Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 148.
Ataque a Traición

—…Es momento de mirar al cielo para contemplarlo mejor —pronunció aquella voz de mujer desde la radio en el cinturón del Sgto. Schur—. Buenas tardes.

Y justo entonces, todo volvió a quedar en silencio. Lisa, Cody y Lucy miraban fijamente al soldado, esperando algún tipo de explicación, si es que acaso había alguna que pudiera (o quisiera) compartirles. Francis, por su parte, sólo miraba la radio en su mano, a todas luces tan confundido como ellos.

—¿Y eso qué fue? —se atrevió Lisa a preguntar, parándose de su silla y dando un paso hacia él—. ¿Algún tipo de código? ¿Ocurrió algo?

Francis negó con la cabeza, pero fue la única seña que se permitió mostrar que indicara que no tenía idea de lo que había sido ese extraño mensaje. Desde el inicio había reconocido la voz de Kat, la secretaria del Capt. McCarthy, pero fuera de eso no tenía idea de qué podían significar esas palabras que había pronunciado. No concordaba con ninguno de los códigos que solían usar.

Si se trataba acaso de algún tipo de broma, alguien estaría en graves problemas, pues ese tipo de mensajes masivos debían ser usados únicamente en una situación de emergencia general. Sin embargo, le era difícil imaginar a la señora Kat prestándose para algo como eso.

Lo único que podía hacer de momento era buscar a alguien que pudiera darle cualquier tipo de explicación.

—Aquí el Sgto. Schur —pronunció con firmeza a la radio por el canal abierto—. ¿Alguien podría explicarme qué fue ese mensaje de hace rato? Cambio.

Aguardó unos segundos, a la expectativa de escuchar la voz de cualquiera al otro lado. Sin embargo, lo único que pudo percibir fue el silencio.

—Aquí el Sgto. Schur, ¿alguien me escucha? Cambio —volvió a intentar, obteniendo el mismo resultado. Aquello estaba tornándose aún más extraño.

Mientras tanto, desde la otra habitación, Gorrión Blanco los observaba a través del cristal, igualmente esperando que el sargento obtuviera alguna explicación, pues ella misma se sentía perdida. El mensaje también se había transmitido por las radios de los dos soldados que la acompañaban en la habitación, y tampoco tenía la menor idea de qué podría tratarse.

—¿Qué estará pasando? —musitó con preocupación, cruzándose de brazos—. ¿Alguno de ustedes lo sabe? —preguntó junto después, girándose sobre su hombro hacia los otros dos soldados.

Estos, sin embargo, sólo la miraron de soslayo con expresiones duras y desdeñosas, sin proporcionarle ningún tipo de respuesta. Esto por supuesto no agradó ni un poco a Gorrión Blanco.

—De acuerdo… —susurró la chica de malagana, y se giró de nuevo hacia el otro cuarto.

Aquello le molestó, pero en el fondo sentía que no tenía derecho a quejarse del mal trato de sus supuestos compañeros. El Sgto. Schur mismo le había advertido tras lo ocurrido en el bosque que sus acciones tendrían consecuencias, y no era que antes de eso la trataran mucho mejor.

Sin embargo, la verdad era que la situación iba a mucho más que eso.

Mientras Gorrión Blanco miraba hacia el otro cuarto, los dos soldados se miraron el uno al otro de reojo. Sin pronunciar palabra alguna, se dijeron que sus solas miradas lo suficiente, y cada uno lo dejó aún más claro con un discreto asentimiento de sus cabezas.

De pronto, de un movimiento rápido, uno de los soldados alzó su rifle, lo apuntó directo a la cabeza de Gorrión Blanco, y jaló el gatillo…

No obstante, desde el momento justo en el que dicha acción se convirtió en un pensamiento consciente en la mente de aquel hombre, Gorrión Blanco sintió como dicha idea la golpeaba con fuerza desde atrás, mucho antes de que la bala saliera del cañón. Durante las primeras facciones de tiempo, no logró entender con claridad qué era aquello, e incluso pensó por un momento que sería atacada por otra de esas violentas visiones. Pero en lugar de eso, su cuerpo se estremeció y se tensó, y una parte inconsciente de ella tuvo la claridad suficiente para reaccionar antes de que la consciente lo hiciera.

Gorrión Blanco se giró rápidamente en el instante mismo que la dedo del soldado presionaba el gatillo. Y antes de que el estruendo del disparo llegara a los oídos de cualquiera, sus poderes ya se habían encendido. Y la bala, que en un momento se dirigía directa hacia su cabeza, se desvió abruptamente, dibujando una curva y pasando a escasos centímetros del rostro de Gorrión Blanca. El proyectil siguió su curso, atravesando el vidrio, desquebrajándolo y dejando detrás un agujero.

La bala siguió hacia el otro cuarto, estrellándose contra el muro justo detrás de Cody y Lucy, aunque casi un metro por encima de sus cabezas. Lucy soltó un chillido de espanto al escuchar el estruendo del disparo y el vidrio, mientras que Cody y Lisa tuvieron el reflejo de agacharse, alarmados. Francis, por su parte, reaccionó rápidamente dirigiendo una mano hacia su arma para desenfundarla de un tirón.

Los cuatro desconocían lo que había ocurrido en el otro cuarto, y que en realidad aún estaba ocurriendo.

Gorrión Blanco se volteó atónita hacia los soldados, notando como el primero se disponía a volver a disparar, y el segundo igualmente alzaba su rifle. Gorrión Blanco reaccionó, y por reflejo empujó con violencia al primero de los soldados hacia atrás, haciéndolo chocar contra el muro con tanta fuerza que al momento siguiente cayó al suelo, al parecer inconsciente.

