MAXIMA CULPA
Capítulo 6: El enfermo
En esta historia continuaremos el desenlace del viajero tiempo más tarde, esta vez de otro carácter frente a una conocida hada.
MONDSTADT, MESES DESPUÉS...
En el registro de la criminología de Teyvat se inserta quizás la historia más cruel, más triste y porqué no decirlo también la más inexplicable de la cual se tenga memoria. Todos los hechos que le dan forma y vida convergen de una manera misteriosa, donde sólo podemos aferrarnos a los caprichos de la coincidencia.
Este es uno de los protagonistas, Aether. Actualmente –prófugo de la justicia– viene el sector del mercado central para comprar frutas, producto imprescindible a la fabricación de mermeladas, sus allegados se ganan de la vida de este modo y Aether les ayuda eventualmente. Por lógica esta terrible historia comienza de una manera casual; esta pequeña, Paimon vende flores y a veces pide limosna en el mercado. Por alguna razón, Aether se fijó en ella y tiene solo poderes mágicos, y si bien no se entabló comunicación la guardó en su retina.
–¿Quieres flores, señor?, me quedan las últimas. –Solicitaba la pequeña hada.
–No, gracias. –Le rechazó el viajero.
–¿Me das una naranja? –Pedía la menor.
–Bueno, ¿estás en el mercado antes? ¿Y dónde vives? –Preguntó él.
–Allá. –Dijo la peliblanca de ojos azules.
–¿Con quién?
–Sola.
–¿Sola? –Contestaba este aventurero proponiendo acompañar con Paimon a su "refugio". –Escúchame, te invito a mi casa. ¿Quieres ir?
Aether es un ser extraño, vive –de allegado– con la familia Lawrence y dada a su personalidad no tiene problemas en llegar a la casa con visitas.
–¿Qué hora es que Aether todavía no llega? –Consultó el señor Schubert.
–Va a ser la una (de la tarde). –Agrega su sobrina Eula.
–¿Le dijiste que trajera más damascos?
–Claro, y que sean los más maduros, si los que están en la bodega tienen para rato. Está casi lista la sopa, luego te sirvo.
–Hola. –Entraba el viajero acompañado con la hada.
–Apareciste, ¿te perdiste toda la manzana aquí? –Clamaba el señor Lawrence.
–Anduve buscando por todas partes, no encontré en ningún lado.
–¿Y esta niñita quién es? –Dijo la guerrera del clan.
–Se llama Paimon. –Contestó el aventurero oxigenado.
–Hola Paimon.
–Hola. –Saludaba la albina.
–Y la encontré en la calle, no sé qué decir, así la traje. –Menciona Aether.
–¿Y sus padres? –Le indicó el tío Schubert.
–No tiene, por eso la traje. Parece que puede quedarse por un tiempo.
–¿Aquí, con nosotros? –Señaló Eula.
–¿Y qué tiene?
–Bueno, por mi no hay problema, pero pregúntale a mi tío.
–¿Y tú quieres vivir con nosotras? –Responde el señor Lawrence.
–Si no le molesta. –Expresa Paimon con cierta timidez.
–Ya, vayan a lavarse las manos que la comida está lista. –Avisa a los demás la peliazul.
Desde hace algún tiempo Aether acude al hospital psiquiátrico para someterse aquí a periódicos exámenes. Su primer amor (Lumine) fue muy traumático como no fue correspondida con el avenido de su enamorada intentó suicidarse, el disparo que se dio en el pecho le rozó el corazón, pero logró salir con vida. Posteriormente, el viajero se casó con otra niña (Keqing), pero luego de algunos años terminó separándose; desde entontes su allegada consiguió que lo hospitalizaran ya que desde joven tenía este perfil autodestructivo, este diagnóstico es un secreto personal.
–¿Qué estás haciendo? –Inquiere Aether a su compañera.
–Estoy haciendo las camas. –Dijo Paimon una vez realizada su quehacer.
–¿Y a dónde está? –Preguntó él a su compañera.
–Fue a comprar al mercado. –Respondía la hada.
–¿Fue sola? –Contestó este viajero.
–No, fue con ? –Mencionó la niña.
–Sabes, desde que te vi algo me pasó contigo. –Insinuó el explorador pensando en ella algo no muy santo.
La pequeña Paimon, de tan sólo menor de edad quien se quedó a vivir en esta casa como empleada fue violada por Aether.
