・ Notes ・
Los eventos de este capítulo ocurren durante y después de lo que pasó en iCook (A cocinar en español latino). No es necesario ver el capítulo para leer esto, pero quería mencionarlo por si acaso.
Canciones que escuché mientras escribía el capítulo: Better, So close (Jennette McCurdy), I got you (Twice), You're the one that I want (John Travolta & Olivia), Don't go breaking my heart (Elton John), I'm yours (Jason Mraz), Can't help falling in love with you (Elvis Presley), Inséparables (Zaz, Pablo Alborán). Pueden escucharlas en el orden que deseen :)
Otra opción es esta música instrumental que escucho en Youtube, casi siempre cuando leo o escribo fanfics Seddie:
watch?v=HSOtku1j600&t=1222s
2 Hour Beautiful Piano Music for Studying and Sleeping 【BGM】
Canal de Youtube: The soul of Wind.
Además, les recomiendo buscar mi perfil en Wattpad, en AO3, instagram y tumblr (Nombres en mi descripción del perfil), ya que ahí pondré al final de los capítulos algunas imágenes hechas por inteligencia artificial, que me gustaron de Sam y Freddie. Y sí, son hechas por Designer de Bing porque tengo cero talento dibujando :)
Si notan algún error, déjenmelo saber en los comentarios.
¡Bendiciones y espero que disfruten su lectura! ૮₍ᵔ ᵕ ᵔ ₎ა
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[ - iCook -]
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Sam y Freddie habían acordado reunirse al menos tres veces por semana para evitar levantar sospechas. Sam solía justificar su ausencia con pretextos como que su madre la necesitaba, que tenía que ir de compras de jamón, o simplemente se marchaba sin dar explicaciones. Por su parte, Freddie se justificaba mencionando tareas escolares, la edición para iCarly o la asistencia a la reunión de algún club al que pertenecía. A pesar de sentirse incómodos por mentirle a su amiga, ya habían tomado una decisión y solo les quedaba seguir adelante hasta que terminara el mes. Sin embargo, se esforzaban por pasar el mayor tiempo posible con ella.
A pesar de sus esfuerzos, Carly notó la ausencia de sus amigos. Era inevitable darse cuenta, ya que solían pasar mucho tiempo en su casa. Algo que no le molestaba en absoluto, porque disfrutaba de su compañía. Intentó no desanimarse demasiado, sabiendo que tanto Sam como Freddie tenían sus propias vidas y responsabilidades que atender (al menos Freddie las tenía). Así que simplemente aprovechaba al máximo el tiempo que pasaban juntos cuando planeaban el próximo iCarly o compartían momentos en la sala.
En uno de esos días, Carly, Sam y Freddie fueron invitados a participar en un programa de cocina para competir con un famoso chef de Seattle llamado Ricky Flame. Aunque al principio los tres estaban emocionados de participar, esa emoción se desvaneció después de haberle ganado al chef, quien comenzó a hacer berrinches como un niño pequeño solo por perder. A pesar de ello, los tres continuaron con sus vidas como de costumbre.
En la escuela, Freddie se acercó a Sam para saludarla. Dado que había mucha gente alrededor, no pudo abrazarla ni darle un beso rápido como deseaba, así que se conformó con saludarla. O eso habría hecho si no hubiera visto que el casillero de Sam estaba soltando mucho humo y ella estaba demasiado cerca de él.
—Creo que tu sistema de alarmas se está quemando—advirtió Freddie a Sam mientras la tomaba del brazo para apartarla de la superficie caliente.
—Nah, no es eso. Franklin me hizo deshacerme de él porque quemaba muchos fusibles y hacía cortocircuitos.
—¿Y por qué tanto humo, entonces?
—El humo viene de mi parrilla portátil—le explicó Sam. Al ver la confusión en su rostro, le sonrió y le indicó que se acercaran a su casillero. Ella abrió la puerta y encendió una luz para que Freddie viera la carne asándose dentro.