El otro soldado no perdió el tiempo y de inmediato disparó. Gorrión Blanco volvió a desviar la bala hacia el vidrio, haciendo que gran parte de éste volara en pedazos. Y antes de que pudiera dar un segundo disparo, Gorrión Blanco le arrancó con sus poderes el arma de las manos, lanzándola hacia un lado. El soldado, sin embargo, no se rindió ni perdió el tiempo, y de inmediato sacó de su cinturón un cuchillo y se lanzó hacia ella, acompañado de un grito de guerra. Gorrión Blanco se sobresaltó al ver esto, y su reacción inmediata fue similar a lo que había hecho con las balas, desviando al soldado con todo y su impulso hacia un lado lejos de ella, y haciendo que atravesara lo poco que quedaba del vidrio que separaba ese cuarto del de interrogatorios.

El cuerpo del soldado cayó en la habitación contigua y rodó por el suelo. Cody rápidamente se paró y atrajo a Lisa hacia sí, e hizo que ambos se apartaran del soldado. Lucy, por su parte, se había escondido por reflejo debajo de la mesa luego del segundo disparo.

—¿Qué rayos…? —exclamó Lisa atónita, mirando sobre el hombro de Cody al hombre en el suelo.

Francis, sin embargo, no tardó en alzar su pistola y apuntarla directo a la aparente atacante, que ya sin prácticamente nada de vidrio entre ellos la tenía directamente en la mira.

—¡No te muevas, Gorrión Blanco! —gritó el sargento con fuerza, su dedo listo para disparar a la menor provocación.

Gorrión Blanco se sobresaltó y se giró a mirar a Francis en cuanto escuchó su grito. No tardó mucho en entender lo realmente sospechoso que podía verse todo aquello desde su perspectiva.

—No, sargento —susurró la joven mujer con preocupación, alzando sus manos en señal de paz—. No es lo que cree…

—¡Nos atacó sin motivo! —espetó de pronto el soldado en el suelo, aún consciente pero adolorido al parecer—. ¡Dispárele!

—¡No!, ¡no es cierto! —exclamó Gorrión Blanco rápidamente con fuerza—. Ellos quisieron dispararme a mí de repente, y no sé por qué.

—No la escuche —insistió el soldado en el suelo, haciendo ademán de querer levantarse un poco—. Ha perdido el control como lo hizo en aquel quirófano. Nos matará a todos si no la detiene ahora.

—No es cierto —recalcó Gorrión Blanco, su palabras resonando casi como un sollozo—. Sargento, por favor… Tiene que creerme.

Francis se mantenía firme y quieto en su posición, sus manos fuertemente aferradas a su arma, y su dedo tenso contra el gatillo. Apenas y giraba los ojos para intercalarlos entre el soldado y Gorrión Blanco. Algo muy raro estaba pasando ahí, eso más que claro. Pero lo importante era: ¿quién decía la verdad? Gorrión Blanco parecía sincera, y la forma en la que lo miraba con sus ojos bien abiertos y consternados así se lo hacía sentir. Pero, ¿por qué mentiría uno de sus hombres? ¿Era una venganza por lo ocurrido en el bosque?, ¿o en el quirófano? ¿Serían capaces de llegar tan lejos por eso?

O, quizás, ¿se trataba de otra cosa…? ¿Tenía algo que ver ese extraño mensaje de hace un rato?

Todo ocurría muy rápido, y Francis sabía que tenía que reaccionar y hacer algo. Mientras se debatía, su mirada se fijó detrás de Gorrión Blanco, donde el primero de los soldados se ponía de pie lentamente, manteniendo su cuerpo agachado como no queriendo llamar demasiado la atención. Y sin decir nada, levantó su arma y apuntó de nuevo con ella directo hacia la muchacha.

Francis reaccionó por mero reflejo, casi como si su cuerpo hubiera tomado por su cuenta la decisión de moverse. Desvió rápidamente su arma de Gorrión Blanco hacia aquel otro soldado, y en menos de un segundo lo tuvo en la mira y jaló el gatillo. El disparo fue certero y directo, cruzando el aire directo contra la frente del soldado. Gorrión Blanco no tuvo el reflejo de desviar la bala, pues supo por algún motivo que no iba dirigida a ella, y ésta atravesó limpiamente la cabeza del hombre a sus espaldas. El soldado se desplomó hacia atrás, dejando una explosión de sangre en el muro a sus espaldas. Gorrión Blanco se giró a mirarlo, entendiendo rápidamente lo que había ocurrido.

Al instante siguiente, el soldado en el suelo se puso rápidamente de pie, al parecer mucho menos afectado por el golpe de lo que aparentaba hace un momento, y se lanzó contra el Sgto. Schur con su cuchillo en mano. Éste se giró rápidamente hacia él para dispararle también, pero no fue necesario. Gorrión Blanco se encargó de él, empujándolo con su telequinesis contra el muro con una tremenda fuerza. El cuerpo del soldado se estampó de cabeza contra la pared, rompiéndole el cuello al instante.

Su cuerpo se desplomó al suelo, a sólo unos cuantos metros de Lisa y Cody; éste último se apresuró a desviar el rostro de su novia hacia otro lado para que no lo viera, aunque ya fue tarde para ello.

—¡¿Pero qué carajos está pasando aquí?! —exclamó Lucy aterrada, saliendo temblorosa de debajo de la mesa.

La respuesta inmediata de Francis a su cuestionamiento fue volverla la siguiente en la mira de su pistola, lo que dejó a la rastreadora totalmente helada en su posición.

—¿Alguno de ustedes es responsable de esto? —cuestionó con voz firme y aguerrida, y turnó su arma de Lucy hacia Cody—. Más vale que no me mientan.

