INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA HISTORIA SÍ

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UN TRATO AUDAZ

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CAPITULO 6

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DEDICADO A LUCYP0411

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Kagome sospechaba que la tranquilidad que se instaló en Trioval pronto se vería comprometida, más teniendo a la señora Loren que la miraba como si fuera un insecto que debía ser aplastado.

Afortunadamente estaba en buenas relaciones con el conde, quien ya estaba completamente recuperado del último episodio respiratorio que tuvo, pero Kagome aun lo veía débil, aunque sólo de cuerpo porque seguía siendo un bocazas con mucha fuerza.

El único médico que lo visitaba era aquel joven que pasaba a mirarlo cada quince días, prescribía unas sopas y nada más.

Lo otro positivo es que su esposo no volvió a llamarla para compartir el lecho o a sugerirle alguna idea macabra como la de concebir un heredero que desplazara a su medio hermano.

Kagome sospechaba que el conde se encontraba más enfermo de lo que aparentaba y eso le daba mucha pena. A esas alturas ella ya era capaz de darse cuenta que los ojos azules de su marido estaban cada vez más apagados y no salía de la habitación nunca.

Por otra parte, ella tampoco tuvo tiempo libre ya que estuvo ocupada trabajando en las mejoras que le dio al estudio. Habia diseñado un par de muebles funcionales y el carpintero del pueblo tardó bastante en entregarle las sillas y los pliegues para pintar.

El antiguo estudio ahora era una zona colorida adecuada para hacer pintura en lienzo y en el centro hizo colocar una larga mesada que serviría como el sitio de diseño y medidas.

Tenía muchas ideas para toda la mansión.

Como no podía hacer cambios muy grandes en la fisonomía se conformó con diseñar algunas reformas creando algunos tragaluces.

El único sitio que no se atrevió a dibujar fue la habitación del duque.

Recientemente ya lo había expuesto a un gran cambio cuando despidió a las cocineras de la mansión. Le costó seleccionar a los nuevos, pero al final con ayuda del señor Patrick pudo seleccionar a un cocinero adecuado que se encargaría de las tres comidas del conde en especial.

―No lo hace mal ―oyó decir al conde mientras probaba una rebanada del pan recién hecho del nuevo cocinero.

Kagome estaba en la habitación también. Habia ido a comentarle a su esposo acerca de los planes de diseño que tenía para la sala y el pasillo.

― ¿Se refiere a la cocina o a mí? ―preguntó Kagome con cautela.

―Obviamente me refiero a la comida ¿acaso hubiera preferido que me refiriera a usted? ―comentó él con malicia.

Ella no pudo evitar sentirse cohibida con el comentario. Siempre sus charlas eran una dialéctica parecida a la guerra de voluntades, pero cuando él decía algo así, Kagome se sentía nerviosa. Afortunadamente el conde no había tenido otro accidente rozándole una mano desnuda o le hubiera causado una incomodidad difícil de explicar para ella misma.

Aquello era tan confuso para la joven, quien se desahogaba con sus diseños y pinturas para evitar traer ideas inconvenientes.

Pero aquella frágil paz se cortó esa tarde cuando trabajaba en un diseño de jardín cuando el señor Patrick apareció a las volandas a informarle que llegaba un carruaje sin previo aviso. Y no cualquiera, sino uno con las libreas del duque de Saint Owen.

Kagome soltó el pincel y mandó a Yura que la ayudara a quitarse el delantal.

Inmediatamente se dirigió a los aposentos de su marido, quien estaba estaba sentado frente a la chimenea de su habitación.

Ni siquiera necesitaba hablar para que él la detectara.

Parecía que ese hombre podía olerla.

―No haga tanto escándalo, que ya Patrick me informó que tenemos un visitante no deseado.

― ¿Sabe de quién se trata? ¿el duque, quizá?

Bankotsu suspiró.

―Mi padre es demasiado flojo para visitarme más de una vez en el año y mi madrastra estará haciendo fantásticos planes para sus salones ―Bankotsu sonrió―. Debe ser el petimetre bueno para nada de Miroku.

Kagome pestañeó confusa.

Recordaba vagamente al medio hermano de Bankotsu, hijo de la duquesa, pero no lo conocía bien.

―Debemos ponernos de acuerdo sobre qué hacer ―comentó Kagome.

―Miroku es un tonto y cada que pienso que es el futuro duque de esta gran casa me dan ganas de reencarnarme en un pollo de las praderas.

Bankotsu parecía no tomarlo en serio, pero Kagome tenía cierto miedo.

Se retiró de la habitación y fue a recibir a su cuñado.

