Luces estelares estallaban una tras otra, aplastadas por una oscuridad innegable, existencias efímeras que se materializaban en una sinfonía divina de armonía y caos.

A través de este plano onírico, nacido a partir de la durmiente conciencia del mundo, una estrella fugaz brilló con intensidad. Era el último deseo de Trixie Lulamoon, atravesando la irrealidad hasta llegar a un lugar y tiempo destinado a ser.

Una segunda oportunidad...


Un sabor agrio comenzó a recorrer por su boca.

Trixie tardó bastante en sentirse despierta, pero la agriura de su boca empezaba a ser muy irritante.

"Necesito un vaso con agua..." murmuró con pereza la unicornio. Su vista aún estaba borrosa, pero su tacto ya estaba despierto. Sin problemas hizo aparecer con su magia una jarra y un vaso, los cuales tomó de inmediato...

El refrescante sabor del agua cayendo por su interior era toda una dicha. Se sentía tan bien que bebió todo el vaso de un solo trago. Luego otro y otro más. ¿Beber agua debía sentirse tan bien? Somnolienta, no le dio importancia. Hizo unas gárgaras y escupió el resto de vuelta al vaso. Lo lavaría más tarde...

"Ahhhh..." exhaló Trixie satisfecha, recostándose de vuelta en el suelo. Tenía ganas de seguir durmiendo, había tenido un sueño bonito, además la fiesta de anoche la había agotado más de lo que había previsto. Quedarse dormida toda la mañana era un buen plan...

Acomodó sus sábanas y, relajada, se dispuso a continuar con su sueño.

"Urrrrrr pur pur pur pur pur..."

Las orejas de Trixie se agitaron. Acababa de escuchar un graznido. Incómoda, se plegó más en sus sábanas.

"Urrrrrr pur pur pur pur piu pur piu pur piu..."

El graznido no se había ido, todo lo contrario, continuaba con mayor intensidad. Molesta, Trixie intentó acomodar su cabeza debajo de la almohada para no escucharlo, pero fue inútil. El graznido se volvía más ruidoso a cada momento, lo suficiente como para acabar con la paciencia de Trixie.

"¡Ahhhh! ¡¿Pueden callarse de una vez?! ¡No ven que intento dormir!" exclamó molesta Trixie al cielo. Se incorporó por un instante de su cama solo para lanzar una mirada de ira al gran grupo de pavo-halcones que la rodeaba.

Sorprendidos los pavo-halcones, que habían estado susurrando entre ellos, de inmediato se quedaron en silencio tras recibir la dura mirada de indignación de Trixie.

Ya en silencio y convencida de que los pavo-halcones no harían más ruido, Trixie resopló y continuó con su dulce sueño.

"..."

"Pur, pur, ..."

"..."

"Pur, piu pur, ..."

"..."

"Piu pur, pur, pur ..."

"..."

"Pur, pur, piu ..."

"..."

Los pavo-halcones aún susurraban. Trixie podía oírlos. Pero, bajo las sábanas de su cama, la incomodidad que había sentido no se comparaba a la nueva emoción que empezaba a devorarla desde abajo...

"Ugh..." Trixie tragó saliva con dificultad.

No recordaba que su cama estuviera en medio de un camino, ni que sus sábanas fueran de plumas gigantes, ni que su almohada fuera una bolsa pegajosa semejante al limo verde.

"Claro... por supuesto..." murmuró, notando dónde estaba.

Tras decir estas palabras, apartó las sábanas de plumas y se levantó de inmediato de la cama de arena en la que había estado.

Se sentía ligera, totalmente renovada. El sueño que había tenido le había devuelto todo ese carisma y buen ánimo que la caracterizaban. Incluso parecía sentirse con más fuerza que de costumbre.

"Ya es más de mediodía, ¿eh?... Ahhh, no se puede evitar. Supongo que la ya recuperada Trixie tendrá que honrar a los ponis de Equestria nuevamente con su presencia en otra 'gran celebración del día de las dos hermanas'...", declaró la unicornio, quejándose consigo misma.

Normalmente, Trixie aprovecharía días festivos como ese para hacerse una fortuna con sus espectáculos en vivo en alguna plaza. Pero en esta ocasión, debido a su viaje, no había alcanzado a hacer ninguna reservación para participar en algún espectáculo importante en Canterlot o Ponyville.

Así que Trixie se conformó con solo celebrar con relajación y descanso, como cualquier otro poni ese día...

"En fin... Ouuuuuuuuuuuuuu," dio un largo bostezo y comenzó a prepararse. Tenía la melena desparramada por los lados, ni qué decir del resto de su cuerpo, que se encontraba cubierto por varias manchas de limo verde. Hastiada, Trixie no perdió un segundo y, con su magia, comenzó a arreglar su imagen.

Un lavado de melena con su champú favorito de lavanda...

Un baño con jabón económico...

Secado turbo rápido con su secadora...

"Ahh", exclamó Trixie al remojar sus cascos un momento en una tina con esmalte brillos-del-amanecer. Era un producto de belleza muy caro, pero para ella eso no importaba. La sensación que le dejaba en su tacto era magnífica, eso sin mencionar lo brillantes que quedaban sus cascos después del tratamiento de cinco minutos.

Distraída, Trixie miró el cielo y las blancas nubes que avanzaban perezosas en él, mientras esperaba que el material de belleza hiciera efecto.

Después de los cinco minutos, sacó los cascos de la tina (que desapareció con su magia). Satisfecha de lo bien que habían quedado sus cascos, continuó con su secado.

Toallas volaron y una secadora danzó de aquí a allá.

Ya seca, hizo aparecer una capa y sombrero, tan característicos de ella como siempre. También hizo aparecer un enorme espejo de cuerpo entero y, tras vestirse, comenzó a hacer poses viendo su genial figura en su cristal.

Tenía que asegurarse de estar perfecta. Verse mal ante el público era la vergüenza de los artistas al aire libre como ella.

Trixie agitó su cuerno una vez más, y una explosión de humo la envolvió por un instante. Cuando el humo se disipó, Trixie seguía allí, ahora observando con cuidado su pelaje. El espejo había sido colocado detrás de ella.

"Bien, Trixie, comprar jabón económico fue una pésima idea. No más caridad tuya a los ponis de las calles a partir de ahora," reafirmó la unicornio, golpeando el suelo y agitando su melena.

Con ese gesto, anotó mentalmente aquel detalle y continuó. "Y ahora..."

A solo unos metros de ella, rodeándola por completo, una gran cantidad de feroces pavo-halcones la observaba.

