- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato, algo así como "extras"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.
"More than us"
La costumbre que había heredado su esposa de plantar un árbol toda vez que un miembro de la familia se iba para siempre sin posibilidad de retorno en un principio se le había antojado algo peculiar, por decirlo de algún modo.
Cuando ella le había contado la historia del árbol de cerezo que había plantado su padre con motivo del fallecimiento de su madre y luego, al relatarle que ella misma había realizado aquel ritual cuando el señor Tendo había muerto, él había pensado que era una bonita costumbre; un gesto que ayudaba a mitigar el dolor de la perdida y a recordar los buenos momentos que habían vivido juntos.
En aquella época jamás imaginó que él realizaría el mismo ritual y que un árbol crecería en el jardín de la casona; un árbol que había escogido él mismo; un árbol que había plantado con sus propias manos y que ahora se erguía orgulloso dejando que el viento meciera sus verdes hojas.
Observó hacia el fondo del patio.
Cuando todo había sucedido, él había pensado que lo correcto era plantar aquel árbol alejado de los cerezos que ya llevaban años creciendo juntos en la casona. Supuso que a los señores Tendo no les molestaría compartir el espacio de su árbol conmemorativo, pero él había pensado que el pequeño árbol que había elegido debía crecer solo, porque la persona a quien representaba y en memoria de quien iba a ser cuidado pertenecía a otra familia.
Veintisiete años habían transcurrido ya desde aquel día y a él le parecía que no hubieran pasado más que unos cuantos meses.
Se acercó al orgulloso cedro que crecía saludable en el patio de la casa. Todavía había tiempo para volver adentro y prepararse para partir a la ceremonia; por lo menos nadie había ido a buscarlo aún, así que se permitió ir hacia el árbol y reflexionar unos momentos en soledad.
Cuando llegó a la altura del cedro, sonrió con melancolía y posó una de sus palmas en el tronco del árbol casi acariciándolo y apreciando su textura. Escuchó el trino de los pájaros que se detenían a descansar en sus ramas y observó hacia arriba. Había un nido. Lo sabía porque lo había visto días atrás y se alegró al contemplar las pequeñas cabecitas de las aves pidiendo la atención de su madre.
El ave observaba a sus crías y les proporcionaba el alimento de a poco, tal y como lo haría cualquier padre o madre con sus hijos.
Una sombra de pesar pareció nublarle la vista y se obligó a contemplar el tronco del árbol en el que seguía apoyando una mano.
-"Como un padre con su hijo" –pensó sonriendo de medio lado para posteriormente, dejar caer su brazo al lado de su cuerpo.
Ya tenía más de cincuenta años, había pasado mucho tiempo desde que había plantado aquel árbol y sin embargo, la tristeza todavía se hacía presente de vez en cuando.
La tristeza de una perdida irreparable…
Capítulo IV
"El árbol más bello"
La mañana se había presentado bastante fría. Un cielo amenazante moteado de grises nubes dispuestas a descargar con fuerza el agua contenida en ellas enmarcaba un paisaje típico de invierno en la gran ciudad.
Tokio, a pesar de toda la modernidad con la que contaba no escapaba a los problemas climáticos de un frío y duro invierno. Él lo sabía y había sido el motivo principal para pedirle; no, más bien, exigirle a su esposa que permaneciera en la casona que se había convertido en su hogar.
Su esposa. Qué bien se escuchaba esa palabra.
Y es que simplemente él no se cansaba de alardear de su matrimonio con Akane. Estaba tan contento que ni siquiera le habían preocupado las innumerables notas de prensa que le dedicaban algunos párrafos indicando el extraño comportamiento de uno de los empresarios jóvenes más codiciados de todo Japón, puesto que nadie podía explicar desde cuándo había mantenido un romance secreto con su asistente, cómo había decidido casarse tan repentinamente y lo más contradictorio, por qué había abandonado el mundo de los negocios para radicarse en una antigua casona del barrio de Nerima junto a su esposa.
Todo aquello no le interesaba en lo más mínimo puesto que ahora contaba con la posibilidad de llevar la vida que siempre había querido, junto a Akane, cuidando de su familia, practicando la disciplina que tanto amaba y en un futuro próximo, enseñando a las nuevas generaciones. Qué más podía pedirle a la vida. Se consideraba un hombre afortunado, feliz y completamente enamorado.
Pero para llegar a ese punto había tenido que recorrer un largo camino que por ventura, sentía que estaba llegando a su fin.
Esa misma mañana había concurrido a la Black Ryu Company para presentar a Nabiki a los empleados que trabajaban para la empresa. La hermana de Akane había asumido su papel con el aplomo y la confianza que siempre le había caracterizado. Al observar cómo se desenvolvía con total naturalidad dentro de la empresa, no le cupo la menor duda de que había tomado la mejor decisión.
Así pues, y luego de una agitada mañana en la empresa, ahora se encontraba vagando por el centro de la ciudad.
Hacía mucho tiempo que no salía simplemente a caminar por ahí y le había parecido una buena idea, aunque la razón principal de que estuviera recorriendo las calles sin rumbo fijo ni apuro en realidad se debía a la búsqueda de un regalo, algo sencillo y pequeño con lo que poder congraciarse con su esposa.
No era que hubieran discutido ni algo por el estilo, pero…
Se llevó una mano distraídamente hacia los labios y se dio un par de golpes con los dedos tratando de pensar en un bonito detalle para que Akane perdonara el excesivo celo con el que él la cuidaba.
Al saber que Nabiki había aceptado su propuesta y debido al embarazo de Akane, le había prohibido a su esposa volver a la empresa aduciendo que Nabiki sería perfectamente capaz de asumir todas las funciones, además, pronto volvería el esposo de esta última para trabajar en conjunto. El trabajo absorbía, estresaba y complicaba la vida, así que él le había exigido que permaneciera en casa, prometiéndole que él se haría cargo de todo el proceso de transición.
Por supuesto que aquello no le había parecido nada bien a su esposa y había gatillado en su primera discusión seria luego de semanas. Luego de gritar, enfurecerse y hasta amenazar con golpearlo nuevamente, Akane había cedido y finalmente, él había ganado aquella partida aunque sabía que había recurrido a jugadas sucias y argumentos ridículamente exagerados, pero lo que importaba era que Akane había comprendido y le había prometido que, muy a su pesar, solo se presentaría en la empresa si fuere estrictamente necesario.
Ranma sabía que para Akane no sería fácil dejar el trabajo, pero para ello ya tenía una idea gestándose en su cabeza. Quería que ambos disfrutaran los meses del embarazo de ella, luego del nacimiento del bebé tenía la idea de reabrir el dojo y cuando ya todo estuviera en marcha, entrenaría a su esposa para que esta le ayudara impartiendo clases. Sí, era un plan excelente y estaba seguro de que podría llevarlo a cabo y funcionaría a la perfección. Ahora solo faltaba encontrar un regalo para aplacar el mal humor de su esposa.
Sonrió al recordarla esa mañana.
