- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato, algo así como "extras"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.
"He tenido suficiente… (Closer)"
Capitulo XX
"No rompas mi corazón"
No sabía por cuánto tiempo había caminado sin rumbo fijo por la gran y atestada ciudad. Se sentía herida y decepcionada, sola, completamente sola y lo que era aun peor, extremadamente triste.
Pensó que su primera reacción sería enojarse y explotar de rabia como tantas veces lo había hecho en el pasado, pero la Akane que caminaba a destiempo en una ciudad gigantesca, poco amable y frenética no era la misma chica que antaño solucionaba los problemas golpeando con fuerza bruta a quien se los causara en el barrio de Nerima donde había hecho toda su vida.
No, la Akane que deambulaba por las húmedas y atestadas calles del centro de Tokio era una mujer apesadumbrada y sobrepasada por un sentimiento de abandono que la había sumido en una especie de letargo, haciendo que no se percatara de la gente que pasaba por su lado sin prestarle la menor de las atenciones.
Desde que había salido de su despacho en el piso veinticinco del edificio en donde se encontraban las oficinas centrales de la Black Ryu Company no había dejado de caminar ni siquiera para comer algo a medio día, y es que ella simplemente no podía pensar en comer cuando parecía que el mundo se desplomaba a sus pies.
Pensó en lo que había dicho el hombre misterioso que había concurrido a su despacho temprano en la mañana y pensó en todo lo que había sucedido con posterioridad a aquella visita.
Lentamente y casi sin proponérselo comenzó a repasar todas y cada una de las cosas que había hecho desde que saliera de la Black Ryu Company, el trayecto a los distintos especialistas para solicitar su opinión profesional, la visita que había hecho al Banco con el propósito de sacar todo el dinero que había logrado ahorrar, el retiro de los documentos en Nerima, todo lo había hecho en calma y con una pasividad sorprendente para lo que ella misma hubiese esperado de su reacción.
Pero cuando el tercer especialista al que había consultado confirmó la opinión de los demás, a ella no le había quedado otra opción que tomar una decisión; una drástica y dolorosa decisión que sin embargo, estaba segura que sería la mejor.
Así, a las seis de la tarde de aquel día agotador, exhausta y dolida, Akane se encontraba parada justo frente a las puertas de acceso al gran edificio que alojaba las oficinas centrales de la Black Ryu Company, empresa de su esposo y en la cual trabajaba hacía casi un año.
Observó al cielo y los tonos rojizos en las nubes le indicaron que pronto terminaría un nuevo día dando paso a la oscura noche y su aparente tranquilidad.
Suspiró de forma cansina y comenzó a avanzar tal y como si fuera un pequeño animalito que se dirigía a encontrarse con su peor destino, ser sacrificado.
Cruzó las inmensas puertas de elegante cristal empavonado, sacó su tarjeta y la expuso en el visor que inmediatamente encendió la luz que le indicaba que podía ingresar, no le respondió al amable vigilante que siempre la saludaba cortésmente cuando la veía subir al elevador, marcó el piso al que se dirigía y apretó contra sí las carpetas con los documentos que llevaba y comenzó a repasar el plan que había trazado previamente para enfrentar lo que seguramente sería un duro interrogatorio por parte de su jefe directo; era de esperarse un interrogatorio de proporciones luego de desaparecer durante todo el día sin siquiera avisarle en dónde estaba.
El elevador se detuvo, se abrieron las puertas y ella supo que ya no había vuelta atrás, debía enfrentase a él de una vez por todas.
Salió del elevador y avanzó lentamente por el pasillo que conectaba directamente con su despacho, observó de soslayo y pudo comprobar que la mayoría del personal ya se había retirado a sus hogares. Cuando llegó a las cercanías de su oficina, vio que Tomomi todavía se encontraba en su puesto.
-Akane, hasta que por fin apareces –dijo su colaboradora poniéndose en pie-, el jefe ha estado toda la tarde tratando de ubicarte. ¡Está hecho una fiera!
-Descuida, ya hablaré con él –contestó la joven mujer de cortos cabellos pasando por el lado de su preocupada amiga.
-¿Estás bien, Akane?
-Mejor que nunca –ironizó la aludida mientras fingía una dulce sonrisa.
-¿Qué le digo al jefe? –preguntó su inquieta amiga.
-Dile que iré a su despacho en cuanto termine de arreglar unas cosas en el mío –contestó sin apuro y casi como si quisiera quitarle importancia al asunto.
Luego de avanzar el resto de pasos que la separaban de la puerta de su oficina, Akane se encerró en ella descansando todo el peso de su cuerpo en la puerta cerrada.
Observó el espacio que la había cobijado durante todo ese tiempo y se preguntó en qué momento se había transformado en un lugar tan querido por ella. Se acercó al escritorio y pasó su mano por la superficie de madera; la marca del puño de su jefe todavía era visible en la cubierta, el puño que se había incrustado cuando él se había puesto celoso del joven de contabilidad y había descargado un potente golpe sobre la lisa superficie de madera.
Sonrió con melancolía y comenzó a recorrer con la vista los detalles del cuarto, no había casi nada que le perteneciera a ella realmente salvo un par de fotografías y unos cuantos bolígrafos.
Cerró los ojos por un momento y luego los abrió al tiempo que con el corazón apretado, guardó los bolígrafos y una fotografía en la que aparecían sus hermanas y sobrinos en su bolso. La otra fotografía que descansaba sobre el escritorio la dejó en el lugar observándola con dolor.
Luego se preparó para lo que tendría que enfrentar y dejando escapar todo el aire de sus pulmones, deshizo el camino que había hecho para dirigirse finalmente a la oficina de su jefe.
Pasó por el lado de Tomomi sin dirigirle la mirada, avanzó por entre los escritorios desocupados del personal, saludando con una inclinación de cabeza a los pocos que aun se encontraban en sus puestos.
Llegó a la puerta del despacho de su jefe y exhaló un nuevo suspiro, alzó su mano para golpear la madera y sus ojos se quedaron fijos en la placa metálica con la palabra 'presidente' gravada en ella, frunció el ceño y golpeó la puerta, luego abrió y cerró tras de sí aferrando las carpetas que llevaba las cuales no había soltado ni por un momento.
-Akane, ¿qué sucedió?, ¿por qué no me llamaste o me dijiste que no estarías acá durante todo el día? –se levantó Ranma del asiento que ocupaba tras el escritorio con evidente preocupación.
-Lo siento, tuve cosas que hacer –contestó ella secamente mientras se acercaba al gran ventanal sin darle la cara a su esposo.
-Me tenías preocupado. Después de lo de este fin de semana no me deja tranquilo el que te desaparezcas así como así –dijo acercándose a ella para darle un abrazo.
Ella se percató de sus intenciones y deliberadamente se alejó esquivando la maniobra de Ranma.
-Tuve que ir a finiquitar algunas cosas con los organizadores de la fiesta del sábado –dijo observándolo de soslayo.
Automáticamente él pareció tensarse, señal inequívoca de que el tema le producía cierta incomodidad. Akane suspiró cerrando los ojos y luego retrocedió hasta quedar frente al escritorio de su jefe.