Y por encima de todos ellos, su gobernante, Fathungry, la contemplaba con una mirada maliciosa. Su cabeza descarnada descansaba sobre su ala, que había tomado la forma de un puño, y su cuerpo estaba sobre un trono hecho de los restos destrozados de los árboles colindantes al castillo.

Divertido e intrigado... era todo lo que manifestaba Fathungry con su soberbia postura relajada.

Trixie tragó saliva.

Desde que notara la presencia de los pavo-halcones a su alrededor, la cabeza de Trixie había estado trabajando al límite para comprender la situación en la que se encontraba. Pronto llegaron a ella las memorias de todo lo ocurrido esa mañana, aunque se sentían lejanas y nebulosas...

("Bien... invocaste pavo-halcones... ¡bien hecho, Trixie! ¿Por qué invocaste pavo-halcones?") reflexionaba la unicornio en su interior. Nada recordaba de sus verdaderos sueños ni de los mensajes que había recibido en ellos.

Todo lo que había vivido en el mundo real esa mañana ahora no era más que un sueño en su memoria.

Un sueño muy largo y loco...

("Será mejor dejar la sidra por un tiempo...") pensó en su interior Trixie. Al mismo tiempo, Fathungry estiró su cuello y soltó algo parecido a un bostezo mezclado con un eructo.

Al unísono, entre graznidos, todos los demás pavo-halcones agitaron sus cabezas como olas en un mar negro y rojo.

Trixie volvió a tragar saliva. Aún no entendía del todo lo que había pasado, pero había comprendido la peligrosa situación en la que se encontraba.

Estaba a merced de una enorme y brutal bandada de pavo-halcones, bestias rapaces con una infame reputación por comer ponis de un solo bocado. No eran muy inteligentes, pero sin duda podían acabar con ella en pocos minutos, sin importar cuánta resistencia opusiera.

No obstante... ¿por qué no la atacaban?

Además...

Trixie miró de reojo la cama de arena donde había estado antes y las plumas a su alrededor. ¿Cómo había llegado allí? ¿Habían sido los pavo-halcones? ¿Qué era ese repulsivo limo verde esparcido por todo el suelo?

Era incomprensible. Aún más incomprensible le resultaba no estar muerta del susto como en otras ocasiones. En cambio, estaba tranquila y relajada, como si viera una película repetida. Era raro.

Trixie giró la cabeza a su alrededor. El castillo se veía a lo lejos...

("Ok... eso no es bueno") pensó la unicornio, notando que el castillo también se encontraba rodeado de aquellas aves, las cuales estaban vandalizando sus exteriores. Incluso había uno más pequeño (un pavo-halcón joven, probablemente) en el techo del castillo, picoteando con entusiasmo la bandera de Equestria.

Era muy preocupante, pero Trixie mantuvo la calma, recordando que los Young Six estaban protegiendo el castillo, además de que Starlight estaba allí.

Starlight... ¿Starlight?

"Pur... pur..." Los pensamientos de Trixie fueron interrumpidos por un graznido. Ella volvió su mirada a los pavo-halcones.

El ambiente empezaba a cargarse de impaciencia. Los pavo-halcones aún guardaban un débil silencio, pero ya se mostraban inquietos, como si esperaran algo. Fathungry había vuelto a su posición anterior, aunque se veía más aletargado que antes, lo que lo hacía parecer aún más peligroso.

Para Trixie, estaba claro que la situación ya no podía continuar así.

¿Que esperaban de ella? No, esa no era la pregunta correcta, sino... ¿qué debía hacer?

Huir fue lo primero que le pasó por la cabeza. Usar la teletransportación sería sencillo. Pero este pensamiento fue más un reflejo; realmente no estaba tan asustada como para irse sin más. Tenía demasiadas preguntas en la cabeza.

Además, tenía la corazonada de que esa era una mala idea.

Así que Trixie empezó a pensar en otras opciones... ¿Dialogar? Era estúpido pensarlo, pero algo dentro de ella le indicaba que quizás aquellas feroces aves querrían comunicarse amigablemente... de algún modo.

("No pierdes nada intentándolo, Trixie... además, quizás eso te dé una pista de qué rayos está pasando aquí.")

Saliendo de sus pensamientos, una resuelta Trixie alzó la voz:

"Ejem... ¡Yo...!" Pero solo pudo decir esas palabras.

Como un relámpago, dos fornidos pavo-halcones saltaron a sus lados y la aplastaron con sus alas en forma de puños. Un tercero avanzó por detrás y, de un picotazo, lanzó por los aires el espejo de cuerpo entero detrás de Trixie, revelando que donde antes estaba el espejo, ahora estaba... la verdadera Trixie.

Con ojos muy abiertos por la sorpresa, Trixie apenas parpadeó observando a sus agresores.

Momentos antes, Trixie se había ocultado detrás del espejo de cuerpo entero usando su clásica bomba de humo y, en su lugar, había puesto una ilusión. Ni loca se pararia de frente ante esas bestias.

"¡Ja ja haaa...!" rio Trixie nerviosa ya canalizaba su magia para teletransportarse. Pero algo más ocurrió...

"¿YA TERMINASTE?" se escuchó una voz grave y profunda.

Trixie se congeló, deteniendo su magia de teletransportación. Un instinto de curiosidad la llenó. Sus orejas giraron buscando el origen de aquella magnética voz. Una voz que solo podria describirse como magnifica.

"ME DIVIERTES, PEQUEÑA PONI... PERO TUS JUEGOS EMPIEZAN A CANSARME," continuó la voz grave.

Trixie ladeó la cabeza incrédula al encontrar la fuente, y luego su mandíbula cayó de asombro. No podía creer quién le estaba hablando de esa forma.

No era una voz que pudiera ser escuchada a través de los oídos, sino a través del corazón...

"¿DÓNDE OBTUVISTE ESTO?" pronunció Fathungry sin abrir su pico. Extendió su ala plegada como un puño y, al abrirla, dejó caer un diminuto frasco de cristal de color rojo.

Trixie no escuchó eso último.

"¡¿PUEDES HABLAR?!" exclamó la unicornio, impactada.

"JAJAJAJAJAJA," se burló Fathungry, acompañado de un gran cloqueo. Al unísono, los demás pavo-halcones también cantaron. "AH, PEQUEÑA PONI... ¿PUEDES ESCUCHAR?"

Los pavo-halcones cloquearon entre risas una vez más y luego hubo silencio.


Drygut, el pavo-halcón, aún sentía dolor cuando llegó a las puertas del castillo. Debido a su falta de respeto, su gran líder Fathungry lo había expulsado de su presencia con una patada que aún le punzaba en el pecho.

