Descargo de responsabilidad

¡Atención lectores!

Este fanfic contiene elementos de auto-inserción, lo que significa que el autor se ha insertado a sí mismo en la historia. Si no te gusta este tipo de contenido, te recomiendo que no lo leas.

El autor no pretende que este fanfic sea una representación precisa de sí mismo o de las personas que lo rodean. Es una obra de ficción y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Sin embargo, si no te importa la auto-inserción o incluso te gusta, ¡adelante y disfruta de la historia! He hecho todo lo posible para que sea entretenida y atractiva para todos los lectores, quizás, independientemente de sus preferencias, o no, que importa solo busco contar mis ideas que me explotan en la cabeza ya sean buenas o completamente basura.

¿Qué es la auto-inserción?

La auto-inserción es una técnica narrativa en la que el autor se convierte en un personaje de su propia historia. Esto puede hacerse de diversas maneras, como:

Insertar una versión ficticia de sí mismo en la historia.

Convertirse en narrador o en un personaje omnisciente.

Utilizar sus propias experiencias y emociones para inspirar a los personajes y la trama.

¿Por qué la gente escribe historias con auto-inserción?

Hay muchas razones por las que los autores pueden elegir escribir historias con auto-inserción. Algunas razones comunes incluyen:

Para explorar sus propios pensamientos y sentimientos.

Para compartir sus experiencias con los demás.

Para crear una historia que sea personal y significativa para ellos.

¡Para divertirse!

¿Es la auto-inserción algo malo?

No hay una respuesta única a esta pregunta. Algunas personas creen que la auto-inserción es una técnica perezosa o poco original. Otros creen que puede ser una forma poderosa de expresión personal. En última instancia, depende de cada lector decidir si le gusta o no la auto-inserción.

¿Debo leer esta historia si no me gusta la auto-inserción?

Esa es una decisión que depende de ti. Si no te gusta la auto-inserción, es posible que no disfrutes de esta historia. Sin embargo, te animo a que le des una oportunidad, ya que puede que te sorprendas gratamente o quedes totalmente decepcionado, pero se agradece que le des la oportunidad.

El autor no pretende ser un experto en ningún tema que se trate en este fanfic. Toda la información se ha obtenido de la investigación y el conocimiento personal del autor, y no debe tomarse como un hecho absoluto.

Este fanfic es una obra de ficción y no debe tomarse como algo real. Los personajes, eventos y lugares descritos en este fanfic son ficticios y no tienen ninguna relación con la realidad.

El autor no se responsabiliza de ninguna ofensa o daño que pueda causar este fanfic. Si te sientes ofendido o molesto por el contenido de este fanfic, por favor deja de leerlo y contacta al autor.

Al leer este fanfic, aceptas los términos de este descargo de responsabilidad.

Gracias por tu comprensión.

Espero que disfrutes de esta historia. Si tienes alguna pregunta o comentario, no dudes en dejarlo en los comentarios.


Pues para empezar al principio de estas vacaciones, me despierte entre montañas de almohadas desordenadas, con un crujido de bolsas de comida vacías bajo mi cuerpo. Parpadeo un par de veces, tratando de aclimatarme a la penumbra de mi habitación. El primer olor que llega a mi nariz es una mezcla extraña de pizza fría y ropa sucia.

Mi habitación es un espectáculo desalentador de desorden. Los pósteres de anime y chicas en las paredes apenas son visibles entre la maraña de prendas de vestir, cajas de comida vacías y libros escolares desordenados. Es como si un tornado hubiera pasado por aquí, dejando a su paso un rastro de caos y desorganización.

Me estiro, sintiendo los músculos tensos por haber dormido en una posición incómoda, y me siento en el borde de la cama. Bostezo, tratando de despertarme por completo mientras mis ojos se ajustan a la luz tenue que se filtra por las cortinas entreabiertas.

Me obligo a levantarme, sorteando los obstáculos que bloquean mi camino: ropa dispersa por el suelo, zapatos sin pareja y juguetes de acción que amenazan con hacerme tropezar. Con un suspiro resignado, comienzo a recoger un poco, aunque sé que la tarea es casi imposible en un espacio tan abarrotado.

Encuentro mi teléfono entre las sábanas revueltas y reviso la hora. Es mucho más tarde de lo que pretendía levantarme, pero supongo que eso es lo normal en un día como hoy. Me estiro nuevamente, esperando que el día mejore a medida que avanzo en esta batalla interminable contra el desorden en mi pequeño rincón del mundo.

Despierto con un sobresalto, sintiendo una extraña sensación de desconcierto. Parpadeo varias veces, tratando de aclarar mi mente nublada por el sueño. Miro a mi alrededor, pero algo está muy mal. Este no es mi cuarto.

Las paredes están decoradas con pósteres que no reconozco, y la habitación está aún más desordenada que la mía, si eso es posible. Mi corazón comienza a latir más rápido mientras me doy cuenta de que algo está terriblemente mal.

Me levanto de la cama con un nudo en el estómago y camino tambaleante hacia el espejo en la pared. Lo que veo allí me deja sin aliento. No soy yo. El reflejo en el espejo muestra un cuerpo que no reconozco, un rostro que no es el mío

Pánico. Eso es lo que siento en este momento. Pánico y confusión. ¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo he llegado a este lugar? ¿Qué le ha pasado a mi cuerpo?

Intento recordar, pero mi mente es un torbellino de pensamientos confusos y recuerdos borrosos. No puedo entender lo que está sucediendo. ¿Es esto algún tipo de pesadilla?

Me tomo un momento para respirar profundamente y tratar de tranquilizarme. Necesito descubrir qué está pasando. Necesito encontrar respuestas. Pero por ahora, me encuentro atrapado en un lugar extraño, en un cuerpo que no es el mío, y la única certeza que tengo es que las cosas acaban de volverse mucho más complicadas.

Caigo al suelo con un golpe sordo, mi cabeza zumbando con confusión y miedo. Miro a mi alrededor, tratando de orientarme en esta extraña habitación que ahora parece más amenazante que nunca. Es entonces cuando mi mirada cae sobre un objeto que yace cerca de donde caí: un diario.

Lo recojo con manos temblorosas, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda mientras me preparo para descubrir lo que contiene. Abro el diario con cuidado y comienzo a leer las palabras escritas en su interior.

