MAXIMA CULPA

Capítulo 11: El embaucador

Itto Arataki, quien cometió un acto de violación contra una menor de edad por el cual fue condenado y logró escapar de la cárcel, permaneciendo varios años prófugo, vuelve a realizar un acto deleznable, bestial y sin precedentes al asesinar a una niña (Dori).

SIPNOSIS

–En realidad no lo entiendo, Itto, pero ni mucho menos entiendo lo que sucedió con esta pequeña. ¿Qué fue lo que pasó?

–Hasta el día de hoy no sé lo que pasó, no explico lo que pasó.

–"¿Usted conocía a su víctima?"

–"Conozco a toda la familia, a todos conozco si estuve un par de veces en la casa de ellos."

–"Itto, yo sé que puede ser muy doloroso reconocer lo que hizo, pero usted mató a una chica inocente."

–"Cometí una estupidez."

Esta parte conoceremos la increíble historia de este doble criminal Itto Arataki, quien no sabe cómo y por qué atentó en contra de dos víctimas.


ANTES...

–¿A dónde vas? –Interrogó un amigo a Itto.

–Se me acabaron los regalices, voy a ver si hay algo abierto. –Dice él afincado en su pensión.

–Me queda la cola (del cigarrillo). ¿La quieres?

–Ah, fúmatelo. Si yo voy a comprar.

–Bueno, no creo que encuentre algo abierto a esta hora. En la plaza hay un bar abierto acá hasta tarde, pero no creo que vendan.

–Voy a echar una mirada.

–Anda.

Estamos en la región de Mondstadt, aquí hay varios obreros que han llegado de otras zonas contratados para la construcción de un gran galpón de abastecimiento, entre ellos Itto Arataki, un trabajador y guerrero básico -de Inazuma-, semi analfabeto y de una infancia llena de carencias económicas y afectivas; creció luchando para dejar el alcoholismo. Por supuesto, en este lugar nadie conoce su pasado.

Itto, en su condición de persona ignorante responde a menudo con conductas violentas, sus apetitos son mediáticos, y obedece y reacciona a sus instintos animales más que racionales. Si bien este hombre se ve tranquilo, de bajo perfil y hasta buena gente en su mente siempre se anida el germen de la maldad; así, él no tenga plena conciencia de aquello. Ahora Itto, luego que aprovecha la ocasión para beber un vaso de vino se ha percatado de una acción que ocurre en la calle: dos jóvenes hermanas, a esas horas de la noche están solas en la plaza central. En rigor, se trata de una mayor que es el lazarillo de una menor (Barbara) debido a que esta última es deficiente mental; este barrio es de gente buena y trabajadora, no existe mayor problema ni riesgo de estar en la calle, ni siquiera a esta hora. Por eso esa joven se atrevió a dejar a su hermana enferma sola por algunos segundos mientras ella realiza algunas compras, claramente ignora lo que acontece en la mente de este hombre.

–¿Quieres? ¿Te gustaron? En mi casa tengo más, si me acompañas te doy. Vamos, ven. –Dijo Itto ofreciendo un paquete de galletas a la joven idol.

Gracias a esto, la invitó hacia la salida del territorio y durante el trayecto se topó con Katheryne.

–¿Y usted, Barbara?, ¿qué anda haciendo a esta hora por aquí? –Consulta la sirvienta.

–Voy a buscar más. –Titubea la rubia refiriendo a las galletas.

–¿Y usted, quién es?

–Vamos. No se meta en cagadas, señorita. –Le interrumpe el "cornudo" de Inazuma.

Itto logró seducir a esta adolescente con retardo mental con algunas menudencias y ademán la promesa de darle más -galletas- en su hogar, desde luego su intención era otra, provechando la soledad de la noche su objetivo era desaparecer con ella en algún lugar oscuro y darle rienda suelta a sus más bajos instintos. Lo que desconocía este hombre era que casi todo el sector sabía de esta niña y ya el cambio de palabras que tuvo con aquella testigo (Katheryne) podría adquirir otro significado cuando los padres se enteraran de su desaparición, lejos de aquello y guiado por su conducta puramente bestial, Itto Arataki no abortó en ningún momento sus planes para cumplir con su propósito deleznable.

