Capítulo V
«¡Lo que no se puede comprar! ¡Adelante, sombreros de paja!»
Si existía algo mejor que experimentar de nuevo el viento en sus pieles, hasta petrificarlos del frío, no hacía falta conocerlo. Volvieron a ser humanos, era la mejor descripción. Después de dormir arropados en cadenas y sogas, esta sensación de la noche arrasar y la tierra cosquilleando en sus pies era un suspiro de alivio. Mientras sea fuera de sus cárceles, todo brillaba; en la oscuridad de la ciudad, en el temblor de las hojas bajo la brisa.
La libertad no tenía comparación. Ese mismo pensamiento fue compartido por los fugitivos, quienes ahora cuidaban al que, según en palabras de esa ladrona pelo naranja, era el capitán de una tripulación pirata. Al principio, renuentes a creer que un simple niño no menos de veinte era líder de su propia tropa, decidieron ayudarlo, al menos a él. ¿Qué menos por las personas que ciegamente los liberaron cuando no era su deber?
Así que con las instrucciones, se abrieron paso por las calles resplandecientes bajo esa divina luz lunar, salida de un cuento de hadas. La Sede solía ser menos encantadora con la masa de trabajadores durante el día, a esas horas no había nadie vigilando, para su mala suerte.
Las aceras abandonadas daban esa imagen fantasmal que era hostil, agresiva. Los edificios robustos no ayudaron a ser menos intimidantes. Apenas sus pasos agitados haciendo eco eran más ruidosos que los grillos cantores.
—¿No tenemos que salir al bosque?
—Podemos perdernos fácilmente por allí de noche... Sé que el barco está a las afueras, lleguemos a la entrada primero. —Respondió el doctor del grupo que iba a la cabeza, animado y más joven que nunca.— ¿Qué tal está...?
—¿Él?
Ni con el trote rápido o el alboroto Luffy era capaz de abrir los ojos. Su sueño permaneció por mucho rato más, en el hombro de su transporte.
—¡Duerme como un bebé! Imagínate lo fuerte que lo golpeó ese Gideon. —de tan solo recordar la cara del sujeto lo sacudió en un escalofrío.
—Y su estómago no ha dejado de sonar... Qué extraña tripulación. Deben estar acostumbrados a los problemas.
La pregunta de qué estaba pasando con esos desconocidos se volvió sofocante, hasta culpable. Unos jóvenes jugando a ser héroes o quizás tomando de malas ganas el papel de héroes por azares del destino. De cualquier modo no hubo tranquilidad luego de dejarlos atrás.
Algunos miraron a sus espaldas. Ya no había temor por esa aura de llamas en el horizonte, que no esperaban al paso del reloj para volverse sulfúricas. Al parecer el viento avivó esa hoguera como un abanico sin darse cuenta.
—Espero estén bien. —comentó en luto el doctor.
La charla no tuvo continuación porque el grito de una de ellos se llevó todos los focos de atención. Una de las mujeres estaba suspendida en el aire, por culpa de la mano enemiga de uno de los tantos secuaces de Mister Gideon.
Las risas y presencias de estos tipos revivieron la mala fortuna que hace poco ya no tenía relevancia. Los recién liberados maldijeron y apretaron sus puños, mencionando a la injusticia de este mundo en voz baja.
—¡Ustedes no van a ninguna parte! ¡Van a volver con nosotros por la fuerza! —Gritó uno de los enemigos, un hombre que presumía una ballesta en las manos.
Su compañero apretó el cuello de la fémina y los demás no pudieron moverse por temer a empeorar la situación.
—¿¡Volver a dónde!? ¡El molino ya no está y no vamos a perder contra ustedes! ¡Son solo dos!... Estamos hartos de estar prisioneros, ¡queremos ver a nuestras familias! ¡Este no es nuestro hogar!
Esa declaración fue suficiente para que la valentía que, perdida y escupida, resurgiera a modo de expresiones aguerridas en el grupo de los esclavos.
