- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato, algo así como "extras"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.


"More than us"

R & A

Cuando ingresó al lugar, éste se encontraba atestado de gente. Unos iban y venían llevando platos, vasos y cubiertos; otros preparaban y daban los últimos detalles a los deliciosos platillos que se habían elegido para ser servidos en aquella especial celebración; otros seguían instrucciones y también las daban a sus compañeros como si de un ejercito se tratase, pero todos, absolutamente todos parecían someterse a la supervisión de una sola persona. Una mujer que permanecía de pie en la puerta de la cocina, observando, dando su opinión y asintiendo cada vez que algo le parecía bien ejecutado.

Ese día todo debía salir perfectamente bien y ella así se lo había propuesto, puesto que era un día importantísimo para la familia. Una celebración que se había preparado con mucha antelación y de la cual ella había tomado toda la responsabilidad.

A sus espaldas, otra mujer de ojos marrones la observaba a escasa distancia, orgullosamente sorprendida de la seriedad con la que se había tomado su papel de organizadora de ceremonias. Sí, pensó la dueña de la gran casona familiar elegantemente vestida con su kimono ceremonial observando a la mujer de largos cabellos castaños probar uno de los platillos que le fue presentado y asintiendo después, ella era la mejor para esas tareas y se lo había demostrado tantas veces que ya no podía recordarlo.

Suspiró complacida y siguió observándola con admiración…


Capítulo III

"Lecciones para ser una buena esposa"

Los acontecimientos habían sucedido demasiado rápido en su opinión.

En poco tiempo su relación se había quebrantado, había sido reparada, se había fortalecido y ahora disfrutaba de excelente salud.

Todavía no podía creer que finalmente se encontrara casada ante los ojos del mundo entero con quien siempre había querido, desde que lo conociera años atrás como una inquieta pelirroja cargada por un panda gigante.

Sonrió al espejo que tenía en frente y ajustó su abrigo; a veces extrañaba la aparición inoportuna de la pelirroja y se sentía tentada de pedirle a su esposo que dejara de tomar el pequeño comprimido químico que dejaba a la pelirroja encerrada en su cuerpo de varón, pero se arrepentía de inmediato cuando la idea venía a su mente puesto que sabía cuán importante era para él, el no transformarse nunca más. Sabía que su esposo tenía una obsesión con el tema.

Su esposo, pensó; qué raro se escuchaba. Todavía no se acostumbraba al hecho que, a pesar de llevar tiempo de casados en secreto, ahora para todo el mundo eran marido y mujer. Ranma era su esposo y ella se había transformado en la señora Saotome, otro apelativo al que no lograba acostumbrarse.

Tomó la bufanda de un pequeño mueble en donde había permanecido y se la ajustó al cuello. Se encontraba lista para salir a su cita.

Cuando llegó al inicio de la escalera pudo escuchar el sonido emitido por el entrechocar de porcelana que provenía del piso inferior. Sonrió y negó con un movimiento de cabeza.

Supo enseguida a qué se debían aquellos sonidos y se apresuró en bajar las escaleras para reunirse con quien había dejado en la cocina de la gran casona esperándola, y no precisamente encargándose de poner en orden los utensilios que se habían ocupado para el desayuno.

Sonrió al llegar a la cocina y encontrarse con esa imagen tan familiar; la mujer le daba la espalda y secaba con un paño una serie de platos, tazas y cuencos que luego depositaba ordenadamente en la alacena correspondiente, tarareando una canción.

Akane se recargó sobre su hombro a un costado de la puerta de entrada a la cocina y se quedó observando a su hermana. Un sentimiento de nostalgia la inundó de inmediato al ver los gráciles y coordinados movimientos que la mayor de las Tendo ejecutaba con una maestría que había adquirido gracias a los muchos años que llevaba practicando esa misma rutina.

Su hermana mayor, aquella que había cuidado de ella con esmero y celo desde que su progenitora había muerto; la niña que se había convertido en dueña de casa por obligación para sacar a la familia adelante; la hermana que se había transformado en lo más cercano a una madre que pudo llegar a tener nunca. Suspiró quedamente llamando la atención de Kasumi, quien se volteó de inmediato y sonrió dulcemente como siempre hacía.

-Te dije que no era necesario que te encargaras del desorden de la cocina, Kasumi –le regañó cruzándose de brazos en la misma posición en la que se encontraba.