El oriundo de Inazuma envió a la idol a un lote baldío procediendo a violarla y desnudarla por completo.

Como era de esperar, los padres de la adolescente ya estaban en la plaza tras la búsqueda de su hija quien había desaparecido para ellos en forma inexplicable. A medida que transcurrían los minutos, la desesperación de los padres, hermanos y amigos crecía preocupantemente. Nunca había ocurrido un hecho de esta índole en este lugar, y tampoco la víctima tenía antecedente de haber salido sola; tras repente algo tuvo que haber invitado a otro lugar ya que en caso contrario estaría sentada en la plaza tal como la dejó -por orden de- su hermana. Itto culminó de saciar sus apetitos sexuales y de darle así satisfacción a los deseos torcidos que anida en su mente, y como si nada grave hubiese sucedido emprendió rumbo a su pensión, ignorado que probablemente este regreso podría hacerle cambiar su vida en 180 grados.

–¡Barbara, hija! –Grita su padre reunido de sus pares.

–Vecina, te andaba buscando. ¿Encontraron a Barbarita? –Avisa Katheryne al grupo.

–Se perdió, y todavía no le he podido encontrar. –Dijo Jean preocupada.

–Supe lo que estaba pasando, me vine ahorita para acá.

–¿Usted sabe algo, Katheryne? –Recalca el hombre.

–Hace menos de una hora que me encontré con ella. –Recordó esta sirvienta.

–¿Usted la vio?

–Sí, iba con un tipo. Él nunca había visto por aquí, incluso me dijo al azar un par de cosas cuando yo le dije a Barbara qué andaba haciendo sola por aquí a esta hora.

–¿Pero a dónde fue ése?

–Aquí, como a una cuadra por ahí, yo quedé tan preocupada, por eso me vine lueguito a decirles.

–Te dije que no la dejaras nunca sola. –Acusó la caballera a la criada.

–Vamos a buscar. –Decía el padre religioso justo cuando llegaba Itto.

–Señor, ese era el tipo que la vi. Él era. –Apuntó Katheryne al hombre con cuernos dirigiendo a su alojamiento.

–¿Está segura? –Contestó el señor Gunnhildr.

–Sí, estoy segura. Ése era.

Los amigos de la idol y el padre de ésta persiguen a Itto y lo atrapan a 50 metros.

–¡¿Dónde está mi hija?! ¡¿Dónde la llevaste?! –Expresó furioso el padre de Barbara.

–¡No sé nada, yo no sé nada! –Gemía nervioso el guerrero.

–¿Acaso estás loco o quieres que te mate?

–Ahí, en el lote baldío.

–¿No te das cuenta que una menor? –Le apuñetea en el estómago de Arataki el religioso. –¡Concha de tu madre!

Tras recibir golpizas y patadas de parte de ellos, Itto quedó lastimado en la vía pública; los demás buscaron a Barbara en pleno sitio que el victimario la abusó sexualmente y el panorama fue desalentador para todos los presentes.

Los familiares de la víctima encontraron a su hija en paupérrimas condiciones, de inmediato dio aviso a la policía y ellos mismos le llevaron a Itto Arataki como el autor de aquella violación. El hecho se extendió en la zona como uno de los más graves ocurridos allí y ciertamente preparó a sus habitantes a tener más cuidado con los forasteros, en tanto que el culpable reconoció los cargos en su contra y fue condenado a cinco años y un día.


ALGUNOS AÑOS DESPUÉS...

El tiempo pasó, y este hombre recibió "beneficios carcelarios", pero Itto Arataki apenas encontró libertad se dio cuenta que no tenía sentido volver y quebrantó, en otras palabras se convirtió en prófugo ya que nunca más volvió a la cárcel y se esfumó en los recodos de Inazuma. De este modo la sociedad, sin saberlo cobijó a mediados de ese lustro a un violador en potencia. Itto Arataki, como un verdadero lobo con piel de oveja se insertó en esta ciudad como si nada hubiese hecho y sin duda, dada a su personalidad en muchos lugares lo acogieron ya que da la impresión de ser una persona absolutamente inofensiva.