5 AÑOS DESPUÉS...
–¿Y Aether se quedó adentro? –Preguntó Eula ayudando a elaborar mermeladas.
–Sí, está adentro cerrando los frascos. Oye, ¿qué le pasa a éste que anda medio raro? –Expresó su tío.
–No sé pero me parece que anda entusiasmado.
–Ah sí, ¿y con quién?
–No lo vaya a creer, con Paimon.
–¿Con Paimon? Pero ella solo es una adolescente.
–Tú sabes cómo es este otro.
–¿Te ha dicho algo él?
–No, pero hace días que no quiere comer.
–Con Paimon, ¿hablaste con ella?
–Para qué, yo pienso que era una calentura más.
–¿Estaban llamando? –Entraba Aether diciendo a sus patrones.
–No, pero aprovecho que quiero hablar contigo. –Comenta Eula.
–¿Y de qué? –Duda el viajero.
–Me voy adentro, me llamáis cuando está lista la comida. –Se aparta de la escena Schubert.
–¿Qué pasa? –Interroga el joven milenario.
–Me ha contado que estás metiendo con la niña. –Cuestiona la guerrera de la familia Lawrence.
–¿Con quién?
–¿Cómo qué con quién? Con Paimon.
–¿Y quién le contó?
–No se necesita ser mago para saberlo, ¿no?
–¿Usted le molesta?
–Mira, eres bien grandecito ya para saber lo que te conviene. Pero ten cuidado, te digo ya.
–¿Cuidado de qué?
–Oye, no te haga el tonto, llama a Paimon que venga a ayudar.
El propio viajero iba a la habitación de su aliada compañera enterados de su supuesta relación amorosa.
–Te está llamando. –Comunicó Aether a la hada mágica.
–Ay, me asustaste. –Dijo Paimon sorprendida.
–Oye, ¿le dijiste algo a ella? –Comentó él mismo.
–No, ¿por qué? –Expresa la peliblanca comilona.
–Porque está preguntando qué pasa entre nosotros.
–¿Verdad? ¿Y tú qué le dijiste?
–¿Y qué quiere que les dijera?
–No sé, se enojó (de) verdad.
–Ya se le va a pasar.
–Cuántas veces te dije que no me molestara, viste, ahora quedó la embarrada.
–Oye, si da lo mismo. Al final ya soy grande.
–Sí, pero yo no. ¿Si me echa de la casa ahora?
–Nos casamos.
El ofrecimiento de Aether caló muy hondo en esta joven, ella necesitaba un hogar ahora más que nunca y no dudó en decir que sí. De este modo su eventual permanencia en la casa se consolidaba en forma definitiva. Ciertamente muy pronto con solo 14 años, esta niña se convirtió en mamá; Aether se sintió nuevamente esposo y padre, y tomo está mujer como un objeto de su pertenencia generando a partir de este instante una extraña relación.
El matrimonio no cambió la personalidad ni la actitud de Aether, muy por el contrario tener una mujer en su casa que lo atendiera era un beneficio muy particular; su tratamiento psiquiátrico continuó siendo una suerte de secreto personal. El diagnóstico que hablaba de una personalidad psicopática con rasgos histéricos era tomado en su hogar con absoluta liviandad y sin lugar a dudas el propio afectado no lograba dimensionar la gravedad de su patología. Casado y con hijos, este hombre no deja de encantarse con el sexo opuesto, más bien las relaciones con mujeres han pasado a formar parte de una verdadera obsesión.
Esta niña de 20 años, Aloy, es una enferma mental, producto de esto mismo no logra discernir ni mucho menos intuir que viene en frente a un verdadero agresor sexual.
–¡Ah, no! –Gemía aquella pelinaranja siendo abusada a la fuerza por él.
Aether terminó violando a esta joven deficiente, su acción tuvo un testigo ocular que lo denunció y a partir de ahí se inició un juicio en su contra.
OTROS 5 AÑOS MÁS
A esta altura Aether y Paimon tenían tres hijos; él estuvo algún tiempo en la cárcel por aquella violación, pero quedó en libertad mientras se sustanciaba el proceso. El hecho pasó para él casi inadvertido dando claras señales de su perfil psicótico. La situación de esta mujer no era precisamente de las mejores, madre de tres hijos y con un esposo castigador y violento se encontraba entre la espada y la pared. Desde luego, su particular personalidad algo extraña también se ahogaba la impotencia; Paimon veía que la posibilidad de trabajar era en cierto modo una salida airosa para eludir la presencia de su esposo.
