- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato, algo así como "extras"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.


***** "Antes de entregarles este capítulo, vayan mis sinceras disculpas a quienes con tanta paciencia han esperado la actualización de esta historia. Problemas personales así como de salud impidieron que sacara esta entrega antes, pero ya está y espero no decepcionar a quienes me regalan con su lectura. Gracias por la espera y ahora sí, les dejo con el capítulo." Madame…

"He tenido suficiente… (Closer)"

Capitulo XXI

"Por siempre"

Los acontecimientos vividos aquella nochebuena todavía le parecían parte de un sueño; un sueño del cual ella deseaba con todas sus fuerzas despertar.

Nunca antes se había sentido tan desesperada y agobiada por una realidad que no quería enfrentar, y es que el pseudo descubrimiento de aquella noche le hacía cuestionarse todo su accionar, todos sus planes, todas sus últimas decisiones.

Había sido relativamente sencillo engañar a su familia fingiendo que todo iba bien, que su esposo se encontraba fuera del país por asuntos de negocio y que tarde o temprano todo volvería a la normalidad, pero ella sabía que eso no sucedería y que tendría que decir la verdad antes de que fuera demasiado tarde.

Por eso se encontraba en aquel momento sentada frente al escritorio de aquel profesional, para saber a ciencia cierta a qué demonios atenerse, de qué forma enfrentar lo que sería sin duda el problema más grande de su vida y cómo buscar una solución sin resultar aún más lastimada.

El hombre de unos cuarenta años se aclaró la garganta dejando los papeles en la superficie de su escritorio y llamó su atención sacándola de su ensimismamiento.

-Efectivamente, Akane, tienes un embarazo de cinco semanas –sonrió el médico.

-¿Está completamente seguro doctor? –preguntó ella temerosa.

-Por supuesto, el examen arrojó positivo. ¿No te alegra la noticia?

-Sí –contestó con un hilo de voz-, pero el saberlo… cambia mucho las cosas –susurró finalmente observándose las manos que permanecían en su regazo.

-Seguro que cuando se lo comuniques a tu esposo, él se pondrá muy feliz –comentó el médico sin saber el daño que causaría su comentario en el corazón de su paciente.

Akane no contestó, sin embargo, no pudo evitar que sus ojos se anegaran de lágrimas contenidas. ¿Qué demonios debía hacer ahora?

Levantó la cabeza y se obligó a sonreír. El amigo de Tofú le devolvió la sonrisa, enternecido ante la reacción de la joven al intuir que las lágrimas que cristalizaban aquellos ojos almendrados, se debían a la emoción ante una noticia semejante.

-Gracias doctor –dijo Akane, levantándose de la silla.

-No hay de qué –contestó el profesional imitándola y acompañándola hasta la puerta de salida-. Saluda a Tofú de mi parte y dile que no sea tan ingrato, que venga a visitarme uno de estos días –terminó de decir dándole un abrazo a su paciente al momento de la despedida.

-Se lo diré doctor.

-Akane –la llamó el médico cuando ella estaba a punto de salir-. Debes comenzar desde ya a controlar ese embarazo. No sé si lo harás aquí o en otra clínica, pero debes agendar una cita con un médico pronto.

-Así lo haré. Gracias doctor.

El médico sonrió nuevamente y cerró la puerta de su consulta.

Akane suspiró fijando la vista en el sobre blanco que llevaba en las manos, sus temores habían sido confirmados y ahora ella realmente no sabía qué hacer. Permaneció estática en el lugar por unos cuantos minutos sin prestar la menor atención a la gente que pasaba por su lado, porque lo cierto es que ella no se sentía capaz de comenzar a caminar para regresar a su casa. La confirmación de su embarazo había echado por tierra todos sus planes; ya no podría decirle a sus hermanas que la relación con su esposo había terminado hacía una semana atrás porque de seguro ellas ya no se quedarían tranquilas sabiendo que venía un pequeño Saotome en camino. Cuando pensó en ello, no pudo evitar sonreír con tristeza, recordó las veces que él había dicho que quería formar una familia con ella, que su intención era que ella fuera la madre de sus hijos, pero ahora, todo eso había cambiado porque ella no se sentía capaz de formar una familia con alguien que la había engañado de una forma tan detestable.

Se mordió el labio inferior para evitar que las lágrimas escaparan de sus ojos y levantó el rostro decidida a salir de aquel hospital, dirigirse a un lugar tranquilo y comenzar a planificar lo que debía hacer con su vida desde ese día en adelante.

Si de algo estaba segura en ese momento era del hecho de que un hijo cambiaba absolutamente toda la vida de una persona y que esa personita que se estaba formando en su interior no debía sufrir por los errores de sus progenitores. Ella era Akane Tendo y si bien había actitudes y comportamientos que habían cambiado con los años, la fuerza y templanza para superar los problemas que se le presentaban en la vida no habían sufrido ese cambio.

Así, caminando con renovadas fuerzas y apretando firmemente el sobre que probaba que en su vientre crecía una vida, avanzó por el ancho y blanco pasillo del tercer piso del hospital con intención de alcanzar el elevador, pero de pronto, una voz que no reconoció la llamó por su nombre, obligándola a detenerse.

-¿Akane? –escuchó que preguntaban a sus espaldas-. ¿Akane Tendo, eres tú?

La joven de cortos cabellos azulados giró sobre sus talones para enfrentar a la persona que le dirigía la palabra y no pudo ocultar su sorpresa al contemplar el rostro risueño de una mujer que aparentemente no había cambiado en nada con los años.

Llevaba su largo cabello recogido en una coleta, vestía informalmente, con un pantalón negro, un suéter rosa pálido y un abrigo negro sin abotonar. En sus manos llevaba un bolso en donde parecía transportar unas cajas pequeñas.

-Cuando te vi caminar por el pasillo dudé en llamarte porque no sabía si mis ojos me engañaban o realmente eras tú, pero ahora que estás frente a mí ya no tengo ninguna duda, ¡no has cambiado en nada, Akane!

-Tú… tú tampoco –titubeó la mujer.

Su interlocutora la escrutó con la mirada y la sonrisa se fue transformando en una delgada línea que Akane interpretó como un signo de preocupación. Permanecieron allí, de pie, una frente a la otra sin saber qué decirse o cómo comenzar a entablar una conversación.

-Bueno, yo… tengo que irme ya y…

-Akane –le interrumpió-, yo quiero… necesito hablar un momento contigo –soltó con una mirada decidida-. Sé que han pasado muchos años desde que dejamos de vernos pero, para mí es importante… hablar contigo.

-Pero yo…

-Por favor –suplicó-. Te prometo que no te quitaré mucho tiempo, sólo dame un par de minutos e iremos a la cafetería que está abajo, allí podremos conversar tranquilas –dijo rogando no tan sólo con las palabras, sino también con el gesto de su rostro-. Por favor.

-Está bien –accedió Akane, luego de pensarlo un momento sin comprender el por qué de la insistencia de su interlocutora en hablar con ella y tampoco la importancia que al parecer tenía el tema que quería que trataran-, te esperaré aquí.

-Sólo dos minutos –dijo con una sonrisa de triunfo en el rostro-, voy a entregar esto a recepción y vuelvo. No te muevas de aquí, por favor, Akane.

-No lo haré –concedió viéndola atravesar el pasillo a toda velocidad, con el cabello ondeando de un lado a otro debido a las rápidas y fuertes pisadas-. Aunque no entiendo que quieres de mí –susurró para ella.

Exactamente dos minutos después, ambas mujeres abandonaban el tercer piso del hospital en el elevador dirigiéndose a la cafetería del mismo, tal y como habían acordado. Una vez dentro del pequeño local, buscaron una mesa escondida y alejada de la entrada y se sentaron una frente a la otra. Una jovencita se acercó y tomó el pedido, un vaso de leche para Akane y un café para su interlocutora. Permanecieron en silencio hasta que la jovencita volvió con la orden, pero Akane ya no soportaba la incertidumbre de tan extraño e inesperado encuentro.

-¿De qué querías hablarme? –preguntó mirando fijamente el vaso de leche.

Que ella desayunara se había transformado en una costumbre muy poco usual y mucho menos saludable en su vida, pero que lo hiciera sirviéndose un vaso de leche lo era mucho más, aunque ésa era una de las cosas que obligatoriamente tendría que cambiar en sus costumbres desde ese día en adelante.

-Akane –comenzó a decir Ukyo, no sin muestras de nerviosismo en el tono de su voz-, sé que en el pasado me comporté, digamos, un poco mal contigo…

-Otra más que quiere pedirme disculpas por estupideces cometidas cuando éramos unos adolescentes irresponsables –interrumpió Akane, levantando una de sus cejas y totalmente fastidiada con el tema al recordar la escena vivida con Ryoga hacía poco tiempo atrás.

-No te voy a pedir disculpas por algo que tu misma provocaste –puntualizó la cocinera con una mirada severa-, pero sí quiero que aclaremos un punto.

-Específicamente a qué demonios te refieres –contestó frotándose las manos para calentarlas un poco, antes de dejarlas descansar en la pequeña mesita-. He tenido una mala mañana, Ukyo y no me gustaría arruinarla aún más recordando cosas de un pasado que no podemos cambiar ni mucho menos volver a vivir.

-¿Quieres decir que la confirmación de que tendrás un hijo de Ranma te arruinó la mañana? –preguntó con genuina curiosidad.

La cara de asombro de Akane le confirmó sus sospechas y no pudo evitar soltar una risita que a oídos de Akane resultó bastante molesta.

-Lo siento –se disculpó Ukyo-, pero si pudieras verte la cara en este momento, te reirías de ti misma.

-Yo no… -Akane apenas si pudo reaccionar ante tamaña pregunta por parte de la cocinera-. Yo no estoy… quiero decir…

-Mira, te lo haré fácil para que comprendas por qué, aunque quieras negarlo, no podrás engañarme con un tema como éste –dijo la cocinera observando a su interlocutora con total seriedad-. Me encontré con Ryoga por casualidad hace un par de semanas atrás y me contó que finalmente, Ranma y tú estaban juntos. Aunque no lo creas, me alegré al saberlo y quise ir a visitarte, pero luego desistí al enterarme de la reacción que tuvo Ranma con la visita de Ryoga; supuse que tampoco le sería muy grato volver a verme y no quería que mi visita fuera motivo de discordia entre ustedes… ya no –susurró e inconcientemente desvió sus ojos hacia la ventana, posando su vista en una pareja que pasaba estrechamente abrazada para combatir el frío y aparentemente feliz.

Akane no salía de su impresión, le parecía surrealista estar sentada frente a una de las ex prometidas de su esposo, ni más ni menos que la mujer a la que ella le había regalado la posibilidad de conseguir el preciado trofeo en el que se había convertido Ranma para ellas y por el cual estaban dispuestas a luchar abiertamente a excepción de ella, claro. Pero el hecho era que ahí estaban, una frente a la otra, hablando como dos amigas que habían dejado de verse y que ahora se ponían al día con sus respectivas vidas.

-Conozco este Hospital como la palma de mi mano, Akane –continuó hablando Ukyo sin apartar la vista de la ventana-, sé que en el tercer piso se encuentran los especialistas, obstetras en su mayoría, además, por mis contactos con las enfermeras de recepción supe que te atendió uno de los mejores… ese vaso de leche tampoco es de mucha ayuda para ocultar tu estado –dijo sonriendo amablemente e indicando el objeto con la mano-. Tu rostro también te delata, yo he pasado por esto en dos ocasiones y aprendí a reconocer los signos.

Un incómodo silencio reinó entre ambas. Akane miraba fijamente el vaso de leche frente a ella, sin atreverse a levantar la vista para encontrarse con los ojos de Ukyo. Se sentía estúpida sentada frente a ella y le parecía vergonzoso que justamente ella descubriera su, hasta ese momento, pequeño secreto.

-Tener un bebé con el hombre que amas es lo más lindo de este mundo –prosiguió Ukyo con aire soñador.

-¿Qué quieres realmente, Ukyo? No creo que me hayas hecho venir hasta acá para darme consejos sobre maternidad –cortó Akane con impaciencia.

-No, aunque podría hacerlo –repuso la cocinera al parecer sin percatarse de la ofuscación que comenzaban a despertar sus comentarios en la otra chica-. Ya te lo dije, pasé dos veces por esto, sé como es el proceso.

-Tienes dos hijos, felicidades –dijo Akane arrastrando las palabras, no sabía por qué se sentía tan incómoda con la situación.

-Me casé hace unos años, sabes…

-Ya basta –le interrumpió golpeando suavemente la superficie de la mesa con una de sus manos-. Dijiste que querías aclarar un punto y no has hecho otra cosa que hablarme de tu vida privada como si fuésemos dos viejas amigas… te recuerdo que nunca fuimos buenas amigas.

-Claro que no lo fuimos –reconoció-, en ese entonces no podíamos ser otra cosa que rivales ¿no?

-Yo nunca rivalicé con ninguna de ustedes –se defendió.

-No abiertamente –complementó Ukyo.

Un nuevo momento de silencio que fue aprovechado por ambas mujeres para tomar un sorbo de sus bebidas. Por unos cuantos segundos, Akane reflexionó la situación; tal vez el destino había puesto en su camino a la otrora prometida de su esposo para ayudarla a aclarar las dudas que por tantos años había mantenido en el fondo de su corazón, así que como Ukyo parecía no decidirse a hablar, ella pensó que bien podía abordarla con una pregunta que por años había querido hacer.

-Ukyo –comenzó débilmente, casi como si temiera no contar con la fortaleza de poner en palabras sus propios pensamientos-, ¿por qué?... ¿por qué no...?, ¿por qué no aprovechaste la oportunidad? –concluyó finalmente levantando el rostro para observarla con ansiedad.

