MAXIMA CULPA
Capítulo 7: Último piso
Este caso cuenta la historia de Albedo, un hombre que contrajo matrimonio con Sacarosa con quien crio a Klee, la hermana menor del primero. Sacarosa es alquimista y prestaba servicios a tiempo completo como bibliotecaria ayudando a personas analfabetas; en tanto que Albedo, también alquimista impartía clases sólo en algunos horarios, por lo que tenía más tiempo para estar en su casa y cuidar de su hermanita, una experta en explosivos. Con el paso del tiempo, él fue cambiando su personalidad a tal punto que en más de una oportunidad agredió verbal y físicamente a su mujer; Sacarosa, aburrida de estos casos de violencia decidió separarse. Al mismo tiempo, la rabia que Albedo guardaba en su interior por no vivir con su hermana lo convirtió en un ser cada vez más agresivo.
La noche de un 19 de diciembre, Albedo estaba en su fuerte a su hermana Klee y no contestó a ninguno de los llamados de Sacarosa por lo que ella se preocupó y fue hasta la edificación de él. Se encontraron en la entrada del castillo, pero Albedo se negó a entregarle a Klee por lo que ella lo siguió hasta su habitación y en la puerta, éste la tiró al suelo y le hizo varios cortes en su cara; fue en ese momento cuando Klee se puso a gritar, tratando de intervenir para ayudar a su "tía". De pronto, Albedo, en un acto demencial y lleno de ira, tomó a su hermana menor, la arrastró hasta el borde de una ventana de la torre y la lanzó al vacío.
Albedo nació en Mondstadt y tuvo una infancia particularmente difícil ya que fue violado a los 11 años por un vecino; su temprana juventud no fue más generosa, debió abandonar ahí debido que su padre combatiente fue ejecutado durante el gobierno dictatorial en la última guerra civil. Estudia Alquimia en Khaenri'ah.
Sin duda, el pasado de este joven no ha sido gratuito. Lleva consigo una marca indeleble que si bien ha logrado administrar en lo más íntimo de su ser no puede ocultar, por lo pronto tiene una situación afectiva con Mona, su compañera de estudio con la que vive. Ahora, sin embargo, se ha encantado con Sacarosa, también hija de ejecutado político y también estudiante de Alquimia; ellos se conocieron en una fundación de protección a la infancia por los estados de emergencia. Ambos mantienen una gran actividad social y política ayudando a los jóvenes retornados.
Albedo, por convicción y doctrina es un intelectual y más allá de sus erráticas conductas afectivas mantiene viva su aguda condición de subversivo en medio de una democracia que cuestiona permanentemente.
Un día en un motel, él y su pareja Razor dormían felices tras hacer el amor carnal a cambio de entregar información privilegiada; una llamada telefónica despertó al protagonista desnudo y recostado en una cama con su "novio" bajo los efectos de una potente droga.
*Inicio de la llamada*
‒¿Bueno? ‒Contestó el alquimista.
‒Albedo, soy Mona. ‒Hablaba ella misma.
‒Sí Mona, hola.
‒¿Dónde estás?
‒Es que tengo que salir fuera de Mondstadt. ‒Mintió él.
‒¿Vas a volver?
‒Sí, vuelvo mañana después de almuerzo. ¿Ya?
‒Bueno, cuídate.
‒Adiós.
*Fin de la llamada*
‒¿Quién es Mona? ‒Consulta Razor acostado.
‒Una amiga. ‒Finge enorgullecido Albedo.
‒¿Y por qué le tienes que dar tanta explicación?
‒¿Y eso me lo estaba preguntando para molestarme o porque te pusiste celoso?
‒Me puse celoso.
Albedo vivía probándose así mismo, amaba con la misma vehemencia a hombres y a mujeres, pero era promiscuo.
MESES DESPUÉS...
La hermana menor del alquimista, Klee sufrió un grave accidente utilizando sin control sus explosivos mientras jugaba con Dodoco en contra de unos slimes. Versiones apuntan que la niña le explotó cerca por accidente, pero sobrevivió con secuelas y requiere una donación de sangre; le diagnosticaron un extraño y desconocido síndrome que afecta uno en un millón. En tanto que Albedo llegó retrasado de su trabajo de medio tiempo como mesero.
