MAXIMA CULPA
Capítulo 3: Adiós al cariño
El tercer capítulo relata el crimen cometido por Sara Kujou y compañía, ocurrido en alguna parte de Inazuma.
(ACTUALIZACIÓN: TEXTO MODIFICADO Y READAPTADO)
UN DÍA EN INAZUMA, ANTIGÜEDAD
‒¿Y para adónde va tan temprano usted?, ¿no va a tomar desayuno?, es tal llegar y servirse. ‒Dijo un tío abuelo desayunando.
‒No pensé que estaría despierto. ‒Expresa una tía abuela luego de empacar sus cosas.
‒*Risas* Antes no solo daban los sueños se pierde, siéntate mujer. ‒Pensó ese hombre anciano.
‒Lo acompaño un rato, igual quería hablar una cosita con usted. Conseguí un trabajo en Fontaine. ‒Asegura malintencionada ella.
‒¿Y qué significa eso?, ¿te vas a llevar a Sara?
‒No, no puedo.
‒¿Y cuándo tienes que presentarte?
‒Ahora.
‒O sea te estaba yendo, o sea que a Sara no le ha dicho nada.
‒Qué quisiera, pero no puedo llevármela.
‒¿Y era necesario que te escapara así? O sea que a mí tampoco me va a decir nada.
‒Disculpe, pero quería evitar este momento.
‒Más fácil arrancar, ¿no?
‒Mire, creo sinceramente que va a estar mejor con usted. Cuando yo me instale en Fontaine le voy a mandar la dirección y nos vamos a poner en contacto, eso. Yo ahora tengo que irme. ‒Se marcha aquella dama mintiendo que regresaría. ‒Algún día voy a volver a buscarla.
Esa mentira de retornar jamás se concretó, porque se fue con su amante de otra región y nunca más regresó a casa. Ignorante del contexto familiar, Sara Kujou era humillada y molestada en la escuela.
‒A ver, ¿qué está pasando atrás? ‒Decía el maestro en plena clase.
‒Es que esta niña me está tirando el pelo. ‒Alegó la pequeña Sara.
‒Usted. Sí, sí, usted fuera de la sala, ahora mismo. ‒Regaña el docente obligando a expulsar a la compañera.
De mala leche la peliazul jura vengarse de aquella alumna hurgando en su casa un objeto cortopunzante que haría ajustar cuentas pendientes, llevó consigo una navaja.
‒¡A ver si eres tan cornuda, ¿y ahora qué va a hacer?! Dime algo, ¿ah? ‒Amenaza aquella niña buscando riña siendo cortada de su brazo por Sara.
Entretanto, al utilizar la navaja como defensa propia iba a su hogar como si nada hubiese pasado, pero era interrumpida por su vecina dando un aviso.
‒Sara, hola. Oye, tu tío tuvo que ir al médico y me pidió que te dijera que te dejó la comidita servida, que va a llegar tarde y que no te preocupara, ¿ya? ‒Comenta el aviso una amable vecina de edad.
‒Gracias vecina. ‒Agradeció la peliazul oscura.
‒De nada. Adiós. ‒Devuelve el gesto la adulta.
MÁS TARDE, DE NOCHE...
‒Hola abuelo. ¿Cómo te fue? ‒Dijo la menor a su único pariente.
‒Bueno, me tomaron varios exámenes. Esperemos que esté todo bien, mi niña. ‒Comentó el anciano. ‒¿Y esta? ¿Cómo llegó aquí?
‒Hace días que lo dejaste aquí, abuelito. ‒Dio la palabra Sara entregando la navaja que utilizó.
‒¿Yo?
‒¿No me diga que no te acuerda, abuelo?
‒Eh, si usted lo dice mi niña, así será.
‒Sí, abuelo.
‒La voy a guardar.
El tiempo ha pasado y ella ha sido objeto de burlas y bullying por parte de sus compañeras de clase, un día en la escuela se encerró en el baño siendo perseguida por una de ellas.
‒¡Oye niñita, te doy diez segundos para que salgas de allá, ¿me escuchaste?! ‒Escarmienta la alumna pidiendo que saliera del baño.
‒¿Qué quiere? ‒Dijo la híbrida abriendo la puerta.
‒Que me conozca, ya me conoces. Mira, si me obedeces en tono no te va a pasar nada. ¿Estamos de acuerdo? ‒Acalla aquella joven estudiante empujando a su víctima antes de que algo grave pasara. ‒¡No te escucho, estamos o no de acuerdo! Parece que no. ¡Me vas a hacer caso! ¿Me escuchaste? ¿Me va a hacer caso o no? ¡Estoy hablando, ¿me va a hacer caso?! ¡AY, NO VEO! ¡NO VEO!
