- Todos los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, para su creación "Ranma ½", (a excepción de algunos que son de mi invención, y que se irán incorporando durante el transcurso del relato en una especie de "actores secundarios"). Esta humilde servidora los ha tomado prestados para llevar a cabo un relato de ficción, sin ningún afán de lucro.


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El estruendo que provocó el rompimiento de una serie de vajilla al caer al piso hizo que todos los que se encontraban en el interior del dojo observaran hacia una de las esquinas del mismo, en donde se había producido el sonido. Las personas que se encontraban fuera del recinto corrieron a ver qué pasaba en aquel sitio y pronto todo fue un murmullo de voces risueñas.

Y es que simplemente para todos fue una divertida escena la de observar a una niña de unos siete años de edad, sentada en el suelo sosteniendo un único plato mientras el resto de los platos se encontraban hechos trizas a su alrededor, ya que la pequeña, en su intención de alcanzar un trozo de pastel que se encontraba al fondo de la mesa redonda que había en ese sector, había volcado la misma al apoyarse en la orilla, causando así que la mesa se volcara y todo lo que había sobre ella cayera al piso.

La niña miró el desastre y luego volteó a ver a todos esos adultos que la observaban sonriendo. Hizo un esfuerzo por no ponerse a llorar y se puso en pie, mientras una mujer corría a ayudarle. Los camareros que había en el lugar también corrieron a limpiar y entre todos consiguieron que la situación se calmara, para continuar con la celebración.

-¿Quién es la pequeña? – preguntó a su esposa el padre de la novia viendo el incidente desde lejos, pues se encontraban en el otro extremo del dojo.

-La hija de una amiga de Akemi –contestó Akane sonriendo al observar cómo la pequeña salía del recinto acompañada por su madre.

-Una pelirroja revoltosa, al parecer –indicó Ranma mirando a su esposa de forma significativa.

-Sí –contestó ella ensanchando su sonrisa-, una pelirroja muy revoltosa –complementó-. Voy a ver si necesitan algo.

La mujer de corta cabellera azulada se alejó del lugar y avanzó hacia la puerta.

-"Una pelirroja revoltosa –pensó observando a la madre de la niña tratando de limpiar el vestido de la pequeña en el patio-, pero no más revoltosa que aquella que conocí a los dieciséis"- se dijo sonriendo nuevamente cuando llegaba al lado de las invitadas de su hija.

Capitulo IX

"Conociendo a la pelirroja"

Durante todos los años que había convivido con su esposo, nunca antes se había sentido tan ofuscada con él. Bueno, eso no era realmente cierto pues su esposo tenía la virtud de sacar a relucir su mal carácter siempre que tenía la intención de hacerlo, pero nunca antes él le había hecho enojar al demostrar que sentía temor.

Ella comprendía que él tuviese recelos y aprensiones respecto al tema en cuestión, pero nunca pensó que Ranma Saotome se negara a realizar algo que para ella resultaba de fundamental importancia sólo porque se sentía temeroso de las reacciones que pudiera generar el acto que ella le solicitaba realizar.

Había conversado con él tratando de ser razonable y comprensiva, pero él simplemente no quería entrar en razón y se lo había dejado muy en claro cuando, dispuesta a conseguir que su esposo cediera, decidió utilizar las estrategias que siempre le habían resultado para conseguir algo de él, sólo que esta vez no dio resultado ya que, contra todo pronóstico, él se mantuvo firme en su decisión.

Así las cosas, para Akane resultó evidente que debía tener un poco más de paciencia con su esposo; paciencia que por lo demás, ya se estaba acabando.

La verdad, a ella no le hubiera importado que él jamás confesara ante nadie su más oculto secreto, pero afortunada o desafortunadamente, sus hijos ya estaban grandes y se habían encontrado presentes cuando su suegro y su mejor amigo habían comentado despreocupadamente sus maldiciones, despertando inmediatamente la curiosidad de sus hijos. Ahora bien, no era que eso fuera un problema puesto que las maldiciones de todos los que las sufrían y que rodeaban a los Saotome-Tendo estaban controladas, pero esa reunión y la conversación entre Genma y Mousse había bastado para que los hijos de Akane comenzaran a realizar preguntas cada vez más insistentes, toda vez que recordaban lo relatado por el abuelo Saotome y el tío chino.

Para Akane fue evidente que con dos hijos adolescentes y una niña curiosa, no sería nada fácil convencerlos de que se olvidaran del tema en cuestión, así que trató de persuadir a su esposo de que lo mejor sería revelarles la verdad de una buena vez a sus hijos y así, dejarlos tranquilos. Para Akane era fundamental revelarles el secreto de la pelirroja a sus tres hijos puesto que, así como el matrimonio había prometido nunca ocultarse algo, así también ella creía que tampoco debían ocultarles cosas a sus hijos.

Por supuesto, la negativa de Ranma fue inmediata y aunque ella rogó y rogó durante días, él mantuvo su postura. Ella entendía lo complicado que era para él aceptar que su cuerpo cambiaba al hacer contacto con el agua fría; entendía todo el esfuerzo que había significado para él librarse de su maldición; entendía lo vergonzoso que podía llegar a ser que sus hijos contemplaran su cuerpo transformado en el de una mujer y entendía que no quisiera verse expuesto a una situación similar, puesto que habían sido muchas personas las que al ver la transformación, se habían dirigido a él como un fenómeno… ella misma lo había hecho, reconocía con dolor y vergüenza.