-Te equivocas -contestó la aludida con una sonrisa nostálgica-, traté de aprovechar esa oportunidad que no sé porqué me regalaste… pero desde el día en que salimos de Nerima supe que jamás iba a conseguir que él me amara –hizo una nueva pausa y posó su mirada directamente en el rostro de Akane-. Él nunca iba a dejar de amar a su esposa, Akane… nunca dejó de hacerlo.

Un gesto de suspicacia e incredulidad se apoderó del rostro de la joven mujer de cortos cabellos al escuchar la respuesta de labios de Ukyo, luego sonrió de medio lado y juntó sus manos sobre la superficie de madera.

-Ya lo creo –musitó con ironía.

-Akane, te diré cómo sucedieron las cosas en Kumamoto…

-No me interesa saberlo –le cortó nuevamente desviando la mirada hacia la ventana, aunque sabía que estaba mintiendo descaradamente al decir aquellas palabras.

-Pero a mí sí me interesa saber por qué dejaste que él se alejara de ti tan fácilmente siendo que te amaba con locura.

-Ukyo, ambas sabemos que el Ranma de diecisiete años que abandonó el Dojo contigo como su falsa esposa no estaba enamorado de nadie más que de sí mismo.

Ukyo sonrió y movió su cabeza en negación antes de contestar.

-Siempre nos burlábamos de Mousse porque no veía más allá de un metro de distancia y resulta que la que estaba totalmente ciega eras tú, Akane –dijo llevándose la taza a los labios-. Todas sabíamos que ustedes terminarían juntos sin necesidad de respetar el absurdo compromiso impuesto por sus padres… o al menos, yo lo sabía antes de ir a humillarme frente a Ranma el día de su matrimonio contigo.

-¿Humillarte? -preguntó con sarcasmo.

Sin embargo, la cocinera pareció no notar ese detalle y creyó que debía explicarse mejor. Seguramente Akane no sabía que ella había concurrido aquella tarde tan lejana a suplicarle a Ranma que abandonara a su joven esposa para escaparse junto a ella.

-Sí, esa tarde hice lo más humillante y estúpido que pude haber hecho durante toda mi vida, Akane y hasta el día de hoy me arrepiento de ello.

Ukyo conservaba la mirada baja, enfocada únicamente en la taza que descansaba sobre la mesa. Akane la observaba sin alcanzar a comprender las palabras de la cocinera. Según lo que ella misma había descubierto aquella tarde a la que Ukyo se refería, Ranma nunca la había querido a ella, sino muy por el contrario, se encontraba enamorado de su amiga de la infancia, por ese motivo ella había querido alejarlo, por ese motivo ella había dado un paso al costado para dejarlo libre y por ese motivo ella había sufrido como nunca antes lo hubiera imaginado. Ella, Akane Tendo había hecho lo correcto al dejarlo libre ¿no?

La voz de Ukyo interrumpió su tren de pensamiento una vez más.

-Yo no quería aceptar que la batalla por el corazón del chico al que había amado durante toda mi vida estaba perdida, no quería aceptar que alguien se adueñara de lo que consideraba mío y fui a tu casa con la remota esperanza de hacerlo cambiar de parecer. Bueno, tú sabes que Ranma siempre fue un tanto manipulable cuando una chica sabía cómo encontrar su punto débil, así que yo me aproveché de la situación para rogarle y suplicarle que te dejara y escapara conmigo…

La mujer hizo una nueva pausa sin levantar la cabeza, realmente avergonzada al reconocer sus actos del pasado.

-"Eso ya lo sabía –pensó Akane-, así como también sé el final de la historia… ese beso y aquella frase todavía me atormentan."

-…Debí suponer que ya nada lo haría cambiar de parecer –volvió a hablar la cocinera sonriendo de medio lado-. Ranma había conseguido lo que siempre había querido sin siquiera proponérselo y no renunciaría a ello por unas cuantas lágrimas derramadas por su querida amiga de toda la vida.

-¿Qué quieres decir? –murmuró Akane con el corazón latiéndole a una velocidad inusitada y un mal presentimiento acrecentándose en su pecho.

-Akane –contestó Ukyo levantando por fin el rostro y enfocando sus ojos en los de su interlocutora-, esa tarde Ranma me dejó en claro que me quería mucho, pero tan sólo como a una buena amiga. Él te amaba y se casó contigo por eso, no porque lo obligaban o para recibir su herencia, me lo dijo aquella tarde, luego de que tontamente me arrojé a sus brazos creyendo que obligándolo a besarme se olvidaría de ti, pero después de escuchar de sus labios que me quería y que era importante para él pero sólo como una amiga y que a quien amaba realmente era a su esposa, me quedó claro que ya no tenía nada más que hacer allí.

Ukyo se interrumpió y para Akane fue como si una estaca de hielo le atravesara el corazón, congelando sus emociones, sentimientos, palabras y hasta su propio cuerpo. Fue entonces cuando lo recordó claramente y la voz de Ranma vino a susurrarle la frase que le dijera en el jardín Suizenji meses atrás "…Siempre pusiste en duda lo que yo te decía, siempre creíste en lo que los demás te decían, en lo que escuchabas o en lo que veías, pero la mayoría de las veces lo que vemos, escuchamos o nos cuentan no es lo que realmente sucede". Cerró los ojos y se mordió el labio inferior en un intento desesperado por no ponerse a llorar.

-Fueron sus ojos, Akane –continuó la cocinera, totalmente ignorante de la tormenta de emociones que acababa de desatar en la mujer que tenía enfrente-, jamás vi una mirada tan decidida y a la vez enternecedora en él al declarar que te amaba, que el nombre de la persona con quien quería pasar el resto de su vida era Akane y no Ukyo… Dios, hubieras escuchado con la dulzura que pronunció tu nombre.

Silencio, ambas mujeres concentradas en sus propios pensamientos hasta que Ukyo se decidió a continuar.

-Sólo quería saber por qué, Akane, por qué lo alejaste, ¿es que acaso no le correspondías?

Los cortos cabellos azulados cayeron sobre las mejillas de Akane ocultando su rostro de la mirada escrutadora de Ukyo. Se sentía mal tanto física como emocionalmente. Llevó una temblorosa mano hacia su pecho en un intento desesperado por aliviar la opresión que experimentaba en ese momento, cerró sus ojos y respiró profundamente para controlar en parte aquella desagradable sensación de vértigo que la dominó de pronto.

-¿Te sientes bien, Akane? –preguntó Ukyo observándola con preocupación.

Ella contestó con un leve asentimiento de cabeza, pero la verdad distaba mucho de lo que quería hacer creer a su acompañante. Frases y palabras dichas por los distintos protagonistas de su historia de vida venían a repetirse justo en ese momento en su cerebro, voces distantes que le hacían ver lo equivocada que había estado tiempo atrás respecto a Ranma, lo equivocada que había estado su decisión respecto a su accionar y de pronto, una duda se abrió paso por entre todas las voces que su memoria traía a su cabeza, una pregunta que vino para atormentarla todavía más. Abrió los ojos de inmediato y observó a Ukyo casi con sorpresa ya que por un momento había olvidado por completo a la cocinera.

-Akane…

-Yo… Lo siento, Ukyo, es que…

-No te preocupes, suele ocurrirnos en el momento menos pensado –respondió dulcemente la cocinera creyendo que el extraño comportamiento de su interlocutora se debía a un mareo producto del embarazo.

Akane asintió levemente y aprovechó la oportunidad que le regalaba su otrora rival para escapar de allí.

-Ukyo, siento mucho tener que… yo, debo irme… y

-Entiendo. No debe ser fácil para ti hablar del pasado, sobre todo con alguien como yo.

-Yo… pues –se sintió estúpida al no saber cómo comportarse ante Ukyo, pero en ese momento lo único que quería era salir corriendo de allí y llorar; llorar por lo idiota que había sido, por lo torpe que había actuado y por lo cobarde que se había comportado frente a Ranma-. Lo siento, recordé que tengo un compromiso y… debo irme. Tal vez otro día podamos… conversar.

-Tal vez –contestó Ukyo sonriendo amablemente mientras Akane se ponía en pie-, aunque no me gustaría que te sintieras obligada.

-No –respondió Akane con un hilo de voz-. No. Ambas sabemos que debemos conversar y yo… estoy dispuesta a hacerlo, pero no hoy… No puedo.

-Está bien, Akane. No te preocupes.

-Lo siento, debo irme ya.

-Adiós, Akane y, aunque no lo creas, me alegra mucho que finalmente estés junto a Ranma.

Akane fue conciente de las lágrimas que se habían instalado en sus ojos para dejarse caer en cualquier momento. Debía salir de allí y debía hacerlo rápido, así que sonrió de forma forzada una vez más y levantó una de sus manos a modo de despedida.

-Sí –dijo susurrando sus palabras-. Adiós, Ukyo.

Giró sobre sus talones y caminó rápidamente hacia la salida, avanzando cada vez más aprisa, sin mirar en ninguna dirección, solamente enfocándose en abandonar ese Hospital y así lo hizo. Una ráfaga de frío viento invernal la recibió en la calle y agradeció por ello, ya que con el viento sería mucho más fácil que se secaran sus lágrimas.

Cómo había sido tan terca para no escuchar razones. Tofú le había instado a no ejecutar el estúpido plan que había terminado con su matrimonio el mismo día que éste se había efectuado y ella no le había escuchado.

Si se hubiese comportado de la forma aguerrida que la caracterizaba a esa temprana edad, hubiera enfrentado a Ranma, le hubiera exigido una explicación y lo hubiera obligado a decirle la verdad… las cosas no hubieran terminado como lo habían hecho, porque entonces jamás se hubiera separado de él y tendrían una familia hermosa, con hijos y una casa y…

Se detuvo, demasiado abrumada por los pensamientos de lo que pudo ser y no fue. El viento jugueteaba con sus cortos cabellos y ella comenzó a sentir el inclemente frío en su cuerpo. Observó sus manos y sus ojos se quedaron fijos en el anillo matrimonial que todavía conservaba.

Fue entonces cuando se percató de lo que realmente significaban las palabras de Ukyo, porque si todo aquello era cierto, él había cargado con toda la culpa y entonces, había sufrido inútilmente tal como se lo había dicho, al igual que ella, pero la verdadera culpable de tanto sufrimiento había sido ella misma.

Un sollozo ahogado fue el único sonido que escapó de sus labios antes de que sus temblorosas piernas la obligaran a emprender un camino sin destino, ahora siendo plenamente consiente de que todas las aflicciones que había sufrido en el pasado se las había provocado ella misma y de la manera más tonta que podía haberlo hecho.

R & A

Allí se encontraba desde tempranas horas de la mañana, vestido con ropa deportiva, acostado boca arriba con la mirada perdida en la blancura del cielo falso de la acogedora habitación, con sus brazos cruzados por detrás de su cabeza a modo de almohada y respirando con tranquilidad. Cuánto tiempo había pasado desde que adoptara aquella posición, realmente no lo sabía y ni siquiera le importaba puesto que se había transformado en una costumbre el permanecer observando el techo durante horas y horas, sólo pensando.

Cómo había llegado a ese estado de profunda melancolía, cómo había permitido que la tristeza volviera a habitar en su alma, cómo había dejado una vez más que por una estupidez ella escapara. Lo sabía, sabía el motivo, pero no tenía idea de la solución, si es que había una solución para ello. Lo único que tenía claro era que ya no lucharía más, estaba cansado; más que cansado, agotado de nadar contra la corriente y durante todo ese tiempo de meditación siempre llegaba a la misma conclusión, dejaría que el tiempo curara las heridas y tal vez, sólo tal vez, algún día volvería a creer que había una posibilidad de ser feliz.

Pasados los primeros días del duelo por un sentimiento aparentemente muerto, estaba seguro de poder levantarse nuevamente del abismo en el que lo había dejado abandonado la mujer que siempre había amado y que estaba seguro, jamás podría reemplazar.

Soltó un profundo suspiro y frunció el ceño de inmediato; esos estúpidos suspiros que escapaban de su interior sin permiso y que hacían que se sintiera vulnerable y débil le hacían enojar.

Levantó su mano izquierda y observó la dorada argolla que permanecía en su dedo, lentamente levantó su otra mano y comenzó a jugar con el anillo, tratando de decidir si sacárselo de una vez o dejarlo donde había permanecido durante tantos años recordándole la existencia de su esposa. Finalmente y con frustración, cerró ambos puños y los dejó caer a ambos lados de su cuerpo; todavía no se sentía preparado para separarse de ese anillo de bodas, no se sentía preparado para renunciar del todo a ese vínculo aunque fuese lo que ella quería, no se sentía dispuesto a olvidarla por completo y quizá nunca lo haría.

Un par de golpes a la puerta detuvieron sus pensamientos y, sabiendo perfectamente quién era la persona que se encontraba del otro lado, se llevó uno de sus brazos a la cara para tapar sus ojos antes de acceder a que ingresaran a su espacio privado.

-¿Todavía estás acostado? –preguntó la voz femenina de la persona que ingresó a la habitación.

-No estoy acostado, estoy "descansando" –enfatizó Ranma sin quitarse el brazo del rostro.

-Sí, sí, descansando, como ayer y anteayer y hace tres días atrás –la mujer bufó con enfado y se dirigió hacia el ventanal para abrir las cortinas de par en par-. Afuera está bastante agradable para ser un día de invierno, ¿por qué no aprovechas para salir de estas cuatro paredes y distraerte?

-Porque se está muy cómodo dentro de estas cuatro paredes -contestó.

-¡Ranma!, ¡ya fue suficiente! –exclamó su enfadada interlocutora-. Me cansé de verte en ese estado. Desde que llegué no has hecho otra cosa que salir a comer algo para luegovolver a encerrarte en esta habitación. Si no cambias de actitud, deberé adoptar medidas drásticas.

