MÁXIMA CULPA (GENSHIN IMPACT)

Capítulo 16: El orejudo

Este caso tiene como protagonista a Tighnari, un joven que desde niño fue testigo de la violencia que su padre ejercía contra su madre; ésta, aburrida de las golpizas y malos tratos de su cónyuge decidió un día abandonar a su pareja y a su pequeño hijo orejudo cuando este tenía apenas siete años de edad. Desde entonces, Tighnari se vio enfrentado a vivir esporádicamente en la calle y en algunos hogares de menores; a la edad de quince años decide volver a vivir con Katheryne (la de Sumeru). Sin embargo, los casi diez años en que Tighnari vivió en el abandono y sin la presencia de sus padres, ni otro adulto responsable que hubiese podido cuidar de él ya lo habían convertido en un drogadicto de difícil recuperación. La soledad y el abandono que marcó su infancia y posteriormente su adolescencia, lo dejaron a merced de los malos hábitos que aprendió en la calle entrando en un espiral que lo llevó al mundo delictivo y que él no logró salir jamás.

Durante ese tiempo fue encarcelado por robar una bicicleta y durante tres meses salió libre bajo fianza; Katheryne, confiando en corregir el destino de su colega y a la vez sintiéndose culpable por haberlo abandonado, tras algunas gestiones logra conseguirle una beca a través del Gobierno para estudiar mecánica con el fin de que Tighnari se rehabilitara y pudiese cambiar el curso de su vida, pero ya era demasiado tarde. Las secuelas del abandono, la calle, las malas juntas y las adicciones habían pavimentado para Tighnari un oscuro futuro que finalmente lo llevaría a cometer, a sus 22 años uno de los crímenes más horrendos de la historia de Teyvat. La necesidad de conseguir dinero para satisfacer sus adicciones lo indujo a asaltar y terminar degollando a Gorou y a su esposa Kokomi Sangonomiya, una pareja de antropomorfos que atendía un modesto almacén en Inazuma.


Hace mucho tiempo, aquella madre, bajo su pretexto es ir de compras abandonó a Tighnari de tan solo siete años y se va de su casa en la región de Sumeru ya que no aguanta las agresiones que habitualmente y sin justificación alguna le propina su esposo. Ella entiende que esta es la única manera de salir adelante y que el adiós a su hijo no será temporal ya que apenas consolide un nuevo hogar no volverá para llevárselo.

Los años pasaron y este niño creció, ella -apenas- cumplió con su propósito de rescatarlo, pero sólo lo pudo hacer años más tarde. Cuando Tighnari ya se había desarrollado en una suerte de orfandad, cuando ya conocía la soledad, cuando la calle en cierto modo había sido su hogar también; una difícil tarea para una madre que intenta corregir un tronco un tanto torcido.

Claramente no fue un buen alumno y dejó sus estudios para siempre cuando cursaba recién iniciada la secundaria. Su pedigrí no era muy alentador, consume marihuana y cuanta droga se le presenta desde los trece años.

–¿Quiere fuego? –Pidió Tighnari.

–Claro. ¿Y a dónde lo sacaste? –Decía Kaveh.

–¿A dónde lo sacaste? Compré. –Alegó el orejudo.

–Ja, ¿y de la buena? ¿O no?

–De la buena.

–Oye, ¿y te queda un trago?

–¿Y esas chicas van a tomar?

–Yo entiendo que sí, su hermana no tengo idea.

–¿Y a dónde se van a tirar después?

–Pues si ya te dije que no tengo ni uno. Ahí vienen. –Fijó el arquitecto a ellas.

–Oye, se ven bien recuñadas.

–Tranquilo, estas no son las que vos conoces.

–Ay cómo son, amigo.

Los chicos saludan a Layla y Collei.

–Este es Tighnari, mi amigo el que yo te hablaba. –Lo recibe el rubio.

–Mi compañera, Collei. –Presentaba Layla. –Oye, ¿y llegaron hace mucho rato?