—¿Libres? —El segundo sacó una risotada desde lo profundo de su pecho y lanzó de vuelta a la mujer al piso, donde esas escorias vivieron los últimos meses.— Mientras ustedes estén bajo la mira del jefe, nadie aquí es libre.
—¡Ese desalmado…! —Uno de los fugitivos, con pala en mano, se abalanzó contra el enemigo.— ¡Ya está muerto!
Ninguno esperó que el puñetazo dado por el bandido fuese tan salvaje como para hacerlo viajar hasta una pared de madera cercana, agrietando mínimamente detrás de la espalda. Se escucharon suspiros de susto y asombro, más de temor que de otra cosa. Bien es cierto que sus fuerzas ya no eran de envidiar, tantos días sin comida o amarrados les cobró en el peor de los momentos.
Unos golpes más al valiente fueron suficientes, dejó de blandir la pala en protesta porque luchaba entre su inconsciencia y su lucidez, desde luego esta primera ganando por muchos puntos.
La madera crujió en aviso y se rompió, después de un último ataque al pobre sujeto. Toda convicción se desparramó al subsuelo, hubo un par de pasos de retroceso.
—Bien. ¿Alguien más? —El segundo de los secuestradores hizo sonar sus nudillos y le dedicó una mirada fanfarrona a los presentes.
—Espera, ¿Ese no es sombrero de paja? —Ahora el primero apuntaba al pirata durmiente, que era ajeno a toda esta disputa.
—¡Él no tiene nada qué ver! —Uniendo sus trozos partidos de valor, el doctor del grupo se interpuso a sabiendas que su lucha sería en vano dada las condiciones.
Antes de escuchar súplicas, tanto él y quien llevaba a Luffy en la espalda, terminaron rompiendo con sus cuerpos los mismos tablones de madera que su compañero, quedando en el piso frío del local al que injustamente dañaron esos maleantes.
—¿A qué te refieres que nuestro jefe murió?
—Porque… nosotros… —el médico no podía distinguir de fondo a sus amigos, se preguntó si estaban aterrados por él o por sí mismos, pero ninguno de sus rostros dolientes era agradable de ver.— Está debajo del molino —respondió en voz baja.
Su captor lo estrelló al suelo, insultando a su nombre mil veces y otras mil a los que se atrevieron a escapar, jurando que estas almas iban a tener el peor de los finales, incluso si eso era perdidas en el dinero.
El joven que sostenía a Luffy dejó de sentir ese peso sobre él, aunque su cabeza giró del ardor que se le subió por el cuerpo. Le pidió perdón al pirata, por más que intentó levantarse cada poro de su piel se negó. Al final, ¿Este sería el destino después de todo?
Hubo gritos que, para Luffy, se escucharon como zumbidos. Incluso si el dolor era más grande, su nariz le indicó buenas noticias. Ese aroma, familiar, delicioso, ¿En dónde acabó?
—Carne…
El paraíso para su estómago.
( … )
Chase solo necesitó un brazo para igualar o explorar la fuerza de Zoro, mediante sus movimientos asertivos que siempre rozaban filo contra filo, en respuesta ambas espadas se atropellaron entre sí con sus lluvias de chispas imponentes, nada amistosas. Con dos o tres katanas no resultó en ningún efecto positivo al pirata, que mientras atacaba con una, la otra buscaba un espacio libre y era interceptada injustamente. Zoro gruñó en muchas ocasiones. ¿Por qué le costaba tanto acabar con un simple golpe? Su rival predecía sus acciones como si fuesen nacidos de la misma estrella.
—Aun no comprendo tu decisión, Roronoa.
Chase se fue atrás por voluntad propia, dejando al espadachín tomando bocanadas de aire.
—Considero de mala educación empatizar con el objetivo… Diría que no es personal pero se metieron con mi tripulación y me pones los pelos de punta. —Le respondió austero y alistándose, su siguiente jugada era saltar a él.
