- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato, algo así como "extras"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.


He tenido suficiente...(Closer)

Capítulo XI

"Hermanas"

Ella iba inquieta, no era la primera vez que viajaba junto a su jefe, mucho menos era la primera vez que se encontraba a solas con él y aunque estaba rodeada de gente, se sentía extrañamente más insegura de lo habitual.

Apenas despegó el avión, había abierto su portafolios, para luego de sacar unos cuantos documentos, comenzar a pasar hojas frenéticamente. Su jefe por el contrario, se mostraba bastante relajado. Se acomodó en el asiento y puso sus brazos cruzados a modo de almohada detrás de su cabeza, cerrando los ojos en un intento por darle algo de privacidad a lo que su asistente hacia, pero no pasaron más de quince minutos para que él abriera los ojos y se acercara silenciosamente por sobre el hombro de ella. Akane, concentrada como estaba, no se percató de su cercanía hasta que Ranma llamó su atención.

-¿Qué haces? –preguntó de pronto.

-¡Cielos, Ranma! ¡Me asustaste! –dijo ella saltando en su asiento.

-Vaya, ¿desde cuándo tan miedosa?

-Estaba concentrada –se defendió la chica.

-¿En qué? –quiso saber él.

-Terminando de leer uno de los informes que debemos presentar en Hong Kong –contestó removiéndose un poco en su asiento. La cercanía física con su jefe, aunque agradable, le producía un nerviosismo que estaba segura, él podía notar.

-Trabajo, siempre trabajo –comentó él, dejándose caer nuevamente en el asiento. Ella suspiró aliviada por la última acción ejecutada por su jefe-. ¿Por qué no dejas esas cosas para cuando lleguemos?

-Pensé que podría adelantar algo durante el vuelo –dijo mirándolo con ingenuidad. Él sonrió, le encantaba ver aquella infantil expresión en su atractivo rostro.

-Pensaste mal –contestó cerrando el portafolios que ella mantenía en su regazo-. Conversemos.

-¿Conversar de qué?

-De cualquier cosa. No me gusta viajar y menos aburrirme mientras viajo.

-Y pretendes que yo sea tu bufón.

-No, pero si quieres puedes hacer el intento.

-Muy gracioso –dijo, abriendo nuevamente el portafolios, pero cuando pretendía sacar los documentos, él volvió a cerrarlo, esta vez quitándoselo de las manos-. ¡Hey!, ¿qué se supone que haces?

-Evito que trabajes más de la cuenta.

-Pero quiero terminar de leer este informe.

-No, lo que debes hacer es relajarte y contarme cómo son tus sobrinos, por ejemplo.

-¿Mis sobrinos?

-Los hijos de Nabiki, porque supongo que pensarás presentármelos, ¿no?

-¿Quieres conocerlos?, ¿quieres arriesgarte a un encuentro con mi hermana?

-¿Por qué no?, sobreviví a los encuentros con Mousse y Kasumi, no creo que con Nabiki pueda ser peor.

-Bueno, puede ser que para ti no sea tan malo, pero para mí...

-Te has convertido en una persona muy temerosa Akane –le interrumpió-. ¿Dónde está la aguerrida y autosuficiente chica que yo conocí?

-La gente cambia con el paso del tiempo –contestó ella con un tono melancólico.

-De eso no tengo la menor duda –afirmó él de forma seria.

Un incómodo silencio se instauró entre ellos. Otra vez el hablar de su pasado en común, hacía que Akane creara rápidamente una barrera de protección y Ranma se desesperaba por no encontrar una brecha para poder avanzar.

-Por qué mejor no me cuentas cómo conseguiste liberarte de tu maldición –dijo ella mirando al frente, de la forma más natural que pudo-. Yo te he hablado de casi todo lo que ha sucedido en mi vida y en la de mi entorno, pero tú te has mantenido al margen.

-Sí, tienes razón, pero no hay mucho que contar de mi vida.

-Ranma, ¡por favor! ¿Quieres hacerme creer que en doce años no ha pasado nada interesante en tu vida?

-Bien, te contaré sobre la pelirroja –dijo acomodándose en su asiento-. Cuando recibí la herencia, no sabía muy bien que hacer con el dinero que recibí. No podía entregárselo a mi padre porque los dos sabemos muy bien qué es lo que hubiese hecho él con toda esa fortuna, mi madre pareció ser la más indicada para encargarse de esos asuntos. Luego, a medida que fue pasando el tiempo y que me convencí de que nadie me esperaría en Nerima, decidí dedicarme por entero al entrenamiento –él hizo una pausa, como rememorando todos los acontecimientos que había vivido tiempo atrás.

Akane lo observaba con una mezcla de culpa e intriga. Él había dicho que nadie lo esperaba en Nerima, pero eso no era del todo cierto, ella sabía que en esa época, Shampoo y Kodachi seguían en el barrio. La voz de él al seguir con su relato interrumpió los pensamientos de la chica.

-Yo también caí en un estado de melancolía ¿sabes? Quizá no tan agudo como el tuyo, pero fue igual de devastador. De pronto me di cuenta que ya no me bastaba con entrenar y entrenar para llenar el vacío que sentía al no poder compartir mi vida nunca más con la persona que yo quería. Sabía que debía encontrar una salida, porque si no lo hacia terminaría consumiéndome, fue entonces cuando pensé seriamente en buscar una solución definitiva a mi transformación. Me propuse no buscar tan sólo encantamientos o hechizos, sino algo que tuviera alguna base científica. Después de la destrucción de las pozas, mis opciones se redujeron, por lo que comencé a investigar, después de todo, tenía el dinero suficiente como para contratar a un equipo científico para hacerlo. Me puse en contacto con una prestigiosa Universidad y le planteé mi caso a tres estudiosos, con la única condición de que tanto el resultado del estudio, como el tratamiento, si es que lo había, permanecieran en estricto secreto. Ellos aceptaron y después de hacer miles de pruebas, estudios y quién sabe cuantas cosas más, dieron con lo que sería el principio del fin de la maldición. Descubrieron que una extraña planta que crece al norte del país, posee la propiedad de revertir el efecto que produce el agua fría en mi cuerpo. Desde entonces, estoy obligado a tomar esto –dijo sacando un pequeño frasco que contenía diminutas pastillas de color rojo-. Claro, eso si no quiero volver a ver a la pelirroja nuevamente.