Estamos frente a una historia desatada, cruenta y de imágenes que calarán muy hondo en nuestra mente, y que también nos inducirá a reflexionar sobre lo que acontece en un rincón de la delincuencia que imaginamos lejano, pero que de seguro está más cerca de lo que nosotros pensamos; descubrir el punto de inflexión en la vida de la protagonista Sara Kujou lo condujo a los inicios de su etapa escolar, lo que sin duda fueron los que marcaron el resto de su existencia. Hoy no ha asistido a la escuela por miedo a las consecuencias que pudo tener el hecho de enterrarle un lápiz en el ojo a una compañera; en este lugar muy cercano a la abandonada estación de trenes de Liyue varios menores se reúnen para quedar a las órdenes de un delincuente adulto que se aprovecha de ellos y de ser segura unos tentadores centavos por formar parte de su banda de ladrones.
‒Hola abuelo. ‒Saludaba Sara.
‒Tú, ¿dónde estabas? ‒Dice el tío anciano.
‒¿Por qué?
‒Me desocupé temprano del hospital y fui a la escuela a buscarte.
‒¿Me pasaste a buscar?
‒Sí, no fuiste a clases.
‒No abuelo, no fui.
‒¿Se puede saber por qué?
‒Bueno, ayer me pegaron.
‒¿Te pegaron? ‒Interroga el hombre.
EL OTRO DÍA
‒Ya chicos, a los de mañana necesito a tres de ustedes. Tienen que hacerme caso en cada una de las cosas que le diga, ¿vale? Voy a agarrar la pistola, voy a entrar al negocio, cuando entren el negocio les dé la orden ahí agarran las bolsas y toman todo lo que puedan. Después nos juntamos en el lugar que les dije en la esquina que les dije. ¿Estamos claros? ‒Exigía el líder de su banda compuesta de niños.
‒¡Sí! ‒Corean los menores.
‒Ese es mi equipo. ‒Menciona aquel hampón adulto.
A muy poco de cumplir ocho años (de apariencia física), Sara había incursionado en la carrera delictual. Lo que parece una locura para cualquiera es para esta niña una experiencia digna de ser repetida, seguramente porque esta repetirá llegar a casa con mercadería y ayudar así a su tío abuelo.
‒Hola vecina. ‒Le saluda la niña.
‒Hola mi amor, sentémonos. ‒Dice aquella mujer del vecindario.
‒¿Qué pasa?
‒Lo que pasa es que tu tío abuelo no se sintió bien en la mañana y tuvimos que llamar a la ambulancia.
‒¿Le llevaron al hospital?
‒Sí, porque se sentía descompensado.
‒¿No va a venir?
‒Cuando llegamos quedó hospitalizado.
‒Quiero ir a verlo.
‒Es que es la cuestión, Sara, se suponía que yo te pudiera acompañar a la hora de visita.
‒Dígame, yo voy sola.
‒Sara, lo que pasa es que tu tío abuelito falleció. ‒Mencionó aquella mujer recibiendo la mala noticia.
‒No, no puede morir, no. Quiero ver a mi abuelo, mi abuelito. ¡Quiero verlo! ‒Reacciona entristecida la pequeña Sara y se abraza.
La repentina y dura orfandad en que quedó esta niña, hija única, la condujo a ser trasladada a un centro de menores, en este lugar el curso delincuencial que había recibido en la banda infantil la hizo merecedora a este postgrado, egresando de aquí como una "mechera".
9 AÑOS DESPUÉS...
La salida del centro de menores tempranamente se produjo con la ayuda de un familiar que se ayudó a cobijarla, requisito fundamental para ser dejada en libertad; en rigor, esta adolescente jamás llegó a ese destino y se fue donde sus ex compañeros de delitos, ahora más crecidos en edad y nivel de violencia.
Aquí, vulnerados sus derechos más básicos llevando una vida sin restricción alguna y probando las primeras drogas, Sara se dejó engañar por la brisa encarnadora que antecede a un huracán.
El guante aterciopelado que acaricia y da la bienvenida a la adolescencia nos hace presumir que se acerca a una instancia primaveral, tierna y eterna, y por cierto no siempre es primaveral; no necesariamente es tierna y jamás llega a ser eterna. Sara, sin duda ha tenido una vida más solitaria, más dura y más violenta que cualquier joven de su edad, requiere compartir también sus penas del alma y fue su virtual jefe quien se hizo eco de su desazón; con él abrió su alma, erradicó sus pasajes más negros de su existencia sin saber que esos consejos tenía adosado un cobro impensado. Sara tuvo dos hijas con ese hombre y debe salir a trabajar para mantener a su inesperada familia, ahora ejerce su oficio de "mechera".
5 AÑOS DESPUÉS...
‒Yoimiya, tú sabes que soy la única que trabaja para mantener a la niña. ‒Le explicaba la guerrera a su compatriota.