-No pude evitarlo –dijo su hermana dejando el paño sobre la encimera-. Es que este lugar…

Dejó la frase incompleta, observó a su alrededor y suspiró. Su hermana pequeña sonrió.

-Sí, lo sé –concedió paseando ella también la mirada por el cuarto-. Logra recordarte tiempos pasados, ¿no?

-Sí. Lo que fuiste y lo que llegaste a ser gracias a ese pasado.

-Nunca…

Akane se interrumpió, dudando si era el momento y el lugar de poner en palabras lo que por tantos años había guardado para sí.

-¿Qué? –preguntó Kasumi acercándose un poco hasta donde permanecía su hermana.

-¿Nunca te arrepentiste, Kasumi? –inquirió Akane buscando la mirada de su hermana-. Es decir, tenías tu propia vida, hermana, sin embargo renunciaste a muchas cosas… por nosotras, por cuidarnos a mí y a Nabiki.

-Alguien tenía que hacerlo –contestó su hermana dulcemente.

-Sí, pero, no necesariamente tenías que ser tú –rebatió Akane.

-¿Hubieras preferido que papá volviera a casarse? –preguntó Kasumi enarcando graciosamente una de sus cejas.

-No, sí… no lo sé –se contradijo la mujer de corta cabellera azulada-. Quizá no casarse pero… tal vez hubiera encontrado a alguien y tú no hubieras tenido que encargarte de todo sola.

-Aunque no lo creas, el encargarme de todo yo sola fue mi decisión y no me arrepiento de haberla tomado.

-¿Tuya?

-Sí. –afirmó Kasumi acortando la distancia que la separaba de su hermana-. No debes acordarte demasiado bien de todo lo que vivimos pero, cuando mamá nos dejó, la casa pareció morir con ella. Papá no estaba preparado para hacerse cargo de tres niñas tan distintas y creo que nunca lo estuvo –rió suavemente secundada por su hermana-, fue cuando me propuse no dejar que ustedes pagaran las consecuencias de vivir sin una madre.

Kasumi hizo una pausa y apoyó sus manos en los hombros de su hermana menor.

-Yo me prometí que haría lo que fuera para que ustedes crecieran y no tuvieran que extrañar tanto la presencia de nuestra madre. Sé que no lo conseguí del todo porque hasta el día de hoy, yo misma la extraño, pero juro que me esforcé al máximo, Akane. ¿Hice bien?

-Mejor que bien, Kasumi –contestó abrazándose a su hermana mayor-. Nadie lo hubiera hecho mejor que tú, hermana.

-Me alegra saberlo. –dijo Kasumi devolviéndole el abrazo a su hermana-. Y la respuesta a tu pregunta es no, nunca me arrepentí de haber renunciado a algunas cosas por encargarme de dos niñas revoltosas. Eso ayudó a que me convirtiera en la mujer que soy ahora, en la madre y esposa que siempre quise ser.

-Y gracias a que te sacrificaste por nosotras, yo me convertí en la mujer que soy ahora –concedió Akane separándose para ver a su hermana a la cara-. Y por eso te estaré eternamente agradecida, Kasumi.

-Ya, ya –dijo Kasumi alejándose de su hermana-. Será mejor que nos vamos o me harás llorar con tus comentarios.

Salió de la cocina rápidamente con la excusa de ponerse su abrigo, pero lo cierto es que Kasumi tuvo que hacer esfuerzos sobre humanos para no dejarse llevar por sus propias emociones y estallar en llanto delante de su hermana menor. La conversación mantenida con su hermana pequeña había vuelto a remover recuerdos que ella atesoraba muy dentro de su corazón y el saber que su hermana le agradecía por todo lo que ella le había podido entregar no hacía otra cosa que confirmar que desde un principio había tomado la decisión correcta. Ahora las tres hermanas eran adultas y tenían una vida resuelta que parecía hacerlas felices. Ella no necesitaba nada más para saber que el sacrificio que había hecho por la familia había sido recompensado con creces.

-¿Nos vamos? –preguntó su hermana menor asomando su cabeza por donde se encontraba Kasumi ensimismada en sus propios pensamientos.

-Sí. –contestó llevándose una de sus manos al rostro para limpiar las posibles lágrimas que pudiera haber dejado escapar de sus ojos-. Voy enseguida.