-Vaya –dijo Akane con incredulidad-. Entonces, ¿todo era un engaño?, ¿las pozas no estaban realmente encantadas?

-Yo no sería tan drástico. A mi modo de ver y después de las explicaciones que me dieron las personas que me ayudaron, las pozas siempre estuvieron encantadas o quizá la palabra correcta sería 'contaminadas'. Las maldiciones existen Akane, tú lo sabes muy bien, pero ellos descubrieron que se debía a una combinación de algunas condiciones especiales que se daban en aquel lugar. Algo así como el clima, la vegetación, los minerales del subsuelo y muchos otros factores. Estas circunstancias hicieron que las aguas que manaban de aquel lugar provocaran ciertas reacciones en los seres vivos que caían en ellas, lo que la gente de los alrededores comenzó a llamar "maldiciones", pero para las personas que me ayudaron, fueron simples mutaciones.

-¡Simples mutaciones! –exclamó Akane con estupor y disgusto a la vez-. ¡Llaman simples mutaciones a que un ser humano se transforme en un animal o en algo peor!

-Mi reacción fue peor que la tuya al enterarme –sonrió Ranma-. Casi golpeo al pobre científico que me comunicó los resultados, pero esa es otra historia. Como sea, la pelirroja no ha vuelto a aparecer desde hace casi seis años y pronto espero poder compartir estas pastillas con alguien más.

-Supongo que con tu padre.

-No, él se encuentra tomándolas desde hace mucho, me refería a Mousse. Eso, si él quiere aceptarlas.

-Hum. ¿Y por qué no quisiste que se diera a conocer la investigación?

-Porque no quería convertirme en un fenómeno de circo. Imagina lo que sería si todo el mundo se enterara que me convierto en mujer. Eso me trajo muchas complicaciones en el pasado, no quería pasar por lo mismo, además, a pesar de que las pozas fueron destruidas, la gente que vive allí sigue creyendo en la leyenda, no tendría el valor para echar por tierra años de creencias.

-Tienes razón –reconoció Akane.

-Lo que me tiene satisfecho es que ahora puedo ir a una playa, o caminar bajo la lluvia sin tener que preocuparme por mi aspecto físico.

-Es lo que buscabas –comentó su asistente.

-Una de las cosas que buscaba –le corrigió él.

-Vamos, era lo único que te preocupaba de esa famosa maldición.

-Te equivocas, Akane. Para mi era importante el no transformarme en medio de un combate o cuando salía a caminar, pero era aún más importante por el hecho de que... –Ranma pareció pensar mejor lo que iba a decir y se interrumpió dejando la frase en el aire.

-¿De qué? –preguntó la chica que iba a su lado.

-Nada, olvídalo.

-No, quiero saber qué ibas a decir.

-No tiene importancia.

-Acabas de decir que era más importante, quiero saber qué ibas a decir -insistió Akane.

-Bien, me atormentaba el hecho de no saber si podría tener una familia normal algún día.

-Ah... Bueno, creo que a la persona que eligieras para formar esa familia no debería haberle importado –dijo ella desviando la mirada.

-No creo que muchas mujeres estén dispuestas a que su esposo se transforme constantemente en una chica.

-Si la mujer estuviera realmente enamorada de ti, te aseguro que ese detalle no sería importante.

-¿A ti te importaría? –preguntó él, mirándola fijamente.

Akane guardó silencio por unos momentos. Las palabras de Shaomei dando vueltas en su cabeza, "dale una oportunidad". Suspiró profundamente y se dio vuelta para mirar directamente a esos ojos azules que la observaban expectantes.

-Nunca me importó Ranma. Para mí siempre fuiste el mismo, con maldición o sin ella.

Él la observaba sin decir palabra, simplemente tratando de descifrar lo que ocultaban esas frases. Nunca le había importado su maldición, ¿entonces quería decir que ella hubiera estado dispuesta a llevar una vida junto a él, aun cuando aquello significara estar constantemente viendo los cambios que en él se producían? Fue entonces cuando cayó en la cuenta de sus anteriores palabras, "si la mujer estuviera realmente enamorada de ti, te aseguro que ese "detalle" no sería importante", entonces ella había estado...

-Cuéntame sobre los torneos que ganaste –volvió a hablar ella, interrumpiendo las cavilaciones de su jefe.

-No hay mucho que contar –dijo encogiéndose de hombros-. Me dediqué a competir seriamente, gané muchos torneos, primero juveniles, luego a nivel adulto, fui perfeccionando técnicas, haciéndome conocido en el circuito. Y los Gimnasios fueron adquiriendo popularidad.

-Tú también adquiriste popularidad, sobre todo entre las chicas.

-Sí, no lo voy a negar, pero en ese entonces era un tanto inmaduro. Las fiestas y las chicas no faltaban, así es que...

-Tú aprovechaste la oportunidad –le interrumpió ella.

-No es como crees –se defendió él, notando la acusación que se dejaba entrever en aquella frase-. De todos los supuestos romances que salieron publicados en la prensa, menos de la cuarta parte fueron verdaderos y de ellos, ninguno fue duradero.

-Eso es fácil de decir.

-Todo ese alocado estilo de vida vino después de recibir por tercera vez los papeles del divorcio que me enviaste firmados.

