Disclaimer: Naruto no me pertenece.
Aclaraciones: Modern Times. Mundo Alternativo. Situado en los 80-90.
Advertencias: Abusos. Menciones de secuestros. Padres abusivos. Sangre. Niñez corrompida. Algo de GL. Y parejas crack.
Noches de neón
Temari contó los billetes, repasando en las yemas de los dedos la cantidad, sumándola en su mente. Todo estaba correcto.
—Es tuya —dijo al hombre al lanzarle las llaves de la camioneta que le había pertenecido a Rasa.
Éste las cachó y asintió para entrar en el vehículo y marcharse. Temari se abrigó el pecho al sentir la noche helada. Los inviernos, según escuchó, eran crudos en Kioto, sin embargo, no imaginó que fuera verdad sino una exageración de la gente.
No fue fácil encontrar a alguien dispuesto a comprar la carcacha de Rasa, especialmente sin papeles o testigos; las cosas funcionaban muy distintas en la ciudad a comparación del pueblo natal del cual provenía. Pero esa mañana tuvo suerte y por fin se deshizo de la camioneta. No quería llevarse nada que le recordara a Rasa en el nuevo camino de su vida.
El dinero no era mucho pero le permitiría vivir por un par de semanas más. Con el pago de la habitación del hotel sus reservas de dinero se habían agotado casi a la mitad, a parte de tener que comprar comida al no tener dónde cocinar. A pesar de ser noche todavía los turistas caminaban por las calles, ignorando el frío calarles el los huesos, tomando fotos a cualquier cosa; Temari enarcó una ceja al no entender la efusividad pero les hizo caso omiso. No era buena idea llamar demasiado la atención, menos siendo aun menor de edad.
Dejó a Hinata en la habitación del love hotel en el cual se hospedaban, cercano a los negocios nocturnos donde las luces de neón estaban prendidas hasta la llegada del alba. Tenía hambre y debía llevar algo de comida.
Mientras esperaba en el puesto ambulante de ramen a que le sirvieran su pedido para marcharse, Temari empezó a organizar sus planes. Ya habían pasado meses desde que tomó la camioneta de Rasa y salió del pueblo con la mocosa Hyuga, dejando atrás a sus hermanos y la vida que ella conocía.
Fue jodidamente doloroso luchar contra las ganas de dar reversa y echarse la culpa, pero sería ir en contra de los deseos de Gaara y Kankuro. Eso era que jamás se atrevería a hacer.
No recordaba por cuánto tiempo estuvo conduciendo por las calles, centrada en solo escapar porque su mente le repetía que las sirenas de las patrullas estaban detrás de ellas. Solo paró cuando la gasolina marcó tanque vacío, obligándose a estacionarse en una gasolinera.
Ya que Temari contaba con una apariencia madura no tuvo problemas para pagar ni que el cajero le preguntara si tenía la edad suficiente para manejar. Pagó con efectivo y volvió a subirse a la camioneta.
Durante el camino jamás habló con Hinata. Le resultaba difícil hacerlo y hasta sentía un rencor nacer dentro de elal cada vez que la veía.
Si Gaara no hubiera encontrado a la mocosa, sus vidas no hubiesen cambiado; ninguno de sus hermanos habría tenido la obligación de cometer un delito que los llevaría a la cárcel. Admitía que también tuvo la culpa por guardar por tantos años el sucio secreto de Rasa, pero Temari nunca quiso que ninguno de sus hermanos se involucraran en algo que, ella suponía, sería capaz de manejar por su cuenta.
Sin embargo, las cosas se fueron a la mierda.
Cuando veía a Hinata a su lado, a veces despierta, otras veces dormida, sentía ganas de dejarla abandonada en algún punto del camino y correr. Pero ese no era el plan. Solo tenía el dinero suficiente para llegar a Tokio, buscar la familia de Hinata y entregárselas; con la recompensa podría iniciar una nueva etapa de su vida, estudiar una profesión que le asegurara un mejor futuro y salvar a sus hermanos contratándoles un buen abogado.
Por esas razones soportaba tener a la responsable de su tragedia a su lado, mordiéndose los dientes cada vez que sentía que no podía soportar más, deseaba gritarle, culparla de todo, más bastaba que Hinata le mirase con sus ojos platas para que perdiera la fuerza de hacerlo.
El reflejo del dolor de Hinata era igual al suyo.
—¡Yosh, su ramen están listo! Dos órdenes de miso con extra de naruto para llevar —la mujer encargada de despachar despertó a la joven rubia quien parpadeó y tomó la bolsa que ella extendía.
—Uh —Temari se repitió que no debía quedarse tan centrada en sus pensamientos—. Gracias —sacó el dinero para pagar, dejándolo en la bandeja que la mujer tenía.
—De nada, que lo disfrutes.
Regresó con la orden de ramen hasta la entrada del love hotel. No era el mejor lugar ni tampoco el más higiénico pero era barato a comparación de otro hotel o casa de hospedaje; estos últimos serían complicados ya que ahí sí tenía que dejar su información al registrarse.
Ignoró las parejas que entraban y salían, caminando con familiaridad por el vestíbulo, saludando a la recepcionista que ya le conocía. Llegó hasta el corredor del fondo, haciendo caso omiso a los gemidos que se lograban escuchar a través de las paredes delgadas. Ser un hotel exclusivo para los amantes e infieles no aseguraba que fuera de alta calidad.
En ocasiones resultaba molesto ya que Temari no podía dormir. Había padecido con insomnio desde que salió de su pueblo que solo podía dormitar unas cuantas horas, mismas que se veían interrumpidas cuando escuchaba a alguien gritar "¡Soshi-kun, me corro, me corro, uh!" con una voz tan chillona que solo podía gruñir y taparse la cabeza con la almohada.
Afortunadamente Hinata no se quejaba y solo se sonrojaba al extremo, quedándose quieta en su lugar de la cama y tratando de enfocarse en otra cosa que no fueran las parejas cogiendo en la otra habitación.
