Avisos: alternative universe, Marine!Nami, idiotas siendo idiotas, escena +18


Una lluviosa tarde de otoño en aquella pequeña ciudad...

Sabía que no había sido una buena idea parar en mitad del camino en una isla donde había tantos marines, pero al tener las reservas tan al mínimo, era preferible correr ese riesgo. Si bien creía que con la lluvia tendría una gran facilidad para robar a aquellos boinas blancas, con lo que no contaba era que se dieran cuenta de su infiltración tan rápido y hubieran tomado tantas medidas. Regresar al Polar Tang se había vuelto tarea imposible a pesar de haberse cerciorado de que su tripulación ya se había abastecido gracias a sus intervenciones, pero estaba quedándose atrapado.

Ella debía estar detrás de todo eso. Estaba seguro de ello

Maldijo entre dientes si era la situación. Porque entonces, ella habría activado esa lluvia para detectarlo y, otra vez estaría jugando en una de sus malditas nubes. A pesar de su clara ventaja por su akuma no mi, al estar en algo de ella sabía que lo iba a interrumpir con uno de sus rayos y aun se estaba recuperando del último con el que le dejó inconsciente por tres días. Respiró hondo, pensando en todas sus opciones; estaba más cerca de la base naval que del submarino y pareciera que a cada esquina se encontraba con un marine.

La maldita sabía muy bien que hacer contra él.

No entendía bien aquellas casualidades, siempre estaban luchando y, simplemente se había agotado, teniendo que huir para no tener que caer ante sus pies como los tantos que le habían precedido. No tenía habilidades especiales, ni siquiera dominaba ningún tipo de haki, solo un palo con el que mover el clima, como si fuera algo interesante. En más de una vez, cuando lo tenía contra las cuerdas, siempre le bromeaba con lo inútil que la veía tirando rayos como un enchufe roto y tiraba de sus nervios llamando a su preciado batón simple palo para poder desconcentrarla y poder huir.

No, Trafalgar Law no huía, tenía retiradas estratégicas.

Necesitaba cambiar de enfoque. Por una de las ventanas abiertas, se coló en la habitación y decidió atravesarlo. Si cruzaba todo el cuartel, desde la otra punta podía llamar con su den den personal y crear una distracción para poder regresar con su preciada tripulación.

"¿Qué diría Papa-Rosi de verte atrapado como un ratón, Traffy?"

Aquella burlesca pregunta iba de la mano la mujer con la que precisamente menos necesitaba encontrarse. Solo ahí se dio cuenta de que había entrado en su despacho. Ella estaba sola, sentada detrás del escritorio, con su batón promoviendo el mal clima que lo tenía atrapado, con una divertida sonrisa. A su lado, la peor nube de todas, Zeus, se burlaba de él y como, nuevamente, estaban frente a frente y él en clara desventaja.

"Era Corazón, Capitana Nami" respondió serio, al no tolerar que se siguiera refiriendo a Corazón como Rosinante y, mucho menos que ella se riera de él. "Más bien Belle-Mama estaría decepcionada de verte en esa posición" decidió atacar el punto más débil de la marine

Su rostro cambió a uno de ira. Los golpes no tardaron en empezar. Sabía que, si mencionaba a Belle Mere, cualquier pensamiento racional de la peli naranja se iba al traste. Si bien su batón no era un arma ofensiva útil, la forma en la que lo rodeaba con un halo de electricidad hacía que si adquiriera ese peligro que tan poco le gustaba. Sin desenvainar su nodachi, se protegió de sus ataques, en un divertido baile.

"Aun no sabes pelear, Nami-ya" se burló él mientras se deshacía sus ataques con insultante sencillez.

"Para ganarte no necesito comer una fruta, Traffy" escupió ella.

Aquella afirmación vino con un inesperado puñetazo que lo dejó confuso. Ella tomó la ventaja, con varios puñetazos más contra su nariz, rompiéndolo. Aprovechó su estado confuso para hacerlo tropezar y tirarlo al suelo con una pequeña zancadilla.

Delante de él, ella sonreía victoriosa. Su mano tocó la zona adolorida, notando la sangre empezar a fluir. Se quiso levantar, pero ella ya lo tenía entre el suelo y su electrificada arma. En esos momentos, notó que su odio hacía ella se multiplicaba. Siempre creyéndose superior a él, con aquella estúpida sonrisa, cuando lo único que llegaba a ser era una maldita gata para el gobierno mundial.