‒Disculpe, pero usted sabe que a esta hora el tráfico es imposible. ‒Rogó el de los ojos azules.
‒Lo sé, pero tú eres siempre el único que llegas atrasado. ‒Reportó su jefe.
‒Le prometo que nunca más va a volver a pasar. Permiso.
UN MINUTO MÁS TARDE...
‒Albedo. ‒Avisa aquel jefe.
‒Ya si... ya le dije que esta es la última vez que ves llegar atrasado.
‒Sí, yo creo que es tú última vez que llegas atrasado. Hasta aquí no más llegamos lejos.
‒¿Me está despidiendo?
‒Mira, una cosa es la amistad y otra cosa es el trabajo. Lo siento.
Albedo quiso a Klee desde los últimos minutos de existencia y toda esta noticia lo afectó profundamente; su situación contractual había cambiado. Se retiró de Alquimia y ahora estudia Pedagogía en una institución, y como lo echaron del restaurante hace clases de idiomas para solventar su ‒entrecomillas‒ "situación de pareja". Con Sacarosa analiza el escenario para salvarle la vida a la menor.
Sin lugar a dudas, el estado delicado de su hermana menor le dio a este hombre un sentido distinto a su vida, apenas lo llamaron del hospital se imaginó lo peor con Klee y no demoró mucho en llegar hasta aquí.
‒Buenos días. ‒Saludó Albedo ingresando a la enfermería.
‒Ah usted, pase. Siéntese, por favor. ‒Decía la enfermera jefe con quien lo citó.
‒Dígame, ¿le pasó algo a la niña?
‒No, el problema es suyo.
‒¿Mío? ¿De qué se trata?
‒¿Usted le donó sangre a su hermana?, ¿verdad?
‒Sí. Sí claro, ustedes me dijeron que tenía las mismas características. ¿No me diga que no le sirvió?
‒Albedo, hicimos todos los análisis necesarios, pero no pudimos hacer la transfusión porque encontramos en su sangre el virus del sida.
‒¿Sida?
‒¿No lo sabía?
Mientras Albedo era informado de tener sida, Sacarosa estaba inquieta por la suerte que corría la niña, ya que también intuía que lo llamaban para comunicarle algo malo sobre ella.
‒Mi amor, ¿cómo te fue? ¿Qué te dijo el doctor? ‒Pregunta la alquimista a su esposo.
‒Me entregó eso. ‒Le entrega su sobre Albedo a Sacarosa mostrando los resultados.
‒¿Qué? ¿Tienes sida?
‒Sí.
‒¿Cómo sí?
‒No sé.
‒A ver, ¿tú te das cuenta lo que esto significa o no?
‒Que me voy a morir.
‒Significa... ¡Significa que te estabas metiendo con otras chicas, carajo! ¿Cómo pudiste hacer algo así, Albedo? ‒Dedujo impotente Sacarosa.
‒Disculpa, yo de verdad no... ‒Titubeó él.
‒¿Desde cuándo que me estás cagando, desgraciado?
‒Yo entiendo que en este minuto tú estás enojada, pero de verdad no tengo ánimos de discutir.
‒Albedo, somos pareja. Lo más probable es que yo también esté contagiada, ¿te das cuenta o no?
‒Tú y yo hace meses que no tenemos relaciones.
‒Eres un desgraciado, un cínico desgraciado. Esto se acabó.
Él se aparta de la sala de estar dejando a solas su mujer consternada de este drama y se pone a llorar de impotencia.
Albedo es un hombre culto, inteligente, pero a menudo mentiroso y manipulador; su vida afectiva le estructuró en base al egoísmo propio de los narcisistas, característica que identifica cabalmente su personalidad. Desde luego trata sus amores a entera conveniencia.
EN UNA ESCUELA PRIMARIA
‒*Escribiendo en una pizarra* Pá-ja-ro. Ya niños, entonces terminan de copiar la lista que va a entrar en el próximo examen y al lado, como tarea para la casa ponen el significado de cada una de las palabras. ¿Estamos? A medida que vayan terminando pueden salir a recreo. ‒Anuncia el alquimista impartiendo clases con sus pupilos.