No sabía explicar muy bien el por qué, pero sentía muy dentro de su ser que debían explicarles a sus hijos esa parte de su historia en común; ellos debían conocer la existencia de la pelirroja, que aunque nunca la habían visto, había sido parte importante en la historia de vida de sus padres.

La mujer suspiró derrotada. No había sido fácil lidiar con el mal humor de su esposo durante esos días en los cuales ella había insistido en contarles la verdad a sus hijos, pero comprendía que no era prudente seguir insistiendo. Si él no quería revelar esa parte de su pasado, ella no debía obligarle, sólo debía acompañarlo y apoyarlo en tal decisión, así que había dejado de insistir hacía exactos seis días.

Para su sorpresa, aquella mañana de domingo y mientras se encontraba ordenando su habitación, él la había sorprendido nuevamente cuando ingresó sin hacer el menor ruido y se instaló justo a sus espaldas. Cuando ella logró percibir la presencia de alguien más en la habitación y se volteó para descubrir al intruso, se topó de frente con su esposo, quien la observaba de forma seria con sus brazos cruzados a la altura de su pecho.

-¿Hace cuánto que estás allí? –preguntó la sorprendida mujer.

-Hace un rato –contestó él encogiéndose de hombros.

-¿Y qué haces?

-Te observo.

-Eso pude notarlo, pero…

-Decidí que quiero hacerlo –le interrumpió desviando la mirada hacia la ventana.

-¿Qué cosa? –preguntó ella mirándolo con suspicacia.

-Voy a contarles sobre la pelirroja –declaró exhalando un suspiro.

Ella lo observó por un momento antes de contestar. Él se veía abatido y molesto; se acercó a su esposo e hizo que soltara sus brazos para tomar sus manos entre las suyas.

-Ranma, no tienes que hacerlo si no quieres –dijo buscando su mirada-. Sé que he insistido mucho en este tema, pero de verdad, entiendo el que no quieras contárselo a tus hijos y tal vez sea bueno que ellos no se enteren que algún día sufriste de aquella maldición.

-Todavía la sufro y por lo demás, gracias al viejo y al pato, ellos saben que yo también caí en esas pozas –murmuró-. La maldición está controlada, pero sabes que si me descuido, puedo llegar a convertirme… y delante de ellos sin que lo supieran de antemano sería muy vergonzoso.

-Pero eso no sucederá si tú no dejas de tomar el medicamento ¿no? –él permaneció callado y la observó como si fuese un niño descubierto al realizar una travesura-, ¿lo has olvidado?

Ranma sólo asintió avergonzado.

-¿Cuántas veces?

-Varias –reconoció- He tenido suerte que no me descubran, pero sí, he olvidado tomar el famoso medicamento unas cuantas veces.

-Quiere decir que… ¿te has transformado?

-Sí… por lo menos más de cinco veces, sí, la pelirroja ha vuelto.

-Vaya, y ni siquiera lo habías mencionado. Llevamos tantos años casados y tú no me cuentas algo como eso.

-No creí que fuera importante –dijo mirando al suelo de la habitación-. Al menos nadie se dio cuenta… o al menos nadie que me conozca.

-¿Cuándo fue la última vez?

-Hace unos meses, cuando fuimos de vacaciones.

-¡Ranma, estábamos en un balneario!

-¡Sí!, ¡Y fue una mañana en la que fui a correr por la orilla de mar!... una ola me alcanzó y bueno, puedes imaginar lo que pasó después.

-¿Por qué no me lo contaste?

-Ya te lo dije, no creí que fuera importante mientras no olvidara nuevamente tomar esas pastillas, pero a veces, con todas las cosas que tengo en mente, simplemente lo olvido.

Ella lo miró comprensivamente. Era cierto que no tenían grandes problemas, pero a veces ambos terminaban agotados por las actividades diarias y en más de una oportunidad ella también había olvidado cosas importantes. Suspiró y se acercó a su esposo abrazándolo con cariño.

-Desde ahora en adelante te ayudaré y entre los dos nos encargaremos de mantener encerrada a la pelirroja –dijo levantando la mirada al tiempo que le sonreía. Él simplemente le devolvió la sonrisa-. Respecto a que se la presentes a los chicos…

-Será lo mejor –le interrumpió-. No quiero tener secretos con ellos, quiero que conozcan a su padre con defectos y virtudes, así que decidí que el próximo fin de semana les presentaré mi forma maldita.

-Bien, si es lo que quieres te apoyaré en todo.

Ambos acortaron la distancia que los separaba y se fundieron en un beso que terminó sólo cuando el segundo hijo de la pareja abrió la puerta de golpe llamando a su madre y se quedó paralizado en el lugar viendo cómo sus padres se separaban algo ruborizados.

-¡Ryûma! –le amonestó su madre-, ¿qué te he dicho de llamar a la puerta antes de entrar en una habitación?

-Lo siento mamá, sólo quería avisarte que Kazuma ya se fue con sus amigos y que tía Nabiki está abajo y quiere hablar contigo.

-Está bien, hijo, bajo enseguida, pero la siguiente vez golpea antes de entrar ¿sí?

-Sí –contestó el avergonzado chico-, hoy fue sólo un beso, pero no me gustaría encontrarme con otra escena más…

-¡Ryûma! –gritó su madre escandalizada mientras el muchacho cerraba rápidamente la puerta para evitar el regaño de su irascible progenitora-. Deberías decirle algo, Ranma.

