- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato en una especie de "actores secundarios"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.
More than Us
Había demasiada gente en el lugar como para que él se sintiera cómodo. Nunca le habían agradado aquellas reuniones en las que conocía a menos de la mitad de la gente que le rodeaba, pero ahora no podía hacer absolutamente nada por escapar de la situación, puesto que era la celebración del matrimonio de su hija por lo que todas esas personas se encontraban allí reunidas, conversando, riendo alegremente, comiendo y bebiendo; simplemente no se trataba de cualquier celebración.
Suspiró de forma cansina tratando de encontrar con la mirada a su esposa para que ella le ayudara a salir de aquel estado de apatía en el cual sentía que se estaba sumergiendo poco a poco. Su hija no merecía que él se comportara de una forma tan hosca con sus invitados sólo porque le ponía nervioso el encontrarse rodeado de gente que poco y nada tenían que ver con su mundo. En todos los años que había permanecido alejado de las grandes reuniones sociales, había desarrollado una aversión por éstas y ya era tarde para volver a retomar el ritmo que anteriormente y como cabeza de la Black Ryu Company le había tocado desempeñar. Sonrió al recordar aquellos tiempos, sin embargo, si le dieran a elegir, él jamás hubiera cambiado su vida tranquila en Nerima junto a su familia, siendo el maestro del dojo y dedicándose única y exclusivamente a resolver problemas domésticos, por la dirección de aquella empresa.
Observó una vez más al interior del dojo atestado de gente alejando esos recuerdos de su mente y con el único objetivo de encontrar a su esposa entre la multitud, pero sus ojos se detuvieron en la imagen de su hija, vestida totalmente de blanco sentada en un rincón junto a una mujer de avanzada edad que la cobijaba en sus brazos maternalmente. Sonrió cuando su hija se separó de la mujer con una radiante sonrisa adornando su rostro mientras la mujer secaba discretamente unas lágrimas de su rostro. Luego observó una sonrisa más radiante aún en el rostro de su hija cuando ésta levantó la vista y pudo observar al hombre que permanecía de pie frente a las dos mujeres.
Volvió a suspirar y pareció transportarse a una época muy lejana al contemplar la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Debía reconocer que le estaría agradecido por el resto de su vida al hombre que ahora abrazaba tiernamente a su hija menor, aunque le costara un poco admitirlo.
Capítulo VIII
"Todo vuelve a la normalidad"
Había pasado una semana desde que había sucedido todo y él todavía no podía convencerse; tampoco sus hijos y qué decir de su esposa. Todos en aquella casona parecían haber caído de pronto en un estado de melancolía del cual no podían salir.
A su memoria vinieron una infinidad de recuerdos de aquel amigo que se había ganado el cariño incondicional de todos en aquella familia. Primero se ganó el cariño de Akane, ya que ella lo había tenido desde que había sido un cachorro. Luego el de él, cuando lo había conocido creyendo que se trataba de un hombre que había osado arrebatarle el cariño de la mujer de su vida, y luego el de cada uno de sus hijos cuando los había acompañado en sus primeros pasos, en sus primeras comidas, jugando con ellos y prestándose para realizar travesuras. Eran tantos recuerdos lindos que había dejado el bueno y viejo Ryo en aquella familia que ninguno de sus componentes parecía recuperarse aún de su perdida, la cual se había producido algunos días atrás.
Lo cierto es que el shiba inu dorado había enfermado de pronto y el veterinario que lo atendía desde que era un cachorro había aconsejado dormirlo por la avanzada edad del perro; un golpe para el cual nadie se encontraba preparado. El alegre cánido había vivido muchísimo más de lo normal para un perro de aquella raza, había dicho el veterinario y todo por haberle dado una buena vida, pero ahora qué; Akane todavía lloraba a escondidas de sus hijos por su mascota que para ella había sido un hijo más; los niños extrañaban a su compañero de juegos y estaban tristes y Ranma se había aferrado tanto a Ryo, que al igual que su esposa no podía evitar extrañarle y sentir que en cualquier momento el inquieto perro aparecería para reposar a su lado cuando él se encontraba meditando o ladraría de alegría agitando su cola cuando él regresaba a casa. No, Ryo ahora descansaba en el patio de su casa, en una tumba cavada por él mismo porque se había negado a dejarlo en la clínica veterinaria cuando el médico lo había sugerido; Ryo era un miembro de su familia y descansaría cerca de ellos.
