Capítulo 9:
Un insistente golpe en la puerta sacó a Lisa de su concentración leyendo un libro.
"¡Abran la puerta que me estoy empapando!", escuchó a Rick quejarse desde afuera. Sonrió divertida.
"Adelante piloto", rió al dejarlo entrar mientras escurría agua como si se hubiese caído a un río.
"¡Qué horror! parece un diluvio", comentó limpiándose la cara.
"Quédate ahí o vas a mojar todo el suelo. Te traeré una toalla".
Un par de minutos después Lisa apareció con una gran toalla blanca y se la pasó.
"Veo que regresaste de tu misión, ¿cómo te fue?", le preguntó aún riendo.
"Bien, la tormenta nos iba pisando la cola pero alcanzamos a aterrizar".
"Sería bueno que usaras un paraguas, hay unos pequeñitos, ¿sabías?", bromeó a expensas de su estado.
"Graciosa… ¿y Claudia?".
"Reunión del comando central, vuelve mañana".
"Te vas a resfriar así, usa el baño y sécate. Te traeré una muda de ropa que Claudia tiene, creo que era de Roy".
Rick caminó en grandes zancadas para no mojar mucho el piso y entró al baño. Un rato después emergió seco en un antiguo buzo de entrenamiento de la RDF considerablemente más grande que él.
"Roy era muy alto", ella observó.
"1,90 de altura".
"¿y tú?"
"1,75", respondió y Lisa rió suavemente. Él hizo un mohín.
"No necesito ser tan alto para volar un varitech".
"Yo no he dicho nada", ella se defendió volviendo a su libro.
Rick fue a la cocina a preparar café cuando el ruido ensordecedor de un trueno retumbó, prácticamente haciendo vibrar la casa. Lisa dio un grito desde el sofá.
"¿Qué fue eso?", preguntó con pánico en su voz. Rick salió de la cocina de inmediato.
"Un trueno. La tormenta está encima de la ciudad, es probable que el rayo no haya caído muy lejos".
"Nunca había escuchado algo así", dijo sintiendo un frío que le recorrió la espalda. Rick se sentó cerca de ella.
"Todo está bien, no pasará nada".
"Lo sé, la probabilidad de que nos caiga un rayo es de 1 en 500.000…"
La luz de un rayo iluminó toda la casa para luego quedar en absoluta oscuridad. Un segundo después otro estruendo hizo que Lisa se llevara las manos a los oídos y gritara otra vez. Incluso Rick se sobresaltó.
"Tranquila Lisa". Quiso tocarla pero se abstuvo en último momento. Aunque no podía verla, escuchaba su respiración agitada.
"No me gusta", murmuró sujetándose las piernas.
Rick se levantó rápidamente y fue a la cocina en busca de alguna linterna pero no encontró nada. Otro trueno volvió a rugir y Lisa gritó nuevamente. Él corrió a su lado.
Lisa se apretó los oídos con toda su fuerza y lloró desesperadamente, respirando con tal rapidez que Rick temió que se iba a hiperventilar.
"Lisa, es sólo una tormenta, respira con calma", le dijo pero parecía que ella no escuchaba. Estaba desesperado por no poder verla bien.
Otro trueno, otro grito. Rick la tomó de los brazos y sintió que temblaba como una hoja y gritaba en pánico. Él conocía esto, lo había visto antes en pilotos. La imposibilidad de controlarse frente a un estímulo que gatillaba el recuerdo de una situación traumática.
"Lisa, escúchame, estás diagnosticada con PTSD?" le preguntó en vano. Ella estaba hecha un ovillo sobre sí misma con los músculos en absoluta tensión.
Otro trueno volvió a escucharse y de pronto Lisa saltó de su asiento y corrió hacia la puerta. Rick alcanzó a sujetarla de la cintura antes de que saliera a la lluvia. Ella peleó con toda su fuerza tratando de soltarse gritando y arañando.
"¡Suéltame! ¡Tengo que ir al SDF-2!" gritó histérica. A pesar de la impresión Rick la mantuvo con fuerza para que no huyera hacia la calle.
"¡Es un ataque! ¡Me necesitan!", luchó contra sus brazos hasta que se soltó y comenzó a caminar en la sala oscura de un lado para otro mientras Rick bloqueaba la entrada.