"Kaisen Leonheart", leo en la primera página. Sigo leyendo, absorbido por las palabras que describen la vida de este chico, su lucha constante por mantenerse a flote en un mundo que parece estar en su contra. Descubro que es huérfano, que ha pasado por más dificultades de las que puedo imaginar, que lucha cada día para pagar sus deudas y tener una vida normal.

Pero aparte de eso no descubrí nada realmente interesante hasta que leí que estaba enamorado de una chica de su escuela y la descripción junto con el nombre me dejo helado, Rias gremory.

Mi corazón se detiene por un momento al leer el nombre de la chica: Rias Gremory. Es como si un rayo de electricidad recorriera mi cuerpo, dejándome atónito. ¿Cómo es posible? ¿Cómo podría ser que Kaisen esté enamorado de un personaje de una serie de anime?

Mis pensamientos se agitan en un torbellino de confusión. ¿Es esto algún tipo de broma? ¿O hay algo más en juego aquí? Trato de encontrar alguna explicación lógica, pero nada parece tener sentido en este momento.

Con manos temblorosas, vuelvo a leer la descripción de Rias en el diario. Me quedo sin aliento al imaginarla, una belleza de cabello carmesí y ojos profundos, una figura misteriosa y encantadora que ha cautivado el corazón de Kaisen.

Pero la sorpresa no termina ahí. El diario menciona algo aún más desconcertante. Descubro que no solo Rias Gremory, sino la mayoría de los protagonistas de la serie "High School Dxd", son descritos en el diario como si fueran personas reales. Me siento como si estuviera perdiendo el contacto con la realidad, como si las líneas entre la ficción y la vida real se estuvieran difuminando peligrosamente.

Nombres como Issei Hyoudou, Akeno Himejima, Kiba Yuuto y otros más, todos personajes de la serie de anime aparecen en las páginas del diario con detalles sorprendentemente vívidos. Se describen sus personalidades, sus relaciones entre ellos como si fueran hechos reales, como si existieran en este mundo junto a él.

La confusión se convierte en un torbellino en mi mente. ¿Qué significa esto? ¿Cómo es posible que los personajes de un anime cobren vida en el mundo de Kaisen? Nada de esto tiene sentido, y la única explicación que se me ocurre es tan increíble como aterradora: ¿he transmigrado a otro mundo?

El miedo se instala en mi pecho, apretando como un puño helado. La idea de haber transmigrado suena absurda, pero mientras reviso una vez más las páginas del diario de Kaisen, empiezo a darle más crédito. Las detalladas descripciones, las interacciones tan realistas, el hecho de que estoy en un cuerpo que no es el mío... Todo apunta a algo fuera de lo común, algo que desafía la lógica de mi mundo anterior.

Transmigrar a otro mundo es un concepto que solo había conocido en las novelas y los mangas, pero ahora parece ser mi realidad. Estoy en el cuerpo de Kaisen Leonheart, viviendo su vida en un mundo que mezcla la cotidianidad con elementos de "High School Dxd". Un escalofrío recorre mi espalda mientras la magnitud de la situación se asienta en mi mente. Esto significa que las reglas que conocía ya no se aplican, y tengo que adaptarme rápidamente si quiero sobrevivir.

El miedo se convierte en pavor mientras pienso en las posibles consecuencias. Estoy atrapado en un mundo lleno de peligros sobrenaturales, rodeado de seres con poderes inimaginables. No tengo idea de cómo enfrentarme a esto, ni siquiera estoy seguro de quién soy en realidad en este momento. La sensación de estar atrapado, sin un camino claro de regreso a mi vida anterior, me envuelve como una niebla opresiva.

Me levanto del suelo con las piernas temblorosas, sintiendo la desesperación arañar mi mente. Si esto es realmente una transmigración, debo aprender a vivir en este nuevo mundo y entender las implicaciones de estar aquí. Pero ¿Cómo puedo hacerlo cuando cada fibra de mi ser está gritando que algo está terriblemente mal?

De repente, un dolor agudo atraviesa mi corazón al pensar en lo que he dejado atrás. Mi familia, mis amigos, todo lo que conocía y amaba... Desmoronarse parece inevitable. Los rostros de mis padres, el sonido de sus voces, los momentos compartidos, todo se siente como un sueño distante. Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos sin control. La realidad de lo que he perdido me golpea con una fuerza devastadora.

Me siento en el suelo, abrazando mis rodillas y dejando que el llanto me consuma. La desesperación de estar en un lugar extraño, sin saber si alguna vez volveré a ver a mi familia, me desgarra por dentro. La impotencia me envuelve y, por un momento, todo parece perdido.

El primer día es una mezcla de incredulidad y desesperación. Me despierto repetidamente con la esperanza de que todo haya sido una pesadilla, solo para encontrarme de nuevo en el desordenado cuarto de Kaisen. Cada esquina de la habitación parece un recordatorio de mi situación surrealista. Los pósteres de anime y las pilas de ropa sucia se convierten en símbolos de mi nueva y caótica realidad. Trato de encontrar consuelo en el diario, pero sus palabras solo profundizan mi sensación de pérdida y aislamiento. Me siento en la cama, abrazando mis rodillas, llorando hasta quedarme sin lágrimas.

Intento levantarme de la cama, pero mis piernas se sienten como plomo. El olor a comida rancia y ropa sucia me golpea, aumentando mi náusea y ansiedad. Camino tambaleante hacia el pequeño espejo en la pared y me enfrento a un rostro que no es el mío. La sensación de alienación es tan profunda que tengo que apoyarme en el escritorio desordenado para no caer.

La mañana transcurre en una niebla de confusión y tristeza. Cada objeto en la habitación es una evidencia de la vida de Kaisen, una vida que ahora estoy obligado a vivir. Las figuras de acción y los libros de texto esparcidos parecen burlarse de mi situación. Cada intento de ordenar mis pensamientos termina en más lágrimas y desesperación.

A mediodía, el hambre me obliga a buscar algo de comer. Encuentro restos de pizza fría y latas de refresco medio vacías. Me siento en el suelo, comiendo de manera mecánica, sin realmente saborear nada. Cada bocado es acompañado por pensamientos de mi familia y amigos, y el dolor de saber que están fuera de mi alcance.