—Si se refiere a si alguno hizo que esos hombres los atacaran, le aseguro que ninguno de nosotros puede hacer algo así —respondió Cody con la mayor seguridad que le fue posible.

—Ellos no fueron, de eso estoy segura —intervino Lisa con aprensión, apoyada aún contra el pecho de su novio.

—Yo también les creo —replicó Gorrión Blanco, notándosele ligeramente agitada—. Esos soldados se pusieron raros luego de que ese mensaje se escuchara en las radios.

Francis guardó silencio, mientras meditaba en todo lo que le decían. Ese extraño mensaje de nuevo, definitivamente tenía que ver con todo eso, sólo que no tenía claro cómo. No significaba nada para él, pero definitivamente significaba algo para esos dos, si con tan sólo escucharlo habían decidido atacarlos.

Y entonces una preocupante revelación le cruzó por la mente en ese momento. Si mandaron ese mensaje por la línea de emergencia, no sólo habría sonado en sus radios, sino en todos los de la base. ¿Y si había más atacantes allá afuera…?

—Algo muy raro está pasando —concluyó con seriedad, al tiempo que bajaba y guardaba de nuevo su arma—. Debemos buscar al Capt. McCarthy o al Dir. Sinclair.

Sacó entonces de su bolsillo unas llaves y se aproximó a Lucy y Cody para retirarles las esposas que aprisionaban sus muñecas.

—Ustedes tres, vengan conmigo y no se separen —ordenó con severidad.

—¿Ir?, ¿ir a dónde? —inquirió Lucy con angustia—. ¿No sería mejor quedarnos aquí?

—Si quieres quedarte aquí sola con dos cadáveres, adelante —señaló Cody, al tiempo que se dirigía a la puerta abrazado de Lisa.

—Buen punto —susurró Lucy con resignación, y entonces no tardó en ponerse en camino también.

—Quédate cerca de mí —le susurró Cody a Lisa, pegándola un poco más contra él. Ella sola asintió, incapaz de decir mucho más. Su cabeza daba bastantes vueltas tras ese giro tan repentino y extraño de las cosas. ¿Qué estaba pasando realmente?

Gorrión Blanco también salió de la sala contigua, y los cinco se reunieron el pasillo, comenzando a marchar juntos en dirección a los elevadores.


El mal presentimiento de Francis no sólo resultó ser acertado, sino que la realidad era incluso peor de lo que el sargento había imaginado.

El quirófano 06 y la sala de interrogatorios no eran los únicos sitios del Nido en el que se había disparado aquella locura. El mensaje de Kat en los radios y altavoces había sido captado por toda la base entera, y en diferentes puntos de ésta el tiroteo se había desatado en un abrir y cerrar de ojos. De la nada, hombres y mujeres sacaban sus armas, y sin aviso ni ceremonia alguna le disparaban a su compañero a su lado. En la salas de entrenamiento, en los hangares, en incluso en la cafetería… Los traidores, activados por aquel aviso, comenzaron a abrir fuego contra cualquiera que no estuviera con ellos.

Sus órdenes eran claras: no dejar a nadie con vida.

Desde su posición aguardando en la colina, Mabel la Doncella fue también testigo de esto. Por supuesto, ella no tenía como escuchar aquel mensaje, y mucho menos saber la dimensión de todo lo que ocurría ahí dentro. Lo que observaba detenidamente por la mira de su rifle en el momento que todo comenzó, fue a los dos guardias de pie frente a la entrada lateral de aquel monte, firmes e inmóviles como estatuas hasta que algo en sus radios pareció captar su atención. Luego se miraron el uno al otro, y se encogieron de hombros.

Mabel arqueó una ceja, intrigada. Algo estaba pasando, lo presintió aunque no tuviera claro qué de momento.

Uno de los soldados se alejó unos pasos de su compañero y acercó su radio a su boca para hablar con él. Mientras lo hacía, Mabel notó como a sus espaldas el otro soldado desenfundaba su pistola, apuntaba con ella hacia la parte posterior de la cabeza de su compañero, y jalaba el gatillo sin miramientos. El cuerpo del soldado abatido se desplomó al frente, soltando su radio al suelo.

—¿Qué? —exclamó en voz baja, estupefacta.

El soldado que había disparado guardó de nuevo su arma, y sin más caminó con calma hacia el interior de la base, dejando afuera el cadáver del otro.

—¿Y eso qué rayos fue? —susurró Mabel aún aturdida por aquel suceso tan abrupto. Su primer pensamiento fue que había sido algún tipo de control mental, pero había visto a bastantes paletos actuando por obra del control mental de alguien, ella misma incluida, como para reconocer que aquello había sido hecho como completa consciencia.

Permaneció en su sitio un rato, indecisa entre si debía acercarse o no.

«Si esa no fue la distracción, no sé qué será» concluyó tras unos momentos. «Pero mejor me muevo con cuidado»

Rápidamente se paró, se colgó su rifle al hombro, y comenzó a descender con cuidado por la ladera hacia la entrada, mirando seguido a su alrededor esperando ver a cualquier otro soldado más que listo para dispararle. De momento todo parecía despajado.

Avanzó hasta el soldado caído, se agachó a su lado y lo revisó. En efecto, estaba bastante muerto, aunque no era que le hubieran quedado muchas dudas. Tomó su arma corta y le retiró como pudo su chaqueta y su boina, para así intentar camuflarse un poco; hacerse del uniforme de alguno de los soldados había sido una de las sugerencias que Verónica le había dado. También le Esculcó además sus bolsillos y los comportamientos de su cinturón, buscando lo otro que Verónica le había sugerido conseguir en cuanto pudiera: una tarjeta de acceso, que le permitiría usar los elevadores.

