Era ya tarde cuando sonaron golpes en la puerta de la habitación de Adrián y la voz de Nathalie susurró desde fuera:

—¿Adrián? ¿Sigues despierto?

El chico estaba ya en pijama, pero aún no se había dormido, porque había quedado con Ladybug. Abrió la puerta de todos modos, intrigado. Nathalie esperaba fuera, acompañada por el guardaespaldas, que venía cargado con varios cartapacios.

—No me había acostado todavía —respondió con una sonrisa—. ¿Todo va bien?

—Sí, sí, solo he venido a traerte algo que creo que te interesará. —Hizo un gesto al guardaespaldas y este entró en la habitación y depositó los cartapacios sobre la mesa—. Los he sacado del archivo para la exposición sobre tu padre que están organizando en la escuela Gabrielle Chanel, pero he pensado que quizá querrías echarles un vistazo primero.

—¿Qué es? —preguntó Adrián con curiosidad.

—Álbumes de recortes —explicó ella—. En los tiempos en los que tu padre inició su carrera, muy pocos periódicos y revistas tenían versión digital. Así que siempre intentábamos conseguir una copia en papel de todos los artículos, entrevistas y reportajes que salían en prensa para nuestro archivo.

Adrián había empezado a hojear los cartapacios sin mucho interés.

—Me parece bien que los dones a la exposición, si es un evento en reconocimiento a la carrera de mi padre —comentó—. Yo no tengo nada que decir al respecto, en realidad.

Nathalie sonrió.

—Es lo que pensaba, pero quería enseñártelos de todos modos. Y, sobre todo, quería pedirte permiso para prestar ese archivador en particular —añadió, señalando un cartapacio de color verde.

Adrián se volvió para mirarlo con curiosidad.

—¿Este? —preguntó, tomándolo entre las manos—. ¿Por qué? ¿Qué tiene de especial?

—Son recortes de revistas… del corazón. Artículos que fueron saliendo en prensa sobre la vida personal de tu familia, y no tanto sobre el trabajo de tu padre. Fue tu madre quien se encargó de hacer ese álbum porque pensaba que sería un bonito recuerdo para vosotros. Quizá quieras conservarlo, ahora que ellos ya no están… o quizá prefieras deshacerte de él porque te resulta demasiado doloroso. Hagas lo que hagas, el álbum es tuyo, y es tu decisión.

—Comprendo —murmuró Adrián, contemplando el archivador con un nuevo respeto—. Gracias, Nathalie. Lo miraré con calma, aunque creo… que será mejor que este álbum en concreto no salga de casa.

Ella asintió.

—También suponía que dirías eso. Te dejo descansar, pues. Ha sido un largo día.

—Sí —respondió Adrián—. Me alegro de que al final encontraseis los zapatos y de que todo haya salido bien en el ensayo. Seguro que el desfile del sábado será todo un éxito.

La expresión de Nathalie se suavizó.

—Eso espero —murmuró—. A veces me pregunto… —empezó, pero no llegó a terminar la frase.

—¿Sí?

Nathalie sacudió la cabeza.

—No era importante.

Adrián se quedó mirándola un momento. La mujer parecía cansada, abrumada por todas las responsabilidades. Siguiendo un impulso, la abrazó con fuerza.

—Gracias por todo, Nathalie.

Ella se mostró sorprendida al principio, pero después sonrió y le devolvió el abrazo.

—No tienes por qué darlas, Adrián.

—Sé que estos días he estado un poco… distante —prosiguió él—. Están pasando muchas cosas en mi vida últimamente, y supongo que me he encerrado en mí mismo. Lo siento.

—No pasa nada. Lo entiendo perfectamente. Lo importante es que todo vaya bien, que estés a gusto en tu nueva escuela y con tus amigos. Es así, ¿verdad?

—Sí —respondió él, aunque en el fondo no estaba muy seguro.