-¿Todo bien? –inquirió Ranma con algo de inquietud.
-En el recinto sí –contestó Akane con serenidad-. "Pero no así en mi corazón" –pensó.
-Estaba muy preocupado por ti, Akane. Nunca más vuelvas a desaparecer así.
-No me has contado prácticamente nada de lo que sucedió luego de mi partida de la fiesta –dijo no prestando atención a lo que su esposo decía.
-No me parece que haya nada que valga la pena contar –dijo algo desconcertado ante el comentario de su esposa-. Conversaciones aburridas con personas que ni siquiera conozco –complementó encogiéndose de hombros como para quitarle importancia al asunto-. ¿Por qué parece que te obsesiona saber cómo siguió esa fiesta?
Ella no contestó y comenzó a juguetear nerviosamente con las carpetas que tenía en sus manos.
-Sabes, esta mañana tuve una visita –continuó cambiando abruptamente el tema de conversación, o así lo pensó Ranma-, un hombre que no conocía vino a hablar contigo pero como tú no estabas, pidió hablar conmigo.
-¿Y qué quería?
-Esa noche llovía mucho; ¿te costó llegar a tu apartamento?
-Akane, no entiendo dónde quieres llegar con esto.
-Lo peor es que creíste que no me enteraría –dijo en un susurro.
-Akane, qué diablos me quieres decir.
-Durante toda la mañana caminé buscando respuestas, quería asegurarme, tenía que saber la verdad –dijo ella apretando las carpetas que mantenía en sus manos-. Fui a tres especialistas distintos que me confirmaron la veracidad de la información que tenía en mis manos.
Se detuvo para entregarle a su esposo el sobre sellado con el que había abandonado su despacho esa misma mañana.
Él lo recibió inquieto y comenzó a abrirlo al tiempo que ella seguía hablando de forma pausada.
-Luego fui al lugar que el hombre me había nombrado y confirmé lo que él había dicho –para ese entonces, el rostro de Ranma se había desfigurado en una mueca de horror y espanto al observar la primera fotografía que había sacado del sobre-. Quise creer que todo era mentira, que era un invento del hombre para obtener dinero pero todo me confirmó que lo que había dicho era verdad y entonces quise saber por qué… por qué la persona que me juraba amor hacía tan poco tiempo había hecho algo semejante al…
-Espera, no es lo que parece y puedo explicarlo, Akane –interrumpió Ranma apresuradamente.
Ella rió amargamente.
-Esa excusa es vieja y ni siquiera cuando éramos unos chiquillos lo creí.
-Pero es la verdad. No sé quién te entregó esto pero seguro que es un…
-¿Un engaño? –dijo de forma desafiante-. No Ranma, me aseguré de hacer que examinaran minuciosamente esas fotografías y no encontraron trucos en ellas. Fui al Hotel en donde tomaron otras dos lindas imágenes de ustedes y ¡oh, sorpresa!, había una reservación a nombre del señor Saotome en donde se hospedó una joven pareja la noche del sábado.
-No, no fue así –rebatió él, perfectamente conciente de la peligrosidad de aquella conversación-. Si observas… si observas ésta fotografía –dijo pasando rápidamente una tras otra imagen para buscar la adecuada e indicarle con el dedo a lo que se refería-, si la observas con atención verás que yo no estoy haciendo nada que…
-Ranma, las pruebas son contundentes y yo… -se interrumpió exhalando todo el aire de sus pulmones en una actitud de derrota-. Cuando estuvimos en Hong-Kong te lo dije, te dije que no soporto la mentira y el engaño y en ese entonces no éramos nada más que jefe y empleada, pero ahora…
-¡No! –exclamó Ranma totalmente fuera de sí-, ¿quién te entregó estas fotografías?
-Debí imaginármelo desde un principio –murmuró ella-, debí saber que tú no habías cambiado en nada y que tarde o temprano te verías envuelto en una historia como esta. El próspero y joven empresario codiciado por todas las chicas del país. ¡Cómo podía aspirar a ser la única!
-Eres mi esposa y eres la única a quien amo, Akane.
-¡Esto va a salir mañana en todos los periódicos y revistas del país! –estalló ella- ¡Estas fotografías que descubren el secreto romance entre uno de los más prominentes empresarios jóvenes del país y una exitosa y bella modelo de pasarela!
-¡Qué!
-El hombre que vino a visitarme tiene toda la intención de vender estas fotografías a un muy buen precio. Dice que en este país son tan escasas las noticias de ésta índole que no le costará nada encontrar algún medio que quiera quedarse con la primicia –dijo Akane tratando de controlar la precipitación con la que estaba hablando-. Todos quienes me vieron contigo esa noche…
-Nadie verá nada porque me encargaré de que nada se publique.
-Lo saben –cortó ella con rencor-, si el fotógrafo captó la imagen, alguien más debe haber visto todo.
-Nadie me vio.
Se arrepintió de inmediato al decir la frase sabiendo perfectamente que ahora sí había cometido el mayor error de su vida.
Ella lo observó sorprendida en un principio, luego su semblante reflejó todo el dolor, tristeza y decepción que estaba sintiendo en ese momento. Una única y solitaria lágrima rodó por su mejilla.
-Entonces es verdad –dijo con un hilo de voz enfocando su dolida mirada directamente en el azul profundo de los ojos de su esposo-, me engañaste con esa mujer… una vez más.
-Ni en Hong-Kong hace meses, ni acá te he engañado, Akane, debes creerme. No sé quién invitó a Heiko a la fiesta pero cuando la cena terminó y ya todos comenzaban a irse, ella apareció frente a mí. Era tarde y al parecer había bebido demasiado, quise… -se interrumpió y tomó una de las fotografías en su mano para exhibirla ante la mirada cada vez más triste de su esposa-. Ésta fotografía debieron tomarla cuando salíamos del recinto, ella se abalanzó sobre mí y me sorprendió con un beso que no pude evitar, fue ella quien me beso, lo juro.
Observó el rostro pálido y compungido de su esposa y le pareció que su corazón se partiría al ver la expresión de profundo dolor y sufrimiento que le devolvían esos ojos color avellana.
Ella frunció los labios y buscó apoyo en una de las sillas frente al escritorio. Él suspiró comprendiendo que debía seguir hablando de lo ocurrido, aunque le costase hacerlo. Con suerte ella comprendería y creería en sus palabras.
-La llevé hasta el hotel en donde se hospeda, me encargué de dejarla en la puerta de su habitación, pero juro que no sucedió nada más entre ella y yo. Cuando me llamaste para rogarme que no fuera a verte porque la tormenta arreciaba, ya había salido de ese lugar y me disponía a conducir hasta tu casa –se detuvo y fijó la vista en las imágenes desperdigadas en el escritorio. Las fotografías eran irrefutables y habían sido tomadas por un profesional, de eso no había duda-. Akane, si hubieras dejado que regresara al Dojo, nada de esto hubiera pasado.