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Lord Miroku Nolan era el único hijo que tuvo la segunda esposa del duque de Saint Owen en su matrimonio. También era la esperanza de aquella mujer que tramaba sus propios planes.

Poseía cierto atractivo físico lo que denotaba su parentesco con el propio Bankotsu, ya que eran casi de la misma altura salvo que el joven poseía los ojos pardos de la madre, pero era dueño de una grata fisonomía en su rostro en conjunto con aquel cabello corto y castaño.

Hasta allí la buena descripción porque Miroku era un ocioso y mujeriego sin ninguna cualidad.

Su madre tenía que cubrirlo con frecuencia frente a su padre y en su momento antes de que Bankotsu entrara al ejército, se encargaba de endilgarle todas sus fechorías a él.

Ambos hermanos hubieran podido cultivar un gran amor fraternal, pero por causa de su madre, Miroku siempre despreció a su hermano mayor y fingía como su madre.

Bankotsu lo adoró como hermano menor hasta que descubrió el teatro de su madrastra aquella vez que su padre estuvo a punto de morir. Por defecto, dejó de confiar en Miroku por considerarlo una extensión de su madre.

Miroku se portaba como un dandy petimetre más preocupado de su apariencia y en buscar nuevas amantes, derrochando dinero y comportándose como un idiota.

Ya se creía el futuro duque de saint Owen y eso que su padre y hermano seguían con vida lo que delataba el escaso afecto que les prodigaba a ambos. Esperaba que Bankotsu no sobreviviera más de un año, pero nunca dejaría de envidiar sus logros y triunfos alcanzando importantes condecoraciones y que siempre lo recordasen como un hombre valiente.

Todo lo que él no era.

Para felicidad de Miroku, su hermano ahora se pudría en Trioval.

Cuanto antes mejor.

Y ahora estaba metido en este estúpido viaje por orden de su madre para traer además de su presencia, una carta dirigida a su nueva cuñada.

Su sorpresiva llegada asustó a todos en Trioval y aprovechó para portarse como un patán.

También echó ojo a la futura viuda de su hermano. Una mujer insignificante y sin atractivos físicos. A sus ojos era una gorda insolente que se atrevía a desafiar a la duquesa de Saint Owen. A su criterio, ella debía ser aplastada.

Pero esperaba que la carta de su madre la metiese en vereda.

Durante en la cena en la mesa principal, donde no participó su hermano ciego y donde él se atrevió a ocupar el sitial principal como si ya fuera el amo de la mansión es que aprovechó para entregarle la carta a esa Kagome.

―Madre espera que lea sus instrucciones y las siga al pie de la letra ―le dijo mientras cortaba un trozo de carne.

La mujer cogió la carta, pero estaba lívida. Eso le gustó porque como buen gilipolla sin talento le gustaba inspirar terror.

Extrañamente Miroku disfrutó la cena. Usualmente las comidas en Trioval eran horribles, pero se notaba la mano de esa Kagome en eso y también en varias partes de la casa.

La mansión estaba limpia y muchos sitios anteriormente viejos y deslucidos, lucían pintura nueva y un cambio de cara en varios muebles.

La habitación donde durmió estaba muy diferente de otras ocasiones.

Miroku enarcó una ceja. Obviamente debía informar de todo a su madre.

No pensaba hacerlo porque le asqueaba, pero las reglas decían que debía pasar a la habitación donde yacía su hermano mayor.

Lucía más cansado y debilitado que la última vez.

Eso significaba que todo marchaba como su madre le dijo.

―Supongo que vienes como cuervo a rondar ―fue lo primero que le dijo Bankotsu cuando le informaron que él entró a la habitación.

―Sabes que yo y madre estamos muy preocupados por tu salud. Sólo por eso decidí venir personalmente pese a tener la agenda muy ocupada en Londres, hermano.

―Oh sí, seguro ―se burló Bankotsu―. Cuando termine tu inspección, lárgate ¿quieres? No soporto el hedor de la codicia.

Miroku se retiró con cierta indignación. Como le molestaba que ese imbécil de Bankotsu siempre tuviera las palabras justas para molestarlo.

Se prometió que se marcharía apenas acabara el asunto que lo trajo.

Rogaba que las noticias de la muerte de Bankotsu no tardasen en llegar a Londres.

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Kagome sabía que la visita de su cuñado no era una de cortesía.

De hecho, ese pelmazo fue capaz de amenazarla cuando ella llegó al comedor. Ella era mala disimulando cuando algo la molestaba como era que él ocupara el asiento del conde. Si el amo de la casa estaba indispuesto, ese asiento debería permanecer vacío por respeto.

