¿Tres reviews? Por fin rompimos la maldición de los dos reviews, sniff, se cancela la automorición de cortarse las venas con pan Bimbo remojado en leche. En fin, cuando inicié esté largo viaje llamado "La Saga de Eris", este significó toda mi frustración de Guerras Doradas Original, ya que verán, al principio, había utilizado a la Eris de la Película de "La Reencarnación de Eris", como la Eris que apoyaría a Ares. Incluso los Phantoms originales de esa película hicieron debut y despedida en un capítulo específico de la Saga de Ares que se trató de ella.

En esos tiempos que escribía la versión original de Guerras Doradas, no había problema con usar a esa Eris, ya que no había nada que la refutara. Pero entonces nació Saintia Sho, y en un momento muy avanzado de la Saga de Zeus, concerniente a un mini arco llamado: "La Masacre de Athenas", elegí utilizar a Shoko como un personaje menor, lo que causó muchas confusiones. Había aceptado a Ambas Eris en Guerras Doradas Original. Este pequeño cambio me hizo editar la historia, y forzar a la Eris de Saintia Sho a funcionar en Guerras Doradas original, y en un intento infructífero de escribir un Gaiden de Eris, en el que Kyoko tuviera la misma relación que en estos 10 capítulos ha tenido con Milo. Todo esto culminó en Milo reconociendo a Eris como Kyoko en aquella versión de Guerras Doradas original, y escribiendo sobre dicha relación en flashbacks muy mal contados. En otras palabras, mi perfeccionismo arruinó una buena porción de la historia de Guerras Doradas original.

Claro que, si Saintia Sho hubiera existido en ese momento, hubiera escrito algo cercano a esto, pero con menos capítulos. Pero estamos donde estamos, con Saintia Sho ya terminada, y mi oportunidad de unir los puntos que me hubiera gustado unir en Guerras Doradas original. Técnicamente, este capítulo y el que le sigue al mismo, es el parche que hubiera cimentado de forma correcta la relación entre Eris y Milo de Guerras Dorada original. Muy probablemente esto no significase mucho para ustedes como lectores, pero para mí significa poner fin a casi 10 años de que mi perfeccionismo una y otra y otra vez, me pidiera reeditar Guerras Doradas original, para que todo hiciera sentido. Así que, al menos para mí, este es el primero de los dos capítulos más importantes de la saga de Eris. El inicio del fin de mi estrés.

Rocharin Hua San: Andabas un poquito perdida, se extrañaban tus reviews. Comprendo un poco lo que mencionas de Afrodita, pero tiene que ver con mi descontento de como se está manejando ND actualmente. Nos guste a nosotros o no, los Caballeros de Athena tienen un deber, y cualquier sacrificio es insignificante por Athena, haga esto ver a los Caballeros Dorados como criminales o no, es por un bien mayor. Ahora, Saori como diosa humana que es, puede interceder, pero un Caballero Dorado no se tienta el corazón, y eso hace que el Milo de Saintia Sho sea aún más polémico, ya que es un Caballero Dorado que, en su humanidad, perdonó la vida de Shoko por Kyoko. Si hubiera matado a Shoko en ese momento, hubiera quedado como un sanguinario sin corazón, pero no habría Saintia Sho, ni esta historia. Así que la frustración de Afrodita va por rumbo similar, es su deber, y la serie clásica ya estableció que Afrodita es un caballero que ve la verdadera fuerza como la justicia verdadera, el sacrificar a Ios hubiera sido entonces, la decisión correcta conforme a su mentalidad. Sobre Kyoko y Rigel, el personaje de Rigel siempre fue uno egoísta, que solo pensaba en Kyoko y nadie más, y en Saintia Sho, Eris se aprovechó de eso, una Kyoko con sentido común lo hubiera dejado al instante. A partir de aquí el contestarte tu review es un poco complicado, ya que no leíste la versión original de Guerras Doradas. Así que trataré de ser un poco puntual para no darte spoilers de lo que viene: Poseidón no es el dios que será el antagonista de la saga que sigue, ese es Ares. Hilda no fue un personaje importante en Guerras Doradas original, de hecho, solo se ahogó, pero como existe Guerras del Ragnarok como secuela de esta historia, y allí Hilda es un personaje muy importante, de los más importantes de hecho, elegí darle un papel más amplio esta vez, además de que aproveché que Soul of Gold estableció que Camus se entrenó en Asgard durante un tiempo para construirles una relación. Sobre Milo… me temo que no puedo contestarte esto sin darte spoilers, y probablemente arruinarle la historia a otro lector que no leyó la versión original, así que, necesito reservarme comentarios, solo diré que los lectores de antaño conocen a un Milo resoluto sobre lo que desea de Saori, ese Milo nace a partir del final de este capítulo.

reyna lisset: FF ha estado fallando mucho la verdad. Quiero pensar que parte de la poca afluencia de esta versión de GD contra la original tiene que ver con eso. Debió ser una lectura bastante caótica jajaja. ¿Por qué el combate de Aioria se sintió rápido? Pues porque Phobos es personaje en la Saga de Ares, así que, básicamente no podía morir en la Saga de Eris, lo siento por eso, y spoiler, esto aplica a Deimos también, lo lamento. Sobre la batalla de Mu, no tienes que esperar más, es en este capítulo, Milo… bueno, él sigue banqueado. Sobre Hilda, ese momento se llama Guerras del Ragnarok, jajaja, así que sí, falta demasiado, pero podría haber una sorpresa, guiño, guiño. Y precisamente por Guerras del Ragnarok es que fueron más importantes estos capítulos, así que estás en lo correcto. Sobre el enterarse de la verdadera muerte de Hilda, no, ese secreto ya se lo llevó Surt a la tumba. Sobre la Gran Marejada, créeme que fue uno de mis mayores arrepentimientos de Guerras Doradas original, me da gusto haber logrado manejarla de una forma más interesante esta vez y que no fuera un guionazo por debilitar a los dorados que básicamente eran dioses. Sobre el secreto de que el mundo ya conoce a los Caballeros de Athena, de la misma manera que en la versión original, recuerda que la Saga de Ares comienza con una destrucción a algo en específico, que no puedo mencionar por respeto a los nuevos lectores. La venganza de Wuhan a la que te refieres… no… canónicamente, Xiaoling y Yúfa son de Wuhan, no me inventé la ciudad como una forma de venganza por cierta sopa de pangolín con murciélago, eso fue casualidad. Por cierto, a mí ND no me gustó, y aquí ene este capítulo va una rabieta a lo mal manejado que está por parte de nuestro Muviano favorito. Extrañamente iba a publicar cuando llegó tu review, pero dije, meh, es domingo, mejor lo edito bien y que todos tengan algo que leer mientras fingen que trabajan, así que por eso estoy publicando el capítulo ya editado hoy.

Josh88: Pobres Seeds, nadie la comprende jajaja, bueno solo Yúfa, pero de eso más en este capítulo. Seiya no me cae mal perse, me cae mal el favoritismo que se le da por sobre los demás, sé que es el protagonista y todo, pero oye, Milo es mi protagonista, y tiene qué, ¿tres capítulos ausente? Hágame usted el favor, todo Next Dimensión es: "hay que salvar a Seiya y me vale quienes tengan que morir ni los destrozos que voy a causar en el espacio tiempo por revivirlo", fuera de eso, Seiya no me desagrada. Lo de Saga y su lado malo, no te lo puedo decir porque spoilers, sobre quien fue el espectro que lo secuestró, pues Ker, eso es canon, no me lo inventé. Y sí, cada Drakkar iba con un Dios Guerrero como Jarl. Lo de Shura y Hyoga ya te lo resuelvo, no puedo decir que vaya a ser muy satisfactorio específicamente lo de Shura, porque por vez primera, se me acaba el tiempo y hay que llegar al punto de la trama, jajajajaja.

Espero que disfruten la lectura, y gracias por 3 reviews.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de Eris.

Capítulo 22: Shoko y Kyoko.


Grecia. Atenas. Pueblo de Rodorio. 10 de Diciembre de 1972.

Años antes de que Eris trajera el inicio del fin del mundo, años antes de su primer intento por renacer, incluso antes de que los Titanes invadieran las 12 Casas, la historia sobre las Estrellas Malignas que se encargarían de definir el destino de la humanidad, se estaba forjando.

Oculto dentro de un callejón en el pueblo de Rodorio, se encontraba un joven de 14 años de edad, de cabellera castaña suave, de ojos esmeralda, y ocultando su rostro bajo una capucha marrón. A su lado, una pequeña de apenas unos 8 años de edad, de cabellera rubia, también cubría su cuerpo con una capucha, mientras el joven mayor la mantenía oculta dentro del callejón, esperando que los soldados del Santuario dejaran de patrullar la zona.

-¿Encontraste a alguien? –preguntaba uno de los soldados, reuniéndose con otro que acababa de visitar una de las casas cercanas- No es por presionar, pero aún nos faltan unos 30 aspirantes más y hoy zarpa el ultimo barco. Escuché incluso que ya se han dado los primeros asesinatos. ¿Tampoco había nadie en esa casa? –insistió el soldado.

-Ah… no… pensé que había sentido algo en el cosmos, pero… solo encontré a una madre enferma con una bebé, y a una pequeña en una cuna –le explicó el soldado a su compañero. Dentro del callejón, el joven de cabellera castaña se mordía los labios con preocupación, la rubia lo miraba con curiosidad-. Además… no estoy muy seguro, pero creo que la mujer me parecía… familiar… como si la hubiera visto antes, al menos de perfil –le comentó el soldado.

-¿Como a una de las cortesanas del Anillo Medio? –comenzó el otro soldado burlesco- No creo que sea el momento de pensar en esas cosas. No hasta reclutar al último de los 800. Esta búsqueda debió comenzar hace meses, pero el Patriarca Shion no se mostraba muy convencido de realizar los reclutamientos. Cuando llegó la fecha prometida, faltaban todavía 100 aspirantes, hay que apresurarnos con los reclutamientos, o la selección del Caballero de Escorpio no será efectiva –continuó el soldado, dejando atrás la cabaña, y dirigiéndose a las afueras por los mercados, fue ese el momento en que el joven le pidió a la pequeña que lo siguiera a la cabaña recién abandonada por los soldados, tomando la llave, abriendo la puerta, y entrando.

-Ya les dije que ninguna de mis hijas es nacida una Escorpio –resonó el grito de una mujer, que abrazaba a una bebé de cabellera rosada en sus brazos, y quien notó entonces al recién llegado a su casa-. Oh… eres tú Aeson… -se apenó la bella mujer de cabellera negra azulada, Aeson se ruborizó tras verla y se cubrió los ojos-. ¿A qué va esa reacción? –sonrió la mujer.

-Máscara… Maestra Olivia, su máscara… -se quejó Aeson, cubriéndose los ojos ante la visión del rostro de su maestra, la pequeña rubia que lo acompañaba parpadeó un par de veces, y miró a la mujer con la bebé en brazos, y sacando una máscara de debajo de su almohada.

-Oh Aeson, me has visto al rostro, ahora debo asesinarte o amarte. ¿Qué opinas Kyoko? ¿Quieres un nuevo papá ya que el original resultó ser todo un patán? –agregó Olivia divertida, y mirando al corral donde una curiosa Kyoko, de tan solo un par de años de edad, observaba a la niña rubia, quien le regresaba la mirada con curiosidad- Vamos Aeson, por supuesto que no voy a matarte –se burló la mujer.

-¡Eso lo hace más vergonzoso! ¡Ya póngase la máscara maestra! –reprendió él, pero Olivia no obedeció, y se regocijó de forma pervertida de las vergüenzas de Aeson- Maestra… si alguien se entera de que le he visto el rostro… -se quejó él.

-Si alguien se entera de la mitad de las cosas que pasan dentro de esta casa, tendrán mi cabeza de todas formas. Además, sé que eres seis años menor a mí, pero estás guapo, no me molestaría que fueras el padre de mis hijas en lugar de ya sabes quién –continuó con sus burlas la mujer, Aeson se dio la vuelta y estampó su frente contra la pared-. Cielos, ¿te elevé mucho la temperatura? Discípulo sucio –se burló ella, y entonces notó a la niña rubia-. Vaya… el grado de feromonas continúa en aumento en esta casa. ¿Quién es la ternurita? –preguntó Olivia.

-El Patriarca Shion pensó que era buena idea asignarme a una discípula –se dio la vuelta Aeson, sobándose la frente, rojiza por el golpe contra la pared-. Su nombre es Mito. Técnicamente es una Escorpio, pero falsifiqué sus registros de nacimiento para que la creyeran una Géminis. Pero como el Caballero de Géminis es prospecto de Patriarca, no puede entrenarla, así que me la asignaron a mí por descubrirla –le comentó Aeson.

-¿Una Escorpio? ¿Falsificaste sus registros de nacimiento para que no la reclutaran para la Masacre de la Isla de Milo? –se acercó Olivia a Mito, apenándola- Pero, incluso si la descubrieran como una Escorpio, no la llevarían a esa isla. Nadie por debajo de los 15 años es enviado a la Isla de Milo, sería una locura, no importa lo desesperado que estén por completar a los 800 aspirantes. Además, si les faltan aspirantes, mirarán a las prisiones –le comentó ella, Aeson se molestó por aquella supuesta solución-. Pero eres tan lindo por preocuparte por Mito –agregó ella, Aeson se ruborizó-. Aunque… falsificar registros de nacimiento es ilegal –le comentó ella.

-¡También es ilegal tener dos hijas siendo Caballero de Athena! ¡Falsificar un reporte de asesinato! ¡Exponerse sin máscara frente a otro caballero! ¡Y comprar propiedad con el dinero de las arcas de Sagitario! –le apuntó Aeson, Olivia desvió la mirada fingiendo demencia- Enserio… maestra… ¿cómo es que se volvió la Líder de las Saintias con tan cuestionable historial? Ni siquiera es una de ellas, no cumple con los requisitos de pureza –se quejó él.

-¡Esos me fueron privados a la fuerza! ¡No es mi culpa! –se fastidió Olivia- Además, todavía no me descubren, ¿o sí? –se burló ella, Aeson bajó la mirada deprimido-. Hola Mito, déjame presentarme, yo soy Olivia, la maestra de Aeson, y estas son mis hijas, Kyoko y Shoko. Hoy Shoko cumple un añito, y dentro de dos días, Kyoko cumple 3. Pero como Shoko solo toma pecho, Aeson, ¿trajiste el pastel para Kyoko? –preguntó Olivia.

-Soy un Caballero de Plata, de los más poderosos en la orden… no soy un mandadero… -se quejó Aeson, Olivia solo lo miró con una sonrisa divertida- ¡Por supuesto que traje el pastel! –se quejó el de Plata, moviendo su gabardina, y mostrando un pequeño pastel- Lo lamento, es todo lo que pude traer con el Santuario en este estado. El miedo de la población es bastante palpable –le comentó Aeson, acercándose a Kyoko, quien miró el pastel con ojos de emoción-. Mito, kannst du mir helfen, Kyoko ihren Kuchen zu geben? Kleine Kugeln, kaum Zähne, also seien Sie vorsichtig –comenzó Aeson, Olivia sudó frio ante lo que escuchó-. Se encuentra muy débil maestra, su cosmos no le deja traducir lo que dije. Mito es de Suiza, habla alemán, no ha entendido nada de lo que hemos dicho hasta ahora. Le acabo de pedir que le dé pastel a Kyoko –le explicó él, y le ofreció el pastel y una cuchara a Mito, quien miró el pastel, luego a Kyoko, luego al pastel otra vez, y miró una última vez a Kyoko con molestia, aunque de todas formas le dio del pastel-. Maestra… sobre la familia en la Isla de Milo… le traigo noticias… el Maestro Shion descubrió que la familia no abandonó la isla, los aspirantes saquearon la granja, y mataron a los granjeros… -resumió Aeson, Olivia abrió sus ojos de par en par.

-¿Qué…? –comenzó Olivia, perturbada- No juegues Aeson… he frecuentado la Isla de Milo por años. Ellos me prometieron que saldrían de la Isla de Milo antes de la masacre. ¿Me estás diciendo que no obedecieron a mis advertencias? ¿Los mataron a los tres? –lloró Olivia, devastada por la noticia.

-Lo que entiendo según lo que comentan los barqueros que llevan a los aspirantes a la Isla de Milo, es que ellos se negaron a abandonar su patrimonio –le explicó Aeson, Olivia bajó la cabeza, y abrazó a su bebé con pena por lo que estaba escuchando-. Eran una familia pobre, ninguno fue educado en ningún oficio. Vivian de la tierra solamente, incluso la casa de madera que construyeron daba más pena que nada. De la carpintería no habrían sobrevivido, abandonar la Isla de Milo hubiera sido someterse a la pobreza extrema. Pero descuide, escuché que el pequeño sobrevivió. ¿Cuál era su nombre? –preguntó él.

-Teknon –respondió Olivia, Aeson hizo una mueca-. Los padres del niño eran seguidores de las viejas tradiciones, no se le otorgaría al niño un nombre oficial hasta haber matado a su primer jabalí e injerido su carne como ritual de maduración. Hasta entonces, el nombre del niño era Teknon. La última vez que los visité discutían el nombre a registrar en la fratría del Tesoro de Grecia, estaba convencida de que saldrían de la isla al menos para nombrarlo –se quejó ella.

-Los barqueros han comenzado a llamarlo el Niño de la Isla de Milo, o solo Milo para abreviar –le comentó Aeson, Olivia asintió con tristeza-. Pero Olivia… verás… hoy que zarpe el ultimo bote con el resto de los aspirantes, y se clausure la isla por completo, se definirá si ese niño se queda o no dentro de la Isla de Milo. Escuché que la decisión está en manos de Saga de Géminis, zarpará esta noche para ver al niño, si es que sigue con vida –aclaró él.

-Debo ir a verlo -intentó ponerse de pie Olivia, pero Aeson la detuvo- ¿No lo entiendes? Ese niño es… -intentó decirle Olivia, cuando Aeson habló primero, conociendo la verdad sobre el niño.

-Un Escorpio, lo sé. Uno incluso menor a Mito. ¿Por qué cree que falsifiqué su certificado de nacimiento? Si van a permitir a un niño de 7 años quedarse en la Isla de Milo, ¿qué les detiene de enviar a Mito también si tiene 8? –se quejó él. Olivia bajó la cabeza nuevamente, entristecida- Además, tienes dos hijas a las cuales cuidar. Por Athena, una de ellas aún recibe pecho. Sin mencionar que Shion ha levantado una orden de búsqueda a tu nombre. No estás en problemas, Nicole me lo confirmó. Tan solo… quiere saber el por qué el reporte que le diste no hablaba sobre la familia de granjeros. Shion está seguro de que fue un error, pero quiere que se lo confirmes personalmente –le comentó él.

-¿Le dijiste al Patriarca que no sabías nada de mi paradero? –le preguntó ella con curiosidad, y mientras acariciaba la cabellera de su bebé. Aeson se limitó a asentir- Aún me necesitan, no puedo dejarlas solas. Kyoko aún no sabe hablar siquiera, y Shoko… bueno… sé que embarazarme por segunda vez no fue la mejor de mis ideas… -se apenó ella.

-No fue siquiera una idea… el malnacido la tentó… -le recordó Aeson, Olivia hizo una mueca-. Aunque por su actitud, comienzo a sospechar que fue al revés –se cruzó de brazos Aeson, pero se sobresaltó cuando notó la mirada asesina de Olivia.

-Ares no me dio opción… o me unía a él nuevamente, o mataba al niño. Yo no lo busqué –le mencionó Olivia, Aeson se apenó por sus propios comentarios-. Tengo que sacar a Kyoko y a Shoko del Santuario… si las descubren… si se sabe que son hijas de Ares… no quiero ni imaginarme lo que va a ocurrirles –lloró Olivia.