Cuando ya tuvo todo lo que ocupaba, se puso de pie, y en ese instante el eco de disparos viniendo del interior la hizo estremecerse, e intentar ocultarse un poco tras el muro de piedra a sus espaldas. Respiró hondo y tomó su rifle con firmeza en sus manos. No entendía aun lo que se encontraría ahí adentro, pero era claro que no sería nada agradable.

Los disparos se disiparon tras unos segundos, por lo que se dispuso a introducirse de inmediato. Un instante antes de hacerlo, sin embargo, algo sobre su cabeza la distrajo. Al mirar hacia arriba, pudo notar como por encima de los árboles se materializaban las figuras de al menos tres helicópteros negros, que se abrían paso con rapidez en dirección a la montaña.

—¿Y ahora qué? —exclamó Mabel, aturdida y quizás algo frustrada.

Lo que fuera, no tenía tiempo para eso, así que lo ignoró y corrió con todas sus fuerzas hacia el interior de la base. Tenía una misión que cumplir.


Los tres helicópteros desconocidos se aproximaron a la base sin que nadie se percatara de ellos hasta que estuvieron en el rango de visión del personal de pista. ¿Por qué nadie había dado aviso? ¿Y por qué no se habían activado las armas antiaéreas ante su proximidad?, ¿acaso alguien las había desactivado?

¿Acaso aquel raro mensaje que había sonado en las radios tenía algo que ver con aquello?

Intentaron contactar con alguien que pudiera darles cualquier tipo de información, pero ni el Capt. McCarthy ni nadie más les respondía. Ante este silencio, los soldados en la pista de aterrizaje no tuvieron más remedio que dejar de preguntar y en su lugar actuar. Desde su perspectiva aquellas eran tres naves desconocidas invadiendo el espacio aéreo de la base, y sólo había una respuesta posible a ello.

—¡Atención todos!, ¡abran fuego! —ordenó el cabo en la pista, y de inmediato todos los hombres alzaron sus rifles y comenzaron a disparar hacia los helicópteros. Las balas rebotaron en el fuselaje oscuro, causando pequeñas chispas. Y cuando los helicópteros estuvieron lo suficientemente cerca, no tardaron en responder el fuego apuntando las ametralladoras que tenían postradas en su parte inferior hacia la pista.

Una tremenda lluvia de balas comenzó a caer a trompicones, agujerando el suelo de concreto, destruyendo cajas, y abatiendo al instante a la mayoría de los soldados y personal en la pista. Los que lograron sobrevivir esa primera oleada, entre ellos el cabo que había dado la orden, lo hicieron refugiándose bajo el cobijo de la entrada principal de la base, cerca de los elevadores. Desde su escondite, vieron como un número considerable de hombres armados en trajes y máscaras negras comenzaban a descender de los helicópteros ayudados de cuerdas, agrupándose en la desolada pista entre los cadáveres de sus compañeros caídos.

—¡Necesitamos ayuda! —insistió con agitación el cabo en su radio—. ¡Nos están invadiendo! Repito, nos están…

En ese momento escuchó como los elevadores a sus espadas sonaban, y dos de ellos se abrían casi al mismo tiempo. De estos salieron presurosos un grupo de al menos siete soldados, encabezados por un hombre pelirrojo de ojos verdes, a quien el cabo reconoció como el Tte. Johan Marsh, la mano derecha de la Capt. Cullen, vistiendo ese distintivo abrigo y boina verde.

«Bien, refuerzos» pensó aliviado el cabo. No eran muchos, pero en conjunto de seguro podrían hacer algo hasta que llegaran más.

Al virarse a ver a los invasores, estos ya estaban en tierra, y avanzaban hacia ellos con sus armas en alto.

—¡Rápido!, ¡tenemos que evitar que entren a la base! —gritó el cabo con fuerza, alzando su arma para comenzar a disparar.

—Descuiden —escuchó que el Tte. Marsh pronunciaba a sus espaldas, con insólita tranquilidad—. Ya estamos aquí para encargarnos de todo.

Y antes de que el cabo, o cualquiera de sus compañeros, pudiera decir o preguntar algo más, el Tte. Marsh y los hombres que lo acompañaban abrieron fuego, pero no hacia los invasores. En cuestión de segundos, el resto de los guardias y personal de la pista fueron abatidos por disparos de los que creyeron que serían sus refuerzos, siendo el cabo uno de los primeros en caer por un disparo directo en su sien salida del arma del teniente. Los invasores de negro se encargaron del resto, hasta que los únicos que quedaron en pie fueron sus aliados; todos de alguna forma parte de la misma misión.

El Tte. Marsh introdujo su arma de nuevo en su funda y pasó por encima de los cuerpos, dirigiéndose hacia los hombres de negro, todos parte de la milicia privada de Armitage bajo el mando de Lyons, que habían venido a reforzarlos.

—Ya era hora de que llegaran —indicó de forma irónica cuando pasaron frente a él—. Tomen las tarjetas de seguridad de los cuerpos. Les darán acceso a los elevadores y áreas restringidas. Recuerden, no podemos dejar ningún testigo.

Los mercenarios comenzaron sin espera a esculcar los cuerpos de los soldados caídos, sacando de estos lo que necesitaban. Uno de ellos, que claramente era el líder de ese escuadrón, se aproximó hacia Johan. Se levantó su máscara, dejando a la vista un rostro malhumorado y reacio.

—¿Dónde está el muchacho? —preguntó con severidad.

—Mi jefa ya debe estarlo trayendo en este momento —respondió Johan con una sonrisita despreocupada que claramente al mercenario de negro no le agradó mucho.