Su esposo sólo había reído a carcajadas al escuchar el comentario de su hijo, por lo que al parecer ahora sería él quien tendría que aplacar el mal humor de su esposa.

-Sabes cómo es él –dijo rodeando a su esposa con uno de sus brazos para dirigirse a la puerta-. Tiene un humor especial y es bastante ingenioso. He llegado a pensar que se parece un poco a tu hermana… guardando las proporciones, claro.

-¡Ni se te ocurra hacerle un comentario así a Nabiki!, creo que ella sería capaz de aleccionar a nuestro hijo para seguir su ejemplo si se llega a enterar que él sacó algunos de sus rasgos.

-No creo que ella se atreviera a…

-Ranma, estamos hablando de mi hermana Nabiki -le interrumpió-, te aseguro que tomaría como un reto personal el convertir a nuestro hijo en su clon.

-Entonces, olvida lo que dije y no llamemos la desgracia.

-Sí, será lo mejor.

La pareja abandonó la habitación y pronto ambos se encontraron haciendo lo que tenían dispuesto para ese día. Una vez que la familia se encontró reunida a la hora de la cena, Ranma comenzó a desplegar su plan de acción, puesto que quería preparar a sus hijos antes de revelarles su secreto, así que durante la cena comenzó a entablar una conversación bastante distendida con sus tres hijos, contándoles historias y anécdotas de su niñez y adolescencia. A su esposa no le fue difícil comprender lo que él quería lograr, así que se dispuso a ayudarle aportando sus propios recuerdos. Los tres hijos del matrimonio se interesaron cada vez más en las historias que contaban sus padres; ellos sabían algunas cosas como los entrenamientos que el abuelo Saotome había mantenido con su padre, el compromiso al que los habían sometido tanto el abuelo Saotome como el abuelo Tendo cuando sus progenitores contaban con dieciséis años o cómo su padre y el abuelo Saotome se habían instalado a vivir en la casona Tendo luego de pactar el compromiso, pero siempre habían detalles nuevos por descubrir, y fue así que la hija menor de pronto realizó la pregunta clave: "¿cómo fue su primer encuentro?", inquirió la inocente niña. Ranma y Akane compartieron una mirada cómplice y finalmente él asintió, contándoles el momento en que había visto a la madre de sus hijos por primera vez, de su entrenamiento en el dojo y de su enamoramiento casi inmediato de una joven Akane, sin embargo, omitió la parte de su encuentro en el baño y quizá lo que desconcertó más a su esposa, omitió el decirles que había llegado a esa casa convertido en una inquieta pelirroja cargada por un panda gigante. Él se sintió cuestionado por la mirada inquisidora de su esposa y sonrió; no se sentía preparado para revelar todavía a la pelirroja, pero sí les daría un indicio a sus hijos y eso serviría para mantener el interés, así que les confirmó que él también sufría de una maldición de Jusenkyo al igual que el abuelo Genma y que el amigo chino de la familia. Sus hijos de inmediato quisieron saber en qué personaje se transformaba su padre ya que conocían a la perfección la historia de las pozas encantadas y tanto su abuelo como Mousse les habían dicho que ellos se convertían en un animal, pero se habían negado en rotundo a transformarse frente a ellos, así que, el saber que su padre también se transformaba los entusiasmó a tal punto que rogaron, suplicaron y hasta hicieron promesas con tal de conseguir que su padre les mostrara en qué se convertía y cómo se activaba la maldición en su cuerpo.

Ranma finalmente se dio por satisfecho, había despertado la curiosidad en sus tres hijos y les prometió que pronto compartiría ese secreto con ellos, que debían tener paciencia porque llevaba tanto tiempo controlando los efectos de su transformación que debía esperar el instante adecuado para presentarles a su forma maldita. Los hijos mayores del matrimonio parecieron un poco decepcionados pero su madre se encargó de calmarlos y de confirmar la promesa de su padre de revelarles a su forma maldita cuando éste último estuviera seguro de hacerlo. Su hija menor se comportó de una forma mucho más madura que sus dos hermanos mayores, levantándose lentamente del puesto que ocupaba en la mesa familiar para dirigirse hacia donde se encontraba su padre y abrazarlo con ternura, siendo un escueto: "No te preocupes, papi, yo te querré igual, con o sin maldición" el comentario que le dirigió.

Ranma la abrazó fuertemente y le sonrió a su esposa con emoción, la niña se parecía mucho a Akane y con esos comentarios incluso él llegaba a pensar que su hija compartía hasta los mismos sentimientos que su madre… sólo esperaba que no compartiera los rasgos de su madre en cuanto al carácter explosivo y las pocas aptitudes para cocinar con las que contaba su esposa cuando era una adolescente.

Así fue pasando esa semana de plazo que se había autoimpuesto Ranma, y con cada día que pasaba, sus hijos se volvían más y más insistentes en solicitarle a su padre que por lo menos les revelara en qué personaje se transformaba. Su esposa, cuestionada en reiteradas ocasiones también por sus tres hijos para que les dijera cuál era la maldición que aquejaba a su padre, optó por mantenerse al margen, aduciendo que ese era un secreto que sólo su padre podía revelarles.

Esa semana también estaba siendo bastante estresante para el artista marcial de la trenza, ya que, había pasado tantos años consumiendo el medicamento que impedía la transformación que realmente no sabía si con solo dejar de tomarlo un día, al otro volvería a aparecer la pelirroja y la verdad, no recordaba bien si cuando había olvidado tomar la pequeña capsula lo había hecho por uno, dos o más días, así que, para asegurarse de la reaparición de la pelirroja había decidido dejar a un lado las pequeñas cápsulas por lo menos desde el día jueves.