–Más o menos. Oiga, que bueno que pudiste venir. –Expresa él.

–Malo que me costó sacar, si ésta es más estudiosa. –Añadió ella refiriendo a la peliverde.

–Oye, ¿y tú qué estudias? –Preguntó Tighnari.

–¿Yo?, secretariado. ¿Y tú? –Responde Collei.

–Yo trabajo en una farmacia.

–Claro que no es nada químico farmacéutico. –Bromeó Kaveh.

–Oiga, ¿y para dónde vamos a ir? Vamos a congelar si nos quedamos acá. –Dijo la dormilona.

–No sé, ¿qué se te ocurre? –Menciona el arquitecto.

–No sé, caminemos un rato y vemos. –Propuso el guardabosque.

–¡Qué buena idea!, dicen que caminando unos cuatro kilómetros diarios se mejora la salud. –Consintió él dejando a solas Collei y Tighnari.

–Vamos. –Decían ambos yendo a caminar.

Tighnari y Collei simpatizaron desde el principio y a todas luces ella si bien vivía en la región era una joven denominada por su entorno como decente. Es aquí donde este joven administra a su entero antojo el tiempo que tiene solo, ahora cautivado por Collei se averiguó dónde estudia y la vino a esperar.

Collei sólo aceptó que Tighnari la llevara hasta el paradero de autobuses, de aquí al distrito hay un buen trecho y largo tiempo de viaje también, de modo para que esta joven su decisión fue la más cuerda. Durante el trayecto no dejó de pensar en la osadía que Tighnari tuvo al ir a buscarla, algo había en él que a ella le gustaba.

–¡Tighnari!, ¿qué onda? –Dice Collei sorprendida.

–Nada, ¿tú crees que no voy a llegar? –Insinúa él esperando.

–Bueno, me equivoqué. Pero, ¿qué estás haciendo acá?

–¿Te puedo acompañar a tu casa?

–Sí, todavía no puedo creer que "volaste" menos que el ómnibus.

–No, pero igual "volé" todos los días.

–¿Y tan rápido?

–Sí, no tan rápido, pero por ti batí un récord.

–¿Por mí?

–Sí. –Afirma Tighnari.

–Ya, no te creo.

–Si yo tampoco me lo creía, pero viste lo que soy capaz de hacer que alguien le gusta. En serio.

Nada puede prohibir que los jóvenes se relacionen, pero lo cierto es que, en este caso, obviamente ella será en forma indefectible la víctima.

–Ya, déjame hasta acá. –Instó Collei llegando a su hogar.

–¿Por qué?, ¿qué te pasó? –Contestó Tighnari.

–Nada, porque igual no quiero que me vean con nadie.

–Ya. Y, ¿podríamos vernos otro día?

–Dime tú.

–Bueno, pero un día en que salga más temprano así tenía más tiempo para conversar.

–El jueves salgo temprano.

–El jueves ya pues, te voy a buscar. ¿A qué hora?

–A las cuatro, ¿puedes? Pero ando en ómnibus sí.

–Sí, por mí materia dispuesta, o sea cuando quiera, el jueves a las cuatro y voy en bicicleta. Chau. –Él besa a Collei en los labios.

¿Cuántas veces sus lobos se han vestido con piel de oveja? Esta es una de ellas, quizás la característica más temida de Tighnari.

Él difícilmente racionaliza el abandono del que fue objeto cuando sus padres se separaron, pero sus críticas hacia sus pares nacen del alma. Son como anidadas en el dolor inconsciente en aquella falencia que como una marca a fuego en su cuerpo determinó su existencia de ahí para adelante.

Una noche, Tighnari le regala una bicicleta -aparentemente robada- a Collei y como muestra de agradecimiento nuevamente se besan. No todo es piel de rosa, este joven se implica en un robo de bicis en el que fue frustrado por la vecindad del barrio y tuvo que esconderse en una iglesia evangélica siendo atrapado por la policía.

