6.3

No volvió a saber nada de Ginny para el momento de llevar a los chicos a King Cross, así que supuso que ella habría llevado a Lily. Albus le había enviado una lechuza para informar de que iría con Scorpius y Draco a la estación. Esperaba que no se encontrasen allí, pues era lo único que les faltaba. Draco tampoco se había puesto en contacto con él.

Se sentía extrañamente despreocupado.

Gracias a esto pudo volver a su trabajo con más intensidad y dedicación. Pudo dedicarse al equipo de Quidditch sin problemas ni tener que coordinarse con nadie.

Una parte de él tenía ganas de afrontar ya las cosas con su mujer y saber a qué atenerse en adelante, pero hasta entonces disfrutaría de su independencia y libertad.

Algunos días quedaba con James para comer en restaurantes modernos, y él le ponía un poco al día de lo que ocurría con su madre.

Una de las veces le contó que ella había vuelto a la casa y hablaba de venderla. Presentía que en cualquier momento vendría pidiéndole el divorcio.

Cerca del mes de Mayo la espera terminó. Por fin se había puesto en con él y le había dicho que debían hablar. Tras cinco meses de silencio, eso solo podía significar que venía con todo atado. No le iba a poner trabas, quería terminar con todo eso cuanto antes.

Para demostrar sus buenas intenciones él accedió a ir a su casa para hablar.

Ella le esperaba vestida con un traje chaqueta, quizá acababa de llegar de trabajar. Se le hizo raro verla de nuevo. Llevaba el pelo más corto y algo más oscuro. Le sentaba bien. También pudo ver que había adelgazado. De pronto la sintió extraña y ajena.

Le hizo pasar al comedor en el mismo salón donde habían tenido la bronca la última vez y se sintió avergonzado. Sobre la mesa había un juego de té y unas pastas.

— Siéntate y sírvete.

— Gracias.

Pero no lo hizo, tenía el estómago cerrado.

— Bien, ¿qué vamos a hacer, Harry? — comenzó ella.

— Creo que llegados a este punto solo hay una solución.

— Estoy de acuerdo. Si te parece bien quiero iniciar los trámites del divorcio después del verano. Ahora mismo estoy inmersa en un gran proyecto personal y no tendría tiempo.

— ¿Después del verano?

— Si, después del verano. Por otro lado necesito que te quedes con los chicos unos meses, yo estaré viajando a EEUU cubriendo un reportaje y no podré ocuparme.

— No hay problema.

— De acuerdo. Quiero vender esta casa. ¿Tienes dónde quedarte? — preguntó más por compromiso que por duda.

— Tengo la casa de mi padrino. ¿Tú no quieres quedártela para vivir con los chicos?

— Yo ya tengo un sitio en el que vivir y no será aquí.

Aquello le hizo sentir extraño. Hacía mucho tiempo que no sentía cercanía con su mujer pero ver tantas novedades en su vida y verse fuera de ellas le hizo sentir que realmente estaban cambiando las cosas.

¿Acaso se iría a vivir con el compañero aquel? ¿Habría aprovechado para retomar la relación que habían dejado en su momento?

Imaginó que ella ya no le guardaba fidelidad y se sintió extraño. O quizá sí lo hacía y todo estaba en su cabeza. Tampoco importaba ya. Volvió a la conversación.

— Utilizaré la casa hasta que me vaya de viaje y después del verano haré la mudanza y pondremos la casa en venta — organizó ella. — ¿Qué va a ser de los niños?

— ¿A qué te refieres? — preguntó Harry extrañado. — ¿Ellos también son un punto en tu orden del día?

Ya le estaba molestando la impersonalidad con la que lo estaba gestionando todo. Incluidos sus propios hijos. Ella le lanzó una mirada de advertencia y se mantuvo en su línea.

— Por mi trabajo yo pasaré mucho tiempo viajando. Quiero que tengan estabilidad dentro de lo que cabe. Este verano podría llevarles conmigo para que pasara el verano con sus tíos.

— Pasamos con ellos menos de tres meses al año. ¿Ni siquiera puedes comprometerte a encargarte de ellos ese tiempo?

Sabía que se había propuesto poner las cosas fáciles, pero Ginny estaba hablando de gestionar a sus hijos como si fuesen muebles. Como si le resultasen una carga más que otra cosa.