La mañana del viernes se internó sigilosamente en el baño y probó tocando con su mano temblorosa el agua fría, pero nada sucedió, seguía siendo un hombre. Probó nuevamente la tarde de ese día, pero el efecto del medicamento al parecer aún permanecía en su organismo.

El sábado volvió a hacer el intento cuidándose mucho de no ser descubierto por sus hijos los cuales se encontraban todos pululando por los distintos rincones de la casona, pero para su sorpresa, la transformación tampoco ocurrió ese día. Entonces se preguntó, ¿qué sucedería si de un momento a otro estuviera realmente libre de su maldición sin necesidad de depender de un medicamento?, ¿sería posible que después de tantos años tomando ese medicamento su cuerpo se hubiera vuelto inmune a la transformación con el agua fría? No, seguramente era un efecto retardado del medicamento por el hecho de tomarlo continuamente por tantos años, así que siguió esperando a que la pelirroja apareciera al contacto de su cuerpo con el agua fría y dándole evasivas a sus curiosos hijos.

Al día siguiente se despertó cuando su esposa ya se encontraba en pie, por lo que se dispuso a vestirse para bajar a desayunar. Seguramente sus dos hijos mayores estarían durmiendo todavía, pero su hija menor pronto se las ingeniaría para despertar a sus hermanos con cualquier travesura, haciendo que la persiguieran por toda la casa en una jugarreta que se comenzaba a repetir los domingos por la mañana, así que, antes de que se produjese la persecución y su esposa le exigiera que los llamara al orden, él decidió prepararse. Sonrió al momento de abrir la puerta y encontrarse de frente con su esposa quien llevaba un poco de ropa doblada y limpia para guardarla en el armario que compartían.

-Buenos días –dijo acercándose a ella para darle un corto y casto beso en los labios.

-Buenos días –contestó ella con una sonrisa en sus labios-. Pensé que te quedarías descansando un poco más. Ayer tuviste un día muy pesado.

-Sí, pero desperté con la sensación de que hoy por fin podré presentarles a la pelirroja a nuestros hijos, así que, iré a comprobarlo –dijo guiñándole un ojo a su esposa para luego dirigirse raudo al baño.

Su esposa ingresó en la habitación y se sentó en la cama sin hacer, pensando en que quizá pronto volvería a ver a la pelirroja que tanto había extrañado. Sonrió con melancolía pues la última vez que había visto a Ranma transformado por culpa de su maldición fue un día ya lejano que le recordaba un dolor siempre presente con el cual se había acostumbrado a vivir. Después de su reencuentro, ella jamás había vuelto a ver a su esposo transformado en mujer… salvo cuando habían sufrido la pérdida de su primer hijo y a causa del dolor, él había olvidado tomarse el medicamento que ayudaba a mantener a la pelirroja encerrada en el cuerpo de su esposo. Recreó la escena en su mente, él convertido en chica, llorando, totalmente empapado por la lluvia incesante que caía ese día y reflejando aquel lacerante dolor en todas sus facciones. Fue la primera vez que le demostró con acciones y no sólo con palabras que su maldición no le importaba, que nunca le había importado y que tampoco le importaría en el caso hipotético que él volviera a depender del agua caliente para no transformarse en mujer; el sonido que emitió la puerta de la habitación al abrirse y cerrarse rápidamente, la sacó de sus pensamientos. De pie a tres pasos de la puerta se encontraba su esposo convertido en mujer, con su baja estatura y pronunciadas curvas, su cabello rojo como el fuego y sus profundos ojos azules, la observaba temeroso. Ella se puso en pie y le regaló una dulce sonrisa al tiempo que le extendía su mano solicitándole silenciosamente que se acercara.

-¿Estás listo para que ellos conozcan a la pelirroja? –preguntó tomando una de sus pequeñas manos entre las suyas.

-No lo sé –contestó con su suave y aguda voz-. Temo que ellos se espanten y que… dejen de respetarme. Es complicado, Akane, sabes que mi maldición es más difícil de aceptar que si me convirtiera en cualquier animal.

-Cuando ves la transformación por primera vez puede que sea difícil de entender, Ranma, pero al comprender que tú sigues siendo la misma persona así te conviertas en mujer o en cualquier otra cosa, no es difícil de aceptarlo… para mí no lo fue aunque en esos años te hiciera creer lo contrario.

-Eso fue porque eres una buena persona –dijo bajando la cabeza.

-No, eso fue porque te amo –rebatió acunando el rostro de su esposo en sus manos-. Ranma, sabes que mucho antes de nuestra separación, yo ya estaba enamorada de ti ¿no?

-Yo también, lo hemos conversado muchas veces.

-Entonces, si yo te amé conociendo tu secreto y viendo las transformaciones en tu cuerpo prácticamente a diario, ¿qué te hace pensar que con tus hijos no sucederá lo mismo? Ellos te adoran, Ranma, y no creo que dejen de quererte o respetarte por saber que te transformas en una mujer.

-Pero…

-Nada de peros, Ranma, ya verás cómo tus hijos te sorprenden, confía en mí.