‒Maestro, ya terminé. ‒Dice Sayu levantado la mano.
‒Salga no más.
Albedo es un tipo seductor, cautiva a las mujeres muy fácilmente y las envuelve en su maraña de mentiras que le permiten sobrevivir. De este modo, se explica que haya convencido nuevamente a Mona para estar junto a ella sin que objete ninguna de sus acciones. Desde luego, esta joven aceptó a Klee ya que sintió que él realmente la quería.
‒Hola. ¿Estás hace mucho rato? ‒Le consulta el alquimista a Mona.
‒No, ¿recién terminaste? ‒Responde ella trayendo un presente.
‒Sí, tengo que ir a dejar el libro y listo.
‒Tome. ‒Le recibe una bolsa de regalo a él.
‒Oye, mira. Mi cumpleaños fue hace rato, te equivocaste.
‒No, es para Klee. Ya no me digas nada, no sé, lo vi, me gustó y lo compré.
‒Te pasaste, gracias.
‒Voy al bar, tomé una hora. ¿Qué hacemos?
‒Vamos a tomar un café por lo menos. ¿Ya?
Por otra parte había logrado calmar la ira de Sacarosa, quien tímidamente dejaba que fuera a ver a Klee.
Si uno analiza fríamente la situación de Albedo es complicada por decir lo menos, su hermana menor fue operada, pero su desarrollo es de cuidado. Él tiene sida y sólo sabe Sacarosa; a Mona se lo ocultó para que ella no lo abandone y si bien confiesa que se ha relacionado con varios hombres, después del contagio del VIH solo conserva uno.
‒¿Albedo? ‒Decía halagada Sacarosa.
‒Te estaba esperando. ‒Recitó Albedo.
‒¿Y para qué, se puede saber?
‒Para hablar de nosotros, ¿tienes un minuto?
‒Sí, por supuesto. ¿Qué pasa?
‒Que nos pasa diría yo. Nosotros nos hemos olvidado de nuestras raíces.
‒¿De qué estás hablando?
‒Los dos somos hijos de padres ejecutados y eso nos condiciona tener vidas similares.
‒¿Sí? ‒Afirmó ella pensando de tanto misterio.
‒A nosotros son más las cosas que nos unen de las que nos separan.
‒A ver, Albedo. ¿A dónde quieres llegar?
‒Ya no entiendo por qué nosotros no estamos juntos.
‒¿Qué piensas?
‒Sacarosa, yo... ¿por qué no hacemos un esfuerzo? Mira, nosotros tenemos a la preciosa Klee que nos necesita y vamos.
CUMPLEAÑOS DE KLEE (27 DE JULIO)
Sacarosa aún sentía afecto por Albedo y no dudó en abrirle nuevamente las puertas de su corazón y por supuesto, él mantuvo como siempre relación paralela, pero ésta fundamentalmente tenía como objetivo estar al lado de su "sobrina" Klee quien era sin duda, lo más importante de su vida. Por ella era capaz de hacer cualquier cosa y sobre todo ahora que de pequeña había crecido, y también era capaz de exteriorizarle su afecto y su amor.
‒¿Te gustó? ‒Dijo la bibliotecaria a su pareja.
‒Está un poco relajante. ‒Respondió Albedo probando el trozo de pastel tipo "Selva Negra".
‒¿Quieres que te traiga soda?
‒No, gracias. ¿Vinieron a buscar ya todos los niños?
‒No, quedan dos. Pero los padres me llamaron y vienen en camino.
‒¿Qué es lo que me quería decir de adelante hasta mediodía?
‒Ah, lo que te dije, que nos llegó la notificación.
‒¿Y?
‒¿Cómo que y? Todos los hijos de ejecutados políticos vamos a recibir diez mil moras.
‒¿Cuándo?
‒Ahora. El aviso, quiere decir que lo podemos cobrar a partir del lunes, el dinero ya está. ‒Fijó el dato esta bibliotecaria.
