MENTIRAS A MEDIAS
XI
El sol había salido desde hace unas buenas horas en la isla de Mykonos, encontrándose absolutamente tranquila como no lo había estado en días. La calma se había vuelto tan placentera y no fue hasta que la luz del sol llegó de forma directa e insistente sobre el apacible rostro de Mu, que este empezó a arrugar los parpados que pedían a gritos unos minutos más de ese hermoso y anhelado descanso que no había tenido en un par de días. Su plan era seguir en la cama, pero la ardiente sensación del calor solar había terminado por despertarlo por completo aún sin querer. Perezoso como nunca antes había estado, estiró su cuerpo solo para ser detenido abruptamente por el dolor que le invadía desde el cuello hasta las piernas. Mu se contrajo en un bollo entre las ligeras sábanas, viniéndole de golpe todo lo que había ocurrido la noche anterior y no pudo evitar sentirse avergonzado por lo que habían hecho. No recordaba cuando había sido la última vez en que había tenido tanta acción en una misma noche y si alguien le habría dicho que podría ser así de intenso en la intimidad, lo habría golpeado por blasfemarlo.
Movió poco a poco cada una de sus extremidades, ni en sus peores entrenamientos en el gimnasio había terminado tan adolorido como ahora; sin embargo, tampoco había recordado sentirse tan bien como lo hacía ahora. Se giró sobre la cama sintiendo una fuerte punzada en la parte baja de su cuerpo, viendo el espacio de la cama junto a él, vacío. Bostezó un par de veces, aún adormilado por la falta de sueño, había caído rendido cerca de las cinco de la madrugada. Eso, sumado a no haber pegado un ojo la noche anterior, le había hecho dormir tan profundamente como un lirón y si no hubiera sido por el molesto sol de la mañana, de seguro hubiera pasado de largo hasta después del mediodía.
Tomó su celular desde el mueble al lado de su cama y miró la hora. Según su reloj, ya eran las diez y veinte de la mañana. Seguro que Saga ya se había adelantado a desayunar, imaginó que intentó despertarlo, pero él cuando dormía profundamente, no despertaba aun si el mismo cielo se estuviera cayendo y Saga, por lo visto durante todos estos días, era alguien estrictamente madrugador y de sueño ligero.
Se levantó con los párpados aun pesándole sobre sus ojos que ardían de cansancio y se fue arrastrando los pies hasta el baño, quizás si se daba una ducha y algo de prisa seguramente alcanzaría a Saga en el restorán. El agua fría le recorrió el cuerpo adolorido, dejándose estar bajo el agua por unos buenos minutos. Cuando se sintió más despierto, se empezó a tallar el cuerpo, notando sorprendido como en sus brazos aparecían pequeñas marcas rojizas y otras aún más oscuras y grandes recorriéndole. Pasó la mirada desde el torso hacia abajo, descubriendo otras más adornando sobre su pecho, estómago y piernas, claras marcas que había dejado el griego mientras lo besaba. Se estremeció ante tal recuerdo y se apresuró en bañarse antes de empezar a sumergirse en esos ardientes pensamientos.
Se envolvió una toalla alrededor de la cintura y se fue directo a lavarse los dientes con el cabello goteándole por la espalda. En el espejo podía ver mucho mejor que no solo eran manchas rojas las que adornaban su piel, sino que había además unas marcas peculiares que no había notado antes. suspiró sonriendo mientras cepillaba sus dientes, viendo su reflejo en el espejo. Se inclinó para enjuagarse dejando su cepillo en aquel vaso transparente cuando algo llamó su atención y empezó a mirar todo detenidamente. El cepillo de Saga no se encontraba por ninguna parte, ni tampoco los útiles de aseo. Se limpió y salió del baño para darle un escaneo rápido a la habitación, ahí donde descansaban su maleta y sus zapatos, estos tampoco estaban. Revisó rápidamente el armario que compartían para encontrarlo completamente vacío.
Una sensación de terror se anidó en su pecho dolorosamente; sin embargo, no se dejaría llevar por esos horribles pensamientos que llegaban a su cerebro de manera amenazante. Se vistió lo más rápido que pudo y salió con prisa de la habitación, bajó al restorán, sin encontrar rastros del griego, pasó por la terraza sin resultados, por último, fue a recepción con el corazón latiéndole fuertemente preocupado de que sus sospechas a estas alturas fueran ciertas, preguntando si lo habían visto.
—Él dejó el hotel temprano, cerca de las seis y media de la mañana… aquí está su tarjeta de habitación. —Las palabras de la joven recepcionista comenzaron a golpear una y otra vez en su cabeza y sentía como todo alrededor se desmoronaba.
Saga se había marchado mientras él dormía.
—Señor, ¿se encuentra bien? —la vocecita suave de la joven se escuchaba preocupada. Sentía cómo el corazón le golpeaba fuertemente en el pecho, sintiendo de repente un dolor intenso que empezaba a taladrarle el cerebro.
—Sí, estoy bien. —respondió forzando una sonrisa que no convenció a la joven, pero que no pudo insistir al ver como Mu se marchaba hacia la terraza con un semblante sombrío.
Respiró profundamente para calmarse antes de tomar su teléfono celular y marcar el número que había guardado como "Saga Géminis" llevándoselo al oído, mientras pronunciaba una y otra vez en voz baja: contesta, contesta, contesta, al mismo tiempo que se mordía el labio inferior para intentar disipar el malestar que sentía en su cabeza.
"El número que usted ha llamado no se encuentra disponible, por favor intente más tarde". La llamada se colgó al instante. Mu intentó un par de veces más con el mismo resultado una y otra vez mientras caminaba sin rumbo fijo, hasta que chocó con alguien que lo hizo despabilar de un agónico trance mental.
—¡Hey, Mu!, ten cuidado, podrías lastimar a… ¿Qué te sucede? —preguntó una voz familiar, Mu levantó la cabeza y vio a Milo de pie frente a él.
—Se fue… —murmuró en un hilo de voz que su amigo apenas sí pudo escuchar— Saga se fue, Milo… —El griego abrió los ojos sorprendido, para luego fruncir el ceño con evidente disgusto, mientras lo tomaba por los hombros.
—¿Qué dices?, ¿Estás realmente seguro de que se marchó? —preguntó enojado, pues si bien, Saga había sido contratado por Mu, ambos se veían realmente encariñados. Mu asiente con la cabeza, herido y molesto por saberse utilizado una vez más— ¡Mierda! —exclamó furioso, soltando a un Mu completamente absorto en sus pensamientos, llevándose una mano hacia su frente, aplastando su flequillo hacia atrás.
—Milo te estoy esperando desde hace… ¿Qué ocurre? —la voz de Camus se oye desde atrás, pero ninguno de los dos está totalmente concentrado para notarlo, encendiendo las alarmas de Camus.
—¿Has intentado llamarlo? —preguntó Milo, ese maldito puto lo escucharía.
—Ya lo he hecho, su teléfono está apagado. —respondió Mu, sintiendo como el dolor de cabeza aumentaba lentamente.
—¿Qué está ocurriendo, Milo? —preguntó Camus ampliando el sonido de su voz y es cuando ambos se percatan de su presencia. Mu empieza a ponerse nervioso, empezando a pensar rápidamente en todo el caos que podría acercarse y que pudiera arruinar la poca dignidad que le quedaba. El dolor de cabeza se estaba volviendo insoportable y sus preocupaciones no hacían más que aumentar a medida que sus pensamientos iban fluyendo sin control en su mente.
—¡Maldito hijo de perra! —exclamó Milo, miró a Camus a un lado de él con su semblante serio, en sus ojos se podía ver un atisbo de preocupación— Saga se ha ido. —le comentó y un gesto de sorpresa se apoderó de su siempre tan frío semblante.
—¿Qué?, ¿Cuándo? —preguntó una vez más tan imperturbable como siempre, pero en el fondo le preocupaba que esto pudiera traer complicaciones a su amigo. Milo estaba enojado y Mu parecía estar enormemente afectado por lo sucedido, y no era de esperarse, pues ambos parecían sentir algo más, que casi se podría decir que eran novios de verdad.
—¡Intenta llamarlo otra vez! —Camus coloca una mano en el hombro de Milo, quien inmediatamente se giró para verlo, respondiendo solo con un movimiento de cabeza que iba de un lado a otro, nada significativo, pero el mensaje fue recibido instantáneamente intentando calmarse— Se ha ido hoy. —le respondió mientras Mu volvía a llamar sonando la misma voz con el mismo mensaje.