Él no contestó, se limitó a mirar a su esposa fijamente a los ojos sin importarle que ella descubriera el temor que reflejaba en su mirada, así que ella simplemente acortó la distancia y le besó. Tal como aquella vez hacía años atrás lo había hecho, le demostraría con actos que el que se transformara en mujer o en una ameba no iba a coartar el profundo amor que ella le profesaba y estaba segura que para sus hijos sería igual. Él, al sentirse aceptado nuevamente por su esposa, la envolvió en un abrazo desesperado y profundizó aquel contacto que lograba hacerlo olvidar todo a su alrededor. Lentamente se fue acercando a la cama que compartía con su esposa y se sentó, manteniendo a su esposa firmemente abrazada, lo que hizo que ella terminara sentada sobre sus piernas en una posición bastante embarazosa de presenciar para un muchachito de casi trece años quien abrió la puerta de golpe llamando a su madre, pero él no estaba preparado para ver a su madre sentada en las piernas de otra exuberante mujer de llamativos cabellos cobrizos, besándose como si no hubiera un mañana, por lo que dio un grito ahogado que logró separar al matrimonio y mirar asustados a su hijo.

-Qué es… yo… ¡mamá! – gritó el chico con el rostro totalmente enrojecido.

-¡Ryûma! –gritó su madre poniéndose rápidamente en pie para alcanzar a su hijo quien ya se había dado la vuelta para correr escaleras abajo-. -¡Ryûma, no es lo que piensas!

-¡Maldición! –dijo Ranma pasando por el lado de Akane para correr tras su hijo-, ¡Ryûma, espera!

El chico ya estaba en la planta baja corriendo por todos lados y llamando a los gritos a su padre sin saber que era perseguido de cerca por quien buscaba. Kazuma, el hijo mayor del matrimonio salió de su habitación bostezando y tallándose los ojos ya que los gritos de su hermano menor lo habían despertado, y, su hermana pequeña, olvidó totalmente que su intención era ir justamente a despertar a su hermano mayor valiéndose de un silbato y en cambio, volvió toda su atención a lo que pasaba en la planta baja de su casa.

Ambos hermanos se quedaron de pie en la veranda que daba al jardín, mirando con incredulidad la escena que se desarrollaba frente a sus ojos. Por un lado, su hermano todavía en pijama corría descalzo por todo el jardín llamando a su padre a los gritos mientras acusaba a su madre de infiel, mientras una mujer baja y pelirroja a quien nunca habían visto, ataviada con las prendas que generalmente veían vestir a su padre, lo perseguía a corta distancia. Su madre por otro lado trataba de calmar a su hijo y ayudarle a la pelirroja a detener la carrera de Ryûma.

-¡Basta, cálmate Ryûma! –gritó la pelirroja atrapando por fin al chico de su brazo, consiguiendo así que ambos cayeran al suelo.

-¡No me toques, no me toques! –decía el chico tratando de zafarse-. Aléjate de mí, perver…

La palabra que iba a decir murió en sus labios porque su madre, acercándose rápidamente a él, logró poner su mano sobre la boca de su hijo impidiendo así que él hiriera sin querer a su padre. Cuando estuvo segura que su hijo no diría más insultos, apartó lentamente su mano.

-Papá no merece que le hagas esto, no merece que le seas infiel y mucho menos con una mujer –acusó suavemente el chico conteniendo las lágrimas al mirar a su madre.

Ella se encogió y se apartó de su hijo como si su sola cercanía la quemara. Su corazón se estrujó al escuchar sus palabras y, aunque le dolía que su hijo pensara que ella estaba engañando a Ranma, no podía culparlo porque el chico no sabía la verdad sobre la identidad de la pelirroja.

-¡Discúlpate ahora mismo con tu madre! –exigió Ranma con su aguda voz.

-¿Por qué debería? –dijo tratando de librarse del fuerte agarre que la mujer de rojos cabellos ejercía sobre él-. No sé quién eres, pero sé lo que vi, tú estabas… estabas…

-Besando a mi esposa –interrumpió la pelirroja desconcertando por completo al muchacho-. Soy yo, Ryûma, soy tu padre y ésta es mi forma maldita… yo… siento que te hayas enterado así, debió haber sido de otra forma pero nada salió como lo planeamos con tu madre, lo siento.

-¿Pa… papá? –preguntó el incrédulo muchacho mirando fijamente a la pelirroja.

-Sí, tú, al igual que tus hermanos tenían curiosidad por saber en qué me transformaba y bueno, quería que me vieran al menos por una vez con mi forma maldita, pero nunca pensé que este encuentro se daría de la forma en que se dio.

-Es que yo… tú estabas con mamá y yo… verlos fue muy…

-Impactante, lo sé –dijo su padre-, pero eso te enseñará a obedecer a tu madre y golpear antes de entrar en una habitación.

-Yo… lo siento mamá, yo no sabía y…

-Lo sé, hijo. Quizás el error fue nuestro al no prever que esto podía pasar y te pido disculpas porque debes haberte llevado una gran impresión.

-Sí -dijo el muchacho incorporándose en sus rodillas para fijar su vista al suelo totalmente sonrojado-. Fue muy impresionante verte ahí y… prefiero no recordarlo.

-Como quieras, pero debes entender que tu padre sigue siendo él aunque se vea diferente y yo lo amo, así que no hago nada malo al demostrarle mi cariño en su forma maldita, ¿entiendes?

-Lo entiendo, mamá, pero tú lo sabes desde hace años, yo acabo de enterarme y no de la mejor manera.

-Sí, y por eso también te pido me disculpes. Ahora, ¿les parece si entramos a la casa? Creo que es momento de conversar y presentarles a la pelirroja a tus otros hijos, Ranma.

