Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J. K. Rowling. La historia es de Inadaze22.
xxx
Capítulo treinta y cinco: En las cenizas del sol de medianoche
Primera parte: La caja adornada
14 de agosto
El olor a pintura muggle era fuerte en el aire y asaltó su nariz hasta que se encontró en la entrada de la conocida sala de conferencias.
O tal vez ya no le era tan conocida.
Su madre había redecorado, de nuevo, y Draco tuvo dificultades para obligar a su rostro a no fruncir el ceño.
Miró a su alrededor y luego retrocedió para asegurarse de que era la habitación correcta.
De hecho, lo era.
Pero… Draco dio un paso hacia la habitación.
Todo estaba mal. En lugar de las suntuosas paredes y los suelos de mármol, las paredes eran de color crema. Por no mencionar la alfombra en el piso, una alfombra azul, que representaba a un jugador de Quidditch que estaba en constante buscando la snitch, pero nunca la atrapaba. En lugar de retratos con silenciosas expresiones de desdén, había carteles de famosos jugadores de Quidditch y uno de una criatura púrpura con aspecto de ogro saltando.
Y juguetes. Estaban por todas partes.
Algunos estaban organizados a un lado de la gran sala, pero la mayoría no. Draco frunció el ceño con disgusto.
Su ceño fruncido finalmente se transformó en molestia cuando, mientras se adentraba más en la habitación y notaba los cambios, casi tropezó con uno de los pequeños y malvados juguetes. El cartel más cercano, resultó ser de ese imbécil de Gryffindor, Oliver Wood, hizo muy poco para sofocar su risa. Draco lo miro con odio. Wood se rio. Draco blandió su varita. Wood mostró una sonrisa arrogante. Draco reflexionó en voz alta sobre cuál sería el mejor hechizo para prenderle fuego.
Y Wood guardó silencio.
Una vez que envió volando al ofensivo juguete por la habitación, Draco se sacudió los hombros, guardó su varita en el bolsillo y se dio la vuelta para irse. Y fue entonces cuando lo escuchó.
Tic. Tac. Tic. Tac.
Su cabeza se volvió bruscamente, lleno de curiosidad, con ojos increíblemente observadores. Y ahí estaba.
El reloj.
Podría haber jurado que le había dicho a Arcturus que se lo quitara. Y todavía…
Draco pareció gravitar hacia él como un anciano hacia un banco en el parque. Con dedos cautelosos, se acercó y lo tocó. La madera era suave bajo sus dedos, bien trabajada y con acabados de gran habilidad. Era una reliquia Malfoy, pero al mismo tiempo, se veía muy diferente al reloj que se había burlado de él la última vez que estuvo en esta habitación. La madera era de un color más claro y cambiaron la apariencia de la esfera del reloj para que encajara con el aspecto infantil de la habitación.
Infantil.
Draco casi resopló ante la ironía.
No había tenido ni un solo buen recuerdo de lo que sucedió en esta habitación, pero con algo de tiempo, alfombra, juguetes y pintura muggle, su madre había logrado redecorar el pasado. O al menos lo había intentado. Tal cosa no era realmente posible, incluso con los juguetes esparcidos por el piso alfombrado. El pasado acechaba por todas partes: bajo las capas de pintura, en las sombras del pequeño estate con libros, bajo sus pies y haciendo tic-tac justo frente a él. Era inevitable. Draco extendió la mano y tocó el cristal.
La obra era impresionante, casi impecable, pero el tic-tac siempre lo delataba.
Sus manos y ojos se movieron lentamente. Draco no tenía idea de por qué estaba siendo tan cauteloso, o incluso por qué estaba evaluando la maldita cosa. Era un reloj. Solo un reloj. Un molesto reloj, eso sí, pero de todos modos era un reloj. Le hizo preguntarse por qué le había dado tanto poder a un insignificante reloj. Y ahora parecía estúpido sentir resentimiento por un reloj… Incluso por uno como este. No le había hecho nada. Cierto, el tic-tac le devolvía los malos recuerdos y lo había llevado de regreso a un lugar donde se sentía más vulnerable, pero… Ya se acabó.
Ahora no estaba allí.
De hecho, habían pasado eones desde ese día y esos sentimientos.
Y Draco entendió por qué su madre había redecorado la habitación, pero dejó el reloj. Para Draco, el reloj y esta habitación representaban una época de su vida en la que se había sentido desequilibrado y emocionalmente expuesto. Pero para su madre, todo era un recordatorio de su procedencia... Y su esperanza para el futuro.
—¿Draco? —su madre llamó desde la puerta.
Sorprendido de poder oírla por encima de las voces en su cabeza, se volvió y parpadeó. Su madre llevaba un sencillo vestido azul marino, no negro, con el collar de perlas que le había enviado hacía un par de semanas. Y se sorprendió, porque no había usado colores desde la muerte de su padre. No hace falta decir que el azul marino no era exactamente u color lleno de vida, pero era un comienzo. Curiosamente, el hecho no se le ocurrió de que su vestido fuese muggle hasta que ella frunció el ceño, se quitó la pelusa invisible de la manga y se quejó.
—No me importa lo que diga Pansy o cuántos hechizos le ponga a esta horrible prenda, nunca será mejor que los de Madam Sphoons. Jamás.
Draco le ofreció a su madre una pequeña, pero tensa sonrisa.
—Te ves hermosa, madre. Como siempre.
Y tampoco estaba diciendo eso. Su cabello estaba rizado y peinado en un estilo intrincado y su rostro estaba maquillado y perfecto, pero esa no era la razón por la que la había felicitado. Por primera vez en mucho tiempo, su madre parecía… Menos angustiada y lucia relajada. Las perpetuas líneas de preocupación grabadas alrededor de sus ojos habían comenzado a suavizarse, y Draco descubrió que sus propias inquietudes por su madre estaban desapareciendo lentamente.
Ella sonrió.
—Gracias, Draco —Narcissa pareció recordar algo y exclamó—. ¡Oh! —estaba a punto de preguntar, pero ella cruzó la habitación casualmente y le dio un abrazo. Fue un poco extraño y sospechaba que Granger tenía algo que ver con eso. Sin embargo, la dejó abrazarlo y susurrarle: "bienvenido de nuevo, hijo" en su oído.
Él frunció el ceño un poco cuando ella distraídamente le arregló la corbata, pero no dijo nada.
—Te ves saludable. Parece que Venecia te hizo bien. Quizás por eso no escribiste ni una sola vez.
—No exactamente. En realidad, fue un viaje muy largo. Al principio, el Ministerio Veneciano no quería cooperar, pero todo lo que Potter tuvo que hacer fue mostrar su cicatriz y todos empezaron a besar su trasero…
—Lenguaje, Draco.
El mago puso los ojos en blanco.
—Lo siento.
—Está bien. ¿Acabas de regresar?
Draco negó con la cabeza.
—Volví ayer por la noche.
—¿Oh? —Narcissa parecía intrigada—. Hermione estuvo aquí para cenar anoche. Da la casualidad de que mencionó que no regresarías hasta hoy en la mañana.
Sabía exactamente a lo que ella se estaba refiriendo.
—Lo sé —respondió Draco con aire de suficiencia. Por lo que Hermione sabía, había pasado las últimas tres semanas en el Seminario Mundial de Derecho Mágico en Viena. Después de los dos primeros días de viaje, tuvo la sensación de que ella no le creía. Tal vez solo un poco, supuso. Ella nunca le preguntó sobre el seminario, ni nada por el estilo. Lástima.
Había recibido una copia de todo el itinerario por nada.
Quizás solo estaba siendo paranoico. Sí, eso era todo.
—Eso es lo que le dije antes de irme. Hubiera sido extremadamente difícil explicar por qué llegué a casa un día antes y pasé toda la noche desaparecido en acción.
Ella se rio entre dientes.
—Creo que tiene demasiadas cosas en la cabeza en este momento como para darse cuenta.
Draco tenía curiosidad.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Ella está… Más inquieta que de costumbre.
Su ceja se elevó lentamente.
—Inquieta… ¿Cómo?
