- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato, algo así como "extras"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.
"He tenido suficiente… (Closer)"
Capitulo XVIII
"Preparativos para una fecha especial"
Las últimas hojas de los árboles caían y se amontonaban en el césped dándole un aspecto melancólico pero bello a la vez al jardín de la gran casona Tendo.
Las tonalidades de las hojas eran variadas pasando del marrón oscuro al rojo cobrizo y el amarillo opaco, todas contrastando con la superficie de color verde en donde se encontraban y esto complementado por los últimos rayos del sol de aquel día, le daban ese toque casi mágico al lugar.
Contemplando aquel familiar paisaje se encontraba la joven mujer de cortos cabellos azulados sentada de medio lado en la veranda de la casa, el mismo lugar que tantas y tantas veces había ocupado su padre durante años.
El invierno no tardaría en llegar y ese día de fines de otoño era uno de los pocos en los cuales el frío remitía, dando paso a un clima medianamente templado el cual disfrutar.
La mujer suspiró y enfocó su vista en el árbol más joven que ornamentaba el cuidado jardín, un árbol de cerezo que ella misma había plantado hacía seis años atrás.
La pequeña ramita que había conseguido comprar se había aferrado al terreno que ella había escogido para que creciera y con el paso de los años se había convertido en un árbol joven que ya había dado sus primeros frutos y que se pavoneaba ante su compañera, otro árbol de la misma especie pero ya adulto.
Sonrió melancólicamente al imaginar dentro del árbol adulto al espíritu de su madre recriminándole por alguna jugarreta o mala acción al cerezo más pequeño, quien seguramente lloraría a mares por el regaño, igual como lo hubiera hecho su padre en vida.
Negó con un movimiento de cabeza y cerró los ojos dejando que la tibieza de los últimos rayos del pálido sol de otoño acariciara su rostro.
¿Qué pensarían sus padres de la relación que mantenía con Ranma? ¿Estarían contentos de saber que por fin estaban juntos? Ella creía que sí, ya que aquello era lo único que parecía importarle a su padre cuando ambos eran solo unos adolescentes; "las escuelas deben unirse", parecía como si lo estuviera escuchando decirle esa frase una y otra vez.
-"Finalmente, tus deseos se hicieron realidad, padre –se dijo para sí misma-, pero ya no hay nadie que de clases en el dojo".
Se estremeció con la ráfaga de viento frío que se levantó de pronto y que consiguió que un remolino de hojas secas se elevara del césped para luego caer en desorden en el mismo lugar.
Una risita cantarina escapó de sus labios; quizá era la forma que tenía su padre para hacerle ver que no le importaban mayormente las clases en el dojo, sino que ella fuera feliz al lado del hombre que amaba.
"Akane, tú misma me has hecho cambiar mi forma de pensar. Ahora lo que más quisiera en el mundo, es que hagas lo que piensas que es lo mejor para ti y si para eso debes renunciar a algunas cosas, entonces hazlo. Quiero que seas feliz, hija. Prométeme que pase lo que pase, tratarás de ser feliz".
La chica exhaló un suspiro recordando una de las últimas conversaciones que había mantenido con su padre antes de su muerte y sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Soy feliz, papá –murmuró de forma queda-, soy muy feliz.
No supo cuándo había llegado a su lado; tan absorta en sus emociones y pensamientos estaba que no lo había visto ni escuchado acercarse hasta que fue conciente de la reconfortante tibieza que le proporcionaba la manta que él había puesto sobre sus hombros, arropándola con cariño.
-Te enfermarás si sigues aquí sin abrigo –dijo observándola con inquietud.
-No tengo frío –contestó ella tratando de evitar que sus ojos se encontraran con los de su esposo.
Ranma se sentó a su lado y apoyó ambas manos tras de sí, fingiendo naturalidad y despreocupación, pero ciertamente se encontraba realmente inquieto por el comportamiento de su esposa.
Los estados de melancolía y tristeza en los que parecía caer frecuentemente durante la última semana habían llamado su atención. Ella intentaba comportarse de una forma normal fingiendo muchas veces que todo estaba bien, pero él la conocía y estaba seguro de que algo le sucedía, algo que la entristecía y que no dejaba que ella fuera la misma Akane de siempre.
-Después te arrepentirás de haber rechazado mis cuidados si te enfermas –dijo con sorna-. Deberías agradecer el que un hombre como yo se preocupe tanto por ti.
Un sollozo ahogado fue lo que recibió por respuesta por lo que se alarmó y quiso abrazarla de inmediato, pero no sabía si con ello contribuiría a que su esposa se distanciara aun más de él. Finalmente, optó por preguntar tratando de controlar su ansiedad.
-¿Qué sucede, Akane?
Ella se llevó una de sus manos al rostro y limpió las lágrimas que había dejado escapar silenciosamente.
-Nada, son sólo tonterías –contestó esbozando una tenue sonrisa para enfrentarle.
-No pueden ser tonterías si estás llorando –rebatió él frunciendo el ceño mientras acariciaba el rostro pálido de su esposa.
Akane atrapó la mano de su esposo con la de ella e inclinó el rostro cerrando sus ojos.
-No debes preocuparte, se me pasará.
-Quiero saber por qué estás así, qué es lo que te pone triste, Akane. Creo que merezco saberlo –demandó.
Ella suspiró y se separó un poco de su esposo enfocando su vista al frente. Luego de un momento de obstinado silencio, comenzó a hablar en un susurro.
-Pensaba en mi padre –reconoció débilmente, casi como si estuviera hablando sola. Subió sus piernas y se abrazó a ellas apoyando la barbilla en sus rodillas-. El martes que pasó fue su aniversario.
Se sintió fatal. Era por eso y él no lo sabía, tampoco había estado con ella en ese momento. Era en esas circunstancias cuando odiaba la empresa y su absorbente puesto en ella.
Recordaba que el día mencionado por Akane, él había tenido que ausentarse para sostener unas reuniones en el sur del país, de hecho, no tan solo el día martes, también el miércoles. Por tanto se habían comunicado solamente por teléfono y ya la había notado triste.
Así pues, viernes por la tarde, casi noche y descubría que no había estado con su esposa en el momento en que seguramente, ella más necesitaba de su apoyo y cariño.
-Lo siento –susurró abrazando casi con temor a la mujer que se encontraba a su lado.
Ella bajó las piernas y se acomodó en el abrazo que le brindaba su esposo sintiéndose reconfortada.
-Está bien –dijo suspirando con posterioridad-. Ya pasó y siento mucho el haberte preocupado por nada.
-No digas eso –contestó acercándola más hacia sí-, debí estar aquí, contigo. Sé que le extrañas, sé lo importante que era el señor Tendo para ti y...
-Ambos sabemos que no podías ausentarte de esas reuniones, Ranma –interrumpió ella.
-Por eso no me dijiste nada –le recriminó-. Siempre el trabajo es más importante.
Ella se encogió de hombros y se acurrucó estrechando todavía más el abrazo con su esposo.