Él apartó su brazo de su rostro y la observó enarcando una ceja.

-¿Como cuáles? –inquirió con verdadera curiosidad.

-Eso me lo reservaré para cuando llegue el momento. Ahora, si no quieres que te saque a la fuerza de esa cama, levantarás tu trasero, saldrás a comer lo que preparé y luego iremos a dar una vuelta por ahí.

-Me gustaría ver cómo te las arreglas para sacarme a la fuerza de la cama –sonrió Ranma desafiante ante la indignada mirada de la mujer que tenía enfrente.

Ella acortó la distancia que la separaba de su objetivo, se remangó el suéter que llevaba puesto y de un rápido movimiento, jaló fuertemente de la trenza de Ranma. Él, que no se esperaba tal reacción por parte de su visitante, se quejó emitiendo varios gritos seguidos tal, como lo haría un niño al recibir un pellizco por parte de su madre y se puso de pie con dificultad al lado de ella.

-¡Ya!... ¡Ya estoy de pie! –dijo llevándose una de sus manos a la nuca para mitigar en parte el dolor causado por la brusca forma que encontró su visitante de lograr que se levantara-. Diablos, no recordaba lo brusca que podías llegar a ser.

-Y yo no recordaba lo terco que podías llegar a ser –sonrió ella con satisfacción-. Cociné algo que te encantará y debes saber que no cocino con frecuencia pero por ti, por volver a verte sonreír, soy capaz de hacer cualquier cosa.

Él le dedicó una mueca que simulaba ser una sonrisa y luego la observó detenidamente. Era joven y bonita, sus largos cabellos dorados enmarcaban un rostro iluminado por un par de ojos tan azules como el cielo en un día de primavera y se veía radiante de felicidad. Hacía cuánto tiempo que no la veía, años quizá y ahora que se volvían a reencontrar, él era el peor anfitrión que podía llegar a ser. Ella no merecía aquello, así que sin más, sonrió con mayor naturalidad y avanzó hacia la puerta de la habitación.

-¡Eso es! –dijo ella-, así me gusta, que hagas las cosas por tu propia voluntad y no porque tenga que obligarte a hacerlas.

-Hablaste de comida ¿no?

-Sí, y estoy segura que te va a gustar, ese será el primer paso para recuperar al Ranma que conozco.

Salieron juntos de la habitación, ella sonriendo al comprobar que su método para levantar el ánimo de su anfitrión estaba dando resultado; él, decidido a no hacer más complicada la estadía de ella en su compañía. Se acercaba fin de año, una fecha especial y él no quería arruinarla por su falta de entusiasmo. Su dolor por la reciente pérdida de la relación de ensueño que creía estar forjando con su esposa debería esperar.

-Gracias –susurró Ranma de pronto-, gracias por todo lo que haces para animarme, Yuzuki

-No es nada –contestó ella con una sonrisa dibujada en el rostro-. No me gusta verte triste, sabes que te quiero mucho, Ranma, y no es justo que vuelvas a deprimirte.

La joven se interrumpió, lo cierto es que iba a decir por ella pero no se atrevió a hacerlo. Conocía perfectamente la historia y sabía que la herida estaba todavía abierta y seguramente dolía mucho.

-Te prometo que trataré de superarlo. No merezco que pierdas tu tiempo intentando…

-¿Perder mi tiempo? –le interrumpió ella poniéndose frente a él para detener su avance-, me ofendes, Ranma. Yo no creo que ayudar a alguien que quiero sea perder el tiempo.

-Lo siento, yo sólo…

-Escucha, superarás este dolor y yo te ayudaré, punto. No se hable más del asunto.

Él la observó con tristeza, pero fue sólo por una fracción de segundos ya que volvió a enmascarar ese sentimiento por un optimismo que estaba lejos de sentir.

-Gracias –asintió volviendo a sonreír.

Ella le devolvió la sonrisa y siguió avanzando camino al comedor, seguida muy de cerca por Ranma.

Mientras caminaba observando el ondulante cabello dorado, volvió a pensar en Akane, en lo que estaría haciendo, en lo que estaría pensando, en lo que estaría sintiendo. Movió su cabeza a ambos lados como si tratara de sacudir aquellos pensamientos y volvió a enfocarse en Yuzuki, la joven que caminaba delante de él. Tal vez ella tenía razón, tal vez debería comenzar a olvidar y superar esa corta pero linda etapa vivida junto a su esposa y tal vez lo conseguiría con la ayuda de la joven de dorados cabellos.

R & A

No sabía el cómo lo había hecho aunque conocía perfectamente el por qué se encontraba de pie frente a aquel enorme edificio en el centro de la ciudad. Había llegado casi por inercia, siguiendo un camino que parecía estar grabado en su memoria y, a pesar de que había caminado bastante para llegar a ese lugar, no se sentía cansada, más bien se sentía abrumada por los pensamientos y sentimientos que abarrotaban tanto su cabeza como su corazón. Levantó la vista y observó el gran edificio que se erguía majestuoso e imponente en la acera de enfrente, casi como desafiándola a ingresar. Respiró profundamente un par de veces para tratar de calmarse y durante algunos minutos se quedó allí de pie, sólo observando un punto indeterminado de aquel lugar e inculcándose mentalmente valor para hacer lo que iba a hacer. De pronto y como si la hubieran impulsado con un resorte, avanzó los pasos que la separaban de la calle y, tras esperar a que dieran la luz, cruzó a la acera de enfrente y se internó en el edificio, atravesando para ello la gran puerta de vidrio.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había estado allí y si lo sabía, no le interesaba recordarlo, sólo quería estar segura, formular las preguntas, recibir las respuestas y tal vez, encontrar una excusa para volver a creer en él, para recuperar lo que él le había arrebatado tan abruptamente, para perdonar y ser perdonada, para recuperar esos meses de infinita felicidad, esa felicidad que había desaparecido como por arte de magia y que ahora necesitaba más que nunca a su alrededor.

Así que, sin pensarlo más, avanzó hacia la conserjería en donde sabía que encontraría al amable y septuagenario hombrecito de lentes que siempre cubría el turno de mañana hasta pasado el mediodía. Pero para su sorpresa, el hombrecito no se encontraba tras el mesón de recepción, no había nadie por allí y ella dudó antes de avanzar hacia el elevador, porque claro, todavía conservaba la llave del apartamento pero no estaba segura de querer usarla ni mucho menos de que él quisiera que la usara. Observó a su alrededor y tomó la decisión de continuar su camino, después de todo, ella no tenía culpa en que el señor de la recepción no estuviera en su puesto de trabajo.

Una vez hubo subido al elevador, marcó en el tablero el piso al cual quería llegar y esperó; la hoja de metal se cerró ante sus ojos y el elevador comenzó su ascenso. Ella se concentró única y exclusivamente en ver los números avanzar y avanzar en el tablero electrónico y le parecía que con cada número que pasaba, su corazón se aceleraba y latía con mayor intensidad.

Fue entonces cuando reparó en lo que estaba haciendo, en lo que realmente significaba estar en ese preciso momento ascendiendo en aquella caja cuadrada de metal, porque una vez se abrieran las puertas y ella accediera al piso en donde él vivía… qué pasaría. ¿Tendría el valor suficiente para enfrentarlo?, ¿se encontraría él en casa al medio día, cuando debería estar en la oficina?, y si se encontraba allí, ¿qué demonios le diría?, ¿cómo comenzar una conversación con él? Le parecieron más de un ciento de preguntas que se iban repitiendo una tras otra, preguntas sin respuesta y el pánico comenzó a hacer mella en ella, sin embargo, cuando la campanilla que indicaba que el elevador había llegado al piso solicitado se dejó escuchar, avanzó casi como si fuese una marioneta que no se puede negar a las órdenes de su manipulador y salió al pasillo justo antes de que la puerta volviera a cerrarse tras ella. Tomó aire por la nariz y lo expulsó por la boca, había ido allí en busca de respuestas y ya nada la detendría, o al menos eso esperaba, así que dio media vuelta y encaminó sus pasos hasta llegar a la puerta que otras veces ya había cruzado. Una media sonrisa se formó de inmediato en su rostro al recordar que el timbre se encontraba descompuesto y absteniéndose de tocarlo, empuñó su mano derecha y llamó a la puerta golpeando suavemente la madera tres veces. Nadie contestó y tampoco se escuchó nada del otro lado. Volvió a golpear con mayor ímpetu y esperó, pero fue en vano, al parecer no había nadie en casa. Entonces observó su bolso y lo abrió, sacó un manojo de llaves y el móvil, debatiéndose entre abrir de una vez la puerta del apartamento que ya no consideraba su segundo hogar o llamar al dueño de aquel apartamento para concertar una cita con él en algún otro lugar. Frunció el entrecejo y separó una llave plateada que titiló por un momento a contra luz, bajó su mano hasta la cerradura, introdujo la llave y la giró. La cerradura cedió de inmediato y ella empujó la puerta sólo lo suficiente para que ésta se abriera por su propio peso. En otras circunstancias jamás hubiera entrado a una residencia sin ser invitada, pero ahora sentía la necesidad imperiosa de volver a estar en ese lugar, de ver nuevamente el espacio que por tan poco tiempo había tenido ocasión de compartir con el hombre que amaba todavía, de volver a sentir la cercanía de él aunque fuera observando unos cuantos objetos de su pertenencia. Atravesando el umbral, cerró tras de sí y avanzó hacia el interior. Lo primero que registraron sus ojos fueron las cajas con adornos navideños a medio sacar que habían quedado esparcidos en distintos puntos de la habitación. Los recuerdos de su última noche en aquel lugar se agolparon de pronto y comenzaron a pasar en su mente como si de una película se tratase; el árbol de navidad, las bromas de él sobre la decoración, el enojo de ella por aquellas bromas, las caricias de él tratando de disculparse, las risas de ella al observar las locas ideas que se le ocurrían a él para entretenerla, todo, podía recordar absolutamente todo de aquella noche que prometía ser la antesala de una fecha memorable, su primera nochebuena como una pareja de verdad, como un matrimonio de verdad.

Sintió la opresión en su pecho y nuevamente tuvo que hacer esfuerzos para no llorar de forma desesperada. Se obligó a seguir avanzando hasta la mesita que ocupaba el centro de la habitación, allí vio un platillo desocupado con algunas migajas encima y un vaso vacío y con restos de un líquido color anaranjado ya muy reseco. Fue subiendo la vista hacia el árbol de navidad a medio decorar y se fijó en cada detalle, pero no fueron los llamativos y brillantes adornos los que llamaron su atención, sino la mancha en tonos blanquecinos y azules de un líquido que había escurrido por la pared, atrás del árbol navideño. Se acercó sin pensarlo y siguió el trayecto que había dejado el líquido en la pared, a sus pies había restos de vidrio muy fino y en diminutos pedazos, trocitos pequeñísimos de lo que tenía aspecto de ser papel blanco, una base de metal con una escena de unos renos tirando de un trineo lleno de obsequio y al centro, un Santa Claus, todo de plástico. Akane se agachó, recogió al rechoncho anciano vestido de rojo y no pudo reprimir el suspiro que escapó de sus labios. Al igual que aquella navidad hacía tantos años atrás, él le había comprado justamente lo que a ella le haría feliz.

-Tuve una igual cuando era pequeña, fue un regalo de mamá –musitó recordando la frase que le dijera a su esposo el día que habían hecho las compras navideñas.

Cada vez era mayor su aflicción y es que simplemente al comprobar todos esos pequeños detalles, las dudas respecto a Ranma, su supuesta infidelidad y su determinación de separarse de él se acrecentaban. ¿Realmente había hecho lo correcto?, ¿realmente él era culpable?, ¿o tal vez y como en el pasado, ella se había apresurado, no había escuchado y había tomado la decisión equivocada?

-Dios, ayúdame a descifrarlo, ayúdame a descubrir la verdad –rogó cerrando los ojos y quizá fuera por aquel ruego, o quizá sólo se trató de una coincidencia, pero el hecho fue que casi al instante se escucharon pasos por el pasillo; pasos que se acercaban a gran velocidad y que delataban la presencia de una mujer por el sonido que emitían los tacones al chocar contra el piso.

Akane dio un brinco cuando escuchó que llamaban a la puerta con enérgicos golpes. Dudó un instante si debía ir a abrir o debía dejar que la persona que se encontraba del otro lado de la puerta se retirara al comprobar que no había nadie. Los golpes se dejaron escuchar una vez más y ella se decidió por la segunda opción, pero en ese instante, una voz femenina se hizo escuchar.

-Ranma, si estás ahí por favor ábreme la puerta, necesito hablar contigo, necesito… -la mujer se interrumpió para luego continuar-. Es importante.

Akane pestañeó un par de veces antes de recordar dónde había escuchado aquella voz y cuando lo hizo, dejó caer el objeto que tenía en sus manos y se apresuró en ir a abrir la puerta.

-Ranma –los golpes acompañaron las palabras y al segundo, la puerta se abrió.

Allí permanecieron frente a frente. Una totalmente sorprendida; la otra a punto de estallar de indignación al contemplarla allí de pie.

-No… no pensé que se encontraría aquí, señorita Tendo.

-Yo tampoco lo pensé, pero ya ve, el destino enreda los hilos de forma misteriosa.

-¿Ranma no está? –inquirió la mujer, Akane negó con la cabeza-. Yo, necesito hablar con él, necesito explicarle muchas cosas.

-Yo también necesito hablar con él, pensé que usted podría decirme dónde está. Por eso abrí la puerta.

-No, yo no puedo decirle dónde está él, pero tal vez pueda decirle a usted lo que tengo que decirle a él –dijo la mujer-. Como su esposa creo que merece saberlo.

-¿Cómo sabe…? –Akane no pudo terminar la frase ya que la mujer la interrumpió.