—Es inútil… —murmuró Mu cortando la llamada, sintiéndose mal por haber sido tan ingenuo y confiado una vez más.
—Ese bastardo se fue sin cumplir el contrato, revisa si te ha devuelto el dinero. —habló inmediatamente. Mu tomó su celular y revisó su cuenta bancaria, viendo que no había ningún depósito de dinero.
—No lo ha hecho. —responde y Milo lanza una sarta de insultos. El muy maldito se había ido y llevado el dinero de su amigo, eso aquí y en la China era un robo.
—Hay que llamar a la policía. —responde Milo sacando su celular del bolsillo. Mu se alerta ante las palabras de Milo, si bien, se sentía traicionado, pero no era para armar un escándalo de esa magnitud.
—¿Qué?, ¡No!, ¡No lo hagas! —dijo tomándolo del brazo, intentando frenar las acciones de Milo.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó extrañado, dándole una severa mirada a su amigo, incapaz de creer lo que está escuchando— Ese bastardo se ha robado tu dinero, no puedes dejar que esto se quede así. —contestó, según lo que le había contado Mu, el contrato decía que si no llegaba a la reunión o incumplía en los días pactados, el dinero debía ser devuelto.
—Milo, por favor, no digas nada…—le pidió Mu, sabiendo que Camus estaba con ellos, ignorando que la pareja de su amigo ya sabía la verdad, sintiéndose en este preciso momento enojado y avergonzado.
—¡Ya basta, Mu!, ¡no puedes seguir extendiendo esta mentira, ese tipo te ha estafado, no te puedes quedar así! —habló fuerte. Mu se quedó quieto apretando su teléfono fuertemente, no se suponía que las cosas terminarían así, ¿Por qué tenía que terminar así?
—Milo tiene razón, Mu. Las cosas han escalado muy alto. —respondió Camus, Mu lo observa detenidamente sorprendido a que él le estuviera diciendo esas cosas, cayendo en cuenta que no eran solo Milo y él quienes sabían la verdad.
—¿Le contaste? —preguntó Mu boquiabierto. Milo se rascó la cabeza. Si estaba hablando sobre ser honestos, no podía simplemente mentir sobre aquello, asintiendo un par de veces— ¡Milo! —replicó, pero ¿Qué sacaba con hacerlo? Esto ya se había salido de sus manos y no podía seguir pretendiendo lo contrario.
—No culpes a Milo, fui yo quien lo forzó. —argumentó Camus, intentando mantener la situación en calma, no era una mentira de todas maneras. La mirada de Mu cae aún más acongojada, mirando frustrado hacia otro lado. Ambos se sienten mal por él, pero como amigos debían hacer lo correcto y lo correcto en estos momentos era llamar a la policía para que pudiera hacerse cargo de esto, con suerte poner una demanda al tal Saga por estafa—Milo tiene razón, no puedes permitir que huya con tu dinero —intentó convencerlo, Mu dudó, en su mente pasaban tantas cosas tan rápido que no era capaz de hilar una oración coherente.
—Pero… —
—No digas más, no puedes seguir siendo intolerante con los demás, —le reprendió Milo, quien seguía con el brazo firmemente agarrado por las manos de Mu, negándose a soltarlo— toda esta situación con Shura debió haberte enseñado en que no puedes ser tan ingenuo con los demás, menos con las personas que no conoces… —Mu cerró los ojos arrugando sus párpados, resistiendo los comentarios de sus amigos y aguantando la horrible jaqueca que se ha instalado en su cabeza, agotado mentalmente de pensar como todo esto había acabado así.
Las críticas llovían una tras otra, sabía que estaban preocupados, pero su preocupación no hacía más que dañarlo y humillarlo.
—Podemos hablar con Ángelo, él podría hacer que esto se agilice. —dijo Camus sacando su teléfono para enviarle un mensaje a su amigo. Quizás la policía de investigación pueda tener algún registro de ese tal Saga en su base de datos y así tener pruebas para poder levantar una demanda en su contra.
Las voces de sus amigos, el dolor de cabeza, las mentiras de Saga, la boda, todo en un mismo momento, hicieron que llegue a su límite.
—¡No! —solo bastó que se sugiriera integrar a otro de sus amigos a este problema para que Mu alzara la voz para detenerlos. Ambos se quedaron mirándolo de pie sin mover ni un solo músculo. Mu jamás alzó la voz, nunca del tiempo que ellos se conocían lo habían escuchado hablar de esa manera. Mu soltó el brazo de Milo frunciendo el ceño irguiéndose con firmeza— ¡Si hacen eso solo arruinarán la boda!, y no pienso dejar que mis problemas dañen a otros, ni mucho menos que los resuelva alguien más… —La pareja los miró en completo silencio, sorprendidos por el arrebato y la seguridad de su amigo— Aprecio que se preocupen por mí, pero les pido que no intervengan en mis decisiones, —de pronto, aquella tensión que había inundado la terraza cambió en cuestión de segundos. Milo y Camus intercambiaron miradas aceptando a regañadientes la petición de su amigo— lo más importante en estos momentos es que Shaka y Aioria tengan su ceremonia como corresponde, sin más líos de los que ya han tenido que soportar… —Mu estaba cansado de ser la persona a quien los demás debían cuidar, ya no quería ser ese hombre frágil que había sido durante todos estos años, estaba cansado de no ser suficiente para él mismo— Por favor, déjenme arreglar esto solo. —respondió sin dar cabida a reproches.
Camus y Milo lo miraron fijamente, esos ojos jade tan decididos como jamás lo habían visto.
—De acuerdo… —contestó Camus colocando una mano sobre su hombro, dándole un par de palmadas de apoyo. En cierta forma tenía razón, él era un hombre adulto que debía hacerse cargo de sus propios errores, y ellos venían con el propósito de acompañar a la pareja en su matrimonio. Llamar a la policía solo haría que las cosas se salieran de control— Solo, no olvides en pedir ayuda cuando lo necesites. —Mu asintió agradecido, botando el aire con desgano.
—Estaremos ahí para ayudarte. —habló Milo guardando su teléfono en el bolsillo de su jeans— Me alegra volver a ver al Mu que conocía. —dijo orgulloso, quitándose un peso de encima. Lo había subestimado por tanto tiempo, que había olvidado el verdadero carácter que parecía haberse dormido muy en el fondo de él y esperaba que ese carácter que había vuelto se quedara para hacerlo entrar en razón.
Tomaron caminos distintos. Luego de un par de palabras, la pareja se marchó en dirección hacia la playa. Ambos aprovecharían el tiempo que quedaba para pasear y quitarse así estas recientes emociones. Habían querido que las cosas fueran diferentes, pero como el mismo Mu había dicho, debían dejar que él mismo remediara su vida solo. Caminaron tomados de la mano mientras contemplaban como un grupo de personas decoraban detalladamente el lugar para la ceremonia.
Mu en cambio, caminó directo hacia su habitación. Dio pasos firmes y seguros que duraron hasta que abrió la puerta, luego al pasar esos pasos se volvieron lentos y débiles. Apoyó la espalda en la puerta bajando la cabeza, dejando que sus mechones malvas taparan casi por completo su cara, quedándose ahí un par de minutos hasta que la primera lágrima cayó estrellándose en la alfombra.
oOo
Faltaban solo un par de horas para que el sol comenzara a teñir el cielo de cálidos tonos naranjas y apenas una hora para que comenzara la celebración de la boda. Todo estaba hermosamente arreglado. La ceremonia se celebraría en la playa, que en estos momentos parecía ser sacada de una revista de bodas, empezando por el altar; puesto sobre una tarima cuadrada alta de madera que en su superficie estaba cargada por una delgada plancha de piedra caliza y cuarzo rosa. Una mesa blanca cubierta con una fina tela blanca que colgaba larga hasta la arena y sobre ella un hermoso ramo de rosas blancas y un par de faroles con velas. Detrás de la mesa se encontraba un arco diseñado para imitar los pilares de los templos de los dioses olímpicos, adornado con hermosas rosas blancas que imitaban unas enredaderas, decoradas con pequeñas no me olvides, dándole el toque delicado, y un tul de color crema que adornaba en espiral, desde el arco hasta la base.