Los tres avanzaron lentamente ingresando a la casona. Akane les pidió a sus hijos que tomaran asiento y luego de intercambiar una mirada con su esposo, ambos se sentaron juntos enfrentando a sus tres hijos.

-Hola –saludó la menor de sus hijos tal y como le habían enseñado sus padres-, ¿eres amiga de mamá? –preguntó.

Ranma la observó por un momento y luego de sentir en su brazo el tacto de su esposa se dispuso a hablar.

-Hace un tiempo, el abuelo y Mousse les contaron sobre las maldiciones de Jusenkyo, ¿verdad? –el hijo mayor y la hija menor del matrimonio asintieron en silencio-. Saben que, al caer en esas pozas, las personas pueden cambiar de forma y adoptar otra apariencia ¿no?

-¿Vienes de Jusenkyo? –preguntó su hijo mayor-, ¿te enviaron de ese lugar?

El hijo del medio de la pareja miraba incómodo a su padre transformado en mujer y cada vez parecía encogerse más sentado en medio de sus hermanos. Akane se levantó en ese momento y todos la vieron dirigirse a la cocina y regresar en silencio con dos recipientes, uno lleno de agua caliente y otro con agua fría. Ranma comprendió y asintió exhalando un suspiro, luego, su esposa vertió lentamente un poco del contenido del recipiente que conservaba el agua caliente en la cabeza de la pelirroja y la transformación se produjo de inmediato.

Frente a tres jóvenes asombrados, la pelirroja se transformó en su padre quien los miraba fijamente de forma seria.

-¿Querían saber en qué me transformaba a causa de la maldición de Jusenkyo? –dijo de pronto-, esto es lo que pasa cuando mi cuerpo hace contacto con el agua fría –terminó de decir volviendo a transformarse al verter un poco de agua fría en su cabeza.

-¿Pa… papá? –dijo confundido su hijo mayor al no poder creer lo que había sucedido justo frente a sus ojos.

Su hija menor lo miraba con los ojos muy abiertos, tapándose la boca con ambas manos. Ranma exhaló un suspiro y cerró los ojos para comenzar a hablar.

-Llegué un día de lluvia hace muchos años atrás a esta misma casa convertido en una chica pelirroja cargada por un panda gigante. Su abuelo, en su afán por entrenarme para ser el mejor artista marcial que pudiera llegar a ser, me llevó a entrenar a ese lugar en China llamado Jusenkyo. Fue ahí donde mi padre cayó a la poza del panda y yo a la de la chica ahogada, transformándome en la mujer que ven ahora –abrió los ojos y buscó la mirada de su esposa antes de continuar-. Cuando regresamos a Japón y nos presentamos en esta casa, sus abuelos nos comprometieron a mí y a su madre en matrimonio, pero en ese entonces, yo sólo pensaba en librarme de esta maldición.

-Pero tú… es decir, a pesar de convertirte en mujer, sigues siendo humano, en cambio el abuelo dijo que se transformaba en panda y Mousse… ¿qué dijo él?

-Mousse se transforma en un pato –contestó Ranma-. Sí, puede que tengas razón Kazuma, sigo siendo humano, pero no es algo agradable el convertirte en mujer cada vez que te salpica un poco de agua fría. Nunca lo acepté y busqué la solución a mi problema durante mucho tiempo, hasta que la encontré.

-¿Cómo? –quiso saber su hijo mayor.

-Sabes parte de la historia, Kazuma, luego de recibir la herencia que me dejaron los tíos de tu abuela y de… permanecer alejado de tu madre por más tiempo del que quisiera recordar, me dediqué a buscar algún medio para no volver a transformarme y con la ayuda de unos investigadores de una universidad, pude finalmente conseguir mantener oculta mi maldición. Desde hace muchos años tengo que tomar estas cápsulas para no volver a ver a la pelirroja -dijo sacando un pequeño recipiente con unas cápsulas en su interior-, pero debo reconocer que… a veces lo he olvidado y bueno, ya sabes. El punto es que para mí y para tu madre es importante que ustedes conozcan nuestro pasado en común, pero ésta será la primera y última vez que verán los efectos de la maldición en mí, ¿de acuerdo?

-No lo veo tan malo –dijo el hijo mayor del matrimonio llevándose las manos tras su cabeza.

-No lo ves tan malo porque no has convivido con toda la locura que se generaba con las transformaciones –contestó Ranma mirando a su esposa quien le acercó el recipiente con el resto de agua caliente-. En fin, quiero que se despidan de la pelirroja porque me encargaré de que no vuelva a aparecer.

-Pero papá… -dijeron los tres chicos a la vez.

-Nada de peros, niños –intervino Akane-. Ustedes querían saber cómo era el asunto de las maldiciones de Jusenkyo y conocer la transformación de su padre y él ya cumplió.

Ranma vertió lo que quedaba de agua caliente en su cabeza y la transformación volvió a producirse en su cuerpo, luego tomó una de las píldoras y se la arrojó a la boca para tragarla ante la mirada suplicante de sus hijos.

-¿No volverás a transformarte? –preguntó Akemi.

-No mientras pueda evitarlo, pequeña. Entiendan que para mí fue muy difícil convivir con esta maldición, sobre todo en mi adolescencia y jamás pude acostumbrarme a ella.

-¿Pero qué tantos problemas puede traer el que te transformes?

-Muchos, pero quizás el mayor de todos es inseguridad, hijo –pronunció Ranma con determinación.

