Capítulo 16: Un comienzo y un final
...
El sonido del tono de llamada hizo que abriese los ojos. Había olvidado ponerlo en silencio.
En la oscuridad sonrió al sentir acurrucada en sus brazos a la mujer que había perseguido meses atrás. Deslizó la mano por la curva de su cintura hasta su cadera, atrapando cuidadosamente su nalga. Lentamente, con mucha lentitud, para que no lo regañe.
El tono de llamada silenció y Kyoko gimió suavemente, tentándolo y haciendo que acerque su boca a su cuello.
—Beagle, no...—dijo en voz baja, llevando su mano a su mejilla para apartarlo—. Hora de dormir.
—Mmmm —gimió él en respuesta, apretando su nalga suavemente—. ¿Y cuándo haremos el amor, caperucita?
—Ya cállate —bisbisó medio dormida.
—Dime cuando —insistió deslizando la mano por la curva de su espalda.
—Déjame dormir —advirtió por última vez entreabriendo los ojos con una mirada asesina.
—Me encanta esa aura demoníaca que pones cuando te enojas —susurró besándole los labios.
Lo intentó nuevamente pero ella le gruñó y le dio la espalda, estirando luego de la sábana.
En ese momento, Reino mantuvo aún la paciencia, salió y atendió la llamada, para luego bajar las escaleras, ir a su escritorio, y mirar tras el computador para informarse sobre la subida y bajada de las acciones. Hace dos años atrás, cuando acababa la facultad, había decidido invertir en la bolsa, incrementando el dinero que tenía en el banco.
En ese momento, Reino aún se hallaba feliz por tener, al menos por unos días, a Kyoko como su novia. En ese momento, creyó que dentro de unas horas, en la mañana o en la noche, la convencería de hacer por fin el amor, pero no fue así.
Apenas Kyoko despertó, se escapó y fue a trabajar; sin embargo llegado cerca de la noche, cuando se encontraron, trató de convencerla rápidamente, ya que tenía tiempo limitado y debía salir a dar un concierto, pero Kyoko nuevamente lo rechazó porque debía estudiar el guion.
—Kyoko —gruñó frustrado al día siguiente cuando la llamó a la hora del almuerzo, la hora que descubrió ella contestaría—. ¿Cuándo haremos el amor?
Al oírlo Kyoko estaba por comer junto a Yashiro. Sus palillos habían caído al piso, y se había puesto roja de pies a cabeza. Le avisó a su manager que saldría por un rato, y buscó un lugar privado para contestarle.
—¿Q-Q-Q-Qué dices a esta hora tan temprana del día? —tartamudeó con el corazón agitado.
—¿Cuándo haremos el amor? —repitió.
Kyoko dejó salir un chillido de la vergüenza.
—¿N-N-No podemos ir...más lento?
—Me estás enloqueciendo. Después de verte tan excitada, tan receptiva y activa conmigo, ¿me dices que no lo haremos?
—N-N-No digo que no... —miró hacia los lados y bajó la voz—. No digo que no lo quiera... Antes de eso quiero que nos entretengamos de otra manera...e-en la c-c-cama...—dijo en una vocecilla haciendo que su rostro arda—. Haremos eso otro día, más adelante...Para mi primera vez quiero que prepares algo especial.
—¿Más especial de lo que te preparé?
Kyoko se mordió el labio inferior recordando las lencerías y juguetes sexuales que preparó.
—Me refería a otro tipo de detalles más especiales...para una mujer —Se cubrió el rostro sonrojado con una mano. Decirle en voz alta era muy vergonzoso.
Reino frunció el entrecejo. Ya había preparado todo, había comprado lencerías que le encantaría que vistiese ella cuando lo hicieran, también había comprado condones, lubricante para asegurarse que no le doliese tanto la primera vez e incluso juguetes sexuales para hacerlo más especial. Pero al parecer no era nada sexual de lo que ella hablaba. Las mujeres eran tan difíciles de descifrar.
—¿Quieres que hagamos antes una fiesta de perdida de castidad? —dijo con seriedad.
—No — dijo con tono seco—. Como mi novio —Hizo una pequeña pausa al oírse. Llamarle novio sonaba aún muy extraño. Sacudió levemente la cabeza y continuó—, quiero que prepares alguna cosa que me guste...—bisbisó poniéndose avergonzada y un poco molesta por hacerle decir todo aquello en voz alta—. ¡y yo prepararé algo también para ti! ¿lo entiendes? —dijo a todo a prisa, perdiendo la paciencia.
Oyó que él se rió entre dientes y le gruñó, molesta.
—Entonces, ¿tienes tiempo para entretenernos hoy, caperucita? —le susurró de repente con voz sensual.
—¿Eh? —El sonrojo subió desde su cuello hasta la punta de sus orejas.
—Aunque no sea lo que había pensado, no puedo negar tampoco que no me gusten los juegos —pausó y esbozó una sonrisa maliciosa—. Tal vez tú podrías preparar alguno como lo hiciste en nuestra primera vez.
Kyoko se hizo un ovillo en el suelo, tratando de esconderse de la vergüenza.
Tragó en seco y miró nuevamente hacia su alrededor para verificar que estaba sola.
—¿Estás libre a las siete? —preguntó ruborizada.
—No —lo oyó maldecir en lo bajo. Oyó un traqueteo y luego algunos pasos. Sabía que lo había dejado esperando demasiado tiempo y que estaba muy frustrado. Ella también estaba algo frustrada, Takuma la había mandado a entrenar el cuerpo para prepararse para la audición y además había conseguido algunos trabajos y audiciones que le impedían encontrarse con Reino.
—¿A las ocho? —preguntó esta vez.
Silencio y otra maldición.
—¿No tienes tiempo a las once? —preguntó esta vez Reino.
—A esa hora estaré viajando para ir en otra locación. Regresaré el jueves a la noche, al día siguiente tengo la audición para la película.
—¿Estarás tres días afuera? —Reino tamborileó los dedos sobre la pared. Debía comprar alguna joyería y cargarlo con algún hechizo más fuerte de protección—. Kyoko, no...
—¡Te recompensaré! —exclamó de repente, haciendo que él se sorpresa.
Calló. Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.
—¿Cómo, caperucita? —dijo con voz ronca, haciendo que Kyoko entreabriese los labios para tomar aire.
—Si llegas antes de que me vaya...—Con el dedo dibujó círculos sobre la pared que tenía delante —.Tal vez pueda recompensarte por la espera, Beagle —le susurró—. Solo dime lo que deseas —agregó con la voz cargada de erotismo.
—Mmmm —Reino imaginó a Kyoko recibiéndolo en la puerta, vistiendo una de las lencerías que le obsequió.
—Entonces... —Kyoko oyó unos pasos acercándose y vio que era Yashiro. Miró la hora y notó que tardó un poco—. S-Solo piénsalo y d-dime luego lo que quieres. N-N-Nos vemos —cortó y carraspeó al ver que su manager se acercaba—. Y-Yashiro-san...