Él había despertado temprano y se había vestido tratando de no hacer ruido. Cuando hubo terminado de vestirse, pudo observar el semblante sereno de su esposa que dormía plácidamente en la cama que compartían. En la mesita de noche descansaba el último libro que ella había estado leyendo la noche anterior para ambos titulado "cuidados del recién nacido", mientras él se dedicaba a escucharla con atención y a acariciar de vez en cuando la incipiente barriga que ya empezaba a insinuarse en el cuerpo atlético de su esposa. Una sensación de infinita ternura le invadió y tuvo que hacer un esfuerzo para no volver a recostarse junto a ella y mantenerla abrazada y cobijada hasta que despertase.
Suspiró con pesadez y se dio la vuelta para salir de la habitación pero a último momento recordó que olvidaba unos papeles que seguramente Nabiki le exigiría ver, así que acortó la distancia que lo separaba del mueble en donde los había dejado la noche anterior y los tomó en sus manos.
-Pretendes que me quede aquí enclaustrada, ¿y ni siquiera te despides?
La frase se escuchó suave y adormilada aunque sin embargo, le hizo dar un brinco y cuando se dio la vuelta, la vio sentada en la cama, con su espalda apoyada en el respaldo de la cama, los brazos cruzados a la altura del pecho y el ceño graciosamente fruncido.
-No quería despertarte –se disculpó tratando de que esa respuesta fuese suficiente para ella.
-Bueno, pero ahora que estoy despierta, ¿puedes venir a despedirte de nosotros?
Él asintió con una enorme sonrisa dibujada en el rostro, se acercó con pasos acelerados y se inclinó para besar a su esposa quien lo recibió abrazándolo. Ranma tuvo que sostener todo su peso en uno de sus brazos para no caer sobre Akane y cuando por fin pudo separar sus labios de los de su esposa, puso su mano en el vientre de ella, acariciando con cariño sobre la tela de su ropa de dormir.
-No estés enojada conmigo, Akane –dijo sin alejar su mano de donde la tenía posada.
-No estoy enojada –contestó su esposa jugueteando con los cabellos negro azabache de él-, es solo que se me hace difícil permanecer aquí sabiendo que en la empresa pueden necesitarme.
-Pero este pequeñito necesita que su mamá se encuentre totalmente tranquila –concluyó sonriendo para levantar su mirada y encontrarse con el semblante alegre de su esposa.
-Jamás pensé que pudieras llegar a ser tan adorable –dijo acariciándole la mejilla.
-No soy adorable, soy… ¿encantador? –rebatió con falsa modestia.
Akane rió y le dio un empujoncito cariñoso en el hombro.
-Bobo.
La miró sonriendo con ternura. Esas pequeñas frases o palabras habían adquirido un significado especial entre ambos, una especie de código que solo ellos podían entender.
-¿Mi esposa y mi hijo desean desayunar? –dijo separándose de ella.
Akane negó con un movimiento de cabeza.
-Todavía es temprano –contestó reprimiendo un bostezo-. Creo que lo que queremos hacer es seguir durmiendo.
Ranma asintió sonriendo y se quedó de pie observando cómo su esposa se acomodaba bajo las mantas.
-Debo irme –dijo con algo de pesar por no poder disfrutar de la cercanía de sus dos tesoros por más tiempo.
-¿Así sin más? –preguntó ella observando meticulosamente su vestimenta-. No. Debes abrigarte. Casi llueve y hace frío. Luego te resfrías y terminas por contagiarnos a nosotros.
-Un Saotome nunca le ha temido al frío o a la lluvia –sentenció con orgullo.
-Te escuchas como tu padre.
Se arrepintió inmediatamente de haber dicho aquello, pero ya era tarde, Ranma había cambiado su expresión y le devolvió una dura mirada a su esposa.
-Quiero decir… -titubeó ella.
Él hizo un ademán con la mano para restarle importancia al asunto pero sus ojos seguían delatando la fría ira que todavía sentía cuando alguien le nombraba a su progenitor. Frunciendo un poco el ceño, bajó su mirada y observó su vestimenta. Pantalones negros, camisa china roja, una camiseta debajo para capear el frío invernal. Lo cierto es que luego de tomar la decisión de apartarse de la dirección de la empresa había querido volver a vestir las cómodas prendas de antaño lo que había sido de todo agrado de Akane, para quien verlo recuperar su aspecto anterior le hacía olvidar los años que habían permanecido separados.
-¿Estará bien con un abrigo? –preguntó sin dejar de examinar su ropa.
-Sí, creo que con eso bastará.
Ranma asintió y buscó entre su ropa hasta que dio con un abrigo que no desentonaba del todo con las prendas que vestía.
-¿Vendrá Kasumi hoy? –preguntó para cerciorarse de que su esposa no se quedaría sola en casa.
-Sí, ella se está esforzando mucho –reconoció un tanto sonrojada.
-Hum –fue la escueta respuesta de él al acercarse a la cama una vez más-. Te aseguro que no más que tú, Akane –dijo finalmente dándole un suave beso en la frente-. Los veo luego, ¿si? –terminó de decir acariciando nuevamente el vientre de su esposa por sobre las mantas.
Cuando iba saliendo de la habitación volvió la cabeza para mirar a su esposa quien lo había llamado.
-Ranma.
-¿Si?
-Cuídate –dijo haciendo un gracioso gesto de nerviosismo con sus labios.
Él había notado eso durante los últimos días. Ella no se lo había dicho pero el artista marcial percibía que ella no quería separarse durante mucho tiempo de él. Sonrió y le guiñó un ojo.
-Descuida, lo haré.
Luego cerró la puerta reteniendo para sí esa perfecta sonrisa que solo ella podía regalarle y que sabía, le dedicaba única y exclusivamente a él.
Sonrió una vez más al recordarla y salió de su ensimismamiento cuando alguien chocó contra su hombro. La gente iba siempre apurada en la gran ciudad, había olvidado aquello. Se disculpó con un movimiento de cabeza y siguió caminando sin rumbo aparente, observando escaparates y vitrinas de las tiendas que se encontraban en los alrededores hasta que su rostro pareció iluminarse al divisar exactamente lo que sin proponérselo, había estado buscando.
El obsequio perfecto esperaba a ser descubierto en una pequeña tienda sin muchas pretensiones y medio escondida entre tanto escaparate excesivamente decorado e iluminado.
Ingresó de inmediato, maravillado con todos los artículos que dentro del reducido espacio se encontraban bien distribuidos y tanto le habían llamado la atención. Una jovencita de largos y castaños cabellos se acercó rápidamente y se plantó frente a él con una amble sonrisa pintada en el rostro.
-¿Puedo ayudarle, señor?
Ranma la observó extrañado pues no había percibido la presencia de la jovencita hasta que esta había hablado, algo que no le pasaba muy a menudo, es más, casi nunca. ¿Sería que estaba perdiendo facultades o simplemente se había entusiasmado demasiado con lo que había descubierto para prestar la debida atención? Sacudió la cabeza y se quedó con la segunda opción.
-Sí –contestó sonriendo de medio lado-. Busco algo.
La jovencita sonrió expectante y asintió un par de veces animándole a seguir hablando.
-Algo… especial –titubeó llevándose una mano a la nuca-. No sé que pueda ser pero… Verás, mi esposa está embarazada y…
-¿Su primer hijo? –interrumpió la joven ilusionada.
-Sí.
-¡Felicitaciones! –dijo aplaudiendo emocionada para luego darse media vuelta y dirigirse al mostrador-. Ha venido al lugar correcto y tiene usted razón –asintió adoptando una seriedad que desentonaba con su aspecto juvenil y despreocupado-, debe ser un obsequio muy especial.