Ahora que lo pensaba, en el colegio casi no se relacionaba con nadie, excepto con Cérise. Y el tiempo que pasaba allí le parecía irreal, como si estuviese viviendo en un sueño, o en un paréntesis de su vida de verdad.

Los únicos momentos en los que sentía que vivía con plenitud eran los que pasaba transformado en Cat Noir… junto con Ladybug.

Frunció el ceño, pensativo. Tiempo atrás había tenido aquella misma sensación, pero se debía a que su vida diaria le resultaba opresiva y agobiante. Ya no era así, por suerte. Sin embargo, habían cambiado tantas cosas en los últimos tiempos… había descubierto tantos secretos oscuros… había perdido tanto… que no terminaba de asimilar la nueva realidad.

En aquellas circunstancias, su identidad secreta volvía a ser una tabla de salvación, un espacio seguro en el que refugiarse y encontrarse a sí mismo.

—Todo está bien —le aseguró sin embargo.

Ahora que ya podía descartar la posibilidad de que Nathalie fuese la persona que se ocultaba tras la máscara del Polillón, tal vez podría volver a confiar en ella y terminar de adaptarse a su nueva vida.

Nathalie sonrió de nuevo, le dio las buenas noches y salió de la habitación junto con el guardaespaldas. Cuando se quedó solo con Plagg, Adrián miró de soslayo los archivadores, prometiéndose a sí mismo que estudiaría el que contenía recortes sobre la vida personal de su familia.

Pero eso tendría que ser más tarde…, porque ahora tenía una cita con Ladybug. De modo que pronunció las palabras mágicas y, ya transformado en Cat Noir, escapó por la ventana.


Encontró a su compañera sentada en el alero del tejado, en el punto de reunión acostumbrado. A ella se le iluminó la cara con una sonrisa al verlo, y el corazón de Cat Noir empezó a latir un poco más deprisa. El hecho de que Ladybug se hubiese enamorado de él le parecía maravilloso. Si resultaba ser Marinette, sería un sueño hecho realidad. Pero no quería pensar demasiado en ello, por si estaba equivocado. Y, de todas formas, aunque la chica que se ocultaba tras la máscara de la superheroína fuese alguien completamente diferente…, él sabía que la querría de todas formas. Y que podría ser feliz a su lado.

Se sentó junto a ella.

—Buenas noches, milady.

—Buenas noches, gatito.

Cruzaron una mirada y una sonrisa, pero mantuvieron las distancias, porque tenían trabajo que hacer.

—Bien —empezó Ladybug—. La trampa se ha desarrollado como esperábamos y estoy bastante segura de que no hemos despertado sospechas. Seguimos sin conocer la identidad de la persona a la que nos enfrentamos, pero ya podemos ir descartando sospechosos.

—Nathalie no puede ser —terció Cat Noir, claramente aliviado.

Ladybug, en cambio, frunció el ceño.

—No, en efecto. Por un lado me alegro de saber que podemos contar con ella como aliada, pero por otro…, aún me cuesta darle un voto de confianza.

—¿Es porque fue Mayura?

—Sí, no… No solo por eso. Quiero decir… —Ladybug hizo una pausa, tratando de reordenar sus pensamientos—. Creó muchos sentiseres mientras estuvo actuando como Mayura. Copias de personas reales, pero seres vivos, al fin y al cabo. Y después… los hacía desaparecer con un chasquido de dedos, sin el menor remordimiento. —Se estremeció—. Sé que su deseo de proteger a Adrián es sincero, pero el hecho de que no mostrase compasión por las criaturas de cuya existencia era responsable… me resulta inquietante.

Cat Noir bajó la cabeza, pensativo.

—Imagino que hay gente a la que aún le cuesta comprender que no hay diferencia entre un ser humano y un sentiser —murmuró.

Ladybug sacudió la cabeza, no muy convencida.

—En todo caso, supongo que es bueno para Adrián que no siga haciendo maldades en la sombra, después de todo —concluyó—. Pero eso significa que tenemos que seguir buscando.