Tighnari no tuvo escapatoria ni argumentos que pudieran hacer revertir su responsabilidad en aquel acto delincuencial; fue aprehendido, juzgado y condenado. El juez le otorgó 600 días de prisión y hasta aquí llegó Collei, demostrando que realmente lo quería; poco a poco y no con menos violencia psicológica y visual, Tighnari debe entender que estos muros, sus olores y el encierro serán parte invariables en su entorno.

–Bueno, tú sabes cómo son ellos, me cargaron con el robo de la bicicleta y yo no tenía nada que ver. –Alegaba el antropomorfo.

–Me imagino que esa no es la que me regalaste a mí. –Dedujo la peliverde.

–No, ¿cómo se te ocurre? Si esa yo la compré en el persa.

–Oye, ¿y qué andaba haciendo en una iglesia evangélica? Eso lo que andan diciendo por allá.

–Andaba rezando, si soy fiel cristiano y de repente voy para allá. Ya, pero por qué te pones así, ¿no me crees?

–Mira Tighnari, esta es la primera vez que yo vengo un lugar así y si estoy haciendo es por ti.

–Sí lo sé, mi amor y te lo agradezco.

–Si me llego a enterar de que tú me estás mintiendo esto se acabó, se terminó para siempre.

–No. –Ninguneó él.


TRES MESES DESPUÉS...

Luego de tres meses de encierro, Tighnari fue dejado en libertad condicional. Si bien antes hubo muchos motivos para encarcelarlo era primera vez que lo fichaba, de modo que el ser considerado como primerizo facilitó la decisión de adelantarle a la libertad; buscó a Katheryne quien a esa altura tenía otra pareja.

Por supuesto que a él no le gustaron las exigencias, los compromisos y los límites que le puso la pareja de la recepcionista para vivir allí, entendió desde un principio que esa fue una forma diplomática de alejarlo de ella. Estos fueron los primeros coletazos que pasaban por la casa, Tighnari ya había terminado su relación con Collei y desde luego no tenía otra alternativa que recordar episodios de su niñez, donde debía hacer de todo para subsistir. Cuando el cuero está tan curtido, lo anormal pasa a ser normal y Tighnari, con la escuela de la vida y de la cárcel, lo único que hoy está haciendo es ejercer de vagabundo con todos los problemas y consecuencias que ello significa.

En plena indigencia, Tighnari fue apuñalado y atacado por unos mitachurls en una noche siendo hospitalizado y posteriormente dado de alta en menos de una semana, Katheryne postuló a su compañero, en su representación un cupo para una beca estatal denominada "Joven, dale una oportunidad a la libertad" con el propósito de estudiar en un conocido campus de la región.

TIEMPO DESPUÉS...

Un extracto noticioso menciona esta cobertura relacionada a aquella beca:

–"Más de cien jóvenes que han cumplido sus condenas recibirán nueve meses de apoyo psicológico, capacitación y un subsidio de locomoción. (…) Un equipo de abogados los asesorará para limpiar sus antecedentes y serán reinsertados en el mundo laboral."

El gobernante de turno de la nación dio su discurso en público con sabias palabras:

–"Creemos en la gente, en la persona y el ser humano, y Teyvat tiene que estar preparado para tender la mano y que se pueda hacer una vida nueva."

La beca otorgada por el Estado le permite estudiar una carrera técnica en la Akademiya de Sumeru y un sueldo mensual de 30.000 moras -de la época-. Con este importante beneficio, Tighnari vive una suerte de reinserción social, nunca antes había tenido ni la más mínima posibilidad de aprender un oficio de estas características, ni mucho menos pensar que a través de él se podría ganar la vida en el futuro de una manera más digna. Tanto Katheryne como él entiende que esta es una manera de emprender una nueva vida cuyo primer compromiso tácito es abandonar de raíz su acercamiento al alcohol y las drogas; difícil tarea, por cierto, pero no imposible, sobre todo si Tighnari tiene la compañía de su colega quien asumiendo una gran cuota de culpabilidad en su conducta pasada decide dejar de lado todo para auxiliarlo.