—Bueno, ella fue la fuerza impulsora detrás de la redecoración de esta habitación. Está haciendo trabajo extra, cocinando una cantidad exorbitante de comida, planeando renovaciones en su casa cuando está en casa, arrastrándome por Londres Muggle para… —Narcissa suspiró—. No hace falta decir que se está comportando extraño y me está volviendo loca.
Le sonaba como a una Granger estresada.
—Y camina de un lado a otro, demasiado. No soporto el ritmo. ¿Cómo diablos lo manejas? ¡Ella va y viene, y nunca se detiene! Solo una y otra vez y... —se aclaró la garganta—. Simplemente, la convencí de que se fuera a casa y tomara una siesta. Es probable que ya tenga un agujero en la alfombra.
Era difícil no reír.
Le divirtió mucho cuando su madre se ponía nerviosa simplemente porque eso no sucedía a menudo. Solo había podido revolver sus plumas unas pocas veces en su vida y le había llevado años hacerlo. De alguna manera, Hermione se las había arreglado para hacerlo en unas pocas semanas. No sabía si era aterrador o absolutamente genial. Y mientras escuchaba a su madre quejarse por su… Por Granger, Draco consideró la posibilidad de que hubiera heredado su falta de paciencia de su madre.
—Madre, su excesiva caminata es tolerable en comparación a cuando hace chasquear insufriblemente sus nudillos.
Narcissa palideció.
—Gracias al cielo, ella no me sometió a esa forma de tortura.
Él solo resopló.
—¿Sabes qué le pasaba? Parecía estar bien en sus cartas.
—Sospecho que tiene algo que ver con los periódicos en su porche trasero.
Draco parpadeó.
—¿El qué?
—Oh... Ella no te lo dijo —se quitó el polvo invisible del hombro—. Bueno, supongo que lo sabrás pronto.
No le gustó el sonido de eso. De ninguna manera.
Su madre, con una sincronización extrañamente perfecta, le hizo una pregunta.
—¿Te gusta la habitación? Solo escogí el color de la pintura. Hermione hizo el resto. No tenía idea de cómo decorar la habitación para un niño. Ha pasado mucho tiempo, ya sabes, pero cuando le mencioné el proyecto a Hermione justo después de que te fuiste, ella simplemente tomó el control de todo. Hubiera protestado, pero tengo la sensación de que era algo que tenía que hacer.
Draco guardó silencio.
—Podrías haber usado mi antigua habitación.
—Esa había sido inicialmente mi intención, pero tenemos espacio más que suficiente aquí. Y realmente, quería tirar fuera lo viejo y... Tal vez traer algo nuevo.
—No te deshiciste del reloj.
Narcissa sonrió con bastante suavidad.
—Te diste cuenta, ¿eh?
—Fue difícil no hacerlo.
—Hermione dijo que lo notarias.
Y era gracioso porque Draco apenas recordaba haberle mencionado lo del reloj.
No estaba seguro de cuándo había sucedido, solo que fue en la noche y el cabello de Granger se había encrespado de la manera más atroz después de una caminata. Estaban sentados en su patio, escuchando los sonidos del lago, quizás fue una semana antes de que él se fuera de la ciudad. Recordó que su brazo la rodeaba y ella se inclinaba cómodamente hacia él, con un brazo perezosamente sobre él. Lo que había comenzado como una conversación real se había reducido a murmullos y bostezos. No estaba seguro de cómo o por qué le había contado la historia, pero Draco se había reconfortado al creer que ella no se había quedado despierta el tiempo suficiente para escucharlo todo.
Al parecer, se había equivocado.
Y ella tenía razón. Él lo había notado.
—Me doy cuenta.
Ella jugó con su collar, y eso hizo que Draco, quien estaba listo para cambiar de tema, hiciera una pregunta.
—¿Te gustaron las perlas?
—Sí, son hermosas. ¿Dónde las conseguiste? Y más importante, ¿quién las eligió?
—Australia y naturalmente fue Pansy. Ella diseñó el collar y me lo envió a Italia —cuando ella se rio suavemente, agregó—. Yo, al menos, jugué un papel crucial en enviarte el regalo con una lechuza.
Reconoció el tono amable, pero mimoso que ella usaba cuando aceptaba sus pequeños obsequios cuando él era un niño y decía: "La parte más importante, por supuesto". Entonces, ella sonrió.
Poniendo los ojos en blanco, Draco se metió las manos en los bolsillos.
—Supuse que no querrías nada de Venecia, ya que estaremos allí a finales de septiembre —una pregunta saltó al frente de su mente—. Hablando de eso, ¿exactamente cómo convenciste a Granger para que se nos uniera? Me escribió la semana pasada para decirme que iría con nosotros. No me molesté en invitarla porque...
—Creo que subestimas la fuerza de una mujer. Ella no necesita que la protejas, Draco. De una forma u otra tiene que enfrentar estas cosas. Y va a ser incómodas, para los dos, pero si realmente te lo tomas en serio...
Él interrumpió bruscamente su prolongado discurso.
—Madre.
—Ella necesita un compañero, no un protector.
Draco quería decirle que ya estaba al tanto de eso, pero decidió que eso llevaría la conversación por un camino que no estaba listo para recorrer. Hablar con su madre sobre cualquier aspecto de su relación con Hermione ocupaba el segundo puesto en su lista de "conversaciones que nunca quisiera tener". Solo era superado por el increíblemente vergonzoso tema de "¿cuántos nietos tendré?". Entonces, se puso de pie y parpadeó mientras Narcissa le explicaba la importancia de tratar a Hermione como a una compañera, incluso como a una reina.
Maldita sea.
—He visto la forma en que has tratado a tus exnovias, y bueno, nunca las aprobé, así que mantuve mi distancia. Hermione es diferente. Siempre debes mostrarle tu aprecio con regalos y baratijas y, por el amor de Merlín, sé romántico…
Entonces, decidió que era el momento perfecto para un cambio de tema.
—Creo que dejé algunas túnicas en mi habitación y voy a ir... A buscarlas...
Narcissa sonrió.
—Entiendo por qué esta conversación es un poco incómoda.
—¿Un poco? —Draco resopló—. Yo más bien diría que; terriblemente —cambió su peso—. Sé cuáles son mis deberes con ella y para la preservación de nuestra… Relación —ante eso, ella arqueó una de sus perfectas cejas y él trató de tranquilizarla—. Sí. Créeme, no somos... Así. Granger no sabría qué hacer con una baratija, y si alguna vez decidiera ser romántica, ella pensara que estoy poseído. Gracias por el consejo, pero yo... Vamos a hacer las cosas a nuestra manera.
En lugar de parecer ofendida, Narcissa esbozó una amplia sonrisa y empezó a ordenar la habitación. Eran tareas sin sentido que podría haber hecho con un hechizo, pero Draco, que estaba un poco confundido por su reacción, decidió mirarla, apoyado en la pared recién secas.
Vagamente, recordaba haber hecho algo similar cuando era un niño, excepto que probablemente estaba sentado en el suelo con las piernas dobladas al estilo indio y una mueca de aburrimiento y desaprobación en su rostro. Ahora, se sentía extrañamente refrescante hacer esto, estar de pie y ver a su madre, hacer algo sin sentido, sin preocuparse por… Bueno, cualquier cosa. Y Draco se sorprendió preguntándose si así sería para él. Que tendría una existencia sencilla y sin preocupaciones.
¿Podría hacerlo?
Además, ¿podría estar contento con eso?
A decir verdad, después de los últimos ocho años, una vida sencilla no parecía tan mala. Al menos, no en teoría.
—Sabes, Draco —dijo Narcissa mientras se volvía hacia él—. No puedes deshacerte de todo solo porque es desagradable. A veces, esas cosas dolorosas deben estar frente a ti para que realmente puedas apreciar lo que has pasado... Y lo que has superado.
Draco hizo una pausa.
—Entiendo eso ahora.
Inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado.
—¿Tú lo haces?
—Sí.
—Entonces tengo algo para ti —Narcissa sonrió y salió de la habitación, regresando pocos segundos después con una caja de oro de aspecto familiar que estaba adornada con una variedad de gemas y diamantes. Parecía tan vieja como la familia Malfoy. Maravilloso.
Draco tenía una muy buena idea de a quién le pertenecía, pero preguntó al respecto de todos modos.
—¿Qué es eso?