-Entonces, ¿por qué no los firmaste?

-Creo habértelo dicho con anterioridad.

Ella hizo una pausa, luego continuó mirando la argolla que lucía su mano izquierda.

-¿Qué hubiese sucedido si una de ellas hubiera sido la indicada, si hubieses querido formalizar con alguna y siguieras casado?

-Eso no pasó entonces y no pasará nunca –dijo él con convicción-. Akane, siempre ha habido solo una indicada y si ella tan sólo quisiera darme una oportunidad, si bajara sus defensas, si abriera una pequeña brecha en ese muro que envuelve su corazón, entonces no tan solo yo seria inmensamente feliz, ella también.

Akane no contestó, se limitó a levantarse del asiento que ocupaba y disculparse para dirigirse al baño. Sabía perfectamente que su jefe se refería a ella con esas palabras, pero ella no se sentía preparada para contestar, al menos no todavía y la mejor opción ante aquella situación era huir.

R & A

El Aeropuerto Internacional de Hong Kong se encontraba atestado de gente a esa hora de la tarde. Ranma y Akane habían conseguido salir de él y encontrar un taxi que los condujera a su Hotel.

La vista de la ciudad era deslumbrante, los enormes rascacielos contrastaban con los edificios más pequeños que poblaban Tokio. Akane observaba los alrededores con una creciente curiosidad, todo era nuevo para ella. Acostumbrada a vivir en una metrópoli, pero no en una que fuese tan cosmopolita como Hong Kong, le parecía que ingresaba a un mundo nuevo y deslumbrante.

-¿Dónde les llevo señor? –preguntó el taxista en perfecto inglés

-Pacific Place, Queensway –contestó Ranma.

-¿Un lugar en especial?

-Sí, al Conrad. ¿Lo conoce?

-Claro que sí –contestó el taxista-. Llevo a mucha gente allí.

-Bueno, ese es nuestro destino.

-Es una buena elección.

-Lo sé.

-¿Japoneses?

-Sí.

-¿Primera vez que nos visitan?

-Para mi no es la primera vez, he estado aquí antes.

-Se divertirán en Hong Kong –comentó el curioso chofer del taxi-. Es un lugar agradable para visitar.

-Tiene razón, pero nos encontramos acá por negocios. No sé si tendremos tiempo para divertirnos.

-Oh, seguro que encontrarán tiempo de hacerlo, sobre todo con una acompañante tan linda como la señorita –complementó el taxista sonriéndole a Akane por el espejo retrovisor, ella se sonrojó notoriamente-. Perdone mi atrevimiento señorita, pero debo decirle que usted es muy bella

-Gracias –dijo Akane sonriendo, lo que provocó que el taxista continuara halagándola.

-¡Que sonrisa más encantadora! El hombre que conquiste su corazón será muy afortunado.

-¿Es éste el camino más corto? –interrumpió Ranma bruscamente.

-Uno de ellos. ¿Tiene prisa?

-Un poco.

-Los negocios, siempre son importantes ¿no? –comentó el hombre, mientras detenía el automóvil en un semáforo-. Y supongo que la señorita trabaja con usted.

-Supone bien –contestó Ranma controlando apenas su disgustado timbre de voz-. Pero debo aclararle que también es mi esposa –terminó de decir, remarcando las dos últimas palabras.

Akane lo observó sorprendida, él hizo caso omiso de aquella mirada.

-Ya veo. Entonces, déjeme felicitarlo señor, su esposa es encantadora.

-Gracias. ¿Puede darse prisa?, tenemos una reunión en una hora.

-Comprendo, tomaré un atajo señor.

-Gracias.

Akane seguía observando a su jefe con curiosidad. ¿Por qué le decía a un perfecto extraño que ella era su esposa?

-¿Reunión en una hora? –preguntó en japonés, observando al taxista por si daba señales de entender el idioma, pero él permaneció inmutable.

-Sí –afirmó Ranma.

-Pensé que tendríamos nuestro primer encuentro mañana.

-Es una excusa para que se dé prisa.

-¿Por qué? –preguntó ella con ingenuidad-. Me hubiese gustado conocer un poco más la ciudad.

-Tendrás tiempo después, lo prometo. Lo menos que quiero hacer ahora, es darle la oportunidad a un desconocido de que fije sus ojos en ti.

-¿Qué? –dijo sorprendida la chica.

-No me gustan los comentarios que estaba haciendo.

-¿Qué comentarios?

-Sabes a lo que me refiero, Akane.

-¿Acaso estas celoso? –preguntó con diversión en su tono de voz.

-¡Sí, estoy celoso! –reconoció él.

Para Akane fue sorprendente que él reconociera sus celos así, tan abiertamente, por lo que no supo qué más decir y dio vuelta su rostro para mirar por la ventana. Pero no pudo evitar la tenue sonrisa que se fue formando en sus labios. Tal vez Hanae tenía razón, y Maeko también, e incluso Shaomei, quien había compartido con Ranma solo una vez. Las tres mujeres coincidían en que esos arranques de celos y esas palabras y demostraciones a medias eran un indicio de que su jefe sentía algo mucho más fuerte que una simple amistad por ella. ¿Y si ella le diera esa oportunidad que le había aconsejado su amiga? ¿Y si se atreviera a avanzar un paso más en aquella extraña relación?

El taxista detuvo el automóvil y les indicó que habían llegado a su destino. Ranma canceló la tarifa, luego se bajó para abrir la puerta de su esposa, mientras el personal del hotel se acercaba presto para recibir el equipaje de la pareja.