Cat Noir accedió a la galería de imágenes de su bastón y se lo tendió a su compañera para enseñarle las fotografías que había tomado en el Grand Palais.

—Todas estas personas estaban escondidas mientras Miss Zapatos hacía de las suyas —dijo—. Ninguna de ellas puede ser el Polillón.

Ladybug examinó las imágenes con interés.

—Vale, veo que faltan cuatro: Elodie, Tristan, Narcisa y Camille. No tengo controlados a los trabajadores del Grand Palais, claro, pero a estas alturas estoy bastante segura de que tiene que ser alguien relacionado con la escuela Gabrielle Chanel.

—La primera akumatizada fue una chica de allí, de hecho.

—Exacto, pero no solo eso. Estuve sonsacando a Francine mientras peleaba con ella. Dijo cosas… sobre el evento en general y sobre Marinette en particular.

Hizo una pausa y Cat Noir se volvió para mirarla.

—¿Sobre Marinette? —repitió.

Ladybug asintió.

—Estuve hablando con Marinette después del ensayo para confirmar alguna información… El caso es que me contó que circulan rumores acerca de ella y su relación con Adrián. Hay gente acusándola de cosas muy crueles a sus espaldas, y al principio pensaba que era algo espontáneo, que los alumnos de esa escuela son así de hipócritas y envidiosos, pero el caso es que… después de hablar con Francine… pienso que no es casual y que hay alguien en concreto está esparciendo esos rumores a propósito.

Cat Noir la escuchaba en silencio, horrorizado. Se dio cuenta de que estaba conteniendo el aliento y respiró hondo antes de preguntar:

—¿Rumores… sobre Marinette? ¿De qué tipo?

Ladybug hizo un gesto ambiguo.

—No tiene importancia.

Pero tenía la mirada triste, y a Cat Noir se le encogió el corazón.

—No me ha dicho nada —murmuró—. Quiero decir… he hablado con ella alguna vez, le he preguntado qué tal le iba en su nueva escuela… Creía que estaba bien, solo un poco agobiada porque tenía mucho trabajo, pero no tenía ni idea…

Ladybug sonrió y lo tomó de la mano.

—No es culpa tuya, gatito —lo tranquilizó—. Marinette es fuerte y saldrá de esta. Y, si realmente el Polillón está detrás de todos los rumores…, ha cometido un gran error al meterse con ella.

Habló con fiereza, y Cat Noir sonrió, más aliviado.

—¿Cómo sabes que ha sido cosa del Polillón?

—Lo intuyo, más bien. Por la forma en que Francine habló sobre Marinette, me dio la sensación de que era otra persona quien estaba sembrando esas ideas en su cabeza. Ah, y… ¿sabes qué? Se refirió a esa persona como "ella", así que tenemos una pista más: el Polillón es en realidad una Polilla.

Cat Noir se volvió para mirarla, encantado.

—¿En serio? ¡Eso es un gran avance! Significa que podemos descartar a la mitad de los parisinos, así, de golpe. Y a una persona de tu lista de sospechosos, si no estoy equivocado. Tristan, ¿verdad?

Ladybug asintió.

—Así que solo quedarían Elodie, Narcisa y Camille. Una de ellas puede ser la persona que estamos buscando: la portadora del prodigio de la mariposa.

Cat Noir seguía contemplándola, maravillado.

—Eres increíble, milady —la alabó—. No hay otra tan lista como tú.

Ella se ruborizó.

—¿De… de verdad lo crees? —murmuró—. Aún me siento estúpida por no haber descubierto antes el secreto de Gabriel Agreste, y por eso me he esforzado mucho… para que esta vez todo fuese diferente.

Su compañero sacudió la cabeza con pesar.

—No eres estúpida, créeme. También yo tendría que haberme dado cuenta hace mucho tiempo. —Ladybug detectó un tono extraño en su voz y se volvió para mirarlo, intrigada. Pero él cambió de tema—: Entonces, ¿qué vamos a hacer ahora? ¿Investigar a esas tres chicas?