Sus labios iban a pronunciar sus palabras más odiadas, quedaba arrestado, pero no dejó que las verbalizara. Aun tenía libres sus manos, a lo que uso las habilidades de su fruta para desplazarse detrás de ella. Burlón, con un simple empujón, la tiró al suelo. Impresionada, quiso agarrarlo para caer juntos, pero no lo alcanzó.

Nami se quedó en el suelo, expuesta, con su envainada espada contra su pecho. Sabía que era un buen momento para escapar, pero se quiso divertir un poco más a su costa. La peli naranja estaba queriendo levantarse, pero todo el rato se encontraba con la molesta arma de Law presionado contra su firme pecho.

Le encantaba ver al enemigo a sus pies, más a ella. Tenía sus sueltos cabellos sobre el piso, desparramados en un océano naranja que contrastaba con el blanco mármol. Su largo abrigo estaba perdido y, ella, con aquel traje rojo, se veía como una de esas chicas que no le importaría compartir una noche; con la falda algo subida, casi mostrando más de lo que debía, su escote aun más abierto, revelando parte del sostén blanco que estaba usando y su rostro de ira al verse inferior ante él…

Como la odiaba, siempre queriendo ser superior a él, incluso cuando estaba prácticamente derrotada, se veía mucho mejor que él.

"Cora-san era mejor padre que Belle-Mama" le afirmó con cierta socarrona sonrisa a modo de burla

No se esperó que sus manos alcanzaran su olvidado batón y le diera un golpe en las costillas. Ya no tenía ese halo eléctrico, pero igualmente el impacto de aquel arma era molesto. Ella intentó abalanzarse sobre él con aquella agilidad de gata escurridiza que tenía, pero se apartó y decidió dejar el juego para terminar de huir.

"Hasta la próxima, gatita" se despidió de ella antes de salir por la ventana.

Sin miedo a usar su Room, sabiendo que ella ya no podría alcanzarlo de alguna manera, terminó por llegar a su navío y dar las ordenes de huida. Su tripulación ya estaba preparada y, con la inmersión, terminaron de perder a los barcos enemigos.

Una vez más, había escapado de un arresto de la capitana Nami.

Se encerró en su camarote, no sin antes dejar bien claro que no podían molestarlo.

Necesitaba un momento solo.

Aun estaba alterado del encuentro con la capitana, heroina y marine Nami, en como se había referido a Cora-san y en que se había convertido la que hoy consideraba una de sus peores enemigas. Su nariz era prueba de ello. Se la trató él mismo, al no querer reconocer que ella se lo había roto con unos simples pero muy efectivos puñetazos.

Se sentía humillado, si ella seguía así con su entrenamiento, alguno de sus encierros sería el definitivo. Estaba seguro de ello.

Solo entonces agarró su cartera y sacó una vieja foto. Los bordes estaban dañados y la foto amarillenta, pero era la más importante de su vida. Aquella foto era un secreto muy preciado y sabía que llevarlo al campo de batalla con él era un gran error, pero lo necesitaba a su lado. Era lo único que le recordaba que la felicidad era real y que, si cumplía su propósito, volvería a serlo.

Desde la izquierda, estaba Corazón, sonriendo de oreja a oreja, con aquella señal de victoria con los dedos y ese mal pintalabios llegando hasta sus orejas. A sus pies, había una pequeña peli naranja imitándolo con esa misma sonrisa boba, pero de pies puntillas para poder alcanzar a salir en la foto y con los ojos cerrados del esfuerzo. A la derecha de la foto, estaba Belle-Mere con una sonrisa tosca por el cigarrillo en la boca, con sus manos sobre una pequeña peli azul quien hacía un corazón con sus dos manos. En mitad de ellos, un joven Law salía con una tímida sonrisa, sonrojado, con una rana boca abajo en sus manos.

La guardó nuevamente antes de que su intrusivo pensamiento de romperlo se hiciera realidad. Muchas veces intentó ver si podía quedarse solo con la parte de Corazón y él, pero la peli naranja siempre estaba en medio. También pensó en tirarla, pero sabía que con ello también desechaba el único bello recuerdo que le quedaban de Belle Mere y Nojiko.

Daba igual donde estaba, que la peli naranja siempre estaba interrumpiendo su paz.