-¡Que tengan una bonita estadía señor! –dijo el taxista antes de volver a subirse a su automóvil, pero de pronto, volvió a asomarse como si hubiera olvidado algo-. Señor, discúlpeme –dijo sonriendo, pero esta vez en perfecto japonés-. Espero no le hayan molestado demasiado mis comentarios, aunque con una esposa tan atractiva como la suya, yo también me hubiese puesto muy celoso.

La pareja lo observó sorprendida y luego Ranma sonrió asintiendo con la cabeza.

-No tiene que disculparse, con ella a mi lado, hace mucho tiempo que he tomado la costumbre de andar siempre espantando a los abejorros. Es la flor más hermosa y especial que se pueda imaginar ¿sabe?

-Lo entiendo.

El taxista se fue del lugar, dejando a una sonrojada Akane atrás y a un sonriente Ranma a su lado.

-Vamos, tenemos que registrarnos.

-¿Cómo? –contestó ella un tanto confundida. Luego sintió que su mano era jalada por la de Ranma, haciendo que lo siguiera.

-No pretenderás quedarte aquí toda la tarde ¿o sí? –fue el comentario de él cuando ya ingresaban al enorme y elegante Hotel en donde permanecerían por cinco días.

R & A

Abrió las cortinas del gran ventanal de su habitación en el elegante Hotel para contemplar la bahía en todo su esplendor. La vista era maravillosa y ella no se cansaba de observar ese paisaje. Tenía que reconocer que Ranma se había lucido haciendo esas reservaciones. Desde que habían programado aquel viaje a Hong Kong para sostener las reuniones con sus casi seguro, aliados comerciales en la región, él se había preocupado de preparar todo lo referente al viaje, la estadía y todo lo que ello implicase, negándose en rotundo a dejar esas tareas en manos de otra persona. El resultado había sido un viaje en primera clase en una de las más prestigiosas aerolíneas japonesas y una estadía de ensueño en uno de los más elegantes y sofisticados hoteles de la Isla. Claro, no habían tenido mucho tiempo de recorrer la ciudad por motivos de trabajo, habían pasado los últimos tres días de reunión en reunión, almuerzos de negocios y visitas a distintos ejecutivos que no se habían cansado de alabar la gestión de Ranma a la cabeza de la Black Ryū Company, lo que había sido bastante agotador y que por fin estaba a punto de terminar. Sólo un par de reuniones más para el siguiente día y estarían en condiciones de cerrar tratos y volver a Japón, pero antes, tomarían un descanso de por lo menos un día y una mañana, ya que fiel a su promesa, Ranma se las había arreglado para conseguir que ella pudiera disponer completamente de aquel día en particular para visitar a su hermana, conocer la ciudad o lo que quisiera y la mañana siguiente también la tendrían libre, por ello Akane estaba muy agradecida ya que no veía a su hermana y a su familia hacía ya año y medio. Así, cualquier oportunidad que tuviese de compartir con su hermana mayor se convertía en un regalo para ella.

Era temprano aún, pero ella había tomado un relajante baño y se encontraba revisando su correo cerca del gran ventanal. Todavía no se vestía, pues sabía que no encontraría a su hermana en condiciones de recibirla hasta cerca de las diez de la mañana, por lo que aún permanecía con el albornoz que había usado para salir de la ducha.

Estaba terminando de enviar las últimas instrucciones a sus colaboradores cuando sintió que llamaban a la puerta. Miró intrigada hacia ese sector, no recordaba haber pedido servicio a la habitación y Ranma se había acostado tan tarde como ella, por lo que dudaba que estuviera en pie tan temprano, sobre todo porque le había dicho que aprovecharía ese día de descanso para hacer exactamente eso, descansar. Los golpes se volvieron a escuchar y ella se levantó para dirigirse corriendo a abrir, asomó su cabeza con curiosidad por un reducido espacio y se encontró con su jefe vestido con ropa deportiva que la observaba con curiosidad. Ella abrió la puerta en su totalidad y él le sonrió.

-Pensé que estarías durmiendo todavía –comentó Akane.

-Y yo que te encontraría en pie –sonrió él.

-Lo estoy.

-Pero no vestida.

Fue en ese momento en el que Akane recordó que se encontraba cubierta solo con el albornoz, se sonrojó profundamente y cerró aún más la prenda a la altura de su pecho.

-Tranquila, solo venía a invitarte a desayunar. Como supongo que estarás todo el día con Nabiki…

-Esta bien –se apresuró a decir.

-¿Te espero abajo?

-Sí, dame unos minutos.

-Cálmate, tenemos todo el día.

-Bien.

Cerró la puerta y se apoyó en ella dando un sonoro suspiro. ¿Cómo era posible?, primero, él la veía en su infantil y afranelado pijama rosado de perros y gatos, y ahora la veía solo con esa poco apropiada prenda de vestir. Cierto que en la adolescencia no le importaba mucho con lo que él la observara, pero ya no era una adolescente y ahora sí le importaba la opinión que él se formara de ella. Definitivamente ella no tenía suerte en esas cosas, a veces pensaba que en realidad, él siempre había tenido razón, no sabía cómo pero ella siempre se las ingeniaba para "no" lucir sexy.

Pasados unos cuantos minutos, Akane bajó a desayunar junto a su jefe. Fue un momento de relajo en el cual conversaron animadamente sobre los logros que habían hecho durante esos tres días en el país. Ranma se mostraba de verdad entusiasmado y agradecido con lo conseguido y no se cansaba de alabar la gestión que había efectuado su asistente durante los meses que habían trabajado juntos. Estaba convencido de que los buenos resultados obtenidos habían sido en gran parte gracias al trabajo metódico, constante y perseverante de Akane, por lo que la convenció para que esa misma noche celebraran los acuerdos a los que habían llegado. Le dijo que la recogería a eso de las 21:00 hrs. y la llevaría a comer a uno de los más prestigiosos restaurantes en el centro de la Isla.