-Ya me adelanté… pero déjeme decirle maestra, que tendré que volver a romper las reglas por salvar su vida y la de sus hijas… -agregó Aeson, Olivia se sorprendió por lo que escuchaba-. Shion es un Muviano, y sé por experiencia propia que es capaz de leer las mentes de los demás. Si se presenta ante él, todos sus crímenes serán de su conocimiento personal. Lo sabrá todo, incluyendo la identidad del padre de Kyoko y Shoko. No tenemos otra alternativa que borrarle la memoria sobre la existencia de sus hijas –le explicó él.

-¿Borrar mi memoria? –preguntó Olivia, Aeson asintió- Lo comprendo, pero, aunque existiera una forma de borrar mi memoria, ¿qué le impide a Shion leerte la mente a ti también? –le preguntó Olivia, curiosa.

-Nada realmente –aceptó él-. Por eso también sacrificaré mi memoria. Ambos tomaremos de las aguas del Rio Lethe, Kyoko las tomará también –le comentó él, Olivia entonces miró a Mito, quien seguía dándole de su pastel a Kyoko-. Mito aún no tiene control en el cosmos suficiente para entender lo que hemos estado hablando. Aunque escuche el nombre de Ares, no sabe lo que significa. Además, Mito es mi garantía de que no olvidaré lo importante que son Kyoko y Shoko para mí, de esa forma podré protegerlas –aseguró él.

-Ya veo, parece que lo has planeado todo muy bien –admitió Olivia, Aeson asintió-. Pero dime, Aeson… ¿cómo es que vamos a beber de las aguas del Rio Lethe? ¿No es un río que solo existe en el Inframundo? –preguntó ella.

-Por eso le he dicho que tendré que volver a romper las reglas, por salvarla a usted y a sus hijas –habló Aeson con tristeza-. Tuve que… embriagarme con Nicole algunas veces… pero por fin logre sacarle la información que quería –admitió él, su lista de crímenes incrementándose a cada momento que pasaba-. En la Colina de las Estrellas, existe una Gran Biblioteca. He investigado un poco sobre ella, descubriendo la existencia de un mapa que guía a los Ríos del Inframundo, y establece la forma de encontrarlos aquí en el Mundo Terrenal –le explicó él, Olivia se mostró impresionada-. Obviamente, entrar a la Colina de las Estrellas está prohibido, y está penado con la muerte –le comentó él.

-¿Cómo es que vas a entrar a la Colina de las Estrellas entonces? –le preguntó ella, Aeson solo bajó la cabeza en señal de tristeza- No piensas entrar tú, ¿verdad? Engañarás a alguien para que entre por ti –dedujo Olivia.

-Engañar es una forma de decirlo, más bien haré un trato con alguien que tiene una fuerte necesidad y que, de ser descubierto, no será asesinado al ser un Caballero Dorado –le comentó él, a Olivia no le agradó el rumbo de la conversación, pero esperó-. Su nombre es Galarian Steiner. Su madre está muy enferma, cáncer terminal, de un tipo que no es posible detectar con la medicina moderna actual, pero que no es secreto para mi Armadura de la Copa –le explicó él, Olivia suspiró, y se tomó de la frente con tristeza-. La única forma de salvar a su madre, es mediante una medicina sagrada fabricada con los cabellos de la Athena de la anterior Guerra Santa. Mi plan consiste en ir a ofrecerle a Galan la ubicación de esta medicina, que se encuentra en el Templo del Patriarca, y que es la única solución a la enfermedad terminal de su madre. A cambio, él me traerá primero el pergamino con la ubicación de los Ríos del Inframundo que descansa dentro de la Gran Biblioteca Sagrada de la Colina de las Estrellas. Sé que es un plan egoísta, sé que es arriesgar la vida de un Caballero Dorado. Por eso he venido a preguntarle. ¿Desea salvar la vida de las hijas de Ares? Usted sabe muy bien lo que pasará si son descubiertas –finalizó él.

-Son mis hijas, no de Ares… -se molestó Olivia-. Él solo se forzó sobre de mí, no tiene ningún derecho sobre estas niñas, y no voy a permitir que les ponga sus sucias manos encima, pero… arriesgar la vida de un Caballero Dorado… ¿por mis hijas? –preguntó ella, Aeson esperó, mientras Olivia miraba a su bebé dormida en sus brazos, y a la pequeña Kyoko con el rostro lleno de pastel- Hazlo… -ordenó ella, Aeson reverenció-. Buscaremos las aguas del Rio Lethe siguiendo el mapa que nos dará Galarian Steiner, y ambos beberemos. Yo olvidaré todo lo que sea referente a mis hijas… pero… no las olvidaré hasta dejarlas en manos de alguien de confianza. Empaca tus cosas y las de Mito, Aeson… entrenarás a Mito en Japón… más específicamente, en Tokio… ya que allí, llevaré a mis niñas con la persona que siempre debió ser su padre… no ese malnacido de Ares… -lloró Olivia, a Aeson se le partió el corazón-. Perdónenme mis niñas… yo… realmente las amo mucho. Pero debo olvidarlas para poder salvar sus vidas… -terminó ella deprimida, y mientras Kyoko la miraba curiosa desde su corral.

Grecia. Atenas. Santuario de Eris. Templo del Engaño. 12 de Diciembre de 1985.

-Que recuerdo tan molesto –comenzó Eris, jugueteando con el dije de Pegaso que llevaba alrededor del cuello-. Me pregunto, ¿por qué habré recordado aquella memoria de mi contenedor? Era una niña necesitada aún de pecho, no tenía siquiera las capacidades de recordar algo así, a menos que… no fuera mi recuerdo… sino el recuerdo de… -meditó Eris al respecto, y entonces se viró a ver a Úterus-. Con los Epicentros del Caos apagados, la única herramienta que me queda en estos momentos para continuar esparciendo el Caos y la Discordia, es Úterus. Pero eso ya no importa mucho realmente, solo queda un Dunamis del cual preocuparse, incluso el de Cronos no tarda en desvanecerse gracias a Poseidón quien amablemente lo debilitó levantando al Continente Perdido de Atlantis. Es cuestión de tiempo para que su influencia también se pierda en el Éter, se liberen los Frutos del Caos, y los Daimones regresen a este mundo, no tengo absolutamente nada de qué preocuparme, pero, aun así, tu estrella está cada vez más cerca, hermana. Y no me queda más que preguntarme, ¿qué voy a hacer para castigarte por tu traición? –sonrió la diosa, quien salió de su templo para observar su Santuario, a mediación de las escaleras que daban al Templo del Engaño, una tormenta de cosmos era fácilmente visible. Después de allí, 6 árboles marchitos, y dos que se mantenían, eran lo único que quedaba del Jardín del Edén, y en el firmamento, lo que antes había sido un cielo eternamente luminoso y tranquilo, no era más que la negrura de la noche y estrellas que de tiempo en tiempo mostraban las torturas de dos Caballeros Dorados atrapados en una aurora-. Mi Santuario ya se ve demasiado deprimente, pero de todas maneras iba a reemplazarlo. Ya estamos en posición –comenzó a elevar su cosmos Eris, este rodeó a todo su Santuario, que comenzó a temblar en ese momento, mientras la diosa se regocijaba en la idea que rondaba por su mente.

El Santuario. Templo de Athena.

-Los Caballeros Dorados que se encargaron de los Epicentros del Caos no tardan en llegar, Diosa Athena –comentaba Afrodita, ofreciendo su mano a Saori, quien había caído en sus rodillas agotada por ayudar a los Caballeros Dorados a apagar los Epicentros del Caos, la diosa tomó su mano, y se dejó ayudar a levantar-. Con los Epicentros del Caos apagados, la comunicación usando el cosmos ya es posible sin dificultades. Le he informado a Lithos que prepare su baño. Necesita un descanso antes de continuar atendiendo a esta guerra –le pidió Afrodita.

-No puedo descansar Afrodita, no hasta que todos regresen a salvo a las 12 Casas –le informaba Saori, pero el de Piscis ya utilizaba su capa para cubrir a la diosa de la lluvia- Estoy empapada, no es necesario que recurras a estas atenciones. Además, ¿no se supone que eres venenoso? –bromeó Saori, su humor ya mejor tras haber apagado los Epicentros del Caos.

-Solo para los de cosmos débil, y aunque esté cansada, por fin puedo sentir que ha comenzado a recuperarse. No creo que haya mucho problema de que use mi capa para su resguardo, aún si está empapada ya –le comentó Afrodita, Saori suspiró, pero se dejó atender, el de Piscis comenzó a guiarla, pero entonces detuvo su marcha, realzando la curiosidad de Saori.

-¿Qué ocurre? –preguntó ella, notando la mirada de Afrodita, y viendo que esta estaba posada en el Santuario de Eris, que comenzaba a elevarse- ¿Ha vuelto a moverse? ¿Qué estará planeando ahora? –se preguntó la diosa.

-Nunca dejó de moverse… solo… es la primera vez que se mueve hacia arriba… -le comentó Afrodita, Saori se preguntó la razón-. En estos momentos, el Templo de Eris está perfectamente posicionado entre Escorpio y Sagitario… la mediación exacta del Santuario considerando al Templo del Patriarca y al Templo de Atenea –le comentó él.

-Tal vez piensa elevar su Santuario lo suficiente para evitar que lleguemos a este mediante un Salto de Cosmos, sin los Epicentros del Caos, sería más sencillo llegar ahora –le informó Saori, pero de pronto, la imagen mental de Eris y su risa malvada le impactó la mente-. ¡No! ¡Ese no es su plan! ¡Es algo mucho peor! –se escandalizó Saori, Afrodita se viró para verla- Eris planea estrellar su Santuario en contra de las 12 Casas, pero no solo eso, va a estrellarlo una vez que llegue a la mesosfera. Desde esa altura, y con esas dimensiones… -se preocupó Saori.

-El Santuario tiene una extensión de 200 kilómetros de diámetro, un cuerpo de las dimensiones del Santuario de Eris que tendrá aproximadamente 12 kilómetros de diámetro… cayendo desde la mesosfera… vaporizaría todo en un radio de 180 kilómetros… -se preocupó Afrodita, comenzó a elevar su cosmos, y dio un Salto de Cosmos, intentando alcanzar el Santuario de Eris.

-Ten cuidado… Afrodita… -suplicó Saori, mientras observaba el cometa dorado elevarse, en persecución del Santuario de Eris que cada vez se veía más pequeño en el firmamento.

Templo del Hambruna.

-¡Excalibur! –resonaba el grito de Shura, quien partía la tierra con la fuerza de su cosmos, lanzando guijarros por los alrededores, mientras su ataque se dirigía a Phonos, quien furioso bloqueaba los mismos con las manos desnudas, enfureciendo al de Capricornio- Su cosmos es tan alto, que con sus manos desnudas puede detener a Excalibur sin que yo pueda penetrar su piel. Que fastidio. Tener que lidiar con alguien tan repulsivo como tú me molesta demasiado. Sin forma, sin técnica, solo poder desbordante y sin sentido. Estarías muerto de no ser por toda la Energía del Conflicto que consumiste para llegar a este nivel –se quejó él.

-No necesito técnica. Estás frente al líder de las Dríades, y en estos momentos, soy más poderoso que los Phantoms –se burló Phonos, dislocando su mandíbula, y lanzándose a Shura, quien cubrió con su brazo, notando para su descontento que los colmillos de Phonos lograban agujerar su Armadura Dorada, por lo que Shura movió su brazo realizando un corte, partiendo la piel en medio de la mandíbula de la Dríade y soltando de su savia, lo que molestó a Phonos.

-¿Tu madre no te enseñó a no jugar con cuchillos? Llevarte uno a la boca no me parece algo muy inteligente –se burló Shura, corrió en dirección a Phonos, y lanzó una patada, misma que liberó otro corte de Excalibur, que la Dríade del Asesinato evadió, solo para encontrar los pies de Shura debajo de sus axilas-. Si no puedo cortarte voy a aplastarte, alimaña –aseguró el de Capricornio elevando su cosmos, cuando un par de brazos atravesaron la espalda de Phonos y sostuvieron las piernas de Shura-. Eres asqueroso… -se fastidió Shura.

-Y tú la comida más difícil de tragar –azotó Phonos a Shura contra el suelo, antes de lanzarse sobre de él con las fauces abiertas, forzando a Shura a sujetar ambos extremos de la mandíbula dislocada intentando que estas no se cerraran sobre su cabeza.

-Unght… -a unos metros de donde Shura y Phonos combatían, Kyoko comenzó a despertar, envuelto en sus brazos se encontraba Kiki, igualmente noqueado, Kyoko lo había protegido con su cuerpo tras la explosión de cosmos liberada por Shura-. ¿Kiki? ¿Sigues vivo? –preguntó ella, Kiki comenzó a despertar en ese momento.

-¡Kyoko! –se sorprendió Kiki, separándose de ella, la de Equuleus entonces comenzó a frotarse la cabeza con molestia- ¿Te encuentras bien? –le preguntó preocupado, Kyoko asintió mientras se incorporaba con debilidad.

-Tuve… una especie de sueño… no… un recuerdo… -le explicó ella, mirando nuevamente en dirección al Templo del Engaño, notando que las escaleras de camino al mismo estaban envueltas por una especie de tormenta oscura-. Mientras más cerca estoy de Eris… parece ser que la influencia de las aguas del Rio Lethe sobre mí comienzan a disiparse –comentó ella, pero entonces el Caballero de Plata de Crateris apareció en su mente-. No… no es Eris quien me produce estas memorias… es Aeson… pero… ¿por qué? –se preguntó ella preocupada, pero concentrándose, intentó volver a resumir su camino a los templos superiores, pero Kiki la detuvo una vez más- Ow, por favor Kiki. No quiero hacer esto de nuevo –le pidió ella.

-Espera, esto es diferente –le pidió Kiki, Kyoko lo miró con curiosidad-. Shura es un Caballero Dorado, si vence a ese sujeto y nos acompaña a enfrentar a tu hermana, tal vez puedas regresar a casa, por favor… -volvió a pedirle Kiki.

-¿Por qué estás tan obsesionado porque yo vuelva a casa? Soy una Caballero de Athena, una Saintia. Tengo una responsabilidad a con mi diosa, y es más importante incluso que mi propia vida –le comentó ella ya desesperada.

-¡No quiero! ¡Eres mi amiga! ¡No es justo que nos dejes por terca y obstinada! –defendió Kiki, Kyoko lo miró con tristeza- Dices que ya no tienes un hogar al cual regresar, pero eso no es cierto. Tienes un hogar con el Señor Milo, con Jabu, con Athena, conmigo, sé que no vivo con ustedes, pero te veo todos los días subir por las 12 Casas, si yo ya no te viera, estaría triste… -le explicó él, Kyoko entonces abrió sus ojos sorprendida, y sonrió.

-Vaya… eres un muchachito muy precoz, ¿lo sabías? –se burló Kyoko, Kiki se ruborizó en ese momento- Pero, aunque yo quisiera, no puedo prometerte que voy a poder regresar. Solo se me ocurre una forma de poder salvar a mi hermana, y si fracaso… no quedará nada de mí que pueda reconocerte, ni a ti… ni a nadie… ¿lo entiendes? –le preguntó ella.

-¿Porque los dioses se apropian de la identidad de sus contenedores? –le preguntó Kiki, Kyoko asintió- Y tú no vas a desistir hasta liberar a tu hermana. ¿Verdad? ¿Realmente no hay otra forma? –le preguntó él.

-La hay, y esa es aprovechar el secreto de mi sangre para apoderarme de la identidad de Eris –le explicó ella, Kiki se sorprendió por lo que escuchaba-. Esto es algo que no puedo asegurarte Kiki… pero… si mi sangre es lo suficientemente fuerte para manipular las Energías del Conflicto, entonces tal vez… sea lo suficientemente fuerte para asimilar a Eris en mi ser. No sé si sea posible, pero debo intentarlo… solo de esa forma salvaré a mi hermana, sin sacrificar mi vida. Es por eso que soy la única que puede salvar a Shoko –terminó ella, Kiki lo pensó-. Si te hace sentir mejor… entonces esperaré a que Shura nos acompañe… pero si me salgo de control, él tendrá que terminar conmigo, y entonces no podré cumplirte la promesa que te hice. ¿Estás de acuerdo con eso? –le preguntó ella, Kiki lo pensó, y soltó a Kyoko-. Gracias… Kiki… esperemos a Shura entonces… -aceptó Kyoko, mientras frente a ella, Shura lanzaba una vez más su ataque contra un Phonos que lo recibía sin contratiempos.

El Edén Oscuro. La Prisión de la Concordia.

-¡Dragón Ascendente! –resonó en la mente de Mu, quien flotaba en el espacio encadenado de cuello, muñecas, cintura y pies a una superficie de tierra que flotaba en el cosmos. Dentro de la mente de Mu, el Caballero de Aries revivía los últimos momentos de la batalla entre Shiryu del Dragón, y Lodin, la Seed de la Masacre, que culminó con el de Dragón atravesándole el pecho a la Seed, devolviendo al espíritu de Lodin al descanso eterno.

-Lodin… -comenzó Mu, sus ojos repletos de lágrimas, mismas que fueron limpiadas en esos momentos por los gentiles dedos de Harmonía, quien se posó entonces frente a Mu-. ¿Qué haces? Si vas a matarme, deberías aprovechar que me tienes encadenado –se quejó Mu.

-Ara, ara, alguien despertó de muy mal humor –le sonrió Harmonía, levantando la barbilla de Mu para que pudiera verla fijamente-. Pero si bien es cierto que podría matarte en el momento en que a mí me complaciese, esa no es la forma en que funciona el Collar de Harmonía –le comentó ella, arrodillándose frente a Mu, y pegando su frente junto al Muviano, quien se molestó un poco por los acercamientos de la Diosa Menor-. La forma en que esta prisión funciona, es que ambos nos convertiremos en una sola entidad. No puedo matar a quien va a formar parte de mí, eso sería contraproducente –le comentó ella.

-¿Formar parte de usted? –preguntó Mu confundido, y de pronto el dolor comenzó a hacerse presente en su cuerpo, mientras las cadenas que lo aprisionaban comenzaban a arrebatarle su cosmos, y a dárselo a Harmonía, quien poco a poco comenzaba a brillar con el resplandor dorado- ¿Qué ha sido eso? –se quejó Mu.

-Te lo he dicho, tú y yo vamos a ser uno –le comentó ella, en su frente, un par de lunares comenzaron a manifestarse, lo que fue una sorpresa para Mu-. Esa es la maldición del Collar de Harmonía, un collar que enloquece a quienes lo posen, o al menos eso es lo que piensan los que han sido consumidos por su poder, la realidad es que cualquiera que esté bajo el control del Collar de Harmonía, es absorbido por su dueña, que soy yo. Todo cuanto eres pasará a ser yo. Eres un Muviano, entonces yo también lo seré, eres un Caballero Dorado, tu cosmos pasará a formar parte de mí. Eres un hombre… bueno, esa parte la puedo elegir yo, y la verdad me sigo viendo muy linda como una mujer, pero tu color de cabello, ese sí me gusta, así que, por favor y gracias, ojojojojojojojo –se regocijó ella, cuando Mu sintió nuevamente a las cadenas de cosmos debilitarlo, y mientras más sufría él, más se deleitaba Harmonía, quien ya poseía un color de cabellera rosado-. A que no se me ve divino –sonrió ella.

-La Prisión de la Concordia… ya lo entiendo… una de las definiciones de concordia significa unión… me temo que mi definición de unión estaba algo equivocada, imaginé otra cosa, me disculpo por mi soberbia –se quejó el de Aries.