Temari tocó la puerta tres veces al no llevar llave, era su señal y obligó a Hinata a aprenderla. No quería que nadie supiese que dos menores de edad se hallaban en un lugar así ni que alguna autoridad comenzara a hacer sus preguntas. Ya los dueños del hotel les habían advertido sobre no causar problemas, pues el negocio tenía unas cuantas lagunas en su contrato de operación. Temari les había prometido no causar revuelo y que en la primera oportunidad que tuvieran, se marcharían.
—Soy yo, Hinata, abre —masculló con cansancio.
La puerta tardó en abrirse debido a los seguros pero al cabo de un par de minutos después el rostro de la menor apareció. Ésta le sonrió levemente y Temari bufó, entrando.
—Bienvenida, Temari-san —recibió, caminando cerca de ella como un perrito faldero, solo que guardaba la distancia.
—Hai, hai —se quitó la chamarra que perteneció a su madre en su juventud, dejándola en algún lado de la recámara.
Observó con interés que todo estaba en orden y el aroma a lubricante había desaparecido.
—¿Limpiaste? —preguntó con una ceja alzada, sacando el ramen y sentándose en el piso.
Hinata asintió a la pregunta, tomando asiento en frente de Temari, aceptando la comida que ella le extendía.
—S-Sí —abría con cuidado la tapa y rompía los palillos con una elegancia que cualquiera asumiría que ella no pertenecía a ese mundo bajo—. Pedí permiso a la señorita recepcionista y también unas cuantas cosas de limpieza. M-Me dijo que estaba bien. S-Sé que te molestaba el aroma, a-así que intenté limpiar lo mejor posible.
Temari asintió sin decir nada al respecto, dedicándose a comer.
A veces odiaba a Hinata y otra veces no sabía qué sentía por ella. De haber sido una víctima real de Rasa en lugar de alguien que su hermano pequeño salvó, quizá sus sentimientos fuesen seguros y no cambiantes como en esos momentos al verla. Le enfermaba en ocasiones lo débil que podía ser, esa manera irritante de querer complacer a todos, principalmente a ella.
Podía entender ese comportamiento de parte de Hinata, Temari en su lugar —no sabiendo si la persona que le acompañaba bajo esas circunstancias podía o no abandonarla— haría lo mismo, salvo que ella no era agradable ni linda como Hinata que provocaba despertar en los demás lástima.
—G-Gracias por la comida —Hinata terminó su plato, juntando las manos. Luego levantó la mirada a Temari quien apenas llevaba a medio devorar su cena—. ¿No tienes hambre, Temari-san?
La joven rubia dejó de ver cómo el naruto flotaba por el caldo para observar a Hinata quien le miraba con un deje de preocupación. Carraspeó.
—Creo que no —musitó, cerrando la comida. Quizá en la mañana podría comerlo si no se echaba a perder—. Hoy fue un día largo, solo quiero dormir —se puso de pie, quitándose la ropa a medio camino, ignorando cómo Hinata se sonrojaba—. Primero tomaré una ducha. Si alguien toca, lo ignoras, ¿de acuerdo?
—Hai.
La chica mayor desapareció, dejándola sola en mitad de la habitación. La alfombra de tonalidad magenta comenzó a incomodarle por lo que recogió las cosas de la cena para ponerlas en la misma bolsa y dejarlas en uno de los muebles al lado de la cama. Se quedó viendo a los alrededores, como si algo nuevo fuera a aparecer y fuese lo suficiente interesante para verlo hasta que Temari saliera, pero estaba en esa habitación desde semanas que ya conocía cada aspecto.
Se subió a la cama, abrazando sus rodillas, pensando otra vez en qué podía hacer para que su presencia no fuera una carga para Temari. Varias veces se le ocurrió escapar y simplemente desaparecer, no sería la primera vez que rondaba sola por las ciudades, pero la idea de vagar en solitario sin un lugar al que acudir o llamar casa le hacía sentir ansiosa.
Tener a Temari con ella disminuía el pesar que llevaba en su corazón.
Sabía que tarde o temprano llegaría a Tokio, con su familia. O lo que muchos afirmaban era la familia que la buscaba desesperadamente. Ella sabía que eran mentiras pero nadie le creería a una niña de su edad. Incluso Temari dudaba de si su historia era verdadera, así como los motivos que la orillaron a escapar en primer lugar.
No decía nada porque no quería causarle problemas a Temari, sabía por lo que venía pasando desde que ella apareció en la vida de los hermanos. Desconocía qué había sido de ellos y le daba miedo siquiera preguntarle a Temari por ser un tema muy sensible para ella, especialmente teniéndola a cerca.
Hinata era responsable de que Temari estuviera rondando de esta manera, llevándola consigo. Lo que motivaba a la rubia era la recompensa que el tío Hizashi prometía darle a quien la regresara a salvo a casa. La menor sabía que eran mentiras pero no echaría a perder los planes de Temari, no después de todo por lo que le hizo pasar; sería apenas un pago por los problemas ocasionados.
Cuando Temari recibiera la recompensa, se dijo Hinata, ella volvería a escapar.
.
Temari escogió Navidad para llegar a Tokio y entregarle a los Hyuga a Hinata. Dentro de sí era buena idea, algo cursi para que todos lloraran de felicidad por tener de regreso a la niña que huyó de casa, como un regalo caído del cielo.
Dejaron a Kioto atrás en la primera oportunidad que Temari reunió el dinero suficiente para pagar el pasaje a la capital, comprándole algo decente a Hinata —quien vestía ropas de segunda mano que conseguía en los bazares, siendo la mayoría prendas con cortes masculinos—.
—Toma —Hinata le miró sin entender y ella le puso una boina de tonalidad roja. Se sintió orgullosa por lo bien que lucía, daba una apariencia de niña rica—. Mejor.
Hinata asintió a lo dicho por Temari, las dos en espera a que el tren que las llevaría a Tokio llegara. La culpa crecer dentro de ella al tener mejores ropas que Temari la hizo encogerse, viendo a la rubia a su lado que miraba con una desesperación silenciosa el túnel.
