- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato en una especie de "actores secundarios"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.
More than us
Observaba con curiosidad creciente la escena que se desarrollaba a unos cuantos metros de donde se encontraba de pie con su impecable kimono oscuro.
Habían llegado al templo hacía no más de cinco minutos y con tiempo suficiente para saludar a quienes les esperaban y a quienes vinieran rezagados; todas personas que de una u otra forma se habían ganado un espacio especial en el entorno familiar y que ahora les acompañarían en un momento tan importante.
Pudo observar a lo lejos al pequeño grupo de personas que conversaba animadamente a las afueras del templo. Familiares y amigos de años se mezclaban con amigos más jóvenes. Sonrió, por lo menos tres generaciones se encontraban compartiendo amenamente mientras esperaban el arribo de la novia.
La novia, pensó, su hija.
Sí, era la boda de su hija, aquella que según todos, se parecía tanto a ella misma, pero la verdad nunca habían logrado convencerla del todo aquellas apreciaciones. Suspiró al comprobar que una suave brisa se había levantado y los pétalos caídos de los cerezos en flor que ornamentaban los alrededores del templo comenzaban a flotar libremente mecidos por el viento. Sería un excelente marco para el cuadro que se pintaría nada más llegar la novia vestida completamente de blanco y maquillada según la tradición. Sus recuerdos la llevaron a evocar un día ya muy lejano en el tiempo, cuando ella misma había lucido un traje similar y había ingresado al mismo templo acompañada por su hermana mayor.
El clima no era el mismo puesto que la estación invernal en la que se había celebrado su propia boda distaba mucho de los cálidos días primaverales que se habían elegido para celebrar la de su hija; los invitados tampoco eran los mismos aunque había algunos que se repetían y por supuesto, la pareja tampoco era igual.
Una sombra de preocupación pareció ensombrecer los ojos marrones que permanecían fijos en las personas que conversaban alegremente a unos cuantos pasos. Su hija, aquel tesoro que había protegido tan celosamente en unos momentos más, ya no le pertenecería.
En realidad nunca le había pertenecido puesto que siempre le habían dicho que los hijos se les entregaban a los padres en préstamo. Tarde o temprano ellos elegirían su propio camino y seguirían con sus vidas, pero, ¿estaba preparada su pequeña niña para enfrentar la vida?, ¿era el momento de alejarse de quienes la amaban por sobre todas las cosas?, y, sobre todo, ¿iba a ser feliz una vez que comenzara a forjar su propio camino? Durante las últimas semanas miles de dudas habían surgido en su cabeza y se había comportado más sobreprotectora que nunca con su hija, pero es que simplemente no podía quitarse los miedos de que su hija fuese infeliz, su única hija, su pequeña niña mimada.
Había hablado con su esposo al respecto pero finalmente había tenido que ser ella quien le transmitiera seguridad al artista marcial… una seguridad que no sentía y sin embargo…
Las alegres risas que llegaron a sus oídos la devolvieron a la realidad. Sonrió una vez más y se alegró de ver que la dueña de aquella larga cabellera castaña ya se encontraba entre los invitados. Quién hubiera pensado que sería justamente aquella mujer que reía alegremente quien le diera los mejores consejos y tranquilizara su espíritu de madre aprensiva. Ciertamente y si se lo hubieran vaticinado, ella nunca lo hubiera creído posible pero… la vida daba muchas sorpresas, unas tristes, algunas agradables y otras simplemente increíbles…
Capitulo V
"Buen aniversario"
El día anterior había resultado bastante fuera de lo común, por decirlo de alguna forma, para la joven mujer. No era que hubiese pasado algo totalmente extraordinario, aunque en cierta forma, pensaba que sí.
Meses después de la pérdida de su bebé, ella y su esposo habían estrechado mucho más el vínculo que los unía, aquel que había estado a punto de trisarse cuando el lamentable incidente se había producido.
Ella pensaba que sin la ayuda de Ranma, nunca hubiera podido superar una situación semejante y le agradaba esa sensación de saberse apoyada y querida por el hombre al que siempre había amado.
Él había hecho todo lo que estaba a su alcance para ayudarle, para no presionarla y por sobre todo, para que las heridas de ambos sanaran.
Para ella, él se había transformado en un importante pilar y creía, o le gustaba pensar, que él sentía igual. No cabía duda que el imprudente e irrespetuoso muchacho que conociera hacía tantos años atrás se había transformado, había madurado y ahora se comportaba como el hombre que toda mujer quisiera tener a su lado, apoyándola, llenándola de atenciones y compartiendo la carga de una dolorosa situación muy difícil de superar.
Sin duda el vínculo existente entre ellos que había estado a punto de romperse con la pérdida de su hijo, finalmente se había visto fortalecido y ahora podían decir que la relación que habían forjado era más resistente que el mismo acero.
Aun así, había algo que le molestaba ya que se sentía en deuda con su esposo. Él se había comportado mejor que bien durante aquellos meses, dándole espacio, sin presiones y simplemente preocupándose del aspecto emocional de ambos, lo cual agradecía de todo corazón, pero sentía que si bien el amor que se profesaban había salido fortalecido, la llama que antes caracterizaba su relación se encontraba peligrosamente en vías de extinción.
Obviamente el afecto y el acercamiento físico entre ambos no habían cesado del todo, pero desde que había ocurrido el incidente, ella sentía que no se encontraba preparada para arriesgarse nuevamente. Él parecía entenderlo y no insistía para nada, ni siquiera con indirectas o insinuaciones. Los doctores habían dicho que no tendrían ningún problema a futuro, pero, ¿si ellos se equivocaban?, ¿si ella no lograba volver a crear una vida dentro de su vientre?, entonces, ¿cómo enfrentarían la frustración y el nuevo dolor que les provocaría un hecho como ese?; le aterraba el solo pensarlo, pero era una posibilidad y egoístamente ella había decidido que no se encontraba preparada para afrontar algo semejante.
Tal vez él compartía sin decírselo aquel miedo a enfrentarse a lo que pudiera suceder, o tal vez era el temor a ser rechazado por ella el que le impedía acercarse de una manera más íntima a ella. Sea como fuere, ella creía que ya había sido suficiente, así que había decidido arriesgarse y tantear el terreno antes de confesarle que se sentía preocupada.
El día anterior había sido el elegido por la joven mujer para aclarar sus dudas y ahora, que se encontraba preparando en la cocina de su casa algunos bocadillos para recibir esa misma tarde a sus revoltosos sobrinos, recordaba con una mezcla de alegría y vergüenza la tarde, casi noche, del día anterior.
A los pocos días de haber dejado la empresa a cargo de Nabiki y su esposo, y, todavía tratando de asimilar la pérdida del bebé que ambos habían deseado con tanto anhelo, un día cualquiera lo había encontrado en el dojo, de pie, observando fijamente el altar principal.
¿Cuántas veces había contemplado al artista marcial de la trenza en esa misma posición? La verdad, no podía dar una respuesta, sólo sabía que habían sido tantas que era imposible llevar la cuenta. Sonrió y retorció nerviosamente la falda del delantal que llevaba puesto. Permaneció de pie en el umbral de la puerta de la sala de entrenamientos, sólo observando a su esposo que permanecía de pie, sin moverse, de brazos cruzados de espaldas a ella, mirando el antiguo altar.