Por cada costado de la tarima había escaleras de madera, cada una con un gigantesco arreglo florar en un costado. Frente al altar colocado en línea recta un camino de madera, y a los costados del camino pequeños faroles solares con no me olvides blancas. Tanto para izquierda y derecha se encontraban en filas las sillas blancas donde los invitados estaban tomando su asiento, ansiosos y emocionados por la boda.
A Mu le había parecido lo más hermoso que haya visto en su vida, y estaba seguro de que al momento en que el sol descendiera pasaría sus rayos por el arco en el preciso momento en que ambos estén dando el "sí", y no pudo evitar sonreír y suspirar por lo adorable y romántico que era todo, aunque con cierto dejo de amargura. Se maravilló por como Shaka había tenido todo en consideración, no podía imaginarse el tiempo que tuvo que haber calculado la posición de cada cosa para que todo fuera perfecto. No se notaba, pero su amigo podía ser demasiado romántico cuando se lo proponía.
Mu se sentó en la penúltima fila que estaba más vacía que el resto, sentándose al lado de Aldebarán, quien lucía un hermoso traje beige a medida, un requisito también de Shaka: el vestir colores claros para la ceremonia, con una impecable camisa blanca y corbata carmesí, y el cabello peinado pulcramente hacia atrás, dejando un fino mechón rebelde sobre su cara. Él había optado por un traje color marfil, sin saco y con gillette, camisa blanca y corbata dorada, el cabello amarrado en una cola alta, resaltando aún más su fino rostro con sus usuales mechones rebeldes cayendo sobre su cara, ayudando junto con la crema a que esa escasa marca en su mejilla pasara desapercibida.
Pudo ver a lo lejos a Afrodita y Ángelo sentarse en el grupo de sillas del otro lado, Ángelo con un traje gris muy, muy claro, sin saco, con las mangas de su camisa remangadas en el antebrazo y una corbata negra, y Afrodita con un traje completo color durazno, con el cuello abierto de la camisa y sin corbata.
Los minutos fueron pasando y cada vez llegaban más invitados a la boda, varios de ellos habían llegado en la mañana, por lo que había más gente de los que usualmente se habían visto durante la semana. Milo y Camus llegaron un poco después y se sentaron juntos en un espacio que había en la fila de sillas que estaban frente a Mu y Aldebarán. Se sintió extraño al ver la mirada de sus amigos antes de sentarse, miró hacia el espacio que había al otro lado de él, sintiendo el vacío aún más grande. Al final había terminado solo, había hecho un teatro por nada y se maldijo mil veces a sí mismo por no haber sido capaz de afrontar su soledad de mejor manera.
Sacudió su cabeza ligeramente, alejando esos pensamientos. Esto no se trataba de él, sino de sus amigos, y se esforzó en mantener una sonrisa casual. Lo consiguió de cierta forma, pero sus ojos lo delataban. Cualquiera que lo conociera bien podría darse cuenta de que algo no andaba bien.
—¿Tu novio no vendrá?... ¿Cuál era su nombre?, ¡Ah, sí!, Saga. —preguntó Aldebarán a su lado, poco había tratado con el nuevo novio de su amigo y era muy malo para recordar nombres. Mu se removió incómodo en su silla y con una sonrisa extraña en su cara intentó pensar en algo que decir.
—Si… bueno, él… nosotros, ya no… —no fue capaz de terminar su oración, pues el sentimiento de enojo todavía estaba en él y estaba seguro de que, si le contaba a su amigo, aunque fuera otra mentira, terminaría por derribar esa falsa serenidad que ha estado tratando de mantener. Aldebarán no necesitó más de todas formas, pues la mirada de su amigo había bajado hasta mirar la arena en sus pies y eso solo podía significar una cosa.
—No debes perseguir lo que ya se fue, si es la persona indicada regresará, sino solo debes desearle que sea feliz. —respondió su gigantesco amigo, Mu suspiró abatido, pues para empezar lo que había entre ellos nunca fue real y Saga, al parecer, lo había olvidado muy rápidamente.
—Gracias… aunque ya no hay retorno para nosotros. —dijo en un tono de voz indiferente, levantando la cabeza para fijar sus ojos jade en el horizonte, sonriendo débilmente. Tenía que resignarse, había perdido la batalla una vez más.
Milo y Camus se miraron, ellos sabiendo toda la verdad, les molestaba la situación. Saga vio en Mu una presa fácil y este no desaprovechó esa oportunidad, tomándola para sacar el provecho que necesitaba. Sin embargo, se quedarían al margen de toda la situación tal y como lo habían prometido, confiando en que su amigo haya aprendido la lección, aunque esperaban que Mu tomara cartas sobre el asunto, denunciando a ese maldito estafador.
—Pudiste salir a delante una vez, —se oyó firme y grave la voz de Aldebarán, colocando una mano sobre su hombro con más fuerza de lo que Mu esperaba, recibiendo unas cuantas palmadas de consuelo— levantarte otra vez ya no será un problema para ti. —terminó sonriendo.
—Tienes razón. —sonrió Mu meditándolo. Por supuesto, la primera vez había sido doloroso y caótico, ahora solo dolía. Si había aprendido a levantarse después de los oscuros años de separación con su ex, entonces podría hacerlo una vez más. Ambos decidieron inconscientemente cambiar el tema de conversación, enfocándose en la ceremonia que pronto daría inicio.
Aldebarán le contaba cómo habían sido sus tres matrimonios fallidos antes de conocer a su actual pareja, una maravillosa mujer dueña de un acuario en el centro de Sao Paulo. No tenían planes para casarse, ambos habían acordado llevar una vida juntos sin tantas ataduras de por medio y eso había sido la mejor elección de su vida.
Así, entre anécdota y anécdota, los minutos fueron pasando hasta que dieron la llegada del maestro de ceremonia. Todo el mundo se levantó de su asiento mientras aquel hombre de avanzada edad y vestido de una túnica blanca caminaba por el pasillo de madera hasta llegar a la tarima donde estaba el altar. Todos los presentes se quedaron de pie viendo como el hombre abría un pesado libro. Inmediatamente, el sonido de los instrumentos de cuerda dio la bienvenida a Aioria, quien iba acompañado por su madre, una mujer ya entrada en años vestida con un largo vestido perlado, el cabello canoso y rizado estaba recogido en un sutil peinado. Ambos caminaron por el sendero hacia el altar y al llegar a su destino, la madre tomó su asiento en la primera fila.
Aioria se había quedado frente a la tarima del altar, vestido elegantemente con un traje blanco de dos piezas, donde los bordes del cuello estaban delineados por un bordado de color dorado, incluyendo los botones del traje y los puños de las mangas. La música era suave, casi ambiental, para relajar al novio antes de la llegada de Shaka. Los invitados que ya habían vuelto a su sitio esperaban impaciente la llegada del otro novio, mientras veían con diversión a Aioria, quien no paraba de moverse de los puros nervios.
La risa de Ángelo se podía escuchar perfectamente y seguida de él un reclamo por parte de Afrodita, quien avergonzado le pedía susurrando que dejara de reírse. Mu dio un vistazo a todo el lugar y tomó algunas fotografías con su celular, agradable y feliz. Todo parecía de ensueño, un sueño que estaba feliz de ver vivir a sus amigos a pesar de todo lo que había pasado a lo largo de la semana. Pero a pesar de sentirse dichoso de que por fin la unión entre ellos se esté dando, así como esperaban, él no podía evitar sentir una marea de emociones, con una sensación extraña en su pecho, como si de alguna manera algo faltara allí.
La música cambió de pronto y Mu salió de su ensueño para girar su cabeza y ver como venía un hombre maduro y alto entrar por el sendero de madera seguido de Shaka. Todo el mundo se puso de pie, mientras ambos hombres iban a paso tranquilo. Shaka iba vestido con un sherwani blanco y completamente detallado con hermosos patrones dorados por todo el traje. Sobre su hombro derecho cruzaba una tela translúcida de un hermoso color oro que se cruzaba en su cadera izquierda y su cabello rubio se mecía dócil a cada paso que daba. Mu se levantó a puntas de pie para ver mejor, notando escasamente unos patrones pintados en las manos de su amigo.