—Nos llaman insensatos cuando tratamos a la mercancía como mercancía, ¿Quieres empezar a ser hipócrita y hablarme como algo meramente a derrotar?
El confiado vaquero se bajó el sombrero a manera de aceptar la próxima ronda. Siguió con su cuestionario, casi riéndose en el rostro de su enemigo y diciendo que hablar era su forma de distracción en medio de la contienda. Por supuesto, esto no fue bien recibido.
—No veo la necesidad de desperdiciar tu vida en fama de piratas y saqueadores. Un cartel de recompensa solo te llena el ego, no los bolsillos; a menos que, como ya sabes, estés del lado de quienes son llamados cazadores.
Su punto le dio a entender a Zoro que este tipo tenía el razonamiento de un desalmado hambriento de berries, a costa de los últimos suspiros de los desafortunados. Pero no podía sentirse ofendido, porque él había estado en su lugar, quizás cegado por falta de metas y motivación. Si Luffy no lo hubiera arrastrado a un patético barco sin rumbo alguno, ¿Estaría hoy en día en el puesto de Chase, fingiendo que cada billete no era una cruz puesta a un inocente? Lamentable.
Un salto veloz lo impulsó al frente de Chase, este se agachó a tiempo y sus espaldas se encontraron mutuamente a la lejanía.
—Tu silencio es transparente, Roronoa.
—Cállate. —Agitó su katana derecha y se dió la vuelta.— Tenía otros planes, es todo.
—Ambiguo, igual que tu fama. —El vaquero le concedió una sonrisa a medias por permanecer estoico ante todo pronóstico, finalmente estiró el látigo.— Comienza a aceptar que esos planes se van a quedar en la lista de espera.
—Eso lo voy a decidir yo. En guardia. —En su voz siseó una vulgar seguridad mientras se ajustó una vez más su bandana.
—". ( ? ) ."—
En un acto menos heroico, Usopp y Nami corrían como un par de gallinas sin cabeza por delante de Celia, provocando un sendero volador de tierra y polvo detrás de ellos, a punto de barrer por completo las calles.
—¡Vuelvan aquí, par de sanguijuelas! —Aquella mujer era una montaña enfurecida que, si no fuese por el boost de agilidad de esos dos, les estaría usando de tiro al blanco.
—¡Nami, no podemos correr toda la vida! ¡Tenemos que hacer un plan!
—¿¡Ahora!? ¡No se me ocurre otra cosa que seguir huyendo!
Por más que llevaron la ventaja al principio, pronto el cansancio comenzó a tocar a sus puertas en el peor momento. Celia disfrutó la manera en la que sus velocidades disminuyeron con una maléfica sonrisa de oreja a oreja, preparó sus armas, apuntando sobre todo a la espalda de ambos. Una estocada, era su idea.
Nami, en sus rápidos pensamientos, improvisó algo que no solo podía salvarlos —o no— sino que su amistad con Usopp se vería afectada, dependiendo de los resultados. Pero bien dicen que echando a perder se aprende, pensó, antes de usar su bastón para obstruir el camino a su amigo a propósito.
Un ejemplo claro del efecto dominó, primero Usopp dándose contra el suelo y Celia, sin prevenir ni frenar, se chocó contra él y de este modo ambos terminando en el mismo sitio, envueltos por la suciedad y jadeando de la impresión.
Sus preguntas de cómo y por qué no alcanzaron a ser respondidas ya que para cuando la de trenza estaba en sus recuentos de daños, alzó la cabeza uniendo miradas con Nami, la navegante que sostenía su bastón en lo más alto.
—¡Golpe improvisado: Estoy harta de ti!
Ataque de gracia. La madera se quebró apenas tocar a Celia. No hace falta mencionar que en menos de un parpadeo está acabó derrotada con el cráneo en dos y las luces fuera.