El lugar ahora brillaba gracias a los cuidados que había recibido de su esposo y volvía a transformarse en aquel formidable recinto que su padre tanto atesoraba. El hombre que le daba la espalda también había cambiado y ahora distaba mucho del chico que había llegado a ese mismo lugar años atrás, e inclusive, del joven empresario con el cual había trabajado por un año. No, ahora veía al hombre noble y sabio en el que se había convertido; veía al esposo cariñoso y comprensivo que la acompañaba; veía al guerrero valeroso e intrépido que la defendía; allí de pie, dándole la espalda, veía al hombre que ella amaba con locura.
-¿Qué haces allí, no piensas entrar?
Las palabras llegaron a sus oídos sobresaltándola.
-Sólo estaba…
-Estabas admirando lo irresistiblemente atractivo que se ve tu esposo –le interrumpió girándose para mirarla con una sonrisa egocéntrica en el rostro.
Bien, tal vez lo insoportablemente pedante no había cambiado en él.
-No –dijo desde la puerta del dojo cruzándose de brazos-. Sólo vine a saber si mi egocéntrico esposo estaba listo para acompañarme a cenar.
Él soltó una alegre carcajada y se llevó ambas manos tras la cabeza.
-Estaba bromeando, Akane –dijo aún con la sonrisa brillando en sus ojos-. Lo cierto es que estaba decidiendo por dónde comenzar.
-¿Comenzar qué? –cuestionó ella adentrándose en el recinto.
-Ya te había comentado, hace mucho tiempo, que tendríamos que darle alguna utilidad a este salón y para eso se me ocurrió reabrirlo –hizo una pausa y la miró profundamente-, estaba esperando… bueno, las cosas se adelantaron un poco a mis planes.
Ranma esquivó la mirada de su esposa, era notorio que todavía le costaba montones hablar sobre lo sucedido con la pérdida de su hijo. Akane así lo entendió y acortó la distancia para abrazarlo.
Él correspondió al abrazo y apoyó suavemente su mentón sobre la cabeza de su esposa y así permanecieron unos momentos, en un total y completo silencio hasta que él volvió a hablar.
-Quiero que este recinto se vuelva a llenar de vida, Akane –dijo acariciando los cortos cabellos de su esposa-. Quiero que los niños y jóvenes vengan y aprendan las técnicas que sabemos, quiero enseñarles y quiero que tú me ayudes a hacerlo.
-¿Yo? –cuestionó la joven mujer mirándolo sorprendida-. Pero yo no…
-Tú sí podrías –rebatió él adelantándose a la frase-. Con mi ayuda y unos cuantos meses de entrenamiento adecuado, te convertirías en una excelente maestra para las nuevas generaciones -sentenció.
-¿Quiere decir que estás dispuesto a entrenarme? -cuestionó arqueando una de sus cejas-, ¿aun cuando nunca quisiste hacerlo?
-Las personas cambian –fue la única respuesta del artista marcial quien dejó libre a su esposa para recoger los implementos que había utilizado al limpiar el dojo.
-Vaya que sí cambian –comentó Akane todavía sorprendida por las palabras de su esposo.
-Tendremos que trabajar muy duro si queremos que vuelvas a recuperar el nivel que tenías cuando dejamos de vernos –razonó él mirando hacia el techo-, luego perfeccionaremos tu técnica y quizás en unos cuantos meses podamos reabrir este lugar y devolverle el prestigio que tenía y que merece seguir teniendo.
-¿Tú y yo? –cuestionó sin poder creer lo que estaba escuchando-, es decir, ¿realmente quieres que yo también enseñe artes marciales?
-¿Y por qué no?, eres la heredera de la escuela Tendo y la legítima dueña del dojo que construyeron tus antepasados –contestó indicando el altar-. ¿No te gusta la idea?
-Claro que me gusta, es sólo que… -se interrumpió y bajó la cabeza mirando atentamente sus manos-, yo jamás pensé que… este lugar volvería… que yo podría volver…
-Y vas a poder –sentenció con resolución dejando nuevamente los implementos en la duela para acercarse a su esposa-. ¡Hey! –dijo levantando delicadamente la barbilla de su esposa con una de sus manos-, no me casé contigo para que solo cuidaras la casa y llenaras mi estómago; me casé contigo porque eres una mujer fuerte y decidida, porque eres perfecta para ser mi compañera y ayudarme a cumplir mis sueños, porque te amo desde hace tanto que ya no recuerdo y porque nada ni nadie podrá destruir nuestro objetivo. La esperanza de tu padre y tu anhelo era continuar con la tradición familiar, ¿qué tiene de malo que yo también desee lo mismo?
-Nada –contestó abrazándolo con fuerza-, no tiene nada de malo y mucho de bueno.
Ranma sonrió con ternura.
-Eso sí, una vez que empecemos a enseñar, tú solo te dedicarás a entrenar con los más pequeños. Prométeme que eso es lo que harás.
-¿Por qué? –cuestionó a punto de enfadarse con él-. ¿Acaso crees que no seré capaz de enseñar a jóvenes y adultos? –terminó de decir cruzándose de brazos.
-Sé que serás capaz de eso y mucho más, pero no quiero que alguno de ellos quede flechado por mi linda esposa y luego tenga que golpearlo para enseñarle que tú, querida señora Saotome, estás prohibida para cualquiera que no sea yo, ¿entendido?
-Eres un idiota –dijo empinándose para darle un breve beso en los labios-, y además, celoso.
-Y así me quieres –contestó separándose de ella para tomar lo que había dejado en el piso y luego entrelazar su mano con la de ella para emprender el camino de salida del recinto-. Además, no soy el único celoso por aquí.
-Bobo –dijo empujándolo suave y juguetonamente.
-¡Hey!, mira que puedo arrepentirme de comenzar con el entrenamiento.
-¿En serio te arrepentirías por un golpecito? –cuestionó de la forma más dulce que fue capaz.
-Si me miras así y me das otro beso… -no alcanzó a terminar porque ella ya se había apoderado de sus labios en lo que fue un beso un poco más pasional que el anterior y mucho más duradero-. ¡Uf!, no, así no me arrepentiré jamás.
-Vamos a cenar o lo que preparé se enfriará.
Él sólo asintió en silencio y se dedicó a seguirla deleitándose al contemplar la alegría que transmitía aquel rostro femenino que para él resultaba perfecto.
Sí, era cierto eso que decían que después de algún sufrimiento, algo bueno tenía que seguirle.
Así comenzó todo; Ranma trazó un plan de entrenamiento que a las pocas semanas consiguió los resultados esperados, Akane en poco tiempo había recuperado su condición normal y lentamente iba perfeccionando su técnica, avanzando a pasos agigantados y sintiéndose cada vez más segura de sus capacidades. Pasaron los meses y entre uno y otro entrenamiento, la relación que mantenían los esposos se fue afianzando hasta convertirse en un verdadero bloque del más duro metal existente que nada ni nadie podría romper.
Hasta que llegó el día en que ella había decidido aclarar sus dudas. El día anterior había sido un día como cualquier otro, pero ella decidió poner a prueba aquel amor. Habían entrenado duramente durante la mañana y luego del almuerzo, él había salido del dojo a visitar a su madre puesto que esta última había insistido en hablar con él de un asunto importante.