La noche anterior fue su última en aquel love hotel. Temari se encargó de explicarle a Hinata lo que sucedería después y ella se obligó a aceptarlo.
El recuerdo de lo que padeció en casa seguía atormentándola, sin dejarla dormir a pesar de hallarse lejos de las garras de tío Hizashi. Pero fingía cerrar los ojos y quedarse dormida, tapándose con las colchas y evitar que Temari se diera cuenta.
A su lado era imposible guardar secretos. Pero era una chica que los respetaba. Después de su primer encuentro y de que ésta le preguntara qué carajos pasaba con ella para no querer volver con su familia o siquiera escapar de una vida cómoda, la rubia no volvió a tocar el tema, intuyendo que ocultaba algo para sí.
—¿Qué harás cuando recibas la recompensa, Temari-san? —le cuestionó, curiosa de si sería posible que la vida de la rubia tuviese un mejor destino con el dinero que recibiría.
Temari le miró primero y después al techo.
—No sé —confesó honestamente—. Creo que armaré mis planes cuando tenga el dinero en las manos —observó a la de ojos plateados—. ¿Crees que me paguen en cheque o en efectivo? Si es con cheque —Temari bufó—, será un problema. No tengo cuenta en el banco, ni siquiera identificación. No hasta el próximo año.
—N-No lo sé —contestó Hinata sin haberse puesto a pensar en esos detalles.
Ya que Temari era menor de edad habría un par de complicaciones para recibir la recompensa intacta; primero vendrían las molestas preguntas acerca del cómo encontró a Hinata y quién le ayudó a llegar hasta Tokio. Si las notas en las noticias acerca del caso de Rasa y sus hermanos quienes le dieron el tiro de gracia circulaba aun en esos días, bueno, las cosas iban a ponerse feas.
El frío en la estación hizo temblar a Temari quien no se acostumbraba a ese clima. Ella venía de tierras calientes, un pueblo fantasma que no figuraba en los mapas de los citadinos ni de los turistas. Ni siquiera las tormentas se paraban por ahí. Por eso no soportaba el clima, lo odiaba.
Algo cálido atrapar la mano de Temari la hizo mirar al costado donde la mocosa Hyuga tomaba con delicadeza su mano, brindándole una cálida sensación que amortiguó el frío que padecía. Se sintió rara y estuvo tentada a romper el lazo, desacostumbrada al tacto, más no hizo nada y dejó que ella siguiera tomando de su mano, compartiéndole el agradable calor.
La media noche llegó y el tren llegó. Temari meció a Hinata quien ya cabeceaba, corriendo hacia el tren y alistándose para el viaje.
En todo ese tiempo Temari no soltó la mano de Hinata.
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Tokio era completamente diferente a Kioto. Había más luces en la noche que en el día. Altos edificios que opacaban a las mismas estrellas y más molestias de las que hubiera deseado.
En el momento que bajaron del tren, Temari percibió los pasos de dos extraños seguirlas. Cogió a Hinata del brazo y aceleraron el paso, saliendo de la central de autobuses, siendo recibidas por la noche helada y llena de luces neón que Tokio les ofrecía.
—¿Temari-san? —la vocecita de Hinata la hizo fruncir el ceño—. ¿S-Sucede algo?
—Sucede que estamos perdidas y no tengo ni una puta idea de a dónde ir —miró a la niña sin preocuparle el uso de su vocabulario—. ¿Tienes alguna idea de qué camino tomar para llegar a tu casa?
Hinata bajó la mirada, avergonzada. No se sabía aun el camino a casa porque el chófer la llevaba y traía de la escuela, órdenes de tío Hizashi. Éste siempre le repetía que dejarla ir con los demás niños era una pérdida de tiempo que no le beneficiaría.
—Oh, grandioso —escupió Temari venenosamente, mirando a todos lado, sintiendo que los pasos de esos dos se acercaban más—. Bien, probaremos suerte.
Cruzaron la calle y llegaron a una calle extensa y larga. Miles de personas disfrutaban de la vida nocturna en Tokio, con empleados en las afueras de los comercios promocionando los servicios, dando folletos a quienes pasaban o convenciendo a un par de idiotas de entrar y gastar todo su dinero en hermosas acompañantes que les harían quedar en la quiebra.
Temari había leído acerca de las perdiciones de Tokio, el mundo bajo de la ciudad que prometía ser la más segura del todo el país. Esos lares eran los favoritos para chicas que se prostituían sin llamar la atención de las autoridades, o que los Yakuza llevaran a cabo sus negocios sin preocuparles ser multados.
—¡Hey, hermosa! —un zopenco se cruzó en el camino. Temari no ignoró la mirada lasciva que le mandó a sus pechos—. ¿Sola en esta noche? ¡Qué triste! Eso no está bien —decía con una sonrisa que a ella solo le causaba asco—. ¿Qué te parece si vamos a un lugar y celebramos nuestra Noche Buena juntos, eh?
—Piérdete —masculló Temari, llevándose a Hinata con ella al rodear al tipo—. No te pares y sigue caminando.
—U-Uh —asentía Hinata, tratando de seguirle el paso a Temari.
—¡Oi, oi, no hay necesidad de ser tan mala! —el mismo sujeto de chaqueta de cuero y peluche en el gorro les seguía.
Temari masculló una maldición, prefiriendo ignorarlo.
—Ambas son tan bonitas, alguien puede robarlas. ¿Por qué no me acompañan? Puedo invitarle a tu dulce hermanita una malteada de fresa —ahora se dirigía a Hinata, alcanzándolas y caminado al ritmo de ellas—. Neh, neh, ¿te gustan las malteadas, no? A todos los niños les gusta.
Hinata agarró con más fuerza la mano de Temari, no le gustaba cómo el tipo las miraba. Se fijaba mucho en su falda.
—N-No, gracias —musitó, mirando hacia el frente, lo cual se volvió imposible cuando el hombre les interrumpió el paso.