—¿Si? —preguntó él, curioso al notarla un poco nerviosa.
—La verdad es que Reino...es mi novio —confesó decisiva.
—¿Eh...? ¡¿Eh?! —Yashiro miró sorprendido la expresión seria de Kyoko. Ya no era una relación pasajera como le había dicho una vez, y tampoco no la notaba dudosa o insegura, lo que significaba que cualquier sentimiento o emoción que antes la detenía ya no existía—. Ren...creo que ya no tienes ninguna oportunidad.
—Y también...—Kyoko se ruborizó y agachó la cabeza por unos segundos antes de mirarlo—. Hoy cuando vengas a buscarme por el viaje...quisiera que vayas a buscarme a otra dirección.
—¿Eh?
...
Yashiro le había llevado al supermercado, y por amabilidad le esperó y la llevó en la dirección que le mencionó antes, la casa de Reino. Eso no significaba que le había confesado que vivía con él. Si se enterará no sabía cómo reaccionaría.
Preparó rápidamente unos chocolates y los metió en la heladera. Debía preguntarle a Reino que le gustaba además del sexo, las rosas y las cosas de aspecto tenebroso. Empacó rápidamente su maleta, minutos más tarde decoró el chocolate y luego se duchó. Envuelta en una toalla, miró sonrojada las lencerías que Reino le regaló.
—T-T-Tal vez...este —cogió la lencería roja de encaje. Chilló y se cubrió el rostro—. ¿De verdad lo haré?... ¡¿Lo haré?! ¿Y si no le gusta?
Un demonio de la lujuria sonrió sensualmente, susurrándole al oído.
—¿No gustarle? ¿Al perro pervertido? —se rió con burla—. Con solo un dedo sabes que lo puedes poner duro.
Kyoko se mordió el labio inferior y recordó la vez en que le tocó su miembro. Desnudo y cachondo, gimiendo y rogándole por más. Su respiración se agitó y soltó un gemido de placer. Sus ojos se abrieron más al percatar que se estaba tocando un seno por encima de la toalla.
Tragó saliva y se decidió. Se puso la lencería roja y se miró en el espejo.
—Esto es muy sexual... —Se le entreveían los pezones, y atrás, el hilo de la tanga, no dejaba nada a la imaginación. Imaginó a Reino mirándola con hambre, caminando con lentitud hacia ella, tocándola muy despacio, seduciéndola, antes de acercarse lentamente hacia su boca para devorarla.
Se encontró nuevamente con la respiración entrecortada en el espejo, con las pupilas dilatadas del placer y con una mirada que jamás había descubierto hasta ese día, una mirada demasiado erótica.
Se abanicó con las manos y se vistió con su ropa para esperarlo.
Ya eran las veintiuna y veinte cuando oyó la puerta. Salió de su habitación y lo vio entrando rápidamente con una maleta y un estuche de violín hacia su oficina.
—¿Beagle?
Bajó los escalones que le faltaban. Parecía muy abstraído y preocupado por algo.
En cuanto llegó hacia su puerta, tomó titubeante el pomo de la puerta y lo abrió.
—¿Beagle?
Lo que vio ahí la dejó perpleja. Había una entrada abierta que guiaba a una habitación oscura. Había estado ubicado detrás de una puerta secreta que se camuflaba como una parte de la estantería y nunca lo percató.
Lo vio girar la cabeza y mirarla de pies a cabezas.
—Ah...Lo siento, no quería... —dijo un poco incomoda al ver que había descubierto algo que no estaba segura si a él le gustaría.
Reino caminó directamente hacia ella, tomó su barbilla y alzó su rostro para besarla.
—Llegaste... —bisbisó Kyoko ruborizada cuando él se separó de ella y acarició su mejilla.
—Mira, ¿te gusta? —sacó de su bolsillo un estuche de gamuza negro y se lo dio.
Kyoko lo agarró con titubeo.
—¿Q-Qué es...?
Creyó que no habría ningún anillo cómo la otra vez, pero no fue así. En su cara se dibujó una expresión de pasmo y susto que fue rápidamente sustituida por uno de embeleso y encanto.
—¿P-P-Por qué? —tartamudeó con los labios temblorosos, sin poder evitar quedar cautivada.
Era un anillo ornamentado con la textura de la rama de un árbol que le aterrorizaba fuera de oro macizo, más unas piedras preciosas, que le aterraba fueran reales: un ágata musgosa y unos diamantes salt and pepper.
—Intentaré cargarlo con un hechizo de protección más fuerte —le dijo esbozando una sonrisa sagaz al ver que no se equivocó con el diseño.
—¿Eh?
Aquello hizo que su pensamiento anterior se desvanezca momentáneamente y lo mirase a los ojos, interrogante.
Reino se acercó a ella, metiendo su mano bajo su top.
—¿Me tienes preparado una sorpresa? —le dijo palpando su sostén.
Kyoko se puso roja como un tomate e intentó sacar su mano.
—¿P-Por qué un hechizo de protección más fuerte? —preguntó con los parpados cerrados con fuerza.
En cuanto sintió que él retiró su mano de debajo de su top, abrió los ojos y lo encontró con una expresión seria.
—Te quedarás tres días afuera. Ya ha pasado más de un mes y es posible que la maldición se efectué con más persistencia.
Kyoko sintió como su garganta se secaba. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. De repente notó un cambio sutil en la expresión de Reino, y se preguntó si aquello que reflejaba sus ojos era algo más, además de su preocupación por ella.
Llevó una mano a su mejilla y lo acarició con el pulgar.
—¿Ha ocurrido algo? —preguntó mirándole a los ojos; los violetas se agrandaron un poco, manifestando su sorpresa.
Al ver que él silenció se acercó aún más y lo envolvió con sus brazos. Él se había puesto un poco tenso, pero Kyoko cerró los ojos y acarició su espalda, inhalando lentamente su esencia. Por primera vez notó a Reino un poco titubeante.
Se apartó un poco de él, con los brazos envueltos aún alrededor de su espalda, y lo miró a los ojos. En cuanto lo hizo él pareció reaccionar. Llevó sus manos a su cintura y respondió.
—Nada aún —pausó por unos segundos—. ¿Acaso esto es alguna clase de consideración al ser llamado tu novio?
Kyoko entrecerró los ojos.
—No y sí —contestó severa—. Solo...creí que te haría sentir mejor—se sonrojó y arrugó el ceño, algo reacia a decir en voz alta algo que le costaba decir—. Solo me nació hacerlo... Solo...Arghh —gruñó y escondió su rostro en su pecho—. Es mi manera de demostrar que me preocupas, me importas y...que no estás solo... —Alzó el rostro y le golpeó con un puño el pecho—. ¡Tú también me abrazas siempre en la cama! ¿Por qué te pones así ahora que lo hago yo?