‒Yo no creo que sea lo más conveniente. ‒Desiste Albedo optar el subsidio.
‒Yo sé que es poca plata, pero qué más vamos a pedir. ‒Dijo su esposa.
‒No estoy hablando de plata, estoy hablando de principios. ‒Fundamenta él sus dichos del pasado.
‒Albedo, yo sé que nada pagar la muerte de nuestros padres, pero este dinero lo necesitamos.
‒Yo no lo quiero.
‒¿Cómo?, ¿y qué vas a hacer, la vas a perder?
‒Yo no transo con la memoria de mi padre.
Albedo estudió Filología en Snezhnaya, esta carrera le permitió profundizar en los idiomas, en la cultura y en las sociedades; sin embargo, no la terminó. Como tampoco lo hizo con Alquimia y ahora ejerce como profesor cuando aún no adquiere su título.
‒Hace días que quería conversar contigo, quería cerciorarme algunas cosas. ‒Asevera un director de escuela de la zona.
‒Dígame de qué se trata. ‒Dice el alquimista expectante con el aviso.
‒Bueno, tú no tienes título de pedagogo. ‒Señaló el rector.
‒¿Y qué significa eso? ‒Duda Albedo ingenuo.
‒Mira, lo que pasa es que el nuevo gobierno, en este último tiempo ha puesto demasiado complicado y quiere que todos los que son profesores tengan su título universitario. ‒Agregó el jefe los motivos reales de la nueva medida educacional.
‒Y en mi caso, ¿qué hay con eso? ‒Cercioró el humano sintético.
‒Que va a hacer imposible seguir contando con tus servicios.
‒¿Me está despidiendo?
‒Quiero que sepa que no es nada personal, pero es que acá tengo un inspector de punto fijo y no quiero que me levante una infracción.
‒Entiendo. ‒Asiente el alquimista cabizbajo por su inmediata salida.
‒Mira, pero quiero decirte algo. Si tú logras conseguir un título de pedagogo, yo me comprometo a recontratarte. ‒Aduce él esta condición la que Albedo no puede cumplir.
Sacarosa, por su parte sí ya era alquimista y ejercía en una biblioteca de muchísimo prestigio en la materia.
‒Voy a estar en la sala de reuniones, cualquier cosa me avisa. ‒Anuncia la bibliotecaria a su secretaria.
‒Bueno. ‒Dijo la encargada de esta sede.
‒Ven. ‒Le siguió ella a su pareja dirigirse a una oficina.
‒¿Cuál es la idea? ‒Plantea Albedo dicha pregunta.
‒Sé que cuentas y creo que nos pueda resultar. ‒Explica la alquimista.
‒A ver, te escucho.
‒Estuve viendo casas y departamentos, y con lo que tenemos no alcanza.
‒Ah perdón, ¿tú te refieres a los que dio el Estado como indemnización?
‒Sí.
‒A ver, ¿y qué hay con eso?
‒Mira, la idea es que yo trate de comprar una casa que vive en Mondstadt y tú te compras un castillo. Tengo varios seleccionados en el diario. ‒Propone Sacarosa.
‒¿Y dos propiedades? ¿Para qué? ‒Dudó él.
‒En la casa vivimos nosotros, el castillo lo alquilamos y se paga solo.
‒¿Y tú crees que nos va a alcanzar con eso?
‒Sí, obvio que nos va a alcanzar. El saldo pendiente lo paga la caja y se financia solo. ¿Qué opina?
‒Si tú sabes que yo esa plata no la he tocado.
‒Albedo, ¿de qué te sirve tener ese orgullo? Piensa, tenemos una menor, un camino por delante. Yo sé que nada pagar la muerte a nuestros padres, pero esto es lo que tenemos.
‒Sí, la verdad es que era mi último (empleo) me he ido pésimo. Echémonos para adelante. ‒Reconoce el alquimista su esfuerzo de cambiar aires tras su despido.
