El sonido de un camión estacionándose interrumpe los sueños de Izuku, quien se encuentra aún envuelto entre las sábanas. Se remueve entre ellas, se talla los ojos para poder quitar la somnolencia de su ser. Se levanta como quien no quiere la cosa, normal, es domingo y es su día libre en el trabajo. Se asoma por la ventana de su habitación para ver quién es la persona causante de tanto alboroto.
El camión está en la casa de al lado totalmente quieto mientras personas bajan muebles y demás objetos pesados. Izuku se da cuenta que la casa de al lado por fin sería usada. Bufa, seguramente la persona que sería su nuevo vecino sería igual de latosa así que acomodó las cortinas para no tener que ver todo el alboroto.
Su día en aquel domingo fue estresante. Escuchar a las personas trabajando de aquí y allá moviendose como un montón de hormigas en busca de migajas. Vuelve a asomarse por la ventana, esta vez ve que su vecina de en frente (aunque esto no fuera precisamente exacto), Camie está con lo que parecen galletas. Hace una mueca de desagrado, ni cuando él se mudó ahí ella hizo tal cosa. Vuelve a acomodar la cortina para no tener que seguir viendo.
Su teléfono móvil suena y contesta. Es Shōto Todoroki el que le llama desde el número del trabajo.
— Izuku, tenemos un problema. —la voz severa de Shōto le indica que aquello no sería un simple problema. Aquello es serio.— La directora de la escuela, Uraraka, ha notificado que alguien ha tapado los baños de los varones.
— Siempre sucede eso. —susurra Izuku tratando de sonar tranquilo.
— El problema es con qué los taparon. Algún listillo se ha metido a la sala de profesores y ha robado los exámenes que daríamos en la semana junto con demás trabajos, lapiceros, borradores, memorias, y lo que parece ser la cafetera. —la cara de asombro de Izuku es digna de una película. ¿Cómo había hecho para que la cafetera entrara por la taza del baño? Nunca lo entendería. La persona en cuestión debía ser muy ingeniosa.
— Ella está molesta, ¿no? —pregunta estúpida en un momento como ese.
— Está irradiando alegría. —contesta sarcástico Shōto.— Está muy enojada con nosotros, diciendo que no tenemos el control total de los alumnos.
— ¿Por qué nuestra culpa? El niño ha burlado al guardia de seguridad para entrar a hacer... Lo que fue a hacer. —contesta Izuku tratando de no perder los estribos. Ahora tendría trabajo para rehacer todo. Eso de conseguirse un trabajo y mantenerlo, le ha salido agotador.
— Ha corrido al guardia. Pobre Kirishima, en un momento de descuido se le ha ido el trabajo. —Shōto suspira. Izuku siente lástima por el pobre hombre, él tenía una familia que mantener y justo en esos días negros donde el dinero no alcanza pero, al mismo tiempo, le despreocupa. Estúpido Kirishima por no saber valorar su empleo si tanto lo necesita. ¿Era problema suyo? No, la verdad no. ¿Para qué fingir que le preocupa? ¿Por qué no decir lo que realmente piensa? Considerando rápido, sabe que es lo más acertado.
— ¿Cómo sucedió? —pregunta Izuku.
Fingir preocupación.
Poco después escucha como algo cae de golpe en la casa de alado. Se asoma por la ventana. Lo que parece ser un mueble está en el piso mal puesto, un joven va saliendo de la casa bastante malhumorado. Es rubio, se ve que tiene el cuerpo trabajado, sólo le ve la espalda pero es suficiente como para saber que va de un pésimo humor. Deja de ver por la ventana tras escuchar como discuten.
— Eso es lo más extraño de todo. Sucedió hoy en la madrugada aparentemente, Kirishima aseguró que cuando él llegó, no había ni un ruido pero, ¿cómo le habrá hecho para romper todo y jalar repetidas veces la palanca? —Shōto baja la voz.— Siento en parte que fue Kirishima, ¿cómo no se dió cuenta? Es imposible que no haya escuchado, toda la escena es bastante violenta. Además de que todo está bien resguardado, sólo hay tres entradas, el portón de atrás que es para sacar la basura, el portón principal y por donde meten los autos los profesores. La barda mide cerca de tres metros y hay alambres para evitar que alguien entre. La única persona que pudo ser es Kirishima.
¿Seguir o parar?
Parar.
— Pero él tiene necesidades, recuerda que su esposa, Mina, me parece, estaba gravemente enferma. —contesta Izuku.— ¿Por qué haría eso si sabía que corría el riesgo de perder el trabajo?
— Me enteré por Yaoyorozu, la secretaria de Uraraka, que ya tenían problemas. —susurra aún más bajo Shōto, como quien no quiere decir la cosa.— Kirishima y Uraraka ya habían peleado debido a que la directora no quería darle un adelanto.
— Ahora que recuerdo, Kirishima me contó que le pidió un adelanto de su quincena pero la directora le dijo que no podía debido a que han tenido gastos por lo de la banda escolar, Yamada excedió el presupuesto y por ello no podían.