Y así, después de mucho meditarlo y hablarlo con su esposa, Ranma había decidido llevarse a los niños por un fin de semana a un entrenamiento como los que él mismo realizaba cuando era un niño con su padre para alejar y mitigar en algo la tristeza por la pérdida de Ryo.
Akane había estado de acuerdo pero cuando le habían comunicado a sus hijos la decisión, nadie había esperado la reacción de la pequeña Akemi, porque para ambos padres había quedado claro desde un principio que quienes irían con su padre a ese viaje serían Kazuma y Ryûma; Akemi se quedaría en casa junto a su madre porque era muy pequeña para ir en un viaje así.
La niña de siete años había desatado una tormenta cuando se enteró de lo injusto de la medida puesto que ella pensaba que tenía la edad suficiente para viajar junto a su padre y hermanos a un lugar alejado en el bosque para entrenar en las técnicas milenarias que seguramente su padre les enseñaría a sus hermanos mayores.
No bastaron los motivos razonables que encontró su madre para tranquilizar a la niña; no bastaron las promesas a futuro con las que la trató de convencer su padre; no bastaron las súplicas de sus hermanos para que se calmara porque de lo contrario, ninguno de los tres podría ir a ese viaje. La niña no se calmó y reclamó por sus derechos día tras día, hora tras hora, recibiendo siempre una respuesta negativa por parte de sus padres.
Simplemente la niña era muy pequeña y su madre se negaba a dejarla ir. Su padre también creía que esta vez, Akane tenía razón y se lo hizo saber a su hija con la ternura que siempre aplicaba para convencerla cuando ella se obstinaba en obtener algún beneficio, pero si había algo que Ranma había comprobado era que su hija era igual de terca que su madre, así que finalmente optó por regañarla y conseguir así que ella obedeciera y se quedase en casa junto a su madre mientras él se iba con sus hermanos al entrenamiento.
Se sintió realmente miserable al regañar a su pequeña cara de bebé; era la primera vez que lo hacía, pero él pensaba que estaba haciendo lo correcto. No podía llevarse a los tres, principalmente porque Akemi era muy pequeña y no sabía si aguantaría las exigencias que conllevaba participar en un viaje de entrenamiento.
Por lo tanto, un día viernes en la tarde, Ranma partió del dojo Tendo junto a su hijo mayor Kazuma y su hijo menor Ryûma a las montañas cercanas dejando atrás a su esposa quien los despidió desde el gran portón de entrada en la casona junto a su pequeña hija quien, tomada de la falda de su madre, lloraba desconsolada con una expresión de enojo en su rostro.
Cuando los viajeros se perdieron de vista, Akane tomó la mano de su hija y ésta, a regañadientes ingresó a la casona siguiendo a su madre. Para Akane resultó evidente que calmar y convencer a su hija que la decisión de dejarla en la comodidad y seguridad de su casa había sido lo mejor, resultaría muy complicado, así que trató de pensar en alguna idea para distraer a la pequeña durante aquel fin de semana.
Sabía que su hija sentía una fascinación casi obsesiva por su padre, había sido así desde que era una pequeña bebé y ella había podido notar ese fuerte vínculo que unía a su esposo con su hija. Ranma nunca había hecho diferencias entre sus tres hijos, pero era indudable que había una relación de cercanía especial entre él y su pequeña hija. Así que ella se propuso hacerle olvidar a Akemi que se encontrarían solas en la casona por todo el fin de semana.
Comenzó haciendo una excepción en su ya conocido plan de preparar comida saludable y esa noche dejó que su hija le solicitara lo que ella quisiera para cenar; por supuesto la niña solicitó un platillo sencillo pero que para Akane no resultaba nada saludable, sin embargo, la madre aceptó complacer a su pequeña hija en su petición y salieron ambas a comer una hamburguesa en un conocido local dentro del centro comercial cercano, pero antes de eso, Akane sugirió ver una película y su hija aceptó con una enorme sonrisa adornando su rostro.
Akane pensó que la pequeña ya se estaba olvidando de que en esos momentos, sus hermanos se dirigían junto a su padre al famoso viaje de entrenamiento y se felicitó mentalmente por el logro obtenido con su hija menor.
