MENTIRAS A MEDIAS

V

Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece, yo solo utilizo a Saga y a Mu para mis fantasías.


Aquella escasa brisa nocturna que se colaba por el ventanal de la habitación no iba a ser suficiente para despertar al hombre que parecía dormir inquieto sobre la cama. Una pequeña gota de sudor caía desde la sien hasta perderse en el cuello, los cabellos azulados se pegaban a la tibia y húmeda piel, de su boca salían suaves quejidos y las cejas se juntaban en su frente marcando esa pequeña arruga en el entrecejo, un claro indicio de que estaba en medio de una terrible pesadilla.

En las inmensidades oscuras de su mente, en medio de oscuras y tormentosas mareas, se encontraba Saga viéndose a sí mismo siendo devorado por aquellas olas que se mecían violentamente de un lado a otro arremolinándose amenazantes a su alrededor. Las corrientes internas que se formaba le hacían hundirse cada vez más con muy pocas posibilidades de escapar, con la única intención de llevarlo a las profundidades, condenándolo eternamente sin poder salir a la superficie. La desesperación y la agonía lo estaban matando más que las olas mismas, mientas que un peso horrible se instalaba en su pecho imposibilitándolo en respirar a pesar de los fuertes braceos y pataleos que daba. Las salvajes mareas pronto terminaron por devorarlo, arrastrándolo hasta las profundidades del océano donde eventualmente moriría solo.

Lentamente sus ojos van perdiendo la imagen de la ansiada superficie y considera la muerte como la opción más factible tras perder las esperanzas por sobrevivir, dejándose arrastrar hacia abajo completamente resignado, sin embargo, en medio de su rendición, una fuerza lo eleva paulatinamente. Siente como jalan de su mano justo en el momento en que se había dado por vencido. La silueta que lo tira se ve borrosa y oscura dentro de esa inmensa y oscura masa de agua, pero está ahí y siente un poco de alivio mezclado con ansiedad. La mano que lo sostiene firmemente es cálida, muy cálida y la siente tan familiar.

Sale a la superficie dando una gran bocanada de aire para llenar esos pulmones que aun siente pesados, viendo como la silueta difuminada de su salvador va tomando nitidez, poco a poco la forma y los gestos se hacen visibles, reconociendo finalmente el rostro de su hermano.

"¿Qué estás haciendo?, recuerda que aún tienes que venir por mí" le dice mientras lo arrastraba entre las olas, empujándolo con ambas manos contra su pecho. Saga tiene una mezcla de sensaciones al ver a su hermano con él, quiere abrazarlo, pero este no lo deja.

"Kanon no te vayas" le dice cuando lo suelta, viendo como la imagen de su hermano se mece de arriba a abajo entre las olas apartado de él, mira a su alrededor, estaba a salvo en aguas tranquilas y cristalinas.

"No te olvides de venir por mi" le responde mientras las olas lo adentraban aún más hacia el mar tormentoso que estaba en el fondo.

"¡Kanon, vuelve!" grita intentando moverse, pero el peso que tiene en el pecho se hace más grande y pesado, evitando que se mueva.

"¡Te estoy esperando!" le grita de vuelta mientras Saga observa como las enormes olas lo devoran. Intenta llegar hasta él, se mueve y nada, pero no puede. Está desesperado, él está en el lugar seguro y su hermano estaba en ese terrible lugar.

"¡Kanon!"

—¡Kanon! —grita de repente y aquel peso que tenía en su pecho salta de inmediato, asustado por el repentino sonido. Estaba desorientado, agitado, sus ojos intentaban enfocar el lugar a pesar de que la única fuente de luz era un destello azulino que traspasaba desde la ventana. El color claro y la decoración característica de la habitación le recordó que estaba en el hotel, acostado en la cama, con Mu... Giró su cabeza levemente hacia la izquierda para ver a su cliente y lo descubrió cerca, muy cerca de él, con el cabello suelto y desordenado visiblemente preocupado.

—¿Estás bien? —le escucha preguntar, la voz suave llama su atención y lo calma, siente su mano sobre su pecho, presionando y recuerda aquel horrible sueño. Aún en medio de la conmoción de quien está, pero a la vez no en el mundo real, a Saga le cuesta asimilar la pregunta, tiene aún recorriendo las sensaciones desagradables del sueño en su cuerpo y la calmada voz de Mu como estímulo externo, y se siente extraño, habrá bastado al menos un minuto para que vuelva en sí completamente.

Saga finalmente asiente levemente con la cabeza sin decir ni una palabra. Se sienta en la cama apoyando su espalda en el respaldo, limpiándose el sudor del rostro con una mano mientras reorganiza su mente, puede sentir esos ojos verdes insistentes sobre él observando cada movimiento.

—Solo fue una pesadilla, —le responde lo más tranquilo posible para evitar más preocupaciones de su parte y de posteriores preguntas. Baja la mirada hacia su pecho donde todavía tiene la delgada mano de Mu apoyada, observa como el menor se da cuenta de esto y retira la mano rápidamente con las mejillas rojas, había estado durmiendo sobre su pecho y no se había dado cuenta, que irónico— una enorme y pesada roca en el pecho no me dejaba respirar. —bromeó, Mu hizo un adorable puchero mientras fruncía el ceño alejándose y sin decir ni una palabra tomó su lado de las mantas, tapándose hasta la cabeza al tiempo en que se gira para acostarse de lado dándole la espalda.