Por la tarde, el agotamiento emocional me alcanza. Intento distraerme con la televisión y los videojuegos de Kaisen, pero nada logra capturar mi atención. Todo parece superficial e insignificante comparado con la magnitud de mi situación. Me acuesto en la cama, mirando el techo, dejando que la desesperación me consuma.

A medida que cae la noche, el cuarto se siente aún más opresivo. La falta de luz acentúa el desorden y la suciedad. El sonido de la ciudad afuera, usualmente tan familiar, ahora parece distante y ajeno. Me encojo bajo las sábanas, deseando más que nada despertar en mi propia cama, en mi propia vida.

El primer día termina con lágrimas silenciosas y un peso abrumador en mi pecho. La realidad de mi situación se asienta firmemente, dejando una sensación de vacío y desesperanza. Me duermo con el rostro húmedo por las lágrimas, esperando, contra toda esperanza, que el día siguiente traiga algún alivio o al menos una pizca de claridad.

El segundo día es peor que el primero. Me despierto con los ojos hinchados y una sensación de vacío que pesa en mi pecho. La falta de sueño y la constante angustia me pasan factura. La luz del sol se cuela por las cortinas raídas, pero no me proporciona consuelo alguno. Todo parece borroso, y por un momento, espero haber regresado a mi propia vida. Pero la habitación desordenada y el cuerpo ajeno me devuelven a la cruda realidad.

Me siento apático, incapaz de reunir la energía para hacer cualquier cosa productiva. Intento levantarme de la cama, pero mis piernas tiemblan bajo el peso de mi desesperación. La habitación parece más caótica que el día anterior, y el desorden me resulta aún más opresivo.

El hambre finalmente me obliga a buscar comida, pero incluso esta tarea simple se siente monumental. Camino como un autómata hacia la pequeña cocina, donde encuentro algunos bocados de comida rápida a medio comer y latas de refresco. La comida es insípida, pero me esfuerzo en tragar cada bocado, sabiendo que necesito mantenerme fuerte.

Cada masticación es acompañada por pensamientos de mi familia y amigos, y el dolor de saber que están fuera de mi alcance. Imagino sus rostros, sus voces, y el nudo en mi garganta se hace más grande. Me desplomo en una silla, incapaz de hacer otra cosa que no sea mirar al techo y dejar que las lágrimas que fluyen libremente. La soledad se siente abrumadora, y el miedo al futuro se cierne sobre mí como una sombra.

Intento distraerme con la televisión y los videojuegos de Kaisen, pero nada logra capturar mi atención. Los colores y sonidos se mezclan en un ruido de fondo que apenas registro. Todo parece superficial e insignificante comparado con la magnitud de mi situación.

El dolor de la pérdida y la desesperanza me paralizan, y paso gran parte del día simplemente mirando el techo, sintiendo el peso del mundo sobre mis hombros. La habitación se convierte en una prisión, cada objeto un recordatorio de la vida de Kaisen que ahora tengo que vivir.

Por la tarde, la desesperación se convierte en una pesada nube que me envuelve. Salgo de la habitación, tambaleándome por el pequeño departamento, pero cada rincón parece más opresivo que el anterior. Intento encontrar alguna pista, algún indicio de cómo volver a mi propio mundo, pero todo esfuerzo parece inútil. Me siento más perdido y solo que nunca.

El día termina con una sensación de agotamiento abrumador. Regreso a la cama, abrazando mis rodillas y dejando que el llanto me consuma una vez más. La oscuridad de la noche se siente impenetrable, y el miedo a lo desconocido sigue acechando en cada sombra. Me quedo dormido con el rostro húmedo por las lágrimas, esperando que el día siguiente traiga algún alivio, aunque una parte de mí teme que este tormento no tenga fin.

El tercer día comienza con un rayo de esperanza que rápidamente se apaga. Me despierto sintiendo una momentánea chispa de determinación, pero la realidad se asienta con una fuerza aplastante. Me encuentro todavía en el desordenado cuarto de Kaisen, atrapado en un cuerpo que no es el mío, en un mundo que no comprendo. El dolor de lo que he perdido y la desesperación por lo desconocido me envuelven como una manta pesada.

La falta de sueño y la constante angustia han dejado huellas profundas. Me siento exhausto, tanto física como emocionalmente. Las sombras bajo mis ojos son oscuras y profundas, reflejando las noches sin descanso y las lágrimas incesantes. Intento levantarme de la cama, pero mis movimientos son lentos y torpes, como si mi cuerpo estuviera luchando contra una fuerza invisible.

El hambre vuelve a ser una necesidad urgente, pero encontrar algo comestible se siente como una tarea hercúlea. Revuelvo la cocina, encontrando solo restos de comida rápida y latas de refresco. El sabor metálico y rancio de la pizza fría es apenas soportable, pero como sin pensar, solo para mantener mi cuerpo en funcionamiento. Cada bocado se siente como un recordatorio de mi situación precaria.

A medida que el día avanza, la desesperación se convierte en una pesada nube que me envuelve. Intento encontrar alguna salida, alguna pista en el diario de Kaisen que pueda devolverme a mi mundo, pero cada página revisada solo refuerza la realidad de que estoy atrapado aquí. El dolor de la pérdida y la desesperanza me paralizan. Paso gran parte del día simplemente mirando el techo, sintiendo el peso del mundo sobre mis hombros.

Por la tarde, la tristeza se convierte en una presencia constante. Pienso en mis padres, en sus rostros cuando se den cuenta de que he desaparecido, en los momentos que ya no compartiré con ellos. Las lágrimas fluyen una vez más, silenciosas y amargas. Me siento en el suelo, abrazando mis rodillas y dejando que el llanto me consuma. La sensación de estar atrapado, sin un camino claro de regreso a mi vida anterior, es abrumadora.

Me desplazo por el pequeño departamento, tambaleándome de una habitación a otra, pero cada rincón parece más opresivo que el anterior. Intento distraerme con la televisión, pero los colores y sonidos se mezclan en un ruido de fondo que apenas registro. Todo parece superficial e insignificante comparado con la magnitud de mi situación.

Finalmente, al anochecer, el agotamiento me alcanza. Me desplomo junto a la cama, incapaz de reunir la energía para seguir adelante. Las lágrimas vuelven, pero esta vez fluyen silenciosamente, una liberación lenta de la desesperación acumulada. Mientras miro el techo, una pequeña voz dentro de mí susurra que debo seguir adelante, que debo encontrar una manera de sobrevivir en este nuevo mundo. Pero en ese momento, todo lo que siento es el peso abrumador de lo que he perdido y el temor paralizante de lo que está por venir.

