIN DEL CAPÍTULO 117

Notas del Autor:

Terminamos con el Flashback, que como les prometí no sería tan largo. Pero era para mí muy importante plasmar este momento en la vida de Damien. La muerte de Mark ha sido un tema recurrente a lo largo de esta historia, que se ha logrado percibir que logró dejar una marca importante en nuestro antagonista, y era importante mostrarlo. Como pueden ver, el incidente está también muy inspirado en la película Damien: The Omen II pero con bastantes diferencias.

Y bueno, ¿qué sigue? Muchas cosas. De momento volveremos al presente, veremos cómo sigue todo en el Nido, y cómo le va a los demás personajes. Quédense pendiente que se vienen más cosas interesantes por contar.