MAXIMA CULPA

Capítulo 9: El alma sucia

El siguiente capítulo se tratará sobre una madre que tiene en mente un siniestro plan en contra de sus propios hijos.

Nota: esta trama contiene algunos personajes OC, además de que los eventos pueden diferir el universo alterno de la franquicia.


AÑOS ANTES...

Yae Miko y Ayato Kamisato se conocieron en Inazuma. La pareja no se casó, pero formaron familia y tuvo tiempo para cuidar además a su suegro, durante su larga y penosa enfermedad que terminó quitándole la vida.

ACTUALIDAD

–¡Ya cállense! –Se quejó la mujer híbrida delante de sus críos.

La pareja tuvo cuatro hijos, dando vida a una historia de amor que nos lleva por los insondables caminos del alma.

–¿Dónde está la salsa de soya? –Preguntó uno de ellos de nombre Shiro (OC).

–Anda a buscarla, está en la cocina. –Replicó aquella madre kitsune.

–Hola. –Aparece Ayato de vuelta a casa a saludar.

–¡Papá! –Entonó aquel niño recibiendo la bienvenida.

–Hola mi amor, ¿cómo está mi negrito hermoso?

–Bien. –Contesta el crío llamado Kiki (OC).

–¿Y cómo se ha portado? –Consulta el padre a su hijo.

–¡Ya siéntese! –Obligó Yae a la mesa.

–Hola mi amor, ¿qué pasa? ¿Por qué estás tan enojada? –Sopesó el señor Kamisato.

–Lo que pasa es que siempre cuando llegas del trabajo los niños se alborotan, se consienten demasiado. –Responde ella incrédula.

–Pero si son niños, déjalos qué tiene. Yo también estoy contento de verlos, ¿Cuál es el problema?

–A propósito, ¿por qué llegaste tan tarde?

–¿Tarde?, siempre llego a esta hora.

–Claro, como yo siempre estoy trabajando en esta casa todo el día a lo mejor tú tienes tiempo para salir con otra.

–¿De qué estás hablando, Yae?

–O me estás escuchándome. No te hagas el tonto.

–Mira, por respeto a los niños no te voy a responder nada, y si quieres seguir inventando cuestiones allá tú. Es tu problema.

El suegro de Yae tenía un agresivo cáncer gástrico que complicó a la familia y fue esta mujer quien se ofreció para cuidarlo en su etapa terminal, los médicos tratantes la adiestraron para que ella se convirtiera en una especie de enfermera y la familia, de este modo no entrara en gastos. Su suegro requería del uso recurrente de un potente analgésico ya que los dolores que padecían eran muy fuertes y crónicos, sus características muy similares a la morfina actúan al nivel del sistema nervioso central y en forma exclusiva en personas adultas. Por contrapartida es altamente prohibido en el uso de menores de doce años, ya que puede provocarles la muerte; Yae ahora está comprando "Tramadol" con fines desconocidos.

RESIDENCIA YAE

Shiro, el mayor de los pequeños hijos de Yae ha dejado sus juguetes en el patio, ya que sintió un ruido extraño que provenía de la ventana del segundo piso; intuía que algo inusual sucedía allí y que una suerte de llamado que no podía desobedecer lo instaba a investigar empujado por una mano invisible.

–¡MAMÁ! –Alzó su voz el hijo mayor al verse su hermanito llorando.

Madre e hijo notaron que el bebé llamado Susumu lloraba convulsionado, tenía supuestamente epilepsia; Ayato llegó de su faena al centro médico de la región consternado por aquella urgencia.

–¿Qué le pasó al niño? –Le explica Ayato recién ingresado.

–Yo estuve preparando el almuerzo y sentí el grito de Shiro, entonces fue a ver, vi a Susumu, estaba convulsionando, le salía espuma por la boca y tenía los ojos desorbitados. –Narra Yae desde la sala de espera.

–¿Pero por qué le pasó eso?

–No sé.

–¿Y qué dijeron que tiene?

–Los médicos están revisando, pero no han dicho nada.

–Quiero verlo.

–No dejan verlo.

–¿Pero cómo no van a dejar verlo? Ay, ¿tú crees que muy grave lo que tiene?