En realidad, estaba más avergonzado que molesto, la barrera impenetrable de almohadas que había armado antes de dormir había resultado ser un rotundo fracaso, más aún siendo él quien las había deshecho para dormir sobre su pecho, se piñizcó las mejillas a modo de auto correctivo para luego taparse la cara con las manos, como si Saga con su sonrisa burlona pudiera ver lo mucho que le avergonzaba tal situación. Lo peor de todo es que había dormido bien, muy bien debía reconocer y quizás hubiera seguido ahí si no fuera porque Saga pegó ese grito y ese salto que casi lo mata del susto. Relajó los hombros al recordarlo, ver la cara de pánico lo había aterrado y se había preocupado mucho por él. Se quedó contemplando, desde el pequeño hueco que había dejado entre la manta y el colchón para que el aire pasara, como el viento movía levemente las cortinas de la ventana, pensó en que aún tenía algunas horas más para dormir y olvidar todo este bochornoso accidente. Fue en ese momento cuando el nombre que gritó Saga al despertar llega a su mente, Kanon, y es en ese entonces que una pregunta se repite en su mente una y otra vez ¿Quién es Kanon?

Y una sensación extraña se aloja en su pecho cuando piensa en que es alguien importante para él. Su mente le da muchas vueltas a ese pensamiento hasta el punto en que se queda dormido con la idea.

Por otro lado, Saga no puede volver a conciliar el sueño, tiene miedo de volver a soñar con su hermano, tiene miedo de tener que experimentar ese sentimiento de tristeza y no quiere analizar mucho acerca de su sueño, porque será doloroso para él. Suspira al saber que Mu ya se encuentra dormido otra vez y revisa su celular para distraerse, su bandeja de correos está llena de mensajes nuevos de clientes solicitando su servicio, algunos nuevos, algunos antiguos. Revisa uno por uno los correos de sus clientes más frecuentes, rechaza algunas propuestas que requieren de su trabajado de forma inmediata y agenda algunas con fechas más lejanas, echa una mirada al cuerpo que duerme a su lado con la respiración tranquila y el cabello malva esparcido entre ambos.

Una sensación de inquietud lo invadió cuando piensa en que dentro de aproximadamente cinco días ellos ya no estarán durmiendo en la misma cama y se pregunta si lo volverá a ver después de esto. Vuelve su mirada hasta su celular y busca en internet el nombre de Mu. En el buscador salen algunas reseñas, como el nombre de su negocio, una pequeña biografía laboral, algunas de sus mejores creaciones en blogs y noticias. Mu era alguien bastante talentoso y con una vida normal llena de oportunidades, alguien como él no podría estar en su vida, al final se convertiría en una persona pasajera, así como lo habían hecho muchas otras personas en el pasado, cuando todo este teatro termine, sus vidas ya no volverán a cruzarse.

Siguió contestando los correos durante un par de horas más, distrayendo toda idea de su hermano y Mu por un momento.

oOo

La luz amarilla y cálida del sol que se filtró por las cortinas del ventanal le dio por completo en la cara a Mu, despertándolo lentamente de su letargo, sus negras y largas pestañas se alzaron con suavidad revelando los intensos ojos jade somnolientos. Se desperezó con un bostezo, estirando sus extremidades como un gato, había dormido en la misma posición desde el susto que se había dado hace unas horas atrás, haciendo que Mu se girara algo avergonzado, pero queriendo sinceramente disculparse por lo ocurrido, encontrándose con el espacio vacío al lado de él, las sábanas estaban corridas hacia un lado y la almohada que había puesto ingenuamente estaba a los pies de la cama.

El sonido de la ducha llegó a sus oídos tan suave como un susurro, dispuesto a quitarse cualquier inseguridad de su mente, se sentó pacientemente, respirando hondo de vez en cuando para dándose ánimos, decidido a disculparse con él cuando este saliera del baño.

Pensó también en algunas cosas para compensar el bochorno de anoche y la idea de ir a desayunar afuera del hotel le pareció lo más ideal, además, aprovecharía para caminar por los lados turísticos y comprar un par de recuerdos y algún juguete para Hamal. Recogió su ropa del armario, su perfume y un par de zapatos.

Saga salió tal cual lo había hecho el día anterior, vistiendo nada más que una toalla en la cintura. El torso desnudo era fuerte y marcado, intentó no distraerse con eso y miró hacia su rostro que parecía estar más perdido en sus pensamientos que en la realidad, eso llamó su atención, los últimos dos días parecía estar dispuesto a todo con tal de avergonzarlo sin perder ni una sola oportunidad, pero ahora parecía que ni notaba su presencia en la habitación.

Eso lo hizo sentir incómodo y no supo por qué.

—¿Saga, te parece ir a desayunar afuera?, yo invito. —le dijo lo más animado para llamar su atención. Saga no pareció notarlo, lo vio tomar sus cosas del armario, mientras él esperaba su respuesta sentado en borde de la cama.

Abrió la puerta de su lado del armario de forma automática, apenas si sentía como las gotas de agua se deslizaban desde el pelo hasta su cuerpo, mientras sacaba un poco de ropa y se aplicaba perfume detrás de las orejas. Su mente daba vueltas en un lugar lejano a este y parecía no querer salir de ahí, aunque él quisiera. Estaba por quitarse la toalla cuando siente que alguien jala de su antebrazo. Pegó un leve brinco de la sorpresa que fue ver un par de ojos verdes mirándolo con curiosidad y algo más cuando él se giró hacia la dirección dónde provenía aquella fuerza.

—¿Saga estás bien? —escuchó. La voz de Mu sonaba preocupada, sus ojos jade estaban tan fijos en él que por un momento se sintió incómodo.

—Sí. —respondió como saliendo de un trance en el que no se había dado cuenta, tragó saliva, ¿habría hecho algo mal mientras estaba perdido en sus pensamientos?