Se puso rápidamente el abrigo y encaminó sus pasos hacia la salida con una sonrisa en el rostro. Su hermana la secundó y abandonaron la gran casona familiar, riendo y conversando amenamente como tantas veces lo habían hecho con anterioridad.

Cuando llegaron al lugar, Akane suspiró y Kasumi la observó sonriendo comprensivamente.

-No es nada especial, Akane –dijo tomándola del antebrazo para conseguir que su hermana menor avanzara junto a ella-. Verás que aprenderás rápido.

-No tengo tanta seguridad en conseguirlo, Kasumi.

-Para eso estoy aquí, para ayudarte a conseguirlo.

-Pero nunca antes pude, ¿qué te hace pensar que ahora será diferente?

-Las ganas que tienes de lograrlo y el saber que Ranma está a tu lado sin las complicaciones y niñerías de antaño –sonrió Kasumi-. ¿Me equivoco?

-Supongo… -titubeó-, supongo que no.

Avanzaron lentamente por la calle, juntas y en silencio hasta que Kasumi se detuvo a escasa distancia de donde se vislumbraba uno de los primeros puestos que visitarían.

-Ante todo, tienes que aprender a escoger –aleccionó Kasumi a su hermana menor-. Debes saber que quienes atienden aquí son muy amables, pero querrán venderte de todo y ocupando el medio que sea. De eso viven y deberás aprender a decir que no muchas veces, pero siempre con amabilidad. No queremos que luego te atiendan mal o traten de venderte productos de mala calidad.

-Pero cómo sabré…

-Tranquila. Te enseñaré mis propios trucos. –dijo guiñándole un ojo.

Avanzaron por la calle en donde ya se dejaban ver los primeros puestos y un gentío compuesto mayoritariamente por mujeres que avanzaban deteniéndose de vez en cuando en alguno de aquellos puestos.

Los saludos no se hicieron esperar. Todos allí parecían conocer a Kasumi y la saludaban amablemente. Tanto comerciantes como clientas sonreían cuando las hermanas se cruzaban con ellos e intercambiaban un par de palabras con la mayor, observando con curiosidad a Akane, quien se sentía nerviosa y fuera de lugar allí, demostrando su falta de experiencia con sus gestos y acciones.

-Buenos días, Kasumi –fue el afectuoso saludo de un hombre de unos sesenta años, regordete y de cabello plateado-. ¿Qué puedo ofrecerte hoy?

-Buenos días. –saludó Kasumi sonriendo-. Hoy necesito algo especial.

-Hummm, ¿tenemos celebración? –rió el hombre.

-No –contestó la mujer-, pero me preguntaba si me dejaría desarrollar una clase práctica en su local.

El hombre observó a Kasumi con curiosidad y algo de sorpresa, aunque luego se fijó en quien se encontraba tras ella. Una mujer de corta cabellera azulada que observaba todo alredor como si los productos que allí se exponían fueran a saltar para atacarla en cualquier momento. Sonrió.

-Por supuesto, Kasumi –asintió sabiendo de antemano las intenciones de su mejor clienta ya que ella le había conversado en una ocasión anterior de su intención de instruir a su hermana recién casada-. Claro que puedes.

Kasumi agradeció con una sonrisa y el amable señor las dejó un momento solas para atender a otras señoras que llegaban a su establecimiento con intenciones de comprar.

-Bien. –dijo Kasumi aplaudiendo una vez para llamar la atención de Akane-. ¿Qué es lo primero que harías si tuvieras que comenzar tu compra?

-No lo sé –respondió Akane algo confundida, pero recuperó la compostura al ver la mirada extrañamente amenazante de su hermana mayor-. Supongo… supongo que le entregaría el listado de lo que quiero al dependiente y…

-No, eso es lo que no debes hacer nunca –interrumpió Kasumi negando con su dedo índice para dar énfasis a sus palabras.

-¿Entonces?

-Entonces, te acercas al puesto en donde venden lo que quieres comprar y escoges tú misma lo que necesitas.

-Pero, ¿y si alguien se molesta? –preguntó como si fuese una niña pequeña.

-Pides disculpas, dices que no sabías que no estaba permitido elegir los productos y buscas otro local.