Ella inclinó la cabeza, pensativa.

—De las tres, la que tiene más relación con los Agreste es Narcisa, porque es el enlace entre Nathalie y la escuela Gabrielle Chanel. Se reúnen a menudo, aunque… es una relación muy reciente. Quiero decir que empezó cuando surgió la idea de organizar el homenaje a Gabriel Agreste, y Narcisa no tenía contacto con los Agreste desde antes. ¿Cómo pudo conseguir entonces el prodigio de la mariposa? Eso es lo que tenemos que averiguar. ¿Y tú? —preguntó entonces, alzando la mirada hacia su compañero—. ¿Has descubierto alguna cosa interesante sobre el pasado de Gabriel Agreste?

—Estoy investigando y encontrando datos curiosos, sí, pero nada que nos pueda ayudar, por el momento. Lo siento —se disculpó él.

—No pasa nada. Todo es muy raro, pero tengo la sensación de que estamos en el buen camino. Solo espero que no hayamos puesto en alerta a nuestra enemiga con lo de hoy.

—No lo parece —respondió Cat Noir—. Todo el plan ha salido muy bien, la akumatización muy fluida y nada forzada. Quiero decir que no dio la impresión de que alguien hubiese escondido los zapatos a propósito. Pero hay algo que me preocupa: si Narcisa es la Polilla que estamos buscando, está muy próxima a Marinette. Tengo entendido que es una de sus mejores amigas de la escuela, ¿verdad? —añadió, mirando de reojo a Ladybug.

La superheroína frunció el ceño.

—Sí, pero, después de lo de esta noche, Marinette ya está sobre aviso con respecto a ella. No te preocupes, Cat Noir. Sabrá arreglárselas. Por otro lado —continuó, con una sonrisa—, Adrián ya no va a la misma escuela que ellas, por lo que estará a salvo de las intrigas de Narcisa, si es que es realmente nuestra Polilla.

—¿Crees que Adrián no podría defenderse de ella, pero Marinette sí? —preguntó Cat Noir, alzando una ceja.

Ella se ruborizó un poco.

—Adrián es más vulnerable porque es el objetivo directo de la nueva Polilla, debido a su relación con Monarca —le recordó—. Te recuerdo que estoy haciendo todo esto para protegerlo.

—¿Por la promesa que le hiciste a Gabriel Agreste?

—No solo por eso —replicó Ladybug.

Pero no dio más detalles. Claramente incómoda, abrió su yoyó y fingió que se centraba en la aplicación de mensajería del dispositivo.

—¿A ti también te han escrito los demás? —preguntó, cambiando de tema.

Él se quedó mirándola un momento, pero por fin renunció a seguir presionándola.

—Sí, tengo mensajes y llamadas de Carapace, Vesperia y Pigella —respondió—. Aunque nadie salió del edificio durante el ataque, alguien debió de dar el aviso desde dentro, porque la alerta akuma se activó de todos modos. Pigella dice que ella y Tigresa estaban ya en la puerta cuando las mariquitas mágicas empezaron a arreglarlo todo. Vesperia pregunta por qué no los avisamos antes. —Ladybug no respondió. Se mordía el labio inferior, preocupada, y Cat Noir adivinó lo que pensaba—. Ya no cuentas con ellos como solías, ¿verdad?

Ella suspiró.

—No es culpa suya, en realidad. Es que estoy demasiado focalizada en nuestra misión y me cuesta idear planes complicados que impliquen a más gente. Para lo que estamos haciendo solo necesitamos ser dos.

—Como en los viejos tiempos, sí. Pero ¿qué les vas a decir a los otros? ¿Que ya no los necesitas?

—Ya pensaré en algo —replicó Ladybug, evasiva.

Cat Noir se dio cuenta de que se trataba de un tema delicado para ella y trató de aliviar un poco la tensión.

—Ah, bueno, si lo que quieres es tenerme todo para ti sola lo puedes decir tranquilamente —insinuó con un guiño y una sonrisa pícara.

