UN SENDERO DE FLORES

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Camelia


Capítulo I

La brisa tranquila de la madrugada invadia el campo que rodeaba una sobria y grande estructura Manshon, donde en un lugar apartado se elevaba un Dojo con aire de tranquilidad que era cortada cruelmente por el filo de una katana, el sable era empuñado firmemente por su dueño, quien con destreza iniciaba su arduo entrenamiento. Aunque la guerra ya había finalizado los tiempos de paz aún se sentían lejanos para el guerrero, los recuerdos de las crudas batallas lo atormentaban noche tras noche.

—Lamento la tardanza.

Sin mirar sabía que se trataba de Kakaroto, su compañero de guerra y de los pocos que habían sobrevivido. No lo culpaba por llegar tarde al entrenamiento matutino.

Después de todo iba a unirse en matrimonio en pocas semanas.

—Empieza tu sólo. Yo ya estoy entrenando. —Respondió serio y continuó moviendo la katana con soltura y firmeza.

El recién llegado empezó a realizar movimientos cortos, mientras ambos continuaban el sol ya había alumbrado el campo lo suficiente para dar por terminada la sesión.

—Señor el desayuno está listo. —Una suave voz de una mujer ya anciana los llamo. Estaba arrodillada y sin levantar la cabeza.

—Quédate a desayunar.

—Esperaba que me invitaras, Vegeta—Le agradeció —En casa mi madre está presionandome mucho con la boda.

—Si no lo quieres, sólo debes negarte. —Vegeta respondía seriamente. Ambos se colocaron los Zori y salieron por los pasillos de madera que rodeaban la mansión.

—No es tan sencillo. Debo conocerla para poder dar una respuesta.

Vegeta no entendía su postura, siempre le llegaron propuestas de uniones antes de la guerra, las cuales rechazaba. Después de la guerra y la muerte de su padre El general Vegeta, las propuestas llovían. Pero él sólo las rechazaba e ignoraba.

Era sencillo.

Caminaron dentro de la estructura de madera que separaba la casa del jardín, al llegar a la puerta de ingreso a la estancia donde el desayuno sería servido se quitaron los Zori e ingresaron.

—Voy a presentar mis respetos al general —indicó Kakaroto.

Camino hacia el altar que se elevaba con el retrato del padre de Vegeta, un hombre severo y estricto que había perdido la vida en guerra. Encendió una varilla de incienso y le dio una reverencia. Una vez hubo acabado, el olor del desayuno lo llevo hacia el tatami donde su amigo ya estaba arrodillado esperándolo con su habitual mirada tan igual a la de su difunto padre. Se arrodilló él y agradecieron la comida.

—Esto está delicioso —Dijo Kakaroto

—Pues claro, es el mejor té que trajeron a la ciudad.—Vegeta no pudo evitar presumir.

—Por cierto. ¿Como está Tarble?

—Estudiando, supongo que eso hace. —la forma en la que lo dijo le dio a Kakaroto la razón. Vegeta no estaba feliz de que su hermano dejará el camino del guerrero para ir a estudiar medicina. Después de todo era el hijo mayor, la cabeza de su clan. Todos debían obdecerlo.

—Estoy seguro que lo hará bien. Hasta podría ser tan bueno como el maestro Karim.

—Es lo mínimo que espero. Ya que no obedece mis órdenes.

—¿Y si eliges discípulos? —Le sugirió el más alto —Tienes un buen Dojo y también experiencia. Estoy seguro que lo harías muy bien.

—No haré eso.

—Y... ¿Qué tal si te casas? Así podrías tener a tus propios hijos y estos te obedecerian. Sería ideal. —Volvió a decir Kakaroto.

Vegeta medito sus palabras, el igual había pensado que por más que lo aplazara debía casarse, por el bien de su Clan y su familia. Después de todo era el primogénito.

—Así ambos podríamos celebrar la Unión juntos. ¿Qué te parece?

Al escuchar eso, Vegeta dejo de meditar. Ahora entendía todo.

—Lo que sucede es que no quieres casarte tu sólo y buscas que yo también lo haga.

—Vegeta no seas malo.

—Nada de eso, si no quieres hacerlo sólo dilo y se acabó.

—No puedo hacer eso. Mi madre me mataría.

—Eso debiste pensarlo antes.

Continuaron el desayuno, pero Vegeta no pudo disfrutarlo. Su amigo había estado insistiendo en las ventajas de la Unión y como les iría bien a ambos pero no iba a escucharlo.

