Disclaimer: Los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es LyricalKris, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to LyricalKris. I'm only translating with her permission.
Capítulo 22
Por tan desconcertante que era considerar la idea de que Edward tenía eones de vida como ángel, había varias ventajas. Le parecía raro a Bella que no haya verdaderamente experimentado las cosas que ella daba por sentado. Ahora que lo sabía, estaba divirtiéndose al guiarlo a través de nuevas experiencias para saborear y olfatear, cosas para las que él jamás había tenido un uso antes. En sus meses viviendo como un humano, él había tenido nuevas experiencias, pero ahora que Bella estaba al tanto de su situación, ella pensaba todos los días en cosas para mostrarle.
Curiosamente, estar con un ángel sacaba a relucir su diabólico.
Esta noche, estaban sentados de piernas cruzadas en la cama de ella. Bella le había prometido presentarle la maravilla que era el perfecto sándwich de queso tostado. Ella había elegido el queso con cuidado, nada de las cosas baratas. El pan de multicereales había sido untado con mantequilla de cebolla francesa. El tostado era perfecto: crujiente y dorado.
Y había un solo chile fantasma picado grueso mezclado con el queso.
Fue muy difícil mantenerse indiferente, pero Bella lo logró. Fue una hazaña dado que ella estaba casi mareada de alegría mientras lo observaba por el rabillo de sus ojos. Edward parecía distraído, su expresión lejana mientras daba un gran mordisco. Masticó por un, dos, tres, cuatro, cinco segundos. Entonces, sus rasgos se contrajeron. Su ceño se frunció y su boca se abrió. Su mano fue a su garganta, y por un momento, parecía que fuera a vomitar. No lo hizo. Presionó sus labios entre sí en una línea firme. En otro segundo, su rostro regresó a su máscara serena usual. Tragó fuerte.
—Eso fue desagradable.
Bella tapó su boca con una mano para contener otra risita. Dejó su plato a un lado y se dejó caer sobre la cama, carcajeándose.
—Eso fue desagradable —imitó ella y se rio aún más fuerte. Él era demasiado adorable.
Le llevó un minuto, pero sus carcajadas finalmente se redujeron a risitas. Se secó las lágrimas de los ojos.
—Lo superaste tan rápido.
—Mi cuerpo no lo ha superado. —Se lamió los labios, su expresión casi curiosa—. Pero reduje los efectos. —Miró al sándwich en su mano y le dio otro mordisco con cautela—. Qué extraño. Me preguntaba por qué no habías mencionado el chile cuando me contaste qué iba en esto.
Bella se apoyó sobre los codos para mirarlo.
—¿Sabías que estaba allí?
—Por supuesto. Lo olí. —Dio otro mordisco y giró el sándwich en sus manos.
—Oh, por Dios. Deja eso. Deja de comerlo.
Él le sonrió, y mordió otro bocado más grande.
—¿Por qué me serviste una comida si no querías que la comiera? —preguntó con la boca llena.
Ella hizo una mueca al ver el chile mortal que apareció en su labio inferior.
—Tenía curiosidad de saber si el chile más picante del planeta te desconcertaría. ¡Para!
Él terminó el sándwich, su mirada en ella en todo momento.
—Es el séptimo chile más picante del mundo —dijo él.
Con uno de sus movimientos demasiados rápidos, estaba cerniéndose sobre ella, una mano sobre su vientre.
—¿Estás experimentando conmigo, Bella?
Ella estaba sin aliento, afectada por su cercanía, por lo que su voz tartamudeó al hablar.
—¿Te sientes como un experimento? Solo fue una broma.
Su respiración era entrecortada. Él había comenzado a trazar patrones a lo largo de su esternón. Era difícil concentrarse.
—Quiero decir, no voy a mentir. Tenía curiosidad. Podría habértelo preguntado, pero eso es aburrido comparado con esto. —Ella observó sus dedos moverse por la curva de su pecho—. Y sabía que no iba a matarte.
Él se sentó a horcajadas sobre ella y se agachó así estaban nariz contra nariz.