Otro trueno y esta vez Lisa no gritó, sólo murmuraba palabras ininteligibles mientras se agarraba el poco pelo que tenía. Rick la observaba un poco mejor a pesar de la oscuridad. Sus ojos estaban desorbitados mientras su cuerpo entero temblaba sin parar.
"Hay que buscar al almirante Gloval, Vanessa llama a los pilotos disponibles, tenemos que lanzar una contraofensiva…"
A pesar de la urgencia de la situación, Rick sintió una tristeza enorme de verla así. No sabía si efectivamente estaba recordando.
Otro trueno y Lisa se tapó los oídos y se arrojó al suelo en cuclillas.
"Papá, no… el gran cañón ¡papá no me dejes! Voy a morir enterrada aquí ¿alguien me escucha? estoy en la base Alaska, ¡Ayuda por favor!".
Otro trueno, aún más fuerte que los anteriores y Lisa volvió a gritar en absoluto dolor
"¡Karl! ¡Rick, déjame morir aquí! ¡No, Karl!" lloró desesperada y Rick no pudo evitar arrodillarse a su lado y abrazarla con todas sus fuerzas. Estaba reviviendo sólo dolor.
"La maniobra, si sale mal todos vamos a morir ¡no quiero morir! ¡Será mi culpa! ¡Hay que hacerla! ¡Un gigante! ¡Me aprieta! ¡Me duele! Rick, bésame, no, ¡Es una órden! No quiero que sea una órden, no me odies…" murmuró y Rick lloraba junto a ella sin soltarla.
"No me amas, no me quieres. No te mueras, fue mi decisión, no me dejes", apenas le salían las palabras.
"Sí te amo, sí te quiero", dijo Rick sintiendo que la garganta se le apretaba de la angustia. Sabía que ella no lo estaba escuchando, pero tenía que decírselo a sí mismo.
"El edificio se cae, no puedo salir… me duele, no puedo respirar… me voy a morir… Rick, te amo… Minmei perdóname… tenía que decírselo… cuídalo por mí… me duele tanto… tengo sueño… no puedo…"
Otro trueno llegó unos pocos segundos después. Rick se sentó tratando de pensar qué podía hacer. Una idea pasó por su cabeza y, sin soltarla, sacó de su bolsillo un teléfono. Lo más rápido que pudo buscó algo y a los pocos momentos empezó a sonar una sonata en piano. Puso el volumen más alto que dio el aparato.
El efecto no fue inmediato pero así como la tormenta parecía alejarse de ellos gradualmente, la melodía logró atravesar el caos en la mente de Lisa. Rick la acunaba en el suelo en absoluta oscuridad mientras el llanto desesperado lentamente se convertía en un sollozo. Él la sujetó contra su pecho tratando de que copiara su respiración pausada, mientras besaba su cabeza y sus propias lágrimas caían sobre su pelo. Había tanto dolor en ella, tanta tristeza.
Con el paso de los minutos, su respiración se igualó a la de Rick y finalmente se quedó profundamente dormida en sus brazos. Él estaba agotado pero no quería soltarla, no podía. Cuando la parte más fuerte de la tormenta pasó sobre ellos dejando solo la lluvia golpeando contra los cristales de las ventanas, la electricidad volvió. Rick cerró los ojos ante el súbito brillo. El hervidor volvió a funcionar y calentar el agua para el café pendiente, el libro de Lisa yacía en el sillón junto a sus anteojos como si estuvieran esperándola, sus propios zapatos mojados estaban en la entrada de la casa. Parecía que nada hubiese pasado. Rick la miró hacia abajo mientras ella dormida se aferraba a su brazo. Su sueño era inusualmente hondo, sólo Dios podía saber qué estaba ocurriendo en su cerebro después de semejante crisis.
Al verla por fin a la luz, soltó el aire de sus pulmones. Estaba bien, o eso parecía. Suavemente acarició su rostro, algo que no había podido hacer. Se veía muy pálida y sus ojos, aunque cerrados, estaban hinchados de tanto llorar. No estaba bien, pero no pudo evitar delinear el contorno de su rostro y sus labios con sus dedos. Casi con temor, siguió el camino de sus cicatrices y sintió cómo sus ojos se volvían a llenar de lágrimas. Nadie debería pasar por todo lo que ella debió vivir.
