Capítulo I

"Hoy presentamos: ¡Acualila, la ciudad de los colores!"


«Tras la aventura que fue Loguetown, el viaje de los Sombrero de paja continúan en East Blue, en camino a las aguas desconocidas de la Gran Ruta Marítima.»

Iban a su siguiente destino luego de haber conseguido lo necesario —en medio de una persecución, una casi baja y reencuentros— pero todavía existía una última parada que hacer.

Luffy estaba sentado en la cabeza del Going Merry Go, admirando su nuevo paisaje. Desde esa distancia pudo ver una isla cercana así que apuntó a ella, alertando a los demás.

¿Era real esto? ¿Una clase de espejismo del mar? Al darse cuenta que, acercándose, las estructuras se volvían claras, la mecha de su emoción se encendió.

—¡Miren, es una pintura gigante!

—¿¡Qué!? ¿¡En donde!? —Usopp fue el primero en asomarse, moviendo su cabeza a todos lados, tal vez tomándose literal las palabras— ¿Cuál pintura? Es un pueblo común… ¡Oh! Espera…

—¿Qué no lo estás viendo? Es obvio que está allí al frente. Es una pintura gigante.

—No es eso, par de tontos. —Nami se unió a la conversación.— Ese es el pueblo Acualila. Es conocido por parecer estar hecho en una pintura de acuarelas de verdad, gracias a la estructura de los edificios y los colores dispersos sobre las calles.

Y Nami tenía razón; los tejados sobre las casas y edificios les daba esa sensación pintoresca de campo, acompañado de las formas alargadas de los establecimientos y la combinación bien pensada de los colores. Cada rincón y en cada perspectiva se veía como si fuese hecho en un lienzo, por un perfecto artista que amó colocar todos los trazos.

—¡Vaya, es verdad! Está muy bonito. Me pregunto si las personas de ahí son monigotes. —Luffy tenía mucha imaginación al respecto.

—¡Jaja! ¡Eso no funciona así! ¡No son personas de papel que van caminando! Se los puede llevar el viento.

—¡Tienes razón! Oye Usopp, ¿Crees que la comida de ahí sea dibujada?

—Pues qué mal por ti. La carne de papel no se digiere bien.

Nami prefirió callar a ambos de un golpe directo a la cabeza. No tenía tiempo ni las ganas de escucharlos soltar cualquier tontería. Ya era momento de llegar a los muelles.

—Mejor vayan a prepararse para aparcar el barco en vez de hablar de cosas infantiles.

—Allá vamooos… —Los dos respondieron con un chichón creciendo en sus cabezas, definitivamente no iban a refutar a la navegante cuando estaba echando humo del enojo.

Merry pronto llegó al destino, los recibió un amplio suelo de madera, un tablón de diferente color, uniendo caminos a los arcos de plata de la entrada a la ciudad. Las letras grandes, sobre ellos, indicaban el nombre de la isla, portando orgullo de recibir a los visitantes: Acualila.

Si de lejos los muelles eran impresionantes en estructura, de cerca era saltar al marco de una pieza de arte hecha por la mano más refinada y detallista. Usopp bajaba las escaleras ya para cuando Luffy viajó directo al suelo.

Ooh. —sus ojos, despampanantes de la emoción, se comieron el paisaje.

No era algo que había visto antes, o más bien pensaba que vería algo similar en la Grand Line. Con eso afirmó nuevamente que el mundo no es pequeño en lo absoluto, pero no le intimidaba saber que estos rincones desconocidos los tenía en la palma de su mano, esperando por él.

La serie de colores en sus pies parecían un sendero de arcoiris, que lo señalaba a los arcos y luego a la calle principal. A los lados yacían dos caminos iguales, que traspasaban los costados de la isla. Al parecer era una ciudad de calles circulares pero las tres llevaban al centro de todo.

—Es una isla de parada muy hermosa. El anciano decrépito dijo que, aunque sus zapatos pisaron mucha sangre, ninguna era igual de un rojo que haya visto antes aquí, en Acualila. —Sanji se acercó por detrás de Luffy, imitando su interés por el pueblo.