Efectivamente se hizo lo que planteó Sacarosa, con el dinero que ellos obtuvieron como indemnización por ser hijos de ejecutados políticos compraron una casa y un castillo. La cesantía de Albedo le permitió estar más cerca de su hermana menor Klee, que con 12 años demostraba los primeros indicios de aquel síndrome desconocido. Precisamente Albedo, sabiendo que ella a medida que avanzaba el tiempo aquellos síntomas limitarían su existencia la condicionaba lo que más podía a un comportamiento de una niña normal, de alguna manera se las arregló para que fuera más osada como presumiendo que aquello le serviría para superar sus futuras falencias.
‒¿Diga? ‒Hablaba Mona por teléfono luego de tomar una ducha.
‒¿Hola? Eh, ¿estará Albedo? ‒Comunicó una voz masculina.
‒No se encuentra, ¿le quiere dejar algún recado? ‒Contestó la maga.
‒Sí, por favor, dile que lo llamo Razor. ‒Responde él si mismo.
‒¿Qué Razor? ‒Preguntaba ella en línea.
‒¿Cómo que Razor?, su pareja.
‒*Risas* No mira, yo soy Mona Megistus, la dueña de casa y tú le quieres dejar un recado a Albedo dime quién eres.
‒Oye, yo creo que tú estás un poquito sorda, te acabo de decir que soy Razor, pareja de Albedo. ¿Entendiste ahora?
‒¿Tú has oído hablar de mí?
‒Supongo que tú eres la que alquila una habitación a Albedo, ¿o no? ‒Dedujo el chico ignorando que su pareja está casado.
Mientras Mona asumía el peso de aquella noticia, Albedo se consumía con los primeros síntomas del sida: baja de peso, constantes diarreas y fungosis cutánea. Frente a este cuadro se victimizaba y manipulaba a Sacarosa, quien sensible a esos efectos lo acogía.
‒Albedo, sabes qué, no sé qué hacer con Klee.
‒¿Por qué? ‒Pregunta él pintando la casa.
‒Porque tengo que ir a trabajar y ando con el tiempo justo. ‒Dijo la del pelo verde agua.
‒Pero si qué te preocupa, si lo voy a poder ir a buscar en la escuela. ‒Propuso el joven refiriendo a Klee.
‒¿En serio? ‒Menciona Sacarosa sorprendida.
‒Sí, ¿a qué hora sale?
‒A las dos y cuarto.
‒Ya, yo termino esto y la voy a buscar, y lo puedo hacer todos los días y así te ahorras dinero la niñera.
‒Podría ser, gracias. Me voy, la comida está en la nevera y llega a calentar.
‒Bueno, adiós.
Albedo era un maestro en el arte de engañar afectivamente, pero ignoraba que todo el andamiaje que construyó durante años corría peligro.
‒¿Sí? ‒Contestaba la alquimista por teléfono.
‒¿Sacarosa? Hola, mi nombre es Mona si me conoces. ‒Habló ella en línea.
‒¿Mona? Sí, Albedo me ha hablado de ti.
‒Mira, me gustaría conversar un rato contigo no sé si puedes.
‒¿De qué se trata?
‒Bueno, no creo que pueda hablarlo por teléfono, pero es de Albedo.
‒¿De Albedo? ‒Menciona Sacarosa.
‒Sí, si no fuera importante la verdad no te molestaría. ‒Citaba la aprendiz de hechicera bajo un tono preocupante.
‒Está bien, ¿dónde? ‒Tomó nota aquella bibliotecaria programando una cita con su receptora.
Mona conversó largamente con Razor y a pesar de que consideraba que Sacarosa era una rival sentía inconsciencia que ella debía compartir la noticia en relación a la verdadera vida de Albedo.
‒Mira, lo que es la vida. Tuviste tiempo, Albedo me ha hablado de ti, yo ni siquiera te conocía. ‒Habla la alquimista.
‒Sí, yo también te conocía solo de nombre. ‒Recordó sabiamente Mona.
‒Bueno, cuéntame. ¿Qué pasa?
‒Bueno, es de Albedo.
‒¿Qué pasa con Albedo?
‒Es que lo llamó un hombre en la casa.
‒¿Qué quería?
‒No sé, pero cuando yo le dije que no estaba me dijo que era parte de Razor.