Este es el argumento manipulador que Sara siempre esgrime para conseguir prebendas solo que en esta ocasión su nivel de engaño llega a límites preocupantes, determinó que sus dos hijas son un impedimento para su trabajo y ahora las va a abandonar mediante un engaño dejándolas a cargo de un familiar, sabiendo que no está en sus planes regresar a buscarlas.
A la sombra de una conducta férrea, pero refractaria al orden social Sara Kujou, sin análisis, ni cuestionamiento alguno convierte con velada manipulación una conducta anormal en una situación viable. Decisiones como estas hacen pensar el nivel de violencia que se anida en su alma, el que de un momento a otro podría emerger desde sus entrañas como un torbellino sin control, algo de eso se deslumbró al dejar a sus dos hijas literalmente abandonadas, repitiendo casi por instinto más que por conciencia el patrón de conducta que aplicó con ella su propia madre. Los movimientos en solitario de Sara eran observado por un hombre; este hombre, serio y responsable fue la primera persona que no provenía del hampa y que posaba sus ojos en ella, fue su cándida honestidad la que hizo que Sara accediera a dejar la calle y aceptar la oferta de vivir juntos en su casa. Era sin duda la gran oportunidad de esta mujer de dejar atrás su pasado y darle un giro en 180 grados a su existencia; de esta unión nació una nueva hija, pero ella llevaba tiempo macerando qué hacer con su existencia, dejó que la niña diera los primeros pasos y tras asegurarse del afecto de su padre expresó su intención de dejar todo hasta allí confesándole no haber estado nunca enamorada. Esta vez Sara advirtió su partida, se despidió de su hija y se hizo a la selva como un animal en cautiverio que busca su manada.
11 AÑOS DESPUÉS, ACTUALIDAD
Así creció Sara Kujou hasta convertirse en mujer, su madurez no pasó exactamente por encontrar el camino correcto, sino más bien en sacarle partido a su talento criminal; fue su conducta recia y avasalladora la que alentó a liderar su propia empresa. Observó con agudeza durante mucho tiempo hasta dar con quiénes abastecían de drogas el sector y no tardó en convertirse en el nexo más prominente entre traficantes y consumidores de la zona, desde que logró agarrar la hebra Sara tuvo la ocurrencia de poner su base central en la localidad de Inazuma. Sara, camuflada como camarera de un restaurante abordaba a los clientes cuando buscaban desatadas emociones, ella extendió sus redes junto a sus cuatro socios, entre ellos su actual pareja, apodado "Benny".
‒Buena. ¿Y allá cómo están en la casa? ‒Dice la ahora Tengu atendiendo a sus compinches.
‒Bien, todo bien. Tengo todo orden en la casa. ‒Coordina Bennett hablando de drogas. ‒Oye, si le va bien va a tener más mercancía.
‒Ya pedí, ¿con qué crees que estás hablando? Me llega la semana. ‒Añade la azabache. ‒Oye escúchame, este es un territorio diferente, ¿ya? Acá se conocen todos y pienso que no es bueno que te vean mucho conmigo.
‒Sí. Oye, ¿hasta qué hora debe estar acá? ‒Preguntó el criador de lobos.
‒Mira, aquí tengo que estar hasta que cierren, dicen que el viernes y el sábado se llenan, así que nada, lo importante es hacer clientela, me da lo mismo el horario. ‒Planifica Sara entregando información.
‒Sí, ¿te espero acá o en la esquina?
‒Ve como las nueve y te sientas, ¿ya? Te tomas un vino, te estoy avisando para que no estés afuera.
EL OTRO DÍA...
‒Bueno, ya les dije que ésta se prendió, así que por favor, así que no manden ni una cagada. ‒Platica Sara bebiendo cerveza.
‒¿Cagada como cuál? ‒Pregunta Shogun Raiden aquella grosería.
‒Como que abran el hocico más de la cuenta, mercadería que entreguen se paga de inmediato y si alguien, no sé, quiere le cobren menos ésa la decido yo. ¿Ya? ‒Matiza la Tengu sus condicionantes dichos. ‒Y si alguien se demora mucho lo arrinconan.
‒Sí, si ese tipo que me actualizaste a pasarme varios papelillos, al principio era súper puntual. ‒Afirmó Bennett.
‒¿Y todavía no te paga? ‒Interroga la líder de la banda.
‒Vendió todo, pero hay algunos que se demoran en pagarle. ‒Expresó el peli-gris.
‒Ya, pero ese es problema de él. ‒Comenta la Arconte de Inazuma.
‒Si yo le dije. ‒Enfatiza el oriundo de Mondstadt.
‒¿De quién está hablando? ¿De Arataki? ‒Desembuchó la tal Kujou respecto a Itto.