— Mi trabajo no me permite ofrecerles un hogar permanente, el tuyo en cambio si.

En eso tenía razón. Pensándolo bien le estaba poniendo las cosas en bandeja para que sus hijos se quedasen con él, lo cual le hacía muy feliz. No discutiría.

— ¿Y por qué no les preguntamos a ellos? James es mayor de edad, y Albus y Lily aún pasan el año en Hogwarts. Yo no tengo problema en que vivan conmigo.

— Está bien. Tengo grandes aspiraciones profesionales y no quiero que este tema me suponga un impedimento — dijo con frialdad.

Siempre su maldito trabajo. Nadie importa más que eso. ¿Siempre fue así? Quizá lo fue y no se dio cuenta hasta ahora.

— Está bien. ¿Cuándo quieres hablar con ellos?

— Cuando vuelvan de Hogwarts, aunque con James podríamos hablar ahora, así puede decidir ya.

— Vale. Pues está decidido. Gracias, Harry.

Harry se quedó un poco cortado con la frialdad de ella y algo insatisfecho de no poder dejar nada firmado y zanjado. En cualquier caso la conversación había ido mucho mejor de lo esperado. Con suerte tendría a sus hijos y la mitad del dinero de la venta de la casa.

— He preparado una bolsa con cosas tuyas que encontré y quizá quieras conservar — le dijo Ginny sacando una bolsa mágica.

— Gracias.

Incómodo se acercó a despedirse pero ella le ofreció la mano. Vio entonces la pulsera nueva que llevaba y se le encogió el estómago. Definitivamente había alguien en su vida. Aceptó su mano, cogió la bolsa y salió por la puerta.

Al otro lado respiró hondo, tratando de asimilar la nueva situación y calmar esa ansiedad que le había provocado aquella conversación. Si solo era una parte de lo que había sentido ella cuando les descubrió…

Todo estaba patas arriba de repente. Iba a desaparecerse cuando escuchó el llanto al otro lado de la puerta. Comprendió entonces que su ex mujer había gastado todas sus fuerzas en hacerse la fuerte para llegar a un acuerdo con él. Que seguía destrozada y que no había sido cuestión de frialdad sino de supervivencia para no perder los nervios y desmoronarse.

Quiso entrar y consolarla pero dudaba que fuese su compañía la que quisiera en ese momento. Atravesó el jardín y salió a la calle, justo a tiempo para escuchar el sonido de una aparición frente a su puerta. Miró atrás y vio que un hombre joven llamaba a su puerta. No quiso ver más y volvió a su casa.

Ahí tenía sus respuestas.


Afortunadamente el final de la temporada de Quidditch no le dejó mucho tiempo para pensar y antes de darse cuenta ya estaba jugando el último partido en el que se decidía la liga.

Fue un partido accidentado desde el primer minuto pues una espectacular lluvia cayó durante el encuentro. Algunos compañeros cayeron de las escobas y otros tantos rivales también.

Se le hizo imposible encontrar la snitch, tanto que empezó a pensar que se había extraviado por la lluvia. A las tres horas de partido los jugadores estaban agotados pero no había ni rastro de la dichosa snitch.

El buscador rival, una joven promesa recién fichada por el otro equipo, no se despegaba de él. Tenía la capacidad de imitar cada movimiento, cada gesto con la cabeza, todo. Harry se lanzó en varias ocasiones para alejarlo, pero él siempre le seguía el ritmo.

Empezaba a cansarse del niño moscardón cuando la vio. Brillante, solitaria y calmada. Si iba a por ella él le seguiría. En esas horas había podido analizar el modus operandi del chaval, no buscaba la snitch, solo esperaba que él la encontrase y aprovecharse de la suerte, así que la ignoró y siguió paseando en dirección contraria, sin perderla de vista.

No mucho después vio una bludger oportuna y se lanzó contra ella, calculando el ángulo de ataque de la misma y la posición del imitador. El chaval se lanzó sin miedo contra ella y la esquivó con una finta preciosa, pero Harry ya estaba en la ruta perfecta para atrapar la dichosa pelotita dorada.

Su perseguidor le atrapó en el instante en que cerraba la mano alrededor de ella pero este aprovechó su posición desequilibrada para golpear su mano "de casualidad" con el palo de su escoba. La muñeca le dio una punzada de dolor que le atravesó hasta la espalda y la snitch se escapó pero gracias a sus reflejos utilizó la mano izquierda para agarrarla a tiempo.