El pequeño Susumu (OC), de tan solo cuatro meses presentó en forma repentina e inesperada un cuadro epiléptico con inexplicables convulsiones, y de no ser por la curiosidad de su hermano Shiro el desenlace hubiese sido nefasto. Aun así, ante la gravedad y la incógnita de estos síntomas debió quedar hospitalizado; Ayato dejaba en manos de su esposa, todo lo concerniente al cuidado de sus hijos, sabía con certeza que Yae era una excelente madre muy preocupada que a ellos nunca le faltaran nada. Del mismo modo, tenía conciencia de que ella poseía un carácter fuerte y hasta dictatorial en su hogar, pero más allá de estas vicisitudes tan íntimas en las parejas, ambos tenían un denominador común: amaban a sus hijos.

Ayato, antes de partir al trabajo le dejó una nota escrita que menciona: "Saliendo al trabajo voy al hospital".

La situación vivida con Susumu hizo que esta madre dejara todo de lado para estar en el mayor tiempo posible junto a él, dejó al resto de sus hijos al cuidado de su suegra para ir al hospital e incluso en horas inapropiadas para las visitas; es aquí donde esta historia comienza a deambular por una senda insospechada, dejando al descubierto una actitud de total abnegación hacia su pequeño hijo en afán de ayudarlo a salir adelante.

La presencia de Yae en el centro hospitalario se hizo notar con especial intención desde los primeros días; las visitas, ciertamente como en todo centro médico son restringidas, pero a Yae esta situación parece no importarle. Desde luego tomó todas las providencias del caso antes de ingresar a la sala, el contacto con el menor se produjo en silencio y esta mujer acarició a su hijo con una actitud de delicada ternura.

El cuidado que esta mujer prodigó a su suegro durante su cáncer la acercó a ciertos conocimientos básicos de enfermería que hoy le da certeza sobre la alimentación parenteral vía endovenosa que recibió su hijo. Curiosamente ella se ha fijado en forma muy acuciosa sobre este procedimiento y es aquí donde este relato adquiere una proyección de incalculables cuestionamientos, Yae ha accedido a la compra de "Tramadol" líquido y se lo dio de beber a su hijo en casa, hecho que le provocó la crisis que hoy lo tiene postrado aquí, pero esta madre, no conforme con eso ha preparado una jeringa con este analgésico el que pretende inyectar al receptáculo por donde Susumu se alimenta.

Qué puede estar sucediendo en la mente de esta mujer para abandonar sin explicación aparente su condición de madre y convertirse, con un acto de esta magnitud en una asesina que intenta quitarle la vida a su propio hijo. Susumu ha sido estabilizado, pero a partir de ahora este dañino compuesto para infantes recorrerá su cuerpo generando un descalabro de insospechadas consecuencias. Esto es incomprensible y atenta contra la naturaleza humana, pero esta mujer envuelta por esta conducta del terror ahora se retira del lugar como si nada hubiese sucedido.

MIENTRAS EN LA RESIDENCIA YAE

–Hola mi amor. ¿Y los niños? –Comentó Ayato mientras desviste en su dormitorio.

–Soñando, son las diez de la noche, los niños se acuestan a las nueve. Te dejé un plato servido en la cocina. –Mencionó Yae recostada.

–No tengo hambre.

–¿Pudiste verlo?

–No, es que había una junta de médicos y tuve que esperar a que terminaran, al niño le dieron una crisis y tuvieron que socorrerlo.

–Pero si yo estuve allá en la tarde y Susumu estaba bien.

–Si lo mismo me dijeron, están estudiando el caso.

–Pero, ¿quedó bien?

–Bueno, al menos lograron estabilizarlo. No sé es que no le entiendo mucho los médicos, Miko, hablan en términos tan raros como si uno fuera médico también.

EN EL HOSPITAL

La atención del cuerpo médico y básicamente de la doctora-espía Yelan fue titánica para superar la crisis que presentó Susumu, fueron semanas de constantes análisis y de acuciosos tratamientos lo que finalmente permitieron una leve mejoría en este menor, que si bien ha abandonado su estado crítico no se ha logrado por lo pronto descubrir las razones que provocan sus crisis, pero aquí está de nuevo esta madre al lado de su retoño compartiendo con denotada alegría estos instantes de halagüeña salud.