—Te estaba preguntando si querías ir a tomar desayuno conmigo afuera, —continuó, desde su punto de vista parecía que Mu estaba inseguro de seguir— pero si te sientes mal, puedo ir solo o… dejarlo para otro día. —siguió después. Saga meditó la situación, su cliente le estaba invitando a desayunar, el leve rubor en sus mejillas, el ceño ligeramente fruncido y sus ojos mirando hacia arriba en dirección a sus ojos le daban una apariencia adorable, como podría negarse. Sonrió de lado cuando vio que Mu miraba hacia otro lado, posiblemente nervioso de estar esperando una respuesta de su parte.

—¿Estás invitándome a una cita? —preguntó girándose por completo hasta quedar frente a frente, su antebrazo aún estaba siendo sostenido por las finas manos del menor. El nerviosismo fue evidente, seguido de una mueca de sus labios— Acepto, aunque no estoy acostumbrado a las citas con mucha luz. —le respondió, tomando con su mano libre uno de los sedosos mechones de cabello lila, arrastrándola lentamente hasta llegar a las puntas.

Ya has vuelto a ser tú. —pensó, se giró molesto por haber caído una vez más en la jugarreta de Saga. Liberó su antebrazo mientras se giraba para tomar sus cosas y meterse en el baño— Me daré una ducha antes de salir. —Confirmó Mu adentrándose al baño sin darle la cara.

Mu tenía unos arranques infantiles que divertían a Saga más de lo que él quería admitir, el chiquillo parecía tener inocencia, terquedad y orgullo por partes iguales, aunque un corazón bastante amable para su propio bien. Picar a su orgullo le nacía naturalmente, más cuando hacía esas lindas expresiones, eso lo único que conseguía era aumentar el deseo que tenía por revolcarse con él con el único fin de dominar esa terquedad que parecía aplicar solo para él. Sonrió, era un desafío para su actitud dominante, hacía mucho tiempo que alguien no se le resistía que en vez de frenarlo lo motivaba aún más, se relamió los labios pensando en que eso solo haría que el final fuera aún más placentero.

Su mente dejó de lado lo que sea que estuviese pensando antes y después de salir del baño, para reemplazarla por imágenes de él y su cliente revolcándose en cada espacio de esa habitación. Terminó de vestirse con calma antes de que su compañero saliera del baño, una camisa gris con los botones abiertos donde el nacimiento de sus clavículas eran las protagonistas, unos jeans oscuros casuales perfectamente acomodados en sus caderas, eran una oda a la perdición de cualquier persona que se le cruzara por el camino, se aplicó un poco de crema en las manos, tomó su celular y buscó sus documentos en el armario.

El lado de Mu estaba con la puerta abierta, se puso a indagar con la vista el lado del menor la ropa de unos tonos de colores que no eran muy distinto unos de otros, tenía alguno que otro color sobresaliente, el frasco de perfume que pretendía estrellar en su cabeza el día anterior estaba allí y al lado del frasco una pequeña caja llamaba la atención. Su curiosidad le decía que estirara la mano y viera lo que había ahí adentro, sus escasos valores morales le decían totalmente lo contrario.

Estiró la mano obedeciendo a su curiosidad que no pararía de insistirle hasta que viera la bendita caja. Era una caja cuadrada de terciopelo dorado, bastante elegante y se veía carísima, la abrió con cuidado y dentro de ella yacían juntas dos argollas doradas perfectamente alineadas, pulidas con una precisión impresionante, que daban un brillo hermoso y cautivador, dentro de las argollas el nombre de Aioria escrito en griego y el otro tenía una escritura desconocida para él que supuso era el idioma natal de Shaka. Se fijó en los hermosos y delicados patrones que tenían alrededor de la argolla que no había visto en un comienzo, llegando hasta el centro de las argollas, donde pudo ver una piedra de diferente color en cada una, se extrañó que no fueran diamantes, pues es lo que se suele usar en las argollas de matrimonio, pero que, a pesar de eso eran igualmente hermosas.

Sintió el sonido de la mampara de la ducha deslizándose y cerró la cajita dorada para dejarla en su lugar, Mu saldría en cualquier momento y no quería que lo viera fisgoneando, eso arruinaría su convivencia y por ende sus planes. Se sentó en la cama a esperar que su cliente saliera de la ducha con su espalda apoyada sobre la almohada y el espaldar, sus pensamientos viajaron a través de la pared hasta llegar donde está el hombre con quien ha compartido la cama dos noches seguidas, imaginándoselo mientras pasa lentamente la toalla por su cuerpo, mientras las gotas de agua de su largo cabello caen sobre su piel.

La divagación de Saga duró hasta que la puerta del baño se abrió, dejando ver al joven usando un atuendo bastante casual, un pantalón color beige claro y liviano, una polera blanca y una camisa verde musgo abierta, una parte de su cabello esparcido libremente mientras se secaba con una toalla otro sector de su cabeza. Mu se detuvo ante la incomodidad que la mirada de Saga le provocaba, esa mirada verde agua fija en su persona mientras lo analizaba de arriba abajo le hizo recorrer una electricidad por todo el cuerpo.

—¿P-porqué me miras así? —preguntó cuándo la intensa mirada se hizo insostenible.

—No hay razón. —Saga parpadeo lentamente fijándose en su rostro, sonriendo ligeramente. Mu comprendió que estaba jugando con él y frunció el ceño, girando su vista hacia otro lado con un mohín de molestia.