Akane, encontrándose sola en la gran casona, pensó que bien podría ocupar el tiempo en practicar las nuevas katas que le había estado enseñando su esposo; para ella era increíble que en tan poco tiempo hubiera conseguido avanzar tanto y agradecía en el alma el cariño, la paciencia y por sobre todo, la perseverancia con la que su esposo le iba traspasando sus propios conocimientos sobre el arte que ambos tanto amaban.
Él era un maestro exigente y se lo había demostrado en muchas ocasiones, pero ella no era débil y tenía una tenacidad a prueba de todo, así que le agradecía esa exigencia puesto que pensaba que sólo así ella podría alcanzar algún día el nivel de él, o por lo menos estar a su altura.
Así pensando, no se había percatado que la tarde había caído ya en el exterior del recinto de entrenamiento y la noche, con sus primeras estrellas estaba cubriendo el cielo lentamente; tampoco se percató de la presencia de quien la había estado observando atentamente durante más de quince minutos desde la puerta del salón de entrenamiento. Ella seguía moviéndose, totalmente concentrada en lo que estaba haciendo y frustrándose cada vez que el movimiento que se encontraba practicando le hacía perder el equilibrio y caer al suelo.
Lo intentó una vez más. Paso adelante con el pie derecho; mano izquierda empuñada y brazo retraído a la altura de su costilla izquierda; brazo derecho extendido con la mano empuñada; cambio de posición de ambos brazos; levantar pierna derecha a la altura de su cintura; uno, dos, tres segundos y su pie izquierdo le hacía flaquear, perdiendo el equilibrio hasta caer al suelo. Siempre igual, siempre en el mismo punto del ejercicio no pudiendo completar la secuencia.
-¡Diablos! –se quejó sentada en el suelo dando un fuerte golpe de puño contra la duela del dojo.
-El problema está en tu pie izquierdo –comentó Ranma ingresando finalmente en el recinto-. Te concentras tanto en hacer bien los movimientos de tus brazos que olvidas que todo el peso de tu cuerpo está siendo sostenido por tu pie izquierdo.
-Para ti es fácil decirlo –rebatió esquivando la mirada de su esposo quien se había acuclillado frente a ella.
Estaba enfadada consigo misma por no conseguir realizar con fluidez el ejercicio que estaba practicando. Ranma así pudo notarlo y sonrió con ternura.
-Levántate –dijo ofreciéndole su manos-. Lo haremos juntos.
-Ranma, estoy cansada –refunfuñó. No quería que él siguiera viendo su rotundo fracaso.
-Entonces mira y concéntrate en descubrir cuál es el error que cometes.
Ella no contestó y él comenzó de inmediato a prepararse para demostrarle cómo debía realizar el ejercicio que tanto le costaba ejecutar.
Verlo allí frente a ella, totalmente concentrado y moviéndose con total fluidez era algo que lejos de permitirle descubrir sus propios fallos en la ejecución del ejercicio, hacía que se sintiera embelesada por el hombre que tenía enfrente. Era cierto, no podía dejar de observarlo, pero no de la forma en que él pretendía, sino más bien de una forma que la llenaba de pensamientos poco decorosos.
-¿Pudiste ver en qué estás fallando? –preguntó una vez hubo terminado el ejercicio.
-Creo… que sí. –titubeó totalmente sonrojada esquivando su mirada.
-Entonces, ahora puedes volver a intentarlo.
-No quiero –dijo cual si se tratara de una niña mal criada.
-Vamos, Akane, no puedes rendirte porque un ejercicio te salió mal un par de veces.
-Fueron más de un par.
-Da igual, te ayudaré.
Con reticencia se puso en pie y luego de tratar de concentrarse y olvidar los pensamientos que por su mente habían pasado contemplando a su esposo, se dispuso a realizar una vez más el ejercicio.
Lo cierto es que durante los últimos días, Akane se sentía más insegura que nunca en presencia de su esposo. Por supuesto no se lo había dicho por temor a la reacción que él pudiera tener, pero ya no le bastaba con tenerlo cerca y compartir unas cuantas caricias inocentes como si de una pareja que recién se está conociendo se tratara. Tenía miedo, pero a la vez, el deseo crecía en su interior y ya no podía negarlo.
-Aquí –escuchó que decía Ranma sacándola de sus cavilaciones-. Justo aquí es donde debes concentrar todas tus fuerzas para sostener tu peso y no caer.
Él estaba sosteniendo con una de sus manos su pantorrilla y aunque esta vez el ejercicio había salido bastante bien, logrando avanzar a la siguiente fase, ella cerró los ojos y se dejó caer al piso, con el corazón latiendo a toda velocidad y sus mejillas sonrojadas al máximo.
Él, contrariado porque no se explicaba qué había sucedido esta vez para que ella perdiera el equilibrio, trató de impedir la caída, pero en el intento resbaló y lo único que pudo hacer fue evitar con su propio cuerpo que ella se golpeara una vez más con la pulida madera de la sala de entrenamiento.
-¿Qué sucedió ahora? –cuestionó mirando hacia su pecho en donde su esposa tenía apoyado su rostro sin atreverse a levantarlo-. ¿Akane, estás bien?
La joven mujer respondió asintiendo con un movimiento de cabeza pero sin decir media palabra.
-Tal vez realmente estás muy cansada y por eso…
Ranma se interrumpió al ver el rostro de su esposa que por fin había decidido darle la cara. Sus ojos color tierra brillaban de una manera distinta y sus mejillas se habían teñido de un bonito tono carmín.
-¿Qué sucede? –cuestionó observándola con intensidad. Sería que finalmente y después de tantos meses por fin ella…
Sus pensamientos fueron borrados de su mente al sentir el cálido y apasionado beso con el que ella respondió a su pregunta. Allí, recostado en la duela del dojo que tantas veces él había utilizado para entrenar, sus instintos dormidos por las circunstancias que les habían tocado vivir y reprimidos por el respeto que le inspiraba el dolor de la mujer que tenía sobre él, empezaron a aflorar y comenzó a responder de forma casi desesperada a las cada vez más audaces caricias de su esposa.
Fue en el preciso momento en que sintió la mano de su esposa tratando de desabotonar su camisa china que paró a reflexionar lo que estaba a punto de suceder.
-¿Estás segura? –preguntó de forma agitada, deteniendo el avance de su esposa.
-Completamente segura –contestó ella y se sintió impulsada, rodando hacia un costado para quedar bajo el cuerpo de su esposo.
Él la besó con desesperación mientras aflojaba el cinturón de su clásico gi de entrenamiento y luego de separarse para comprobar que su tarea estaba hecha, con fuerza arrancó los lazos que mantenían atada su propia camisa, arrojándola hacia un rincón.
-Ahora tendré que arreglarte esa camisa –comentó de forma divertida observándolo con fingida molestia.
-Tengo otras –contestó él sonriendo al momento que se encogía de hombros.
Ambos soltaron una carcajada y luego volvieron a caer en esa apremiante pasión que casi los desbordaba.
Ninguno de los dos supo cómo ni cuándo llegaron al dormitorio que compartían, entre besos, risas y apasionadas caricias, dejando un regadero de ropa por el camino hacia la casona. Sólo en ropa interior y en la penumbra de la noche que ya cubría totalmente el cielo de la ciudad, se dispusieron a reavivar la llama que parecía dormida en su relación.
Y ambos, sin decírselo, se habían convencido de que era lo que faltaba para superar completamente el dolor y seguir adelante con fuerzas renovadas construyendo el camino que habían decidido juntos seguir.