Su llegada a la ciudad de Inazuma donde Itto decidió quedarse fue para él un poco traumática, ya que dormía en las calles y se alimentaba de sobras; a poco andar consiguió trabajo en una "empresa" que prestaba servicios al ayuntamiento en la mantención de jardines, esto le permitió algún dinero que a la vez le generó la posibilidad de vivir con más dignidad. Itto consiguió un lecho para dormir en una casa de reposos en Inazuma, su aparente tranquilidad y gesto de timidez fueron claves para que muy pronto se transformara en una persona considerada en este lugar, sobre todo por Shinobu Kuki, la persona encargada de administrar este hogar benéfico; Itto, de este modo logró escalar peldaños en el cumplimiento de sus objetivos, ya que de un ex reo y vagabundo ahora se había convertido en un ser totalmente independiente.

A pesar que Itto Arataki es un ser analfabeto y de conductas primarias tuvo en esta compañía eventual con Shinobu un hecho inédito en su existencia. Este hombre jamás le había dedicado a espacios su persona y particularmente sus afectos, las carencias y la pobreza en la cual se desarrolló su vida lo fueran llevando por un camino donde el cariño por el otro es casi un acto privado para el cual no existe tiempo y que incluso él consideraba privativo de aquellos seres que tienen un poco más. Ahora, junto a Shinobu, Itto se dejó llevar y comprendió que su corazón también tenía capacidad de saltar por el amor; Shinobu también comenzó a sentir que la compañía de este hombre le da un sentido distinto y vital a su vida. Ella pasaba todo el día cuidando ancianos y sin duda ahora con Itto entendió que se había postergado un poco como persona.

Definitivamente Shinobu e Itto se transformaron en pareja, ella continuó administrando la casa de reposo para ancianos y él a cargo de la mantención de los jardines públicos de Inazuma. A pesar de que la relación para ambos significaba un hecho grato, para Itto la vida continuaba sin altibajos; su rostro impertérrito denotaba quizás la indolencia de este hombre en los momentos importantes o en otras palabras, graficaba una profunda patología que se ocultaba en lo más íntimo de su ser. Por supuesto, Itto jamás le contó nada de su pasado a su amada, ni mucho menos que literalmente era un prófugo de la justicia. Ahora, tendrá una sorpresa que sin duda no estaba en sus planes y que cambiaría su vida sustantivamente.

–¿Y vos?, ¿qué anda haciendo aquí? –Dijo él a Shinobu quien apareció de la nada.

–Vine a verte. –Expresó ella.

–¿A mí?

–Sí. –Afirma la ninja.

–¿Y cómo supiste que andaba por este lado?

–Es que fui al ayuntamiento y me dijeron que por la hora podías andar por este sector. ¿Tiene un rato?

–¿Qué te pasa algo?

–Es que me dieron resultado, me vine acá.

–¿Qué resultado de qué?

–Es que... nosotros vamos a tener un hijo, Itto.

–¿Qué? –Asiente sorprendido el guerrero de que su pareja estaba embarazada.

La noticia que convertía en padre a Itto le produjo una inmensa alegría interior que no pudo expresar, sin duda fue un hecho demasiado importante para él y la única manera de responder fue aceptando que el próximo paso sería uniéndose definitivamente en matrimonio a su amada. Así fue como Itto, un violador camuflado y reo prófugo se casara sin que nadie se opusiera a sus planes con la modestia de su rango social y ante la presencia de escasa de amigos que sirvieron de testigos, este hombre da inicio un acto que jamás estuvo en sus planes, ni siquiera en los más remotos sueños. Si algo existe claro en el perfil de Itto Arataki es que no tiene o mejor dicho jamás ha tenido la posibilidad de elegir su vida, más bien esta es producto de hechos casuales como éste donde está muy lejos de ser protagonista de su existencia. Como todo en la vida los buenos momentos también se esfuman y la fantasía deja paso a la irreversible realidad, la cual muchas veces como la de este hombre es más dura de lo que uno puede imaginar.