Cuando volvieron a la casa ya era entrada la noche y la niña estaba tan cansada que Akane subió junto a ella a la habitación de la pequeña para asegurarse de que se acostara a dormir y que estuviera bien arropada; después de todo la niña parecía haber sacado bastantes de sus defectos y virtudes, y, en lo que concierne a comportamiento, también había adquirido algunos que ella misma reconocía como propios, entre ellos, su mal dormir.
Se quedó por lo menos durante media hora recostada al lado de la niña, velando su sueño y observando su respirar pausado mientras reflexionaba en lo afortunada que había sido al reencontrarse con Ranma años atrás gracias a su precaria situación económica, ya que si ella no hubiese decidido buscar trabajo en aquellos años, si Ranma no la hubiese engañado para que ella firmara aquel contrato que la obligaba a trabajar para él durante un año, quizá nunca hubiera tenido oportunidad de compartir con él y simplemente no estaría ahí ahora, velando el sueño de su hija menor.
Sonrió sin poder evitarlo. El bendito contrato había permanecido guardado entre sus papeles importantes durante todos esos años y de vez en cuando, en el momento en que ella lo encontraba buscando algún documento, le hacía recordar toda su extraña y complicada historia de amor con el padre de sus hijos.
Un suspiro escapó de sus labios y se levantó de la cama tratando de hacer el menor ruido posible. Lentamente avanzó hacia la puerta y luego de una última mirada hacia la cama en la que descansaba su pequeña hija, apagó la luz y se dirigió a su cuarto. Cuando llegó al lugar, la oscuridad reinante fue un recordatorio de que él no se encontraba allí y que esa noche no compartirían la cama matrimonial que por tanto tiempo habían compartido; la angustia se instauró en su corazón al saberse sola una vez más y comprendió a la perfección a su hija, simplemente ambas se habían acostumbrado a la presencia del mismo hombre y se habían vuelto dependientes de él, de su amor, de su dedicación, de su protección, de su… de todo lo que él les brindaba; sí, Akane comprendió que ambas compartían un amor incondicional por Ranma y sonrió al reconocerlo. Lentamente cambió su ropa por aquella que ocupaba para dormir y se acostó en aquella cama, sola. Se preguntó si no hubiera sido una buena idea el acostar a su hija en la misma cama en la que ella se encontraba ahora, al menos así ambas se hubieran hecho compañía mutuamente, pero eso ya no lo había realizado y ahora ya era tarde para despertar a Akemi y cambiarla de habitación, así que se obligó a dormir puesto que pensó que al día siguiente debería seguir haciendo esfuerzos para que su hija olvidara que su padre no la había llevado a ella junto a sus hermanos a entrenar. Sí, Akane creía que el siguiente día sería un largo y difícil día… y no se equivocaba.
R & A
Cuando se despertó a la mañana siguiente, supuso que era demasiado temprano todavía y lentamente se fue desperezando para comenzar un nuevo día. Pensó que preparar algo especial para el desayuno de su hija sería una buena idea para alejar la melancolía de su pequeña, así que se levantó con ánimos renovados y observó la hora en el reloj. El aparato marcaba las ocho de la mañana, así que consideró que contaría con el tiempo suficiente para preparar algo que fuera del agrado de su hija antes de que ella despertara y se dirigiera a la cocina. Así, sin prisas se dirigió a la cocina y comenzó con lo que sería la preparación del desayuno para ella y su hija menor; cuando hubo terminado, observó el reloj y le extrañó que Akemi aún no se hubiera aparecido por la cocina como siempre hacía, aunque no le dio mayor importancia puesto que la niña se había acostado realmente cansada el día anterior y además, triste por no haber podido ir con su padre y sus hermanos, así que Akane se dispuso a concurrir a la habitación de su hija para despertarla y comenzar con su día. Lo que la madre nunca imaginó fue que al ingresar a la habitación de su hija menor, ésta se encontraría vacía. Tras la primera impresión, la mujer de corta cabellera azulada comenzó a buscar a su hija y a llamarla por su nombre; tal vez Akemi quería jugarle una broma como cuando se escondía de sus hermanos para que estos la buscaran por toda la casa. Cuando no la encontró escondida en su habitación, comenzó a buscarla por el resto de la casona pensando en que tal vez a la niña se le había ocurrido tomar un baño sin avisarle, así que se dirigió al cuarto de baño pero no había señales de la pequeña en ese lugar; luego y tratando de controlar el nerviosismo que comenzaba a sentir, buscó en el resto de la casona, llamando a su hija a los gritos y cada vez con más desesperación. Buscó en las habitaciones de sus hijos, en la de ella misma, volvió a revisar el cuarto de Akemi, fue al dojo, buscó por el patio y el antejardín, sin obtener resultados. Su hija no estaba, simplemente había desaparecido.