-Fui a la oficina de Ranma antes de venir para acá, de hecho, allá me dieron esta dirección y… también me contaron su verdadera relación con él –Akane la vio sonreír casi con diversión-. Allá la quieren mucho, me lo dejaron bastante claro. No sé quién fue más enérgico en sus recriminaciones en contra mía, si esa chica Tomomi, su compañero Ryoichi o la madre de Ranma.

-Tía Nodoka está…

-Me dijo que se encontraba reemplazando a su hijo porque una cualquiera como yo había destruido su matrimonio con Akane Tendo y que por ese motivo, él no se sentía capaz de volver a trabajar en la compañía, al menos no por un tiempo.

Akane no salía de su impresión, no se necesitaba ser Albert Einstein para darse cuenta de que Ranma no la estaba pasando bien.

-¿Quiere pasar, señorita Heiko? –preguntó con un hilo de voz.

-Estaba esperando que me lo propusiera. En verdad, quisiera hablar con usted.

Ambas mujeres ingresaron al apartamento, Akane observaba con interés las acciones y reacciones de la modelo, pero ésta última parecía estar más preocupada de observar su entorno.

-Vaya, por fin tengo el placer de conocer el apartamento de Ranma Saotome –comentó como si fuese lo más natural del mundo ante la atónita mirada de Akane-. Yo nunca estuve aquí antes, señora Saotome –contestó a la pregunta que supuso, Akane se estaba haciendo mentalmente.

-Está un poco desordenado pero si gusta, puede tomar asiento –ofreció Akane pasando por alto el comentario de la modelo, quien asintió en silencio y se sentó en uno de los sillones, secundada por Akane.

Luego de observarse en un incómodo silencio, la modelo volvió a hablar esta vez con una seriedad que Akane no se esperaba en alguien como ella.

-Señora Saotome…

-Preferiría que me dijese Akane, por favor –solicitó su interlocutora con un dejo de molestia en la voz.

-Bien, Akane –asintió la chica sonriendo tenuemente. Al parecer era cierto que la joven mujer de cortos cabellos se encontraba muy dolida y enfadada-. Bien, si estoy aquí es porque quería hablar con Ranma como ya le dije, pero creo que el encontrarla a usted fue mucho mejor.

-¿Qué quiere decir con eso?

-Escuche, sé que en estos momentos debe odiarme y no la culpo, yo lo haría si fueran a mi trabajo con unas fotografías que inculpan seriamente a mi esposo en un engaño. Sí, también sé los detalles por la madre de Ranma -se adelantó a contestar la pregunta que quería formular Akane-. Diablos, ¡qué mujer más imponente!

-Señorita Heiko, creo que me está haciendo perder el tiempo con todo esto y yo…

-Akane –le interrumpió-, si vine hasta acá fue con un sólo motivo, quería disculparme con Ranma… por eso digo que encontrarme con usted fue mucho mejor, porque así podré hacerlo con usted.

-¿Disculparse por qué? –interrogó Akane con el entrecejo fruncido y un gesto de furia contenida que distaba mucho del dulce y cortés gesto que siempre había visto la modelo reflejado en el rostro de ella-, ¿por no haberse presentado antes para seguir con su idílico romance?

La joven sonrió levemente, casi como si se esperara aquella reacción agresiva por parte de Akane. Luego suspiró audiblemente y enfocó su mirada en el rostro de su anfitriona; la observó detenidamente y con cierta curiosidad antes de seguir hablando.

-Ranma tenía razón –comentó-. Hace años atrás me contó que sólo una mujer era lo suficientemente especial para lograr que la amara para siempre. Usted es especial para él, Akane… y lo seguirá siendo hasta el último día de su vida.

-Por supuesto –ironizó Akane-, es por eso que esa noche él se fue…

-Él nunca la engañó, Akane –interrumpió la modelo-. Yo manipulé la situación porque… porque…

La chica se interrumpió, no sabiendo si debía seguir hablando.

-¿Fue Ranma quien la mandó a justificar lo injustificable?

-Ya le dije que venía a hablar con él, no con usted –declaró la mujer levantando un poco la voz.

-Entonces, no veo por qué seguimos aquí. Si quiere puede esperar a Ranma, yo me voy.

Akane hizo el amago de pararse del sitio que ocupaba, pero las palabras casi desesperadas de la modelo hicieron que abandonara la idea de retirarse del lugar.

-¡A Ranma le tendieron una trampa! –exclamó muy rápidamente-. Un engaño del que lamentablemente, yo formé parte sin siquiera saberlo.

Akane pestañeó un par de veces antes de relajar su cuerpo en el sillón. De pronto sentía que había adquirido un peso que sus piernas no podrían soportar y le parecía que su propia cabeza estaba formada de una esponjosa nube de gas, incorpórea y liviana.

-Escuche, Akane, yo no sabía que él estaba casado, ni siquiera sabía que mantenía una relación formal con alguien.

-Nadie lo sabía –musitó Akane.

-¿Recuerda cuando nos encontramos en Hong Kong? –la mujer de cortos cabellos asintió sin decir palabra-, pues bien, yo ya tenía decidido pasar el fin de año acá en Japón, se lo dije a Ranma aquella mañana, esperando que él… bueno, habíamos salido algunas veces en el pasado y yo… el caso es que él estaba cambiado, ya no era la persona voluble que yo conocía, aún así, cuando recibí la invitación al evento de su compañía, pensé que tal vez tendría una nueva oportunidad.

-¿Quién… -la primera palabra se escuchó tan despacio que Akane optó por aclararse la voz y repetir la pregunta desde el principio-, ¿quién le envió la invitación?

-No puedo decirlo, acarrearía más problemas, lo siento –se disculpó-, sólo puedo decirle que la persona que me invitó quería verlos separados, pero no conozco sus motivos.

-Pero entonces, ¿usted conoce a esa persona?

-Hace muchos años, pero no le he visto más que en unas cuantas ocasiones. Ni siquiera somos amigos o algo parecido.

-Entonces, ¿cómo es que usted terminó en aquella fiesta, con mi espo… con Ranma? –rectificó-, y luego… ese Hotel y las fotografías…

-Me invitaron a un evento en donde concurrirían muchos empresarios, muchísimos –interrumpió la chica-. Seguramente también algunas celebridades y por supuesto, la prensa. Comprenderá que para una mujer como yo, que ha basado su vida en una carrera de modelaje, estas oportunidades deben aprovecharse al máximo, sobre todo cuando el tiempo y la edad nos juegan en contra –sonrió con nostalgia-. Yo esperaba encontrarme con Ranma, sí, pero también quería reactivar mi carrera aquí en Japón, así que fui a esa fiesta con la clara intención de hacerlo… Para cuando me encontré con Ranma, había bebido más de lo aconsejable y entonces lo vi.

Para ese momento, Akane temblaba de pies a cabeza y sentía el estómago totalmente revuelto. No podía ser, era increíble que esa mujer que se encontraba sentada frente a ella le estuviera detallando exactamente lo que Ranma había supuesto sin poder explicar.

-El fotógrafo estaba allí –continuó la mujer-, no había nadie más a nuestro alrededor y Ranma trataba de ayudarme. Fue entonces cuando decidí aprovechar la oportunidad que se me presentaba y lo besé –dijo con la mirada baja, sin atreverse a enfrentar a su interlocutora-. Lo siento, Akane, yo no sabía que ustedes… Para alguien que se dedica a lo que yo me dedico, el tiempo es el peor enemigo que se puede tener. Ya no soy joven y los contratos disminuyen cada vez más, pensé que un rumor como este podría ayudarme a remontar, a volver a ser lo que había sido años atrás, pero jamás creí que traería tantos problemas.

-¿Me está diciendo que… todo fue un engaño? –trató de articular Akane. Su voz débil y angustiada no dejaba que se expresara de la mejor forma-. ¿Que Ranma es… inocente?

-Totalmente inocente. Fui yo quien, confiando en que ese fotógrafo captara la imagen, esperé aparecer en primera plana de la prensa rosa los días posteriores, pero eso nunca ocurrió.

-Porque él finalmente le pagó al hombre –musitó Akane.

-Se equivoca nuevamente, Akane. Hice las averiguaciones y aquel sujeto fue contratado específicamente para captar aquella imagen y utilizarla contra Ranma. ¡Oh, sí! –exclamó la modelo viendo la cara de sorpresa que ponía Akane-. También yo me sorprendí, pero la persona que quiere verlos separados sabía perfectamente lo que estaba haciendo y cómo yo reaccionaría.

-¿Y… el Hotel? –preguntó con voz trémula y entrecortada.

La modelo negó con la cabeza y en su rostro se dibujó una expresión compasiva. Eso fue todo lo que necesitó Akane para descubrir que nunca hubo noche de Hotel, ni infidelidad por parte de Ranma. Las lágrimas brotaron espontáneamente y sin querer ser reprimidas.

-Fue a dejarme al Hotel en donde me hospedaba, pero luego se fue rápidamente –murmuró la modelo-. Dijo que debía regresar a casa para cuidarla porque usted estaba enferma y se encontraba preocupado.

Silencio. Un silencio agobiante e intranquilizador se instauró en aquella habitación. Luego de un momento, Akane volvió a hablar casi en un susurro.

-Fue él –dijo tristemente-. Tuvo que ser él, es el único que quería… Y yo, como una imbécil defendiéndolo, abogando por él. Fue el único que pudo hacer una reserva a nombre del señor Saotome sin levantar ninguna sospecha.

Akane volvió sumirse en un silencio casi obstinado, pensando, recordando, atormentándose con la culpa que sentía por haber caído en la trampa, por haber desconfiado, por haber destruido lo único que la había hecho feliz a lo largo de su vida. Habían sido tantas revelaciones en un sólo día, tanta información que la sindicaba como única culpable de su propio sufrimiento que pensaba no podría aguantar más la tensión y el dolor.

La mujer seguía allí sentada, sin saber qué hacer o qué decir. Ella sabía que había hecho lo correcto al contarle la verdad a la mujer de Ranma, pero en ese momento y al verla tan abatida, se sentía incómoda y asustada.

La observaba con inquietud cuando sucedió. En un momento, Akane se encontraba respirando profundamente para tratar de calmarse y al siguiente se había puesto en pie llevándose ambas manos a la boca, para luego salir corriendo hacia el interior del apartamento.

La modelo se asustó y la siguió rápidamente, pero Akane había cerrado con llave la puerta de la habitación en donde se encontraba y sólo se escuchaban las violentas convulsiones de alguien que sufría de un ataque de vómito.

-Akane, Akane ¿se encuentra bien? –preguntó la modelo asustada del otro lado mientras hacía intentos infructuosos por abrir la puerta-. Akane…

Pero lo cierto es que dentro del cuarto de baño, una agotada Akane se encontraba totalmente devastada por la información recibida. En su mente sólo había cabida para un único culpable, Genma Saotome tenía que haber ideado todo porque era la única persona que se había mostrado en desacuerdo con el reencuentro de la pareja y ahora todo encajaba, las piezas del puzzle se habían acomodado y ella se encontraba desesperada por encontrar una solución. Debía hablar con Ranma y tratar de salvar lo poco que quedaba de aquella relación, la pregunta era, ¿se encontraba a tiempo todavía?

Poco después y luego de asearse, la puerta se abrió y tras ella apareció el rostro pálido y enfermo de Akane, quien observó a la despampanante mujer y le sonrió sin fuerzas.

-Estoy bien –se obligó a decir-, es sólo la tensión de saber que nada de lo que creía cierto lo era y de saber que… destruyeron mi vida por segunda vez.

-¿Quiere que llame a un médico? –ofreció la mujer tomando del brazo a Akane para ayudarla a volver a la sala.

-No –contestó ella-. A un médico no, pero sí me gustaría que llamara a una persona. Necesito verla con urgencia para tratar de solucionar todo esto.

La mujer no contestó, sólo sonrió amablemente y asintió con la cabeza mientras ayudaba a su compañera a tomar asiento.

Tal vez el daño que por accidente había provocado podía ser reparado y tal vez ella misma podría ayudar a arreglar las cosas entre dos personas que no merecían sufrir más de lo que lo habían hecho y que al contrario, merecían ser felices.

Se acercó a la mesita del teléfono y tomó el auricular con una sonrisa en los labios.

-Bien –dijo con renovado entusiasmo-, ¿a quién llamamos?

Akane le devolvió la sonrisa y soltó un sonoro suspiro antes de responder a aquella simple pregunta.

R & A

Ambas se encontraban en la cocina de la gran casona, apoyadas en la encimera de uno de los muebles y cada una con una taza de humeante té recién preparado.

Estaban preocupadas y no sabían cómo enfrentar el que creían, se trataba de un problema mayúsculo. Una opinaba que no debían entrometerse antes de tiempo en una situación que a su juicio, debían resolver los involucrados entre ellos de una vez y para siempre porque ya no se trataba de adolescentes, todos eran adultos y debían comportarse como tal.

La otra opinaba que, fuera cual fuera la verdadera razón del problema, debían estar atentas y atacar la causa de éste ya que de lo contrario, su hermana pequeña terminaría sufriendo nuevamente.

-Entonces, ¿qué sugieres hacer?

-Creo que lo mejor sería hablar con ella en cuanto asome su nariz por la puerta de esta casa –contestó la aludida.

-¿Y qué le diremos?

-Que queremos saber qué demonios sucedió esta vez, que queremos que nos diga la verdad y no la mentira que ha estado sosteniendo todo este tiempo y si resulta que él es el culpable de su extraño comportamiento, juro que haré que se acuerde de nosotras por el resto de su vida.

-No debes ser tan agresiva –le recriminó.

-¿Ahora lo defiendes?

-No, simplemente me parece que mientras no consigamos que ella nos explique qué es lo que está pasando, no debemos adelantarnos.

