Resplandor entre Tinieblas
Por
WingzemonX
Capítulo 120.
Confirmar o enterrar sospechas
—Me dijeron que viniste a verme —comentó justo después la voz de Jane Wheeler, dejando aún más clara su identidad—. Muchas gracias, de verdad. Me hubiera gustado haber podido estar despierta para saludarte, considerando que hace demasiado tiempo que no nos vemos frente a frente.
Mil cosas pasaron una tras otra por la cabeza de Lucas, mientras se hacía totalmente a la idea de que la persona que le hablaba era en efecto su amiga, El. Pero principalmente lo que tenía eran cientos de preguntas, de las cuáles no lograba decidirse rápido por cuál hacer primero. Y tras repasarlas repetidas veces, terminó optando por la que, en retrospectiva, resultaba la menos significativa en ese momento.
—¿Cómo conseguiste este número?
Una pequeña, aunque apreciable, risita socarrona se hizo presente al otro lado de la línea.
—Tengo mis fuentes, ¿lo olvidas? —respondió Eleven con elocuencia.
Esa frase le resultaba bastante conocida; de labios de su amiga El, pero también de varios de sus ayudantes.
Aun así, perduraba en Lucas una cierta resistencia a aceptar la veracidad de esa situación. No sería la primera vez que alguien (o algo) intentaba engañarlo.
—¿Cuál era mi puntuación más alta, y nunca batida, en Dragon's Lair? —preguntó de golpe, con un tono de hecho bastante serio.
—Ah… —balbuceó la voz al teléfono, un tanto vacilante—. No tengo idea de qué me estás hablando… ¿Era uno de sus juegos de video? ¿Cuál de todos era Dragon's Liar?
Eso había sido, de hecho, bastante cercano a la respuesta que Lucas esperaba. De niños El nunca pudo volverse tan adepta a los videojuegos como el resto, incluida Max. Pero no podía culparla; había pasado más de una década encerrada sin conocer nada ni nadie fuera de las paredes de un laboratorio, y tenía cosas más importantes e interesante para ir conociendo.
—En el verano del 85 —murmuró Lucas abruptamente—, cuando recién abrió Starcourt Mall, ¿qué película fuimos a ver todos al cine en su noche de estreno?
—Yo no fui —respondió la otra persona secamente—. Pero… creo que Mike me dijo que fue algo de zombis. Ehm… ¿La Noche de los Muertos Vivientes?
Casi; sólo estaba errada por veinte años, más o menos.
Hasta el momento todo parecía correcto; confiaba en que alguien intentando hacerse pasar por Eleven lo intentaría mucho mejor que eso. Pero para estar totalmente seguro, tenía que responder algo que sólo Eleven, y unas pocas personas más, pudieran responderle; algo que quizás ni ella misma supiera que él conocía. Así que soltó la última pregunta, sin ningún contexto más:
—¿Qué tanto te pedía Hopper que dejaras abierta tu puerta?
Hubo silencio al otro lado de la línea, un silencio que resultaba casi doloroso. Escuchó tras un rato una profunda exhalación de aire, similar a cuando uno intentaba mitigar un pequeño dolor punzante. Y sin preguntar cómo era que sabía de eso, o por qué se lo preguntaba, la voz al otro lado se limitó a simplemente responder:
—Ocho centímetros.
Era Eleven, la verdadera. Aquello, claro, no era algo que pudiera asegurar enteramente, pero su instinto y todo su ser le gritaban que en efecto, era ella.
—El, estás despierta —masculló Lucas, claramente confundido aún—. Sí estás despierta, ¿verdad?
Pareciera una pregunta absurda, pero considerando con quien (supuestamente) estaba hablando, resultaba de hecho bastante pertinente.
—Sí, eso creo —contestó la mujer al teléfono con voz un tanto divertida.
—¿Cómo es que pasó? Creía que no estaba habiendo ninguna mejora.
—El cómo aún no lo tengo claro. Pero creo que en parte tengo que agradecértelo a ti, Lucas.
—¿A mí? —musitó el director del DIC, un tanto perdido.
Hubo un corto silencio reflexivo, y justo después la voz de Eleven prosiguió, ahora con mucha más cautela en sus palabras.
—Estoy intentando enterarme poco a poco de lo que sucedió en Los Ángeles. Aún no tengo la foto completa, pero tengo el fuerte presentimiento de que tuviste algo que ver con lo que está saliendo en las noticias, con respecto a una explosión en un edificio de Bervely Hills. ¿Estoy en lo correcto?
No hubo respuesta alguna por parte de Lucas.
—Le hiciste algo a ese chico, ¿verdad? —cuestionó Eleven, sonando directamente más como una acusación—. Sé que no está muerto; puedo sentir en todo mi ser que es así. ¿Lo atrapaste? ¿Lo tienes aprisionado en tu base secreta?
—Si ese fuera el caso, sabes que no podría decírtelo —alegó Lucas con firme convicción.
—Sé que crees conocer a qué te estás enfrentado, Lucas. Pero este chico no es como nada que hayas visto antes. No puedes tomártelo a la ligera.
Sólo eso le faltaba. Primero Madeleine Chief, luego Charlie McGee, y ahora lo primero que Eleven hacía tras despertar era llamarle para sumarse a la lista de críticas a su persona. Casi parecía que todas se habían puesto de acuerdo.
—Estoy muy feliz de escucharte, El —masculló Lucas con voz sosegada—. En serio que sí. Pero ya recibí demasiados sermones por el día de hoy. Así que si es para eso para lo que me llamas, te pediré que te abstengas en este momento.
Pudo escuchar claramente cómo Jane suspiraba con pesadez, quizás algo resignada sabiendo que no podría moverlo de esa postura, por más que lo intentara por las buenas.
—Sólo prométeme que tendrás cuidado —murmuró Eleven—. Y no harás nada imprudente.
—Nunca lo hago.
—No estoy muy segura de esa afirmación. Cómo sea, no te llamé para discutir sobre eso, sino porque Mónica Reaume me contó sobre la investigación que le pidieron que hiciera para ti, como un favor.
Aquello tomó a Lucas un poco desprevenido. Con todo lo que había ocurrido desde la noche anterior, prácticamente se le había borrado el asunto de esa investigación. Y lo que menos esperaba era recibir una llamada de la propia Eleven recriminándole por ello, si es que acaso de eso iba todo el asunto.