Fue en ese preciso momento en el que la mujer sintió cómo las lágrimas de desesperación y angustia hacían abandono de sus ojos y caían libremente por sus mejillas; quiso gritar, quiso salir corriendo en busca de su hija y quiso golpear cualquier cosa que tuviera a la mano, sin embargo no lo hizo, simplemente no podía abandonarse a la desesperación y tomar decisiones apresuradas en una situación desesperada como ésta. Era una lección que había aprendido duramente años atrás y que recordaba muy bien, así que ingresó apresuradamente a su casa y comenzó a realizar las llamadas de teléfono que había pensado hacer. Al primero que llamó fue a su esposo, pero éste no respondió ninguna de sus llamadas, seguramente por encontrarse ya internado en un lugar muy lejano y no tener cobertura, así que pensó que esta vez él no podría ayudarla y tendría que arreglárselas sola. El sólo pensar en que Ranma se encontraba lejos, que no podría ayudarla y que cuando se enterara de la situación se pondría incluso más nervioso que ella misma la aterraba, pero de momento, ella no podía hacer nada al respecto, así que comenzó a realizar llamadas a sus familiares y amigos para que le ayudasen a encontrar a su hija. En menos de media hora la casa se encontraba atestada de gente haciendo preguntas, formulando hipótesis y conjeturas sobre lo que había sucedido y tratando de encontrar la mejor forma de ayudar a la desesperada madre que se encontraba deshecha en llanto sentada en la veranada que daba al jardín, ya que no había dejado de culparse por la desaparición de su hija.
Y es que aunque todos habían tratado de convencerla que el actuar de Akemi no había sido su culpa, ella no podía dejar de pensar en que tal vez hubiera sido mejor que la niña hubiese viajado junto a su padre y hermanos, quizá hasta ella misma debería haberles acompañado y ahora se encontrarían todos felices en un lugar al interior de las montañas, disfrutando en familia de un viaje de entrenamiento y ella no estaría allí, sufriendo la angustia de no saber en dónde podía encontrarse su hija menor.
Nabiki, como siempre, había sido quien había mantenido la calma y la cabeza fría para tomar las decisiones correspondientes. Luego de haber preguntado a su hermana cómo habían sucedido las cosas, ella había sacado por conclusión que la pequeña Akemi debió encontrar una buena idea ir tras los pasos de su padre y sus hermanos, y que probablemente se encontraba realizando un recorrido similar al que había realizado Ranma con sus hijos. Lo primero que hizo la mediana de las hermanas Tendo fue avisar a la policía, mientras más gente participara de la búsqueda, mejor. Luego trató de tranquilizar a su hermana menor sin conseguirlo, lo cual era totalmente entendible. Finalmente, Nabiki organizó a todos los adultos que se encontraban en la casona para que salieran en búsqueda de la niña por distintos puntos del barrio, después de todo, Akemi todavía era una niña pequeña y no podía avanzar una distancia tan grande en tan poco tiempo ya que Akane había dicho que cuando ella se había levantado a ver si la pequeña estaba bien a eso de las cinco de la madrugada, la niña todavía permanecía en su habitación.
Así fue que todos salieron en busca de la niña, obligando a la madre a permanecer en la casona y haciendo hincapié en que Akane no debía moverse de ahí en la eventualialidad que la niña decidiera volver y además, por la seguridad y tranquilidad de la propia Akane ya que todos pensaban que en el estado de angustia y ansiedad en el cual se encontraba, sería poco el aporte que pudiera realizar en la busqueda de su hija. Kasumi, quien parecía ser la única que tenía la facultad de contener la angustia y desesperación de su hermana menor fue la única que se quedó junto a ella.
-Akane.
La mujer levantó la mirada y sus enrojecidos ojos hicieron contacto con los del hombre que se encontraba de pie frente a ella. Trató de sonreír pero fracasó rotundamente en su intento y sólo pudo contener a medias, un sollozo que escapó de sus labios.
-Akane, necesito saber dónde fue Ranma a entrenar.
-Dijo que llevaría a los chicos al mismo lugar al que siempre iban ustedes –contestó en un susurro.