-No tiene mucho que explicarnos. Por lo que puedo intuir, él la dejó nuevamente decepcionándola de tal forma que no es capaz de reconocerlo ante nosotras.

-No lo sé, tal vez sea cierto que está de viaje –reflexionó interrumpiéndose para llevarse la taza a los labios-. Tú sabes mejor que nadie que esos viajes de negocio se dan con frecuencia cuando se tiene un puesto importante y…

-Kasumi –le interrumpió bruscamente mientras giraba su rostro para encontrar el de su hermana mayor-. Sé perfectamente a lo que te refieres, pero en estas fechas yo jamás dejaría de lado a la persona más importante que tengo en la vida para concretar un negocio, por muy importante que éste fuese.

-¿Y si la empresa dependiera de ello, Nabiki? –insistió su hermana mayor-, ¿y si no podía dejar de viajar?

-No –repuso la mujer de castaña melena-, no. Esto me huele mal y Akane tendrá que decirme la verdad hoy. Diablos –exclamó alertando a su hermana mayor-, lo peor es que se lo advertí, le advertí a Saotome que si le hacía daño nuevamente, lo lamentaría.

-Pero, ellos se veían tan bien, tan felices, Nabiki.

-Y qué, las personas cambian de decisión de un día para otro. ¿Qué tal si el muy descarado sólo se estaba burlando de nuestra hermana?

-No lo creo –contestó rápidamente Kasumi, negando suavemente mientras depositaba la taza a medio beber sobre la encimera-. En un principio dude de él inclusive más que tú, Nabiki, y lo sabes, pero luego, al verlos juntos… fue esa magia que siempre los rodeaba incluso sin ellos notarlo lo que me convenció de que Akane estaba haciendo lo correcto al acercarse a Ranma y él… No, Nabiki, te puedo asegurar que Ranma está totalmente enamorado de Akane y no podría hacerle daño. No esta vez.

-Espero que tengas razón.

Nabiki no había terminado de decir la última palabra cuando un estruendoso sonido provocado por el golpe de una puerta azotándose contra una pared hizo que ambas hermanas dieran un brinco en donde se encontraban de pie y luego se miraran a los ojos buscando una explicación que ninguna de las dos podía dar a la otra.

Los apresurados pasos subiendo la escalera hacia el piso superior hicieron que las dos mujeres reaccionaran de la misma forma, esto es, avanzando aprisa y con curiosidad hacia el principio de la escalera.

-¿Akane, eres tú? –preguntó Kasumi mirando hacia arriba.

-Kasumi, ten por seguro de que si es un ladrón no te contestaría –ironizó su hermana menor apresurándose en subir.

La mayor de las Tendo frunció ligeramente el entrecejo, miró hacia la puerta abierta, avanzó, la cerró y luego giró sobre sus talones para subir calmadamente la escalera detrás de Nabiki.

Cuando llegó al piso superior, lo primero que llamó su atención fueron las preguntas que hacía una malhumorada Nabiki, aunque no escuchaba respuesta alguna a tales preguntas. Se fue acercando hasta la habitación de Akane, que era desde donde le llegaban las vociferaciones y se quedó intrigada en el quicio de la puerta observando la escena que se desarrollaba ante sus ojos.

-¿Qué se supone que estás haciendo?, ¿por qué estás empacando esa ropa? Contéstame por favor.

-No puedo hablar ahora, Nabiki, lo siento.

-¿Qué demonios está pasando? –preguntó olvidándose de la cortesía.

Pero al parecer, la chica no pensaba contestar a las preguntas de Nabiki, por lo que, ante la negativa de su interrogada, la chica de castaños cabellos se acercó a la mujer que seguía guardando distintos artículos en un improvisado bolso de viaje y tomó una de las asas del bolso. De inmediato su compañera detuvo lo que estaba haciendo y la observó conteniendo el aliento.

-Me tendrás que decir qué es lo que sucede si quieres que te deje seguir con tu labor.

-No puedo –contestó con culpa-, me quitaría tiempo explicarte lo que sucede y tiempo es lo que menos tenemos ahora.

-¿Tiene algo que ver con Ranma? –insistió Nabiki jalando el bolso al tiempo que su compañera jalaba del otro lado.

-Nabiki, por favor –rogó-, prometo que te contaré lo que sucede en cuanto regrese, pero ahora me están esperando y…

-¿Quién?

La mujer exhaló un suspiro y se percató de la presencia de Kasumi en la habitación. Sonrió antes de dirigirse a la mayor de las hermanas.

-Kasumi, ayuda a tu hermana a salvar su matrimonio –dijo dirigiéndole una mirada cargada de angustia-, ayúdala a ser feliz porque en estos momentos, esa felicidad se le está escapando de las manos.

-¿Dónde está Akane, Shaomei? –preguntó Kasumi con fingida serenidad-. ¿Se encuentra bien?

-Se encuentra bien, pero si tu hermana no me deja salir de aquí con sus cosas, no lo estará.

Fue todo lo que Kasumi necesitó escuchar para acercarse hasta donde se encontraban las dos mujeres tironeando del bolso como si se tratase de dos niñas e intervenir.

-Nabiki, deja que Shaomei haga lo que tiene que hacer. Akane confía en ella y yo también.

-Pero no sin que antes me diga qué demonios está sucediendo.

-¡Nabiki! –gritó la joven china-. Mi esposo está en camino dispuesto a detenerme porque escuchó una conversación que no debía escuchar y ahora piensa que Ranma le ha hecho daño a tu hermana y quiere… ¡Es complicado, Nabiki! –explotó finalmente la joven arrancando de las manos de Nabiki el bolso para terminar de empacar las pocas cosas que faltaban-. Sí, es la historia más complicada que he conocido en lo que llevo de vida pero si en verdad quieres ayudar a tu hermana, entonces tendrás que confiar en mí, dejar que me lleve esto y esperar a que regrese y les pueda contar toda la historia –dijo cerrando el bolso, cargándolo en uno de sus hombros y observando de forma desafiante a Nabiki.

-Está bien –accedió ella-, adelante.

-Gracias –contestó la mujer de largos cabellos haciendo una reverencia para luego salir de la habitación a toda velocidad, seguida por las dos hermanas-. Si todo sale bien estaré de vuelta muy pronto y espero que con buenas noticias.

-Sólo me importa que mi hermana se encuentre bien –dijo Kasumi cuando casi llegaban a la entrada de la casa.

-Estará bien si logra hacer lo que tiene pensado hacer.

Shaomei estaba a escasa distancia de abrir la puerta para salir del lugar cuando unos golpes y gritos la dejaron paralizada y con la mano extendida hacia el pomo de la puerta.

-¡Xiao-Mei! –gritaba la voz masculina del otro lado de la puerta-, ¡Xiao-Mei!, ¡dime en dónde encontrar a ese infeliz!, ¡sé que tú sabes en dónde se esconde esa sabandija!

-Diablos, es Mu-Tzu –dijo retrocediendo instintivamente-. No dejará que me vaya de aquí, malentendió las cosas y ahora está furioso con Ranma.

-La puerta de la cocina –dijo Kasumi de pronto-, rápido Shaomei.

La joven china le sonrió agradecida y corrió velozmente hacia la cocina. Segundos después, las hermanas escucharon el sonido que emitía la puerta al tocar la pared.

-Ve a cerrarla –dijo Nabiki sin quitarle la vista a la puerta principal-. Yo me encargo de él.

-¡Xiao-Mei! –continuaba Mousse-. ¡Debes decirme dónde está escondido! ¡Le advertí que si le hacía daño una vez más, lo pagaría muy…!

-¿Se puede saber por qué gritas tanto, Mousse? –interrumpió Nabiki abriendo la puerta.

-Busco a mi esposa, Nabiki.

-Pues debo informarte que ella no está aquí y si se encontraran mis hijos, te aseguro que mi recibimiento no hubiera sido tan pacífico como ahora.

-No me mientas, Nabiki –rebatió Mousse esforzándose por mirar al interior de la casa-. Sé que ella vino hasta acá y me está ocultando el paradero del desgraciado.

-Y supongo que el desgraciado es Ranma –comentó Nabiki.

-¿Quién otro podría ser?

Nabiki sólo se encogió de hombros y sonrió de medio lado mientras apoyaba su espalda en la pared.

-Yo sólo sé que estaba a punto de tomar una taza de té con mi hermana en la cocina aprovechando que estamos solas y que tú has llegado a interrumpirnos con tus molestos gritos y golpes.

-Nabiki, no tengo tiempo para conversar contigo –dijo Mousse tomando impulso para adentrarse en la casona- y si estas coludida para ocultarme…

El golpe fue sordo y Nabiki tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para no soltar una sonora carcajada.

Allí estaba, boca abajo y quejándose por la caída un dolorido Mousse que trataba de encontrar a tientas sus anteojos. Nabiki escondió disimuladamente el pie del que se había servido para hacerle una zancadilla al joven chino y se abalanzó para tratar de ayudarle a ponerse en pie.

-Oh, Mousse, lo siento. ¿Te hiciste daño? –preguntó inocentemente tomándolo del antebrazo-. Le dije a Akane que reparara la entrada porque alguien terminaría cayendo tarde o temprano y ya ves, ese alguien fuiste tú –terminó de decir sonriendo.

-Mousse, qué sorpresa –interrumpió Kasumi observando con curiosidad la escena-, justo ahora íbamos a tomarnos una taza de té, ¿te quedarás con nosotras? –preguntó con serenidad y una amable sonrisa en los labios.

-Kasumi… yo, vine a buscar a mi esposa.

-A Shaomei no la hemos visto, ¿verdad Nabiki?

La hermana menor de Kasumi se limitó a confirmar sus palabras con un movimiento de cabeza, luego se agachó y se puso inmediatamente de pie extendiéndole la mano a Mousse.

-Tus anteojos –dijo pasándole el objeto.

Mousse se puso los anteojos que le pasaba Nabiki y luego paseó la mirada de Nabiki a Kasumi y luego volvió a Nabiki, como si con aquel gesto pudiera confirmar la veracidad de la afirmación de ambas hermanas. Kasumi, siempre amable y serena no le inspiraba desconfianza, pero Nabiki... Se aclaró la garganta, tomó nuevamente los anteojos, los limpió con un extremo de su túnica y se los volvió a poner.

-Gracias y… -titubeó no del todo convencido-, perdón por el escándalo.

-Entonces, ¿no te quedarás con nosotras? –volvió a insistir Kasumi.

-No, quiero encontrar a Xiao-Mei y si no está aquí…

-Si la vemos, le diremos que la estás buscando –se apresuró a decir Kasumi.

-Sí, puedes confiar en que así lo haremos –complementó Nabiki poniendo su mano sobre el hombro de un confundido Mousse para darle unos golpecitos amistosamente en su espalda-, pero te aseguro que no ha asomado su nariz por esta casa.

-Bien –dijo el joven todavía dudando-, gracias y disculpen la interrupción.

-Al contrario, Mousse, perdónanos a nosotras por no haber sido de mucha ayuda –comentó Nabiki mientras hacía un gesto de despedida con la mano y observaba al joven de anteojos alejarse a toda velocidad-. Espero haber hecho lo correcto –terminó de decir observando a su hermana mayor mientras cerraba la puerta y recargaba todo el peso de su cuerpo en ella.

-Yo también –contestó Kasumi con un gesto de disimulada preocupación en su rostro-, pero algo me dice que esta vez hicimos lo que debíamos hacer.

-Sólo espero que Mousse no encuentre a Shaomei y que todo salga bien.

-Saldrá bien –afirmó Kasumi-, tengo la corazonada de que todo saldrá bien. ¿Terminamos esa taza de té?

-Sí –sonrió Nabiki-, terminémosla de una buena vez.

Ambas hermanas se introdujeron en la cocina para compartir una nueva taza de té, aunque en sus mentes no paraban de sucederse preguntas respecto a lo que habría sucedido con su hermana y lo que realmente sabía Shaomei, porque la actitud de Mousse daba para cualquier cosa, menos para permanecer impávidas como si nada estuviera pasando. Sólo rogaban que fuera lo que fuera, pronto la amiga de Akane se los pudiera comunicar y por el bien de todos, se tratara de buenas noticias.

R & A

La pareja de jóvenes ingresó apresuradamente a la gran casona, riendo y bromeando en voz tan elevada, que desde la cocina podían escucharse las carcajadas; en el interior, una anciana mujer esbozó instintivamente una alegre sonrisa cómplice.

Sus suposiciones habían sido las acertadas. Con la llegada de la joven a la gran casona para las celebraciones de fin de año, el joven señor de la casa había recuperado en algo su alegría y ya no eran tan frecuentes sus estados de melancolía y tristeza. No, ella, conociéndolo como lo conocía podía darse cuenta de que el joven señor lentamente volvía a ser el mismo de siempre y eso la tenía muy contenta.

Daba gracias todos los días a los dioses por haber previsto que él necesitaría a alguien como la alegre jovencita para superar el dolor que significaba perder a la mujer que amaba por segunda vez en su vida.

Ante tal pensamiento frunció levemente el entrecejo. No se tragaba la explicación que él había dado respecto a su rompimiento con su esposa. Ella los había visto y había detectado ese invisible lazo que parecía atarlos el uno al otro. No, ellos eran felices juntos, se necesitaban y eso no podía cambiar en tan poco tiempo, era imposible. Aún así, se alegraba de que al parecer, el joven señor se sentía mucho mejor y todo gracias a Yuzuki. Sonrió nuevamente y volvió a concentrarse en la preparación de la cena.

Mientras tanto, en el recibidor, la joven pareja se despojaba de sus abrigos y seguía charlando animadamente. Para la rubia mujer parecían muy lejanos los días en que había encontrado al joven de la trenza hecho un despojo humano encerrado en las cuatro paredes de su habitación. Sonrió con aquel pensamiento ya que habían bastado sólo tres o cuatro días para lograr que sonriera con espontaneidad y alegría.