—El tiempo es esencial. Necesitamos sacarlo de aquí de inmediato, antes de que alguien logre comunicarse con el exterior por ayuda y ya no podamos salir.

—Tranquilo —indicó el teniente, negando con la cabeza—. No tardará mucho. La capitana siempre cumple con su parte.


Justo como el Tte. Marsh había indicado, Ruby Cullen se dirigía en ese momento a los ascensores, escoltando junto con los otros tres soldados a Damien Thorn. En su camino por los pasillos, se habían cruzado con más de un soldado del DIC caído en el suelo, muerto por las balas de sus propios compañeros.

El lugar era ciertamente un escenario desolador. Cuerpos regados en el piso, sangre en las paredes, olor a pólvora y humo en el aire, y el reconocible eco de disparos lejanos resonando. Evidentemente los combates continuaban hasta ese momento.

Damien observaba todo aquello con curiosidad, y también cierta fascinación. Era claro que aquello no se trataba únicamente de rescatarlo: tenían pensado asesinar a cualquier que podría haber sido testigo de su presencia en ese sitio. Típica táctica de la Hermandad, intentando limpiar su rastro lo mejor posible, aunque tuvieran que dejar un desastre a su paso para lograrlo. Pero esa situación en específico era tan grande, que ameritaba al parecer un desastre igual de grande.

—¿Cómo es que lograron todo esto? —cuestionó Damien, dirigiéndose a la mujer de cabellos rubios caminando delante de él—. ¿Cuántos de ustedes se infiltraron aquí para lograrlo?

—Bastantes, mi señor —respondió Ruby con media sonrisa, volteando a mirarlo sobre su hombro—. Pero no se preocupe, recibiremos también un poco de ayuda adicional.

Damien caviló aquellas palabras, aunque no tardó mucho en dar con una respuesta que explicaba de forma sencilla a qué se refería.

—¿Los mercenarios de Lyons? —murmuró curioso, a lo que Ruby se limitó a responder únicamente ensanchando aún más su sonrisa—. Por supuesto. Es encantador que se tomaran tantas molestias sólo por mí.

—No habrá pensado que lo dejaríamos aquí a su suerte —exclamó Ruby, casi como si la insinuación le ofendiera.

Damien se giró hacia un lado, contemplando el cuerpo de un soldado a un lado del pasillo, que evidentemente había sido acribillado por la espalda.

—Dejaron que cayera aquí en primer lugar, ¿no es cierto? —soltó de pronto, resonando como una potente acusación.

Ruby se estremeció al escucharlo.

—Mi señor… —susurró despacio, aunque su lengua no pareció ser capaz de pronunciar más.

—No te asustes, que no es un reclamo hacia ti —indicó Damien con humor en su tono, mirándola de reojo—. Sólo eres una obediente y boba sierva al final de cuantas, ¿no? Poca o nula voz tienes en esto. Pero tendré que tener una charla incómoda con tus maestros en cuánto salga de aquí.

Ruby pareció querer decir algo más, pero se abstuvo al último momento, y en su lugar se viró de nuevo al frente. Quizás concluyó, de forma acertada, que lo más inteligente sería aceptar sus palabras, y no intentar justificarse en un asunto que no le correspondía.

Unos cuántos metros más adelante, la comitiva entera se vio obligada a frenar su avance en cuanto una serie de disparos cruzó el aire del pasillo en el que darían vuelta, astillando la pared a unos cuantos centímetros del rostro de Ruby. La capitana retrocedió, e hizo que todos los demás lo hicieran igual. Dos de los soldados que los acompañaban avanzaron con sus armas en mano, y abrieron fuego sin miramiento en la dirección en que aquellos disparos habían provenido.

Mientras sus hombres la cubrían, Ruby se asomó sólo un poco por la esquina, lo suficiente para ver cómo desde su escondite en otro pasillo perpendicular, se asomaba fugazmente el rostro del Dir. Sinclair, regresándoles el fuego sin menor titubeo. Luego todos se refugiaron de nuevo detrás de su posición, escapando de los disparos enemigos.

«Vaya, sigue vivo» pensó Ruby, sinceramente sorprendida. Esperaba que alguno de los otros se hubiera encargado ya de él para esos momentos, pero claramente no había sido el caso.

—Al parecer Lucas no me quiere dejar ir tan fácil, ¿eh? —musitó Damien con tono burlón, ganándose una desaprobatoria mirada de soslayo por parte de Ruby, aunque ésta fuera más un reflejo involuntario de su parte—. Me gustaría ayudarlos con eso —añadió el muchacho—, pero me temo que lo que sea que me inyectaron aún tiene mis poderes un poco entorpecidos.

—No se preocupe —respondió Ruby con firmeza, y al momento sacó su arma de su funda, le colocó un cartucho completo en su cámara, y liberó el seguro; todo con bastante agilidad y maestría, cabía mencionar—. Llévenlo al helicóptero, de inmediato —le ordenó con firmeza a los otros soldados—. Y protéjanlo con sus vidas. Yo los cubro.

Los otros tres soldados asintieron, y un instante después Ruby salió de su escondite, comenzando a disparar de manera consecutiva hacia donde Lucas se encontraba. Éste tuvo que cobijarse de nuevo tras la pared del pasillo adyacente para evitar los disparos.

Los demás hombres de la hermandad no perdieron tiempo, y de inmediato comenzaron a avanzar con paso veloz, llevándose a Damien consigo.

—Hasta luego —se despidió el chico con un tono jovial, mirando hacia Ruby mientras se alejaba. Ésta no lo miró, pues su atención seguía fija en disparar hacia el escondite de Lucas, evitando que pudiera salir de éste, y así dejarles el camino libre.