Temari gruñó; la paciencia se le estaba agotando.
—Escucha, imbécil, no pienso acostarme contigo, ahora lárgate antes de que te dé una paliza y pierdas la habilidad de reproducirte.
—¡¿Qué cosas dices, onee-san?! —el hombre de cabellera castaña y ojos pequeños se llevó una mano al pecho, aparentando estar ofendido—. Yo solo quiero ser un buen ciudadano. Por la manera en la que hablas, es obvio que no eres de aquí —señaló a Temari quien fruncía más el ceño—. Las campesinas no sobreviven en Tokio, especialmente en las noches —la sonrisa que mostró hizo retroceder a Hinata y ocultarse detrás de Temari—. Pero yo puedo darte la ayuda que necesitas —con movimientos extraños él saco una tarjeta que se la extendió a la rubia con galantería—. Shizu Oka, a sus servicios mis lindas señoritas. Experto en negocios y fidecomisos. Y, claro, ayudar a damiselas como ustedes.
—No necesitamos ayuda, ahora lárgate. Me estorbas —demandó Temari.
—¡Pero qué mala! Y yo tratando de ser amable.
El chasquido de dedos que el hombre hizo provocó que Temari tuviera una mala corazonada. De pronto la gente que les rodeaba había desaparecido, quedándose ellos como los únicos ahí. Pero esto no duró por mucho ya que tipos salir de las sombras comenzaron a rodearlas.
—T-Temari-san —Hinata se le acercaba, mirando con miedo la cantidad de hombres que reían, fumaban y llevaban bates en las manos.
Temari chasqueó la lengua.
—Wow, necesitas de tus amigos para hacerte cargo de una chica y una niña —Temari puso una sonrisa burlona—. Qué varonil.
Escuchó otro par de pasos reunirse con la manada urbana y Temari descubrió que eran los mismos dos tipejos que las habían seguido desde la estación. ¿Acaso era éste el plan? ¿Acorralarlas?
El tal Shizu sacó una libreta de su chaqueta, hojeando y pasando el dedo por los renglones como buscando algo. Hizo un sonidido de "Bingo" cuando encontró lo que buscaba.
—Sí. Una chica rubia y despampanante para nuestro señor Ukida. Tú entras en la descripción —el hombre señaló a Temari, regresando la libreta a los interiores de su chaqueta—. Ahora, haremos esto —la cara amistosa del tipo desapareció para dejar una mueca seria que a Temari le hizo retroceder sin evitarlo—. Ninguna de las dos hará escándalo y harán lo que yo diga, sin quejas ni amenazas —posó sus ojos pequeños en Temari quien deseaba escupirle—. Si lo hacen, las trataré bien y ninguno de mis muchachos tendrá que intervenir.
El hombre puso una mano en la cabellera de Hinata y Temari le golpeó. El movimiento encendió algo en la mirada del hombre quien soltó una risa que apenas contenía la furia.
—No la toques, cerdo —masculló amenazadoramente Temari, resguardando mejor a Hinata quien ahora miraba con preocupación a la rubia.
—Temari-san...
—Tranquila, hallaré la manera de librarnos de esto —le aseguró sin dejar de mirar al hijo de puta que estaba echando a perder sus planes.
—¿Sabes? No me desagrada cuando las chica son difíciles, de hecho, adoro que sean difíciles. Vuelven el juego del gato y el ratón divertido, pero tú —apuntó a Temari—, me estás colmando la paciencia. Tengo a un cliente que satisfacer y tú vas a ser quién lo haga. Prometo pagarte si decides cooperar y no hacerle nada a tu "hermanita". Pero si insistes en ser una perra complicada, las cosas no serán lindas para ninguna de las dos.
Los hombres rodearlas amenazaron con dar el primer paso. Incluso se decían, divertidos, en querer ser el primero en someter a la rubia que estaba haciendo enojar al jefe. Ella por su parte, solo se mordía la lengua para no decir algo que empeorara su situación a pesar de que moría por hacerlo.
Definitivamente odiaba a los hombres.
—¡No, Temari-san...!
Alguien arrebató a Hinata de sus brazos, reaccionando demasiado tarde. Quiso ir detrás de ella pero otro hombre la tomó de los brazos, limitándola en sus movimientos. Pataleó y pudo darle un golpe al hombre que se quejó de inmediato, pero él era tan fuerte que no pudo hacer más, salvo sentir cómo sus energías se agotaban.
—¡Suéltala! —gruñó al ver al hombre que sostenía a Hinata, ella también intentando pelear, solo ganándose risas burlonas a causa del tamaño y la diferencia entre ambos—. ¡No te atrevas a tocarla!
Ella era su boleto para rescatar a Gaara y a Kankuro, no podía dejar que alguien la maltratara o le hiciera algo. Se sentía tonta por no haber previsto esa situación. Debió haber comprado el boleto en otra hora donde el Sol aun estuviera presente y los riesgos de ser asaltadas fueran más bajos. Pero solo pensaba en cómo quitarse a Hinata de encima.
—Ahora —el mismo hombre, el causante de todo eso, se acercó a la rubia de ojos verdes intensos, sonriendo de lado al verla atrapada— ya no somos tan valientes, ¿eh? —se burló, acercándose al rostro de Temari quien le gruñó como una fierecilla.
—Aleja tu apestosa boca de mi cara —Temari, a pesar de sus circunstancias y de tener todo en su contra, no perdió su orgullo. Jamás se iba a inclinar a un hombre, especialmente a uno tan asqueroso como ese—. Me harás vomitar...
El golpe secó que Shizu le brindó al rostro de Temari resonó en el espacio abierto de esas desoladas calles. Hinata miró con impotencia, desde su lugar, el cómo maltrataban a la rubia y actual heroína.
—T-Temari-san —lloriqueó, deseando ir a salvarla, más se recordó que solo era una niña débil.