Pero la convicción de Yae no era pasajera, nuevamente ha llegado la visita con una jeringa con "Tramadol" y al comprobar que nadie la ve comienza su rutina para desestabilizar la salud del pequeño Susumu de tan solo meses de existencia. Esto sin duda acontece con más recurrencia en un relato de ficción que de una historia de la vida real, por eso es que alguien debe impedir esta maniobra a tiempo porque la vida de un inocente está en juego, algo hay que hacer para salvarlo; Yae tuvo amparada en el sombrío pretexto de realizar un crimen perfecto, acude permanentemente a visitar a su hijo regalón al hospital, lo entretiene y lo acaricia a la vista de los presentes, pero en la soledad de sus pensamientos deja aflorar su impávida conducta que proviniendo de una madre es de una sordidez que provoca desazón en el más tranquilo de los mortales.

La noticia de una nueva crisis en la salud del paciente de la sala 202 gatilló en la urgencia en el centro asistencial; había que actuar con premura. La doctora-espía Yelan fue la primera en acudir en auxilio de Susumu quien a esta altura se había convertido en uno de los pacientes de mayor preocupación para el grupo de profesionales que lo atendía. La doctora buscaba con insistencia un marcador biológico que la orientara para salvar la vida de este indefenso e inocente ser humano que lucha por sobrevivir. La presencia de dos de sus compañeros, ambos estudiantes recién egresados y en práctica son escuderos para confesar las inmensas dudas que la acecha.

La situación que la familia está viviendo en el hospital de alguna manera se replica en este humilde hogar, solo que todos ignoran la razón por la cual la salud de Susumu se mantiene en ascuas, exceptuando a Yae Miko quien a pesar de la responsabilidad que le cabe duerme profundamente como si todo su entorno familiar estuvieran en paz. A ella no le importa que haya suprimido las visitas, sin embargo la restricción sí ha impedido que Ayato concilie el sueño ya que logra entender que si ello acontece es porque su hijo no se encuentre bien. Él se resiste a pensar que la gravedad de Susumu pueda seguir escalando a niveles donde no se encuentre solución a su enfermedad.

Estos son momentos cruciales, los meses de espera han sido eternos y durante este tiempo las dudas acechan el alma de este padre, quien siente en lo más íntimo de su ser un velado sentido de culpabilidad con lo sucedido. Yae Miko, por su parte da muestras de preocupación también, pero en rigor esa actitud es solo una fachada para mantener la consecuencia de su vil personaje en esta verdadera tragedia que asola su entorno.

–Buenas tardes. –Recibe Yelan a la pareja.

–Buenas tardes, doctora. ¿Y cómo sigue mi hijo? –Dijo atento Ayato.

–Susumu presentó una crisis respiratoria grave y varios de los síntomas muy similares a los eventos anteriores críticos, desde ese momento lo acompañamos e intentamos revertir el estado junto a dos especialistas más. Como siempre hicimos todo lo posible, pero no tenemos la misma suerte.

–¿Qué nos quiere decir, doctora?

–Es que todo el esfuerzo no fue suficiente para salvarle la vida.

–O sea... –Él se pone a llorar sabiendo que el pequeño había muerto.

–Quiero verlo. –Expresa Yae.

–Disculpe, no puede ingresar a la sala. –Le impide el paso la peliazul.

–Es mi hijo, quiero verlo.

–No puede ingresar, por favor.

En medio de una conmoción familiar y sumidos en un sentimiento de profunda tristeza, un grupo reducido de amigos asistió al adiós definitivo del pequeño Susumu quien dejó de existir a los seis meses de edad. El pesar y la emoción eran incontenibles en los presentes; Yae Miko, apelando a la edad de Susumu concilió que no le hicieran la autopsia evitando de esta manera que eso resultado demostraran la verdadera razón de su muerte. Una mezcla de sentimientos encontrados se apoderaron del ambiente a la hora de cruzar el ataúd en su definitiva morada, su padre enmudeció y se resistió a llorar; ya no le quedaban lágrimas.

UN AÑO DESPUÉS...