—Me doy cuenta, Isabella, que puedes ser más diabólica de lo que quiero creer.
Su aliento soplaba sobre ella, pesado con el aroma a queso y picante, y se dio cuenta de las intenciones de él demasiado tarde. Comenzó a gritar un «¡No!» que fue ahogado con los labios de él. Su boca estaba abierta cuando la besó, por lo que él metió la lengua en su boca. Bella chilló y se retorció debajo de él, pero se encontró firmemente sujetada en un instante. Sus manos formaban grilletes justo debajo de cada muñeca, sujetándola rápidamente contra la cama. La mantenía relativamente quieta, usando su cuerpo para mantenerla en su lugar. Ella no podía apartar la cabeza del ataque de besos.
El calor aumentó de inmediato. Bella siempre había sido muy cobarde para probar el chile fantasma. El ardor era horrible, y le rogó que la soltara, sus palabras volviéndose un susurro desesperado contra sus besos inevitables. Se retorció y jaló, tratando de liberar las manos. Su agarre no era doloroso pero las manos de él bien podrían haber sido grilletes por todo el efecto que tenía.
Su boca estaba en llamas.
Después de lo que parecieron décadas, pero solo habían sido menos de diez segundos en realidad, Edward rompió el beso. Aún así, la mantuvo inmovilizada, sonriéndole mientras ella jadeaba en busca de aire.
—¿Qué pasa? —preguntó él, la viva imagen de la inocencia—. No es como si fueras a morir.
El picante le había robado el volumen de su voz, al extenderse como lo había hasta el fondo de la garganta.
—Ayuda —jadeó.
Él se rio y se inclinó de nuevo para besarla. Ella gritó, pero pronto se dio cuenta que este beso era diferente al último. Era el hielo que calmaba el fuego. Esta vez, mientras su lengua se frotaba contra la de ella, el ardor del chile fue instantáneamente apagado.
Bella suspiró, relajándose. Cuando la sintió aflojarse, Edward la soltó y sujetó su mejilla en su mano. Ella lo rodeó con sus brazos y separó sus piernas así él se acurrucaba más cómodamente contra ella.
Sus besos fueron cariñosos al principio, reconfortantes mientras él lamía los restos de picante de sus labios y lengua. Pronto, sin embargo, mientras sus movimientos naturales creaban una fricción deliciosa entre ellos, Bella sintió un calor muy diferente consumirla.
Tanto había cambiado en la última semana, desde que ella casi perdió a su mejor amigo y se enteró que su novio era un ser sobrenatural. Era algo tan desconcertante de pensar. Ella se había enamorado de él en su dulce simplicidad, y ahora él era dominante en su complejidad. Había tanto sobre él que no podía comprender, que realmente no podía comprender, y una de ellas era su fascinación con ella. Él había observado cómo se formaba la humanidad, la había visto salir de los mares y evolucionar. Había observado civilizaciones formarse y desmoronarse. Y todo eso era solo en este planeta. Había muchos otros. Si tenía que pensar en ello por más de unos segundos, no podía descifrar por qué diablos estaba tan fascinado con ella.
Seguía esperando a que todo fuera demasiado, a que lo que sabía de él cambiara sus sentimientos por él, pero nunca sucedió. Por el contrario, con el paso de los días, se encontraba cada vez más maravillada. No el tipo de maravilla reverente. No lo miraba como si fuera algo más grande que ella, sino con una emoción más profunda.
Ella había estado enamorada de él antes, y se estaba enamorando cada vez más todo el tiempo. Estaba enamorada de él, y una cosa que no había cambiado era lo mucho que quería expresarlo.
No importaba la frecuencia con la que él le aseguraba que el infierno no existía, Bella aún se seguía preguntando si se estaba dirigiendo allí. Después de todo, seducir a un ángel virginal sonaba como un delito punible.
Rompió el beso con una risita, acurrucándose contra él cuando giró sobre su costado.
—¿Qué pasa? —preguntó él, pasándole la punta de sus dedos por el rostro.
—Nada terriblemente importante. —Le tomó el rostro en sus manos y lo estudió.