-Kasumi me acompañó a la ceremonia y fue mejor así –comentó-. Para cuando se celebre el obon estaremos juntos.
-Hmmm –contestó él, todavía recriminándose por no haber podido acompañarla.
-Ya nada se puede hacer, Ranma. Es mejor continuar adelante.
-Pero era un momento importante que me perdí por estar trabajando –dijo totalmente fastidiado-. ¿Qué pasaría si por estar trabajando me pierdo el nacimiento de mi hijo?
Ella lo observó con una mirada soñadora y totalmente sorprendida.
-¿Tu hijo? –preguntó sin poder evitar la sonrisa que se formó en sus labios.
-¿Tú no quieres tener hijos? –contestó él con otra pregunta, tratando de controlar la ansiedad y el temor de una respuesta negativa.
-Por supuesto que quiero tener hijos, Ranma, es sólo que… -se interrumpió y se acurrucó nuevamente en el abrazo de su esposo-, me tomaste por sorpresa.
-Ah –contestó él, sin poder evitar la sonrisa que se formó en su rostro.
Y es que todavía le costaba creer lo que le estaba sucediendo, se encontraba totalmente enamorado de la mujer que había creído perdida para siempre y era feliz a su lado, demasiado feliz para su experiencia personal y eso era lo más extraño de esos meses.
Luego de un momento en el cual ambos permanecieron en absoluto silencio, sólo disfrutando de la cercanía mutua, Akane volvió a hablar calmadamente.
-¿Recuerdas cuando nuestros padres pasaban horas aquí mismo jugando sus eternas partidas de shōgi?
-Sí –contestó él sonriendo de medio lado-, y luego, algo siempre interrumpía la partida y papá terminaba haciendo trampa.
Ella sonrió.
-Eran buenos tiempos –dijo en un susurro-, creo que fue la mejor época en la vida de papá y en la mía también… hasta ahora –terminó de decir.
-La mía también –musitó él acariciando los sedosos cabellos de su esposa, mientras se deleitaba con el perfume que expelían éstos.
Un nuevo momento de silencio se produjo para luego ser interrumpido por Ranma.
-Podría permanecer aquí sentado durante horas –comentó tras un suspiro-, al igual que nuestros padres pero sólo si te quedaras así conmigo, abrazada a mí.
-Yo también –dijo ella después de soltar una risita cristalina-, yo también –repitió-, pero debemos entrar, está oscureciendo y comienza a refrescar.
-Sí, creo que el invierno este año será más frío de lo que fue el año anterior.
-No importa –contestó poniéndose de pie-, sea frío o no lo sea, será agradable.
Él la quedó mirando de forma interrogante mientras se ponía de pie, ella sólo se encogió de hombros de una forma bastante infantil.
-Estaremos juntos, ¿no? –sonrió para luego dirigirse hacia el interior de la casa.
Ranma la siguió con la mirada y sonrió al tiempo que negaba con un movimiento de cabeza. Cerró la contra ventana y avanzó tras los pasos de su esposa al interior de la casa con la intención de continuar aquella conversación, pero ella interrumpió sus intensiones cambiando de tema con brusquedad.
-¿Me acompañarías de compras mañana? –dijo con naturalidad.
-¿De compras? –contestó él con otra pregunta, totalmente confundido.
-Sí, la llegada del invierno significa una sola cosa –dijo con total propiedad y luego suspiró ante la mirada confundida que le regalaba su esposo-. Regalos, Ranma –dijo por respuesta, pero al ver que él todavía parecía no entender, se cruzó de brazos e inclino su rostro a un lado para terminar de explicar la situación-, ¿Navidad?
-¡Oh, Navidad! –dijo Ranma golpeándose la frente con una de sus manos-, lo había olvidado.
-Pues yo no y no quiero tener que andar a última hora comprando obsequios, así que mañana me parece un buen día para ir de compras. Pero si no quieres…
-Te acompaño –le interrumpió.
-¡Estupendo!, ahora iré a darle de comer a Ryo y luego prepararé algo para nosotros –sonrió.
-Te ayudo –dijo él.
Ella volvió a sonreírle y se encaminó a la cocina seguida por su mascota.
-"Diablos, Navidad –pensó el joven observando cómo su esposa desaparecía tras la puerta de la cocina-, ¡Navidad!... y yo no tengo idea de qué demonios regalarle a Akane. Si le pidiera ayuda a mamá… no, no creo que sea una buena opción y si; no tampoco eso funcionará, tal vez Kasumi o Nabiki o tal vez… ¿por qué no?, tal vez sea un buen regalo…
-Ranma, ¿vas a ayudarme?
-Voy enseguida –dijo el joven caminando apresuradamente mientras sonreía mentalmente al decidir uno de los regalos que le daría a su esposa por Navidad, quizá no el más importante, pero sin duda muy significativo.
R & A
Jamás pensó que al decir 'te acompaño' estaría condenado a seguirla por infinidad de tiendas, cargando bolsas y más bolsas llenas de envoltorios de colores, mientras su esposa se detenía cada cinco minutos a observar con dedicación casi exclusiva los escaparates de las tiendas tratando de decidir si dentro del local encontraría lo que andaba buscando.
Las vitrinas del comercio ya se encontraban todas decoradas casi en exceso con los típicos motivos navideños, pero él agradecía que al centro comercial todavía no se le ocurriera poner como música de ambientación, la monótona melodía de los villancicos que seguramente sería la tónica de aquellos días.
-Creo que aquí podré encontrar algo para Kasumi –dijo la joven de cortos cabellos azulados alegremente.
-Es la cuarta vez que dices lo mismo –comentó su esposo observándola con una cómica expresión de niño aburrido en el rostro.
-Te prometo que saldremos de aquí con el regalo perfecto para mi hermana.
-Eso espero, porque supongo que te quedan compras por hacer.
-Supones bien –contestó ella-. Faltan Nabiki, Shaomei, tus padres, Tofú, Kahori y…
-¿Qué? –dijo al ver que ella no tenía la intención de seguir enumerando las personas que faltaba por comprarles su regalo.
-Nada, es mejor que entremos –dijo girando sobre sus talones para ingresar al local comercial.
-¿Es necesario un regalo para cada persona? –preguntó él, siguiéndola con resignación.
-Para mí sí lo es –dijo mientras buscaba con la mirada lo que pensaba podía ser un buen regalo para su hermana mayor-, no importa qué sea, o si es grande o pequeño, lo que importa es que te dedicaste a buscarlo especialmente para esa persona que quieres.
Él la observó avanzar con decisión hacia el interior de la tienda y no pudo hacer otra cosa que sonreír.
Luego de quince minutos en los que sólo la vio ir de un lado a otro frunciendo el ceño al no encontrar lo que realmente buscaba, la escuchó dar un grito de alegría mientras batía palmas.
-¿Qué sucede? –preguntó asustado.
-¡Mira! –le indicó ella hacia un escaparate.
-¿Eso es lo que le regalarás a Kasumi?