Cuando el cartucho de su arma se vació, Ruby se lanzó rápido hacia un lado, ocultándose ahora ella. Para ese momento los tres soldados y Damien ya habían avanzado lo suficiente por el pasillo, así que sólo quedaban el Dir. Sinclair, ella, y todos esos otros cadáveres pertenecientes a los hombres caídos del DIC.

—Director —pronunció Cullen en alto con voz chispeante, al tiempo que dejaba caer el cartucho vacío y se apresuraba a colocar uno nuevo—. Sé que está ahí. No se esconda, que es inútil.

La respuesta inmediata a su comentario fue una serie de disparos de rifle en su dirección, que agrietaron el muro a su diestra, haciendo que pedazos de yeso y polvo volaran por el aire, y la hicieron apretujarse más en su escondite.

—¿Quién se esconde? —gritó Lucas con voz potente desde su posición.

Ruby sonrió, hasta cierto punto contenta con la situación. Había pensado que el director sería tan fácil de liquidar como McCarthy, pero era evidente que representaría un reto un poco mayor de lo esperado. Sin embargo, eso no le atemorizaba.

En el momento justo en el que los disparos de Lucas cesaron, aunque fuera por un segundo, Ruby salió presurosa de su escondite y corrió directo hacia Lucas, disparando consecutivamente en su dirección. Éste saltó fuera de su escondite, también disparando hacia atrás. Ruby sintió como una bala le rozaba la cara, abriéndole un largo tajo en la mejilla izquierda y volándole parte de su oreja. El dolor fue repentino y fuerte, pero lo resistió y siguió adelante.

Ruby logró herir al director rozándole su muslo izquierdo, haciéndolo caer al frente a trompicones y soltar su arma. Ruby sonrió confiada, y rápidamente se le aproximó dispuesta a terminar con el trabajo con un disparo directo a la cabeza, al igual que con McCarthy. Sin embargo, cuando estuvo lo suficientemente cerca, Lucas extendió su pierna sana rápidamente hacia ella, pateándole su mano para arrebatarle su arma de las manos. Ésta voló por los aires lejos de ella.

El verse desarmada no le preocupó, pues aún tenía consigo el arma de McCarthy. No obstante, antes de poder sacarla, Lucas logró levantarse y lanzarse hacia ella, tacleándola y haciendo que ambos cayeran al suelo. Lucas intentó someterla en el suelto, pero su pierna recién herida y un fuerte golpe que se había dado en el codo al caer, no se lo dejaron fácil, y Ruby logró zafarse con un fuerte codazo que se clavó en las costillas del director.

Ambos rodaron por el suelo lejos del otro, voltearon a mirarse y se alzaron de cuclillas, quedándose al instante paralizados, a la espera de que el otro hiciera algún movimiento. Se quedaron en esa posición un largo rato.

—Sólo está prolongando esto más de lo necesario —susurró Ruby con aprensión. Los dedos de su mano derecha se movían ansiosos por tomar el arma de McCarthy que ocultaba a sus espaldas debajo de su gabardina—. ¿En verdad cree que saldrá vivo de aquí? ¿Es que acaso no ha visto bien el hermoso caos que he desatado en su querido Nido?

La mirada de Lucas se endureció aún más, exteriorizando todo el odio e ira que lo inundaba en esos momentos.

—Así que nunca fueDouglas ni nadie de su equipo —espetó Lucas en alto, resonando en el eco del pasillo—. Siempre fuiste tú, ¿no es cierto? Quién ocultó la identidad de Thorn todos estos años.

Ruby dejó escapar una sonora y casi estridente risa burlona.

—Es menos inteligente de lo que pensaba, director —pronunció en alto con presunción—. Sigue sin ver siquiera la punta del iceberg. ¿Aún cree que podríamos haber logrado algo como esto con una sola persona protegiendo al muchacho? Su organización entera fue infiltrada por nosotros desde hace ya muchos años.

—¿Por ustedes? —inquirió Lucas, confundido—. ¿Y quiénes son ustedes?

—Su pequeña cabecita de burócrata no lo entendería —escupió Ruby con desdén, y al instante aproximó su mano hacia su espalda para sacar su arma. Sin embargo, Lucas hizo exactamente lo mismo para extraer la que guardaba en su tobillo.

Ambos desenfundaron, se lanzaron hacia un lado y dispararon al mismo tiempo. Las balas surcaron el aire, encajándose en los gruesos muros, pero sin tocar a su verdadero objetivo de momento.

Ruby rodó hasta donde había caído su arma luego de que Lucas se la pateara lejos de sus manos. Y ahora con una pistola en cada mano, su estilo favorito, se paró rápidamente y alzó ambas en dirección a donde esperaba ver al director. Sin embargo, éste había desparecido; o, más bien, había aprovechado ese pequeño momento para esconderse en algún sitio entre los pasillos y columnas.

Comenzó a avanzar lentamente, con paso extremadamente cuidadoso, con los cañones de sus armas apuntando en cada centímetro del pasillo que le era posible captar con sus ojos.

—Por supuesto que no lo entiendo, Cullen —escuchó de pronto que la voz de Lucas pronunciaba en alto justo a su derecha, por lo que rápidamente se giró en esa dirección. Lo que había ahí era un largo corredor, con al menos tres filas de altas y gruesas columnas—. Siempre fuiste un soldado leal y recto apegado a las reglas —prosiguió el director desde su escondite—. ¿Cuánto pudieron haberte pagado los Thorn como para justificar una locura como ésta?

Ruby reanudó su avance, ahora en la dirección de la que le parecía procedían aquellas palabras, revisando meticulosamente detrás de cada columna.