― ¿Acaso le disgusta verme sentado aquí, cuñada? ―la increpó sin mirarla y mientras bebía té.

Kagome vaciló un momento antes de responder. Aunque el asunto la indignaba, no podía ignorar el estatus de su cuñado.

―Sólo pienso que hay espacios jerárquicos que no deben obviarse. Ese es el asiento del conde.

Kagome no pudo evitar temblar al decir esas palabras. No conocía a ese Miroku ni como tomaría aquel comentario, pero necesitaba expulsarlo de su sistema o acabaría sofocada.

Él cortó un pedazo de pasta para llevárselo a la boca. Sonreía y no parecía afectado por el comentario.

Kagome se indignó aún más. ¿Tanta era la impunidad que sentía ese muchacho?

―Estoy de acuerdo con usted, cuñada. Hay espacios que no deberían obviarse ―Miroku dejó la taza sobre la mesa con brusquedad―. Como por ejemplo el suyo cuando yo me convierta en el nuevo conde y a la muerte de mi padre, en el nuevo duque. Así que le aconsejo tener cuidado siendo que debería ser agradecida de tener la oportunidad de vivir aquí, siendo una dama de insignificancia e incapaz de atraer otros partidos.

Kagome no esperaba que Miroku fuera tan directo y cruel revelando lo que era un secreto a voces.

Ella no quiso compartir la mesa con ese desgraciado.

Se retiró a sus habitaciones limpiando algunas lágrimas que alcanzó a perder en el proceso. Su cuñado era peor de lo que creía y eso confirmaba plenamente que esa no fue una visita familiar sino una inspección.

En sus manos tenía la carta que le envió su suegra. Decidió no comentarle a Bankotsu para no agobiarlo por eso se encerró a leerla cuando se encontró sola en la habitación.

Era un regaño de la duquesa de Saint Owen.

Cuando permití vuestra boda, lo hice pensando en mi querido hijastro. No contribuyes en nada agregando estrés y tensión en los espacios.

Bankotsu necesita tranquilidad.

Y esos cambios ridículos de personal y mobiliario no ayudan en eso.

He quedado muy preocupada por tus intenciones que se suponían eran claras: ser la compañía de mi apreciado hijastro para que éste sea capaz de encontrar la paz y deje a su vez de preocupar a su padre.

Esto era parte del contenido de aquella carta que parecía disfrazada de buenas intenciones, pero era prácticamente una sentencia directa de muerte.

Bankotsu estaba enfermo pero la duquesa no parecía desear su recuperación.

Debes entender tu sitial y agradecer tu matrimonio con la casa del duque. Me atrevería a decir que es mucho más de lo que hubieras logrado nunca.

Kagome arrojó la carta, presa de rabia, al suelo.

Ya no pensaba volver a leer eso.

Removía sus heridas e inseguridades y era una confirmación de que su suegra era un demonio. Con razón Bankotsu no acababa de confiar en ella.

Estuvo rogando que Miroku no tardara en marcharse, lo cual afortunadamente ocurrió de inmediato.

Le enfermó ver como la señora Loren se desvivía en atenderlo, dando a entender sus auténticas lealtades.

Kagome estaba sentada en su estudio.

Sobre la mesada tenía unos lienzos a medio terminar y también unos dibujos porque planeaba mejorar el mobiliario de la cocina. No podía acabarlos por causa del mal rato que le produjo la llegada de su cuñado.

De solo recordar la grosería que cometió ese idiota dándose aires de señor de la casa. No le cabía duda de que, si Bankotsu estuviera sano, lo pondría de rodillas.

―Lo único que quieren es que el conde muera…y cuanto antes mejor ―murmuró para sí misma.

Pero tú no quieres que muera.

Pero las voces de su interior le clamaban otras cosas.

La duquesa envió a su hijo para mostrarle quien mandaba y para recordarle su posición.

¿Quién se creía para dar órdenes en Trioval? El conde seguía vivo…y ella pensaba ayudarlo.

La joven se levantó repentinamente y cruzó la habitación. Al hacerlo chocó con Yura quien le traía el té.

―Mi señora…

Pero cuando se agachó a recoger lo que cayó al suelo, Kagome la detuvo.

―Deja eso, que lo recoja la señora Loren, iremos a las habitaciones del conde.

―El señor Patrick le esté sirviendo té ―informó Yura.

Kagome hizo caso omiso y fue directamente a empujar la puerta sin anunciarse.

El señor Patrick se asustó al verla parado en su esquina mientras vigilaba a su amo en su hora del té.

― ¿Milady?

