Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Kishimoto. La historia es de College n Curls.
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Ser aburrido
Cuanto más tiempo permanecían en el mismo lugar, más cerca estaban de sellar sus destinos. Hinata suspiró y apartó la vista de la cegadoramente blanquecina nieve para adentrarse en la cueva.
Adelante y atrás.
De un lado a otro.
Tenía que seguir moviéndose para distraerse. Para ahuyentar la inquietud que se había filtrado en sus músculos. Afuera, la tormenta de nieve había empeorado y del cielo caían grandes trozos de granizo. No podían arriesgarse a salir en esas condiciones. Sin embargo, después de repartir sus raciones con Sasuke durante veinticuatro horas, no podían permitirse quedarse ahí por más tiempo. Preocupada, se pasó una mano por el cabello antes de cambiar de dirección hacia la boca de la cueva.
Adelante y atrás.
Adelante y atrás.
¿Qué hubiera hecho Neji en una situación así? Era uno de los shinobi más capaces que había conocido y el más talentoso de su clan. Seguramente no hubiera quedado atrapado. ¿Utilizaría los elementos para que sus enemigos no los encontraran? Casi podía oír a su primo reprendiéndola por ponerse en una situación así. Sombríamente, le dolía el corazón al oír una voz que nunca volvería a oír.
Adelante y atrás.
Adelante y...
—Deja de pasearte.
Hinata parpadeó. Medio sorprendida de que él se hubiera dado cuenta de sus movimientos nerviosos y de que siquiera le hubiera hablado. Llevaba horas sentado, estaba tan quieto como una estatua, hasta tenía los ojos cerrados. Supuso que intentaba meditar, pero el aura oscura que desprendía en oleadas le decía que no lo había conseguido.
—Estás gastando energía que no tienes. Quédate quieta.
Quiso replicarle. Explicarle que al menos estaba intentando buscar una salida, pero todas las respuestas se le quedaron atrapadas en la boca cuando unos ojos oscuros la miraron fijamente. Desafiándola a continuar con el surco que estaba haciendo en el suelo de la cueva. Se tragó la disculpa automática que le vino a la mente y se acercó a su bolsa para buscar otra cosa en la que ocupar su tiempo. Si no hacía nada, seguramente se volvería loca.
Por suerte, tenía los libros que había comprado en el último pueblo. Con ellos seguramente consumirían las últimas horas de luz solar de que disponía. Tenía tres libros pequeños. Uno sobre aventuras. Otro era sobre tragedia. El último era de romance. Miró al hosco Uchiha que fingía meditar en un rincón y frunció el ceño. Lo último que quería hacer era pensar en el romance, así que sacó el de aventuras desenfadadas.
Luego, Hinata se dirigió a la parte delantera de la cueva, estaba oculta a la vista, pero era bastante luminosa y se sentó en el frío suelo de tierra. Le resultaba extraño volver a leer, sobre todo teniendo en cuenta su situación actual. Sin embargo, necesitaba distraerse. Por mucho que odiara admitirlo, Sasuke tenía razón. No debía cansarse innecesariamente. Eso solo la convertiría en un estorbo. Apartando esos pensamientos, abrió el pequeño libro y empezó a leer en voz alta.
Ni siquiera se dio cuenta de que estaba leyendo en voz alta hasta que oyó a Sasuke moverse por primera vez en horas. El movimiento fue sutil. Se había limitado a girar el cuerpo para apuntar en su dirección, aún mantenía los ojos cerrados. Ella estaba segura de que él habría dicho algo si le hubiera molestado su lectura.
Así que siguió leyendo. Con cada vuelta de página, la historia la absorbía cada vez más. Se preguntaba si la heroína alcanzaría su objetivo y superaría sus debilidades. Leyó hasta que el sol se puso y la luz desapareció. De mala gana, cerró el libro y pensó cuándo podría volver a sumergirse en la historia.
Hubiera tenido tiempo de sobra para perderse en historias si se hubiera retirado del servicio de kunoichi. Si es que se casaba. Casi podía garantizar que su padre tendría una lista kilométrica de pretendientes esperando a su regreso. Hinata gimió ante la perspectiva. Acababa de aceptar plenamente su deber de convertirse en la esposa de Sasuke. Ayudar a Naruto. Evitar que su hermana asumiera la tarea.
Esas habían sido las razones por las que había empezado, pero en algún momento, una semilla egoísta se había plantado en su corazón. Una semilla de esperanza. De que podría ser feliz con un hombre que le mostraba más su interior con el paso de los días. Un hombre que, a su manera, había aprendido a cuidarla. A besarla como si fuera una persona deseable. Hinata frunció el ceño mientras su pensamiento viajaba por caminos prohibidos. ¿Qué diablos le pasaba?
Hinata volvió su atención al tiempo de fuera. Era el crepúsculo, el cielo estaba pintado de púrpura y naranja, y se oscurecía rápidamente. La nieve caía ahora con menos agresividad y el granizo casi había desaparecido. Aún no podrían viajar, pero ahora era lo bastante seguro como para salir a hacer sus necesidades. Miró a Sasuke, que seguía meditando y se preguntó si se daría cuenta de que se había ido.