Dejó su cabello en paz una vez que estuvo libre de la mayor parte de agua, siguiendo su camino hasta llegar a su lado del armario para tomar un peine y cepillarse el cabello, intentando no voltear su mirada hacia Saga. Sabía que este todavía le estaba mirando, podía sentir el peso de su mirada persiguiéndolo, su vista periférica podía captar que se había movido de su sitio y estaba sentado en el borde de la cama. Dejó su peine en su lugar y cerró la puerta del armario aun evitando mirarlo, pero ya le estaba incomodando bastante la forma insistente en que lo miraba, preguntándose muchas veces porque lo estaba haciendo, hasta que la idea de que se estaba burlando por haber dormido sobre él se le vino a la mente. Las puntas de sus orejas se incendiaron e intentó quitar de nuevo ese recuerdo que lo había estado torturando desde que se despertó. Se suponía que había invitado a Saga a desayunar para disculparse y él solo se burlaba en su cara, como se supone que pasaría el resto de la mañana con la mirada burlesca de Saga sobre de él. No creía poder soportarlo mucho tiempo.

Se paseó por la habitación hasta el balcón donde dejó la toalla que había estado usando, todo el tiempo bajo la mirada atenta de Saga. Mu tenía paciencia para muchas cosas menos para las incomodidades, así que cuando se volvió hacia dentro de la habitación seguido nuevamente por los ojos verde agua del peliazul se paró frente a él encarándolo.

—¿Podrías dejar de hacer eso? —preguntó inclinándose un poco con el ceño ligeramente fruncido y con los brazos cruzados sobre su pecho. Saga sonrió y se inclinó igualmente hacia delante aun sentado con los codos sobre sus piernas y sus manos sosteniendo su mentón.

—¿Hacer qué? —preguntó con fingida inocencia, algo que encendía una llama en el estómago del más joven.

—Eso, mirarme fijamente. —respondió firme— No has dejado de mirarme desde que salí del baño, si hay algo que quieras decirme puedes hacerlo ahora, te escucharé. —siguió devolviéndole la mirada, atento a cualquier reacción de Saga.

—No hay nada en particular que quiera decirte. —continuo con su teatro, una mentira totalmente, porque en su mente quería decir y hacer muchas cosas.

—¿Entonces por qué sigues mirándome de esa manera?, si es por haberme dormido sobre ti, lo siento, l-la verdad no esperaba que eso pasara, n-no era mi intención faltarte el respeto. —su maravillosa voluntad fue manchada por sus pequeños nervios al recordar lo cómodo que estaba con la mitad del cuerpo sobre su compañero. Saga se levantó acercándose hasta que su cara quedara cerca de su oído, viendo la incredulidad de Mu tatuada en toda la cara.

—Es una lástima, la verdad es que sí esperaba que quisieras faltarme el respeto. —murmuró con su voz gruesa, se volvió a su postura original para terminar diciendo— Acepto tus disculpas y creo que deberíamos irnos ya, se nos hará tarde para el desayuno y no quiero perderme la cita. —termina finalmente tomando sus cosas de la mesita de noche y adelantándose a la puerta mientras deja a atrás a un Mu desconcertado por esto.

Esto no es una cita. —pensó haciendo un gesto con su boca. Pronto sintió el golpe de la puerta azotarse detrás de él y salió de la burbuja mental dándose cuenta que Saga lo había dejado solo, tomó sus cosas rápidamente y salió de ahí sin siquiera amarrarse el cabello.

Lo encontró afuera del ascensor y cuando llegó a su lado para reclamarle por qué lo había dejado atrás las puertas se habían abierto dejando pasar a unos cuantos huéspedes. Entraron en silencio junto con otras personas más y mantuvieron la cordialidad durante el descenso, ya afuera del ascensor Mu pudo reclamarle por haberlo dejado solo en la habitación.

Cuando pasaron las puertas del hotel Mu todavía seguía dándole una cátedra de buenas costumbres y cosas moralistas que Saga parecía ignorar mientras se colocaba sus lentes oscuros de aviador. A la vista de cualquiera eran una pareja normal que discutía por las cosas cotidianas de la convivencia. Se encaminaron por las hermosas estructuras griegas, todos los locales, cafeterías y tiendas pintadas del característico blanco y azul, los adoquines de piedra le daban ese ambiente rustico y las buganvilias que tenían en cada casa otorgaban ese toque romántico a la vista. Mu siguió caminando con un ligero puchero mientras admiraba el paisaje paradisíaco, las cafeterías estaban repletas, al menos a las que él quería ir, aquellas que están a la orilla y tienes la corriente marina casi a tus pies, había soñado ir a esos restaurantes desde que llegó a Grecia y ahora que estaba en el lugar indicado no podría cumplir su tan anhelado deseo, un capricho que no sabía si podría volver a cumplir.

Preguntó en el último restorán que era parte también de un hotel y le dijeron tajantemente que debía hacer reservación. La decepción tomó posesión de su cara y derrotado se dispuso ir a donde sea mientras pudiera comer. Saga le echó un vistazo al restorán y el nombre le recordó algo.

—Espera aquí un momento. —dijo Saga dejando a Mu apoyado en una muralla de piedra con una cara que no daba más de desagrado.

—¿Qué harás?, ya dijeron que no podíamos entrar sin reservación y ¡aghh!… ¿por qué me ignora? —reprochó viendo como entraba sin siquiera escucharlo, echó su cabeza hacia atrás, no sabía que era lo que le ocurría, se suponía que era una persona adulta y como adulto sabía que no todo se puede conseguir cuando uno lo desea, pero hoy ha estado con los ánimos tan extraños que él mismo se desconocía. Se cruzó de brazos respirando con tranquilidad, pensando las cosas con más calma, era fácil hacerlo cuando Saga no estaba, las flores de buganvilias caían alrededor de él dándole una sombra con un olor maravilloso.

Pasaron alrededor de diez minutos cuando la silueta equilibrada de Saga salía del lugar a su dirección y sus ánimos parecían volver casi por arte de magia, se cruzó de brazos esperando la noticia desalentadora una vez más.