-¿Y tú, qué dices mamá?

-Yo conocí a su padre como una joven de cobrizos cabellos, así se presentó ese día… y ese mismo día descubrí su maldición y… mi reacción no fue de las mejores y eso es algo de lo que me arrepiento porque su padre siempre será él, con maldición o sin ella –dijo entrelazando su mano con la de su esposo-. Quiero que entiendan que yo me enamoré de su padre viviendo con sus constantes transformaciones y aunque se hubiese transformado en un animal o en algo peor, estoy segura que lo hubiera amado igual, porque finalmente él es la misma persona estando en un cuerpo de hombre o de mujer.

-Pero es raro… verlos –musitó su hijo del medio bajando la cabeza.

-Tienes razón, Ryûma, pero a mí no me avergüenza demostrarle mi amor a tu padre aunque esté transformado en mujer.

-A mí tampoco me avergüenza –dijo su hijo mayor acercándose rápidamente a su padre para palmearle la espalda.

-Ni a mí –expresó la niña arrojándose a los brazos de Ranma quien la recibió gustoso.

Ryûma se acercó despacio con los ojos al piso.

-A mí tampoco me importa que te transformes, papá, porque te quiero, pero… fue muy raro verlos a ustedes… así…

-Sí, lo entiendo, pero eso se hubiera evitado si tú hubieras golpeado antes de entrar.

-¿Qué viste, Ryûma? –preguntó su hermana menor.

-No quiero recordarlo, así que no preguntes.

-La curiosidad mató al gato, reza el dicho –dijo su hermano mayor revolviéndole los cabellos al imaginarse perfectamente la situación que había tenido que contemplar su hermano pequeño pues no era la primera vez que Ryûma abría la puerta de la habitación de sus padres sin permiso y se encontraba de frente con una escena que no se esperaba encontrar-. Sólo tienes que dejar de ser un gatito curioso y entrometido.

-Yo no soy curioso y tampoco entrometido… y mucho menos un gato.

-¿Hay una poza del gato, papá? –preguntó Akemi con inocencia mirando ilusionada a su padre.

Él simplemente se tensó y miró a Akane mientras le recorría un escalofrío de pies a cabeza al acordarse de la molesta gata purpura que aparecía de vez en cuando en su adolescencia.

-La hay –contestó Akane de forma seria-, pero no te gustaría caer en ella.

-¿Por qué? Los gatitos son muy lindos.

-¡No son lindos, para nada! –exclamó Ranma negando con un movimiento de cabeza-. Los gatos son los animales más desagradables que puedan existir y la única persona que conocí que se transformaba en gato por las maldiciones de Jusenkyo no puede decirse que era linda, más bien era una…

-Ranma, no –le interrumpió Akane.

-Pero, ¿por qué no te gustan los gatos? –preguntó su hijo del medio ya olvidando y dando por superado el incidente con la pelirroja-. Siempre que alguien menciona a esos animales o los ves desde lejos aunque sea, te pones raro, papá.

Ranma frunció el entrecejo y su esposa exhaló un suspiro antes de contestar.

-Ese es otro secreto que creo que deberías contarles, Ranma.

-¿Ahora? ¿No te parece que han sido muchos secretos por hoy?

-Es mejor que sea ahora que en un futuro. De momento hemos tenido suerte de que ellos no sepan ni te hayan visto en nekoken –susurró a su oído-, pero y si sucede, y nuevamente uno de tus hijos te ve… nos ve –se corrigió totalmente sonrojada.

Él asintió sonrojándose también. Su esposa tenía razón, porque las pocas veces que había vuelto a entrar en nekoken y comportarse como un gato, seguía buscando a Akane para que ésta lo calmara, pero su esposa le había hecho el comentario que al parecer, él, en su estado gatuno, sabía que era un "gato casado", porque las últimas dos veces que le había sucedido aquel percance se había comportado de una forma un poco más amorosa con ella, por decirlo de una forma suave, demostrándole con hechos que al felino que lo dominaba ya no le bastaba con que le acariciara en su regazo. Cuando ella le contó aquello, él había tomado mayores precauciones para no volver a entrar en aquel estado, sin embargo, no podían estar cien por ciento seguros de que no volvería a suceder… y frente a sus hijos sería algo muy vergonzoso.

-Sí, como siempre, tienes razón.

-Bien, iré a buscar el desayuno ya que nadie ha desayunado y tú puedes comenzar a contarles a tus hijos sobre tu temor a los gatos.

-¡Le temes a los gatos! –exclamaron los tres chicos al unísono.

-Un poquito –contestó Ranma poniendo sus brazos tras su cabeza-. Su madre exagera.

-¡Exagero! ¡Pero si entras en pánico con solo ver a un pequeño gatito! En fin, cuéntales a tus hijos mientras voy por el desayuno.

Ranma la miró por un instante perderse en dirección a la cocina y luego volvió su atención a sus tres hijos quienes lo observaban expectantes. Sonrió, ella tenía razón, siempre la había tenido, sus hijos le habían dado una grata sorpresa al comprender, aceptar y demostrarle su cariño a pesar de conocer los estragos de su maldición.

Y así fue como sus hijos conocieron y se despidieron de la pelirroja ese mismo día, y, aunque luego de ese día volverían a sacar el tema a colación e intentarían convencerle de dejarles ver nuevamente su transformación, pronto se daban por vencidos, entendiendo que su padre tenía motivos poderosos para no transformarse nunca más en la exuberante pelirroja que tantos problemas y alegrías le había traído cuando era apenas un jovencito un poco mayor que su primogénito.