Perdió así el agarre de la escoba. Resbaló por el palo hasta quedarse en el aire suspendido y cayó. Se sentía descender a cámara lenta, sentía la snitch en la mano izquierda, el dolor creciente de la mano derecha y se llevó ambas al pecho para protegerse de la caída en la medida de lo posible.

Antes de golpear contra el suelo alguien frenó su caída.

Escuchó los gritos de las gradas, vio a todo su equipo lanzarse a por él y subirle de nuevo en brazos entre todos. Comenzaron a lanzar fuegos artificiales mágicos, los aficionados rugían. El estadio se convirtió en una fiesta.

Una hora mas tarde abandonaban los vestuarios donde se habían lanzado champán y confeti mágico. Había un grupo enorme de aficionados en la entrada esperando con banderas y aplausos. Harry se sintió de nuevo en Hogwarts tras la victoria de Gryffindor y eso le hizo sentir inocentemente feliz después de muchos años.

Vio que su hijo James se acercaba a él y le abrazaba seguido de Stan que le dio la mano emocionado y le pidió un autógrafo.

— ¡Qué gran jugada, señor Potter! ¡Estábamos pensando que no podría con ese buscador!

— Gracias, Stan y gracias por mantener la fe en mi jajaja.

— ¿Queréis venir a la fiesta? — preguntó Harry a los chicos.

Había un pequeño evento organizado para esa noche y le gustaría que los chicos acudiesen pero…

— Si no te importa te esperaremos en casa, papá — dijo James guiñando un ojo. — Vamos a ver una peli y a pedir pizzas, ¡que es viernes!

— Me parece un buen plan.

Ya era algo normal. James finalmente había ido a vivir con él y Stan solía quedarse los fines de semana en casa. Juntos habían acondicionado la oscura casa Black y la habían dejado bastante más práctica y actual.

Harry se despidió de los chicos y acompañó a sus compañeros de equipo.

La noche pasó entre alcohol y canciones, una locura adolescente que le hizo sentir rejuvenecido, despreocupado, libre. Ya de madrugada y con la adrenalina por las nubes salió de allí y puso rumbo a su casa.

James y Stan no estaban a la vista, así que supuso que estarían durmiendo. Se dio una ducha y se metió en la cama, feliz y extasiado como hacía mucho tiempo no se sentía.


Una semana más tarde iba a King Cross a recoger a sus hijos. Ginny había querido acompañarle para poder hablar directamente con ellos pues en pocos días partiría hacia EEUU. Quería agilizar los trámites y preparar a Lily.

Se reunieron en la que había sido su casa durante años. Los chicos ya estaban esperando la noticia cuando se sentaron a la mesa del comedor.

Fue Ginny la que comentó la situación. Harry escuchó y apoyó sus decisiones. Quería que ella se sintiera segura esta vez para así transmitir esa seguridad a sus hijos. Quería que sintieran que la unión de sus progenitores iba más allá del matrimonio.

— Bueno, chicos, vuestro padre y yo hemos decidido dejaros a vosotros la decisión sobre con quién queréis vivir — dijo Ginny. — Vuestro hermano James ha decidido quedarse con vuestro padre en la casa de su padrino y yo partiré a estados unidos para pasar allí el verano por trabajo. Lily, ¿quieres venir a ver a tus tíos y a tus primos?

La niña miró a su padre. Harry sonrió tranquilizador.

— Puedes decidir lo que prefieras, Lily. Tómate tu tiempo.

Ella se quedó pensando. Ginny miró a Albus.

— Albus, ¿tú qué quieres hacer? Te queda un año en Hogwarts.

— Yo voy a ir a vivir por mi cuenta.

Esa respuesta pilló por sorpresa a Ginny pero no a Harry. Albus había comenzado a ser independiente desde hacía varios años, acompañado de Scorpius siempre.

— ¿Qué vas a hacer, Albus? — preguntó su madre. — ¿Tienes algo pensado?

— Voy a pedir beca para ir a estudiar al extranjero, ya lo he hablado con el director Longbottom, en septiembre tendré la respuesta.

Aquello sí que no lo esperaba Harry.

"¿Al extranjero?"

— Vale, de acuerdo. Pues cuando tengas la respuesta hablaremos sobre ello — dijo Ginny. — ¿Lily?