—Es distinto —contestó indiferente—. Es la primera vez que una mujer me abraza y me mira así.
—¿Qué? —Kyoko se inmovilizó y sintió que toda su cara se encendía—. E-Entonces...si no te gusta...dejaré...
—Déjame comerte la boca —dijo él de repente mirando sus labios.
—¿Eh?
Él pegó sus labios a los suyos. Kyoko se sorprendió, sin embargo, de a poco fue cerrando los párpados. En realidad desde el día en que aceptó su propuesta se preguntaba si lo que hacía era lo correcto. No quería lastimarlo, pero si él la quería al menos por unos días, haría que esos días fueran los mejores para los dos.
Él la besó perezosamente su boca, metiendo luego sus manos bajo el top. Kyoko soltó un tembloso suspiro, en cuanto su lengua se abrió camino a su boca. Cada movimiento y cada caricia lo hizo con delicadeza, lentitud y suma sensualidad, que la dejó alelada aun cuando se separó de ella.
—Debo hacer el hechizo antes de que te vayas —le dijo con voz ronca, desplazando una mano por su seno para apretarlo suavemente. Kyoko jadeó y él lentamente fue dejando resbalar su mano por su piel desnuda hasta sacarlo—. Espérame arriba.
—Está bien...—murmuró en voz baja y jadeante.
Caminó hacia la puerta, abstraída, salió y antes de cerrarlo miró su espalda.
—Beagle...
...
Ya tenía apuntado la fecha. Aquel que lo seguía llamando hijo le había dicho como romper con el hechizo de protección de magia negra con la que él cargaba, pero esa tarde al enterarse de algunas noticias desconfiaba de sus palabras. No podía simplemente confiar en el hombre que más le odiaba. No sabía que haría si aquello no funcionase y Kyoko aún siguiese en peligro.
—No importa cómo. Ya sea una maldición o un repentino accidente, te mataré antes de dejar este mundo—Le había dicho con una sonrisa cuando los minutos de visita en la cárcel se habían terminado.
No le dio importancia a sus palabras porque sabía perfectamente bien que en cuanto él quisiese hacerlo algo, la maldición que éste tenía lo impediría. Aunque después ya no estuviese protegido con el hechizo, ese hombre estaría tras las rejas de por vida o eso creía.
¿Libertad condicional por enfermedad grave?
Aún no se lo habían concedido. Era poco probable.
Ya habían pasado más de media hora cuando terminó de cargar el hechizo de protección al anillo. Se había dirigido al baño de su habitación para ducharse, sin darse cuenta de lo sumido que quedó en sus pensamientos.
Metido bajo la ducha, dejó que el agua corra, y en cuanto se percató de lo que hacía, cerró los ojos y dejó escapar un suspiro. No era propio de él tener ansiedad. No entendía porque se ponía nervioso por algo que no sucedería.
Dos suaves golpes en la puerta hicieron que abriese los ojos de golpe. Giró inmediatamente hacia la puerta al oír que se abría, incrédulo a que fuese Kyoko quien entrase. Fugazmente alguien entró y cerró seguidamente la puerta, pegándose a ella y dándole la espalda. Se tensó y retuvo la respiración. Las suaves y perfectas curvas hicieron que sus labios se entreabriesen con sed. Su cabello corto recogido en una coleta dejaba contemplar su níveo cuello; su pequeña cintura acentuaba la redondez de sus caderas, y sus nalgas...
—Carajo...—soltó en lo bajo al ver la prominencia, firmeza y perfección de sus nalgas que nada cubría la minúscula tela de encaje rojo.
Kyoko dio un pequeño brinco al oírlo, y Reino solo pudo sentir como su miembro viril se endurecía.
—¿Te gusta...? —le oyó decir, casi jadeante.
—Me enloqueces —respondió con la voz cargada de deseo—. Gira a mí, caperucita —pidió cerrando el grifo de la ducha. Dio un pequeño paso, pero ella de repente se lo impidió.
—¡Quédate ahí, Beagle! —exclamó y él se detuvo, sediento.
Kyoko giró lentamente, dejando revelar su enrojecido rostro y sus labios entreabiertos a causa de su agitada respiración. Pausadamente fue retirando las manos de sus pechos. Alzó el rostro y su mirada subió sin prisas hacia él.
—T-T-Te estabas tar...—enmudeció.
Sabía que estaría desnudo. Anteriormente, la vergüenza la había paralizado varios minutos hasta que se armó de valor para entrar, dejarse mirar y mirarlo, no obstante, no espero que con solo verlo se pusiese así, tan caliente.
—Ah...—Cerró sus piernas al sentir que se humedecía. El cosquilleo de calor en el bajo vientre hizo que dejase escapar un pequeño gemido.
Era un hombre con una exuberante sensualidad. Tan solo escuchar su erótica voz podía ponerla acalorada, pero viéndolo así, con esa mirada hambrienta, desnudo y con una creciente erección, la hizo ponerse realmente cachonda.
—Ven, caperucita —gimió él con un tono de voz que la hizo tambalear del placer.
Buscó su mirada, y sintió que su garganta se secaba. Dio un paso y luego otro, lentamente, disminuyendo las distancias y haciendo que de alguna manera escasee el aire y se les dificultase la respiración.
—Beagle...
Sus labios se unieron posesivamente, y un solo contacto con la piel del uno del otro hizo que ambos gimiesen. Era carnal, afrodisíaco y hasta un poco salvaje. Reino estrechó sus brazos en torno a su cintura, y Kyoko gimoteó al sentir su erección presionando contra su vientre. Las gotas de agua que humedecían su piel al pegarse a su cuerpo no extenuaban el fuego que la envolvía de pies a cabeza. Ella arañó su espalda y él deslizó sus manos por su piel hasta agarrar sus nalgas y clavar sus dedos en su carne. Un alarido de placer se escapó de la boca de Kyoko. Sus manos subieron hasta enredar entre sus dedos su oscuro cabello. Se frotó contra él y en respuesta Reino mordisqueó su labio inferior, apretándola el trasero y atrayéndola hacia sí, hasta quedar pegados el uno al otro.
Lenta y pausadamente sus bocas se separaron, jadeantes, mirándose con intensidad a los ojos.
—Déjame...Déjame secarte —susurró Kyoko. Se distanció dando pasos hacia atrás, pero él la siguió dando pasos cortos hacia adelante. Tomó la toalla, pero Reino se acercó a ella e intentó alcanzar su boca. Lo esquivó—. ¿Qué haces? —dijo algo abochornada por todo lo que había hecho desde que entró al baño.
—Me gusta este juego, caperucita—Inconscientemente sus labios se curvaron en una sonrisa de felicidad.
Kyoko llevó el dedo índice sobre la comisura de su labio.