Ranma asintió y caminó hacia el mostrador al ver que la jovencita le hacía señas para que lo hiciera.
Veinte minutos después, Ranma salía de la tienda con una enorme sonrisa en el rostro y una bolsa de papel de suaves colores que contenía el regalo que él había pensado sería perfecto para Akane. Inspiró el aire frío y suspiró. Decidió darse prisa en volver hacia donde se encontraba su automóvil puesto que no soportaba las ganas de volver a casa y ver la cara que pondría Akane al descubrir el contenido de la bolsa.
Se encontraba a solo cuatro concurridas cuadras de llegar hasta donde había dejado su automóvil cuando el sonido y vibración característicos de su teléfono móvil lo alertaron.
De inmediato pensó en Akane. Fue un acto reflejo al que ya estaba acostumbrado pero que sin embargo, seguía inquietándole.
Detuvo su andar apresurado y se acercó a una pared para no interrumpir el paso de la gente o ganarse un segundo empujón de alguien que iba apurado. Sacó el móvil y suspiró aliviado al ver los caracteres en la pequeña pantalla formando la palabra "mamá". No alcanzó a decir ni una palabra puesto que la voz desesperada de la mujer se dejó escuchar.
-"Ranma, hijo, por favor ven rápido"-se escuchó la voz de Nodoka.
Para Ranma fue como un balde de agua fría escuchar a su madre en ese estado.
-¿Dónde? ¿Qué sucedió, mamá?
-"Estamos en el Hospital General…" –dijo Nodoka aunque interrumpió sus palabras mientras Ranma podía escuchar que su madre hablaba con otra persona.
-¡Mamá! ¡Mamá, dime qué está pasando! ¿Es Akane? –dijo abriéndose paso entre la multitud casi corriendo en dirección a su automóvil-. ¡Mamá! ¿Es tu esposo de nuevo?
-"El doctor me llama, debo colgar" –fue la única respuesta de su madre-. "Por favor, ven pronto".
Del otro lado del teléfono Ranma solo escuchó el característico sonido que emitía el aparato al cortar la llamada.
En menos de lo que pensó se encontraba frente a la puerta de su automóvil. Sacó la llave, abrió la puerta, tiró la bolsa del obsequio que con tanto cuidado había elegido al asiento de al lado y se instaló tras el volante. Dos minutos le había tomado dirigirse a la vía más directa que lo conduciría al Hospital General de Tokio, el mismo recinto en el que habían internado a su padre meses atrás.
Algo malo sucedía, algo que la voz de su madre dejaba traslucir claramente. Había apartado de su mente a su esposa puesto que ambos habían quedado de acuerdo en que si algo extraño sucedía mientras no se encontraran juntos, ella hallaría la forma de avisarle de inmediato. Sólo una situación podría alarmar tanto a su madre. La salud de su esposo. El viejo parecía estar bien, pero recordó que también lo había parecido cuando tuvo el episodio cardíaco hacía unos cuantos meses.
Pensó en las últimas semanas, en cómo había discutido con el viejo, en cómo lo había humillado y apartado de su vida, en lo mal que lo había tratado y en cómo había deseado que desapareciera para siempre por lo que les había hecho a él y a Akane. Durante esos días no le había importado nada, estaba demasiado enfadado para perdonar una nueva traición por parte del viejo, pero ahora…
¿Y si era él el motivo por el cual su madre se encontrara tan afligida en un hospital de la ciudad? ¿Y si el viejo no resistía y él no alcanzaba a perdonar las idioteces que había cometido? Sabía que él también le debía una disculpa, a fin de cuentas y fuera como fuese, Genma Saotome era su padre y no soportaría vivir con el remordimiento de no arreglar las cosas entre ellos. De igual modo debía aceptar las disculpas que el viejo le había ofrecido y para eso necesitaba tiempo. Un tiempo que quizás el destino no estaría dispuesto a regalarles. Apartó de inmediato esas ideas de su mente y se concentró en el camino.
Cuando llegó al hospital comenzó a buscar a su madre. Subió al segundo piso tal y como lo había hecho hacía meses atrás, pero no encontró rastro de la mujer. Sacó el móvil y marcó, al cuarto tono de espera, Nodoka contestó.
-"Ranma". –dijo con un hilo de voz.
-Mamá, estoy en el segundo piso pero no te veo por ningún lado.
-"Sube… sube al cuarto piso". –contestó la mujer cortando de inmediato la comunicación.
El artista marcial miró un par de segundos la pantalla del móvil y se apresuró en alcanzar el elevador. Algo muy malo debía haber pasado para que su madre se comportara de aquella forma. Cuando las puertas del elevador se abrieron en el cuarto piso, él salió como una exhalación buscando con la mirada a su madre. La vio paseándose de un lado a otro en el estrecho pasillo. No se fijó en nada ni en nadie, caminó rápidamente y con decisión hasta que la tuvo a escasos dos metros. Ella pareció no darse cuenta de su presencia en el lugar hasta que él no llamó su atención.
-Mamá.
La mujer compuso una tensa sonrisa, pero la palidez en su rostro y sus ojos brillantes con lágrimas contenidas le indicaron que la situación era peor de lo que imaginaba.
-Hijo –dijo arrojándose a sus brazos.
-¿Qué pasó, mamá?
-Tratamos de venir lo más rápido que pudimos –comenzó a relatar, aunque a él le costaba escucharla debido a los sollozos que ya no era capaz de contener-. Fue un accidente, una estupidez y…
-¿Mamá? –preguntó separándola de su pecho. La mujer lloraba desconsolada.
-El niño pasó corriendo por su lado… fue sin ninguna mala intención, solo jugaba…
-No te comprendo, mamá –dijo Ranma tratando de calmar sus nervios puesto que comenzaba a observar más allá de su madre.
Las paredes blancas del piso en donde se encontraban podrían ser las de cualquier piso de hospital, pero de pronto se fijó en los cuadros que adornaban aquellas paredes y sintió que sus piernas comenzaban a flaquear.
-Fue un accidente –volvió a repetir Nodoka-, el niño bajaba corriendo… por la escalera y…
-No –dijo Ranma negando con la cabeza divisando a lo lejos los castaños y largos cabellos de Kasumi, quien se encontraba en lo que parecía ser una pequeña sala de espera.
-El golpe fue tan imprevisto… que ambos cayeron… Ranma…
-No. Es mi padre quien tuvo un nuevo ataque ¿verdad? Por su culpa nos encontramos aquí de nuevo. ¡Tiene que ser él!
-No, Ranma. Genma está bien, el accidente lo tuvo…
-¡No! –le cortó Ranma observando a su alrededor con el rostro desencajado y sin poder creer en dónde se encontraba.
Las blancas paredes estaban decoradas con cuadros que indicaban las distintas etapas del embarazo, folletos sobre los cuidados del recién nacido, artículos sobre la lactancia y unas bonitas cortinas en un tono rosa pálido aislaban las ventanas del exterior. A lo lejos, pasando la salita en donde había visto a Kasumi, había una mampara de metal con unas pequeñas ventanas que dividían el pasillo en donde ellos se encontraban de otro.