-¿Qué? –preguntó Ranma-, ¿de qué te ríes ahora?

-Soy una excelente enfermera –contestó con simpleza-. Hace unos días parecías condenado a sufrir eternamente y mírate ahora, Ranma.

Él sonrió levemente y asintió un tanto avergonzado, lo que hizo que ella se sintiera todavía más orgullosa de su logro.

-Tienes razón –concedió el joven-, eres una buena enfermera y te lo agradezco. Te agradezco todo lo que has hecho por mí.

Ella lo observó seriamente por algunos segundos y luego soltó un suspiro de resignación.

-No se cómo pudo hacerlo de nuevo –dijo con sencillez.

-¿Hacer qué?

-Dejarte escapar, descuidarte, lastimarte, abandonarte y en dos oportunidades –afirmó con una mueca adornando su rostro.

Ranma iba a rebatir, pero la joven no lo dejó articular palabra.

-Sí, lo sé. Sé lo que vas a decirme pero, el que tú todavía la ames no significa que yo no pueda decir lo que pienso sobre ella o lo que hizo. Si yo hubiese sido ella, jamás te hubiera dejado escapar, Ranma –se interrumpió y sonrió ante la atónita mirada que le dedicaba el joven de la trenza-. ¿Qué?, sabes que soy franca y digo la verdad y es la verdad absoluta lo que estoy diciendo ahora, jamás te hubiera dejado escapar mi querido Ranma Saotome –puntualizó dando énfasis a la última frase-. Pero bueno, el destino no acierta en todas las cosas ¿no? Ahora vamos a comer, porque estoy segura de que nos han preparado un exquisito platillo y yo, muero de hambre.

Ranma se quedó allí de pie, observando a la joven de rubia cabellera avanzar decididamente a la cocina de la gran casona, su refugio en Kumamoto. Las últimas palabras que le había dicho Yuzuki todavía resonaban en su cabeza.

Cuántas chicas más le habían hecho un comentario semejante inclusive desde su temprana adolescencia, pero él había pasado por alto deliberadamente aquellos comentarios porque creía firmemente que sólo existía una mujer para él, aunque ahora no estaba tan seguro de ello. ¿Y si realmente decidiera olvidarla para siempre?, ¿y si intentara dar vuelta la página y convertir su amor por ella en un bonito recuerdo?, ¿y si ya había sido suficiente?

Exhaló un suspiro y encaminó sus pasos a la cocina. Tal vez más tarde le dedicaría tiempo a aquellas preguntas, por el momento, el sonido que emitía su estómago le indicó que no podría permanecer allí de pie haciendo caso omiso al delicioso aroma que expelía la comida preparada por Maeko.

R & A

Si le hubieran preguntado tres días atrás en dónde estaría el penúltimo día del año, ella nunca hubiera pensado contestar que se encontraría en donde se encontraba en aquel momento.

Observó por la ventanilla y sonrió levemente al recordar la apresurada decisión que había tomado inmediatamente después de terminar de hablar con la curvilínea modelo que había visitado a Ranma aquel día en que se había enterado de más verdades de las que estaba preparada para enterarse.

Fue gracias a la confesión de la escultural mujer que había tomado la decisión de volver a luchar por él, y gracias a la valiosa ayuda de la que consideraba su mejor amiga había podido emprender el viaje que pensaba, cambiaría su destino; ése que tanta gente se había empeñado en destruir durante toda su vida.

Así ideó su plan de acción y como otras veces lo había hecho en su vida, fue tras los pasos del que había sido, era y sería su gran amor.

Ahora bien, tomar la decisión había sido fácil y rápido, poner en práctica su plan, ésa había sido la mayor dificultad.

Ella no sabía conducir ni tenía vehículo, por lo tanto, el viaje en automóvil quedaba descartado de plano. Podía abordar un avión pero los boletos estaban agotados por las fiestas de fin de año, además, el clima no había sido para nada favorable y se había enterado de la suspensión se varios vuelos locales como internacionales. No, el viaje en avión también había quedado descartado casi de inmediato.

La última opción había sido un largo y tortuoso viaje en transporte público, haciendo cortos trayectos desde una localidad a otra y quedándose en pequeñas hostales para viajeros a pasar la noche. Sólo llevaba un pequeño bolso con tres mudas de ropa, algunos artículos de limpieza personal, sus documentos, algo de dinero en efectivo y por supuesto, el blanco sobre que había guardado con excesivo celo desde que saliera del Hospital en Tokyo.

No pudo evitar que su sonrisa se acrecentara y su corazón latiera con fuerza al recordar cada palabra de las que aparecían en el papel que contenía el sobre. Palabras técnicas y de poco significado para quien no las entendiera pero que para ella se habían convertido rápidamente en lo más importante en su vida; y es que ella jamás había imaginado que pasada la primera impresión, aquel sobre se convertiría en su bandera de lucha, en su razón para realizar ese sacrificado viaje, en su motivo para reconocer ante su esposo todos, absolutamente todos y cada uno de sus errores, porque aquel sobre era la confirmación tangible de que la dicha existía.

Llevó una de sus manos a su vientre todavía plano y suspiró. Sí, la dicha existía y ella la había experimentado cada día, a cada hora, a cada minuto y a cada segundo que recordaba que dentro de su vientre crecía aquel pequeño ser, fruto del amor de ambos. Era en momentos como aquel cuando el temor ante la reacción adversa de Ranma remitía, cuando la rabia por quien estaba segura había tendido la cruel trampa que los había separado parecía evaporarse, cuando las incomodidades pasaban a segundo plano y cuando la esperanza renacía en su corazón; la esperanza de ser feliz junto al hombre que amaría toda su vida y que había muerto el día en que se había enterado del supuesto engaño de él.

Una punzada de culpa se instauró nuevamente en el corazón de Akane al recordar las palabras que había dicho, las injustas acusaciones que había hecho y el gélido beso de despedida en aquella oficina.

Mordió su labio inferior y se obligó a concentrarse en el paisaje que se divisaba por la ventanilla, pero su mente se empecinaba en recordarle todo lo que había sucedido en aquellos días. ¿De qué otra forma podía haber reaccionado ella ante una prueba semejante?, estaba segura que de ninguna otra forma, no sin antes conocer los detalles que ahora conocía y otra vez la culpa punzaba en su pecho como una espina.

Sin querer se había dejado embaucar, sin querer se había dejado convencer por una mentira y sin querer lo había abandonado… otra vez. ¿Acaso ella no era capaz de cuidar aquel amor?, ¿acaso no era capaz de amar incondicionalmente?, ciertamente no lo sabía y esperaba que él, Ranma, le diera las respuestas que necesitaba a aquellas preguntas, porque él era al único hombre que ella había amado y el único al que había dañado con ese amor.

Suspiró nuevamente y luego sonrió al escuchar la mala entonación con la que el conductor del taxi que la llevaba por fin a la última parada de aquel largo viaje, cantaba la canción que tocaban en la radio. Pero no fue la voz del gentil hombre lo que realmente llamó su atención, sino la letra de la canción.

Coincidencia o no, la letra de la antigua canción la identificaba demasiado en aquel momento y ella se quedó largo rato memorizando la primera estrofa hasta que se atrevió a comentar la canción con el conductor.

-La letra de esta canción es bastante peculiar ¿no?

-Oh, disculpe si la molesté –se disculpó el amable señor-, pensé que…

-No me ha molestado en absoluto –interrumpió Akane.

-Es bueno saberlo –comentó el taxista sonriéndole por el espejo retrovisor-. No es necesario que le diga que cantar no es uno de mis atributos pero esta canción me agrada bastante.

-Sí –comentó la mujer de cortos cabellos-. La chica que la canta, es occidental, ¿no?

-Sí, aunque ya no es tan jovencita –rió el hombre-. Habla de cómo abandona la ciudad y viaja toda la noche para encontrarse con el hombre que ama aunque se pregunta si el hacerlo estuvo bien.

-Sí, escuché la letra, aunque no conocía la canción.

-A favor puedo decir que si una mujer hiciera algo así por mí, de seguro no la dejo ir jamás de mi lado.

Akane sólo sonrió ante tal comentario esperando que en su caso particular, algo como eso sucediera en verdad.

-Estamos a tres cuadras de la dirección que me indicó, señorita –comentó el taxista.

-Entonces, falta muy poco para saberlo –susurró Akane.

-¿Cómo dice?

-No, le daba las gracias por avisarme, señor –mintió-. Es usted muy amable.

-Bien, aquí es –dijo el taxista observando con curiosidad el entorno mientras detenía el automóvil.

-Sí, es aquí –asintió Akane.

Fue entonces cuando el miedo a lo que sucedería una vez se encontrara con Ranma frente a frente volvió a apoderarse de su ser. Mientras cancelaba el viaje, sintió cómo las piernas comenzaban a temblarle, la respiración a agitarse y el nudo en la boca del estómago se hizo presente nuevamente. Cerró y abrió los ojos rápidamente y se infundió valor mentalmente para bajar de aquel automóvil y enfrentar su destino de una vez, pero antes de abrir la puerta y como si una luz se encendiera en un recóndito rinconcito de su cerebro comenzaron sus cuestionamientos, ¿y si Ranma no la aceptaba, si no la perdonaba, si no escuchaba lo que tenía que decirle?, ¿qué haría?

Tal y como había tomado la decisión de emprender aquel viaje, se propuso dejar atados todos los cabos, sólo por si las cosas no funcionaban bien.

-Señor, ¿sería posible que me esperara aquí? –preguntó antes de bajar.

-¿Piensa devolverse enseguida? –contestó el hombre con otra pregunta.

-No lo sé, todo dependerá de cómo vayan las cosas –comentó-. En todo caso, le pagaré si no ocupo el servicio y… y decido… permanecer aquí por más tiempo.

-No hay problema, yo la esperaré aquí. Sólo deje que acomode mejor esta cosa –sonrió el taxista.

Una vez que hubo bajado del automóvil, Akane tuvo la impresión de que todo a su alrededor se detenía y que sólo ella se movía muy lentamente en un suelo que se asemejaba más a una inestable nube que a tierra firme y se le vino a la mente que una opción segura sería la de retroceder y huir lo más rápido posible de aquella casa que había conocido meses atrás.

Finalmente y deteniéndose un par de segundos ante el gran portón que cercaba la propiedad, decidió que no perdería nada con intentarlo; después de todo no había recorrido tantos kilómetros para luego devolverse sin saber el desenlace de su propia historia. Así que posó su mano sobre el portón y éste emitió un leve chirrido al abrirse lentamente.

-"Suerte la mía –pensó-, se encuentra abierto. Bueno, ya estás aquí, ahora sólo debes avanzar, pedir hablar con él, decirle lo que tienes que decir y esperar… sí, esperar. Es fácil, Akane –se decía a sí misma mientras avanzaba lentamente-. Es fácil, muy, muy, muy fácil… sólo hablar y… y no salir corriendo apenas lo veas frente a ti".

Para cuando se dio cuenta, ya se encontraba frente a la puerta principal de la casona. Extendió su temblorosa mano y golpeó un par de veces esperando una respuesta. Sin duda fue la espera más angustiosa de su vida.

Como no obtuvo respuesta de inmediato, volvió a golpear con mayor ímpetu y esta vez, los pasos que se dejaron escuchar del otro lado le indicaron que venía alguien a recibirla.

Rogó en su interior para que la persona que la recibiera en la puerta fuera uno de los dos ancianos que cuidaban de la casa y cuando finalmente el trozo de madera cedió ante sus ojos…

-Hola – fue lo primero que atinó a decir. El saludo había salido de sus propios labios, pero le resultaba difícil creer que había sido ella quien lo había puesto en palabras.

Luego de unos segundos que parecieron eternos en donde la cara de sorpresa de él contrastaba con la de preocupación de ella, Akane sintió que era el momento de hablar. Ya no había vuelta atrás y debía poner en palabras todos sus pensamientos y sentimientos.

-Yo… yo… -tartamudeó. Ordenar sus ideas y transformarlas en palabras estaba resultando más difícil de lo que desde un principio había sospechado. Se aclaró la garganta y continuó-. Yo, vine a ofrecerte una disculpa, Ranma.

Él parecía haber quedado sin habla, quizá producto de la impresión al verla allí frente a él, o tal vez era sólo que quería hacerle las cosas más difíciles de lo que ya eran por sí solas. Como fuera, ella siguió hablando con total humildad y casi sin darse tiempo para respirar.

-Sucede que me enteré de muchas cosas en estos días, cosas que no sabía y de las cuales en parte soy responsable. Mentiras y malentendidos que destrozaron mi mundo, ese mundo que creí haber perdido una vez, que recuperé y que me encontraba reconstruyendo junto a ti. Mi mundo soñado, Ranma y… y… ¡Diablos!, tenías razón, Ranma. Siempre tomo decisiones apresuradas sin escucharte, siempre me inclino a creer en los demás y no en ti, y siempre he sacado mis propias conclusiones sin esperar a saber la verdad; por eso no supe lo que le dijiste a Ukyo el día de nuestra boda, por eso te hice daño y te obligué a cargar con la culpa de nuestra separación por años y años mientras yo me lamentaba por el daño que tú me habías causado siendo que fui yo misma con mi terquedad la que me causé tal daño y además, ahora que te había recuperado y que todo iba bien, preferí creer en un total y absoluto desconocido antes de creer en ti y fue muy doloroso… fue tan inmensamente doloroso enterarme de la verdad de labios de tu amiga Heiko y ya no la culpo porque fue ella quien me ayudó a recuperarme y decidirme a venir aquí y fue todo tan tonto, ¡una trampa tan estúpida en la que caí fácilmente!... y te alejé de mí por segunda vez sin darte la oportunidad de probarme que lo que decías era verdad y resultó que sí era verdad y ahora yo…-se interrumpió de pronto y azorada levantó la vista para encontrar la mirada de él, pero luego volvió a bajar su mirada para enfocarla en el piso- Yo hice este viaje para pedirte que me perdones por lo estúpida que he sido durante todos los años que te conozco, por lo terca, intransigente y ciega que he sido al no ver que la mayor parte del tiempo fui yo quien te empujé a hacernos daño mutuamente y fui yo quien no supe cuidar de este amor y… y… sólo quiero que me perdones, Ranma –interrumpió su acelerado discurso y levantó nuevamente sus ojos anegados en lágrimas para buscar los de él.