—El Beagle, el demonio de la lujuria y el libertinaje...¿puede tener una sonrisa angelical? —pensó distrayéndose, Reino había alcanzado su boca y la estaba besando—. E-Espera hasta que te seque...—Lo apartó y se rió suavemente al ver de nuevo su sonrisa. Se veía como un alegre, entusiasmado y obediente perrito.
Comenzó a secar sus hombros, sus brazos y luego su pecho. Su respiración se dificultó de nuevo al ir bajando a su abdomen. Lentamente fue desplazando su mano con la toalla hasta llegar a su miembro viril. Reino soltó un pequeño gruñido y Kyoko sintió que sus bragas se mojaban aún más. Ella no le miró a la cara, no obstante vio como sus manos se apretaban en puños, intentando contener besarla o tocarla.
—Quédate quieto, Beagle —ordenó adrede con voz maliciosa y sensual. Subió la mirada a sus ojos y cerró la mano entorno a su rígida erección. Él apretó los dientes y esa visión hizo que cualquier vergüenza que sintiese antes se desvanezca para ser sustituida completamente por la lujuria.
Se arrodilló frente a él y comenzó a secar sus piernas, levantándose seguidamente con un movimiento estudiado para resaltar sus caderas. Contempló su dura erección y entonces pasó sus dedos por su muslo interior, deslizando sus dedos mientras giraba hacia su espalda. Curvó sus labios con malicia al percatar lo tenso que se ponía con cada caricia, y por primera vez tuvo a su vista sus pequeñas nalgas. Secó primero su espalda, y con un ronroneo agarró con su mano desnuda una de ellas, causando que él dé un ligero respingo. Contuvo una pequeña risa y al terminar de secarlo giró nuevamente hacia delante.
—¿Ya está? —le preguntó él con la voz enronquecida.
—No —dijo de inmediato, haciendo que él abra más los ojos—. Quédate quieto por un rato más.
—Demonios...—bramó con diversión, viéndola girar alrededor de él para mirar con más detalle su cuerpo desnudo—. ¿Te gusta lo que ves? —preguntó al tenerla otra vez de frente.
Ella calló y ronroneó, curvando sus labios.
—Sí —contestó dando un pequeño paso hacia adelante.
—¿Entonces por qué también no lo sientes?
—Eso... —Cerró las distancias y llevó un dedo sobre su pecho—. Eso haré.
Deslizó su dedo por abajo hasta alcanzar su virilidad desde la base hasta la cabeza. Dio un vistazo a su mirada ardiente, y pasó de nuevo su dedo por todo su miembro hasta que él ya no aguantó más y llevó una mano a su cintura para tocarla.
—Te dije que te quedases quieto —dijo contemplando acalorada su pene. Se mordió con fuerza el labio inferior. Se había puesto mucho más grande y duro.
—Kyoko... —Su nombre con aquella voz ronca y profunda hizo que abriese los labios en busca de aire—. Dame más.
Ella alzó el rostro y se relamió los labios. Las pupilas de Reino se oscurecieron.
—Dime, ¿qué deseas?
—Tu boca —Jadeó—. Aquí abajo.
—¿Qué...? —Apenas salió de entre los labios de Kyoko—. E-Eso...
—Olvídalo —murmuró Reino, percatando que había llegado lejos y tal vez la había asustado. No quería alejarla de nuevo después del esfuerzo que le tomó tenerla así frente a él.
—Enséñame —dijo de repente Kyoko enrojecida, sorprendiéndolo—. Enséñame como te gusta, Beagle.
—Demonios —Reino llevó la mano tras su nuca y la atrajo para besarla—. Vamos a la cama —La alzó en vilo y Kyoko se aferró a él, sorprendida.
En cuanto salieron del baño, él caminó directo hacia la cama, la recostó y luego se colocó encima, dándole un tierno beso en los labios. Kyoko tomó su rostro antes de que él se separase, besándolo con mayor profundidad. Sus bocas se distanciaron una vez que la falta de aire se los pidió. Sin prisa, Reino fue acariciando su cuerpo con sus manos, mientras su boca fue bajando a su barbilla, su cuello, y sus senos. Atrapó entre sus labios un pezón, lo lamió por encima del encaje y lo succionó, haciendo que un gemido entrecortado se escapase de ella.
Kyoko llevó sus manos hacia su rostro, intentando detenerlo.
—Beagle...E-Espera.
Reino se irguió y clavó la mirada a sus ojos.
—Caperucita, si me detienes enloqueceré
—No es eso... Yo...—Apretó los labios—. Hoy quiero ser yo la que te dé placer.
Los ojos violetas se agrandaron de la sorpresa.
—Demonios, me estas poniendo difícil, Kyoko —maldijó una vez más Reino—. Tal vez me hagan falta unas esposas para que me retengas —Estaba demasiado duro. Una capa de sudor cubría su cuerpo, y sus manos se apretaban a sus caderas, intentando contener el deseo de ir más rápido e incluso de querer follarla. Era la primera vez desde que Kyoko le aceptó y le consintió casi todo su cuerpo, y además ella era la primera mujer a quien deseaba con tanto anhelo y desesperación.
—Dame...Dame tu mano —susurró Kyoko, mostrándose un poco abochornada. Se incorporó e hizo que se haga a un lado para que ella pueda sentarse.
—¿Qué estas...?
Antes de que él pueda decir más, Kyoko cogió su mano, agarró su dedo índice y lo llevó en su boca. Lo deslizó de dentro hacia afuera, antes de rodearlo con su lengua, cerrar los ojos y volver a repetir la misma acción.
Reino soltó un gruñido y metió un segundo dedo a su boca.
—Primero ve despacio —Ella abrió sus ojos, fue más despacio y luego los chupó. Al verla así, Reino sintió una desesperada necesidad de tocarse antes de que ella lo enloquezca y pierda el control, pero al parecer ella lo notó porque cogió su otra mano antes de que lo hiciese.
Kyoko sacó sus dedos de su boca y sonrió con deleite al tomar consciencia de lo que le provocaba.
—Sé paciente y espera como un buen perro, Beagle —susurró, lamiendo esta vez sus dedos, los volvió a meter a su boca, pero esta vez puso también dentro el dedo corazón en ella.
—Caperucita, a este paso me volverás loco —rugió cerca de su límite—. Incrementa lentamente la velocidad y chupa... Así... —Estiró de su otra mano, tratando de soltarse de su agarre, no obstante, ella entornó los ojos y retiró sus dedos de su boca.
—Ya es suficiente.
Kyoko lo empujó a la cama, y se colocó encima de él, a horcajadas. Fue directamente hacia su cuello, inhalando y rozando con sus labios su piel. Reino suspiró y tomó entre sus manos sus nalgas, apretándolas tan pronto su boca besó su cuello. Su mano acarició distraídamente sus pectorales antes de bajar y pasar su lengua por una tetilla. Elevó las caderas al sentir que sus nalgas rozaron su erección, y siguió bajando con su boca el camino que guiaba hacia su abdomen.