-Akane está en la casa –dijo en un susurro temeroso.
Nodoka lo observó con pesar y negó con un movimiento de cabeza.
-Akane está siendo atendida… solo debemos esperar.
-¿Esperar? –preguntó dedicándole una mirada furibunda a su madre-. ¡Esperar qué!
-Los doctores están con ella ahora…
Ranma se soltó de los brazos de su madre y comenzó a caminar por el pasillo en dirección a la mampara divisoria con una única idea en mente, ver a su esposa.
-Ranma, ¿dónde vas? –preguntó Nodoka siguiéndole con dificultad.
-Quiero verla.
-No, no puedes. Los médicos…
-¡A la mierda los médicos, mamá! –gritó él sobresaltando a su madre-. ¡Voy a ver a mi esposa!
Nodoka se recobró rápidamente y sostuvo a su hijo con fuerza de uno de sus brazos.
-Déjame –dijo Ranma con desesperación.
-¡Contrólate hijo! –gritó su madre y tiró de su brazo haciendo que él se diera la vuelta para mirarla de frente.
Los experimentados ojos de la mujer encontraron la mirada azul cobalto de su único hijo y pudo observar toda la incertidumbre y preocupación que en ellos se reflejaba.
-Debes controlarte –sentenció duramente.
De pronto ya no era la mujer asustada y desesperada por saber qué había sucedido con su nuera y su nieto. No, ahora había adoptado el papel de madre serena y protectora que su hijo necesitaba a su lado.
-Solo… quiero verla –titubeó Ranma con un hilo de voz.
-Es lo que todos queremos, pero debemos esperar. –contestó su madre con tranquilidad-. Ven, siéntate conmigo.
La mujer encaminó sus pasos hacia la pequeña salita que se encontraba en un lateral casi frente a recepción tirando de la manga de su hijo para que este la siguiera. Cuando llegaron, Ranma pudo ver a Kasumi tapándose el rostro con las manos. Sus codos permanecían apoyados en sus rodillas y hacía un movimiento sutil pero constante con su cuerpo, meciéndose hacia delante y atrás. El largo cabello castaño caía en cascada a cada lado de su rostro. Ranma observó a la hermana de su esposa y comprendió que lo que pasaba era bastante malo.
Se dejó caer con desgana en uno de los sillones y escrutó con la mirada. Se encontraban los tres solos, nadie más había allí lo cual agradeció en su interior. Su madre se sentó a su lado y trató de tomarle una de sus manos, pero él la rechazó. No le importaba lo que pensara su madre de él, simplemente no se sentía a gusto en aquel momento con la cercanía de otra persona, aunque esa persona fuese su madre.
-¿Qué sucedió? –preguntó el artista marcial luego de un momento de permanecer en silencio para recobrar la compostura.
-Ya te lo dije, fue un accidente –contestó su madre.
-Quiero saber cómo –dijo con una voz gélida que ella no recordaba haberle escuchado.
-Bueno… -titubeó no sabiendo cómo expresarse.
-Cayó por las escaleras –terció Kasumi con la voz amortiguada por los sollozos y la posición en la que se encontraba sentada-. Se me ocurrió llevar a Toshio porque… hacía frío y estaba a punto de llover. Él comenzó a jugar y a correr por la casona como siempre lo ha hecho, entonces desapareció y Akane… ella se preocupó de que todo estuviera tan callado y tranquilo…
Kasumi se interrumpió y por primera vez desde que Ranma había llegado separó sus manos de su rostro, buscando un pañuelo para secarse las lágrimas.
-¿Qué más? –fue la dura pregunta que salió de los labios de Ranma.
-Llamaron a la puerta y fui a abrir, era tu madre… escuchamos que Akane decía que iría a su habitación a buscar no se qué y entonces… Dios, si lo hubiese sabido. Si no hubiera llevado a Toshio…
-¿Qué más? –inquirió otra vez el artista marcial.
-El niño… él bajó corriendo y chocó contra Akane, ambos cayeron y… no pudimos hacer nada más que observar… ¡No pude hacer nada! –gritó Kasumi llorando de forma angustiada.
Levantó la vista y se encontró con la dura mirada de Ranma quien la escrutaba sentado frente a ella con una expresión indescifrable en el rostro.
-Ranma, yo…
-¿Cómo está el niño? –le interrumpió ganándose una mirada totalmente sorprendida por parte de ambas mujeres-. Toshio, ¿cómo está?
-Bien. –fue la escueta respuesta de Kasumi-. Ranma…
-Fue un accidente y nadie tiene la culpa. –sentenció el artista marcial cruzándose de brazos y desviando la mirada de la hermana de su esposa-. Es todo lo que necesitaba saber.
El artista marcial se puso en pie y se acercó a la ventana más cercana. Comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia sobre la ciudad. Su mente, siempre alerta, recreó rápidamente la escena que había relatado Kasumi y un escalofrío le recorrió la espina dorsal.
-Pero… -se escuchó la débil voz de Kasumi a sus espaldas.
-Kasumi. –llamó Nodoka, luego negó con un movimiento de cabeza-. Creo que sería bueno ir por un café. ¿Me acompañas, Kasumi?
Kasumi asintió y se puso en pie observando la espalda tensa del artista marcial que permanecía escrutando con la mirada la ciudad a sus pies.
-¿Te traigo algo, hijo?
Él no contestó, hizo un movimiento negativo con la cabeza y permaneció allí de pie, imperturbable y con la mirada fija en un punto indeterminado. Las mujeres se alejaron despacio y por fin, él pudo concentrarse en procesar toda la información que había bombardeado su cerebro en menos de media hora. Aun así, todo lo que estaba sucediendo le parecía increíble. ¿Y si hubiera permanecido con su esposa esa mañana?, seguro la hubiera sostenido como tantas otras veces lo había hecho para evitar que se hiciera daño. ¿Y si la hubiera dejado acompañarlo a la empresa?, tal vez ahora se encontrarían lejos de allí disfrutando de la mutua compañía en algún lugar bonito. Movió su cabeza para apartar esas suposiciones. Si algo había aprendido en la vida era que esta se encontraba compuesta por hechos y no por suposiciones y ya nada de lo que pudiera pensar cambiaría el hecho que se encontrara de pie, frente a la ventana de un hospital, esperando por saber cómo se encontraban su esposa y su hijo.
Una idea cruzó por su mente y la apartó horrorizado de sus propios pensamientos. Últimamente los dioses se habían portado benevolentes con él, no podían castigarlo de aquella manera. No ahora que todo estaba bien. Akane no podía…
Apretó los puños hasta que sus uñas se clavaron en la palma de sus manos. El dolor físico era lo único que podía alejarlo un poco de la preocupación y dolor que en esos momentos estaba sintiendo su alma.
R&A
El artista marcial había permanecido de pie frente a la ventana viendo caer la lluvia que se deslizaba en forma de pequeñas gotas por el vidrio. De brazos cruzados y en silencio… esperaba.
Nunca le había gustado esperar, pero ahora era lo único que podía hacer. Esperar hasta que uno de los médicos le explicase lo que pasaba con su esposa y con el hijo que ella llevaba en su vientre.