— Quiero quedarme con papá — dijo ella en voz baja pero firme.

Ginny parecía ligeramente molesta.

— ¿No quieres venir conmigo? Podrás pasar el verano con tío Ron.

Ella volvió a negar.

— Prefiero quedarme con papá.

La emoción se le agarró a Harry a la garganta. Ginny le miró y vio la molestia y la acusación en sus ojos.

— De acuerdo. Pues decidido. Mañana habrá que hacer las maletas para que os mudéis con vuestro padre. Yo cogeré el traslador el miércoles. Os veré después del verano.

Continuó con un pequeño resumen de los trámites, la venta de la casa y la oficialidad acerca de que ahora vivirían separados. No quisieron mencionar divorcio o separación. Mejor dejarlo así por el momento. Poco a poco.

— Yo voy a pasar el fin de semana fuera — dijo Albus. — Te veré el lunes y haremos las maletas, papá.

— Lily, quédate con mamá este fin de semana y el lunes recogemos tus cosas, ¿de acuerdo?

Pero Lily estaba en silencio, las lágrimas caían por sus mejillas y a Harry se le rompió el corazón un poco más. Ya era una mujercita, pero seguiría siendo su niña aunque tuviera cuarenta años.

James había permanecido en un silencio neutral durante toda la conversación. Cuando terminaron la conversación Harry se levantó y fue a abrazar a Lily. Ginny observó la escena con los ojos vidriosos también.

De todos los malos momentos que pasarían hasta estabilizar las cosas de nuevo ese momento de llanto silencioso de su hija fue el más duro para ambos. James se abrazó a su madre y ella comenzó a llorar también. Albus subió a su cuarto.

Cuando Lily se hubo tranquilizado, después de que Harry le prometiese que todo iría bien y que seguirían juntos, se despidió de ellos.

Ginny le acompañó a la puerta.

— Gin… siento mucho que las cosas hayan terminado así, te aseguro que siempre intenté tomar la mejor decisión para todos…

— Ya, pues no se te dio muy bien, Harry.

— Lo lamento profundamente. Espero que algún día puedas perdonarme.

— Eso me llevará algún tiempo — admitió ella, distante. — ¿Qué le has dicho a Lily? Espero que no se te haya ocurrido ponerla en mi contra.

Harry se sintió herido pero asumió que lo merecía. Merecía cualquier dolor que le causara esa mujer porque él se lo había hecho previamente.

— Nunca haría algo así, Ginny.

— Más te vale.

— Te veré el lunes.

Ginny asintió y sin despedirse más, cerró la puerta cuando salió. Estaba saliendo del jardín cuando Albus le llamó por la ventana.

— ¡Espera papá!

Harry se detuvo y esperó. Una señora que pasaba paseando dos perras le saludó con una sonrisa cómplice. Harry se quedó sorprendido.

¿La conocía?

Qué demonios, lo raro era que alguien no le conociese. Albus bajó con una bolsa de deporte a la espalda, le cogió de la mano y les desapareció. Aterrizaron en la puerta de la mansión Malfoy.

— Scorp y yo tenemos que hablar con vosotros.

Harry estaba procesándolo todo, era tarde, ¿no podía esperar a mañana? ¿Cuándo había aprendido su hijo a desaparecerse en conjunto tan perfectamente?

Cruzaron el jardín con una sensación extraña. Llevaba meses sin aparecer por allí y sin ver a Draco. Bien pensado era el momento perfecto para volver.

Entraron por la puerta de la mansión y ni corto ni perezoso Scorpius recibió a su hijo con un intenso y nada rutinario beso en la boca. Harry se quedó impactado. Una cosa era saberlo y otra verles expresarse con tanta naturalidad. Les vio ir de la mano hacia el estudio de Draco. Les siguió.

Allí estaba él, absorto en su lectura, con la tenue luz de las velas encendidas mágicamente. Las gafas de fina montura cuadrada le daban un aire intelectual que le hizo saltar el corazón. La camisa con las mangas elegantemente dobladas y el cuello desabrochado le hicieron subir unas décimas la temperatura.

Scorpius apareció una silla a su lado y otras dos frente al escritorio.

— Siéntese ahí, por favor, señor Potter — pidió Scorpius. Su voz también se había vuelto más grave y profunda.