—Uno, ¿estás asando un filete en tu casillero? —preguntó incrédulo, mirando a su novia con una ceja alzada—. Y dos, ¿por qué ni siquiera estoy sorprendido?
—Uno, porque no pienso arriesgarme a comer carne cruda después de lo que pasó la última vez con esos parásitos—le explicó Sam mientras acariciaba su estómago, luego le susurró—: Y dos, porque me conoces y así te gusto.
—Uno, suena razonable. Y dos, supongo que tienes razón.
—¿Supones?
—Bien. Tienes razón—concedió Freddie, sonriendo—. Oye, se me ocurre una idea.
—No voy a compartir mi carne contigo, tienes tu propia carne en casa.
—¿Qué? No iba a pedirte carne. No estoy tan loco ni confianzudo como para llegar a eso—replicó Freddie—. Estaba pensando en que tú y yo podríamos cocinar algo juntos un día de estos. Ya sabes, como una especie de cita.
—No estoy segura. Me gusta la comida, pero eso de cocinar suena a mucho trabajo.
—Estás asando carne en tu casillero ahora mismo—le recordó, señalando la carne.
—Bueno, pero la parrilla hace todo el trabajo, no yo. Así que no cuenta.
—Como sea, lo que quiero decir es que podemos cocinar algo sencillo. Lo que tú prefieras.
—¿Lo dices en serio?
—Claro, siempre y cuando esté dentro de nuestro presupuesto, está bien.
—Mhm… ¿Y podré comer libremente? Ya sabes, sin que me mires raro.
—No es mi culpa que de repente empieces a comer como un animal.
Sam no dijo nada, solo le dirigió una mirada de advertencia, y Freddie suspiró. Bien. Esa no había sido la mejor manera de expresarse.
—Perdona, no debí decirlo así. Es solo que a veces es incómodo —dijo Freddie con voz suave, sin apartar la mirada de ella—. No te pido que cambies frente a los demás o en casa, pero ¿podrías moderarte un poco cuando estamos cara a cara? Por favor, princesa.
Sam no respondió al principio, pero luego asintió. No podía resistirse mucho si Freddie la miraba de aquella manera, y mucho menos si utilizaba aquel apodo.
—Está bien, lo intentaré, pero deberás compensar mi esfuerzo con un batido después de clases, Benson—propuso, ofreciéndole su mano, que Freddie tomó con gusto.
—Tenemos un trato, Puckett—le sonrió, respondió Freddie, estrechando su mano con firmeza y disfrutando del calor de su mano con la de ella.
Entonces, en un movimiento rápido, Sam levantó su mochila hacia su cara, y por un momento Freddie pensó que le pegaría. Sin embargo, ella acercó su rostro al suyo, confundiéndolo. ¿Acaso ella pensaba besarle en la escuela? ¿Aquí, en medio de la escuela, y con una mochila como escudo? ¿Qué pasaba con el contrato que firmaron?
—Sam, ¿qué estás..?
—Shh, no te muevas—susurró ella, y Freddie, aunque se sentía confundido, obedeció. Sam acarició su mejilla suavemente, y por un momento, él creyó que recibiría un beso. Pero en lugar de eso, sintió una sensación húmeda en su oreja y se apartó instintivamente.
—¡Sam, qué asco! ¿Por qué hiciste eso? —se quejó, limpiando su oreja contra su hombro como pudo. Realmente odiaba cuando ella hacía eso.
Sam solo se limitó a sonreír con satisfacción, disfrutando de la reacción de Freddie, como siempre lo hacía después de que una de sus travesuras salía exitosa.
—Porque es divertido ver cómo te retuerces, duh—respondió Sam con una voz juguetona, como si la respuesta fuera la cosa más obvia del mundo. Freddie la miró molesto antes de sacar una toallita húmeda de su mochila para limpiarse la oreja—. Aw, ¿estás enojado conmigo, Fredward? Venga, deja que mamá te ayude a limpiarte.