Sonrió al recordar el despertar de aquella mañana. Luego de una noche totalmente maravillosa junto al hombre que amaba, había despertado entre sus brazos y con la sensación de haber alcanzado la felicidad completa una vez más.
Al parecer para su esposo no había sido suficiente con la noche de pasión que habían compartido y se lo hizo saber nada más despertar, y, aunque ella no quisiera reconocerlo, para ella tampoco había sido suficiente, así que se entregó una vez más a los deseos de su esposo para luego, quedarse compartiendo un maravilloso letargo que los acercaba al mundo perfecto que ambos habían soñado.
Pero todo ese mundo perfecto también tenía que sostenerse en situaciones comunes que el día diario traía consigo. Así que, después de auto convencerse de que debían levantarse sin tener reales intenciones de hacerlo, ambos se dispusieron a hacer lo que tenían presupuestado para aquel día.
Luego de desayunar muy tarde y con una alegría difícil de disimular para ambos, Ranma había salido con la intención de pasar por la Black Ryu a recibir el informe mensual que tanto Nabiki como su esposo insistían en comunicarle. Luego pasaría a ver el asunto de la publicidad que tenía por objeto promocionar la reapertura del dojo puesto que creía que ya se encontraban en condiciones de reabrirlo y retomar por fin en sus manos el sueño de ambas familias.
Akane se quedó en casa, sonriendo como una adolescente cada vez que recordaba cómo habían llegado a la noche anterior. Fue un momento de total azoramiento cuando tuvo que comenzar a recoger cada prenda de ropa que había sido abandonada por ambos en el camino hacia su habitación. Por suerte se encontraba sola en casa y no había tenido que soportar los posibles comentarios burlones de su esposo. Luego de ello y tras recordar que había invitado a Jian y a Kahori a visitarlos esa tarde, decidió preparar unos bocadillos que había aprendido a hacer gracias a las clases que compartía con su hermana mayor y los cuales le quedaban cada vez mejor.
Había terminado de prepararlos y ordenarlos cuando llamaron a la puerta. Pensando que se trataba de sus sobrinos acudió con una enorme sonrisa a abrirles, pero su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró con el rostro sonriente de dos niños de unos seis y ocho años… acompañados por una mujer que no se esperaba ver de pie frente a la puerta de su casa.
-Lo siento pero… andaba cerca de aquí y quise pasar a saludarlos, pero si estás ocupada…
-¡No! –le interrumpió Akane, haciéndose a un lado para indicarle a la mujer que era bienvenida-. Estaba esperando a mis sobrinos, pero si no te molesta, puedes acompañarnos.
-Eso me gustaría.
-Tenemos mucho de qué hablar –dijo Akane sonriendo con sinceridad-. Y tengo mucho que agradecerte también.
-¿Agradecerme?
-Sí, pasa –contestó-. Hablaremos adentro.
La mujer ingresó junto a los niños a la casona y tras cerrar la puerta de entrada, Akane sonrió nerviosamente no sabiendo muy bien cómo enfrentar a su inesperada visitante, pero con el convencimiento de que había llegado el momento en que finalmente podría cerrar ese capítulo de su vida y limar las asperezas que todavía podían quedar.
R & A
Cuando Ranma llegó a casa, la encontró sorprendentemente en completo silencio. Sabiendo que Jian y Kahori irían a visitarles esa tarde, le extrañó no escuchar ruido alguno. Generalmente las risotadas y gritos de ambos chicos eran lo primero que escuchaba cuando ellos se encontraban juntos, pero no esta vez, nada delataba la presencia de dos chicos en aquella casona.
Cautelosamente dejó las llaves sobre la mesita del recibidor y se descalzó ingresando a la casa con cuidado de no delatar su presencia en el lugar puesto que empezaba a sospechar que Akane y los niños tratarían de sorprenderlo como tantas veces ya lo habían hecho en el pasado; lo que no esperaba fue encontrarse con la escena que se presentaba frente a sus ojos cuando ingresó a la sala.
Sentados a la mesa, con unas cuantas cartas en las manos se encontraban Kahori y Jian, junto a Akane y dos niños más que él no pudo reconocer, sin embargo, reconoció enseguida ese cabello largo y castaño atado con un cintillo blanco. La mujer le daba la espalda pero era indudable que se trataba de ella.
-¡Gané! –gritó Kahori de pronto sobresaltando al hombre de la trenza que permanecía de pie en la entrada a la sala-. ¡Gané de nuevo! ¡Feliciten a la campeona!
Los murmullos de desacuerdo, las risas y gritos no se hicieron esperar y mientras Jian trataba de desacreditar el triunfo de Kahori con sus propias cartas, ella levantó el rostro y sonrió, luego se puso en pie y fue corriendo a saludar a Ranma.
-¡Llegaste! –dijo la niña efusivamente mientras se arrojaba a los brazos del artista marcial-. Te estábamos esperando. Tía Akane dice que eres el mejor jugando cartas.
Él observó a su esposa y ella no pudo ocultar una risita mientras se encogía de hombros, pero de inmediato mudó el gesto ya que el rostro serio de Ranma observando a la mujer que se encontraba frente a ella le dio a entender que necesitaba una explicación.
-Chicos –dijo Akane llamando la atención de todos en la sala-. ¿Les parece si van a jugar al jardín? Ryo puede acompañarlos, le encanta correr y hacer ejercicio.
-¿Y la revancha? –terció Jian de manera un tanto ofuscada-. No dejaré que una niña me gane en un juego tan tonto.
-Podemos dejar la revancha para después.
-Está bien –contestó el niño levantándose de la mesa-. ¿Ustedes vienen también?
-¿Podemos, mamá? –preguntó el mayor de los niños.
-Claro, vayan todos a jugar.
Los niños salieron entre risas y recriminaciones y fue entonces cuando Akane volvió a mirar a su esposo quien seguía en la misma posición, apoyado en el marco de la puerta.
-Tenemos una visita –sonrió su esposa levantándose para ir a saludarle.
-Eso ya lo vi –dijo de forma seca y poco amable-. ¿Qué haces aquí, Ukyo?
La mujer se puso en pie y por primera vez en años, ambos se miraron frente a frente. Sentimientos y remordimientos se arremolinaban en las tres personas que permanecían en esa habitación.
-Ukyo vino a visitarnos y a presentarnos a sus hijos, Ranma.
Ninguno de los dos aludidos parecía querer hablar, hasta que la mujer de larga cabellera castaña se decidió a hacerlo.
-Hola, Ranma. Tiempo sin vernos –dijo esbozando una tensa sonrisa.
-Hola –contestó él.
Silencio nuevamente.
Si bien es cierto Ukyo no había tenido que ver directamente con la separación entre Akane y él años atrás, el verla ahí de pie le incomodaba y no sabía muy bien el por qué. Tal vez porque le recordaba que no había hecho nada por recomponerlo todo cuando había tenido ocasión de hacerlo; tal vez porque le hacía comprender que había sido un cobarde al no volver a Nerima para buscar una respuesta por parte de Akane; tal vez porque el verla ahí de pie le traía amargos recuerdos de un joven de diecisiete años que se había hecho el propósito de odiar a quien amaba durante tanto tiempo que casi lo había conseguido.
-¿Quieren que les traiga un té mientras conversamos? –preguntó Akane con un poco de indecisión.
