Harry Potter pertenece a JK Rowling.
Bruja Llameante
10: El Regreso de Canuto.
Había empezado marzo, y el tiempo se hizo más seco, pero un viento terrible parecía despellejarles manos y cara cada vez que salían del castillo.
Había retrasos en el correo porque el viento desviaba a las lechuzas del camino. La lechuza parda que Beatrice había enviado a Sirius con la fecha del permiso para ir a Hogsmeade volvió el viernes por la mañana a la hora del desayuno con la mitad de las plumas revueltas. En cuanto Beatrice le desprendió la carta de Sirius se escapó, temiendo que la enviaran otra vez.
La carta de Sirius era casi tan corta como la anterior: «Diríjanse al paso de la cerca que hay al final de la carretera que sale de Hogsmeade (más allá de Dervish y Banges) el sábado a las dos en punto de la tarde. Llevad toda la comida que podáis.»
— ¡No habrá vuelto a Hogsmeade! —exclamó Beatrice, sorprendida, habiendo olvidado eso, de la línea de tiempo pasada.
—Eso parece —observó Hermione.
—No puedo creerlo. —dijo Beatrice muy preocupada, estando consciente de que empezaba a transpirar, mientras se llevaba las manos al cabello… fuertemente sostenido en su sitio, a causa de su trenza que había recogido todo el cabello en su lugar —Si lo capturan...
—Hasta ahora no lo han conseguido. —le recordó Hermione, colocando una mano en el hombro de la pelinegra de fuego, logrando calmarla, antes de que el Gran Comedor se volviera un infierno de llamas violetas —Y el lugar ya no está lleno de Dementores. Además: Me pediste hacer esa trenza en la mañana y como te da por jugar con tu trenza, me pareció lo mejor. Además de que parecía mejor que solo hacerte una cola de caballo, porque siempre te despelucas.
Beatrice plegó la carta, pensando. La verdad era que quería volver a ver a Sirius.
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De forma que fue a la última clase de la tarde (doble hora de Pociones) mucho más contento de lo que normalmente se sentía cuando bajaba la escalera que llevaba a las mazmorras.
Malfoy, Crabbe y Goyle habían formado un corrillo a la puerta de la clase con la pandilla de chicas de Slytherin a la que pertenecía Pansy Parkinson. Todos miraban algo que la pelinegra bruja de fuego no alcanzó a distinguir, y se reían por lo bajo con muchas ganas. La cara de Pansy asomó por detrás de la ancha espalda de Goyle y los vio acercarse. — ¡Ahí están, ahí están! —anunció con una risa tonta, y el corro se rompió. Harry vio que Pansy tenía en las manos un ejemplar de la revista Corazón de bruja. La foto con movimiento de la portada mostraba a una bruja de pelo rizado que sonreía enseñando los dientes y apuntaba a un bizcocho grande con la varita. — ¡A lo mejor encuentras aquí algo de tu interés, Granger! —dijo Pansy en voz alta, y le tiró la revista a Hermione, que la cogió algo sobresaltada. En aquel momento se abrió la puerta de la mazmorra, y Snape les hizo señas de que entraran.
Hermione, Beatrice y Neville, se miraron entre sí y se encaminaron hacia su pupitre al final de la mazmorra. En cuanto Snape volvió la espalda para escribir en la pizarra los ingredientes de la poción de aquel día, Hermione se apresuró a hojear la revista bajo el pupitre.
Mientras Beatrice hojeaba el libro, hasta dar con la poción indicada en el tablero, volvió la mirada a la revista, en las páginas centrales, encontró lo que buscaba. Harry y Ron se inclinaron un poco para ver mejor. Una fotografía en color de Beatrice encabezaba un pequeño artículo titulado «La pena secreta de Beatrice Potter»:
Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter.
Privada de amor desde la trágica pérdida de sus padres y obligada por Albus Dumbledore a vivir en un cuerpo que no le pertenecía; a sus catorce años Beatrice Potter parece haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Hermione Granger, una muchacha hija de muggles.
La señorita Granger, una muchacha agraciada y ambiciosa, siendo desde siempre, su amiga más cercana y más fiel, ante las adversidades.
¿Puede este joven amor, resistir más allá del Torneo de los Tres Magos y los restantes tres años escolares?
Solo el tiempo lo dirá.