Pensó en llamar a Claudia pero qué sacaba con preocuparla, no podría volver de inmediato de todas formas y él estaba bien familiarizado con lo que era el trastorno de estrés postraumático. No sabía si Lisa habría recordado su pasado, debía esperar que despertara y recién ahí podrían buscar ayuda.
Con sumo cuidado la tomó en brazos. Se impresionó de lo poco que pesaba y la colocó sobre el sillón. La acomodó y luego trajo de su habitación cobijas para abrigarla, mientras la suave música de piano continuaba de fondo. Volvió a la cocina, cambió el café por un té y volvió a sentarse al lado de Lisa quien dormía ajena al mundo. No la dejaría sola, nunca, jamás.
Una vez tranquilo, buscó más cobijas. Acercó el pequeño sillón individual al sofá donde Lisa dormía y se sentó en él, tapándose con las frazadas. Apagó las luces pero dejó una encendida en la sala por si ella despertaba durante la noche. Finalmente antes de dormirse tomó la mano de Lisa y sintiendo su tibieza, el sueño lo consumió.
"¿Me volví a quedar dormida en el sillón?", preguntó Lisa estirándose la mañana siguiente al despertar. En la cocina Rick preparaba el desayuno y al escucharla corrió rápidamente hacia ella.
"¿Rick? ¿Qué haces aquí?", preguntó intrigada de verlo tan temprano. Él se acercó a ella observándola con detenimiento y se sentó a su lado.
"¿Estás bien?".
"Sí, ¿por qué no iba a estarlo?", preguntó sonriendo. Rick suspiró aliviado.
"¿Te quedaste anoche?".
"Sí, espero que no te moleste".
"Te ves terrible", le dijo entre risa y en serio. Rick tenía ojeras y se veía pálido. Él sonrió.
"Ese silloncito es muy incómodo", trató de bromear y ella rió iluminando el lugar. El corazón de Rick por fin se tranquilizó.
"No debiste quedarte. No es la primera vez que me quedo dormida leyendo. Claudia me tapa y me deja ahí. La verdad que creo que he dormido más en el sillón que en mi cama".
Rick le sonrió ya más calmado. Prácticamente no había dormido en toda la noche pendiente si le daba otra crisis.
"¿No recuerdas nada de anoche?".
"No, ¿por qué?".
"Después te digo, ¿cuándo vuelve Claudia?".
"Debe estar por llegar, tomaba el primer vuelo de la mañana. ¿Hiciste desayuno? me muero de hambre".
Ambos se sentaron frente a la mesa de la cocina. Rick miraba a Lisa comer con apetito, mientras hablaba del libro que estaba leyendo. Realmente no recordaba absolutamente nada, parecía otra persona.
"Rick, en serio, si vuelve a pasar siéntete en confianza y duerme en mi habitación, no hay problema. Te debe doler todo por dormir tan incómodo".
Él salió de su ensimismamiento al escucharla hablar y asintió.
"¿Estás bien?", ella le preguntó preocupada.
"Sólo cansado, eso es todo. ¿Quieres más jugo?".
El ruido de la puerta precedió la llegada de Claudia. A los pocos minutos se encontraron todos en la cocina.
"¡Hola Rick! ¿Qué haces aquí tan temprano?", preguntó con curiosidad mientras dejaba unas bolsas en la mesa.
"Fue una noche intensa. Tenemos que conversar, los tres", respondió con seriedad. Claudia levantó una ceja, era extraño ver a Rick así. Lisa lo miró y luego a Claudia e hizo un gesto de no saber de qué estaba hablando.
Rick se tomó varios minutos para relatar lo vivido la noche anterior. Lisa lo miraba atónita, tratando de recordar algo de lo que él decía pero no había nada, ni un sólo recuerdo o sensación.
"¿Crees que fue una crisis de PTSD?", le preguntó Claudia preocupada.
"Creo que sí. Lo he visto antes", Claudia asintió, ella también conocía bien los síntomas.
"¿Qué es PTSD?", preguntó Lisa.
"Trastorno de estrés postraumático", respondió Claudia y Lisa se sorprendió. "¿En Nueva York no te diagnosticaron sobre eso?". Lisa negó con la cabeza.
"He leído mi carpeta médica de punta a cabo y no hay nada sobre eso".