—Se trata de un tema importante para mí —se defendió Lucas con firmeza—, que requiere de rapidez, discreción, y en el cual, como de seguro ya te dijeron, no puedo contar de momento con mis propios investigadores. Y no era mi deseo saltarte, pero estabas claramente indispuesta, y lo vi todo directamente con la Dra. Matilda Honey. Supuse que si no estabas tú, ella sería la persona más indicada con la cual discutirlo.
—Dándole información que la colocaría potencialmente en peligro, ¿cierto?
El tono de Eleven sonaba estoico y calmado, pero debajo de él se percibía un claro dejo de recriminación que a Lucas ciertamente no le agradó.
—Pensé que como tu protegida, sabría bien cómo cuidarse sola. ¿Le ocurrió algo?, ¿de eso se trata? Se me informó que para cuando mis hombres arribaron a la escena, ni ella ni Samara Morgan se encontraban ahí…
Lucas calló de golpe, y soltó una silenciosa maldición en su cabeza. Sin darse cuenta, acababa de confirmar abiertamente que el DIC sí había estado en aquel sitio; justo lo que se suponía no podía decirle. No podía creer que había cometido un error de novato como ese… o quizás sí. Siempre que hablaba con Eleven, ésta tenía un efecto en él para hacerlo sentir que siempre estaba un paso detrás de ella. El único consuelo que le quedaba era que muy seguro ella ya lo sabía de todas formas; siempre lo sabía.
Igual la cabeza de la Fundación Eleven no le señaló en absoluto ese desliz.
—No conozco aún su estado o el de los demás que están allá —informó con seriedad—. Pero ya me enteraré de eso, y quizás debamos volver a hablar. Lo que sí me informaron es que, debido a su intromisión forzada en aquel edificio, ahora la policía busca a dos sospechosos con la descripción exacta de Matilda y Cole Sear. Aún no los han identificado, pero ambos sabemos que es cuestión de tiempo para que den con alguno de los dos.
—Algo de eso escuché —masculló Lucas, a simple vista impasible por aquello—. Si me lo preguntas, deberías enseñarles mejor a tus chicos el concepto de "discreción". Yo no le dije a ninguno que se lanzara allá sin un plan de acción o de escape efectivo. Los miembros de la Fundación Eleven, más que cualquier otra persona, deberían entender lo arriesgado que es para todos que se expongan de esta forma. Y aun así han sido protagonistas de al menos tres AFP en cuestión de unas cuantas semanas.
—Todas han sido circunstancias extenuantes en las que se han visto forzados a actuar de la mejor forma posible.
—A actuar, eso lo creo. De la "mejor" forma posible, pues… —Lucas dejó su comentario al aire, dejando implícita su implicación—. Supongo que me llamas para que, de nuevo, saque a tus chicos de su embrollo y desvíe las sospechas hacia otro lado, ¿correcto?
—No es como si no fueras a tener que hacerlo de todas formas, ¿o sí? —contestó Eleven, un tanto desafiante—. Ya me he cruzado con al menos dos noticias que mencionan a helicópteros negros sobrevolando el edificio durante aquella explosión, y gente en internet que teoriza que todo fue causado por el disparo de un misil por uno de estos. No sé qué tan cierto sea esto último, aún. Pero como sea, ambos sabemos que al DIC no le convendrá dejar tan en evidencia su participación en todo este "embrollo", como bien lo llamaste.
—¿Me estás amenazando? —inquirió Lucas, claramente a la defensiva.
—Claro que no. Sólo señaló las cosas como se ven desde aquí. Y si no me equivoco, requerirás que las agencias que sí puedes controlar atraigan este caso, para así poder esconder lo que se tiene que esconder, y dar una versión plausible de los sucesos que mantenga tranquilos a todos. Sólo espero que en dicha versión, consideres seriamente arreglar que nada señale ni a Matilda, ni a Cole… ni a Charlie.
Aquella última mención tomó a Lucas un poco por sorpresa. Hasta ese punto de la charla, no había llegado a mencionar a Charlie en lo absoluto. ¿Sabía acaso que también la tenía ahí? ¿O sólo lo soltaba como un cebo para ver si lo tomaba? Permaneció en silencio unos instantes, aguardando si acaso pensaba decir algo más que dejara más en evidencia sus intenciones, pero no lo hizo. De seguro igualmente quería ver qué era lo que él diría, pero ese día en particular no estaba de humor para esos juegos.
—Veré qué puedo hacer para ayudarte con eso —murmuró tras un rato, pasando totalmente de largo el tema de Charlie—. Sin embargo, tengo la sensación de que no tienes pensado no ofrecer "nada" a cambio de esto, ¿o sí?
—Depende de tu definición de "nada" —respondió Eleven con calma—. Si me ayudas, puedo enviarte en este mismo momento la investigación que Mónica hizo con respecto a tu "tema importante".
—¿Qué? —exclamó Lucas sorprendido. Inclinó por reflejo su cuerpo hacia adelante, apoyando ambos codos sobre el escritorio—. ¿Ya la tiene? Pero si no han pasado ni dos días.
—Mónica es mucho más capaz de lo que crees —declaró Eleven con seriedad. Hubo entonces un sospechoso silencio, tras el cual la mujer en Indiana se animó a añadir—: Y… bueno, es posible que la mayoría de esta información sobre tu personal ya la tuviera con anticipación, y sólo tuviera que actualizarla un poco.
Lucas parpadeó un par de veces, perplejo por lo que acababa de escuchar.
—¿Hiciste que tus rastreadores investigaran a mis hombres desde antes? —cuestionó entre molesto y sorprendido.
—Si te dijera que lo hicieron por su propia iniciativa, ¿me creerías?
Si acaso aquello era una pregunta real, Lucas de todas formas no quiso responderla.
—Como sea —prosiguió Jane—, Mónica me hizo llegar la investigación a mí, y me permitió disponer de ella como mejor me pareciera. Así que bueno, como de costumbre, estamos hablando de un favor por otro.
—¿Me estás chantajeando para que te haga un favor, a cambio de una investigación por la cual… yo ya les hice un favor con anticipación? —inquirió Lucas, ahora con la balanza bastante más inclinada hacia el enojo que la sorpresa.
