Capítulo XXIV
Sin Corazón
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"Incluso la noche más oscura terminará con la salida del Sol."
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Apenas puso un pie sobre el cemento firme de la costanera, corrió al encuentro de sus padres. Los abrazó a ambos con fuerza.
-Lo siento... siento todo lo que pasó, todo lo que hice...- sollozó, sin dejar de abrazarlos. Los demás se acercaron a ellos.
-Me da tanto gusto que hayas vuelto, Hime...- dijo Fuu, separándose apenas de ella, para tomar su rostro con ambas manos. - Soy yo la que lamento todo lo que pasó... Jamás debí desconfiar de tus capacidades... Pero, te juro que jamás he intentado retenerte en Céfiro.
-Ustedes no tienen la culpa de nada...- Lilith dio un paso al frente. Himeko la observó con cierta desconfianza. Enseguida recordó quien era y lo que había significado en su vida desde que había llegado a Céfiro. - Yo he estado manipulando los hilos del destino desde las sombras... Soy yo quien les debe una disculpa...- Una carcajada exagerada de Lucifer los interrumpió.
-Pero miren nada más que escena tan conmovedora... El amor es debilidad, Lilith... Y tú te has dejado llevar por tu corazón.
-Es cierto... tienes razón, Lucifer...- Lilith caminó hacia adelante para interponerse entre Lucifer y los demás. - Siempre me he dejado llevar por mi corazón, esa fue la razón por la que te seguí incondicionalmente, la razón por la que cumplí cada uno de tus caprichos. Quizás... debí deshacerme de mi corazón, como tú lo hiciste...- Lucifer frunció el ceño, molesto. No le agradaba perder el apoyo de la mujer, gracias a la cual había llegado tan lejos. - Pero ya no más, Lucifer... Ya no... Tu batalla acaba aquí...- Lucifer volvió a reír.
-Claro que sí, mi querida Lilith... pero esta vez, acaba con mi triunfo sobre el Creador... La oscuridad por fin le ganará a la luz. Nada más observa, a su más oscura y poderosa creación. - Lucifer desvió su mirada a la bestia que había emergido del mar, haciendo que Lilith y los demás también volteen a verla. - El Leviatán se encargará de destruir lo que sigue en pie. Los terremotos, incendios, erupciones de volcanes que presenciaron aquí, suceden en todo el mundo… El apocalipsis ha comenzado… y todo gracias a ti, Himeko.
Lucifer río. Y Himeko sufrió una suerte de crisis nerviosa. El leviatán se había adentrado en la ciudad, incendiando todo a su paso, con las llamaras que escupía de su boca.
-Todo esto es mi culpa mamá. - lloró, volteando a ver a Fuu.
-Podemos detenerlo, Himeko, tranquila...
-Pero ¿cómo? ¿Ya lo has visto?
-El Leviatán, la más poderosa de las creaciones... Sólo su mismo creador lo podrá destruir... Una vez despierto, ya no hay vuelta atrás...- intervino Lucifer.
-Es cierto...- Lilith se dirigió a Himeko.- No hay forma de destruirlo, pero si devolverlo a su cárcel en el mar. Y eres tú la única que puede hacerlo.
-¿Yo? Pero...
-Tú tuviste el poder de despertarlo... de la misma manera, tienes el poder para devolverlo a su morada.
-No puedo hacerlo... No sé cómo...
-Himeko... mírame...- Fuu tomó las manos de su hija. - Tú puedes hacerlo. Siempre le he temido a todo ese potencial tuyo... Jamás me di cuenta de las cosas maravillosas que podían llegar a hacer con él. Confío en ti. Sólo recuerda, no estás sola en esto, nunca lo estarás. - Himeko sonrió. Miró a su alrededor, a su familia. Después de todo, en el fondo de corazón, siempre lo había sabido. Siempre, sin importar lo que pase, podría contar con todos ellos.
-Al final de cuentas, la profecía siempre fue cierta. - Gurú Clef dio un paso al frente, para hablarle a la niña. - Tú harás que Céfiro resplandezca aún más, y para siempre. Pero no será acabando con este mundo. Tú personificas la unión entre Mundo Místico y Céfiro, estoy seguro de que encontrarás la forma de que ambos mundos puedan subsistir en completa armonía.
-Gurú Clef...- Himeko miró al mago, soltando las manos de Fuu. Luego, observó a los demás.