—Estaba revisando las pertenencias de tu padre y, ni siquiera empieces, Draco —Narcissa lo regañó después de que él hizo una mueca—. Encontré esto en la oficina de tu padre mientras estabas fuera.
Él parpadeó.
Narcissa suspiró cuando se dio cuenta de que su hijo no estaba mordiendo el anzuelo.
—Está llena de cartas... Cartas que probablemente fueron escritas por tu padre mientras estabas en Hogwarts. Hay otras cosas aquí también...
Draco volvió a parpadear.
Sus siguientes palabras las pronunció lenta y cuidadosamente.
—Sé que tu relación con tu padre era...
—Eso no tiene nada que ver, madre. He enterrado mi resentimiento. Estoy en el punto en el que he aceptado lo que hizo y entiendo que él creía que sus elecciones fueron las correctas. ¿Lo he perdonado completamente? Todavía estoy trabajando en eso, pero una caja con cartas escritas hace más de quince años no va a cambiar nada, ni para bien o ni para mal. Todo lo que conseguirán es que pierda mi tiempo.
—Draco…
—No las quiero, ni las necesito.
Narcissa siempre había sido inflexible, por lo que no le sorprendió cuando ella se negó a renunciar a esto. ¿Le molestaba? Sí. ¿Le impresionaba? No.
—Realmente podrían ayudarte a conocerlo.
—Para ser honesto, madre, conozco a mi padre tan bien como debería, tan bien como él quería. Y solo necesité una carta para que eso sucediera. Cualquier otra cosa disminuiría lo que ya sé —Draco hizo una pausa—. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a buscar a Granger antes de que haga un agujero en su alfombra. Nos vemos allí en una hora y media.
Narcissa, nuevamente, le tendió la caja.
—Solo tómala. Haz lo que quieras con ella. Nunca se sabe. De hecho, puedes cambiar de opinión.
—Sé que no lo haré.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Segunda parte: Bienvenido a casa
El día pasó como si estuviera revolviendo la melaza, muy lentamente, pero pareció que sucedieron un millón de cosas.
En su cabeza, al menos.
La soledad era difícil y la espera interminable, pero antes de que Hermione se diera cuenta, el sol había comenzado su largo y lento declive. Aun así, la noche estaba lejos y ella estaba más que inquieta. Y su inquietud la había llevado a pasearse a un ritmo de proporciones épicas. No era el tipo de agitación que un velocista siente cuando espera a que se dispare la pistola de inicio. No, era el tipo de inquietud que uno siente cuando se ve obligado a arreglar algo sin las herramientas adecuadas. Ella suspiró.
Había un desastre en su porche trasero.
Y aunque Hermione había tomado una decisión sobre qué hacer con las copias confiscadas del artículo de Parvarti, el que Blaise le había entregado hace varias semanas, en realidad estaba luchando con cómo iba a solucionar su problema sin leer el artículo.
Hermione maldijo sus encantos anti-magia.
Era la razón por la que no podía quitar el hechizo de preservación, el único hechizo que funcionaba en los periódicos y volarlos en pedazos.
¿Quién diablos pondría un hechizo anti-magia en los periódicos?
Alguien en el negocio de enseñar lecciones.
Blaise.
Hermione no pudo evitar caminar.
Caminó desde el fregadero hasta la mesa y luego de regreso. A continuación, pasó del fregadero a la puerta trasera, donde pasó casi un minuto mirando las pilas de periódicos. Se mordió el labio, gimió y los miró fijamente. Hermione cambió su peso de un pie al otro antes de suspirar y meterse las manos en los bolsillos. Se relajó antes de recordar lo que tenía en el bolsillo izquierdo y sacó las manos como si estuvieran en llamas. Después de caminar de regreso al fregadero, tomó un trago de su taza de café y comenzó de nuevo.
Los ojos de Apolo nunca dejaron de observarla desde la puerta, pero por décima vez, había comenzado a lamer su pata y los pies de Hermione dolían. Fue suficiente para convencerla de que se detuviera. Bueno, eso y la comprensión de que había perdido media hora simplemente caminando.
Ella miró a su gatito.
—Esto no puede ser saludable.
Bostezando, Apolo trotó hacia la puerta trasera.
—¿Quieres salir?
Tocó la puerta con la pata.
Cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Has aprendido tu lección?
El gatito maulló.
—Todo bien —Hermione sonrió con cariño antes de abrir y dejarlo salir—. Mantente alejado de la…
Observar a Apolo en ese momento era como ver una polilla chocar contra un vidrio.
Como había hecho cada vez que lo dejaba salir, fue por el montón de periódicos. En el momento en que su pequeña pata tocaba el hechizo de protección, rebotaba. No muy lejos, pero lo suficiente como para aturdirlo por unos momentos. Mientras negaba con la cabeza, Hermione lo vio levantarse y volver a intentarlo. Para ser un gatito tan inteligente, Hermione tenía serias dudas sobre el sentido común de Apolo. Quizás su terquedad y determinación por llegar a los periódicos ganaba en la batalla de voluntades.
Hermione lo levantó y lo sostuvo por encima de su cabeza.
—Nunca aprenderás, ¿verdad?
Apolo miró los periódicos, luego volvió a mirarla antes de maullar.
—Creo que no —lo acunó en sus brazos y caminó de regreso a la puerta, abriéndola solo un poco—. Y esa es la razón por la que debes volver adentro —Hermione lo dejó en el piso de la cocina y dijo—. Volveré pronto —Apolo hizo otro ruido, lo que hizo que su ceja se levantara bruscamente por un momento—. Oh, no empieces. Te di otra oportunidad y la echaste a perder. Lo intentaremos de nuevo mañana —el gatito volvió a gruñir, pero se volvió y se alejó brincando. Hermione trató de no mirar atrás cuando se dio la vuelta y lo dejó, pero lo hizo justo cuando comenzó a bajar los escalones. Ella pensó que él estaría de mal humor en alguna otra parte, pero, en cambio, lo encontró en la puerta trasera con su pata contra el cristal.
Fue muy difícil seguir caminando, pero un vistazo a la pila de periódicos la ayudó.
Rápidamente.
Consideró sentarse en el muelle, pero, en cambio, Hermione decidió quitarse los calcetines, subirse los pantalones y caminar por la orilla del lago que estaba cubierta de hierba. Era la primera vez que abandonaba los confines de su propiedad, pero caminar parecía lo mejor que podía hacer y el lago parecía cada vez más atractivo con cada paso que daba desde su muelle.
Fue perfecto aquí afuera.
Cálido. Nublado, pero no lloviendo … Y no estaba en el pronóstico para la noche. Y ella tampoco era la única persona que aprovechaba el clima.
Había un muggle en un pequeño bote de remos en medio del lago, pescando.
Hermione no estaba segura de qué tan lejos había caminado antes de que la tentación de mojarse los pies se volviera demasiado grande. Caminó hasta la orilla del agua, justo donde terminaba la hierba y comenzaba el lodo y se quedó mirando el agua. Hermione dio un paso adelante. No tenía idea de qué estaba haciendo. El barro rezumaba bajo sus pies. Era poco profundo en este punto, quieto, pero muy turbio.
El agua del lago lamía suavemente sus pies. Al principio fue como un golpe de frío para su sistema, pero la bruja no tardó mucho en aclimatarse al agua.
Hermione cerró los ojos y lentamente, en el lago, caminó lo más lejos que pudo, mojándose la parte inferior de sus pantalones. Pero no le importaba. Estaba demasiado ocupada, absorbiendo todos los sonidos y olores a su alrededor. Había calma en el aire y parecía que la naturaleza estaba de un ánimo vivaz.
No pasó mucho tiempo para que sus dientes comenzaran a castañetear por el agua fría.
Hermione podría haberse puesto un hechizo calentador sobre sí misma, pero terminó ignorando el escalofrío.
En el tiempo que estuvo allí, Hermione no encontró la forma de sofocar su ansiedad o tranquilizar sus pensamientos desbocados, ni tampoco descubrió lo que quería hacer con el problema en su porche.
Sin embargo, por un breve momento, nada le importó.
Quería ir más lejos.
Primero, se subió aún más la pierna derecha del pantalón, luego la izquierda...