-No, bobo –dijo acercándose para tomar el objeto que observaba con tanta alegría- y no se lo regalaré sólo yo, recuerda que haremos estos obsequios juntos, como el matrimonio que somos.
-De acuerdo, pero entonces, ¿qué es lo que te emociona tanto?
-Esto –dijo mostrándole una sencilla bola de cristal que en su interior tenía unos renos y un trineo en el cual se veía a un regordete anciano vestido de rojo con una bolsa llena de regalos tras él.
-¿Eso? –preguntó Ranma enarcando una de sus cejas.
-Sí –contestó ella agitando la bola para luego volver a sostenerla en sus manos mientras observaba emocionada los diminutos trocitos de espuma caer sobre el trineo simulando ser nieve-, tuve una igual cuando era pequeña, fue un regalo de mamá –dijo sonriendo alegremente.
-Déjame verla –dijo Ranma tomando el objeto en sus manos. Lo observó por todos lados y giró la pieza que hacía falta para que la dicha de su esposa fuera completa.
-¡Tiene música! –exclamó Akane recibiendo la pequeña bola de manos de su esposo.
-¿No te diste cuenta?
Ella negó con un movimiento de cabeza sin dejar de observar el objeto como si se tratara de la joya más valiosa del mundo.
-Sí, es muy parecida –dijo finalmente-. Nabiki debería reponérmela algún día, fue ella quien la rompió –terminó de decir, dejando el objeto en su lugar.
-¿No vas a llevarla?
-¿Para qué? –contestó con otra pregunta.
-No lo sé, para tu sobrina o para ti.
-No, te aseguro que a Kahori no le gustan este tipo de cosas –dijo mirando por última vez el estante donde descansaban las bolas de cristal de distintos modelos-. Allá –indicó luego con ánimos renovados-, allá estoy segura de que encontraremos el obsequio perfecto para Kasumi.
La joven mujer emprendió el camino por los pasillos de la tienda y Ranma la observó con diversión.
Era tan fácil para ella cambiar de tema de un momento a otro que a veces lo desconcertaba. Miró hacia el estante y sonrió al recordar el rostro ilusionado de su esposa contemplando una cosa tan sencilla como una típica y corriente bola de cristal con un Santa Claus dentro.
Cómo no amarla, se preguntó. Hizo la nota mental de la ubicación de la tienda y la estantería en donde se encontraban los objetos ordenados por modelo y luego siguió a su esposa al otro extremo de la tienda. Ya tendría tiempo de volver y asegurarse de que ella recibiera su esfera musical con nieve falsa para esa Navidad.
Con más bolsas de las que pretendían cargar y bastante pasada la hora normal para un almuerzo, la pareja hizo un alto para descansar y comer algo, ya que a Ranma nunca nadie le había dicho que salir de compras con una mujer podía llevar tanto tiempo y provocaría tanta hambre.
Así, el matrimonio eligió un discreto local de comida, bastante pequeño pero muy acogedor. Se sentaron uno frente al otro en una mesita alejada de la entrada y dejaron todas las bolsas en el piso del local.
Ranma se dedicó a leer lo que se ofrecía para degustar en el menú, mientras Akane sacaba un bolígrafo y comenzaba a tachar nombre tras nombre en un papel un poco arrugado.
El joven la observó un momento y sonrió de medio lado.
-¿Nunca dejas nada al azar?
Ella le devolvió la mirada y dejó lo que estaba haciendo.
-No. Dime ¿qué crees que sucedería si olvidara a alguien importante?
-Nada.
-Cómo que nada, seguramente esa persona se sentiría muy mal y yo no tendría disculpas que darle, Ranma.
-Vaya, yo nunca me he preocupado mucho por esto de los regalos de Navidad.
-¿De verdad nunca en tu vida lo has hecho?
-No –contestó él observándola con profundidad por un instante-, aunque ahora que recuerdo, sólo una persona ha logrado que me preocupe por qué regalarle para esta fecha.
Ella le regaló una sonrisa divertida y una mirada llena de cariño, apoyó sus codos en la mesa y cruzó sus manos para descansar su rostro inclinado sobre sus manos.
-¿Y se puede saber quién fue esa persona? –preguntó siguiéndole el juego a su esposo.
-¿No te lo imaginas? –pregunto él.
-No.
Él se cruzó de brazos y se dejó caer hacia atrás en el asiento.
-¿Quién otra podría ser? –contestó con una media sonrisa en los labios, a ella le brillaron los ojos ilusionada con su respuesta-, mi madre, por supuesto.
Tuvo que contener la risotada que quiso escapar de sus labios al ser testigo del cambio en el rostro de su esposa ya que ahora, ella tenía una expresión de completo asombro y desencanto.
-Oh… claro –dijo bajando las manos para apoyarlas en la mesa.
-Eres tan crédula, Akane –dijo riendo y tomando las manos de ella entre las suyas-, por supuesto que no fue mi madre quien ha hecho que hasta me atemorice por no encontrar el regalo adecuado. Esa persona eres tú… aunque en esa época eras solo mi prometida.
Ella sonrió y fijó su vista en sus manos entrelazadas con las de su esposo.
-Me alegra saberlo –reconoció.
Él no pudo contestar porque en ese momento llegó una alegre jovencita a tomarles el pedido. Luego de que ordenaron y la jovencita los dejó solos, él creyó que era el momento de hacer la pregunta que desde hacía bastante tiempo quería hacerle a su esposa.
-Akane, ¿Nabiki ya te confirmó si vendrá a pasar las fiestas con ustedes?
-No todavía –contestó ella-, pero creo que sí, ¿por qué?
-Es que he estado pensando y me gustaría proponerle un trato.
-¿Tú? ¿Un trato a mi hermana? –inquirió realmente sorprendida.
-Sí –dijo enfocando su mirada directamente en los ojos de ella-, quiero preguntarle si estaría interesada en hacerse cargo de la Black Ryu –terminó de decir sin tapujos.
Ella permaneció en silencio, observándole como si fuese la primera vez que lo veía.
-Estas diciendo que quieres que Nabiki se haga cargo de tu empresa.
-Exactamente.
-¿Por qué?
-Porque creo que es muy capaz de hacerlo, pienso que estaría contenta de volver a Japón al lado de sus hermanas, por lo que me has comentado su esposo también es muy capaz, pero fundamentalmente porque quiero que nos tomemos un tiempo para nosotros, Akane. Si tu hermana hubiese estado aquí el martes pasado, yo hubiera podido estar contigo en el aniversario de tu padre y no a kilómetros de distancia en una reunión tediosa y aburrida.
-En verdad piensas eso –dijo en un susurro.
-Sí y me gustaría hablarlo con Nabiki y su esposo cuando vengan para fin de año, pero antes quise hablarlo contigo ¿qué te parece?
-No lo sé, es un poco extraño y… ¿qué sucederá con la cláusula que tu mismo pusiste en mi contrato?