–Esta es la última. –Dijo Aether ayudando a procesar mermeladas.
–Ya, ayúdame ahora que el agua está hirviendo. –Dice Eula elaborando los frutos.
–Hola. –Le saluda Paimon recién llegada del hospital.
–A la horita que venís llegando. ¿A dónde andabas? –Indicó él de manera autoritaria.
–Al médico con la niña. –Alegó la peliblanca diciendo la verdad.
–Pues si saliste como a las ocho. Última vez que llegas tarde.
–Oye, ¿qué te pasa? ¿Te está volviendo loco?
–A mí nadie me trata así, ¿ah?. –Le da una cachetada el viajero a Paimon.
–¡Aether, qué te está pasando hombre! –Exclamó Eula ante esta camada de violencia.
–¿Tú también, señorita? –La amenazó él.
Los castigos se convirtieron en algo recurrente para esta pareja, entretanto Paimon generaba en silencio una salida a su personalidad reprimida.
–Buenos días. A ver, déjame ver tu cara. –Le divisa la peliazul al hada. –Yo no sé cuándo va a quitar este mal carácter a este muchacho.
–Yo no sé si pueda aguantarlo más. –Desahoga la peliblanca de ojos zafiros.
–Aether es una buena persona, no es un mal tipo, lo que pasa es que está enfermo y hay que comprenderlo.
–Está loco, que es distinto. Bueno, con las otras mujeres que estuvo, ¿le fue siempre así?
–Ha sido siempre muy arrebatado, pero ya te digo, hay que saber comprenderlo.
–¿Y usted cree que yo lo comprendo?
–No, por el contrario. Eso quiere que eres una de las pocas personas que lo entiende.
–No, yo no lo entiendo. Mira lo que me hizo.
–Bueno, Aether tiene problemas, siempre con el psiquiátrico y para que sepas lleva años de tratamiento.
–¿Y no tiene remedio?
–Un poco distinto a todos los demás, pero sabiendo ya que es una buena persona.
–Voy a despertar a los niños.
–Paimon, te quiero pedir disculpas por lo que él te hizo.
–¿Va a querer algo más?
Era necesario reaccionar, así por lo menos sentía esta mujer. La idea de trabajar nunca fue aceptada por Aether, pero Paimon necesitaba hacer algo de otra manera no soportaría el infierno en que se había convertido a su hogar. Aprovechando una salida de compras tuvo la curiosidad de acercarse al lugar que le había recomendado su amiga, en realidad no era exactamente un café sino que se trataba de un toples.
–Eh jefe, te busca una "niña". –Avisa un empleado del cabaret.
–Dile que pase. –Dijo el dueño del local permitiendo el acceso a Paimon. –¿Sí?, dime.
–Vengo de parte de una amiga, me dio esta tarjeta. –Expresa la peliblanca.
–¿Y tú quieres trabajar? –Le interrogó este jefe.
–No sé todavía, ando viendo.
–¿Has trabajado antes?
–En esto no.
–¿Y sabes bailar?
–No mucho, pero me gusta.
–¿Tú sabes la onda de estos locales?
–Bueno, por eso vine a ver.
–Necesito una "niña", si te animas conversamos.
–¿Y el horario?
–Del horario, del dinero conversamos después cuando te decidas. ¡"Socio", llévala para adentro para que conozca el local!
En cierto modo, se dio la posibilidad de aceptar el trabajo de bailarina que desde luego Paimon no tardó en aprovechar; la paga no era buena, pero las propinas de algunos clientes sí eran tentadoras. Esta madre joven entró así este negocio donde desde luego vivió con particular nerviosismo su debut.
En realidad, la actitud de Aether estaba basada en un objetivo muy claro: sacarle partido económico a su mujer. Para ello era necesario vigilarla y por la vía de la presión exigirle todo su dinero; los celos aparecieron como su mejor aliado.
La situación estaba clara para Aether, según él existían razones para prohibirle a su mujer seguir con este trabajo, ya tenía certeza que si quería continuar debía prestarse a todos sus requerimientos y caprichos, entre ellos quitarle el dinero que ganaba y dejar que él administrara su vida como mujer de la bohemia.
–Oye, ¿y tú qué estás haciendo aquí? –Expresa Paimon sorprendida.