Cuando llegaron hasta el lugar donde estaba Aioria, el hombre fue a tomar su sitio y en ese momento fue cuando se dieron cuenta de que era el padre de Aioria por el increíble parecido. Había sido muy noble de su parte entregar a Shaka, siendo que este no tenía un familiar directo que lo hiciera. El cabello rubio del novio permanecía libre como siempre, ondeándose entre la brisa que soplaba de repente, brillando bajo la luz del sol, viéndose tan sedoso como la tela que vestía.
Aioria vio por completo a Shaka, aguantando la sonrisa en su rostro, ya que sentía que en cualquier momento se lanzaría a llorar por la emoción. La ceremonia dio inicio cuando el hombre en el altar habló, dando la bienvenida a los invitados. Mientras la voz del anciano leía desde aquel grueso libro, para Shaka y Aioria parecía que el tiempo se detenía, mientras se observaban de manera constante, pronto la gente empezó a no sentirse para ellos, y fue bastante notorio para los presentes, pues se veía como ambos se comunicaban a través de la mirada algo que ellos mismos eran incapaces de entender.
Era eternidad, lealtad y confianza aquello que se transmitía sin palabras, anhelo, fe y respeto. Tan significativo era para el resto que ellos estuviesen tan ensimismados el uno del otro, que permanecieron en silencio contemplando la adorable escena entre ellos. Mu sonrió ligeramente, cómplice de todo esto que estaba ocurriendo, siendo fiel testigo del comienzo de sus aventuras, hasta llegar al momento donde ambos sellarían esta unión para siempre.
El sacerdote, que no había parado de hablar y que hacía las pausas pertinentes, dio pie para que se entregaran las argollas, y éste fue la señal para que Aioria y Shaka subieran a la tarima bajo el arco de flores, mirándose frente a frente, dando paso a la pequeña criatura que caminaba nerviosa entre los tablones meciendo un adorable y pomposo vestido blanco hasta llegar donde se encontraban los novios. En ese momento ambos tomaron las argollas del otro a espera de las palabras del hombre.
—Ahora, como símbolo de unión de estas dos personas que entrelazan sus vidas eternamente, ambos darán sus votos previos antes de intercambiar las argollas que sellarán el principio de una nueva vida. —dice solemnemente el sacerdote, dando pie para que sea Aioria quien empiece con el discurso.
—Shaka, yo Aioria, prometo respetarte y honrarte con el pensamiento y el corazón. Prometo estar siempre a tu lado, para construir la vida que hemos planeado juntos. Prometo trabajar para que nuestro amor crezca y se fortalezca con cada uno de los días de nuestro matrimonio. Prometo que, desde este día, no caminarás solo, porque estaré siempre para acompañarte y brindarte el apoyo que te mereces, y caminar contigo en esta vida hasta la próxima… —Aioria tomó con cuidado la mano de Shaka, donde iba decorada con tinta en hermosos grabados, colocó el anillo con cuidado hasta llegar a la base del dedo anular para terminar diciendo— Porque mi vida siempre ha estado y estará ligada eternamente a la tuya. —terminando con un casto beso sobre el dorso de sus dedos, feliz de dar ese paso que tanto ha ansiado.
Shaka sonrió. Aioria podía ser muy romántico y sentimental, y sabía a la perfección que su forma de amar era de esa manera, la cual apreciaría profundamente con todo el corazón por el resto de su vida.
—Aioria, no soy alguien que crea en el destino, pero incluso en mis pensamientos más lógicos. Si busco una respuesta a como pude conocerte y tener el placer de tenerte como mi esposo, jamás podría tener otra respuesta más que algo más fuerte que nos ha unido. Cuando pienso en las dificultades que pasamos, mi mente solo busca respuestas para resolverlas, pero así es mi corazón… El amor que tengo hacia ti es lo que me impulsa a querer hacerlo para seguir mi vida contigo. No puedo pensar un día en que no sea iluminado por tu brillante sonrisa o tus locas ocurrencias. Eres el complemento que esta mente racional necesita para salir de su encierro. Es por ello que te prometo que, mientras siga respirando en este mundo, me quedaré a tu lado. En los momentos más oscuros y difíciles, seré tu apoyo. En las alegrías y triunfos, seré quien te impulse a subir más alto. Te amo, Aioria y siempre te amaré. — Finalizó el rubio, tomando entre sus manos la de su amado, deslizando la argolla que ahora descansaría cada día en ese mismo sitio por el resto de sus vidas.
Una lágrima se escapó de los ojos de Aioria ante tal dedicación de palabras, llenas de amor, siendo removidas por la mano de su esposo, llenando el lugar de suspiros antes de tales votos que jamás esperaron oír de Shaka.
—Bien, con el poder que se me ha conferido, los declaro oficialmente esposos, ahora pueden ambos novios cerrar esta alianza con un beso. —dice el sacerdote antes de hacerse a un lado y cerrar el libro que traía, dando paso al momento esperado por todos los presentes.
En el horizonte, el sol ha descendido, iluminando con los colores naranjas el lugar. Los rayos pasan por el arco donde ambos están frente a frente. Shaka se acercó con mucho cuidado estirando la cara para alcanzar esos escasos centímetros que lo diferenciaban de su esposo, cuando de improviso Aioria toma su cara y le planta un beso demandante, sorprendiendo no solo a Shaka, sino a todos los presentes. Mu había aprovechado el momento fotografiando el momento exacto donde ambos se besaban en contraste del sol, sintiendo esa escena curiosamente familiar.
Cuando ambos se separan, un coro de aplausos se oyó en el lugar, llenándolo de vitoreo y gritos de felicitaciones a la nueva pareja que había unido ante la presencia de sus seres más queridos.
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El mar Egeo yacía en absoluta calma, siendo arrullado por la brisa leve que se daba en aquel momento; no había mayor bullicio del que se podía tener en una embarcación. Los rayos calientes del sol escocían como una herida que no es mortal, pero que existe y está ahí constantemente. Shura se apoyó en el barandal de la popa. Desde su posición podía ver el espléndido lugar que había dejado atrás: la playa del hotel Rocabella, aquel sitio de ensueño donde había llegado con tantas ilusiones y en algún momento se había sentido tan bien. Ahora se perdía alejándose poco a poco, mostrándole de forma diminuta aquel altar construido para celebrar la boda que había traído la desgracia con la que cargaría desde hoy.
Haber perdido a la persona que amaba había sido un golpe duro para su corazón, el cual no había dejado de sufrir desde que tomó la decisión de renunciar a lo único que lo mantenía feliz. Las palabras de Shaka habían sido duras, increíblemente crueles, siendo un escarmiento que no esperó tener de alguien como él, pero que sin duda recordaría por siempre. Apretó los puños maldiciéndose, los errores cometidos en el pasado le habían pasado factura hasta ahora, donde él mismo recibía todo lo que había cosechado durante años.
La isla fue desapareciendo poco a poco, y a medida que pasaba, en la privacidad de su mente pidió perdón, a Mu, a Aioria y sobre todo a Aioros. Y en lo más profundo de su corazón esperaba tener la oportunidad de resarcir todo lo que había provocado, para en un futuro poder plantarse cara a cara a Aioria sin sentir ira por sí mismo, sin sentir el amor que siente por él y ser capaz de estar en paz, y poder así pisar la tumba de su primer amor, quien debía estar decepcionado por haber hecho sufrir a su hermano.
Dio un último vistazo a ese punto marrón que parecía ser devorado por el mar antes de despedirse de Mykonos, aquella isla que fue testigo de su inevitable caída.
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La ceremonia había terminado y todo el mundo aplaudía feliz por la unión de los nuevos esposos. Al momento en que ambos salieron por el mismo sendero de madera, tomados de la mano, las personas iban arrojando pétalos de rosas rojas hasta que fueron interceptados por otras personas para irse a otro sitio de la playa y tomarse las fotografías correspondientes, mientras que los invitados eran llevados hacia el salón a la espera de los novios para ahora dar inicio a la fiesta oficial.
Cuando llegaron al salón, todos esperaron sentados en su sitio. Todo el mundo hablaba sobre lo linda que había sido la ceremonia, lo mágico del ambiente y de las hermosas palabras de los novios. La madre de Aioria estaba tan conmovida que apenas podía evitar las lágrimas, para luego ser atendida con un pañuelo de parte de su gentil esposo. El aperitivo se sirvió de forma inmediata y la música armonizaba la espera con sonidos lo-fi. Adentro la decoración era la misma que en el ensayo, solo que esta vez fueron decoradas en el cielo del salón con grandes telas blancas cosidas con mallas de luces que aparentaban un cielo estrellado.