-¿Todavía piensas en eso? –preguntó de forma incrédula-. Akane, ¿crees que después de todo lo que ha pasado entre nosotros, todavía tengo pensado hacer válida esa estúpida cláusula?
-Bueno, es una cláusula irrevocable y…
-Es una idiotez que se me ocurrió como única opción para retenerte a mi lado –le interrumpió él-. Creo que ahora no necesitaré de ese sucio truco ¿o sí?
-No –contestó ella sonrojándose-, perdona, no quise decir que desconfiaba de ti, es sólo que… me cuesta saltarme las reglas.
-Lo sé –respondió él enternecido por la ingenuidad de su esposa-. Ahora dime si piensas que Nabiki aceptará mi propuesta.
-Puede ser. Hace tiempo que ella dejó de trabajar activamente, pero creo que estaría contenta con un desafío como el encargarse de la Black Ryu.
-Entonces conversaré con ella apenas tenga oportunidad de hacerlo.
-El almuerzo de Navidad en casa de Kasumi sería una buena opción –reflexionó Akane en voz alta.
-¿Ya tenemos planes? –inquirió su esposo con diversión en la voz.
-Lo siento, no te lo había comentado. Es que Kasumi me dijo que nos invitaba para un almuerzo en su casa el día de Navidad, ya que pensó que querríamos pasar la nochebuena en casa de tus padres.
-Me parece bien –dijo dejando descansar su cabeza sobre su mano izquierda-, aunque la nochebuena no me gustaría pasarla con mis padres –terminó de decir con tranquilidad.
-¿No?
-No, creo que será una noche especial, así que me gustaría secuestrarte para estar los dos solos ese día.
-Por mí no hay problema –contestó ella con una sonrisa-. Será la primera Navidad que pasemos como matrimonio y debe ser especial.
-Será especial –complementó él-, sí, lo será.
Se quedó contemplando a su esposa mientras la jovencita que les había atendido dejaba el pedido sobre la mesa.
Era tan increíble todavía para él estar así de cerca de ella, compartiendo su vida y sintiéndose completamente feliz, que incluso ahora creía que se trataba de un sueño y que pronto despertaría.
La vio sonreírle en agradecimiento a la jovencita y le pareció que su corazón se encabritaba en su pecho, luego, la observó tomar con delicadeza y precisión los palillos para comenzar a degustar los alimentos.
-"Se ve frágil e indefensa –pensó frunciendo levemente el ceño-, no como la chica aguerrida y testaruda que conocí a los dieciséis. ¿Seré yo el único responsable de que hayas cambiado tu espíritu combativo, Akane?"
-Vaya, estabas hambriento y ahora no piensas comer, Ranma –comentó la mujer observando de forma interrogante a su esposo.
-Claro que voy a hacerlo –contestó él saliendo de sus pensamientos, tomó los palillos y comenzó a llevarse los bocados a la boca.
-"De cualquier modo, voy a tratar de solucionar eso –se dijo mientras le devolvía una mirada llena de cariño y una sonrisa a su esposa-, y empezaré esta misma Navidad, con los famosos regalos. Si le doy un traje de entrenamiento nuevo, no podrá negarse a que practiquemos juntos y si todo resulta como quiero y Nabiki se hace cargo de la Black Ryu, en menos de un año estaremos dando clases en el dojo y el lugar volverá a ser lo que era años atrás … y Akane volverá a ser la de siempre".
Frente a él, Akane se hacía cuestionamientos que no estaban tan alejados de lo que su esposo se encontraba pensando en ese preciso momento, ya que para ella también era muy difícil elegir el regalo correcto para Ranma, aunque no quisiera reconocerlo.
-"Veamos, queda poco más de un mes para Navidad y Shaomei me aseguró que las camisas llegarían de China la otra semana –pensaba mientras probaba pequeños bocados-, dijo que se aseguraría de que fueran iguales a las que Ranma usaba en la adolescencia… sólo espero que él no se moleste o lo tome a mal –sonrió de forma nerviosa y enfocó su vista en el plato-. No es que quiera cambiar su forma de vestir pero, sueño con verlo usar nuevamente esas prendas y si todo sale como él quiere, ya no tendrá la necesidad de utilizar esos trajes de empresario…"
-¿Por qué tan callada? –preguntó Ranma interrumpiendo los pensamientos de su esposa.
-Por nada –dijo con algo de nerviosismo.
-¿Sigues pensando en el regalo de tu sobrina?
-Algo así –contestó con una media sonrisa-. Esto está bueno.
-Sí, está bastante bien.
Silencio nuevamente que fue aprovechado por Akane para seguir repasando mentalmente los obsequios que pretendía darle a su esposo para Navidad y es que al igual que Ranma, le parecía tan maravilloso el encontrarse viviendo esa realidad soñada que no quería que nada arruinara su mundo ideal.
-"¿Le gustará el otro regalo?, no quiero que piense que deseo que vuelva a las competencias pero creo que la katana que mandé a confeccionar será un buen regalo, junto con los antiguos tratados que papá conservaba del Musabetsu KakutōRyū… sí, esos pergaminos estarán en las mejores manos si se los obsequio –suspiró para luego llevarse un nuevo bocado a los labios-. ¡Diablos!, debo pasar uno de estos días a casa de Kasumi, he avanzado lo suficiente como para que ella me dé una opinión y Tofú me sirva de modelo."
Una risita ahogada escapó de los labios de Akane, haciendo que Ranma la observara divertido.
-¿De qué te ríes? –quiso saber.
-De nada en especial, sólo recordé algo.
-¿Alguna travesura? –preguntó con picardía.
-No, yo no hago 'travesuras'.
-¿No?
-No –dijo ella frunciendo el ceño, luego su rostro pareció iluminarse-. Ranma, tenemos que decidir en dónde pasaremos la Navidad ya.
-¿Por qué tanto apuro?
-Si es mi casa no habrá ningún problema, pero si es en la tuya… -dejó la frase en el aire y le observó de forma acusadora.
-¿Qué? ¿Y ahora qué hice?
-Tú nada, pero creo que estoy en presencia de una especie de Grinch, ¿me equivoco?
-¿Un Grinch? –preguntó él sin entender.
-El personaje ficticio al que no le gusta la Navidad.
-¡Oye, a mí si me gusta la Navidad! –se defendió.
-¿De casualidad tienes adornos navideños? –inquirió ella apoyando su cuerpo sobre la mesa en una actitud amenazante.
-No, pero…
-¿Has decorado alguna vez tu apartamento con luces y un árbol de Navidad?
-Eso… eso no significa que no quiera hacerlo –se defendió un tanto intimidado por las preguntas de su esposa.
-Y apostaría a que si yo no te hubiera dicho que quería comprar los obsequios para tus padres, tú hubieras comprado cualquier cosa rápida el mismo día 24.