Draco se acercó con una gran sonrisa en los labios, listo para burlarse de Hermione y Beatrice, en lo que la Gryffindor pelinegra, auxiliaba a su amigo Longbottom, a comenzar a preparar la poción. Beatrice ni siquiera miró a Draco, solo supo que estaba allí. Lo miró y esperó hasta que el rubio estaba abriendo los labios, para burlarse de ella y de Hermione —Bueno Malfoy, no hay nada que nos diga, que eres… —Beatrice lo miró de abajo hasta arriba, frunciendo el ceño, similar a como solía hacerlo Narcissa Malfoy —agraciado, ¿sabes?
Draco le dio una mirada furiosa. — ¡¿CÓMO TE…?!
—O al menos, ante los ojos femeninos. —Beatrice imitó la mirada y sonrisa de Umbridge, sintiendo ganas de vomitar. La pelinegra miró a Neville, quien explicó que ahora, Beatrice tenía que hacer girar la varita, sobre la poción, tres veces en sentido horario y dos en sentido antihorario, lo cual la pelinegra hizo sin problemas.
Se sonrojó aún más oscuro, envolvió el rostro del heredero Malfoy, recordándole a la pelinegra a su tío Vernon. — ¡¿DE QUÉ…?!
—Mantienes con Grabbe y Goyle para arriba y para abajo. Nunca te hemos visto amistades femeninas y ciertamente, parece ser, que tu única amistad femenina (al menos en pociones), es Pansy —narró la pelinegra —y únicamente en pociones. En todas las otras materias, te mantienes al lado de Crabbe y Goyle, aunque claro: No soy nadie, para denunciar los gustos de otros.
Hermione machacó las hojas de helecho y las agregó a la poción. —Neville —el rubio se sobresaltó —es demasiado jugo de granada —y le pasó el gotero —tómalo con esto y deja caer seis gotas.
— ¿Funcionará con esto? —Preguntó el heredero Longbottom a su amiga, mientras miraba fijamente el objeto y miró el libro. — ¿Segura que equivale a seis gotas? Aquí dice que son tres.
—Seis es la medida exacta de una cucharilla de, tal y como lo dice aquí —Hermione habló rápidamente, porque la poción estaba a punto de pasarse, apuntó al libro y Neville lo agregó.
—Ponte azul cobalto, ponte azul cobalto… —comenzaron a rogar Beatrice y Neville, causando que Hermione blanqueara los ojos, estaba segura de haberlo hecho bien; mientras la sala se llenaba de humo dorado y chispas rojas ascendían en la mayoría de pociones.
Se escuchó un ruido extraño: Como la caída de piedras por una ladera y luego el suelo retumbó, mientras alguna poción, sonaba idéntica a una flatulencia. Al girarse, vieron a Ron Weasley y a Gregory Goyle, con el cabello dolorosamente erizado hacía atrás, de color rosado y sus rostros llenos de hollín.
Snape les gritó y pasó puesto por puesto. A muchos Slytherin les dio puntajes altos, hasta llegar con Hermione, Beatrice y Neville, mientras gruñía algo que sonaba a un Sobresaliente. Todos se miraron y sabían lo que seguía: Una extensa lectura, sobre algún genio pocionista del pasado, era lo que Snape siempre hacía. Llamaron a la puerta de la mazmorra. —Pase —dijo Snape en su tono habitual. Toda la clase miró hacia la puerta. Entró el profesor Karkarov y se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.
—Tenemos que hablar —dijo Karkarov abruptamente, cuando hubo llegado hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios: daba la impresión de ser un ventrílocuo de poca monta.
— "Hablaremos después de clase, Karkarov..." —susurró Snape, pero Karkarov lo interrumpió.
—Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has estado evitando.
—Después de clase —repitió Snape. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto. Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final. — "¿Qué es eso tan urgente?" —oyó que Snape le preguntaba a Karkarov en un susurro.
—Esto —dijo Karkarov mientras se subía la manga izquierda de la túnica y le mostraba a Snape algo situado en la parte interior del antebrazo. — ¿Qué te parece? —añadió Karkarov, haciendo aún el mismo esfuerzo por mover los labios lo menos posible—. ¿Ves? Nunca había estado tan clara, nunca desde aquella noche. Tú también tienes que haberlo notado. Él se está fortaleciendo, se está preparando para volver.
—Si quieres marcharte, entonces hazlo —dijo Snape, mientras Karkarov se lo quedaba mirado, asustado y Snape llevaba la mano izquierda, al brazo derecho. Debía de advertírselo a Dumbledore de inmediato.