— ¿Eso significa que no nos van a pagar? —pregunta Shōto.— Sabes bien de quién soy hijo y no tengo necesidades pero no quiero recibirle nada a ese señor. Además, compré un cactus grande y me he quedado corto de dinero.
— ¿Un cactus? —Izuku ríe.— Eso no es necesario.
— No tengo familia, Izuku. Tengo pocos amigos y no tengo pareja. Me siento solo al regresar a casa. —Izuku se queda pensando. Hace mucho que se había emancipado y no había sentido la soledad desde lo planteado por Shōto. Ciertamente, no había sentido alguna necesidad de estar con alguien, como con él.— ...Kirishima tiene suerte, aunque su esposa esté enferma, ella lo espera.
— No creo que nos dejen sin sueldo. —corta el tema Izuku queriendo ya no seguirlo. Ahora que lo planteaba mejor, no había tenido pareja desde que se había ido de casa.
— Ah, espero que no sea así. —Shōto suspira. Otro estruendo, los gritos del joven que aparentemente va a ser su vecino se pueden escuchar a kilómetros.— ¿Qué fue eso? Tiene rato que escucho ruido.
— Alguien se está mudando al lado de mi casa. Tengo un nuevo vecino. —responde tratando de sonar alegre pero le había arruinado el sueño y obviamente no parecía perdonarselo. Alguien toca a su puerta.— Espera, alguien me busca. —camina al pórtico con mala gana.
— Claro, yo espero. —contesta Shōto sin colgar.
— ¿Sucede algo? —pregunta tras quitar el cerrojo con la llave, disponer de la clave que guarda siempre en su ropa y abrir la puerta, encontrándose con un joven de ojos carmesí. Es alto, rubio, de cuerpo trabajado. Oh, es el mismo joven que ha visto a través de la ventana. Es...
— Disculpa pero uno de los trabajadores dejó caer un cuadro para este lado, en tu jardín, ¿me dejas entrar? —su es voz ronca, grave, terriblemente sexy. Las mejillas de Izuku se encienden.
Es muy apuesto.
— ¡Cla-claro! —se hace a un lado, permitiendo que el desconocido chico entre a su casa. Pasa e Izuku aprovecha para mirarle el trasero sin razón aparente. Uh, que buena retaguardia. Cierra la puerta y puede ver como Camie mira de reojo.— ¿Vi-viniste solo? —el tartamudeo le gana, no entiende el porqué de su nerviosismo.
— ¿Ah? Claro, viviré solo. —se detiene, mirando el interior de la casa.— Lindo sitio, ¿estás casado?
— ¡No, no! —niega Izuku rápido.— No he tenido esa suerte.
— Creí que sí, no parece ser un departamento de soltero. —el hombre sigue viendo de arriba a abajo.— ¿Y bien? ¿Por dónde me meto para llegar al patio...? No me sé tu nombre, te lo debo.
— Me llamo Izuku Midoriya. —se presenta extendiendo su mano delante de aquel apuesto joven. El chico arquea una ceja y estrecha su mano.
— Katsuki Bakugō. —hace lo mismo y prontamente lo suelta. Aquel pequeño contacto le sirve a Izuku para ponerse rojo de pies a cabeza.
— E-es por aquí. —Izuku señala el camino, yendo por delante para indicar por dónde es. Katsuki le sigue. Llegan a una puerta, la cual tiene una especie de mecanismo parecido a las cajas registradoras que cuentan con el pase de tarjetas. Izuku saca una pequeña tras poner una secuencia de números que Katsuki no ha visto debido a que se ha quedado viendo unas fotografías. Abre la puerta y aquello llama la atención de su acompañante.
El patio es extenso, la barda es bastante alta, hay alambres de púas que impiden que alguien entre. Hay demasiadas flores, una pequeña casita abandonada y un árbol pequeño. Tan pequeño que no serviría ni para salir por aquella barda.
Katsuki está entretenido viendo como luce el patio que no se da cuenta que Izuku le mira con atención, grabandose cada curva de su cuerpo, suspirando y mordisqueandose los labios.
— ¿Tienes hijos o algo así? —pregunta Katsuki señalando la casita color crema, se ve bastante vieja.
— No, los antiguos dueños lo dejaron y no me dieron ganas de tirarla. La utilizo para poner cosas para mis plantas. —responde Izuku sonriente. Katsuki asiente con la cabeza y busca con la mirada el cuadro que ha ido a buscar. Lo encuentra entre dos macetas, lo saca con cuidado para no destruir alguna de las flores.
— Bueno, ya encontré lo que buscaba así que me retiro. —Katsuki se levanta y anda a la puerta que lleva al interior de la casa. Frena y se da la vuelta.— Deberíamos hablar en otra ocasión, vecino.
Entra de nuevo para después salir por la entrada principal, Izuku se ha quedado completamente sorprendido ante todo.
— ¿Sucede algo, Izuku? —Shōto, que sigue esperando, habla a través del teléfono celular.— Ese que es tu nuevo vecino tiene una voz bastante varonil.
— Lo sé... —susurra Izuku.
¡Hola!
He tardado en subir esta parte, la he editado. Espero que lo hayan disfrutado, nos vemos.