—No me toques, creo que 'mamá' ya ha hecho bastante por hoy—se quejó, sintiéndose extraño un poco raro por usar ese apodo. Se limpió la oreja, intentando ignorar la extraña sensación—. Oye, pero no vuelvas a hacerlo. Hablo en serio. ¿Tienes idea de la cantidad de microbios y bacterias que puede haber ahí?
—Con todos los baños que te da tu mami, dudo que alguna bacteria se atreva a acercarse.
Esta vez fue el turno de Freddie de mirarla en silencio. La molestia era más que evidente.
—Solo bromeaba. Cielos, ya no lo vuelvo a hacer. Al menos no tan seguido—se disculpó Sam, con un tono más suave. Luego, apagó su parrilla y sacó un tenedor y un cuchillo de su mochila. Con cuidado, cortó un pedazo de carne, lo sopló y se lo ofreció a Freddie, que la miraba aún confundido—. Toma. Te dejaré probar un pedazo de mi carne como compensación.
—No voy a comer carne asada de tu casillero. ¿Te imaginas la cantidad de gérmenes que podrían vivir ahí?
—Vamos, sólo una mordida. Te prometo que valdrá la pena—intentó convencerlo Sam, tomando su mano de nuevo—. Ven, abre la boca. Solo una mordida y listo. Después haremos cualquier cosa que quieras esta semana.
—¿Incluso si es algo de nerds?
—Incluso si es algo de nerds.
—¿Por solo una mordida?
—Freddie, dulzura, si no te lo comes en los próximos segundos lo haré yo y tendrás que…
—Está bien. Ya entendí—respondió, mordiendo un pedazo de la carne—. Oye, no está mal.
—¿Sabe increíble, verdad?
—Sí, es fantástico—admitió, terminado de comer lo que quedaba del tenedor—. ¿Me das más, por favor?
—Claro que no. Acordamos que solo sería una mordida—le recordó Sam, guardando el tenedor—. Cuando cocinemos juntos habrá para ti. Eso que ves ahí es mi almuerzo.
—¿Y no podrías compartir un poquito más conmigo, mi amor? —le rogó Freddie con un puchero.
—No. Y no pongas esa cara, te ves ridículo.
—Solo un poco más, Sammy. Por favor—insistió Freddie, tomando su mano. Tanto él como Sam habían olvidado que debían disimular. Otra vez.
—Ya te dije que no.
Ambos siguieron así durante un minuto, sin discutir en serio. No se dieron cuenta de que Carly se acercaba y les veía con extrañeza. A simple vista, parecían estar peleando, pero al mismo tiempo se veían amistosos con el otro. Además, Freddie estaba sujetando la mano de Sam mientras le decía algo. Y aunque el radar de Carly decía que algo estaba pasando, decidió ignorarlo esta vez, imaginando que Freddie le estaba pidiendo perdón o un favor a Sam. Quizás ambas cosas.
—Escuchen, llamé a la oficina de… ¿Por qué hay una parrilla en el casillero de Sam? —les preguntó Carly. Sam y Freddie se voltearon hacia ella, soltando sus manos en automático.
—Freddie quería robarse mi carne. ¿Puedes creerlo?
—¿Robarte la carne…? ¡Pero si tú me la ofreciste primero!
—Chicos—llamó su atención Carly, pero ninguno les escuchó.
—Te ofrecí una mordida para que dejaras de lloriquear como nena. No para compartir el resto contigo—argumentó Sam.
—Chicos. —Carly lo intentó de nuevo.
—No me ofreciste nada, me obligaste. Y ahora, ¿te molesta que me haya gustado?
—¡Chicos! —exclamó Carly, pellizcando a ambos en el hombro para que la escucharan—. Ya luego discutirán sobre quién le roba la carne a quién, pero escuchen esto. Llamé a la oficina de Ricky para agradecerles por los filetes y su asistente me dijo que renunció.