—Piénsalo Vegeta, después de todo eres mayor que yo. ¿No crees que es raro que siendo yo menor que tu me case primero? —Siguió Kakaroto.

—No veo como eso podría ser un problema. Así que mejor ve visualizando tu futuro familiar y conyugal.

Ambos se dirigían hacia la entrada principal, Vegeta quería verificar personalmente que su amigo llegará a casa y no se fuera a otro lado. Debía asumir sus responsabilidades.

—¿Enserio irás conmigo?

—Claro que si, tu eres muy habilidoso para escabullirte. —Le regaño Vegeta —Además de que si no llegas a casa Tu madre vendrá a buscarte y no quisiera lidiar con ella.

Caminaron hacia el pueblo, ya que debían atravesarlo para llegar al hogar de Kakaroto. A diferencia de la casa de Vegeta, que se encontraba alejado del bullicio, la casa de su amigo era en el otro extremo del pueblo igual de alejado y rodeado de campo. Las casas de ambos estaban entre las más grandes e importantes del pueblo, junto con la de otros guerreros.

Luego de la guerra habían sido recompensados con tierras y oro, al estar bien acomodados sólo debían administrar todo y entrenar.

—Vegeta, Kakaroto.

Ambos giraron al llamado de sus voces, el hermano mayor de su amigo venía hacia ellos.

—Raditz —Le saludo sorprendido el menor.—¿Qué haces en el pueblo?

—Buscarte. Nuestra madre me mando a llamar para llevarte a casa, dijo algo sobre que debes prepararte.

—No hacia falta, ya lo escoltaba yo para que llegue a casa.

—Buenos días Vegeta. —Le saludo Raditz con una reverencia que Vegeta respondió.

—¿Viniste sólo? ¿Y nuestro padre? —Pregunto a su hermano mayor.

—Se quedó en casa con Daiko. Agisa también se quedó a ayudar a preparar todo para mañana.

—Entiendo, entonces mañana. ¿Vendrás Vegeta?

—Al parecer será familiar ya que tu hermano y su familia estarán presentes. Estaré presente para tu compromiso.

—Pero...

—Además estarás con tu hermano. Podrías pedirle consejo.

—Así es Kakaroto. Casarse no es tan malo. —estuvo de acuerdo Raditz. —Es una etapa en tu sendero.

—Sólo dices eso por qué tu si elegiste con quien casarte.

—Muy bien Kakaroto, ya que tu hermano está aquí volveré a casa. Presenta mis saludos a tus padres. —le indicó al mayor y se retiró antes de que su amigo hiciera una queja.

—Ya que estamos solos. Hablaste con Caulifla ¿Cierto?

—Aún no.

—Sabes lo que yo pienso al respecto Kakaroto. Deberías aclarar las cosas.

—Lo sé, es sólo que si lo digo en voz alta se hace más real. ¿Cómo supiste que querías casarte?

—Como lo dijiste fue más fácil para mi, ya que conocí a Agisa desde siempre. Además de que... —Raditz se quedó mudo en el camino algo sonrojado. Aún recordaba como había conocido a su esposa.

—¿Qué? —Insistió su hermano al ver la expresión que tenía.

—Nada, mejor apresuremonos.

—¿Eh? Pero yo quiero saber.

Caminando más rápido ambos hermanos llegaron a casa donde todo era un caos en medio de la preparación de la boda del hijo menor de la familia Son.

(...)

—Señorita, ya es hora de levantarse.

La joven de cabellos negros suspiro entre sueños, sentía pesadez y cansancio ya que por los nervios no había dormido en gran parte de la noche. Nerviosa como estaba no había conciliado el sueño hasta altas horas de la madrugada y ahora ese descuido le había costado caro.

Con un bostezo se desperezo, observó su habitación con nostalgia. Vivía bien su padre era alguien muy rico y por lo mismo ella no había tenido carencias, dormía en un catre elevado de colchas blandas y no en futon como era normal, tenía mucha ropa de telas de seda, al igual que accesorios bellos de colores brillantes. La habían preparado siempre para ese día, bordaba, pintaba, tocaba instrumentos, hasta sabía cocinar. Pero muy dentro de ella y de su orgullo sabía que podía hacer más, su padre había sido un luchador después de todo. Ella se sentía luchadora igual y aunque sólo sabía lo básico podía manejar con gracia una cuchilla katana corta.

¿Debía renunciar a eso igual?