–¿Vos qué creí? –Delata enfadado el viajero.
–¿Por qué no me avisaste que me estaba esperando?
–Ya lo supe, pero creí que estabas con pedido.
–Oye, yo no estaba haciendo nada malo, tú sabes cómo es esto.
–Por eso te dije que no vinieras.
–¿No me diga que te estoy enojando?
–Esa es la última vez que te pille bailando con clientes, o si no te saco la cresta delante de todos.
-Oye, ¿pero qué hice?
–No, si no te hagáis la mosquita muerta conmigo, yo sé dónde te traje.
–Pero no armes un escándalo aquí.
–Yo puedo hacer lo que quiera. –Se inquieta él recibiendo otra fuerte cachetada a su pareja y de salida la empuja.
La estrategia de Aether dio resultado en cierta medida, Paimon ya estaba comprometida con su trabajo y por supuesto no quería dejarlo. Amedrentaba por la posibilidad de tener que volver a la casa comenzó a ceder aunque no dejaba de extrañarse por su loca conducta.
–¿Y a ti qué te está pasando oye? –Interroga Eula al viajero.
–¿Por qué?, ¿que le contó algo esto la otra? –Preguntaba él ocultando algo.
–No, no me dijo nada, pero vi cómo la dejaste.
–Bien merecido la tiene no más.
–¿Y a ti qué te has dado por ir a buscarla a su trabajo?
–Quería pegarla.
–¿Qué me pillaste? ¡¿En que me pillaste?!, ¡oye! –Alza la voz Paimon con la cara hinchada.
–Oye, ¿tú no estabas con los tipos? –Le contesta Aether ignorado de la golpiza que le propinó.
–Pero ese es mi trabajo, tengo que conversar con los clientes.
–¿Pero que no eras bailarina? –Indaga la peliazul.
–Claro que soy bailarina, pero no voy a dejar a los clientes solos si me conversan. –Dijo la peliblanca.
–Sácala usted. –Se excusa el viajero.
–Oye, si me vuelves a levantar la mano me voy, ¿oíste?
–Ándate, pero los niños se van a quedar conmigo.
–Los niños son míos.
–O sea si usted sola ya se van a quedar aquí conmigo, ¿me oíste?
–Ya está empezando a pelear otras como el perro y el gato, ándale a comer tus críos tú, y vos deja de amenazas, ¿oíste? –Le advierte Eula a ambos.
–No, si no son amenazas. Yo soy el papá de los niños, así que puedo hacer lo que quiera con ellos. Si quieres los mato también. –Procuró el oxigenado.
–¡Vos estás cada día más loco! –Exclamó la albina apartando de la casa.
Entre Aether y Paimon había por cierto una pelea declarada, a partir de ahora esta joven madre debía trabajar para su esposo que le indujo a la prostitución con otros hombres.
–¿Bueno?, ¿puedo hablar con el jefe? –Hablaba esta bailarina por teléfono fijo.
–Con él. –Contestó el dueño del toples.
–Ah hola, no le reconocí la voz. Habla Paimon.
–¿Qué pasa que son horas de llegar?
–Es que por eso le hablo, porque tengo un niño enfermo y no voy a poder ir.
–¿Ni siquiera un rato? Van a venir unos clientes.
–Mañana sin falta estoy por allá, pero ahora no puedo.
–¿Y qué le digo a ellos?
–Pero hay mas chicas, ¿no?
–Sí, pero ellos te quieren a ti.
–Mañana no más. –Colgó ella de inmediato.
Paimon no quiso ir a trabajar con las evidencias de los golpes que le propinó Aether, pero ya tenía claro que a partir de aquel instante si quería continuar debía realizar otro tipo de trabajos con sus clientes: ofrecer su cuerpo por dinero.
–¿Llegaste recién? –Menciona el dueño del cabaret.
–Hace diez minutos. –Responde Paimon maquillando.
–¿Y cómo está tu hijo?
–¿Mi hijo? Bien, mucho mejor.
–Sabes que tengo un problema y tú me puedes ayudar.
–¿Qué te pasó?
–Se enfermó Kuki.
–Ah, por eso me ha pedido venir por aquí, ¿qué le pasa a ella?
–Para mí que no está enferma, debe tener algún problema con su cliente.
–Bueno, ¿y en qué quiere que te ayude?