-¿Y de qué tendríamos que conversar? –rebatió su esposo endureciendo la mirada que le dedicaba a su antigua amiga de la infancia.
-Ranma, sé que estás dolido por mi comportamiento en el pasado pero…
-¿Por qué no dejamos todo como estaba? –interrumpió Ranma-. Tú tienes tu familia, yo estoy formando la mía con quien siempre quise hacerlo. Todos felices ¿no?
-Ranma –intervino Akane-, Ukyo quería retirarse después de hablar conmigo y yo la convencí para que no lo hiciera. Creo que es bueno que hablemos y cerremos de una vez por todas, la historia que nos une.
Luego de un nuevo momento de silencio, Ranma pareció convencerse y se acercó a su esposa quien permanecía de pie junto a la mesa, le dio un suave beso en los labios y movió la cabeza de forma afirmativa antes de sentarse.
-Gracias –dijo Akane dirigiéndose a la cocina-. Muchas gracias, Ranma. Voy por el té, ya vuelvo.
Cuando la joven de corta cabellera azulada volvió a la sala cargando una bandeja con tres humeantes tazas de té recién preparado, vio que la situación entre los antiguos amigos no había cambiado.
Ukyo permanecía sentada sobre sus rodillas con la mirada fija en sus manos que descansaban sobre la lisa superficie de la mesa. Ranma miraba hacia un lado por el ventanal en donde se divisaba a cuatro niños jugando animadamente en el patio de la casona con un perro que corría persiguiéndolos; Akane suspiró y se sentó junto a ellos; al parecer no sería una conversación fácil de llevar.
Durante más de una hora los tres adultos conversaron no sin tensión sobre los acontecimientos de un pasado doloroso y común para todos. Se disculparon y pidieron disculpas; se explicaron y solicitaron explicaciones; se perdonaron y pidieron perdón y finalmente, cuando la tarde caía, los tres coincidieron en que aquella conversación había contribuido a sanar las últimas heridas de un pasado que no era bueno olvidar, aunque sí, comprender.
Allí, los tres parecieron liberarse por fin de sus propios fantasmas y tras prometerle a Akane que seguiría visitándola, Ukyo se retiró con sus dos hijos. Ya habría tiempo para conversar sobre el presente y quizá, sobre el futuro.
Una vez que también los sobrinos de Akane se retiraron en compañía de sus padres, Ranma por fin pudo abordar a su esposa con tranquilidad.
-Cómo fue que Ukyo vino hasta acá –dijo acercándose a ella para tomarla de la mano y conducirla hacia el sillón principal-. Cómo fue que se atrevió a venir.
-Cuando yo decidí ir a buscarte a Kumamoto, hace meses –contestó Akane sentándose al lado de su esposo-, ese mismo día me la encontré en el hospital y me relató lo que había sucedido entre ustedes el día de nuestra boda. Me sentí tan mal que luego decidí no contarte lo que ella había hablado conmigo, pero recuerdo haberle dicho que podíamos retomar nuestra conversación cuando ella quisiera.
-Y hoy quiso hacerlo –complementó mirando al techo.
-Sí, y creo que estuvo bien.
-¿Aunque volviéramos a enfrentarnos con nuestro estúpido pasado? –cuestionó él acariciando los cortos cabellos de su esposa-. ¿Aunque volviéramos a recordar las tonterías que cometimos hace tantos años atrás?
-Fue bueno para mí –contestó ella acomodándose en el abrazo de su esposo.
-Creo que te daré la razón esta vez.
-Ukyo no es una mala persona –dijo Akane luego de un momento de silencio-, ya ves que la vida la premió con dos niños maravillosos y creo que olvidó verdaderamente los malos momentos de nuestro pasado común.
-¿Qué quieres decir con eso? –interrogó observándola con suspicacia-. Sospecho que hay algo dando vueltas en tu cabeza en este preciso momento.
Ella se encogió de hombros y sonrió traviesamente observando de cerca los ojos gris azulado de su esposo.
-¿Por qué tendría que estar pensando en algo? –respondió fingiendo inocencia.
-Porque te conozco y casi puedo escuchar los engranajes de tu cerebro dando vueltas y más vueltas en tu hermosa cabecita.
-Creo que no sería malo seguir viéndola –dijo rápidamente y luego besó a un sorprendido Ranma que no tuvo tiempo de reaccionar.
-¿Viéndola? –preguntó con verdadera curiosidad luego de que ella rompiera aquel beso inesperado-, ¿así como visitándonos y compartiendo nuestras vidas?
-Sí. Tenemos pocos amigos y ella, pues… -reflexionó por un momento y acarició los cabellos de su esposo como si tratase de peinarlos con su mano-, me cae bien.
-¿Te cae bien? –cuestionó arqueando una ceja, totalmente sorprendido con la afirmación de su esposa.
-Sí, aunque cuando éramos adolescentes no lo hubiera admitido por nada del mundo.
-A ver, ven acá –contestó Ranma acomodando a su esposa en sus piernas a horcajadas-. ¿Cómo es que ahora pretendes hacerte amiga de Ukyo?
-Está bien –dijo ella esquivando la mirada escrutadora de él-, me siento en deuda con ella.
-¿Cómo así?
-Ranma –exhalando un suspiro-. Bien, si no me hubiera encontrado ese día fortuitamente con Ukyo en ese hospital, no hubiera decidido ir a tu apartamento, no me hubiera encontrado con Heiko y si todo aquello no hubiera ocurrido tal y como ocurrió, no hubiera tenido el valor de ir a buscarte a Kumamoto -dijo mirándolo fijamente a los ojos-, quizás ahora no estarías aquí conmigo… creo que le debo mucho y aunque no fue su culpa, lo que ella destruyó un día, lo volvió a reconstruir sin siquiera saberlo.
-Eres única –dijo Ranma luego de un momento de silencio besándola con entusiasmo-. ¿Lo sabías?
-Lo sé –rió antes de devolverle el beso que antes había recibido con gusto.
Sí, él podía estar en desacuerdo momentáneamente con ella, pero ella siempre había tenido la facultad de hacerle cambiar de opinión y ver el lado positivo de las cosas.
Quizá fuera tiempo de dejar de una vez por todas, el pasado atrás y por qué no, reconstruir una amistad que se había perdido por la inmadurez que les caracterizaba en aquella época de su vida.
Pero eso con el tiempo se vería ya que en ese momento, Ranma en lo único en que podía pensar era en recuperar el tiempo perdido con su esposa y dejarse llevar por esa llama que había vuelto a nacer entre ellos el día anterior y por lo que podía intuir, su esposa pensaba de igual forma.
R & A
Se encontraba nerviosa, no podía negarlo.
Cierto que los meses habían pasado muy deprisa y su vida volvía a tomar un buen rumbo, pero no podía negar que la fecha le era emocionalmente complicada.
El dojo había vuelto a renacer de sus cenizas gracias a la intervención de Ranma; ella le ayudaba, era cierto, y se sentía muy agradecida con él por haberla incluido en los planes para volver a darle vida y esplendor a ese lugar que amaba con toda su alma. Él no se cansaba de repetirle que era una excelente maestra para los pequeños que tenía a su cargo, pero si se comparaba con la disciplina y tenacidad con la que lo había visto enseñar a él, ella sentía que se encontraba a años luz. Como fuere, se sentía feliz de lo que habían conseguido ambos con perseverancia. El dojo de su padre lentamente estaba recuperando el prestigio que mantuviera en sus años de gloria.