Se levantó y fue conducida hacia una bañera de agua caliente, mientras le tallabanel cuerpo con lociones aromáticas y flores se relajó, pensando en que sólo sería un día normal, no pasaría nada ni tendría que conocer a su prometido. Nada...

—¡Milk! —la pelinegra abrió los ojos sorprendida de oír su nombre en un grito. Vio como su mejor amiga llegaba corriendo de una forma que escandalizaria a su institutriz.

—¡Bulma! —Grito en respuesta.

Luego de su baño ambas muchachas volvieron a la habitación de Milk, donde ya estaba listo el kimono que debía vestir al igual que había una mesa baja puesta para desayunar.

—Crei que llegarías más tarde. —Hablo Milk arrodillandose frente a la mesa invitando a Bulma a acompañarla.

—No pude dormir. Estaba nerviosa y al parecer tu tampoco. ¡Mira tus ojos!

—No veo por que tú te desvelarias.

—el té servido era muy bueno por lo que empezó a tomarlo para relajarse. —Tu no eres la que va a casarse.

—Lo sé, lo sé. Es sólo que dentro de pocos días ya no será como ahora. —Bulma bajo la mirada triste. —¿Que pasará conmigo?

Milk examinó a su mejor amiga, era muy bella, con unos hermosos ojos azules brillantes que atraían miradas, un cabello turquesa lacio y una sonrisa coqueta adornaban su rostro. Milk era tranquila como viento suave en cambio Bulma arrazaba con todo a su paso.

—Pues igual te casaras. —Afirmó Milk —Sólo es cuestión de tiempo.

—¿Es lo que quieres? —La peliazul hizo la pregunta que Milk no quería escuchar.

—No lo sabré hasta que lo vea. —respondio indiferente, continuando con su té.

—Sabes que no me refiero a eso.

—Bulma. Por favor...

La peliazul no insistió, en silencio continuaron comiendo. Pero Milk no podía probar bocado "¿Es lo que quieres?" La pregunta retumbaba su cabeza, ¿Quien quiere algo así? Se cuestionó, estaba asustada de su futuro, de su destino ¡De todo! Quería salir corriendo y vomitar. En momentos así deseaba tener a su madre pero había muerto hace ya mucho así que estaba sola.

Terminado el desayuno debía colocarse el Kimono especialmente hecho para ese día, era de seda pura de un color marfil con un bordado rosa que cubría las largas mangas y la parte baja de la falda, casi parecía de un color rosa claro. Para ponérselo su amiga Bulma le ayudaría junto con varias doncellas, se sentía nerviosa mientras empezaban a ajustar el área del pecho con el Obi y quería salir a vomitar.

—Te vez muy hermosa —Bulma elevó el rostro de la pelinegra una vez que estuvo vestida. —Si no te acepta es un cabeza hueca.

—¡Bulma! No digas eso, tu eres más bonita. —Confesó Milk.

De hecho era una verdad, ya que su cabello y ojos negros no eran rival para el azul de Bulma.

—No pensarás eso cuando termine de peinarte.

Milk sintió como su cabellera negra era trenzada y enrollada para darle forma tras la nuca en un moño elevado, también le agregaron detalles dorados para resaltar aún más el peinado, luego con varios pinceles pintaron su rostro.

—¡Oh Milk! ¡te ves hermosa! —Alabó Bulma junto a las doncellas una vez que vieron como la belleza discreta salía a relucir.

Milk busco su reflejo en el espejo, pero no se reconoció. Su cabello recogido, sus ojos deslumbrantes y sus labios rosa, ¿Era ella? Se pellizco la cara y si, en efecto era ella misma.

—Señorita su padre la espera. —le aviso una sirvienta.

—Iré en seguida. Gracias. —Le dijo y luego pidió a sus doncellas que salieran. Al final se queda sola con Bulma a quien corrió a abrazar. —¡Prometeme que llegarás pronto!

—¡Estaré contigo mañana mismo! No te dejaré sola.

Con esa promesa ambas amigas se despidieron efusivamente, fueron hacia la salida donde el padre de Milk estaba esperando a su única hija. La pelinegra algo mareada subió el carruaje personal sólo para ella y su padre encabezando la comitiva emprendieron marcha.

El viaje era medianamente largo, cuando vio la ciudad a la que habían llegado supo que faltaba poco. Con ayuda de su abanico se dio aire pero no lograba aliviar la presión que sentía, punzadas en el vientre la hacían querer doblarse de dolor pero las prendas que llevaba se lo impedían. Diviso por un pequeño agujero que se alejaban del bullicio de la ciudad y vio los paisajes del inicio del verano pintando todo.