-Oh, no me mires de esa forma, la verdad es que eres muy bien parecido, y me hubiera gustado cumplirte esa otra forma de unión. Pero esta unión, es a un nivel muy superior a la que tenías en mente –continuó ella, las cadenas volvieron a accionarse, y Mu volvió a gritar, mientras su cosmos continuaba uniéndose al de Harmonía-. Pronto, el secreto de tus técnicas de batalla será mío, después, tus conocimientos de reparación de Armaduras. No habrá Armadura que no pueda reparar, sea esta de Bronce, de Plata, incluso las de Oro. Aquel conocimiento que Hefestos resguardó en tu Armadura Dorada, no volverá a ser exclusivo de los Caballeros Dorados de Aries –le comentó ella ansiosa-. Y cuando este secreto por fin me sea revelado. Mi querido Ares me aceptará como a una más de sus Daimones. Ya puedo verlo, yo llegando ante mi hermano, con mi propio juego de Armaduras Doradas. Podrían ser incluso más de 12 –aseguró ella.

-Lamento romper tu burbuja mental, pero no hay forma alguna de que existan más de 12 Armaduras Doradas –le sonrió Mu, lo que fue una sorpresa para Harmonía, quien dejó de torturar a Mu para prestarle atención-. Hace tiempo, más de 3,000 años, los babilonios observaron el cielo, y realizaron mediciones precisas de lo que se conoce como la Elíptica Solar, también llamada el Cuadrante de las Bestias Sagradas. Utilizando la ubicación de las estrellas con el Sol en su centro, lograron calcular los equinoccios, determinando que cada uno de estos equinoccios ocurría en un punto de la Elíptica Solar en concordancia con 4 de las 12 Bestias Sagradas. Aries y Libra se miraban en el firmamento, e igual lo hacían Cáncer y Capricornio, sus posiciones en el cielo, concordaban también con los puntos cardinales, y esto que observaron los babilonios, lo repitieron los chinos, quienes a su vez también nombraron a 4 bestias sagradas en la Elíptica Solar. Así la Elíptica Solar paró a tener 4 Signos Cardinales, y 8 Signos Eclípticos, cada uno con 30 grados de inclinación uno sobre otro, formando un circulo perfecto en la Bóveda Celeste –le explicó él, Harmonía estaba tan interesada por el tema, que abandonó la tortura de Mu en su totalidad-. La razón por la que existen 12 Armaduras Doradas, es porque están en concordancia con esas 12 Bestias Sagradas. No puede haber más porque eso desestabilizaría la Elíptica Solar, rompiendo el equilibrio perfecto que mantienen a las 12. No importa siquiera el que un astrónomo pusilánime de hace 15 años quiera convencer a la comunidad científica de que los cálculos de los babilonios y los chinos están erróneos, y quiera a la fuerza incrustar a un treceavo signo, Ofiuco, en la elíptica entre Escorpio y Sagitario, Ofiuco jamás será una Armadura Dorada, lo mismo será el caso de Cetus, a quien quieren meter entre Capricornio y Acuario, se requerirían de millones de años de expansión universal para que pudiesen existir 14 vectores siderales. Para cuando eso ocurra, el Sol ya se habrá tragado a la Tierra. Esa es precisamente la razón por la que solo el Caballero de Aries puede fabricar las Armaduras Doradas… cualquier imbécil puede trabajar el metal, unir los Puentes Cósmicos, y crear los Mapas Estelares a las Constelaciones. Pero, aunque el material de una Armadura Dorada pueda cambiarse, su Elíptica Solar siempre lo estará gobernando. Marca el Mapa Estelar de Aries sobre el Bronce y este brillará siempre como el oro. Construye a Ofiuco en Oro, solo tendrás una armadura valiosa por su material… no por su cosmos… así que adelante, roba los secretos de la construcción de Armaduras Doradas si eso te hace sentir que lograrás una innovación artesanal… solo con la existencia de 12, podrás desentrañar la verdadera fuerza de los Caballeros Dorados, cualquier otra combinación, fortalecerá a unos, y debilitará a otros, cortando todo el propósito de la existencia de los 12 Caballeros Dorados –terminó Mu, orgulloso de su oficio.

-Ara ara… yo realmente, no me esperaba que fueras tan orgulloso de tu arte –se alegró Harmonía, Mu sonrió un tanto soberbio por sus conocimientos-. Pero incluso con todo lo que has dicho, eso no significa que no pueda unir la esencia de las Armaduras Zodiacales de la Elíptica Solar, a servir a un dios distinto a Athena, ¿no es así? –declaró ella, Mu se horrorizó por lo que estaba escuchando- Si la Elíptica Solar es lo que alimenta a las Armaduras Doradas, entonces, las 12 Armaduras Doradas no están reamente consagradas a Athena, tan solo son un obsequio que los Dioses Olímpicos dieron a Athena, y por consiguiente, puede arrebatársele y consagrarse a otro dios –Mu, molesto, intentó luchar contra sus cadenas, estas volvieron a accionarse, y a debilitarlo aún más-. Puedo ver que dices la verdad referente a las Armaduras Doradas, mi querido Mu de Aries… pero puedo ver también, en tu mente que pronto será mía, la forma de romper la conexión de las Armaduras Doradas con Athena, y asignarlas al Espectro Divino de otro dios. Con este conocimiento, conectaré las 12 Armaduras Doradas a la divinidad de Ares… y el ejército más poderoso del universo, hará su voluntad –continuó Harmonía la tortura de Mu, su Armadura Divina iluminándose de dorado, mientras la de Mu comenzaba a opacarse-. Ahora yo soy… la Caballero Dorado de Aries… ojojojojojojo –se burló ella.

-No has entendido nada… Aries no puede brillar en ti, si todavía existe en otra Armadura Dorada –comenzó a elevar nuevamente su cosmos Mu, combatiendo la tortura de sus cadenas, restaurando el brillo de su propia armadura-. Pero en vista de que no puedes comprenderlo, incluso apoderándote de todo lo que soy… tendré que castigarte con una fuerza que es incomprensible incluso para mí. ¡Arde Cosmos Antiguo! ¡Materializa al Gigante de Jade! –declaró Mu, materializando con su cosmos a un inmenso ser que intimidó incluso a Harmonía.

-¿Qué es eso? ¿Por qué es que tiene una presencia tan aterradora pero no puedo sentirlo con mi cosmos? ¿Acaso es una ilusión? –se intimidó Harmonía, mordiéndose los labios, y buscando en la mente de Mu, que comenzaba a colapsar- ¿Qué está ocurriendo? ¡Ni siquiera sabes qué clase de bestia es él! –se fastidió Harmonía.

-No necesito saberlo, su mundo dejó de existir cuando el nuestro tomó forma. Su nombre… es Hoplisma de Nephritis –presentó Mu, el Gigante de Jade preparó su gran hacha-. ¡Y esta es su poderosa arma! ¡Siente su Filo de Cristal! –el Gigante de Jade, atendiendo a la orden de Mu, bajó su gran hacha, forzando a Harmonía a escapar de la misma, y a su filo a cortar las cadenas que Mu acomodó tras doblar su cuerpo, rompiendo la Prisión de la Concordia, para sorpresa de Harmonía, quien apenas podía creer lo que ocurría, antes de sentir todo el cosmos que le había robado a Mu regresar en dirección al Caballero Dorado de Aries.

-¿Cómo? No tenías siquiera el cosmos para poder liberarte… nadie, ni mortal ni dios, se había liberado del Collar de Harmonía –declaró Harmonía, preparando su cosmos, por vez primera considerando entrar en combate genuino.

-Hoplisma de Nephritis, igual que Elektron Teru, quien reside en el puño izquierdo de Aioria, y Drakon de Margarites, pertenece a un grupo de dioses llamados los Dioses Olvidados, las Estrellas Oscuras de Cronos a quien junto a mis hermanos Aioria, y Milo, derrotamos. Desde entonces, han decidido subordinarse a nosotros –extendió su mano Mu, absorbiendo el cuerpo del Gigante de Jade, que volvió a fusionarse con él-. Con las tres técnicas adquiridas por nuestra unión con los tres gigantes, el Filo de Cristal, el Domador de las Bestias y el Asesino de Dragones, podemos enfrentar a mortal o dios con un poder ajeno a nuestro cosmos. Un poder que es siempre el mismo sin importar cuan débiles estemos. Esta es, la fuerza que los Dioses Olvidados pusieron a nuestra disposición, y con esta, ¡Podemos romper incluso las limitantes divinas! ¡Filo de Cristal! –uniendo sus manos como en una plegaria, Mu liberó un destello esmeralda, que como un corte del espacio se dirigió a Harmonía, quien no logrando sentir el cosmos del ataque, se decidió a evadirlo, perdiendo una hombrera, lo que la sobresaltó.

-Mi Armadura… la Armadura creada por los Dioses Ctónicos, tan antiguos que rivalizarían con las Armaduras Divinas de los dioses… se ha cortado… -retrocedió Harmonía, sus ojos que siempre mantenía serenos y cerrados por saberse superior a quien fuera, no lograban cerrarse en esos momentos-. No creo que tengas idea de lo que has conseguido, Caballero Dorado de Aries… yo no soy un ser resucitado como una Dríade como sí lo son Phobos y Deimos… yo realmente… tanto mi cuerpo como mi armadura, somos Divinidades Menores en toda regla –aclaró ella.

-Y mírate aquí, temblando de miedo ante un mortal, Harmonía –alzó su mano Mu, reuniendo esferas doradas alrededor de su muñeca-. Mientras intentabas absorberme, debiste haberte dado cuenta, ¿no es así? No necesito depender del Filo de Cristal para vencer a mis enemigos. ¡Revolución de Polvo de Estrellas! –atacó Mu, sus flechas tornasoladas dirigiéndose peligrosamente a Harmonía.

-No seas impertinente, Caballero de Aries. ¡Aliento del Paraíso! –extendió sus manos Harmonía, lanzando una fuerza de luz en contra de las flechas tornasoladas de Mu, manteniendo los ataques del Muviano lejos de su cuerpo, pero no logrando la Diosa Menor empujar su ataque lo suficientemente cerca del de Aries para herirlo- ¡Jamás olvides que soy una diosa! ¡Mis habilidades están por encima de las de cualquier Seed, Dríade o Phantom! ¡Mi servidumbre a Eris es de mi entera voluntad! ¡Y si yo lo deseo, te convertiré en una flor más de mi jardín! ¡Desaparece! –el cosmos de Harmonía se intensificó, forzando a Mu a cambiar de táctica.

-¡Muro de Cristal! –extendió Mu su muro, recibiendo el ataque de la Diosa Menor, pero este comenzaba a quebrarse- Aún si es una diosa… vencimos a los Titanes en su momento, por lo que debería ser posible el vencerla a usted también. Puede que en estos momentos no lo parezca por la Barrera del Caos, pero yo le prometo que voy a encontrar la forma –insistió Mu.

-Su muro se fragmenta… pero no ha terminado de romperse… este sujeto realmente… -se decía a sí misma Harmonía, terminando con su ataque, y mirando a Mu fijamente, él aún mantenía su Muro de Cristal en alto-. De no ser por la Barrera del Caos que aún mantienen tres de las Seeds, probablemente su muro ni siquiera se hubiera fragmentado. Estos humanos, son realmente peligrosos, no puedo arriesgarme a que se fortalezca tras la posible derrota de otra Seed, tendré que usar todo mi cosmos para acabar con él… -incineró su cosmos Harmonía, intimidando a Mu por el alcance del mismo-. No seré una Titánide, Caballero de Aries, pero sigo siendo una deidad, y te lo voy a demostrar fulminándote –la dimensión en la que se encontraban comenzó a temblar con tanta violencia, que Mu cayó en su rodilla impresionado.

-Tiene razón en decir que no es una Titánide, enfrentar a un Dunamis como el de Tethys fue más desgastante que esto –se dijo a sí mismo Mu, preparando su cosmos-. Sin embargo, con el detrimento de la Barrera del Caos… esta pequeña diferencia, podría ser bastante problemática, tendré que usar todos mis recursos para vencerla –continuó Mu, el Gigante de Jade volvía a materializarse a sus espaldas, y sus manos volvían a unirse en sus palmas-. Preferirá no depender todo el tiempo de la fuerza de los Dioses Olvidados, pero a estas alturas no veo una forma distinta de resultar victorioso. A mí, Hoplisma de Nephritis. ¡Filo de Cristal! –atacó él, Harmonía se mordió los labios, y arremetió de regreso.

-¡La Maldición del Paraíso! –liberó su técnica Harmonía, que como ondas interceptaron el Filo de Cristal de Mu, repeliéndolo, mientras serpientes oscuras acrecentaban en el cosmos de Harmonía- ¡Destrúyanlo! –ordenó ella, el par de serpientes oscuras conjuradas se lanzaron a Mu, mientras su Filo de Cristal continuaba estable en contra las ondas del ataque de Harmonía.

-Un ataque ofensivo y defensivo… las ondas bloquean mi ataque mientras las serpientes son el verdadero peligro –dedujo Mu, Harmonía se regocijó notando que tenía la ventaja, mientras las serpientes avanzaban cada vez más cerca-. Sin embargo, mi técnica es aún más completa –enunció Mu, apretando las palmas, y rompiendo su propio ataque en dos-. ¡El Filo de Cristal puede romperse a mi voluntad! ¡Has perdido! –tras partir su propio ataque, los cortes esmeraldas se dirigieron a las cabezas de las dos serpientes, cercenándolas, aunque al mismo tiempo, las ondas liberadas golpearon al Muviano. Los cortes del Filo de Cristal continuaron en su camino de destrucción de todas formas, hasta estrellarse con Harmonía, quien gritó de dolor tras ser impactada por el violento ataque, mientras Mu caía de espaldas, y observaba el firmamento reflejado en la dimensión de Harmonía- Lo conseguí… con detrimento de cosmos o no… no hay forma en que Harmonía haya… -intentó decir Mu, cuando escuchó el golpe metálico de Harmonia incorporándose- No puede ser… ¿qué tan poderosa eres realmente? –se impresionó el Muviano, incorporándose tembloroso.

-Tanto como deba serlo, estás en mi jardín, y mientras mi jardín exista, yo seré alimentada por su fuerza –le explicó ella, había perdido la protección del brazo derecho, y su vientre había sido cortado también, sangre azul le caía del labio, y se notaba que le costaba moverse, pero Harmonía continuaba forzando a su cosmos a brillar-. No perderé… no mientras queden Seeds que restauren mi cosmos, soy una Diosa igual que soy una parte de mi jardín, sirvo a Eris voluntariamente, y recibo de ella mi poder también. No comprenderías el equilibrio tan delicado que existe entre mi jardín y yo. Somos uno, así como no somos uno, el poder de este Santuario es mi poder… -prosiguió ella, cuando notó su respiración, lo que la sorprendió.

-¿Su aliento? –lo notó también Mu, y entonces se percató de que el suyo era visible de igual manera- No me había dado cuenta por el calor de la batalla, pero ha comenzado a hacer más frio. De hecho, es un descenso de la temperatura impresionante –aclaró él.

-¿Qué está ocurriendo? ¿Acaso esto es obra tuya, Caballero de Aries? –preguntó Harmonía, Mu mantuvo su defensa en alto, pero lo negó con la cabeza- Este frio… si no viene de ti, entonces debe de venir de fuera de mi dimensión, pero si abro la misma y resulta que no es más que un truco tuyo… -se molestó ella.

-Me halaga el que me considere una amenaza pese a que no hace mucho me amenazaba con fulminarme por ser una Diosa Menor –le comentó Mu con tranquilidad-. Pero tiene mi palabra de que este frio no proviene de mi cosmos –le aseguró él.

-Si eso es cierto… entonces este frio realmente viene de una fuerza externa –aceptó ella, cerrando sus ojos, y meditando al respecto-. Probablemente no debería, pero si algo le ha ocurrido al Jardín del Edén… entonces es mi responsabilidad el cuidarlo. ¡Ruptura del Sello de la Concordia! –declaró ella, su dimensión entonces, colapsó.

Templo de la Hambruna.

-Unght… ¿qué es esto que se siente? Alguien se acerca –comenzó Phonos, evadió un corte de Shura, y miró al cielo, el de Capricornio se molestó por ver su ataque evadido, pero también sintió la alteración en su cosmos.

-Ese cosmos es de… ¿Mu? –miró Shura también al cielo, notando como la aurora se salía de control, y estallaba en un espectáculo de luces, mientras el Caballero de Aries era liberado de la Prisión de la Concordia, y estrellado en el Templo de la Hambruna, siguiéndolo en un descenso más tranquilo se encontraba Harmonía, quien incluso materializó un par de alas oscuras para caer grácilmente en medio de Shura y de Phonos.

-¡Maestro Mu! –gritó Kiki de improviso, Kyoko a su lado corrió de igual manera para ayudar al débil de Mu a incorporarse. Al ser liberado de la Prisión de la Concordia, el colapso mismo de la dimensión lo había debilitado bastante- ¡Maestro Mu! ¡Qué gusto que esté bien! –lloraba Kiki conmovido, pero entonces se adelantó para proteger a su maestro- ¡No dejaré que lastimen a mi maestro! –exclamó más valiente que listo para defender a alguien.

-¿Qué significa esto? El Santuario de Eris, mi bellísimo Jardín del Edén… se está congelando… -comentó Harmonía, horrorizada, y mientras veía la escarcha hacerse presente en contra de las flores de Lupino que adornaban los jardines en los alrededores del Templo de la Hambruna.

-Harmonía, has interrumpido mi combate, y ya estoy demasiado hambriento, además de que este frio no me deja concentrarme –se quejó Phonos. Shura, aún con su defensa en alto, soltó aire y notó su aliento, Kyoko y Kiki lo notaron también-. Cuando termine contigo, Capricornio, voy a cenar Cisne. Ya estoy fastidiado de este frio que me entorpece el sentir mis dedos –se quejó la Dríade.

-Este frio no tiene que ver con el combate entre el Cisne y Pain en el Templo del Dolor –le interrumpió Harmonía, mirando al firmamento-. Cada uno de los Templos del Caos tiene su bioma independiente, lo que pasa en uno no afecta al otro, no importa si el Templo del Dolor está físicamente al lado del Templo de la Hambruna, el Laberinto de Conflicto que rodea a cada templo los separa en sus propias dimensiones personales. Este frio es generalizado, cae en todos los templos con la misma intensidad. La Barrera del Caos está activa, pero no así el Escudo del Conflicto, lo que estamos viendo es el cielo exterior –les explicó ella.

-Entonces supongo que es mal momento para decir lo obvio, pero esta falta de aliento, no es por el frio, sino por la altura –se incorporó Mu, Shura, Kyoko y Kiki se mantuvieron a su lado, Phonos gruñó, y retrocedió hasta posarse al lado de Harmonía, quien continuaba mirando a las estrellas, molesta-. ¿Sabes lo que está pasando? –le preguntó Mu.

-Sí… estamos dejando la troposfera… es cuestión de algunos minutos… para que comencemos a entrar en la estratosfera… -le respondió ella, virándose para ver al Muviano, quien comenzó a preocuparse-. Estamos a mínimo 5,000 kilómetros por encima del Santuario de Athena… y eso… no puede significar nada bueno… -se quejó la Diosa Menor.

El Santuario. Templo de Athena.

-¿Qué hace aquí usted sola sin protección de ningún tipo? –se quejó Saga, quien apenas llegaba al Templo de Athena, Saori tan solo miraba al cielo, intentando encontrar al Santuario de Eris, que ya era solo un punto de luz- ¿Dónde está Afrodita? –se quejó el de Géminis, notando entonces un destello dorado, tomando a Saori en brazos, y protegiéndola con su cuerpo, momentos antes de que un cometa dorado se estrellara en el Templo de Athena, levantando guijarros y formando un agujero profundo, del cual la mano ensangrentada de Afrodita sobresalió recubierta por fragmentos de roca y quemaduras.

-¡Afrodita! –saltó Saori de brazos de Saga, llegó ante el de Piscis, y comenzó a rodearlo con su cosmos. Él quien se jactaba de ser el Caballero Dorado más bello de todos, presentaba varias heridas en su rostro, pero aquello no le importó, mientras se incorporaba, y reunía su cosmos para intentar saltar nuevamente- ¡Basta! ¡Si no lo alcanzaste en tu primer intento! ¿Qué posibilidades tienes ahora que está más alto? –le preguntó ella.