Saboreó la sangre acumularse en su boca. Ese hijo de puta casi le rompe la nariz. Grandioso, ahora iría a dejar a Hinata con su familia luciendo así. Podía imaginar la lluvia de preguntas respecto a la golpiza. Volvió a encarar al desgraciado que no solo le había quitado su valioso tiempo, sino que le estorbaba. Temari juraba romperle los huevos cuando lograra quitarse de encima a los matones.
—Ni aun con la golpiza ese brillo desafiante se te quita, ¿eh? —Shizu sonreía con furia al observar que la chica continuaba con ese brillo lleno de desprecio—. Ya veremos si más adelante continúas mirándome así —Shizu se tocó la entrepierna—. Cuando estemos solos me encargaré de enseñarte un par de lecciones para educar esa lengua de mujerzuela que tienes...
Temari le escupió en la cara. No lo soportaba y solo quería que se callara.
—Hija de puta... —gruñía Shizu al limpiarse la cara con enojo, asqueado y cabreado de que esa mocosa no le tuviera respeto. Odiaba a las tipas como ella—. Te has ganado una buena paliza, así que aprieta los dientes, o te prometo, primor, que te los vas a tragar...
Se preparó mentalmente para recibir la paliza, preguntándose si costaría demasiado ir con un dentista para que arreglara sus dientes en caso de perderlos. No cerró los ojos porque eso denotaría que estaba asustada y no lo estaba. Estaba teniendo problemas, sí, pero no le temía al tipejo. Había vivido toda su vida con alguien peor, un hombre que fue padre solo porque el gobierno así lo indicó, alguien quien le hizo pasar años sin poder dormir, guardando un secreto que jamás tuvo por qué ocultar.
El primer hombre en su vida que la decepcionó brutalmente. Rasa, su padre.
Shizu soltó un quejido para nada masculino cuando un objeto desconocido golpeó la mano que iba directo a la cara de Temari. Los subordinados de éste se miraron entre ellos, confundidos de la irrupción del show. Incluso ella, quien había esperado la paliza, sin quitarle un segundo la mirada al idiota, se quedó confundida. Todos los presentes empezaron a cuestionarse qué ocurría.
—Ah, ah, lamento la interrupción. Como había tanta gente reunida, pensé: "Oh, debe ser un show callejero, apuesto a que será divertido echar un vistazo". Imaginen mi sorpresa al descubrir que solo eran unos maricas aprovechándose de una chica.
Temari observó al dueño de la voz. Era alto y su aura era poderosa para causar que los hombres de Shizu retrocedieran y le permitieran acceso. Debía tener fama por esos lares pues le parecía irreal la tranquilidad con la cual se dirigía al centro, específicamente a Shizu quien, al reconocer el rostro del recién extraño, éste comenzó a palidecer.
—K-Kakashi —tartamudeaba Shizu al ver esos rasgos tan propios de ese bastardo. Comenzó a reír—. Hey. ¿Qué te trae a mi territorio? ¿Viniste a pasar la noche en mi hotel? Hombre, debiste avisarme, sabes que puedo darte un descuento...
—¿Hmm? —el hombre con la parte inferior del rostro oculta detrás de una mascarilla de tonalidad negra miró a quien le hablaba, observándole por unos largos segundos—. Eh, no, solo salí a caminar. Ya sabes, tomar algo de aire fresco —respondió con flojera, como si dar esas explicaciones pesaran una tonelada—. Aunque resulta difícil hacerlo por todo el cigarro y la contaminación —comentó al rascarse su nuca.
Temari enarcaba las cejas sin entender si aquel sujeto venía a ayudar o solo a hacer las cosas más complicadas.
Fue en ese momento, en el que ella le miró, buscando una señal que le indicara si era amigo o enemigo que hubo una conexión fugaz entre sus ojos. Los de él eran negros como el carbón, con una cicatriz en su ojo derecho y el resto del rostro siendo un misterio por la máscara que llevaba.
—So —él interrumpió el contacto visual y regresó a mirar a Shizu—, ¿ahora se dedican a molestar a chicas —paseó los ojos por todos los rostros ahí reunidos, deteniéndose en la pequeña que era aprisionada por los hombres de ese bueno para nada— y a niñitas? En serio, muchachos, me sorprende ver su progreso. Sin duda su carrera como criminales crecerá hasta al cielo.
—Basta con el sarcasmo, Kakashi. Ya entendimos —Shizu fingió no temerla al de cabello plateado que estaba frente a él en una pose demasiado relajada, dando a entender que ellos no eran problema para él—. Uh, son mis asuntos, ¿okay? Hago mis cosas, ya sabes que tengo el permiso. Pago mis cuotas a tiempo así que prácticamente, lo que haga o no con estas mocosas es asunto mío. ¿Hm? Ahora, ¿por qué no sigues con tu caminata nocturna, eh, Kakashi? Es más, ve a mi hotel y pídele a Yamaguchi que te de un trago. La casa invita.
—Tienes un punto, sí, lo que hagas o no realmente no me interesa. Y por lo general lo pasaría por alto, no es mi estilo involucrarme en asuntos que no me incumben pero —Kakashi acercó el rostro a Shizu, provocando que éste se quedara congelado, especialmente por la mueca amistosa que el hombre le ofrecía—, hoy no es una de esas noches. Así que seamos civilizados y ahorrémonos la molestia de tener que limpiar el asfalto con tu fea cara. Deja las chicas irse.
—Kakashi, Kakashi —Shizu negaba, seguro de que las amenazas del hombre serían en vano teniendo a un pequeño ejercito con él—. Sabes que te aprecio. Todos en el barrio lo hacemos, pero entiende, hombre, es mi negocio. Necesito imponer respeto —apuntó a la dirección de la rubia—. Esa mocosa se puso difícil y yo solo trataba de hacerle entender. Es todo. No hay necesidad de ponernos violentos. Lo hago por tu bien, hombre, ¿qué dirá tu jefe cuando vea que te estás metiendo en asuntos que pueden perjudicarlo? No dejes que este pequeño problema te moleste. Por favor, sigue con tu camino. Terminaremos pronto...