El tiempo todo lo cura, dice el adagio popular. Sin embargo, existe consenso que la muerte de un hijo no se supera nunca. Ha pasado poco más de un año y la partida de Susumu quedó impresa a fuego en el corazón de Ayato, su padre; en el corazón de esta mujer se ignora lo que aconteció, más bien el tiempo ha pasado sin drama. Hoy la acompaña una velada vanidad ya que cumplió su plan principal: dar cuenta de un crimen perfecto, ahora esta madre está viendo cómo sus hijos juegan, pero esta mirada probablemente tiene otro objetivo.

Miko se ha quedado hasta tarde planchando, lo que para su entorno podría ser considerado como un exceso de trabajo y un cabal gesto de amor de madre es en realidad un vulgar subterfugio para quedarse sola cuando todos a esa hora duermen, incluyendo a su pareja. La razón de este plan son muy íntimas y requieren incluso que ella se cerciore que en efecto nadie puede interrumpir sus propósitos, lo que en realidad está tramando rebasa todos los límites de la cordura y del sentido profundo que significa ser madre. Ella, luego de un año de haber generado la muerte de Susumu, su hijo menor y haber pasado inadvertida como autora intelectual y de hecho, de aquel deleznable suceso ha vuelto a la carga, y ha usado nuevamente este analgésico llamado "Tramadol" para comenzar un nuevo ciclo mortal. Si los trastornos suceden en nuestra mente en forma azarosa y son pasajeros, no dejan de ser hecho lamentables, pero cuando éstos persisten en el tiempo generan hechos bestiales e inconcebibles. Es lo que sucede con Miko quien ahora ha elegido como su próxima víctima nada menos que al menor de sus tres hijos, a Yuki de tan solo tres años de edad.

El pequeño le da de beber a la fuerza de esta pócima que cumple satisfactorios efectos en los adultos, pero que se convierte en veneno cuando es ingerida en forma sistemática por menores de doce años. La crisis de Yuki se produjo a punto de despertar y con los antecedentes familiares, tanto Ayato como Yae dejaron todo de lado para llevar en carácter de urgencia al centro asistencial, son cientos de imágenes en la que se agolpan en la cabeza de este padre y la mente de tener que recomenzar la misma odisea que finalmente le arrebató a su hijo.

–¿Por qué nos pasa a nosotros estas cosas? –Alega Ayato consternado.

–Yo creo que uno de los dos está transmitiendo una enfermedad hereditaria a los niños. –Expresó Yae mintiendo a su pareja.

–¿Por qué lo dices?

–Porque Yuki tiene los mismos síntomas que Susumu. Convulsiones, epilepsia, dificultad para respirar. Yo creo que tenemos que estar preparados para lo peor.

–¿Te das cuenta de lo que me estás diciendo? ¿Tú crees que yo podría soportar la muerte de otro hijo? Todavía tengo la imagen de mi niñito antes de partir y tú me pides que soporte el... Ay, Dios mío. –Procuró él angustiado. –Si pudiera cambiar la de mi vida por mi hijo lo haría.

Nuevamente el insomnio es la reacción natural de este padre que no puede dejar de pensar en el devenir de su hijo hospitalizado, tal cual sucedió con el pequeño Susumu. Es en pocas palabras, revivir aquella pesadilla que le dejó una huella imborrable en su alma, admira sin embargo, la entereza de su mujer que parece separar con sabiduría la fuerza de sus dolores.

Al otro día, Ayato Kamisato visita al pabellón de cuidados intensivos donde se internaba el menor Yuki. Este hombre contenía sus lágrimas el profundo dolor de no querer perder otro familiar más, tal como lo hicieron Susumu y su hermanita Ayaka hace un tiempo; posteriormente fue hacia la sala de la doctora-espía Yelan a confesar su desgarrador testimonio que dejará boquiabierto. (En esta parte no sucede en el juego, es sólo referencia)

–¿Sí? –Dice la espía de Liyue.

–Hola, buenos días Yelan. Yo soy Kamisato Ayato, el papá de Yuki. –Habló él mismo.

–Yuki, ah sí. Adelante, por favor pase.

–Ah permiso.

–Tome asiento, adelante.

–Gracias.

–¿Ya visitó a Yuki?

–Sí, yo vengo de allá. La verdad es que no vi muy bien a mi hijo, Yelan.