Akane asintió y observó a su alrededor. Había allí todo tipo de frutas y verduras de la estación; todo ordenado y distribuido de modo que llamara la atención de la clientela.

-Ven –dijo Kasumi acercándose a un cajón con verduras-. Dependiendo de lo que quieras cocinar, comprarás la verdura que necesites. No es bueno comprar cosas en exceso porque luego, si no las ocupas, las perderás.

Akane asintió con un movimiento de cabeza y miró directamente hacia las verduras que se le presentaban. Se veían todas iguales, así que pensó que sería fácil escoger un poco de eso y algo de aquello para satisfacer a su hermana. Acercó su mano y tomó lo primero que alcanzaron sus dedos; un manojo de verdes y largos tallos coronados por pequeñas esferas blancas.

-Sí –concedió Kasumi-, necesitarás cebollines para el platillo que queremos preparar, pero el hecho que todo se vea igual no significa que no puedas escoger lo mejor.

-¿Cómo supiste? –inquirió su hermana asombrada de que Kasumi hubiera descubierto su pensamiento anterior.

-Fue lo que yo pensé la primera vez que me tocó elegir la verdura –sonrió encogiéndose de hombros-. Esos que tienes en la mano no están nada mal, pero si observas con atención, hay otros manojos que tienen mucho mejor aspecto como… -hizo una pausa escrutando con la mirada el cajón donde permanecía la verdura y apartó unos cuantos-. Como éstos, por ejemplo. Están más limpios, se notan más tiernos, sus hojas más verdes y las cabezas son de buen tamaño.

Akane inclinó la cabeza hacia un lado y comparó el manojo de verdura que sostenía en su mano con aquellos que había apartado Kasumi. Suspiró decepcionada.

-Tienes razón, se ven de mejor calidad.

-Vamos, no te desanimes –la alentó su hermana-. Probemos otra vez.

Kasumi indicó un cesto y Akane vio con pesar que estaba repleto de setas silvestres. Miró a su hermana en busca de apoyo y ésta le indicó con un movimiento de cabeza que se acercara a elegir las que considerara adecuadas.

Akane, temerosa como alguien que no hubiese estudiado nada y tuviera que rendir un examen de suma importancia, finalmente se acercó al cesto y comenzó a elegir minuciosamente las setas.

Kasumi permaneció a su lado sin decir nada, solo observando lo que su pequeña hermana estaba haciendo. Cuando Akane creyó haber terminado con su elección, levantó la mirada expectante y se encontró con el sonriente rostro de Kasumi.

-No fue tan difícil después de todo ¿no?

-Quieres decir… Lo hice… ¿bien? –dijo arqueando una ceja, no del todo convencida.

-Aprendes rápido cuando tienes la intención de hacerlo –contestó Kasumi asintiendo-. Solo hay un pequeño detalle. Deberás elegir el doble de lo que tienes en la bolsa porque con eso no alcanzará.

-Sí. –contestó Akane con renovado entusiasmo ante las palabras de su hermana.

Luego de que pusiera unas cuantas setas más dentro de la bolsa, Kasumi dirigió su mirada hacia las hortalizas. Una bandeja llena de zanahorias esperando ser escogidas por las manos inexpertas de una joven dueña de casa.

Así fue como aquella mañana Akane tuvo que esforzarse al máximo para retener la información que Kasumi desde hacía tanto tiempo quería transmitirle respecto a economía doméstica y a cómo debía hacerlo para llevar con éxito una casa.

De más está decir que no resultó nada fácil para las mujeres compartir aquella experiencia puesto que la alumna muchas veces se dejaba llevar por su propio instinto desacatando las lecciones de su maestra, y la maestra no estaba dispuesta a tranzar en cuanto a la calidad de los alimentos que ella pensaba, serían la mejor elección.

Así las cosas, fue un arduo trabajo para ambas mujeres conseguir imponer su criterio ante un asunto tan simple como ir de compras, pero finalmente, la maestra se dio por satisfecha de los avances que había logrado su alumna y para cuando decidió que era hora de volver a casa para seguir con la lección, ambas se fueron sonrientes y totalmente complacidas de lo que habían logrado.

Kasumi había conseguido que su hermana aprendiera a diferenciar y a escoger de buena manera, además de seguir instrucciones sin perder la paciencia; y Akane había obtenido lo que creía serían sus primeras armas en ese gran desafío que se había autoimpuesto para llegar a convertirse en una buena esposa.