La odiaba. No podía más con su presencia. Sus intentos de encarcelarlo lo cansaban y, pensar que compartió con ella una de las etapas más importantes de su vida solo lo enfurecía. Parecía que siempre estaban condenados a encontrarse y hacerse daño, a pesar de que, por el recuerdo de aquellos dos idiotas a los que llamaban padres, no terminaban por acabar con la vida del contrario.

A veces lo soñaba.

Por fin llegaba a capturar a la peli naranja y la hacía sufrir. Dejaba que sus pensamientos más oscuros lo guiaran a cortarla, hacerla sangrar, escucharla y verla llorar desesperanzada, suplicante sobre su camilla completamente desnuda y vulnerable a todo lo que Law podía hacerle. Tendría de frente su esbelta figura, atada con las peores y más oxidadas cadenas que tendría. Podría tocar cuanto quisiera aquellos grandes senos y ella solo podría quejarse y gemir. De la misma forma, podría quedarse con su cabeza separada del cuerpo y usar aquella pequeña boca para todo aquello que quisiera, desde estuche para sus plumas hasta…

Borró aquellas ideas de su cabeza y se tumbó sobre su cama. No entendía que era lo que le pasaba cada vez que tenía a esa maldita marine en frente suyo. Era un odio irracional, visceral, pero lo sentía también con otros almirantes y payasos de la marina. Solo ella le hacía imaginar perversiones de libros de terror que no podía pronunciar en voz alta.

Sería por esa historia secreta que tendrían los dos a la espalda y que nadie más sabía. Finalmente, estaba enfrentándose a la que debía llamar "hermanastra".

Él nunca se animó a contarlo, pues solo recordarlo movía ciertas emociones que detestaba. Como de pequeño, con aquella maldita enfermedad y con su querida familia muerta, había acabado dentro de los piratas Donquixote y finalmente con Corazón buscando una cura. Insistió en ir al océano más débil, al lado de una amiga desertora que podría ayudarlos de una forma más rápida. Al principio no confiaba, más viendo como la amiga en cuestión era un interés romántico nunca declarado, con una apariencia a delincuente muy llamativo.

Pero Belle Mere se hizo querer con una sonrisa y su extraño olor de tabaco y mandarinas. Belle-Mama. Lo quiso desde el primer momento que cruzó la puerta, como lo ayudó con sus muy escasos recursos, con una actitud que hacía temblar a los propios doctores… Era un modelo a seguir. Además, sus hijas, a pesar de ser adoptivas, habían heredado ese mismo carácter. Nunca había visto unas niñas dar tal paliza a unos niños mayores, casi como si hubieran comido una fruta de fuerza bruta. Se habían vuelto sus hermanas, pero se negaba a admitirlo en voz alta.

Hasta que siempre ocurría con las cosas que quería; se debía marchar por la aparición de piratas y marina. Se enteraría por cartas que Belle Meré moriría defendiendo a las pequeñas y él tendría que avisar de como mataron a Corazón, sin él poder hacer nada. Ya no podía nadar, estaba solo en una isla desconocida y, para su rabia, con ganas de ver arder el mundo.

"No es Corazón… es Rosinante" llegó a leer en respuesta de Nami en la última carta que ella enviaría "él quería que vivieras y conocieras el mundo, no empezar una tripulación de sucios piratas para destruirlo"

Él esperaba un poco de apoyo de sus hermanas. Nojiko si se intentó mostrar como tal, pero la peli naranja cambió por completo su actitud. En vez de eso, se enteró con esa misma carta (que quemó nada más terminar de leerla) que ella se alistaría en la marina para combatir a Arlong de la forma más honesta, siguiendo una voluntad que Belle Mere nunca le animó a tener, mientras que Nojiko se quedaría al mando de los huertos y cuidando sus heridas por irresponsable. Aquello solo lo enfurecía, pues ambos padres les pidieron que vivieran sus sueños y ella solo se dedicó a ser la marine perfecta, a las órdenes del gobierno como una sucia gata y olvidando lo que más amaba en el mundo: su libertad.

Ella era la hija perfecta, quien había progresado con los mejores valores de una gran marine. Él solo un sucio pirata.

Le repugnaba todo aquello.

Después de semanas de tranquila navegación submarina, en la que se pudo relajar sin pensar en su némesis, por fin salieron a flote. Si no tenía mal calculada la distancia, en unas pocas horas llegarían a otro puerto. Sería recabar un poco de información, ponerse al día y algunos tragos en un bar de mala muerte. Con suerte, quizás esa noche encontraba alguna chica de puerto.