Los años pasaron e Itto, con un sueldo único y precario continúa haciendo crecer su familia, tuvo más hijos con Shinobu y desde luego su escaso dinero lo hizo cruzar la frontera de la pobreza y repetir como acontece a menudo el ciclo que lo acompañó durante toda su niñez; sumido en un cuarto alquilado de los rincones de Inazuma pobre hizo su hogar con Shinobu Kuki y ya resignado a las carencias perdió el ánimo y la fe de poder sacarlos adelante.

Itto demostró toda su indolencia porque ya los problemas de la familia no le importaban.

–¿Te pagaron? –Interrogó ella criando a sus hijas.

–No. –Respondió irónico el hombre.

–¿Cómo no? Estamos casi a seis, ¿no te pagan los treinta (días)?

–Es que bajaron de precio los canallas, eso lo que quieren con uno, es que van a pagar a final de mes. Serían tan iguales a lo mejor.

–¿Y yo qué hago ahora?, no he tenido ni comida para fiar. Hace como una semana que te estoy diciendo que lo iba a pagar, ¡qué vergüenza!

–Puta, yo hago lo que puedo, el resto es problema tuyo.

–¿Te das cuenta lo que está diciendo? ¿De a dónde va a sacar dinero?, y apenas puedo con las tres chiquitas.

–Tú la cagaste.

–No sé qué mierda te está pasando vos, por si no te acuerda entre los dos tuvimos las tres niñas.

–Vos la misma jodida de siempre, no quiero volver a pelear por la misma putada. Tengo hambre.

–Anda a ver si hay algo para comer, tengo que ir a cambiar a la bebé.

Este hombre hacía lo que podía, trabajaba y si el sueldo no le alcanzaba entendía que ese no era su problema. Con un hogar con tres hijos las salidas son pocas, pero él no conseguía nada en especial para ayudar a los suyos; el afecto que lo unió a Shinobu desapareció y su responsabilidad de padre nunca adquirió real validez. Desde hace algún tiempo se ha dado cuenta que la presión familiar no la merece, ante las carencias de los suyos se victimiza y prefiere el camino más fácil, ese que siempre eligió aquel que no le permita asumir responsabilidades; ha masticado en su mente este problema durante largo tiempo, sus conclusiones son claras, siente que nada lo une a los suyos y que él está cansado de trabajar sin tener ninguna capacidad de disfrutar aunque sea someramente de lo poco que gana.

–¿Y este dinero que dejaste acá en la mesa? –Habló Shinobu Kuki observando un pequeño fajo de billetes.

–Para la casa, ¿no estás quejando por eso? –Citó Itto empacando sus cosas de su bolso.

–Pero no me alcanza. ¿Qué pasó?, ¿no te pagaron todo?

–Me dejé un resto para mí.

–¿Y esto?

–¿Que tontería?

–¿Por qué está echando ropa?

–Me voy a ir.

–¿Qué estás hablando?

–Sabe bien de que estoy hablando, no te hagas la tonta. Nosotros dos no podemos seguir juntos.

–¿Te estás preparando el bolso para irte?

–Yo hago lo que puedo, gano poco y no puedo mantener cinco horas.

–Pero si siempre lo hemos hecho así, aquí estamos juntos...

–Sí, ya lo sé, pero ya estoy cansado. Yo no sirvo para esta estupidez.

–¿Y te irás así como así no más?

–Ya lo pensé bien. ¿No sé por qué puta me casé contigo?, si yo no te quería y no quería tener hijos. La jodí.

–Desgraciado, maricón. –Insulta la ninja peliverde sollozando.

–Así será. –Abandona él por la puerta de atrás sin remordimiento.

Así, sin ningún resentimiento ni menos sentido de culpa Itto dejó a su esposa y a sus tres hijas; la despedida fue triste para ella que quedaba sola y sin trabajo, en cambio para él fue como sacarse un gran peso de su espalda. Los pasos en principio solo tuvieron el objetivo de alejarse lo más posible de lo que había sido su familia ya que a partir de ahora él volvía a ser un hombre libre.