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Otros años, en primavera, Beatrice se entrenaba a fondo para el último partido de la temporada. Aquel año, sin embargo, era la tercera prueba del Torneo de los tres magos la que necesitaba prepararse, gracias al cariño de Hermione por aprender nuevos encantamientos y al amor que tenía por Beatrice, se volvió una instructora muy eficiente y convirtió a Beatrice, en una poderosa y peligrosa bruja a través de todas las clases que tuvieron juntas.
Además de su excelente control sobre sus llamas violetas y doradas.
Finalmente, en la última semana de mayo, al final de una clase de Transformaciones, lo llamó la profesora McGonagall. —Esta noche a las nueve en punto tienes que ir al campo de Quidditch. —le dijo —El señor Bagman se encontrará allí para hablaros de la tercera prueba.
Beatrice asintió y fue a agarrar un trozo de pergamino, un tintero y pluma: «El Señor Crouch Sr. será encontrado en la noche, confundido y hablando incoherencias, será asesinado por alguien, yo no podré hacer nada y tampoco Víctor; necesito que derribes a quien esté por atacarlo, te mando la Capa Invisible» Corrió de vuelta, dejó todo, agarró un cinturón, ató la Capa lo mejor que pudo y envió a Hedwig a buscar a Sirius con la carta.
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De forma que aquella noche, a las ocho y media, dejó a Neville y Hermione en la torre de Gryffindor para acudir a la cita. Al cruzar el vestíbulo se encontró con Cedric, que salía de la Sala Común de Hufflepuff. — ¿Qué crees que será? —le preguntó a Beatrice, mientras bajaba con él la escalinata de piedra y salían a la oscuridad de una noche encapotada —Fleur no para de hablar de túneles subterráneos: cree que tendremos que encontrar un tesoro.
—Eso no estaría mal. Creo que tengo un plan para eso. —dijo Beatrice sonriente, pensando que sencillamente le pediría a Hagrid un escarbato para que hiciera el trabajo por él. Aun así, la realidad sería más emocionante y el final… tenía que ser evitado.
Bajaron por la oscura explanada hasta el estadio de quidditch, entraron a través de una abertura en las gradas y salieron al terreno de juego. — ¿Qué han hecho? —exclamó Cedric indignado, parándose de repente.
El Campo de Quidditch ya no era llano ni liso: parecía que alguien había levantado por todo él unos muros largos y bajos, que serpenteaban y se entrecruzaban en todos los sentidos. —Son setos —dijo Beatrice, inclinándose para examinar el que tenía más cerca. Tembló de miedo, por lo que se venía. Pero no por la prueba, sino porque tenía que evitar la muerte de Cedric.
— ¡Eh, hola! —los saludó una voz muy alegre. Ludo Bagman estaba con Krum y Fleur en el centro del terreno de juego. Beatrice y Cedric se les acercaron franqueando los setos. Fleur sonrió a Beatrice: su actitud hacia él había cambiado por completo desde que había rescatado a su hermana del lago. —Bueno, ¿qué os parece? —dijo Bagman contento, cuando Beatrice y Cedric pasaron el último seto —Están creciendo bien, ¿no? Dentro de un mes Hagrid habrá conseguido que alcancen los seis metros. No se preocupen, —añadió sonriente, viendo la expresión de tristeza de Beatrice y Cedric— ¡En cuanto la prueba finalice su Campo de Quidditch volverá a estar como siempre! Bien, supongo que ya habréis adivinado en qué consiste la prueba, ¿no?
Pasó un momento sin que nadie hablara, pero luego Krum dijo: —Un «laberrinto».
— ¡Eso es! —corroboró Bagman —Un laberinto. La tercera prueba es así de sencilla: la Copa de los tres magos estará en el centro del laberinto. El primero en llegar a ella recibirá la máxima puntuación.
— ¿Simplemente tenemos que «guecogueg» el «labeguinto»? —preguntó Fleur.
—Sí, pero habrá obstáculos. —dijo Bagman, dando saltitos de entusiasmo —Hagrid está preparando unos cuantos bichejos... y tendréis que romper algunos embrujos... Ese tipo de cosas, ya os imagináis. Bueno, los campeones que van delante en puntuación saldrán los primeros. —Bagman dirigió a Cedric y Beatrice una amplia sonrisa —Luego entrará el señor Krum... y al final la señorita Delacour. Pero todos tendréis posibilidades de ganar: eso dependerá de lo bien que superéis los obstáculos. Parece divertido, ¿verdad? —Beatrice, que conocía de sobra el tipo de animales que Hagrid buscaría para una ocasión como aquélla, pensó que no resultaría precisamente divertido —Muy bien, esto tendrá lugar el 24 de junio. Si no tenéis ninguna pregunta, volveremos al castillo. Está empezando a hacer frío...