No habían pasado cinco minutos desde que las dos mujeres lo dejaran solo cuando escuchó unos pasos amortiguados y pesados deteniéndose a su espalda. No tuvo que voltear para saber de quién se trataba. Conocía su energía a la perfección y podía detectar su presencia hasta con los ojos cerrados. Su mirada se nubló, el gesto de su rostro se endureció y su cuerpo se puso en tensión casi de inmediato.
-¿Viniste a reírte de mí? –preguntó secamente.
No hubo respuesta, solo se escucharon unos pasos acercándose lentamente a la ventana, casi como si quien los daba temiera encontrarse con una bestia feroz en ese sitio. Se detuvo al lado del artista marcial de la trenza, sin mirarlo, sin hablarle, solo enfocando su astuta mirada en la lejanía.
El silencio se hacía cada vez más pesado en la pequeña salita, la lluvia golpeteaba el vidrio y la tensión iba en aumento. Ranma observó de soslayo al hombre que permanecía de pie junto a él.
-¿A qué viniste? –preguntó finalmente con desagrado.
-Tu madre me contó lo que sucedió. Vine a saber cómo estaban.
-Entonces, debes sentirte muy feliz con lo que está pasando.
-¿Cómo puedes decir algo así? –rebatió sorprendido por la afirmación.
-Últimamente has demostrado que lo único que parece interesarte es arruinarnos la vida. El accidente que sufrió Akane hoy no te vendría nada mal.
-Ranma, cometí errores de los que me arrepiento, te pedí disculpas y…
-Sí, sí. Eso ya lo he escuchado antes.
-Aunque no lo quieras, es mi nieto el que Akane lleva en su vientre. ¡Estoy preocupado igual que tú!
Genma miró por primera vez a su hijo desde que había llegado a su lado. El semblante de Ranma denotaba preocupación, temor y desesperación, y él sabía perfectamente cómo se sentía aquella mezcla de sensaciones.
-¿A qué viniste? –volvió a preguntar Ranma, sin tomar en cuenta las palabras que anteriormente dijera su progenitor.
Genma suspiró de forma cansina y se ajustó los anteojos, luego volvió a enfocar la vista en la ciudad y se animó a hablar. Debía decirle a Ranma lo que quería decirle y ante todo, debía cerciorarse de que, por una vez, su hijo creyera en él y aceptara su consejo.
-No soy una buena persona –dijo con una certeza que consiguió hacer que Ranma lo observara de soslayo totalmente sorprendido por las palabras que decía su padre.
-Tengo un alma pequeña, Ranma, lo sabes. Minúscula en comparación a la tuya. –continuó-. No soy un tipo sabio y quizá nunca te enseñé algo realmente importante, pero, si estoy aquí enfrentando tu furia es por una única razón.
-¿Cuál? –dijo Ranma después de un largo momento de silencio.
-Quiero asegurarme de que pase lo que pase con el bebé, no hagas lo que hice yo. –hizo una breve pausa y luego continuó-. Tú no eres como yo, pero aún así, necesito asegurarme de que no harás lo que yo hice cuando… cuando tu madre perdió a nuestro primer hijo.
Ranma volteó el rostro para mirar a su padre y éste asintió en silencio.
-Antes de que tú nacieras, tu madre perdió a un bebé. Fue por causas naturales, claro, pero eso no estaba en mis planes… -frunció el ceño como si estuviera buscando las palabras exactas-. Ojalá pudiera ser un buen ejemplo pero sabes mejor que nadie que no lo soy. Si Akane y el bebé salen bien librados de esta situación, las palabras que te estoy diciendo ahora no tendrán ningún valor, sin embargo quiero que estés preparado… por si no es así.
Ranma se limitó a seguir escuchando. Era la primera vez que su padre hablaba tan seriamente, la primera vez que reconocía que no era la mejor persona y era la primera vez que él estaba dispuesto a escucharle de verdad.
-Éramos muy jóvenes y tu madre quedó embarazada. Perdió a nuestro hijo y los doctores dijeron que no era poco común que algo así sucediera con el primer bebé. Sentí una mezcla de rabia, odio y tristeza que no te puedo explicar con palabras. En vez de quedarme con ella y cuidarla, la culpé y luego… la abandoné. –calló un momento y se ajustó los anteojos-. Eran tantas mis ganas de tener un heredero que me desesperé y para esconder mi tristeza y decepción, me fui a un largo viaje de entrenamiento. En eso tienes razón, Ranma, siempre pienso en mí y en mi pequeña alma. Lo que quiero decir es que... no hagas como yo. Si el bebé… si ella lo… -suspiró sin poder terminar la frase-, solo no la abandones, consuélala y conviértete en el corazón de ambos, porque ella lo necesitará. Tú tienes que ser el que los levante a ambos. Prométemelo.
Ranma asintió en silencio, mirando fijamente las gotas de lluvia resbalar por la ventana.
-Espero que no pase nada malo. En verdad espero que… mi nieto se encuentre bien.
Su hijo, de pie a su lado volvió a asentir, pero una angustia muy intensa se había instalado en su pecho y poco a poco iba minando su confianza. Su padre se quedó en silencio y apoyó su mano en el hombro de su hijo dándole un leve apretón. Ranma no supo muy bien el por qué, pero no le disgustó ese gesto y no hizo nada por apartar la mano de su padre que permaneció reposando en su hombro.
-¿Señor Saotome? –se escuchó un voz femenina tras ellos.
Ambos se giraron al mismo tiempo y vieron a una enfermera bajita que permanecía en el pasillo.
-Señor Saotome, el doctor quiere verlo.
Ranma inspiró hondo y fingiendo una seguridad que estaba muy lejos de sentir, se alejó del lugar en donde había permanecido junto a su padre y siguió a la enfermera por el pasillo hasta donde lo esperaba un hombre de bata que supuso sería el médico que había atendido a Akane.
Intercambiaron unas cuantas frases. Ranma asentía a las palabras que el médico decía y de vez en cuando su rostro cambiaba de expresión. Luego, el médico le dio un par de palmadas a Ranma en la espalda, en un gesto poco usual, y se alejó sonriendo amablemente. El artista marcial asintió y se despidió del médico viéndolo desaparecer tras la mampara. Volvió a caminar detrás de la enfermera que había permanecido en completo silencio al lado de ambos hombres y que ahora lo conducía hacia otro pasillo con muchas puertas a ambos lados.
R&A
Abrió la puerta con cuidado, sin hacer el menor ruido y, en vez de ingresar, permaneció en el umbral escrutando todo con la mirada.
La habitación era pequeña y de un blanco impoluto. Una sola cama ocupaba en centro de la habitación y en la pared frente a la cama se encontraba decorada con un único cuadro pintado con flores en tonos cálidos. Las cortinas de las ventanas permanecían semiabiertas y eran de la misma tonalidad rosa que las que había visto afuera.
Ella permanecía medio recostada en la cama de hospital, con su cabeza hacia un lado, de espaldas a la puerta y mirando la lluvia que repiqueteaba en la ventana.
Él no se encontraba preparado para enfrentarla, para hablarle, ni siquiera para permanecer frente a ella, sin embargo, solo comprobar que se encontraba bien le había quitado un enorme peso de encima. Cerró la puerta con delicadeza y dio un paso para ingresar a la habitación. De inmediato ella volteó su cabeza y se quedó mirándolo fijamente. Él detuvo su andar pausado y la observó por un momento que le pareció eterno. Allí entre las mantas blancas, con esa bata de hospital y el rostro demacrado le pareció tan vulnerable, tan indefensa y tan frágil que su único deseo fue correr a abrazarla, pero algo lo detuvo. Un nudo en la garganta y un vacío en el estómago le impedían ejecutar los movimientos o articular una frase coherente.