No podía fallarles, no de nuevo. Escapar había sido un terrible error. Escuchar a Lucifer aún más. Amaba ese mundo, no quería verlo desaparecer. Pero también amaba Céfiro. No podía dejar que alguno de los dos sea destruido. Aunque termine volviendo a Céfiro para no regresar nunca jamás.
Desvió su mirada hacia la bestia, que se había adentrado en la ciudad. Una suave brisa surgió de su interior, revolviendo sus cabellos dorados. Entonces, su cuerpo se vio rodeado por un halo dorado, intenso. Dio unos pasos al frente. Debía ir tras él, debía devolverlo al lugar del cual provino.
-¡No lo permitiré! ¡De ninguna manera vas a detenerlo! - enfurecido, Lucifer lanzó una poderosa esfera de energía oscura contra la niña.
El mago se apresuró a dar un paso al frente, creando un escudo en el que la magia del "adversario" se disolvió.
-¡Rayos rojos! - Hikaru se apresuró a contraatacar, pero Lucifer fue más rápido, logró esquivar su ataque con facilidad.
-¡Ve Himeko! Encárgate de devolver al Leviatán al lugar del que nunca debió salir... Nosotras nos encargaremos de detenerlo a él. - vociferó Umi, antes de lanzar todos sus poderes contra Lucifer. Himeko se apresuró a ir tras la bestia, sin mirar atrás.
-¡Fuu! ¡Ferio! Vayan con ella. - dijo Hikaru, mientras se tomaba algunos segundos, aprovechando que Umi atacaba.
-Pero... Hiakru...- Fuu permaneció inmóvil. ¿Ir tras su hija? Claro que era lo que quería hacer, de ninguna manera podía dejarla sola. Pero tampoco podía dejar a su suerte a sus amigas. ¿Qué pasaría si no podían contra Lucifer? Si algo llegara a pasarle a alguno de ellos, no podría vivir con la culpa.
-¡Ve! ¡Ella necesitará de ustedes! ¡No te preocupes por nosotras! ¿Acaso no confías? - insistió Hikaru. Fuu afirmó con la cabeza. ¿Cómo no confiar en ellas? Confiaba. Ciegamente. Miró a Ferio. Él, con sólo una mirada supo lo que ella estaba queriendo decirle. Ambos corrieron detrás de su hija.
-¿Creen que será sencillo? ¿Contra el mismo hijo de Dios, la estrella más resplandeciente del cielo? -Lucifer volvió a lanzar todo su poder contra ellos, está vez, incrementado por miles, con la energía de toda esa furia contenida durante milenios. La magia oscura chocó contra el escudo de Gurú Clef. Durante algunos segundos, la magia de luz del mago logró detener el ataque. Pero, pronto, acabó por sucumbir ante el poderío de la estrella caída, no sin antes absorber gran parte de aquella magia oscura. Sin embargo, eso no impidió que los rezagos de la magia llegarán hasta el mago, electrocutando su cuerpo.
-¡Clef!- Umi intentó llegar hasta él, pero el poder de aquella magia oscura se lo impidió.
Tras algunos eternos segundos de tortura para el mago. La magia acabó por extinguirse también. Al ser liberado de la magia, el mago cayó con todo el peso de su cuerpo sobre sus rodillas. Jadeó, apoyando las palmas de las manos en el suelo. Entonces Umi corrió hacia él.
-Clef, amor... ¿estás bien? - dijo, mientras lo tomaba por la espalda. Un aura poderosa los rodeó, revolviendo los cabelles celestes de la guerrera.
-Estoy bien, sirena… no te preocupes. - dijo el mago, antes de que Lucifer vuelva a atacar a la pareja, para evitar que el poder de su amor se vuelva a su contra.
-¡Umi!- gritó Hikaru, tratando de hacer reaccionar a su amiga, pero ella ni siquiera le prestó atención.
La estrella de la mañana era el ser más poderoso del universo entero, mucho más que cualquier otro enemigo que hayan enfrentado alguna vez en la vida. Si acaso la fuerza del amor verdadero podía derrotarlo, pero, para eso, necesitaba ser el amor más puro y sincero que existiera sobre la faz de la Tierra. ¿Existe acaso un amor así?
Al ver que la guerrera y el mago serían víctimas de su infinito poder y, sin ninguna otra alternativa, Ascot corrió hasta quedar delante de ellos, recibiendo, así, toda la furia de Lucifer. La luz se hizo más intensa al impactar contra el palu, al mismo tiempo que electrocutaba cada célula de su cuerpo. Entonces, una luz blanca, brillante, emana del interior del palu.