—Las personas como usted creen que siempre se trata de dinero, ¿no es cierto? —declaró con fiereza en su voz—. Lamento decepcionarlo, pero a mí me mueve algo mucho más profundo que eso.

Esperaba alguna respuesta astuta de su parte, pero lo único que recibió fue el silencio sepulcral de aquel pasillo, sólo atenuado ligeramente por el resonar de sus propias botas sobre el suelo. Siguió avanzando entre las columnas, sin tener algún contacto visual de su objetivo. Pero estaba ahí a su alrededor, en alguna parte; podía sentirlo.

Percibía vívidamente los latidos de su propio corazón retumbar en sus propios oídos, y como una gota de sudor le recorría su frente y bajaba por la comisura de su ojo, pero no se atrevió a bajar ninguna de sus armas para así poder limpiarla con el dorso de su mano.

—Ríndase de una vez, director —pronunció con tono de provocación, esperando hacerlo reaccionar de alguna forma—. En menos de una hora, todo esto se convertirá en un enorme cementerio, y usted encabezará la pila de cadáveres. ¿Por qué no hace esto más simple para todos y me permite meterle una bala en la cabeza por las buenas? Le prometo ser rápida y certera… como lo hice con Davis.

La repentina mención del fallecido Capt. McCarthy, y en especial la forma tan burlona en la que lo había hecho, pareció bastar para obligar a Lucas a reaccionar. Salió rápidamente de su escondite gritando con furia, y abriendo fuego en su dirección sin tregua alguna. Ruby se sobresaltó, y pegó rápidamente su espalda contra la columna más cerca, protegiéndose detrás de ésta.

Una vez que se quedó sin balas, Lucas tiró su arma a un lado y corrió despavorido hacia ella. Para cuando Ruby logró salir con la intención de lanzar su contraataque, fue recibida directamente con un puñetazo por parte de Lucas directo contra su cara que la lanzó hacia atrás, trastabillando.

A ese primer golpe le siguió uno más en su quijada, y un gancho directo a la boca del estómago que la dejó completamente sin aire. Con todos esos golpes desestabilizándola, Lucas logró ahora sí tomarla, y derribarla al suelo de un movimiento de lucha que repercutió dolorosamente en sus heridas, en especial en la de su pierna, pero logró sobreponerse hasta que la espalda de su subordinada azotara contra el piso.

Lucas cayó de sentón al suelo tras su arriesgada maniobra, adolorido y agotado. Estuvo a punto de dejarse vencer por estas sensaciones y caer ahí mismo desfallecido, pero se forzó a recuperarse lo suficientemente para levantarse, y cojear hacia donde había caído una de las armas que Ruby traía consigo antes de derribarla; el arma de McCarthy.

Tomó rápidamente la pistola, revisó la cámara, a la que le quedaban al menos cuatro balas, y la regresó de nuevo a su sitio. Para cuando se giró a ver a Ruby, ésta hacia el esfuerzo de intentar ponerse de pie, pero Lucas no se lo permitió. Avanzó hacia ella y puso un pie con fuerza contra su espalda, presionándola con dureza contra el suelo.

—Ni se te ocurra moverte —balbuceó con voz ronca, agachándose al momento siguiente para pegar el cañón del arma contra la parte trasera de su cabeza.

Para su sorpresa, Ruby dejó escapar una pequeña y burlona risotada, asomándose entre algunos dolorosos gemidos.

—¿Qué espera? —inquirió la capitana con voz risueña, mirándolo de reojo desde su incomoda posición—. Dispare ya, director. Cumpla con su deber, como el buen soldado que es.

—No será tan simple, traidora —escupió Lucas con desbordante rabia—. Tendrás que responder varias preguntas; a mí, y a una corte marcial al final.

Cullen dejó escapar una vez más una risa estridente e irónica.

—Y sigue sin comprender el alcance de esto —musitó con sorna—. ¿Corte marcial?, si lo más probable es que ninguno de los dos salga vivo de este sitio.

Lucas estaba listo para replicar, pero no tuvo la oportunidad, pues el estridente sonido de varios pasos aproximándose por el pasillo jaló de inmediato su atención y la de Ruby por igual. Al doblar en la esquina, ambos vieron al menos a cinco hombres de atuendos negros y armas negras en alto, aproximándose hacia ellos con rapidez.

El director del DIC se sobresaltó al ver esto. Esos trajes oscuros no eran de sus soldados. ¿Eran acaso algún tipo de refuerzos? Si lo eran, tuvo claro de inmediato que no eran para él.

Tenía que pensar rápido. Antes de que los alcanzaran, Lucas tomó con violencia a Ruby de un brazo, y la jaló con fuerza para obligarla a ponerse de pie. Ésta fue incapaz de resistirse, y de un segundo a otro se encontraba ya de pie, colocada entre los recién llegados y Lucas. Éste último rodeó su cuello con un brazo, apretándolo con bastante fuerza, mientras con su mano libre pegaba su pistola contra la lateral de su cabeza.

Los cinco hombres de negro se pararon delante de ellos, sosteniendo sus armas en alto, apuntando a ambos, pero sin disparar aún.

—¡Atrás! —exclamó Lucas en alto, apretando más a Ruby contra él, y presionando el cañón más contra su cabeza—. O le vuelo la cabeza.

Los hombres de negro parecieron dudar. Se quedaron quietos en su sitio, pero ninguno bajó tampoco su arma. Lucas intentó aprovechar esto para retroceder junto con Ruby, pero ésta se resistía a pesar de su debilidad.

—No sea ingenuo, director —exclamó Ruby, de nuevo riendo de esa misma forma altanera—. ¿Cree en verdad que yo importo algo en todo esto?