Aún a pesar de la asertividad en las palabras de Lucas, Eleven se mantuvo impasible.
—No confundamos las cosas. Ese "favor" que mencionas de darle la información sobre Samara Morgan a Matilda, fue a cambio de que hablara con Mónica y la convenciera de ayudarte. Y eso fue justo lo que hizo. La entrega de esta información a tu persona, es otro asunto.
Lucas no pudo evitar soltar una risa incrédula por lo que escuchaba.
—Deberías postularte al congreso, Eleven —señaló con sorna, apoyándose de nuevo por completo contra el respaldo de la silla—. Al parecer tienes vena de política
—No lo tomaré como un insulto. Entonces, ¿tenemos un trato?
—¿Cuándo me he negado a ayudar a la Fundación antes? —masculló Lucas, sonando de hecho algo punzante—. Descuida, me encargaré de que tus muchachos salgan limpios de este desastre.
—Gracias, Lucas. Te haré llegar la información ahora mismo. Y… espero en verdad verte pronto, en mejores circunstancias.
Aquel último deseo era sincero, y Lucas lo sabía. Y era además uno que él también compartía. Era claro que podían tener sus diferencias en ocasiones, pero ninguno olvidaba nunca que por encima de todo seguían siendo amigos, o incluso más que eso: familia. Quizás no todos sus viejos amigos en Hawkins lo sentían así, pero Eleven era la que procuraba seguir teniéndolo cerca. Quizás un poco por la conveniencia mutua, sí; pero a ambos les gustaba creer que era por más que eso.
—Yo igual —musitó Lucas, un poco más relajado—. ¿Quién sabe? Si todo sale bien estos días, quizás nos veamos por allá en Hawkins para Acción de Gracias.
—Eso sería bueno. Lamentablemente, no sé si yo vaya a estar en Hawkins esos días.
—¿Cómo dices? —masculló Lucas, de nuevo confundido—. ¿Acaso piensas viajar? ¿Qué acaso no estuviste en coma hasta hace… un día?
—Para bien o para mal, yo también tengo muchos asuntos de los cuales necesito ocuparme. Pero, con algo de suerte, será quizás la última vez.
Hubo algo en la forma que había hecho esa última declaración que provocó que una sensación helada recorriera la espalda de Lucas.
—¿Qué quieres decir? —musitó, un poco de temor acompañaba a sus palabras.
—Nada grave —respondió Eleven con una inusual estoicidad—. Pero mejor hablemos de esto en otra ocasión. Ya te envié la información acordada, y espero en verdad que te sea de utilidad. Hasta luego, Lucas.
El cortó la llamada en ese momento, sin siquiera dar el suficiente tiempo para que el receptor de sus palabras pudiera responderle algo, o siquiera despedirse como era debido. Lucas se sintió perplejo, y algo perdido. Su mano se movió por sí sola, colocando de nuevo el auricular en su sitio, mientras su mente seguía divagando un poco en la plática que habían tenido, en especial en la última parte.
«¿Qué estás tramando ahora, El?»
Lo que fuera, presentía que se enteraría en su momento. Por lo pronto tenía sus propios asuntos que atender.
Ahora que la llamada había acabado, se viró por completo hacia la computadora de McCarthy, ingresando a ella, aunque usando su propio usuario y contraseña para poder ingresar a sus archivos. Sin embargo, lo que haría era ingresar por la red privada a su correo electrónico personal, para verificar que Eleven en efecto le había enviado el reporte que había prometido, y comenzar a analizarlo lo más pronto posible.
Si tenía algo de suerte, podría al menos cerrar una de sus preocupaciones. Una de muchas.
Luego de su profundo descanso de toda la noche, bajo el ojo observador del equipo médico, Gorrión Blanco logró levantarse de su camilla para la mitad de la mañana. Y si bien no se podría decir que se encontraba en su mejor condición (el cansancio físico era más que evidente), sí se veía bastante más recuperada en comparación a cómo había llegado a la base. Aun así, se le siguieron haciendo diferentes pruebas durante las horas siguientes, y parte del inicio de la tarde.
Cuando Russel arribó, luego de la fugaz visita de la Sra. Chief y de presenciar el despertar de Charlie McGee, su equipo tenía a la joven mujer rubia caminando en una banda mecánica en la otra habitación, siendo totalmente visible a través de la amplia ventana de cristal. Carrie tenía conectados varios sensores en diferentes partes de su cuerpo, que registraban en sus aparatos todos sus signos; desde su ritmo cardíaco y oxigenación, hasta su actividad cerebral. En la sala de observación, el equipo médico y de la rama de investigación de la base revisaban detenidamente todos los resultados que los sensores les proporcionaban. Lisa se encontraba ahí también presente entre ellos, aunque claramente no porque haya aplicado poca resistencia a hacerlo. Aun así, la bioquímica se mantenía un tanto alejada, observando todo aquello desde una distancia que evidentemente consideraba segura, y en especial lejos del muro de cristal que separaba ese cuarto del de la paciente.
—¿Cómo va todo con nuestra chica? —preguntó Russel con tono animado en cuanto ingresó al cuarto. A pesar de percibir su presencia, cosa que era difícil de ignorar, la mayoría permaneció concentrada en sus respectivas tareas.
—Sus signos son completamente normales, señor —le respondió una mujer miembro de su equipo, sin apartar su vista del indicador de ritmo cardiaco—. Parece también estar de buen humor.
—Eso es lo importante —asintió Russel, cruzándose de brazos y echando un vistazo a Gorrión Blanco al otro lado del cristal. La joven tenía su atención fija adelante, respirando lentamente por su boca entreabierta, mientras sus pies avanzaban por la banda, sin avanzar nada en realidad—. ¿Ya no hubo más hemorragias?
—No, desde la madrugada parecen haberse detenido —intervino otro más de los presentes.
—¿Y ya comió algo?
—Aún no. Pero la hemos mantenido hidratada. Terminando estas pruebas creo que podríamos darla de alta.
Russel asintió, satisfecho por la información y el aparente avance. Se giró entonces hacia Lisa, casi al fondo de la sala. Ésta se sobresaltó un poco al sentir sus ojos sobre ella, como si la hubieran sacudido y sacado a la fuerza de una cabeceada.