—Eh, creo que no voy a poder a hacer eso —Kakashi seguía con esa mueca y los ojos felices—. Aborrezco cuando los fuertes se aprovechan de los que no pueden defenderse —la mirada en el hombre cambió, el brillo en sus irises se tornó amenazante—. Especialmente bastardos como tú...
El de cabello plateado fue el primero en dar el primer golpe a la nariz de Shizu que, a esas alturas, debería estar rota por la cantidad de sangre que quedó en el puño del sujeto. Los demás hombres bajo las órdenes de Shizu lanzaron un grito de guerra para lanzarse al responsable de haber hecho caer inconsciente a su jefe, yendo directamente hacia él. Sin embargo, en ningún momento el hombre del rostro cubierto pareció tener miedo pues fue más que capaz de encargarse de todos los atacantes, brindando patadas, golpes y movimientos de karate.
Temari quedó libre porque el hombre de atrás se sumió a sus compañeros para derribar al de cabello plateado, quedándose a observar en todo momento, ignorando a su voz decirle que era hora de llevarse a Hinata consigo y salir de aquel barrio en busca de un lugar donde resguardarse.
Había sangre, dientes salir disparados de las bocas de los hombres y el sonido de varios huesos rotos a causa de los golpes certeros que él hacía. Temari se halló incapaz de dejarle de ver.
—Wow... —exclamó, asombrada.
—¡Temari-san!
La voz de Hinata la despertó. Ella corría hacia su dirección, también había sido liberada de su prisión al no tener a nadie quien la sostuviera. Hinata se colgó de inmediato de su brazo, viendo asustada lo que el hombre hacía con el resto.
—¿E-Estás bien, Temari-san?
Recordó que la habían golpeado. Llevó la mano hasta su nariz y encontró sangre.
—Sí, estoy bien —mintió. La cara le dolía—. ¿Tú?
—N-No me hicieron nada —respondió, negándose a ver lo que en frente de ambas se llevaba a cabo. Hinata se sentía en peligro—. H-Hay que irnos, Temari-san.
Hinata tenía razón; no tenían por qué quedarse ahí hasta el final. Por cómo el sujeto peleaba, era obvio que no necesitaba ayuda, y en caso de hacerlo, su ayuda no le sería de mucho apoyo.
—Sí —regresó al presente y dejó de sentir una inquietante curiosidad por ver al hombre pelear—, tienes razón —apretó la mano de Hinata, recordándose que tenía sus planes.
Un par de ojos negros no iba interferir con ellos.
Aprovecharon la distracción y el hecho de que nadie las seguiría para escapar, dejando atrás al desconocido encargarse de todo.
El taxi las dejó en la entrada de la propiedad privada. Leyó la placa que decía "Hyuga" en la entrada y estudió el terreno en el cual estaba construida esa casa de arquitectura tradicional japonesa.
A Temari le llegó a la nariz el aroma a dinero por doquier.
—Bien, llegamos —anunció Temari como si no fuese lo suficientemente obvio—. Hora de recibir mi recompensa —caminó con Hinata de la mano a la entrada, llegando hasta el timbre.
Oprimió el botón y esperó una respuesta al otro lado del intercomunicador. Ese era el momento que había estado esperando desde que Hinata Hyuga apareció en su vida. En un principio le pareció tan lejano, más ahora le parecía tan irreal que estuviese sucediendo.
La noche anterior llegaron a un hotel para refugiarse de otra banda de criminales, importándole muy poco la cantidad a pagar. Pronto tendría suficientes billetes en los bolsillos para no preocuparse por los gastos. Compró un mapa con las calles principales y le preguntó a Hinata la dirección de su casa, era algo que los padres se encargaban de hacerles recordar a los niños.
Ella y con los dedos temblorosos le señaló la ubicación de su casa, encontrándose en un barrio adinerado en el centro de la ciudad. Temari marcó la zona y se memorizó las calles para llegar ahí, poniendo a dormir temprano a Hinata, siendo esa la última noche que pasarían juntas.
Hinata estuvo callada toda la noche, sin preguntarle nada más. Ella supuso que se debía a que pronto volvería a casa. Temari se ocupó de su nariz, llenando el lavabo de sangre por atenderse a sí misma, esperando que la lesión no fuera grave ya que no tenía tiempo para ir a revisarse. Solo puso una gasa para evitar el escurrimiento de sangre.
Al despertar halló a Hinata viendo a través de las ventanas el paisaje urbano, con los autos y personas moverse desde abajo. Ella las comparó con hormigas y Temari no le contestó.
—Ve a arreglarte, debemos ir a tu casa. No quiero que se repita lo mismo de ayer —le ordenó.
Hinata se levantó y fue a ducharse. Su figura tan transparente y triste como la de un fantasma. Temari se dijo que no era momento para que su corazón sintiera empatía, centrándose en trazar una ruta.
—¿Sí?
La voz femenina hablar por el otro lado del aparato le indicó a Temari que su llamado al fin era correspondido. Preparó su garganta y dijo lo que había preparado en su mente en todo ese viaje:
—Encontré a Hinata Hyuga y vengo a regresarla.
La conmoción que vino después de terminar la oración fue como estar en el centro de un huracán. Quiso entender que todos habían estado preocupados por el bienestar de la chiquilla, que esos largos meses de incertidumbre fueron una tortura y que la pieza faltante en las vidas de las personas que conformaban esa casa por fin estaba de regreso con ellos.
Le dieron acceso de inmediato cuando un hombre de rasgos similares a los de Hinata, salvo que en éste eran maduros, se mostró en las puertas, viendo asombrado la figurilla que acompañaba a Temari, quien se mostró cohibida.
—¡Hinata-sama! —el hombre se lanzó a la menor, abrazándola con tanto cariño que Temari soltó de la mano de la misma para no interferir en ese encuentro.
Más personas venían corriendo por el sendero detrás de las puertas, unas de ellas llorando de felicidad y las otras con sonrisas amplias en sus rostros.