Le puso algo nervioso volver a estar cerca del rubio pero él solo levantó una ceja, después se volvió hacia los chicos y preguntó:

— Scorp, ¿puedo saber qué clase de asalto sorpresa es este?

— Tenemos que hablar con vosotros — dijo su hijo. Agarró la mano de Albus y a Harry se le paró el corazón. — Albus y yo nos vamos a ir a estudiar a África cuando termine el curso.

"Ah, vale. Era eso."

— ¿Y con qué permiso? — preguntó Draco.

— Con el vuestro, por supuesto — respondió su hijo, ladino.

— Claro, ignoraba ese detalle.

Había olvidado cómo eran las conversaciones entre los Malfoy.

— Hemos solicitado ya el permiso al director Longbottom y ha estado de acuerdo, quiere reunirse con vosotros cuando la otra escuela lo apruebe, antes del inicio del próximo curso — explicó Scorpius.

— Tenemos que aprobar nuestros ÉXTASIS de final de curso de transformaciones y animales mágicos con una matrícula de honor pero no creo que tengamos problemas — añadió Albus.

Harry miró a Draco. Definitivamente no sabía nada de su hijo.

— Bien, — dijo Draco con formalidad. — ¿Y eso no podía esperar a mañana?

— No, porque nos vamos ahora mismo. Tenemos una reserva para coger un traslador mañana a primera hora.

— Ah, muy bien. Las prisas siempre son buenas consejeras, ¿verdad, hijo? — espetó Draco con ironía.

— No hemos hecho nada apresurado. Llevamos todo el año reflexionando, asesorándonos y estudiando las posibilidades.

Aunque la relación entre padre e hijo Malfoy nunca había parecido muy cercana ahora parecía ser aún más fría si era posible.

— Nos están esperando, señor Malfoy sentimos las prisas. Estaremos de vuelta el domingo por la noche.

Draco no dijo nada más. Sólo les observó salir a toda prisa de su despacho.

— ¿Tú sabes en qué andan metidos?

Harry negó desconcertado. ¿Desde cuándo era un espectador en la vida de su hijo?

"Desde siempre" informó su subconsciente.

Miró a Malfoy y de nuevo tuvo una regresión al pasado. Probablemente era así como se le veía estudiando en la biblioteca o en la sala común de su casa en Hogwarts. Tenía un perfil bonito cuando se concentraba. Tardó en darse cuenta de que en realidad él no le había invitado a quedarse, entonces se levantó y fue hacia la puerta.

— Disculpa la intrusión, Malfoy.

— Me ha dicho un duende que tienes algo que decirme — comentó quitándose sus gafas de lectura.

— No deberías relacionarte con duendes, Malfoy, sabes que no son buena compañía.

El rubio se levantó de su mesa y se acercó a él.

— ¿Y no te gustaría recomendarme una compañía mejor? — insinuó sujetando la puerta con la mano por encima de su cabeza para impedirle salir.

Harry se sentía dividido, había sido un día de muchas emociones y aunque una parte de él quería aceptar la seducción de Draco otra más poderosa le dijo que por una vez tomara él el control.

— Hablaré contigo cuando llegue el momento, Draco.

Se dio la vuelta y salió de la habitación con una sonrisa enorme provocada por la expresión de sorpresa del rubio al verse rechazado. Quería saltar pero actuó comedido hasta la salida, donde se desapareció para volver a su casa.


El lunes fue a casa de Ginny a ayudar a sus hijos con las maletas y el transporte. Durante todo el día estuvieron revisando y empaquetando cosas acumuladas durante los dieciocho años que habían pasado en aquella casa. Llevaron todo a Grimmauld Place. Había que vaciar esta casa para venderla.

Durante toda la semana estuvieron sacando cosas para dejarla vacía lo antes posible. Y ya el viernes por la noche hicieron una especie de celebración de inicio de vacaciones y nueva vida para levantar los ánimos de los chicos.

Harry dejó que James y Lily se trajeran a sus amigos. Albus había avisado de que se quedaría en casa de los Malfoy. Sentía la separación definitiva de Albus como una secuela de su error.

Quizá si hubiese hecho las cosas de otra manera no habría… ¿No habría qué? La adivinación no era su asignatura favorita precisamente.

Hacía tiempo que Albus y Scorpius eran muy cercanos y habían terminado de separarse de sus familias con la pérdida de Astoria.