—¿Qué opina usted, Srta. Mathews? —inquirió el Dr. Shepherd.
—¿Qué opino de qué? —respondió Lisa con brusquedad, claramente defensiva—. Sabe muy bien que yo no soy médica.
—Sí, pero ha demostrado tener una visión bastante adecuada de todo este asunto en general. Así que me interesa bastante saber su opinión al respecto, cualquiera que sea.
Lisa cruzó sus brazos delante de ella, como si quisiera de alguna forma marcar una línea de división entre ella y todos los que estaban en ese cuarto. Su pie derecho se movía inquieto sobre la punta, como signo de la ansiedad que la invadía.
—¿Quiere saber mi opinión en verdad? La chica puede estar bien por fuera en estos momentos, pero es obvio para cualquiera que su cuerpo sufrió un grave daño, y que muy seguramente volverá a pasar si se somete al mismo estado de estrés al que se le sometió. Y esa segunda ocasión podría ser incluso peor que la primera. Como dije, no soy médico, pero lo mejor para ella, y quizás para todos de paso, es que no vuelva a utilizar esos poderes de nuevo, o al menos que lo haga con suma moderación. Y será también vital que no vuelvan a intentar inyectarle químicos raros para experimentar y ver qué pasa. Esa es mi opinión, si en serio le interesa.
El tono desafiante que acompañaba cada una de esas palabras dejó un tanto desconcertados a los demás miembros del equipo. Sus miradas discretas se fijaron en Russel, temerosos y expectantes de cuál pudiera ser su reacción. Al final, sin embargo, a casi ninguno le sorprendió que ésta se limitara principalmente a esbozar una sonrisa divertida y asentir. Ya la mayoría concordaba en que el Jefe de Investigación del Nido siempre se comportaba un tanto laxo con respecto a la Srta. Mathews, por algún motivo. Y ésta, evidentemente, era también consciente de ello, y por lo tanto no se contenía de decir justo lo que pensaba.
—Entiendo —susurró Russel despacio, girándose de nuevo hacia el cristal de la otra habitación—. Lamentablemente, no creo que esa vaya a ser una opción viable. Pero gracias por compartirla, Srta. Mathews.
Había cierta venenosidad en sus palabras, que iba sin embargo bien escondida debajo de su habitual tono afable y despreocupado. Esto a Lisa, sin embargo, poco le importó.
Russel avanzó entonces hacia la consola de controles del cuarto de observación, y presionó un botón que activaba el micrófono con el que se podían comunicar con la otra habitación.
—Muy bien, Gorrión Blanco —pronunció con firmeza, haciendo que su voz sonara en la bocina del otro cuarto—. Fue suficiente por hoy. Todo parece indicar que estás en perfectas condiciones. Igual recomendaré que te dejen descansar el resto del día. Así que tómate todo con calma, ¿de acuerdo?
Carrie fue reduciendo el movimiento de sus pies hasta que estos y la banda se quedaron totalmente quietos. Se apoyó con ambas manos en los manubrios de la máquina, y respiró profundamente para intentar recuperar por completo el aliento.
—Sí —pronunció la joven despacio, asintiendo—. Muchas gracias.
Dos miembros del equipo médico que la acompañaban pasaron de inmediato a retirarle los sensores del cuerpo.
—Ustedes también deberían tomarse un pequeño descanso —añadió Russel, volviéndose de regreso al resto de su equipo—. Fue una noche larga, pero todos hicieron un excelente trabajo. Coman algo, dense una ducha y tomen una pequeña siesta. En ocho horas nos reuniremos para revisar lo que sigue. Anda, vayan —insistió con un movimiento de sus manos para que se dirigieran a la puerta.
No necesitó insistirles demasiado, pues en cuanto tuvieron el permiso explícito, cada uno fue dejando lo que hacía y comenzó a caminar taciturno hacia la puerta de la habitación. Detrás de ellos iba por supuesto Lisa Mathews, con un apuro incluso mayor.
—Srta. Mathews —pronunció Russel de pronto, con la fuerza suficiente para hacerse notar—. ¿Puede quedarse un momento más, por favor?
No sólo Lisa, sino que todos aquellos que lograron escucharlo se detuvieron de momento, girándose sobre sus hombros a mirarlos. Aguardaron un segundo, como si esperaran que alguno dijera o hiciese algo más, pero se volvió claro casi al instante que Russel estaba aguardando a que todos se fueran antes de pronunciar cualquier otra cosa. El resto del equipo salió por la puerta, y ésta se cerró pesada detrás de ellos. Lisa, por su parte, se quedó como le habían indicado, de pie en su sitio, con sus brazos aún cruzados apretujados contra ella.
Russel se apoyó contra el margen de la consola de controles, se retiró sus anteojos, los miró contra la luz, y sacó entonces de su bolsillo un paño delgado para pasarlo con cuidado por los cristales.
—Creía que habíamos dejado muy clara la situación anoche —pronunció de pronto, su atención principalmente puesta en sus anteojos.
—¿Qué situación? —musitó Lisa, mordaz—. ¿Habla del hecho de que me quiere tener aquí encerrada en su base en contra de mi voluntad?
—Lo único que queremos es que sea profesional, y realice el trabajo para el que fue contratada, Srta. Mathews —sentenció Russel con severidad, colocándose de nuevo sus anteojos.
—No se atreva a insinuar que no soy profesional —exclamó Lisa con evidente ardor en su tono—. Sabe muy bien que todo lo que pasa en este sitio, sobrepasa por mucho los límites de cualquier profesión decente y legal.
Russel dejó salir un pesado suspiro de irritación. Pasó su mano por sus labios, barbilla y mejillas, mientras sus ojos se perdían en algún punto lejano.