-Lo suponía –asintió el hombre de gafas y pañoleta blanca observando al cielo-. Es lógico que los lleve allí, es un lugar seguro y adecuado para realizar un entrenamiento. En ese caso, iré a buscarlo ya que no te puedes comunicar con él.
-Gracias –asintió ella-. Él debe saber que… debe enterarse que yo perdí…
-No lo digas –interrumpió Genma acuclillándose al lado de su nuera-. Encontraremos a Akemi y todo volverá a la normalidad, Akane. Y por favor, no te culpes.
-Debí dejar que fuera con él, debí dejar que acompañara a Ranma, él la hubiera cuidado mejor que yo.
-Akane, recuerda todas las veces que por otras razones, tú misma te escapaste de esta casa para seguir a mi hijo.
-¡Pero yo tenía dieciséis años!... ella es muy pequeña –dijo escondiendo el rostro en sus manos al momento en que volvía a llorar-, es tan pequeña…
-La encontraremos, Akane –acotó su suegro dándole un par de golpes a su nuera en la espalda para hacerle saber que él compartía su preocupación y su dolor-. Te prometo que la encontraremos.
La mujer sólo asintió con un movimiento de cabeza y escuchó los pasos de su suegro alejarse del lugar. A su lado, Kasumi volvió a sentarse y abrazó a su hermana de forma maternal. Era lo único que podía hacer en aquel momento, sólo abrazar a su hermana para transmitirle algo de consuelo y rogar para que la afirmación de Genma Saotome se hiciera realidad.
R & A
El teléfono de la casona se hizo escuchar a eso del mediodía y la dueña de la casa se levantó presurosa a contestar ya que podía ser la policía que hubiera dado con el paradero de su hija, o tal vez uno de sus familiares o amigos, así que con el corazón latiéndole a una velocidad inusitada, levantó el auricular para recibir buenas noticias, sólo que no esperaba que la voz despreocupada del otro lado la saludara tan cariñosamente. En otras circunstancias, ella hubiera sonreído nada más escucharle, pero ahora lo único que podía hacer era llorar.
-¿Akane?, ¿Akane, qué pasa?, sólo pregunté cómo estaban –se escuchó la voz de Ranma del otro lado del auricular.
-Es Akemi –contestó su esposa-. Ella escapó, Ranma… al parecer se fue tras ustedes… yo la perdí…
El silencio que se produjo en ambos lados de la línea telefónica era interrumpido sólo por los sollozos de la madre desesperada.
-¿Cómo? –preguntó Ranma sin poder ocultar la preocupación en su voz.
-Akemi escapó y ahora todos se encuentran buscándola. No pude avisarte porque no contestabas a mis llamadas y ahora yo…
-Estoy en un pequeño pueblo en donde me prestaron un teléfono para llamarlas, el móvil no funciona acá –dijo Ranma sin poder creer lo que su esposa le estaba contando-. ¿Cuándo desapareció?
-Ésta mañana –contestó Akane abandonándose nuevamente al llanto-. Soy una pésima madre… debí saber que ella escaparía… soy lo peor…
-Akane, no –dijo Kasumi quitándole el auricular-. Yo hablaré con Ranma –continuó su hermana mayor indicándole a Akane que fuera a la sala.
Cuando Kasumi volvió a la sala en donde se encontraba su hermana, se le partió el corazón al observar a su hermana llorando aferrada a un portarretratos en donde aparecían los cinco integrantes de la familia junto al shiba inu dorado. Suspiró y se acercó a su hermana abrazándola por la espalda con uno de sus brazos.
-Debí saberlo, Kasumi –dijo Akane conteniendo el llanto-. Para ella, Ranma es su todo y el sentirse desplazada no lo acepta.
-Como tú tampoco lo aceptabas. Ella es igual a ti y estoy segura que estará bien porque a ti nunca te pasó nada.
-Eran otros tiempos y yo era mucho mayor, Kasumi.
El silencio volvió a hacerse presente en la habitación hasta que Kasumi volvió a hablar.
-Ranma viene para acá, dice que tomará cualquier medio de transporte para volver y que seguramente en unas cuantas horas estará acá con los chicos.
-¿Cómo voy a enfrentarlo cuando llegue, Kasumi?
-Akane, ya basta. No fue tu culpa y él lo sabe.