Usopp recuperó el horizonte y notó que Nami se tambaleaba al igual que él pero el cielo les brindaba otra oportunidad. Estaba tan feliz que olvidó regañarla y se enfocó en abrazarla fuertemente, derramando sus agradecidas lágrimas sobre su hombro como si estuviera al frente del mesías.
—¡Yo sabía que sí podíamos! ¡Esa es la navegante!
La chica le regaló unas palmadas en la espalda. Aún quería recuperar aire y lamentarse por su querida arma, fiel hasta el final. La parte buena es que Zoro había peleado tanto con Celia que ella simplemente llegó a su punto máximo. No eran los peleadores más astutos o fuertes pero por algo habían llegado tan lejos junto al equipo, incluso si a veces se preguntó si era obra milagrosa de sus ángeles guardianes que querían ver hasta dónde se les abría el camino.
—Volvamos con Sanji, debe tener problemas. Estaba bastante herido cuando lo encontré. —Nami se separó del abrazo diciendo esto, Usopp accedió asintiendo la cabeza.
—¿Ha? —Celia, más del lado espiritual que el terrenal, subió la mirada con un ojo a medio cerrar.
Los piratas se rompieron las gargantas al gritar del terror y la devolvieron a su siesta con unas humildes patadas para rematar, obviamente en negación a seguir luchando, considerando esta ronda como una limpia victoria en sus registros.
( … )
La primera patada se desencadenó en otras más. El impacto se lo llevó los brazos de Jac, los cuales usaba de escudo a regañadientes. Al parecer Sanji le tenía cierto grado de rencor, por no decirlo de forma obvia aunque no estaba ahí para darle el gusto de ser su saco de boxeo.
Sus ideas se vieron frustradas al encontrarse retrocediendo gracias a la fuerza del cocinero, cosa que fue una rotunda sorpresa ¿Pensar que ese delgaducho coqueto era un hábil pateador y ahora lo tenía contra las cuerdas? Odió ser el que estuviera perdiendo.
—¡Deja de moverte!
Un hábil movimiento y unas cuchillas maliciosas fueron un golpe bajo a Sanji, quien se dio de bruces contra el suelo luego de que Jac atravesó su pierna izquierda, casi llegando al lado contrario. Reprimió un grito sintiendo esas tres punzadas en la piel, rasgando algo del interior también. Antes de ser víctima de la otra garra, aprovechó su pierna restante y envío a volar al enemigo de un golpe, al rostro.
Ambos, lejos uno del otro, se tomaron un segundo de respiración, replanteándose la situación actual. Si de por sí Sanji continuaba a base de enojo y milagro, podría fácilmente terminar todo en su contra. Por una parte estaba detestando cada minuto en el que no fumaba.
Al final pereció en una sonrisa ganadora tras ver al bandido ese frotarse la nariz, por supuesto intentando sacarse los litros de sangre.
—¡Agh, animal! —Gritó Jac con las pintas de un desquiciado, ya que la cereza del pastel fueron sus lentes rotos.
—¿El burro hablando de orejas? —El cocinero por su parte no podía ocultar el hecho de estar cojeando, aún así por algo siempre tuvo dos piernas, no vino a perder de nuevo.— Alégrate, te haré una remodelación facial.
Su payasada no fue bienvenida. Su rival apretó los dientes, bajo el cristal oscuro quebrado estaba una mirada de ira en su estado más natural. Una señal de que alguno de los dos no saldría bien parado.
—¿No es divertido cuando te lo hacen a ti, verdad? —el cocinero tampoco estaba en sus mejores momentos, al menos podía lidiar con el enfado pensando que este sujeto solo es un cliente quejumbroso del Baratie.
Eso no quitó la alertas en su lado racional, ¿Pelear en una sola pierna? ¿Es esto a lo que se enfrenta Zeff diariamente? No quiso revolver las aguas ahora que su desventaja era evidente, pero nadie dijo que sería fácil ser compañero de Luffy. Tuvo un mal hormigueo luego de presenciar su propia sangre chorrearse por el largo del filo y caer.