—Esto se está volviendo tedioso y repetitivo, Srta. Mathews —masculló despacio con frialdad en su voz. Se giró sólo un poco sobre su hombro, mirando a través del cristal hacia el otro cuarto. Gorrión Blanco se estaba vistiendo con la ayuda de dos enfermeras—. Es obvio que no ha comprendido, o no ha querido comprender, la gran importancia del trabajo que realizamos aquí. ¿Le asustó lo que esa chica hizo al despertar? No tiene ni idea de lo que otros UP's son capaces de hacer; las cosas que he oído, o he visto con mis propios ojos. Personas capaces de cubrir a alguien en llamas con tan sólo mirarlo. Hombres y mujeres que pueden hacer realidad las peores pesadillas que pueda imaginar. Seres con forma humana que cazan, torturan y comen niños. Individuos que con tan sólo darte una orden, pueden obligarte hacer lo sea; desde meter tu mano en un triturador de basura, hasta hacer que te dispares a ti mismo o a tu ser querido. Y criaturas que son literalmente monstruos de más allá de este mundo. Eso, y mucho más, es contra lo que combatimos.
»Sí, de acuerdo. Personas murieron; buenas personas. Y sé que eso no era ni de cerca lo que esperaba presenciar cuando llegó aquí. Pero tiene que entender de una buena vez que todos ellos, y todos los que trabajamos en esta base, estamos aquí por qué creemos en el propósito de esta agencia. Cada persona que ha muerto lo ha hecho para poder salvar a miles más a futuro. Para proteger a los inocentes como usted de fuerzas que ni siquiera son capaces de comprender. Y en verdad esperaba que usted, viniendo de una familia con tan amplio historial militar, pudiera entender mejor que nadie lo que el sacrificio significa.
Lisa desvió su mirada hacia un lado. Aunque no quisiera admitirlo, lo cierto era que aquellas palabras sí le pegaban un poco, en especial cuando se refería a su familia y al significado del sacrificio. Casi se sintió de nuevo siendo una niña, sentada en la mesa del comedor, con su padre en la cabecera pronunciando un discurso bastante parecido.
Alzó su mirada al frente, justo a tiempo para ver a través del cristal a Gorrión Blanco saliendo de la habitación contigua, muy seguramente hacia el pasillo.
—Lo siento, pero en verdad no soy la persona que necesita —murmuró despacio. Su actitud entera se había vuelto bastante menos beligerante—. Quisiera poder tener el temple de un soldado, o creer en el propósito que menciona, o tener su misma visión científica y pragmática de las cosas. Pero soy sólo una persona común, que lo que más desea es tener un trabajo y una vida común. Nunca he ambicionado cambiar el mundo o descubrir lo que nadie más ha descubierto antes, ni nada así.
—Me es muy difícil creer eso —declaró Russel con dureza—. No después de verla trabajar este tiempo.
—Pues es así —dijo Lisa, manteniéndose inamovible en su postura—. ¿Por qué insiste tanto en tener en su equipo a alguien que en verdad no quiere estar aquí? Le aseguro que encontrará a otro químico mucho más capaz y preparado que yo, y que crea más firmemente en el propósito de esta investigación. No tiene sentido querer alargar esto más de lo necesario. Y creo que en el fondo usted también lo sabe.
Russel guardó silencio, contemplando pensativo el suelo bajo sus pies. No se veía contento en lo absoluto, pero tampoco reflejaba una actitud hostil. Siendo el hombre científico y objetivo que era, Lisa confiaba en que vería las cosas del mismo modo que ella, y decidiría que eso era lo mejor. O al menos quería creer que así sería.
Tras varios segundos, Russel respiró profundo por su nariz y se cruzó de brazos.
—Pensaré detenidamente en todo lo que hemos hablado —explicó con aparente calma, sin mirarla—. Igualmente comentaré su postura con el Dir. Sinclair en cuando pueda. Por ahora puede retirarse también a descansar. Gracias por su esfuerzo.
Lisa asintió, y se encaminó sin espera hacia la puerta. Cuando ya estaba frente a ésta, sin embargo, el Dr. Shepherd volvió a hablar.
—Eso que dijo de que era una persona común que sólo quiere una vida común… ¿Cree en serio lograrlo luego de ver todo lo que ha visto aquí? ¿Cree poder obtener lo que quiere estando a lado del hombre que es su novio, que resulta no ser tan común como parece?
Lisa se detuvo un instante, dubitativa. Apretó con un poco de fuerza su mano derecha, respiró hondo, y entonces respondió:
—Tendré que lidiar con ambas cosas en su momento como mejor pueda. Pero eso ya será sólo asunto mío, Dr. Shepherd. Pero gracias por su preocupación.
Si había sarcasmo en esas últimas palabras, Russel no lo tuvo demasiado claro.
Lisa se giró de nuevo a la puerta, y usó su pase para poder abrir el cerrojo mecánico y salir apresurada de ahí. Esperaba de verdad que el Dr. Shepherd hablara en serio, y considerara seriamente terminar su "relación de trabajo" por las buenas. No sabía qué podría ocurrir si optara por obligarla a quedarse de otras formas.
Eso y mucho más le daban vueltas al salir cabizbaja de la sala de observaciones. Estaba tan distraída en aquello, que no se dio cuenta de que había alguien más en el pasillo, hasta que avanzó y estuvo a unos cuantos pasos de ella. Instintivamente levantó la mirada y se detuvo en seco, petrificada al ver a Gorrión Blanco, recargada contra el muro, justo en frente de la puerta del cuarto de examinación en dónde había estado hace un par de minutos atrás.
Lisa ni siquiera había considerado la posibilidad de cruzarse con aquella muchacha al salir. ¿Por qué se había quedado ahí parada? ¿Estaba esperando al Dr. Shepherd? ¿O a ella…?
Por un momento caviló sobre la posibilidad de sólo dar media vuelta y andar en la dirección contraria, pero la idea fue descartada de inmediato cuando Gorrión Blanco alzó su vista en su dirección, y sus ojos se encontraron con los suyos.
—Dra. Mathews, hola —susurró la joven rubia con voz cauta, sonriéndole con gentileza—. ¿Cómo está?
Similar a cómo habían sido casi todos sus encuentros de frente, Lisa se tensó de golpe al escucharla hablarle directamente.
—No soy doc… —balbuceó despacio, aunque cortó sus palabra de inmediato al considerarlo irrelevante de momento—. Estoy bien… gracias.
Dicho eso, se dispuso a avanzar por el pasillo y dejarla atrás. Sin embargo, Gorrión Blanco parecía tener otra idea.
—¿Puedo preguntarle algo? —murmuró cuando Lisa apenas había dado medio paso—. ¿Es verdad lo que dicen que estoy completamente bien?