‒Sí, yo les comenté, igual lo utilizaste. ‒Sostuvo el criador de lobos.
‒Yo, déjame a mí. Ya van a saber con quién se está metiendo ese concha de su madre. ‒Dice la de ojos amarillos.
‒Oye, está de más decirle que aquí en la casa no se hace ninguna transacción. ‒Hablaba tajante Gorou.
‒¿Por qué? ¿Alguien lo ha hecho? ‒Pensaba la azabache a su cómplice.
‒No, nada. ‒Denegó Bennett tomando el brebaje alcohólico.
A Sara Kujou intuyó que Itto Arataki tenía apremios económicos como proveedor de drogas y citó personalmente en su lugar subiendo el coche de este último.
‒Hola. ‒Saluda ella adentro del automóvil de su proveedor.
‒¿No ha venido "Benny"? ‒Insinuó esa pregunta Itto al volante.
‒No viene nada "Benny", usted lo tenemos que arreglar entre nosotros. ‒Dijo esta Tengu buscando un acuerdo.
‒Ah, no te dijo que me pagan a fin de mes. ‒Alega el guerrero aludiendo a Bennett.
‒Conmigo, papelillo vendido se paga ahora, ¿estamos? ‒Recuerda Sara el trato con Itto.
‒Oye, lo tengo claro, pero no estás en Liyue tampoco.
‒¿Qué quiere decir con eso?
‒Que acá funciona distinto, acá la gente le pagan la quincena o si quieres clientela hay que entender la movida.
‒A ver, no me vengas con putadas. ¿Ah?, eso te lo creo si te compran medio kilo, pero está vendiendo papelillos mierdosos a 30 centavos.
‒Ah, estoy claro si le voy a meter presión.
‒Sí, mételes presión si tienes un trato conmigo, me tienes que pagar.
‒Oye, te estoy diciendo que lo voy a hacer o no. Necesito más mercancía sí.
‒*Jadeo* ¿Quiere más mercancía?
‒¿Y qué quiere que haga?, si tengo que seguir hasta fin de mes la media rueda. Tengo que seguir abasteciendo, ¿cómo quieres que me pague?, se van a ir con otros.
‒Eres degenerado, o sea me debes dinero y quieres seguir endeudándote. ‒Rebela la samurái.
‒Ah, si no te ando robándote, ¿te he pagado o no? ‒Responde aquel guerrero con cuernos.
‒Me abonáis, que es distinto y me tienes adentro cualquier billete.
‒Ya, si te voy a pagar oye. ¿Me vas a pasar más mercancía o no?
‒Sí, te voy a pasar, pero si me fallas lo vas a pasar mal y yo no amenazo. ‒Apuntó Sara Kujou sus palabras antes de bajar del auto.
MÁS TARDE, EN EL RESTAURANTE...
‒¿Me entregaste la mercadería o no? ‒Dijo ella misma al criador de lobos.
‒Sí. ‒Afirmaba Bennett.
‒¿Y qué te dijo? ‒Contestó Sara reafirmando a Itto.
‒Me dijo que quería hablar contigo. Oye, ¿están todos acá? ‒Plantea el criador de lobos.
‒Bien, esos que están allá echaron de una y compran sin problemas, y el gordo que está al lado compra como "desaforado". ‒Detalla esta protagonista refiriendo a sus clientes del local. ‒Así que ya estamos haciendo de oro.
‒Oye, sabes que estoy preocupado. ‒Subestima el de los ojos verdes.
‒¿Por qué? ‒Decía la "mesera" a su cliente.
‒Por ese tonto de Arataki, no me confía. ‒Sugestiona "Benny" engañado. ‒Yo creo que el canalla está pagando deudas con nuestra mercadería.
‒Tranquilo, mañana platico un poco, no te preocupes. ‒Respondió la señorita Kujou llamando a la calma.
‒Sírveme otro. ‒Le pedía más alcohol este joven.
‒¿Vos crees que yo estoy para tenerte a ti? No "Benny", ándate y anda al boliche un rato, ¿ah?, y después te tomas la cuestión en la casa, sí, yo voy a cerrar aquí. ¿Ya? Ni se te ocurra venir a buscarme. ‒Aconsejó esta empleada desistiendo la orden.
‒Ya adiós. ¿Ya? ‒Se despidió el lobero.
La denominada Baal/Ei era la extensión perfecta de su jefa, aparentemente tranquila, pero cualquier alteración a sus planes podría haberle envuelta en el peor de los líos. Tenía un hermano como pareja desde que llegó a esta zona y ahora acaba de verlo en una flagrante infidelidad.
‒¿Todavía estás aquí? ¿Entregaste todos los papelillos? ‒Pregunta Sara a su colega.