Un pesado silencio se instauró en el despacho de presidencia. Él la observaba sin emitir palabra, pendiente del menor movimiento, estudiando su rostro, sus gestos, tratando de descubrir sus pensamientos.
Ella enfocó sus ojos en las carpetas que sostenía en sus manos y decidió que debía volver a hablar.
-Te lo dije hace un tiempo, Ranma, yo no quiero pasar de ser tu esposa para algunos a ser una simple empleada para otros según tu conveniencia y en estos momentos me siento como una simple empleada.
-Akane, no, no es así como son las cosas.
-Con lo de este sábado me has hecho daño –le interrumpió-, y nunca pensé que lo harías de nuevo. No después de lo que hemos vivido. Si hay algo que no podría perdonarte jamás es la infidelidad y…
-Entonces, no crees en mí –le interrumpió con decepción.
-Existen pruebas y tú mismo reconociste que te habías besado y que te habías ido con ella.
-¡Fue ella la que me besó y…!
-¡Sí, cómo tantas veces lo hizo Shampoo, como tantas veces te encontré con ella o con otra en situaciones comprometedoras y tú nunca tenías la culpa! ¡Como nunca le dijiste a Ukyo que no querías casarte conmigo y que era a ella a quien querías!
-¡Espera un momento, estás mezclando las cosas!
-¡Yo no estaría tan segura y creo que has conseguido tu objetivo principal con todo esto!
-¿Mi objetivo principal?
-No te hagas el inocente que ya no te queda el papel, me lo dijiste desde un principio y yo, tonta como he sido, caí en la trampa.
-¿De qué estás hablando? –preguntó acercándose a ella sin llegar a tocarla-, ¿qué trampa?
-La venganza contra la tonta niña que jugó con el orgullo de un Saotome está cobrada ¿no?
Él abrió inmensamente los ojos y quedó mudo ante las palabras que acababa de escuchar, ¿acaso ella creía que durante todos esos meses él había estado maquinando una venganza en su contra?
-¿Có… cómo dices? –titubeó totalmente sorprendido.
-Lo dijiste claramente cuando comenzamos a trabajar juntos, querías vengarte de mí y darme una lección, pero jamás pensé que serías tan cruel.
-¡Akane, por favor, escucha lo que estás diciéndome! ¡Cómo se te ocurre pensar que esto se trata de una venganza! –espetó totalmente asombrado de la actitud adoptada por la mujer que tenía enfrente- ¡Jamás podría haber ideado un plan tan elaborado para vengarme de ti!
-Trece años atrás no lo hubiera creído posible, pero ahora y luego de saber que amarraste mi vida a la tuya por medio de un absurdo contrato de trabajo, créeme que me esperaría cualquier cosa de ti.
Ranma cerró sus ojos y apretó los puños, controlando la furia que sentía en aquel momento.
-Duele enterarse que la mujer que amo desconfía a tal extremo de mí, duele saber que jamás ha confiado en mí y duele el descubrir que la relación perfecta que creía haber construido con ella no era más que una simple ilusión.
Ella levantó la vista y clavó sus ojos directamente en los de él.
-Duele mucho más entender que para el hombre que yo amaba no significo absolutamente nada, que me desprecia y me humilla yéndose con la primera mujer que pasa por su lado, que me engaña y no es capaz de reconocer que lo hizo, quizá por debilidad, quizá por instinto o qué sé yo –tomó una bocanada de aire y luego continuó hablando con aparente tranquilidad-. Si me hubieras dicho la verdad desde el principio, si hubieras reconocido la situación apenas te pregunté lo que había pasado…
-El desenlace hubiera sido el mismo –interrumpió secamente-. Admítelo Akane, siempre has desconfiado de mí, a pesar de que nunca te he dado motivos para hacerlo.
-¿En verdad crees que nunca me has dado motivos?
-Nunca. Siempre has preferido creer ciegamente en la palabra de otros, en lo primero que escuchas y luego, cuando yo te digo la verdad, te niegas a aceptarla.
-¡Porque no es verdad lo que estás diciendo, maldita sea! –explotó dando un fuerte golpe en la cubierta del escritorio-. ¡Cómo puedes insistir en tu inocencia si hay pruebas, si yo misma comprobé que estuviste en ese hotel con la estúpida modelo!
-¡Y ya te expliqué lo que sucedió! ¡Una seguidilla de errores y malos entendidos que no quieres ver!
Un nuevo momento de silencio que se fue tornando cada vez más tenso y dramático se impuso en la habitación.
-Será mejor terminar con esto –dijo Akane con tristeza.
-Akane, olvidemos este incidente que no es más que un mal entendido y preparémonos para…
-No puedo olvidarlo –interrumpió ella-, no puedo porque a pesar de todo lo que digas, no tienes pruebas y yo sí las tengo. Ranma, te lo dije, te dije que no soporto el engaño y la mentira y al parecer, cuando me contaste sobre la relación que habías mantenido con esa chica omitiste que había sido algo más que un romance pasajero, porque si cada vez que vuelves a encontrarte con ella terminas… -se interrumpió para observarlo sin ocultarle el sentimiento de profundo dolor y decepción que reflejaban sus ojos-. No quiero pensar cuántas veces antes…
-Estás siendo injusta –dijo descargando un golpe seco sobre el escritorio-. Reconócelo de una vez, nunca te he dado motivos para que desconfíes tanto de mí.
-Digas lo que digas y hagas lo que hagas, el daño ya está hecho –dijo acercándose a recoger las carpetas que había dejado caer sobre el escritorio-. Toma.
-¿Qué es esto? –preguntó con temor recibiendo las dos carpetas de manos de su esposa.
-Los documentos que debí entregarte hace mucho tiempo atrás –contestó.
Él abrió ambas carpetas y su rostro se desencajó con lo que sus ojos pudieron apreciar.
-Se acabó, Ranma –dijo con voz temblorosa a causa de la emoción que la invadía-. Sé que no es todo el dinero que corresponde a la indemnización por rompimiento de contrato pero te aseguro que pronto conseguiré el resto y por favor, esta vez firma los papeles y termina de una vez por todas con esta farsa.
-No puedo creer que me estés diciendo esto –dijo observándola con infinito dolor reflejado en su azulada mirada-. No puedes pedirme que…
-No quiero seguir casada contigo Ranma, no quiero trabajar para ti, no quiero verte más –le interrumpió con frialdad-. Nunca debí dejar que jugaras conmigo nuevamente, me lo advirtieron y yo no quise creerles, ahora es tarde y el daño está hecho, pero ya no más. ¿Querías vengarte de mí?, debo reconocer que lo conseguiste.
-Akane, de nuevo estás sacando conclusiones apresuradas, estás inventándote cosas que no son ciertas, jamás habría ideado un plan así para vengarme de ti.
-Firma los papeles, por favor, Ranma –expresó por toda respuesta-, dentro de unos días vendré a recogerlos, a entregarte el resto del dinero y a firmar mi…
-¡No puedes terminarlo todo por una infidelidad que ni siquiera existió! –exclamó arrojando los documentos contra la pared.