Nabiki estaba haciendo un buen trabajo también con la empresa y eso aliviaba en mucho la carga de su esposo quien ahora se podía dedicar a tiempo completo a su verdadera pasión: las artes marciales.
Recordaba lo contento que se había puesto días atrás cuando habían recibido una carta en la que les invitaban a participar en una competencia. Él creía que era el primer paso para devolverle la gloria a ambas escuelas de combate y ella compartía esa posición.
Las cosas con Ukyo y su renacida amistad iban bastante bien. Olvidados los rencores y egoístas actitudes del pasado, ambas se habían propuesto darse una oportunidad para forjar una amistad. Así, habían conocido al esposo de Ukyo, un hombre muy agradable y sencillo y ya podían decir que los malos entendidos del pasado habían sido reemplazados por una reciente y linda amistad que también compartían con Mousse y Shaomei.
Akane sentía que la vida volvía a sonreírle y estaba convencida de que en adelante sólo cosas buenas vendrían a complementar aquella felicidad que estaba experimentando.
Cuando sintió la mano que se posaba en su hombro, supo de inmediato que él había llegado al lugar en donde ella lo había citado.
Ella se encontraba sentada en un pequeño banco, frente a la fuente de agua que ocupaba el centro del lugar. La gente paseaba de forma despreocupada, a pesar de lo tarde que era y de que muy pronto cerrarían las puertas del jardín botánico en el que se encontraban, aquel al cual había huido durante una de las primeras discusiones que había mantenido con su, en aquella época, "jefe".
Sonrió al recordar aquel episodio y cómo marcó el principio de la nueva y enredada historia de amor con su esposo.
Sintió que él se sentaba a su lado y sin embargo, no le dio la cara.
-¿Por qué este lugar? –escuchó que preguntaba a su lado.
-Quería esperarte en un lugar tranquilo y apacible –contestó encogiéndose de hombros-. Además, este lugar me trae recuerdos.
-¿Buenos?
-Podría decirse que sí -sonrió.
-Te ves linda –le dijo llamando su atención.
Llevaba un vestido blanco de tirantes que favorecía bastante su delicada figura, sandalias y un pequeño bolsito a juego. Nada espectacular, y, sin embargo, Ranma tenía razón, su esposa se veía especialmente bella ese día.
-Gracias –contestó sonriendo y mirándolo de frente por primera vez-. Tú tampoco te ves nada mal.
Él no fue capaz de contestar puesto que se quedó embobado con la radiante sonrisa que ella le dedicaba.
Finalmente y luego de aclararse la garganta, Ranma pareció salir del trance y recuperar el habla.
-¿Qué hacemos aquí? –cuestionó.
-La verdad, nada. –contestó enfocando nuevamente su vista en la fuente de agua que tenían en frente-. Sólo quise volver a este lugar y como sabía que estarías por aquí cerca, pues, se me ocurrió que podríamos juntarnos acá, pero –se interrumpió para levantarse del asiento-, creo que ya es hora de que comencemos a caminar. Han anunciado el cierre del recinto por lo menos un par de veces.
Le tendió la mano a su esposo y éste se puso en pie sin hacer mayores comentarios al respecto. Ella entrelazó ambos brazos al de él y se dispuso a caminar hacia la salida del lugar.
-Estás actuando raro –comentó Ranma mirándola de soslayo.
-Quiero que me acompañes a un lugar que ambos conocemos –dijo por toda respuesta-. Yo no lo conocí en las mejores circunstancias pero, creo que a ti te resultará familiar.
-Pero…
-Nada de peros –le interrumpió deteniéndose para mirarlo de frente-. Sólo sígueme, ¿sí? Quiero caminar un rato.
-Está bien, aunque no sé dónde quieres llegar con todo esto. Insisto en que estás muy rara, Akane.
Ella sonrió y se dedicó a conducir a su esposo por las calles de Tokio, tratando de despistarlo conversándole amenamente de temas triviales. Lo consiguió, porque cuando ya se dejaban ver las primeras estrellas sobre el cielo de la ciudad, él se sorprendió al encontrarse frente a aquella puerta que tan bien recordaba.
-¿Y esto? –preguntó arqueando una ceja.
-Quería visitar al amable señor que trabaja aquí –dijo abriendo la puerta de madera y vidrio que se les presentaba en frente-. Y también… quería recordar nuestro verdadero aniversario –sonrió.
Había estado tan preocupado y viendo tantas cosas pendientes que había olvidado el detalle. Se encontraba junto a la mujer que amaba y ya no tenía que esconder un matrimonio que se había efectuado a sus tempranos diecisiete, por tanto ese día ya no era una fecha importante que trataba de olvidar; aquel día se había convertido en uno más en el calendario. Además, con todo lo que habían vivido durante aquellos meses, no le había quedado tiempo de acordarse de que se conmemoraba un año más de su unión con Akane un lejano día de agosto en una oficina de un edificio fiscal de Nerima.
-Vaya, con que es hoy –comentó inmerso en sus propios pensamientos.
-Hice de todo para que no lo recordaras –contestó su esposa tomándolo de la mano para ir a ubicarse en la mesa más alejada y discreta del pequeño bar-. Quería que fuera una sorpresa y además, quería que esta vez fueras tú el que olvidara nuestro aniversario.
-Eso es hacer trampa –protestó.
-Todo se vale, Ranma –rió sentándose en una mesita para dos en un rincón del bar.
Él sonrió y se sentó frente a ella, mirándola con infinita ternura. Esa mujer podía sacarlo de sus casillas en un dos por tres y calmarlo con una sola palabra o sonrisa. Sí, su esposa era única e incomparable.
-¡Nobu! –exclamó Ranma apenas vio aparecer por su mesa al hombre que siempre le había atendido en aquel bar-. Qué gusto me da verte.
-A mí también, señor.
-¿Conoces a mi esposa?
-Claro –contestó el hombre-, hace un año la conocí, sólo que no en las condiciones que me hubiera gustado hacerlo.
-Todo eso ya pasó –comentó Akane sonriéndole amablemente al hombre.
-Entonces –dijo el hombre después de un momento de silencio-, ¿lo de siempre, señor?
-No sé si sea conveniente, Nobu –contestó Ranma llevándose una mano atrás de su cabeza-, la última vez no fue una buena experiencia.
-Estamos celebrando nuestro aniversario, que sea algo especial –intervino Akane observando al dueño del local con complicidad.
-Será algo muy especial, entonces –comentó el hombre guiñándole un ojo a Akane para luego retirarse del lugar.
Cuando volvió, traía consigo una bandeja en donde había un pequeño pastel, una botella de champagne, una copa y un vaso de jugo de naranja.
Ranma miró extrañado lo que el hombre estaba posando en la mesa y luego buscó una explicación que no encontró en el rostro sonriente de su esposa.
-Felicidades –fue la frase con la que se despidió el hombre, retirándose a la barra del bar.
-¿Qué es todo esto? –cuestionó.
-Ante todo creo que sería bueno que llenaras tu copa, ¿no? –dijo Akane.
-Pero…
-Te dije que quería celebrar nuestro verdadero aniversario.