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A las doce del día siguiente salieron del castillo bajo un débil sol plateado que brillaba sobre los campos. El tiempo era más suave de lo que había sido en lo que llevaban de año, y cuando llegaron a Hogsmeade los tres se habían quitado la capa y se la habían echado al hombro. En la mochila de Beatrice llevaban la comida que Sirius les había pedido: una docena de muslos de pollo, una barra de pan y un frasco de zumo de calabaza que les habían servido en la comida.
Fueron a Tiros largos Moda a comprar un regalo para Dobby, y se divirtieron eligiendo los calcetines más estrambóticos que vieron, incluido un par con un dibujo de refulgentes estrellas doradas y plateadas y otro que chillaba mucho cuando empezaba a oler demasiado.
A la una y media subieron por la calle principal, pasaron Dervish y Banges y salieron hacia las afueras del pueblo. Harry nunca había ido por allí. El ventoso callejón salía del pueblo hacia el campo sin cultivar que rodeaba Hogsmeade. Las casas estaban por allí más espaciadas y tenían jardines más grandes. Caminaron hacia el pie de la montaña que dominaba Hogsmeade, doblaron una curva y vieron al final del camino unas tablas puestas para ayudar a pasar una cerca.
Con las patas delanteras apoyadas en la tabla más alta y unos periódicos en la boca, un perro negro, muy grande y lanudo, parecía aguardarlos. Lo reconocieron enseguida. —Hola, Sirius —saludó Beatrice, cuando llegaron hasta él. El perro olió con avidez la mochila de Beatrice, luego la olió a ella y meneó la cola, luego se volvió y comenzó a trotar por el campo cubierto de maleza que subía hacia el rocoso pie de la montaña. Beatrice y Hermione le siguieron. Pronto, la pareja se encontró subiendo tras Sirius durante casi media hora por el mismo camino pedregoso, empinado y serpenteante. El perro movía la cola mientras ellos sudaban bajo el sol. A Beatrice le dolían los hombros por las correas de la mochila. Al final Sirius se perdió de vista, y, cuando llegaron al lugar en que había desaparecido, vieron una estrecha abertura en la piedra. Se metieron por ella con dificultad y se encontraron en una cueva fresca y oscura. Al fondo, atado a una roca, se hallaba el hipogrifo Buckbeak, hasta una cueva.
Sirius llevaba puesta una túnica azul muy diferente, mejor que aquella que le tocó llevar al dejar Azkaban, y estaba muy delgado. Tenía el pelo más largo que cuando se había aparecido en la chimenea, y sucio y enmarañado como el curso anterior. — ¡Pollo! —exclamó con voz ronca, después de haberse quitado de la boca los números atrasados de El Profeta y haberlos echado al suelo de la cueva. Beatrice sacó de la mochila el pan y el paquete de muslos de pollo y se lo entregó. — Gracias. —dijo Sirius, que lo abrió de inmediato, cogió un muslo y se puso a devorarlo sentado en el suelo de la cueva —Me alimento sobre todo de ratas. —y miró fijamente a la chica delante suya, mientras le sonreía con cariño — ¿Como lograste recuperar tu genero? Todos… era casi como si el planeta entero, estuviera bajo un…
—Dumbledore convenció a todos de alguna manera, de que Harry James Potter existía desde siempre. —le interrumpió ella —Mamá… ella apareció al tiempo, que el Cáliz de Fuego me devolvió mi yo biológico: Mamá colocó algún tipo de sello rúnico en mi cuerpo y me habló que ella fue una poderosísima bruja de fuego. —e hizo brotar las llamas violetas y doradas en su mano.
—Me alimento sobre todo de ratas. No quiero robar demasiada comida en Hogsmeade, porque llamaría la atención. —sonrió a Beatrice, a ella no le costó esfuerzo alguno, devolverle la sonrisa. —Estoy aquí, para cumplir con mi deber de padrino. —respondió Sirius, royendo el hueso de pollo de forma muy parecida a como lo habría hecho un perro —No te preocupes por mí: me hago pasar por un perro vagabundo de muy buenos modales. Quiero estar cerca. Tu última carta... Bueno, digamos simplemente que cada vez me huele todo más a chamusquina. Voy recogiendo los periódicos que la gente tira, y, a juzgar por las apariencias, no soy el único que empieza a preocuparse. —señaló con la cabeza los amarillentos números de El Profeta que estaban en el suelo.