-Aun así…
-Escucha, haremos lo siguiente. Tú te quedarás aquí mientras yo voy por un té y esperaremos juntas a que todos vuelvan. Estoy segura que alguno de ellos volverá con buenas noticias.
Así lo hicieron y por insistencia de Kasumi, Akane bebió un poco de su té ya que no podía hacer nada más que pensar en su hija, en dónde se encontraría y en lo que estaría haciendo en esos momentos. Las horas pasaron y poco a poco fueron volviendo quienes habían ido en busca de la niña. Primero volvió Tofu junto a Nodoka quienes informaron que no habían sabido nada de la niña pero que aun así, habían dejado el encargo a todos los vecinos que habían podido; lo mismo pasó cuando llegó Ukyo y su esposo y luego la escena se repitió con la llegada de Shaomei.
Para cuando el reloj marcaba las cinco con treinta minutos de la tarde, escucharon los pasos apresurados que se acercaban corriendo a la casa y dos niños aparecieron corriendo por el corredor.
-¿Todavía no aparece? –preguntó el mayor de ellos observando a los adultos reunidos en la sala.
Akane volvió a sentir sus ojos escocer y al momento de ponerse en pie vio la figura de su esposo materializarse ante sus ojos con un semblante abatido y una mirada cargada de preocupación. Su esposa observó a su hijo mayor quien permanecía frente a ella y negó suavemente con un movimiento de cabeza.
-No Kazuma, todavía no.
Los chicos avanzaron y se abrazaron a su madre ante la mirada de impotencia de los allí reunidos. Para Akane fue como recuperar un pedacito de su corazón al sentir el apretado abrazo de sus dos hijos mayores, sin embargo y al comprobar que Ranma no se acercaba, se obligó a abrir sus ojos y comprobar si él seguía allí.
Él se encontraba allí de pie, con las manos a cada lado de su cuerpo y la mirada nublada. Pocas veces Akane lo había visto derramar una lágrima y estuvo segura que él se estaba controlando para no hacerlo delante de todas esas personas. Suspiró y cerró los ojos acariciando los cabellos de sus dos hijos, después de todo, se había preparado para una reacción así del artista marcial. Akemi era su consentida y ella lo sabía, así que no le sería para nada extraño que él la culpara y terminara odiándola por haber permitido que la niña escapara; sin embargo, Akane nuevamente se daría cuenta de lo equivocada que estaba y de lo fácil que era formularse hipótesis que estaban muy lejos de la realidad cuando sintió el abrazo apretado en el que fue envuelto su menudo cuerpo. Cuando abrió los ojos, los niños la habían soltado y sólo se encontraba acunada firmemente por su esposo; no pudo volver a evitar que las lágrimas escurrieran por sus mejillas y se abrazó a él como si en ese momento fuera lo único que la salvaría de una muerte segura.
-Ella aparecerá, Akane, y todo esto se transformará en mal recuerdo, confía en mí.
-No debí dejarla sola.
-Hiciste lo que debías hacer, Akane, tú no tienes la culpa de que ella sea tan terca como sus padres. Ahora iré a buscarla.
-Voy contigo –dijo separándose de su esposo-. No me han dejado salir de aquí y ya no lo soporto.
Él la observó por un momento antes de asentir en silencio para luego tomarla de la mano disponiéndose a salir del lugar.
-Kasumi, ¿puedes hacerte cargo de todos?
-Por supuesto, Ranma.
Akane observó que Mousse y Nabiki también habían vuelto con las manos vacías, por lo que antes de salir suspiró con cansancio. Cuando el matrimonio se disponía a avanzar rumbo al gran portón de entrada a la casona, el grito de Akane sobresaltó a su esposo quien de inmediato volvió su vista hacia el sector hacia donde ella miraba. Y es que ingresando por el portón, Akane había visto al padre de Ranma cargando a su hija sobre sus hombros; ambos sonreían y se veían felices.
Ambos padres corrieron al encuentro de los recién llegados y fue en ese momento en que Akemi cambió su semblante por uno de preocupación al ver el rostro demacrado y los ojos hinchados y enrojecidos de su madre.
-Mamá –musitó la niña al momento en que su abuelo la bajaba y la dejaba suavemente en el suelo de grava.
La niña no se esperó el abrazo apretado y asfixiante de su madre por lo que desconcertada observó a su padre quien ya se había puesto de rodillas a la altura de ambas.