Ella abrió la boca para negarlo antes de darse cuenta de que su compañero, como de costumbre, estaba bromeando. Sonrió a su vez y se inclinó hacia él.

—¿Ah, sí? —respondió—. Y, si dijera eso…, hipotéticamente hablando, claro…, ¿qué es lo que harías?

Cat Noir no esperaba aquel contraataque y, para regocijo de Ladybug, se ruborizó hasta las orejas y empezó a tartamudear:

—¿Que qué… haría… yo? Pues… pues… la verdad, no lo había pensado…

Ladybug, sin embargo, tenía muy claro cómo actuar. Se acercó más a él y lo besó, y Cat Noir, sorprendido, la dejó hacer. Enseguida, sin embargo, le tomó el rostro entre las manos, cerró los ojos y le devolvió el beso que ella le había regalado.


Cuando volvió a casa era ya muy tarde, pero él seguía bien despierto. Habían pasado muchas cosas aquel día y no podía dejar de pensar en sus últimos descubrimientos. Parecía que por fin tenían una pista sólida, pero ¿qué relación había entre Narcisa y los Agreste? ¿Sería posible que los conociese de antes?

Se destransformó y le dio de comer a Plagg, pero no se fue a la cama todavía, a pesar de lo tardío de la hora. No había olvidado el cuadro que había visto en aquella réplica de la mansión Agreste creada por el Arquitecto… o por la persona que se comunicaba con él desde la distancia. Tenía la sospecha, totalmente irracional, de que aquella misteriosa niña del retrato era la persona que estaban buscando, pero Narcisa no se parecía a ella.

Su mirada se detuvo en los álbumes de recortes que Nathalie le había prestado y, en concreto, en el que tenía las tapas de color verde. Había pensado examinarlo de todas maneras, porque Nathalie le había dicho que era obra de su madre, pero de pronto pensó que, si aquellos recortes se remontaban mucho en el tiempo, quizá pudiese hallar en ellos alguna pista sobre el pasado de su padre que lo ayudase a comprender lo que estaba sucediendo.

De modo que se sentó ante el escritorio, encendió la luz y comenzó a pasar las páginas del cartapacio.

Tal como Nathalie le había anticipado, encontró allí artículos sacados de revistas del corazón sobre los inicios del romance de sus padres y después sobre su boda. Había algunas entrevistas, también, pero no eran muchas. La mayoría eran reportajes sobre la pareja de moda del momento, fotos robadas mientras paseaban por París y algunos artículos sobre la película "Soledad", dirigida por André Bourgeois, que Émilie había protagonizado antes de que él naciera. Adrián pronto se olvidó de su misión y se sumergió en aquel viaje atrás en el tiempo, a una época más feliz en la que su madre seguía entre los vivos y su padre se mostraba radiante y enamorado junto a ella.

No tardó en darse cuenta, sin embargo, de que poco después las noticias sobre los Agreste comenzaban a escasear, como si ya no se prodigasen tanto en la vida pública. Quizá Gabriel ya era entonces tan famoso que le costaba encontrar tiempo para su esposa. Adrián comprobó, por las fechas, que él aún no había nacido.

Siguió pasando páginas, esperando el momento en el que la pareja comenzaría a aparecer en las fotos con su bebé. Pero el primer recorte en el que vio a los Agreste acompañados por un niño… resultó que no era él.

Adrián abrió los ojos con sorpresa y colocó el álbum justo debajo del foco de luz para examinarlo mejor. En la fotografía se veía a sus padres caminando por un parque, él con gesto adusto, ella entre feliz y preocupada. Cargaba en brazos con una niña de unos dos o tres años que llevaba un vestido azul. No se le veía el rostro porque lo mantenía apoyado contra el hombro de Émilie, pero lucía una larga melena de color castaño rojizo.

El corazón de Adrián se detuvo un breve instante.

Era ella. La niña del cuadro.

O tal vez no, se corrigió de inmediato. Sin verle la cara y con el recuerdo borroso que conservaba de aquel retrato en cuestión, no podía estar seguro al cien por cien.