Los invitados hablaban y bebían alegremente, haciendo un gran contraste con lo tenso que había sido el día anterior. Mu, en su lugar, se dedicaba a fotografiar el lugar. Luego le pediría autorización a Shaka y Aioria para usar estas imágenes en alguna que otra revista para alguna exposición con temática de boda. Todo esto no era más que una excusa para poder concentrarse en algo más que no sea el asiento vacío que había a su lado. El día anterior estaba nervioso por el pleito de sus amigos, pero había sido consolado por unas manos cálidas que no lo habían dejado en ningún momento. Ahora no había manos cálidas, no estaba esa voz grave que le daba el apoyo para no morir de nervios, no había nadie. Había fracasado, su mente le traía el recuerdo de la persona que había intentado todo el día en no pensar. Miró su celular, ningún mensaje, ni una llamada y ningún correo electrónico había llegado como explicación a su abrupta partida. Muy en su interior confiaba que él le daría explicaciones, pero su mente le decía que no había razón para hacerlo, había pasado y ya. Su cuenta corriente tenía los mismos números con los que había llegado y eso le hizo pensar que Milo tenía razón, había caído en una estafa. Saga había esperado el momento donde pudiera tener lo que quería de él: dinero y sexo.
Bloqueó la pantalla de su celular guardándolo en el bolsillo, ¡qué frustrante se había vuelto todo esto! Había caído como un tonto, y si tan solo no hubiera pasado la línea que dividía aquel contrato, no estaría pasando por esto ahora.
—¡Vaya, qué semana ha sido esta! —llegó por detrás Milo junto a Camus, quien venía con un pequeño vaso de licor de menta. Ambos habían dejado su saco en su lugar y se paseaban para matar el tiempo esperando a sus amigos.
—Y que lo digas. —respondió Aldebarán, quien estaba frente a Mu sentado en su lugar bebiendo una copa de vino que había pedido a uno de los meseros.
—Aioria si sabe cómo jugar con la tensión del momento, un día estás abajo con toda la tensión en tus hombros y al siguiente ¡paf! Ya estás en el cielo. —dijo entre carcajadas, sin poder ver venir el codazo que le había dado su novio y, cuando estuvo consciente de lo que había dicho, intentó arreglar la situación— N-No lo digo por ti, Mu. —Camus negó con la cabeza, había cosas que no se podían cambiar, aunque quisieras.
Mu sonrió lo más que pudo, Camus vio ese pequeño cambio en él y decidió reponer un poco lo dicho por Milo.
—Discúlpalo, no lo hace a propósito. —empezó diciendo al momento que se sienta en ese espacio vacío. Mu entendía a su amigo, conocía perfectamente la lengua de Milo y no lo culpaba por nada— ¿Cómo estás?, ¿Has tenido noticias? —preguntó como tanteando el terreno, previniendo cualquier gesto de Mu, quien simplemente niega con la cabeza.
—Nada. —respondió, tomando de su copa de espumante, ya sin temor de cometer otra estupidez, ¿Qué más podría pasar?
—Lo siento. —dijo imitándolo, bebiendo elegante otro sorbo de su licor.
—No tienes que hacerlo, al fin de cuentas fue mi culpa. Milo tenía razón, era un estafador y encontró a la persona indicada en el momento indicado. —respondió, tomando su copa de espumante para de llevársela a la boca, pero se arrepiente, dejándola en la mesa nuevamente— Esto no es más que una lección, afortunadamente solo fue dinero y no algo que hubiéramos tenido que lamentar, eso ya es suficiente para mí. —comentó con honestidad, aunque eso no le quitaba el dolor que sentía, recordando el día en que se embarcó, como en su mente se barajaba la posibilidad de que Saga sea un asesino en serie.
—Tienes razón, —respondió Camus arreglándose el cabello detrás de su oreja. Pensándolo de ese modo, solo ha sido algo material, aunque bien sabe que Saga no solo se llevó el dinero de Mu, sino algo más importante, pero el hecho de que Mu lo esté viendo de esa manera, de cierta forma lo dejaba más tranquilo— Shura no ha llegado. —cambió el tema mientras mira hacia la mesa donde Ángelo está contándole algo a Afrodita y este se ríe con muchas ganas.
—¿Qué?, ¿No estaba en la ceremonia? —sabía que no lo había visto, pero pensó que no quería llegar temprano o simplemente no presentarse ahí, por obvias razones. Camus negó.
—No apareció durante toda la ceremonia, —contó con calma, acercándose un poco más al oído de Mu, tapándose la boca con su mano libre— Ángelo y Afrodita tampoco lo han visto y no contesta sus llamadas. —No es el único, pensó Mu— Me atrevo a decir, sin equivocarme, que se ha marchado esta tarde. —Mu se giró hacia Camus, mirándolo sorprendido. Shura no parecía verse como si fuera a rendirse, de hecho, Mu temía que hiciera algo mientras se celebrara la boda en la playa. sinceramente debía dejar de leer tantas historias en sus ratos libres— Según lo que dicen es que lo vieron anoche hablando con Shaka. —terminó Camus, acomodándose mejor en el asiento de al lado, bebiéndose el último sorbo del licor de menta.
Mu no cabía en su asombro, recordó que su encuentro con Shura el día anterior había sido pasado las veinte horas. Después, él se había quedado con Saga en la playa. Ya luego de eso no supo nada más de nadie, así que, si lo dicho por Camus era cierto, ambos tuvieron que hablar después de que Shura se fue de la playa. Sintió un escalofrío en su espalda, imaginando lo que pudieron estar hablando. Eso podría explicar por qué se había ido.
En ese momento, la pareja de recién casados hacía su ingreso al salón y todo el mundo se había puesto de pie para recibirlos. Shaka se había cambiado su atuendo por uno más occidental, un pantalón color crema y una camisa color arena, mientras que Aioria venía vestido sin su saco y su corbata. Ambos se fueron directamente a la mesa correspondiente para dar inicio a la cena.
La cena se veía exquisita, de entrada, buyurdi, una ensalada hecha con queso feta, pimentón rojo y verde, tomate revuelto con aceite de oliva, pimienta negra molida y sal. Una opción amigable tras el calor del verano que demostraba ser fresca y deliciosa. Como plato fuerte, había dos opciones: una era la musaka, que consistía en capas de berenjena con zanahoria, tomate y cebolla, decorado con tomillo, con rodajas de papa en la base y en la superficie una capa de queso gratinado, maravillosa como opción vegetariana, y el otro era un filete de carne de res con salsa de champiñón y papas horneadas con romero. Esta era la opción para quienes gustaran más por la carne. De acompañamiento había preparado en cada mesa unos pocillos con crema tzatziki y porciones de pan de aceitunas.
Los invitados estaban encantados con la comida que era deliciosa en todos los sentidos, mientras bebían vino tinto o algún trago fresco preparado con o sin alcohol. Mu comió lo que pudo, si bien la comida se veía apetitosa, su apetito no estaba acompañándolo en estos momentos, y cuando vio el pocillo con la crema, la untó con el pan, dándole un mordisco saboreando la curiosa combinación. El sabor era bueno, pero no superaba el que Saga había preparado en su excursión a la playa. Cuando llegó el momento del postre, tres tipos de mousse eran las opciones: fresa, mango y limón, todas entregadas en pequeñas copas organizadas en capas de crema, decoradas con trozos de fruta y algunas flores comestibles. Mu pidió el suyo de limón, los postres eran su debilidad y no lo dejaría pasar por nada en el mundo.
La cena había finalizado, los encargados del evento llevaron a los invitados a la terraza donde se llevaría a cabo la fiesta entregando licor, vino y otros tragos más frescos. Era cierto que el ambiente era muy distinto del que hubo hace unos días atrás, quedando en el olvido aquel malentendido que pudo haber, siendo eclipsado, por fortuna, con la finalización del matrimonio. Afuera estaba decorado con telas blancas y rosas rojas, muy distinto a la decoración de la playa, enredando hileras de luces amarillas para darle un efecto romántico al lugar. También en cada esquina habían puesto pequeños fogones con luces artificiales para darle un toque íntimo, pero sin ser caluroso, ni peligroso para los invitados.