Y fue entonces cuando escuchó el distintivo sonido del papel arrugándose. Metiendo la mano en su bolsillo, Hermione recuperó la gastada carta y la sostuvo con fuerza en su puño. Fue la semana pasada cuando la lechuza de Ginny le entregó todo lo que Hermione le había arrojado en la oficina de Parvati, y más, como todas las copias de la foto de Matthew que poseía Parvati e incluso las fotos de ella y Draco. No había una nota, pero el hecho de que ella le hubiera devuelto todo, significaba más que una disculpa repentina.
Ginny finalmente había tomado su decisión.
Había terminado y, lo más importante, estaba lista para dejarlo ir.
Hermione le deseó la mejor de las suertes.
La carta había pasado los últimos tres días moviéndose del bolsillo de un atuendo a otro. No tenía idea de por qué la llevaba consigo. La señora Shepard se lo había preguntado durante su sesión, pero no había una razón real. O eso pensaba ella. Independientemente, no era saludable. Entonces, ¿qué le impedía abrirla, dejarla en la superficie del agua y dejar que se fuera a la deriva?
No sería… El chasquido de una ramita en la orilla terminó con ese pensamiento.
Giró su cabeza. Estaba lista para tomar su varita y hechizar al intruso antes de hacerle preguntas, pero se congeló cuando vio que solo era Draco.
El mismo Draco que no había visto en tres semanas.
Con un Apolo de aspecto complacido, que probablemente le había servido de guía, a su lado, Draco la miró de manera peculiar, pero no dijo ninguna palabra. Hermione juró que vio una sonrisa en sus labios cuando lo vio por primera vez, pero no estaba segura. Podría haberle sonreído al gato, espera, no. Eso no parecía correcto. Rara vez se llevaban bien.
Ellos siempre se repelían.
El momento de silencio continuó, pero no por mucho más. Hermione volvió a mirar el agua del lago por última vez antes de darse la vuelta para mirarlo.
Pero ella no se movió.
Era extraño, estaba tan confundida. Probablemente, porque había pasado tanto tiempo. No importaba; la incomodidad que había comenzado a disiparse antes de que él se fuera, regresó como una venganza. No estaba segura de qué decir o hacer. Quería acercarse y… Abrazarlo o golpearlo por asustarla, no podía decidir cuál. Solo ver a Draco había aliviado algo dentro de su pecho.
Lo había echado de menos, de verdad lo hizo, pero había algo que la mantenía en el lago, lejos de él.
Las primeras palabras entre ellos vinieron de él.
—Apolo tiene una extraña obsesión con el papel, especialmente con los periódicos de tu porche. Deberías deshacerte de ellos.
—He estado tratando de encontrar una manera de hacer eso sin mirarlos. Lamentablemente, la magia no es una opción.
Draco frunció el ceño.
—¿Por qué están en tu porche para empezar?
—La única teoría que tengo es que es una forma elaborada de tortura de parte de Blaise. Para enfrentar mis miedos y todo eso.
—Ah, eso realmente suena a él.
Hermione se guardó la carta en el bolsillo y suspiró.
—Estás mojada.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que había dado un par de pasos hacia atrás y ahora estaba casi hundida hasta la cintura en el lago. Hermione parpadeó.
—No hace frío —ya no más.
—Pero está sucio.
Hermione parpadeó.
—En realidad no. Deberías entrar.
Draco resopló.
—Por ahora paso. Deberías salir.
—Inténtalo.
—Ya lo estoy haciendo.
Hubo una pausa incómoda en la que ambos se miraron el uno al otro. Usó el silencio para reproducir esas palabras en su mente. Ya lo estoy haciendo. Todavía había un indicio de incomodidad e incredulidad en su voz, como si luchara por superar el hecho de que estaba aquí, con ella, de entre todas las personas. Incluso después de un par de meses de citas. Hermione tenía la sensación de que él siempre tendría ese tono, o tal vez desaparecería una vez que pasaran esta etapa.
Aun así, ella lo entendía. Después de todo, Hermione tampoco podía creerlo.
El ronroneo de Apolo rompió el silencio y Draco se frotó la nuca.
—Quiero decir —se aclaró la garganta y añadió débilmente—. Ya estuve en el lago, para salvar tu vida. No estoy de humor para una repetición. ¿Por qué estás ahí?
Puso las manos en las caderas.
—En realidad, no estoy muy segura. Parecía una buena idea en ese momento. Necesitaba aclarar mi mente.
—Ni siquiera sabes nadar.
—¿Me vas a enseñar?
Él asintió.
—Lo haré antes de que vayamos a Venecia.
Ella lo esperaba con ansias.
—No estoy muy adentro en el agua. Dudo que ahogarme aquí sea una opción —ella lo miró de reojo—. Realmente quieres que salga, ¿no?
—De hecho, sí quiero, pero no porque tenga miedo de que te vayas a ahogar.
—¿Entonces por qué?
—Tengo algo que mostrarte.
El sonido del agua chapoteando llenó el silencio mientras Hermione regresaba a la orilla del lago. El frío no se instaló en sus piernas y pies embarrados hasta que se paró frente a él, pero no duró mucho. Draco la secó con un par de hechizos rápidos y silenciosos. Ella pisó una roca en la hierba e hizo una mueca. Y la mano de Draco estaba allí, en su hombro.
Su preocupación se mantuvo y Hermione quería comentar lo bueno que era, pero con un gruñido, Apolo se abalanzó sobre una pequeña piedra. Distrajo a Hermione del hecho de que mientras la mano de Draco todavía estaba en su hombro, sus ojos estaban fijos en ella.
—Claramente, necesita salir más —dijo Draco arrastrando las palabras.
—Justamente estuve pensando en eso —sus ojos se posaron en sus pies, que estaban separados por unos centímetros. Los de ella estaban pálidos y los zapatos de él estaban cubiertos de hierba y barro. Hermione volvió a mirarlo, luego poso su mano sobre la de él, sin molestarse en entrelazar sus dedos. Y Draco no hizo nada más que observarla... Y dejarla hacer lo que quisiera. La parte cuerda de su cerebro se apagó y comenzó a ponerse de puntitas, pero él se le adelantó.
La besó con lenta deliberación. Cada pensamiento, tanto bueno como preocupante, huyó de su mente cuando Draco deslizó su mano hacia su cuello, movió sus pies y ella lo rodeó con sus brazos. Sus besos eran siempre cuidadosos y dominantes, pero también había un intenso cariño. Y a Hermione le gustaba eso de él.
Draco era quien era, intratable y reticente, especialmente con sus sentimientos. Luchó increíblemente duro para mantener sus emociones en privado, pero siempre hacía algo para demostrarle cuanto le importaba. Hasta ahora, lo había hecho con un toque y un simple hechizo de secado. Era poco, pero era lo que ella necesitaba... Y era todo lo que realmente podía tomar en ese momento.
Ella creía que podrían construir algo a partir de eso.
Justo cuando sus hombros comenzaron a hundirse, cuando se estaba familiarizado con él de nuevo, y justo cuando comenzó a inclinarse hacia él, Draco se relajó. Sin embargo, no se movió. Con su frente descansando contra la de ella y su mano libre en su cintura, Draco esperó en silencio.
Hermione no sabía por qué, pero no cuestionó su cercanía.
Quizás estaba feliz de verla.
La idea la hizo sonreír.
—Bienvenido de vuelta —murmuró Hermione, con los ojos aún cerrados.
La soltó un poco demasiado pronto para su gusto.
—Es bueno estar de vuelta.
—¿Desde hace cuánto que estás aquí?
—No mucho —Draco finalmente la miró y ella se preguntó por qué se veía tan intenso, tan serio cuando le preguntó—. ¿Cómo estás?
—Mejor —respondió ella fácilmente—. Está en silencio por primera vez en mucho tiempo. Me refiero a mi cabeza.
—¿Todavía está tranquila?
—Sí, así es.
No hubo nada después de eso, al menos hasta que sintió dos de sus dedos alcanzar los de ella, entrelazándose. El beso y los tranquilos momentos posteriores fueron algo que le gustaba, porque ella igual lo sentía intenso. ¿Pero él tocándola? No había ni un ápice de "sensibilidad" en este hombre, e hizo que Hermione lo mirara inquisitivamente. Draco rápidamente desvió la mirada. Y de repente, su mano se movió a su cabello y su estómago estaba hecho un nudo.