-¡No! ¡Ascot! – Umi atinó a ponerse de pie, convocando su magia de agua. Pero antes de que pudiera atacar, la luz de Ascot se extinguía, junto con la magia oscura de Lucifer.
Los ojos de Umi se llenaron de lágrimas al ver cómo el palu caía de espalda al suelo, inconsciente.
-¡Ascot! - Umi corrió hacia él, mientras Hikaru hacia un ademán para hacer aparecer su espada y atacar a Lucifer. - Ascot, Ascot, ¡Háblame! - Umi apoyó la espalda de su amigo en sus rodillas. El palu apenas abrió los ojos, levantó su mano temblorosa para tocar el rostro de la guerrera.
-Te amo, Umi…- susurró. - No es tu culpa…- acabó diciendo, con sus últimas fuerzas. Segundos después, su mano cayó inerte al suelo.
-¡NOO! ¡Ascot! ¡No me hagas esto! ¡Quédate conmigo! - el grito desgarrador de la guerrera retumbó en los altos edificios que rodeaban la costanera. -¡ASCOT!
El poder del dios de agua emergió de su interior, mezclándose con los últimos rezagos del poder de Ascot. La magia los envolvió en una especie de ventisca con destellos de luz.
El mar se embraveció de tal manera, que hasta al mismo Lucifer causó temor. Y, entonces, una copiosa lluvia comenzó a caer en toda la ciudad.
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La guerrera del viento se detuvo en seco, al sentir la lluvia golpear contra su piel. Su corazón se estremeció, sintió deseos de llorar desenfrenadamente.
-¿Fuu? ¿Qué ocurre? - preguntó Ferio, alarmado, al ver cómo las lágrimas caían de sus ojos.
-Es Umi…- sollozó. Entonces, el rugido de la bestia, a la que habían estado persiguiendo, los interrumpió. Se había percatado de su presencia y venía hacia ellos.
Observó a su hija, que se había detenido algunos pasos delante de ella. El cuerpo de Himeko comenzó a brillar con intensidad, al mismo tiempo que sus cabellos danzaban con el mismo viendo que salía de su interior. Estaba como encerrada en una esfera de poder, que, incluso, impedía que la lluvia, que caía copiosamente, la moje. La niña colocó sus manos al frente concentrando su energía en ellas. Una esfera de luz dorada se concentró en ellas en apenas unos segundos. Entonces, apunto a la bestia, Himeko hizo un gran esfuerzo por mantener la energía, tratando de vencer al Leviatán. Pero la bestia era demasiado poderosa.
Fuu la observó en silencio, sus energías se agotaban, no sabía cuánto tiempo más podría sostener todo ese poder. Volteó hacia atrás, al lugar desde el que venían. No podía dejar a Himeko, pero le preocupaba lo que estaba pasando con sus amigas.
-¡Fuu!- vociferó Ferio, al ver que el poder de Himeko se extinguía y ella pasaba a ser el blanco de la bestia.
-Lo siento, Umi…- susurró, mientras una lágrima recorría su mejilla.
Notó que el Leviatán inflaba su pecho, al mismo tiempo que una luz rojiza brillaba en él y tiraba su cabeza central hacia atrás. Sólo podía significar una cosa. Esa bestia era tan similar a las que había enfrentado en el pasado. Por un momento llegó a su mente la imagen de la criatura que había enfrentado a los pies de la Garganta del Diablo, la hidra-dragón creada por Ryota. ¿Por qué se le parecía tanto?
-¡Himeko! – Fuu corrió hacia ella invocando su viento protector, protegiendo, así, a su hija y a ella misma de la bocanada de fuego que el Leviatán escupía.
-Mamá…- Himeko observó a su madre. Con sus manos en alto, hacia un esfuerzo sobrehumano para que el escudo no se extinga ante el poderoso fuego sagrado del Leviatán.
-Debes volver intentarlo, Himeko.- jadeó.
-Yo… yo no puedo hacerlo... - sollozó la niña.
Acto seguido, observó como Ferio desenfundó su espada y corrió hacia la bestia para atacarla. Al tener que esquivar sus ataques para defenderse, el Leviatán terminó su vómito de fuego, por lo que Fuu pudo deshacer el viento protector. Entonces, volteó a ver a su hija.
-¡Claro que puedes! ¡Debes hacerlo! - gritó.