—Vaya, con todo esto aquí a cualquiera le dan ganas de casarse. —dijo Milo mientras bebía un tequila margarita. Las burlas de Ángelo y Aldebarán no se hicieron esperar.
—¿Es acaso esta una declaración para una futura boda? —se rio el más alto de todos. Milo, por su parte, solo se disponía a sonreír haciendo un movimiento de hombros.
—¿Ya tan pronto quieres condenarte, Milo? —respondió Ángelo, pasando un brazo por detrás de sus hombros— Te recomiendo que mejor no te amarres, te volverás gordo y viejo en poco tiempo. —Se rio y todos los demás también.
—Se volverá gordo y viejo sin necesidad de casarse. —respondió Afrodita, ocultando elegantemente su sonrisa.
—Una boda no es sinónimo de encarcelamiento, bien lo han demostrado Aioria y Shaka. —defendió Aldebarán, sus amigos eran la definición de resiliencia y amor.
—¡Tú ni hables de eso!, te has casado tres veces y no me has invitado a ninguna de ellas. —reclamó Ángelo apuntando con su dedo índice a Aldebarán, que apenado había terminado por rascarse la cabeza, todos rieron. Mu sonreía mientras miraba divertido a sus amigos, con una sensación de nostalgia tan linda. Se sentía bien estar todos reunidos como cuando eran jóvenes.
—Lo importante aquí es que acepte Camus, eso va a estar difícil, necesitará más de cien serenatas para que acepte. —volvió a hablar por su lado Afrodita, quien se limitaba a mirar de forma burlona a Milo, quien se había ruborizado, se suponía que era un secreto, maldijo a Shura por su enorme bocota.
De pronto Mu sintió que algo vibraba en el bolsillo de su pantalón. Una sensación extraña le invadió por completo. Apurado, tomó el celular bajo la vista y el silencio de todos en el lugar. Miró la pantalla, era un número desconocido. Su corazón latió fuerte y rápido, disculpándose, se fue a un sitio donde no hubiera tanto ruido. Milo y Camus se miraron entre sí, curiosos y preocupados por la llamada.
—¿Sí?, ¿Diga? —contestó de prisa. Su cara que se había iluminado fue cambiando poco a poco, sintiendo como los hombros bajaban lentamente— Sí, soy yo… Entiendo… Tendré que arreglar unos asuntos, pero creo que no habrá problemas si adelantamos la inauguración. Le confirmo apenas llegue a Athenas… Gracias, adiós. —colgó. Se había ilusionado, sonrió con ironía ante lo patético que parecía, creyendo que le llamaría en algún momento, tremendo imbécil.
Cuando regresó con el grupo, Milo y Camus iban a preguntar quién era, pero al ver la cara de desilusión de su amigo, prefirieron evitarlo.
—¡Mu!, ¿Dónde te habías ido? —preguntó Afrodita, quien miraba detalladamente su cara— Veo que has seguido mis consejos, la marca en tu cara ni siquiera se nota. —dijo mientras alcanzaba una copa de mojito de fresa y se la daba a Mu— No te he visto disfrutar de la fiesta, ten algo para levantar el ánimo, traes una cara de funeral que no puedo permitir. —Mu aceptó sin ya nada que perder, quizás y le ayude a no sobre pensar las cosas, dio un sorbo saboreando la dulzura de las fresas mezcladas con el alcohol, realmente estaba bueno, dio otro sorbo— ¿Dónde está tu novio? —Mu se atragantó con el último sorbo que había dado y es que debió pensar mejor. Era claro que las personas preguntarían por él. Había llamado la atención desde que ambos habían puesto un pie en el hotel, él mismo lo había hecho el centro de atención.
—Terminamos. —dice firme, esperando que aquello hiciera que los demás dejaran de preguntar por esa persona. Dio otro sorbo, la mirada de Afrodita lo decía todo, una mueca que decía trágame tierra.
—Lamento eso. —responde Afrodita, verdaderamente quería que Mu pudiera estar con alguien que de verdad lo quisiera, ya había tenido suficiente con Shura y parecía que ese tal Saga estaba haciendo un buen trabajo. Y aunque Mu lo negara, él sabía que le afectaba— No te preocupes, hombres hay por montones, tómate tu tiempo y luego, disfruta otra vez. —dijo palmeando su hombro.
Mu mira con cierta incertidumbre, pero termina por sonreír, esta vez de verdad. Afrodita nunca en su vida le había dado un consejo amoroso, ni siquiera cuando salía con Shura, pero tal parecía que el vaso medio vacío que tenía en las manos había ayudado un poco y agradecía mucho el gesto. Desgraciadamente no conocía por completo las actitudes de Afrodita cuando bebía, así que por unos largos minutos lo escuchó hablar sin parar como nunca habían conversado en su vida, contándole cosas tan personales que Mu no sabía bien qué decir o qué hacer.
La fiesta siguió con mucha alegría, y fue un momento muy especial cuando Shaka y Aioria comenzaron a bailar el primer vals, y dejaron a todos boquiabiertos cuando dieron la noticia de que lanzarían un ramo de flores.
—¡Lo que deberías lanzar es dinero! —se escuchó la inconfundible voz de Ángelo que se había quedado en medio del grupo que, a petición de los novios, no tuvieron más opción que esperar.
Un grupo de unas veinte personas estaban atentos esperando a que los esposos, quienes estaban de espaldas al grupo, lanzaran en conjunto un pequeño ramo de flores. Hicieron dos intentos, jugando con los invitados, y para el tercero tiraron el ramo. Se armó un bullicio detrás de los novios y el sonido de sorpresa los hizo girarse. Ahí, en medio de todos, se encontraba Camus sosteniendo el ramo, sonrojado por la reciente eufórica atención.
Milo se acercó sonriendo mientras le daba un beso a su novio.
—¡Bien Milo, ahora sí cumplirás tu sueño y te pondrás viejo, feo y gordo! —dijo Ángelo una vez más para risa de los demás. El baile continuó después de eso, donde ahora se unieron todos los invitados.
Baile, alcohol y muchas risas fueron lo que siguió durante varias horas.
Después de un tiempo de tanto bailar, Mu fue a sentarse en una de las mesas que había en la terraza del hotel, con el fin de descansar sus pies que estaban ya adoloridos por tanto movimiento. Nunca en su vida había sido bueno bailando, pero había querido participar después de todo para despejar la mente todos los sucesos del día. Le había hecho bien, en parte. Miró la pantalla de su celular, era cerca de las cuatro de la madrugada y ya estaba hora de irse a dormir si quería volver temprano a Athenas al día siguiente. El encargado de la inauguración de su nuevo proyecto le había hablado para adelantar la fecha de la exposición, por lo que tenía que salir mañana mismo a refinar los últimos detalles.
—¿Por qué no estás bailando? —preguntó una voz cerca de él. Mu levantó la vista y vio a Shaka sentado en una silla frente a él mientras bebía un sorbo de una bebida transparente con algunas hojas verdes dentro.
—Estaba cansado, sabes que no soy muy bueno bailando y ya me dolían los pies. —se excusó torpemente. Shaka se rio. Mu siempre había rehuido de las salidas a clubes de baile. A pesar de tener muchas cualidades y ser bueno para muchas actividades físicas, el baile sin duda no era lo suyo.
—Camus y Milo me contaron lo de Saga. —A Mu se le desvaneció la sonrisa de inmediato, tenía pensado no contarle nada sobre el contrato que tenía con Saga para no preocuparlo innecesariamente, pero para ser honesto en vez de sentirse mal porque sus amigos se adelantaron, se sentía aliviado de tantas mentiras que lo tenían saturado, por lo que no pudo negar nada y solo bajar la cabeza avergonzado— No tienes que avergonzarte, no conmigo, Mu… —le dijo Shaka, quien le molestaba ese hermetismo de su amigo para con él, pero conocía la personalidad de su amigo, Mu no haría ni diría nada para preocuparlo, y de todas formas ambos habían tenido suficiente durante los sucesos de la semana— ¿Quieres hablarlo? —preguntó mirándolo fijamente.
—Estamos en tu boda, Shaka, no creo que sea el momento adecuado. —dijo Mu aún con toda la vergüenza del mundo sobre su cara, al tiempo que se llevaba un mechó detrás de la oreja.