Escondieron el Polar Tang y, de forma tranquila, exploraron el puerto. Era un lugar tranquilo, con muy poca seguridad… Law suspiró, no podría sacarle tanta información como quisiera. Dejó que su tripulación hiciera lo que le daba la gana en lo que terminaba de explorar los alrededores. Si bien la librería y la biblioteca eran grandes, no tenían volúmenes de gran interés. Solo le quedaba colarse en la alcaldía.

No necesitó de las habilidades de su fruta para entrar, el lugar estaba algo abandonado y los archivos siquiera tenían alguna medida de seguridad. Le parecía demasiada casualidad. Desconfiado, avanzó con cautela hasta toparse con los marines. Si bien los derrotó en un suspiro y los escondió en el armario de limpieza, aquello hizo saltar las alarmas del capitán de los Heart.

¿De verdad aquello era otra maldita trampa?

La repentina lluvia le confirmo sus sospechas. Nami estaba demasiado cerca. Su tripulación corría peligro y él estaba encerrado en un lugar en el que no debía estar, además, no se había llevado su arma por pura confianza, por lo que estaba en serios problemas una vez más.

Enfadado consigo mismo por no darse cuenta de que las casualidades no eran reales, agarró su pequeño den y aviso en clave para que se prepararán para una buena huida. Si bien Law no quería marcharse con las manos vacías, tampoco tenía la paciencia de enfrentarse a ella una vez más.

Con el máximo sigilo con el que podía caminar en aquel lugar infestado de ratas blancas, llegó a la sala de archivos. A primera vista parecían datos que si le podían ser útiles , a lo que decidió esconderlos en su chaqueta.

"¿Ahora también eres ladrón?"

Aquella pregunta en mal tono era Nami detrás de él. Vio que su batón estaba activo, brillante dispuesto a atacarlo sin importar los daños colaterales.

"Empiezo a pensar que tienes un crush conmigo, Nami ya" se burló él intentando despistarla para poder huir una vez más. "¿Tanta molestia para verme?"

"No te creas tanto, Traffy… más bien no dejas tú de aparecer en mi vida y es molesto. ¿No soportas que tu hermanita haga su vida?"

"No eres mi hermana" gritó molesto "y nunca fuiste nada"

Él solo tuvo una hermana y, como mucho, toleraba a Nojiko como tal. Pero ella no era más que su horrible enemiga.

Sin previo aviso, la peli naranja atacó, pero pudo evitarlo a duras penas. Sin esperar a que ella quisiera recargar contra él, tiro aquel batón bien lejos de ella de una patada. Ella se defendió y pudo ponerse de tu a tu en una pelea cuerpo a cuerpo. Sus patadas eran ágiles a pesar de sus tacones rojos y aquellos puños le hacían mucho más daño del que quería admitir. Trafalgar no quería ser menos, llegando a alcanzarla en más de una ocasión. Él no era de ese tipo de combates, prefería usar la cabeza, pero con Nami, siempre todo era diferente.

Odiaba como siempre aquella chica podía hacerle cambiar de planes.

Law sabía que podían estar así por un largo tiempo, hasta que llegaran los refuerzos de cualquiera de ambos. Solo por ello, decidió usar las habilidades de su fruta y hacerla rendir contra del escritorio. Pareció percatarse de su intento de huida, por lo que en se instante en que intentaba atraparla, ella agarró su camisa y tiró de él, quedando frente a frente.

Se escuchó un gran golpe contra la madera.

Nami se veía sonrojada debajo de él. En aquel forcejeo su gorro de marine había vuelto a volar y su coleta se había despeinado por completo, contrastando por completo con el barniz. Su capa se veía como una manta, debajo de ella y, aquel traje rojo, se volvía a abrir, mostrando como su ropa interior era de un llamativo rojo que se mimetizaba con la otra prenda, aunque podía notar algunas transparencias. Y sus piernas estaban sin medias. Notaban sus suaves y largas piernas rozarse contra su pantalón de mezclilla.

Law trago duro ante tal divina visión. Ella se veía sonrojada, luchando por deshacerse de su contacto sin prestar atención a como había abierto su camisa, haciendo saltar todos los botones y mostrando sus firmes abdominales. Era la primera vez que la capitana vería sus tatuajes tan de cerca. Además, tenía los jeans algo bajos, por lo que llegaría a ver no solo la goma de sus bóxer, también parte del bello y esa maldita línea V…

Ambas miradas chocaron. Fue un solo segundo. Una centésima de ese segundo.