–Necesito una reemplazante
–¿Quieres que reemplace a Kuki? Oye, pero si ella se desnuda.
–¿Y cuál es el problema?
–¿Es que me saque la ropa? Pero yo nunca he hecho eso.
–Pues siempre hay una primera vez. Te doy cinco mil moras más. –Propuso su jefe.
La oferta no era mala, de bailarina a toplera propiamente tal no había ya mucha diferencia para esta mujer. Además, recibirá algo de dinero extra a espalda de su esposo le permitiría ahorrar algo para sus hijos que, a pesar de todo era la razón de su existencia; lamentablemente Aether se encontró con este dinero escondido.
–Oye, ¿qué estás haciendo? –Interroga Paimon observando cómo su pareja le robaba su sueldo.
–¿Y esta plata?, ¿por qué no me has pasado? –Alza la voz Aether con los billetes en la mano.
–Ese dinero lo tengo guardado por si los necesitan algo.
–Y vos te olvidas que soy yo el que decide con el dinero que vos ganáis.
–Pero la gano yo.
–¿Quién te pidió permiso para los toples? ¿Quieres que te trae los clientes para que vos te acuestas acá?
–No hables tan fuerte, que están los niños afuera.
–Vos crees que no se dan cuenta que vos no hacías acá.
Y absolutamente acorralada esta mujer se siente también, así va experimentando una sensación de inseguridad y se descontrola emocionalmente. En realidad Paimon es una mujer enferma que hasta ahora no ha dado señales de su escondida patología; no obstante, entre sus rasgos de cordura no pierde cariño por sus hijos de los cuales se siente su única protectora. Evidentemente ha debido estar con clientes en su propia casa, pero no le gustaría que sus hijos supieran.
Desde un tiempo a esta parte la enfermedad de Aether rebasaba todos los límites de violencia, donde sus propios hijos a menudo eran las víctimas. Solo aquí, sobre el escenario esta mujer administraba y calmaba a la bestia que se intentaba escapar de su cuerpo con propósitos no muy sanos.
–Hola. –Recibe el saludo Paimon.
–Menos mal que llegaste. ¿Ya te vieron a buscar ya? –Expresó con sorpresa el viajero.
–Oye, ¿y los niños?
–Fueron a comprar con Eula.
–Ya, me voy a cambiar.
–No, quédate así.
–¿Y por qué?
–Te consiguió un cliente. –Alegó insospechadamente Aether.
–¿Ahora? –Decía la peliblanca.
–Sí, necesito el dinero.
–Oye viajero, estoy cansada.
–No, anda a preparar la cama.
–¿Y quieres que me quede aquí?
–¿Y qué tiene?
–Oye, es que pueden llegar los niños.
–Van a llegar con sueño, además que no es la primera vez que te miran. –Paimon pega la vuelta ofuscada.
El "padre" de Paimon (Schubert) padecía de una penosa enfermedad que lo tenía en cama hace bastante tiempo, en su condición de cristiano instó a su hija para que bautizara a los niños bajo esta religión. Aether quiso respetar su deseo y así lo hizo, durante la ceremonia este hombre comenzó a sentir un especial espíritu de comprensión hacia Barbatos que repentinamente lo hizo cambiar de actitud.
Así, el bautizo de sus hijos se transformó en una fecha memorable ya que la ceremonia caló muy honda en su vida. Aether le otorgó una autorización notarial a Paimon para que pudiera trabajar en el toples, hace algunos días se la quitó para presionarla y hoy está pensando seriamente en romperla.
–Oye, ¿hay algo preparado en la casa para los padrinos? –Entabla el viajero.
–Sí, Eula preparó unas empanadas, pero yo no creo que alcance para todos los invitados. –Dice Paimon a su pareja.
–Sabes que yo tengo como seis invitados, así que dale dinero a ella para que vaya a comprar algo para comer.
–¿Terminó ya la ceremonia?
–Yo creo que estamos listos, así que toma a los niños, llévatelos. Yo alcanzo ligerito.
–Ah, antes de que se me olvide, me tienes que dar el permiso para trabajar porque los Hilichurls están muy locos.
–¿Qué permiso?
–Que me diste para bailar en el café.
–Ah, ese. Sabes que más, olvídate de eso.
–Pero es que me están esperando.
–Ahora que estoy acá no sé, me di cuenta lo pecador que uno dice.
–¿Pero de qué está hablando?