–Bueno sí, en apariencia puede que tenga razón, pero lo importante es que logramos estabilizarlo.

–Eh, yo quería hablar con usted y saber si me puede regalar unos minutitos.

–Sí, desde luego. Cuéntame.

–Yo sé que mi hijo va a empeorar. –Confiesa desilusionado Ayato.

–A ver, yo lo puedo entender como padre, pero yo no sería tan pesimista.

–Es que yo sé lo que le pasa a mi hijo.

–¿Cómo es eso que usted sabe lo que le pasa a su hijo?

–Yelan, es que no tengo la conciencia tranquila, yo sé que mi hijo se va a morir y usted es la única persona a la que le puedo contar la verdad.

–A ver, ¿a qué verdad se refiere, Ayato? No estoy entendiendo lo que me quiere decir.

–Yo soy el culpable de lo que me pasa a mi hijo.

–Pero cómo puede decir que usted el culpable de lo que le pasa a su hijo, no entiendo.

–Es que yo cuando fui joven era drogadicto.

–¿Drogadicto? ¿Y qué tipo de droga consumía?

–Durante un tiempo consumía marihuana y eso según leí, pudo haber modificado el ADN de mi hijo y por eso se encuentra entre la vida y la muerte ahora.

–Mire, eh bueno Ayato, si bien un grupo de científicos de una universidad comprobó que el consumo de cannabis sí puede afectar el ADN, yo creo que nosotros no estamos en presencia de aquello, no.

–¿Estás segura de lo que me está diciendo, Yelan?

–Sí, estoy segura y más bien nosotros tenemos que seguir haciendo exámenes y estudios, pero Yuki, más allá de su apariencia él ha respondido muy bien a los medicamentos que nosotros les hemos suministrado y de hecho, yo creo que él muy pronto podría estar de regreso a casa.

–Permiso, muchas gracias.

–Adelante, tranquilo.

La doctora-espía Yelan, tras años de intenso trabajo y ver pasar durante este lapso a centenares de nuevos pacientes no había recordado el rostro de este padre, y tampoco había hecho el nexo con el caso que afectó a Susumu de modo que agradeció la preocupación de este hombre por la confesión que le hizo sin caer en cuenta que lo conocía.

–*Suspiro* Recuerden que yo voy a ir a ver a su hermano al hospital, así que ustedes tienen que volver solos a la casa. –Comunicó Yae Miko a sus dos hijos mayores desde la salida de la escuela.

–¿Y la llave? –Preguntó Kiki.

–La dejé con Yae Sakura.

–Mamá. Dile a Yuki que lo estamos esperando.

–Está bien.

–Chau mamá. –Se despidió Shiro.

–Adiós. –Remató ella silente.

Nuevamente Yae comenzó su rutina mortal, pero ahora sus planes se ven obstaculizados por la presencia de los familiares del compañero de habitación de su hijo; la alimentación parenteral vía intravenosa nace desde luego en el receptáculo de plástico, muy semejante al que ocupa el suero, pero si los vecinos no se hubiesen ido esta mujer estaba dispuesta a ingresar la inyección que trae en su cartera y aplicarle en forma directa a la sonda por donde pasa el alimento a la vía.

Esta mujer conoce muy bien su rutina y en silencio, agradeció la rápida partida de los visitantes de la pieza/sala. Ahora, podrá realizar sin problemas su cruel objetivo que si bien no es cruento, empaña el espíritu y ennegrece el alma.

Qué difícil es analizar este comportamiento, sobre todo viniendo de una madre. Son los momentos donde la racionalidad le da cabida a la podredumbre humana, donde no existe el más mínimo de respeto por el sentido de nuestra existencia, no existe análisis posible donde nada colinda con la palabra amor, sino más bien todo es lo más próximo al concepto de la bestialidad; eso representaría esta mujer, un vil retroceso en la naturaleza en nuestra identidad como seres pensantes. Sin duda, los efectos de este analgésico no se hicieron esperar y el pequeño Yuki de casi cuatro años de edad comenzó a vivir los estragos de este acto criminal sin precedentes; gracias a la presencia de la persona que realiza el aseo se pudo advertir a tiempo su drama.