‒Sí, entregué todo. ‒Disimuló Shogun Raiden cabizbaja.
‒Pero eso fue temprano, ¿qué te pasa? ‒Mencionó su amiga.
‒Me puedes creer que vi a mi hijo comiéndose a una ramera. ‒Cuenta la "Entidad de la Eutimia" apenada.
‒¿No me jodas? ¿Y qué explicación te dio?
‒No sabe que yo lo vi.
‒¿Y por qué no le dijiste nada?, yo le hubiese sacado de golpes.
‒Tranquila, ya va a haber tiempo eso. ‒Dijo "Ei" entristecida.
‒Sí, el mejor. No creo que sea tan boba para volver con él, ¿o sí? ‒Le calmaba Sara a su compañera. ‒Ya oh, no te enojes. ¿Por qué no te vas a tomar un vino conmigo mejor? ¿O lo quiere seguir esperando?
‒No, ya era, ya murió.
‒Así se habla Shogun-sama, ¿por qué no me acompañas a tomar unos vinos con "Benny"? ¿Ah?
‒Vamos.
AL DÍA SIGUIENTE...
‒Perdone el atraso. ‒Dijo Itto esperando desde su auto.
‒Llegué recién, así que no urges tanto. ¿Tú sabes lo que realmente preocupa o no? ‒Condiciona Sara tras subir el coche.
‒Sí, pero ya está solucionado, si mañana me pagan como el fin de mes.
‒¿Y qué tengo que ver yo en eso?, si es tu problema.
‒Nada, los que me deben les pagan mañana, ¿qué quiere que haga?
‒Vos eres tonto o te haces, y pareces que soy sorda. ¿Qué te dije recién? ¡¿Qué te dije?!
‒Nada, que es mi problema.
‒Que es tu problema, cuando me buscaste no me dijiste nada que éramos socios.
‒Ah, me había esperado la media vuelta, cómo no va a esperar un día más.
‒¿Te parece poco el tiempo que te he esperado. ¿Sabes cuál es tu mayor problema? ¿Ah?, que la deuda ahora es el doble o te lo tengo que explicar con dibujito.
‒No, si no soy nada tonto, sí sé.
‒Qué bueno que lo tienes claro, porque me debes más de un millón de protogemas y si no me paga ahora me vas a tener que pagar con intereses.
‒Ay ya. Si te voy a pagar, si mañana va a estar todo el dinero en su "casita". ‒Mencionó el caballero manoseando las entrepiernas de Sara.
‒¡Suéltame de la mano encima, bobo! ‒Se descontrola la azabache sintiendo acosada.
‒¿Qué onda? Si somos amigos.
‒Yo no soy tu amiga, esto es un negocio.
‒¿Te estás enojando? ‒Preguntó éste dando un beso en la boca a Kujou.
‒¡QUÉ TE PASA, TONTO! ¡¿QUÉ CREES QUE SOY UNA PUTA?! ‒Exclama la guerrera bajando del vehículo.
Es difícil ponderar el nivel de amenaza que está realizando en estos momentos Sara Kujou. Por cierto, ni ella misma está consciente de lo que es capaz de realizar cuando es dominada por la ira; solo que en estos instantes si este hombre no es digno de pagar todas sus deudas, salir adelante con todos sus compromisos podría vivir la peor pesadilla de su vida.
‒Oye, si fue un puro piquito, no más. ‒Dijo Arataki confundido por el besito.
‒¡Si mañana no me paga más te vale no haber nacido, desgraciado! ‒Escarmienta ella al "cornudo" de Inazuma dando un portazo en el carro.
3 DE MARZO
La reprimenda con visos de amenaza hizo que este hombre desapareciera por varios días, la ira por ese comportamiento en particular por haberse propasado con ella hizo que Sara diera la orden a su grupo para que concentraran todas sus energías en localizarlo a como diera lugar.
‒Oye Ei-sama, ¿no sabe nada? Encontré a Arataki. ‒Dice Gorou a la Arconte samurái.
‒¿En serio? ‒Menciona Bennett al oído.
‒Señorita. ‒Llamaba Shogun Raiden a su súbdita.
‒¿Qué pasa? ‒Señaló la mesera Kujou.
‒Dice que él encontró a Arataki en la plaza. ‒Responde la guerrera púrpura.
‒¿Y estaba solo? ‒Deduce la peliazul.
‒Estaba conversando con dos amigos. ‒Comenta el de las orejas antropomórficas.
‒Ya, entonces se tienen que ir ahorita, ¿ya? Van a agarrar las espadas y van a esperar veinte minutos en la plaza. ¿Ya? ‒Obedece esta líder azabache.
‒¿Y la cuenta? ‒Pregunta "Benny" si requería pagar.