-Debo tratar, los Caballeros Dorados saltamos continentes enteros… debería ser capaz de llegar al Santuario de Eris… -se estremeció Afrodita, su cosmos anclándose a su cuerpo, y Saori, con dolor en su corazón, aferrándose a su mano-. Si no hacemos algo, esa cosa va a caer. Le tomará alrededor de 5 minutos desde la mesosfera –le explicó el de Piscis.

-¿Mesosfera? ¿Qué está ocurriendo? –preguntó Saga, y entonces lo comprendió- El Santuario de Eris… no está… no lo veo por ninguna parte –viró en todas direcciones Saga, intentando encontrar algún indicio del mismo.

-¿Se habrá vuelto invisible como la última vez? –comenzó Mephisto, llegando también al Templo de Athena- Me disculpo por la tardanza, pero cargar a dos Saintias quejosas y preocupadas por si las toco indecentemente, me dificultó realizar los preparativos para mis saltos de cosmos, por cierto, solté a una en el mar cuando me fastidió –se quejó el de Cáncer, y recibió de otro recién llegado un golpe en su nuca-. ¿Tienes algún problema? –se quejó él, pero entonces sudó frio, cuando Aldebarán le bufó en el rostro.

-Te vas a disculpar con la Saintia de la Grulla a la que tuve que recoger del Mediterráneo, de lo que quedaba de él –lo reprendió Aldebarán-. Sé que muy probablemente no es el momento, pero… Atlantis… -intentó decir el de Tauro.

-No es el momento, Aldebarán… -reprendió Shaka, llegando también al Templo de Athena-. Además, si alguien conoce mejor que nosotros el estado del mundo, esa es Athena. Hay mucho que considerar. Pero principalmente, hay que atender a una crisis a la vez. Eris… está por hacer lo que pienso que va a hacer, ¿no es así? No solo va a estrellar su Santuario, va a hacerlo con una magnitud equivalente al meteorito que extinguió a los dinosaurios –admitió Shaka.

-Saben, hay algo que aun no entiendo de todo esto… -comenzó Mephisto, todos le dirigieron la mirada-. Si los Titanes crearon a los humanos. ¿Quién creó a los dinosaurios? ¿Urano y Gea eran los dioses de los dinosaurios? –preguntó el de Cáncer, Saga hizo una mueca, Shaka lo ignoró, Afrodita se cubrió el rostro por la vergüenza, y al final, Aldebarán le dio otro golpe en la nuca- ¡Óyeme que aquí el que está haciendo las preguntas importantes soy yo! –se molestó él.

-Gracias… Mephisto… -comenzó Saori, lo que sorprendió al grupo- Sé que intentas animarme en estos momentos, y por eso, tienes mi agradecimiento –volvió a mencionar ella, Mephisto solo se viró algo ruborizado al respecto-. Pensaba que una vez que los Epicentros del Caos se apagaran, podríamos concentrar esfuerzos en atacar el Santuario de Eris. En lugar de eso, ahora me parece que Eris siempre va un paso por delante de nosotros, no comenzó a subir su Santuario hasta que estuvo en posición, y para estar en posición, debía estar segura de que el número de atacantes a su Santuario no sería tan pronunciado para poder detenerla. Sé que no lo parece, pero Eris… me parece que se comporta como una gran estratega –admitió ella.

-Ocultó a sus Dríades con la Barrera del Caos, forzándonos a la Ceguera del Cosmos, activó los Epicentros del Caos por toda Europa y parte de Asia para mantenernos separados e incomunicados, facilitó la resurrección de las 9 Seeds para debilitarnos, en definitiva, no es algo aislado ni producto de la suerte –le comunicó Saga, curioso del cómo habían resultado los eventos-. Más bien es una estrategia digna de alguien a quien los Dioses Olímpicos llaman la Mercenaria del Olimpo. Pero si vemos el estado del mundo, y lo que está planeando hacer en estos momentos… -se molestó el de Géminis.

-Se entiende por qué Eris no resucita tan frecuentemente –continuó Shaka, el resto se viró para verlo-. El Cometa Repulse regresa una vez cada aproximadamente 300 años con dos intentos de resurrección de la Diosa Eris, pero la destrucción que ha causado en esta guerra, supera a la de cualquier otra. ¿Por qué ahora la destrucción se llevaría a cabo a este nivel? ¿Por qué Eris iría tan lejos como para destruir su propio Santuario, estrellándolo en contra del de Athena, desde una altura tan considerable que dejará un cráter de 180 kilómetros de diámetro, extendiendo la explosión al doble inclusive? –preguntó Shaka,

-Porque los Dioses Olímpicos no están haciendo nada por detener esta guerra –escucharon en sus cosmos los presentes, a Dohko, quien se comunicaba con ellos desde la cima de la montaña más alta de lo que quedaba de Cinco Picos-. Una disculpa por la tardanza, pero necesitaba encontrar un lugar en el cual poder continuar con mi vigilancia. He escuchado todo lo que han dicho, y estoy de acuerdo con ustedes. Nunca en toda la historia de las Guerras Santas, se había dado una destrucción de semejante magnitud –admitió Dohko.

-Viejo Maestro, que bueno escucharle con bien –comenzó Aldebarán-. Sin embargo, me sorprende el que aún no considere unirse a nosotros. Su fortaleza de cosmos nos sería de mucha ayuda en estos momentos –terminó Aldebarán.

-No es tan sencillo, sesos de buey –insultó Mephisto, Aldebarán entonces comenzó a tronarse los nudillos- ¡Solo escúchame armatoste! ¡Dohko está bajo juramento divino! No puede dejar Cinco Picos sin un reemplazo. Lo que el Maestro Dohko mantiene bajo vigilancia es la resurrección de un mal tan grande que amenaza no solo el dominio de la Tierra, sino del cosmos mismo. Por más destructiva que esta guerra sea, es a un nivel humano. El Dios Sellado, su resurrección, podría repercutir en un cambio de dominios universales a un nivel superior al dolor humano. No pueden verlo porque lo ven desde la perspectiva del humano, no desde la perspectiva de los dioses. Incluso si Cinco Picos desapareciera por completo, Dohko no tendría otra alternativa que el quedarse allí a morir ahogado por mantener su juramento –terminó él.

-Es así como el Caballero de Cáncer lo ha dicho –admitió Dohko-. Hay reglas y juramentos inamovibles que deberemos de cumplir por el respeto a nuestra diosa. El juramento que me ata a Cinco Picos, es uno que no puede romperse. Pero en este momento, y con la crisis que atraviesa el Santuario, hay un juramento que puede marcar la diferencia entre la total destrucción del Santuario y su supervivencia. La Exclamación de Athena –declaró él.

-La Exclama… -se quejó Mephisto, la noticia conmocionó a los Caballeros de Tauro, Géminis, Virgo y Piscis de igual manera-. Oye, oye, si bien entiendo la repercusión de que el Santuario de Eris nos caiga encima y además admito no ser fanático de que me aplasten. Nos confundes con tres cabezas huecas irrespetuosos que, se supone, y con esto no estoy alegando favoritismos de ningún tipo, deberían haber sido expulsados del Santuario –se quejó el de Cáncer.

-Es verdad que, aunque no nos guste admitirlo, nuestra diosa aún predica ciertos favoritismos –comentó Saga, Saori se estremeció, más al notar que la reprimenda venía precisamente de él-. Pero la Exclamación de Athena, las reglas que rondan alrededor de su uso, no son aplicables contra dioses, ni contra estructuras. Las reglas solo dictaminan que no se debe atacar a un oponente con superioridad numérica. Hacerlo, es la deshonra de cualquier caballero. Sobre la otra razón de su prohibición, si es con el permiso de la Diosa Athena específicamente, no veo razón por la cual no pudiéramos usarla –le explicó Saga, Saori asintió.

-Si se usa por un bien mayor, incluso si la Exclamación de Athena tiene un potencial tan destructivo, debería de poder usarse para defender a la humanidad, y si esa estructura cae sobre el Santuario, la onda de choque lo destruirá todo, incluso los pueblos cercanos –les comentó Saori, entre los presentes, Mephisto aún tenía sus dudas.

-Entonces está decidido –agregó Afrodita, tomando a Mephisto de la hombrera de su Armadura Dorada, y jalándolo hasta el centro del Templo de Athena-. Cáncer y yo formaremos parte de esta Exclamación de Athena. ¿Alguien más se apunta? –preguntó Afrodita.

-¿Qué yo voy a qué? ¡No recuerdo haberme ofrecido para absolutamente nada! –se quejó Mephisto, cuando sintió las poderosas manos de Aldebarán apretándole los hombros- ¿Exactamente qué hice para merecer este trato? –se quejó él- No espera, ya me acordé –admitió él deprimido.

-Eres un leal Caballero de Athena. ¿No es así, Mephisto de Cáncer? –sonrió Aldebarán- Si te unes a la Exclamación de Athena con el permiso de tu diosa, entonces eso significa que eres leal a Athena, y que detalles como los de hace 6 años no se volverán a repetir –le comentó el de Tauro, Mephisto entonces miró en dirección a Saori.

-Tienes mi permiso, Mephisto. Siempre que la Exclamación de Athena se utilice de forma justa, y sin abusar de la superioridad numérica, o contra un objetivo inamovible, lo consideraré una afrenta por un bien mayor –le comentó ella sonriente, el de Cáncer bajó la cabeza deprimido, pero aceptó su destino.

-Ya que eso ha quedado claro, les sugiero que comencemos a prepararnos. No habrá necesidad de utilizar la Exclamación de Athena si quienes están allí dentro, logran detener a Eris a tiempo –les explicó Afrodita, preparando su cosmos-. Pero si nuestros cosmos no están al mismo nivel al momento de lanzarla, nos vaporizaremos a nosotros mismos una vez hayamos desatado la misma. Pero ese no debe ser un problema, ¿verdad? Todos los Caballeros Dorados estamos, después de todo, al mismo nivel. ¿No es así, Mephisto? –le sonrió Afrodita.

-Al mismo nivel, por supuesto, no hay Caballero Dorado más fuerte que otro, eso lo sabe todo el mundo –agregó él nerviosamente, mientras Aldebarán se unía también a preparar su cosmos-. Claro que… esa es la teoría… en la práctica… de verdad espero no terminar vaporizado por esto… -continuó el de Cáncer, uniéndose a sus compañeros en la afrenta.

Templo del Saqueo.

-La temperatura en el Santuario disminuye peligrosamente –comenzó Camus, deteniéndose momentáneamente en medio del Templo del Saqueo, y deteniendo a Shiryu en su avanzada-. Detente… este no es un descenso de la temperatura común y corriente. Mantén tu respiración e intenta controlar tu ritmo cardiaco –le pidió Camus.

-Eso intento… -comenzó Shiryu, se veía pálido, e increíblemente agotado-. En un principio pensé que la debilidad que comenzaba a sentir, se debía a que la Barrera del Caos estaba nuevamente activa… pero… no es eso lo que está pasando… es otra cosa… ¿no es así? –preguntó él.

-El oxígeno en nuestra sangre… ha comenzado a disminuir drásticamente… -le comentó Camus, sangre comenzaba a caerle por la nariz, lo mismo ocurría con Shiryu-. Esto no se debe a un descenso de la temperatura, debemos estar actualmente a unos menos treinta grados, frio, pero no lo suficiente para este nivel de detrimento físico. Lo que nos ocurre, es un proceso llamado saturación de oxihemoglobina, se produce por la altura. El Santuario de Eris… está subiendo… y bastante rápido por lo que se puede apreciar –le comentó Camus.

-¿Subiendo? –se preguntó el de Dragón, mirando a las plantas en el Jardín del Saqueo, ya de por sí marchitas, comenzar a congelarse- ¿Qué podría pasar para que Eris decidiera lazar su Santuario al espacio? –se preguntó el del Dragón.

-No vamos a llegar al espacio, no a esta velocidad… -le comentó Camus, tomándose el pecho-. Debemos estar a unos 6,700 kilómetros de la superficie terrestre, el cuerpo humano comienza a tener deterioros en los niveles de oxigenación de la sangre desde los 2,100 metros, estos deterioros se vuelven mortales llegados a los 8,000 metros, de no ser por nuestro cosmos hubiéramos muerto desde hace mucho tiempo. Ningún humano común podría llegar a estas alturas sin desfallecer o perder la vida. En otras palabras que lo entiendas, una vez lleguemos a los 10,000 kilómetros, estaremos 9,992 veces más alto que lo que cualquier humano ordinario pudiera soportar –le explicó Camus.

-¿A qué altura comenzaremos a resentirlo nosotros? –le preguntó Shiryu, su corazón comenzaba a flaquearle, Camus lo escuchó- Por lo visto… no será mucho tiempo –se quejó el del Dragón, Camus se mordió los labios con molestia.

-Con el cosmos de un Caballero de Bronce, intuyo que tu límite debería ser la troposfera, 18,000 kilómetros. Un Caballero de Plata debería poder resistir hasta los límites de la estratosfera, unos 50,000 kilómetros. Pero ningún Caballero Dorado, sin importar la fuerza que lo ampare, podría sobrepasar los límites de la mesosfera, que se encuentra a 90,000 kilómetros. Shiryu… si no actuamos pronto… vas a morir… -le explicó Camus.

-Todos moriremos si no detenemos a Eris… si me lo pide para que intente un regreso a la Tierra, no va a pasar, Caballero de Acuario… veré esto hasta el final… -aseguró el Dragón, sorprendiendo a Camus-. Si lo estoy retrasando entonces siga adelante… yo buscaré la forma… se lo prometo… adelántese… -se desmayó Shiryu, el de Acuario intentó ayudarle a reponerse, pero recordando su misión, y su venganza, Camus se incorporó y volvió a correr en dirección al templo siguiente, el Templo del Olvido-. Voy a llegar… de alguna forma… si debo de sobrepasar el cosmos de los Caballeros de Plata y Oro… nada va a detenerme hasta lograrlo… voy a conseguirlo… -continuó Shiryu, arrastrándose, con su cosmos rodeándole, y este logrando fortalecerse, llegando a adquirir un color dorado y cálido.

Templo de la Traición.

-No sé lo que está pasando… pero… mi cuerpo se siente demasiado pesado… y mi corazón ha comenzado a detenerse… -enunciaba Seiya, intentando forzarse a sí mismo a ponerse de pie, y llegar hasta el cuerpo inconsciente y moribundo de Aioria-. Siento… que solo mi cosmos me mantiene con vida en este momento… pero cada vez lo siento más débil… aun así… debo seguir adelante… -continuó Seiya, sus oídos y nariz le sangraban, su aliento se convertía en hielo-. Por Athena… no puedo rendirme… cosmos de mi corazón… ayúdame a seguir avanzando… no me abandones… -continuó ardiendo el cosmos de Seiya, e igual que el de Shiryu, este comenzó a brillar de dorado, brillo que, de poco en poco, comenzó a despertar a Aioria también.

Templo del Dolor.

-¡Polvo de Diamante! –gritaba Hyoga, defendiéndose de las flamas de Rigel, mientras se tomaba del pecho sintiendo su corazón achicarse- He entrenado por años en temperaturas por mucho inferiores a cero… pero incluso yo puedo sentir mi corazón partirse… mantener este ritmo… va a terminar por matarnos a ambos… -se quejaba Hyoga, frente a él, Rigel era un charco de sangre andante, todas las perforaciones que había sufrido por los ataques de Milo lo habían doblegado, escupían su sangre a borbotones-. Rigel… la temperatura corporal que alcanzas con tu cosmos va a matarte. ¿Acaso piensas seguir pese a esto? Si no te detienes ahora vas a terminar con ti corazón estallando en pedazos –le apuntó él.

-Mi corazón ya no me sirve de nada, lo arrancaría de mi pecho si de esa forma dejara de sentir la traición y el dolor de esta vida tan carente de sentido… -le respondió el de Pain, con la Constelación de Orión brillando intensamente a sus espaldas-. Rechazado por la mujer a la que amo… tras traicionar a la diosa que debería de respetar sobre cualquier cosa… privado de mi venganza contra el malnacido de Milo de Escorpio… humillado por un Caballero de Bronce que no debería ser siquiera una amenaza. ¿Sabes lo que se siente que todo lo que has hecho en tu vida, carezca del más insignificante de los sentidos? –le preguntó él con molestia.

-Haber pensado en ello antes de tomar decisiones estúpidas –le respondió Hyoga-. No es tarde para enmendar tus errores, puedo mantenerte con vida hasta que las condiciones que nos matan tan lentamente sean más llevaderas. Lo único que tienes que hacer es pedirlo, dejar de meterte en mi camino, y dejarme avanzar, y yo te juro, Rigel, que salvaré tu vida –le pidió él.

-Tú estás muerto también… Cisne… solo que te niegas a verlo… -le apuntó Rigel con su mano cubierta de su propia sangre-. No hay manera siquiera de salir del Santuario de Eris ahora, nos desplomaremos como lo que somos, carne de cañón de los dioses, vaporizados por los mismos dioses que juramos proteger –le comentó él.

-En primer lugar, yo no juré lealtad a Eris voluntariamente, tenía el cerebro hecho una malteada por beber de las aguas del Rio Lethe –le explicó Hyoga, preparando su cosmos, su hielo combinándose con el de los alrededores-. En segunda instancia, mi lealtad es a con Athena y hacia mis amigos, no hacia mí mismo. Todos y cada uno de los Caballeros de Athena sabemos que somos prescindibles. Si vivimos, es porque nos ganamos nuestra vida luchando por conservarla, si morimos, es lo que se espera de nosotros desde el día en que elegimos convertirnos en caballeros. Estas son las enseñanzas de mi Maestro Camus, el egoísmo no existe cuando se es un Caballero de Athena. Aun así, te estoy dando la cortesía de salvar tu vida, lo que es más de lo que un traidor se merece. Pero en vista de que eres tan obstinado que no puedes siquiera diferenciar entre ser carne de cañón de los dioses, y actuar conforme a la responsabilidad ante los mismos. Te voy a quitar del camino, ya que aún hay alguien a quien debo ver –preparó su cosmos Hyoga, optando una pose que no había utilizado antes.

-¿Qué es esa pose? –se preguntó el de Pain, observando el cómo Hyoga mantenía las piernas extendidas, y sus manos entrelazadas sobre su cabeza- Dices que hay alguien a quien deseas ver. Eso no me parece una responsabilidad de un Caballero de Athena, más bien me parece egoísmo personal. ¿Quién es tan importante para querer verla incluso en esta situación? –se preguntó Rigel mientras preparaba su cosmos.

-Hay un objeto que debo recuperar… llámalo un capricho personal si es lo que quieres. Mis objetivos personales no invalidan mi devoción a Athena, esa devoción es lo que me tiene aquí, rompiendo los límites de un Caballero de Bronce para poder sobrevivir al traspasar los límites de la troposfera –el cosmos de Hyoga brilló de plata, y tras pasar una frontera invisible, el suelo alrededor de ambos se congeló-. Bienvenido seas, Rigel… a la estratosfera, no te envidio en absoluto –le comentó Hyoga, mientras frente a él, todos los poros de Rigel volvieron a estallar-. Como te dije antes, el verdadero adversario que te derrotará, no seré yo, perdiste la batalla cuando el Caballero de Escorpio te marcó de muerte. Yo simplemente voy a empujarte a la tumba que Milo cavó para ti –le comentó él.

-¿Estamos en la estratosfera dices? Eso significa que tu cosmos ha superado al cosmos de los Caballeros de Bronce… y ha llegado al nivel de Plata… me parece muy impresionante… -admitió Rigel, su cuerpo rodeándose de flamas azules y oscuras-. Pero se necesitará más que eso para derrotarme. Fui conocido como uno de los Caballeros de Plata más poderosos de todos, apenas por debajo de Aeson de Crateris –continuó él, con Orión brillando a sus espaldas-. No me convertí en Caballero Dorado, únicamente porque el puesto no estaba vacante –le aseguró él.