—Vamos, hay una mesa esperándonos. —dice con su voz aterciopelada, Mu estaba por decirle "te lo dije", pero se detuvo al reaccionar mejor en las palabras del griego.

—¿Qué?, pero si dijeron que necesitábamos una reservación. —dijo incrédulo mientras era jalado por la mano de Saga hacia el interior del restorán.

—Ahora tenemos reservación. —dijo con suficiencia, no podía verle los ojos, pero podía sentir la mirada llena de orgullo detrás de los cristales oscuros.

Se dejó llevar por su compañero quien lo arrastró con él tomados de la mano, caminaron así pasando por la entrada del hotel cual era la única forma de llegar al restorán que se veía desde afuera. No les tomó mucho tiempo llegar hasta la zona del exterior donde las mesas estaban literalmente a la orilla, allí varias mesas para dos estaban decoradas hermosamente, debían agradecer que la marea no estaba agitada, por lo que el suave vaivén de las olas apenas y mojarían el suelo. A Mu le brillaron los ojos como si fuera un niño y una energía de jovialidad parecía haberse apoderado de su cuerpo apenas si vio como el mesero le indicaba la mesa libre. Ambos se sentaron en frente del otro, la brisa marina chocando en la cara del menor moviendo el lacio cabello lila. Saga se recargó en la silla como todo un campeón, viendo como Mu pedía su desayuno al mesero que se había acercado para tomar su orden, cuando él terminó de pedir el suyo Mu se inclinó hacia el frente.

—¿Cómo hiciste que nos dejaran pasar? —preguntó Mu incrédulo y con energías totalmente renovadas de que esto estuviera pasando cuando ya había abandonado toda esperanza de cumplir uno de sus caprichos. Saga se inclinó hacia el frente apoyando ambos antebrazos en la mesa para quedar cara a cara con su cliente.

—Conozco a la dueña de este hotel. —respondió Saga levantando ambas cejas rápidamente.

—¿En serio?, ¿Cómo la cono… —no terminó la pregunta cuando Saga se quitó los lentes y lo miró con complicidad— ¡Ah!, por su puesto, así… —respondió más para sí mismo volviendo a su lugar aclarándose la garganta, Saga lo imitó y se quedó esperando cruzando las piernas y los brazos mientras miraba el hermoso paisaje marino frente suyo. Mu sacó su celular y tomó un par de fotos desde su lado hacia el horizonte y un par de fotos en dirección a Saga donde se veía a él mirando detalladamente el mar con parte de la arquitectura del hotel de fondo, una imagen completamente hermosa.

El aire marino trajo con su aroma el recuerdo de su hermano, que llegó a su mente junto con la horrible pesadilla de la madrugada. Las suaves olas, el olor del mar siempre le ha recordado a Kanon, él amaba tanto el mar. Ya casi no puede recordar cuando fue la última vez que ellos habían estado juntos y tranquilos frente al océano. Fue hace tanto, antes de ese horrible accidente.


Su memoria parecía estar cubierta por una fina niebla blanca que a medida que se adentraba de manera semi-inconsciente se iba disipando para dar paso a su yo del pasado. Se había graduado de Gastronomía a los veintitrés años. Su amor por la cocina lo había conocido cuando era un estudiante de secundaria y había entrado a trabajar en una pequeña tienda de los barrios pobres de Tesalónica, él que siempre había vivido en albergues junto con su hermano gemelo, ahora se veían en la necesidad de buscar un apoyo económico para poder subsistir. El dueño de esa tienda era un buen hombre, tenía una buena esposa, pero no tenían hijos, el único niño que pudieron ver nacer falleció de una enfermedad a los cinco años y fue ahí donde su esposa se sumió en una gran depresión. Salieron adelante con el restorán, cuando Saga apareció por su puerta junto con Kanon pidiendo si podía ayudarle a limpiar por algunas monedas, la señora, aún sensible por la pérdida de su único hijo no tuvo corazón para decirles que no y les dio permiso para trabajar.

Ambos eran buenos y entusiastas trabajadores, aseando, ordenando, descargando alimentos y cargando cajas. Kanon era el quien en su tiempo libre de los quehaceres atraía a los clientes, mientras que Saga pasó a ser un ayudante en la cocina cuando la tienda comenzó a crecer, para ese momento, habían pasado un par de años y la pareja los había albergado en su casa que era parte también de la tienda como padres adoptivos. Desde ese entonces Saga había aprendido a valorar y a encariñarse con la comida. Cuando ambos terminaron la secundaria se mudaron a Athenas donde estudiarían en la universidad, con la promesa de ser profesionales y ayudar a la pareja que con tanto amor los habían cuidado en una etapa tan delicada de sus vidas.

No fue sino hasta el cuarto año de universidad que se enteran del fallecimiento de la pareja, una banda de delincuentes había quemado la tienda después de robarle todo lo que tenían. Saga y Kanon quedaron devastados y con un sentimiento de frustración, angustia y abandono. Ambos se separan luego del entierro de la pareja, cada uno llevando el duelo a su manera. Saga terminó su carrera universitaria y Kanon se retiró de la universidad en el penúltimo año de la carrera de abogacía. El mayor de los gemelos hizo un año de estudios en el extranjero y antes de partir, sentía un fuerte deseo de ver a su hermano, la única fuente de seguridad en esos momentos, pero este parecía estar perdido del mundo.