—Lo tomaré como que dijo un cumplido. —Dijo Usopp tras apearse¹ del barco.

—Claro que lo es —le replicó a él como si fuese obvio—. No hay color que no haya en este lugar. Los mejores costureros, diseñadores, poetas y artistas salen de aquí.

—¡Ay, yo quiero un pintor para que me retrate en las aventuras que tendremos!

—No creo que sea útil algo así, ¿por qué no buscamos un médico mejor? O compremos materiales también, no sabemos qué nos espera en La gran ruta marítima —la única chica hizo entender su opinión de inmediato, ahora caminando al frente de su equipo, a las calles dentro de Acualila.

El desinterés de Zoro lo convirtió en el vigilante temporal del barco, en lo que la curiosidad de los demás despertaba como una flor renaciente, encantada por la temática de la isla.

Los colores nacían ahí. La variedad de estos daban una vida sin igual, ninguna acera era ajena a la brillantez del pueblo. Le habían dado un cuidado quirúrgico a las zonas. La pintura sobrevivía a todo mal, siempre en su máximo esplendor.

Era común ver a los lugareños portar sus carismáticas vestimentas diarias, que eran largas y de varias capas. Dependiendo del detalle en los patrones, hilos o calidad de la tela, se evidenciaba su clase social o la fama.

Mientras tanto, Luffy buscaba una carne de papel o un papel de carne, dando pasos bobos, meneando la cabeza a todas partes. Veía la increíble variedad de pigmentos decorando las casas, y a su mala suerte, esto no era su prioridad.

—¡Ah! ¡Este sitio tiene tanta ropa fina y hermosa! Ya los había visto en revistas pero de cerca son otro nivel.

Nami se atrevió a acercarse a los escaparates de las tiendas, debajo de los vidrios los vestidos eran un espectáculo completo con esa clase de detalles. Sus ojos de corazón terminaron desvaneciéndose en un grito de horror cuando los precios de estos ya no los hacían ver tan majestuosos.

¿¡Quééé!? ¡¿Están hechos de oro o por qué ahora la isla Conomi salía más barata que esto?!

—Eso es porque estás viendo una tienda de telas lujosas —señaló el tirador del grupo, quien también notó que sus bolsillos temblaban solo viendo esos ceros en las etiquetas de los locales más codiciados.

—Usopp, detesto ser pobre. Comienzo a considerar entregar a Luffy a la marina, no aguanto lo miserable que me siento a lado de la ropa de estas personas.

—No es para tanto. —Luffy ignoró por completo el aura azul de tristeza que envolvía a Nami y enfocó sus energías en otra cosa— ¿Por qué no vamos a comer lo que hay aquí? Con un poco de comida te vas a mejorar ¡jiji!

—¡Claro, porque a ti te da igual estar desnudo o usar un saco de papas!

Sanji se adelantó en medio de la discusión, notando que la dulzura de los bocadillos arcoiris, en una cafetería en plena vista, era mágica. Incluso la comida se veía de cuento de hadas, no iba a dudar en sacarles todas las recetas a estas personas.

—¿Esto es una tarta?

—¡Y una muy crujiente! Es tarta de fresas escarlatas. —La sonrisa de la mesera estaba dejando ciego al rubio.

—¿Escarlata?

En la comodidad de la lejanía, unos ojos desconocidos se posaron en la esbelta figura de Sanji y antes de que este se diera cuenta, el escándalo de Luffy lo mató del susto.

—¡Tarta! ¡Dame!

—Las fresas escarlatas son solo de Acualila. Se preservan más que las normales porque sus colores son más intensos y su tamaño varía dependiendo la temporada —a la explicación de la contenta joven, el capitán devoró un trozo del postre apenas comenzó la primera frase.

—¡No seas tragón! —Justo Sanji le había vuelto pedazos la cabeza a su tarado capitán, para cuando Nami también probó las muestras gratis.