En esta parte a continuación, la kitsune se reunió con Yae Sakura en plena ceremonia del té en Inazuma siendo la elegida por el cuidado de los menores de parte de la mujer antropomorfa intercambiando sus opiniones y consejos.

–Usted sabe lo difícil que es para mí dejar a los niños solos, sobre todo con Yuki en el hospital. –Expuso Miko ante su homóloga de Sumeru.

–No sé, porque me tinca que lo que le sucede a Yuki tiene que ver contigo. –Opina Sakura refiriendo del contexto.

–¿Conmigo?

–Digo, con un descuido tuyo. –Dijo su némesis de Honkai Impact.

–¿En qué sentido?

–Cuando cuidabas a tu suegro, antes que se muriera vi una caja llena de remedios.

–Sí, pero esos remedios los guardo porque alguien los pueden necesitar después.

–Sí, pero los remedios, igual que otras cosas tienen fecha de vencimiento y tal vez le diste a Yuki un remedio vencido.

–¿Qué está diciendo, Sakura? Yo siempre reviso los medicamentos la fecha de vencimiento antes de dárselo a los niños o a cualquier persona.

–Tal vez, no lo sé. Cuando aprendiste a poner inyecciones practicadas con tu suegro y le dejaba el brazo morado.

–Usted misma me dijo que lo hiciera.

–Sí, pero yo pensé que sabías.

–Yo siempre le dije que eso lo había trabajado con abuelitos.

–Sé que tienes voluntad para ayudar, pero a veces ser tan voluntariosa puede ser peligroso.

–¿A qué se refiere?

–¿Recuerdas cuando le dabas el "Tramadol" al viejo? En una ocasión se lo diste dos veces.

–Sí, lo reconozco, pero no pasó nada.

–Tal vez no en ese momento, no lo sé. Lo que te quiero decir es que tal vez te diste el remedio equivocado a Yuki.

–Sakura, para que usted se quede tranquila apenas Yuki tuvo las convulsiones, inmediatamente lo llevamos a urgencia.

–Tal vez, no sé, puede ser. Pero cuando converso con Ayato me dice que los médicos están consternados porque no saben lo que le sucede al niño.

–Imagínese cómo estamos nosotros, por eso vine a pedirle que por favor se quede unos días con los niños para que nosotros podamos estar con Yuki en el hospital.

MIENTRAS EN EL HOSPITAL

Esta mujer es incansable en su maldad y llega a ser obsesiva en ánimo de no transgredir su rutina, ella sabe que luego de varias sesiones de "Tramadol" en su alimentación la factibilidad que se produzca el desenlace deseado es casi inequívoco, por eso Yae no cesa en perseguir a su presa; se desconoce cuál es el móvil que ella tiene para llevar a cabo esta gestión tan repulsiva, como así también la verdadera razón por la cual ha elegido eliminar a seres que llevan su sangre y que ella misma trajo al mundo. ¿En qué recodo del camino se extravió la naturaleza materna? ¿Qué pudo suceder en la cabeza de esta mujer para pactar el fin de sus seres más queridos? No existe argumento alguno que pueda avalar este acto, ni razones para remediar los alcances de este parricidio. La indefensión y la inocencia de sus víctimas son un verdadero atentado que oscurece gratuitamente el sentido mágico que tiene en la maternidad.

Sumida en el lodo de la cobardía, lo que hace Yae parece producirle a ella un anti placer, el que por su carácter ilógico seguramente se debe anidar en el rincón más oscuro de su mente. Sin duda, el deceso de su hijo es inminente y será otro logro para esta mujer que con toda seguridad no podría explicar los reales motivos que la llevan a realizar tal descalabro.

–Disculpe, ¿usted es la mamá de Yuki?, ¿no? –Contesta la espía de ojos verdes.

–Sí, ¿por qué? –Dijo Miko sorprendida.

–Soy Yelan, tratante de su hijo. ¿Lo vino a ver?, ¿cómo lo encontró?

–Sí, lo vi bastante bien. Qué bueno encontrarla, yo también quería hablar con usted.

–Usted me parece cara conocida, ¿había estado hace algunos años acá?

–Sí, yo también me acuerdo de usted. ¿Usted trató a mi hijo Susumu?