Trabajó y estudió ese año que estuvo en Italia, sin poder despedirse siquiera de Kanon, cuando volvió a Athenas, recibiría otro duro golpe de la realidad al aún no tener ni una noticia de él. Consiguió trabajo en un crucero donde estuvo navegando por diferentes partes de Europa y Asia, aprendiendo hacer las comidas tradicionales de cada lugar donde iban. Cuatro años trabajó en ese crucero, cuatro de los cuales apenas tenía algo de noticias de su hermano, solo sabía que estaba bien, que no pasaba hambre y que se verían pronto.

Mientras estaba a bordo de ese gigante, Saga comenzó a ahorrar dinero, su sueño de abrir su propio restorán era la herencia que les habían dejado la pareja que él quiso tanto como si fueran sus verdaderos padres.

Todo lo demás pasó tan deprisa, como si hubiera sido un parpadeo; se instaló en Athenas, abrió un pequeño restorán, se compró un pequeño departamento cerca de su trabajo, le estaba yendo de maravilla, tenía clientes frecuentes. En el día era una cafetería donde los estudiantes pasaban a diario y desde el mediodía funcionaba como restorán y algunos fines de semana, por la noche, funcionaba para algunos eventos importantes de empresas o gente de negocios. Saga estaba bien, había logrado cumplir con su sueño y el del hombre que los ayudó esa noche.

Llevaba dos años desde que abrió su restorán cuando Kanon se apareció ahí vistiendo un traje de la armada marítima. Saga estaba sorprendido, llevaba cerca de seis años sin verlo y al salirse de su estático estado la sonrisa de su hermano resonó por el lugar llenando su vida de felicidad tras reencontrarse, ambos se abrazaron, era la primera vez que ambos estaban tanto tiempo separados, siempre habían sido ellos dos contra el mundo. Llevó a Kanon al mejor lugar del restorán, una parte reservada para los oficinistas y jefes, la pared decorada con piedras en tonos cálidos y las enredaderas estratégicamente colocadas para que adorne la rustica pared le daba ese espacio de calidez que se encuentra solo en el hogar.

Ambos se sentaron en una mesa de caoba tan lisa y brillante que podían ver sus rostros reflejados ahí. Saga cocinó para su hermano su platillo favorito, feliz de encontrarlo ahí con él. Al llegar se sentó con él y comenzó a contarle todo lo que había hecho desde que salió de la universidad, del tiempo que había estado en el crucero y de cómo había logrado poner su restorán en la parte central de la ciudad. Una botella de vino estaba por acabarse y Saga le rellenó su copa antes de añadir.

"¿Qué has hecho durante estos años?" preguntó y dio un sorbo de su propia copa. Kanon le comentó que estuvo haciendo trabajos menores cuando se salió de la universidad. Que años más tarde se había metido en una pelea con un general de la marina, por lo que estuvo en prisión preventiva por un tiempo, pero que irónicamente en vez de que el tipo lo encerrara para siempre, decidió convencerlo de que formara parte de la armada griega*.

Kanon le comentó que tiempo después ese tipo, que era un teniente en aquellos años, le confesó que había visto un gran potencial en él y que sería un gran desperdicio dejarlo que se pudriera en la cárcel. Según el gemelo menor el acuerdo había sido de dejarlo en libertad con todos sus papeles completamente limpios, siempre y cuando él se alistara en la armada y le ayudara con los conocimientos obtenidos durante el tiempo que estudió abogacía.

Saga estaba asombrado, su hermano siempre había sido más impulsivo que él y tenía un gran don con las palabras, así que ya podía imaginárselo saliendo de esa terrible situación y encontrar un beneficio.

"Y ahora soy teniente comandante." le comentó, Saga estaba orgulloso por su hermano y aliviado de que tuviera una carrera que lo mantuviese estable. Sin embargo, la noticia que le dio después le cayó como un balde de agua fría y lo dejó una horrible sensación en el cuerpo "Saga he vengado a nuestros padres." abrió los ojos sorprendido, la palabra venganza le hizo pensar en muchos sucesos trágicos, pero quiso desviar esos pensamientos en algo mucho más legal. Kanon había tomado mucho cariño a la pareja que los había adoptado en su adolescencia, creía que incluso mucho más que él, por lo que cuando fallecieron Kanon había caído en estado, por mucho, más deplorable, maldiciendo y renegando de todo lo que una vez creyó o defendió.

Pero lo que continuó lo dejó con muchos escalofríos en el cuerpo. Kanon le había dicho que durante su tiempo de estudiante y su preparación en la armada había estado recabando información acerca de la banda culpable de la muerte de sus padres adoptivos. Había dado con cada uno de ellos y se había encargado él mismo de llevarlos a prisión, asegurándose por medio de sus contactos a través de la armada que cada uno pereciera dentro de la penitenciaría.

Lo que Kanon le contaba como si fuera un operativo rutinario a Saga le invadió un alivio mezclado con miedo. Por lo que contaba su hermano eran una banda que actuaba por encargo, enterándose del préstamo que habían solicitado la pareja hace muchos años atrás, cuando el único hijo de ellos estaba enfermo y que nunca habían podido saldar "por completo". Eso sumaba una nueva culpa a Saga quien creyó que, por cuidarlos a ellos, sus padres adoptivos habían dejado de pagar la deuda, pero no era así, la cantidad la habían saldado, pero ellos les estaban cobrando intereses que no estaban pactados y al rehusarse a pagar ellos habían procedido a quitarle sus bienes y posteriormente acabar con ellos.

Nuevamente al mayor de los dos lo embargó una pena indescriptible, la visita de su hermano había terminado por dejarle un sabor agridulce, llenándose de una ira reprimida por muchos años. Ambos se despidieron esa noche y se veían a menudo desde ese día, comían juntos y viajaban juntos cuando el tiempo así lo permitía.