—¿Por qué me lo preguntas? —musitó Lisa, intentando que su voz temblara lo menos posible—. ¿No te sientes bien? Si tienes alguna molestia, deberías decírselo… al equipo médico cuánto antes.
—No es eso —contestó algo ausente, agachando la mirada—. Me siento bien, pero… es como si de alguna forma supiera que no es así en realidad. ¿Tiene eso sentido?
—Lo siento, no sabría qué decirte —mencionó Lisa, encogiéndose de hombros—. Será mejor que lo discutas con el Dr. Shepherd. Si me disculpas…
Lisa reanudó su marcha, por no llamarla huida, caminando con paso acelerado por el pasillo, y sin intención alguna de mirar atrás. El sólo saber que ella estaba a sólo unos metros de su espalda, era suficiente para que sintiera una sensación en su nuca, similar a una molesta y dolorosa picazón. Si pudiera en verdad irse de ahí y nunca volver a cruzarse con esa chica…
—Nadie me ha preguntado más sobre mis alucinaciones —pronunció Gorrión Blanco con fuerza moderada, la suficiente para que Lisa la escuchara en la distancia que ya había recorrido—. ¿No son nada de lo que deba preocuparme?
Lisa se detuvo de golpe al escuchar aquello, un tanto extrañada. Y a pesar de que el temor que aquella muchacha le provocaba era grande, al parecer hubo algo aún mayor que la hizo virarse de regreso hacia ella.
—¿Estás teniendo alucinaciones? —inquirió Lisa con tono serio, pero con una clara porción de preocupación.
—No… no en este momento —respondió Gorrión Blanco, sonriendo levemente, reflejando una inocencia tan grande que a Lisa por un momento se le hizo difícil relacionar aquel rostro con el ser incontrolable que había matado a tanta gente frente a sus ojos—. Pero durante la misión tuve algunas. O al menos creo que eran alucinaciones… Se lo comenté al Sgto. Schur en el camino de regreso, y a una de las enfermeras que me atendió esta mañana, pero creo que ninguno le dio demasiada importancia. Quizás sólo estoy exagerando…
Lisa entornó un poco los ojos, haciendo que su rostro adoptara una profunda expresión reflexiva. Si no estaba mal, en algunos de los reportes se mencionaban a personas que habían experimentado alucinaciones graves en los experimentos anteriores, luego de que se les suministrara el químico. Algunos incluso habían muerto a causa de éstas, de lo vividas y fuertes que habían sido. ¿Podría ser aquello algún tipo de efecto secundario del Lote Diez?, ¿o podría simplemente no estar relacionado?
Al alzar su mirada de regreso, se encontró casi de frente con los ojos de aquella joven, que la miraban casi suplicantes en busca de alguna respuesta. Y aunque no era algo que quisiera en lo absoluto, Lisa no pudo evitar sentir un poco de pena por ella, por la forma en la que todos ahí parecían estar dispuestas a usarla como una simple arma, y poco más; aún al costo de su propia salud, o incluso su vida.
Lisa suspiró con pesadez, se retiró sus anteojos y se talló sus ojos, quizás con más fuerza de lo necesario pues terminó provocándose algo de dolor. Como le había dicho a Russel hacía sólo un momento, quizás no tenía la visión científica que ellos requerían… pero al parecer sí era lo suficientemente profesional como para sentirse responsable por el estado de salud de esa persona. Después de todo, había sido ella quien le había inyectado aquella maldita sustancia, aun sabiendo que muy probablemente terminaría matándola. ¿Y por qué lo había hecho realmente? ¿Por qué la alternativa era que la desconectaran y le sacaran el cerebro? ¿Quería ella sentirse como su salvadora? ¿O había sido simple arrogancia suya de demostrar que era capaz de lograrlo? Cualquiera de las dos que había sido, fue decisión suya hacerlo.
Y por dicha decisión, ahora esa jovencita, capaz de alzar a la gente con su mente y asesinarla si así lo quería, estaba ahí viva y de pie. Si eso no significaba que era de alguna forma responsable, no sabía qué podría ser entonces.
—¿Qué tipo de alucinaciones? —inquirió Lisa tras un rato, colocándose de nuevo sus lentes—. ¿Fueron auditivas o visuales?
—Ambas, creo —murmuró Gorrión Blanco.
—¿Qué es lo que viste y oíste con exactitud?
Gorrión Blanco agachó un poco la mirada y se apoyó por completo contra la pared, mientras intentaba navegar lo mejor posible entre sus recuerdos de la noche anterior. La mayoría de lo ocurrido le resultaba difuso, pero aquellas imágenes y sonidos en específico se habían quedado bastante vividas en su cabeza.
—Había fuego… En la escena había también fuego, pero no era lo mismo. Y gritos, pero no de los otros soldados que me acompañaban, sino de varias personas. Como una multitud asustada que huía de algo, o eso creo. Aunque también me pareció oír algunas voces que reían estridentemente. Y había música.
—¿Música? —murmuró Lisa, confundida.
—Sí, alguna canción. No la reconocí… pero creo que en realidad no sé mucho de música como para hacerlo. Es muy confuso, ¿verdad?
Hizo una pausa y alzó ambas manos un poco, observando detenidamente sus palmas, abriendo y cerrando sus dedos despacio.
—También vi sangre —añadió de pronto—. Mientras oía aquellas risas, en un momento me caí y vi un gran charco de sangre debajo de mí, y también mis manos estaban manchadas de rojo. Pensé que me había lastimado pero de un momento a otro la sangre desapareció. Y… creo que lo último que vi fue a esa mujer.
—¿Qué mujer? —preguntó Lisa por mero reflejo.
—No lo sé. Era una mujer con un bonito vestido de fiesta. Estaba delante de mí entre todo el humo, y me extendía la mano. Me dijo… creo que me llamó por un nombre, pero no logré escucharlo bien, y luego simplemente desapareció de nuevo en la neblina. Eso es todo lo que recuerdo. —Alzó de nuevo su mirada hacia Lisa, con un movimiento tan repentino que ésta se exaltó un poco y retrocedió un paso—. ¿Qué cree que haya sido?