Ella se obligó a sonreír con ternura y extendió su brazo derecho para indicarle que se acercara.
-Puedes venir, Ranma –dijo susurrando sus palabras-. Ya no hay peligro de que nos contagies un resfrío.
Cuando terminó la frase la sonrisa se había borrado completamente de su rostro y estalló en un llanto desesperado llevándose las manos al rostro para ocultarse de la mirada preocupada de su esposo.
"No la abandones, consuélala y conviértete en el corazón de ambos, porque ella lo necesitará. Tú tienes que ser el que los levante a ambos".
Las palabras que le escuchara a su padre momentos atrás le golpearon como un rayo y acortó rápidamente la distancia que lo separaba de su esposa. Se acomodó lo mejor que pudo sentándose a un costado de la cama y la abrazó con firmeza.
-Lo perdí, Ranma… -dijo entre sollozos-. Perdí a nuestro bebé… soy tan torpe…
-No digas eso. –le cortó Ranma-. No te culpes, fue un accidente.
-¡Un accidente que pude haber evitado! –gritó con desesperación-. Debí evitarlo. –susurró abrazándose a él.
Permanecieron en silencio, abrazados fuertemente, como si cada uno dependiera del otro para salvarse de una muerte segura. Ella lloraba amargamente cobijada en el pecho de él; él no había derramado una mísera lágrima aunque por dentro estaba destrozado.
Habían deseado tanto ese hijo, había sido el motivo de su reconciliación, había logrado que se unieran todavía más de lo que estaban y ahora, nada. Ya no existía. No había vida creciendo en el vientre de ella. No había sueños por cumplir en la mente de él. Nada. Vacío. Un absoluto y doloroso vacío.
-Perdóname –dijo Akane en un susurro ahogado.
-¿Por qué tendría que perdonarte, Akane? –preguntó él controlando su quebrada voz-. No hiciste nada malo. Ya te lo dije, no quiero que te culpes.
-Debí ser más cuidadosa.
-Y lo fuiste –rebatió.
-No lo suficiente –contestó ella estallando en llanto una vez más-. No lo suficiente…
-El médico que te atendió me dijo algo que me aterrorizó. –comentó él sin prestar atención a las últimas palabras de su esposa-. Fue honesto conmigo y dijo que si no hubieran podido parar la hemorragia a tiempo, los hubiera perdido a ambos.
Ranma hizo una pausa y separó a su esposa con delicadeza. Acunó el rostro de ella entre sus manos y continuó hablando visiblemente emocionado y haciendo grandes esfuerzos por no llorar.
-Dijo que eres una mujer joven, que estas cosas no son infrecuentes y que de seguro más adelante podremos tener un bebé –limpió las lágrimas del rostro de su esposa con ambos pulgares y continuó-. Es difícil la pérdida de un hijo cuando lo deseábamos tanto, Akane, pero juro que si te hubiera perdido a ti también… yo me muero. No sabes lo asustado que estuve, no sabes el terror que me invadió cuando el médico me dijo que estuve a punto de perderte a ti también… No me vuelvas a hacer algo así, marimacho, porque no lo soportaría –dijo abrazándola nuevamente-. No soportaría perderte.
Permanecieron abrazados y en silencio, reflexionando, acompañándose y consolándose mutuamente.
-Estaremos bien –dijo finalmente Ranma sin separarse de ella-. Estamos juntos y eso es lo que importa.
Akane no contestó, solo suspiró con algo de alivio y siguió abrazada a él.
-Sí. -sentenció Ranma-. Juntos estaremos bien.
No había nada más que decir. El tiempo curaría la herida. El tiempo y el amor que se profesaban ambos.
R&A
Dos semanas después del accidente sufrido por Akane y de la irreparable pérdida del niño que llevaba en su vientre, las cosas parecían haber vuelto a la normalidad en el dojo.
Parecían, porque lo cierto era que Ranma había exacerbado el celo con el que cuidaba a su esposa. Trataba de no dejarla sola en ningún momento, de mantenerla ocupada y para ello, contaba con la ayuda de toda la familia. Su mayor temor era que ella se dejara arrastrar por la tristeza y melancolía y cayera en un estado depresivo del cual fuese difícil sacarla, así que se había empecinado en cuidar de ella día y noche y por primera vez, había puesto en práctica un consejo dado por su padre, se había convertido en el que los levantaría a ambos.
Solo había un pequeño inconveniente. Él no se había dado cuenta pero, tratando de hacer todo lo posible por apoyar a su esposa durante el duelo, se había olvidado del suyo propio. De hecho, no había vivido su duelo y el no desprenderse de su rabia y dolor lo estaba sumiendo sin él percatarse en un profundo estado de permanente tristeza que disimulaba muy bien delante de su esposa.
Ese día y con la certeza de que Akane llegaría tarde de la casa de su hermana mayor donde había pasado el día, él había decidido cerrar su propio duelo por el hijo que nunca conocería, así que había decidido recorrer la ciudad y dirigirse a un local en donde encontraría lo que necesitaba para comenzar con su sanación.
Volvió a la casa a media tarde con un pequeño árbol de ciprés de no más de cuarenta centímetros de alto. Lo bajó con sumo cuidado del automóvil y al hacerlo, se fijó que olvidada debajo del asiento permanecía una bolsa de papel que él reconoció enseguida. La tomó entre sus manos y la miró con nostalgia. Con el pequeño árbol en una mano y la bolsa en la otra, se introdujo en la casona. Solo Ryo salió a recibirlo alegremente a la puerta de entrada. Saludó a la inquieta mascota dándole unos golpecitos en la cabeza y se dirigió al dojo. Abrió la puerta, encendió las luces y dejó lo que llevaba en sus manos en la duela a un lado de la puerta.
Tenía tiempo, así que decidió que quería entrenar en aquella vieja sala antes de comenzar con su propio ritual de sanación. Estuvo allí, dando patadas al aire, practicando movimientos y golpes con una fluidez impresionante, concentrado únicamente en su entrenamiento físico y mental hasta que en un movimiento no calculado, cayó de rodillas al suelo. No estaba fuera de forma, tampoco era falta de entrenamiento, simplemente su cuerpo no había respondido como él había querido. La falta de sueño reparador por las tantas veces que se despertaba durante las noches pensando en lo que había pasado y la sobrecarga de preocupación por el bienestar de su esposa estaban pasándole la cuenta.
Observó hacia el frente y vio el arbolito que permanecía junto a la bolsa de suaves colores. Una sonrisa imperceptible se dibujó en su rostro y con algo de esfuerzo se puso en pie.
Salió al patio tal y como estaba, con la ropa que llevaba puesta pegada al cuerpo a causa del sudor provocado por el ejercicio físico y descalzo a pesar de que la noche anterior había llovido y la humedad se dejaba sentir en sus pies desnudos. Escrutó el patio con la mirada y luego de un largo momento de meditación, eligió el lugar que le pareció adecuado, no muy alejado de la casa pero tampoco cerca de ningún otro árbol o arbusto. Debía ser un lugar nuevo porque era a su hijo a quien iba a recordar, un hijo que pertenecía a una familia nueva.