—Ah, saben increíble. Tienen un sabor incluso más fuerte que las comunes. —Su expresión satisfecha lo decía todo.

—¡Cisnito Nami, te haré muchas tartas de estas entonces!

—¿Dónde está el mercado? Seguro nos llevaremos un par de bolsas de fresas especiales. —Usopp fue el más inteligente en preguntar primero las direcciones correctas, parecía feliz de conocer más esta isla y abastecer su taller con madera nueva.

La mesera y su confusión se hinchaba tras ver la forma en la que el muchacho del sombrero era brutalmente pateado por el rubio, por intentar acaparar toda la bandeja de postres. Parpadeó varias veces intrigada, hasta que dejó ir una simple sonrisa de nervios escondidos.

«Y regresando con Zoro.»

En el Merry las novedades aún no llegaban. Pero tenía suficiente calma para echarse una buena siesta.

Zoro miró al bosque frondoso de Acualila, constituído por mucha fauna y flora. Un carnaval de plantas cubriendo las colinas, de diferentes tipos. El pasto era esponjoso y más verde que su cabello y eso le hizo rascarse la cabeza, por alguna razón.

Eligió el escondite perfecto, porque no había ni un alma animal recorriendo la naturaleza. Era mejor tapar lo mejor posible al barco, porque la inquietud respecto a Smoker y esa… Niña que copió la imagen de Kuina, no se dispersaba a pesar de la lejanía.

Kuina. Ese nombre le dió un tic en el ojo. Ya no podía vivir en paz sabiendo que una mujer caminaba y existía con esas características.

Como sea, pensó, eso no le va a quitar el sueño mientras no la vea de nuevo.

—Merry, avísame cuando lleguen los demás.

Por consecuencia, el barco no respondió. Bastó con recostarse en el suelo y las barandillas, sabiendo que esto no tardaría demasiado. En unos segundos, el sueño de Zoro lo adormeció como un tronco.

—". ( ? ) ."—

Los colores caían tal que una lluvia bella, fragmentos de arcoìris viajaban en el aire. Un prismático encima de ellos, gigante, usando en beneficio la luz natural. Una cúpula de cristal colorado se cernía sobre el mercado, regalando sombra tenue pero también un espectáculo sin igual.

Las personas seguían su rumbo habitual, llenando la zona con conversaciones, risas, sonidos de las calles.

Los ojos de Luffy se convirtieron en un par de perlas negras y brillantes, enamorado de la vista que les regalaba el mercado de Acualila.

Whoaaah…

—La luz del sol traspasa el vidrio de color y refleja por completo. Normalmente lo usan en las iglesias pero esto ha sido una sorpresa. —Nami no podía bajar su mirada, esta isla ya la tenía atrapada.

Los cuatro cayeron rendidos ante las vistas. Aunque no fue un truco complejo, sino más bien una estructura bien pensada, en la simpleza encontraron la calidez necesaria.

—¡Usopp! ¡Quiero esto en el Merry! —claro está, apuntando a la cúpula de cristal.

—¡¿Te hicieron una lobotomía, Luffy?! ¡Apenas sé tapar los huecos! —A la mala reacción del narizón, el otro chico sacó la lengua juguetón.— Esto obviamente fue hecho por arquitectos y profesionales. Mejor pídele eso a un carpintero.

—¡No tenemos dinero para costear eso! —Saltó a decir Nami con el puño cerrado en amenaza pero Luffy no cambió de parecer.

—Hablando de eso.

El grupo puso su atención sobre el más joven. De fondo el bullicio del mercado los dejaba a un lado.

La línea recta que eran sus labios y los ojos bien abiertos, lo hacían lucir seriamente intrigado en decir una cosa…

—Ya que estamos en una isla de artistas, un musi-

—Mejor solo compremos lo que vayamos a necesitar, Usopp quería madera para emergencias ¿no? No alcanzaste a eso en Loguetown tras la revuelta. —Sanji era el prudente allí, o tal vez su sensatez se disparó al cielo cuando vió que Nami había quebrado el piso usando la cabeza del capitán.— Y yo quiero algunas hortalizas de aquí, siento que no es una oportunidad que un chef debería dejar pasar.