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La temperatura bajaba drásticamente a cada minuto que pasaba. Se preguntó por enésima vez cómo alguien podía ganarse la vida en aquellas condiciones. La única ventaja era que por fin había dejado de nevar, el cielo nocturno estaba despejado y las estrellas brillaban como diamantes. Si las cosas seguían así, podrían marcharse al amanecer.
Hinata respiró hondo mientras se estiraba y un suspiro de alivio escapó de sus labios. Una nube blanca flotó ante ella en el aire de la noche. Era agradable salir de la cueva por un momento. Había algunas cosas que no estaba dispuesta a hacer delante de Sasuke y usar el baño era una de ellas. También era encantador poder respirar aire que no estuviera teñido del almizcle de la cueva. A pesar de lo maravilloso que era tener un respiro, sabía que tendría que volver pronto.
Fue entonces cuando un grito desconocido la sacó de su ensueño: sus pies se movieron antes de que fuera consciente de lo que hacía. Aunque no estaba lejos, activó su Byakugan. Era mejor que se hiciera una idea de a qué se iba a enfrentar. Más adelante, había cinco firmas de chakra, una de las cuales conocía. Las otras cuatro le resultaban desconocidas, pero se notaban hostiles, ya que su energía se disparaba de forma errática.
Hinata aceleró, concentrada únicamente en volver a la cueva para ayudar a Sasuke. Puede que no fuera tan fuerte, pero podría derribar al menos a uno o dos de esos hombres. Unos gritos resonaron en el aire nocturno mientras ella se acercaba. Un grito le heló la sangre. Ahora solo había tres firmas de chakra desconocidas. Sasuke había eliminado a uno de ellos, pero le costó caro, ya que ahora estaba inmóvil.
Cuando llegó a la cueva se encontró con un espantoso espectáculo. La sangre manchaba la blanca nieve. Dos hombres obligaban a Sasuke a arrodillarse ante el tercero. El tercer hombre se alzaba sobre ellos, corpulento y bronceado, con cicatrices por todo el cuerpo. El cabello castaño oscuro le caía desordenadamente por los hombros y una sonrisa salvaje adornaba sus labios.
—No nos agradan los que interrumpen nuestros asuntos —gruñó—. Es una lástima. Eres lo bastante hábil como para acabar con dos de mis hombres. Es una pena que tengas que morir.
Levantó una espada y el metal brilló amenazador a la luz de la luna. Antes de que pudiera estrellarla contra el cuello de Sasuke, Hinata se encontró precipitándose contra el costado del voluminoso hombre. La resbaladiza nieve y el factor sorpresa hicieron que ambos cayeran al suelo. Aunque desorientado, el hombre no perdió el tiempo y le propinó un puñetazo en la mandíbula.
La boca se le llenó con el sabor cobrizo de la sangre y la luz bailó en sus ojos. Fue todo lo que pudo hacer para no gritar por la sorpresa. Al instante se encontró de espaldas en la nieve y su cabeza golpeó algo duro. Las estrellas brillaron dolorosamente tras sus ojos y el hombre se cernió sobre ella, presionándola con todo el peso de su cuerpo. Al principio, la miró con incredulidad, pero rápidamente cambió su expresión por otra.
Algo más siniestro.
—Ah, ahora veo esos ojos —dijo relamiéndose los labios—. Puede que valgas todo el cargamento perdido.
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Cuando Hinata se marchó, Sasuke creyó que eso fue un regalo de los dioses, esos que lo habían ignorado durante tanto tiempo. Necesitaba un descanso de ella. Ella le recordaba a cada día que había pasado ciego. A cada momento que pasó bajo el cálido sol y a los días tranquilos se transcurrían como una eternidad. Una eternidad en la que él se habría hundido fácilmente. Ella le hizo querer alcanzarla y sacudirla. Abrazarla. Preguntarle por qué. Ignorarla. Disfrutar de su presencia y beber de su voz. Gritarle por haberlo traicionado. Era enloquecedor.
Así que cuando ella se fue, agradeció el breve respiro. Hasta que su paz se vio interrumpida por unos sucios matones que buscaban su cabeza. Estaba seguro de que la banda que habían estado rastreando, debía de estar buscando un nuevo refugio ahora que la tormenta de nieve había amainado. Cinco contra uno no eran riesgos que desconociera, pero en la estrecha cueva era difícil de maniobrar. El hecho de que Hinata se hubiera ido hacía que fuera mucho más fácil deshacerse de uno de ellos y robar una espada. Había podido acabar rápidamente con otro más, pero los otros tres vieron una oportunidad y la aprovecharon.
Lo único en lo que podía pensar mientras lo arrastraban por la nieve era que estaba agradecido de que todo aquello acabara. Podría haber matado a los cinco con un chasquido de sus dedos. Haberles aplastado los huesos o torturado durante horas. Podía acabar con ellos, pero, ¿qué sentido tenía? ¿Por qué luchaba? ¿Para volver a ser un peón en Konoha? No, era mejor morir aquí, tener una tumba sin nombre donde nadie podría quitarle los ojos. El líder de la banda estaba más que ansioso por complacer su silenciosa petición en nombre de la venganza por sus planes arruinados.