-Curioso… porque para alcanzar el Cero Absoluto necesario para esta técnica… el nivel de un Caballero Dorado es precisamente el que debo alcanzar… -el cosmos de Hyoga, resonó aún con más fuerza, pasando al blanco con destellos dorados, mientras el graznido del Cisne resonaba a sus espaldas-. Maestro Camus… esta es mi resolución personal… dedicaré mi vida al bienestar de Athena y de esta tierra, para que usted pueda volver a sentir. ¡Ejecución Aurora! –atacó Hyoga, liberando la técnica que solo podían liberar los Caballeros Dorados de Acuario.

-¡Supernova del Infierno Cósmico! –respondió Rigel, creando una estrella azul y negra en sus manos, incinerando la misma, y lanzando ráfagas de fuego azul y negro en contra de Hyoga, cuyo ataque superó el de Rigel, disipando sus flamas, e impactando el cuerpo del anterior Caballero de Orión- Yo… no puedo ser derrotado… yo… se suponía que fuera tu guardián… Kyoko. ¡Yo soy la persona destinada a ti! ¡Kyokooooo! –terminó Rigel, su cuerpo congelándose, y estallando en fragmentos de hielo en ese momento.

-Está hecho… -comenzó Hyoga, su Armadura de Bronce fracturándose por el frio que comenzaba a cuartearla-. Alcancé el cosmos… de un Caballero Dorado… pero mantenerlo… eso… es increíblemente más difícil… -se desplomó Hyoga contra el suelo, su corazón latiendo sonoramente en su pecho-. Tengo que… mantenerlo… debo… llegar ante ella… Harmonía… -terminó Hyoga, desmayándose.

Templo de la Hambruna.

-¿Ara? –se preguntó Harmonía, metiendo su mano dentro de lo que le quedaba de su armadura, y extrayendo de dentro de la misma un crucifijo dorado- Es verdad… había olvidado que lo tenía… ¿debería de devolverlo? –se preguntó Harmonía.

-Eso no es importante, Harmonía… -le espetó Phonos, manteniendo sus dos pares de brazos en posición defensiva, mientras los Caballeros de Aries y Capricornio respiraban pesadamente por la altura que habían adquirido. Detrás de ellos, Kyoko había comenzado a abrazar a Kiki y elevaba su cosmos dorado alrededor de él, ayudando al Muviano a mantenerse con vida- ¿Vas a ayudarme o no? Por si no puedes notarlo, pese a la extensión de mi cosmos, no podría contra dos… casi tres si contamos a la chica, Caballeros Dorados –le informó él.

-Los Caballeros de Athena no atacan con superioridad numérica, no a quienes no son divinidades al menos –le explicó Harmonía, virándose para ver a los Caballeros Dorados, mientras su cabello era tirado por los vientos congelantes-. En todo caso, quien más peligra en estos momentos, sería yo. Siendo una Diosa Menor, no estoy dentro del reglamento. Para mi fortuna, he perdido la motivación de combatir –aclaró ella, Phonos se distrajo un poco y se viró para verla, momento que aprovechó Shura para lanzarse a intentar clavar su espada contra el cuello de Phonos, quien lo notó venir y atrapó su brazo-. Ara, eso ha sido grosero –admitió ella.

-No si lo ve desde nuestro lado. La desesperación de acabar con esta guerra comienza a mermarnos –le explicó Mu, Shura se retrajo nuevamente, e incluso bufó con molestia por no haberle cercenado el cuello-. ¿A qué se refiere con que no combatirá? –le preguntó él.

-Bueno… Eris está por lanzar mi hermoso jardín desde la mesosfera hasta el Santuario… digamos que me siento como una madre a la que le arruinan su jardín… simplemente… este insulto… me parece imperdonable… -agregó ella con una mirada maligna, misma que intimidó a Mu-. Si hablamos a un nivel jerárquico, no me queda más que obedecer mis órdenes, las cuales incluyen el proteger el Jardín del Edén… así que voy a proteger el Jardín del Edén, dejándolos pasar –sonrió ella, ante el comentario Phonos se molestó, momento en que Shura aprovechó para volver a atacar, esta vez con una patada, solo que nuevamente, la Dríade de fisionomía levemente arácnida, volvió a cubrir-. Eso sigue siendo grosero –admitió ella.

-Discúlpeme si mi lealtad va por encima de mantener una postura de rectitud en la batalla, pero no me gustaría ser carbonizado mientras esta cosa se cae en dirección al Santuario –admitió el de Capricornio.

-Eso sería muy inconveniente –admitió Harmonía-. Sin embargo, aun cuando he decidido de mi propia voluntad el no seguir combatiendo, me temo que viene con una condición. Caballero Dorado de Aries, ¿no es ese Muviano su discípulo? Creo recordarlo mientras nuestros cuerpos se fundían en uno solo –sonrió ella, Shura se viró para ver a Mu.

-No es lo que crees… -se defendió Mu, antes de ver a Shura salir disparado por una patada de Phonos, quien aprovechando su distracción atacó a Shura con fuerza, estrellándolo contra las paredes que daban al siguiente templo y resumiendo la batalla-. ¡Shura! –se preocupó Mu.

-Ara, ya no tengo derecho a molestarme de lo grosero del Caballero de Capricornio, puedo ver que Phonos es igual –sonrió ella, Mu volvió a subir su defensa-. Pero sabes, tu discípulo no se ve nada bien, y a mí no me gusta ver a los niños sufrir –admitió ella.

-Señor Mu… se está muriendo… -lloró Kyoko, Mu se viró para ver a su discípulo, quien sangraba de nariz y oídos-. Estoy haciendo todo lo que puedo por rodearlo con mi cosmos… pero… aunque la altura no me alcance a mí, él no tiene un cosmos muy fuerte todavía… se va a morir si no hacemos algo… -suplicó Kyoko.

-Él no debería estar aquí en primer lugar… -respondió Mu secamente, aterrando a Kyoko, y sorprendiendo a Harmonía-. El deber de un Caballero de Athena, es Athena primero, y todo lo demás después… incluso si Kiki muere… no puedo dejar de seguir avanzando… es la regla… -admitió él, sus ojos llenándose de lágrimas, pero anteponiendo su deber a sus deseos personales, lo que Kyoko comprendía perfectamente.

-Ara, eso es cruel pero admirable al mismo tiempo. De modo que me enfrentarías, aún a costa de la vida de tu discípulo, ¿no te parece eso triste? –le preguntó ella, Mu se mordió los labios, pero se mantuvo firme.

-Triste o no… es como debe de ser… Athena está sufriendo mucho por el mundo, liderándonos y enviándonos a estas batallas por desafiar a los dioses… -continuaba llorando Mu-. No deseo que Kiki muera, si pudiera salvarlo lo haría, pero no puedo simplemente abandonar mi puesto, y dejar de lado mi responsabilidad por algo más… por alguien más… una vez vistes de dorado… tu vida, y tus deseos personales… ya no te pertenecen… y debes aprender a sacrificar incluso tus propios deseos… por el bien mayor… -aseguró Mu, y tras decir aquellas palabras, Kyoko recordó a Milo, y lo decidido que estaba por asesinar a su hermana.

-Umm… no estoy tan segura de si eso agradaría a Athena… la pensaba… una diosa más humana… -admitió Harmonía, Mu se molestó, mientras Harmonía se apuntaba a su propia frente-. Casi fuimos uno… conozco perfectamente tus verdaderos sentimientos, y por eso sé que no me estás mintiendo, y lo mucho que estás sufriendo, y por esta misma razón, es que voy a ofrecerte un trato que no podrás rechazar –admitió ella, Mu esperó-. Soy una Diosa Menor, una muy problemática. Sé que piensas que dañar mi Armadura Divina te ha dado una ventaja, pero aún poseo el cosmos de seguir complicándote tu camino. Al mismo tiempo, estoy enfadada, no contigo, sino con Eris por querer destruir mi jardín. Además, tengo esto que regresar a su dueño original –le mostró Harmonía el crucifijo dorado-. Y no miento cuanto te digo que no me gusta ver a los niños sufrir, no todos los dioses somos tan malos, valoro la vida, desde la más gentil, como la vida de una flor, hasta la más compleja, la vida de un dios. Así que este es el trato… eres el único que puede salir de este Santuario, pero si lo haces, no podrás regresar. Abandona este Santuario, salva a tu discípulo, y si lo haces, yo abandonaré esta guerra, todos ganan, ya que estás quitando al ser más poderoso en el Ejercito de Eris, que soy yo, del camino. ¿Qué me dices? Quedará al menos una hora antes de alcanzar la altura necesaria para convertir a este Santuario en un meteorito de dimensiones catastróficas –le explicó ella.

-Eso… yo… mi responsabilidad… -intentó meditar al respecto Mu, cuando sintió la mano de Kyoko tomarle la suya-. Equuleus… -susurró él, y entonces miró a Kiki, quien cada vez se veía peor-. No puedo simplemente… -intentó decir.

-Es un niño… -comenzó ella, Mu se mordió los labios-. Sé que en estos momentos no lo entiende… pero yo conozco la bondad que existe en el corazón de los Caballeros Dorados… es esa bondad la que me ayudó a estar aquí, y yo le prometo, que aún con todas estas tragedias que han azotado al mundo… haré valer la vida que mi Maestro Milo me perdonó y me permitió vivir… por eso… por favor… si no hace nada, la flama de la vida de Kiki se extingue… pero… si hace algo… su flama algún día le retribuirá, yo se lo juro… no lo deje morir… yo… no quiero que mi amigo se muera… por favor… -suplicó ella, Mu cerró los ojos, y lo negó-. ¡Señor Mu! ¡Ustedes los Caballeros Dorados claman en defender a una Diosa Athena más humana! ¡Pero no hacen el esfuerzo por ser humanos ustedes mismos! –recriminó ella, Mu se mordió los labios.

-¡Nuestra responsabilidad como Caballeros de Athena, va más allá de tonterías como la humanidad! –le respondió Mu, respirando pesadamente, Kyoko lo miró con desilusión, más entonces escuchó el sonido metálico de las rodillas de Mu golpeando al suelo, y lo notó llorando con más fuerza- ¿Mayu? –comentó él, hasta ese momento, Mu no había tenido que concentrarse en nada que no fueran sus oponentes de batalla, fallando en ver que, a metros detrás de ellos, y cerca de las puertas que daban salida al Templo de la Hambruna, yacía el cuerpo sin vida de Mayura- No podía sentir su cosmos… yo… pensé que era por la Barrera del Caos… -se sobresaltó él, dando un paso hacia adelante, y después sintiendo el cosmos agresivo de Harmonía, lo que molestó a Mu, quien se viró para verla nuevamente, con sus ojos ahogados en lágrimas.

-Ahora sabes el dolor que se siente al perder a alguien querido por tu responsabilidad… Mu de Aries… -le comentó Harmonía, Mu cerró sus manos en puños-. Lo que diferencia a humanos de dioses, es que los humanos tienen sentimientos más poderosos que los dioses. ¿Puedes asegurarme entonces, Mu, que no sentirás este dolor si pierdes a tu discípulo? Ustedes los Caballeros Dorados sacrifican tanto… ¿por qué no pueden ser un poco egoístas? –le preguntó.

-¡No podemos serlo por dioses como ustedes que se aprovechan de nuestra debilidad! –le espetó Mu, concentrando su cosmos, intentando encontrar al menos una pequeña flama en el alma de Mayura, pero su cosmos simplemente no existía más- No hay sacrificio pequeño en el nombre de Athena… esta es la forma en que hemos sido formados… no flaquearé incluso ante esto… Mayu… lo que sentía por ella… son mi debilidad personal… jamás debí permitir que estos sentimientos me destantearan… ahora entiendo mejor las palabras de Aioria… sería mejor, si las leyes del sentimentalismo no hubiesen sido abolidas… -se quejó él.

-¡Eso los hubiera convertido en tiranos que solo sirven por servir! –lloró Kyoko, la desesperación la abrumaba, y sus palabras teniendo un efecto muy profundo en Mu- Por favor… ¿de qué sirve que sean los más poderosos en la Orden de Athena, si no tienen corazón…? –preguntó Kyoko.

-Tienes razón… -enunció entonces Mu, mirando a Kyoko directamente-. Por un momento… comencé a actuar justo como Eris desearía que lo hiciese. Pero, ¿cómo podría actuar de esta forma, ignorando los principios que los Titanes nos enseñaron? No estamos por encima de la humanidad… somos… la humanidad misma… pero… esto es tan confuso, ¿puedo ser un Caballero de Athena, mientras conservo mi humanidad? Yo… no tengo una respuesta en estos momentos… pero me niego a ver a Kiki morir… Harmonía… tienes un trato… -extendió los brazos Mu, Kyoko sonrió agradecida, y entregó a Kiki a los brazos del de Aries, quien comenzó a rodearlo con su cosmos, permitiendo a Kiki respirar con mayor normalidad-. Kiki… lamento todo lo que he dicho… yo en verdad no deseo tu muerte… -admitió el de Aries, Kiki asintió, y apuntó con debilidad a su anillo de oro, luego extendió su mano para Kyoko.

-No te esfuerces Kiki, yo estaré bien… -le comentó ella, Mu comprendió los deseos de Kiki, y le quitó el anillo del brazo, antes de ofrecerle el mismo a Kyoko-. ¿Qué está haciendo? –le preguntó ella a Mu.

-Siendo un humano sentimental… cumpliéndole su capricho a mi hermanito… ahora tienes algo que regresarle, y no puedes morir hasta devolvérselo, ¿lo has entendido? –le pidió Mu. Kyoko, apenada, tomó el anillo, y se lo colocó en su brazo derecho.

-Kyoko… nos volveremos a ver… ¿verdad? –preguntó Kiki débilmente- Vamos a seguir siendo amigos… los… mejores amigos… ¿verdad? –le pidió el Muviano, Kyoko se conmovió, y besó la frente de Kiki con gentileza.

-Siempre serás mi mejor amigo Kiki… en esta vida… y en todas las demás… lo prometo… -se despidió ella, y se alejó de ambos, Mu entonces miró en dirección a Harmonía, aún con preocupación dibujada en su rostro.

-¿Tengo tu palabra, Harmonía? –le preguntó Mu, Harmonía sonrió, y comenzó a mover sus manos a manera de despedida- Usa palabras… -se quejó el Muviano, evidentemente deseando seguir con su confrontación.

-Tienes la palabra de la Diosa de la Harmonía y la Concordia, Mu –prometió ella-. Ahora vete… y no olvides lo que has aprendido hoy. Jamás deben de dejar de ser humanos… -finalizó ella, retirándose en la dirección contraria, con el crucifijo dorado en sus manos.

-Jamás dejaré de ser humano… lo prometo… Diosa de la Harmonía y la Concordia –comenzó a caminar Mu en dirección al cadáver de Mayura, observando su rostro sin vida, y llorando al verla-. Mayu… volvamos a casa… nuestra participación en esta guerra… ha terminado… -y sin más, Mu desapareció, llevándose consigo a Kiki y a Mayura, y dejando atrás a una Kyoko pensativa, mientras frotaba el anillo dorado en su brazo.

-¡Excalibur! –resonó entonces el grito de Shura, seguido del alarido de dolor de Phonos tras perder uno de sus brazos, y comenzar a retroceder adolorido- Estoy agotado… me cuesta demasiado respirar, e incluso mi cosmos que he intentado racionar, comienza a acabarse… si quiero tener aunque sea una posibilidad en contra de Eris… tengo que acabar contigo inmediatamente… o habré fallado una vez más como el Caballero Dorado más leal a Athena –fuego comenzó a rodear a Shura, y en su mano se materializó una espada que palpitaba como su poseyera un corazón propio.

-¿Qué rayos es eso? –apuntó Phonos furioso- ¿No se supone que los Caballeros de Athena no deberían usar armas? La desobediencia en la Orden Dorada es inquietantemente molesta –le aseguró la Dríade del Asesinato.

-Ah, allí es donde te equivocas, araña. Esta espada, no es solo una espada, es mi propio corazón. ¡Kardía Mágma! –el fuego se intensificó alrededor de la espada de Shura, que tomaba la espada con su mano derecha, mientras con la izquierda tomaba el Collar de Pandora y envolvía su mano con el mismo- Y resulta que, gracias a Mu, he decidido convertirme en un gran egoísta. ¡Tengo a alguien a quien deseo ver y proteger además de a mi diosa! ¡Lo que significa que tengo aún más razones para vencer! ¡Incinérate Kardía Magma! –se lanzó Shura a Phonos, quien intentó atacar también, pero en lugar de aquello, el de Capricornio logró cercenarle la cabeza, y quemar el cuerpo de Phonos hasta convertirlo en cenizas, momento en el que Shura por fin apagó sus flamas, y cayó en contra de la escarcha.

-¡Shura! –se apresuró Kyoko a llegar al lado del de Capricornio, cuyo cuerpo ya se cubría de hielo, igual que hacía el cuerpo de Kyoko en esos momentos, la altura que el Santuario de Eris estaba adquiriendo, hacía que al estarse quieto sus cuerpos comenzaran a rodearse de hielo, forzando a la de Equuleus a romper el hielo para poder seguir avanzando-. Shura… resiste… -le pidió ella una vez llegó a su lado.

-Este frio… debemos estar a mitad de camino a la mesosfera… -se quejó el de Capricornio, incluso el más mínimo movimiento era acompañado del sonido del hielo rompiéndose-. Si vas a acompañarme… entonces tu cosmos deberá rosar el nivel de un Caballero Dorado, aunque no sea algo que pueda simplemente decirse. Más bien no tienes otra alternativa que alcanzar este nivel de cosmos, o morirás, estamos en un punto de no retorno –le comentó él.

-Lo sé… y es por eso que le tengo una petición… -comenzó ella, las lágrimas en sus ojos congelándose tan rápido como llegaban, forzando a la de Equuleus a romper el hielo alrededor de sus ojos-. Sé que no disponemos de mucho tiempo… pero… Caballero de Capricornio, el destino ha querido que lo encuentre aquí antes de seguir avanzando… y es por esta razón… que antes de cumplir con mi destino yo le pido… que me revele un último secreto… uno que me permita enmendar todo el daño que he causado en esta vida… -le pidió ella.

-¿De qué estás hablando? No tenemos tiempo para esta conversación –se molestó el de Capricornio, intentó subir las escaleras al siguiente templo, pero Kyoko lo detuvo, tomándole la mano, y cortándose la misma- ¡Tonta! ¡El filo de mi armadura te cortará como si agarraras la hoja de un cuchillo! –reprendió el de Capricornio.

-¡Por favor enséñeme el secreto de la reencarnación! –suplicó Kyoko, Shura la miró sorprendido, y pese a que deseaba seguir adelante, las palabras de la de Equuleus resonaron con fuerza.

Senda al Templo del Engaño.

-¡Cadena de Andrómeda! –a mediación de la Senda al Templo del Engaño, Shun continuaba con su combate con Yúfa, ya cansada por el esfuerzo, y por la altura que comenzaba a debilitarla. Frente a ella, Shun sostenía el agarre de su cadena contra los brazos de la Dríade, con su cosmos inmenso, y manteniéndolo con vida ante las bajas temperaturas y la falta de aire- Es suficiente, no tienes el cosmos para vencerme, te lo pido una vez más Yúfa, no quiero tener que matarte. Indistintamente de las razones que nos convirtieron en enemigos, ambos únicamente defendíamos nuestros ideales. ¿Acaso no tienes a alguien a quien deseas volver a ver? –preguntaba Shun, mientras a sus espaldas, una batalla aún más violenta se llevaba a cabo, mientras el fuego de los ataques de Ikki, impactaba al hielo lanzado como lanzas por Aeson, sin que ni uno ni otro pudiera obtener la ventaja.