-Bueno, es que…
-¡Eso te convierte en una especie de Grinch! –apuntó triunfante-, y yo exijo que sea donde sea que pasemos la nochebuena, tengamos un lindo árbol de Navidad, con luces de colores, y guirnaldas, y esferas de cristal, y una estrella y… -se interrumpió al darse cuenta de la mirada profunda que le dedicaba Ranma- ¿Qué?, ¿qué tengo?
-Tienes a esta 'especie de Grinch' totalmente enamorado de ti –dijo con una sonrisa en los labios, ella devolvió la sonrisa con un tenue tono carmín decorando sus mejillas-. Tendremos nuestro árbol de Navidad, con luces de colores y un millón de esferas de cristal si así lo quieres.
-No te burles –rezongó.
-No me estoy burlando, Akane. Reconozco que nunca me había entusiasmado esta fecha en particular, de hecho, durante todos estos años me he refugiado en Kumamoto porque no quería celebrar, pero ésta vez será diferente… estaremos juntos.
-Sí –dijo ella-, estaremos juntos.
Ambos se dedicaron una mirada cómplice y volvieron a experimentar esa sensación de estar solos en un mundo creado exclusivamente para ellos dos.
-Será mejor seguir buscando el regalo para Kahori ¿no? –dijo Ranma al cabo de un momento-, y… conseguir todos esos adornos navideños para nuestro árbol de Navidad.
-También podemos decorar el resto del apartamento –dijo ella alegremente-, claro, si es que no te molesta.
-Por supuesto que no me molesta.
-Que bueno, porque perdona que te lo diga pero… tu apartamento parece sacado de un catálogo de decoración.
-¿Cómo así?
-Demasiado frío –dijo ella poniéndose de pie para salir del lugar y seguir con las compras- y demasiado masculino.
-Frío y masculino –dijo él imitando sus acciones-, entonces, lo que tú quieres hacer no es decorar sino más bien, remodelar mi apartamento.
-Podría ser –contestó ella avanzando hacia la salida mientras sonreía alegremente-, reconoce que al lugar le hace falta el toque femenino.
-¿Y contigo en él no es suficiente?
-¡Ranma!
-Está bien –contestó él evitando reír a carcajadas-, dejaré que hagas algunos cambios.
-¿Todos los que yo quiera? –preguntó de la forma más dulce que pudo.
-Dije, algunos.
-Está bien, algunos –concedió ella.
Él negó con un movimiento de cabeza y siguió a su esposa para salir del local y continuar con las compras. Muy dentro de sí, reconocía que estaba disfrutando demasiado ese día junto a su esposa y hasta se estaba divirtiendo, pero lo mejor de todo era el hecho de que con esas pequeñas acciones que a él le parecían tan simples y banales, lograba hacerla feliz y con ello ya se daba por satisfecho.
R & A
En la sala de la acogedora casa se vivía un ambiente de total nerviosismo.
La mujer de largos cabellos castaños observaba de forma dubitativa a su esposo quien permanecía estático en medio de la habitación, con ambos brazos extendidos a los lados y una mirada de incertidumbre en el rostro.
A un costado, una concentrada joven de cortos cabellos azulados examinaba acuciosamente a su cuñado dando vueltas alrededor de él, como si se tratase de una valiosísima estatua de la antigüedad.
Finalmente y luego de que rodeara a su cuñado por lo menos cinco veces, Akane dio dos pasos hacia atrás, dejó caer los brazos a los costados, inclinó su cabeza hacia delante y suspiró con resignación en una típica actitud de derrota.
-Dilo de una vez, Kasumi, es un desastre.
-No, Akane, no lo es, sólo se ve un poco… -se interrumpió inclinando su cabeza a un costado para tener un mejor ángulo de su esposo y se llevó su dedo índice derecho a los labios- Tiene un aspecto… quizá si intentaras.
-Kasumi, no te esfuerces por encontrarle algo favorable a este mamarracho.
-No digas eso, estoy segura de que se puede arreglar –dijo Kasumi con convicción.
-Yo no lo creo –contestó su hermana menor observando a su cuñado, inmóvil como una figura de piedra.
Tofú, quien hasta ese momento sólo se había limitado a escucharlas intentó intervenir en la conversación, pero le fue imposible hacerse entender y solamente fue capaz de emitir lastimeros sonidos ininteligibles que ambas mujeres no lograron entender.
-¿Qué dices? –preguntó Kasumi acercándose a su esposo-. No te entiendo.
Akane observó al buen doctor Tofú, acortó la distancia que los separaba rápidamente y con evidente preocupación. Luego, con ambas manos y no sin dificultad intentó bajar el cuello del suéter que llevaba puesto el esposo de su hermana, el cual le tapaba los labios no dejándole hablar con libertad.
-Gracias –dijo Tofú expulsando todo el aire de sus pulmones-. Decía, que lo primero que debes hacer es ensanchar el cuello de esta cosa, por poco y me asfixio, Akane.
-No exageres, amor –le reprendió dulcemente su esposa.
Para Kasumi era evidente que todo el suéter tejido con tanto esfuerzo por su hermana menor estaba mal confeccionado, pero conocía a Akane y cualquier comentario alusivo a ello, por muy sutil que fuera, provocaría la frustración y el abandono de la tarea por ella realizada.
Entretanto, Akane observaba a su cuñado detenidamente, o más bien, observaba la prenda que éste llevaba puesta.
Allí estaba el suéter que ella se había empeñado en tejer con cariño, esfuerzo y dedicación, pero debía reconocer que las manualidades nunca se le habían dado bien y que el paso de los años no había hecho nada por arreglar el problema.
La prenda en cuestión estaba bien tejida, no tenía ningún tipo de agujero, eso ya era un gran logro, pero... había entrelazado la lana con demasiado entusiasmo y el tejido había quedado muy apretado y recogido, especialmente al nivel del cuello y los puños. La manga derecha de la prenda no sobrepasaba el antebrazo de Tofú y la izquierda sobrepasaba los dedos de su cuñado por lo menos veinte centímetros y como si eso fuera poco, el suéter no terminaba en la cintura de su cuñado como lo haría cualquier prenda normal, sino que le llegaba poco más abajo del pecho.
La chica dejó escapar una risita ahogada que luego se fue intensificando hasta terminar riendo alegremente; a su lado, su hermana y el esposo de ésta la observaron un tanto desconcertados, pero luego se contagiaron de la alegre risa de Akane y terminaron por reír ellos también.
-Te pareces al monstruo de lago –dijo finalmente Akane tomando la larga manga del suéter que lucía su cuñado entre sus manos-. Esta cosa serviría para confeccionar un buen disfraz de Halloween.
-Sí, ¿verdad? –rió su cuñado.
-Ya basta –dijo Kasumi, tratando de imponer algo de orden-. Se puede arreglar Akane, sólo tienes que deshacer algunas partes y luego volver a tejerlas.
-Admítelo Kasumi, tu hermana no nació para las manualidades, eso es un hecho –dijo Akane con determinación.
-Puede ser, pero...
-Pero nada, esta cosa se irá a la basura –rebatió tratando de ayudar a su cuñado a despojarse del apretado suéter-, si es que logro que se desprenda del cuerpo de tu esposo.