‒¿Razor? Nunca he escuchado ese nombre. ‒Desestimó ignorada Sacarosa.
‒Y es que no sabe lo que me dijo después.
‒¿De Albedo?
‒Que era su pareja. ‒Confesó la joven hechicera.
‒¿Qué quiere decir que Albedo es gay? ‒Deduce la peliverde.
‒No es que yo lo quiera decir, ellos son parejas hace mucho tiempo. ¿Entiendes?, cuando yo le traté de explicar que yo era su pareja dijo que según él yo era una amiga que lo alquilaba una habitación. ‒Narra la aprendiz de maga.
‒Ay. ¿Qué está diciendo? ¿Qué tú eres pareja de Albedo?
‒Nosotros estábamos juntos (desde) hace muchos años.
‒¿Y qué quiere que haga haber según tú?
‒Hasta lo que yo sé tú eres una amiga de la universidad, nada más.
‒¿Y nuestra hija? Ya somos que tú sabes que nosotros tenemos una hija.
‒No, si sé. Él dice que se ve sólo por eso es muy poco.
‒*Jadeo* Es que no lo puedo creer.
‒¿Qué es lo que no puedes creer?
‒Mira Mona, nosotros somos casados, o por lo menos eso pensé. ‒Reveló verídicamente Sacarosa.
‒A ver, ay, yo no entiendo nada. ‒Quedó choqueada la hechicera.
‒Jamás, jamás me imaginé que podía tener una relación con un hombre.
‒¿Qué estás dudando lo que te estoy diciendo?
‒No, no, no estoy dudando, pero no sé y además, tienes una relación contigo.
‒Yo tampoco puedo creer lo que me estás contando.
‒Qué raro, es decir que me ha sido infiel todo este tiempo y te ha engañado a ti también. Es un mitómano.
‒Es gay. Me dio por eso quería conversar contigo para...
‒Claro, por eso tiene sida.
‒¿Qué? ‒Expresó ignorada la azabache.
‒¿Que me va a decir que no sabías que tenía sida? Bueno, tiene sida desde hace siete meses, se lo descubrió cuando operaron a Klee.
‒Ay. ‒Enmudece compungida Mona.
‒Es decir, se las ha arreglado para mantener una relación con esas otras dos y con ese tipo. ¿Cómo pude ser tan imbécil? ‒Sentenció la del cabello verde.
Sacarosa estaba destruida con todo lo que supo de Albedo. Por cierto, en principio dudó de aquella versión y mintió incluso diciendo que eran casados para ver cómo reaccionaba Mona y ahí sintió, o más bien ahí se dio cuenta que aquella mujer también había sido víctima de este hombre a que ambos habían querido. Sacarosa ya no sabía si lo amaba o lo odiaba y lo único que le impedía ser tan drástica con él era el profundo amor que le tenía a Klee. Sin embargo, instantes previos a su encuentro con él trataba de dominar y controlar su impotencia, ya que no le cabía la menor duda que estaba frente al ser más descarado y mentiroso que jamás había conocido.
‒Shhh. Oye, recién lograra que se quedara dormida. ¿Y tú por qué venís llegando a esta hora?, yo tengo una reunión. ‒Guardó silencio Albedo a su esposa.
‒Ah sí, ¿con quién?, ¿con Razor? ‒Interrogaba Sacarosa con cara de pocos amigos.
‒¿Quién te dijo que yo tengo un amigo que se llama Razor?
‒Eres muy cínico.
‒¿De qué estás hablando?
‒Ya sé que tienes una relación con él, sé que es tu pareja. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Ahora entiendo todo.
‒¿Quién te dijo eso?
‒Quién me vaya a decir que es mentira, me has mentido todo este tiempo, yo la estúpida que creí.
‒A ver, tú y yo hace tiempo que estamos separados.
‒Por favor Albedo, no se trata de eso. Se trata de respeto, conocí esa palabra respeto, desde que estamos juntos que me engañáis.
‒*Risas* Yo creo que te estás pasando.
‒¿Ah sí me estoy pasando? ¿Te acostáis con una chica?, ¿tenías una relación con un joto?, ¿qué más quieres?