—Yo… no estoy segura —masculló la bioquímica con vacilación—. No estoy muy enterada de lo ocurrido, pero tengo entendido que fueron a aprehender a un… UP, ¿cierto? ¿No podría ser algo que aquella persona te hizo ver?
Lisa hacía aquella suposición en el desconocimiento de qué podían estos Usuarios Psíquicos hacer y qué no. Además de que todo lo que Gorrión Blanco describía no era para nada cercano a lo que había leído en los reportes, lo que la hacía apartarse un poco de la teoría de que pudieran haber sido causadas por el Lote Diez. Sin embargo, tampoco era que pudiera comprobarlo con completa seguridad, así que quizás lo mejor fuera descartar otras alternativas primero.
—Tal vez —musitó Carrie, a simple vista no muy convencida—. Pero si fuera eso, ¿los otros agentes no deberían también haber visto lo mismo? ¿Alguien más reportó alucinaciones?
—No que yo sepa —contestó Lisa encogiéndose de hombros—. Pero si no fue eso, bueno… no soy psiquiatra pero, ¿no podrían haber sido algún tipo de recuerdos? ¿Nada de eso te resultó al menos un poco familiar?
—¿Recuerdos? —masculló Gorrión Blanco, casi sonando como si la palabra le resultara extraña—. Yo… no lo sé. Muchos de mis recuerdos previos a despertar del coma son difusos. Dicen que puede ser un efecto causado por la lesión que sufrí en la cabeza y que me dejó en ese estado, pero que podría ser temporal…
Los ojos de la joven se abrieron grandes y azorados de golpe, en cuanto una pequeña revelación se volvió totalmente tangible en su cabeza.
—¿Usted cree que… pudieran ser mis recuerdos? ¿De cosas que olvidé por la lesión?
—No… es mi área, lo siento —susurró Lisa, un tanto inquieta—. Pero… supongo que podría ser. He leído que cuando alguien pierde la memoria, ésta puede volver en partes, y a veces disparadas por vivencias específicas que desencadenan algún recuerdo.
Gorrión Blanco pareció emocionada por la idea, aunque no por ello menos confundida. Se cruzó de brazos como si intentara protegerse con ellos. Su cuerpo incluso parecía temblar un poco.
—Si es un recuerdo, ¿qué significa? ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué recordé eso justo en ese momento?
—Lo siento, no tengo idea —respondió Lisa, negando además con su cabeza—. Pero el hecho de que empieces a recordar puede ser buena señal. Te sugiero que… se lo comentes al Dr. Shepherd. Quizás algo de terapia te ayude a recuperarte por completo…
Mientras Lisa pronunciaba aquellas últimas sugerencias, sus pies se deslizaban hacia atrás lentamente, comenzando a dibujar mayor distancia entre ambas.
—Si me disculpas, debo irme. Tengo muchas cosas que hacer —se excusó rápidamente, y sin esperar respuesta se giró y caminó rápidamente por el pasillo en dirección a los ascensores.
—Sí, lo entiendo, ¡muchas gracias, Dra. Mathews! —pronunció Gorrión Blanco a sus espaldas.
Lisa ya no se volvió a detener ni miró atrás. Hasta ese punto llegaba su supuesta responsabilidad. Lo que fuera que le pasaba a aquella chica, si no estaba relacionado con el Lote Diez, no había nada en lo que ella pudiera ayudarle.
O, tal vez sí lo hubiera.
Lucas se había enfocado tanto en revisar el reporte que Eleven le había hecho llegar, que el paso del tiempo simplemente se perdió para él. Y para cuando McCarthy hizo acto de presencia, posiblemente queriendo reclamar su oficina, no estaba seguro si habían pasado sólo un par de minutos, o quizás media hora. Pero lo cierto es que sólo la presencia del encargado en jefe de la base en la puerta del despacho pudo hacer que separara su mirada del monitor de la computadora, y voltear a verlo; al principio un poco desconcertado, como si no supiera quién era aquella persona o qué hacía ahí, pero rápidamente cayendo en cuenta de en dónde estaba.
—Señor —pronunció McCarthy solemne, cerrando la puerta detrás de él para luego avanzar hacia el escritorio—. Le informo que la Sra. Chief ya ha dejado la base, sin ningún contratiempo. Ya debe estar camino a su casa en estos momentos.
—Gracias —asintió Lucas. Apoyó su espalda contra el respaldo de la silla, y giró su rostro sólo un poco de regreso al monitor.
Tras unos segundos en los que el director continuó sentado y en silencio, se volvió un poco evidente que aún requería dicho asiento. Siendo así, McCarthy se permitió sentarse en una de las sillas para visitantes frente al escritorio, cruzándose de piernas.
—¿Todo en orden, señor? —cuestionó McCarthy con voz cauta—. ¿Le dieron alguna mala noticia en su llamada?
—¿Qué? —masculló Lucas un tanto perdido, mirándolo de nuevo, reflejando en sus ojos incertidumbre acerca de a qué se refería, aunque sólo duró unos segundos—. Ah, no… No realmente. Sólo estaba revisando el reporte que la Fundación Eleven preparó, con respecto al asunto que les pedimos investigar para nosotros.
—¿Lo enviaron tan pronto? —masculló McCarthy, sorprendido y algo incrédulo.
—Sí, bueno… cuando lidias con Jane Wheeler y sus ayudantes, tienes que estar listo para que te den algunas sorpresas —le respondió Lucas con tono jocoso, quizás aun así con cierta recriminación.
McCarthy no estaba muy seguro de comprender a qué se refería con eso, pero igual no consideró pertinente cuestionar al respecto. En su lugar, prefirió hacer otra pregunta:
—¿Y encontraron algo relevante?
—Al parecer… no del todo —respondió Lucas de forma críptica—. El reporte es de hecho bastante más completo de lo que me esperaba; preocupantemente completo, si tenemos en cuenta la implicación de que una organización civil tiene tanta información de nuestro personal de inteligencia.
—Bueno, no son una "organización civil" común —señaló McCarthy—. Y es precisamente por eso que solicitamos su ayuda.