-Ten cuida... –Tofú se interrumpió al momento de caer sentado al suelo por el fuerte tirón con el que su cuñada le había sacado el suéter-... do.
-Lo siento –dijo la joven llevándose una de sus manos a los labios y sosteniendo la prenda con la otra.
Tofú se puso de pie, mientras Akane observaba con detención el suéter en sus manos.
-Me hubiese gustado regalárselo –dijo acariciando la prenda con una de sus manos-, no porque quiera que lo use en público, pero sí encuentro que sería un regalo significativo. Imaginen la sorpresa que se llevaría si pudiera ver una prenda confeccionada por mí... y cada vez que la encontrara por allí, pensaría en que yo pude hacer algo bien por una vez, pero... eso ya no va a pasar.
El matrimonio intercambió una mirada cómplice y Kasumi se acercó a su hermana menor, decidida a ayudarle a arreglar ese regalo especial.
-Akane, hazme caso. Si deshaces un poco de aquí –dijo quitándole el suéter de las manos a su hermana e indicándole las partes que ella pensaba estaban en peor estado-, y aquí, y aquí, y luego vuelves a empezar, te aseguro que conseguirás hacerlo bien.
-No lo sé, queda poco tiempo, Kasumi.
-El tiempo suficiente para que vuelvas a intentarlo –rebatió su hermana mayor-. Te propongo un trato, yo te ayudaré todas las tardes luego del trabajo. Tú vendrás cada tarde y harás todo lo que yo te diga que hagas, verás que alcanzarás a perfeccionar el disfraz del monstruo del lago.
Akane sonrió y luego asintió con un movimiento de cabeza.
-¿De verdad crees que tiene arreglo?
-Sí –contestó Kasumi con decisión- y te aseguro que quedará muy bien. No soy experta en esto pero estoy segura que entre ambas lograremos hacer las cosas bien.
-Gracias Kasumi –dijo Akane conmovida por el ofrecimiento de su hermana mayor.
-Para eso me tienes a tu lado, Akane, para ayudarte y comprenderte, así que, ¿cuándo empezamos?
-Mañana –dijo Akane con una sonrisa en los labios.
-Bien, mañana te espero entonces y este suéter se quedará en mi casa, así evitaremos que te sientas tentada a continuarlo tú sola.
-Sí.
-Bien, asunto arreglado –comentó Tofú dirigiéndose a la salida de la sala-. Voy a ver a los niños.
Kasumi le sonrió a su esposo y luego volvió a mirar a su hermana.
-Me gusta verte feliz, Akane –comentó dulcemente.
-Sí –dijo la aludida avanzando un poco para mirar hacia el jardín de la casa por la ventana-. Soy feliz Kasumi, pero a veces siento que en cualquier momento esa felicidad se esfumará y no me quedará otra cosa que la sensación de haberlo tenido todo por un corto tiempo. Es extraño pero siento que lo que estoy viviendo es demasiado bueno para ser verdad, demasiado perfecto y la perfección no existe, Kasumi.
Kasumi avanzó hasta donde se encontraba su hermana y posó una de sus manos sobre el hombro de Akane.
-Es normal que sientas ese temor, pero que no te controle, Akane. No dejes que la inseguridad vuelva a dominarte, porque ambas sabemos que por culpa de aquella inseguridad sufriste mucho.
-Lo sé.
El silencio se instauró en la habitación en la que permanecían ambas hermanas, la mayor abrazando a la menor cariñosamente.
-Quisiera que Nabiki estuviera aquí –comentó Kasumi rompiendo el silencio-, así las tendría a las dos cerca.
-Vendrá para Navidad, ya me lo confirmó –contestó Akane-. Y quién sabe, quizá tu deseo se cumpla Kasumi.
-¿Si?
-Sí. Todo dependerá de ella pero... –la joven se interrumpió y sonrió por un breve momento- Era un secreto, pero creo que tú no le dirás nada.
-¿Decirle qué? –inquirió su hermana mayor.
-Ranma quiere que ella y su esposo se hagan cargo de la Black Ryu. Eso significaría que Nabiki tendría que volver a Japón.
-¿Él quiere que Nabiki...? –Kasumi se interrumpió y se separó de su hermana para mirarla sorprendida-. ¿Nabiki? ¿Estás segura?
-Me lo dijo él mismo. Yo también me sorprendí, pero la idea de Ranma es dejar todo en manos de Nabiki para, como dice él, recuperar el tiempo.
-Eso significa que quiere dejar de trabajar.
-Quiere que ambos dejemos de trabajar y que nos dediquemos un tiempo a nosotros –dijo mientras sonreía dulcemente-. Me habló de hijos ¿sabes?
-¿Quiere una familia?
-No hemos tratado el tema en profundidad, pero creo que sí.
-Eso sería muy bueno, Akane, pero tú qué opinas al respecto.
-Pienso que sería cumplir uno de mis sueños, Kasumi –afirmó con decisión y una sonrisa iluminando su rostro-. Sí, sería maravilloso formar mi propia familia junto a él.
-Entonces, creo que estás lista para intentarlo –dijo Kasumi abrazando a su hermana menor con ternura.
-Gracias Kasumi –respondió su hermana menor devolviendo el abrazo-, te quiero hermana.
-Yo también –contestó abrazándola con más efusividad-. Papá estaría tan contento y orgulloso de ti.
-No tan sólo de mí Kasumi, de ti también y de Nabiki –respondió Akane separándose de su hermana-. Estoy segura que está orgulloso de las tres... y mamá también.
-Sí –contestó su hermana-, mamá también debe estarlo.
Las hermanas se quedaron en silencio por largo rato, sólo contemplando el atardecer a través de la ventana de la casa de Kasumi y en ese silencio y complicidad, ambas se prometieron nuevamente que cuidarían la una de la otra, como siempre lo habían hecho.
R & A
A mitad de aquella mañana, mientras sobre su escritorio descansaban apilados un montón de papeles, Ranma se encontraba abstraído de la realidad, lejos de los quehaceres de la empresa, en un pasado lejano, cuando él era apenas un jovencito de diecisiete años recién cumplidos y estaba apunto de ser obligado a contraer matrimonio con su joven prometida.
Sentado en el sillón de un alto ejecutivo y tras el elegante escritorio permanecía el joven sosteniendo en sus manos una pequeña cajita de color negro, de apariencia bastante antigua y deteriorada por el paso de los años.
Recordaba perfectamente lo mucho que le había costado hacer la elección del contenido de la cajita años atrás.
A sus diecisiete años, él aun era un jovencito inmaduro y reticente a reconocer sus sentimientos, era esa la razón que siempre había esgrimido para no admitir en esa época que ya se encontraba absolutamente enamorado de su esposa, sin embargo, la tarde anterior al día en que había unido su vida a la de Akane, había decidido juntar todos los ahorros que había logrado salvar de las garras de personas como su padre o Nabiki Tendo y se había dirigido al centro comercial decidido a comprarle un obsequio a la que se convertiría en su esposa.