No había decidido si era algo buenos o no. Hermione murmuró.
—¿Cómo estuvo Vienna?
—Atareado —por segunda vez, se aclaró la garganta.
Hermione se encogió de hombros, sintiéndose un poco desconcertada.
—Entonces, ¿qué querías mostrarme?
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Tercera parte: El coraje de un hombre
Hermione tropezó en el rellano, pero no se cayó. Ella no pudo. No con la mano de Draco agarrando la suya. Y era extraño porque él casi había dado un paso en falso tratando de mantenerla en pie. Antes de que los pensamientos de Hermione pudieran llevarla en la dirección de lo que eso significaba, abrió los ojos lentamente... Luego se congeló.
Ella le soltó la mano, el corazón le latía con tanta fuerza en el pecho que pensó que podría romperle las costillas. Hermione luchó por respirar, pero se esforzó para evitar que le temblaran las manos.
—Por qué... ¿Por qué estamos aquí? —preguntó en voz baja.
Las puertas de hierro forjado del cementerio eran altas e imponentes, sin mencionar que estaban firmemente cerradas con un gran candado oxidado. Dio un incómodo paso hacia atrás solo para encontrarse con el cuerpo de Draco. Sus manos duras inmediatamente se posaron sobre sus hombros, provocando que se tensara.
—¿Por qué estamos aquí? —Hermione le preguntó de nuevo, esta vez con más firmeza.
Draco no respondió.
—No me gustan los cementerios.
—Fuiste al entierro de mi padre.
—¡Eso fue diferente! ¡Lo hice por Narcissa! Yo… Lo hice por ti.
Sus palabras flotaron en el aire.
—Draco, por qué… ¿Estamos aquí?
Con las manos todavía sobre sus hombros, guio a la reacia bruja a las puertas. Se alejó de ella para abrir la puerta con su varita y la miró por encima del hombro.
—Quería mostrarte algo —dijo mientras abría la puerta con un fuerte crujido.
Hermione se quedó ahí parada, con los brazos cruzados sobre el pecho y su rostro llenó de aversión. Draco no dijo ninguna otra palabra. ¿Qué podía decir? Él solo la miró. Ella observó las puertas, luego a él y negó con la cabeza. Sus ojos se entrecerraron.
Y ella sabía lo que estaba diciendo, incluso sin pronunciar las palabras. Sígueme. Confía.
Ella frunció el ceño. No es que no lo confiara.
Dios mío, durante un tiempo, él fue la única persona en la que pudo confiar... Aunque no lo había reconocido.
Sígueme.
Él fue más que persistente, y pronto, ella tomó su mano y cruzaron la entrada. Empezaba a oscurecer; el sol comenzaba a ponerse y todo quedo iluminado en una llamarada de colores, eso, junto con el hombre que la acompañaba, le proporcionaban a Hermione una especie de consuelo. Ella miró al cielo para evitar mirar el suelo. Observó las nubes con la esperanza de olvidar dónde estaban.
No funcionó.
Mientras pasan junto a las tumbas esparcidas sobre la hierba seca, Draco vaciló y eso la obligó a mirar hacia abajo. Luego alrededor. Mórbidamente, Hermione reflexionó interiormente sobre cómo la naturaleza no se molestaba en existir entre las almas olvidadas en este lugar. Hizo que le doliera el corazón y que sus rodillas se doblaran.
Draco se detuvo.
—¿Estás bien?
Ella inhaló.
—Sí.
—Casi estamos allí.
Hermione asintió y exhaló; sus pies la llevaron hacia adelante, muy lentamente.
El cementerio por el que caminaban era inquietantemente antiguo, estaba lleno de historia que fue descuidada. Lápidas cubiertas de musgo se alineaban a ambos lados del camino, con cruces cubiertas de óxido rojizo, otras de madera, ennegrecidas y caídas. La hierba era espesa, seca y amarilla, había dientes de león y malas hierbas que cubrían muchas de las tumbas.
Esa debía ser la parte más antigua del cementerio, pero cuando Draco se abrió camino hacia uno de los estrechos caminos laterales, Hermione vio algo que no esperaba.
Tumbas nuevas.
Las tres lápidas estaban muy juntas, la del centro era más pequeña que las otras, estaban a la fresca sombra de un gran árbol cuyas hojas se mecían con la brisa. Hermione medio esperaba que él continuara caminando, pero no lo hizo. En cambio, Draco le soltó la mano y le dio un pequeño empujón hacia adelante.
Hacia las tumbas.
Ella lo miró solo para descubrir que él le estaba dado la espalda.
Era lo que quería mostrarle y ella obviamente estaba destinada a verlo sola. Con lo que parecía un perpetuo ceño fruncido, Hermione miró hacia atrás a las tres tumbas. Casi se dio la vuelta para irse cuando notó algo. Eran simples, incluso podría decirse qué sencillas, pero el grabado del ángel era inconfundible... Al igual que las palabras debajo…
Matthew Granger
6 de febrero de 1999 - 26 de febrero de 2003
Él poseía el coraje de un hombre.
Hermione no pudo hablar.
Su corazón estaba alojado en su garganta.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Cuarta parte: Mentiroso
Durante veintisiete minutos, Hermione no se movió.
Draco no sabía qué era peor: verla de rodillas, con la cabeza inclinada y los hombros temblorosos o los sollozos silenciosos que esporádicamente escapaban de sus labios. Lo ponía muy incómodo.
Cuando Pansy y Blaise llegaron, de la mano, Draco sintió que la inquietud disminuía un poco. Pansy fue inmediatamente hacia Hermione y se agachó, envolviendo sus brazos alrededor de ella. Cuando llegó su madre, miró a su alrededor con cautela mientras se quedaba con la pareja a varios metros de distancia. Finalmente, él se apartó del viejo roble en el que se había apoyado. Y cuando Potter se unió silenciosamente al pequeño grupo, llevando un ramo obscenamente grande de flores y luciendo tan incómodo como Draco.
Maldijo por dentro.
Mierda. Se había olvidado de las flores...
Su madre fue hacia Granger y Pansy a un ritmo más lento, pero esperó a varios metros de distancia.
—¿Alguien te siguió hasta aquí, Potter?
Los medios de comunicación habían estado frenéticos desde que la noticia de la ruptura de Potter y la Chica Comadreja se hizo pública el mes pasado. Fue bueno que estuvieran gastando energía especulando sobre las razones del porqué en lugar de rastrear al héroe. Aun así, Draco no podía correr ningún riesgo.
—No, por supuesto que no. Me aseguré ello.
Antes de que Draco pudiera responder, Blaise preguntó.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Todos lanzaron una mirada en dirección a las dos mujeres y a su madre.
—Treinta minutos. ¿Cómo está Pansy? —Draco no pensó que sería prudente preguntarles sobre su viaje a Australia, simplemente porque entonces tendría que hablar de su viaje a Venecia frente a Potter. Era otra de esas conversaciones que preferiría no tener.
No estaba seguro de cómo, pero estaban volviendo personas diferentes.
Él ya lo había hecho.
—Bastante bien, considerando todas las cosas —Blaise compartió una mirada de comprensión con Draco.
Eso despertó el interés de Potter.
—¿Considerando todas las cosas?
—No te preocupes por eso —Draco deslizó sus manos en los bolsillos de sus pantalones negros.
Blaise le dio un codazo a Draco.
—¿Cómo está Hermione?
El interés de Potter no disminuyó sobre el tema de "considerando todas las cosas", para consternación de Draco. Aun así, respondió a la pregunta de su amigo mientras vigilaba a Cara Rajada.
—Ella no quería entrar y sin que yo lo supiera, ha estado volviendo loca a mi madre, pero en general, está bien. Casi me rompió la mano. Ella me la va a romper algún día.
Blaise sonrió, pero su sonrisa se desvaneció en el momento en que Potter comentó: "Sí, ella hace eso".
El silencio que siguió a ese comentario fue tan espinoso que era casi insoportable. Blaise comenzó a mascar chicle, Potter miró las flores y Draco trató de reprimir la inquietud que lo embargaba. Dudaba que Potter hubiera dicho esas palabras a propósito. Probablemente, fue solo otro de sus momentos de estupidez, pero sirvió para recordarle que Potter siempre estaría allí, acechando. Mierda.