‒¿De qué estás hablando? ‒Insinuó el alquimista.
‒¡No te hagas mentir! ¿Quieres saber con quién estuve conversando hoy día? ‒Exclama ella.
‒¿Con quién?, a ver.
‒Con la chica que te acostáis. Con ella estuve conversando toda la tarde con esa tal Mona, Razor le contó de tu relación.
‒¿Estuviste con ella?
‒Sí, que mejor que ni te vaya a ir metido a su casa, lo único que quiere es matarte.
‒Me voy.
‒Es lo mismo que te iba a pedir yo, quiero que te vayas de aquí y aprovecho de decirte que no te necesito más en mi casa, quiero que agarre todas tus cosas y te vayas de aquí para siempre.
Definitivamente Albedo quedó al desnudo y allí no solo afloraron las huellas del sida, sino también su alma corroída por la infidelidad, el desamor, la promiscuidad y su bisexualidad libertina e irresponsable; quedó virtualmente solo y tuvo que ir a vivir al castillo que había adquirido con parte del dinero que el Estado le dio como compensación por ser hijo de ejecutado político. Atrás quedaron las utopías, y ahora lo único que sobrevive en él es el amor a su hermana menor Klee, lleva varias semanas sin verla y es su gran dolor.
‒¿Sí? ‒Contestó Sacarosa en línea.
‒Soy yo, Albedo. ‒Habló él sarcástico.
‒¿Qué pasa? ‒Interpone ella el llamado.
‒Quiero ver a la niña. ‒Respondió Albedo furioso antes de que le colgaran.
Es difícil vivir a veces en medio de tanta contradicción vital, es un poco lo que nos sucede este hombre quien durante muchísimo tiempo ha logrado mantener acotada su infidelidad. Sin embargo, ahora que todo se derrumba él no sabe qué hacer y por supuesto, no hay nada más peligroso que el descontrol; ahí siempre se anida un victimario en potencia y si en este caso es así, pronto podría haber una víctima.
‒¿Sí? ‒Hablaba la alquimista otra vez.
‒Mira puta, si no me deja ver a la niña te voy a matar, te voy a matar por haberme abandonado, ¿escuchaste? Eres una puta desgraciada. ‒Explotó su ira este hombre siendo nuevamente colgada la llamada.
La amenaza caló hondo en Sacarosa quien no ocultó su temor, dejó una denuncia en la policía y la justicia determinó que no se podía acercar a su hogar, y que solo podía frecuentar a Klee los días que lo otorgan el régimen de visitas. Fue así como este hombre pudo contar con Klee solo durante algunas horas a la semana.
El 19 de diciembre, haciendo uso de su derecho de visita, Albedo compartió con Klee; ese día fue muy especial, hizo todo cuanto pudo para darle en el gusto, la llevó al cine y se preocupó de hacerla feliz. Necesitaba darle confianza; sin embargo, ese día placentero para Klee y Albedo no fue exento de algunos problemas. Sacarosa lo llamó constantemente por celular, estaba preocupada; su intuición de mujer le hacía pensar lo peor.
Fue así Sacarosa llegó al apartamento de Albedo y los esperó, estaba transgrediendo los acuerdos legales, pero de pronto pareció no importarle, sólo quería saber con certeza si la pequeña estaba bien.
‒¿Qué pasa? ‒Alegó ese joven estupefacto ante la presencia de su esposa.
‒Vengo a buscar a la niña. Vamos. ‒Dice la bibliotecaria forzando tomar a Klee.
‒Oye, ¿y a ti qué bicho te picó? ‒Mencionó él en contra de Sacarosa.
‒Bueno, ya estuviste con ella, ¿o no? ‒Advierte la bibliotecaria con la niña en la mano.
‒Yo creo que te estás pasando.
‒Así, ¿por qué?
‒Tú me acorralaste, me pusiste un abogado. ¿No te acuerda?
‒Exactamente, tú ves a la niña cuando corresponde y ni un minuto más.