—¡Hinata-sama!
—¡Es usted, está regreso, Hinata-sama! ¡Cuánto la hemos extrañado!
Todos ellos abrazaron a la menor, dándole un cariño sincero que Temari se sintió incómoda de estar ahí. Las muestras de afecto no eran lo suyo, después de todo.
Después de la acalorada bienvenida, las pasaron al interior de la casa, dándole un trato especial a la salvadora quien había llevado de regreso a la heredera de la fortuna del Grupo Byakugan.
Temari ignoró los lujos de la casa y solo centrarse en su meta: la recompensa.
Otra mujer se sumió a la sala cuyos rasgos diferían completamente de todas las mujeres y hombres que vio abrazar a Hinata. Ella tenía cabello negro rizado y ojos rojizos, bastante atractiva.
—Hinata... Oh, Hinata.
La mujer fue corriendo hacia Hinata para cobijarla en sus brazos y Temari pudo reconocerla. Había sido la misma mujer que vio en el televisor, la misma que pedía en lágrimas que alguien regresara a Hinata.
—No tienes idea del Infierno que fue para nosotros el no saber dónde estabas. No había día en que no dejara de rezar por ti para que los cielos te trajeron de regreso a nosotros —la mujer se separó, con lágrimas en los ojos y un brillo amoroso en su mirar rubí.
Todo era digno de una escena de película donde los protagonistas tenían su final feliz, sin embargo, en el rostro de Hinata no había ninguna emoción reflejada.
—No puedo creerlo... Hinata, pequeña, ¿eres tú y no una ilusión?
Un hombre se integró a la escena, vestido de traje y una mueca de profundo regocijo de ver la cara de Hinata. Temari retrocedió cuando éste pasó cerca de ella, ignorando su presencia por estar opacado por el regreso de Hinata. No le culpó, si era un tío amoroso que quedó angustiado por la desaparición de su sobrina, era de esperarse que reaccionara así.
Le vio abrazar a Hinata con un ahínco mayor a la mujer, acariciando los cabellos cortos de Hinata entre sus grandes manos y repetir lo mucho que agradecía a los dioses que se hallara con ellos después de esos meses.
Temari con cada encuentro se estaba volviendo impaciente, pues lo que quería era que le diesen el dinero y marcharse lejos de ahí.
Observó las muecas de la menor y no reaccionaba a las muestras de afecto. Eso le desconcertó porque esa niña era demasiado obvia con sus sentimientos, más ahora no podía leer qué pasaba por su cabeza.
Entonces Hinata la miró de una manera tan profunda que Temari dudó si hacía o no lo correcto.
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—Lamento la conmoción —Hizashi Hyuga, el tío de Hinata, deslizó la taza con té hacia ella—. Estamos tan felices de tener a Hinata de regreso que he olvidado agradecerle adecuadamente.
—Está bien, no se preocupe —respondió Temari, negándose a beber del té porque no quería arruinarlo; no sabía hacer esas cosas de etiqueta.
Kurenai, la tutora de Hinata, cerró las puertas de la pequeña sala para unirse a la conversación. No entendía qué razón tenía ella de estar presente si no era un familiar directo de la niña, más Hizashi se encargó de aclararle esa duda.
—Kurenai-san y yo nos casaremos en la próxima primavera —anunció y Temari no supo qué decir.
—Uh... —miró a ambos, conteniéndose de dar su real opinión—. Felicidades, supongo.
Kurenai rio a causa de la mueca de la chica.
—Eso no es de importancia en estos momentos, Hizashi-san. Lo que importa es Hinata y darle lo que merece a la señorita —Kurenai hizo una reverencia a Temari, ésta sintiéndose incómoda—. Jamás podremos agradecerle apropiadamente por ser quien nos devolvió a Hinata. Estaremos en deuda por toda la vida.
—Cuando mi hermano y cuñada vivían, Kurenai-san se encargó de cuidar a Hinata en todos los aspectos, académicos y emocionales. Es una profesional indiscutible en su campo. Le tiene un profundo cariño ya que Hinata le conoce desde pequeña. Ha sido parte de esta familia, así que fue bastante normal que la noticia de que mi sobrina hubiera desaparecido le afectara como a nosotros...
—Hizashi-san, pienso que estamos desviándonos del tema. La señorita Temari debe estar agotada.
—Cierto, cierto —Hizashi le envió una sonrisa ligera a modo de disculpa—. Estoy seguro que han tenido que hacer un largo camino para llegar hasta aquí. Dígame, señorita Temari, ¿dónde encontró a mi sobrina...?
—En Kioto —respondió. No diría que Gaara la trajo a su casa en un pueblo más pequeño que esa mansión ni que Hinata, por medio de autostop, había llegado hasta ahí; no quería alarmarlos ni que supieran de su vida real—. Cerca de un templo. Hago la limpieza todos los sábados por las mañanas. Cuando dejaba los utensilios de limpieza en la parte trasera, la encontré. Le pregunté si estaba perdida pero estaba demasiado asustada como para responder. Quise llamar a las autoridades correspondientes pero ella no me dejó. Hice lo posible por calmarla, asegurarle de que nadie le haría daño, así que la lleve a mi departamento. Ahí me explicó lo que sabía. Había carteles con ella colgados en el autoservicio cerca de mi vecindario, marqué al número pero nadie contestó.
—Hemos tenido tantos problemas con ese número que decidimos reemplazarlo, lastimosamente los carteles no se han actualizado, pedí que lo hicieran, al parecer no todas las autoridades siguieron mis indicaciones —explicó Hizashi—. Lamento eso profundamente, de tener actualizados los datos, estoy seguro que hubiéramos encontrado a Hinata más rápido.
—No hay caso criticarnos por el pasado, lo importante ahora es que Hinata ya está en casa —comentó Kurenai, tomando la mano del Hyuga mayor. Luego posó los ojos en Temari—. Debe estar agotada, señorita Temari. ¿Por qué no se queda con nosotros esta noche? Mañana podremos hablar sobre la recompensa.