Draco estaba casi ciento por ciento seguro de que Granger le había contado a Potter sobre ellos... Y que lo había hecho antes de que se fueran juntos a Venecia. Todas las pruebas que tenía eran algunas miradas de reojo y murmullos, y tomó nota mental de preguntarle al respecto más tarde.
—¿Ha dicho algo? —Potter rompió el silencio.
—No, no que yo sepa.
Potter miró a su alrededor.
—Oh, bueno... Le traje estas flores... Erm, para ellos. Tres ramos...
¿Tres? Maldito infierno. Ni siquiera se había acordado de traer uno.
—Ya veo —frunció el ceño.
Blaise se rio a carcajadas.
—¿Crees que le gustarán? —preguntó esperanzado.
Un músculo de su mandíbula saltó y Draco se mordió el interior de la mejilla con fuerza. Blaise respondió la pregunta de Potter con palabras que Draco no escuchó porque estaba ocupado mirando por encima del hombro a las tres mujeres. Pansy estaba arrodillada al lado de Hermione, mientras que su madre estaba junto a ambas. La mano de Pansy estaba en el hombro de Hermione y parecía estar hablando con ella. Y… Draco suspiró.
Volvió a poner todo en perspectiva.
Estaba muy por encima de comenzar una silenciosa competencia de miradas con Potter, de entre todas las personas.
No se trata de las malditas flores.
Draco descubrió que era más fácil no mostrar su disgusto. Parecía que pasar unas semanas en un país extranjero con Potter había hecho maravillas con la paciencia de Draco. Es cierto que aún le desagradaba, ninguna cantidad de tiempo y ningún país podía cambiar eso, pero al menos podía tolerarlo.
Por breves períodos.
Y por un día.
Oh, bueno, no era como si su tolerancia por Potter fuera a durar de todos modos, a pesar del hecho de que Draco se sentía mal por el pobre bastardo. De acuerdo, no tan mal. Después de todo, su reserva de empatía ya se había agotado.
Hace una semana, Draco había estado en otro cementerio, en otro país, haciendo lo mismo con Potter. Incluso puso una mano en el hombro del afligido hombre. Y estaba jodidamente cansado de la muerte y los efectos que tenía sobre la gente. No solo se había quedado allí y había visto como Potter se arrodillaba ante la tumba de su hijo, sino que también le había pedido que se parara junto a él mientras un grupo de trabajadores del Ministerio veneciano exhumaba el ataúd y lo preparaba para transportarlo.
Potter se había emborrachado tontamente esa noche y Draco se había sentido lo suficientemente humano como para enviarle una poción para la resaca a la mañana siguiente.
Sin embargo, no habían hablado de eso.
Blaise miró a su alrededor.
—¿Por qué aquí, Draco?
—Ya no están esparcidos por todo el mundo. Y aquí, nadie los encontrará y… —lo que sea que estaba a punto de decir a continuación fue silenciado por Hermione.
Ella se movió.
Todos la miraron mientras se levantaba y luego se volvió para abrazar a Pansy. Las mejillas de Granger, por lo que podía ver, estaban rojas y manchadas con lágrimas. Se veía mejor de lo que esperaba. Mientras Blaise y Potter intercambiaban palabras, Draco observó cómo cuchicheaban en voz baja. Entonces su madre se unió a ellos. No podía escuchar lo que estaban diciendo, pero pensó que no importaba porque Hermione tenía una pequeña y triste sonrisa en su rostro.
Y fue entonces cuando comprendió que su reacción anterior no había sido de tristeza.
Lo hizo sentir un poco más cómodo con esta extraña situación.
—Mira, vive —Blaise se quedó helado.
Potter y él miraron a su mejor amigo con incredulidad.
El mago se aclaró la garganta.
—Lo digo sin doble sentido, por supuesto, pero aquí vienen.
Draco no se molestó en girar la cabeza porque, segundos después, Hermione estaba allí. Ella le sonrió a Blaise, pero parpadeó cuando notó que Potter estaba junto a él. Claramente confundida por su presencia.
—¿Harry? —tartamudeó.
Casi puso los ojos en blanco cuando Potter respondió torpemente con un "Hey" bastante tranquilo.
—Qué estas…
Potter empujó las flores hacia ella.
—Son para ti… Bueno, no para ti, para ellos, pero… Solo vine a presentar mis respetos. Malfoy me dijo que viniera…
Se volvió hacia Draco, finalmente, pero él estaba demasiado ocupado frunciéndole el ceño a Potter para darse cuenta.
Con la amenaza de daño corporal, le había dicho específicamente a Potter que no mencionara su nombre.
Ahora tendría que matarlo.
Pero Hermione estaba parpadeando rápidamente y Draco pospuso el asesinato de Potter e iba a decir algo.
Lástima que ella se le adelantó.
—Tú… ¿Cómo hiciste esto…? —ella tomó aliento y lo intentó de nuevo—. Ni siquiera sé qué decir. No tienen idea de lo mucho que esto significa para mí.
Draco tampoco sabía realmente qué decir.
—¡Feliz Día de las Madres! —Pansy sonrió ampliamente.
Ella frunció el ceño.
—No es el Día de las Madres.
—Todos los días es el Día de las Madres —señaló Narcissa con un movimiento de su mano que parecía indicarles que todos estaban fuera de lugar—. Por eso tendremos una celebración en la Mansión esta noche. Los elfos están preparando un espléndido banquete veneciano; Andrómeda y Teddy ya están allí. Incluso invité a los Weasley, bueno, a algunos de ellos —hubo una pausa incómoda—. Realmente debería ponerme en marcha para asegurarme de que todo esté preparado —antes de desaparecer con un pequeño "pop", Narcissa miró específicamente a Potter y dijo—. Todos están invitados.
«—Madre definitivamente necesita trabajar en su sutileza —pensó Draco rodando los ojos.»
Potter parecía muy incómodo.
Probablemente, tenía que ver con que todos esperaran su respuesta.
—Yo… Tengo algunas cosas de último minuto que necesito hacer antes de mudarme, pero estaré allí cuando termine.
—Mañana, ¿verdad? —preguntó Hermione.
Y su pregunta convenció a Draco de algo de en lo que sospechaba. Granger había estado hablado más con Potter en las últimas tres semanas, más de lo que había hablado con él, y no estaba seguro de cómo sentirse al respecto. ¿Había algo que pudiera hacer al respecto? No era como si pudiera decirle a Granger que dejara de hablar con su amigo… Y tampoco era como si ella fuera a hacerle caso. La idea era ridícula. Los dos siempre estarían unidos de una manera que él nunca entendería.
Durante su tiempo en Venecia, Draco había comenzado a comprender a regañadientes la necesidad de Potter de reparar la brecha... Y a entender obstinadamente la necesidad de Granger de permitírselo. Él nunca lo aprobaría, por supuesto, pero, no era su asunto. No era su decisión. Ni su vida. Era de ella. Sorprendentemente, fue un concepto difícil de comprender para él.
Esa línea en particular entre él y Granger había sido borrosa durante tanto tiempo... Ahora era casi invisible.
Potter se disculpó cortésmente, pero no llegó muy lejos antes de que Hermione le diera las flores a Pansy y fuera tras él. Los dos hablaron brevemente antes de que él la abrazara tentativamente… Y ella le devolvió el abrazo.
Cuando se demoró, Draco se movió incómodo.
—No te preocupes, amigo —la voz de Blaise cortó suavemente sus pensamientos—. Ella es tuya.
Había momentos en que Draco realmente lo odiaba. Y este era uno de ellos.
—No estoy preocupado.
Blaise resopló y se rio entre dientes cuando Draco lo miró. Pansy puso los ojos en blanco. Casi al mismo tiempo, Potter la soltó, asintió con la cabeza como si respondiera a algo que ella había dicho y se alejó. Esperó hasta que se perdió de vista antes de regresar al grupo.
—¿Todo bien? —Pansy cuestionó.
Ella pareció complacida cuando respondió.
—Sí, creo que todo está bien —Hermione recuperó las flores de Pansy y se paró frente a él. Mirando por encima del hombro, se dirigió a la pareja—. Yo, Draco y yo, vamos a dejar las flores. Así que...