Su hermano había terminado con la pesadilla de sus padres, pero le había quedado una espina en el pecho que cada día le costaba más ignorar. Kanon creía que esto había acabado, pero no pasó mucho tiempo para que la otra parte de la banda quisieran cobrar la hazaña del menor, manipulando su automóvil, provocando que Kanon tuviera un accidente apenas unos meses de haberse encontrado, un accidente que lo mantiene en coma desde ese momento. El mundo de Saga volvió a derrumbarse, su única familia estaba en un estado deplorable, conectado a un sin número de máquinas que lo mantenían con vida y él quien era incapaz de dejarlo siguió manteniéndolo sumido en ese sueño aparentemente eterno.

Vendió su restorán para pagar las deudas del hospital, la armada había ayudado hasta que el informe médico indicó que Kanon solo podría mantenerse con vida conectado a equipos médicos. Ahora se encontraba solo, sin su sueño y con su hermano inmóvil e inconsciente en una cama de hospital. Eso llevó a Saga a caer en una depresión, trabajando en lo que podía y bebiendo todos los días. Fue en uno de esos momentos deplorables dentro de un bar donde una mujer de unos cincuenta años se le acerca, la mujer era una belleza, cabello rubio, ojos verdes, con un cuerpo de sirena envidiable y unos labios rojos tan dulces que terminaron por seducirlo. La mujer pagó las bebidas y le invitó a su departamento, allí le ofreció que fuera su amante y pagó por eso una gran cantidad de dinero.

Dicha aventura duró hasta que su esposo se enteró y ella dejó de contactarlo, entonces el sexo se había vuelto un método de escape a su depresión y su sustento monetario. Comenzó a buscar a mujeres adineradas en bares y clubs, se había preocupado de su imagen y al ver que no era indiferente hacia el sexo femenino aprovechó para usarlo a su favor. A los treinta y dos Saga ya tenía una reputación sólida, incluyendo el sexo con hombres igualmente exitosos, aprendiendo, soportando y aprovechando cada oportunidad por más asquerosa e incómoda que fuera.

Los años habían pasado y Kanon mantenía su situación sin ningún cambio, lo que Saga hacía le alcanzaba para mantener con vida a él y a su hermano. A los treinta y seis años Kanon dio una señal, podía respirar por su cuenta, pero todavía no podía salir del coma, no hasta encontrar un donante de corazón para poder operarlo con unas bajas posibilidades de recuperación. Saga no ha perdido la fe en que su hermano despierte y puedan estar juntos otra vez, no lo dejará solo, nunca lo dejaría solo otra vez.


Recordar a Kanon siempre venía de la mano con el recuerdo de su actual trabajo y juntar dos episodios de su vida siempre traían estragos en su salud mental, cuestionándose por los sucesos que hubiera preferido a veces no vivir.

—Saga. —escuchó su nombre a lo lejos, haciéndolo aterrizar en el presente, cuando despertó de su trágico lapsus vio la cara de Mu preocupado al frente suyo y la mesa llena de comida— Acabo de perderte otra vez. —le dice agitando su mano frente a su cara. Saga se acomodó con una sonrisa fingida, tomando la tostada con mermelada que Mu tenía en su otra mano acercándola a su boca para darle un mordisco frente a la mirada derrotada de su cliente— Oye, esa es mía… oh, ya qué. —se acomoda resignado, viendo como el peli azul sonreía travieso mientras masticaba la tostada que había robado, eso le alivió, durante los minutos que se había quedado mirando el mar, había tenido una expresión tan triste y llena de dolor que por un momento pensó que el lugar le traía malos recuerdos, sintiéndose algo culpable de haber insistido en desayunar aquí.

Pero ahora viéndolo con esa expresión, su corazón parecía tranquilizarse, no pelearía con él esta vez, más que mal había hecho realidad esta maravillosa experiencia, por lo que se preocupó en disfrutar del momento. Saga le dio un sorbo a su café, deleitándose del amargo sabor, un café de granos tostados eran su debilidad desde que estaba estudiando en la universidad. Desayunaron en silencio planeando que más podrían hacer después. Mu le comentó lo mucho que quería pasear por las calles principales e ir a los molinos para tomar un par de fotos. Ahí Saga descubrió un nuevo pasatiempo de su cliente, la fotografía.

Mu le contó a Saga que él no había conocido el océano hasta que había llegado a Grecia y que había aprendido a nadar en los ríos y lagos de su ciudad natal. Saga lo miró genuinamente interesado como su cliente se llevaba un mechón de su largo cabello hacia atrás de la oreja, para luego untar de manera suave y elegante mermelada de mora sobre su tostada mientras le contaba la historia de esa vez en que casi se lo lleva la corriente la primera vez que fue a una playa. Llámenlo loco, pero nunca había visto tanta gracia y elocuencia al momento de prepararse un mísero pan, haciendo que todo otro movimiento pareciera tosco y aburrido.

—Debes extrañar mucho a tu familia. —dijo de repente el mayor, tomando otro sorbo de su café. Mu se quedó con la taza a mitad de camino abriendo mucho los ojos, aclarándose la garganta y desviando la mirada hacia el mar.

—Sí —le costó responder, sentía una opresión en el pecho cuando recordaba a su familia—, pero me gustaría que no habláramos de eso. —Saga no se lo tomó a mal y cambió el tema, no era nadie para presionar en los conflictos familiares de los demás, por lo que no tomaría el tema jamás.

Se levantaron del lugar unos buenos minutos después del desayuno, hablando de cosas triviales. Las conversaciones con Saga solían darse de la nada y fluían hasta convertirse en temas de conversación totalmente interesantes, la manera en que fluía ciertos temas con tanta naturalidad hacían que perdiera el hilo del mundo. Quien iba a pensar que la tirante primera impresión entre ellos, con apenas unos cuantos diálogos como parte de su trato se convertiría en algo mucho más ameno, casi como si fueran grandes amigos.