Luego de aceptar a regañadientes la invitación, ella se disculpó y salió rumbo a la casa de su hermana. Tendría muy poco tiempo para compartir con ella y quería aprovecharlo al máximo.

R & A

El taxi se detuvo en un céntrico sector residencial, el taxista ayudó a su única pasajera a bajar los grandes bolsos que ella llevaba consigo y luego se marchó. Akane sacó su teléfono móvil y marcó el número de su hermana, escuchó el saludo que Nabiki le hacía del otro lado del auricular y sonrió.

-Nabiki soy yo.

Akane! ¡Qué sorpresa escucharte tan temprano! ¿No ha pasado nada malo verdad?

-No, tranquila. Oye, ¿puedes bajar ahora?

-¿Bajar?

-Sí, no puedo subir con todo lo que traigo yo sola ¿sabes?

-Con lo que… ¡Estás aquí!

-Estoy justo en frente de tu edificio, así es que si fueras tan amable…

Lo que escuchó con posterioridad fue el brusco corte de la comunicación y dos minutos después vio a una joven mujer de melena castaña que corría a su encuentro con los brazos abiertos.

-¡Akane! ¡Pero cómo! –dijo abrazando efusivamente a la mujer de cortos cabellos azulados-. ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no me avisaste?

-Quise darte una sorpresa.

-¡Vaya que me la diste! ¿Y esto? –dijo indicando los bolsos que su hermana había traído consigo.

-Son obsequios. Algunos míos, otros te los envía Kasumi.

-¿Kasumi también lo sabía? –cuestionó enarcando una de sus cejas.

-Sí.

-Hablé ayer con ella y no me dijo nada.

-Yo le pedí que no lo hiciera.

-Eso no está bien Akane –dijo su hermana con falsa indignación-. Sabes que me gusta enterarme de todo.

-¿Podrás disculparnos esta vez? –contestó Akane con el tono de voz más dulce que pudo expresar.

-Claro –asintió Nabiki sonriendo-. Pero vamos, no quiero que mis vecinos comiencen a curiosear.

Ambas mujeres se dirigieron al interior del edificio en donde vivía la mediana de las Tendo junto a su esposo y sus dos hijos. Cuando ingresaron al departamento, Akane sonrió de gusto al ver una replica casi exacta de una típica casa japonesa, en realidad, le parecía estar entrando a su propia casa.

-No creerás que he olvidado mis raíces –comentó Nabiki observando el interés que demostraba su hermana por la decoración del lugar-. Akio piensa que es la mejor forma de sentirnos en casa y a los niños les encanta, hicimos las remodelaciones apenas nos cambiamos a este barrio.

-Está perfecto.

-¿Verdad que si?

Akane asintió mientras Nabiki la observaba detenidamente, estudiándola de pies a cabeza. Su hermana se dio cuenta de lo que hacia y frunció el ceño, Nabiki soltó una carcajada y le dio unos golpecitos en el hombro.

-Estás muy bien Akane, no sé, tienes esa… cómo decirlo, irradias buenas energías, felicidad, bienestar, qué sé yo, algo que no te veía demostrar hacía mucho tiempo.

-Lo mismo me comentó Shaomei.

-¿Cómo están ellos? –se apresuró a preguntar mientras se dirigía a la cocina y le indicaba a su hermana que tomara asiento en la sala.

-Muy bien, en el negocio les va de maravilla y Jian los tiene muy contentos.

-Que bueno. ¿Un té, o quizá jugo?

-Jugo estaría bien, acabo de desayunar.

-¿Cuándo llegaste? –preguntó Nabiki desde la cocina.

-Hace tres días.

-¡Y no habías venido a verme! –le reclamó cuando llegaba a su lado y le entregaba un vaso de jugo.

-Gracias –contestó Akane-. He estado muy ocupada Nabiki. Reuniones, almuerzos de negocio, sin contar con el despacho diario de indicaciones a Japón y las cada vez más frecuentes consultas de mis colaboradores allá.

-¿Qué? ¿Tu jefe no es capaz de hacerse cargo de la situación? –dijo con ironía, para después beber un sorbo de su vaso.

-Lo haría, si no estuviera acá conmigo –contestó ella bajando la mirada y acercando su vaso a sus labios para beber también.

-Con que estás en Hong Kong con Saotome, eh.

-Sí, era necesario que viniéramos ambos a cerrar acuerdos y…

-No tienes que explicarme nada Akane, sé como funcionan las cosas cuando se trata de grandes negocios. Y dime, ¿por qué no vino contigo? No creo que me haya tenido miedo.

-Yo le pedí… Más bien lo convencí para que no lo hiciera.

-Lo proteges.

-No, es solo que no quiero enfrentamientos.

-Bien, como sea ya me las ingeniaré para arreglar cuentas con él.

-Nabiki, yo sé que a todos ustedes les ha costado aceptar mi extraña relación con Ranma, pero te prometo que estoy bien. Él no me ha hecho nada malo, el trato es completamente profesional, aunque a veces nos vemos fuera del trabajo, pero es porque he descubierto que podemos volver a ser amigos, tal vez no grandes amigos, pero sí un poco más cercanos.

-Está bien Akane, no te pediré explicaciones por las amistades que decidas tener. Ya eres toda una mujer y tienes el derecho de elegir quienes te convienen y quienes no, pero ten cuidado, ¿de acuerdo?

-De eso no tienes que preocuparte.

-Entonces, ¿en dónde te estás hospedando?

-En el centro de la ciudad, el Hotel Carlton.

-¡Vaya! ¡Saotome no es nada tacaño! –comentó con sorpresa.

-Él fue quien se encargó de todos los preparativos de este viaje.

-No me extraña que lo haya hecho –dijo Nabiki susurrando sus palabras.

-¿Cómo? –quiso saber Akane.