El sonido de placer que emitió Reino hizo que ronronease y deslizase la mano hacia su muslo para acariciarlo. Con la respiración entrecortada fue incorporándose para acomodarse hasta tener su rostro frente a su falo. Los ojos dorados se fijaron en la dureza de su erección, ocasionando que su corazón se saltase un latido. Curiosa por su reacción, sus dedos se deslizaron por su piel, tocando suavemente lo largo de su miembro hasta llegar a la punta. En cuanto una gota de humedad se asomó, sus labios se entreabrieron, maravillada. Inhaló cerca de él y Reino contuvo el aliento, apretando los puños. Impulsivamente, Kyoko acercó su boca y lo lamió, provocando que las caderas de Reino se lanzaran un poco hacia adelante.
—Dios...—gimió él, cuando su boca se cerró entorno a su glande.
Kyoko probó lo que había hecho antes. Lo exploró lentamente con la punta de la lengua y lo chupó. Antes de siquiera pensar, su mirada buscó la suya para apreciar su reacción. Él estaba apoyado sobre sus codos, y la miraba con una expresión que repartía entre la agonía y el placer. Satisfecha, retiró esta vez su boca para comenzar a lamerlo de arriba abajo.
El sabor de su miembro era desconocido, era algo salado, pero no le disgustaba, y en cambio buscó satisfacerlo deslizando su lengua desde la base hasta la punta. Un jadeo llegó a sus oídos. Volvió la mirada a él y, provocativa, llevó una mano a la base tomando con su boca su virilidad. Fue bajando lentamente, centímetro a centímetro, hasta que sintió que le daría arcadas, respiró por la nariz y bajó un poco más antes de subirlo. Mientras tanto su mano siguió acariciando su abdomen y su cadera, echándole algunos vistazos para asegurarse de que lo estuviese disfrutando. Su boca siguió con la labor de chupar; bajaba y lo liberaba lentamente, hasta que consiguió tomar mucho más y oírle lanzar un ronco gemido.
Al momento en que su dura longitud palpitó en su boca, su sexo se contrajo y también palpitó de la excitación. Se retiró de él y usó su mano para seguir estimulándolo. Al hacerlo sus miradas se encontraron. Ambos estaban con el rostro enrojecido, demasiado acalorados.
—¿Más rápido...? —preguntó Kyoko con una voz casi desconocida.
—Sí... —gimoteó cuando ella lo masturbó con más rapidez—. Dios, moriría feliz si hoy fuese mi último día.
Kyoko sonrió y entonces engulló su miembro lo más que le fue posible. Lo chupó, aceleró y usó su lengua, provocando que él jadease y gimiese de placer. Una de las manos de Reino se había enredado en su cabello, mientras usaba la fuerza de su otra mano para mantenerse erguido y no perder de vista cada uno de sus frenéticos movimientos.
—Kyoko —gimoteó. Sus músculos abdominales se contrajeron y puso todo de sí para retener el movimiento de sus caderas—. Detente—gruñó con los dientes apretados—. Me voy a correr.
Reino había esperado que Kyoko retirase su boca, pero no lo hizo y en cambio, llevó una mano hacia la base de su miembro, y continuó acelerando y chupándolo con más fuerza.
—¡Carajo! —exclamó cuando no pudo más.
Sus caderas se empujaron hacia su boca, rugiendo mientras el clímax se apoderaba de él. Kyoko le apretó con firmeza con la mano, acariciándolo arriba abajo, entretanto su boca tragaba su cálida simiente, hasta que un último suspiro de placer la hizo retirarse.
Jadeante, Reino se halló acostado sobre la cama sin darse cuenta. Sintió que un peso bajó a su abdomen, y entonces a su vista apareció el rostro enrojecido y aún acalorado de Kyoko. Ella tomó su rostro entre sus manos y besó sus labios. Era la primera vez que una mujer lo besaba después de un oral, pero no le importó solo porque se trataba de los labios de Kyoko.
—Dios...—susurró Reino aún alucinado. Ella le sonrió, orgullosa de sí misma.
—¿Tanto te gustó?
—Tanto que me he convertido en un devoto tuyo, caperucita —susurró acariciando su cabello.
Kyoko desvió la mirada, abochornada de sus palabras. Cuando lo volvió a mirar lo descubrió con una sonrisa de oreja a oreja. Llevó el dedo índice a la comisura de su labio y se rió entre dientes.
—Sí que te gusto —murmuró. Se hizo a un lado y bajó de la cama.
—¿Dónde vas, Kyoko? —preguntó Reino, incorporándose rápidamente.
—Tengo que prepararme para salir —miró la hora en el reloj de la mesita y se apresuró—. Se me hará tarde —exclamó abriendo la puerta.
—Espera —la detuvo bajando de la cama.
—Beagle, no puedo llegar tarde —le apresuró viendo con impaciencia el pasillo y la puerta que guiaba hacia su habitación, pero de repente esa vista fue cubierta por el madero de la puerta siendo cerrada—. Beagle... —gruñó entrecerrando los ojos.
Reino sonrió de medio lado, acercándose hasta tenerla contra la puerta.
—Entonces, ¿te irás así?
—¿E-Eh? ¿C-Cómo? —balbuceó tragando en seco al ver su mirada depredadora.
Él acercó lentamente su mano por su pecho hasta tocarla, deslizándola hasta llegar a su sexo y sentir sus bragas. Kyoko tomó rápidamente su mano, gimoteando por la sorpresa.
—Así de mojada —respondió provocando que ella enrojezca.
—N-N-No puedes solo tocarme...—Sus orejas ardieron y enseguida se dio vuelta, intentado salir de la habitación, pero Reino deslizó su mano dentro de sus bragas, haciendo que ella suelte un pequeño grito—. ¡Se me hará tarde! ¡No puedo perder el vuelo! —exclamó entre gemidos, desesperada, al sentir sus dedos acariciar su sexo.
—Entonces solo tengo que apresurarme —susurró cerca de su oído, mordisqueó su oreja y llevó su otra mano a su seno.
—Beagle...No...puedo...—Sus labios se entreabrieron dejando salir suaves gemidos, recostó su cabeza por su hombro y se dejó llevar por el delicioso placer.
...
Miró con nerviosismo la hora en su reloj de muñeca. Iban algo tarde, pero la razón de su intranquilidad en realidad se debía a otra cosa; era un plan que llegó a sus oídos a última hora y del que fue obligado a participar.
Esperó tras el volante, tamborileando los dedos contra el volante, cuando de repente oyó que la puerta del portón por fin se abría. Giró la cabeza y vio como Kyoko salía con una pequeña maleta. Sus ojos se abrieron más al ver que Reino estaba tras ella, siguiéndola, con las manos hundidas en sus bolsillos. Kyoko entonces se daba la vuelta, llevaba una mano contra su pecho y lo empujaba dentro. Cuando una pequeña risa llegó a sus oídos se sintió un poco asombrado, más fue la sorpresa al ver cuando Reino se acercaba a su rostro, besaba sus labios y sonreía.