—¿Nos veremos en la mansión?
Y muy pronto, volvieron a estar solo ellos dos. Draco observó cómo Hermione se tomaba su tiempo para colocar flores frente a las tumbas de sus padres y luego en la de Matthew. Luego ella se paró a su lado.
El silencio cayó entre ellos y fue uno lleno de recuerdos e historias combinadas; era un silencio que conocía demasiado bien.
—Le dijiste a Potter sobre nosotros, ¿no? —su tono no era acusador, solo era un hecho.
Hermione lo miró.
—No fue necesario. Él ya lo sabía.
Draco no dijo nada por lo que pareció una eternidad. Luego murmuró.
—Olvidé las flores.
Hermione lo miró, divertida.
—¿Flores? Después de todo lo que has hecho, ¿quieres hablar de flores? —él no respondió. Cualquier cosa que dijera habría sido incriminatoria. Cruzando los brazos sobre el pecho, esperó varios minutos antes de decirle—. Sabía que no estabas en Viena.
Él se tensó.
—Tu historia era sólida. Incluso perfecta, pero supe que mentías en el momento en que te vi.
Él simplemente la miró con la mandíbula apretada.
—Estuvo nublado en Viena durante las dos primeras semanas que estuviste fuera, llovió los dos últimos días y, sin embargo, estás un poco bronceado.
Quería fruncir el ceño ante la descarada acusación, pero no lo hizo. La observadora Hermione Granger había vuelto y descubrió que le agradaba. Él la mantendría alerta, pero ella lo conservaría honesto.
Estarían bien. Él se aseguraría de ello.
—Tú hiciste esto, ¿verdad? Tú… —su voz se quebró levemente, pero se aclaró la garganta y susurró—. Trajiste a mi familia de regreso a casa.
—Fue un esfuerzo de grupo. Pansy y Blaise fueron a Australia, Potter y yo fuimos a Venecia. A decir verdad, todo lo que hice fue el papeleo.
—Mentiroso.
Pero lo dijo con una pequeña sonrisa en los labios.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Quinta parte: Ilumina la parte de mí en la que estas tú
Hermione fingió fatiga y se excusó temprano de la cena de celebración, pero no regresó a su casa. En cambio, bajó los escalones exteriores de la mansión Malfoy hasta los jardines de abajo y se alejó por las cascadas falsas, siguiendo un sendero que serpenteaba alrededor de los canales y conducía al jardín de rosas.
Estaba oscuro allí y la combinación de sonidos era inquietante: el agua que caía, el chirrido de los grillos y los ecos distantes de la risa. Pero cuanto más caminaba, más suaves se volvían esos ruidos hasta que solo quedo el ulular de los búhos y sus pasos sobre las hojas y el cemento.
Todavía había algunas cosas que necesitaba lograr, problemas que debía enfrentar y superar. Había otras cosas, pero siempre estarían ahí, al acecho. Ver a sus padres y a Matthew esa tarde lo había dejado espantosamente claro. Podría esperar, pero por primera vez, los fragmentos de su vida estaban encajando, reparándose y sanando.
No parecía correcto terminar el día sin arreglar lo demás.
Aun así, era demasiado para una sola persona.
Entonces, continuó caminando, siguiendo el camino, pensando e intentando deshacerse de sus preocupaciones.
Cuando Hermione alcanzó el borde externo del jardín, miró hacia el cielo nocturno, era una noche estrellada con luna llena. Hermione recordó varias veces en los últimos seis años en los que había mirado al cielo con el corazón apesadumbrado. Rememoró haberse sentido tan pequeña mientras sus problemas se sentían enormes, vastos y complejos, tal como era el universo.
Esta noche, Hermione miró al cielo por una razón completamente diferente.
Cuando regresó a Londres, recordó sentirse completamente sola y plagada de culpa. En el momento en que finalmente les dijo la verdad a Harry y a Ron, Hermione se había sentido sensible. Después de convencer a Narcissa de que pusiera a su marido en primer lugar, se sintió más sabia. Más tarde, mientras observaba a dormir a un Draco de luto, se había sentido vital, importante. Después de hablar con Harry, sintió que no estaba sola en su dolor. Cuando Hermione finalmente confrontó a Ginny, tuvo la sensación de dejarlo ir todo. Después de que ella y Draco dejaran el cementerio esa tarde, sintió que sus fuerzas habían sido renovadas, restauradas.
Y esta noche, mientras observaba cómo las estrellas se posaban y miraba la Osa Menor, Hermione recordó de dónde había venido y se alegró de haber sobrevivido. Después de todo lo que había pasado, los problemas residuales frente a ella ya no parecían tan grandes.
Y Hermione sintió… Paz.
Los momentos siguientes fueron épicos, tan vastos y abrumadores como el cielo. Hermione giró y rápidamente caminó de regreso a la mansión con la intención de ir directamente a su casa y poner las últimas dos cosas en orden. Cuando sus pasos cortos y temblorosos no la llevaron a donde necesitaba ir lo suficientemente rápido, se puso a correr. Todo se volvió borroso mientras subía corriendo los escalones exteriores, se deslizaba hacia la mansión y corrió hacia la primera chimenea que pudo ver. Vagamente, recordaba haber escuchado su nombre mientras dejaba caer el polvo flú y gritaba su destino, pero ya era demasiado tarde.
Ella se fue.
Draco Malfoy se puso de pie de un salto cuando ella salió de la red flú, completamente sin aliento.
—Qué…
—El color, el cielo, los papeles en la pared, ¡lo sé! —le dijo ella sin aliento.
La miró como si se hubiera vuelto completamente loca.
—¿Qué?
Ignorándolo, se acercó a la pared sin color y cerró los ojos. Sus manos rozaron ciegamente la pared, luego se juntaron y se posaron sobre una muestra de color. Hermione la tomo.
—Esta es —ella se dio la vuelta—. Baya de otoño —dándose la vuelta, le presentó la muestra de color al estupefacto Draco—. ¿Qué te parece? Me gusta mucho.
Él solo parpadeó.
—Está… ¿Bien?
—Puedo verlo… —Hermione hizo una pausa. Espero un momento. Ella miró a Apolo, quien la observó con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Entonces, Hermione vio a Draco que le estaba dando una mirada similar. Ella finalmente preguntó—. ¿Qué estás haciendo aquí? —apretó los labios para responder cuando Hermione notó algo extraño en su mesa. Era una caja ornamentada de oro con incrustaciones de joyas—. ¿Qué es eso?
—Algo que mi madre pensó que sería bueno encoger y poner en mi bolsillo —respondió con brusquedad.
—¿Qué contiene?
—Cartas viejas de mi padre.
Ella asintió con comprensión y colocó la muestra de color en la mesita auxiliar más cercana a ella. Cruzando los brazos, Hermione caminó hacia él.
—Yo... ¿Por qué estás aquí? —ella se paró frente a él, a solo dos pasos de distancia, reflejando su postura.
—Te fuiste temprano —señaló Draco—. Los Weasley se preocuparon.
—Estaba cansada.
—Estabas inquieta.
Hermione dio un paso adelante.
—¿Y viniste a ver cómo estaba?
Frotando la parte de atrás de su cuello, apoyó las manos en sus hombros y respondió.
—Pensé que era lo correcto.
—¿Lo correcto?
—Bueno, porque soy tú… —Draco la dejó ir. Había cierta rigidez en él, una con la que Hermione estaba familiarizada. Tenía la mandíbula y las manos apretadas con fuerza. Draco estaba más tenso que una pulsera barata y seguía mirando entre ellos. Maravilloso. Eso solo significaba una cosa: estaba a punto de romperse. ¿Pero por qué? ¿Y de qué estaba hablando? Tan pronto como el pensamiento pasó por su mente, se dirigió directamente a la mesa y tomo la caja.
Y todo encajó.
—Solo para que lo sepas, Draco —se quedó helado cuando ella dijo su nombre—. No soy de etiquetas —aseguró en voz baja. Él se limitó a mirarla, seguía con los hombros tensos—. Ya lo sabes. Complican cosas que ya son complejas —mientras esperaba su reacción, el estómago de Hermione estaba hecho un nudo y sus labios formaban una línea mientras tomaba una respiración superficial—. ¿Por qué no postergamos un poco las etiquetas?