–No sé, pero algo me pasó acá. No creo que vayas nunca más. –Inquiere Aether condicionando a su acompañante.
–Pero es que nos falta la plata, viajero.
–Bueno, yo veré cómo me las arreglo, pero no vayas más.
–Yo no sé cómo entenderte a ti.
–Y tú comprendes que eso viene del pecado.
–O sea, ¿no me vayas a dejar ir?
–No, así que prepara las cosas con Eula y después hablamos, y olvídate del cafecito ese.
En lo más profundo de su ser, Paimon se sentía incomprendida y no daba lugar ni crédito a este repentino cambio que dice haber experimentado Aether al fragor de la ceremonia religiosa.
20 DE FEBRERO
Ahora, sus pensamientos comienzan a trastocarse ya que no entiende porqué tanta desgracia. Paimon encontró hace algunos días a Aether con otra mujer en su propia cama y se impuso además que él abusaba de sus hijos.
–¿Y los niños? –Decía el viajero.
–Están viendo magia. –Aclaró cabizbaja la hada.
–¿Y a ti qué te pasa que anda con esa carita? –Insinúa él.
–Qué crees, estoy aburrida.
–¿Y por qué no fuiste a trabajar, Paimon? –Mencionó Eula a ella.
–Éste no quiere. –Comenta la muchacha albina.
–Es que te van a salir echando.
–Sí, sino que no vaya más. Búscate otro empleo si quiere. –Admite Aether.
–Oye, ¿y eso por qué? –Preguntó la del clan Lawrence.
–Una perdición donde está. Ja. –Musita él condicionando a su pareja.
–Yo no creo que le van a pagar lo mismo que usted.
–Hágale entender. –Razonó Paimon.
–Oye, si va a servir haber estado aquí con los niños. –Expresa el rubio.
–Oiga, voy a llevar a los niños a pasear que están gateados. –Dijo su esposa hada.
–No, menos mal que termine te acompaño.
–Los llevo al columpio y allá lo espero.
–No te alejes mucho, ¿oíste? –
–Déjala hombre, ¿de cuándo acá que estás celoso? –Pidió calma Eula al explorador.
–Adiós. –Se despidió deprimida Paimon.
–No dejes que se está pasando un poquito la mano. –Pensó la peliazul a él.
–¿Y usted qué se mete, señorita? –Le contestó este hombre.
Efectivamente Paimon ha desarrollado mejor dicho evidenciado sus rasgos ocultos de psicopatía y medita para salir de su encierro, su mente se retuerce ante tanta inmundicia, su precaria condición de existencia no le permite concluir en actos positivos; le ha tomado una decisión: no quiere que sus hijos sigan sufriendo. Está cierta que junto a Aether no existe destino posible, ahora solo cabe la despedida; absolutamente angustiada lleva a los pequeños a un camino sin retorno.
Esta mujer está siendo invadida por extraños pensamientos, todo indica que ama sus hijos, pero ahora ese afecto está nulo. En realidad, Paimon ha recorrido toda su existencia buscando una explicación, una salida, pero aún permanece hundida en el fango; esta tarde, toda su locura contenida por años comienza a desatarse.
En uno de los puentes del canal Paimon prepara su acto final, esta tarde intenta acabar con la vida de sus hijos que no logran darse cuenta que su madre no está jugando. Sin ningún rasgo de cordura esta madre lanzó a las profundas aguas de este canal a su pequeño hijo de cinco años, la niña mayor también debe aceptar la cruel decisión de su madre. Ella sabe perfectamente que estas profundas aguas no devolverán con vida a sus hijos, ahora solo falta la más pequeña.
–¡Suélteme! ¡Suélteme! –Forzaba la peliblanca intentando saltarse al canal siendo impedida por un pueblerino que lo antecedía.
Entretanto Aether, ignorante de todo lo que ha sucedido comienza a buscar afanosamente a Paimon, es primera vez que ella desobedece sus órdenes, comienza entonces a intuir que se pueda haber ido de la casa. Paimon, superada por la instancia se entregó a la policía para confesar no sólo su intento de suicidio, sino también la muerte de sus hijos a quien les lanzó al canal, el hecho se consignó solo cuando bomberos encontró a las víctimas.
Efectivamente Aether supuso en principio que Paimon se había ido de la casa, pero cuando se enteró de la tragedia volvió a generar un sentido de autodestrucción y se tomó todas las pastillas que encontró, con claros intentos de quitarse la vida. Absolutamente choqueado por la noticia se bebió incluso una gran dosis de diluyente que casi le provocó definitivamente su muerte.