Se acercó al lugar y sin herramienta alguna, comenzó a excavar. La tierra estaba blanda y húmeda gracias a la lluvia que había caído durante los últimos días, así que no le fue difícil excavar un agujero de metro y medio de profundidad por un metro de ancho, lo suficientemente extenso como para cobijar las raíces del pequeño árbol… y el regalo que había elegido con tanto cariño para Akane.
Suspiró observando el agujero. No tan solo enterraría las raíces de aquel árbol que esperaba creciera fuerte y frondoso, sino también enterraría su propio dolor.
Sacó el árbol del envoltorio de plástico y lo depositó en el agujero, sin embargo, se percató de que había cavado muy profundo y que al pequeño arbolito apenas se le verían las primeras ramas si lo enterraba ahí. Entonces reflexionó y con pesar, sacó de la bolsa una caja pequeña, la abrió con cuidado y desenvolvió lo que había dentro. Se quedó largo rato mirando el contenido de la caja y no supo en qué momento habían comenzado a escurrir por sus mejillas las lágrimas. Extendió una mano y casi como si temiera romperlos, sacó un par de zapatos pequeñitos, de color blanco con unas líneas celestes. Zapatos para un bebé. Zapatos para su hijo y el hijo de Akane, aquel hijo que nunca los llegaría a usar.
Arrojó los zapatitos con fuerza al agujero y tras soltar un grito desgarrador se llevó las manos llenas de tierra al rostro surcado por las lágrimas. Los espasmos de un llanto contenido por semanas se hicieron presentes y en la soledad del patio de la casa que compartía con su esposa, se permitió desahogar su alma por primera vez.
Nadie lo estaba observando, por lo tanto, nadie podría emitir juicio alguno sobre su reacción, nadie podría juzgarle por sentir que su corazón se secaba con cada lágrima derramada, nadie podría percatarse que en realidad se sentía débil y destrozado. Así que lloró; por largo rato y despojándose de todo su orgullo lloró como lo haría un niño por aquel hijo a quien él tanto había deseado.
Luego de unos minutos logró controlarse y se obligó a seguir con lo que estaba haciendo. Tapó los zapatitos con un poco de tierra y luego de pasarse la manga por los ojos enrojecidos para secar algunas lágrimas, depositó el pequeño árbol en el agujero. Lentamente fue agregando el resto de tierra en el agujero hasta tapar por completo las raíces del arbolito. Allí permaneció sentado y abrazado a sus rodillas contemplando el pequeño ciprés, tan pequeño como el hijo que había perdido irreparablemente.
Las lágrimas nuevamente escurrieron libremente y él no hizo nada por detenerlas. El dolor era tan profundo que si no lograba mitigarlo de alguna forma, creía que lo consumiría por completo.
No supo cuándo había comenzado a llover, no se percató de que ya había oscurecido totalmente y tampoco percibió los pasos de quien se acercaba despacio guareciéndose bajo un paraguas.
-¿Ranma?
Él no reaccionó al escuchar su nombre.
Según él, la única persona que no debía encontrarlo en aquel estado fue quien finalmente lo hizo.
-Ranma, ¿qué haces aquí? –preguntó Akane acuclillándose al lado de su esposo un poco asustada por el comportamiento de él-. Llueve muy fuerte, te vas a enfermar.
-Entra a la casa, yo voy enseguida –dijo él mirando hacia un lado para esquivar la mirada inquisidora de su esposa.
A ella sin embargo no le llamaron la atención sus gestos o palabras, sino el suave timbre de voz femenina con que dijo la frase.
Observó la escena detenidamente a pesar de la escasa luz que llegaba del alumbrado público y de las puertas abiertas del dojo. La pelirroja permanecía sentada en el suelo, con las rodillas flexionadas y abrazándose a ellas. La ropa le quedaba muy grande y el agua hacía que se le pegara al menudo cuerpo marcando sus curvas. Una caja de zapatos para bebé permanecía a un lado, una bolsa plástica y un nuevo arbolito recién plantado completaban la escena. Lo comprendió de inmediato y dejó caer el paraguas que hasta ese momento sostenía en una de sus manos.
Se abrazó al menudo cuerpo de su esposo, ahora convertido en mujer, y se permitió cobijarlo entre sus brazos.
-Estuviste tan preocupado por mi durante estos días que ni siquiera recordaste tomarte el medicamento para evitar transformarte con el agua. –razonó Akane-. Ni siquiera… te dejé sanar tu propio dolor.
-No. –dijo la pelirroja-. No fue tu culpa, yo…
-Para ti nunca será mi culpa, aunque lo sea ¿verdad? –le interrumpió-. Yo ya estoy bien –continuó acariciando con infinita ternura los húmedos cabellos de su esposo-, así que ahora cuidaré de ti.
-Akane…
-No digas nada –dijo su esposa tomándolo del rostro para hacer que le devolviera la mirada.
Le sostuvo la mirada y acarició el suave rostro mojado. Los profundos ojos azules se encontraban enrojecidos y ella sintió que debía hacer algo para calmar la angustia que él estaba sintiendo. Así que lo hizo y sorprendió a su esposo con un enternecedor beso en los suaves y delicados labios de la pelirroja.
Apenas fue un roce sin embargo, nunca antes había hecho algo así y lejos de sentirse incómoda por la acción que acababa de realizar, sintió que estaba haciendo lo correcto, que era la mejor manera de demostrarle a su esposo que a pesar de todos los cambios que se produjeran en sus vidas, ella le seguiría amando y ayudando, a fin de cuentas cada vez se convencía más de que para eso había nacido. Cuando se separó de la sorprendida pelirroja dejó descansar su frente en la de su esposo y permanecieron así por unos cuantos segundos.
-Te amo, bobo –dijo llorando al igual que lo hacía él, aunque las lágrimas de ambos se mezclaban con la lluvia que no dejaba de caer empapándolos por completo-. Sanaremos esta herida –dijo sonriendo con cariño-, pero sanaremos más rápido si lo hacemos juntos. Somos un matrimonio ¿no?
La pelirroja asintió y se dejó conducir por su esposa al interior de la casa.
Tomarían un baño caliente, cenarían algo liviano y se prepararían para dormir. Eso había dicho Akane y lo cumplió a cabalidad. Una vez se encontraron en la comodidad y abrigo de su cama matrimonial, Akane se había cobijado en los brazos de Ranma y este la rodeaba firmemente, siendo esta la primera vez en dos semanas que se acercaban tan estrechamente uno al otro para hacer algo tan cotidiano como dormir.
-Recuérdalo siempre, Ranma –dijo Akane rompiendo el silencio en la oscuridad de la habitación-. Siempre será más fácil si solucionamos nuestros problemas juntos. Tú mismo lo dijiste en el hospital, juntos estaremos bien.
-No quería preocuparte. –contestó susurrando su respuesta y acariciando los cabellos de su esposa.
-El que no confíes en mí o que pretendas arreglártelas por ti mismo teniéndome al lado, eso sí me preocuparía.
-Perdóname, fui un tonto.