-Pero yo…
-¿Ves la lluvia caer? - Fuu bajó el tono de su voz, intentando calmarse. Himeko se sorprendió. Miró hacia el cielo para ver la lluvia caer. El escudo que había creado a su alrededor seguía manteniéndola seca, pero su madre estaba empapada. Ni siquiera había notado que llovía. - Es Umi…
-¿Qué? Pero…
-Se que es Umi, Himeko, porque nosotras tres somos una… No sé qué ha pasado, no sé si es Gurú Clef, o quizás Hikaru, pero algo está pasando…- Himeko observó la tristeza en los ojos de su madre. Esa misma tristeza que solía tener en los días que luchaba por proteger Céfiro. La misma tristeza de la que Kuu le había hablado. Sintió un nudo en la garganta, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
-No… No puede ser…
-Himeko… si no lo detenemos…
-Pero yo… no sé qué hacer… yo no soy como tú, mamá… No importa lo que digan, yo no soy fuerte… La misma noche que llegué aquí, intenté regresar a Céfiro, entonces noté que el portal estaba cerrado. Y sentí mucho temor, tenía mucho miedo de no poder regresar nunca, de no saber cómo sobrevivir aquí… A pesar de que siempre sentí que esté era mí mundo, me sentí muy pérdida aquí… Si me hubieran transportado a un mundo extraño y me hubieran dicho que tenía que luchar por él… no sé qué hubiera sido de mí…- Fuu sonrió, al mismo tiempo que secaba sus lágrimas.
-¿Y por qué piensas que yo no sentí miedo? La verdad es que también estaba aterrada, Himeko. Ser valiente no significa no tener miedo nunca, significa luchar a pesar de estar aterrada, enfrentar tus miedos, luchar por los que amas. ¿Y sabes? Ellas fueron la razón por la que pude hacerlo, ellas me hicieron valiente.
-Mamá…
-Lo único que yo deseaba era proteger a los que amaba… La pregunta es, Himeko ¿Estás dispuesta a luchar por los que amas?
-Claro que si mamá… Quiero protegerlos a ustedes. - Himeko miró a su padre, que seguía luchando contra el Leviatán. - Umi, a Hikaru, a Gurú Clef, a Ascot, Latis… a Kuu… a Yie… y a los niños…- Fuu se acercó a ella. Tomó sus manos. Al hacerlo, un inusual y poderoso viento surgió de ellas.
-Te amo, Himeko… más que a nada en este mundo, en el universo entero… y sería capaz de dar hasta mí vida por ti.
-Pero yo no quiero eso, mamá… Quisiera que fueras eterna, que nunca me faltes… Te amo, mamá. - la última lágrima que Himeko derramó, cayó sobre sus manos. Entonces una potente luz dorada surgió y creció rápidamente. Ambas lo observaron embelesadas.
Luego, con sólo una mirada, supieron lo que debían hacer. Con un pequeño ademán con su mano, Himeko desvío la luz hasta el Leviatán.
Fuu observó como el Leviatán luchaba, en vano, por liberarse de todo ese poder. La magia de luz lo consumió poco a poco, hasta que se vio envuelto en ella y desapareció antes sus ojos.
Luego, la columna de luz se dirigió hasta el mar, perdiéndose en el horizonte. Una vez que llegó a su destino en el punto más recóndito del océano, se expandió a todo el mundo, haciendo que los temblores cesen, que las tormentas se calmen, que los volcanes dejen de escupir su furia sobre la tierra. Los ríos volvieron a ver correr aguas cristalinas por ellos, los mares calmaron su furia. En el firmamento, las nubes se dispersaron, mientras que la Luna perdía ese color rojo intenso y la estrella de la mañana disminuía su brillo, hasta volver a ser una estrella más en el cielo, la última estrella rodeada de un horizonte anaranjado, que marcaba que un nuevo día estaba comenzando.
-Lo lograste, Himeko…- sonrió Fuu.- devolviste al Leviatán al lugar del que nunca debió salir…
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Lucifer cayó de rodillas al suelo, derrotado, ante la mirada penetrante de la mujer a la que alguna vez había amado. Apoyó sus manos sobre el cemento, con su cabeza gacha y su mirada en el suelo. Su luz se había apagado, sus poderes habían desaparecido. Se sentía débil, vulnerable, como un ser humano común y corriente.
-No puede ser… no otra vez. - susurró, al borde del llanto.