Cuando llegaron a la casona se dirigieron directamente a la cocina, riendo y charlando animadamente.

Kasumi buscó inmediatamente el reloj que pendía en una de las paredes de la espaciosa habitación y asintió en silencio al comprobar que en realidad no habían tardado demasiado y llegaban con buen tiempo para preparar lo que había pensado enseñarle a su hermana como primera lección.

Así pues, se pusieron manos a la obra.

Delicadamente, Kasumi trataba de ir orientando a su hermana en la preparación de los alimentos que utilizarían para confeccionar los platillos que ese mismo día compartirían con toda la familia, ya que Nabiki aún se encontraba en Nerima junto a sus dos hijos; solo su esposo había vuelto a Hong Kong para poner en orden sus vidas en la isla. Ya estaba absolutamente decidido que Nabiki y su esposo tomarían en sus manos la dirección de la Black Ryu Company para facilitarles la vida a los recién casados.

Ranma había planteado la idea puesto que nunca se había sentido cómodo con el papel que debía desempeñar en la dirección de su propia empresa y tal como se lo había comentado a Akane, quería que alguien que sí disfrutara del vertiginoso mundo de los negocios lo relevara y así poder dedicarse a una vida tranquila junto a su esposa, como siempre había querido.

Por supuesto que no había sido fácil convencer a nadie en la familia, pero Ranma no era un hombre que se diera por vencido tan fácilmente, así que, después de mucho insistir y conversar seriamente con su cuñada y el esposo de ésta, ellos habían aceptado la oferta.

Todos ganaban en cierto sentido, pero la mayor alegría se la había llevado Kasumi, puesto que cumpliría el sueño de tener a sus dos hermanas cerca nuevamente y lo más importante, felices.

Así pues, ese día habían quedado en almorzar todos juntos en la vieja casona; Nabiki y su familia, Kasumi y los suyos; Akane junto a Ranma como los anfitriones que eran y la madre de Ranma. Solo faltaría a la cita Genma Saotome quien se había excusado aduciendo un compromiso importante e irrenunciable.

Kasumi se encontraba explicándole a Akane cómo debía cortar las verduras cuando se percató del rostro de concentración y angustia de su hermana.

-¿Qué sucede, Akane?

-No lo lograré –contestó trozando con fuerza desmedida las últimas zanahorias que tenía cerca-. No sé para que te esfuerzas en enseñarme si sabes que no lo lograré.

-Akane, cálmate y deja esa zanahoria en paz. Parece que quisieras asesinarla.

-Lo ves, nunca lograré hacer un platillo apetecible –dijo derrotada arrojando el cuchillo con fuerza al lavaplatos.

-Sabes cocinar, Akane. Yo misma te enseñé cuando se quedaron solos en esta casa con papá.

-Lo básico… y no del todo bien. –rebatió observando los dispares trozos de verdura que tenía en frente-. Mira esto, es un desastre. –continuó tomando un diminuto pedazo de zanahoria para compararlo con uno muchísimo más grande.

-No puedes aprender a cocinar un platillo tan complicado en un solo día –le regañó su hermana.

-Apuesto a que tú sí pudiste.

-Somos distintas.

-Sí –concedió-, lo somos y debería abandonar la estúpida idea de aprender a cocinar. Es evidente que nunca lo conseguiré, es evidente que no sirvo para esto. No sirvo para ser una verdadera esposa.

-¡No digas tonterías! –se exaltó Kasumi.

Akane levantó la cabeza asustada ante el repentino grito de su hermana mayor y se quedó observándola en silencio. Kasumi enfrentó la mirada de su hermana, dejó a un lado el cuchillo que estaba ocupando y puso ambas manos en los hombros de Akane.

-Lo que dices es el disparate más grande que te he escuchado decir en años –dijo de la forma más seria que fue capaz-. El que te cueste más de la cuenta aprender a preparar un plato de mayor complejidad no quiere decir que no estés preparada para convertirte en una buena esposa.

-Siempre me dijeron que si no sabía cocinar, no podría ser una buena esposa –contestó Akane mirando el suelo que pisaban ambas en la cocina.

-¿Quién?

-Bueno… -titubeó.

La verdad era que ella misma así lo creía y se había convencido de que aquella premisa era la verdad absoluta.