Tighnari no se percató siquiera, pero ya era un adicto; no podía compartir con amigos si no lo hacía al fragor de un trago de alcohol y en lo personal, era imposible que pudiera mantenerse tranquilo sin consumir cocaína o pasta base. Es aquí donde su potencial delictivo muestra sus verdaderas garras, es aquí donde inicia un camino sin retorno y es aquí también donde todo el tinte sean sus propósitos pueden caer.

Semanas más tarde, Katheryne va a su instituto en búsqueda de Tighnari.

–Buenos días señorita, ¿en qué le puedo ayudar? –Consulta un maestro de la academia.

–Buenos días, es que estaba buscando a mi "ahijado" que debe estar en alguna de estas salas. –Dijo la recepcionista.

–*Risas* Faltan como quince minutos para que terminen las clases. ¿En qué nivel está él?

–En primer nivel.

–¿Y cuál es su nombre?

–Tighnari.

–¿Tighnari?

–Sí. –Dijo ella.

–Yo soy el profesor de Tighnari. ¿Está segura que vino hoy día a clases?

–Sí, él viene todos los días.

–Acompáñame a mi oficina, por favor.

–Pero no se preocupe, yo puedo esperar acá.

–No, por favor acompáñame.

El docente revisa la base de datos de la Akademiya.

–De acuerdo al sistema de asistencias, señorita, Tighnari vino a clases sólo las primeras dos semanas. –Señaló él al registrar la planilla.

Esta joven mujer no pudo contener su dolor y salía convencida que nada más podía hacer por su pupilo, de este modo sabía que no podría superar que había perdido esta batalla; tomó entonces la drástica decisión de enviárselo a Kirara hacia Inazuma, una mensajera que luego de separarse de su ex formó otro hogar y todo hacía suponer que se había estabilizado tanto en lo emocional como en lo psicológico. Ésta no abandonó su trabajo de antaño y vivía en una isla interior que alquilaba una pareja de antropomorfos que tenía un surtido almacén en la entrada; el escenario para Tighnari, claro que es diferente y conjuntamente con el cambio de hábitat también cambian sus víctimas.

–¿Te pagó? –Pregunta Gorou a su pareja.

–Conmigo no he hablado. –Responde Kokomi fijando a alguien.

–Hay que cobrarle, hace dos meses que está atrasada.

–Nunca se había atrasado tanto.

–Parece que el empleo no anda nada de bien, ¿ah?

–Pero son asuntos de ella, por lo menos podrían entrar y dar la cara. A mí no me gusta tener que estarle cobrando el alquiler.

ESA NOCHE...

–Todavía no termino, pero parece que no fue mejor que ayer. –Habló Gorou cuadrando cuentas.

–¿Te dije que llamó el contador? –Preguntaba Kokomi bebiendo té.

–Sí, por eso estoy terminando de hacerle este arqueo, porque dijo que mañana viene a recogerlo.

–Pero tómate el té primero, se te va a enfriar, si está frío te preparo otro.

–Está bien. Oye, ¿qué está haciendo?

–Fíjate que andaba buscando el dedal que se perdió, no sé dónde lo dejé y me entretuve mirando las fotos del crucero, son lindas.

–Podríamos repetirlo.

–Pero no al mismo lugar, vamos a otra parte. ¿Qué te parece el sur de Mondstadt? Dicen que la onda de los canales es maravillosa.

–Yo no tengo problema, soy tú la que tienes problemas con el frío por los huesos.

–Pero supongo que hay calefacción.

–Sí, pero no te vaya a llevar siempre arriba del barco.

–Bueno, si tú quieres yo me abrigo bien en agua.