"Es habitual entre el personal militar activo, pilotos y soldados principalmente. Que yo sepa antes del accidente tampoco te lo habían diagnosticado", dijo Claudia reflexionando.
Rick se mantuvo en silencio recordando todas las cosas que Lisa dijo durante la crisis, fueron una infinidad de momentos dolorosos a lo largo de su vida.
"Lo que me llamó la atención es que hablaste de muchas cosas del pasado, eran todos tus recuerdos desordenados, sin sentido, pero estaban ahí. Tus recuerdos están dentro de ti", señaló Rick.
Lisa lo miró frunciendo el ceño. Lo que decía tenía sentido, si bien no recordaba los hechos, si algunas sensaciones. Era realmente posible que sus recuerdos estuvieran enterrados muy adentro de su mente, pero la pregunta era: ¿por qué no podía acceder a ellos?.
"Voy a llamar a Tom, es posible que necesite verme nuevamente", dijo y Claudia estuvo de acuerdo. Rick se mordió los labios.
"¿Por qué no te tratas aquí?". Tanto Claudia como Lisa lo miraron con curiosidad.
"Porque allá están todos mis antecedentes", respondió Lisa sintiendo que estaba estableciendo algo obvio.
"Eso se puede conseguir".
"No veo la necesidad de algo así", insistió Lisa.
"¿Lo dices porque está lejos de aquí?", preguntó Claudia tratando de entender su punto.
"No por eso. Los médicos de la RDF son especialistas en PTSD, es el mejor lugar donde la pueden tratar".
"No sabemos si es efectivamente PTSD, Rick", comentó Claudia.
"¡Claro que lo es!", dijo Rick levantando un poco la voz. El cansancio y estrés de la noche anterior le estaba pasando la cuenta.
"No son los únicos, en Nueva York está todo su historial…" agregó Claudia tratando de poner algo de sentido.
"Si son tan buenos, deberían haberlo diagnosticado…"
"Eso es injusto, sabes muy bien que si una persona no presenta una crisis no es posible…"
"¡Tú no estuviste anoche! ¡Fue terrible verla así! si yo no hubiese estado aquí, sólo Dios sabe dónde estaría ahora, habría corrido descontrolada en medio de la tormenta, ¡Podría haber muerto!", gritó desesperado.
"Pero no fue así…", Claudia volvió a tratar de controlar la situación.
"¡Pero pudo! ¡No puedo permitir que pase algo así otra vez! ¡Qué diablos va a saber un médico civil de un hospital de una fundación cualquiera sobre el trastorno de estrés postraumático de los pilotos! Además a ella le corresponde atenderse en el hospital de la RDF!".
"Rick, ella ya no es parte de la RFD"
"¡Sí lo es! ¡Es la capitana Lisa Hayes! ¡Le corresponde eso y más!".
"Silencio", dijo Lisa desde su lugar escuchando seriamente. Claudia se detuvo de inmediato avergonzada de haber estado hablando de ella sin su participación. Él, sin embargo, estaba fuera de sí.
"¡No! no me voy a callar Lisa, yo lo vi anoche, tú estás ahí adentro, tus recuerdos están dentro de ti! Tienen que verte los mejores especialistas…"
"Agradezco tu interés, pero esta no es tu decisión", lo frenó cortantemente. "Como bien dice Claudia, yo no soy parte de la RDF y no voy a permitir que ni tú ni nadie hable mal del lugar donde me salvaron la vida".
"Pero Lisa…"
"No. ¿Acaso me trajeron aquí cuando me encontraron? Me estabilizaron y me enviaron a lo mejor que había en ese momento y por mucho que sea un 'hospital de una fundación', hicieron un verdadero milagro para mantenerme con vida. Les debo absolutamente todo y no, no voy a dejar de ver a mi equipo médico por tus prejuicios sociales".
"¡No es un prejuicio!"
"¡Claro que lo es! Estás opinando sin saber. De verdad que agradezco que estuvieras anoche y me ayudaras, pero eso no te da el derecho…"
"¡Sí me lo da! ¡Yo te cuide! ¡Yo velé tu sueño toda la noche! ¡Yo te escuche hablar y llorar con desesperación y sé que estás ahí adentro!".