Akane salió de sus pensamientos cuando fue consiente de la cercanía de alguien que la abrazaba por la espalda. Su esposo había llegado a su lado y la había capturado en un abrazo para luego perderse en el aroma que desprendían sus cortos cabellos. La mujer sonrió y cerró sus ojos.

-Habías tardado mucho en atraparme –musitó meciéndose en los brazos de su esposo.

-Eso es porque tú has estado todo el día de un lado a otro y no has parado un momento para regalarme las caricias que sabes yo necesito para respirar.

-Eres un exagerado, Ranma.

-Y tú, una escurridiza.

Ella sólo rio muy suavemente y siguió recargada en el abrazo de su esposo, hasta que un suspiro escapó de sus labios.

-¿Estás bien? –preguntó él.

-Sí, es solo un poco de nostalgia. Durante todo este día no he hecho otra cosa que recordar.

-Recordar.

-Sí, episodios que vivimos, como cuando le contamos a nuestros hijos sobre tu maldición entre otras cosas y… no sé, me parece que fue hace tan poco tiempo que ella era un bebé… que los tres eran unos bebés y ahora... Nuestros hijos tienen su vida resuelta y yo todavía me pregunto si lo hicimos bien, Ranma.

-Por supuesto que lo hicimos bien –dijo haciendo que su esposa volteara para tenerla de frente-. Akane, eres una madre maravillosa y tus hijos te adoran, así como yo adoro a mi esposa.

-Yo también lo hago –contestó acariciando la mejilla de su esposo mientras contenía las lágrimas-, si no fuera por ti, creo que mi vida hubiera sido muy distinta y no tendría nada de maravilloso.

-Quizás o quizá no –respondió él acunando el rostro de ella-. Yo lo único que sé, es que agradezco y agradeceré todos los días de mi vida el que te hayas presentado ese día para ocupar un cargo en la Black Ryu, porque desde el mismo día en que volvimos a encontrarnos supe que eras tú y sólo tú la razón de mi existir. Si me lo preguntas, yo creo que lo hemos hecho bastante bien hasta ahora, pero…

-¿Pero?

-A pesar que nuestros tres chicos ya crecieron y como dices, tienen sus vidas resueltas, tendremos que seguir estando para ellos ¿no lo crees?

-Sí, y si pronto nos dan nietos…

-¡Nietos! –rio su esposo-. Te escuchas como mi madre.

-Puede ser, pero dime si no sería maravilloso.

-Sí, y cuando lleguen seguiremos tratando de hacer las cosas bien, porque siempre ha sido así, ¿no?

-Tienes razón, siempre hemos hecho lo mejor que hemos podido, como pareja, como matrimonio, como padres y en un futuro, lo haremos como abuelos.

Ranma se acercó lentamente a su esposa y a punto estaba de juntar sus labios con los de ella cuando un grito los alertó, separándose de inmediato.

-¡Mamá, papá, los estaba buscando! –dijo su hijo Ryûma avanzando hacia donde se encontraban sus padres.

Ranma y Akane rieron con alborozo al darse cuenta que quien interrumpía aquel momento era su hijo de en medio. No sabían por qué, pero desde pequeño el chico había tenido la habilidad de interrumpirles en momentos inoportunos.

-Algunas cosas nunca cambian –comentó Ranma tomando la mano de su esposa para acercarse a encontrarse con su hijo.

-¿Qué? Ésta vez no había puerta que golpear –dijo el chico sonrojándose un poco al recordar las tantas veces que había irrumpido y encontrado a sus padres en un momento meloso-. Yo sólo vine porque Kazuma me lo pidió. Dice que quiere que se unan a la conversación que mantiene con alguien que está interesado en los gimnasios… o algo así.

-Bien, será mejor que vamos.

-Sí –contestó Akane avanzando junto a su esposo y su hijo de vuelta al dojo.

Cuando ingresaban al lugar, ella nuevamente divisó a la pequeña pelirroja que ahora conversaba muy animadamente con otro chico de su misma edad.

Akane sonrió, todos los recuerdos que le había traído la niña a la memoria los había atesorado por años y si alguien le preguntaba, ella podía decir que sí, extrañaba mucho ver a la pelirroja de vez en cuando, pero su esposo había querido mantenerla fuera de su vida y quizás había sido mejor así. Ella sabía lo que él había luchado por librarse de su maldición y lo importante que era para él no volver a transformarse, así que nunca lo había instado para que él volviera a transformarse, sólo en sus recuerdos vivía la pelirroja ahora y así sería hasta que Ranma no dijera lo contrario.

Observó a su esposo y sonrió, confirmando una vez más que a pesar de los años seguía absoluta y completamente enamorada de aquel hombre, con o sin maldición.


Notas finales:

1.- Hola… con uno de mis escritos pendientes ya terminado, ahora vengo por acá a cumplir con esta segunda promesa, sólo para quien quiera leer el final de esta historia también.

Creo que no serán más de tres o cuatro capítulos, pero servirán para darle un cierre definitivo a esta historia que lleva tanto tiempo esperando por un final, así que sí, es verdad, he vuelto con toda la intención de acabar lo que empecé hace ya tantos años.

Y eso… saludos para quienes a pesar de los años esperaron por un final de esta historia y para todo el que se anime a acompañarme de aquí hasta la palabra fin.

Un abrazo y buena suerte!

Madame…