-Si yo muero… la ligera ventaja que Aeson tiene sobre tu hermano, terminará por acabarse… -respondió Yúfa, elevando su cosmos contra las cadenas de Shun, y rompiendo las mismas, lo que normalmente no hubiera sido una tarea tan sencilla como Yúfa lo hizo parecer-. Yo… tuve la oportunidad de ver a la persona que deseaba ver… de salvar su vida… de comunicar su mensaje… -comentó ella, Shun parpadeó un par de veces, y bajó sus puños-. Lo único que te pido… es que dejes a Aeson despedirse de su ser querido… él… no es malvado como todos piensan… de entre las Seeds, seguramente es quien más ha sufrido, tan solo… no puede recordarlo… -informó Yúfa, cayendo en sus rodillas, Shun, preocupado por ella pese a ser su enemigo, corrió en su dirección y la sostuvo por los hombros.

-Yúfa, antes de ser una Seed fuiste amiga de una Saintia. Sé que tu corazón renacido está marchito por el arrepentimiento. Pero… no voy a dejarte morir, resiste –le externó Shun, Yúfa por su parte, acarició la mejilla de Shun con cariño, y alcanzó a sonreírle, su mano se sentía demasiado fría-. Tu cosmos, se desvanece… -lloró Shun.

-Llorar por tu adversario no es nada digno… Caballero de Andrómeda… puedes regocijarte en tu victoria si es que quieres hacerlo… en realidad con un cosmos tan alto como el tuyo, pudiste haber terminado conmigo hace mucho tiempo… -se abrazó a sí misma Yúfa, Shun elevó su cosmos una vez más, e intentó reconfortarla-. Que cosmos tan cálido y hermoso… -sonrió ella.

-Tranquila Yúfa, no voy a dejarte morir… -insistió Shun, pero Yúfa simplemente lo negó-. Podemos ser oponentes en la batalla sin la necesidad de ser enemigos… si me dices lo que necesitas, yo puedo ayudarte… -le pidió Shun, cuando notó el estruendo de una explosión de cosmos detrás de ambos, y vio a su hermano rodar escaleras abajo, con Aeson logrando obtener una ligera ventaja, aunque se le mostraba bastante cansado.

-Yo solo deseo… expiar los arrepentimientos de las Seeds… -lloró Yúfa, Shun nuevamente le prestó toda su atención-. Lodin, Edward, Toki, Mariya, Galan, Rigel, Rebecca… Aeson… y por supuesto yo… nacimos del corazón en pena de las Saintias, nosotros realmente… no deseábamos el mal que estamos causando… somos espectros resucitados, con sentimientos de odio y desesperanza… tenemos un papel que cumplir, es por eso que fuimos resucitados… pero… fuimos parte de personas de buen corazón, lo supe desde el momento en que enfrenté a Xiaoling… ella, sin importar mi muerte, cantó conmigo, como cuando solíamos conservar la vida… puede que ese momento no significara nada para nadie más que nosotras, pero para mí… significaba que yo seguía siendo Yúfa, no Limos de la Hambruna… sé que es egoísta Caballero de Andrómeda… pero como el victorioso de nuestra batalla, solo te pido un único favor… permítele a Aeson despedirse de ella, de Kyoko, a quien no recuerda… permítele recuperar la nobleza… él… igual que Edward y Rigel… sigue con vida… si muere con estos arrepentimientos… será lo mismo que haber vivido con el engaño de su dominio… ¿harás esto… por mí que soy tu oponente…? –preguntó ella, ya con demasiada debilidad.

-Lo haré Yúfa… permitiré a Aeson reunirse con Kyoko… lo prometo… -le prometió Shun, una sonrisa apareció en los labios de Yúfa, alzó su mano, rodeando la misma de cosmos, y Shun se espantó pensando en una traición, dándose cuenta demasiado tarde de que el verdadero objetivo de Yúfa era su propio corazón-. ¡Yufá! –gritó Shun, ganando la atención de Ikki y de Aeson, mientras Yúfa caía por las escaleras sin vida- ¿Por qué lo hiciste Yúfa? Aún podías volver a vivir y ver a tu ser querido… -se estremeció Shun.

-Eso no es bueno… me parece que mi frágil ventaja sobre ti se acaba de esfumar… lo que es problemático, ya que apenas distingo quien es más poderoso, si tu hermano o tú, y ya he recibido suficientes palizas de los dos –sentenció Aeson, preparando su cosmos.

-Voy a admitir algo en tu presencia, Aeson, pocas veces me enfrento a un oponente capaz de seguirme el paso –le respondió el del Fénix, furioso por el no haber logrado sacar ventaja en su enfrentamiento todavía-. No estoy acostumbrado a que me retengan, encuentro esta confrontación algo personal ahora –le explicó él.

-Vamos, dame algo de crédito, no podía decepcionarte habiendo estado tan cerca de convertirme en el Caballero Dorado de Sagitario –le comentó Aeson, sus puños listos para continuar con la confrontación-. Pero me temo que voy a tener que combatir ya enserio, soy la última de las Seeds, y hay alguien a quien tengo que ver –aseguró él.

-La verás en el Infierno, ya me encargaré de mandarla contigo sea quien sea –se lanzó Ikki en dirección a Aeson, cuando su puño fue atrapado por las cadenas de la Armadura de Andrómeda- ¿Qué está pasando? ¿Shun? –se preocupó Ikki, notando a su hermano aferrado a sus cadenas.

-Lo lamento mucho hermano… pero necesito cumplirle la promesa que le he hecho a Yúfa… por favor… baja tus puños… necesito hablar con Aeson… -le pidió Shun, Ikki lo miró fijamente, después a Aeson, y finalmente bajó los puños-. Gracias hermano –se alegró Shun, recogiendo sus cadenas, y subiendo un poco las escaleras-. Seed del Engaño… no, Caballero de Plata de Crateris… en su última voluntad, Yúfa me ha pedido el cumplirle su deseo. Le permitiremos hablar con la Saintia de Equuleus –se hizo a un lado Shun, lo mismo ocurrió con Ikki tras entender lo que ocurría, pasos metálicos se escuchaban, y cerca de donde el grupo se había estado batiendo en duelo, llegaron Kyoko y Shura, la primera deteniendo su andar, el segundo esperando pasar, pero encontrando el cosmos de Aeson incinerándose y sobresaltando a Shura, quien se vio forzado a evadir las lanzas congeladas y tomar una pose más defensiva.

-Nadie va a pasar por aquí Andrómeda, yo no se los permito, ni siquiera por ti, Estrella Maligna… -le apuntó Aeson, notando en ese momento un destello de luz dorada en la frente de Kyoko, y otro en su corazón-. ¿Qué es eso? –preguntó Aeson.

-Nada de lo que debas preocuparte de momento… -elevó su cosmos Kyoko, su Armadura de Bronce brillando nuevamente de Dorado- ¡Es tiempo de arreglar las cosas, Aeson! ¡Shura, te encargo a mi hermana! ¡Huracán de Vientos Cortantes! –atacó Kyoko, sorprendiendo a Aeson, quien quedó atrapado entre los torbellinos, y fue elevado algunos metros por encima del grupo- ¡Vayan! –pidió ella.

-No entiendo lo que está pasando aquí, pero considero a Eris una presea más grande que tú. ¡Vamos Shun! –pidió Ikki, liderando la marcha al Templo del Engaño, Shura pensó en seguirlos, pero se viró para ver a Kyoko una última vez.

-Llegaré… le juro que llegaré… solo… trate de no matarla… -pidió Kyoko, Shura miró al cuerpo de Aeson caer al suelo con debilidad, y miró una vez más a Kyoko- ¡Puedo manejarlo! ¡Por favor confíe en mí! –suplicó ella.

-Niña, no confío más que en mí mismo… pero más te vale que apresures, con toda la Energía del Conflicto que se ha reunido, dudo que exista forma de derrotar a Eris –admitió el de Capricornio con una sonrisa-. Pero me voy a divertir intentándolo, apresúrate o no te quedará diversión –se viró Shura, y comenzó a correr al Templo del Engaño, Aeson intentó atraparlo, pero encontró a Kyoko saltando detrás de su espalda, y atrapándolo en una maniobra de sumisión.

-¡Gackt! ¿Otra vez tú? Secretamente deseaba llegar ante ti para matarte personalmente, pero detener a los invasores es más importante, ¡quítate! –enfureció la Seed del Engaño, sacudiéndose, e intentando lanzar a Kyoko por las escaleras y rumbo al vacío.

-¡No lo haré! ¡No hasta recuperar a mi guardián! ¡Al guardián mío y de Shoko! ¡Despierta, Aeson! ¡No te atrevas a decirme que has olvidado a mi madre Olivia! –declaró Kyoko, Aeson se detuvo en sus intentos de sacudirse a la Saintia- Oye… ¿lo recuerdas… Aeson? Yo era muy joven… tenía solo tres años… pero lo recuerdo… tú debes recordarlo también, ¿no es así? Amabas a mi madre… heriste a Mito por eso, tú… eres su Seed… -comentó ella mientras mantenía el agarre en el cuello de Aeson, aunque relajaba la presión al mismo tiempo.

-Olivia… ella fue mi maestra… nada más… -declaró él, pero perdiendo su voluntad de seguir combatiendo de igual manera-. Aunque debo admitir que… siempre que pasabas tiempo con Rigel, algo en mí ocurría… era como si fueras parte de un recuerdo… -continuó él, su mente dibujaba la imagen de un dojo, de un preocupado Suhiro Tokumaru, y Olivia llorando frente a él, mientras el de Crateris y Mito preparaban unos recipientes, tres en total, y tras terminar las suplicas a Suhiro Tokumaru, y él aceptando a las niñas en adopción, ocurría un brindis, en el cual Olivia, Aeson, y una confundida Kyoko, bebían, olvidándolo todo, y con solo Mito como la persona que habría de ayudarles a continuar con sus vidas-. Lo único que recuerdo de ti… incluye verte ir a la escuela, y verte trabajar de medio tiempo ahorrando dinero para un regalo para tu hermana… ¿qué hay de especial en eso? –se preguntó él.

-Entonces era verdad… fuiste mi guardián… yo no conocía a los Caballeros de Athena, pero sabía que alguien me observaba… -continuó ella, recordando sus días de escuela, practicar en el dojo, y trabajar en los mercados, siempre teniendo a una persona observándola desde distancia prudente, ya fuera a ella o a su hermana-. ¿Por qué me seguías? –preguntó ella.

-No lo sé… lo único que sé es lo que Mito me dijo –se quitó Aeson a Kyoko de encima, derribándola en el suelo y preparando su puño para golpearla-. Son ordenes de la Maestra Olivia, decía. Protege a esas niñas, decía. Solo me has amado a mí, me decía. Siempre supe que ella ocultaba cosas. Vagamente recordaba el entrenamiento de Olivia, vagamente recordaba a un par de niñas, vagamente recordaba, aún con Mito a mi lado, que no era ella a quien deseaba realmente… todo son recuerdos vagos, nada concreto, ¿por qué habría de pensar que significas algo realmente? Hasta donde sé, eres la Estrella Maldita, quien traerá la ruina del mundo –insistió él, pero no podía encontrar la fuerza de bajar su puño.

-Yo tampoco te recuerdo realmente… -admitió Kyoko, confundida-. Yo solo sé… que alguna vez bebí de las aguas del Río Lethe… -continuó ella, recordando terminar su bebida, y desmayarse frente a un preocupado Suhiro-. Siempre supe que no pertenecía junto a mi padre… para Shoko fue más sencillo aceptarlo, ella era más joven, mientras yo, siempre supe que él no era mi verdadero padre… ahora sé la verdad de quien fue mi padre, y la verdad de quien fue mi madre… -admitió ella, incorporándose, mientras Aeson nuevamente no encontraba la fuerza de levantar su puño contra ella-. Lo que sabía de mi madre, eran historias que contaba Suhiro, de cuando iban a la escuela, de cuando eran pareja… solo me enteré de que mamá fue una Caballero de Athena, cuando el Maestro Milo llegó para reclutarme. Tras un tiempo descubrí quien fue Olivia, la Líder de las Saintias, muerta en batalla contra una Gorgona, pero nada de que hubiera tenido hijas… enunciar aquello estaba prohibido. No supe nada más de ella hasta conocerte, fue tu maestra, pero no sabías nada más… por supuesto, no había forma de que ninguno de nosotros supiera… mamá olvidó que tuvo dos hijas… tú olvidaste que fuiste nuestro guardián… yo olvidé quienes fueron ustedes, y la identidad de mi padre… la única que supo todo, fue Mito… lamento que se haya aprovechado de su conocimiento… ella realmente… no es una mala persona… -le explicó ella, subiendo sus defensas-. Pero… ahora que sabemos la verdad, incluso si no podemos recordarla. ¿Qué va a pasar ahora, Aeson? ¿Combatiremos? –preguntó ella, Aeson bajó la mirada, y meditó al respecto.

Templo del Engaño.

-¡Allí está! ¡El último de los Templos del Caos! –enunció Ikki, liderando el camino dentro del mismo, y encontrando a Eris allí, su cosmos inmenso, absorbiendo la Energía del Conflicto directamente de Úterus, su cosmos brillaba tan intensamente que podía rodear a su Santuario fácilmente- Este cosmos… es inmenso. Jamás había sentido nada igual… -comentó Ikki, mientras Eris, con tridente en mano, y una sonrisa divertida, se viraba para ver a los recién llegados.

-Vaya, veo que aún con todos mis trucos, algunas ratas lograron colarse en mi Santuario. Felicidades, Caballeros de Athena, son los primeros en poner pie en el Templo del Engaño –prosiguió ella, tomando su manzana dorada, y forzando a esta a brillar, creando con el cosmos contenido en la misma unas escaleras doradas, mismas que subieron a lo que parecía ser una sala del trono-. Sin embargo, sería un crimen no mostrarles mi Sala del Trono ahora que han llegado hasta aquí, ¿no lo creen? Después de todo, ya estamos entrando a la mesosfera, solo es cuestión de tiempo para que alcancemos la altura necesaria para comenzar el descenso –comentó ella, subiendo tranquilamente por las escaleras doradas, como una modelo en una pasarela, mientras para Ikki y Shun, la presión de pasar la frontera invisible de la mesosfera, forzó a sus cuerpos a convulsionarse por la altura.

-Hermano… -se quejó Shun, su corazón palpitando demasiado fuerte en su pecho, lo mismo ocurría con Ikki-. Siento que mi corazón pronto no dará más de sí… me duele demasiado… y el aliento se congela en mi garganta… -continuaba el de Andrómeda.

-Tranquilo Shun… este frio… no va a vencernos… -respondió Ikki, incinerando su cosmos, forzando al mismo a regular la temperatura, y derretir el hielo alrededor de sus armaduras, pero cortándoles aún más el aliento-. No creo que muchos Caballeros de Athena alguna vez llegaran a estos extremos… pero… no vamos a caer aquí, no sin luchar… arriba Shun… si alguien conoce tu potencial, ese soy yo… -le pidió Ikki, un resplandor dorado apoyando a su cosmos, un resplandor que llamó poderosamente la atención de Eris, quien se mostró complacida por el mismo, notando que Shun también lograba mantener ese mismo resplandor en su cosmos rosado.

-Caballeros de Bronce desentrañando por la necesidad de supervivencia los secretos del Séptimo Sentido y accediendo al Cosmos Infinito de los Caballeros Dorados, que lindo… -admitió Eris, sentándose en su trono, en un espacio que no poseía paredes, y desde el cual podía verse el espacio en toda su magnitud, y a la Tierra miles de kilómetros debajo de ellos, posándose Eris como toda una deidad del conflicto. Los Caballeros de Fénix y Andrómeda lograron igualar el cosmos de los Caballeros Dorados en un esfuerzo por conservar la vida y luchar por detener a Eris, comenzando a subir a la Sala de Trono de la diosa-. Pero el alcanzar ese nivel de cosmos no significa que sepan usarlo. Está bien, Caballeros de Bronce que intentan brillar como el Oro, los divertiré mientras alcanzamos la altura requerida para poner fin al Santuario de Athena –se levantó de su trono Eris, justo en el momento en que Ikki y Shun lograban llegar hasta la plataforma de su sala del trono-. Pero adelante, soy una dama respetuosa y paciente. Pueden dar el primer golpe si es lo que desean –se burló ella.

-¡Voy a hacer más que eso! ¡Te pulverizaré sin darte oportunidad de subestimarnos! ¡Alas Llameantes del Fénix! –con ambos brazos envueltos en llamas, Ikki llamó a la fuerza de su bestia guardiana, que graznó con violencia a sus espaldas, y salió desprendida del puño de Ikki como una inmensa ave de fuego.

-Tanto poder, es hermoso –comentó Eris mientras la inmensa ave de fuego llegaba ante ella, la manzana que llevaba encadenada al cuello, sin embargo, brilló con fuerza, absorbiendo el fuego de la poderosa bestia, que terminó por ser tragada por el brillo dorado, impresionando a Ikki-. Con todo este poder, Caballero del Fénix, podrías convertirte en un glorioso manipulador del Caos. Tal vez incluso seas digno de convertirte en uno de mis Phantoms, después de todo, en estos momentos me encuentro un poco escasa de personal –se burló ella.

-¡Hermano! –llamó Shun, Ikki se viró para verlo, y lo encontró desprendiéndose de sus cadenas, pero elevando su cosmos de todas formas alrededor de sus brazos- Hace tiempo… prometí a mi Maestro Albiore que no usaría mis puños como armas… pero… en estos momentos siento que es la única manera. No había sentido tanto poder antes, ni siquiera teniendo a Cronos delante. Cronos… él era un dios gentil… pero Eris… solo puedo sentir su instinto asesino… no hay bondad en ella… por eso no me queda más alternativa. ¡Tempestad Nebular! –reuniendo vientos rosados alrededor de su cuerpo, mismos que empujaron incluso a Ikki, Shun logró rodear a Eris en un vórtice- Eris… esta es la verdadera extensión de mi cosmos. Pero aún no he desatado la violencia del mismos… por favor, te pido que si existe el mínimo atisbo de bondad en tu corazón… me lo demuestres. Cuando combatimos a los Titanes, pese a verlos como enemigos, descubrimos que había un amor inmenso en sus corazones, y que sufrían al hacernos la guerra… tal vez lo mismo ocurre contigo… tal vez podamos llegar a un entendimiento, Athena es bondadosa, y estoy seguro de que, en alguna parte, hay bondad en ti también –le pidió Shun con lágrimas en sus ojos.

-¿Bondad? No puedo siquiera creer que exista un humano tan patético –se burló Eris-. No existe la bondad en mi ser, Andrómeda, ni existe tampoco amor alguno por los humanos como existía este en los Titanes. En realidad, patéticos Caballeros de Athena, existe una razón por la que no me levanto en contra de los Dioses Olímpicos y más bien actuó como su mercenaria. De dejarme actuar en mi plenitud, lo exterminaría todo, y regresaría el cosmos al estado prístino del Caos, lo que sería inmensamente divertido, pero también, bastante aburrido. Así es que yo misma permito a los Dioses Olímpicos creer que pueden contenerme, cuando la realidad, es que incluso el destruirlos a ellos me complacería enormemente –se burló Eris, contoneándose como si fuera realmente invencible-. El único Dios Olímpico que realmente me importa es Ares, él comparte mi amor por este arte de destrucción y desdichas, con un poco más de autocontrol. Verán, él sabe cuándo detener una buena batalla y permitir a sus enemigos fortalecerse. Mejorar a la especie le dice él. Mientras a mí me complacería su total exterminio, él planea tener un mejor reto con cada nueva guerra, y he de admitir que su método me es muy divertido. Pero adelante, no los distraeré más. Muéstrenme un reto si es que pueden, Caballeros de Athena –concluyó ella.