Akane cerró los ojos ante tal reacción, rogando para que él pudiera controlar sus impulsos ya que a pesar de saber que él jamás le haría daño físicamente, no estaba muy segura de las reacciones que pudiera tener.
-No sigas negando lo evidente, Ranma.
En un acto desesperado, él decidió jugar lo que pensaba sería su última carta para hacerla recapacitar.
-Y si fuera cierto, y si me hubiera ido a pasar la noche con Heiko ¿cambiaría en algo tu decisión?
Ella lo observó con decepción, las palabras por él dichas haciendo el efecto contrario al que su esposo esperaba.
-Finalmente lo reconoces –dijo conteniendo las lágrimas que amenazaban con rodar por sus mejillas.
-¡No!
-No puedo seguir aquí –contestó con rabia.
-¡Que no escuchas ni una sola palabra de lo que digo! ¡No estuve con ella, maldita sea!
-Si quieres evitar que esas fotografías sean publicadas, aunque no sé para qué, debes llamar a este señor –dijo entregándole una pequeña tarjeta que él no recibió.
-Akane, abre los ojos, por favor –rogó totalmente derrotado-. No sé quién ni porqué, pero es evidente que nos quieren separar.
-Esa sí es una excusa tonta, Ranma. No hay nadie que tenga motivos como para querer separarnos, no ahora, además, son pocos los que saben de nuestra verdadera relación, algo muy conveniente para ti.
-Cualquiera que te escuchara pensaría que yo soy un monstruo.
Ella no contestó, se limitó a dejar la tarjeta en el escritorio y trató de girarse para salir del despacho de su esposo, él lo evitó asiéndola fuertemente de ambos brazos.
-Akane, por favor créeme, no tengo nada que ver con esa mujer, sólo fui a dejarla porque no podía permitir que se fuera en el estado en que la encontré –dijo tratando de encontrar la esquiva mirada de su esposa-. No puedo hacerle daño a quien amo y esa persona eres tú, entiéndelo.
Ella levantó la vista y se encontró con los ojos azul cobalto de su esposo muy cerca de los suyos, esos ojos que ella amaba pero que ahora le parecían tan falsos. Quiso creer en sus palabras, quiso confiar una vez más en él, pero su corazón ya había sido envenenado y el veneno se expandía rápidamente, consiguiendo que no viera más allá de una pruebas irrefutables del engaño al que había sido sometida, supuestamente por una venganza que había comenzado a gestarse hacía casi un año atrás, cuando se había vuelto a reencontrar con Ranma Saotome.
Él la acercó un poco más hacia sí, todavía sin perder la esperanza de que ella reaccionara, que comprendiera que nada de lo que había sucedido aquel día sábado en la estúpida gala había sido cierto, o al menos no como se lo habían contado.
-Por favor –dijo antes de besarla.
Ella sintió sus lágrimas deslizarse libremente por sus mejillas y una sensación de congoja envolviendo su corazón. Allí estaba recibiendo ese beso desesperado y demandante al cual ella ya no podía ni quería corresponder.
Él se separó dolido, ofendido y sintiendo su corazón completamente destrozado al comprobar que ella había fabricado rápidamente una barrera inexpugnable entre los dos, era como si hubiera besado un bloque de hielo. La frialdad en su mirada y en su accionar le hizo comprender que ya estaba todo perdido, se separó y soltó su agarre, derrotado.
-Se acabó –murmuró ella con voz queda-, para siempre, Ranma.
Él la observó resentido y con un nudo en la garganta que no pudo distinguir si se debía a la rabia e impotencia de comprobar que Akane no creía en su inocencia o a los enormes deseos de llorar allí mismo, tal y como si fuese un niño pequeño.
No dijo nada cuando la vio girar sobre sus talones y darle la espalda; no se movió cuando la vio tomar su bolso que había dejado en una de las sillas y avanzar de forma vacilante en dirección a la puerta de salida; no trató de detenerla cuando observó la delicada extremidad de su esposa girar el pomo de la puerta y tampoco explotó en llanto o gritos cuando la puerta de su despacho se cerró tras la salida de Akane, impidiéndole observarla por más tiempo.
Lo único que hizo fue exhalar un lastimoso suspiro y avanzar hacia su sillón, se sentó, giró hasta quedar de frente al ventanal y cerró los ojos.
¿Ése sería el final de toda la historia de amor y desamor entre ellos? ¿Así acabarían años de lucha para conseguir ser feliz con la mujer que amaba? ¿Eso es lo que haría, dejar que todo se fuera al quinto infierno por un mal entendido?
Abrió los ojos y observó por el gran ventanal la tarde caer, luego tomó una rápida y drástica resolución, no nadaría más contra la corriente, dejaría a su esposa en paz como ella se lo había pedido porque si había algo de lo que podía estar seguro era de haber luchado incansablemente por construir una relación sólida junto a ella. Había sido él quien siempre había insistido, él quien había perseverado sin darse nunca por vencido pero ahora, ella le demostraba de la forma más dolorosa que no confiaba en sus palabras y que todo lo vivido durante ese año de reencuentro le había importado muy poco.
Él confiaba ciegamente en ella, de lo contrario hubiera exigido explicaciones de la relación que ella había mantenido con Kuno y no lo había hecho, pero ella…
Ella simplemente optaba por la salida fácil, por escapar ante un problema inexistente en lugar de hacer un esfuerzo por comprender y confiar en sus palabras.
Tal vez era cierto aquello de que en una relación de pareja siempre había uno que entregaba más que el otro, uno que amaba más que el otro y uno que sufría más que el otro.
-"Quizá nunca fuimos el uno para el otro –se dijo para sí-, quizá nunca debí insistir, dejar que ella siguiera su camino y no atarla de la forma desesperada en que lo hice cuando el destino la trajo nuevamente a mi vida y quizá ella tenga razón, lo mejor que puede sucedernos es despertar de este sueño y seguir adelante, solos una vez más… acéptalo, Ranma, se acabó."
La acusación era injusta, una mentira que alguien había urdido para separarlos, de eso estaba seguro pero aun así, él todavía era orgulloso y su esposa había sido un juez demasiado severo e implacable condenándolo a sufrir la peor pena por un acto que él ni siquiera había cometido. Tenía la verdad de su lado pero ella se había negado a aceptarla, entonces pensó que bien podría reunir pruebas de su inocencia pero luego se decidió a no hacerlo, ya bastante había luchado por mantener vivo ese amor y el resultado era siempre el mismo, ella encontraba la forma de acusarlo de todos los problemas y alejarlo de su lado, una y otra vez; lo había hecho desde que los habían comprometido y ya estaba cansado de ese tira y afloja en el que se basaba su relación.
Dolía tomar la determinación de dejarla ir, pero dolía aun más el comprobar que ella jamás había confiado en él y que al parecer, el amor que declaraba sentir no era tan grande como el que él estaba dispuesto a entregarle.
-Se acabó –repitió en un susurro recordando la última frase que le había escuchado decir-, para siempre.