Cuando ella se sentó frente a Carlisle no hace muchos días, había sido casi fácil de ver que era un ser fantástico. Había un brillo en sus ojos que era de otro mundo, un brillo en su piel incluso. Su presencia llenaba la habitación.
Sin embargo, aunque Bella había visto a Edward hacer cosas fantásticas, cuando lo miraba a los ojos, todo lo que veía era al hombre, ¿al ser?, que amaba. Él era quien era, de otro mundo solo porque ella no había tenido ningún concepto de otros mundos antes.
Bella inhaló profundamente, tranquilizando su respiración. Deslizó la punta de sus labios por su rostro, por su cuello. Sus caricias eran suaves, provocativas.
—Tengo curiosidad sobre algo.
Él se rio ante esto, pero su respiración se entrecortó cuando ella hizo cosquillas en un lugar sensible que había encontrado a lo largo de la clavícula.
—Eres una criatura curiosa, Bella.
Ella se sonrojó.
—Oh, dame un respiro. Hace una semana creía que los de tu especie eran tan reales como los unicornios. —Frunció el ceño—. ¿Existen los unicornios?
Él se rio de nuevo y la besó suavemente.
—No en este planeta. Sí sé sobre varias criaturas con cuernos parecidas a los caballos, pero ninguna de ellas tiran pedos de arcoíris.
Ella soltó unas risitas. Esta tenía que ser la conversación de cama más rara que alguien jamás haya tenido.
Regresando a su tarea, Bella se acurrucó aún más cerca e inclinó la cabeza para capturar sus labios. Él era más que capaz de tomar la iniciativa, como lo había demostrado una y otra vez. No se dejaba inhibir por la vergüenza e inseguridad humana. Pero él estaba tan dispuesto a dejarla liderar como lo hacía ahora. El beso de ella era lento, sensual. Trazaba sus dedos por su costado, disfrutando del pequeño gemido que vibraba en el fondo de la garganta de él.
—Me preguntaba si podíamos intentar algo —dijo ella, sus labios aún contra los de él—. En el nombre de la ciencia.
—Hmm. —La besó una, dos veces—. ¿Otro experimento?
—Sí, pero te estoy preguntando en este caso. —Besó sus labios, entonces la esquina de su boca—. Y creo que te gustará. —Subió por su mejilla y presionó sus labios contra su oreja—. Tengo mucha curiosidad de si eres más sensible aquí. —Presionó sus palmas contra sus escápulas. Estaban planas ahora. Las alas estaban plegadas en otra dimensión, pero él sabía de lo que estaba hablando. Se estremeció cuando ella lo tocó—. O aquí. —Bella dejó que sus manos se movieran por los costados, y entonces se deslizó entre ellos para sujetarlo entre las piernas.
Su gemido fue mucho más audible entonces.
—Shhh. —Le cubrió la boca con la suya, ahogando su gemido—. Mis compañeros de piso están en casa. Quizás deberías llevarme a otro lugar. Al prado o...
Antes que pudiera siquiera terminar la frase, la habitación pareció dar vueltas. Instintivamente se aferró a él incluso más fuerte, rodeándole el cuello con sus brazos y el torso con sus piernas. Su cabeza daba vueltas, y cuando abrió los ojos, se sorprendió de encontrarse de pie. Bueno, Edward estaba parado, en efecto, en el prado, y ella se aferraba a él como si se le fuera la vida en ello.
—Lo siento, cariño. —La acostó en una cama de mantas, ¿de dónde diablos habían salido esas?, en el suelo del bosque—. Como puedes ver, no puedo decir que me moleste la idea de ser tu rata de laboratorio.
Ella arrugó la nariz y se sentó.
—No te compares con una rata cuando intento tener sexo contigo, Edward. Arruina el momento.
Él inclinó la cabeza mientras se arrodillaba frente a ella.
—¿Intentas tener sexo conmigo?
—Mierda. —Se cubrió el rostro con las manos, sonrojándose furiosamente—. Supongo que el secreto fue revelado. —Ella suspiró y separó las piernas, dándole unas palmadas a las mantas entre ellos—. Ven a sentarte aquí.