El tercer día termina con una sensación de vacío profundo. Me acurruco en la cama, dejando que la oscuridad de la noche me envuelva. El miedo y la tristeza se mezclan en un torbellino de emociones, y mientras cierro los ojos, la esperanza parece más lejana que nunca. Me duermo con el rostro húmedo por las lágrimas, esperando, contra toda esperanza, que el día siguiente traiga algún alivio o al menos una pizca de claridad.

Finalmente, el agotamiento me arrastra al sueño. Es un alivio momentáneo escapar de la realidad, pero pronto me encuentro en un lugar conocido: mi antigua casa. Todo está exactamente como lo recuerdo, desde los muebles hasta el aroma familiar de la cocina de mi madre.

De repente, escucho la voz grave y firme de mi padre. Me giro y lo veo de pie frente a mí, con una expresión severa pero familiar. Su presencia es imponente, como siempre lo ha sido, y aunque estoy soñando, siento un nudo en el estómago.

—¿Qué demonios estás haciendo? —Me pregunta con una voz que no admite evasivas.

Intento explicarle, contarle lo que me ha pasado, pero las palabras se atascan en mi garganta. Mi padre me interrumpe antes de que pueda formar una frase coherente.

—Deja de ser un marica —Dice con un tono que mezcla desaprobación y desafío. —¿Vas a rendirte así de fácil? ¿Vas a dejar que esto te derrote? —

Sus palabras me golpean como un mazazo. Siento la vergüenza y la culpa arremolinarse dentro de mí. Intento defenderme, pero no tengo la fuerza ni la convicción.

—Si no te levantas y sigues adelante, encontraré la manera de ir hasta allí —Continúa, su voz subiendo de tono —Y cuando te encuentre, te daré la paliza de tu vida. Desearás estar muerto antes de que termine contigo —

Su mirada es dura, implacable, pero también hay un destello de algo más en sus ojos: preocupación, quizás incluso amor. Es su forma retorcida de motivarme, de recordarme que soy más fuerte de lo que creo.

Despierto bruscamente, con el corazón latiendo con fuerza y el sudor perlándome la frente. La habitación de Kaisen se siente más fría y hostil que nunca, pero las palabras de mi padre resuenan en mi mente. Deja de ser un marica. Levántate y sigue adelante.

El miedo y la tristeza todavía están ahí, pero algo dentro de mí cambia. No puedo seguir dejándome vencer por la desesperación. Mi padre tiene razón, de una manera brusca y brutal. No puedo rendirme, no puedo dejar que esto me destruya. Debo encontrar una manera de sobrevivir y adaptarme, por muy imposible que parezca.

Me levanto de la cama con determinación renovada. La situación sigue siendo aterradora y confusa, pero ya no puedo permitirme el lujo de paralizarme. Debo enfrentar este nuevo mundo y buscar soluciones. No sé qué me espera, pero sé que no puedo seguir huyendo.

El día siguiente será un nuevo comienzo. Por ahora, tengo que ser fuerte. Por mí mismo, por Kaisen, y por la promesa implícita de que algún día encontraré el camino de regreso a mi familia.

Aunque la idea de no poder volver a casa me aterra, sé que debo seguir adelante. La realidad de mi situación es desgarradora: estoy atrapado en un mundo desconocido, en el cuerpo de otra persona, sin ninguna certeza de lo que me espera. Pero permitir que el miedo me consuma solo me llevará a la ruina.

Me enfrento al hecho de que tal vez nunca regresaré a mi hogar, y aunque esa verdad es dolorosa, también es liberadora en cierto sentido. Me obliga a aceptar mi nueva realidad y a buscar formas de hacer frente a los desafíos que se avecinan. No puedo permitirme quedar estancado en la nostalgia y el arrepentimiento. Debo encontrar la fuerza para seguir adelante, incluso cuando el futuro parezca incierto y aterrador.

Con esa determinación en mente, me levanto de la cama y me preparo para enfrentar el día. No sé qué me deparará el futuro, pero estoy decidido a encontrar una manera de sobrevivir en este mundo extraño. Quizás nunca pueda volver a casa, pero eso no significa que no pueda encontrar un nuevo hogar aquí, entre las sombras y los secretos de este universo. Por ahora, eso es suficiente para mantenerme en marcha.

El cuarto día comienza con una sensación de propósito renovado. La determinación que surgió en el sueño con mi padre todavía arde en mi interior. Aunque la idea de no poder regresar a casa me sigue doliendo, sé que debo seguir adelante y adaptarme a esta nueva vida. Y lo primero que debo hacer es limpiar este chiquero.

Me levanto de la cama y miro alrededor del cuarto con una mezcla de desagrado y resolución. El desorden es abrumador: ropa sucia tirada por todos lados, restos de comida y latas vacías esparcidas por el suelo, y una capa de polvo cubriendo cada superficie. No puedo pensar con claridad en medio de este caos.

Comienzo por recoger la ropa sucia. Encuentro una bolsa de basura y empiezo a llenarla con camisetas, pantalones y calcetines. Mientras trabajo, trato de imaginar cómo era la vida de Kaisen antes de que yo llegara. ¿Cómo pudo vivir en tal desorden? La pregunta se queda sin respuesta, pero ahora eso es irrelevante. Esta es mi vida ahora, y necesito orden.

Paso a limpiar los restos de comida. Encuentro trozos de pizza endurecida, envoltorios de hamburguesas y varias latas vacías de refresco. Me siento asqueado, pero continúo recogiendo todo, depositando los desechos en otra bolsa de basura. El olor a comida rancia empieza a disiparse, y con cada desecho que recojo, siento que el peso en mi pecho disminuye ligeramente.

Luego, me ocupo del polvo. Encuentro un trapo y empiezo a limpiar las superficies: el escritorio, la estantería, la mesita de noche. Cada pasada del trapo revela un poco más del mobiliario que había estado oculto bajo la mugre. También organizo los libros, alineándolos de manera ordenada. Pero al menos ahora el cuarto comienza a parecer más habitable.