Con antelación, antes y después de llegar ahí, se había asegurado por si acaso de que nadie lo seguía, además había dado vueltas para inspeccionar el lugar. Podría ser arriesgado que su relación sea descubierta, y conocía el descuido que ambos tenían, pero jamás creyó que una escena así podría ocurrir frente a sus ojos.
Aún podía recordar el rechazo que tenía la joven hacia el amor, así como también su mala relación con el cantante. Un cambio tan grande había ocurrido demasiado rápido. Las adversidades la habían hecho tambalear, pero también la ayudaron a crecer. Kyoko se había hecho una mujer, y la seguridad y la confianza la hacían mucho más hermosa.
—¡Beagle! —oyó como lo reprendía Kyoko, giraba para mirar hacia el portón y entonces se encontraba con su cara.
Ella se sonrojó y le empujó hacia adentro, mientras que el cantante tras ella levantó la mano y lo saludó. La puerta entreabierta lo dejó vislumbrar un último beso, antes de que ella saliese y se cerrase el portón.
Los primeros segundos en el carril transcurrieron en silencio hasta que ella carraspeó y habló.
—Yashiro-san, disculpa que haya salido algo tarde.
—Descuida, Kyoko-chan —pausó—. En realidad debo informarte que ha habido algunos cambios. Iré contigo al viaje, así que nos acercaremos primero a Lme para dejar el coche y luego nos acercaremos en taxi al aeropuerto.
—¿Me acompañarás? —preguntó extrañada.
La larga pausa que tomó para responder hizo que Kyoko se sintiese inquieta.
—En realidad... Ren también tiene un trabajo en Hokkaido.
—¿Acaso esto es una coincidencia? —preguntó escéptica. Había algo que su manager aún no le decía y le costaba soltar.
—No lo es —Yashiro suspiró—. Kyoko-chan, hay algo más que debes saber antes de que abordemos el avión.
En cuanto se lo dijo, él vio por el espejo como su rostro adoptaba una expresión severa.
...
Se dirigió junto a Yashiro a la sección de primera clase, y ante sus ojos un hombre de cabello rubio y ojos verdes apareció, sentado junto al asiento que ella ocuparía. Se inmovilizó, pasmada por aquella apariencia que creyó, alguna vez ingenua, jamás volver a ver en su vida. Al notar que Yashiro no parecía nada sorprendido, supo que Kuon ya le había contado todo sobre su identidad y tal vez parte de su historia.
Los minutos de espera, antes de que el avión despegue, se mantuvo en silencio y desvió la mirada hacia cualquier otro lado, nerviosa de su presencia a escasos centímetros. Él tampoco dijo algo y se limitó a mirar una revista.
—Estás muy bella.
Los hombros de la joven se movieron como si una corriente eléctrica la hubiera tocado. Lo dijo súbitamente, en inglés.
Ella giró lentamente la cabeza, rígida, intentando mirar con el rabillo del ojo a su lado.
—Aquí —le dijo nuevamente de súbito en inglés.
Percató que él le señaló algo con el dedo en la revista. Giró un poco más la cabeza para entender lo que señalaba y entonces vio, un poco asombrada, que se trataba de las fotografías que hizo junto a Ryoma, un modelo muy simpático y amable que le ayudó a posar, tal como Takuma le había comentado.
—G-Gracias...—murmuró en inglés, entendiendo que desde entonces, en el avión, sería el idioma con el que hablarían.
—No quiero que te pongas tensa, señorita Mogami.
Kyoko abrió más los ojos y unió las manos hasta apretarlas.
—No me sentiría así si no hubiese conspirado con el señor Yashiro para que me sentase en un avión junto a usted —dijo algo molesta.
—Yashiro fue obligado a participar en mi plan, por favor no te enojes con él —comentó con seriedad.
Kyoko respiró hondo e intentó relajarse.
—¿Y cuál es su plan? —preguntó.
—Hablar contigo —soltó con simpleza y suavidad.
—¿Eh? —Arrugó el ceño y por primera vez se atrevió a alzar la mirada para verlo.
Una sonrisa afloró en el rostro de Kuon.
—Me alegró que por fin hayas girado a mirarme a los ojos.
Kyoko se paralizó, agrandó los ojos y luego los entrecerró, volviendo nuevamente la mirada hacia el frente.
—¿Te he incomodado? —dijo él.
—Sí —contestó con sequedad—. En los últimos meses me había acostumbrado a una expresión más bien de desprecio, ira o desencanto. Escucharlo hablarme así, como si no hubiese ocurrido nada estos últimos meses me incomoda... Y además...—agregó titubeante—, me incomoda verlo con ese aspecto.
—Yo...Lo siento mucho —dijo con arrepentimiento—. Sé que mi comportamiento estos últimos meses ha sido el equivocado, es por esa razón que he querido hablar contigo, señorita Mogami. ¿Tal vez el momento aún no le parezca el indicado?
Kyoko se restregó el rostro.
—Tal vez sea así —refunfuñó. Al darse cuenta de su tono, miró a su alrededor, suspiró y bajó la voz—. Señor Hizuri, espero que me entienda, pero hablar con usted después de todos sus desplantes, maltratos, engaños, prejuicios... Esto no es así de fácil como lo pretende —pausó y volvió a suspirar con resignación—. Sin embargo, lo escucharé.
—Gracias —dijo de inmediato con alivio.
—Pero —continuó—, no hablaré con usted en el avión. Cuando nos hayamos instalado en nuestras habitaciones en el hotel, lo escucharé solo si el señor Yashiro está ahí, al menos unos pasos cerca.
—Está bien —contestó un poco tardío, poniéndose tenso.
—También —Kyoko giró esta vez y lo miró a los ojos con severidad—, no quiero que me alce la voz o se ponga agresivo. Si lo hace me iré y no le daré jamás otra oportunidad.
—Señorita Mogami, jamás haría... —dijo apresurado, pero entonces rememoró el pasado.
—No confío en usted —soltó ella con un poco de disgusto.
Kuon sintió como si un látigo le hubiese sido asestado en el rostro. Su corazón se oprimió de dolor y se calló. Ella tenía toda la razón.
—Por último —agregó ella volviendo la mirada en frente—, espero que entienda que no me será nada fácil perdonarlo. Así que, por favor, no espere que lo perdone de inmediato.
Después de unos minutos, Kuon cerró los ojos y sonrió débilmente.
—Gracias —susurró, recibiendo de respuesta el silencio.
...
La mirada nostálgica, casi afligida. Los labios apretados, reprimiendo un lamento. Las manos unidas, apuntando hacia su dirección, con el vestigio de una culpa y un arrepentimiento.