Una sonrisa se formó en rostro del joven empresario al recordar el nerviosismo que se había apoderado de él al momento de acercarse al local en donde se suponía, debía encontrar lo que buscaba.
Abrió la caja y contempló la sencilla y delgada cadenilla de plata con la piedrecilla azulada que destellaba tenuemente. Además de la cadenilla, había en el interior un par de pendientes del mismo material y estilo engarzados al fondo aterciopelado y en relieve de la cajita.
Tomó uno de los pendientes en una de sus manos y lo observó a contraluz, éste apenas emitía los destellos azulados que tanto habían llamado su atención hacía ya trece años atrás.
Sin duda para un experto en joyas las piezas que él observaba con detenimiento no eran más que una baratija, pero para él, que conocía muy de cerca toda la historia que rodeaba a esas joyas se habían convertido en algo tan valioso y especial que estaba seguro, a su esposa le gustaría recibir para esa Navidad.
Exhaló un suspiro y pareció transportarse a la misma tienda pequeña en donde había ingresado con el poco dinero que contaba en los bolsillos del pantalón y la ilusión de encontrar el obsequio que ella merecía.
Sonrió al recordar la cara de desconcierto y asombro que reflejó la dependienta de la joyería al momento en que él le había pedido, no sin turbación, que le mostrase algo lindo que regalarle a su futura esposa y le había informado la cantidad de dinero con la que contaba.
Luego de media hora de haber estado observando anillos, cadenas, pendientes y pulseras, había reparado en una cajita olvidada en un rincón. Quién iba a pensar que en esa caja se encontraría el regalo perfecto para la Akane de diecisiete años recién cumplidos que se convertiría en su esposa al día siguiente.
Apenas vio los pendientes y la cadenilla a juego, había decidido que debían ser de Akane, así que los compró y guardó en un lugar ultra secreto, esperando estar muy lejos de Nerima y de todos sus problemas para entregárselos a su joven esposa cuando se atreviera a confesarle que si se había casado con ella no había sido por recibir la herencia de sus tíos, sino porque estaba enamorado.
Se dejó caer en el asiento y cerró los ojos. Nunca había estado en sus planes la separación de doce años que se produciría después de la boda y tampoco había llegado a comprender por qué parecía que algo le había obligado a mantener esa cajita guardada celosamente junto a la carta que ella le había escrito explicándole los motivos por los cuales ella creía conveniente aquella separación; nunca... hasta ahora, cuando por fin se daba cuenta que durante todos esos años, la cajita negra con las baratijas compradas con los ahorros de un adolescente encontrarían finalmente a la mujer para quien siempre habían estado destinadas.
Observó nuevamente el pendiente a contraluz y asintió con un movimiento de cabeza, estaba seguro de que el orfebre que había buscado lograría devolverle el brillo a cada una de las piezas. El hombre era un señor de edad, de aspecto sencillo y enfermizo pero que le habían recomendado por ser el mejor artesano de Tokio y había quedado de contactarse con él para decirle cuándo podía ir a visitarle a su pequeño taller en el sector menos concurrido de la ciudad; también había decidido encargarle a él la confección de un anillo para su esposa, esa pieza sí que debía ser de calidad y magnificencia, después de todo, ya no era un adolescente con pocos recursos y podía darse el gusto de gastar una buena cantidad de dinero en un presente para su esposa, sobre todo cuando estaba en sus planes volver a casarse con ella, aunque se escuchara un poco extraño.
Sonrió y se volteó en el sillón justo en el momento en que la puerta de su despacho se abría y por ella ingresaba la mujer que le quitaba el sueño.
Ranma se asustó tanto de que su esposa pudiera ver lo que tenía en sus manos que en un intento desesperado por ocultar la evidencia, abrió la primera gaveta de su escritorio y arrojó todo cuanto sostenía en sus manos no preocupándose demasiado de cómo pudieran caer los objetos, luego, buscó la llave de la gaveta y la cerró sonriéndole nerviosamente a su esposa.
Las acciones de su esposo no pasaron desapercibidas para Akane y la sospecha de que él algo tramaba se apoderó de inmediato de ella.
-¿Qué estás ocultando? –preguntó con suspicacia.
-Nada –dijo él tomando unos cuantos papeles del escritorio para disimular-, estaba buscando una lapicera para firmar estas cosas y no la encontré.
-Ahí –indicó Akane hacia la superficie del escritorio en donde la lapicera descansaba al lado del teléfono de Ranma.
-Ah –dijo él regalándole una risita nerviosa-, creo que hoy estoy algo desconcentrado.
-Hum –contestó su esposa acercándose al escritorio-. La organización de la fiesta de fin de año está lista –informó todavía sospechando que había algo raro en el comportamiento de su esposo-, sólo venía a preguntarte si hay alguna invitación adicional que quieras enviar.
-No, mis padres se encargaron de hacer las invitaciones que le correspondía a los gimnasios.
-Sí, hablé con tu madre y me dijo que todos querían participar –sonrió complacida e ilusionada-, parece que les gustó la idea de tener una celebración de fin de año que además sirviera como acto de beneficencia.
-Y todo gracias a ti –comentó él sonriendo.
-No pensé que esa idea tuviera ésta aceptación –dijo tomando distraídamente unos papeles del escritorio para examinarlos y luego dejarlos en el mismo lugar-, después de todo, la Black Ryu y los gimnasios Saotome no son fundaciones de caridad.
-Akane, desde que te conozco te has preocupado de los demás, así que no debes sorprenderte de que tu idea haya tenido buena acogida –dijo poniéndose de pie para acercarse a su esposa y abrazarla con cariño-. Creo que todos, empleados, inversionistas, deportistas, en fin, todos se sienten mejores personas al saber que a diferencia de otros años, pasarán una buena velada pero además ayudarán a niños que lo necesitan.
Ella se limitó a sonreír mientras recibía un tierno beso por parte de su esposo.
El momento de romanticismo podría haber seguido, de no ser por la interrupción nada oportuna del teléfono de Ranma.
-¿No vas a contestar? –preguntó separándose unos centímetros de él.
-Debería pero...
-Es mejor que contestes –dijo dando unos pasos hacia atrás.
Ranma tomó su teléfono de la superficie del escritorio y su rostro adquirió un tinte de preocupación al leer el número en la pequeña pantalla del aparato, observó por un segundo a su esposa y luego desvió la llamada.
-¿Cortaste la comunicación? –preguntó ella con inquietud.
-No era nada importante –argumentó él.
-Pero...
El aparato volvió a emitir el insistente sonido y ante la mirada de sospecha de su esposa, el joven empresario decidió que sería mejor contestarle al inoportuno señor que repararía el regalo que pretendía darle a Akane.
-¿Si? –dijo de forma nerviosa, esquivando la mirada inquisidora de Akane-, sí, es que no esperaba esta llamada... no puedo hablar mucho ahora, pero... de acuerdo, estaré allí a esa hora, hasta pronto.
