Capítulo IV
«El precio de una vida, ¡Quémalo todo!»
—"Sanji…"
Nami ahogó su temor y se disolvió en preocupación. El estado del cocinero era inhumano, desde esas sogas alrededor de él hasta las heridas frescas, que lo dejaron semi inconsciente en el piso. La sangre de su nariz le recorría a un lado del rostro, goteando al pasto amarillo del suelo. ¡estos malditos! Pensó ella, sintiendo la furia galopar sus venas.
—¡Dime lo que pasó!
Y por otro lado, un sujeto de parche sacudía sin afán de ser amistoso a un pobre secuestrado, ignorando la presencia de ella. Le quitó la venda a la víctima de la boca, a diferencia del resto que no dejaban de temblar, esperando a no ser los siguientes.
—N-No lo sé… no ví…
—No entiendo cómo tú, inútil de dos sanos ojos, no haya visto a uno de ustedes escaparse frente a sus narices. —su sonrisa era para ocultar las inmensas ganas de asesinar al más cercano.
—Pasó muy rápido… S-Se lo juro… solo sé que tomó las tijeras y cortó las sogas.
La evidencia estaba en las cuerdas rotas esparcidas. Nami supo de inmediato que se trataba de Usopp.
—Ese descuidado de Jac…
El tuerto soltó al interrogado y se volvió a Sanji, quien luchaba por mantenerse despierto a toda costa. Los salvajes de los ayudantes se habían dado un minuto de juego con él, dejándolo tal que un muñeco de trapo descosido. Claro está, un producto roto no valía el mismo precio que uno en buenas condiciones, pero se excusaron con que todavía quedaba bastante tiempo para que las heridas se sanaran por sí solas hasta llegar al destino acordado. Eso le dio igual al jefe, estaban permitidos callarlos pero no echarlos a perder, una razón más de estar hirviendo en ira.
Los demás prisioneros se retorcían y chillaban temerosos en su sitio, encogiéndose sobre sí mismos ¿Qué le tocaría a ellos ahora?, fue suficiente una mirada por parte de Mister Gideon, para petrificarlos, provocando un silencio fúnebre dentro del cuarto.
—Lo haremos a las buenas, ya te maltrataron mucho hoy ¿Eh, campeón? —atrapó el cabello dorado de Sanji entre sus grandes dedos, haciéndolo alzar la cabeza a la fuerza.— Arriba tenemos a tu capitán, coopera con nosotros y seremos amables. Quizás… Te vendamos a una vieja millonaria, ¡cualquiera desearía esa vida!
No hubo réplicas del cocinero porque su boca fue brutalmente tapada tras la venda. Apretó los ojos, rendido, mientras las risas del captor lo mareaban. Confiaba en el ingenio de Usopp y que llegaría con ayuda, era lo único que lo mantenía atado a su realidad. ¿Y si no? También era una posibilidad, una desalentadora.
Ese sonido, las burlas, bajaron toda esperanza de los prisioneros. Este destino era injusto y no había manera de salir a ese punto, su libertad ya tenía algunos ceros en el precio. Algunas lágrimas de resentimiento rodaron a modo de bandera blanca.
—¡Golpe de… Concreto improvisado!
Justo cuando pensaron que no se podría poner peor, un bloque de concreto terminó rompiéndose encima de la cabeza de Mister Gideon. A manos de… ¡Una muchacha pelirroja! Fue un ataque altanero pero efectivo, pues el hombre terminó poniendo los ojos en blanco y cayó al suelo igual que un saco de carne.
Hubo gritos a medias de sorpresa, sobre todo de Sanji a quien se le abrieron las puertas del paraíso.
—¡Agh, estos tipos son más despreciables cada vez más! —Nami se sacudió las palmas y miró a su desorientado amigo, tomándolo del rostro para retirar la venda de inmediato.— ¡Sanji! No te desmayes, tenemos que salir de aquí.