Sin prisa, las palabras fueron saliendo de su boca con cierta tensión.
Kyoko lo escuchó con atención y calló, observándolo en todo momento, con un sinfín de emociones y sentimientos que variaban a la tristeza, la empatía, el enojo, hasta la melancolía.
Fue un pasado oculto, oscuro, cruel, que le costó dejar atrás. La culpa y el castigo que se impuso a sí mismo podrían obstaculizarlo.
—Mogami-san —Su voz se hizo un suave susurro. Su mirada verde buscó la suya y se acercó un poco más—. Ese día, en la playa de Guam, tu sonrisa, tu preocupación y afecto llegaron a mí. Tú eres la mujer que consiguió que las manecillas del reloj volviesen a moverse.
Kyoko agrandó los ojos y entonces recordó, el día en que Jelly Woods volvió a Japón, con un mensaje de Tsuruga Ren al presidente. Era una promesa de avance, lucha y esperanza.
Agachó la cabeza y sonrió débilmente.
—No sabía que era así —pausó y lo miró con tristeza—. En ese entonces era una chica muy ingenua e inocente. Aunque haya declarado la guerra a cualquier sentimiento de amor, aún seguía creyendo en el príncipe Corn y en el mundo mágico de las hadas...Era muy cuestionable el hecho de que haya creído en el poder del beso del verdadero amor.
—Ocultarte mi identidad era una de las razones del por qué primeramente aparente no conocerte, pero la mayor razón de ser Corn fuiste tú. Aquella inocencia y dulzura era una parte que no quería romper —dijo con una pequeña sonrisa.
Kyoko suspiró y lo miró con seriedad.
—Hizuri-san, tengo diecisiete años, si fuese una pequeña niña podría entenderlo —La comisura de sus labios se levantaron sutilmente hacia arriba—. Después de descubrirlo creí que solo se había burlado y reído de mí.
Al entrever el esbozo de una sonrisa, Kuon supo que aquello ya no era así.
—Jamás lo haría —dijo tomando su mano.
La vio dar un pequeño respingo. Un largo silencio se hizo en la sala, y al ver que Kyoko no apartaba su mano un pequeño rayo de esperanza iluminó su interior.
—Discúlpeme, pero por favor no me toque —Kyoko apartó con cuidado su mano, y entonces notó como el fulgor en sus ojos verdes se desvanecían—. Hizuri-san, yo ya no soy aquella chica inocente que usted gustaba. Las dificultades y el sufrimiento por el que he pasado me han vuelto diferente. Conocí a otras personas que me ayudaron a creer en mí, a valorarme y a aceptarme tal y como soy —pausó y se quedó inmersa por un momento en un pensamiento—. He cambiado. Mucho —Le miró fijamente—. Y aunque sé que me falta más madurez, ahora mismo me he dado cuenta que a pesar de todo no me arrepiento ni lamento nada.
Kuon se quedó hipnotizado por aquellas facciones que expresaban suma seguridad y a la vez femineidad. Ella realmente había cambiado mucho. Ya no era la chica inocente que podría manipular fácilmente. Tenía una mirada distinta que podía cautivarlo. Era muy bella. Y aquello solo le hizo sentirse abatido. Él no era el hombre que la apoyó o la ayudó a recuperarse del dolor, era todo lo contrario, fue él quien la había hecho tanto daño, cuando como un desgraciado desconfió y la apartó de su vida. Sin saberlo, ella estuvo ahí para él en su momento más oscuro, pero él simplemente la dejó y la rechazó cuando ella más lo necesitaba a su lado.
—Lo entiendo —dijo afligido, y luego de una pausa preguntó lo que temía—. Mogami-san, ¿me odias?
Kyoko quedó paralizada ante esa pregunta.
—Yo le tenía un gran resentimiento —contestó con tardía y cierta tensión—. No lo odio, pero aún me siento adolorida por todo el daño que me ha hecho porque para mí usted era...—Negó con la cabeza, decidiendo callar las últimas palabras—. Hizuri-san, no creo...que fácilmente...vuelva a...
—¿Era?
El grave murmullo resonó en la habitación.
La tensión aumentó de improviso y Kyoko retuvo el aliento.
—¿Qué? —Salió de entre sus labios, presintiendo pero dudando aún así de su verdadera pregunta.
—Era... —Kuon respiró hondo, intentando aliviar la tensión o bien la desesperación y el pánico—. Era es pasado... Mogami-san, ¿tú ya no sientes...?
Y entonces percató algo que lo hizo sentir como un iluso por no haberlo descubierto desde un principio. Un anillo. Ella estaba tocando, en un gesto de nerviosismo, un anillo que lo tenía puesto en el dedo corazón. Definitivamente era de oro y posiblemente lo que notó eran piedras preciosas, un cuarzo y unos diamantes.
Podría ser un prejuicio imaginar quien se lo regaló, pero al ver que ella cubrió el anillo con la otra mano creyó que se percató de su escrutinio.
—¿Hizuri-san?
Él alzó el rostro y la observó, creyendo que descubriría sus pensamientos o emociones al verla, pero no fue así.
—¿Ese anillo fue un regalo? —preguntó.
—¿Eh?...Ah...—Ella miró el anillo y sus mejillas se enrojecieron sutilmente—. Así es —dijo un poco avergonzada.
Su reacción, su tono de voz o su expresión, nada en ella mostraba ni un ápice de intranquilidad. Si le respondía con tanta naturalidad podría significar que el anillo no se lo dio ese hombre, pero si era lo contrario, y a ella ya no le afectaba hablar de ese hombre frente a él...
Kuon sintió la garganta seca ante el temor de que fuese lo último.
—¿Acaso ese anillo te lo dio...?
Un golpe seco se oyó de repente en la habitación. Ambos giraron inmediatamente la cabeza hacia el ruido. Yashiro se había caído al piso con los auriculares puestos.
—¡Yashiro-san! —exclamó Kyoko, yendo con prisa para socorrerlo.
—E-Estoy bien —dijo el susodicho con rostro enrojecido de la vergüenza—. Sin querer me quede dormido —explicó levantándose.
Kyoko miró la hora en su celular.
—Ya son casi las cuatro —exclamó sorprendida—. Lo siento mucho, Yashiro-san —dijo con una pequeña reverencia de disculpas.
—No, Mogami-san, es todo mi culpa. Discúlpame, Yukihito-san —se disculpó Kuon—. Por favor, ve a dormir en tu habitación, nosotros ya hemos terminado de hablar.
Kyoko le miró a Kuon y él asintió con la cabeza para confirmarlo.
Cuando fueron a la puerta, Kuon le detuvo a ella.
—Mogami-san —dijo antes de que se vaya—. Discúlpame por haber tomado tanto de tu tiempo cuando sé que has de estar cansada y...—sonrió lánguidamente—, gracias por escucharme.