-Lo dijiste, sí –contestó obedeciendo a su esposa al verter el espumante líquido en la única copa que el hombre había dejado en la mesa-, pero eso no explica que sea el único que deba beber esta noche.
-Te equivocas, yo beberé mi jugo de naranja –contestó indicando el vaso frente a ella.
-Akane…
-Beberé mi jugo de naranja porque no me gusta mucho esa cosa francesa que al día siguiente te deja un dolor de cabeza espantoso –interrumpió-, y beberé mi jugo de naranja por esto –terminó de decir pasándole un sobre blanco por encima de la mesa.
Él se quedó estático, con la copa de champagne en una mano y el sobre que le entregara su esposa en la otra, sin saber qué hacer o decir. Dejó la copa sobre la superficie de la mesa y examinó el sobre. Parecía un sobre normal, excepto por el pequeño logo que se encontraba en una de las esquinas del mismo.
-Feliz aniversario, Ranma –rió su esposa sin poderse contener por más tiempo.
Él observó el sobre y leyó claramente las palabras "Hospital general de Tokio" bajo el pequeño logo, luego observó a su esposa que sonreía de forma radiante y lo comprendió todo.
-¿Quieres decir que…?
-Esta vez no pienso cometer ningún error que nos pueda quitar a nuestro pequeño –contestó todavía sonriendo-. Cinco semanas, según el doctor –continuó-. Seis, según mis cálculos.
-¿Un bebé? –preguntó sin poder creer todavía lo que su esposa le estaba dando a entender.
-Claro –contestó ella apoyando su rostro en una de sus manos-, aunque creí que te ibas a poner más contento… pareces asustado.
-¡Por supuesto que estoy contento! –exclamó.
Arrojó el sobre a un lado de la mesa y se abalanzó sobre su esposa para arrebatarle un beso que fue realmente corto porque a causa del entusiasmo y gracias al imprevisto movimiento, volcó la copa de licor recién servida y el líquido comenzó a escurrir por la superficie de la mesa.
-Lo siento, lo siento –decía mientras hacía lo posible por secar el espumante líquido con la ayuda de pequeñas servilletas de papel.
-No pensé que ibas a reaccionar así –comentó su esposa ayudándole a ordenar el desastre que había provocado.
-Dios, un bebé, Akane –dijo mirándola con ternura-. Nuestro bebé.
-Sí, nuestro bebé –contestó observándolo con lágrimas contenidas.
-¿Cuándo lo supiste? –preguntó sentándose nuevamente.
-Tuve mis sospechas, pero quise estar segura –contestó concentrándose en su vaso de jugo-. La semana pasada me hicieron los exámenes y quise esperar hasta hoy para darte la sorpresa y, bueno… ¡Sorpresa!
Él rió a carcajadas sin poderse contener. De pronto todo el dolor que había experimentado al perder a su primer hijo se había evaporado y ahora era reemplazado por una enorme felicidad, tan grande que creía estar soñando o viviendo una realidad paralela.
Vertió nuevamente el espumante líquido de la botella a su copa para brindar como era debido, pero algo hizo que su rostro se descompusiera en una mueca de incredulidad y duda.
-Un momento –dijo dejando lo que estaba haciendo para mirar fijamente a su esposa quien no dejaba de sonreír-. Dijiste, ¿la semana pasada?
Ella asintió con un movimiento de cabeza, aunque le extrañó la reacción de su esposo.
-Lo sabías y ayer… -dijo abriendo mucho los ojos-. Akane… nosotros ayer…
-Sí, y el doctor dijo que era normal y estaba bien –comentó realmente divertida al ver la cara de espanto que ponía su esposo.
-Pero, pero…
-Ranma, no pasará porque… algunas veces nosotros… -ahora era ella la que tenía problemas para hablar-. Bueno, tú sabes a qué me refiero.
-¿Estás segura de lo que dices? –preguntó mirándola con desconfianza.
-No es que llevemos una vida tan apacible en ese sentido ¿o sí? –dijo totalmente sonrojada llevándose el vaso a los labios para tratar de esconder un poco la vergüenza que estaba sintiendo en aquel momento-. Además, si quieres puedes preguntar tú mismo al doctor. Tenemos que ir la semana próxima a nuestro primer control.
-¿Sí? ¿Ya tenemos que ir?
-Ahora, si no quieres acompañarme…
-Estás loca –dijo tomando la mano de ella por sobre la superficie de la mesa-. Por supuesto que quiero acompañarte… todavía recuerdo… recuerdo lo maravilloso que se sintió… escuchar sus latidos…
Dejó la frase incompleta y una sombra de melancolía invadió el mágico ambiente que en ese pequeño espacio del local se había producido momentos antes.
-No hablemos de… cosas tristes –intervino Akane luego de un momento de silencio bajando la mirada.
-Tienes razón –asintió él acariciando la mejilla de su esposa-. Estamos aquí para celebrar.
Ella sonrió y asintió quedamente.
-Por el aniversario de nuestra verdadera boda y por nuestro hijo –dijo Ranma alzando su copa.
-Y por sus padres que cada día se quieren más –contestó ella alzando su vaso de jugo.
-Por sus padres –asintió Ranma-, que cada día se quieren más.
Momentos después de haber compartido una noche en aquel bar, comiendo pastel en complicidad, ambos abandonaron el lugar. Abrazados y sin prisa emprendieron el regreso a casa. Aquella casa que pronto se llenaría de sueños una vez más.
Para el joven matrimonio había quedado claro una cosa aquella noche, no importaba cuántas veces la vida te sorprendiera, siempre te entregaría las herramientas para levantarte y reconstruir lo que se había derrumbado. Al menos eso es lo que habían empezado a hacer y el tiempo les daría la razón.
-¡Akane!
El grito la sacó de sus pensamientos y recuerdos con la rapidez de un rayo. La mujer de larga cabellera castaña caminaba apresuradamente dando pasitos cortos y rápidos a medida que su kimono se lo permitía en dirección a ella.
Akane sonrió y saludó con un gesto de su mano.
-Qué bueno que llegas, todos estaban preguntando por ti –dijo saludando a su amiga alegremente.
-Tuvimos unos inconvenientes de última hora, pero ya todo está bien. Ranma viene en camino.
-¡El padre orgulloso! –exclamó sonriente.
-El padre asustado, diría yo –contestó Akane devolviéndole la sonrisa.
-Akane, hablamos sobre ello –comentó-. ¿Todavía tienes miedo?
-No es… no es eso, Ukyo –contestó-. Es sólo que… es nuestra niña, nuestra pequeña y creo que ninguno de los dos se encontraba preparado todavía para dejarla ir.
-Y sin embargo, es la ley de la vida –dijo Ukyo sonriendo comprensivamente-. Los padres debemos dejar que nuestros hijos hagan su camino y ella lo hará muy bien. Debes confiar, Akane –completó abrazando a su amiga por los hombros-. Y si algo no llega a funcionar… tiene a dos padres maravillosos en los que puede buscar apoyo, ¿no?
-No sé si maravillosos sea la palabra adecuada…
-Maravillosos, sí –interrumpió Ukyo-, y un par de amigos que ya se los quisiera cualquiera. Yo… estoy muy agradecida de contarlos entre mis amigos.