Mientras continúo limpiando, me encuentro con las figuras de acción y los pósteres de anime. Me detengo y los observo por un momento. No son míos, y aunque no comparten mi gusto, entiendo que eran importantes para Kaisen. Me siento un poco culpable por haber considerado deshacerme de ellos. Esta habitación, este espacio, era su refugio.

Decido que lo correcto es conservarlas. Organizo las figuras de acción en estantes y enderezo los pósteres en las paredes. Aunque no significan nada para mí, significaban algo para Kaisen. Este cuerpo y esta vida son suyos, y le debo ese respeto.

Finalmente, abro las ventanas para dejar que entre aire fresco. La brisa lleva consigo un soplo de vida, y el cuarto se siente menos sofocante. Me tomo un momento para respirar profundamente y disfrutar de la sensación de limpieza y orden. La luz del sol que entra por las ventanas hace que todo parezca un poco más brillante, un poco más esperanzador.

Cuando termino, me siento en la cama y miro alrededor, satisfecho con el trabajo realizado. El cuarto ya no se siente como una prisión caótica. Es un pequeño paso, pero es un paso en la dirección correcta. Tal vez no pueda controlar todo lo que me está pasando, pero al menos puedo controlar mi entorno inmediato.

Con el cuarto limpio, me siento un poco más capaz de enfrentar lo que venga. La limpieza no solo ha ordenado el espacio físico, sino también mi mente. Me siento más preparado para los desafíos que este nuevo mundo tiene para mí. Mañana será otro día, lleno de incertidumbre, pero por hoy, he logrado algo tangible y eso me da esperanza.

Una vez que la limpieza está hecha y la habitación se siente más habitable, me doy cuenta de que necesito enfrentar la realidad práctica de mi situación. Si voy a sobrevivir en este nuevo mundo, necesito dinero. Decido buscar en la habitación algo que me ayude: efectivo, tarjetas de crédito o cualquier cosa que pueda usar.

Comienzo por revisar los cajones del escritorio. Entre los lápices, cuadernos y papeles sueltos, encuentro una billetera. La abro y reviso su contenido: algunas monedas, una identificación a nombre de Kaisen Leonheart y, afortunadamente, una tarjeta de débito. Siento una mezcla de alivio y nerviosismo. Este pequeño hallazgo podría ser crucial para mi supervivencia, pero también me recuerda que estoy viviendo una vida que no es la mía.

Sigo buscando en el resto de la habitación. Reviso la mesita de noche y encuentro algunos billetes arrugados que, aunque no son mucho, podrían ser útiles. Reviso el armario y encuentro una pequeña caja metálica escondida en un rincón. La abro y descubro algo más de dinero en efectivo, junto con algunas fotos y recuerdos personales de Kaisen.

Me detengo un momento para observar las fotos. Veo imágenes de Kaisen con amigos, quizás compañeros de escuela, y me siento un poco intruso, pero también más conectado con la vida que ahora debo vivir. Me guardo el dinero y la tarjeta en la billetera, asegurándome de mantener todo en orden.

La próxima parada es la cocina. Reviso los cajones y gabinetes, buscando algún escondite secreto donde Kaisen podría haber guardado más dinero. No encuentro mucho, solo algunas monedas sueltas, pero cada centavo cuenta. Siento una mezcla de desesperación y determinación. Necesito encontrar una manera de estabilizarme financieramente hasta que pueda descubrir un plan a largo plazo.

Finalmente, me siento en la pequeña mesa de la cocina, la billetera en la mano. Reviso de nuevo su contenido: identificación, algo de efectivo y la tarjeta de débito. Me pregunto cuánto dinero tendrá en su cuenta bancaria. Si es suficiente para cubrir las necesidades básicas, podré ganar algo de tiempo para averiguar qué hacer a continuación.

Decido que mañana iré al banco a averiguar el saldo de la cuenta y a retirar algo de dinero si es posible. Este pequeño paso me da un sentido de propósito y dirección, aunque la incertidumbre sobre lo que vendrá después sigue acechando en mi mente.

Me levanto, guardo la billetera con cuidado y me preparo para enfrentar el resto del día. Todavía hay mucho que no sé y mucho que necesito descubrir, pero al menos ahora tengo un pequeño plan. Cada pequeña acción cuenta, y por ahora, eso es suficiente para mantenerme en marcha.

El golpeteo en la puerta me sobresalta, y cuando la abro, me encuentro con la casera de aspecto severo y poco amigable. Sus ojos me escrutan con una expresión que no augura buenas noticias, y mi corazón se acelera ante la posibilidad de un problema más.

Ella, con su tono directo y sin rodeos, me informa que debo la renta. Mis entrañas se retuercen ante la noticia. No había tenido la oportunidad de enfrentar este tema, y ahora me encuentro en una situación comprometida. No tengo idea de cuánto dinero tengo disponible en la tarjeta de débito de Kaisen, y la idea de enfrentar a la casera sin una solución clara me llena de ansiedad.

Trato de mantener la compostura, pero mis manos tiemblan ligeramente mientras busco palabras para responder —Lo siento, no estaba al tanto de eso —Digo, tratando de ocultar mi nerviosismo detrás de una máscara de calma —Voy a revisar mi situación financiera y le pagaré lo que debo lo más pronto posible —

La casera me observa con una mezcla de desconfianza y desdén, como si no creyera ni por un segundo en mi palabra —Es mejor que lo haga rápido. Si no puede pagar, me veré obligada a tomar medidas más drásticas —Responde con frialdad antes de marcharse, dejándome solo con mis preocupaciones.

Cierro la puerta con cuidado, sintiendo el peso de la situación caer sobre mis hombros. No tengo tiempo que perder. Necesito ir al banco lo antes posible para averiguar cuánto dinero tengo disponible y si puedo cubrir la deuda pendiente. Esta es solo una de las muchas pruebas que enfrentaré en este nuevo mundo, pero estoy decidido a enfrentarla con valentía y determinación.

Después de unos minutos de reflexión y recuperándome del impacto de la visita de la casera, decido que lo mejor es ir al banco para averiguar el saldo de la cuenta de Kaisen y si puedo retirar algo de dinero para pagar la renta atrasada. Me pongo los zapatos y salgo del departamento, con la mente llena de preocupaciones y preguntas sobre cómo navegar por esta nueva ciudad.