Hinata se abalanzó sobre su verdugo y le recordó que los dioses nunca le daban lo que quería. Sus acciones lo habían aturdido a él y a sus captores, pero eso fue todo lo que necesitó para escapar de sus garras. Antes de que los dos hombres pudieran reaccionar, agarró la espada caída del verdugo y atravesó a un hombre desde el estómago hasta el hombro. El otro suplicó clemencia, pero corrió con la misma suerte.
Sin sus asaltantes, se volvió para ver a Hinata luchando inútilmente contra el líder de la banda. Incluso con las manos inmovilizadas por encima de la cabeza, consiguió escupirle en el rostro, haciéndole perder momentáneamente el control. Intentó zafarse, pero él la golpeó en el costado y ella lanzó un grito de dolor. Al escuchar aquello, fue como si un interruptor se activara en su cabeza y todo lo que vio fue rojo. El frustrado jefe de la banda consiguió asestarle otro fuerte golpe a Hinata en la nuca antes de que su cabeza fuese separada de su cuerpo. La sangre brotó de su cuello y él y la nieve quedaron empapados del líquido vital.
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Como si los dioses se burlaran de él, el cielo se oscureció y la luna desapareció. En lugar de nieve, llovía a cántaros, amenazando con crear hielo en la tierra helada. El clima era horrible, pero no tenían más remedio que marcharse. Era solo cuestión de tiempo para que los otros matones empezaran a buscar a su líder. Deseaba estar lo más lejos posible cuando encontraran su cabeza en la nieve.
Su chakra estaba demasiado inestable para teletransportarse, sobre todo cuando no tenía un destino en mente. Tampoco podría recurrir a su invocación, ya que las condiciones meteorológicas no eran seguras. Eso dejaba al asediado Uchiha con una sola opción.
—Sa-Sasuke.
—No hables Hyūga.
Atada a su espalda para que no se cayera, Sasuke había comenzado un tonto viaje para encontrar refugio. O por lo menos poner tanta distancia entre ellos y los hombres muertos como fuese posible.
—Detengámonos por esta noche.
Ella estaba delirando. Un signo seguro de una conmoción cerebral. Tampoco tenía forma de tratarla. Todo lo que pudo hacer por el momento fue envolver las vendas que tenía en su mochila alrededor de su cabeza para detener la hemorragia. Mientras tanto, la maldecía por haber intervenido. Debería haber huido. Los superaban en número. No había manera de que pudiera ganar en una pelea como esa. Pero aun así intervino. Si al menos hubiera huido. O tardado unos minutos más en llegar. O…
—Tengo mucho s-sueño.
—No te atrevas a dormirte. Te juro que te mataré yo mismo si te duermes.
No sabía mucho sobre conmociones cerebrales, aunque él mismo había tenido unas cuantas a lo largo de los años. Lo único que había aprendido de esas experiencias era que dormir podía ser una sentencia de muerte. Tenía que mantenerla despierta.
—Sasuke, solo quiero dormir —murmuró ella en su espalda—. Me duele la cabeza.
—Te voy a llevar a casa, pero tienes que mantenerte despierta.
—¿A c-casa?
La nieve crujía ruidosamente bajo sus pies mientras le mentía. Delante de él había nieve. Detrás de él había huellas que se borraban rápidamente con más nieve. No había refugio. No había esperanza.
—Sí, a casa. Así que mantente despierta.
Apretó los dientes. Deseó poder revivir al líder de la banda para poder matarlo de nuevo, esta vez con más lentitud.
—Tengo demasiado sueño para doblar la ropa.
—Yo te ayudaré. Mantente despierta.
—Yo... Te extraño.
—Hinata juro por Kami que, si te me mueres, te seguiré a la otra vida y te mataré yo mismo.
La temblorosa mujer se rio en su espalda y se acurrucó más cerca.
—Yo también te amo.
Su corazón se apretó ante las palabras susurradas. Amor. Ella lo amaba. Y por tercera vez, aquella noche, deseó matar de nuevo al jefe de la banda. Despedazarlo. Si no hubieran encontrado la cueva, Hinata nunca habría resultado herida. Podrían haber continuado hacia Konoha y haber seguido caminos separados. Él podría haber cumplido su acuerdo de mantenerse alejado de ella. Él podría haberse fundido en las sombras llevando a cabo misión tras misión hasta el día de su muerte. Ella podría haberse casado con algún señor adinerado y vivir una vida digna de la heredera Hyūga. Su corazón se estrujó dolorosamente al pensarlo.
—Maldita sea, Hinata.
Porque por mucho que odiara admitirlo... Él también la amaba.
Continuará en... Ser devoto
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Notas: ¡Ahhh! Finalmente, se reencontraron e interactuaron… Ahora se vienen cositas.
Naoko Ichigo