Apretó las manos sobre sus pantalones, queriendo negarse y decirles que solo le dieran el maldito dinero. No había venido ahí para crear relaciones con esa familia, solo vino a dejar a Hinata y punto. Necesitaba moverse rápido y hacer todo lo posible para sacar a sus hermanos de la cárcel. No sabía nada acerca de ellos ni el tiempo en el que estarían en prisión, debía informarse y comenzar a organizar los planes.
—Estaré encantada —pero la imagen importaba en esos lares y no podía demostrar tan fácilmente su ambición. Haría lo que esa gente quería hasta que tuviese el dinero—. Muchas gracias por recibirme.
El futuro matrimonio le sonrió y Temari maldijo las etiquetas de los ricos.
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Los golpes a su puerta la despertaron. Pensó en quién se trataría ésta vez pues casi todos la habían ido a visitar. Se tuvo que excusar que se hallaba demasiado cansada como para hablar con todos y la mayoría respetó sus deseos.
Esperó a que su silencio fuese suficiente para indicarle a la persona al otro lado que estaba dormida, pero no funcionó.
—Hey, Hinata —la voz de Temari se escuchó a través de la madera—, soy yo. Abre.
Hinata salió de su futon y deslizó la puerta para ver el rostro de Temari, a quien dejó entrar a sus aposentos, cerrando cuidadosamente.
—Temari-san —le vio sorprendida, imagino que su tío y Kurenai le darían la recompensa de inmediato y se marcharía—. ¿Qué haces aquí?
—Tu tío y tutora no me dejaron ir, quieren que pase la noche. Mañana hablaremos del dinero —masculló Temari, dejándose caer en el futon, no acostumbrada al estilo tradicional. Observó a Hinata—. Dime, ¿siempre son así?
—Uh, ¿así cómo...?
—Tan —ella hizo una mueca— ¿correctos? No sé cómo decirlo.
Ella guardó silencio por un buen rato hasta que negó.
—Solo son ellos, supongo —respondió Hinata sin mucho ánimo—. Tío Hizashi tiende a actuar según sus intereses y Kurenai-san... —un brillo de tristeza se pudo reflejar en esas Lunas—, ella... Ella ha estado actuado así desde la muerte de mis padres. Aunque, antes no solía ser así...
—Ya —Temari miró al techo, diciéndose que lo que ahí ocurría, en los interiores de esa casa lujosa, no eran asunto suyo—. En fin —se incorporó—. Creo que aquí se termina todo —anunció.
Hinata sonrió debilmente.
—Uhm. Le agradezco por todo, Temari-san. Y-Y lamento mucho lo que ocurrió por mi culpa...
—No te disculpes, mi vida ya era una mierda desde antes. Tu aparición solo aceleró lo inevitable.
—Aun así...
—Déjalo —Temari suspiró, incómoda en no saber cómo despedirse. Decir un simple adiós no sería lo recomendado. En serio detestaba los sentimentalismos baratos, ni siquiera se había encariñado con ella para andarse quebrando la cabeza por cosas como ésas—. Cuídate y no causes problemas. Puede que la próxima no tengas tanta suerte.
—Hmm, lo tomaré en cuenta. Gracias, Temari-san.
—No seas tan correcta —gruñó Temari—, tú muy bien sabes que no hice todo esto de corazón.
—De todos modos, gracias por cuidarme.
—En serio eres molesta —masculló la rubia al ponerse de pie, inquieta por querer salir e irse al cuarto de huéspedes que los Hyuga le dieron por esa noche.
—T-Temari-san...
—¿Qué...?
La pregunta de Temari quedó interrumpida al sentir los pequeños brazos de ella rodearle la cintura, dejándola demasiado quieta cómo para pensar en algo. Le sintió temblar y también cómo parte de su pijama se remojaba. ¿Estaba llorando? Temari rodó los ojos, no podía con esa niña.
—¿Por qué lloras? —preguntó molesta.
—Es que... Usted se va y... Yo... Yo me quedo aquí...
—Por supuesto, es dónde perteneces. No puedes andar conmigo para siempre. Me estorbarías —le dijo rudamente, esperando que con sus palabras ella se alejara.
—L-Lo sé, p-pero...
Temari no podía con las lágrimas, apestaba consolando y eso debía saberlo Hinata en esas circunstancias. No iba a recibir de su parte palabras de aliento y palmaditas en la cabeza que ahuyentaran fantasmas imaginarios.
—Pero nada. Hice lo que tenía que hacer, ahora es tu turno de lidiar con tu vida —separó la pequeña figura de su espalda y le vio con dureza—. Sé fuerte. Enfrenta lo que tengas que enfrentar, si sigues agachando la cabeza o dejando que el resto te pisotee, solo serás arena.
—¿A-Arena...?
—Sí, arena. Inútil, plana y con una existencia tan diminuta que nadie la considera importante. No seas así.
Contrario a lo que pensaba, terminó acariciando la cabeza de Hinata de una manera un tanto brusca, despeinándola. Se sintió rara al hacerlo.
—U-Uhm —ella hipaba, limpiándose las lágrimas—. L-Lo haré, Temari-san.
—Espero que sí —susurró Temari, dándose la vuelta, esperando que eso funcionara como una despedida—. Cuídate y trata de no toparte en mi camino la próxima vez.
—H-Hai.
Temari salió de su habitación, sin mirar hacia atrás.
Al quedarse con la oscuridad, Hinata explotó en llanto.
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Con un cheque lleno de muchos ceros y su nombre en éste, Temari salió de la residencia Hyuga para emprender una nueva vida, tal cómo se los prometió a sus hermanos.
No se dejó tentar a mirar atrás ni dejarse atrapar por las garras de aquel sentimiento desconocido picarle desde adentro, viendo hacia el frente y con la fortaleza tatuada en su voluntad de que aquel sería su último encuentro con Hinata Hyuga.