El joven de la trenza la observaba estupefacto, apoyando una de sus manos en el quicio de la puerta y sin salir de su impresión. Y es que simplemente no podía creer que la tuviera ahí frente a él, con un enorme abrigo invernal color rosa, diciéndole todas esas cosas.

-Se supone que al reconocer algunas de mis culpas tú deberías abrazarme y decirme que todo estará bien –habló nuevamente Akane completamente avergonzada-, por lo menos eso es lo que sucede en las películas… Yo, quiero saber si… tendré una tercera oportunidad para cuidar del amor que siento por ti.

Ranma la observó por unos segundos. A pesar de lo abrigada que se encontraba, notaba perfectamente que temblaba de pies a cabeza y esos ojos… ¡Dios, cómo había extrañado esos ojos color chocolate!... esos ojos que ahora se encontraban empañados por lágrimas contenidas y que esperaban ansiosos una respuesta de su parte. Esbozó una tenue sonrisa de medio lado antes de contestar.

-No puedo creer que hayas venido hasta acá, sola, con este frío y en vísperas de año nuevo a ofrecerme una disculpa.

Ella no supo cómo reaccionar ante aquella frase, se llevó impulsivamente una de sus enguantadas manos a la altura del vientre, frunció levemente el entrecejo y contuvo el sollozo que estaba próximo a salir de sus labios. Mordió su labio inferior y formuló la pregunta.

-¿Hice mal?

Con el alma pendiendo de un hilo esperó una respuesta.

Pero la respuesta nunca llegó a sus oídos porque de inmediato retrocedió espantada y se precipitó corriendo camino a la salida como si hubiese visto a un fantasma.

Y es que al escuchar la frase que provenía de detrás de Ranma y al ver la figura femenina que la había dicho, se dio cuenta de que ya era demasiado tarde para reconstruir un futuro junto a él, porque él había estado reconstruyéndolo, pero al parecer, ella ya no estaba en sus planes.

-¡Mierda! –gritó Ranma ofuscado al salir tras su esposa y resbalar en el camino de piedrecillas que ese día había amanecido congelado por la escarcha-, ¡mierda!, ¡mierda!, ¡mierda! –siguió gritando mientras ingresaba raudo a la casa y se calzaba para tratar de alcanzar a Akane.

-Sólo pregunté si te sentarías con nosotros, Ranma. No es para que te enojes tanto –dijo ofendida Yuzuki a un lado del joven de la trenza.

-¡Y cómo quieres que no me enoje si acabo de perder la oportunidad de recuperar a mi esposa! –gritó fulminando con la mirada a una sorprendida chica de dorados cabellos-. ¡Estaba aquí, Yusuki, aquí frente a mí!, ¡yo sólo debía abrazarla y decirle que todo estaba bien y ahora…! ¡Mierda!

-¡Síguela! ¡Alcánzala ya, Ranma! –se apresuró en decir la joven-. No debe estar lejos de aquí.

La joven de rubia cabellera no tuvo que seguir insistiendo porque Ranma había salido a toda velocidad de la casa, corriendo como no recordaba haberlo hecho en años, desesperado por alcanzar a Akane y lograr que se detuviera.

Lo que nunca imaginó fue que al abrir el portón y salir a la calle, ella había desaparecido y sólo se divisaba un automóvil alejándose a gran velocidad. Sin pensarlo dos veces, corrió de regreso a la casona, empujó la puerta principal y desestabilizó a Yuzuki quien todavía se encontraba junto a la puerta al pasar corriendo en busca de las llaves de su automóvil.

La joven se quedó observando el portón de la casa después que Ranma hubiera abandonado la casona nuevamente, en cualquier momento lo vería salir en su automóvil persiguiendo al sueño de su vida materializado en forma de mujer. Tan concentrada estaba en la escena que se desarrollaba ante sus ojos que no se percató de la presencia de la anciana que había llegado a su lado hasta que ella habló.

-¿Qué sucedió, Yuzuki?

-Ella está aquí –contestó dibujando una alegre sonrisa en su rostro para voltearse a ver a su interlocutora-. Akane estuvo aquí y él acaba de salir tras ella.

-¡Por todos los dioses! –exclamó la anciana totalmente sorprendida llevándose las manos a la boca.

-Sí, los dioses deberán actuar con rapidez esta vez si quieren arreglar todas las tonterías que han cometido con esos dos –rió la chica.

-No hables así, Yuzuki. Sabes que no me gusta.

-Lo sé –asintió la chica-, pero en verdad creo que los dioses últimamente no han favorecido a Ranma.

-Ya deja de emitir juicios que no te corresponden, jovencita –rebatió la anciana frunciendo el entrecejo-. Bueno, será mejor que nos sentemos de una vez antes que se enfríe la comida.

La joven asintió con un movimiento de cabeza y cerró la puerta tras de sí, para luego seguir a la anciana hasta la cocina.

R & A

Cuando salió de la casa, inmediatamente supo que sería una difícil misión dar con el paradero de su esposa. No le había dado ninguna información referente a cómo diablos se las había apañado para llegar hasta ahí y para cuando pudo salir tras ella, el automóvil que había divisado momentos antes había desaparecido como si se lo hubiera tragado la tierra sin dejar ni una sola pista de la dirección que había tomado.

Entonces y sin una idea clara del accionar de Akane, comenzó a pensar en lo que hubiera hecho él de estar en el lugar de su esposa, pero eso jamás había funcionado antes, así que comenzó a barajar distintas opciones hasta decidirse sólo por una.

La manera más fácil de acceder desde Tokyo a Kumamoto siempre sería un vuelo en avión, reflexionó, y Akane se veía tan desesperada que tal vez y sólo si la suerte estaba de su lado, hubiera decidido volver de inmediato a Tokyo, así que tomó la ruta que llevaba directamente al aeropuerto de la ciudad.

Mientras conducía, iba repasando cada una de las palabras que había escuchado decir a su esposa y se recriminaba mentalmente por su torpeza en reaccionar ante tamaña confesión. Todo hubiera sido mucho más simple si él la hubiera levantado de la estabilidad del suelo apenas escuchó la palabra "disculpa" salir de su boca y jamás la hubiera dejado escapar nuevamente, pero no lo había hecho y ahora se sentía desesperado buscándola ciegamente.

Fue entonces cuando sucedió; el recuerdo de una remota conversación sin importancia mantenida meses atrás apareció como por arte de magia para refrescarle la memoria y con ello, darle la pequeña esperanza que necesitaba para encontrarla.

Condujo hasta encontrar la primera señalización que le permitiera cambiar de dirección y emprendió un nuevo recorrido.

Si estaba en lo cierto, si su presentimiento era el correcto, si su memoria no le fallaba y si conocía bien a su esposa, ella no estaría de camino a Tokyo como había pensado con anterioridad; no, ella se quedaría por algún tiempo muy cerca de allí, tratando de calmarse, ordenando sus ideas y recuperando fuerzas para emprender el viaje de regreso a casa.

Sonrió al comprender que aquel sería el lugar perfecto al que ella concurriría para esconderse y posteriormente huir como siempre hacía. Cuando finalmente llegó a su destino, bajó de inmediato del automóvil y se precipitó buscando con la mirada hasta divisarla.

Sólo un milagro de los dioses lograría que estuviera en lo correcto y diera con el paradero de Akane.

-"Por favor –se dijo a sí mismo mientras avanzaba escudriñando el lugar-, por favor, que se encuentre aquí".

En su rostro se dibujó una sonrisa triunfal cuando reconoció el abrigo rosa y la corta melena negro azulada de una frágil mujer que permanecía de pie aferrándose a la barandilla de uno de los puentes del jardín Suizenji, con la mirada perdida en el paisaje y un bolso descansando a sus pies.

Se acercó lentamente y sin hacer el menor ruido para no alertarla de su presencia en el lugar. Cuando estuvo a una distancia de tres metros, notó la vulnerabilidad y tristeza que reflejaba aquel rostro femenino. Sintió la imperiosa necesidad de correr y abrazarla fuertemente, pero se contuvo de hacerlo y en cambio, acortó la distancia hasta quedar justo a espaldas de ella.

Descansó su cuerpo en la barandilla contraria a la que ocupaba Akane y se quedó allí, de brazos cruzados, sin emitir ningún sonido, sólo observando cómo los cortos cabellos de su esposa se mecían a merced del viento invernal.

-No dejaste que contestara a tu última pregunta, Akane –dijo finalmente armándose de valor.

Notó cómo el cuerpo de la mujer se estremecía, luego se tensaba y posteriormente volvía a relajarse. Escuchó atentamente hasta que distinguió una susurrante frase.

-No hacía falta, sabía que cabía la posibilidad de que yo ya no perteneciera a tu mundo –contestó finalmente encogiéndose de hombros-. Es una chica muy linda.

Él cerró los ojos tratando de contener la rabia que comenzaba a crecer en su interior al escuchar aquellas palabras.

-Sí, es muy linda –contestó fríamente-. Puedo preguntar cómo llegaste a Kumamoto.

-Eso ya no tiene importancia. Sólo espero que olvides todo lo que dije y dejemos las cosas como están. Será lo mejor.

-Akane…

-Sólo déjalo, Ranma –le interrumpió y fue entonces cuando no pudo contener por más tiempo el llanto y sollozó.

-¿Qué pasó con lo de tomar decisiones apresuradas y sacar tus propias conclusiones antes de creer en mí? –cuestionó haciendo caso omiso a la punzada de dolor y culpa que se había instaurado en su corazón al verla sollozando de espaldas a él-. Akane…

-Creo que será mejor que me vaya de una vez –evadió la pregunta tomando el bolso que conservaba a sus pies-. No debí venir aquí.

-¡No puedes huir otra vez, Akane! –gritó Ranma estampando un manotazo en la barandilla del puente que ocupaban estremeciendo la precaria estructura de madera-. He tenido que aguantar tus acusaciones desde que teníamos dieciséis años, he tenido que desmentir cosas que nunca he hecho, he tenido que tragarme comentarios que rozan en la ridiculez para estar contigo y tú lo único que haces es dudar de todo y escapar cuando la situación te supera.

-No estoy escapando, sólo te dejo el camino libre para que estés junto a quien decidas estar –pronunció Akane con tristeza.

-No escuchas, ¿verdad? –murmuró Ranma-. Te niegas a escuchar lo que digo, te niegas a comprender las palabras que salen de mi boca.

-Debo irme, se hace tarde y quiero volver a casa.

-¡Tú no te mueves de aquí! –demandó más enérgicamente de lo que hubiera querido.

Akane dio un pequeño brinco, cerró los ojos y apretó los puños antes de darse la vuelta para encarar a su esposo.

-¡Si quiero irme ahora, me iré! –exclamó con rabia apenas contenida-. ¡Me iré de aquí al quinto infierno si quiero hacerlo y tú no podrás impedírmelo, Ranma!

-¡Inténtalo! –le desafió él.

Ella frunció el entrecejo, giró sobre sus talones y comenzó lo que creía, sería una loca carrera para escapar de aquel hombre, pero Ranma siempre había sido mas rápido que ella y sus reflejos eran envidiables. Así se lo demostró una vez más cuando al quinto paso que dio con dirección a la salida, él la capturó de la cintura aprisionándola en un abrazo.

-¡Suéltame o armaré un escándalo del que te arrepentirás por el resto de tu vida, Ranma!

-¡Has lo que quieras, pero no pienso soltarte! –contestó sosteniéndola con mayor energía-. ¡No pienso dejar que escapes otra vez!

-¿Por qué? –cuestionó ella ahogando un sollozo mientras dejaba de luchar y relajaba su cuerpo-. ¿Por qué me haces esto?

-Porque te amo –susurró él cerca de su oído aflojando también su abrazo-. ¿Esa no es razón suficiente para ti?

-Por favor, Ranma –dijo ella con un hilo de voz-, déjame ir.

Él pareció pensarlo por un momento antes de soltarla finalmente. Ella se estabilizó e intentó caminar algunos pasos con la intención de alejarse de allí para siempre, pero la voz profunda de su esposo consiguió detenerla una vez más.

-¿No quieres saber quién es la chica que viste en casa? –espetó-. Se llama Yuzuki y es la nieta de Kenjiro. Vino a visitar a su abuelo por las fiestas de fin de año y está esperando que hoy llegue su esposo desde Osaka. Nos conocimos desde muy jóvenes y nos hicimos amigos, me ha ayudado mucho estos días para recuperarme del dolor que sentí al ver cómo por algo que no hice se destruía mi mundo por completo.

El silencio, en otras ocasiones tan necesario y agradable, esta vez era un compañero poco grato para las dos personas que se encontraban de pie en los alrededores de un poco frecuentado jardín Suizenji.

-Diablos, Akane –dijo Ranma finalmente-. Llegas a mi casa diciéndome que te perdone por todas las estupideces que has cometido y luego cometes otra estupidez incluso más grande al huir así como así sólo por sacar conclusiones apresuradas.