–Claro que me acuerdo, yo estaba en el equipo médico, él falleció.

–Así es, por eso que estamos tan preocupados por lo que pueda sucederle a Yuki ahora.

–Nosotros también estamos preocupados, justamente después de una junta con mis colegas nos pareció prudente entrevistarla.

–¿Entrevistarme? ¿Por qué?

–Bueno, tal vez me expresé mal y más bien si nos puede colaborar con algún antecedente sobre Yuki o su familia.

–¿Qué necesita saber?

–Sentémonos, le voy a quitar solo dos minutos.

–Dígame.

–La verdad que el hecho de tener el antecedente de su hijo anterior es un dato relevante para mí, usted diría que Yuki tuvo los mismos síntomas que su hijo que falleció.

–Sí, al menos bastante parecidos. Ayato, ¿mi esposo no le habló nada de eso?

–Sí hablamos, pero no exactamente de eso. En ese momento yo no lo asocié con su hijo, ¿cómo me dijo que se llamaba?

–Susumu.

–No lo asocié con Susumu.

–Doctora, ¿usted cree que a Yuki le pueda pasar lo mismo que a Susumu?

RESIDENCIA YAE

–Hola mi amor, buenas noches. –Le saluda Ayato retornando del trabajo.

–Hola. –Dice Yae dando la bienvenida a su cónyuge.

–¿Cómo estás? Oye, pensé que me iban a encontrar contigo en el hospital.

–¿En el hospital?, no fui.

–¿Cómo que no fuiste? Yo me encontré con la doctora y me dijo que había hablado contigo.

–Ay, es que me confundí. Fui de entrada y salida, Yuki estaba durmiendo.

–¿Qué está pasando contigo, Yae? Ella me dijo que tú lo había encontrado bien, ¿qué necesidad tienes de mentirme?

–Es que estoy tan confundida, tengo tanto miedo de que le pase lo mismo que le pasó a Susumu. ¿Cómo encontraste, Ayato?

–No sé, es que me prohibieron verlo, al niño le dieron otra crisis.

DE VUELTA AL HOSPITAL

–Me imaginé que te encontraría acá, ¿cómo ha reaccionado? –Expresa la doctora de turno.

–Al parecer, bien. Se quedó dormido. –Indaga Yelan a su pupilo.

–¿Y alguna novedad?

–No aún. Pero sabe, me gustaría que le hicieran un análisis del laboratorio esto.

–Pero si es lo que le dan todos los días, ¿qué esperas encontrar?

–No lo sé, pero no podemos dejar nada al azar.

–*Inicia su contacto* Hola, soy Yelan. Sí, quería saber si me puede compartir los turnos de la sala 202, sí, aseo, enfermera, cualquier persona que acuda a la sala. Sí, gracias. –Contesta ella por interno. –¿La mamá?, ¿la mamá está yendo dos veces a la semana? Ok, gracias. *Cuelga la llamada* ¿La mamá?

La información recogida por la doctora-espía Yelan, sin duda le merece curiosidad, pero a decir verdad esas son sólo las visitas registradas. Por tanto, esta profesional desconoce las veces en que ella acude a la sala cuando existe prohibición de visitantes; hay algo que comienza a dar vuelta en su cabeza con particular vehemencia donde su intuición la lleva a espacios casi policiales.

Yae tiene certeza que esta dosis debiera ser la última, vale decir, la porción letal. El recipiente que contiene su alimentación está directo con la llave abierta, de manera que el "Tramadol" llegará a su cuerpo en forma casi instantánea.

Yae Miko está a punto de cometer otro acto anti-natura: matar a su hijo. Una inyección más de "Tramadol" a su depósito de alimentación podría acabarle la vida de Yuki, todo esto si es que nadie logre impedírselo.

Aparece de la nada la peliazul de Liyue escondida de la sala.

–Buenas tardes, ¿me puedes decir lo que está haciendo? –Aparece Yelan interrogando.

–Nada. –Dice la kitsune abortando su plan.

–Entrégueme esa jeringa, entréguemela.

–Yo solo quería evitar el sufrimiento a mi hijo.

–La mandé a ubicar, ¿viste los resultados del laboratorio? –Entró el médico de turno comunicando a su jefa. –¿Qué tiene?