La noche ya cubría la ciudad con su manto oscuro. No había estrellas en el cielo ese día y las nubes amenazaban con descargar el agua acumulada en ellas. Ranma observó el cielo y una triste sonrisa se formó en sus labios, el cielo también conspiraba para que su dolor fuese completo. Suspiró de forma cansina y cerró los ojos tratando de relajar la tensión de su cuerpo, allí permanecería por el tiempo que fuese necesario hasta encontrar el valor de regresar a su casa, en donde ya no se encontraría con ella, en donde sólo quedaría su recuerdo, en donde volvería a experimentar la agobiante soledad.
Así fue como el joven empresario permaneció en silencio, totalmente quieto y esperando que las horas le devolvieran algo de tranquilidad a su alma, pero no así a su corazón, porque si de algo estaba seguro era de que éste se encontraba totalmente destrozado.
Caminó por la calle semivacía rumbo a su hogar, se hacía tarde y debía tratar de arreglar su mundo resquebrajado antes de enfrentar a su hermana y su familia al día siguiente.
En un día su vida había dado un vuelco en trescientos sesenta grados. Sin trabajo, sin esposo y sin amor, le parecía inverosímil que la vida se hubiese ensañado tanto con ella.
Luego de salir de la oficina de presidencia de la Black Ryu Company, ella había escapado a toda velocidad, creyendo que él haría el intento de detenerla pero nada había sucedido; él no había salido tras ella, no la había llamado al móvil y tampoco la estaba esperando a las puertas de su casa como lo había imaginado.
No supo si sentirse aliviada por la reacción de Ranma o dolida ante la aparente indiferencia de él.
El que no hubiera corrido tras ella como se había esperado confirmaba que el asunto del engaño era verdadero y que después de todo, él no podía defender lo indefendible.
Llegó a las afueras del gran portón de entrada de la casona que la había visto crecer y abrió la pesada puerta, ingresó a su casa y fue recibida por el simpático shiba inu, ella observó a su mascota y se dejó caer pesadamente al suelo, acarició con desgana la dorada cabeza de Ryo y las lágrimas brotaron a raudales de sus ojos.
No podía creer que se encontraba sola una vez más, aun no aceptaba que el hombre que amaba se hubiera reído en su cara de la forma en que lo había hecho y no podía asimilar que todo el sueño idílico en el que se había transformado su relación con Ranma hubiera terminado de aquella forma y tan abruptamente.
Allí permaneció por bastante tiempo, descargando la furia, la tristeza y la decepción de sentirse utilizada, engañada y despreciada, luego observó al inquieto can que le regalaba una tierna y atenta mirada y se obligó a sonreír, se puso en pie, secó sus lágrimas y avanzó a la sala. En un costado de la pared de la habitación permanecían un par de maletas preparadas para abandonar el lugar en cuanto su dueña así lo quisiera.
Y es que ese mismo día ella debía haber abandonado por un tiempo su hogar para quedarse con su esposo mientras su hermana Nabiki y su familia estuvieran en Japón. Cerró los ojos y la angustia la envolvió nuevamente, ahora no tan solo por experimentar ese sentimiento de soledad y abandono en el que había caído irremediablemente, sino que además, sabía que si no salía del Dojo, Nabiki comenzaría a sospechar que algo no andaba bien y lo que menos quería ella en ese momento era sin duda arruinarles las fiestas de fin de año a sus hermanas, así que, previsora como era, había tomado la precaución de solicitar la ayuda de la única persona en quien podía confiar ciegamente sin temor a una traición o un despiadado interrogatorio.
Fue fácil hablar con él y explicarle la situación, también fue fácil convencerle de que no era prudente contarles la verdad a sus hermanas ya que al hacerlo arruinarían las celebraciones. En casos como éste bien valía la pena mentir.
Observó la gran casona vacía, las dos maletas y tomando una en cada mano, se dispuso a hacer abandono de su hogar por un tiempo.
-Ryo –llamó quedamente-, ven muchacho, nos vamos de aquí.
Salió silenciosamente junto a su mascota rumbo a su refugio temporal, caminó tranquilamente en la fría noche de invierno y cuando llegó a su destino, él se encontraba esperándola en la puerta, con semblante preocupado y todas las luces del interior del recinto encendidas.
Akane se obligó a sonreír y tomando una bocanada de frío aire, avanzó los pasos que le faltaban para llegar hasta donde permanecía su amigo de toda la vida.
-Gracias por lo que estás haciendo por mí, Tofú.
-Sabes que no comparto tu resolución –dijo el médico de forma seria, ajustándose los anteojos y arrebatándole las maletas a su cuñada-, pero si en algo te puedo ayudar, siempre estaré dispuesto a hacerlo.
-Tofú, ya te lo expliqué por teléfono –contestó avanzando tras él para ingresar a la pequeña clínica-, no puedo decirles a las chicas porque sería motivo de discusión y discordia. No voy a amargarles la Navidad con mis problemas.
-No me refería a eso me refería a la ruptura supuestamente definitiva con Ranma.
-Es definitiva, te conté lo que sucedió y no puedo perdonarlo.
-Akane, todo ese asunto es bastante extraño –dijo tofú dejando las maletas en la salita de su antigua clínica-. Yo no creo que Ranma fuera capaz de engañarte de la forma que tú aseguras que lo hizo.
-Tuve las pruebas en mis manos y si hubieses visto aquellas fotografías no estarías defendiéndolo.
-No lo defiendo, simplemente pienso que un hombre tan enamorado como lo está Ranma no puede comportarse de esa forma.
-Tal vez no estaba tan enamorado –expresó Akane con rencor mientras recorría con la vista la habitación.
La consulta había permanecido cerrada por lo menos durante un par de años ya que el buen doctor había decidido hacía un tiempo atrás asociarse con un colega y abrir una nueva y más moderna clínica cerca de su casa. Así, el antiguo recinto se había transformado en una acogedora casita de la que Tofú y Kasumi no se habían querido deshacer por el cariño y el posible uso futuro que pudieran darle.
-Akane…
-Déjalo así, Tofú –interrumpió la joven mujer.
-¿Tú cómo estás? –se atrevió a preguntar.
-De maravilla –ironizó ganándose una mirada de total desaprobación-. Discúlpame Tofú, he tenido un día horrible y todavía no sé cómo seguirá mi vida de ahora en adelante.
-Me da miedo dejarte aquí sola.
-No estaré sola, Ryo me acompañará.
-Ryo no podrá evitar que la melancolía te invada, Akane.
Ella lo observó con un nudo en la garganta, sentía deseos de abandonarse al llanto nuevamente pero no quería preocupar a su cuñado más de la cuenta, así que se contuvo.
-No te preocupes, ya no soy una niña y no volveré a caer en ese estado depresivo nuevamente. Esta vez haré las cosas bien.
-Yo no estoy tan seguro de que estés haciendo lo correcto.
-Pues yo sí –contestó con un tono airado que intimidó a su amigo de inmediato.
-¿Y te sientes mejor de salud? –volvió a hablar Tofú cambiando el tema de conversación, sabía que al menos por ese día ya no podría hacer nada por convencer a su amiga de que estaba cometiendo un error.