‒Nada, da lo mismo esa cuestión. Yo cierro, váyanse. ‒Ordenó Sara a sus cómplices que abandonaran del restaurante.
EN UNA PLAZA DE INAZUMA
‒¿Trajeron lo que les pedí?, ¿no? ‒Solicitó esta protagonista las armas cortantes al resto.
‒Sí, y estamos con todo. ‒Dijo Bennett aguardando arsenal.
‒A ver. ‒Mostraba Sara a los demás sus objetos hechizos.
‒Baal tiene el otro. ‒Señala el criador lobero. ‒Toma, la navaja.
‒¿Dónde está? ‒Dice ella buscando el cuchillo.
‒Ahí, en el lote de ahí. ‒Le indicó la Arconte de Inazuma.
‒Anda a buscarlo y dile que quiero hablar con él. ‒Ordenó la señorita Kujou traer a Itto quien platicaba con terceros.
‒Tranquilo "Benny", usted no se dio cuenta. ‒Llamó la calma Gorou a su partner.
‒No, si él ya sabe lo que espera. ‒Responde éste al joven zorro.
Solo Raiden Shogun le convencía a Itto Arataki acercarse a la banda para saldar deudas.
‒¿Cómo están chicos? ‒Saludó el albino.
‒Aquí estamos, te estamos esperando. ‒Dijo Sara paciente.
‒Mañana me pagan, así que voy a poner al día. ‒Inventó él excusando su alegato.
‒¿Ah sí? Qué bueno, o sea que nos vamos de fiesta. ‒Menciona la azabache.
‒Buena, ¿vamos? ‒Replica la banda haciendo gala de sus maldades.
‒No puedo chicos, mañana trabajo temprano. Para la otra me consigo el sueldo. ‒Desestima el musculoso peliblanco.
‒Es que no te estoy preguntando si quiere ir o no, si tú soy el alma de la fiesta. ¿Cómo vas a faltar? ‒Cuestiona la tal Tengu.
‒No chicos, si no puedo, de verdad no puedo. ‒Insiste el señor Arataki.
‒Tú entendiste un poco en la escuela parece. ‒Expresó ella acorralando al cornudo antes de apuñalarle el brazo.
‒¡AH, CONCHA DE TU MADRE! ¡Qué me hiciste! ‒Exclamó Itto dolido.
‒Te enterré un poquito la navaja para que veas que no me amenazo. ‒Antecede sus palabras la tal Kujou.
‒Ya vamos. ‒Soslaya el ojiverde de Mondstadt.
‒Oye, tienes que portar bien. Pues la jefa se me enoja, ya vamos. ‒Le advierte la del pelo púrpura a su compatriota.
‒Vamos. ‒Sopesa la partida la de los ojos ámbar.
‒Es sangre no más. ‒Le reitera "Benny" a la víctima.
EN UN GRANERO
A partir de este instante lo que acontece para esta víctima es lo más cercano al infierno. Fue amarrado de manos y atado a una silla; los integrantes de esta red de narcotráficos estaban dispuestos a cumplir los caprichos de la jefa.
‒(...) Me manchaste, puto. ‒Dijo Bennett recibiendo una fuerte paliza a Itto dos veces.
Mientras Bennett cumplía a cabalidad las órdenes de su pareja, ella tomó un hacha para comenzar su escarmiento.
‒¿Qué te voy a hacer? ¿Qué crees que te voy a hacer? Ah, un poco de cariñito no más. ¿Ah? ‒Contesta Sara apuntando un hachazo hacia su proveedor.
‒¡AAAAAHHH! ‒Gritó el albino con cuernos absolutamente malherido por esto.
Itto Arataki logró por instinto cubrirse con el antebrazo y así evitar que el golpe le diera de plano en el rostro.
‒¡Trae la sal! ¡Ayúdame con el brazo! Ven. ‒Llamaba Kujou al resto a aplicar agua con sal para contrarrestar la hemorragia de Arataki. ‒¿Ah?, ¡¿dónde está el machito que yo conocía, a ver?! ¡¿dónde está el machito?! Tráeme una aguja, Gorou.
‒Ya. ‒Jactó Gorou hallando la aguja de coser. ‒Esta es la única cosa que encontré.
‒Mira, mira, mira, vaya a ver lo bueno que voy a llegar a hacer, zorro. ¿Ah?, te voy a coser para que no te sangre tanto. ‒Reaccionó la guerrera Tengu punzando la herida de su víctima. ‒¡Tápale la boca a este desgraciado que me va a dejar sorda!
‒Un paño, amigo. ‒Solicitó "Benny" a Gorou cubrirle la boca a Itto lastimado.
‒Gorou, ¿me trajiste la tijera o no? ‒Le pide Sara al hombre zorro.