-Realmente… tú no tienes corazón alguno… -lloró Shun, intensificando los vientos rosados de su ataque, elevando su cosmos a un nivel que incluso impresionó al Caballero del Fénix-. Si realmente un dios como tú existe… con todo el dolor de mi corazón, debo de detenerte… -comenzó él, cuando a los pies de Eris, un anillo de fuego comenzó a formarse-. ¿Hermano? –preguntó Shun.

-Shun… tu corazón es puro. Pero en estos momentos es a una diosa a quien enfrentamos –flamas comenzaron a salir del anillo a los pies de Eris, elevándose como un torbellino de fuego, que se fortaleció por los vientos de Shun-. Las reglas de la superioridad numérica no aplican contra ellos, es por eso, que es mi deseo el que me permitas realizar este desafío a los dioses a tu lado –le pidió el del Fénix, Shun lloró un poco, pero asintió-. Hagamos esto entonces, hermano. ¡Plumas Incandescentes del Fénix! –forzó a su cosmos a estallar Ikki.

-¡Tormenta Nebular! –continuó Shun a su lado, sus vientos yendo más rápido, siendo incluso devastadores, la respuesta de Eris, fue una carcajada, misma que preocupó a Shun y a Ikki, mientras los vientos y el torbellino eran tragados por su manzana.

-¡Hermoso! ¡Simplemente hermoso! ¡Lo maravilloso que sería reclutarlos como Phantoms me es incluso conmovedor! –preparó su tridente Eris, elevando su cosmos alrededor del mismo- Pero ahora que veo su verdadera fuerza, comienzo a pensar más como Ares… quiero más, deseo más… matarlos yo misma… eso ayudará a calmar mis deseos de sangre y muerte –se lanzó ella con su lanza en alto, Ikki se posó frente a Shun, intentando protegerlo, pero alguien se adelantó, forzando a Eris a retroceder sorprendida.

-¡Excalibur! –resonó el corte de Shura, quien llegó para separar a la diosa de los de Bronce- ¿Pensabas que me iba a quedar sin mi trozo de la diversión? ¡Piénsalo de nuevo! Yo siempre, estoy listo para la confrontación física. ¡Doble Excalibur! –comenzó Shura con los ataques de su espada, entregándose al combate físico con una Eris divertida y que regresaba las estocadas en todo momento, empujando al de Capricornio e intentando cortar su garganta, encontrando que el Caballero Dorado, si bien no podía reunir su cosmos para un ataque más concentrado, sí que podía igualar su velocidad.

-¡Lanzas de Hielo del Loto Blanco! –escuchó entonces Shura, y sintió la fría sensación en su espalda, saltando, y permitiendo que el ataque de Aeson, la Seed supuestamente al servicio de la Diosa del Caos y la Discordia, conectara con ella- Antes de que lo pienses siquiera… estoy de tu lado… -apuntó Aeson a Ikki, quien gruñó ante su sola presencia- Con mi lanza de hielo… -comenzó Aeson, materializando la misma.

-¡Con mi Puño de Fuego! –continuó el del Fénix- ¡Pondré fin al Reinado del Caos! –se lanzaron ambos a Eris, la lanza de Aeson golpeando la Manzana Dorada, molestando a Eris, y permitiendo a Ikki impactar con todas sus fuerzas su puño contra su rostro.

-¡La Manzana Dorada! –apuntó Aeson entonces, mientras Eris se retraía, y se tomaba de la quemada mejilla con molestia- ¡La forma de acabar con Eris es a través de la Manzana Dorada! ¡La Manzana de la Discordia absorberá todos los ataques fortaleciendo el cuerpo de Eris! ¡Pero en ese espacio de tiempo es posible atacarla! ¡Su cuerpo sigue siendo un cuerpo mortal! –terminó de explicar Aeson.

-¿Una traición? Qué divertido –respondió Eris, incorporándose, y reuniendo energías oscuras alrededor de su mano y frente a su manzana-. Pero solo ha sido un pequeño rose insignificante, atribuido a la falta de una Barrera Divina por mi diversión personal. Ninguno de ustedes puede tocarme realmente. ¡Caos Arkhein! –desató Eris en heleno antiguo, que significaba el Mandato del Caos, el agujero negro en sus manos estalló, liberando cometas oscuros, que golpearon a Shura, Aeson, Ikki y Shun, derribándolos a los cuatro-. Todos los dioses poseemos una Barrera Divina que protege a nuestros cuerpos, y que es inmensamente difícil de romper. Aún si pudieran dividirla, requeriría únicamente de una fracción de segundo para volver a levantarla.

Inicia Tema: Un Corazón Positivo.

-¡Eso es todo lo que necesitaba saber! –escuchó el grupo, virándose, y encontrando el cosmos dorado de Kyoko haciendo brillar su armadura con la misma intensidad- Hola de nuevo, Shoko… es hora de que hablemos. ¡Meteoros de Equuleus! –atacó Kyoko, Eris se sorprendió de verla, y su corazón pareció reaccionar, mientras los meteoros se dirigían a ella sin que la diosa levantara sus defensas para detenerla. El primero de los meteoros golpeó la Manzana Dorada, el resto, golpeó a Eris por todo el cuerpo, derribando a la diosa, mientras Kyoko mantenía la pose, y respiraba con demasiada dificultad- ¿Lo has olvidado, Hermanita? Tú jamás has logrado derrotarme en nada. Y no es por presumir, pero incluso sé que podría ser una mejor diosa que tú… pongamos esa teoría a prueba, ¿te parece? ¡Destello Zafiro! –atacó Kyoko, lanzando su lanza azul en dirección a la Manzana de Eris mientras la diosa intentaba reponerse.

-¿Una mejor diosa que yo? –se burló Eris, tomando su tridente, y disipando la aguja lanzada por Kyoko- Tú… tus tontos intentos por enojar a tu hermana para que resurja, me son risibles. Shoko ya no existe más, solo quedo yo, Eris –hizo estallar su cosmos Eris, formando su Barrera Divina alrededor de sí misma.

-Es verdad que me han dicho muchas veces, que un Yoshiro poseído desaparece por completo, y que no hay forma de separar a la diosa de su contenedor… -comenzó Kyoko, con una mirada de determinación en sus ojos-. ¡Como si fuera a creerme semejante tontería! ¡Si Shoko realmente ha desaparecido! ¿Por qué usas el dije de Pegaso alrededor de tu cuello como si fuera la gran cosa? –le apuntó Kyoko a Eris, quien recordó el dije de Pegaso en su cuello, y vio a Kyoko sacando el propio de dentro de su armadura- ¿Esperas que me crea que la gran Diosa Eris se conforma con baratijas? Llevas cinturón de oro, aretes de oro, y el tenedor con el que te defiendes es de oro con una esmeralda incrustada. Esta cosa la compré en la tienda de segunda mano de la Esquina del Mercader. Costó 2,754 yenes el dije, 3,200 yenes la cadena. El equivalente a palear casas y limpiarlas de la nieve por un mes y, por cierto, la cadena es chapa de plata, el tramposo del mercader me la cobró como si fuera plata genuina, pero el salpullido detrás de tu cuello me hace sentirme menos culpable de que me regalara 1,000 yenes de cumpleaños para comprártela –apuntó Kyoko, Eris inmediatamente se tomó del cuello, notando lo irritado que estaba-. Pero Shoko no existe más, ¿verdad? Ella existe… y ese dije… sea plata genuina o no… nos representa… -lloró Kyoko-. Y yo voy a sacar a Kyoko de allí dentro Eris… ¿me escuchaste? ¡No te voy a dar a mi hermana! –gritó ella.

-¡Cállate! –le gritó de regreso Eris, sus ojos repletos de lágrimas- ¡No quiero nada de ti! ¡No quiero ser rescatada! ¡Elegiste mi muerte por sobre mi vida! ¡La traición que sentí en ese momento! ¡Yo no tengo una hermana! ¡Debí seguirte odiando como deseaba hacerlo! ¡Jamás debí tener esperanza de que algún día regresarías! –continuó ella dolida, antes de tomarse la frente, y presionarse la misma con dolor.

-Shoko… -comenzó Kyoko, conmovida, pero entonces rodeó sus puños de cosmos, y se lanzó a ella- ¡No hice nada que no esperaría que tú hicieras por mí! –gritó ella, trató de tomar la Manzana de la Discordia con su mano brillando con su cosmos, pero Eris se dio cuenta, recuperó el control, y evadió a Kyoko, golpeándola entonces con la parte trasera de su bastón, rompiéndole el labio, que comenzó a sangrarle.

-¿Nada que no esperaras de mí? ¿¡Cómo te atreves siquiera a decir semejante tontería!? ¡Yo jamás elegiría tu muerte antes de tu vida! –atacó Shoko con su tridente, cortando la piel a la altura de la mejilla de Kyoko- ¡O así es como pensaba! ¡Me he dado cuenta de algo hermana! ¡Te odio! ¡Siempre te he odiado! ¡Con toda esa actitud de la señorita perfección que todo lo puede! ¡Buena en los idiomas! ¡Buena en el karate! ¡Buena en la escuela! ¡Todo siempre lo hacías perfecto! ¡Me molestaba! ¡Te admiraba, pero también deseaba que pararas! ¡Jamás podía alcanzarte! –lloró Shoko, los presentes notando lo que estaba sucediendo.

-Ah sí, recuerdo todo tu odio –respondió Kyoko con sarcasmo-. Tanto me odiabas que me seguías como una sombra a todas partes y no hacías amistades porque tenías miedo de quedarte sola. ¿Sabes cuál es tu problema, Shoko? ¡Que nunca pensaste por ti misma por ser mi sombra! –insultó Kyoko, aparentemente golpeando una fibra sensible en Shoko, quien se abalanzó sobre de ella- ¡Muy lenta! ¡Ni siquiera has aprendido bien tus rutinas de karate! ¡Un movimiento así, no es nada! –la tomó del brazo Kyoko, azotando a Shoko al suelo, dejando a los de Bronce, al de Plata y al Dorado anonadados, mientras Kyoko nuevamente intentaba tomar la Manzana de la Discordia, pero terminaba con Shoko pateándole el rostro a Kyoko, incorporándose, y volver a armarse con su lanza.

-¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Siempre me comparaban contigo! ¡Siempre me menospreciaban por ti! ¡Siempre me esforcé por ser como tú! ¿¡Para qué!? ¡Para que no resultarás más que una hipócrita que me entregaría en sacrificio por Athena! ¡No vas a quitarme esto hermana! ¡Ya no más! –enfureció Shoko, su cosmos incrementándose- Ahora soy una diosa, ahora soy superior a ti, tú no eres más que una patética Saintia que se cree la gran cosa por ser la hermana de una divinidad, pensando que es especial por ser la segunda más brillante, ¡yo soy la primera esta vez hermana! ¿Qué se siente ser la segunda por una vez en tu vida? –se burló Shoko, divertida, complacida por su superioridad.

-Es verdad… soy la segunda… -continuó ella, levantándose, y preparando su cosmos-. Pero sabes una cosa… hermana… ser la segunda no es malo… te da una razón de seguirte esforzando, de seguir luchando… porque, cuando hay un obstáculo, es cuando podemos crecer como personas, tú nunca entendiste eso… la razón de mi perfección, de mi trabajo duro, de mi dedicación y mi esfuerzo. ¡Era para que tuvieras algo a lo cual aspirar! ¡Cualquier cosa! ¡Una hermana mayor se esfuerza por su hermana menor! ¡Hace cosas que no quiere como ser una buena cocinera, una señorita educada, y sacrifica su tiempo de juego trabajando para su querida hermanita! ¿Por qué no lo entendiste? ¡Incluso el convertirme en Caballero de Bronce lo hice por tu bien! ¡Deseaba salvarte! ¡Deseaba que fueras una persona ejemplar por ti misma! Quise enseñarte el camino, pensé que estaba haciendo lo correcto… no sabía que te sentías así, pudiste decírmelo –lloró ella.

-Yo nunca quise que fueras la señorita perfección, ¡quería que fueras mi hermana, no mi madre! –le respondió Shoko, lanzando cometas de cosmos oscuro en su dirección, mismos que Kyoko rompió con sus propios cometas- Pero no, nunca fue suficiente para ti, siempre intentaste que yo fuera alguien que no quería ser. ¿Alguna vez te preguntaste lo que yo quería realmente? ¿O solo te interesaba transformarme en alguien que pudiera hacerte sentir orgullosa por haber participado en mi educación? ¡Ahora que tenemos esta conversación me doy cuenta de una cosa hermana! ¡Fui más feliz sin ti que contigo! –admitió ella, hiriendo profundamente a Kyoko- Sin nadie con quien me compararan, sin nadie a quien admirar ni por quien sentirme menospreciada. Lo mejor que pudo haberme pasado… es el que me abandonaras… -se arrancó el dije de Pegaso Shoko del cuello-. Ya no necesito esto… -lo lanzó Shoko al suelo.

-Ah… entiendo… así que… así es como te sentías realmente… -lloró Kyoko, recordando el día en que Shoko se enfadó con ella, el día en que la buscó dentro del Jardín del Edén, y que eligió la Manzana Dorada por sobre de ella-. Tienes razón… yo… no supe ver tus verdaderos sentimientos… pero… ¡aún así yo moriría por ti! ¡Aeson! –gritó Kyoko.

-¡La tengo! ¡Lanza de Hielo del Loto Blanco! –atacó Aeson mientras Shoko se encontraba distraída, cortando la cadena dorada alrededor del cuello de Shoko- Bajaste la guardia Eris… ¿es toda tuya Kyoko! –gritó Aeson, Kyoko corrió en dirección a Shoko entonces, con su puño brillando de dorado.

Termina Tema: Un Corazón Positivo.

Inicia Tema: Un Fuerte Deseo.

-¡Meteoro de Equuleus! –impactó su puño Kyoko contra el vientre de Shoko, forzándola a escupir sangre por lo potente del mismo, y lanzando a la diosa a su trono- Yo gané… hermana… y reclamo mi premio… -intentó tomar la Manzana Dorada Kyoko, relámpagos oscuros se soltaron de la misma, relámpagos que la pulsera de flores de Saori repelió, permitiendo a Kyoko levantar la misma- Seré la segunda más brillante… pero… sigo siendo una Estrella Maldita… Eris… -la Manzana Dorada destelló, el pecho de Shoko se encendió con un cosmos oscuro dentro del mismo-. Yo te reclamo… Diosa Maligna Eris… es mi derecho al poseer la Manzana de la Discordia. Sal del cuerpo de mi hermana y acéptame. ¡Yo seré la verdadera Diosa del Caos y la Discordia! –continuó ella, del pecho de Shoko entonces comenzó a salir una serpiente oscura, aterrando a Shoko.

-¿Qué estás haciendo? –se quejó ella, abrazando a la serpiente que intentaba salir de su pecho- ¡No! ¡Kyoko! ¿Acaso sabes lo que estás haciendo? ¡Suéltala! –lloró Shoko, la serpiente ya extendía un par de alas oscuras, atraída por la Manzana de la Discordia- ¿Por qué? –continuó Shoko, llorando de miedo.

-¿Por qué va a ser… tonta? –lloró Kyoko, temblando de miedo- Porque jamás he dejado de amar a mi querida hermanita, y aunque ella no lo aprecie… yo siempre voy a pensar en ella y en su bienestar por sobre el mío… así que ven, Diosa Maligna Eris. ¡Es hora de despertar! –terminó ella, la serpiente oscura entonces salió del cuerpo de Shoko, dejándola tendida sobre su trono, y penetró el cuerpo de Kyoko.

Por unos instantes, ambas hermanas estuvieron conectadas por la cola y la cabeza de la serpiente, y se encontraron en medio del cosmos, volvieron a ser las niñas d años del día en que se separaron, y se observaron la una a la otra.

-Alégrate, Shoko –comenzó la pequeña Kyoko, llenando los ojos de su hermana de lágrimas-. Supongo que… sí logré cumplir mi promesa… ¿verdad? –la observó Shoko llenar sus ojos de lágrimas, y sus propios ojos se ahogaron en las mismas también- Shoko… te amo… siempre lo haré… -terminó ella, el miedo y el llanto se apoderó de su ser, y la serpiente oscura, la tragó.

Termina Tema: Un Fuerte Deseo.

-¡Kyoko! –gritó Shoko, nuevamente una humana, mientras la serpiente terminaba de entrar en el cuerpo de Kyoko, y comenzaba a fundirse con ella- ¡Kyoko no! –lloró Shoko, mas su sufrimiento aún no terminaba, mientras Shura se materializaba detrás de ella, son su espada en alto, y su cosmos encendido.

-Lo lograste… Kyoko… ahora piensa en tus seres queridos mientras esperas la promesa de la reencarnación. ¡Excalibur! –bajó su espada Shura, intentando cortar la cabeza de Kyoko, pero Shoko enfureció, elevó su cosmos, y atacó primero.

-¡Suelta a mi hermana! –lanzó un puñetazo de cosmos Shoko, derribando a Shura, más tras realizar aquel ataque, el cuerpo de Shoko comenzó a convulsionarse, sangre comenzó a caer de sus ojos, boca y oídos.

-¡Shoko! –gritó Aeson, corriendo en su dirección, elevando su cosmos, y protegiendo a Shoko, intentando ayudarla a reponerse- No, no, no, no… resiste… pronto vas a estabilizarte… -intentó decir él, cuando la sangre también salió de su boca-. Maldición… estamos… a punto de salir de la mesosfera… si llegamos a la termosfera… ni siquiera los Caballeros Dorados sobrevivirán… -explicó él.

-No vamos a llegar a la termosfera… -habló Kyoko, su cosmos elevándose, el Santuario de Eris deteniéndose-. Estamos justo en la altura que deseo que estemos… -continuó ella, mirando a Aeson con indiferencia-. Ya solo queda… la caída libre… -continuó ella, comenzando a bajar el Santuario de Eris, que inmediatamente se prendió en llamas.

-¡No, Kyoko! ¿Qué haces? ¡Esto es precisamente lo que querías evitar? ¿Acaso Eris es más fuerte que tú? –preguntó Aeson, mientras el Santuario de Eris se prendía en llamas, y caía tan rápidamente, que todos tuvieron que sujetarse de algo.

Templo del Dolor.

-Mi cuerpo… se quema… -comenzó Hyoga, aún rodeado por su cosmos dorado- ¿Qué está ocurriendo? –se preguntó el de Cisne, cuando un rosario de oro cayó a su lado, sostenido por la cadena de oro que se extendía hasta la mano de Harmonía- ¿Harmonía? –preguntó Hyoga, tomando el rosario en su mano.

-¡Hyoga! –exclamó Camus, quien recién llegaba al Templo del Dolor- De manera que sobreviviste, no esperaba menos de ti. Shiryu y Seiya también sobrevivieron, sus cosmos alcanzaron el nivel de los Caballeros Dorados. ¿Quién es ella? ¿Es amiga o enemiga? –preguntó Camus, preparando sus puños.

-¿Acaso importa? En menos de cinco minutos, nos estrellaremos contra el Santuario de Athena –les explicó Harmonía, disfrutando de la vista, aunque todo su jardín se quemara- Es tan decepcionante. Todo mi trabajo por este jardín… solo para verlo incinerarse. Lamento haberme hecho pasar por tu madre… no sé qué me ocurrió. De haberme portado como una Divinidad en ese momento, te habría matado por piedad, en lugar de eso, ahora morirás convertido en polvo de estrellas, antes de vaporizarte por la explosión del choque del Santuario de Eris con el de Athena –le comentó ella, aterrando a Hyoga y a Camus.

Grecia. Atenas. Santuario de Athena.

-No… no lo consiguieron… -lloró Saori, cayendo en sus rodillas. Saga y Shaka se encontraban a su lado, al igual que un recién llegado, Mu, quien cargaba en sus brazos al inconsciente de Kiki. Frente al grupo, y en medio de la explanada, Aldebarán, Mephisto y Afrodita, preparaban sus cosmos, mientras observaban al cometa que se dirigía en su dirección.