-Sí –contestó ella con una forzada sonrisa en el rostro-, aunque no descarto visitar al médico que me recomendaste. Quizá sea solo cansancio como tú dices y el haber quedado desempleada me sirva de algo.
-Quizá.
-Tofú, gracias por dejar que me quede acá y por lo que más quieras, no le digas nada a mi hermana. Déjame a mí manejar este asunto.
-Descuida, no le diré nada a Kasumi, pero quiero que sepas que no lo hago sólo por ti, también lo hago por ella y por Ranma.
Akane le regaló a su cuñado una mirada de completo reproche, pero se abstuvo de decir algo. Él se hizo el desentendido y se entretuvo en acariciar la cabeza de Ryo.
-Tofú, recuerda que nadie debe saber que me estoy quedando aquí. Mañana iré a recoger a Nabiki junto a Kasumi y les haré creer que todo va bien y que los planes siguen intactos, por favor, necesito que me ayudes.
-No estoy de acuerdo con lo que estás haciendo, Akane, lo sabes –contestó sin dirigirle la mirada-, pero aun así, te ayudaré y no diré nada de lo que está ocurriendo, pero si Ranma intenta…
-Él no intentará nada porque sabe que no le conviene hacerlo –interrumpió avanzando para tomar una de las maletas que había llevado consigo-. No tiene ninguna justificación y te aseguro que no querrá enfrentarse ni a Kasumi, ni mucho menos a Nabiki.
Tofú se quedó por un momento observando a la mujer que tenía enfrente, había cambiado muy poco desde que la conociera cuando apenas era una pequeña niña y definitivamente seguía siendo la mujer más terca que jamás hubiera conocido. Sin embargo, esa furia que en otro tiempo le hubiera caracterizado ante una situación similar había dado paso a un sentimiento totalmente distinto, la tristeza dominaba a su querida amiga y la prueba era que a pesar de que ella estaba haciendo un buen trabajo tratando de disfrazar sus emociones, sus ojos delataban el dolor que estaba sintiendo a causa de aquella segunda separación del hombre que siempre había estado destinado para hacerla feliz.
El médico suspiró de forma casi imperceptible y avanzó hasta quedar a dos pasos de Akane, puso ambas manos sobre los hombros de la joven y la atrajo hacia sí, dándole un fuerte abrazo que para ella se convirtió en la tabla de salvación ante el naufragio de su maltratado corazón.
-Pase lo que pase siempre contarás conmigo, Akane –susurró Tofú, sintiendo el menudo cuerpo de su cuñada convulsionarse por el llanto que ella estaba liberando-. Sé que hoy ves todo oscuro, que piensas que él jugó con tus sentimientos y que estás sufriendo demasiado por ello, pero me cuesta creer que no haya una explicación coherente a todo lo que ocurrió, me cuesta pensar que Ranma se haya comportado de esta forma. Ahora no es el momento pero Akane, por favor, por lo que más quieras reflexiona bien tu decisión, porque luego puede ser demasiado tarde y lo perderás por segunda vez y quizá para siempre.
-No hay nada que reflexionar, Tofú –contestó Akane sin soltar el abrazo de su buen amigo-, si de algo estoy segura es de que nunca debimos reencontrarnos, nunca debí caer en este juego.
-No es un simple juego, Akane, es tu vida y la de él.
-Pero parece que para él sí fue un juego, un juego en el que yo siempre resultaré ser la única perdedora.
El médico no contestó, sólo se quedó abrazando con infinita ternura a la joven que lloraba amargamente en sus brazos.
Era tan difícil hacer entrar en razón a una persona que se negaba a escuchar; decidió dejarla tranquila por esa noche, más adelante y con el tiempo quizá ella recapacitaría y comprendería que huir del problema no era la manera de arreglar su vida y también esperaba que Ranma pudiera demostrar su inocencia ya que para él, que conocía la historia de cerca, era casi seguro que todo se debía a un mal entendido, ésos que tantas y tantas veces habían evitado el avance en aquella relación.
Así fue como el buen amigo se despidió de la joven, exigiéndole que se cuidara mucho y la dejó en compañía de su mascota.
Y una vez completamente sola, ella se dirigió a la que sería su habitación y se arrojó a la cama tal y como estaba, sabía que esa noche no podría dormir, ni siquiera se sentía capaz de hacer el intento, así que se concentró en escuchar el siempre tranquilizador sonido de la lluvia que ya había comenzado a caer sobre la ciudad. Debía prepararse para sostener por lo menos por una semana una mentira que haría que su familia no sufriera por una ruptura que estaba convencida, era la solución a todos sus problemas.
El sábado por la noche llegó en un abrir y cerrar de ojos.
Él se encontraba totalmente solo y con un sentimiento de abandono que jamás había experimentado antes en su vida.
Y es que se había formulado tantas expectativas ante la perspectiva de pasar una de las fechas más importantes en el calendario en compañía de su esposa, que todavía le parecía que en cualquier momento ella se materializaría a su lado y todo volvería a ser como hacía una semana atrás, pero ya nada sería como antes, porque poco a poco la esperanza había ido apagándose.
No había sabido nada de su esposa desde la última vez que la había visto en su despacho, no se había atrevido a preguntar a sus cercanos por ella porque pensaba, y no se equivocaba, que de hacerlo ellos lo matarían. Se lo habían repetido tantas veces y tantas personas distintas, que no le quedaban dudas de que así lo harían.
Las averiguaciones respecto a la supuesta trampa que le habían tendido no habían tenido el éxito esperado por él, ya que Heiko parecía haber desaparecido tan fugazmente como había aparecido y sin dejar rastro.
Él había concurrido al Hotel en donde la había dejado la noche del sábado para hacer averiguaciones, para saber si la modelo tenía algo que ver con el asunto de las fotografías, pero cuando llegó al lugar, ella ya se había retirado y por más que intentó dar con su paradero, le fue imposible volver a verla.
Así, abatido y deprimido, permaneció encerrado en su apartamento durante el resto de la semana, sin darle ninguna explicación a nadie hasta que su madre fue a verlo la tarde del miércoles.
Nodoka se enteró de parte del problema y quedó sorprendida con la noticia del rompimiento de la relación entre su hijo y su esposa. Comenzó a sospechar de inmediato, al igual que su hijo lo había hecho pero no dijo nada al respecto, sólo le prometió hacerse cargo de la dirección de la empresa mientras él se recuperaba del golpe anímico que significaba el que Akane lo hubiera dejado.
Luego de la visita de su madre Ranma se sumergió en su propio mundo. Comenzó a frecuentar mañana y tarde uno de los gimnasios de su propiedad y a descargar su frustración en entrenamientos tras entrenamientos y alguno que otro desafío a los maestros de artes marciales que allí enseñaban, de los que siempre salía victorioso pero sin embargo, eso no calmaba en lo más mínimo la angustia y ese estado de profunda melancolía en el cual había caído tras el alejamiento de su esposa.
Para cuando llegó la mañana del sábado, víspera de nochebuena, el joven reconocía que no estaba bien y que lentamente había ingresado a un mundo que no le gustaba y del cual tiempo atrás le había costado mucho salir. La depresión se estaba haciendo presente nuevamente en su vida y esta vez no sabía si sería capaz de superarla.