-Pero, Ukyo, no es momento de…
-Sí lo es –volvió a interrumpir-. Si tú no hubieras perdonado las tonterías que cometí cuando éramos unos chiquillos, yo no hubiera contado con el apoyo de ustedes como matrimonio y como familia en los momentos más difíciles de mi vida. Por eso, creo que sí es el momento de agradecerte y de decirte que lo creas o no, eres una madre fabulosa y todos esos miedos que tienes para el futuro de tu hija, están aquí –dijo tocándose la cabeza-, pero los vencerás porque eres fuerte de aquí, Akane –terminó de decir llevándose la mano a la altura de su pecho.
-Gracias –contestó Akane tomándole las manos a Ukyo-. Gracias por todo, Ukyo.
-Gracias a ti por acogerme en tu entorno –contestó Ukyo visiblemente emocionada.
Para nadie era un misterio que, lo hubieran querido o no, ellas se habían conocido siendo rivales y ahora, después de tantos años, habían logrado forjar una duradera y linda amistad de la cual ambas se enorgullecían.
-Ya –dijo Ukyo interrumpiendo el silencio que se había instaurado entre ambas-. O pretendes que los demás se rían de dos viejas lloronas.
-Lloronas puede ser, ¡vieja jamás! –rió Akane.
-Shaomei y los demás nos esperan –secundó Ukyo avanzando lentamente hacia el lugar en donde se encontraban las familias de los novios.
-¡Abuelita! –gritó un niño de unos cinco años quien corría en dirección a las mujeres.
-¡Te he dicho que no me digas abuelita! –rezongó Ukyo tomando al niño en sus brazos-. Soy demasiado joven para que vayas pregonando por todos lados que soy tu abuela –continuó desordenando los cabellos del niño mientras éste reía a carcajadas-. Para ti soy Ukyo.
Akane se quedó rezagada viendo la escena que se producía ante sus ojos y sonrió. Sí, la vida daba muchas sorpresas, unas buenas, otras malas y otras increíbles, prueba de ello era que el día en que había convencido a su esposo de que quería que Ukyo siguiera formando parte de sus vidas, nunca imaginó que justamente ella se convertiría en un pilar fundamental en su historia de vida. Tan importante que se había ganado un lugar en su propio corazón y un espacio en su amada familia.
-¡Akane!, ¿qué esperas?
-Voy.
La mujer de corta cabellera comenzó a caminar tras su amiga y le pareció que con cada paso que daba, su confianza se iba afianzando. Sí, todo saldría muy bien para su hija, seguramente la vida también le traería sorpresas, pero al final, todo iría muy bien…
Notas finales:
1.- Bueno, he aquí un capítulo más de esta historia. No fui mala esta vez y espero no haber hecho llorar a nadie. La verdad, nunca pensé que el capítulo anterior les iba a emocionar tanto aunque debí suponerlo puesto que yo me emocioné escribiéndolo… espero hayan superado el trauma quienes me dijeron que les había traumado, fue sin intención, lo prometo ^^
2.- Algunos pensarán por qué incorporar nuevamente a Ukyo en la historia, es que simplemente sentí que la pareja estaba muy sola y además, creo que de todos los personajes, Ukyo realmente sería la única que quizá pudiera forjar una amistad con Akane… o quizá no, quién sabe, pero al menos en esta historia me pareció bueno que así sea, y, además, me será de utilidad.
3.- Agradecer infinitamente a todos quienes siguen esta historia, en especial a quienes siempre se dan un tiempo para dejarme saber su opinión mediante un review. A MATT (Gracias por tus palabras, siempre me alegra recibir comentarios tan dedicados, eso quiere decir que estoy haciendo las cosas bien y que lo que escribo está llegando a los lectores como quiero que llegue. Lo siento si te entristeció el cap, pero desde un principio tenía esta idea rondando mi cabeza y no me hubiera perdonado no llevarla a palabras; es algo dramático, sí, pero sucede y quizá me quedé corta al tratar de relatar el dolor que deben sentir unos padres al perder un bebé. Sobre el anime que comentas, pues no, no lo he visto (creo que hace años que no veo un anime completo… mal por mí pero el tiempo es escaso), gracias por el dato; veré si puedo hacer algo para "descubrirlo". Un abrazo y una vez más, gracias por comentar), ShakkaDV, Eleniak (Muchas gracias a ti por comentar. Yo sólo trato de ponerme en el lugar de los personajes al escribir y relatar desde sus propias emociones, así que me alegra mucho que te haya gustado el capi. Un beso y gracias, muchísimas gracias por tus palabras), Lobo De Sombras, RowCinzia, Noriko (Muchas gracias por compartir tu experiencia, no lo sabía y lo siento muchísimo, de verdad. Tienes mucha razón, la gente muchas veces no entiende el dolor de una pérdida, sea cual sea, siempre será un momento terrible y más si has depositado tantos sueños y esperanzas en alguien que no logras conocer porque "te lo quitan" antes de tiempo. Una vez más, muchísimas gracias por tus palabras, espero que ahora estés mucho mejor, aunque sé que es duro puesto que siempre existirá el recuerdo. Sobre lo que comentas del árbol, pues sí, generalmente cuando incorporo algún "signo" en alguna historia, me esfuerzo en investigar y el arbolito tiene un significado que calzaba perfectamente para este capítulo y lo que quise transmitir en él. Un beso, mi bonita y gracias por comentar), Ishy-24, Faby Sama, BUBU30, Jfer calvomeneses, susyakane (Muchísimas gracias por comentar y por contarme tu experiencia. Pues sí, estas cosas son más comunes de lo que uno piensa y mi idea siempre fue relatar algo así porque, si bien es cierto que es una situación muy triste, creo que sirve para que una pareja se una más. Hay pocas cosas en esta vida que pueden unir a las personas y una de ellas es compartir un gran dolor. Qué bueno que, a pesar de lo triste, te gustó el capítulo. Un beso y gracias por comentar), D-Uzumaki, cjs (Muchísimas gracias por tus palabras, creo que lo de "malvada" lo tomaré como un cumplido :) Un abrazo y una vez más, gracias por comentar), RosemaryAlejandra, Belli (Mi Belli, linda, muchas gracias por seguir comentando esta historia. Sí, fue un capítulo triste pero necesario. Una vez más gracias por tus palabras y espero te siga gustando la historia. Un beso), linaakane (Muchas gracias por el comentario. Un abrazo), kane saotome 83 (Muchas gracias por tan lindas palabras para la historia y para mí. Me alegra mucho saber que esta historia te gusta y que la leíste en tan poco tiempo. Bueno, sólo decir que me esfuerzo mucho por tratar de entregar capítulos que sean del agrado de quienes leen, así que, gracias por hacerme saber que lo estoy consiguiendo. Respecto a las disculpas, no tienes por qué disculparte, linda; yo sé que no siempre hay tiempo para comentar o muchas veces simplemente se nos olvida hacerlo o no hay ánimos, yo siempre lo he dicho, para mí los comentarios son importantes, pero es mucho más importante que lean lo que escribo, así que, no hay nada que disculpar. Un abrazo y nuevamente gracias), Rutabi, daniel04 y KohanaSaotome, muchísimas gracias a todas/os por comentar en el capítulo anterior, saben que me hacen muy feliz sus palabras, así que, gracias, gracias y más gracias.
4.- Eso es todo por ahora, no sé cuándo pueda volver con otra actualización pero trataré de hacer lo posible para sacar algo decente muy pronto.
Un beso, se cuidan y como siempre, buena suerte!
Madame De La Fère – Du Vallon.