-Sus órdenes… Diosa Athena… -comenzó Saga, preocupado, Saori simplemente no podía pensar bien-. Athena… el Santuario de Eris pronto estará en una posición en la que incluso la Exclamación de Athena será insuficiente. Debe dar su orden, la Exclamación de Athena no puede ser lanzada sin su permiso –le recordó Saga.

-Pero… Shiryu, Seiya, Hyoga, Shun, Ikki, Kyoko, Aioria, Milo, Camus y Shura continúan allí arriba… -comentó Saori en su preocupación-. ¿Qué ocurrirá si la Exclamación de Athena colisiona con el Santuario de Eris, y ellos siguen dentro? –preguntó ella.

-El Santuario de Eris es una estructura incapaz de manipular su propio cosmos –comenzó Shaka-. Incluso si todo lo que existe posee un cosmos, sin que exista una mente que lo manipule, este solo se esparcirá, la Exclamación de Athena perforará el Santuario de Eris, y destruirá los cuerpos de todos, sin importar que sean Caballeros de Bronce, de Plata u Oro. La única que podría sobrevivir a la caída y a la Exclamación de Athena, sería Eris, a quien deberemos combatir tras su supervivencia –le explicó él.

-Saori… entiendo tu dolor… -comenzó Saga, comprendiendo los sentimientos de su diosa-. Mis camaradas y amigos están allí dentro también. Mi discípulo Milo, aunque su cosmos no pueda sentirse desde hace tiempo, estoy seguro de que vive allí dentro. Pero aún si ese es el caso, los Caballeros de Athena están listos para dar su vida por su diosa. Debe dar la orden… sé que es doloroso… pero debe hacerlo… -pidió Saga.

-¡Son mi familia! –lloró Saori, sorprendiendo a los presentes- Sé lo que van a decirme, que no debería tener estos sentimientos humanos… pero… los tengo… no puedo dar esa orden… yo… no puedo… debe haber otra forma –suplicó ella.

-Ah… que mal está todo esto… -comenzó Mephisto, llamando la atención de Saori-. Vas a estar muy enojada… pero para nosotros… también eres nuestra familia… Diosa tonta… -sonrió el de Cáncer, su cosmos incinerándose.

-Más respeto para tu diosa, cangrejo… -continuó Aldebarán, su cosmos elevándose de igual manera-. Aunque… es probable que ya no pueda recriminarte después de esto… después de todo… romperemos el corazón de Athena… -aseguró él, los ojos de Saori se abrieron de par en par por la sorpresa.

-Tranquilos… si al final ocurre un milagro… estoy seguro de que podrá perdonarnos… pero si no es así… -continuó Afrodita, Saori intentó correr a detenerlos, pero Saga la tomó del brazo, desobedeciendo-. Aceptaré cualquier castigo que considere pertinente… hagámoslo… -continuó el de Piscis, su cosmos entrando en equilibrio con el de Aldebarán y Mephisto, Saori estuvo por gritar una orden, pero Mu se adelantó.

-¡Saori! –gritó Mu con todas sus fuerzas- ¡El deber de los Caballeros Dorados es a con Athena! ¡Si no puedes separar los sentimientos de la divinidad de la humana que los posees! ¡Entonces tus deseos personales no podrán cumplirse! ¿Entiendes lo que digo? ¿¡Quien dijo que eres segunda ante Athena!? –le recriminó el de Aries.

-¿Se los contó? –en la mente de Saori, las palabras de Milo resonaron con fuerza, la resolución final de Milo de Escorpio sobre Saori, y sobre Athena, misma que deprimió a Saori, quien comenzó a llorar- Aldebarán, Mephisto, Afrodita… tienen mi permiso de utilizar la Exclamación de Athena –aceptó la diosa, los tres Caballeros Dorados entonces respiraron aliviados, y continuaron elevando sus cosmos, mientras el Santuario de Eris continuaba cayendo, ya siendo una bola de fuego que comenzaba a iluminar la noche de Grecia.

Inicia Tema: Aceptar el Destino.

-¡Exclamación de Athena! –gritaron los tres al unísono, liberando la energía desbordante de sus cosmos, que como tres galaxias unidas que se fundían en una sola, conformando los lazos de la hermandad del cosmos, subía en la forma de un torrente de energía dorada que se elevó al cielo, encontrando al Santuario de Eris en el camino, y colisionando con el mismo, suspendiéndolo en el cielo, donde la presión del Santuario de Eris pretendió seguir bajando.

Templo de la Traición.

-¡Seiya! –llegaba Shiryu al Templo de la Traición tras ser abandonado por Camus, quien siguió adelante sin importarle nada ni nadie más, Seiya se encontraba en esos momentos intentando llevar a Aioria a cuestas en dirección al Santuario de Eris, cuando notó a Shiryu llegando- Déjalo amigo… ya no es necesario… -comentó el del Dragón.

-¡No lo haré! ¡No llegamos tan lejos para morir así! –intentó decir Seiya, cuando notó a Aioria incorporándose por sí mismo, y mirando al cielo- ¿Aioria? –preguntó Seiya, curioso de los pensamientos del de Leo, quien sonreía.

-La Exclamación de Athena… ya veo… había un plan de contingencia… eso… me alegra mucho… -admitió el de Leo, dejándose caer contra el suelo de espaldas- Es curioso que lo único en lo que puedo pensar en estos momentos que sé que estoy por morir es en lo triste que se veía Lithos… supongo… que realmente debí ser sincero con mis sentimientos… -admitió el de Leo, mirando a las estrellas-. Me pregunto… ¿qué pasará con Mu y Milo ahora? –suspiró él.

Sala de Trono de Eris.

-¿De verdad así es como vamos a terminar? –se quejó Aeson, abrazando con fuerzas a Shoko, y virándose para cuestionar a Kyoko. Shura intentaba reponerse a sus espaldas, Ikki y Shun se arrastraban por el suelo, no deseando otra cosa que no fuera entrelazar sus manos, y darse fuerzas el uno al otro- Kyoko… ¿realmente vas a permitirlo? ¿Es Eris tan fuerte que has perdido tu identidad? ¡Aún puedes detener esto! ¡Tu sangre de Semi-Diosa debería permitirlo! –le suplicaba Aeson.

-Silencio… -fue la respuesta de Kyoko, quien se dio la vuelta una vez que sintió el cosmos de Shura reactivarse, y notó al de Capricornio volviendo a incorporarse-. Solo esperen la muerte, mortales… es lo más piadoso… -comentó ella, moviéndose a un lado, y evadiendo la espada de Shura, quien aun sabiendo que moriría, no dejaba de combatir-. Tengo una deuda contigo por los secretos que liberaste en mí… Caballero Dorado de Capricornio -admitió ella.

-Saldemos la deuda entonces si no te molesta… -continuó el de Capricornio, su espada rebosante de energía-. Sea por la caída o por la Exclamación de Athena que en estos momentos destruye tu Santuario, lo más probable es que tú vayas a sobrevivir de todas formas. Bueno, no planeo arriesgarme. Antes de terminar vaporizado, voy a darte muerte aquí y ahora… será mi última afrenta a los dioses… ¡Excalibur! –continuó Shura con sus ataques.

Templo del Dolor.

-Entonces así es como termina… -comentó Camus, sus manos cerradas en puños-. Ni siquiera me he desprendido de estos sentimientos de odio… encontrar la muerte de esta manera… no puedo aceptarlo… vaporizado entre un meteoro y la Exclamación de Athena… definitivamente no es la forma en que hubiera elegido morir… -admitió él.

-Hyoga… ¿puedo darte un abrazo? –preguntó de improviso Harmonía, lo que confundió al de Cisne- Sé que debes odiarme demasiado… por haberte utilizado, haber cambiado tus memorias, y haber reemplazado a tu madre en ellas… pero… con tu muerte tan cercana… creo que es la última oportunidad que jamás tendré de sentirme nuevamente como una madre… -admitió ella, Hyoga la miró con pena-. He sido madre algunas veces… por eso de ser una diosa, de ser eterna… pero… el amor que tú sientes por tu propia madre… me conmovió… me hizo sentirme como si hubiera tenido un hijo de nuevo… sé que es un pensamiento ridículo, pero… me hizo recordar el amor que solía sentir por los humanos… así que… si tú pudieras… -pidió ella.

-¿Verte como a mi madre? Me parece una petición bastante egoísta, incluso viniendo de una diosa… -se molestó Hyoga, el comentario entristeció a Harmonía, más entonces, sintió la mano de Hyoga contra su hombro desprovisto de hombrera por su batalla con Mu-. Aun así… gracias al truco que hiciste con las aguas del Río Lethe… no puedo odiarte… en mi corazón, aunque mi mente sepa la verdad… te veo como si mirara a mi madre Natassia… y no puedo evitar sentirme como me siento… si es un abrazo lo que quieres, entonces te permitiré ser egoísta, ya que este sentimiento… yo no puedo sentirlo más… -extendió sus brazos Hyoga, Harmonía sonrió, y extendió los propios, abrazando al de Cisne.

-Los humanos… son muy frágiles… pero… son increíblemente cálidos… -lloró Harmonía, sorprendiendo al de Cisne, quien no se esperaba que Harmonía le diera tanta importancia a un simple abrazo-. Mis hermanos van a estar muy enojados… pero… el casi fusionarme con Mu… el haber sentido tu amor a tu madre… el verme traicionada por Eris… siento… que estoy por hacer lo correcto. Cuídate mucho, Hyoga… vive por mí… ¿quieres? –terminó de decir ella, antes de comenzar a elevar su cosmos, forzando al Santuario de Eris a temblar.

-¿Harmonía? ¿Qué estás haciendo? –se quejó Hyoga, mientras el cuerpo de Harmonía comenzaba a convertirse en cenizas, lo que sobresaltó a Hyoga- Tu cuerpo, Harmonía, ¿qué estás haciendo? –preguntó el de Cisne.

-Sin una barrera protectora en el Santuario de Eris, la Exclamación de Athena que los Caballeros Dorados en el Santuario lanzaron para destruirlo, terminará por cumplir su cometido, destruyendo todo mi jardín, y matando a los que se encuentren dentro, siendo Eris y yo las únicas sobrevivientes, a menos… que exista una Barrera Protectora logrando que el Santuario de Eris resista hasta que la Exclamación de Athena se agote… -le sonrió ella, Hyoga abrió sus ojos de par en par ante lo que estaba escuchando, e intentó detenerla al tomarle su mano- Que lindo eres… -le sonrió ella-. Aún tras el engaño, pareciera que me vieras genuinamente como a una madre –continuó con su sonrisa ella.

-¿Por qué lo haces? –le preguntó Hyoga- Nadie te lo ha pedido, ¿por qué tú, una Diosa Menor, sacrificaría su vida por unos mortales como nosotros? –cuestionó Hyoga, Harmonía se frotó la barbilla, curiosa.

-Umm… ¿por qué lo haría? –se preguntó ella, mientras su cuerpo continuaba quemándose- Probablemente, porque por primera vez en años en que he existido al servicio de los dioses, rodeada de flores y árboles únicamente, con la ocasional visita de mis hermanos y de Eris… es la primera vez que he sentido algo por un humano, y este sentimiento, fue hermoso, lo suficiente para ver que ese humano viva… sus amigos serán supervivientes colaterales claro, pero está bien… mientras tú vivas, todo está bien… -el cuerpo de Harmonía terminó de desintegrarse, y el collar que llevaba contra el cuello comenzó a caer, siendo la única pieza que sobrevivió al cuerpo de la diosa incinerándose. Hyoga intentó tomar el mismo, pero Camus lo detuvo.

-No… ese es el Collar de Harmonía… no debe ser tocado por manos mortales… -lo detuvo Camus, notando que el Santuario de Eris dejaba de quemarse, y que la luz de la Exclamación de Athena ahora rodeaba al mismo con su luz, sin destruirlo, simplemente empujándolo a una posición más equilibrada, terminando con el Santuario de Eris nuevamente flotando gentilmente sobre el Santuario de Athenas-. Se acabó… Harmonía protegió al Santuario de Eris… -terminó Camus.

Termina el Tema: Aceptar el Destino.

Sala de Trono de Eris.

-¿Qué ha ocurrido? –se preguntaba Kyoko, ahora la Diosa Eris, notando que su Santuario no había impactado a la Tierra ni destruido el Santuario de Athena. Shura, el único Caballero Dorado que continuaba de pie, se asomó por la cúpula de la Sala de Trono de Eris, notando al Santuario de Athena aún intacto- Ya lo entiendo… Harmonía… -se molestó Eris-. Si las cosas son así, entonces no me queda otra alternativa… -comenzó a caminar Eris por su Sala de Trono, tranquilamente observando a los débiles de Shun e Ikki, y a Aeson sosteniendo el cuerpo inconsciente de Shoko, mientras los ignoraba a todos y levantaba su tridente antes de comenzar a bajar las escaleras al Templo del Engaño, solo que Shura se interpuso en su camino.

-No piensas que esto ha terminado, ¿o sí Kyoko? –materializó su espada de fuego Shura, apuntando la misma a la Manzana Dorada- Dime una cosa… si destruyera esta Manzana Dorada, ese sería tu fin, ¿no es así? –preguntó él.

-No podrías, aunque lo intentaras… y mi nombre no es Kyoko… soy la Diosa Eris… -incineró su cosmos Eris, Shura intentó cortar la Manzana Dorada, más de un movimiento rápido de su tridente, Eris rompió primero a Kardía Mágma-. Considera esto… mi deuda saldada… -en su mano derecha, Eris formó un cometa oscuro, mismo que llamó la atención del de Capricornio, quien intentó cubrirse- ¡Meteoro del Caos! –impactó ella, lanzando a Shura hasta donde Ikki y Shun intentaron atraparlo, solo para terminar lanzados por el borde del Templo de Eris, y al abismo, cayendo como el cometa oscuro de regreso al Santuario, y con solo Aeson de testigo- Es hora de terminar con esto… -continuó bajando Eris, llegando hasta Úterus, Aeson bajó tras ella con Shoko aún en brazos.

-¡Kyoko! –llamó Aeson, la chica con la mirada perdida, se viró para verlo con curiosidad, mientras las energías de Úterus parecían reaccionar a su presencia- Detén esto… se suponía que tú tuvieras el control, que fueras una Diosa Eris más manejable, más centrada en tu labor –comenzó él preocupado.

-Soy una Diosa Eris más centrada en mi labor… -explicó ella, mirando a Shoko en brazos de Aeson-. Mientras ese cuerpo sirviera de contenedor, la compatibilidad de las Energías del Conflicto en su interior con mi esencia, no buscarían otra cosa que no fuera la propagación del Caos. Mientras yo, Kyoko, poseo una fortaleza mental superior. Basta con ver el estado actual del mundo, para darse cuenta del descontrol que Shoko causó en mi esencia. Este cuerpo sabe cuál es su verdadera misión, sabe cuál es su verdadera enemiga, Athena. Si ella muere todo termina, los Dioses Olímpicos quedan complacidos, y la Tierra comienza el lento proceso de restauración –finalizó ella, clavando su lanza en Úterus, y absorbiendo toda la energía reinante en su interior-. Con los Frutos del Caos ya maduros, no es necesario que se continúe esparciendo el Caos… el único Caos que continuará esparciéndose, es el mío, en mi senda de cacería por la cabeza de Athena… ella es la última que ha de morir… -terminó ella, mientras las Energías del Conflicto, ya una con su cuerpo, transformaban a la Armadura de Equuleus en una armadura cercana a lo divino, creciendo, rodeando sus piernas casi en su totalidad, igual que hizo con los brazos, las protecciones de los hombros se alargaron y curvearon un poco, su diadema aumentó un poco su tamaño, y los ojos de Equuleus brillaron escarlatas. Por último, en su espalda crecieron un par de alas similares a las de la Armadura de Sagitario, solo que de plumas rojas como la sangre-. Voy por tu cabeza… Athena… -saltó Eris, dejando a Aeson con Shoko en brazos.

Templo de Athena.

-¡Aldebarán, Mephisto, Afrodita! –gritó Saori preocupada, mientras los tres Caballeros Dorados que se habían esforzado tanto, caían derrotados por el esfuerzo- ¿Qué ha ocurrido? El Santuario de Eris sigue en pie… -se impresionó ella, y después logró ver el cometa oscuro cayendo y estrellándose en la ladera de la montaña, Saori se apresuró a ver de lo que se trataba, y se escandalizó- ¡Shura, Ikki, Shun! –se preocupó ella, notando a los caballeros noqueados, Saga y Shaka se reunieron con ella, pero pronto alzaron sus defensas al sentir un cosmos inmensamente alto- No… esto no puede der… ¿Kyoko? –lloró Saori, se dio la vuelta, y encontró detrás de ella a Eris, posándose orgullosa frente a la Estatua de Athena, con su tridente listo.

-Saori… ríndete ya… no es necesario que más mueran en esta estúpida guerra… -enunció Eris, apuntando con su lanza a la cabeza de Saori-. Ordena a tus Caballeros de Athena el no volver a levantar su puño contra los Dioses Olímpicos, y entrégame tu cabeza, y solo así la Tierra será perdonada… no escucharé nada más que tu respuesta –declaró Eris.

-Kyoko… no puedes ser Kyoko… tu eres mi amiga… Kyoko… -intentó acercarse Saori, cuando de la lanza de Kyoko se desprendió un destello oscuro, tan veloz que ni Saga ni Shaka pudieron detenerlo mientras este pasaba tan cerca de Saori, que el abrió una herida por debajo de su ojo derecho, misma de la cual comenzó a brotar su sangre-. Kyoko… -lloró ella.

-Ese ha sido un tiro de advertencia… –insistió Kyoko, sin remordimiento alguno-. Ordenarás a los Caballeros de Athena, a jamás levantarse nuevamente en contra de los Dioses del Olimpo, y entregarás tu cabeza voluntariamente… o me forzarás a matarlos a todos, y tomarla yo misma de tu frio cadáver –terminó Kyoko sombríamente.

El Edén Oscuro. Prisión de los Alóadas.

-Parece que nos estamos perdiendo de demasiadas cosas, Milo de Escorpio –habló Deimos, burlesco, frente a él, Milo se encontraba con los ojos bien abiertos, y sus pupilas brillando escarlatas, mientras temblaban no de dolor, ni de tristeza, sino de ira. Serpientes oscuras se arremolinaban a su alrededor, mordían su cuerpo desprovisto de Armadura Dorada, bebían de su sangre, pero el de Escorpio no soltaba alarido alguno de dolor, mientras en su mirada iracunda se reflejaba en un ojo a Kyoko, convertida en la Diosa Eris, y en el otro se reflejaba a Saori con su corazón destrozado por tenerla enfrente-. Me pregunto… ¿qué has visto que no sientes más que ira en estos momentos? Supongo que no importa, el Dunamis de Cronos ha abandonado mi Fruto del Caos, ahora puedo liberar mi verdadero cuerpo, y terminar contigo de una vez por to… -comenzó el Phantom del Miedo, antes de terminar paralizado, por el terror que comenzaba a infundirle la mirada de Milo de Escorpio.

-Eris… no voy a perdonarte… vas a pagar por todo… no habrá rincón en donde puedas ocultarte… voy a cazarte… hoy y siempre… jamás te lo perdonaré… Kyoko. ¡Yo mismo te enviaré a la tumba! ¡No permitiré que esa bruja se apodere de ti! –el cosmos de Milo estalló, su Armadura Dorada volvió a revestirlo, fortaleciéndolo nuevamente, y dándole la fuerza de tirar de las Cadenas Doradas a las que estaba atado, arrancando los brazos de los gigantes atados con él, y liberándose de su castigo, cayendo frente a un aterrado Deimos, quien no podía desprender su mirada de los ojos carmesí de Milo-. Prepárate… Deimos… porque no tengo tiempo que perder… usaré todo mi cosmos para partirte el tuyo… ¡antes de atravesar el corazón de Kyoko con Antares! –estalló el cosmos de Milo, y el castigo de Deimos, comenzó.