—Cisnitooo Naaamiii…
—¡Te dije que no te desmayes! —Hizo lo posible por no soltarlo, ya que se derretía en sus brazos, sin entender si era por su presencia o los golpes, o ambas en el peor de los casos.
—Libera… Libera también a los demás.
Ella abrió los ojos de la impresión. Pronto miró a los raptados, seguro que la habían pasado peor que él por todos estos días o meses. Le pareció asombroso que aún en esas condiciones fuese amable y pensara en externos, aunque no negó sus deseos. Le tomó la palabra esta vez, no era una heroína, solo sería cortés por la voluntad de Sanji.
En un par de minutos, comenzó a soltar a todos los involucrados, ancianos, mujeres, personas que ni eran conocidos dentro de los mares. Ya no lloraban vencidos, sino de la devoción por tener una segunda oportunidad en esta vida. Las sogas cayeron tal que una lluvia vivida.
Los otros salían de esa cruel habitación, Nami se enfocó en su compañero, viendo que los moretones empezaban a pintar sus facciones y él respiraba por puro milagro. Ese golpe con el ladrillo no fue suficiente para saldar la deuda.
—Lo golpearon muy fuerte, su cabeza debe doler muchísimo. —Un hombre mayor se acercó a estos, de uniceja que le cubría los ojos como si fuese un zorro viejo.— Soy médico, uno de los mejores del mar del oeste, por eso me atraparon… Puedo tratar sus heridas pero no en este chiquero.
A la navegante le pareció la mejor idea del mundo, sonrió dándole su afirmativa. Le dijo algunas cosas de ánimo al rubio, en lo que él pensaba, en medio de los alaridos de alegría… sobre el paradero de Luffy.
( … )
Zoro fue empujado pero logró cubrirse con sus brazos en cruz. Levantó sus armas de nuevo, dispuesto a continuar.
La respiración de su enemiga ya no era firme, una pista de su estado actual. Mucha fuerza bruta y poco ingenio, el espadachín ya había deducido sus métodos sin mayor problemas. Fue cuestión de agilidad esquivar y responder sus cuchillazos, que no tenían patrón alguno. Su inconveniente era la cantidad de poder, esta mujer no se limitó, en cada ataque lo envío atrás y buscaba una apertura en él al instante, de la forma rastrera que solían hacer los de su clase.
El atardecer se había desvanecido en la llegada de una espléndida media luna, ignorando los hechos de la tierra, iluminando sin querer a los piratas que aún luchaban bajo su esfuerzo y sudor.
Usopp quiso esconderse detrás de una carreta llena de barriles con algo dentro. Los dos que lo buscaban patearon el camino con enfado, pensando en que les tocó el escurridizo del grupo. Y como el tirador no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer, planeó su siguiente solución en tiempo récord.
Notó el contenido de los barriles luego de que un polvo oscuro cayera de los orificios de la madera. Por supuesto, se dijo, esto le venía de perlas. Solo tuvo que jugar sucio.
—¡Me rindo! ¡No puedo contra ustedes! No me lastimen…
El de barba y el de espada giraron. Esa voz era del narizón aquel, pero desde la comodidad anónima que le daba una carreta de la calle. Una bandera blanca se alzó por encima del cargamento y estos, envueltos de risas, se acercaron al objetivo con toda la confianza del mundo.
El primer error que hicieron, porque el segundo fue darse cuenta que no había nadie levantando la bandera detrás de los barriles y el tercero no reaccionar al instante.
—¡Estrella de pólvora!
Lejos de estos, Usopp se adelantó a tirar un ataque certero, provocando una explosión repentina que destruyó el vehículo y por consecuencia sus enemigos no salieron bien parados. Terminaron en el suelo a la merced del shock y la inconsciencia, derrotados como dos brochetas quemadas.
—¡Jaja! ¡Nunca debieron meterse conmigo! ¡Soy todo un profesional! —Celebró y saltó de gozo mirando el fuego provocado.— ¡Otra victoria para mí!
Si ese cargamento no hubiera sido pólvora, estaría patas arriba.