La capitana giró entonces su vista hacia los hombres de negro, observándolos con intensidad en sus ojos. Dejó de forcejear y extendió sus brazos hacia los lados con solemnidad.

—Recuerden sus órdenes —les dijo con potente voz de mando—. Nadie sale de aquí con vida, en especial él. Así que cumplan con su deber.

Lucas se quedó atónito al escuchar aquello. ¿No estaría insinuando acaso…?

Los hombres parecieron comprender más rápido que él sus palabras, y para sorpresa y horror de Lucas, fue claro por sus posturas que se preparaban para disparar sin importar qué.

Ruby sonrió complacida. Cerró los ojos, alzó su rostro a lo alto, y gritó entonces hacia el cielo:

—¡Salve Satanás! ¡Qué Su Reino sea Eterno!

Su proclamación fue seguida justo después por el estridente sonido de los disparos de las cinco armas, que se dirigieron directo contra ella y el hombre que la sujetaba. Lucas la soltó, corrió y saltó hacia un lado para cubrirse, al tiempo que varios de los letales proyectiles alcanzaban el cuerpo de la Capt. Cullen, y su cuerpo ensangrentado e inmóvil se desplomó rápidamente al suelo.

Lucas cayó con fuerza al suelo, golpeándose fuerte en el brazo izquierdo. Miró hacia atrás, y pudo visualizar a Ruby en el piso, con la sangre brotando de sus heridas y manchando sus ropas y el piso. Y, quizás lo más aterrador, esa amplia y casi grotesca sonrisa congelada en su rostro.

No podía creer que en serio les hubiera ordenado a sus hombres que le dispararan, y que además estos la hubieran obedecido sin chistar. Y eso que había gritado antes de los disparos… ¿qué rayos significaba?

No podía tomarse ni un segundo para pensar en ello. Intentó ponerse de pie, pero un punzante dolor en su hombro, acompañado por otro más en su costado derecho, hicieron que su primer intento fuera fallido y se desplomara al piso. Dirigió su mano izquierda hacia ambas áreas, y no le sorprendió mirar a continuación sus dedos enrojecidos. Hubiera sido una suerte no haber sido alcanzado por ninguna de aquellas balas. Ahora sus ropas comenzaban a empaparse de rojo, y el dolor le paralizaba gran parte de su cuerpo.

Soltó una maldición por lo bajo, pero rápidamente se arrastró como pudo hacia un pasillo adyacente. Sin necesidad de mirar, pudo sentir que los cinco hombres de negros venían detrás de él con la clara intención de acabar el trabajo. Estaba herido, su arma se había zafado de sus manos al saltar, y parecía improbable que alguien acudiera socorrerlo.

La situación era más que desesperada. Si no hacía algo de inmediato…

De pronto, divisó el cuerpo de un soldado caído justo delante de él en el pasillo. Le habían disparado directo en la cara, y yacía ahora sobre sus espaldas en un charco de su sangre. Parecía un chico muy, muy joven; quizás incluso podría haberse tratado de un nuevo recluta. En otras circunstancias se tomaría un momento para lamentar y maldecir tan innecesaria y cruel muerte, pero de momento requería enfocar sus energías en sobrevivir.

Se forzó a levantase sólo un poco, y así poder lanzarse hacia él en busca de cualquier arma que el soldado podría haber traído consigo.

—¡No se mueva! —escuchó que espetaba uno de los soldados a su espalda, y justo después escuchó una serie de disparos que marcaron su camino en el muro justo a su lado.

Lucas cayó a un lado del soldado, manchándose aún más de rojo en el charco de sangre del muchacho. Alzó su mirada y divisó su rifle en el suelo a lo lejos, lo suficiente para no poder alcanzarlo aunque estirara su brazo. Sin embargo, su atención en su lugar se enfocó en algo más. Mientras el grupo de hombres de negro se aproximaba a paso veloz por el pasillo, él miraba atento el cinturón del muchacho muerto, y la granada de mano color negro que colgaba de éste.

Los invasores se seguían acercando; en cuestión de segundos estarían justo a su lado, en la posición más que adecuada para acribillarlo en el suelo. No podía alcanzar el rifle, pero sí la granada.

Sin pensarlo ni un instante más, tomó de inmediato el proyectil, se giró sobre su espalda, retiró el seguro, y la arrojó con toda la fuerza que su brazo herido le permitió en dirección a los hombres de negro. Estos pararon en seco, y contemplaron atónitos la granada girando en el aire hacia ellos.

—¡Retrocedan! —gritó uno de ellos, y rápidamente todos se dieron la vuelta para alejarse por el pasillo, pero ya estaban demasiado cerca. Lucas aprovechó para también pararse lo más rápido que pudo, e intentar lanzarse al frente.

La intensa explosión sacudió a todos, mandando a los hombres de negro y al propio Lucas a volar por los aires, aunque en diferentes direcciones. El cuerpo de Lucas cruzó el pasillo, se estrelló contra el suelo, abriéndose la frente, y rodó por el suelo hasta quedar boca arriba. La inconsciencia amenazó peligrosamente con apoderarse de él, por más que intentara luchar contra ella. Y lo peor era que ni siquiera podía mirar y ver si la granada había acabado con esos sujetos.

Esperaba al menos poder haberse llevado a uno de ellos con aquella explosión. Y esperaba que desde algún sitio, Davis McCarthy estuviera conforme con cómo había luchado y defendido su base.

Antes de desmayarse, en lo último que pensó fue en Eleven, Mike y sus demás amigos, y lamentó enormemente el hecho de que, a simple vista, ya no podría protegerlos por más tiempo como lo había hecho tantos años.

Y entonces sucumbió al fin, sumergiéndose en la oscuridad.

FIN DEL CAPÍTULO 148