Kasumi soltó un suspiro y relajó su cuerpo.

-Akane, mírame –dijo dulcemente-. ¿Crees que el ser esposa es solo cocinar, lavar y preocuparte de que la casa esté siempre ordenada?

La mujer de cortos cabellos azulados no supo qué contestar. Hasta ese momento había dado por hecho que aquello era fundamental para llevar un buen matrimonio, pero nunca se había planteado que quizá hubiera otros aspectos de la vida de casados que fueran de mayor importancia. Calló esperando la respuesta de su hermana mayor.

-Una casa no se mantiene sola, tú lo sabes –continuó Kasumi-, pero ello no significa que eso sea lo único que importa para que tu matrimonio funcione. La confianza, el cariño y la fortaleza de ambos es lo fundamental para que un matrimonio sea feliz y logre perdurar. Tendrán problemas, diferencias, alegrías, fracasos y tristezas que deberán afrontar juntos, ¿y tú sigues creyendo que lo más importante es servirle un plato de deliciosa comida a Ranma? Perdóname, Akane, pero si es así, significa que realmente eres una cabeza hueca.

Akane se quedó pasmada al escuchar las palabras de su hermana mayor. Hasta ese momento no había pensado en todo lo que Kasumi le había dicho, y si lo había hecho, no le había dado la importancia que realmente tenía.

-¿Crees que mi matrimonio ha estado exento de problemas y dificultades, hermana? Pues no, reconozco que mi esposo es un excelente compañero, para mí es el mejor, pero no todo ha sido un jardín de rosas en nuestra vida juntos. Las rosas son lindas, pero pinchan y te hacen daño si no tienes cuidado con ellas, por lo tanto, hay que saber cómo cuidarlas. El matrimonio es básicamente lo mismo; es bello pero muchas veces los problemas que encuentras en el camino te sobrepasan, te hacen daño y hay que saber sortearlos, juntos.

Akane asintió en silencio y esperó a que su hermana siguiera hablando. No sabía por qué sentía un enorme nudo en la garganta y unas incontenibles ganas de ponerse a llorar.

-¡Qué importa si solo puedes preparar tres o cuatro platos correctamente! Hay muchas mujeres que no saben cocinar platos elaborados y aun así se las arreglan bastante bien. Ni siquiera Nabiki cocina, Akane –rió Kasumi de pronto-. Entonces, ¿crees que voy a dejar que digas que no serás una verdadera esposa solo porque la primera vez que intentas hacer un platillo sofisticado, no lo consigues como te gustaría?

-Yo… es que yo quería…

-Y lo harás, Akane –le interrumpió su hermana tomándole el mentón para que Akane la observara directamente a los ojos-. Con paciencia y perseverancia conseguirás hacer los mejores platillos de toda Nerima –terminó de decir Kasumi con una sonrisa sincera en el rostro.

Akane también sonrió pero sus ojos se llenaron de lágrimas que en segundos escurrían libremente por sus mejillas.

La reacción desconcertó a su hermana mayor quien no alcanzó a reaccionar cuando ya tenía los brazos de Akane rodeándola en un fuerte abrazo.

-Y tú seguirás enseñándome, ¿cierto, hermana?

-Por supuesto –dijo Kasumi devolviendo el abrazo con emoción-. Todos los días te acompañaré y te enseñaré así nos pongamos viejas hasta que logres lo que quieres.

Akane soltó una carcajada y se acercó aún más a su hermana mayor.

-Eso espero –susurró cerca del oído de Kasumi-, porque pronto no será solo Ranma quien tenga que comer lo que cocine.

Kasumi se separó de Akane cuestionándola con la mirada.

-Vas a ser tía, Kasumi –dijo Akane con total naturalidad.

Luego de la impresión que le causaron las palabras dichas por Akane, Kasumi sonrió y pronto la sonrisa se transformó en una risa casi histérica mientras abrazaba a su pequeña hermana.

De pronto todo encajaba para la siempre serena Kasumi y se percataba que los temores de Akane iban más allá de la simple preocupación por no saber cocinar bien.

Su hermana se convertiría en madre y debía estar muy asustada por el cambio que ello significaba puesto que para cualquier mujer, la maternidad era un sinónimo de muchos cambios en la vida.