—Gracias por pensar en mí finalmente. —Usopp, irradiando gratitud y brillo, se llevó la mano a su corazón.

Un par de hombres arrugaron las caras con el show que les daba esa tripulación de payasos, pero uno de ellos era el objetivo, por lo que sí se mataban entre todos no era de interés. A un lado de la fuente de mármol, sus presencias pasaron desaparecidas ante Los Sombrero de Paja, quienes seguían su paso en el mercado.

—¿Y cómo vamos a atraer al chico si está en grupo?

—Con algo que llame su atención.

En medio de su intercambio de ideas, Sanji despilfarró su inconmensurable amor hacia Nami incluso si ella lo pasaba de largo. Eso fue suficiente y las sonrisas de los dos cómplices se abrieron camino por sus rostros oscurecidos.

Bingo.

Por otro lado. Los queridos amigos visitaban los rincones del mercado, desde los puestos de carne prisma —a petición del más obvio— y las ocurrencias musicales de las elocuentes personas que tocaban en sitios específicos.

Incluso los instrumentos de Acualila tenían la propia identidad del pueblo. Sonaban, de una forma extrañamente simpática, como si los colores tuvieran sonido, gracias al talento de los isleños. El bordado de la madera sobre las flautas, guitarras y otros, los volvían un tipo de obra característico.

Cualquier cosa del entorno parecía estar creada y tallada con la finalidad de ser un decorado, un recuerdo de la ciudad en una repisa. Quizás por eso era común la cantidad de mercancía detallada con suma precaución.

—Estas moras lila serán perfectas para el pastel.

El entusiasmo del rubio hacía que el humo de su cigarro se agrandara, más cuando le entregaron su compra en una bolsa adorable, con la isla en miniatura pintada.

—Le daré una sorpresa a mi cisnito pero también a los muchachos, por ir a Grand Line y no morir en todo lo que llevamos de viaje. —Se dió el lujo de sonreír contento cerrando los ojos.

Las moras lilas le daban buenas vibras, sus tonos pasteles no eran algo a conseguir fácilmente en otra ciudad ni granja. Bendijo a Acualila.

—Ouuh, me encanta tu atuendo. —se unió una voz tersa.

—¿Este traje? —preguntó él mirándose la ropa y tras levantar de vuelta la mirada, se halló un tipo de ángel que su pecaminoso corazón no tuvo la fuerza de soportar y estalló al instante— ¡AA-AAH-JAJA!

—Lo siento por interrumpirte, solo quería decírtelo.

La delicadeza que portaba esa lugareña había encendido todas las alarmas en Sanji. Sus latidos tumbaban su pecho y casi se le arrodillaba sino fuese porque quería seguir mirándola.

¡Bendita seas, Acualila!

—¡Noo! ¡Interrumpe lo que quieras! No estaba haciendo nada importante. —su sonrisa se volvió prominente al igual que un sonrojo pícaro.— Soy Sanji~.

—Heh, muchísimo gusto. —era una castaña de pelo corto y delineado azul sobre sus apagados ojos naranjas, se rió cubriendo sus labios— Soy Kellie ¿Sabes? Tienes un porte singular, esbelto… te ves como un príncipe.

—¿De verdad? —su cigarro era una chimenea de corazones de humo, no podía creer que un ángel se había apiadado de él y su necesidad de cariño.— Si lo dices tú me lo creo.

—Dijiste que no estabas en nada importante ¿Cierto? Me gustaría… Llevarte a mi tienda de ropa para que seas mi modelo un rato. —Se escondió de hombros y su desprotegida apariencia había aumentado hasta la cúspide.— E-Espero no sonar atrevida, soy una costurera… Y mi instinto me guía a mis próximos modelos de ropa. ¡S-Sí tú quieres!