—¿¡Qué rayos fue eso!?
Celia y Zoro escucharon ese estallido, quizás viniendo otra cuadra. El humo llegando por encima de los locales pintó difusamente el cielo, ambos se preocuparon por los suyos.
En medio de sus preguntas, el sonido de pasos apresurados les hizo descarriar la mirada. A la mujer se le formó una sonrisa porque era sus refuerzos, Jac y Chase.
—Miren quienes decidieron dar la cara por fin…
—"¿Ese cazador?" —Claro que Zoro reconoció con quien habló horas antes y sabiendo que no estaría de su lado, se hizo con sus tres katanas nuevamente, viendo a sus nuevos contrincantes desde una distancia prudente.
—¿¡Zoro Roronoa!? —A Jac se le salieron los ojos a través de los lentes oscuros— ¡Mejor encárgate tú, Chase! ¡Entre ustedes los cazadores de recompensas se entienden!
—¡¿Acaso eres simio!? —Celia estaba lo suficientemente cansada como para no lanzar a su compañero de una patada o seguir peleando, por lo que se resguardó en la confianza que le tenía al de sombrero.— No lo maten, si lo logramos capturar y le colocamos el collar especial, nos darán millones.
—Espero una propina por esto. —El reflejo de su hoja oscura se reveló y Chase le indicó a su rival, con una sonrisa a medias, que no habría piedad de su parte.
Al espadachín no le daba gracia que ya estuvieran decidiendo su destino y su etiqueta de precio, en general estas personas colmaban la paciencia que no tenía. Ahora serían tres contra uno, si de por sí con la tonta de trenza estaba en problemas, una adicción de dos locos más lo complicó. Pero a sus amigos no les quedaba tiempo, se preparó de nuevo, tirando una exhalación de determinación igual que un toro antes de la persecución.
—". ( ? ) ."—
—¡Zoro! —Usopp regresó a escena, finalmente encontrando a su aliado con la diferencia de la llegada de un par de enemigos, al cual conocía uno de estos.— ¡Aa-Aahh! ¡Es ese sujeto de nuevo!
—¡Es el narizotas que me robó las tijeras! ¡A ese me lo dejan a mí!
No hubo negación de la líder y el grito de Usopp llegó a la estratósfera, de un saltó se fue a un lado de Zoro. Sin resortera, se las ingenió de maravilla, se preguntaba si esta suerte lo salvaría del nuevo reto.
Lo peor es que en la soledad de las calles y en la ciudad, no existía mano amable que les brindara algo de ayuda. La noche entraba con viento frío, provocando el temblor de la madera en las estructuras.
—¿Esa explosión la hiciste tú, verdad? —preguntó el peliverde mirando de reojo al acobardado del tirador.
—¡De milagro! Pero más te vale tomar en cuenta que no tengo mi arma, uno de ellos se la llevaron… Solo encontré mis municiones en el molino.
—Pues usa ese milagro de nuevo. Huelo que será difícil. —Se ajustó la bandana, cuestionando si dar el primer paso en la pelea.
La mujer y el cazador estaban esperando justo eso, queriendo ahorrarse la mayor cantidad de problemas posibles. Los dos varones a cada lado de ella, tal que perros guardianes.
—Yo también noto la dificultad en esto. —Añadió Jac empuñando sus garras de hierro de lo más orgulloso.— Y huele a quemado… Espera, ¿Por qué a quemado?
El que se replanteó esa pregunta también fue Usopp, que miró la incandescencia de una luz casi terrorífica a la lejanía, quiso creer que era la luna pero gracias a la ubicación del brillo, supo que no se trataba del astro de ninguna manera.
En una cúpula borrosa amarilla, apunto de llegar a dorado si no fuese porque apenas despertaba, destelló el calor de un pequeño sol, que pintó de su propia luz el horizonte. Se llevó las miradas, el frío, el anochecer, como quien desea acaparar los ojos de sus espectadores.