Sus labios se sellaron en un fuerte choque. Poco a poco se fue subiendo la intensidad, entreabriéndose para dar pie a una batalla de lenguas tan encarnizada como las peleas que tenían. La saliva se notaba en las comisuras, pero daba igual. Todo en ese momento daba igual. Las manos de Nami subieron delineando sus tatuajes hasta enlazarse en su cuello, mientras que Law simplemente agarró su bello rostro. El sabor cítrico de las mandarinas contrastaba con el fuerte café sin azúcar de Law.

Su mente se desconectó por completo.

Eran movimientos instintivos, casi de un animal hambriento. ¿La ropa estorbaba? La quitaban de en medio, sin importar que se rompiera en el proceso. ¿quería profundizar el contacto hasta hacerse con el aliento de ella? Simplemente lo haría. No había pensamiento racional, solo acción. Borro toda delgada línea o prenda que le estorbara del cálido contacto de la piel de Nami. Buscó con cierta fiereza ese suave tacto, tirando incluso su propia ropa al suelo. Sus dedos tocaron su excitación y jugaron en su interior, buscando la aprobación de Nami. Ella abrió sus piernas, suplicando de forma silenciosa que entrara de una vez, mientras sus manos jugaban con la dolorosa excitación del cirujano de la muerte.

Sin previo aviso, sacó sus dedos y apartó la mano de ella de su miembro, para entrar de golpe. Nami no reprimió un sonoro gemido, extasiada. Vio cómo, debajo de ella se revolvía de la sorpresiva intromisión y sus ojos se quedaban en blanco. Su quebrada voz seguía retumbando en sus oídos, complaciéndolo. Quiso esperar por un momento, pero ella inicio, de una forma un poco torpe a moverse. Sin el ánimo de quedarse atrás, apretó fuerte sus tiernos muslos y, con la ansiedad a flor de piel, lidero una bruta penetrada con la que el escritorio, cuyas patas se zarandeaban al son de su compás con un ruido molesto.

Todo se hizo un ardiente caos.

Las patas del escritorio amenazaban con romperse de la fogosa batalla que aquellos enemigos estaban librando sobre él. Las esbeltas piernas de Nami se enredaban sobre la cintura de Law, sus grandes y callosas manos fueron subiendo hasta cerrarse sobre sus senos, torturando sin cuartel los erectos pezones. La espalda de ella se curvaba de una forma perfecta, en lo que su cabeza se inclinaba hacia atrás, con la boca abierta salivando sin poder pronunciar más que sonoros gemidos y vocales perdidas. Sus ojos estaban perdidos y alguna lagrimilla se escapaba.

La habitación se llenó de aquellos lascivos sonidos en los que ambos se habían perdido.

Nami gritó de placer al llegar a su orgasmo, apretando con fuerza sus dedos y cayendo derrotada sobre aquel desordenado escritorio y capa, en lo que Law notaba como sus paredes se estrechaban sobre él y se corría sobre su erección, quien luchaba por terminar de una vez llenarla de su semilla. Al correrse dentro de ella, no reprimió su voz, comprendiendo que había llegado a la cúspide del encuentro. Una oleada indescriptible de placer lo nubló por un breve instante y se fijó en como la vicealmirante, debajo de él, intentaba recuperar el aliento, con mucha dificultad.

Podía decir que por fin había ganado.

Había derrotado a Nami

Pero… ¿qué había ganado realmente, si también había gozado por ese extraño instante?

Salió de su interior y se quedó mirando como, de a poco, su semen iba saliendo de su interior. Con el ambiente enfriándose por segundo, su parte más racional regresó a él a medida que iba recuperando el aliento. Estaba en la alcaldía de una remota isla, en territorio enemigo, prácticamente desnudo y había follado a su peor enemiga sobre un escritorio. Peor, se había corrido dentro de ella.

Para dibujar un peor panorama, le había encantado y quería repetir. Hacia tiempo que no tenía sexo de esa forma y nadie le había hecho perder la razón en una fracción de segundo. Sabía que estaba mal, pero había tantas formas de subyugar a la capitana rival, que las quería practicas de inmediato.

No.

Se vistió y salió corriendo, consciente del mayor error de su vida.