Gorou y Kokomi Sangonomiya criaron a sus familias con este negocio de abarrotes y ahora con la libertad que otorga saber que la misión está cumplida se entretienen en pensar cómo gastar sus ahorros, han cumplido pocos años juntos y en lo más profundo de su ser se sienten felices de llegar a esta edad con buena salud y la convicción de su pasar por la vida no ha sido gratuita. Ahora mantienen su negocio casi por entretención y a menudo lo cierran para salir de vacaciones.

–Hola Gorou. –Saludaba Tighnari.

–Hola, ¿qué va a querer? –Atendió él.

–Una soda, porfis.

–Toma, son setecientas (moras).

–Ya, se la pago a fin de mes y me llevo estos cigarritos. Me la anota luego, chau. –El orejudo oscuro se aparta sin pagar.

–Oye, este anda por ahí no más con Kirara. –Alegó Kokomi.

–Parece que se va a quedar aquí. –Dijo su pareja.

–No creo que dure mucho.

–Oye, ¿y todavía no traen el encargo del pan?

–Acaban de llamar, ya vienen en camino.

Ya se dibuja el escenario para su actuación, una actuación cruenta y macabra; los protagonistas pululan sin saber su rol, pero están allí como al acecho de una fiera que anda suelta, es el sino de una vida sin estudios, sin valores, sin amor; una vida sin sentido.

Un 4 de mayo es un día especial, Tighnari parece lo que siempre fue: un lobo con piel de oveja. Ni siquiera tiene conciencia de aquello, lo que más grave aún, ¿cuántos jóvenes con estas características existen hoy en nuestra sociedad?, absolutamente desalmados, desprovistos, desconsiderados, psicópatas en ciernes, egoístas e inhumanos, sin ninguna capacidad de ponerse en el lugar del otro. Por cierto, nada lo planea, pero a su lado todo puede suceder; se crio para un momento como éste.

Este joven está superado por el alcohol y las drogas; llegó a casa, pero no para quedarse. Acaba de entender que un cuchillo, quizás puede ser el mejor de los compañeros para una noche como esta, pero ignora que el arma se va a convertir en la peor de sus pesadillas. Tighnari, a partir de ahora inicia el trayecto de una delincuencia atroz, pero no sólo eso, sino que va a camino a convertirse en el más bestial de los criminales.

De este modo, muy temprano a esa mañana del 5 de mayo, Tighnari es literalmente lanzado a la calle por Kirara, la noche fue muy regada en alcohol y consumo de pasta base; no hay cabida para la reflexión. Sus actos son fiel reflejo de un estado límite y más que pensar se mueve como una bestia que intenta salir de su jaula. El calvario lo lleva por dentro, ahora sin padres y sin amigos ni familia es el momento propicio para entender que ya no tiene nada que perder. De aquí en adelante cualquier cosa que logre será mejor que lo mantiene, así piensa; su mente no alberga ideas, sino solo movimientos y estos, sin razón alguna lo hacen pensar que regresar a la casa para buscar sus cosas es lo más atinado. Ciertamente aquí comienza la despedida o más bien aquí se titula un joven que hizo de la universidad de la vida su único aprendizaje.

El joven oriundo de Sumeru intenta abrir la puerta corrediza de la casa en que fue echado Kirara por sustraer moras anoche, sin éxito recurrió al otro lado de la vivienda, es decir el puesto de almacén. Portando un cuchillo cocinero que lo sacó durante el robo y lo esconde en la cintura de su pantalón; para sorpresa de él avista un cajón lleno de dinero, lo abre sigilosamente hasta que aparece Gorou causando tensión entre ellos.

–Disculpe, Gorou. –Expresa Tighnari nervioso.

–¿Sí? –Dijo él.

–¿Usted sabe si Kirara salió?

–No, no lo he visto. Bueno, enséñate a mirar afuera si está el carro, si no está es ella que se fue.

–Lo que pasa es que estuve golpeando y nadie me abrió

–¿Y qué puedo hacer yo?

–Voy a entrar por aquí.