Aunque parezca extraño, Aether totalmente consecuente con su perfil psicopático señaló que amaba su mujer que la perdonaba y que deseaba volver a vivir junto a ella.
En la prensa escrita citaba: "Topletista ahogó en canal a sus 3 hijos; Los mató porque su marido no la dejó ir a bailar: presa". "El canal no entregó a una de las víctimas". "Drama continuado en triple infanticidio", "El abrumador esposo intentó matarse con medicamentos" y "Al manicomio mandaron al esposo de parricida; hablan colegas de asesina de sus tres hijos".
Estas noticias aparecidas en la prensa hicieron recordar a la policía sobre la orden de detención que existía en su contra, el acto vejatorio que culminó con la violación de una joven deficiente mental (Aloy) en las proximidades del hospital psiquiátrico era motivo principal de esta visita; su nombre apareció en todos los periódicos y esto, por supuesto alentó a los detectives para ir a buscarlo. Como la muerte de sus hijos era reciente a él no le ocupa la menor duda que se trataba de una investigación en contra de Paimon, pero debió resignarse a ser el protagonista de un hecho que aconteció hace años. Hasta ese instante su compañera ignoraba aquella denuncia, aunque no era primera vez que su viajero estaba siendo acusado de actos deshonestos.
–¿A quién buscan? –Preguntó él.
–A ti, dicen que son policías. –Inquiere Eula al viajero.
–¿Por lo de Paimon? –Contestó Aether a los subordinados.
–No sé quién es Paimon. –Responde el policía.
–Es una causa antigua, ¿te dice algo a una violación a una joven enferma mental? –Interroga otro colega.
Aether fue llevado a prisión, aunque nada su patología compartía su condena con un tratamiento en el hospital psiquiátrico que finalmente le otorgó su libertad. En cuanto a las víctimas, las aguas del canal sólo devolvieron los cadáveres de dos niños; la niña de cuatro años no fue encontrada. Tiempo después, Aether haciendo acopio su perfil acudió al lugar de encierro de su esposa Paimon para manifestarle todo su amor.
–¡Paimon! –Gritaba insistentemente el viajero afuera de la prisión.
Por cierto, su muestra de amor repentino no fue considerada por las autoridades de Gendarmería, ya que él no acudió en horario de visitas; su lamento y sentimiento de culpa lo inundó por mucho tiempo, aunque nunca pudo encontrarse con su ahora amada mujer y culpable de la muerte de sus tres hijos.
–¡Paimon!
Años después, Aether olvidó su ataque de amor y comenzó a relacionarse con Noelle, la nueva empleada de la casa de sus allegados.
Muy pronto comenzó a asediarla hasta que ella cayó víctima de sus caprichos. Desde luego, esta joven desconocía el pasado de Aether y en casa nadie le advirtió que este hombre era un psicópata; Noelle, mujer sencilla y honesta se cautivó con él y no tardó en abrir su corazón, y entregarse sin límites a la experiencia de su nuevo e inesperado amor. En casa, por supuesto dejaron que Aether repitiera una vez más la experiencia, así Noelle se introdujo al igual que todas en la vida de la familia.
Más temprano que tarde, Aether convirtió en Noelle en su pareja y como tal debió asumir el costo que ello significaba.
Cómo reacciona este hombre la comenzó a golpear y así, como era su costumbre, prácticamente la domesticó también. De aquí en adelante la incertidumbre, pero la reconciliación no tardó en llegar: Noelle quedó embarazada, hecho que en cierto modo, así lo creyó haría cambiar el carácter de su amada pareja, pero su candidez no la dejaba ver la verdad.
TIEMPO MÁS TARDE, OTRO 20 DE FEBRERO
–Eula, ¿le puede ver un rato al niño, por favor? –Avisa Noelle cargando al menor.
–Sí, espérate. –Le toma ella los brazos al pequeño. –Venga para acá, ahí está. ¿Le diste alimento?
–No, se le acabó. Voy a ver en la esquina si hay leche.
–Pero en la cocina hay una caja.
–No, esa caja está caduca. Prefiero comprarle una nueva, no me demoro nada.
–Y de paso me traes dos kilos de azúcar, por favor.