-Nada. ¿Y hasta cuándo piensan quedarse?

-Sólo hasta mañana, el sábado partiremos a primera hora.

-¡Por qué tan poco tiempo!

-Tenemos trabajo esperándonos.

-Entonces tendré que aprovecharte este día ¿no?

-Sí, solo tengo hoy libre.

-Bien, no se hable más. Suspenderé todas mis actividades, pasaremos a buscar a los niños al colegio y te enseñaré algunos lugares de la ciudad, después de todo, también tienes derecho a distraerte.

-No quiero molestar.

-¡Eres mi hermana menor Akane!, ¿cómo se te ocurre que vas a molestar?

Diciendo esto, Nabiki se dirigió a su habitación desde donde llamó a Akane y luego de cambiarse rápidamente de ropa, ambas salieron del departamento, bajaron al estacionamiento y en menos de cinco minutos iban conversando animadamente camino al colegio de los hijos de Nabiki, en el automóvil que ella conducía con maestría por las concurridas calles de Hong Kong.

R & A

Los gemelos habían corrido a abrazar a su tía Akane en cuanto la vieron, mientras se apresuraban por ver cuál de los dos sería el primero en contarle todas las travesuras que habían hecho durante el período de tiempo en que no se habían visto.

Nabiki los observaba sonriente, ella sabía cuánto querían sus hijos a su tía, y a pesar de que no se vieran muy a menudo, parecían tener una conexión especial con su hermana menor, cosa que no demostraban con ninguna otra persona, ni siquiera con Kasumi. Ella había comentado esa situación un par de veces con su hermana mayor y Kasumi había corroborado su observación, comentándole que había observado el mismo comportamiento con sus propios hijos, entonces Nabiki le había respondido que al parecer, Akane tenía un don especial con los niños, que sólo le faltaba compartirlo con hijos propios.

-¡Y entonces el profesor se enojó tanto…! –comentaba alegremente uno de los niños.

-¡Qué nos dejó castigados por una semana! –le interrumpió su hermano, quien iba tomado de la mano de Akane.

-Pero mamá fue e hizo un escándalo… -siguió con el relato su hermano.

-Y el director le tuvo que asegurar que nos retiraría el castigo… -se apresuró en decir el otro niño.

-Y desde ese día estamos siendo vigilados constantemente por el viejo orangután –completó su hermano.

-¿El viejo orangután? –preguntó Akane con diversión en la voz.

-¡Es el apodo que le pusimos al profesor! –contestaron ambos a la vez. Akane rió alegremente y los niños la secundaron.

-Bien chicos, hora de irse –dijo Nabiki.

-¿Dónde vamos mamá? –preguntó Shintaro

-Le mostraremos a tía Akane el Victoria Peak.

-¡Sí! –exclamó Haruki entusiasmado-. Verás que es muy lindo allá arriba tía.

-Bueno, súbanse y pórtense bien ¿de acuerdo?

-¡Sí!

El viaje fue alegre y divertido, Akane escuchando lo que sus pequeños sobrinos le contaban sobre sus aventuras infantiles, Nabiki haciendo una que otra observación y todos disfrutando de un agradable día. Cuando subían en el funicular a la cima, todos iban absortos viendo el espectacular paisaje que se les presentaba, desde lo alto de la colina. La vista de la bahía y de la ciudad en todo su esplendor dejaba a cualquiera impresionado. Llegaron arriba y el paisaje era simplemente maravilloso, los chicos corrieron rápidamente a jugar bajo unos árboles mientras su madre y su tía se sentaban cerca de ellos y reanudaban su conversación. Después de ponerse al día en lo referente a sus respectivas vidas, Nabiki no lo pensó más y disparó la pregunta que desde que había visto a su hermana quería hacerle.

-Akane, ¿eres feliz junto a él?

-¿Qué? –contestó su hermana con evidente sorpresa.

-A mi no puedes engañarme Akane –continuó Nabiki, observando el paisaje enfrente de ella para no incomodar a su hermana-. Kasumi me ha dicho que teme por lo que pueda llegar a pasar entre tú y Ranma. Ella piensa que él volverá a hacerte daño, incluso fue a verlo, no sé si lo sabías.

-Sí, él me comentó algo.

-Hum –ambas hermanas guardaron silencio por unos momentos, concentrando toda su atención en observar los alrededores. Luego, Nabiki continuó con la conversación-. ¿Sabes?, al principio de todo este cuento del contrato, de su reencuentro y de la famosa cláusula irrevocable, yo me molesté en serio. Contigo, con él y conmigo, me sentía responsable, porque sabiendo que tú estabas desesperada por encontrar un buen trabajo, no te ayudé a averiguar más sobre esa dichosa empresa. En fin, cuando Kasumi habló conmigo sobre qué podíamos hacer para ayudarte, yo estuve de acuerdo con ella en que lo mejor sería estar pendiente de ti y de él, hasta que se nos ocurriera una forma de objetar ese contrato o por lo menos, alejarte de él. Pero ahora que te veo, no estoy tan segura de que eso sea lo correcto.

-Nabiki…

-Déjame terminar. No quiero reprocharte nada Akane, al contrario, creo que por una vez en tu vida estas haciendo las cosas bien. Cuando te vi esta mañana y te dije que irradiabas alegría, era verdad. Estas diferente hermanita y esa felicidad que brota de tu interior se debe a una sola razón. Creo que sabes a qué me refiero ¿no?

-Yo… –dijo ella sonrojándose.

-No sé cómo lo hace, pero ese condenado Saotome es el único que puede lograr ese cambio en ti –le interrumpió su hermana-. Lo hizo una vez y lo está haciendo de nuevo. Ese matrimonio que se celebró el 20 de agosto es lo que te ha hecho más feliz que nada en el mundo, reconócelo Akane.