-¡Cuándo pensabas decírmelo, Akane! –cuestionó Kasumi separándose de su hermana para mirarla al rostro con ojos llorosos.

-Hoy, durante el almuerzo –confirmó Akane tomando las manos de su hermana entre las suyas-. Queríamos que todos estuvieran presentes, pero he decidido que mereces saberlo antes porque además de ser mi hermana, también eres mi mamá… o lo más parecido que tengo a una.

Se quedaron un momento en silencio, solamente mirándose una a la otra y en aquel silencio se prometieron sin decirlo, que se ayudarían mutuamente como siempre habían hecho.

Era cierto que la vida en pareja te daba muchas alegrías y satisfacciones, como la llegada de un bebé. Pero también era cierto que debías estar preparado para las dificultades. Kasumi lo sabía por experiencia y estaba decidida a guiar a su hermana en lo que pudiera y para Akane, esa sería una valiosa ayuda.

Durante el transcurso de sus vidas iban a poner en práctica los consejos y enseñanzas que compartirían de ahora en más y seguramente lo harían más de una vez, aunque claro, de momento ninguna de las dos podía saberlo, así que se abrazaron una vez más y rieron juntas con el corazón rebosante de alegría.

-Te felicito, Akane –susurró Kasumi sin poder dejar de sonreír-. No sabes cuánto me alegra el enterarme de que serán madre.

-Gracias. –contestó la aludida.

-Serás una excelente madre, de eso estoy totalmente segura.

Nuevamente sonrieron en complicidad hasta que Kasumi se llevó una mano a los labios.

-¡Oh, Dios! –exclamó asustada-. Mira la hora y no hemos terminado de hacer el almuerzo. Ven, debemos continuar pelando y picando estas cosas.

Kasumi se movía por la cocina a una velocidad que sorprendió a Akane, pero que sin embargo, la hizo sonreír.

Se acercó a su hermana con cautela y continuó haciendo lo que ella le había pedido que hiciera cuando habían comenzado a cocinar.

Sin temor, sin prisa y sin fuerza desmedida, Akane fue trozando las verduras. Quizá no fueran todos los trozos iguales y uniformes, pero la joven mujer estaba decidida a vencer en la cocina tal y como trataba de hacerlo en la propia vida. Ya no era una niña, era una mujer y pronto se convertiría en madre, un desafío mucho mayor. No podía dejarse vencer por unas cuantas verduras y unos trozos de carne y pescado.

Sonrió y siguió concentrada en lo que hacía, sin percatarse de la orgullosa mirada de soslayo que le lanzaba su hermana desde un costado.

Ese día y sin decirlo con palabras, ambas habían hecho una especie de trato, una promesa para toda la vida; se apoyarían mutuamente en todo, puesto que eso era lo que normalmente hacía una madre con su hija y viceversa, y ellas se habían percatado de que esa era exactamente la relación que las unía, porque ambas querían que así fuera.

R & A

-¡Ah!, Akane, ahí estás –dijo Kasumi acercándose a su hermana quien continuaba observándola desde la puerta de la cocina-. Quiero que decidas qué servirán primero los camareros –continuó tirando de su hermana por la manga del elegante kimono que llevaba puesto para introducirla en la cocina-. Yo había pensado que podían… ¿sucede algo? –inquirió al percatarse de la mirada un tanto ausente de su hermana menor.

-Nada de qué preocuparse, Kasumi.

La mujer de largos y castaños cabellos sonrió dulcemente.

-Entonces, ¿por qué me miras con esos ojos?

-Son los únicos que tengo, Kasumi –sonrió ganándose una mirada de desaprobación por parte de su hermana mayor-. No pasa nada, Kasumi, en serio.

-Y yo soy la emperatriz –contradijo Kasumi de forma irónica-. A ti te pasa algo. Te conozco y esa mirada es de preocupación.

-Tienes razón –asintió Akane finalmente-, estoy preocupada por ella y por lo que le espera.

-Akane, ella es totalmente feliz y lo seguirá siendo. Eso te lo aseguro.

-Hace muchos años, en esta misma cocina me diste los consejos más importantes que pudiste haberme dado alguna vez, hermana. –reconoció Akane-. Solo me pregunto, si yo he sido tan buena consejera para ella.

-Lo has sido, lo eres y lo seguirás siendo –contestó Kasumi posando una de sus manos en el antebrazo de su hermana-. Eres una excelente madre y ella tiene mucha suerte de tenerte a su lado.