—¡Alto! —El grito de su padre Ox Satan quien iba delante a caballo frenó por completo el movimiento.

"Ya llegamos" se abanico de nuevo esperando aire más fresco pero no lograba respirar del todo, sentía que le daría un ataque. ¿Qué podía hacer? Pensaba unir su vida a la de un hombre que apenas iba a conocer, estaba sola en un lugar nuevo sin idea de lo que pasaría con ella.

—Señorita, ya debe bajar. —Dos toques en su puerta le indicaron el inicio de su odisea. Una vez más respiro profundo llenando sus pulmones de todo el aire que pudiese, se arregló un poco más y cubrió su rostro con el abanico que llevaba.

Com ayuda de un sirviente bajo los peldaños hasta tocar tierra firme, un alivio para sus pies que no dejaban de temblar, cada paso que daba la acercaba pesadamente a su inminente destino, no se atrevió a elevar la vista, no podía.

¿Qué pasaría? Si aceptaba el compromiso sería incierto todo lo demás y si la rechazaba sería un insulto para ella. Su orgullo le decía que no podía negarle el compromiso, pero por otro lado no le agradaba la idea de casarse.

¡Era contradictorio!

—¡Ahí está! —la voz ronca de su padre la devolvió a la realidad. —¡Mi más grande y único tesoro! Mi hija Milk.

Con la presentación hecho sólo quedaba bajar el abanico y elevar la mirada, con un tiempo eterno lo hizo y agarrando valor se preparo para iniciar una reverencia y un saludo: —Es muy grato conocerlos, gracias por su generosidad.

Al levantar la vista los vio, había dos mujeres vestidas con kimono y tres varones adultos que usaban hakamas y saoris de entrenamiento, incluso vislumbro las empuñaduras de katanas colocadas en el Obi, todos muy parecidos. ¿Cuál sería su prometido?

—Bienvenida —hablo el que supuso era el padre, su voz era firme pero amable. —Ella es mi esposa Gine.

—¡Mucho gusto!—La mujer de cabellos negros la recibió con amabilidad sincera y una sonrisa amigable. Vestía un bonito kimono de color verde oscuro con detalles de hojas más claras. —¡Eres muy hermosa!

—Gracias..

—Relajate querida, ella es Asagi. —Señaló a la joven mujer que estaba a su lado, la cual vestía un kimono de color celeste con flores bordadas. —Es la esposa de mi hijo mayor Raditz.

—Es un placer conocerlos.—Reverencio Milk hacia la pareja de esposos. Hasta que lo vio...

Finalmente supo quien sería. Era alto y se veía muy fuerte, al igual que su cabello negro resaltaba con una forma extraña de puntas y tenía la mirada más tonta que había visto...

—El es mi hijo menor Kakaroto y tu futuro esposo. —Dijo el padre de Milk para dar por hecho el compromiso.

—Hol... —Milk extrañada escucho como su futuro esposo casi cometía un error de saludo. —Es decir, es un gran placer conocerla señorita Milk.

—El... placer es todo mío

Sólo logró articular eso para luego desconectarse. Estuvo ausente durante el almuerzo, poco comunicativa y muy tranquila, luego de que su padre y su futuro suegro se retirarán a un salón a parte ella se quedó con su futura suegra y cuñada, quienes muy amables conversaban con Milk pero al verla tan poco animada asumieron que estaba cansada por el viaje, llamaron a unas doncellas para ayudarla y le llevaron a la que sería su alcoba durante su estancia ahí.

Una vez sola y con un kimono de color rosa suave mucho más ligero se relajó. La habitación era hermosa, se sentía acogedora como si hubieran pensado cada detalle para hacerla sentir en casa. Pero ya no estaba en casa. Aún así estaba determinada, había tenido una impresión de su futuro esposo poco acertada, lo vio como alguien torpe al parecer. Pero sólo era un día. Tal ves al igual que ella sólo estaba nervioso.

Era lo más probable.

Se recosto sobre el acolchado y con altas expectativas no supo en que momento se durmió.

(...)

Manshon: Casa tradicional japonesa, parecida a una mansión.

Katana: Espada curva de un solo filo larga, usada por samuráis.

Zori: Sandalias de madera japonesas.

Dojo: Habitación de entrenamiento.

Daiko: Rábano japonés pequeño y picante.

Agisa: Significa color amarillo claro.