Ranma dejó el teléfono a un lado y le devolvió una sonrisa a Akane, ella inclinó su rostro y ante el mutismo de su esposo, se decidió a hablar.
-¿Nada importante?
-No... una, un viejo conocido que quiere verme –dijo tamborileando con sus dedos sobre el escritorio-, así que esta tarde creo que pasaré a hacerle una visita.
Ella no supo el por qué pero de pronto, una sensación de desconfianza se había instaurado en su pecho, aunque debía reconocer que él no le había dado ningún motivo. Esa aparente perfección que rodeaba la relación que mantenía con su esposo le hacia tener un mal presentimiento.
-"¿Celos? –se dijo para sí observando a su esposo detenidamente-, pero de qué o de quién."
Sonrió con ternura y se empinó para regalarle un breve beso a Ranma.
-Debo volver a mi despacho. Hablaremos luego –pronunció dándose media vuelta para salir del lugar-. Ah, esta tarde iré a casa de Kasumi... de hecho, iré varias veces a la semana.
-¿Por qué? ¿Pasó algo malo?
-No, es sólo que... le estoy ayudando a... redecorar –dijo de forma triunfal-, sólo eso, y tú sabes que aquello tarda bastante y como cuento sólo con las tardes después del trabajo... –dejó la frase en el aire esperando que con la pequeña mentira él quedase satisfecho y no quisiera averiguar más.
-Bueno, si es así.
-Aunque no será por mucho tiempo –se apresuró en aclarar-, lo prometo.
-Bien.
-Ahora sí me voy.
-Te espero para que vamos a almorzar.
-Sí –contestó al momento de llegar a la puerta. Cerró los ojos y sacudió levemente su cabeza no sabiendo muy bien por qué había sentido una especie de temblor en las piernas y una sensación de desvanecimiento-. "Debe ser el cansancio"-se dijo para salir de la oficina de su esposo.
Ya de camino a su propia oficina, la angustia que había estado sintiendo durante días volvió a tomar posesión de su corazón.
-"Pero... de qué tengo miedo –se preguntó-, ¿acaso me cuesta aceptar que soy feliz con él?. Kasumi tiene razón, no debo dejar que mis inseguridades y temores vuelvan a dominarme".
Suspiró profundamente y se obligó olvidar todas sus aprensiones, quedaba poco tiempo para la llegada de la Navidad y también para la llegada del mes de enero y con ello, la realización de su propia boda. Sonrió ante la idea y se encaminó con energías renovadas hacia su despacho.
Entretanto y a esa misma hora en un reconocido Hotel del centro de Tokio, una persona se sorprendía de haber sido invitada a la gala de beneficencia que realizaría una prestigiosa marca deportiva en conjunto con uno de los complejos de gimnasios más prestigiosos del país, con la única condición de ponerse en contacto con quien le había hecho llegar la invitación.
-"¿Qué querrá de mí este señor? –se preguntó-, hace muchos años que no nos vemos. De cualquier forma será muy agradable volver a ver a Ranma".
Sonrió con complacencia y guardó celosamente la invitación en la gaveta de un mueble de la habitación en donde se encontraba, ya averiguaría qué estaba tramando el padre de Ranma, por algo se había contactado después de años de no hacerlo.
Y era cierto, Genma Saotome se había propuesto no dejar que su hijo cometiera la torpeza de entregar todo su patrimonio a alguien tan astuta como Nabiki Tendo.
Desde que se había enterado de los planes de su hijo escuchando a escondidas la conversación que éste mantuviera con su madre, había decidido hacer cualquier cosa por evitar la alianza entre Nabiki y Ranma.
Así pues, la ambición del padre estaba a punto de arruinar la felicidad del hijo y la invitación que acababa de ser recibida jugaría un papel trascendental en el desarrollo de la dificultosa historia de amor de la pareja de Nerima.
Solo unas semanas decidirían si la historia de amor entre Akane Tendo y Ranma Saotome finalmente tendría el ansiado desenlace feliz.
Notas finales:
1.- Hola, sí, volví después de mucho tiempo... Bueno, pretendo no hacer muchos comentarios por este capítulo que por fin terminé. Todo un logro considerando la cantidad de inconvenientes que tuve al momento de escribirlo.
2.- El capítulo en sí puede haber quedado algo sentimental y un tanto emotivo, quizá sea porque siempre me pongo un poco sentimental en esta época del año, pero eso es otro cuento. Lo siento si no pasó mucho en él, pero sentí la necesidad de recrear una fecha importante como es la Navidad en la historia porque cronológicamente estamos a punto de cumplir el año del dichoso contrato que dio pie para confeccionar esta historia. Mi idea era que tanto el tiempo narrativo como el real coincidieran un poco pero problemillas básicamente por falta de tiempo conspiraron para que eso no sucediera, así que esta Navidad será anticipada o retrasada, según cómo se le mire ^^
3.- Una palabra que tal vez puedan desconocer: "Obon", simplemente se refiere a la celebración familiar para recordar a los seres queridos que han fallecido en cada familia, algo así como el día de todos los santos para la religión católica (la fecha creo que es a mitad del mes de Agosto).
4.-Un agradecimiento muy especial a las 'enanitas' que ayudaron a mis enanitos a encontrar los obsequios adecuados. Gracias chicas, no se me hubiera ocurrido nada de no ser por ustedes (soy malísima eligiendo regalos, por eso sufro cuando se acerca algún cumpleaños y de la Navidad... mejor ni hablar), así que puedo decir que también son responsables de este capítulo.
Ahora, lo fundamental en cada capítulo que escribo, los agradecimientos a quienes me premian con la lectura de esta historia y sobre todo a quienes me alegran el día con sus comentarios: A BABY SONY (Gracias por el comentario Sonia ^^ Como siempre, me encanta recibir tus opiniones y que bueno que te sigue gustando esta historia. Lo de la persona que escuchó la conversación entre madre e hijo... bueno, pienso que ahora sabes quién fue y... creo que sí vienen más problemas pero no me mates ¿si? Un beso linda, gracias por comentar ^^), ELOWYN3, Shakka DV, usaguitendo-saotome, ranmamaniaca, Dark-Yuki01, Nia06, Amafle, Arashi, Marce, Sele, Sofi, Kary14, Caro, Rankanema (Gracias por el comentario ^^ Espero te siga gustando cómo va la historia y gracias porque a pesar de mis constantes tardanzas, sigues apoyando la historia. Un beso ^^), Dalia, Paola, Kohanasaotome y Andrea Tendo (Gracias por el review ^^ Bueno, el próximo capítulo llegó bastante pronto para ti jaja. Un beso linda, espero que te siga gustando la historia y muchas gracias por el apoyo ^^).
Muchísimas gracias a todas (os) por su constante apoyo y por sus lindas palabras.
Un beso y será hasta una próxima actualización.
Qué estén muy bien, saludos y buena suerte!
Madame De La Fère – Du Vallon.