Trató de leer la información que acompañaba a aquella fotografía, pero estaba en un idioma que no conocía. Parecía una lengua romance, pero no era español ni tampoco italiano ni, desde luego, francés. Intrigado, introdujo el titular de la noticia en un traductor online, y este le arrojó el siguiente resultado: «El famoso diseñador francés Gabriel Agreste y su familia pasan unas breves vacaciones en Chisinau (Traducido del rumano)».

—Chisinau —repitió Adrián estupefacto.

Sabía que aquella pequeña ciudad era la capital de Moldavia, una de las antiguas repúblicas soviéticas. Pero ¿qué había llevado a sus padres hasta un lugar tan remoto? ¿Y quién era la niña que llevaba su madre en brazos?

Intentó no ponerse nervioso. Quizá habían elegido Chisinau porque les había parecido una ciudad tranquila y pintoresca, y tal vez aquella niña era una fan, o la hija de algún amigo o conocido. Pero tenía una corazonada, de modo que trató de contener su impaciencia y se afanó en traducir el resto del artículo.

No descubrió mucho más. El periodista se limitaba a repetir vaguedades y lugares comunes, como si en el fondo no tuviese mucha idea de quiénes eran aquellas celebridades llegadas desde Francia. Sí dejaba caer que la pequeña era hija de la pareja, pero claro, podía estar equivocado.

Adrián pasó el resto de las páginas del álbum, buscando más noticias o imágenes de aquella niña, pero no las encontró. Lo único que halló fue la historia que ya conocía: apenas unos meses más tarde, las revistas anunciaron que Émilie estaba embarazada, y poco después nacía el propio Adrián. El último recorte del álbum los mostraba ya a los tres como una familia feliz. El rostro de su madre, sin embargo, se mostraba pálido y con expresión cansada. Quizá ya empezaba a sentirse enferma, pensó él con el corazón encogido. El caso era que no había seguido añadiendo contenido al archivador, pese a que aún quedaban varias páginas libres.

Adrián volvió de nuevo a la página que contenía el artículo sobre las breves vacaciones moldavas de su familia. Buscando cualquier pista, la que fuera, examinó con detenimiento la fotografía que acompañaba al artículo. Al fondo se adivinaba un edificio de arquitectura peculiar, con cuatro torreones rematados con cúpulas. El chico fotografió la página para poder ampliarla y fijarse mejor en los detalles.

Y dedicó la hora siguiente a examinar los mapas por satélite de Chisinau en busca del lugar exacto en el que se había tomado la fotografía del artículo. Cuando por fin lo encontró, examinó los alrededores en el mapa y encontró lo que estaba buscando.

Y el corazón se le detuvo un breve instante.

—Despierta, Plagg —le dijo al kwami, que se había dormido sobre un cojín estratégicamente situado sobre su escritorio.

Como este se limitó a seguir roncando, abrazado a un trozo de queso, Adrián le dio unos toquecitos con el dedo hasta que consiguió que abriera los ojos.

—¿Qué? ¿Qué pasa ahora? —bostezó Plagg.

—Nos vamos —anunció Adrián.

—¿Cómo? ¿A dónde?

—A Moldavia —respondió él. Y, sin añadir ninguna explicación, exclamó—: ¡Plagg, garras fuera!

Al kwami no le dio tiempo de protestar. Transformó al chico en Cat Noir y este, a su vez, se convirtió en AstroCat y salió volando por la ventana sin mirar atrás.


NOTA: ¡Sorpresa! Esta semana publico nuevo capítulo con un poco de antelación. Es también algo más corto que los anteriores, ¡pero ya empiezan a desvelarse secretos! Se estrecha el cerco en torno a Lila y empezaremos a descubrir su historia... pero ella no ha dicho la última palabra y aún tiene algunos ases en la manga. ¿Qué hará cuando se vea acorralada? Muy pronto lo descubriremos 👀 .