La extrañaba, la necesitaba y la quería a su lado nuevamente, así que resolvió hacer un último intento por conseguir un perdón que consideraba injusto pedir, pero que sin embargo, estaba dispuesto a solicitar si con ello conseguía que su esposa volviera a su lado.
No quiso acercarse al Dojo Tendo, ni a casa de Kasumi porque lo juzgó un poco arriesgado. No, se dirigió directamente al lugar en donde sabía, podía encontrar a una poderosa aliada. El Nekohanten le pareció el lugar más apropiado y a las afueras del lugar esperó gran parte de la mañana hasta ver salir a Mousse del interior con dirección desconocida.
Ingresó rápidamente y encontró a quien buscaba tras el mostrador.
Shaomei lo observó de pies a cabeza con una mezcla de incertidumbre y sorpresa reflejada en el rostro, luego le sonrió amablemente y le preguntó el motivo de su visita.
Fue cuando Ranma le contó todo lo sucedido sin omitir una sola palabra o acontecimiento, comprendiendo en el acto por la sorpresa de la amiga de su esposa que ésta última no le había comentado nada a Shaomei.
Luego de la primera impresión, Shaomei le dijo con total sinceridad que ella no sabía nada de Akane, que había supuesto estaba todo muy bien entre ellos dos porque Kasumi le había comentado que ambos se habían tomado la semana libre para viajar a Kumamoto y que volverían justo para el siguiente día, cuando todos se reunieran en casa de Kasumi para las celebraciones navideñas.
Ranma no se esperaba aquel desenlace, así que todas sus esperanzas se fueron al suelo al escuchar las palabras de la esposa de Mousse; ella trató de calmarlo y alentarlo, diciéndole que haría todo lo posible por averiguar el paradero de Akane y en cuanto lo hiciera, se lo comunicaría para que él pudiera sostener una conversación civilizada para aclarar las cosas y arreglarlas, ya que ella, sin conocerle mucho tenía la certeza de que el joven empresario decía la verdad y que todo el engorroso asunto no era más que un mal entendido.
Ranma se retiró agradecido aunque cabizbajo, conocía a Akane y aunque Shaomei diera con su misterioso paradero, sabía o creía saber que las razones que le pudiera dar su amiga no servirían para hacer que su testaruda esposa recapacitara.
Así las cosas, la nochebuena se le presentó como la más amarga y melancólica fecha que él pudiera recordar. A eso de las diez de la noche se preparó algo de comer; no era que tuviera demasiado apetito pero lo hizo casi por inercia, porque su cuerpo le exigía comer algo.
Se dejó caer pesadamente en uno de los sillones de la sala de su apartamento, totalmente a oscuras, con el sándwich que se había preparado en una mano y un vaso de jugo en la otra.
Ciertamente esa no era la cena que él hubiera esperado degustar en esa fecha especial.
¿Dónde estaba la cena a la luz de las velas que él había anhelado? ¿Dónde estaba su pareja? ¿Dónde habían quedado todos sus sueños para esa navidad?
Terminó de ingerir su sándwich casi con rabia y enfocó su vista en el árbol de navidad a medio decorar que permanecía impávido en una esquina, como queriendo burlarse de su soledad y de su desesperada situación.
Cerró los ojos y pudo verla, entusiasmada sacando adornos, guirnaldas y luces de colores para decorar el apartamento. Sí, ella estaba feliz y él también, entonces, ¿por qué razón los dioses se empeñaban en opacar esa felicidad? ¿Por qué lo torturaban haciéndole conocer la dicha para arrebatársela después? ¿Era tan malo lo que había hecho con anterioridad para que lo obligasen a cargar con ese karma?
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por las risas y voces de una alegre pareja que al parecer, ingresaba en el apartamento contiguo. Luego escuchó las primeras melodías de una canción romántica.
Ofuscado al enterarse que el mundo no compartía su dolor, hizo lo que hubiera hecho cualquier inadaptado o anciano cascarrabias, se acercó furibundo a la pared que colindaba con el apartamento desde donde se podía escuchar la alegre conversación y la fuerte música y dio tres golpes con su mano extendida en la pared, los reclamos no se hicieron esperar pero él volvió a golpear esta vez con más ímpetu, inmediatamente la música bajó un poco en decibeles y las risas se fueron apagando.
Ranma sonrió satisfecho; si él lo estaba pasando realmente mal esa noche no estaba dispuesto a que le restregaran en su cara lo felices que eran otras personas. Sí, era un pensamiento egoísta y estúpido, pero si de algo podía vanagloriarse él en aquellos momentos era de ser egoísta y estúpido.
Observó el suelo a sus pies y entonces logró distinguirlo perfectamente, una pequeña cajita envuelta en papel metalizado de vivos colores; la tomó en sus manos y fue como si su corazón hubiera sido estrujado en su pecho.
Volvió a sentarse en el sillón y contempló la caja largamente, luego comenzó a desenvolverla con cuidado, casi como si temiera descubrir su contenido aunque sabía perfectamente lo que se escondía en su interior.
Para ese entonces, un grito femenino agudo y destemplado junto a pasos corriendo a toda velocidad se dejaron escuchar del otro lado de la pared, la intensidad con que se dejaba escuchar la música se elevó y una melodía de una banda extranjera comenzó a envolver el ambiente.
A Ranma no le importó, ya nada le afectaba, estaba inmerso en sus pensamientos contemplando la esfera de cristal con un santa claus dentro y la nieve falsa que había comprado para obsequiarle a ella.
La mala entonación y además a destiempo de la pareja que coreaba la canción que se escuchaba del otro lado de la pared logró captar su atención; conocía la melodía y fue como si un rayo iluminara la habitación de pronto.
Imágenes de su esposa se repetían en su cerebro una y otra vez mientras observaba la esfera de cristal que sostenía en sus manos, cerró los ojos y repitió la frase que el solista cantaba con tanto sentimiento en aquel momento.
-"My hands are tied. My body bruised, she`s got me with. Nothing to win and nothing left to lose…"
Volvió a abrir los ojos y una mezcla de furia, resentimiento y dolor lo embargó por completo, apretó la esfera en su mano derecha y la observó antes de arrojarla con fuerza hacia la pared justo en el momento en que el solista daba repetidos y desgarradores gritos que le traspasaban el corazón a cualquiera que estuviera tan afectado emocionalmente como lo estaba Ranma aquella noche.
El cristal se hizo añicos y el líquido encerrado en su interior escurrió por la pared.
Él se puso en pie, buscó una chaqueta, sus llaves y decidió salir de allí dejando a sus vecinos disfrutar de su mutua compañía, mientras la canción le regalaba sus últimos acordes.
With or without you.
With or without you.
I can`t live.
With or without you…
En ese momento él no se imaginaba que a no demasiada distancia de allí, una joven mujer de cortos y azulados cabellos se sentía tan mal o peor incluso que él mismo.
