Se encontraba sentado en un tronco, observando y oscilando suavemente sus pies. No tenía mucho qué hacer, no estaba en batalla y hacía tiempo que había terminado sus deberes en el campamento. El resto de sus compañeros estaban charlando entre ellos.

Todos parecieron tener a alguien con quien hacerlo, él mismo podría haberse unido a la conversación de alguno de ellos, no obstante, ese día, se sentía imposible. Como si cada par estuvieran en mundos para solo dos personas, sin espacio para más. No le molestaba, en realidad, ocasionalmente disfrutaba atestiguar las interacciones de sus compañeros, lucían románticas o familiares.

Por supuesto, no era su caso. Para él era algo que probablemente no podría experimentar de la misma forma que observaba que sus compañeros hacían. Él tenía su propia manera de interactuar con el mundo que le rodeaba. Y estaba consciente que distaba mucho de procurar el bienestar de alguien como sucedía con ellos.

No.2 y No.9 charlaban felizmente, aunque también podía detectar un ápice de incomodidad en No.2 como si quisiera evitar sentirse tan apegado con No.9 y le fuera una tarea imposible. Definitivamente tendría que vigilarlo más. Su llegada de por sí había sido muy extraña. No estaba aun seguro de cómo relacionarse con él, ya que evidentemente No.2 también lo analizaba, pero le era más fácil ver a través de él mientras interactuaba con No.9. Su sanador tenía una personalidad lo suficientemente encantadora como para siempre ser procurado por todos y su habilidad como sanador generaba que los que estaban a su alrededor bajaran la guardia.

No.21 y No.22 eran modelos muy curiosos. Frente a los demás eran de una cierta manera, pero cuando estaban a solas parecía que intercambiaban personalidad. No.21 en apariencia era mentalmente más fuerte, pero si observaba más, como ahora, notaba que en realidad No.22 era mentalmente más fuerte que No.21. Se atrevería a decir que el escáner era incluso más dependiente que del artillero, que su gemelo de él. Por supuesto, encontraba a ambos encantadores en su propia manera.

Del otro lado, un milagro, No.3 parecía hablar más bajo de lo normal, probablemente estaba teniendo otra de esas charlas privadas que a veces tenía con No.4. La tensión entre ambos siempre estaba presente, como si anhelaran conectarse, pero simplemente no encontraban cómo. Observándolos desde afuera, no era difícil darse cuenta de que había algo mutuo ahí, pero definitivamente hablaban idiomas tan diferentes que probablemente no se entenderían por el resto de sus días. Aunque también había momentos como ese en el que hablaban en voz baja y muy cerca, como si ellos mismos no notaran la casi inexistente distancia entre los dos.

Suspiró.

Ya se había cansado de observar los mundos de sus compañeros. Era fastidioso cuando no tenía qué combatir, pues no tenía nada qué hacer. Los combates eran algo que disfrutaba, pero también eran un placer que iba consumiéndolo poco a poco. Como una droga que iba llevándose partes de sí mismo con cada dosis.

Una adicción.

— ¿Te sientes solo, No.6?

De la nada, la voz de Black había irrumpido abruptamente sus pensamientos con una pregunta.

¿Él? ¿Sentirse solo? Hasta la pregunta le supo extraña.

— ¿Señor? — pidió una explicación sin realmente pedirla.

Pronto vio a Black sentarse a su lado. Por lo general Black siempre iba con esa pinta de ser estricto e inalcanzable, algo que era parte de su encanto, pero también siempre parecía no poder ocultar por completo su afecto por los miembros del equipo.

Por ejemplo, era evidente que tenía una cierta debilidad por No.9, quien al ser un modelo no combatiente pasaba mucho tiempo con él. Lo cual lo llevaba a medio entender por qué había una hostilidad sutil entre el instructor y No.2. Black parecía siempre querer buscar pequeños momentos como esos para intimar con cada miembro del equipo, pero no por ello parecía que bajara la guardia con No.2. Al parecer, en esta ocasión, era su turno para pasar tiempo de calidad con el instructor.

— Podrías acercarte a hablar con ellos ¿por qué no lo haces? — señaló Black.

— Me parecería inapropiado — comentó jugueteando con su gargantilla.

Si bien, su respuesta no era del todo mentira, tampoco era totalmente una verdad. A él le gustaba ser inapropiado, pero también le gustaba observar las reacciones de los demás.

— Sí, entiendo a lo que te refieres — admitió— Hay cosas que a veces son solo para dos personas.

— Entonces… ¿es usted quien se siente solo? ¿vino buscando emular algo como lo de ellos, señor? Porque de ser así, pienso que estaríamos más cómodos si fuera en privado — le regaló una sonrisa retorcida.

— Denegado — dijo dándole un pequeño golpecito en la frente

No.6 se encogió de hombros brevemente y giró su cuerpo un poco, medio dándole la espalda, después terminó por recostarse en el tronco y recargar su cabeza en el regazo del instructor. Inicialmente, Black pensó que se había molestado, aunque no le importó mucho mientras no interfiriera con la misión, pero no podría negar que lo había tomado por sorpresa sentir el peso de la cabeza del atacante en su pierna.

— Estoy cansado — se permitió admitir.

— Sí.

No hubo más intercambio de palabras entre ellos. Permanecieron por varios minutos en un silencio cómodo, los suficientes para transformarse en una hora. El tiempo se había extendido porque, al igual que les había pasado a ellos, el resto del equipo sintió que no debían irrumpir en ese mundo para dos.

Era inusual ver a No.6 tranquilo y callado, así como era inusual que Black tuviera una expresión suave. Por lo general, el atacante tenía un sonrisa constante y parlanchina, acompañada de un aura feral, mientras que Black parecía un muro impenetrable. Sin duda, era una vista que no se repetiría.