Él comenzó a gatear hacia ella.
—De espaldas a mí —aclaró.
Él enarcó una ceja.
—Puede que sea virgen, Bella, pero estoy bastante seguro que no es así como funciona el sexo. No a menos que haya algún tipo de aparato involucrado.
—Santo cielo. —Ella se rio y negó con la cabeza, ruborizándose aún más. Él no iba a hacer fácil esto para ella—. ¿Podrías solo sentarte? Se llama juego previo, por el amor de Dios. Obviamente, has estado mirando a los miembros equivocados de nuestra especie si te olvidaste de la parte del juego previo.
—Mala mía —dijo él, su voz aterciopelada mientras gateaba el resto del camino hacia ella. Se sentó como le había indicado y se reclinó contra ella, sin poner ningún peso sobre ella—. Cederé a tus conocimientos superiores, por supuesto.
Bella besó su mejilla.
—¿Puedo ver tus alas? —le susurró al oído, sus brazos alrededor de su cintura, sin hacer nada todavía.
Él se estremeció y asintió.
—Reclínate por un momento.
Bella mantuvo la mirada fija en la espalda de él, mirando atentamente mientras se quitaba la camiseta. Todavía tenía que acostumbrarse a la manera en que sus alas se desplegaban, y aunque él le había dicho repetidamente que no brotaban de su espalda, ella aún medio esperaba que lo hicieran. En cambio, de un milisegundo al otro, simplemente estaban allí. Las estiraba, pero aparecían por completo de un segundo al siguiente en vez de asomarse de su cuerpo como las garras de un gato.
Presionó su palma contra la piel desnuda entre las alas.
—Tan raro —dijo bajo su aliento.
Quitando ese pensamiento, le rodeó la cintura con un brazo de nuevo, jalándolo hacia atrás. Él lo captó y se arrimó un poco así ella podía descansar la cabeza sobre su hombro. Sus alas eran suaves contra su barbilla y pecho. Ella podía sentirlas flexionarse, moverse como cualquier otro músculo, mientras ella le hacía cosquillas en el vientre.
Una pregunta más respondida de inmediato. Ella sabía, por supuesto, que sus alas reaccionaban cuando eran estimuladas directamente. Quería ver si había alguna reacción cuando lo tocaba en otra parte.
Sus alas se extendieron cuando ella rodeó sus pezones con los pulgares y luego le hizo cosquillas mientras se deslizaba hacia abajo, jugando en la cintura de sus jeans. Ella lo provocaba así, dejando que sus dedos exploraran, moviéndose más abajo, apenas dentro de sus jeans, pero no donde sabía que él la deseaba más. Ella escondió una sonrisa contra su hombro cuando las caderas se levantaron ligeramente, y él tragó un quejido de deseo.
—Estoy reconsiderando esta idea de dejarte liderar —dijo él, su voz ronca mientras echaba la cabeza hacia atrás, buscando sus labios—. Dime la verdad, Bella. ¿Tu objetivo real es saber si un ángel puede volverse loco?
—¿Sabes? Para ser alguien que no ha hecho esto en mil millones de años, estás siendo horriblemente impaciente ahora —dijo ella, besándolo profundamente. Movió su mano para sujetarlo por completo por encima de los jeans—. ¿Esto es lo que quieres?
—Entre otras cosas —dijo él, sus palabras tranquilas pero su tono ahogado.
—Tengo otra pregunta. —Desabrochó los jeans y liberó su polla de los confines de su ropa interior.
—¿Y cuál es? Agh. —Jadeó cuando ella comenzó a acariciarlo.
—¿Cómo es la resistencia de un ángel? —Ella observó con fascinación mientras las alas se curvaban hacia adentro y luego se extendían mientras tomaba sus pelotas con la otra mano—. Odiaría tener que llevarte al límite y retirarme. No quiero tener que esperar a que te recuperes dos veces antes de tener lo mío. Me pongo ansiosa.