Sin razón alguna y obedeciendo insólitos caprichos Itto prefirió vivir solo, solo como un vagabundo. En estos términos, se alejó de Inazuma y se trasladó a Sumeru, al sector de Vanarana ubicado en las afueras de la subregión. En las orillas del río construyó una choza y cuidó de cerdos que crio de pequeño para convertirse en un ser precario desde todo punto de vista; aquí nadie lo conocía y como nunca alcanzó una vida más holgada esta vivencia la aceptaba sin problemas. Poco a poco, la gente del lugar se fue acostumbrando a su presencia, él recorría las calles consiguiendo cosas o haciendo fletes con su antiguo triciclo-carretón; se diría que la mayoría de las personas que lo ubicable tenían un especial aprecio y cariño, sobre todo los niños con los cuales a menudo establecía contacto y conversaciones.

–¿Y?, ¿cómo van? –Señala él a un grupo de niños jugando.

–Vamos a dos. –Comenta una tal Dori en pleno balompié.

–¿A dos? Entonces si están empatados, les doy dulces a todos. –Le ofrece Itto a ellos dando los premios antes de partir. –Pórtense bien.

–¡Dori, está servido! –Llamaba Layla desde la casa del lado.

–¡Un rato más! –Ignoró la pequeña rosada.

–No, no, no. Me hace caso ahorita éntrese. –Insistió la joven peliazul.

–Chau chiquillos.

Un día, el guerrero vago recorría con los mismos críos a llevarlos a nadar en una desembocadura del sector.

–Tengan cuidado, el río es traicionero. –Anunció él.

Este hombre es solitario, indolente y por sobre todo muy egoísta. Hace tiempo que quiere ser el hombre regalón y simpático del barrio y en cierto modo lo está logrando con estos niños; su rostro nunca dice lo que piensa y ahí probablemente esté su gran misterio ya que tras su buena voluntad esconde algo, algo que no tiene explicación y que será gratuitamente sanguinario.

–Cuídense. –Dijo este protagonista al despedir.

Itto Arataki era literalmente un vagabundo, pero distinto a los demás. Se creaba sus propias fuentes laborales, pero era aún incapaz económicamente de adquirir una independencia cómo para alquilar una habitación y vivir con mayor dignidad. Dormía en esta choza que él mismo se fabricó con cartones, y expuesto a la belleza del paisaje en el verano y a los imponderables climáticos en invierno; casualmente eso le preocupaba un poco: soportar un año más sin saber cómo capear el frío y al abicho de las subidas del río que a menudo por las lluvias se salía de su cauce.

Este hombre vivía exactamente como los cerdos que había criado, comía cuando tenía algo de dinero o sino, como antes de las sobras que recogía de alguna basura que dejaba las vecinas. Si bien nunca le faltaba, últimamente tuvo la compañía de un dueño de tierras que poseía animales y que necesitaba alguien que se los alimentara y cuidara; todo aquello a cambio de una casa y comida en el campo.

–¿Y Dori? –Comenta Faruzan retornando a su posada.

–Le fueron a ayudar al vago. –Dijo Layla.

–¿Cómo?, ¿a recoger cartones?

–No, les fue a ayudar a cambiarse, lo que parece es que se fue con un cuidador a una parcela.

–¿Y cómo no era que vivía en el río?

–Sí, eso lo que yo entendí. Pero parece que este hombre algo entiende de puercos y por eso parece que lo llamaron.

–Bueno, ¿y a qué lugar se han cambiado?

–No sé, no me dijeron nada. Tú sabes que estos vagos hacen cualquier cosa.

–Oye, ya debía estar llegando. Harto tarde.

–Sí, si me preguntáis. A mí no me gusta nada que se junte con ese tipo, no sé por qué me da mala espina. Y ándate a lavar las manos para comer.

EN OTRA PARTE...

–¡Qué hace calor! –Explaya Itto tomando una parada.

–Hola. –Le saluda Dori jugando.

–¿Y tus amigos?

–No vinieron.

–¿Quieres tomarte una bebida?

–Ya bueno.

–No tengo nada aquí eso sí y tienes que acompañar. ¿Vamos?

–Ya.

–Sube.