Sanji fue iluminado por la suerte de los cielos. Pidió perdón a sus compañeros dentro de su cabeza pero este deber se le asignó. Cuando el amor llama, él atiende, ese es el lema que se acaba de inventar.

Acepto.

No necesitó explicaciones. Su expresión era la calma encarnada, con una luz de determinación indestructible. En sus pensamientos se escuchó los coros y trompetas de la victoria.

—"Lo siento, chicos… váyanse sin mí… Este es el destino que me ha tocado por ser el elegante cocinero."

—¡Gracias, de verdad! Ven conmigo. Soy dueña de mi propia tienda, no queda tan lejos. —La señorita se atrevió a tomarlo de la muñeca sin ser consciente del tsunami de emociones que activó dentro de su modelo.— En esta isla encuentras muchos talentos… Pero ninguno como tú.

Después de eso, la presencia de Sanji se evaporó. Tanto en alma como físicamente.

A unos cuantos pasos de distancia, a Nami le pareció extraño no oler la fumarola que era uno de sus compañeros. De entre los más racionales estaba ella y Sanji, así que no siempre era una molestia compartir palabras juntos, con un montón de corazones imaginarios de por medio, eso era lo de menos.

—Esperen. —se giró ella, recibiendo la atención de los chicos.— ¿Dónde está Sanji?

—¿Qué no dijo que iba a comprar las frutas espaciales?

—Especiales —corrigió Usopp a Luffy y también notó que el rubio simplemente dejó de existir, porque no consiguió ningún rastro suyo.— Y sí, eso dijo… Ya a lo mejor se adelantó por ahí. Te pierdes por las calles viendo alrededor.

—¿Sin decirnos?

—No te preocupes, Nami. Él sabe lo que hace, y seguro comprará muchas cosas para cocinar después. —La confianza de Luffy era tan genuina que sus acompañantes aceptaron ese hecho dándole la razón.

—Seguro.

Un pequeño silencio se instaló en el grupo, solo rompiéndose cuando Nami añadió:

—Pero si está con una chica, lo dejamos atrás.

—Aprobado —tanto Usopp como Luffy levantaron sus manos a favor.

«En un sitio menos concurrido…»

El desconocimiento no era intimidante para Sanji. En estas paredes tapizadas con fina tela vinotinto, encontraba algo más que miedo, sino que nuevas experiencias y recuerdos. Muchos recuerdos que incluían curvas descaradas y ojos inocentes que no concordaban con las figuras que los portaban.

El perfume cálido y femenino danzaba en el lugar, junto a esa sensación de bienvenida justo atravesar las puertas. Tomó nota, si el cielo no es así, se regresaría a la tierra.

Lo que parecían las ayudantes de Kellie, lo atendieron, sin vergüenza de colocar sus manos en el invitado. Primero tomando su chaleco y luego ofreciendo los muebles oscuros como asientos, en donde terminó descansando él, tratando de dimensionar la escena completa.

—"Mi cuerpo se está rindiendo. Vengan a mí, dulces damas."

Pensó el cocinero, después de aceptar un cóctel de las simpáticas chicas, que estaban sedientas por sacarle plática al nuevo modelo. Hablaban de mil cosas y no llegó a entender ninguno. Él prescindió² de sus obligaciones y olvidó el mundo exterior.

Agradeció muchas veces a Acualila, la ciudad de los colores, incluso al sentir los brazos agotados y dispersarse en medio de cuatro amables muchachas.

—"Es… ¿Por qué estoy cansado?" —Dentro de su lado racional, sabía que esto no debería pasar de esta manera.

Un montón de voces lo cautivaron, ignorando el repentino adormecimiento del invitado.

Creyó que era un efecto por este amor recibido, pero descubrió que en realidad era por una malvada bebida hecha con las peores intenciones…

To be continued…


Diccionario

¹ Apearse: Bajarse de un vehículo.

² Prescindir: Abstenerse, evitar algo.