Beatrice los cogió y los desplegó, sin embargo, siguió mirando a Sirius. Recordaba más o menos, sus palabras la última vez. — ¿Y si te atrapan? ¿Qué pasará si te descubren?
—Ustedes dos, Ron y Dumbledore son los únicos por aquí que saben que soy un animago —dijo Sirius, encogiéndose de hombros y siguiendo con el pollo.
Los ejemplares de El Profeta. Eran dos: el primero llevaba el titular «La misteriosa enfermedad de Bartemius Crouch»; el segundo, «La bruja del Ministerio sigue desaparecida. El ministro de Magia se ocupa ahora personalmente del caso».
—Crouch despidió a su elfina doméstica, en los Mundiales de Quidditch —explicó Beatrice, y se puso a contar la historia de la aparición de la Marca Tenebrosa, junto a Hermione, quien lo tenía todo muchísimo más fresco y que habían encontrado a Winky con la varita de él en la mano, y del enojo del señor Crouch. Cuando la pareja terminó de contar, Sirius se puso de nuevo en pie y comenzó a pasear de un lado a otro de la cueva.
—A ver si lo he entendido todo bien. —dijo después de un rato, blandiendo un nuevo muslo de pollo —Primero vieron en la tribuna principal a la elfina, que le estaba guardando un sitio a Crouch, ¿no es así?
—Sí —respondieron las dos al mismo tiempo.
—Pero Crouch no apareció en todo el partido.
—No. —confirmó Beatrice —Me parece que dijo que había estado muy ocupado.
Sirius paseó en silencio por la cueva. Luego preguntó: — ¿Miraste en los bolsillos si estaba la varita después de dejar la tribuna principal, Beatrice?
—Lo he olvidado. —confesó la pelinegra, sonrojándose —No volví en el tiempo, desde el 98 hasta el inicio del 94; sino que volví al mismo día en el cual salió el nombre en el Cáliz.
Hermione habló en el nombre de su amada. —Los Weasley, nosotros, los Malfoy, la elfina…
La cabeza le dio vueltas a Beatrice, mientras que un torrente de recuerdos del futuro, llegaban a ella y se llevaba las manos a la cabeza. — ¡FUE EL HIJO DE CROUCH! Está vivo. Estuvo bajo Imperius por años, en su casa. Su padre lo sacó de Azkaban, su madre le pidió a su padre liberarlo y la elfina le pidió a su padre llevarlo al Mundial de Quidditch y después de eso, alguien lo liberó… Colagusano atacó a Crouch Sr. y liberaron a Junior, quien se ha infiltrado... —palideció aún más —Es Moody.
—Eso último, ya me lo habías contado.
—Lo sé, pero solo hasta ahora, lo he podido recordar. Estoy tan metida en el Torneo, nena —gruñó la pelinegra de ojos verdes, cayendo al lado de su novia y apoyando la cabeza, en el hombro de la castaña.
— ¿Qué hizo? —Preguntaron su novia y su padrino.
—Transformó el Cáliz en un Traslador, en la noche de la Tercera Prueba: el 24 de junio de 1995, él se aseguró de que yo llegara. Atacó a Fleur y luego puso bajo Imperius a Víctor, para que atacara a Cedric y yo llegara a la Copa, que me llevó al Cementerio de Little Hangleton. —explicó ella. Beatrice miró con decisión a Sirius —Tenemos que alertar a los Aurores de que algo pasará en la noche de la prueba, en ese cementerio, para que den con Colagusano y eviten la resurrección de Voldemort.
Sirius palideció y tomó aire — ¿Has dicho resurrección? ¿Cómo?
—Hueso de Tom Ryddle Sr. y…
— ¿Sangre del enemigo, tomada por la fuerza y luego carne del vasallo otorgada voluntariamente? —Preguntó Sirius con una expresión sombría, asustando a Beatrice y Hermione; la pelinegra de ojos verdes asintió.
—Podemos capturar a Peter, en ese momento. —dijo Beatrice y Sirius asintió —Usa la Capa, salva a Crouch Sr. que le cuente todo a Dumbledore y luego, vayamos por Ryddle al cementerio.
Pettigrew fracasaría, Voldemort no se levantaría una vez más y su ahijada estaba a salvo… o él dejaba de llamarse Sirius Orión III Black.