‒Ahí te las dejé. ‒Recibe el de las orejas antropomorfas aquel artefacto cortopunzante.
‒Oye Shogun-sama, ¿por qué no le dices a tu novio que te traiga más trago? ‒Ordenó la peliazul a Shogun Raiden. ‒¡Ya amigo, se acabó el descanso!
La venganza se transformó en una verdadera tortura para la víctima, ya que luego del descanso la idea era cortarle a ambas orejas. El golpe que le propinó Sara en la boca le soltó todos los dientes a Itto Arataki quien aún no lograba entender la razón de esta masacre. Por su parte, el llamado de Shogun Raiden tuvo eco de inmediato en su hijo Wanderer (Scaramouche) quien no tardó en llegar con el encargo, desde luego ignoraba que había sido visto engañándola en la plaza y desconocía las consecuencias que esa infidelidad le podría acarrear.
‒Oye madre, ¿y éste por qué? ‒Preguntó el guerrero de Sumeru de paso en Inazuma.
‒Porque no pagó su deuda. ‒Respondió Shogun Raiden a su primogénito.
‒Bueno, te dejo eso. Nos vemos después. ‒Le entrega Wanderer alcohol a su madre.
‒Oye, pero espérame, no te vayas tan luego. ‒Soslayó interrumpida "Ei".
‒Es que tengo que volver, más rato vengo yo.
‒A vos se te olvida de que a nosotros también tenemos una deuda pendiente.
‒¿De qué está hablando?
‒¿Para qué mierda te estás conviviendo el otro día en la plaza? Eso no me lo contaron, yo lo vi con mis propios ojos.
‒Oye madre, mira, este no es el momento para discutir estas cuestiones.
‒No, si de discutir no vamos a discutir precisamente.
‒¿Qué va a hacer? Oye no, para, Ei. Yo te juro que nunca quise ser desleal contigo, yo te quiero a ti. ¡Oiga mamá, esto si hubiera vivido! ‒Quejó este jovencito siendo atado como Itto.
‒¡CÁLLATE, NO TE QUIERO ESCUCHAR MÁS! ‒Grita fastidiada la Shogun.
‒Vieja...
‒¡Tape la boca a este joto!
‒¡Por favor! ¡Suéltame!
‒Así me gusta ver a los que se creen los machitos, ¿sabes?
‒Shogun-sama. ‒Llamó Sara a su discípula pasando la tijera.
‒Mi amorcito, te juro que después de esto voy a hacer un curso de peluquería para que te quede más bonito. ‒Justificó sus palabras Ei cortando el cabello a su primogénito.
El grupo instado por una clara jerarquía jamás cuestionó ninguna orden y en menos de diez minutos habían golpeado y quemado el pelo a este hombre infiel, Wanderer.
‒Ya, estoy lista señorita directora. ‒Concuerda la de ojos púrpura a la Tengu.
‒Hey, oigan. ¿Ustedes se conocen o no? ¿Se conocen? Ya, entonces no le van a costar tanto hacer una pequeña actuación. ¿Ya?, una cosa sencilla. Vamos, desátalos ‒Improvisa Sara Kujou haciendo como directora de cine. ‒Si quieren salir con vida de acá van a tener que actuar como si fueran una pareja linda, ya, una pareja amorosa, ¿ya? Vamos, acaríciense. Acción.
Esos hombres torturados fueron desatados en medio de lágrimas y dolor, el resto simulan una película para estos hombres gravemente malheridos.
‒Parece que están medio esquinados nuestros actores, ¿ah?, vamos a tener que pegarle una motivación. ‒Planeó ella obsesionada de presionar a ellos.
‒A la orden, señorita directora. ‒Obedece Shogun Raiden a los dos inocentes. ‒Ya mocosos, motívense porque si no la película de amor se va a convertir de una de terror.
‒Eso, vamos y acción. ‒Improvisa Gorou la recreación. ‒Eso sí está mucho mejor, eso. Shogun-sama, aquí, primer plano, eso. Entonces, ahora la película de terror la cual tiene el final, ¿cuál es el final? Un besito. Vamos, que sea bonito.
‒¡El beso! (bis) ‒Clamaban todos pidiendo que sus víctimas se besaran como parte del acto.
‒Corte. ‒Interrumpe la ayudante de Shogun.
El ambiente estaba enrarecido por esta acción desatada donde nadie era capaz de poner una pizca de cordura esta agresividad impregnada de rasgos demenciales.
‒Ya chiquillos, aquí les traigo sus herramientas. ‒Dijo Gorou repartiendo pala y picota a estos hombres inocentes.
Fueron largos minutos de barbarie y martirio para las víctimas, pero aún faltaba el último tramo. El grupo, luego de solazarse con el castigo decidió lo inimaginable.