-Nabiki, no es lo que piensas… -trató de defenderse Akane.

-¡Oh, sí lo es! –exclamó Nabiki observándola fijamente- No puedes engañarme, nunca te olvidaste de él, pasaron doce años y lo amaste en silencio y ahora que se reencontraron tienes miedo, es comprensible, pero no puedes hacer nada, porque tu corazoncito se empeña en latir cada vez más fuerte cuando estas cerca de él, porque ese mismo corazoncito es el encargado de hacer que irradies esa alegría que no veía hace años en ti.

-Pero yo no debo volver a caer…

-¡Akane! –dijo mirándola seriamente a los ojos-. ¿Por qué no? Si es lo que quieres, lo que siempre has querido pero no te atreviste nunca a reconocer. ¿Qué pasó hace doce años atrás?, no te atreviste a decirle la verdad a él, siempre esperaste que él se diera cuenta de las cosas solo y las señales confusas que le diste no sirvieron. Al final, terminaron alejándose y perdona que te lo diga, pero no fue por decisión de él. Ahora dime, ¿piensas dejar que suceda lo mismo sabiendo que es el único que puede hacerte feliz?

-Pero Kasumi…

-¡Al diablo con Kasumi, Nabiki o Mousse! –exclamó Nabiki-. ¡Eres tú Akane!, debes aprender a ser feliz para ti, no para los demás. Dime, ¿cuál es tu mayor miedo?

-Que…que él no sienta lo mismo por mi –reconoció observando fijamente sus manos entrelazadas.

-¿Y cómo demonios vas a saberlo si no le das una oportunidad? Llevas seis meses a su lado y estoy casi segura que él se ha tratado de acercar y que tú siempre sales huyendo.

-¿Cómo puedes saber algo así?

-Porque los conozco y sé que él siempre se ha derrumbado a tus pies, sólo que tú pareces no notarlo.

-Entonces, tú me aconsejas…

-Yo no te aconsejo nada, Akane, solo una cosa te puedo decir, tu mejor consejero es esto –dijo dándose unos golpecitos en el pecho-, y si tú no quieres hacerle caso, es muy probable que después te arrepientas. Tienes tantas posibilidades de sufrir como de no hacerlo, pero no sería mejor salir de esa duda constante, no sería mejor arriesgarse a descubrir lo que él siente a no saber nunca si hubiese resultado algo maravilloso de esa unión. Solo recuerda lo que te voy a decir, el perder no impide apostar, si pierdes en esta apuesta, al menos quedarás con la satisfacción de haberlo intentado.

Silencio nuevamente, ambas se miraban a los ojos con emoción contenida. La suave brisa de la mañana meciendo sus cortos cabellos y el trino de los pájaros se escuchaba como una suave melodía, conspirando para que esa escena familiar fuera perfecta.

-Gracias Nabiki –dijo Akane finalmente, sonriéndole a su hermana.

-No tienes nada que agradecer, solo espero que puedan arreglar las cosas pronto. Quiero sobrinos ¿sabes?

-¡Nabiki!

-¡Qué!, están casados hace doce años ¿no?

-Sí, pero eso no significa que…

-¿Qué?

-Nada, olvídalo.

-Bueno, ¿por qué no le dices a tu esposo que venga a cenar con nosotros esta noche?

-Ah… es que él me invitó a cenar para celebrar el éxito de nuestro viaje, dijo que había hecho reservaciones en un restaurante… mmh… Le bastion Saint-Gervaise, ¿lo conoces?

-¡Qué si lo conozco! ¡Es uno de los lugares más prestigiosos y elegantes de esta Isla!

-¿Tanto así? –preguntó Akane un tanto desconcertada.

-Le bastion Saint-Gervaise, es uno de los cinco restaurantes más famosos de Hong Kong. Conseguir reservaciones allí es muy difícil. Ya no perdamos más el tiempo hablando aquí. Le diré a Akio que nos encontremos en el centro para que pueda verte, almorzaremos con él y los chicos, luego iremos a dejar a los gemelos a casa de una amiga mía y te llevaré a las mejores tiendas de Hong Kong.

-¿Para qué?

-¿No pensarás ir de jeans y zapatillas a un restaurante elegante como el Saint-Gervaise? –dijo Nabiki frunciendo el entrecejo.

-No, pero...

-Necesitas algo especial –le interrumpió, estudiando a su hermana de pies a cabeza-, y también debes arreglarte el cabello… y las uñas y…

-Nabiki, creo que exageras –dijo Akane observándola con un ligero fruncimiento de ceño.

-Bueno, sí, un poco. Pero en verdad quiero verte feliz hermanita y presiento que esta noche podría ser sólo el comienzo –contestó Nabiki guiñándole un ojo.

-Puede ser -sonrió Akane.

-Entonces, nos vamos.

Nabiki se puso de pie y se llevó dos dedos a su boca, con un fuerte silbido llamó la atención de sus hijos y les comunicó los nuevos planes. Los chicos se sintieron algo decepcionados pero aceptaron de todas formas, luego Nabiki llamó a su esposo y quedaron de juntarse en un conocido restaurante en el centro de la ciudad.

Para cuando dieron las cuatro de la tarde, Akane se había divertido tanto con su familia que casi había olvidado el verdadero motivo por el que se encontraba en Hong Kong.

Akio se había comportado amable como siempre con ella, haciéndola reír un montón y contándole muchas anécdotas tanto de sus hijos como de su esposa, el matrimonio se llevaba a las mil maravillas y Akane se alegraba enormemente al comprobar que sus dos hermanas eran realmente felices. Se habían despedido cariñosamente y su cuñado le había prometido que visitarían Japón para las fiestas de fin de año.