-Nunca más vuelvas a hacer algo así, Akemi –dijo Ranma al momento en que se unía al abrazo que Akane le estaba regalando a su hija.
-No creí que los iba a preocupar tanto –contestó la niña-. Yo quería ir contigo y mis hermanos, papá.
-Pero no así, mi pequeña –dijo Akane separándose de su hija, dejando escapar las lágrimas una vez más-. No escapando de casa –terminó de decir acariciando los cabellos de su hija.
-El abuelo me encontró –dijo la niña sonriéndole a su madre quien todavía lloraba.
-Entonces, el abuelo es mi héroe –señaló Akane sonriéndole a Genma desde el suelo.
-Y el mío también –dijo la niña abrazándose ahora ella a su madre.
Ranma se puso de pie y observó al hombre que tenía en frente. Había envejecido y con los años también había cambiado en su comportamiento, tanto así que hasta él debía reconocer los esfuerzos del viejo por reivindicarse por sus malas acciones realizadas hacía tiempo atrás.
-Gracias –se obligó a decir esbozando una sincera sonrisa-. Gracias, papá.
El hombre mayor se sorprendió, era la primera vez en años que su hijo se dirigía a él llamándolo papá; sonrió asintiendo con un movimiento de cabeza y no hizo nada por separase cuando su hijo posó una de sus manos en su hombro dándole un suave apretón.
-No fue nada, sólo seguí el camino que hacíamos tú y yo cuando nos íbamos a las montañas. Pregunté por allí y por allá y finalmente di con mi nieta, sólo fue suerte.
-Entonces, te agradezco por ser el hombre más afortunado del mundo.
Akane se puso en pie y Ranma alzó a su hija en uno de sus brazos para luego, rodear el cuerpo de su esposa con su otro brazo y hacer ingreso en la casona en donde todos sus familiares y amigos les estaban esperando.
Atrás quedó el abuelo de la pequeña Akemi observando a su hijo junto a su esposa y su nieta avanzar por el camino, entonces pensó que realmente había estado equivocado años atrás al intentar separar a esa pareja, puesto que ahora veía con sus propios ojos lo felices que eran y lo unidos que permanecían a pesar de todo.
-¿No vienes… no vienes con nosotros… papá? –titubeó Akane observando hacia atrás al padre de su esposo.
Era la primera vez que ella le decía papá aunque sabía que en eso se había convertido Genma Saotome al casarse ella con Ranma. El hombre sonrió abiertamente y avanzó hasta alcanzar a su hijo y su esposa.
-¿No te molesta que me una a ustedes… hija? –preguntó ajustándose sus anteojos.
-Por supuesto que no, eres parte de la familia y al parecer, tu nieta te adora ¿no?
-Gracias, Akane.
-Tú no tienes nada que agradecerme, en cambio yo sí tengo mucho que agradecerte. Finalmente cumpliste tu promesa, encontraste a mi hija y la trajiste de vuelta.
-Y todo volverá a la normalidad.
-Sí, todo volverá a la normalidad, como siempre debió ser.
Cuando llegaron a la casona, todo fue algarabía y felicidad. Akemi había vuelto a casa sana y salva después de una aventura que los había preocupado a todos. Ese día sería de celebración y ese día sería recordado por el matrimonio no tan solo como el día en que habían recuperado a su hija, sino también como el día en que habían recuperado a un padre.
-Hola –dijo Akane acercándose desde atrás hasta ponerse al lado de su esposo en el umbral de la puerta de entrada al dojo-. ¿Qué haces aquí?
-Nada –contestó observándola a su lado-, te buscaba, pero tú me encontraste primero.
-Hum –dijo su esposa tomándolo del brazo-, y para qué me buscabas.
-Para sentirme tranquilo y seguro entre tanta gente –contestó con simpleza.
-Ranma, es sólo la fiesta de celebración por la boda de tu hija, no te enfrentas a ningún oponente invencible y tampoco a un tribunal.
-La mayoría de esta gente son personas que no conozco, Akane. Si intentan hablar conmigo, seguro les parezco tosco y…
-¿Y a quién le importa eso? –le interrumpió su esposa sonriendo-. Tú eres el padre de Akemi, la novia y protagonista de este evento. Lo único que importa es que ella esté feliz y por lo que veo ella está muy feliz.
-Siempre sabes cómo calmarme –aceptó Ranma observando a su esposa con ternura-, por eso te buscaba, porque sin ti yo no sería nada.