―Llamad a todos los criados a ayudarme a limpiar esta pocilga ―ordenó

― ¿Qué rayos significa esto? ―fue la voz furiosa de Bankotsu la que reclamó.

―Milord, he decidido hacer unas reformas en vuestra habitación. Si gusta a salir a tomar el té en la sala principal ―la mujer le hizo un gesto al señor Patrick para ayudar al conde.

El mayordomo estaba petrificado.

―La habitación no necesita reformas y no es precisamente que vaya a ver cuando cambie el color de las paredes por uno de color chillón ¿no cree? ―Bankotsu no pensaba salir de la habitación

― ¿Cómo piensa curarse en una habitación siempre cerrada y llena de polvo? Es un milagro que sus pulmones aun funcionen ―Kagome volvió a hacerle señas a Patrick

―Deje de hacerle gestos a Patrick, que puedo estar ciego, pero percibo cuando alguien intenta pasar sobre mi autoridad. Vaya a descansar, señora Nolan.

Pero Kagome necesitaba mostrarle a él, que no era un capricho o un juego. Esta limpieza iba más allá de un simple cambio de sabanas, sino un desafío directo a la duquesa pese a que acababa de recibir la tendenciosa visita de su hijo en su representación.

―Es un mensaje que me gustaría que reciba la duquesa, en vista a su gran preocupación. No quiero que digan que descuidé mi atención hacia milord.

Bankotsu cambió su rostro al escuchar eso, entendiendo la auténtica intención de la condesa.

Se levantó cuidadosamente.

―Patrick, guíeme al salón y deje a la condesa hacer lo que quiera ―ordenó.

El mayordomo no entendía el cambio brusco en el conde, pero se apresuró en cumplir la orden.

Bankotsu se apoyó en el hombro de su mayordomo y salió.

Kagome se sorprendió un poco al notarlo predispuesto, pero entendía que él comprendió su objetivo.

―No haga un desastre, lady Nolan ―fue todo lo que le susurró al salir.

Todos los criados de Trioval vinieron, con excepción de la señora Loren quien vino a husmear.

―Todos esos muebles van a limpiarse y cambiaremos todo de sitio ―ordenó Kagome―. Esas cortinas no las quiero volver a ver. Tampoco esas sabanas.

Desde la puerta, la ama de llaves miraba a Kagome como advirtiéndole que esto pronto lo sabría la duquesa también.

Pero a Kagome no le importó.

Quería desafiar a la duquesa. Cuanto antes se enterase, mejor.

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La duquesa de Saint Owen soltó el té y lo bajó a la mesa con cierta rabia.

Estaba desayunando con su hijo en el jardín de su mansión de Londres. Miroku había llegado el día anterior.

Y ahora ella escuchaba el reporte con cólera ya que Miroku no se guardó detalle de nada de lo observó en Trioval.

La mujercita que se consiguió incluso cuidaba al conde. Hizo despedir las cocineras que instaló en la mansión que eran mujeres que hizo que la señora Loren seleccionara del pueblo. Unas que ni siquiera sabían cocinar y no tenían calificación alguna. También los ridículos cambios que instauró en la casa.

―Madre, esa mujer no es tan simple como pensaba ―opinó Miroku―. Parecía no tenerle miedo.

La duquesa se levantó y comenzó a caminar alrededor de la mesa.

― ¿Acaso le juzgué mal?

―Pues lo que sea no le teme ni sabe lo que le conviene ―agregó Miroku

Eso le dio una especie de luz a la duquesa quien volvió a sentarse junto a su hijo.

―No me teme porque no me conoce ―concluyó―. Pero me conocerá.


CONTINUARÁ

Las abandoné hermanitas, perdón.

Pero la historia aún tiene capítulos y prometo terminarla (TENDRÁ 16, pese a que le hice nuevos cambios al original que ya tengo planeado)

Me está costando un poco volver a la disciplina de antes con este frio otoñal que apareció en mi país y da gusto quedarse en camita bajo las mantas con los gatitos jajaja.

Quería mandarles un abrazo a mis queridas comentaristas que no me dejan pese a que FF ya no envía notificaciones al mail: PAULITA, IMAG04, LUCYP0411, LIN LU LO LI, BENANI0125, TERECHAN19, ANNIE PEREZ, CONEJA, YULI, VALENTINE HIGURASHI.

Esta semana habrá otra actualización, aunque me ha pasado algo gracioso ya que uno de los gatos mordió el cuaderno donde anoto los capítulos y literalmente se comió el 6 y el 7 jajaja. Si pudiera alzar las fotos, quizá lo alce al Circulo Mercenario para que vean como quedó mi planeador.

Les quiere.

Paola.