Luego, Nabiki había ido a dejar a sus pequeños a la casa de una amiga que tenía un niño de la misma edad de los gemelos del que ellos eran amigos y después de despedirse, la había llevado de tienda en tienda viendo distintos tipos de vestidos, zapatos y accesorios que fueran dignos para la ocasión, había dicho que sería su regalo anticipado de cumpleaños, navidad o lo que ella quisiera, pero aunque su hermana se opusiera, ella se lo haría igual.

Después la había llevado a un centro de cosmética en donde la había obligado a relajarse en el Spa, luego había insistido para que le arreglasen un poco el cabello, las uñas y le dieran un sutil toque de maquillaje, sabiendo de antemano que a Akane no le agradaba mucho el maquillarse excesivamente y que su cuñado parecía disfrutar mucho del aspecto natural de su hermana. Al menos, eso recordaba.

Para cuando dieron las 20:00 hrs. Akane se encontraba en las puertas de su Hotel, peinada, maquillada y totalmente relajada, despidiéndose de su hada madrina cual cenicienta, solo le faltaba cambiarse y agregar los accesorios para encontrarse con su príncipe azul.

-Me dio tanto gusto verte hermanita.

-A mi también Nabiki, espero que puedan ir a Japón para fin de año.

-Dalo por hecho. Si Akio lo dijo delante de mí y de los niños, es porque así será, de lo contrario tendrá que sufrir persecuciones durante semanas.

-No seas tan mala con él.

-No soy mala, pero no me gusta que me hagan promesas que no pueden cumplir, aunque creo que esa no era toda la noticia. Pienso que se encuentra haciendo las gestiones para volver a Japón.

-¡Eso sería maravilloso!

-Sí, espero que funcione. Ahora vete o te retrasarás para tu cita.

-No es una cita, es una…

-Sí, sí, como sea –le interrumpió su hermana-. No hagas esperar a tu esposo.

-Gracias Nabiki, de verdad, ha sido una de las mejores cosas que me han sucedido durante el último tiempo.

-De aquí en adelante espero que te pasen muchas cosas buenas Akane, te lo mereces.

-Gracias por todo –dijo abrazando fuertemente a su hermana mayor, ella correspondió el gesto, pero la separó rápidamente.

-¡Hey!, ¡arrugaras el vestido!

-Tienes razón.

-¡Vete ya! –le dijo dándole un beso en la mejilla-. Y llámame cuando llegues a Japón.

-Claro –contestó Akane haciéndole una señal de despedida con su mano, para luego desaparecer por el Lobby del Hotel.

Nabiki negó con su cabeza y suspiró. ¿Quién lo hubiera pensado de ella? Transformada en casamentera y encima abogando por Ranma Saotome.

-Me debes una Ranma… -dijo jugando con las llaves de su automóvil en una de sus manos-. Y bien grande.

Dejando escapar una suave risita, se dispuso a dejar atrás el Hotel en donde se alojaba su querida hermana junto a su esposo, su cuñado, por quien esperaba sinceramente, pudiera hacer uso correctamente de esa palabra muy pronto.


Notas finales:

1.-Hola, nuevo capítulo y avanzando. La verdad, esta actualización no debería haber visto la luz hoy. Para quienes se encuentren siguiendo "Traición…", lo siento, aquella era la historia que tenía presupuestada actualizar hoy… pero sentí una necesidad imperiosa por sacar un nuevo capítulo de este escrito esta semana (algunas saben el por qué).

2.- Mi teoría sobre el fin de la maldición puede no gustarles y sé que no se ajusta para nada a la realidad un tanto mágica y especial de la obra de Rumiko sensei (como muchas otras cosas que he escrito). Simplemente tenía que buscar una solución para hacer desaparecer a la pelirroja y lograr que Ranma pudiera controlar sus cambios físicos a voluntad, así que con el método de las pastillas, la linda pelirroja puede volver a aparecer en cualquier momento ¿no? En todo caso, el que Ranma chica exista o no exista en esta historia no tiene ninguna preponderancia.

3.-Hong Kong es una de las ciudades que me gustaría conocer personalmente algún día, encuentro que la mezcla de tradiciones y modernidad, así como de culturas debe ser fascinante, así que para cumplir mi sueño virtualmente, quise instalar a los personajes allí. Por cierto, los lugares que aparecen mencionados en este capítulo, el Hotel y el Victoria Peak, son verdaderos, pero no así el restaurante.

4.-Mis más sinceros agradecimientos a quienes me dieron a conocer su valiosa opinión por el capítulo anterior. A Barb21, blandy (Gracias, hago lo que puedo por subir los capítulos lo más rápido posible. Gracias por el apoyo), Anami, Minako (Gracias por tus palabras. Bueno, esto es solo la mitad del viaje, veremos qué sucede en el próximo capítulo), Paola, Sofi, soraDark666, Marce, BABY SONY (Gracias por tu apoyo y por seguir leyendo esta historia, de verdad. Veremos si Ranma aprovecha la oportunidad. Al menos, Nabiki ya hizo un gran trabajo como cupido ¿no? Gracias), Vanessamcgregor, Ivonne-18 e IramAkane.

Quiero agradecer de forma muy especial a Sele, Nia06, Mya23, Caro y Lerinne. Mis niñas lindas, muchísimas gracias por su apoyo y por sus lindas y alentadoras palabras ^.^. Como ven, estoy de vuelta con un capítulo que esta dedicado especialmente a ustedes por brindarme su apoyo incondicional ante el "incidente de la semana" jaja!... creo que esto será solo una anécdota más, así es que tendrán que aguantar mis escritos por algún tiempo o hasta que no se me ocurran más "tonterías" para compartir jaja!. Gracias por levantarme el ánimo con sus lindas palabras y sabios consejos, las quiero un montón.

Bueno, es todo por ahora, les deseo una linda semana a todos y buena suerte!

Madame De La Fère – Du Vallon.