Una vez afuera, me doy cuenta de lo perdido que estoy. La ciudad es desconocida para mí, y las calles están llenas de gente yendo y viniendo en todas direcciones. Trato de recordar si Kaisen mencionó algo sobre la ubicación del banco, pero mi mente está en blanco.

Decido preguntar a algunas personas que pasan por la calle, pero la mayoría parece apurada o simplemente no me presta atención. Me siento cada vez más frustrado y desorientado, sin saber qué hacer a continuación.

Finalmente, veo un cajero automático en una esquina cercana. Es una solución temporal, pero al menos podré verificar el saldo de la cuenta de Kaisen y tomar decisiones basadas en esa información.

Me acerco al cajero automático y sigo las instrucciones en la pantalla. Inserto la tarjeta de débito y espero nerviosamente mientras el sistema procesa la información. Finalmente, aparece el saldo de la cuenta de Kaisen en la pantalla.

Mi corazón se hunde cuando la pantalla del cajero automático muestra un saldo de cero. Cierro los ojos, intentando controlar la ola de desesperación que amenaza con abrumarme. La tarjeta de débito de Kaisen está vacía, y no tengo ningún otro recurso financiero a mi disposición.

Me retiro del cajero automático, sintiéndome derrotado. La situación se ha vuelto aún más desesperada de lo que había anticipado. Sin dinero en la cuenta, no tengo forma de pagar la renta atrasada, y la casera no parece ser alguien que espere pacientemente.

Mientras camino de regreso al departamento, trato de pensar en posibles soluciones. Necesito encontrar una manera de ganar dinero rápidamente, pero en un mundo donde apenas entiendo cómo funcionan las cosas, esa tarea parece monumental. Mis pensamientos vuelven una y otra vez a la misma pregunta: ¿Qué haría Kaisen en esta situación?

De vuelta en el departamento, me siento en la cama y reviso nuevamente la billetera de Kaisen, esperando encontrar alguna pista o solución que se me haya pasado por alto. No hay nada más que pueda usar. La realidad de la situación golpea con fuerza: estoy solo y sin recursos en un mundo extraño.

Decido que mi mejor opción es buscar trabajo. Necesito encontrar alguna manera de ganar dinero, aunque sea temporalmente, para cubrir las necesidades básicas y la renta. Salgo nuevamente del departamento, decidido a explorar la ciudad en busca de oportunidades de empleo.

Camino por las calles, observando los escaparates y los letreros de "Se busca personal". Cada vez que veo uno, entro y pregunto si hay alguna posición disponible. La mayoría de las veces, me rechazan cortésmente, pero sigo intentando, movido por la desesperación.

Después de la desalentadora experiencia en el cajero automático y de pasar horas buscando trabajo sin éxito, decido que necesito algo de tiempo para pensar y reagruparme. Con lo poco de dinero en efectivo que encontré en el departamento, decido ir a una tienda de 100 yenes. Necesito algunos suministros básicos y, al menos, un pequeño respiro de la tensión abrumadora.

Camino por las calles de la ciudad, todavía sintiéndome perdido y fuera de lugar. Las calles están llenas de vida, pero me siento desconectado de todo y todos a mi alrededor. Finalmente, encuentro una tienda de 100 yenes y entro, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. La tienda es pequeña y está bien iluminada, con estantes repletos de artículos baratos que van desde comida hasta productos de limpieza.

Agarro una canasta y empiezo a caminar por los pasillos, recogiendo lo que necesito. Compro algunos fideos instantáneos, pan, y unas botellas de agua. También recojo algunos productos de limpieza adicionales, ya que el departamento aún podría necesitar un poco más de orden. Mientras camino por los pasillos, mi mente sigue dando vueltas en busca de una solución a mis problemas financieros.

En uno de los pasillos, veo cuadernos y bolígrafos y recuerdo la idea del diario de Kaisen. Me pregunto si debería empezar a llevar mi propio diario, para tratar de organizar mis pensamientos y planear mis siguientes pasos. Al final, decido no gastar el poco dinero que tengo en eso; cada yen cuenta en este momento.

Llego a la caja registradora y pago mis compras, sintiendo una punzada de ansiedad al ver cómo disminuye aún más mi escaso dinero. La cajera me sonríe cortésmente mientras me entrega las bolsas, y salgo de la tienda con la carga ligera pero pesada de mis preocupaciones.

Camino de regreso al departamento con las bolsas en la mano, tratando de pensar en mi próximo movimiento. Tal vez mañana tendré más suerte en la búsqueda de trabajo, o quizás encontraré otra manera de ganar algo de dinero. Por ahora, al menos tengo algo de comida y productos básicos que me permitirán seguir adelante un poco más.

De vuelta en el departamento, coloco mis compras en la pequeña cocina y preparo un paquete de fideos instantáneos. Mientras espero observo cómo el agua hierve lentamente, me siento en la mesa y trato de organizar mis pensamientos. Necesito encontrar una manera de estabilizarme en este mundo, de sobrevivir y, con suerte, de prosperar algún día. Mientras espero, me doy cuenta de la necesidad urgente de racionar mi comida. No sé cuándo podré conseguir más dinero, así que cada bocado debe ser cuidadosamente calculado.

Una vez que los fideos están listos, sirvo solo la mitad en un tazón y guardo el resto en la nevera. El aroma es tentador, y mi estómago ruge en respuesta, pero me obligo a mantener el control. Debo asegurarme de que esta comida dure el mayor tiempo posible, y aunque sigue habiendo mucha incertidumbre en mi vida, decido que no puedo permitirme rendirme.

Me siento en la mesa y empiezo a comer lentamente, saboreando cada bocado. La comida es simple y no particularmente deliciosa, pero es reconfortante de alguna manera. Mientras como, mi mente sigue girando en torno a mi situación y a los próximos pasos que debo tomar.

Termino de comer la mitad de los fideos y dejo el tazón en el fregadero. Me tomo un momento para respirar profundamente y centrarme. Necesito un plan, algo concreto que me permita avanzar en esta situación complicada.

Decido que mañana saldré nuevamente a buscar trabajo, explorando áreas de la ciudad que aún no he visitado. Quizás haya alguna oportunidad que no he descubierto. También consideraré otras formas de ganar dinero: trabajos temporales, tareas ocasionales, cualquier cosa que me permita obtener ingresos.