Un 9 de noviembre, Dori fue conminada por este hombre para que lo acompañara a su nueva morada. El objetivo era invitarla a tomar bebida, pero esta inocente niña no pudo intuir que Itto escondía un malsano propósito.

–Espérame ahí, siéntate. –Dijo él yendo a buscar refrigerio.

Lo que acontecerá con esta visita será espeluznante, horrendo, cruento, pero sobre todo inexplicable.

–Lo único que me queda. –Expresa el "cornudo" dando un vaso a la menor.

–Está tibia. –Opinó ella al probar el brebaje.

–No tengo nada de hielo, la va a tener que tomar así no más.

–Quiero irme.

–Tu casa queda muy lejos para que te vayas sola, yo te voy a dejar más tarde.

–¿Y los cerdos?

–Por ahí andan.

Dori hizo varias preguntas, todas ellas fueron contestadas por Itto quien ya a esta altura anidaba en su mente enferma, un desenlace que superó toda lógica y humanidad.

–Se va a hacer de noche, Layla no sabe que estoy aquí.

–Me queda poco, espérate.

La pequeña Dori dejó entrever que quería regresar a su casa y él prometió que lo haría pronto, Itto sabía que su nuevo domicilio era totalmente desconocido por la vecindad, de modo que nadie podría acercarse a este lugar tras sus huellas; fue la soledad del campo que Itto Arataki comenzó a consolidar su loco objetivo, aquí comienza el principio de un acto que no tiene parangón en esta historia criminal.

Con una barra de acero diminuta y delgada en su mano, él le da un golpe al cráneo de la loli matando al instante.

Con una frialdad propia de las bestias Itto no sólo se conformó con quitarle la vida a Dori, sino que quiso asegurarse y dejó caer con todas sus fuerzas en peñascos sobre su cabeza. Ese 9 de noviembre, los conocidos de la pequeña ya intuían que ella podría estar en aprietos.

–¿Qué pasó? –Interroga la maestra Faruzan.

–Dori. –Balbuceó la discípula Layla.

–¿Qué pasó con ella?

–Ella no ha llegado y no la encontré, lo he salido a buscar por todos lados.

–Pero debe andar con los amigos, tiene que...

–No, si yo salí a todas las casas de ellos y nadie la ha visto. La vecina me dijo que lo había visto con el vago en el triciclo.

–Entonces tiene que andar con él.

–Pero es que no cabe cuánto ese viejo le puede hacer algo.

–¿Hola? –Alzó la voz Itto desde el exterior de la posada.

–¿Sí? –Dice Faruzan.

–¿Está Dori?

–¿Usted se la llevó?, ¿y dónde la dejó? –Preguntaba la elfa peliazul.

–Yo salí en la tarde con ella por lo... invité a una bebida, pero ella dijo que después de eso se iba venir para la casa. ¿Se lo puede entregar esto?, yo me comprometí con él. –Declaró él tratando de recibir un paquete de galletas.

–Que él no ha llegado todavía. –Respondía la del cabello aguamarina.

–¿Y por qué se la llevó a la casa?, es que no se da cuenta que ella es una niña. –Expresó crítica Layla.

–Yo lo hice por mejor, yo siempre le traigo regalos a los críos. Pero no se preocupe, señorita, yo lo voy a ayudar a buscarla. Ella va a aparecer, no se preocupe. Yo voy a ayudar. –Le miente el guerrero vago a estas chicas.

La visita de Itto a la casa de su víctima descolocó a los pares quienes jamás se imaginaron que su propio asesino fuera a verlos personalmente.

Itto volvió a su casa y aquella noche durmió profundamente. El cuerpo inerte de su víctima aún estaba botado en el suelo, en el mismo lugar que este hombre le quitó la vida; solo en la cabeza de un ser demente se puede dar esta figura. La mañana del 10 de noviembre se levantó con aquella preocupación: necesitaba cerrar el capítulo criminal sacando del lugar el cadáver de la niña Dori para trasladarlo a otro sector donde nadie la pudiera encontrar.