No obstante, había valido completamente la pena.

Sus ojos se entrecerraron y detuvo sus movimientos. Una sensación de éxtasis recorría su cuerpo al recordar el maravilloso sabor que había sentido en su pico hace tan poco.

"Exquisito..." recordo Drygut. Nada de lo que alguna vez hubiera probado antes se comparaba al sabor de aquellos cristales rojos.

Como cualquier otro pavo-halcón, Drygut era un glotón; nunca perdía la oportunidad de probar algo diferente. Flores, frutos maduros, cosechas vírgenes, animales pequeños... larga era la lista de sabores que recordaba. Sin embargo, todos esos gustos eran opacados por el placer único de los hasta entonces desconocidos cristales rojos.

("Si tan solo hubiera tomado uno más...") se lamentó Drygut en su interior. Podría volver, pero eso podría traer sobre él la cólera de su líder y, sin duda, un castigo aún peor.

Pero aquel sabor era...

"Pur pur Tichhh..." un graznido amenazante recorrió el aire.

De un sobresalto, Drygut despertó de su ensoñamiento. Sus otros compañeros frente al castillo lo observaban disgustados, con expresiones toscas y críticas.

Eso no estaba bien...

De inmediato, Drygut, con la cabeza baja, tomó formación junto a los otros frente a la puerta. Sus compañeros continuaron observándolo; no le dijeron nada, pero parecían sospechar. Después de un rato, finalmente dejaron de verlo y continuaron patrullando el lugar.

Drygut suspiró en su interior. No le habían preguntado nada, eso era bueno. Apretó la cabeza en su plumaje y se quedó quieto como un gran árbol viejo. No quería enojar a los otros, que eran más grandes y fuertes que él, tampoco quería compartirles la información sobre los cristales rojos. Cosas como esas eran mejor mantenerlas guardadas...

Así, después de un rato, mientras Drygut volvía a hundirse en su ensoñamiento, las puertas del castillo se abrieron.


Las puertas del castillo de Twilight se abrieron de par en par, liberando una luz radiante que iluminaba todo el exterior. En el centro de esa luz, envueltos por la magia de la armonía, los Young Six dieron el primer paso con Ocellus a la cabeza.

"Chicos, todos juntos ahora vamos a..." comenzó a hablar Ocellus.

"¡CASTIGAR A NUESTROS ENEMIGOS CON EL PODER DE NUESTRA AMISTAD!" proclamó Silverstream desde atras, interrumpiendo el inminente discurso de su amiga.

"¡VAMOSSS!" respondieron firmes sus compañeros al unísono.

"¡Esperen!... ¿Qué? ¡Waaaaaaa!"

Ignorando las protestas de Ocellus, los Young Six comenzaron a levitar. La magia que los envolvía se contorsionó y expandió hasta tomar una nueva forma.

En el exterior, los pavo-halcones, sorprendidos por la repentina aparición de aquel grupo de jóvenes, vieron cómo en las puertas del castillo una enorme criatura de luz comenzaba a materializarse.

"BUUUURRRRRRRPPPP," un potente trompeteo barrió el aire.

Era enorme, más grande que los ahora impotentes pavo-halcones. La magia de los Young Six había tomado la forma de un gigantesco...

"¡ELEFANTE!" exclamaron entre cacareos de pánico todos los pavo-halcones en el momento mismo que la enorme bestia de luz cargaba contra ellos.

"PUMM, PUMM, PUMM, PUMM"

El elefante de luz avanzó con fuerza arrolladora, sus grandes patas pisoteaban el suelo, haciendo temblar la tierra. Los pavo-halcones, ahora desorganizados y aterrorizados, intentaron alzar vuelo, pero fueron demasiado lentos. En cuestión de segundos, fueron alcanzados y, con un solo movimiento de trompa, más de la mitad fue barrida del suelo y lanzada por los aires. Aquellos que no fueron alcanzados dejaron de intentar volar y comenzaron a correr desesperados hacia la colina donde estaban sus otros compañeros.

En menos de un minuto, todos los pavo-halcones habían desaparecido de los alrededores del castillo. Su retirada había sido un verdadero "sálvese quien pueda".

"¡SIIIIIIIIIII! ¡Por Equestria! ¡Así se hace! ¿Eso fue todo? ¡Se lo merecen!" Entre palabras de ánimo y optimismo, los Young Six celebraban su victoria dentro del gran elefante de luz.

Todos hablaban eufóricos, excepto Ocellus, que, aunque también estaba muy emocionada, se mostraba en calma.

"Ahhh, eso salió bastante bien. El perímetro del castillo está asegurado, ahora solo necesitamos rescatar a la consejera Trixie."

"¿Aún tenemos que hacerlo?" cuestionó Gallus.

"¡GALLUS!" gritaron todos al unísono hacia el grifo.

"¡Tranquilos, solo estoy bromeando!"

"Pues deja eso, tenemos que... ¿¡Uhhhhhh!?"

Smolder no terminó sus palabras. Tanto ella como sus compañeros dejaron de hablar y observaron sorprendidos el tumulto que había surgido en la colina más cercana.

Poco a poco, una sombra empezó a asomar sobre la colina y continuó creciendo hasta tomar una forma clara y definida. Era una gran masa negra rectangular, sin divisiones y perfectamente alineada, avanzando hacia ellos. A esa distancia, uno pensaría que se trataba de un insólito bosque negro en movimiento o un conjunto de establos embrujados errantes, pero la realidad era más sorprendente que todo eso.

"TICHHH, TICHHH, TICHHH ..." se escuchaba en su avance.

Eran los pavo-halcones, que marchaban ahora en pie de guerra, listos para el contraataque.

"¿Es una broma, verdad?" exclamó Gallus, sorprendido por aquel raro comportamiento.

Los pavo-halcones eran conocidos por ser aves glotonas, también por ser muy torpes y tontas en la mayoría de los casos. No obstante, el comportamiento que ahora mostraban decía todo lo contrario.

Bien organizados, el gran pelotón de pavo-halcones continuó avanzando orgulloso; detrás, otros dos pelotones surgieron cubriendo sus flancos. En el cielo, flotas de más pavo-halcones comenzaron a patrullar, fijando su vuelo alrededor del castillo.

Era como ver un verdadero ejército en movimiento.

"¿Es normal que los pavo-halcones sean tan organizados?" preguntó Sandbar, algo inquieto.

"¡No! ¡No deberían serlo!" respondió de inmediato Ocellus, sorprendida por lo que estaba pasando.