Él se rio y entonces gimió.
—Puedo... ¡Oh! —Él se rio de nuevo, esta vez temblorosamente—. Puedo sanar heridas que ni siquiera los cirujanos más habilidosos pueden arreglar. ¿Crees que no tengo el control total sobre el proceso sexual masculino?
—Eres tan jodidamente arrogante, ¿lo sabes? No sé si me gusta este costado tuyo. Quizás debería hacerte rogar. Eso te bajaría un poco los humos.
—Bella —dijo con un quejido, meciéndose contra su mano.
—Así me gusta más.
Cuando él se corrió unos minutos más tarde, todo su cuerpo se sacudió. Las alas dieron tal contragolpe que ella terminó sobre su espalda con él cayendo pesadamente sobre él.
—Uf.
Su peso desapareció casi instantáneamente. Él giró sobre su vientre, observándola con ojos preocupados.
—Bella, lo siento.
Ella sonrió, recuperando el aliento, y limpió los restos de su desastre con las mantas.
—Está bien. —Se arrodilló, empujándolo hacia abajo antes que él pudiera levantarse—. Quédate.
—Como desees —dijo, su sonrisa suave mientras giraba la cabeza para mirarla.
Lo besó una vez pero entonces se movió para sentarse a horcajadas sobre su espalda, ubicándose entre su trasero y sus alas. Comenzó a pasar sus dedos entre las suaves plumas, acariciando con movimientos lentos y uniformes a cada lado. Él comenzó a gemir de nuevo y a retorcerse debajo de ella.
—Ahh. Esto... Esto... —Él no pudo seguir ya que ella había torcido sus dedos alrededor de varias plumas particularmente gruesas cerca del lugar donde se asomaban en su piel.
—Es más intenso, ¿o no? Tus alas, quiero decir.
—Sí. Oh, Dios. Sí. —Él había comenzado a embestir descaradamente contra las mantas.
Era más que un poco gratificante reducir a su ángel a este hombre que se retorcía y embestía. Colocada sobre su espalda, lo acompañó en medio del éxtasis. Se encontraba sin aliento, tan excitada al verlo, al escucharlo. Él estiró las manos por encima de él, aferrando puñados de manta entre sus dedos. Sus alas se extendieron, tensas y arqueadas hacia arriba. Para su eterna sorpresa, se arquearon hacia atrás, y sintió las puntas de estas en su cabeza, como dedos de pluma.
Qué bizarro.
Ella estaba cada vez más cachonda que casi comenzó a frotarse contra su espalda. Cualquier fricción para aliviar su creciente deseo de liberación.
Edward debió haberlo sabido, o debió haber estado ansioso por ejercer su propio poder. De cualquier forma, al instante que se vino, su grito tan fuerte para hacer eco, se encontraba sobre ella. Bella difícilmente tuvo tiempo de procesar lo que había sucedido, que él la había puesto boca arriba y se había ubicado sobre ella, antes que besara hasta dejarla tonta. El grito de sorpresa de Bella se convirtió en un gimoteo mientras él consumía cada uno de sus sentidos. Su sabor, su aroma, su sensación, plumas imposiblemente suaves y piel firme y caliente. Él era todo lo que ella conocía.
—¿Me deseas? —preguntó él entre besos calientes.
Le llevó un largo momento recordar cómo hablar.
—Sí. Ahora.
Los minutos pasaban mientras se besaban y se tocaban. Él la sentó solo el tiempo suficiente para quitarle la camiseta y su sostén. Cuando le volvió a acostar, ella le deslizó los jeans por la curva de su trasero, y él la ayudó a quitárselos.
Para entonces, el calor del momento había pasado de infernal a ardiente. Sus besos desaceleraron, se endulzaron, y Bella abrió los ojos para encontrarlo mirándola con una expresión que le quitó el aliento.
Él tomó su mejilla.
—Bella.
Algo poderoso sacudió a Bella entonces. Era una emoción más grande de la que ella podía contener, por lo que lágrimas grandes brotaron de sus ojos.