—Sí, claro —murmuró Lucas con cierta amargura en su tono—. Como sea, nos compartieron estados de cuenta, extractos relevantes de redes sociales, antecedentes, y hasta algunas fotografías y conversaciones no públicas de los miembros más importantes del equipo de Douglas. Para molestarle tanto los "cerdos fascistas", parece que la Srta. Mónica puede llegar a ser muy relajada con el derecho a la privacidad de las personas, cuando le es conveniente. Hay algunas cosas que saltan más que otras en esta información, por supuesto. Pero ningún movimiento sospechoso de dinero en los últimos años, o ninguna conexión directa o indirecta con la familia Thorn o Thorn Industries. Creo que el único hecho de verdadera relevancia es que Joshua Robinson, uno de los analistas de más confianza de Douglas, engaña a su esposa desde hace poco menos de un año.
—¿Cómo dice? —exclamó McCarthy, un tanto alarmado.
Lucas giró un poco el monitor de la computadora hacia él, para que así pudiera ver la fotografía en grande, en dónde se apreciaba dos personas a bordo de un vehículo rojo, un hombre y una mujer, ingresando a lo que parecía a todas luces ser la entrada de un motel.
—Supongo que esa mujer no es la esposa del Sr. Robinson —masculló McCarthy, sin necesitar realmente que Lucas le respondiera—. ¿Cómo consiguieron esa fotografía?
—Al parecer, según lo que dice aquí, la esposa del Sr. Robinson ya sospechaba de la infidelidad, y tiene a un detective privado siguiéndolo. Sin embargo, el detective aún no le informa de sus descubrimientos a la Sra. Robinson. Es probable que esté barajando si le conviene más negociar con él o con ella. Los rastreadores de la Fundación agregaron también algunas transcripciones de conversaciones, que… bueno, preferiría no repetir en voz alta —añadió con un tono juguetón, volteando de nuevo el monitor a su lugar—. Uno esperaría que un analista de inteligencia fuera más cuidadoso al esconder este tipo cosas, ¿verdad?
—Una infidelidad puede ser fácilmente la puerta para ser chantajeado —indicó McCarthy, pasando un poco por alto su último comentario—. Si los rastreadores de la Fundación lo descubrieron, alguien más pudo haberlo hecho primero.
—Sí, también lo pensé —respondió Lucas—. Sin embargo, como dije, todo parece indicar que la aventura comenzó hace menos de un año, y Thorn llamó la atención de Halcón hace cinco años atrás, luego de la muerte de su primo. Si alguien sepultó deliberadamente su expediente, debió haber sido por aquel entonces.
—Si el Sr. Robinson engaña a su esposa en estos momentos, es posible que lo haya hecho antes. Además de que evidentemente no se puede confiar mucho en la moral y lealtad de alguien que comete un acto como ese.
Lucas no tenía cómo rebatir ese argumento, aunque ciertamente la excesiva postura conservadora del capitán le resultaba innecesaria, pero esperada viniendo de él. En el reporte de la Fundación no se informaba nada al respecto de otras infidelidades previas, pero quizás no estaría de más investigar por su propia cuenta ese pequeño punto de interés y estar seguros.
—Fuera de eso, no hay otra cosa que llame particularmente la atención, salvo que al parecer Douglas se ha gastado un poco más de mil dólares anuales en figuras, sets y libros de Warhammer 40000 en los últimos cinco años.
—¿War qué? —musitó McCarthy, confundido.
—Es un juego de mesa que utiliza figuras… —Lucas comenzó a soltar su explicación por mera inercia, pero decidió casi al instante no hondar mucho más allá—. No importa, es inofensivo. Nada que parezca que ponga particularmente en peligro sus finanzas como para buscar un ingreso extra por otro lado.
Lucas dejó escapar un profundo suspiro de frustración. Llevó sus manos hacia atrás de su cabeza, inclinó por completo el respaldo de su asiento hacia atrás, y volteó a ver pensativo hacia el techo.
—Una parte ingenua de mí pensó por un momento que este reporte sería lo suficientemente revelador para confirmar o enterrar mis sospechas. Pero ahora siento que estamos de nuevo como empezamos, sin tener nada claro.
—Como le dije en alguna ocasión, director, sigue siendo posible que no haya nada malo que investigar en realidad —puntualizó McCarthy—. Y aunque sea un tanto difícil de aceptar, el que Thorn se nos haya escapado hace cinco años pudo haber sido un verdadero error humano. Al final de cuentas, seguimos siendo sólo personas comunes, intentando hacer lo mejor que podemos con las herramientas que tenemos a la mano.
—Sí, supongo que sí —murmuró Lucas con voz reflexiva—. Aunque también es posible que estemos buscando las cosas equivocadas, y quién lo haya hecho no lo hizo por dinero o por chantaje.
—¿Por qué lo haría entonces? —cuestionó McCarthy, curioso.
—No lo sé aún —declaró Lucas, volviendo su cuerpo de nuevo hacia adelante y parándose al fin del de la silla—. Pero quizás el Sr. Thorn pueda darnos algunas respuestas cuando hablemos con él.
—¿Piensa entonces interrogarlo? —inquirió McCarthy, ligeramente sorprendido.
—Por supuesto. ¿Por qué te extraña? —cuestionó, volteándolo a ver de reojo—. No habrás creído que iba a dejarlo dormido para siempre o lo eliminaría como McGee sugirió tan vehementemente, ¿o sí? Lo que menos haremos en este sitio es hacer lo que Charlene McGee desee.
—Por supuesto —asintió McCarthy—. Pero… ¿no le preocupa un poco que fuera a tener razón? Después de ver lo que ese chico fue capaz de hacer, y que resulta ser alguien que pone incluso nerviosa a McGee…
—Con más razón necesito saber por qué pasó tanto tiempo desapercibido para nosotros —soltó Lucas fervientemente mientras se dirigía a la puerta—. Necesitamos saber quién es este chico en realidad. Y si hay alguna otra amenaza fuera o dentro de esta organización ligada a él, debe ser arrancada de raíz. ¿Estamos de acuerdo?
—Por completo, señor —respondió McCarthy con firmeza, mientras observaba como Lucas salía del despacho.
Sin embargo, en el fondo el capitán no se sentía del todo "firme" o seguro en realidad. Aunque no lo diría en voz alta, una parte de él ciertamente se sentiría mucho más seguro si ese chico no despertara nunca más.
FIN DEL CAPÍTULO 120