"¡Eso no importa! ¡Si pavo-halcones querer guerra! ¡Amigos dársela!" exclamó Yona, desafiante.

"¡Estoy de acuerdo! ¿Qué estamos esperando?" animó Smolder al resto.

Aunque la situación se había vuelto a complicar, el buen ánimo de los Young Six no se había desvanecido. Juntos sentían que podían enfrentarse a cualquier cosa. Incluso Ocellus, que había pensado hasta ese momento que las cosas podrían resolverse de otra forma, dejó de lado esa idea.

Si pelear era la única solución para proteger a sus amigos, entonces la abrazaría por completo.

El gran elefante de luz dio un gran trompeteo y, en un desafío abierto, se lanzó contra el ejército de pavo-halcones en la colina.

La batalla contra los pavo-halcones dio inicio...

Alejado de todo esto, cerca de las puertas del castillo, un ensimismado pavo-halcon Drygut (ignorado e ignorando todo lo que pasaba) continuo soñando.


Muy lejos, en los áridos suelos de los más remotos y desolados páramos de aquel mundo, germinaba oculta y frágil una flor única en su tipo.

"Rosa de la Esperanza y Desesperación" era su nombre, y como tal, era una rosa. Pequeña, con pétalos de un rojo vivo, tallo verde claro y aroma primaveral. Tenía espinas como toda rosa y sería imposible diferenciarla de cualquier otra si no fuera por su tamaño y por el curioso hecho de que sus espinas no causaban dolor alguno a quien se lastimara con ellas.

Este último detalle era un gran indicativo de su verdadera esencia, ya que esta era una flor mágica. Capaz de otorgar una gran vitalidad a quien la comiera, sin importar cuán al borde de la muerte se encontrase.

Esta misma capacidad la hacía muy codiciada. Tanto sabios como monstruos ansiaban poseerla, y las razones eran bastante obvias. Para la fortuna de la paz del mundo, obtener una sola flor mágica como esta resultaba en una tarea casi imposible.

Se debía a que esta rosa solo nacía en ambientes carentes de vida o magia. Además, su florecimiento solo se daba una vez al año y durante un solo día. Como si eso no fuera suficiente, sus intervalos de aparición eran erráticos, haciéndolos imposibles de predecir.

Hallar una era considerado casi un milagro.

Así pues, la fama de esta rosa era grande. Tanto que incluso bestias como los pavo-halcones eran conscientes de ella, y la buscaban en sus grandes viajes migratorios. Pero no lo hacian por la vitalidad que otorgaba, ni por sus propiedades mágicas exóticas que permitían crear pociones rojas capaces de potenciar el poder mágico a cambio de un precio. No, su interés era por otro motivo más mundano y propio de estas criaturas.

Su intoxicante e inigualable sabor...


Minutos atrás, cerca del castillo de Twilight...

"Así que de eso se trata..." murmuró para sus adentros Trixie con un aire sombrío, al mismo tiempo que jugueteaba con un diminuto frasco de color rojo. No hacía esto ultimo porque estuviera aburrida, sino por la preocupación que la dominaba.

Frente a ella se encontraba el enorme Fathungry y el resto de su pandilla de pavo-halcones. Todos, con miradas duras y severas, observaban atentos los movimientos de la unicornio. Listos para actuar a la menor señal.

"(Esta vez sí que metiste la pata hasta el fondo, Trixie...)" se reprendió a sí misma mientras volvía su mirada hacia el castillo. Lo que acababa de contarle Fathungry sobre las pociones rojas la había sorprendido bastante y no había hecho más que aumentar la angustia dentro de ella...

Angustia que obviamente no estaba relacionada con sus amigos en el castillo.

"¿Todo este tiempo has estado durmiendo sobre una mina de oro? ¡En serio, Trixie!" le reprendía molesta su conciencia. Todos esos días gastados en preocupaciones por su falta de liquidez monetaria ahora eran una burla en su conciencia. Si tan solo hubiera investigado más sobre las pociones o si le hubiera contado a Starlight, habría salido rápidamente de sus problemas económicos, ni siquiera hubiera tenido la necesidad de invertir en los problemáticos orquídea-pulpos o comprado todas esas antigüedades ridículas.

"(Definitivamente esta es una muy mala señal, no has estado haciendo bien las cosas últimamente... ughhh)"

Trixie tenía intensas ganas de tirarse sobre el pasto y revolcarse en él hasta liberar toda la frustración que tenía acumulada. Pero no podía darse ese lujo en un momento como ese.

"Entonces, pequeña poni, ¿me dirás dónde las obtuviste?" habló Fathungry con su voz grave.

Trixie volvió su mirada al líder de los pavo-halcones. Ya tenía una respuesta preparada, y era la misma de antes.

"No" respondió la unicornio con simpleza y total descaro.

En respuesta, las plumas de la cabeza de Fathungry se encresparon como púas y su mirada, ya difícil de soportar, se hizo más dura.

"¿Acaso no te importa lo que les pase a esos otros ponis?"

"Sí me importa," respondió Trixie con indiferencia, mirando despreocupada el brillo de sus cascos.

"Entonces, ¿por qué no me dices dónde los obtuviste? ¿O acaso piensas que no soy capaz de derribar ese castillo o asolar esa villa cercana? Soy Fathungry, líder de los pavo-halcones, la gran ala negra del hambre, terror de las cosechas. Más vale que entiendas tu lugar, poni, y aceptes mi piedad. Te lo preguntaré una última vez, ¿dónde obtuviste estas pociones?" graznó amenazante el pavo-halcón, su voz resonando con la ira que se reflejaba en el intenso viento de su aleteo. Todos los demás pavo-halcones corearon sus palabras con un estrépito igual de intenso, haciendo aún más grande la imponente figura del ave.

No obstante, Trixie no se veía impresionada ni intranquila. Todo lo contrario, ahora estaba más segura de que la situación estaba bajo control.

Bajo su control.

Desde que comenzó a conversar con Fathungry, notó que, aunque era una criatura sorprendentemente inteligente, al final de cuentas, no lo era tanto. Tontamente le había hablado sobre las pociones rojas y lo importantes que eran para los pavo-halcones. Este había sido un grave desliz por parte del ave, ya que Trixie supo de inmediato que podía obtener una posición ventajosa en esa situación.

Solo debía asegurarse de que Fathungry no perdiera el interés.

"Ajá, claro, estoy segura de que el gran Fathungry y su pandilla pueden intentar hacer todo eso..." comenzó a hablar la unicornio con una sonrisa traviesa mientras jugueteaba con el frasco de poción roja. "También podrían aplastarme o comerme si quisieran, pero... ¿obligarme a confesar mis más grandes secretos? ¡Por favor! La gran y poderosa Trixie solo cuenta sus secretos a sus más grandes y leales amigos. Y, desafortunadamente, ustedes no lo son."