-Te advertí que la luz siempre le gana a la oscuridad, Lucifer… El amor no es debilidad, el amor es la magia más poderosa del mundo. El amor de ese muchacho logró protegerlos. - Lilith miró hacia atrás, dónde Umi lloraba amargamente en los brazos del mago, mientras Hikaru permanecía de pie, inmóvil, junto al cuerpo sin vida del palu, envuelto en un escudo mágico que lo mantenía a salvo. - Pero, no existe en el mundo amor más puro y sano que el amor de madre… Tu magia oscura jamás hubiera tenido una oportunidad contra esa magia de luz tan poderosa. Si tan sólo lo hubieras entendido, antes de quitarte el corazón…- Lucifer se sentó sobre la acera, mirando hacia el alba.
-Él lo sabía… Sólo quería verme derrotado una vez más…
-Él ya te ha perdonado, Lucifer… - Lucifer bajó la mirada para enfocar los ojos turquesa de la mujer. - por eso, me ha guiado hasta esto. - con sorpresa, observó como Lilith juntaba ambas manos delante de ella, con las palmas hacia el cielo y hacia aparecer en ellas un corazón. Un corazón que parpadeaba con una luz brillante e intensa.
-Lilith… No…- Lilith sonrió. Se agachó junto a él. Sabía que estaba débil, que no podría hacer nada para evitarlo. Lo miró a los ojos. - ¿Por qué haces esto?
-En esos años que estuve en Céfiro, me sentí como en casa, en familia. Allí encontré amigos de verdad, me hicieron sentir que, por primera vez, pertenecía a un lugar, hicieron que la soledad que siempre había sentido desaparezca. Pero no fue hasta que las conocí a ellas, que entendí lo que significaba amor de verdad… y sólo quiero que tú también puedas sentirlo.
-Espera… ¡No! El grito desesperado de Lucifer se ahogó cuando sintió que Lilith devolvía su corazón a su pecho. Casi al instante, las lágrimas cayeron de los ojos de Lucifer. -Lilith…- Ella no dijo más, sólo lo abrazó con fuerza. A pesar de todo, lo amaba con intensidad. Quizás, sólo quizás, las segundas oportunidades si existan. Quizás, después de tantos años de vagar por el mundo, por fin ambos habían conseguido el perdón. Y la libertad.
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Se detuvo en seco al llegar a la costanera, al ver como su miedo más intenso se había vuelto realidad.
-Ascot... - susurró, al ver el cuerpo del palú que yacía en el suelo. Pero no se animó a acercarse más.
-No... No puede ser... No puede ser. - titubeó Ferio, al notar lo que estaba pasando. - ¡Hermano! - Ferio corrió hacia donde yacía el cuerpo del palú, mientras Fuu lo observaba con lágrimas en los ojos.
-¿Mamá? - la dulce voz de su hija la hizo sobresaltar. - ¿El tío Ascot esta...? - Fuu abrazó a su hija, sin decir más, y lloraron juntas.
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"Hay un momento en cada alba en la que la luz está como suspendida: un instante mágico donde cualquier cosa puede suceder. La creación contiene su respiración. (*)"
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Los primeros rayos de sol comenzaban a alcanzar los edificios más altos de la ciudad, haciendo aún más visibles los rastros de la noche más oscura de la historia. Lilith observó el alba. No recordaba haber visto al sol brillar con tanta intensidad desde que Él había decidido enviar a la Tierra, como un humano, a la segunda "Estrella de la Mañana", el que, finalmente, acabaría haciendo lo que Lucifer no pudo hacer y se terminaría convirtiendo en la verdadera estrella más resplandeciente del cielo. Quizás, había sido él quien lo había convencido de otorgarles el perdón.
Suspiró. Ahora que la Tierra había sido salvada, ahora que ambos eran libres, quizás Céfiro podría ser reconocido como parte de su creación y, entonces, ya no tendría por qué ser un secreto para los terrícolas. Y ellas, por fin, no tendrían que elegir entre un mundo o el otro...
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(*) Douglas Adams
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N/A
De verdad, no se dan una idea de lo que me costó escribir este capítulo. Aún estoy llorando por el final de Ascot. Espero no me odien, dude mucho en escribirlo. La verdad es que tenía otra idea para la esperada batalla final, por supuesto que Ascot no moría, y Gurú Clef ni siquiera estaba en ella. Originalmente ni siquiera estaba en Mundo Místico. Pero, bueno, saben que al mago no le gusta que le digan lo que tiene que hacer, simplemente hizo lo que quiso y viajó a Mundo Místico sin mi autorización jajaja.