Harry se decía que no estaban separados, simplemente se habían reorganizado en otras casas. Albus y Scorpius estaban comenzando juntos un viaje prometedor, que según parecía les iba a deparar un gran futuro como magos. Sentía auténtico orgullo de ellos. También se sentía inseguro con respecto a sus decisiones en la vida, comenzando por la de pedir no ir a Slytherin.

¿Habría hecho como su hijo? ¿Habría pasado los siete años escolares forjando una amistad eterna con Draco? ¿Habría alcanzado la gloria que el sombrero mencionaba? En realidad la había alcanzado, pero ¿cómo habría sido su gloria en Slytherin? Por alguna razón se imaginó estudiando dragones en Rumanía junto a Draco.

"Qué raro."

Lo que tenía claro era que no seguiría especulando y empezaría a prestar a sus hijos la atención que necesitaban. Vio a Lily con su amiga, probablemente en Hogwarts estaban juntas todo el tiempo que podían y ella ya pasaba algunos veranos con ellos. Una boca más no molestaría.

A media noche llegó la lechuza de Draco. Les invitaba a pasar unos días en su casa, a todos.

No sabía muy bien a qué se refería con 'todos' porque tampoco sabía cuánto sabía él acerca de su situación Ginny. Pero dudaba que el todos la incluyese a ella.

Aunque tenía por ahí un pequeño chivato, 'un duende' como había dicho él. Si Albus estaba colaborando significaba que había reflexionado acerca de su relación.

¿Estaría de acuerdo por fin?

Fue a plantear la idea a sus hijos. James y Stan estaban durmiendo ya, Lily y Ava estaban echadas sobre una revista mágica que su hija había traído de casa de Ginny.

— Chicas, ¿os gustaría ir a casa del señor Malfoy unos días?

Ambas gritaron que sí. Pues perfecto. Mañana hablaría con James.


Al día siguiente entraban los tres por la puerta del jardín de la mansión. Finalmente había ido solo con las niñas, James dijo que se iría con Stan a casa de sus padres a Alemania. Si las cosas seguían así tendría que conocerles algún día. Esperaba que no como familia.

Lily entró y atravesó el jardín enseñándole a Ava todo lo que había a su alrededor como si ya fuese suyo. Harry miró a su alrededor y se permitió fantasear con la posibilidad de que llegara el día en que compartiese todo aquello con Draco y sus hijos.

A mitad de camino vio que Draco salía a recibirles a la puerta con unos pantalones cortos y una camiseta.

Los años no pasaban por ese hombre, cada vez estaba más atractivo. Lily y Ava se detuvieron a saludarle. Su hija le dio un abrazo y Ava la mano. Draco les dijo algo que las hizo sonreír. Entraron en la casa Lily corriendo.

— ¿Qué les has dicho?

— Que tienen la piscina para ellas solas y batidos de fresa esperando.

La sonrisa en la cara de Draco era más hermosa que nunca. Su gesto relajado con los brazos cruzados apoyado en el marco blanco de la puerta le provocaba escalofríos de deseo. Hacía casi un año que no le veía y lo estaba notando. Controló las ganas de lanzarse a sus brazos y comerle la boca hasta perder el sentido y simplemente dijo:

— Gracias por la invitación, Draco.

— Si, algo tenía que hacer porque si no aún estaría esperando a que te dignaras a contactarme… — la sonrisa ladeada con la que dijo aquello le hizo morderse el labio.

Eso ya era más de lo que el rubio estaba dispuesto a soportar y con un movimiento sensual le sujetó por la cadera y pasando la otra mano por su mandíbula bebió de sus labios como no lo había hecho nunca. Despacio, suave, húmedo, sin prisa, sabiéndolo suyo.

Ese si que sería, por fin, el inicio de su verano de ensueño.


Holaaa!

Pues aquí tenemos el final del sexto año! Que Scorbus se van a África! Me parece tan maravillosa la idea de esos dos juntos en Uagadou en medio de la selva que me pongo nerviosa jajaja

Ya solo queda un añito, tres capítulos más y pondremos punto final a esta historia.

La verdad es que me da paz ir terminando ya historias poco a poco, que tengo muchas ganas de seguir con otras y si no las acabo me siento mal con ellos. Pobrecitos míos.

En fin, muchas gracias por seguir leyendo y no dudéis en decirme si os gusta la historia, me hace mucha ilusión leer cada comentario 3

Un abrazo

Kanna