Al terminar de hablar, Trixie agitó su cuerno y, con un movimiento rápido, un pañuelo cubrió el frasco de color rojo en su casco para luego retirarlo, revelando algo sorprendente.

Trixie ya no sostenía un solo frasco; ahora había cinco en la palma de su casco.

Estos frascos rojos levitaron en dirección de Fathungry y los otros pavo-halcones a su lado. Incapaces de ocultar su deseo, esos pavo-halcones no apartaron la mirada de las pociones y estiraron lentamente sus cuellos, listos para atraparlos con sus picos.

No obstante, en un rápido movimiento de ala, Fathungry atrapó todas las pociones y los ocultó de la vista de sus subordinados.

Unos cacareos de decepción se escucharon, pero fueron rápidamente silenciados por la afilada mirada de Fathungry, quien luego volvió su atención a Trixie.

"Pensaba que eras una criatura inteligente, pero ahora me doy cuenta de que no eres más que una poni perdida que no entiende la posición en la que se encuentra."

"No soy una poni perdida. ¡Soy la gran y poderosa Trixie! Que no se te olvide. Y sí, entiendo perfectamente lo que está pasando. Más bien, creo que es usted quien no se da cuenta de cuál es su lugar," respondió Trixie con una postura arrogante, para luego tomar una reflexiva. "Pero ... ahora que lo pienso, es comprensible. Los pavo-halcones no suelen ser muy comunicativos con otras especies. Y yo soy una humilde unicornio que apoya el entendimiento entre especies. Le propongo esto... ¿qué tal si, en vez de caer en deplorables actos violentos que no llevan a ningún lado, hacemos... un trato?"

Fathungry observó a Trixie estupefacto, sus ojos entrecerrándose por unos segundos antes de estallar en ira. "¿Un trato? ¡Un trato! ¿Qué tipo de trato podría ofrecerme una criatura insignificante como tú?"

"Uno que nos resulte beneficioso para ambos, por supuesto," respondió Trixie, rodando los ojos, ya cansada de esa conversación. "A menos, claro, que el gran Fathungry le tenga miedo a tener tratos amistosos con los ponis de Equestria."

La furia de Fathungry estalló con la fuerza de una tormenta, las verrugas en su cuello hinchándose y tornándose de un rojo ardiente. Los pavo-halcones a su alrededor retrocedieron, aterrorizados. Nadie recordaba haber visto a alguien hablarle así antes. Era inaudito.

"Esa poni está muerta," pensaron todos.

Trixie se dio cuenta del peligro y tragó saliva, sintiendo la tensión palpable en el aire. Sin dudarlo, comenzó a acumular magia en su cuerno, preparándose para teletransportarse.

En ese preciso instante, un escándalo estalló en dirección del castillo de Twilight, rompiendo el creciente silencio. La ira de Fathungry se disipó de inmediato, su atención captada por el alboroto. Varios pavo-halcones llegaron volando, trayendo noticias urgentes.

En medio de los cacareos alarmados, Fathungry se apartó con sus más cercanos, lanzando miradas recelosas a Trixie de vez en cuando.

Después de una breve deliberación, comenzaron a dar órdenes rápidas y precisas. En el caos, nadie prestó más atención a Trixie, quien se mantuvo en su lugar, evaluando la situación.

Poco a poco, aflojó su magia y suspiró con alivio. Aquel momento había sido oportuno.

Pasado un rato, sin que nadie le impidiera el paso, Trixie se acercó a Fathungry. Desde una colina, observaba la batalla en curso, su expresión fría y calculadora.

Las cosas no se veían bien para él.

"¿Aún le interesa hacer un trato?" comentó Trixie con una sonrisa casual.


La batalla entre los pavo-halcones y los Young Six estaba en su apogeo.

Una docena de grandes pavo-halcones descendió en picada desde el cielo en una formación en V, con garras extendidas y lanzando graznidos amenazantes que retumbaban en el aire. La visión era sobrecogedora, una muestra de poder... y, sin embargo, inútil.

"FUUUUSHHHHHHHHHHHHHH"

Un potente chorro de viento impactó en el grupo de aves, rompiendo su formación. Irresistible, el intenso flujo de viento empujó a los pavo-halcones de un lado a otro, haciendo que chocaran entre sí. En cuestión de segundos, la gran formación de aves había sido disuelta. Confundidos y desorientados, los pavo-halcones cayeron al suelo como frutas maduras, rodando de aquí para allá.

El ataque aéreo de los pavo-halcones había terminado, al igual que los cinco anteriores, en desastre.

En tierra, la situación no era mejor. Derribados en el suelo, varios pavo-halcones habían enterrado la cabeza o fingían estar inconscientes con los ojos cerrados. El resto de las aves, en formaciones de pelotones, hacían un gran escándalo, cacareando violentamente hacia sus compañeros, tratando de animarlos para otro ataque... condenado al fracaso.

En medio de aquella situación que más parecía un gallinero salvaje, se erguía indómita e invicta la gigante figura de un elefante de luz.

Para todos los pavo-halcones, estaba claro el resultado de la batalla.

Flotando dentro del elefante de luz, los Young Six también lo sabían. Era una victoria segura, nada de lo que habían hecho los pavo-halcones había funcionado. En equipo, los pavo-halcones habían intentado derribarlos, lanzándose en pelotones.

Pero habian sido esfuerzos inútiles, ni siquiera habían podido acercarse.

El potente viento mágico que salía por la trompa del elefante de luz en el que estaban los Young Six los había terminado derribando a ellos.

Así había ocurrido en cada ataque de los pavo-halcones. Incluso los Young Six, emocionados al principio, empezaban a sentirse cansados del ritmo de la batalla.

Ya habían pasado varias rondas y el mismo patrón se repetía, una y otra vez...

"Chicos... no creen que debamos acabar con esto de una buena vez. Se me está adormeciendo el cuello," dijo Gallus, frotándose la nuca con una garra.

"¿Así, Gallus? Y dinos, ¿cómo piensas que acabamos con esto?" respondió Smolder, cruzándose de brazos.

"Ehmm, no sé, ¿convertirlos en piedra?"

"Eso podría funcionar...", dijo Smolder, pensativa.

"Tal vez si encontramos a su líder podamos terminar con esto de una buena vez," añadió Ocellus.

