La luz del sol entraba por la ventana de la habitación. Hermione exhaló un suspiro y abrió los ojos; Había llegado el día del juicio.

Se levantó de la cama con cuidado de no despertar a la niña y bajó a prepararse un té.

La casa estaba en silencio, y agradeció ese momento de soledad para tomarse el té y prepararse mentalmente para lo que le esperaba. Subió a la habitación y se puso una falda de tablas negra con un jersey de cuello vuelto gris, sus botas negras y se recogió los bucles en una coleta alta. Se maquilló ligeramente, cogió su bolso y le dio un beso a Lyra en la frente.

Al bajar las escaleras vio a Andrómeda en la cocina preparando el desayuno.

-Buenos días Andrómeda.

-Buenos días querida, estás preciosa. ¿Quieres un té?

- No gracias, ya lo he tomado. El juicio no empieza hasta las 10 pero quiero estar a las 8 allí para prepararme.

-No esperaba menos de ti. Ve tranquila, todo saldrá bien.

Hermione le dio un abrazo a la mujer y se fue directa al salon, cogió los polvos flu y se metió en la chimenea.

-ministerio de magia – allá vamos

El ministerio estaba a rebosar de trabajadores que iban llegando por las chimeneas para empezar la jornada laboral, todos ajenos a ella. Subió en el ascensor hacia el décimo piso donde se encontraba los tribunales. Se alisó la falda varias veces, mientras el ascensor subía y rezaba por qué ningún conocido se subiese en el ascensor. Cuando finalmente llegó las piernas empezaron a flaquear le; estaba allí, en Londres, iba de camino a testificar a favor de un hombre que le había jurado matarla si volvía a verla pero alzó su cabeza como la leona que siempre había sido y caminó hasta la puerta de su destino.

-¿qué ha pasado? ¿Dónde está Hermione? ¡Comadreja habla!

-Se ha ido…Ella se ha ido.-Ron empezó a toser y la sangre que salía de su boca no le dejaba articular palabra-

- ¿Dónde se ha ido?

- Con Viktor …

Draco despertó agitado. Hacía años que no soñaba con esa noche, le había costado sudor y lágrimas ocultar ese último año en su memoria para que viniera esa sabelotodo, esa traidora a derribar sus muros e intentar salvarle.

Ella siempre quería salvar a todo el mundo, ella y su amigo Potter los salvadores del mundo; pero está vez estaba muy equivocada porque no había nada que salvar de Draco Malfoy.

Harry presionó el botón del segundo piso del ministerio. Iba camino de la oficina de Aurores para seguir su entrenamiento cuando Kingsley lo abordó en el ascensor.

· Buenos días Harry

· Buenos días Señor ministro- Harry no Esperaba ver a Kingsley tan temprano.

· Hoy es el juicio de Malfoy, tu declaración será tras el receso de la comida.

· ¿Ha pasado algo? Pensaba que declararía por la mañana

· Tenemos un testimonio que no esperábamos con seguridad. La señorita Granger va a declarar.

-¿Hermione está aquí? – Harry no podía creer que Hermione realmente estaba aquí, iba a verla después de cuatro años.

- Sí. Podréis veros y poneros al día cuando acabe el juicio, ahora no es buena idea que la veas. Necesito que Hermione esté concentrada.

- Ministro, Kingsley…aún no logro entender que es lo que ha pasado con Hermione.

- Hoy todo saldra a la luz Harry. Confía en mí.- Kingsley apretó el hombro de Harry con afecto y salió del ascensor dejando a Harry desconcertado.

Sí, tendría que esperar que pasase el día de hoy para averiguar que es lo que había llevado a su mejor amiga a alejarse de todos de esta manera. Harry se fue directo a su oficina y se quedó mirando la fotografía que tenía encima de su mesa de tres amigos riendo unas navidades en la madriguera, ajenos a todo lo que el futuro les había deparado, ajenos a lo que Voldemort y la guerra les había arrebatado.