—Decidiste revelarte y liberar a los productos, ¿Eso te da el derecho a creerte mejor?
Sanji no logró prever el salto de Jac pero antes de impactar contra él, se agacho a espaldas del suelo, inevitablemente cayendo de vuelta, con la diferencia de que su herida abierta envió una ráfaga de ardor del tobillo a su frente, dejándolo inmóvil por unos tortuosos segundos.
En su gran maldad, el de lentes enterró sus navajas en el brazo del atolondrado rubio, negando sus deseos de levantarse y luchar. El traje elegante comenzó a pintarse de ese carmesí vivaz mientras el dueño de este cerró los ojos del dolor.
Jac se acercó a su cara y lo miró directo, contemplando la forma en la que su contrincante aguantaba la tortura.
—Y ahora que sé el tipo de material que eres, no será un problema eliminarte de una vez… —Su amenaza se quedó acompañada de un tipo de rostro demasiado tranquilo para ser bueno.— No te preocupes, tu cuerpo quedará tan despedazado que ni siquiera van a reconocerte o llorar por ti.
Esa forma horripilante de hablar como si eso fuese su verdadero trabajo, fue lo que dejó a Sanji congelado. En el fondo le pareció inconmensurable¹ saber que, tal vez, no sería el primero ni el último en ver la determinación enfermiza de estas personas. Los ojos cortantes de Jac no eran normales, a pesar del silencio nocturno que hubo después, ¿A cuántos más necesitaban muertos para llenarse los bolsillos?
Fue aterrador, ver un humano pero no su humanidad.
—¡Aléjate de él!
Una tercera voz destruyó el fino hilo de afonía en el entorno, con un golpe y su presencia que fue como el nacimiento de truenos. Un huracán que llegó para quedarse.
Luffy alejó al bandido con su pistola goma goma, lanzándolo a unos barriles apilados y en seguida fue en ayuda de su compañero, quien lo recibió sonriendo y esperanzado, contento de ver que su capitán no había sido derrotado después de todo. Su convicción fue una caricia al alma, Sanji se levantó más feliz que asombrado.
—¡Luffy! ¡¿Por qué estás aquí?! ¡¿Dónde están los demás que escaparon?! —Se llevó la mano a la recién herida de su brazo, sintiendo su palma humedecerse por la sangre pero le dio prioridad a sus preguntas.
—No te preocupes. —El pelinegro le dedicó una expresión radiante de confianza, empuñando sus manos por si el loco de lentes regresaba.— Cuando abrí los ojos estaba en una carnicería y ¡Me recuperé comiendo un poco! ¡Jaja, espero que a los dueños no les moleste eso! ¡Estaba deliciosa!
—¿¡Qué!? ¿¡Pero por qué…!? —A veces envidiaba el desinterés y torpeza de Luffy por muchas cosas.
—Las personas que me ayudaron seguro están de camino al Merry, confío en que cuidarán de él en nuestra ausencia. —Respondió convencido.
Se saltó algunas partes de su relato a propósito, porque en realidad quería darle importancia al tipo extraño de guantes que se estaba colocando de pie. En medio de los barriles derrumbados, el enemigo se reincorporó aturdido pero sumamente ofuscado, buscando al responsable de eso.
Cuando localizó y reconoció al condenado niño su mandíbula se tensó a más no poder.
—Sombrero de paja… —El resto del vidrio roto de sus lentes terminó de explotar como si su presencia enrabiada fuera suficiente para dejar pequeño a los volcanes.
Luffy no se inmutó y en cambio, después de pasarse el pulgar por la nariz en un perdulario² gesto, su sonrisa se hinchó, con ganas de resolver esta contienda.
—¡Bien! ¡Es mi turno!
To be continued…