Impávido, como realizando una labor cotidiana Itto trasladó al cuerpo sin vida de su víctima, los llevó varios metros lejos de la casa hasta internarlo en un sector cargado de vegetación donde a simple vista sería casi imposible encontrarla. Tan seguro estaba que hasta allí no llegaría nadie que ni siquiera se dio el trabajo de enterrarlo, sino sólo lo cubrió con hojas y la abandonó.

–Le haría bien descansar, señorita Layla, quizás si duerme un poco. –Le aconseja a la calma una vecina.

–O quiere que duerma si la niña no ha llegado, quizás dónde está. –Comenta la peliazul entristecida.

–Ya tranquilita. Tómese este té, le va a hacer bien.

–Gracias.

–En la feria escuché que habían visto a Dori en el triciclo con ese vagabundo cornudo. –Menciona este trascendido Faruzan.

–No, para mí ese tipo sabe toda la verdad, deberían investigarlo. Yo le prohibí a mi hijo que no juntara con él. –Duda aquella vecina.

–Que con esos dulces que le regalan los embaucan y quizás qué es lo que puedan hacer después. Yo les conté a la policía y el mayor me dijo que este cornudo haya sido el primero en llegar a la comisaría. –Deduce la profesora de Layla.

–¿Y por qué?

–Pues se ofreció para buscar a la niña y que según él dijo que la quería mucho.

–Para mí que hace la pura parada. ¿Cómo va a querer tanto a los niños? Además, ni sabemos a dónde vive, yo lo metería preso ahorita.

–Lamentablemente no podemos hacer nada contra él hasta que aparezca Dori. –Le consuela la peliazul claro a su pupilo el dolor que aquejan.

Los comentarios que lo comprometían la desaparición de Dori fueron muchos al punto que fue conminado a declarar, en aquella charla con la policía Itto confirmó que había estado ese día con la niña, pero que lo había dejado cerca de la plaza, todos sus argumentos y el sentido de cooperación que demostraba para la búsqueda de Dori claramente le servían de distracción para que fuera consignado como responsable de su desaparición. Desde luego sus dichos parecían coherentes y el dolor que demostraba por su pérdida también, pero él cometió un solo error; ante la policía, luego de otorgar su testimonio dio un nombre falso, razón por la cual lo dejaron detenido. Producto de esta equivocación la patrulla de búsqueda de la policía con perros lobo especializados llegó hasta las mediaciones del que había sido su hogar. A unos 120 metros de la casa de Itto, la patrulla policial dio con el paradero del cuerpo sin vida de la pequeña Dori.

–Ya Itto, ¿cuándo fue la última vez que viste a la niña? –Interrogaba un policía de civil.

–No la conozco. –Omitía el "cornudo".

Lógicamente, las evidencias fueron tan contundentes que ante un nuevo interrogatorio policial, Itto Arataki no pudo zafarse. En aquellos momentos previos ya que la policía tenía cabales antecedentes del pasado de este hombre donde por cierto resaltaba el delito de violación que había cometido, los años de prisión que le dio la justicia y que él había sido prófugo, ante tal currículum sólo quedaba una tarea pendiente: que el principal inculpado reconociera la autoría en este brutal crimen en contra de una menor inocente. Al cabo de unos minutos de negativa y textos incoherentes, Itto Arataki ya sin escapatoria no tuvo otra respuesta que hacerse responsable de la muerte de Dori.

–Yo la maté. –Confesó él salomónicamente.

Pero ahí ante la consternación de la policía no pudo aclarar qué había pasado ni porqué tuvo que quitarle la vida; sin duda, un hecho sin precedentes.

El caso denominado por la prensa como el "Chacal de Sumeru" conmocionó a la región, la familia y amistades de la víctima nunca pudieron comprender las razones que llevaron a este hombre quitarle la vida a Dori; esta ira condicionó a la justicia para que el victimario fuera trasladado a la cárcel de alta seguridad de Inazuma. Aquí Itto Arataki, hoy lleva recluido poco más de un año y la población penal ignora la verdadera razón de la condena; este es el verdadero criminal quien por primera vez accede a mostrar su rostro y relatar lo inenarrable.


Este hombre, Itto Arataki fue condenado por homicidio calificado a 20 años de prisión.

Continuará...