Ella se desestabilizó y por poco cae de rodillas al suelo al conocer de labios de Ranma la verdadera identidad de la joven que había visto con él, pero antes que pudiera caer, sintió el cálido abrazo en el que era envuelta nuevamente. No pudo soportarlo y comenzó a llorar tal y como si de pronto se hubiera convertido en una niña pequeña.

-Kenjiro… -logró articular débilmente-, es… la nieta de… Kenjiro…

-¿Me creerás esta vez, Akane?, ¿creerás que lo que digo es cierto?

Un sollozo ahogado fue su única respuesta y el abrazo de Ranma se hizo más evidente al sentir la cercanía de su cuerpo encerrándola como si realmente él intentara impedir que ella se evaporara en sus manos.

-¿Quieres escuchar mi respuesta a tu pregunta? –susurró en el oído de su esposa. Ella asintió con un movimiento de cabeza-. Sí, tendrás una tercera oportunidad para que ambos cuidemos de este amor. Te necesito a mi lado, Akane, te necesito como nunca necesité nada en mi vida.

-También yo –respondió ella conteniendo el llanto.

En menos de un segundo se encontraba mirando directamente a esos ojos azulados que la observaban con ansiedad. Sostenida por Ranma ya no sentía temor, ya no sentía debilidad, ya no sentía soledad.

Él le sonrió y levantó una de sus manos para secar sus lágrimas.

-También te ves linda cuando lloras –dijo todavía sonriendo.

-Fue hace tantos años –comentó ella emocionada-, la misma frase… han pasado tantos años.

-Muchos –complementó él-, pero sigue siendo verdad.

Ella se abrazó a él, escondiendo su rostro en su pecho y soltando las últimas lágrimas de felicidad.

-Lo haremos bien esta vez –comentó Ranma cerrando los ojos-. Permaneceremos juntos y será para siempre.

-Sí –contestó ella-, yo... he tenido suficiente –terminó de decir exhalando un suspiro.

-¿Suficiente de mí? –preguntó él.

-No –negó con un suave movimiento de cabeza-. He tenido suficiente de partes incompletas en mi vida, suficiente de estar sin ti… he tenido suficiente dolor al no tenerte a mi lado y ya no quiero sufrir más. ¿Te quedarás a mi lado para siempre aunque sea una tonta?

-Para siempre –afirmó él sonriendo levemente-. Y no eres una tonta, ambos lo somos.

Ella abrió los ojos al escuchar la frase y una sonrisa se formó lentamente en su rostro. Sí, eran un par de tontos que al parecer, debían aprender a amar y eso, con el tiempo, con paciencia y por sobre todas las cosas, juntos, aprenderían a hacerlo.

Y ella levantó su rostro buscando esos ojos azules que la hacían soñar, y él se perdió en los orbes castaños que le daban la energía para vivir y sus bocas se acercaron acortando la ínfima distancia que las separaba y sus labios se reclamaron mutuamente fundiéndose en un beso tan esperado que fue insuficiente para ambos, porque habían sido días de penurias, de tristeza y añoranza y un sólo beso no podía aplacar la sed incesante que sentían las dos personas que en aquel jardín sellaban implícitamente el pacto de permanecer juntos para siempre y hasta que el destino no dijera lo contrario.

Y allí permanecieron, uno en brazos del otro sin querer apartarse porque les parecía que al hacerlo, volverían a sufrir. Pero así como todo inicia, también debe terminar y Akane sintió que era el momento de poner fin a ese romántico momento con la información que había guardado para sí y que ahora estaba segura, podía compartir con su esposo sin miedo al rechazo.

-Hum, Ranma –dijo en un susurro recostada tal y como estaba en el pecho de él.

-Sí –contestó él sin abrir sus ojos, disfrutando de la cercanía de ella, de su perfume y de su voz.

-Yo… debo decirte algo –balbuceó Akane-. Algo importante

-¿Qué? –inquirió él comenzando a preocuparse nuevamente-. No me asustes con tus cosas importantes, Akane.

-No sé si es para asustarse pero… -dejó la frase en el aire antes de armarse de valor para continuarla-. Es necesario que sepas que, ya no somos nosotros.

Él la separó suavemente, la observó intrigado por unos instantes que parecieron eternos y sin entender sus palabras, cuestionó con una significativa mirada. Ella sólo sonreía alegremente hasta que lentamente tomó una de las manos de él y la acercó a la altura de su vientre.

-Hay alguien "más" viene en camino, Ranma –dijo sin dejar de sonreír-, y está creciendo dentro de mí.

Fue como si le hubieran arrojado un balde de agua fría sobre su cabeza. No podía responder, no podía hablar, no podía coordinar pensamiento lógico. Por ello y ante tal reacción, Akane se asustó y sintió la necesidad de llamar su atención.

-Ranma, ¿te sientes bien?

-¿Quieres decir que… seré… pa…paa…

La palabra simplemente se negaba a abandonar sus labios y él no podía hacer nada más que mirar a su esposa ansiosamente.

-Seremos padres –afirmó Akane totalmente sonrojada-. Yo no quería que te enteraras de esta forma pero ya que…

La frase fue interrumpida al verse sorprendida por unos brazos que la alzaron del suelo y que luego la hicieron girar un par de veces en el lugar en donde se encontraban.

Cuando al fin fue depositada suavemente en el suelo, se vio sorprendida nuevamente por unos labios que reclamaban los suyos con avidez. Cerró los ojos y correspondió a aquel beso con la misma necesidad que le demostraba su esposo.

Ya tendrían tiempo para conversar, ya tendrían tiempo para explicarse muchas de las cosas que habían vivido durante aquellos días, ya tendrían tiempo para preocuparse del futuro, porque en ese momento sólo había espacio para ellos y la felicidad que parecía haber regresado con creces a sus vidas.

Cuando lograron separarse, no hubo necesidad de decir nada; él recogió el bolso de ella, la tomó firmemente de la mano e hizo que avanzara hacia la salida del jardín.

-Vamos, nos están esperando en casa y esta noche debemos celebrar.

-Entonces, ¿no te parece sorpresiva la noticia? –quiso saber ella. Él se encogió de hombros mientras seguía avanzando.

-Es lo que siempre quise escuchar –dijo por respuesta-, que me dijeras que seríamos padres. Llevo tiempo esperando que lo dijeras.

Ella se abrazó a su antebrazo y avanzó con una sonrisa que no cabía en su rostro. Cuando subieron al automóvil y se dispusieron a alejarse del lugar, él volvió a hablar.

-Luego me contarás cómo es que descubriste todo eso de la trampa y lo de Ukyo y…

-¿No podemos dejarlo en el pasado? –interrumpió pensando en que fuera como fuera Genma Saotome, no quería delatarlo ante su hijo. Además, todo había resultado tan extraordinariamente bien que sentía que no era el momento de arruinarlo con más confesiones y recriminaciones-. ¿Quizá dejarlo para más adelante?

-Está bien –concedió- Lo dejaremos para más adelante. Lo importante es que estamos juntos nuevamente y que tendremos un hijo –se interrumpió y sonrió ampliamente-. ¡Un hijo! ¡Dios, mi propio hijo!

-¡Nuestro hijo! –rebatió ella acercándose para encender la radio del vehículo.

-Ganas de nuevo, nuestro hijo –afirmó él-. ¿Cómo le pondremos? ¿Es niño o niña? ¿Ya le podemos comprar ropa y esas cosas? ¡Y una cuna!, con esas pequeñas figuritas que dan vueltas y tocan música y…

-Ranma, tranquilízate –rió Akane-, el bebé está muy pequeñito. En estos momentos debe ser del tamaño de la mitad de tu dedo pulgar y no, todavía no se puede saber el sexo.

-¿Tan pequeño? –preguntó con desilusión.

-Ajá.

Un nuevo silencio esta vez cargado de complicidad se instauró entre la pareja, sólo interrumpido por la canción que se escuchaba por la radio.

And when I see you then i know it will be next to me
And when I need you then I know you will be there with me
I'll never leave you

Just need to get closer, closer
Lean on me now
Lean on me now
Closer, closer
Lean on me now
Lean on me now

-Pero… sería bueno comenzar a elegir los nombres –continuó Ranma.

-Ranma, ya tendremos tiempo para eso –rió Akane.

Él también rió. Había recuperado lo más preciado que tenía en la vida y ahora estaba seguro de que nada podría salir mal. Estaban juntos y tendrían un hijo, ¿qué otra cosa podía pedir?

-Te extrañé, ¿sabes?

-Yo también –contestó ella.

-Nunca más vuelvas a dejarme… No lo soportaría.

-No lo haré. Soy feliz a tu lado y eso es lo más importante para mí.

-Es bueno tenerte cerca.

-Es bueno permanecer cerca de ti.

And when I see you then i know it will be next to me
And when I need you I know you will be there with me
I'll never leave you

Durante el resto del camino primó el silencio dentro del automóvil. Tendrían toda una vida para conversar, toda una existencia para compartir y ambos lo sabían. En ese momento sólo querían disfrutar de la compañía mutua y de saber que se habían recuperado el uno al otro, que sanarían sus heridas, que olvidarían el pasado y que construirían un futuro juntos, como siempre habían querido y tal vez… lograrían ser más que ellos mismos.

Eso sólo el destino podría decirlo. Por lo pronto, habían decidido enfrentar todo lo que tuvieran que enfrentar juntos, por siempre y para siempre, mientras conservaran un hálito de vida en sus respectivos cuerpos.

R&A

Fin, He Tenido Suficiente.


Notas finales:

1.- Y así, después de dos años de un maravilloso y no menos complicado camino llega a su fin esta historia que llevó por nombre "He tenido suficiente."

Me alegra haber terminado por fin de escribir y aunque siempre estuvo pensado este final, soy muy conciente de que tal vez a más de alguien no acabó de gustar, pero bueno, es lo que hay y lo que ésta, su humilde servidora, siempre quiso entregarles.

2.- Por qué he puesto "Fin, He tenido suficiente" se preguntarán. La respuesta es bastante simple, porque muchas veces y al terminar un libro me pregunto qué pasará con las vidas de los protagonistas una vez terminada la historia y se me ocurrió que como autora podría seguir relatándoles la vida en pareja de estos dos. Así que, quien quiera embarcarse conmigo en la continuación de esta historia en lo que se llamará "More than Us" será bienvenido.

Ahora, no quise crear una segunda parte independiente porque me ha sucedido que a veces voy a leer una historia y al ver que dice "leer XXXX antes", se me quitan las ganas de intentarlo, así que "More than Us" será algo así como una pequeña historia dentro de otra historia (no sé si se entiende).

De más está decir que quien quiera quedarse con este final, no está obligado a leer la pequeña continuación que pretendo llevar a cabo.

3.- Siento mucho el no contestar personalmente a los reviews que me dejaron durante el último capítulo que entregué, pero al ver que ya había pasado tanto tiempo no quise hacerles esperar más por una publicación, así que, he dejado la contestación a sus reviews pendiente de momento.

Ahora, esto no quiere decir que no pueda agradecerles aquí a tods y cada un de quienes hicieron posible esta historia con sus comentarios, sus peticiones y sus alientos para seguir con la historia.

Paso a agradecer a quienes comentaron en la anterior entrega: A Shakka-DV, Zurita Saotome, Belli, ELOWYN3, KohanaSaotome, thelmin, IramAkane, Faby Sama, Rutabi de Saotome, Hatoko Nara, Kary14, Agadea, Sissi79, Arashi Ayukawa, RyA Die Rose der Leidenschaft, hitoki-chan, Ivonne-18, Gata de la Luna, Akima-06, Preust, usaguitendo-saotome, ranmamaniaca, lerinne, AkaneKagome, Nia06, Sakura Saotome Haddok, Jacquesita Saotome, daniel04, Dark-yuki, Sauma Sakura, Yuna Lockheart, diana carolina, jany, Amafle, N.N(mi niñ, no dejaste el nombre, pero da igual. Mil gracias amig ^^), Yngvi Rene, susyakane, Livia, Blandy, the mystic poethry, Mussainu, Marialejita, mirian martinez, cahito hot mail, animary, SweetRock, pandoritas, Aryam Shields Masem, La Tigresa dj y mirian, muchísimas gracias por darse el tiempo de dejar un review (alguns más de uno). Saben que sin ellos es muy difícil para una como autora el seguir adelante, así que ¡muchísimas gracias! (seguro contestaré personalmente a quienes tenga la oportunidad de hacerlo, pero paciencia… primero era la entrega del capítulo ¿no?).

A quienes están conmigo desde el primer capítulo que publiqué una tarde de mediados de mayo de 2009, a quienes se incorporaron en el camino, a quienes conocí gracias a esta historia, a quienes la agregaron a sus alertas, a sus favoritas como historia y a mí como su autora, a quienes no dejaron de alentarme para continuarla ya sea aquí en ffnet, como en el blog, o a través del face, a quienes puedan ir incorporándose de ahora en más y a quienes la lean una vez que ya pase a engrosar la lista de las historias completas publicadas en esta página, muchísimas gracias.

En verdad, no me cansaré nunca, nunca, nunca de agradecerles su apoyo. Creo que alguna vez comenté que jamás había creído que justamente ésta historia tendría el apoyo que obtuvo, pero irónicamente, la misma historia se encargó de demostrarme lo contrario. Todavía no me explico qué fue lo que gustó tanto, pero sea lo que sea que haya sido les agradezco infinitamente a quienes ya sea con un comentario, con diez comentarios o con uno (o quizá varios) por cada capítulo, me hicieron feliz y lograron que me esforzara cada día más por escribir mejor.

Un beso y como creo que ya "han tenido suficiente" de mí por un rato, nos encontramos en la secuela de esta historia o en alguna otra… el tiempo lo dirá.

Gracias por todo y a todos, hasta pronto y...

¡Buena suerte!

Madame de La Fère – Du Vallon.

Septiembre de 2011.