Mu como lo prometió pagó por la comida feliz de cumplir uno de sus más infantiles caprichos, sintiéndose como un niño que consigue su juguete favorito. Estaban saliendo del hotel, cuando escuchan la voz de una mujer a sus espaldas llamando a Saga, este se detuvo a mirar a la mujer quien se acercaba hasta ellos, una punzada incomoda le atravesó el pecho con una mezcla de angustia. Algo le decía que no debía estar ahí, por lo que le dice a su compañero que lo esperará afuera del hotel.

Se acomodó en el muro de piedra que separaba las callejuelas de los árboles de buganvilias, cubriéndose bajo la sombra del potente sol de esa mañana. Sin darse cuenta su mirada se fue hacia dentro del hotel, las mamparas de vidrio ligeramente empavonados con un plástico en tonos negros apenas si difuminaban la figura de Saga y la mujer, era alguien espectacular, con esos tacones era apenas un poco más baja que el peliazul, elegante, una figura equilibrada y de piernas largas, el largo cabello liso y negro le cubría la espalda hasta la curvatura de la cadera. Parecían ser muy íntimos, Saga parecía divertido de algo que la mujer le decía, suspiró y se llevó un mechón de cabello detrás de la oreja, no había llevado nada para atarlo y ya le estaba estorbando.

Dejó de mirarlos cuando la mujer acaricia el antebrazo de su compañero, en un gesto que no se veía amigable, la sensación de incomodidad había vuelto. Decidió poner atención a su celular, pero ni las redes sociales, ni su trabajo, ni los juegos, pudieron concentrarlo tanto como la imagen de ellos dos ahí adentro. Finalmente, la mujer le entrega una tarjeta a Saga y este la guarda en su bolsillo. Mu se pregunta si habrá quedado con la mujer y algo dentro de él se desmorona sin siquiera darse cuenta.

Lo primero que hace Saga cuando traspasa las puertas de vidrio es buscar a su cliente con la mirada y lo encuentra debajo la sombra de los árboles, escapando de los rayos del sol. Las flores de buganvilia son de un tono violeta más oscuro que su cabello, pero que combinan a la perfección con él, con su belleza y simplicidad, como un ser etéreo.

—¿Nos vamos? —pregunta, se ha puesto sus gafas nuevamente, le sientan bien, jodidamente bien.

—Claro. —responde quedito, con una inmensa incomodidad en el pecho que tiene que disimular con su cara seria. Se endereza del muro y camina sin dirección seguido del peliazul quien parece convencido de que él sabe exactamente a donde ir cuando en realidad no tiene idea de nada. Las callejuelas se dividen al salir del hotel y sigue la ruta con la mirada clavada en el suelo, como si encontrara maravillosas las piedras marrones y grises, y es que lo son, pero no lo nota, está metido en sus propios pensamientos que camina básicamente por inercia. Piensa en Saga y en lo inconsciente que ha sido al arrastrarlo con él, a pesar de ser él mismo quien le invitó a desayunar en primer lugar, pero no puede sacarse de la cabeza que Saga podría estar haciendo algo más entretenido con cierta mujer de largos cabellos negros. Decide finalmente que despachar a Saga sería lo correcto después de un rato de estarlo meditando en su mente, se voltea bruscamente a ver al peliazul quien pega un brinco por lo inesperado de su actuar y por la audacia en la mirada de su cliente— No es necesario que vengas conmigo… eh… digo, si tienes algo más que hacer puedes hacerlo, yo… no quiero impedir que tú te diviertas también. —dice, la expresión de Mu era extraña y el mayor levanta una ceja sin entender nada— No es necesario que te quedes conmigo si no quieres. —dice finalmente.

No ha apartado la mirada de la vista de Saga y se ha mantenido con los pies clavados en los adoquines de piedras, en medio de las callejuelas. La gente transitaba con algo de dificultad con ellos dos obstruyendo el camino, tanto que Saga comenzó a ponerse inquieto, tanta gente le ofuscaba.

—No hay nada más que deba hacer. —responde, la mirada de Mu la podría definir como una mezcla de incredulidad y apatía, camufladas en una ligera sonrisa. Saga definitivamente no entiende el problema, estaba absolutamente seguro de que algo le ha pasado a Mu, ¿no había sido él mismo quien había planeado ir con él a ver las calles y el bendito molino?— Deberíamos darnos prisa antes de que no puedas tomar las fotos que quieres, además yo también quiero pasear, no pienso quedarme encerrado todo el día en ese hotel. —dice tomando una de sus manos, jalándolo hacia el frente retomando su camino y haciendo que la calle tuviera un mejor flujo de gente.

Al parecer eso había sido suficiente para Mu quien no tocó el tema por el resto del día y se mantuvo en un agradable silencio. Avanzaron de la mano por unas cuantas casas, una intersección de calles para tomar una nueva dirección y pasar un agradable día.


*La Armada Griega es la rama marítima de las Fuerzas Armadas de Grecia.

Este es el comienzo del día tres y aunque quería que ese día se escribiera solo en un capítulo, al final terminó convirtiéndose en un capítulo el doble de largo que este, por lo que lo dividí en dos.
La verdad no sabía si preferían un capitulo largo o no. Y por como veo según la estructura que tengo de esta historia por día habrán dos capítulo y en otros tres dejando la historia algo larga (Y yo pensando en hacer apenas un par de capítulos, que ilusa XDD)
Déjenme decirles que me sentí tan mal al escribir la escena de la infancia de los gemelos :C espero no romper corazones.

Quiero agradecerles por seguir esta historia.
Nos leemos pronto