"¡Sí, esa es buena idea, Ocellus! ¡Destruyamos a su líder y obliguémoslos a aceptar la paz!" exclamó Silverstream con entusiasmo.

"¡Silvi!" exclamó Sandbar consternado, antes de que Ocellus pudiera responder.

"¡Qué! Nombraremos un gobierno de transición, eso será muy bueno para ellos."

"¿Gobierno de transición? A Yona gustarle la idea," dijo Yona, asintiendo.

"¡No! Se supone que debemos..." respondió Sandbar, pero fue interrumpido.

"¡Miren!" gritó Smolder, señalando hacia el horizonte.

Como respuesta a las palabras de Ocellus, un imponente pavo-halcón emergió majestuoso de entre las formaciones atrincheradas en la colina. A pesar de la distancia, su tamaño sobresalía entre los demás, y un aura distintiva lo rodeaba. Era el mismísimo Fathungry quien se presentaba en el campo de batalla.

"¿Gallus, ese es su líder? ¿Ese es Fathungry?" preguntó Ocellus, sorprendida por la repentina aparición.

"Sí," respondió el grifo, confirmando lo que Ocellus y los demás habían sospechado al verlo.

"Parece igual que los demás pavo-halcones. Amigos, deberíamos aplastarlo", desafió Yona con determinación.

"No, espera... solo viene él. Tal vez quiera hablar", corrigió Ocellus, señalando que Fathungry era el único que avanzaba hacia ellos, mientras los demás pavo-halcones se retiraban tras la colina.

"¿Lo dices en serio?" preguntó Smolder con duda, reflejando la incertidumbre del grupo.

"¡Chicos, estoy hablando en serio! Si quiere hablar, hablaremos. Si quiere pelear, pelearemos. ¿Está claro?" reprendió Ocellus con firmeza, consciente de la importancia de mantener la calma y la diplomacia, aunque la fama temible de Fathungry los intimidara.

Así, con la guardia en alto, los Young Six observaron cómo el infame Fathungry se dirigía hacia ellos. Con un paso cojo pero decidido, el enorme ave avanzó hasta detenerse a una distancia prudente.

Finalmente, Fathungry se encontraba frente a los Young Six, cara a cara. Aunque solo había unos metros entre ellos, en ese instante pareció que un abismo separaba a ambas partes. Por un lado los Young Six dentro del elefanta de luz brillante y en el otro Fathungry envuelto en su plumaje negro y amenazante. Más que querer conversar, parecían dos adversarios a punto de batirse en un duelo mortal.

El aire se tensó aún más. Fathungry no dio ninguna muestra de amabilidad o miedo, con una mirada depredadora examinó de arriba a abajo al elefante de luz frente a él.

Ocellus, quien debía haber sido la primera en intentar el diálogo, se mantuvo en silencio y solo observó. No le gustaba Fathungry, y ahora que lo tenía frente a ella, menos le agradaba.

Como si leyera lo que pasaba por su mente, Fathungry posó su mirada sobre ella por un momento, y tras una extraña expresión divertida, el ave comenzó a contorsionar su cabeza como si se atragantara.

"¿Pero qué?" murmuró Ocellus, pero antes de que sus compañeros le respondieran, un sonido estalló frente a ellos.

"Puchhhh" una gran cantidad de moco verde salpicó a todos lados, manchando la inmaculada blancura del elefante de luz que los resguardaba.

Fathungry acababa de estornudar frente a ellos. Descarada, la gran ave comenzó a hacer un cloqueo burlón.

Dentro del elefante de luz, la paciencia de los Young Six se estaba agotando.

"Ocellus, ¿podemos pasar a la parte 'no amistosa'?" insinuó Gallus molesto, y no era el único.

"Si así quiere hacer las cosas entonces..." comenzó a hablar Ocellus decidida, al mismo tiempo que el elefante de luz que controlaban empezaba a estirar su trompa, apuntando directo al insolente pavo-halcón.

Pero se detuvo.

Rápidamente, Fathungry había estirado un ala y, como si fuera una mano gigante, la plantó firme frente a los Young Six en una señal de 'alto'.

Desconcertados, los Young Six vieron una extraña expresión en el rostro del ave. Era como la de un criminal que sonríe triunfal antes de sacar un arma oculta.

Fathungry estiró su otra ala, revelando entonces aquella 'arma'.

Un bulto cayó de su ala izquierda y, después de rodar un momento en el suelo, comenzó a agitarse como una lombriz fuera de la tierra.

"Aghhhh Coff coff ¡Hace cuánto no te bañas! Coff coff" Trixie chillaba entre lágrimas de asfixia después de haber pasado un largo rato dentro de la no higiénica axila izquierda de Fathungry.

"CLO CLO CLO CLO" se burló Fathungry con un cacareo estruendoso.

"¡CONSEJERA TRIXIE!" clamaron los Young Six apenas reconociendo a su profesora. En ese instante, la magia que sostenía el elefante de luz se disolvió y todos cayeron abruptamente al suelo. Excepto Ocellus, que se mantuvo en el aire, logrando atrapar a Sandbar, que aún estaba en su silla de ruedas.

"CLO CLO CLO CLO" se burló Fathungry de nuevo, disfrutando del caos.

"Ah, hola chicos... jajaja, ¿cómo han estado?" preguntó casualmente Trixie mientras se recuperaba de su asfixia, intentando mantener una apariencia despreocupada.

Los Young Six, adoloridos por la caída, no le llegaron a responder. Solo Ocellus y Sandbar fueron hacia Trixie, siendo Ocellus la primera en llegar con ella y darle un emotivo abrazo.

Mientras tanto, Fathungry, poco interesado en la conmovedora reunión, sacó una poción roja de entre sus plumas y comenzó a mascarla despreocupado.


"900, 901, 902, 903, 904..." Trixie contaba uno a uno los frascos de poción roja que salían de la caja misteriosa que sostenía una sonriente Silverstream a su lado.

A solo unos metros, Fathungry las observaba sin parpadear. La enorme bolsa en la que se depositaban las pociones ya alcanzaba su límite. Aunque llamarla bolsa era impreciso; se trataba de una enorme cartera rosa adornada con corazones celestes y lilas, hecha por Yona en un concurso de bordado meses atrás. Desde entonces había juntado polvo en uno de los almacenes del castillo. Ahora, los Young Six la habían sacado, por órdenes de Trixie, para usarla como contenedor de la recompensa de Fathungry.

"¡¿Recompensa...?!" exclamaron todos cuando Trixie les explicó el trato que había hecho.