Ella sólo sonrió con cariño y emoción, y apretó un poco más el brazo de su esposo.
-Ven, vamos a reunirnos con tus padres y nuestra hija, creo que eso te hará muy bien.
-Vamos.
Avanzaron muy juntos, sonriendo mientras se acercaban al rincón en donde permanecían los padres de Ranma y Akemi, observando la complicidad que existía entre su hija menor y sus abuelos, en especial con su abuelo. Ranma soltó a su esposa y se acercó a saludar a su madre mientras su padre abrazaba a Akane felicitándola por la ceremonia y la fiesta ante la alegre mirada de Akemi.
Y sí, ese angustiante recuerdo de cuando la niña, ahora mujer, que permanecía feliz al lado de sus padres y abuelos se había extraviado, se había convertido en el eslabón que había logrado unir a esa familia, perdonando errores del pasado, restituyendo confianzas y recuperando a una pieza fundamental en la vida de todos los que componían aquella familia; la figura paterna que por tanto tiempo había permanecido entre las sombras, pero que sin embargo y gracias a ese incidente, ahora brillaba convirtiéndose en un hombre querido y respetado por su hijo, su nuera y sus nietos.
Finalmente Genma Saotome había tenido razón, todo había vuelto a la normalidad.
Notas finales:
1.- Bueno, después de demasiado tiempo vuelvo a retomar este escrito. Sé que algunas/os habían perdido toda esperanza, sé que a otras/os les daba lo mismo, e incluso sé (o creo saber) que a algunas/os no les gusta esta historia; en fin, decidí terminarla porque a mí sí me gusta escribirla y me siento en deuda con quienes la siguen por años y les gusta.
Sabido es por algunas/os que tuve intenciones (serias intensiones) de retirarme de este mundillo de los fanfics, pero encuentro que no sería justo con nadie y además, no quiero retirarme dejando historias pendientes y sin final (tampoco quiero hacerlo con tanta idea rondando mi cabeza), así que seguiré publicando mientras pueda hacerlo (tanto ésta como otras historias)… luego ya veremos qué pasa con esas locas ideas que surgen en mi cabeza, sólo pido un poquito de paciencia.
2.- Creo que este es el capítulo más corto que he escrito de esta historia y la verdad, tenía que ser así. Sólo quise escribirlo para que nuestros protagonistas pudieran perdonar a ese hombre que casi les hace separarse nuevamente. No sé, me sentía en deuda con Genma y si bien no es "el mejor capitulo" que se podría esperar, me sirvió para saldar mi deuda con el viejo panda.
3.- Espero poder entregar una pronta actualización de esta historia porque creo (aunque no estoy muy segura) que estamos llegando a su fin, así que no quiero tardarme mucho en volver a actualizar.
4.- Lo último y como siempre, lo más importante para mí es agradecer. Agradecer a todas/os quienes me regalan unos minutos de su tiempo leyendo lo que escribo y comentándolo. Me hace muy feliz el saber que a pesar de los años, mis palabras e ideas siguen siendo leídas, comentadas y valoradas, así que, muchísimas gracias. En esta ocasión mis más sinceros agradecimientos a quienes escribieron algunas líneas por el capítulo anterior: a Faby Sama, Mary, Miztu of the moon, blaupadme, MATT, IramAkane, ailynpatricia67, Ishy-24, WorldSandy12, Bb, DaniRashell, BUBU30, Arashi Ayukawa (mi defensora) Muchísimas gracias de corazón por dejar unas palabras para esta historia, en verdad se los agradezco.
Y sí, también a ti te agradezco chica/o anónima/o por ese comentario que en vez de disgustarme me hizo cuestionarme si realmente soy yo la que no pudo hacerse entender con esta historia o tú quien no entendió mi forma de escribir, como sea, para otra vez creo que tendré que ser más clara plasmando mis ideas aunque creo que de todos los comentarios que esta historia ha recibido eres la/él única/co que al parecer no entendió la trama… al menos no a cabalidad. En fin, se agradece también tu opinión al respecto, aunque no creo que leas estas líneas.
5.- Y eso… un abrazo grande a quienes, a pesar del tiempo que ha pasado, siguen esta historia y tienen la paciencia de esperar a que su autora suba un nuevo capítulo.
Éxito en todo lo que estén haciendo o vayan a emprender y buena suerte!
Madame…