‒Son recién las seis, así que te vayas a tener que esperar. Venga mi amor. Vamos, tranquila. ‒Reacciona éste agarrando a su hermanita y llevarla al interior de la fortaleza.
En estos instantes, Albedo y Klee suben por las escaleras de la torre cerrando la puerta de entrada para que Sacarosa no la siguiera; ésta hizo caso omiso y se dirigió al otro lado del interior del castillo otro acceso. Mientras esto sucedía, los hermanos se encerraron en la habitación.
‒Ya mi amor, tranquilita, ¿ya? Ahí quédese viendo tele y yo le traigo una lechecita. ‒Le calma este alquimista a Klee provechando de su obsesión cuando su pareja le golpea fuertemente la puerta y la abre. ‒¡¿Qué pasa ahora?!
‒Basta Albedo, por favor. Si tú no me pasas a la niña ahora te juro que no la vas a ver nunca más. ‒Escarmentó sus últimas palabras la alquimista.
‒Klee se va a quedar aquí hasta el final del horario, ¿escuchaste? ¡Fuiste tú la que pusiste las reglas así que ahora ándate a la mierda!
‒Y vos creí, ¿dónde está?
‒¡No quieres que te saque la mierda, puta! ¿Escuchaste? ‒Aquejaba Albedo forzando golpear a su esposa. ‒¡Esta es mi casa!
Éste le da un empujón a la chica de los anteojos, luego rompe una botella de cerveza y con el mismo gollete le corta la cara a ella; Klee trató de defenderlos y reacciona tras esta cruda violencia intrafamiliar.
‒¡Tía Sacarosa, no! ‒Gritaba llorando la niña de las bombas intentando frenar la pelea siendo su hermano quien le toma el cuerpo hasta arrastrarla.
‒¡Eres un cínico loco! ‒Le rogó aquella mujer a su marido que no le hiciera daño a Klee.
‒¡Suéltame onii-chan! ¡Mamá! ‒Chilló la hermanita con orejas de elfo implorando que la soltara antes de que él la lanzara de la torre.
‒¡AH! ¡LA NIÑA, CANALLA! ¡¿Qué hiciste?! ¡LA NIÑA, PUTO! ‒Clamó en voz alta Sacarosa impotente por esta tragedia y abandona de la habitación.
Albedo, de pronto se transformó en una bestia y sin razón ni cordura lanzó al ser que más amaba al vacío, ahora recién está recapacitando para descubrir el fatal resultado de su arrebato.
‒¡NO!, ¡NO! ‒Exaltaba a gritos él viendo desde la torre el supuesto "accidente".
A Sacarosa intentó acercar a Klee muerta, pero fue impedida por testigos transeúntes y se aferró entre gritos y lágrimas el dolor de haber perdido una integrante de la familia; este trágico acontecimiento quedará por el resto de su existencia. Más tarde llegó la policía a pesquisar el fuerte y detener a aquel victimario.
Albedo se dio cuenta que había matado a Klee y comprendió que ya no tenía sentido seguir viviendo, con el mismo gollete de la botella que hirió a Sacarosa se hizo un corte en el cuello y se encerró luego en el baño para desangrar hasta perder el conocimiento. Ese fue su adiós, esa fue la respuesta a un acto de locura que sobrepasa la comprensión humana; esa fue su forma de hacer justicia.
‒Hay que pedir una ambulancia. ‒Alertó un policía observando al asesino inconsciente en el baño a medio cerrar.
ACTUALIDAD
Albedo sobrevivió a su intento de suicidio, fue encarcelado en la penitenciaría de Fontaine. Hace clases de inglés, chino, japonés, coreano y ruso a los internos, y es uno de los 40 enfermos con sida que reciben triterapia, un costoso tratamiento que Gendarmería le suministra en forma gratuita. Para su sorpresa, tanto Mona como Sacarosa no fueron contagiadas; este fue su testimonio.
Este hombre está acusado como autor de parricidio y de homicidio frustrado. Aún no recibe sentencia, pero su mayor condena es no tener a su lado a Klee.
Actualización: Finalmente, en mayo del año siguiente, Albedo fue condenado a presidio perpetuo.
Continuará...