El molino no estaba, fue reemplazado por el fuego que se lo comió. Cada asta, tabla de madera y trigo se consumió en esa hostil llama, que buscaba por sí sola crecer más, egoísta y salvaje. Extrañamente combinó con el color de los pastizales y las pobres cosechas que sufrían de la intensidad, aferrándose a sus raíces.
El viento escuchó sus lamentos y se los llevó a los piratas, en forma de humo. Solo ellos pudieron entenderlo, arraigados en sus rostros de sorpresa. La ciudad Acualila relució en mil pigmentos bajo las estrellas de una noche tan hermosa, sin tomar en cuenta aquella columna de azufre viajando y muriendo al llegar al cielo.
—El… Molino… —En los lentes oscuros de Jac se reflejó esa imagen del fuego danzando encima de los techos de la estructura.
—Nami, Sanji, Luffy… —El susurro de Usopp no llegó a nadie, se escuchó a sí mismo y lo desmotivó, notando la situación.
Sus ojos picaron. Nami es inteligente, seguro salió antes que eso ocurriera, pensó queriendo engañar ese lado que comenzó a llorar en sus nombres.
Tanto él y Zoro desearon que esos tres salieran de detrás del trigo y les dijeran lo tontos que son por pensar tantas sandeces, pero lo que vieron fue lo que les devolvió el alma al cuerpo: Sus dos amigos caminaban delante del escenario casi teatral del molino incendiándose.
Los primeros en reaccionar mal fueron del grupo de Celia, quienes apretaron los puños, sin saber si ir a rescatar a su jefe o matar a estos niños insolentes de una vez. La líder hizo sonar sus puñales, furiosa.
Sanji y Nami juntos. Claro está, el primero tatuado de heridas por todos lados y la presencia del capitán dejando dudas revoloteando.
—He de suponer que ustedes, pirómanos, quemaron el molino y liberaron a los productos. Hm… Qué remedio con los piratas, son tan insensatos.
—Son vidas humanas. —Le respondió el cocinero solemne a Chase, juntando las cejas, harto de escuchar ese apodo cruel.
Zoro y Usopp se colocaron en medio de todos, protegiendo al equipo.
—¿Qué le hicieron al jefe? —Se apresuró a preguntar Celia, sin ocultar la ira que se mermó en sus adentros.
—¿Ese tuerto era su jefe?... Pues… Solo puedo decir que espero que le guste el calor. —A pesar que la otra mujer estaba a un movimiento de arremeter contra la vida de Nami, ella respondió sonriendo despreocupada y apuntando con el pulgar a las llamaradas de la lejanía.
—¿Eh? —Los tres bandidos reaccionaron con sorpresa y de pronto alzaron su grito a las nubes con los ojos desorbitados tras entender a lo que se refería la gata ladrona.— ¡¿Está en el molino?!
Nami se rió aliviando las aguas turbias del momento.
—¿Dónde está Luffy?
—Fuera de este mundo. —Le hizo saber a Zoro antes de ponerse en sus cinco sentidos para luchar, sujetando su bastón firmemente.— No cuentes con él, está a salvo.
Un viento nocturno pasó entre los peleadores, arrastrando consigo un poco de la calidez hambrienta del fuego y el silencio que estaba en su punto máximo, donde cualquier gentil ruido era un retumbar, como una tormenta en pleno oasis. Ni siquiera con el inconveniente del molino nadie más que ellos eran el público de estas hazañas. ¿Quienes serían los que se dieran cuenta de este teatro que las bellezas de Acualila encubría bajo sus alas? Una respuesta que provocó eco en los piratas.
Chase fue el osado en estirar su espada, que terminó siendo además un látigo de muchas navajas unidas en un hilo resistente, hasta las dos katanas de Zoro, las cuales enredó al mismo tiempo y la batalla entre todos dio su inicio. Lamentablemente Sanji se vio obligado a retroceder un par de veces luchando contra Jac, comenzó a sentir la impotencia presionar su garganta al saber que su ayuda no sería suficiente en su estado actual. Aunque ¿solo ver? ¿de qué manera eso era justo?