–Dos, y si se pone a llorar le pasa al patito que está en el velador, por favor. Chaíto.
Mientras la sirvienta se aparta, de la nada aparecía el viajero.
–¿Y Noelle? –Aparece Aether de la nada provechando la ausencia de su esposa.
–Ah, fue a comprar la leche al niño. –Comenta la joven miembro de los Lawrence.
–Oiga, están listos los frascos, vaya a echar usted la mermelada. Pásela acá al niño.
–Oye, mejor que lo acueste, este niño está con mucho sueño.
–No, si voy a sacar una vuelta.
–¿Por qué no esperas a Noelle?, mejor tu sabes cómo es esa otra.
–¿Oiga, qué le pasa?, si es hijo mío.
–Pero allá no le gusta que lo saquen, Aether.
–Yo hago lo que quiero. ¿Qué tal, hijo mío?
–Ja, después ya va a cargar conmigo. ¿A dónde va?
–Ya le dije ya, voy a dar una vuelta.
–Oye, a mí no me gusta cuando te pones así. Tú estás tramando algo.
–Vamos.
La verdad es que esta mujer no estaba equivocada, Aether con claros síntomas de trastorno mental tomó a su hijo sin destino aparente. Este hombre, con el pequeño de un año y medio de edad emprendió rumbo al mismo lugar donde hacía seis años su ex esposa había lanzado a los hijos al canal. Completamente absorbido por su condición de psicópata y sin ninguna razón aparente, Aether está acudiendo a una suerte de rito diabólico; sus pasos rumbo al canal para culminar su acto demencial tiene una extraña coincidencia que ni él mismo logra entender. En esta misma fecha, vale decir un 20 de febrero ocurrió la tragedia que en estas aguas le quitó la vida a sus tres hijos.
Minutos más tarde y en otro sector del canal, Aether con claros gestos de arrepentimiento como si hubiese despertado de su locura se desprendió de su hijo e intentó salvar su vida, unos campesinos del sector acudieron a su llamado e hicieron efectivo el auxilio; lógicamente el cuerpo del pequeño fue encontrado sin vida horas más tarde en otro sector del canal. Aether fue condenado por este parricidio a diez años y un día de cárcel, de acuerdo a su patología se llevó a un recinto donde permanece los reos considerados insanos.
SIETE AÑOS DESPUÉS, 26 DE SEPTIEMBRE
En septiembre hicimos las gestiones para entrevistarlo, hubo acuerdo de concretar esta entrevista exactamente el 26 de este mismo mes. De seguro se hará maña para explicar lo inexplicable o a lo mejor a su modo mostrará su cuota de arrepentimiento, pero lo cierto es que necesita contar su verdad.
Pero cuando solo faltan metros para llegar a su celda, sólo minutos para este encuentro nos impusimos que se arrepintió y desde luego conservando su perfil habría abandonado de la cárcel para siempre. En realidad Aether, solo hace algunas horas roció su cuerpo con gasolina y se prendió fuego; tras su repentina y absurda muerte queda una estela de dudas, ¿por qué no esperó?, o en definitiva, ¿esta fue su respuesta a la sociedad?
En el cementerio de Mondstadt fueron enterrados los restos de las víctimas de esta historia, en algún lugar de este camposanto están consignados los nombres de los niños inocentes que tuvieron que decir adiós a la vida a su pesar. Buscamos incesantemente los archivos sobre su destino para el descanso eterno, no habían necesariamente una lápida con su nombre, ni mucho menos un indicio que hablara sobre la forma trágica, gratuita en que dejaron de existir, pero entre algunos recodos del cementerio apareció la familia de los viajeros. Se consignan aquí más de una decena de fallecidos donde por lo pronto se ignoran los pequeños que fueron lanzados al canal, solo un costado y en forma provisoria se inscriben los nombres de dos de los hermanos ya que la primogénita menor no fue encontrada; mucho más allá y sin nombre todavía está solitaria la tumba de Aether –ubicado al lado del sepelio de su hermana Lumine–, un ramo de flores de ignorada procedencia da señales que en su interior habitan sus restos calcinados.
El juez determinó 2 penas de 3 años y un día para Paimon, quien se encuentra en libertad desde entonces y no quiso ser entrevistada.
El cadáver de la hija menor jamás apareció. Según algunas versiones –dicen que– no murió y hoy estaría en un hogar de menores. Paimon vive para encontrarla.
Continuará...