–Ella tiene la respuesta, le escuchamos. –Le advierte la de ojos esmeralda.

–Es "Tramadol", solo quería evitar el sufrimiento a mi hijo. –Confiesa la "zorra" antropomorfa antes de su escapada.

–Espera. –Le impide el paso este doctor.

–Que no se vaya. –Imploró la orden la peliazul.

El intento de huida a esta madre fue abortado y la dirección del hospital dio aviso de inmediato a la policía para que se hiciera cargo de este increíble caso. La agudeza de la doctora-espía Yelan puso golpe a las dudas que siempre entorpecieron su labor.

–Yo quería ayudarlo. –Dijo Yae entre lágrimas.

–¿Ayudarlo?, ¿no se dio cuenta lo que podría pasar? –Cuestiona el oficial de guardia en pleno interrogatorio.

La policía no tardó en citar a declarar a Yae Miko; y para despejar todas las aristas policiales, Ayato, su pareja, también fue conminado a declarar. Desde luego, ella como imputada y él, como testigo: esta madre no tuvo salida para negar que fue descubierta en plena acción criminal.

–Eres la peor de las bestias. ¿Cómo es posible que una madre quiera matar a su propio hijo? ¡Eres una mierda! –Descargó su impotencia Ayato.

Durante el proceso, Yae vivió con su amiga; en tanto que Yuki fue dado de alta dos semanas después y se unió a sus hermanos (se desconoce si tenía secuelas).

Como una misión personal y en concordancia con el juramento hipocrático, la doctora -y espía- Yelan no cesó en búsqueda de la verdad. Ella albergaba en su mente que debido a las similitudes los síntomas experimentados por su hermano menor que falleció a los seis meses le hace pensar que su propia madre haya incidido de alguna manera para que así fuera. En circunstancias que Yae Miko quedó virtualmente en libertad, esta espía se esmeró en convencer a la justicia para que accedieran a exhumar el cadáver del menor que llevaba un año y medio sepultado.

El proceso de exhumación de los restos del pequeño Susumu se produjo con mucho hermetismo, la agente Yelan necesitaba cerrar ese capítulo que en cierto modo había puesto en vilo su nivel profesional; su intención le hace pensar que la negación de la madre respecto a las presunciones de culpabilidad y el hecho insólito que haya insistido en pedir que no fuera sometido en autopsia eran razones poderosas para intuir que Yae podría estar involucrada. La gestión de la Fiscalía fue expedita y el ataúd con el cuerpo del menor sería trasladado de inmediato al forense.

En la casa de Miko alguien golpeaba la puerta, sorpresivamente era la policía esperando su arresto y se la llevan sin oponer resistencia.

Los análisis emanados del forense fueron claros y contundentes en determinar que en el cuerpo de Susumu se encontraron partículas de "Tramadol". Con este informe, las presunciones de la espía Yelan fueron fundadas y gracias a su insistencia ante la justicia se pudo demostrar que el considerado crimen perfecto de Miko Yae dejaba al descubierto un despreciable crimen que no amerita consideración alguna; de este modo, se cierra probablemente el caso menos cruento, pero sí el más execrable de todos: el que no merecía quedar impune.


EL FUTURO...

Yae Miko, desde su detención nunca más volvió a ver a sus hijos y fue su pareja, quizá la única visita que ha recibido estando recluida quien se acercó a ella para saber por qué lo hizo, pero no hubo respuesta. Esta mujer cumple condena en la cárcel de seguridad de Inazuma, vive en permanente soledad, tiene una crónica e inmensa tristeza; no ve a nadie ni conversa con otras internas por temor a ser castigada. Durante su privación de libertad Yae ha sido muy celosa de su intimidad y dueña absoluta de su silencio, por eso agradecemos que ella consciente de lo que puede provocar a los espectadores su testimonio haya accedido a contarnos el misterio insondable que ha ocultado por años; esta es en la actualidad Yae Miko, quien tendrá unos 40 años de edad (físicos).

Ella fue condenada a veinte años de cárcel por parricidio consumado, y a siete por infanticidio, en calidad de frustrado. Podrá salir en libertad cuando tenga 58 años de edad (de apariencia física).

Continuará...