Difícil de creer para el grupo de amigos, Trixie había negociado con el infame líder de los pavo-halcones para que estos los dejaran en paz. Fathungry y su pandilla se comprometieron a arreglar el desastre que habían causado en los alrededores, además de jurar no volver a causar problemas a las criaturas de la región. Esto incluía un amistoso convenio de cooperación entre ponis y pavo-halcones en caso de necesitar ayuda.

Y todo esto a cambio de... ¡mil pociones rojas de las que ellos no sabían nada!

Aún sin comprender lo que pasaba, los Young Six observaban confundidos cómo Trixie terminaba de preparar el botín de Fathungry.

"No entiendo, ¿por qué pavo-halcones querer tanto pociones rojas de la consejera?" preguntó Yona, igual de perdida que el resto.

"Creo que estas pociones tienen algún tipo de compuesto que les gusta mucho a los pavo-halcones", respondió Ocellus, examinando una de las pociones.

"¿Gustarles mucho? Creo que es más que eso", observó Gallus, señalando a un grupo de pavo-halcones que peleaban a lo lejos. En medio de la trifulca se veía un pequeño cristal rojo perdido en el suelo.

"Puedo entenderlos. La verdad, lucen deliciosos... muy deliciosos..." añadió Smolder en un tono sombrío mientras examinaba de cerca una de las pociones. El hipnótico brillo carmesí del brebaje comenzaba a reflejarse en los ojos de la dragona, quien poco a poco empezó a acercar la poción a su boca.

Antes de que pudiera ir más lejos, Ocellus se la quitó de inmediato. Smolder soltó una mirada molesta por un momento, pero al ver el rostro preocupado de sus amigos, esbozó una sonrisa avergonzada y miró a otro lado.

"Bueno, la consejera Trixie está a salvo y los pavo-halcones son ahora nuestros amigos. Todo está bien, ¿verdad?" añadió Sandbar con optimismo desde su silla de ruedas, observando cómo se completaba la parte inicial del trato.

En los alrededores, en una imagen insólita para quien lo viera, los enormes pavo-halcones con sus garras descomunales estaban limpiando el lugar, replantando árboles, colocando flores... hasta habían puesto de vuelta la bandera de Equestria sobre el castillo de Twilight.

El lugar se veía festivo de nuevo, incluso más que antes.

Ante todo esto, Gallus ladeaba la cabeza, sin comprender del todo. El resto tenía expresiones similares.

"...998, 999 y ¡1000!" exclamó Trixie del otro lado. El conteo de pociones había terminado. "Aquí están todas las pociones que querías. ¿Satisfecho?"

Fathungry soltó un breve graznido de respuesta, aparentemente complacido.

"Ah, claro, está bien. Mira, solo envía a alguien aquí esta semana y arreglaremos el resto del papeleo," respondió Trixie despreocupada.

Otro graznido se escuchó en respuesta.

"Bien... envíalo cuando quieras. Pero no te olvides de 'eso otro', ¿de acuerdo?" Esta vez, Trixie se veía más seria al hablar.

Fathungry lanzó otro graznido y luego puso su atención en dirección de los Young Six. Tenía una mirada afilada, como si intentara ver 'algo'.

"Eso sería todo. La gran y poderosa Trixie le agradece por su comprensión. Ya puede irse," terminó de hablar Trixie con una sonrisa y agitando su casco indicando que se fuera.

Fathungry, por su parte, no se veía tan entusiasta. Con su enorme garra, tomó la enorme cartera rosa ya cerrada y, tras un incómodo momento de silencio observando a Trixie, se dio la vuelta y extendió sus alas.

"Aurrrrrrrrppppppp," lanzó un potente llamado.

De inmediato, todos los pavo-halcones cercanos dejaron lo que estaban haciendo y comenzaron a alistarse para la inminente partida.

Fathungry agitó sus alas, como un vendaval el viento comenzó a golpear en los alrededores. Entonces, la gran ave hinchó su pecho y, de un brinco, se elevó del suelo de forma vertical, como si se tratara de un globo incandescente que ascendía hacia lo alto en el cielo.

Los Young Six y Trixie observaron esto sorprendidos. Era una rara forma de despegar para un ave de ese tamaño.

Los demás pavo-halcones, en cambio, comenzaron a despegar de una forma más tradicional, agitando sus alas y corriendo por el campo hasta elevarse horizontalmente.

Así, tras varios minutos, la gran bandada de terribles aves por fin se marchó, desapareciendo entre las nubes del horizonte.

"Agghh, qué pesado. Aunque tiene una magnífica voz, ¡en serio no la merece!" se quejó Trixie en voz alta. Había resuelto el más reciente de sus desastres en tiempo récord. Eso le había devuelto su confianza... pero ahora tenía otro desastre más que resolver.

Trixie se dio la vuelta. Ahí se encontraban los Young Six, mirándola tan extrañados como nerviosos. Excepto Gallus, quien tenía apartada la mirada.

"Se valiente, Trixie, sé valiente..." pensó de pronto, como un eco que venia desde lo mas profundo de su ser...


Desde las alturas, suspendido en el aire, Fathungry observó cómo Trixie y los otros (a los que no conocía ni le importaba) ingresaban al castillo de Twilight.

"La gran y poderosa Trixie..." sonrió Fathungry.

Existía un dicho: "vine buscando cobre y encontré oro".

Fathungry sonrió aún más, era evidente la satisfacción que lo inundaba ahora.

No había esperado que las cosas resultaran tan bien.

Fathungry le había confesado a Trixie que los pavo-halcones sentían una fuerte pasión por el sabor único de la 'Rosa de la Esperanza y Desesperación'. Y que, efectivamente, las pociones que Trixie tenía en su poder contaban con ese mismo sabor tan especial.

El trato hecho con aquella unicornio se había basado en el interés declarado de Fathungry de alimentar a su gente con esas pociones y ser famoso por generaciones.

Pero... ¿eso era realmente todo?

Ciertamente Fathungry disfrutaba del sabor de las pociones rojas, pero a diferencia de otros pavo-halcones, él disfrutaba más haciendo ... 'travesuras'.

Sabía que una sola cucharada de esas pociones podía corromper hasta a la más bondadosa de las criaturas de este mundo. Pocas eran las especies inmunes a ese veneno. ¿Qué podía hacer con mil de ellas ahora?

La malicia dentro de Fathungry era grande, ya imaginaba las posibilidades...

"El gran norte... sí, empecemos ahí..." murmuró para sus adentros. El pavo-halcón tenía contactos, el gran norte sería el lugar perfecto para empezar sus planes.

A su alrededor, como una sombra de fatalidad, el resto de pavo-halcones lo rodeaba esperando ansiosos la próxima orden de su líder.