Encogiéndose de hombros, Draco volvió a dejar la caja sobre la mesa.
—Si eso es lo que quieres, está bien para mí —se frotó la nuca antes de agregar—. No es la etiqueta con lo que tengo problemas.
—¿Entonces con qué? —ella lo miró mientras caminaba hacia ella.
—No tengo ningún problema. Solo estaba tratando de explicar por qué estoy aquí.
—Oh.
—Estoy... Más o menos tratando de ser... Solidario. Como un compañero.
Hermione lo miró.
—¿Apoyo? ¿Por qué he tenido un día largo?
—Precisamente.
Ella lo miró fijamente durante un tiempo antes de negar con la cabeza.
—Eres un tonto.
—¿Disculpa?
—Me has estado apoyando, como un compañero, durante mucho tiempo. Y... —había mucho más que quería decir, pero no podía formular las palabras. Pero tal vez algún día se lo diría. Entonces ella le expresaría lo que él significaba para ella.
—¿Y qué? —su voz era baja.
—Si quieres, puedes quedarte. Tengo algo que necesito hacer esta noche. Consideré hacerlo sola, pero creo que necesito ayuda.
Treinta minutos e innumerables viajes de ida y vuelta desde su porche, dejaron caer el último de los periódicos en el césped a varios metros del muelle. Hermione se sentó en la hierba y acercó las rodillas al pecho. Podía escuchar la laboriosa respiración de Draco junto a ella, pero apenas podía ver al hombre en la oscuridad.
Era casi medianoche y la luna estaba parcialmente cubierta por las nubes. Hermione deliberadamente se había olvidado de encender las luces exteriores, pensando que sería mejor así.
Draco no la había cuestionado y por eso, Hermione le agradeció en silencio.
—¿Ahora qué? —preguntó después de recuperar el aliento.
Hermione se puso de pie y buscó la última cosa que agarró antes de salir.
—Fósforos.
—¿Perdón?
—Como no puedo quemarlos mágicamente, los voy a quemar... Al estilo muggle.
Eso obligó a Draco a ponerse de pie.
—¿Estás intentando quemar tu casa?
—¡Por supuesto no! —respondió ella, caminando alrededor del montón de periódicos. Hermione tomó su varita y después de un silencioso hechizo Lumos, la punta se iluminó con una tenue luz. Luego usó esa luz para maniobrar alrededor de su jardín, buscando algo…—. ¡Ajá! —proclamó la bruja—. Es perfecto.
Draco estaba a su lado, con la punta de la varita encendida.
—Es un arbusto —dijo arrastrando las palabras.
—No por mucho tiempo.
Segundos después, el arbusto se transformó en un barril de metal.
—¿Qué demonios es eso?
—Un barril.
—Está bien... ¿Y qué vamos a hacer exactamente con eso?
Hermione no le respondió. En cambio, con otro silencioso hechizo, levitó el barril y con cuidado caminó hacia el muelle. Sintió las manos de Draco en sus costados mientras subía los tres escalones, pero tan pronto pisaba la parte superior, estos desaparecían. Hermione se concentró en el barril que levitaba y lo puso cuidadosamente en el borde del muelle. Draco parecía saber exactamente a dónde iba con todo esto, porque se alejó y regresó con un montón de periódicos.
Sin contemplaciones, los arrojó al barril.
No les tomó tanto tiempo y antes de que se dieran cuenta, ella se estaba preparando para encender el fósforo.
—Espera —Draco se dio la vuelta y salió del muelle. Hermione, estupefacta, lo miró en la oscuridad durante varios minutos antes de que regresara con una botella de whisky de fuego... Y la caja dorada.
—No creo que puedas quemar eso.
—Por supuesto que no —dio vuelta la caja y lo que parecían cien cartas, cayeron en el barril. Ella lo miró con los ojos muy abiertos mientras él agitaba la caja, para asegurarse de que estuviera completamente vacía y la dejaba en el muelle. Vertió el resto de la botella en todo lo que había en el barril y luego arrojó la botella dentro también—. Continúa.
—¿Estás seguro de que quieres quemar las cartas? Son de tu padre...
—Es exactamente por eso que quiero quemarlas.
Hermione lo miró.
—Simplemente hazlo.
Encendió la cerilla y, por un momento, la llama brilló en la oscura noche. Con cuidado, tomó algunas de las cartas de la parte superior y las llevó al fósforo encendido. Los sobres se incendiaron rápidamente y Hermione los deslizó en la pila lo más profundo que pudo mientras Draco observaba en silencio.
Cuando las llamas atravesaron la pila, murmuró algo y se fue, regresando con varios palos.
Con cuidado, Draco le entregó a Hermione un palo para que lo pusiera sobre el creciente fuego. En cuestión de minutos, los palos crujieron y el calor de las llamas lamían sus rostros. Y Hermione pensó que sería un buen momento para agregar lo que había estado llevando en sus bolsillos durante las últimas semanas.
La carta. La carta de Harry. La original. Ella ya había leído la copia.
Ya no tenía motivos para aferrarse a ella.
—Pensé que la chica Weasley la tenía.
—No —respondió Hermione mientras la agregaba a la pila de recuerdos que ardían—. La semana pasada, ella me la dio junto a las demás cosas.
—Oh.
—Sí.
Hermione lo miró.
Había mucho que quería decirle, pero las palabras se le atascaron en el pecho.
Pensativo.
Fue la palabra que le vino a la mente al describir la expresión del rostro de Draco mientras estaba allí, solemne, mirando intensamente las llamas extenderse y crecer. Pensativo, pero no preocupado ni siquiera melancólico. A decir verdad, parecía… Aliviado.
—¿Crees que el fuego es lo suficientemente fuerte como para quemarlo todo? —él preguntó.
—Debería.
Draco hizo una pausa.
—De acuerdo.
El humo se elevó en el aire y respiraron el aroma a papel quemado, abeto y algo que olía a huevos podridos. El olor no importaba, no cuando el significado detrás de aquello era mucho más poderoso. El fuego representaba la destrucción, pero también simbolizaba algo que ambos parecían necesitar en ese momento.
Purificación.
Hermione lentamente comenzó a comprender por qué había quemado esas cartas.
Era la misma razón por la que había renunciado a Harry. Siempre estaría allí como un recordatorio de lo que había sucedido, su culpabilidad, lo que habían perdido y lo que podría haber sido. No necesitaba guardar ese tipo de recuerdo en una caja... O llevarlas en un bolsillo.
—Entiendo —susurró.
Un pesado silencio cayó entre ellos después de que esas palabras fueron dichas. Se prolongó hasta transformarse en paz, cuando la noche pareció contraerse a su alrededor. La oscuridad silenció todo, excepto el zumbido del agua en las orillas del lago, el fuego crepitante, sus respiraciones tranquilas y sus corazones palpitantes.
Draco la alcanzó en la silenciosa oscuridad y le tocó la mano con vacilación. Hermione lo miró sorprendida, eso siempre pasaba cuando él hacía algo inesperado. Pero esta vez, Hermione no se movió. Los ojos de Draco permanecieron enfocados en las llamas, pero luego se dirigieron a ella. Hermione miró hacia abajo solo para ver sus dedos entrelazándose con los de ella, sosteniendo su mano como símbolo de fuerza y unidad.
Sus ojos se encontraron.
Y mientras su corazón latía con fuerza en su pecho ante sus palabras no dichas, Draco parecía estar relajado.
El silencio persistió, pero permanecieron en paz.
Tomados de la mano, vieron cómo su pasado ardía hasta que no quedó nada más que cenizas.
FIN
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Notas: Y aquí estamos, el capítulo final de la historia. ¡Wow! Esta historia representó todo un reto para mí, ya que los capítulos eran extensos y bien dramáticos… Varias veces conecté tanto con Hermione que terminaba con los ojos llenos de lágrimas por ella. Pero lo logramos, terminados el fic. Fue genial poder traerles esta historia que yo adoro. Les agradezco que leyeran y sobre todo les doy gracias eternas a los que dejaron comentarios. Espero nos volvamos a ver en algún otro Dramione.
Link historia original: www . fanfiction s/4172243/1/Broken
Naoko Ichigo