"Estoy aquí, ¡aquí! ¡Ahora! ¡no estoy perdida! si mis recuerdos no vuelven a mí ¡no dejaré de ser quien soy! ¡Entiéndelo de una vez! La capitana Lisa Hayes ya no está y es posible que no vuelva".
"¡NO! ¡Yo te escuché! ¡Tú me recuerdas!"
"¿Te has puesto a pensar por qué nunca he podido recordar mi pasado? lo acabas de decir, he vivido tragedia tras tragedia, dolor tras dolor ¿por qué querría volver a vivir todo eso? Hasta donde sé acerca de mi pasado nunca he podido decidir por mi misma. Estudié y trabajé para cumplir con expectativas familiares, sociales, por seguir a Karl ¡o cumplir con un rol autoimpuesto! Todo lo que me han contado es acerca de una mujer que entregó su vida por seguir los pasos o las decisiones de otros. ¡Incluso tú! ¡Me dijiste que yo esperaba por tú decisión entre otra mujer o yo! ¿cuándo he decidido yo lo que quiero hacer?. Lo siento mucho Rick, pero 'tú' Lisa Hayes no está y es probable que no vuelva. Yo soy Lisa Hayes, la mujer que trabaja en un preescolar y se está conociendo a sí misma y al mundo donde le tocó vivir con casi 30 años. Y no, no voy a dejar a mi médico ni al equipo que me salvó la vida, ¿te queda claro?". Lisa habló con absoluta certeza y con ese tono de voz determinante que no dejaba espacio para negociaciones ni cuestionamientos.
Rick apretó los puños con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Respiraba agitado y apretaba la mandíbula hasta hacer rechinar los dientes. Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas así que se dio media vuelta y se fue, dando un portazo tras él.
Claudia suspiró entristecida de haber sido testigo de una discusión así entre ellos. Una parte de ella le recordó sus peleas de antaño pero ahora se sentía diferente. Lisa no hablaba desde la herida como antes, sino desde la pura razón y eso hacía aún más difícil escucharla.
Lisa se levantó un poco temblorosa de su asiento y se disculpó, retirándose de la cocina rumbo a su habitación. Claudia no le dijo nada y la dejó ir sin más comentarios.
Rick entró a su casa cerrando con todas sus fuerzas la puerta hasta casi sacarla de las bisagras. Enardecido pateó una silla que estaba frente a él antes de dirigirse a la cocina respirando agitadamente por la rabia que sentía. Puso las manos sobre el mesón y tras unos segundo levantó la vista hacia una gaveta superior. Con enojo la abrió y sacó del fondo una botella de vodka a la cual le quedaba un poco de líquido adentro. Deseando enviar todo a la mierda, sacó un vaso y vació la botella entera en él. Tomó el vaso y lo levantó hacia sus labios, encolerizado.
Sintió el suave olor a licor en su nariz y se detuvo en seco. Era tan fácil tomar un sorbo y mandar al carajo todo lo que había logrado. Sus ojos se llenaron de lágrimas de furia y dolor. ¿De qué servía si 'su' Lisa ya no existía?.
Imágenes del viaje a Nueva York se cruzaron por su mente: ella molesta con sus piruetas amenazándolo de no volver a subirse a un avión con él, paseando comiendo helado, sus ojos absortos tratando de entender las diferentes obras de artes del museo, su enorme sonrisa al ver a la gente del instituto de neurología y sus manos entrelazadas por unos segundos mientras el sol se escondía en la bahía.
Eran imágenes del ahora, no del pasado. Era 'esta' Lisa Hayes, de pelo corto y anteojos grandes con un abrigo de colores casi roído. Era ella y, al mismo tiempo, la de su pasado. Era su esencia, su enojo, su sonrisa y su humor. Era ella sin recuerdos, pero era ella y le dijo claramente que no quería sufrir más.
Las lágrimas cayeron por sus mejillas mientras ahogaba el sollozo. Con el llanto ahogado lanzó el vaso contra la pared rompiéndolo en mil pedazos y luego la botella. Se sentó en el frío suelo de la cocina y lloró abiertamente por el pasado y el presente, por su debilidad y la fortaleza que encontraba a pesar de todo, por sus errores y sus aciertos, por haber estado en el momento justo y por la impotencia que sentía de no poder hacer nada más que sólo confiar en el tiempo.