—Siempre hay tiempo para apoyar a un amigo y tú has hecho mucho por intentar sostener toda la conmoción de estos días para ayudarme, es lo mínimo que puedo hacer para agradecerte. —respondió el rubio. Mu lo miró fijamente, sintiendo la mirada de Shaka sobre él. Sus ojos claros como el cielo, tan honestos y condescendientes, sin ningún rastro de prejuicios, lo animaron a contarle con lujos y detalles todo lo que había ocurrido. Shaka solo se limitó a escuchar todo lo que Mu decía, sin perderse en ningún momento ni uno de sus gestos.
Sorprendido de que alguien como él pudiera haber contratado a un extraño como acompañante, era algo que simplemente no se esperaba. Era increíble cómo no estamos exentos de cometer errores aun cuando creemos tener todo bajo control; sin embargo, el destino podía ser muy caprichoso a veces. Shaka había entendido el porqué de todo, aquello que tanto lo había motivado a tomar elecciones tan impulsivas le había terminado por pasar factura a su muy terco y recto amigo. Especialmente el nuevo sentimiento que Mu ha estado desarrollando y que parecía no querer asumir del todo.
Hubo un pequeño e incómodo silencio cuando Mu terminó de hablar, pero que lo hacía sentir libre al fin de cuentas.
—Bueno, no hay mucho que decir al respecto… —dijo Shaka mientras tomaba un último sorbo de su vaso— ¿Qué piensas hacer? —preguntó con total curiosidad por saber las intenciones de Mu. Por la forma de verlo, ahora sabía que no habría peligro en que volviera a quedar como en el pasado, pero, aun así, era mejor prevenir que lamentar.
—No lo sé, no sé si esto puede tomarse como una estafa y verdaderamente yo no quiero… —empezó a hablar, sintiéndose desconcertado.
—No me refiero a eso… —dijo Shaka interrumpiendo la indecisión, nada común en él. Mu frunció el ceño, no entendía a qué se refería su amigo con tal pregunta— Con lo que sientes ahora, ¿Qué piensas hacer? —Mu se quedó en silencio unos buenos segundos antes de abrir la boca para luego cerrarla. ¿Lo que sentía?, ¿Por Saga?, ¡Dioses!, ni siquiera quería pensar en él, mucho menos saber qué hacer— Tienes unos gustos muy peculiares en hombres, Mu. —Shaka empezó intentando romper este incómodo momento— Sinceramente deberías aceptar lo que sientes para poder soltarlo. Negarlo solo hará que repitas la misma historia que tuviste con Shura y aunque no apruebo todo lo que hizo, creo que era mejor que pasara ahora que estás recién empezando a que fuera cuando esos sentimientos ya se hayan asentado. —explicó con calma.
Mu se acomodó mejor en su silla, aunque sabe que no morirá por estos sentimientos. Le da miedo aceptarlos, que todo esto se vuelva una copia de su relación anterior, pero entiende perfectamente el punto de Shaka.
—Tienes razón. —Aceptó. Esta semana había sido un golpe tras golpe y, aunque hubiera deseado no haberlo vivido, le han servido para crecer, y si tenía que caer otra vez, él ya sabía cómo levantarse una vez más, tal y como le había dicho Aldebarán— Gracias. —respondió junto con una media sonrisa. Shaka se sintió tranquilo sabiendo que Mu había entendido el punto de todo esto, había sido una estupidez, estaba claro en eso, y ahora podía entender por qué ese tal Saga no terminaba de convencerle. Había sido una persona difícil de leer y analizar, y su intuición no había fallado, pero sí había algo que él mismo había aprendido de todo esto, era que debía dejar que su amigo reparara sus propios errores, sin necesidad de sobreprotegerlo como en el pasado.
—No tienes por qué darlas, siempre estaré para escucharte. —comentó, sin darle mayores motivos a Mu para sentirse mal por sus decisiones, buenas o no, finalmente todo pasaba por una razón.
—Lo sé, Aioria es afortunado de tenerte a su lado, siento algo de envidia. —respondió con sinceridad. Él siempre ha esperado tener una relación como la de sus padres o la de sus amigos, una leal y duradera.
—En eso tienes razón, pero no te preocupes, encontrarás a alguien correcto para ti, te lo mereces. —dijo sonriendo orgulloso, y es que la vida no solo se trataba de entregar y recibir, sino de apoyar y crear nuevas cosas juntos. Todo eso lo aprendieron él y Aioria, con muchos altos y bajos. Y sinceramente esperaba que Mu también pudiera tener a alguien así en el futuro.
—La verdad es que por ahora no quiero saber de nadie más, nunca más, no estoy hecho para relaciones. —dice mirando hacia la playa, desilusionado de la vida.
—No te cierres a nuevas personas, llegará alguien, aunque así no lo quieras, y cuando eso pase sabrás que valdrá la pena todo el esfuerzo. —dijo muy romántico para alguien como él. Mu sonríe sin creerlo— Ahora, mientras esa persona llega, podemos ir a bailar un poco más. —dijo levantándose de su asiento esperando que Mu se llenara de ánimos.
—No, gracias, tengo que ir a mi habitación, se ha adelantado la inauguración de mi proyecto y tengo que volver mañana mismo a Athenas. —dijo levantándose también, pero con la intención de despedirse de su mejor amigo. Shaka supo a lo que se refería y, aunque le apenaba que se fuera, ya sea un día antes de lo previsto, entendió que era algo que no se podía evitar.
—Bien, creo que este es nuestro hasta pronto. —dijo Shaka acercándose para abrazarlo, agradecido por todo lo que había significado su presencia en su boda y por haber soportado todo lo acontecido— Espero que nos veamos pronto. —dijo mientras se separaba de su amigo. Mu asintió con su cabeza.
—Gracias por la invitación, les deseo que tengan una larga vida juntos. —habló mientras caminaban unos pasos más— Despídeme de Aioria. —dijo antes de separarse y caminar hacia el interior del hotel.
—Lo haré. —respondió, viendo como la silueta de su amigo se alejaba hasta pasar las puertas.
Shaka suspiró con pesar, si bien siempre tuvo sus dudas sobre Saga, Mu verdaderamente parecía estar cómodo con él, ambos en realidad. Nunca esperó que las cosas terminaran de esta forma, y con todo el corazón deseaba que Mu pudiera encontrar a alguien con quien compartir su vida.
Volvió de regreso donde su esposo estaba, la vida sigue y ahora, con su nueva vida puesta frente a ellos, su mayor prioridad era acompañar a la persona que había elegido para recorrer ese nuevo camino juntos.
oOo
Una vez en la habitación, aquella que hasta hace unos días había sido cálida y acogedora, ahora lo recibía con un frío vacío, uno que termina por romper ese muro invisible que había construido con mucho trabajo durante el día. Ahí, solo sentado en el borde de la cama, mira su celular sin hallar ningún tipo de respuesta. La que esperó con toda la poca ilusión que tenía y nunca llegó, llevándolo a revisar su galería de imágenes, las últimas pertenecientes a la ceremonia de la boda y parte de la fiesta, para luego ver una donde aparece aquella persona en la que ha estado evitando pensar durante todo el día, una que había tomado la vez que ambos fueron a desayunar al pueblo y la cual terminó por encender una llama en lo más profundo de su ser.
Enojado y decidido, se levanta de su lugar para irse directo al baño y recoger todas las cosas que ahí tenía, para encontrar en su reflejo a un Mu dolido por las mentiras, mentiras que él mismo había alimentado con ilusiones pasajeras y de las que estaba profundamente arrepentido. Prometiéndose en silencio no volver a ser el mismo Mu de hace un año atrás.
Tomó todo lo que le pertenecía y lo dejó sobre la cama, buscando su maleta para dejarla abierta y empezar nuevamente a hacer su equipaje, metiendo la ropa que tenía guardada en el armario, sus útiles de aseo, su computadora, zapatos y trajes, dejándola lista cerca de la puerta para mañana partir a primera hora. A los pies de su cama había dejado la muda de ropa con la que se iría al día siguiente y un pijama para dormir. Iba a tomarlo para irse a bañar junto con una toalla que había sacado del armario, recordando que ya no había necesidad de salir vestido. Así que dejó la ropa para dormir ahí y se fue al baño para darse una ducha bien fría.