Con la determinación renovada, paso el resto de la tarde y la noche revisando el departamento en busca de cualquier otro recurso que pueda haber pasado por alto. Ordeno los papeles de Kaisen, buscando cualquier indicio de ahorros o contactos que puedan ayudarme. Desafortunadamente, no encuentro nada útil.

Kaisen luchó por su vida aquí, y ahora es mi turno de hacer lo mismo, incluso si nunca puedo regresar a casa. Mañana será un nuevo día, y debo enfrentar cada desafío con la misma determinación y coraje que él mostró.

Antes de acostarme, hago un inventario mental de los suministros que tengo y calculo cuánto tiempo podrán durar si raciono cuidadosamente cada comida. Aunque la situación es desesperada, siento una pequeña chispa de esperanza. Al menos tengo un plan y la voluntad de seguir adelante.

Finalmente, me tumbo en la cama, agotado tanto física como emocionalmente. Mientras el sueño se apodera de mí, me digo a mí mismo que, aunque el camino por delante es incierto y lleno de desafíos, no me rendiré. Mañana será un nuevo día, una nueva oportunidad para encontrar una solución y avanzar un poco más hacia la estabilidad en este mundo desconocido.

El siguiente día comienza con una renovada sensación de determinación, aunque una parte de mí sigue sintiendo el peso de la incertidumbre. Desayuno con la otra mitad de los fideos que había guardado, tratando de comer lentamente para hacer que la sensación de saciedad dure más tiempo. Luego, salgo del departamento para continuar mi búsqueda de trabajo.

Recorro las calles con más energía que el día anterior, decidido a no dejar piedra sin voltear. Visito tiendas, cafés, restaurantes, y pequeños negocios, pero en todas partes recibo la misma respuesta: no hay vacantes disponibles. Cada rechazo es un golpe a mi moral, pero trato de mantenerme enfocado y positivo. Debo seguir intentándolo.

El día avanza, y mi estómago comienza a gruñir. Tomo un descanso en un parque cercano, sentado en un banco mientras observo a las personas que pasan. Me siento desconectado de su mundo, como si estuviera atrapado en una burbuja de desesperación que nadie más puede ver.

Después de un breve descanso, me levanto y continúo con mi búsqueda. Entro en una tienda de conveniencia, con la esperanza de que necesiten personal, pero me informan que ya tienen suficiente ayuda. Salgo con una sensación de desánimo, mis recursos y energía disminuyendo rápidamente.

La tarde se convierte en noche, y no he encontrado nada. Mi frustración crece, junto con el miedo a lo desconocido. La idea de enfrentar a la casera sin dinero para pagar la renta me asusta, pero trato de recordar las palabras de mi padre en el sueño: debo seguir adelante.

Regreso al departamento, agotado y hambriento. Preparo otro paquete de fideos instantáneos, dividiéndolo en dos para tener suficiente para mañana. Mientras como, me siento derrotado, pero también obstinado. No puedo darme el lujo de rendirme.

Antes de acostarme, hago una lista mental de lugares que aún no he visitado y decido que mañana exploraré esas áreas. Tal vez encuentre algo, cualquier cosa, que pueda ayudarme a salir de esta situación desesperada. Me tumbo en la cama, mirando al techo y tratando de no dejarme abrumar por la ansiedad.

Mientras el sueño se apodera de mí, me repito a mí mismo que debo mantenerme fuerte y seguir adelante. No importa cuán difícil sea, debo encontrar una manera de sobrevivir y, eventualmente, prosperar en este nuevo mundo. Mañana será otro día de lucha, pero cada día que pasa es una oportunidad para cambiar mi suerte.

El siguiente día no trajo mejoras. Me desperté temprano, decidido a seguir buscando trabajo, pero las horas pasaron y cada puerta que toqué se cerró en mi cara. Mi estómago rugía con hambre, y el poco dinero que tenía se estaba agotando rápidamente.

La frustración y el miedo comenzaron a acumularse, y cuando la noche llegó, me encontré vagando por las calles, incapaz de enfrentar el regreso al departamento vacío y las preocupaciones que allí me esperaban. La ciudad se veía diferente de noche: las luces brillaban intensamente, y la energía era palpable, pero para mí, todo se sentía sombrío y desesperanzador.

Las tiendas estaban cerradas, y los pocos lugares que permanecían abiertos no tenían interés en contratar a alguien sin experiencia o recomendaciones. La realidad de mi situación era clara: estaba en un lugar extraño, sin recursos y sin idea de cómo iba a sobrevivir.

Mientras caminaba, mis pensamientos volvían una y otra vez a mi familia. Me dolía pensar en ellos, preguntándome cómo estarían y si sabrían que yo estaba en un lugar tan lejos y tan ajeno. La tristeza y la desesperación amenazaban con abrumarme.

Decidí sentarme en un banco en un parque poco iluminado, tomando un respiro. Me envolví en mi abrigo, tratando de protegerme del frío nocturno, y miré hacia el cielo, buscando alguna señal de esperanza. Me sentía completamente solo, pero sabía que no podía rendirme. La voz de mi padre resonaba en mi mente, instándome a seguir adelante.

Después de un rato, me levanté y continué caminando, sin rumbo fijo. Las calles estaban más vacías ahora, y la ciudad parecía más silenciosa. De alguna manera, la tranquilidad de la noche me permitió ordenar mis pensamientos. Necesitaba un nuevo enfoque, una nueva estrategia para enfrentar esta situación. Esos fueron mis últimos recuerdos lúcidos, antes de que todo se volviera borroso.

Desperté bruscamente, sintiendo el frío de la habitación en mi piel desnuda. Mis ojos se abrieron de golpe y, al mirar alrededor, me encontré en mi habitación. La familiaridad del entorno me trajo un breve momento de consuelo, pero solo duró un segundo antes de que notara algo aún más desconcertante: Rias Gremory estaba a mi lado, también desnuda, durmiendo plácidamente.

El pánico se apoderó de mí. Mi mente trataba de comprender lo que estaba viendo. ¿Cómo había llegado aquí? ¿Y por qué Rias, una de las protagonistas de "High School Dxd", estaba conmigo? Traté de moverme sin hacer ruido, pero cada pequeño movimiento parecía un estruendo en el silencio de la habitación.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y una mezcla de miedo y confusión me invadió. ¿Había sido esto un sueño extraño? ¿O de alguna manera, en medio de la desesperación y el agotamiento, algo inexplicable había sucedido? Pero antes de que pudiera pensar más, un golpe sonó en la puerta. El sonido me sacó de mi aturdimiento y me puso en alerta inmediata.