‒Ya chicos, la película se acabó, así que de lo que pasó aquí no puede quedar ni una huella. ‒Mencionó Sara a ellos la maquiavélica sentencia de muerte. ‒Maldición, este licor se acabó. Vamos a comprar más trago, mientras tanto ustedes van a cavar su propia tumba, ¿ya? Sí, los vamos a enterrar vivos.
Son muchos los estudios que dan cuenta de cómo la personalidad de alguien puede influenciarse por las acciones de un grupo mayoritario ya sea por la presión o simplemente por el desconfiar de su propia percepción, al concepto somos todos bestias capaces de matar a otro dependiendo de nuestro nivel de domesticación debemos añadir que es muy descorazonador tener que negar los alcances de nuestra propia naturaleza.
Sara Kujou y parte de su banda deciden ir en búsqueda de más alcohol, perciben que lo que viene a continuación requiere estar más motivado; el movimiento en las calles de Inazuma durante la noche es escaso, por eso los sorprendió que un automóvil policial lograra darles alcance a esa hora. Los uniformados no dudaron en deducir que estaban pasado de copas y suficientemente excitados, Sara y sus compañeros, en la medida de sus posibilidades trataron de controlarse ante los policías ya que advertían que de conocerse lo que estaban haciendo podrían ser duramente castigados. Todo sabía que de tal caso podrían arriesgar duras penas, esa fue la razón por la cual prosperó la tesis de que ambas víctimas debían morir y acabar enterrados; la policía escuchó con atención sus explicaciones y decidieron dejarlos partir con la promesa de que cada uno se fuera a sus respectivos hogares; los tres sabiendo que la suerte los habían acompañado regresaron calmados y sin emitir juicios hasta el granero para culminar su funesto plan.
‒¿Caben ahí o no? ‒Señala Sara luego de que sus víctimas pudieran cavar.
‒Caben perfecto, si no los cortamos las piernas. ‒Comenta Gorou escarmentando a ellos.
‒Entonces hasta aquí no más llegamos. ‒Juzga la Tengu mientras que ellos claman piedad entre lágrimas. ‒Es que ustedes se lo buscaron, muchachos, ¿ah? Así son bien hombrecitos van a saber morir con dignidad. ¿Ya? ¡Brindis!
‒¡Salud! ‒Celebran el grupo brindando entre copas antes del acto final con armas de fuego hechizas.
‒Gorou, Benny, a la cuenta de tres metan a éstos como sean el hoyo. ¡Uno, dos...! ‒Dan la cuenta regresiva las dos mujeres cuando sus hombres apuntan a ellos.
‒¡ALTO AHÍ, POLICÍA! ‒Alertó un oficial haciendo una redada.
La irrupción oportuna de la policía impidió por segundos que estas víctimas terminaran enterrados vivos como al parecer fue la intención inicial, desconocían sin duda que los policías uniformados descubrieron de inmediato que estaban frente a un hecho de sangre que ellos ingenuamente trataron de explicar con febles argumentos. Por tal motivo, el hecho de dejarlos partir era parte de su estrategia para que no se dispersaran y fueran ellos mismos los que los condujeran exactamente al lugar de los hechos, desde luego el impacto que significó para los policías darse cuenta de la horrenda tortura que le aplicaron a sus dos víctimas era un hecho sin precedentes; no solo en la zona, sino en los anales de la criminalidad teyvatiana.
Impresionados también con el devenir de esta increíble historia que conmocionó a la comunidad de Inazuma, nos hemos acercado a la cárcel de mujeres de Snezhnaya donde se encuentra recluida Sara Kujou desde ese marzo. Sabemos que ella y su banda están condenados por un delito inenarrable que muchas de sus compañeras de prisión desconocen, por tal motivo valoramos que esta mujer quisiera conversar en forma inédita y exclusiva con los medios y que nos permita comprender los alcances reales de este episodio que estableció un antes y un después en su vida delictiva; ella nunca se expuso a la prensa y hoy accedió por primera -y única- vez a contar su verdad al respecto. Esta es la verdadera Tengu.
Sara Kujou fue condenada por los delitos de secuestro simple, lesiones graves, porte ilícito de arma cortante y por homicidio frustrado simple. La justicia le otorgó una condena de 20 años.
Gorou, apodado "el zorro orejudo", fue sentenciado como autor de los delitos consumados de secuestro simple y lesiones graves. Recibió una pena de 15 años.
Shogun Raiden, apodada "Baal" y "Ei" fue sentenciada como autora de secuestro simple y lesiones graves. Recibió 12 años de privación de libertad.
Bennett, apodado "Benny" fue sentenciado como autor del delito de secuestro consumado simple, tenencia de arma de fuego artesanal y porte ilegal de arma cortante. Recibió 10 años, más 200 días de privación de libertad.
Continuará...