Salió del baño con una toalla en la cintura y la otra en su espalda, escurriéndose el cabello y se puso un pijama. Miró el lado que Saga siempre ocupaba y se negó a dormir ahí, pasándose directo al lugar que había usado durante toda la semana. Ahí tomó su celular y bloqueó el número de teléfono de Saga y lo eliminó de su lista de contacto. Lo mismo hizo con su correo, bloqueándolo y eliminando todos los emails que se habían enviado durante el tiempo de contrato, borrando cualquier huella de su existencia, después de todo no los necesitaría nunca más. No le importaban ya los cinco mil dólares, puesto que él también tuvo que partir un día antes. No encontró necesario reclamar el dinero por unas horas de diferencia, su trabajo finalmente estuvo hecho.
Respiró profundo, concentrándose mentalmente en todo lo que debía hacer. Colocó un recordatorio en su celular para que le avisara que tenía que llamar a su secretaria y afinar los últimos detalles de su proyecto. Miró nuevamente la galería de imágenes, rememorando la semana. Había aprendido tanto, había crecido lo suficiente y eso era lo que se llevaría de regreso.
Pasó un último vistazo a la foto de Saga, decidido a eliminarla, pero por una razón fue incapaz de hacerlo.
oOo
Eran pasadas las seis de la madrugada cuando Aioria y Shaka llegaron a su habitación hambrientos del otro, los besos mezclados con el alcohol han despertado sus instintos y, aunque sus bocas se conocían hasta el último rincón, siempre encontraban un resquicio nuevo, una sensación nueva que los hacía delirar y terminar sobre la cama. Aioria quitó cada una de las prendas de su esposo, feliz y emocionado debido a las intrépidas manos del rubio que no pararon en ningún momento hasta dar con su objetivo debajo de su pantalón.
Las manos de Shaka se movieron con tal soltura y dedicación que fue imposible para Aioria aguantar los gemidos, mordiendo su cuello, mientras descendía hasta saborear sus pequeños pezones, mientras quitaba el molesto pantalón de su esposo. Los gemidos se unieron en coro, la lengua de Aioria, incontrolable como su dueño, hacía estragos en su cuerpo, succionando con fuerza, con intenciones de perderlo en el más grande placer. Se quejó una vez que lo liberó de su tortura, para ir bajando en una lluvia de besos hasta llegar a su miembro que lo esperaba animadamente.
—Házmelo, como me gusta… —había gemido mientras sentía como la lengua repasaba de punta a base, apretando en su puño los cabellos rizados, relamiéndose los labios esperando la maravillosa maniobra de su boca. Aioria, obediente, introdujo la punta con delicadeza, concentrándose únicamente en ese sitio que lo haría delirar hasta pedir que baje más.
Y lo hizo, sin escrúpulos, le ordenó bajar hasta sentirse dentro por completo.
Se arqueó ya sin fuerzas para soportar la oleada de calor que le recorría a cada momento en que Aioria se enfocaba en cierta parte, así una y otra vez hasta liberarse.
—Delicioso, —respondió el cenizo recomponiéndose para quitarse las prendas sueltas, desnudándose ante la vista brillosa de su esposo, quien abría las piernas para él, con la respiración agitada y el cabello revuelto, pero Aioria también tenía sus propios planes— Date la vuelta, amor… —le dijo ayudándolo hasta colocarlo en cuatro sobre la cama, se acercó hasta sus caderas, besando sus nalgas detenidamente, arrastrando su boca hasta su entrada donde entregó beso tras beso, estimulando aquel orificio que poco a poco iba relajándose junto con los gemidos que con poco éxito lograba amortiguar con las mantas.
—Sigue… —pidió ante la tardanza de su esposo por introducir la lengua que ha estado rodeándolo con insistencia. Aioria la introdujo con cuidado, escuchando un maravilloso gemido de satisfacción. Jugó en ese espacio besando y lamiendo en el proceso, repitiendo una y otra vez. Shaka estuvo listo una vez más, excitado hasta un punto donde no sabía qué pensar, y solo se dejaba llevar en gemidos y jadeos sonoros.
Aioria, sin mucha paciencia, salió de ese lugar. Entre sus piernas, un órgano le pedía dolorosamente que entrara ya. Besó con impaciencia entre la línea que divide los glúteos, subiendo detenidamente en una fila de besos por su espalda, notando que los grabados que había visto en la ceremonia también estaban ahí y que avanzaban por sus brazos decorándolos hasta sus manos. Hermoso, sin duda su espalda arqueada con esos patrones le lucían realmente hermosos.
—¿Has decorado tu cuerpo para mí? —preguntó una vez que se acomodó tras de él, suspirando en su oído.
—Tu nombre está escrito en alguna parte, pero no sé si serás capaz de encontrarlo… —responde. Aioria aceptó el reto emocionado, frotándose en su trasero.
Empezó de a poco presionando, mientras quitaba el cabello que le estorbaba de aquella obra de arte en su espalda, leyendo con detenimiento cada símbolo en voz alta, empujando y entrando en cada palabra que encontraba. Lento, muy lento, una palabra, empujaba, otra palabra, empujaba. Shaka se maldijo cuando se le ocurrió hacerse dichos patrones, gimiendo desesperado para que entrara una vez en él.
Había logrado que entrara por completo, suspirando de satisfacción.
—¡Lee más rápido!… —pidió urgido. Sintió como Aioria se apegó a su espalda, leyendo las palabras que encontraba en su brazo izquierdo, creyendo que moriría de desesperación. Siguió con el brazo derecho, mientras salía un poco y volvía a meter tan lento. Jamás imaginó que perdería la paciencia—¡En la espalda, está en la espalda! —le dijo finalmente. Aioria sonrió ganador, separándose para pasar su mirada nuevamente por la espalda que no paraba de moverse desesperadamente.
—¡Lo encontré! —sonrió victorioso, besando debajo de la escapula derecha el sitio donde se encontraba su nombre.
—¿Qué estás esperando, entonces? —Aioria, sin pensarlo más tiempo, lo tomó las caderas y empezó a golpear con más fuerza, haciendo que Shaka temblara de pura satisfacción. Suave y apretado, Aioria aumentó la velocidad, dejándose llevar por la corriente de calor que le provocaba la cavidad de su cuerpo.
No supieron en qué momento se había vuelto todo más salvaje, sintiendo como la cama se movía también al compás de ambos. La temperatura en esa habitación había aumentado, los jadeos se volvían insistentes y el sonido de ambas pieles chocaban haciendo eco. Aioria se recargó en la espalda de Shaka, haciendo que este pegara el pecho en la cama para decirle al oído lo mucho que lo amaba. Los movimientos fueron cada vez más rápidos hasta un punto en que ninguno pudo aguantar. Aioria terminó primero dentro, empujando con fuerza, dejando que saliera todo, mientras llevaba su mano hacia el miembro goteante de Shaka, a él que bastaron un par de sacudidas para que lo siguiera manchando la cama.
Aioria terminó por cargarse completamente sobre su esposo, quien permanecía aun recuperándose de su encuentro, satisfecho y sin fuerzas. Ambos se acomodaron una vez recuperados, con el sol ya aclarando la habitación. Cayeron rendidos al sueño casi de inmediato, abrazados, cubiertos solo por las sábanas, listos para empezar esa nueva aventura llamada matrimonio.
Ya está! por fin! :D:D
Hola a todos, es un honor para mí que hayan estado presentes en esta boda, Aioria y Shaka están muy agradecidos por su participación :D:D
Yo estoy feliz de que aún estén pendientes de esta historia que se actualiza cada mil días XDD. Incluí casi al último momento el lemon de Aioria y Shaka, pues porque como una boda no tendrá noche de bodas no, ¿no?, decidí incluirla aquí, porque a partir de ahora me centraré en detallar los motivos por los que Saga se fue y no hablaré mucho sobre la luna de miel que tendrán.
Ya queda solo dos capítulos y nos despedimos de Mentiras a medias, trataré de apurarme en las actualizaciones, pero no prometo nada n.u'
En twitter dejaré una imagen de regalo (hecha por amesbloom), por este largo tiempo de ausencia y ojo, no es de la boda es de una parte del capítulo, pero lo verán cuando entren ahí, la cuenta está en mi bio ;)
Creo que no se me olvida nada, gracias a todos por sus follows, comentarios y también a los lectores fantasmas que siguen la historia, nos vemos en una próxima actualización.
Saludos :D