–¡Un momento! –Le cierra el cajón a la fuerza Gorou. –Por aquí no se puede, porque la puerta que da el patio está con llave.

–Ábrala entonces.

–Sabes, es mejor que lo esperes aquí afuera así que vamos andando.

Tighnari le corta el cuello a Gorou posicionando por detrás matando inmediatamente.

–¡Oh Dios! –Exclamó horrífica Kokomi tratando de huir antes de ser asesinada con la misma táctica.

Así, sin contemplación alguna Tighnari degolló a estos dos antropomorfos, luego hurgó el hogar y robó todo cuánto encontró. Minutos más tarde, Tighnari deambuló sin destino hasta entender que lo había hecho era grave, bajo estas circunstancias acudió a pedir ayuda a su amigo Heizou.

–Hola Heizou. –Dice urgido el azabache.

–¿Qué pasó? ¿Peleaste? –Preguntaba el pelivino.

–Sí, me agarró una muchedumbre.

–¿Y qué quiere?

–Que me preste ropa, yo después te la devuelvo.

–Me la devuelves sí, ya que tengo poca. ¿Ah?

–Ya. –Afirmó Tighnari ocultando el arma entre sus ropas ensangrentadas.

–¿Qué es lo que peleaste?

–Sí, me agarré con tres hilichurls, no sé con qué arranqué.

–Te echas una duchada sí primero. ¿Tu pareja sabe?

–No, no me gustaría que ande llamando para decirle.

–Es tu problema, toma.

–Te pasaste. –Agradeció Tighnari yendo a duchar.

En la escena del crimen, un repartidor de correos aproxima al almacén cargando una encomienda ignorando de lo que pasó ahí minutos antes.

–¡Gorou, el envío! Aquí le traigo el paquete. ¿Gorou? –Llamó el cartero al ingresar la casa descubriendo el pavoroso y sanguinario escenario que aconteció recién.

AL DÍA SIGUENTE...

Por supuesto, la noticia apareció en la prensa y nadie quedó ajeno al censurar el doble crimen como uno de los más atroces del último tiempo.

Los medios titulaban "Apuñalaron y degollaron sin piedad a pareja de Inazuma" causó conmoción no sólo en la región, sino en todo Teyvat. No obstante, el asesino sería capturado en cuestión de horas.

MÁS TARDE...

–"No alcanzó a estar dos días prófugo, Tighnari de 22 años fue detenido anoche por la policía durante un patrullaje de rutina en Sumeru, andaba dos gramos de cocaína y luego de un nombre falso (...)" –Narra un periodista radial.

Estos testimonios corresponden al operativo que la policía realizó para detener a Tighnari, quien fue apresado en primera instancia por sospecha.

–"(...) Un notorio parche cubre esa herida que se había hecho al apuñalar a las víctimas con un cuchillo cocinero". –Continuó relatando el cronista.

El 7 de mayo, Tighnari fue detenido y recluido en la cárcel de Inazuma. En este lugar existen 1830 internos y si bien como recinto carcelario es considerado de alta seguridad, él fue ubicado en un módulo especial y está junto a diez reos más los que son vigilados a través de circuitos cerrados de televisión, ya que ameritan por su delito y perfil como criminales ser observados permanentemente. Tighnari lleva cerca de dos años y medio privado de libertad y muy tempranamente comprendió el significado de lo que él consideró un error su doble crimen; pensó mucho en acceder a una entrevista, duda que la mantuvo hasta los últimos minutos antes de enfrentarse a las cámaras y ahí su latente nerviosismo. Este es su testimonio que sin duda subraya su conducta como un ejemplo para muchos que hoy están ad portas de equivocarse como él; éste es el verdadero Tighnari, hoy de 25 años.

Este joven fue condenado a muerte, sin ningún tipo de beneficios, ni indulto, ni amnistía; es decir, no verá la libertad recién cuando sea ejecutado al cumplir 35 años.

Continuará...