Últimamente, he visto algunos videos en los que decían que todo escritor debe matar a un personaje amado y con el que los lectores empatizan. ¿Acaso será que he madurado como escritora? La verdad es que no lo creo. Pero siempre he tenido en mente que en alguna historia algún personaje importante debía morir. Nunca me animaba a hacerlo. Incluso hay por ahí una historia en las que hice morir a 3 sailors, y hasta el capítulo final dudé si revivirlas o no (pequeño auto-chivo, la historia se llama "El Fin del Tiempo", es un crossover entre Sailor Moon y Guerreras Mágicas. Si, como yo, aman ambas series, vayan a leerla. Realmente no he encontrado crossover de esos dos animés, sólo un par y de tan mala calidad que no pude siquiera llegar al capítulo 2). Y, también, he de confesar que en algún momento cruzó por mi cabeza "matar" a Clef en aquel enfrentamiento con Ryota, en la montaña, y hacer que Umi se quede con Ascot, pero bueno, finalmente desistí porque no me pareció justo para Ascot que Umi se quede con él sólo porque el verdadero amor de su vida había muerto, sería mejor que ella lo eligiera, después de todo, siempre creí que Ascot la merecía más, él siempre ha estado ahí para ella.
Sin embargo, desde que comencé está historia supe que quería que sea totalmente diferente a la primera parte, algo más intensa y oscura. Después de varios años de escribir Destino, entendí que una historia "madura" no significa llena de "lemon". Verán que, a diferencia de la primera parte, no hay ni una escena "hot" aquí (Bueno, quizás una, pero fue más sutil) Y desde que comencé a escribir tenía en mente matar a alguien querido para alguna protagonista (la verdad, era alguien querido para Himeko, para que aprenda la lección, y no tan importante para la historia). Jamás pensé que sería Ascot, hasta que me encontré a mitad de este capítulo, y la idea llegó de a la nada, creo que la historia lo pedía a gritos. La verdad es que estoy tan sorprendida como ustedes. Simplemente no la pude quitar de mí cabeza. Y, bueno… ¿Vieron en las novelas? Cuando existen tres protagonistas y la "chica" es amada por dos hombres y ninguno de ellos es el "villano", si no que los son excelentes personas, incluso hasta uno es perfecto y ella duda entre los dos (pero termina eligiendo al otro). Todos sabemos cómo acaba la historia con el que no es elegido. Bueno, siento que algo así paso aquí. A los que escriben historias, ¿No sienten que, a veces, un personaje toma vida propia y tiene sus propios sentimientos y decisiones? ¿Y que, por más que intentamos forzarlo a que siento otra cosa, o haga otra cosa, simplemente no podemos controlarlo? Bueno, ese para mí es Ascot. Desde la primera parte siento que, por más que me esforcé por demostrar que amaba a Kahamla, que la había elegido, nunca dejó de amar a Umi, que sólo engañó a todos, incluso se engañó a sí mismo, para que Umi pudiera ser feliz. Pero en cada paso que daba, cada vez que la alentaba a luchar por Clef, o la aconsejaba o, simplemente, consolaba, en realidad sentía unos deseos desenfrenados de besarla.
Sé que seguramente me arrepienta de esto, como sigo arrepintiéndome de no hacer que Fuu vuelva a Mundo Místico al final de la primera parte (de hecho, fue eso lo que terminó derivando en esta historia, quizás no estuvo tan mal después de todo). Porque ahora, con la historia a medio terminar me sigo preguntando cómo haré ahora para que Umi y Himeko dejen de sentir culpa por la muerte de Ascot. Cómo haré que Kahamla pueda perdonar a Umi, sobre todo considerando que, en el fondo, ella siempre supo que Ascot la amaba a ella. Y qué pensará su pequeño hijo cuando sepa del destino de su padre, sobre todo sabiendo que dio su vida por proteger a la mujer que amó y que no era su madre. Y no dejo de pensar que todo eso significará un final abierto que, quizás, en algún momento, de lugar a mis deseos de continuar con otra historia. Y no era la idea. Por ahora, creo que me voy a dormir… ya veré como resuelvo estos asuntos en el próximo capítulo. Ya saben, odio los finales abiertos, me gusta darles un buen cierre a todos, aunque eso signifique un capítulo extra (o dos), de puro relleno. Y seguramente es lo que haré, aunque siento que este bien podría ser el final de la historia, ya tengo en mente como empezar al capítulo siguiente.
¡Nos leemos! Ya es muy tarde y mañana trabajo jaja