-Un tonto, sí… pero eres mí tonto y te quiero –dijo sonriendo en la oscuridad-, por siempre y para siempre a mi lado, pase lo que pase ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
-Ahora durmamos y quizá la lluvia se lleve algo del dolor que hemos soportado estos días.
-Quizá. –dijo acomodándose mejor en el abrazo de su esposa.
Lentamente fueron cayendo en un sueño profundo y reparador, uno al lado del otro y abrazados como se habían acostado.
Por primera vez en días Ranma no despertó por la noche pensando en la perdida de su hijo.
Por primera vez en días Akane no buscó respuestas antes de dormirse para explicarse por qué la vida había sido tan injusta con ellos al arrebatarle a su hijo.
Por primera vez en días pudieron disfrutar de la compañía del otro sin temor a ser rechazados o cuestionados por la excesiva cercanía.
Y aunque ambos sabían que la lluvia no se llevaría su dolor, muy pronto descubrirían que juntos aprenderían a vivir con él y que dos corazones latiendo como uno solo soportarían la carga con mayor fortaleza y entereza, porque muchas veces el dolor pasa, pero el recuerdo queda grabado para siempre.
R & A
-¡Tío! –se escuchó un grito a espaldas del artista marcial que permanecía apoyado en el árbol de ciprés-. Tío, te llaman en la casa.
-¡Voy! –contestó Ranma volteando su rostro para mirar a quien le llamaba-. Diles que voy enseguida… Toshio.
El joven que apenas superaba la treintena asintió y se devolvió a la casona a comunicar que su tío se encontraba en el patio y que había dicho que pronto concurriría.
Ranma suspiró. Si el joven Toshio supiera que aquel árbol recordaba al primo que nunca había conocido y que él sin quererlo había…
Hizo un movimiento de cabeza tratando de apartar aquellos malos pensamientos y enfocó su mirada una vez más en el tronco del orgulloso árbol.
Sonrió y le dio unos golpecitos con su mano.
-Quiero pedirte un favor. –dijo en un susurro-. Si yo no puedo, desde donde quiera que estés, cuida de tu hermana. Cuida de mi cara de bebé para que consiga ser feliz.
Como si el árbol hubiese entendido las palabras del hombre que las decía, sus ramas se agitaron con una ráfaga de viento y una única hoja cayó zigzagueando y se detuvo en la palma de la mano de Ranma.
El artista marcial sonrió una vez más, apretó la hoja en su mano para guardarla después y comenzó a alejarse.
-Es una promesa ¿eh?
Las hojas volvieron a moverse como si quisieran confirmar aquellas palabras.
Las hojas de un árbol plantado con infinito dolor.
Las hojas del árbol más bello que recordaba que alguna vez había existido otro Saotome en la familia.
Notas finales:
1.- Bueno, nadie dijo que esta historia sería un jardín de rosas ¿no? Veremos qué otros problemas tendrán que enfrentar nuestros protagonistas hasta llegar al día que se celebra la boda de "cara de bebé" como la llama Ranma. Ahora, por si alguien no ha sacado la cuenta, aunque con los datos que dí podrían haberlo calculado pero como ha pasado bastante desde el primer cap de HTS hasta este último de MTU… se los digo yo, nuestros protagonistas en esta secuela están por sobre la cincuentena, específicamente con cincuenta y cinco años cada uno, una edad que me pareció prudente para abarcar todos los puntos que pretendo abarcar.
2.- Este capítulo me gustó escribirlo por la sencilla razón de que tuve que esforzarme mucho para llevar a palabras los sentimientos (¿masoquismo?, no, simplemente me gusta imponerme desafíos). Debo confesar que hasta me emocioné al revisarlo y, a pesar de lo triste, me gustó como quedó. Ahora, por si no se han dado cuenta (aunque quienes siguen de cerca mis historias lo sabrán), estoy tratando de actualizar cada mes… por lo menos un capítulo al mes es algo positivo ¿no? Ya dije que me estoy poniendo plazos que hasta el momento he podido cumplir tanto con esta historia así como con "El salvaje caballo…" así que trataré de seguir a este ritmo y si puedo ir más rápido ya les avisaré.
3.- Mis más sinceros agradecimientos a quienes también forman parte de esta historia, mis queridas/os lectoras/es. En la entrega anterior no puse nombres porque se trató de un capítulo especial, pero ahora los pongo todos. Muchas, muchas gracias a: RosemaryAlejandra, Aryam Shields Masen, Belli (Mi Belli querida, muchísimas gracias por tus palabras. Es un agrado para mí siempre recibir tus comentarios. Un beso), Arashi Ayukawa, alix (Muchas gracias por tu apoyo, alix. Qué bueno que te gusta lo que escribo, eso me hace muy feliz. Un abrazo), CHIQUI09, Arq Emilio (Gracias por tu comentario. Yo feliz si alguien me ofreciera dibujar algunas escenas de esta historia, pero nadie se ha ofrecido hasta el momento. Lo de Shampoo… paciencia, todo a su tiempo, estoy pensando en qué parte de la historia contarles qué pasó con la amazona, así que, a esperar un poco ¿si? Bueno, una vez más gracias por el comentario y espero que te siga gustando lo que escribo. Un beso), cjs (Bueno, muchísimas gracias por comentar. Ya veremos cómo evoluciona la relación de estos dos. Una vez más agradezco tu comentario que para mí es muy importante. Un abrazo), Ni-chan Tendo, KohanaSaotome, Yuna Lockheart de Muller, darcy129, linaakane (Gracias por comentar, se hace lo que se puede con las actualizaciones. Un abrazo y gracias de nuevo), Seol, MATT (Bueno MATT, ya ves que sí saqué un cap aniversario, aunque no sé si fue tan bueno. Me reservo mis dudas. Pues sí, creo que ahora quedó bastante claro de qué va la cosa con la celebración… pero no por ello puedo decir si avanzaremos rápido en la vida de estos dos puesto que el relato estará centrado en los recuerdos de los personajes y, generalmente, uno recuerda mucho más las cosas importantes de su vida, ¿no? No me extiendo más. Muchísimas gracias por comentar y por seguir leyendo mis historias. Un abrazo), lolita (Hola Lolita, pues no… mi limitado tiempo no me dejaría emprender algo tan serio como escribir una novela, además, yo escribo por afición, nunca he recibido formación para hacerlo y de verdad pienso que no lo hago tan bien, simplemente a ustedes, mis queridas/os lectoras/es les gusta lo que hago y eso para mí es lo realmente importante. Un beso), johana (Muchísimas gracias por tus palabras, qué bueno que te gusta lo que escribo. Lo de "El salvaje caballo…" estoy turnando las actualizaciones, así que espero sacar algo en limpio luego para esa historia. Un abrazo), Faby Sama, jfer calvomeneses, Lobo De Sombras, bubu30, Ishy-24, ilkane y Rutabi, muchísimas gracias a todas/os por comentar en el capítulo 24 y/o 25, ya he sido demasiado repetitiva pero es la verdad, no me canso de agradecerles por las palabras que me dejan puesto que sin ellas, no podría seguir escribiendo, así que ¡gracias!
4.- Es todo por ahora y espero sacar el próximo capítulo para julio. Un abrazo gigante y muy buena suerte!
Madame De La Fère – Du Vallon.
