Volver a Inglaterra no había entrado dentro de los planes de Hermione; pero tras cinco años de guerra en los que había perdido a tantos amigos mientras ella se escondía como una cobarde era suficiente para armarse de valor y poder acudir a los juicios que se celebrarían para condenar a los mortifagos capturados tras el final de la guerra y demás seguidores de Voldemort que habían desertado a lo largo de los años. Todos tenían que rendir cuentas ante el Wizengamot y la comunidad mágica.
La carta que Kingsley le había mandado seguía encima de la mesa mientras Hermione no dejaba de leer la última frase.
….Sé que es difícil para ti volver y enfrentarte a esto, pero tu testimonio puede salvarle la vida, tienes que volver.
KINGSLEY SHACLKLEBOLT
Ministro de magia.
Sí. Tenía que volver. Se levantó de la silla con la mirada pérdida y se dirigió hacia el baño.
Al mirarse en el espejo se dio cuenta de que cinco años habían hecho mella en su rostro, sus ojos color miel ya no desprendían esa chispa de alegría y confianza; se habían apagado a lo largo de los años, cada batalla en las que había luchado y cada muerte que había visto se había llevado esa luz; pero lo peor fue el momento en que tuvo que huir, ese día que una y otra vez aparecía en sus pesadillas. Ese día en que había perdido a uno de sus mejores amigos, su primer amor a pesar de todo.
Cerró los ojos intentando contener las lágrimas. Oh Ronald…como pudiste hacer algo tan estúpido. Si hubieses esperado a los demás ahora estarías aquí.
Salió del baño y se dirigió a la cocina. Crookshanks saltó del taburete y se enroscó en sus piernas, Hermione lo acaricio abstraída en sus pensamientos.
Tengo que escribir a Harry. Es Hora de enfrentarlo todo. ¿Cómo voy a hacerlo después de tanto tiempo sin contestar a sus cartas? ¿Cómo voy a poder mirarlo a los ojos sabiendo que Ron está muerto por mi culpa? ¿Y Ginny? Merlin… tengo que sacar fuerzas y hacerlo, ha llegado el momento.
En ese preciso instante, una pequeña melena rubia, llena de rizos y alborotada se asomó por el pasillo. Andaba a trompicones y frotándose los ojos. Unos ojos color miel igualitos a los de Hermione.
-Mami…
- Lyra es muy temprano, vuelve a la cama.
- He tenido una pesadilla, no quiero estar solita…
Hermione cogió en brazos a la pequeña niña de cuatro años y le besó la frente. La acurrucó en sus brazos y le habló muy bajito.
-Mamá esta aquí, no te va a pasar nada. Duérmete cariño, tenemos que prepararnos para volver a casa.
La pequeña se abrazó más a Hermione dejando escapar un suspiro dando entender que Morfeo acababa de atraparla de nuevo.
Si, volvemos a casa. Tienes que conocer a tu familia. Aunque no sepan que existes.