Kyoko hizo un movimiento de cabeza, asintiendo.
—Que descanses.
En cuanto se marcharon, Kuon cerró la puerta y se recostó contra ella, con gesto apesadumbrado.
—Ella ya no siente nada por mí...
Apretó la mandíbula y se cubrió el rostro, conteniendo las lágrimas.
...
Él no estaba bien o eso pensó hasta que lo saludó y sonrió. Fue una sonrisa cansada, pero sincera. Tal vez lo que veía en él era resignación o simplemente aceptación a la realidad.
Era de mañana y Kuon Hizuri volvía a ser Tsuruga Ren.
Iban hacia el coche que alquiló para ir a la sesión de fotos, hasta que él pronunció unas palabras después de mantenerse todo el rato en silencio.
—Muchas gracias.
—¿Eh? —Yashiro giró a mirarlo, confuso—. ¿Por qué?
—Sabías sobre el anillo, de quién se lo dio. Interviniste y estoy agradecido porque lo hicieras.
Yashiro abrió grande los ojos e hizo aspavientos con las manos.
—No estaba oyendo nada —exclamó avergonzado—. La música de repente se acabó y oí... —Se detuvo al darse cuenta de la situación. Ren sabía todo o lo había intuido—. Lo siento, sé que no tenía derecho a intervenir, pero cuando me di cuenta lo hice. Estaba preocupado por tu reacción —pausó, con nerviosismo— ¿Estas bien? —preguntó, preocupado.
—Te mentiría si te dijese que lo estoy —pausó y respiró hondo—. ¿Así que Mogami-san está saliendo con Reino?
—Lo siento, fue solo ayer que me lo dijo, y no quería...
—Descuida. Lo entiendo —aseguró, adelantándose hacia el coche.
Yashiro lo siguió, entró al coche y acomodó el espejo retrovisor, mirándolo con preocupación.
—No me mires con pena—dijo un poco molesto, Ren.
—L-Lo siento —mencionó Yashiro, carraspeando y arrancando el motor.
Ren se masajeó la sien y suspiró.
—Lo siento, Yukihito-san —habló captando su atención—. Estoy bien —Miró como en la salida del estacionamiento se filtraba los primeros rayos de luz y sonrió—. Puede ser un final, pero será también un nuevo comienzo.
Yukihito parpadeó con sorpresa, y entonces sonrió.
—Tienes razón —dijo orgulloso de su crecimiento.
...
Al bajar del avión, lo primero que hizo fue buscar una banca, sentarse y bostezar. Los tres últimos días en Hokkaido fueron arduos días de trabajo que culminó con un cansador vuelo nocturno a Tokio. Estaba cansada, tenía hambre pero a la vez sueño. Iría a casa en taxi, ya que Reino no pudo ir a buscarla porque tenía trabajo, pese a ello agradecía que fuese así porque sabía que se irritaría si la tocase; estar con hambre y sueño posiblemente la haría armar una rabieta continua.
Un aroma acaramelado de judías rojas repentinamente llegó a sus narices. Inhaló el aroma y buscó con sus ojos, hasta descubrir un taiyaki.
Sus labios se entreabrieron con hambre. Los cerró de nuevo y tragó saliva, hasta que sus ojos dejaron de enfocarse solamente en el taiyaki y vieron al hombre que lo estaba comiendo.
Un tic nervioso se exteriorizó en la ceja derecha.
Era demasiado alto, vestía unas prendas sobrias y holgadas que no combinaban y le daban un mal aspecto. Llevaba un feo gorro pescador y unos oscuros lentes de sol. Aún así no pudo ocultar su verdadera identidad de sus ojos, sabía que era él.
—Takuma-san —pensó con irritación, aunque no fuese su intención.
No quería saludarlo con el desagradable humor que tenía y, además, si vestía así tenía que ser porque no quería que nadie lo reconozca. Se levantó lentamente para esconderse, pero entonces él giró la cabeza hacia su dirección.
Ambos se paralizaron y entonces ella se escondió rápidamente.
—¿Q-Qué estoy haciendo? ¿Y si él se dio cuenta? —Salió de su escondite y lo buscó con la mirada, pero ya no lo encontró.
Jugó con su anillo, por un rato indecisa, optando luego por escapar rápidamente de ahí para ir a casa, comer lo que encontraba en la heladera y dormir.
Fue con prisa hacia la salida y encaminó hacia la carretera para llamar a un taxi, pero entonces se detuvo nerviosa en la acera, próxima a la franja peatonal. ¿Y si él le había visto y se había enojado porque se escondió? Mañana era la audición y si él estaba enojado con ella no sabía lo que le esperaría.
—Ah...¿Pero qué...?
En un descuido, sintió que su anillo salió de su dedo al estar continuamente enroscándolo alrededor de su dedo. Sus ojos se agrandaron con espanto y un grito de horror se escapó de su boca.
—¡NOOOOOOOOO!
El anillo rodó por la carretera hasta que finalmente pasó por el medio y cayó cerca del otro carril.
Kyoko sintió que su corazón se oprimió al ver que algunos coches pasaban cerca. Un estremecimiento recorrió el largo de su columna vertebral cuando creyó que uno lo aplastaría, pero de repente éste se detuvo.
Dejó salir el aire retenido en sus pulmones, pero al ver que alguien le hacía una señal para que pasase todo cambio.
Un sudor frío se apoderó de su cuerpo y se inmovilizó, completamente pálida y helada de pies a cabeza. Miró hacia el parabrisas y percató el rostro de un amable señor cediéndole el paso.
No era lo mismo que en ese entonces, así que intentó relajarse.
Respiró profundo, y en cuanto notó que algunas personas pasaban por delante de ella, les siguió, caminando con precaución. Se agachó para coger el anillo, hasta que oyó el repentino sonido del motor de un coche acelerando. Una mano la tomó del brazo y la estiró bruscamente, haciendo que retroceda hacia el otro carril y que frente a sus ojos pasase la escena más siniestra jamás vista en su vida.
Ocurrió muy rápido.
El estremecedor ruido sordo que produjo el impacto hizo que sus piernas se debilitasen y cayese al suelo.
—No mires. No mires—Creyó escuchar como un eco lejano, pero los gritos y las voces llenas de terror se sumaron.
Temblorosa, apretó en su mano el anillo, giró la cabeza y entonces lo vio.
El cuerpo ensangrentado e inerte de una mujer.
...
N/A: Hola a todos, lamentablemente me había dado por vencida en seguir escribiendo más capítulos de esta fanfic debido a la ausencia de lectores, así que fue una sorpresa ver algunos reviews que agradezco de todo corazón :D
Este capítulo fue el último que tenía guardado, la verdad ya poca inspiración tengo, después de todo ha pasado mucho desde la última vez que he escrito su continuación. Sin embargo, por los pocos lectores, persistiré e intentaré seguir esta historia.