-Pero…

-Ella lo sabe –interrumpió Kasumi-. Ha puesto en práctica todos tus consejos, aunque a veces no te lo haya demostrado.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque me lo ha dicho –dijo encogiéndose de hombros-, y además, se siente orgullosa de los padres que tiene.

Akane sonrió emocionada y Kasumi se llevó un dedo a los labios para indicarle que era un secreto.

-No le comentes nada de lo que te dije.

-No lo haré. Gracias, Kasumi.

-Ahora, ¿puedes ayudarme a decidir…?

-No, confío plenamente en ti. Eres la mejor, Kasumi.

Kasumi sonrió delicadamente y recibió con agrado el beso que depositó su hermana en su mejilla derecha.

-La mejor –repitió Akane separándose de su hermana para emprender el camino de vuelta-. Te quiero mucho, hermana y te doy las gracias por todo lo que has hecho por mí.

Akane salió rápidamente de la habitación sin darle la posibilidad a Kasumi para contestar, aunque ésta última solo fue capaz de sonreír con emoción por unos escasos segundos viendo como su hermana menor se perdía de vista entre el gentío.

Dio un aplauso para despejarse y apartar sus emociones y volvió a su tarea. Había un montón de detalles que afinar para que el banquete de celebración saliera a la perfección y ella era la responsable de que así fuera.

Haría que su hermana se sintiera orgullosa de ella, una vez más.


Notas finales:

1.- Creo que este capítulo no es de los mejores pero sí tiene ese enfoque un tanto familiar que de vez en cuando me gusta entregarles.

Supongo que ahora queda totalmente claro que la "celebración" a la que estamos invitados y de la cual todos nos encontramos participando (personajes, lectores/as y autora) no se trata de la boda de Ranma y Akane, sino de otra celebración muy especial en la vida del matrimonio y gracias a la cual nos irán contando, mediante sus propios recuerdos, todo lo que han vivido hasta llegar a ese momento en especial. ¿Se entiende? Espero que sí.

2.- Hoy no pretendo aburrirles con tanta palabrería y también quiero pedirles disculpas a quienes me dejan sus reviews constantemente porque no los pondré en los "créditos" en estas notas (aunque sí pienso hacerlo en la próxima entrega). La razón es simple, hoy se cumplen cuatro años desde que una tarde de mayo publiqué el primer capítulo de la historia que empezó con el nombre de "He tenido suficiente" y culminará (eso espero) con el nombre de "More than us".

Cuatro años puede significar mucho o poco tiempo dependiendo de cómo se mire, lo cierto es que jamás llegué a imaginar que a estas fechas, seguiría sacando capítulos. Es más, no sé si alegrarme de continuar con el proyecto después del tiempo que ha pasado, o recriminarme y deprimirme porque ha pasado demasiado tiempo y todavía no lo termino.

La verdad es que, el que la historia cumpla cuatro años hoy me deja con sentimientos encontrados pero… no por ello dejaré de escribirla. Tengo muchas ideas todavía en mi cabeza para compartir con quienes leen lo que escribo y, mientras pueda hacerlo, seguiré publicando hasta llegar a ese ansiado final que ya ha tomando forma en mi cabeza y se encuentra escondido en un cajoncito de mi memoria, esperando el día de ver la luz.

Así que, solo quiero agradecer a quienes siguen conmigo leyendo este fic puesto que sin ustedes, esta historia jamás hubiera cumplido cuatro años y por ello les estoy muy agradecida.

Siempre lo he dicho, para mí los comentarios son muy importantes. Me alientan, me ayudan a seguir escribiendo, me inyectan energía y me ayudan a corregir lo que está mal y/o paso por alto, pero por sobre los comentarios, para mí es más importante el saber que lo que escribo es leído. Con eso ya me doy por inmensamente satisfecha.

Sin más que agregar que un infinito: ¡gracias por seguir aquí!

Espero sacar el siguiente capítulo muy pronto y así, seguir celebrando nuestro cuarto aniversario. Este escrito y su autora les agradecen enormemente el que, a pesar de los años, sigan regalándonos un poquito de su tiempo al leernos.

Como siempre, un abrazo y buena suerte!

Madame De La Fère – Du Vallon.