—Lo siento Luffy, chicos, fue mi culpa en primer lugar… —Tensó la mandíbula, con sus ideas a mil por hora, casi rogando que una solución le lloviera del cielo.
—¡Sanji! ¡Ve al barco! —La pelirroja lo sacó de sus ensoñaciones, tratando de esquivar de lado a lado los ataques cortantes de Jac para rescatar a Sanji.— Te dije que no estabas en condiciones, ¡piensa en ti mismo!
No hizo falta aclarar lo demás pues él conocía esas implicaciones. Recordó a los antiguos esclavos deseosos de albedrío ir a los campos, saboreando de nuevo el mundo al que los apartaron, a punto de arrodillarse pidiendo gracias a lo que tuvieran enfrente. La noche los saludaba en alto, con aquella luna igual que un faro en un mar torrencial.
—Vayan a nuestro barco: está al oeste de la isla, escondido en una pradera de muchas flores y en un acantilado donde se ve la entrada de la ciudad. —Nami fue sumamente clara con las indicaciones, el desolado Merry estaba bajo peligro en la inmensidad de la naturaleza y sin una mano familiar.— Escóndanse ahí, hay comida y medicina suficiente para unas cuantas personas.
En su mente se regañaba por estar considerando cobrar por sus servicios pero estas personas no llevaban nada encima sino su ropa ya en pleno desgaste.
—Muchísimas gracias, señorita ¿qué harán ustedes? ¿Van a La sede? —La uniceja del doctor se levantó con algo de preocupación.
Uno de los prisioneros menos débiles se echó al hombro a Luffy. Aguardaba por las demás indicaciones de los salvadores, en este caso Nami que caminaba a la entrada del campo de trigo.
—No se preocupe, abuelito.
—"¿Abuelito?" —Ambos tenían la misma cara de confusión.
—Somos más fuertes de lo que ustedes piensan. —La sonrisa de la chica fue lo que calmó sus abrumados corazones.
Entonces ella se adelantó de regreso a donde Zoro y Usopp los esperaban, pero sus pasos tuvieron que frenar luego de escuchar los quejidos de su agotado capitán. Fue un alivio momentáneo que le brindó fuerzas.
—¡Luffy! —Sanji se acercó a él y lo vió toser, sufriendo.— No te muevas, te van a revisar pronto… Resiste.
La voz del chico era tan baja que el aire la llegaría a quebrar en un soplido, aún así se mantuvo firme a decir algo.
—Qu… Quémalo. —Frágil y con una fuerte convicción en su petición, sus ojos se apretaron.— Este molino… Hazlo cenizas.
Se encontró tragando saliva, no supo el por qué. Incluso el muchacho que lo cargaba se congeló de pie. No era descabellado que su capitán pidiera cosas imposibles, solo que este mandato arrastraba algo más en sus letras. Cuando todo esto terminara, ¿Se atrevería a preguntar por aquello? Por ahora, no requería una explicación, por unos momentos comprendió el significado detrás.
Esas fueron las últimas órdenes de Luffy antes de perder contra el cansancio una vez más.
La patada de Sanji había dado en la muñeca de Jac, ninguno de los dos se movió en este forcejeo de resistencia, porque su voluntad dependía de sí negarse o no. Ni el frío, ni esta oscuridad que les amenazaba con hacerse más contundente; no existía algo que los frenara.
—¿No tuviste suficiente antes, cejas tontas?
—Te devolveré el favor. —con su otra pierna lo había enviado al suelo, descargando la frustración por no tener un cigarro en la boca.
Las llamas seguían vivas y dispuestas a absorber cada tablón de madera en su calor, furiosas, como si hubieran nacido del rencor que escondía esa zona. El molino comenzó a ceder, cayendo en trozos enormes. Una torre de cartas perdieron contra una tenue brisa. Los bloques ya no soportaron.
El cocinero sonrió.
To be continued…