Un chillido estremeció el aire de pronto.

Todos los pavo-halcones voltearon su mirada, pero fueron demasiado lentos. Antes de que alguno de ellos terminara de girar el cuello, una silueta había cruzado de largo y atravesado la formación cerrada de los pavo-halcones.

Fathungry había sido el único que lo vio llegar, ahora miraba directamente al intruso.

"¡Fathungry, ¿qué has hecho?!" exclamó Londrinel, el Pecho de Plata, mensajero de las águilas gigantes de las cordilleras amatistas.

Un estrépito colérico estalló entre los pavo-halcones, ante aquel que era su enemigo natural. Pero Fathungry dio un graznido y de inmediato todos se callaron.

"Haa, pequeño pichón, ¡qué grato verte! Llegas tarde. ¿Estuviste muy ocupado arreglando tu nido?" se burló Fathungry.

Los pavo-halcones estallaron en risas.

"No estoy aquí para escuchar tus necedades. ¿Qué es lo que has tomado de los ponis?" reclamó Londrinel.

"Ahh, ¿estás aquí por esto?" giró el ave su garra mostrando la cartera rosa que llevaba. "... es solo una recompensa por mis buenas acciones. Ahora soy amigo honorario de los ponis."

"Tú no sabes nada sobre buenas acciones. ¡Entrégamelo!" ordenó Londrinel. Entonces, en un vuelo tan rápido que era imposible de ver, la gran águila se abalanzó sobre Fathungry buscando arrebatarle la cartera.

Pero Fathungry ya lo esperaba. En un giro imposible para un ave tan gorda que agitaba las alas para volar, Fathungry esquivó la embestida de Londrinel con gracia.

Los pavo-halcones volvieron a estallar en risas.

"Pichón. No pretendas faltarme el respeto de esta forma. Tú no puedes tocarme. Será mejor que llames a esa anciana paloma que tienes por rey si quieres algo de mí."

Londrinel no respondió y solo chilló molesto al escuchar la repetida burla de otros pavo-halcones.

Entonces, una voz resonó detrás de Fathungry:

"NO NECESITA LLAMARME, YO YA ESTOY AQUÍ FATHUNGRY"

Fathungry tardó un milisegundo en reaccionar. No lo creyó. Pero al voltearse, lo vio con sus propios ojos. Era él.

"¡THARGODAL!" gritó furioso el ave. Todos los demás pavo-halcones chillaron de sorpresa y auténtico pavor. Ahí, coronado por la luz del sol, el majestuoso rey de las águilas se apareció en su gloriosa imagen.

Atemorizados, los pavo-halcones retrocedieron detrás de su líder. Londrinel, por su parte, voló a la diestra de su rey con un vuelo tranquilo.

"DEBÍ SUPONERLO, LA MEDIANOCHE YA CAE SOBRE NOSOTROS, Y TÚ ERES PARTE DE ESTO."

"¿MEDIANOCHE?" respondió confundido Fathungry, aún sobrecogido, pero fue solo un instante. "¡JAJAJA! TUS SUPERSTICIONES NO ME IMPORTAN, THARGODAL. ¿ESTÁS AQUÍ POR MI PREMIO? ¡SOLO DILO!"

"TU IGNORANCIA SERÁ LA PERDICIÓN DE TU GENTE, FATHUNGRY. YA HAS COMETIDO UN GRAN DAÑO HOY, NO PERMITIRÉ QUE LO CONTINÚES MAÑANA."

"¡AHH, YA VEO! ¿HAS VISTO EL FUTURO? ¿EN SERIO CREES PODER DETENERME? ¡ENFRÉNTAME ENTONCES, THARGODAL!" exclamó desafiante Fathungry. En un rápido batir de alas, una explosión de polvo estalló. Una gran nube negra se expandió rápidamente, manchando la claridad del cielo. Protegiendo a su rey, Londrinel se puso delante y con su aleteo levantó un escudo de aire a su alrededor. Sin embargo, más explosiones de polvo se escucharon, y la nube se intensificó, nublando por completo la vista de las águilas.

Los demás pavo-halcones, siguiendo el ejemplo de su líder, hicieron estallar más nubes de polvo. Este polvo no era simplemente tierra acumulada; era una composición de ceniza y químicos capaces de intoxicar a quien lo respirara e incluso dañar las plumas del ave que lo atravesara. Este era un mecanismo de defensa único de esa especie de aves descaradas.

Pero Thargodal ya lo conocía y sabía cómo responder.

En un solo movimiento, el rey de las águilas giró sobre sí mismo, liberando un viento mágico que purificó el aire a su alrededor. En cuestión de segundos, la nube tóxica se disolvió del cielo como si nunca hubiera estado ahí.

Thargodal se había liberado de aquella trampa, pero era demasiado tarde.

"Su excelencia, Fathungry está..." Londrinel apuntó su mirada hacia donde una mancha negra se perdía en el horizonte.

"Lo sé, Londrinel, están huyendo," respondió amargo Thargodal, sin mirar en la misma dirección.

Era peor que eso; no solo Fathungry estaba huyendo, en medio de la nube oscura, todos los pavo-halcones habían partido en distintas direcciones con el objetivo de confundir a Thargodal y Londrinel, y hacer así imposible la captura de su líder.

Sin saber a quién perseguir, Londrinel chillaba de frustración, buscando con su aguda vista el posible rastro de Fathungry. No obstante, El rey Thargodal mantenía la calma. Cabizbajo, el gran águila monarca observó el castillo debajo de ellos.

Notando este detalle, Londrinel se acercó a su rey.

"¿Debemos avisar a los ponis del peligro que caerá sobre ellos pronto?" preguntó Londrinel.

"No," respondió magnánimo el rey. "Los ponis deben poder defenderse por sí mismos. No debemos intervenir. No ahora."

Así sentenció Thargodal el destino de los ponis, tomando por fin una decisión que había estado meditando desde que comprendió su visión del futuro.

"Entiendo, mi señor..." respondió Londrinel con aire de tristeza.

"No desfallezcas, Londrinel. Ahora debemos poner todo nuestro esfuerzo en dar caza a Fathungry y su gente. Debemos evitar que cause un desastre aún mayor sobre esta tierra," ordenó Thargodal ya resuelto. "Londrinel, acompáñame. Debemos ir de inmediato al gran norte; nos necesitarán ahí pronto."

"¿Al gran norte? ¡Sí, cuente conmigo, su excelencia!" respondió airoso la joven águila.

Así, ambas aves partieron hacia el norte, en una apresurada carrera por detener los planes de Fathungry.