La habitación se encontraba en penumbras, alumbrada sólo por una pequeña lámpara que permanecía encendida sobre una mesita en una de las esquinas del cuarto, ése era el único indicio de que la casita estuviera habitada.
Ella había permanecido en silencio durante toda la noche, sentada sobre el sillón de dos cuerpos aferrándose a sus rodillas como si quisiera esconderse tras ellas. La cabeza inclinada sobre sus rodillas flectadas, dejando que sus cortos cabellos escondieran la tristeza, desesperación y abatimiento de su joven rostro.
Quizá por eso fue que no se percató del sigiloso ingreso de una segunda persona a la habitación; tampoco se dio cuenta de que su mascota que había permanecido recostada al lado del sillón, haciendo las veces de celoso guardián, se había incorporado acercándose con alegría a saludar al visitante.
-Con que aquí es donde se esconde la princesita ¿no?
Las palabras habían sido expuestas con alegría y despreocupación, pero también encerraban un oculto reproche.
Akane no se sorprendió ni cambió su posición, sólo se encogió de hombros y se removió un poco en el sillón.
-Akane, ¿qué haces aquí sola en nochebuena? –dijo Shaomei acercándose a su amiga-. Tuve que sobornar a Tofú para que me dijera en dónde te habías metido.
-Le dije que no se lo dijera a nadie –contestó la aludida sin levantar el rostro.
-Muy mal hecho –contestó Shaomei, sentándose en el espacio libre que quedaba al lado de su amiga-. No fuiste capaz de decírmelo.
La recriminación dolió en el alma de Akane. Shaomei era su mejor amiga y sin duda una de las personas más queridas por ella y la que siempre estaba allí para ayudarla.
-No podía –contestó con un hilo de voz-, tú no hubieras podido esconderme de mi familia ni de él.
-Oh, "él" es el problema –dijo Shaomei con intención.
-Él siempre fue el problema. Debí escuchar lo que me dijeron, debí hacerles caso a mi hermana y a tu esposo y…
-Y entonces hubieras sido infeliz –interrumpió Shaomei.
-Por lo menos no estaría sufriendo ahora.
-Sufres porque quieres hacerlo –concluyó la joven china enfocando su mirada en un pequeño recipiente que permanecía sobre la mesita de centro junto a otros tantos-. Fue a verme y me contó todo. Yo creo que no es más que un mal entendido.
-Hay pruebas.
-Y un sentimiento que es más grande que unas cuantas fotografías ¿o no?
Akane permaneció en silencio y su amiga la observó de soslayo.
-Bueno, yo no vine hasta acá a juzgarte o a juzgarlo a él, vine a llevarte a cenar conmigo y mi familia porque no concibo que pases la nochebuena sola, así que vamos.
-Shaomei, gracias pero no puedo.
-¿Por qué no?
-No estoy de ánimo y mañana tendré que fingir que todo está bien en el almuerzo que preparará Kasumi.
-Pero…
-Por favor, Shaomei –rogó Akane-, no insistas.
-Está bien, como quieras –accedió la joven mujer-. Oye, ¿qué son todas estas cosas? –preguntó observando con curiosidad los pequeños recipientes, por lo menos ocho eran en totalidad.
Akane dio un respingo y apretó con más fuerzas sus rodillas.
-¿Puedes decirme de qué color son?
-Azul –dijo sin titubear-, todos son azules.
La joven de cortos cabellos azulados aflojó el férreo agarre que ejercía en sus piernas y comenzó a temblar suavemente.
Shaomei se acercó de inmediato y la abrazó con fuerza.
-Akane, ¿qué pasa?, ¿qué tienes?
Su amiga no contestó, las lágrimas escurrían libremente por su oculto rostro y ella no sabía muy bien si éstas eran de dolor, rabia, angustia o felicidad… o tal vez era una mezcla de todos esos sentimientos y algo más.
Notas finales:
1.- Hola!
Tienen bastantes y buenos motivos para odiarme, pero ante todo espero que nadie tenga instintos asesinos y perdone la vida a esta autora para que pueda sacar el siguiente capítulo de la historia ^^
No sé cuánto tardaré en subir la próxima actualización, no sé cómo seguirá esto y ni siquiera sé si podré regalarles un final feliz, de lo único que estoy segura es de que ya estamos llegando al fin de este largo y bonito camino que comenzó hace más de un año atrás con el nombre de "He tenido suficiente". En parte es este el motivo de mis constantes tardanzas, porque como bien me dijo una querida amiga, le he tomado tanto cariño a esta historia que me cuesta aceptar que estoy llegando a su conclusión, pero, como dice otra buena y querida amiga: "Con Madame nunca se sabe" jo!… quizá mis enanitos tengan una sorpresita guardada por ahí y pueda comunicárselas muy prontamente.
2.- Si notaron alguna falta de ortografía o alguna cosilla extraña por ahí, espero me disculpen, luego de casi dos semanas de extenuante trabajo, caí enferma y todavía no me repongo del todo. Aún así, no quería hacerles esperar más tiempo, así que subí de todas formas el capi sin revisarlo demasiado… me disculpan si encuentran alguna falla, mis enanitos se encuentran casi todos medio aletargados ya sea por la fiebre o por los medicamentos que estoy tomando T_T
3.- La canción para quien quiera saberlo (y no lo haya adivinado) pertenece a la banda irlandesa U2 (mi favorita de entre mis favoritas ^^); es uno de sus temas emblemáticos pertenecientes al álbum "The Joshua tree" y se llama simplemente "Whith or withot you."
4.- Mis saludos y agradecimientos a todos y cada uno de los que leen esta historia, esperan su actualización y me regalan energía dejándome su opinión por los capítulos que voy subiendo ^^
Gracias por esperar con tanta paciencia cada actualización, en verdad que es un premio para quien escribe el saber que su historia es leída, pero por sobre todo, querida ^^
En esta oportunidad quiero agradecer principalmente a quienes me dejaron su comentario por capítulo anterior a preust (Gracias por el comentario ^^), usaguitendo-saotome, belli, Shakka DV, Akima-06, sabrina (Muchísimas gracias por el review ^^), Arashi, KohanaSaotome, IramAkane, Jacquesita Saotome, kary14, Rutabi de Saotome, ivonne-18, RyA Die Rose der Leidenschaft, Sonia, lerinne, Sofi, Nia06, ELOWYN, Marce, Caro, Faby Sama (Gracias por todos tus reviews ^^), Sele, lilu (Gracias por el review ^^), lisa (Muchísimas gracias por las palabras ^^), Zurita Saotome y Rankanemma (Gracias por el review ^^).
Muchísimas gracias de todo corazón, en verdad que me premian opinando y diciéndome lo que piensan de esta historia, así que gracias, gracias por tomarse unos minutos de su tiempo para escribirme.
Hasta aquí lo dejo por ahora para ver si logro recuperar a mis enanitos enfermos y así retomar la escritura muy prontamente.
Un beso a todas/os y será hasta una próxima actualización… quizá la última ¿?... quién sabe ;)
Qué estén muy bien, saludos y buena suerte!
Madame De La Fère – Du Vallon.