—Te amo —susurró ella. Las palabras se sentían terriblemente inadecuadas, pero eran todo lo que tenía.
Él la besó, un simple roce de sus labios contra los de ella.
—Hasta los confines del universo —dijo él.
—Creí que dijiste que no había un fin.
—Exactamente. —La besó de nuevo, y podía sentirlo caliente, duro y listo para ella.
Ella movió sus caderas ligeramente hacia arriba, tan ansiosa y lista como él. Lo sintió temblar.
—No... No debería haberte traído aquí —dijo Edward, su voz más temblorosa de lo que jamás la había escuchado—. Debería ser más considerado con tu comodidad. Hay otros lugares. Cuartos. No sería difícil encontrar un cuarto lujoso sin supervisión y disponible. Yo...
—Edward. —Le colocó un dedo contra los labios para detener el ataque de palabras—. Estoy bien, y esto es perfecto.
Él presionó sus labios entre sí, al parecer como si fuera a discutir por un momento, pero entonces alineó el cuerpo con el suyo. Se apoyó sobre sus brazos, su cuerpo rozando pero no consumiéndola.
—¿Estás segura?
Ella tuvo que sonreír, y pasó sus dedos por el cabello de él.
—Estoy segura si tú lo estás. —Le dio una sonrisa maliciosa—. ¿Sabes dónde va todo?
Eso trajo de vuelta su sonrisa llena de confianza.
—Es un concepto relativamente simple. Tan antiguo como el mundo. Instintivo. —Él se estiró entre ellos, separando sus labios mientras presionaba dentro de ella. No, pensó ella, porque suponía que necesitaba hacerlo, sino porque él quería sentir su unión.
Ella se estremeció tanto por el erotismo del momento y la sensación de él llenándola. Él gimió, inclinando la cabeza para apoyar la frente contra la de ella.
—Oh, cielos —dijo él con un jadeo—. Oh, Dios.
—¿Te gusta eso? —preguntó ella, jadeante también. Separó sus piernas, gimiendo mientras lo aceptaba más profundo, y rodeaba su espalda con ellas.
—Bella. —La palabra era pura. Embistió una, dos, tres veces, cada movimiento duro y seguro. Ella ahogó un chillido contra su hombro—. Yo... Sentirte de esta manera, tu calor, tu cuerpo. Sentir tus latidos por afuera. —Llevó una mano hacia el pecho de ella, sobre su corazón—. Y por dentro. —Arremetió particularmente profundo dentro de ella.
—Oh, Dios.
—Puedo sentir tu alma —dijo él, y ella soltó un chillido.
Era mejor que hablar sucio.
La llevó hacia sus brazos, besándola mientras los levantaba. Bella arqueó la espalda, el placer la recorría mientras se envolvía más fuerte alrededor de él. Sus manos la sujetaban firmemente del trasero y sus alas... Carajo, sus alas se encontraban en la espalda de ella. Él estaba en todas partes. Ella estaba completamente abrumada.
Subieron juntos. Era una sensación que se acercaba al terror. Ciertamente esto era demasiado fuerte. Ciertamente, si ella permitía que esto continuara, iba a explotar literalmente. Su cuerpo se desintegraría. No era posible que ella sobreviviera.
Pero confiaba en él. La rodeaba por completo y estaba a salvo. A salvo y amada, y por Dios, esto era...
Ella gritó cuando se corrió. Su visión se volvió blanca. La única consciencia que tenía era la sensación de tenerlo a su alrededor y dentro de ella, el pulso de su cuerpo al ritmo del de ella, y su agarre tan firme que juraría que estaban a punto de fusionarse en uno.
Si Bella no supiera nada más además de ese perfecto ejemplo de puro éxtasis, hubiera creído que conocía todo el universo. Se desplomó contra él, agotada, debilitada y saciada. Toda su vida, ella nunca había pertenecido. Esta era su razón. Aquí era donde ella encajaba y para lo que estaba destinada. Ella siempre había estado destinada para él, y él existía por ella.
El mundo, el universo, incomprensible toda su vida, tenía perfecto y maravilloso sentido.