Me apresuré a ponerme los pantalones, tratando de hacer el menor ruido posible para no despertar a Rias. Mi mente seguía en un torbellino de confusión y pánico, pero sabía que tenía que enfrentar lo que fuera que estaba detrás de la puerta. Me acerqué lentamente y la abrí solo un poco, lo suficiente para ver a la casera parada allí, su expresión tan severa como siempre.

—Señor Leonheart, ¿ha conseguido el dinero para la renta? —Preguntó sin preámbulos, su tono impaciente.

Mi corazón se hundió. La realidad de mi situación financiera seguía siendo una carga pesada — Lo siento, señora, estoy haciendo todo lo posible para conseguir el dinero. No tengo intención de faltar a mi responsabilidad, pero las cosas son complicadas en este momento —Dije, tratando de sonar convincente y calmado, aunque por dentro me sentía desesperado.

La casera frunció el ceño, claramente no satisfecha con mi respuesta —Necesito el dinero pronto, no puedo seguir esperando. Si no lo tiene en los próximos días, tendré que tomar medidas —

Asentí, sintiendo la presión aumentar —Entiendo. Haré todo lo posible para conseguirlo pronto —

La casera miró por encima de mi hombro y vio a Rias Gremory, quien estaba ahora despierta y de pie en la puerta del dormitorio. Su expresión se volvió aún más severa y sus ojos se entrecerraron — ¿Así que no tienes para la renta, pero sí para mujerzuelas? —Dijo con desdén —Será mejor que pagues al finalizar el día o te echaré a la calle —Dijo con voz fría y cortante.

El comentario de la casera me golpeó como un puñetazo en el estómago. Sentí el calor del rubor subir por mi rostro mientras trataba de procesar sus palabras. ¿Cómo podía insinuar algo así? Mi mente se llenó de indignación y vergüenza, pero también de miedo. La amenaza implícita era clara: si no pagaba la renta, me echaría a la calle.

Traté de encontrar las palabras adecuadas para responder, pero me quedé sin aliento. ¿Qué podía decir en mi defensa? No había manera de explicarle la verdad detrás de mi situación sin sonar completamente delirante. La casera no estaba interesada en escuchar excusas; quería su dinero.

—Lo siento, pero no es lo que usted piensa... —Intenté decir, pero ella me cortó con un gesto brusco.

—No quiero oírlo. Las excusas no pagarán tu renta, joven. Tienes hasta el final del día de hoy para conseguir el dinero, o tendrás que buscar otro lugar donde quedarte —Y con eso, se dio la vuelta y se marchó, cerrando la puerta con un golpe.

Asentí con la cabeza, sintiendo el peso de su ultimátum. "Entendido, haré lo que pueda", murmuré, aunque por dentro estaba en pánico. ¿Cómo iba a conseguir el dinero en tan poco tiempo? La tarea parecía imposible, pero no tenía otra opción que intentarlo.

La casera se dio la vuelta y se marchó, dejándome con un nudo en el estómago y una sensación de impotencia abrumadora. Cerré la puerta detrás de la casera, me volví hacia Rias, sintiendo vergüenza por la forma en que me había visto tratando con la casera, quien se había levantado de la cama y ahora me miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Antes de que pudiera articular una respuesta, Rias habló, su voz suave pero cargada de intensidad —¿Eres pobre? —Preguntó directamente, su tono casi casual, pero las palabras golpearon como un martillo. Mi primer impulso fue retroceder, avergonzado por la directa pregunta. Mi corazón dio un vuelco ante su pregunta tan directa. ¿Cómo podía explicarle mi situación en este mundo extraño y sobrenatural? No sabía si podía confiar en ella completamente.

La pregunta me golpeó como un puñetazo en el estómago. Me sentí desnudo ante su mirada penetrante, como si cada centavo de mis deudas estuviera escrito en mi rostro. Tragué saliva, buscando desesperadamente las palabras adecuadas para responder.

Me sentí como si estuviera en el centro de un huracán, atrapado entre la vergüenza de mi situación y la necesidad de explicarme ante esta figura misteriosa que ahora estaba tan involucrada en mi vida. ¿Cómo podía explicarle que, aunque no siempre había sido así, me encontraba en una situación desesperada?

Tragué saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas para responder —Sí, en este momento estoy pasando por dificultades financieras —Admití finalmente, mi voz apenas un susurro cargado de pesar.

—Tenemos que hablar —Dijo, su tono serio pero amable —Por desgracia, estoy ocupada por el momento, recuerdo vagamente haberte visto en la escuela, ¿no es así? pero hablaremos cuando regresemos de vacaciones —

Asentí, agradecido por su disposición a escucharme y por su comprensión. Sabía que Rias tenía sus propias responsabilidades y compromisos, pero el simple hecho de saber que estaba dispuesta a ayudarme era un gran alivio.

Me sentí un poco desconcertado por la forma en que Rias manejaba la situación. Sus palabras parecían contener un matiz de preocupación genuina, pero también una distancia calculada. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué estaba tan interesada en ayudarme de repente?

—Así que, ¿podrías darme el número de tu cuenta bancaria? —Preguntó Rias, como si estuviera pidiendo algo tan mundano como la hora del día.

Me sentí un poco incómodo ante la solicitud, pero sabía que necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir en este momento. Así que, tragando mi orgullo, le di el número de mi cuenta bancaria, tratando de no pensar demasiado en lo que significaba. Su tono casual me desconcertó un poco, como si no fuera gran cosa para ella. ¿Realmente estaba dispuesta a ayudarme de esa manera?

—Gracias —Dijo Rias con una sonrisa reconfortante —No te preocupes, ahora eres parte de mi séquito. Tus problemas son mis problemas —

Sus palabras me dejaron frío. Antes de que pudiera procesar lo que había dicho, ella desapareció en un círculo de teletransportación, dejando atrás solo un leve resplandor. Me quedé mirando el lugar donde había estado, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Sus últimas palabras resonaban en mi mente. "Parte de mi séquito." Eso solo podía significar una cosa: me había convertido en un demonio.


Nota del autor:

¿Qué creen que le deparará el futuro a Kaisen? No se pierdan el próximo capítulo para averiguarlo.