XLIII
—Allí están —murmura Max, asomándose desde detrás del arbusto—. ¿Estás lista?
Eleven se escabulle debajo de la sábana que hace las veces de su disfraz. Cuando vuelve a mirar a Max para indicarle con un movimiento de su cabeza que ya está lista, nota que su amiga también se ha colocado de vuelta la máscara del asesino serial —cuyo nombre Eleven no recuerda— que completa su disfraz.
—¡Sígueme! —le pide, y Eleven hace eso mismo, manteniendo una prudente distancia para no arruinar la «sorpresa», como Max la ha denominado.
Tras correr algunos metros, Max se planta frente al grupo de cazafantasmas y grita con la voz más penetrante que puede lograr a la par que agita su cuchillo falso.
Como es de esperarse, Mike, Lucas, Dustin y Will lanzan alaridos de terror. Eleven ríe por lo bajo y finalmente va a colocarse al lado de su amiga a la par que esta se saca la máscara.
—¡Oh, mierda, deberían haberse visto las caras! —ríe Max con ímpetu—. ¿Y tú? —añade, dirigiéndose específicamente a Lucas—: ¿Quién grita de esa forma? Suenas como una niñita.
Sin esperar respuesta alguna de su parte, Max se gira y echa andar; lo mismo hace Eleven. Al sentir que los chicos no las siguen, su amiga vuelve a girarse:
—Ey, ¿vienen o no? Oh, escuché que deberíamos ir a Loch Nora. Es ahí donde viven los ricos, ¿verdad?
Las dos niñas ríen. Pronto, Lucas y Dustin se les suman —esto no sorprende a Eleven; Max le había comentado que ellos dos la habían invitado a ir de dulce o truco—. No obstante, Will y Mike se rezagan un poco. Concentrada en su conversación con Dustin y Lucas, Max no lo advierte.
Eleven, que no tiene mucho que decir, va quedándose atrás también, hasta que —accidentalmente— se encuentra lo suficiente cerca de los dos niños como para escuchar lo que dicen.
—¿Tú aceptaste? —le increpa Mike a Will.
—¿Qué cosa? —Por su tono de voz, su amigo está confundido.
—Que ella se uniera a nuestro grupo. —Mike no suena feliz.
—Es solo por Halloween… —Will intenta apaciguarlo.
—Debieron preguntarme.
—Bueno, estaban emocionados. Supongo que pensé que no te importaría…
¿Emocionados? Eleven no comprende exactamente por qué. ¿Tal vez porque Max es… linda? Sí, eso debe ser; también ha intuido que el hecho de que su amiga patine y ame los videojuegos parece ser algo que Lucas y Dustin admiran.
La voz de Mike la saca de su ensueño:
—Arruina la mejor noche del año.
Eleven espera unos segundos a que Will le diga algo, lo que sea…
Cuando cae en la cuenta de que no le dirá nada, se muerde el labio inferior y planta sus pies en el suelo: su repentina detención causa que Mike y Will casi choquen con ella.
—¡Ey! —protesta Mike—. ¡Fíjate por dónde…!
Pero Eleven se ha girado hacia él y lo observa fijamente a través de las ranuras que su disfraz tiene por ojos.
—Max… no arruina nada —masculla.
Will tan solo la observa como si hubiese visto un fantasma —de lo cual, coincidentemente, está disfrazada—, mas Mike frunce el ceño.
—¿Disculpa?
—Me oíste —repite Eleven, sintiendo que un súbito nudo se le forma en la garganta, pero rehusándose a ceder ante él—. Max no arruina nada. Ella es… genial.
Metros más adelante, Max, acompañada de Lucas y Dustin, se detiene.
—¿Hm? ¿Me llamaron? —pregunta, retrocediendo hasta donde se encuentran.
—No —dicen Mike y Eleven al unísono, sin apartar la vista el uno del otro.
—Uh —Max frunce el entrecejo y los observa con una expresión confundida—. ¿Okay…?
—¿Quién eres tú? —la cuestiona entonces Mike—. Que yo sepa, Dustin y Lucas invitaron a Max, no a nadie más.
Eleven entiende su mensaje: si Max no es bienvenida, menos aún lo es ella, quien se ha colado con su amiga. Eso no va a detenerla, sin embargo. Como toda respuesta, estira la sábana hasta dejar su rostro al descubierto.
La expresión de Mike al verla es… graciosa: como si no supiese si asustarse, enojarse o sencillamente sorprenderse.
—¿Jane Ives? —escupe, y luego dirige una mirada ofendida a Max—. ¿Trajiste a Jane Ives contigo?
Max parpadea teatralmente y hace un puchero que parece expresar duda.
—Uh, perdón, ¿es que la calle tiene tu nombre o algo, Mike?
—Claro que no, pero…
—¿Tenemos prohibido transitar por este lugar sin su expresa autorización, su alteza? —insiste Max con tono burlón, caminando hasta ir a pararse al lado de Eleven—. ¿O tal vez deberíamos haberle hecho una ofrenda antes de osar asomarnos a sus dominios?
Mike parpadea un par de veces, abre la boca como para decir algo, mas parece pensárselo mejor, pues vuelve a cerrarla sin decir nada.
—Mira, tienes razón —acepta Max con las manos en el aire en un gesto conciliatorio—. Lucas y Dustin me invitaron a mí, pero, ¿adivina qué? Jane es mi amiga, y adonde yo voy, ella va. Si eso les molesta —esta vez, se gira hacia los dos chicos que acaba de nombrar—, pues, bien, Jane y yo sencillamente iremos a hacer nuestro propio recorrido. ¿O no, Jane?
Eleven finalmente aparta la vista de Mike para mirar a su amiga: sus ojos celestes la observan con una determinación tal que no puede hacer más que conmoverse.
—Sí, Max —coincide a la par que vuelve a colocarse la sábana encima.
Sin esperar nada más, la pelirroja enlaza su brazo con el suyo, y ya están alejándose del grupo cuando Mike las llama:
—Esperen.
Suena sumamente exasperado y, aunque a Eleven esto solo la hace tener más ganas de irse, Max se detiene para mirarlo por encima del hombro.
—¿Sí, Mike?
Eleven la imita, y ve entonces las miradas reprobatorias de Dustin y Lucas dirigidas hacia su amigo y la evidente incomodidad que el menudo cuerpo de Will destila.
Mike finalmente les da la espalda a sus amigos para mirarlas a ellas.
—Lo siento —suspira—. Creo… Fui… descortés. No fue mi intención. Es solo que… no estamos acostumbrados a esto, ¿okay?
—¿A esto? —repite Max, y Eleven le agradece, en su interior, que ella se tome la atribución de hablar por las dos.
—A… que niñas quieran pasar tiempo con nosotros. Aunque sean la nueva y la… —Eleven hace una mueca al intuir la palabra que Mike usará para describirla, mas el chico termina por elegir otro término—: Y la tímida del curso.
«Tímida». Bien, es preferible a «rara».
Max mantiene el contacto visual con él apenas unos segundos más. Luego, clava su vista en ella. No emite palabra alguna, mas Eleven no necesita ni siquiera intentar hurgar en sus pensamientos —como Henry le ha enseñado— para leer la pregunta escrita en sus ojos.
Eleven asiente. Max le regala una sonrisa antes de volver a mirar a Mike y anunciar con un tono pagado de sí mismo:
—Disculpa aceptada.