—¿Qué? ¿Ya no participará en la pelea de comidas? —preguntó Sam, sorprendida.
—Ya no participará en nada más en su vida y…
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntaron Sam y Freddie simultáneamente.
Carly los miró confundida por la sincronización. Freddie se giró hacia Sam y ella le dio una cachetada suave que él le devolvió. Sin pensárselo mucho, ambos voltearon a ver a Carly para continuar con el tema.
Freddie tenía que admitir que todo lo que sucedió después fue sumamente extraño. Se dirigieron a la casa de un chef famoso para darle ánimos y descubrieron que este solo quería ganar a toda costa. Lo cual no habría sido tan malo si no fuera porque intentó enfrentarse a niños en peleas, quienes obviamente no podían ganarle. Afortunadamente, ellos estuvieron allí para detenerlo, especialmente su encantadora novia, que lo derribó sin problemas. Tenía que reconocerlo, le fascinaba cuando Sam derribaba a alguien o cuando rompía récords en actividades ilegales, como abrir puertas con cualquier cosa que tuviera a mano. Ella simplemente poseía un talento innato para eso.
Solo por eso, todo ese lío había valido la pena.
—No.
—Pero...
—Dije que no, Sam.
—¿Por qué?
—Porque acordamos comprar solo lo que está en la lista por cuestiones de presupuesto.
Después de resolver el asunto con el cocinero, acordaron encontrarse otro día para ir de compras juntos y después cocinar en la casa de Freddie cuando su madre estuviera ocupada. Ambos habían elaborado una lista detallada de lo que necesitaban comprar. Sin embargo, cuando llegó el día acordado, las cosas se complicaron. Sam quería agregar más artículos a la lista, lo que retrasó a ambos. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder: Sam no quería renunciar a sus antojos, mientras que Freddie no estaba dispuesto a gastar más de lo acordado.
—¿De verdad crees que una bolsa de tocino afectaría tanto al presupuesto?
—Eso mismo dijiste de las albóndigas y las papas fritas hace dos minutos—le recordó Freddie, señalando los otros dos productos en el carrito—. Así que decide con cual de los tres te quedas, porque no podemos llevarnos todos.
—¿Vas a hacerme escoger entre mis bebés?
—Sí, y tienes un minuto para hacerlo—declaró Freddie, pasándole los productos—. Iré a buscar el jugo y luego iré a la caja a pagar el resto. ¿Trajiste el dinero que te tocaba, verdad?
—Sí, está en mi bolsillo. Dame un minuto—respondió, colocando los productos en la canasta para sacar el dinero y entregárselo a Freddie. Freddie la observó con cautela antes de tomar el dinero y examinarlo a contraluz.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy verificando si es auténtico.
—Claro que lo es, ¿por quién me tomas?
—Sam Puckett—contestó él, guardando el dinero con el resto en su billetera.
—Muy gracioso—respondió ella con falso sarcasmo, dándole un empujón en el hombro—. No puedo creer que desconfíes de mí, incluso siendo tu novia.
—Precisamente porque eres mi novia y te conozco, es por lo que desconfío de ti, pero no porque piense que vayas a engañarme, sino porque sé que a veces puedes olvidar cosas—replicó Freddie—. ¿Qué pasa si por casualidad tenías dinero falso guardado para alguna broma, como sucedió el otro día? Nunca está de más comprobarlo.
—Tu cara será lo que tendrás que verificar para ver si está bien por desconfiar de mí—respondió Sam con brusquedad.
—Eso no tiene sentido.
—Tu cara tampoco y aquí estamos.
—Nyeh.
—Nyeh.
Ambos desviaron la mirada con molestia y se ignoraron mutuamente por un momento, hasta que Freddie rompió el silencio con un suspiro cansado.
—Iré a buscar el jugo y luego iré a la caja, así que decide qué vas a llevarte.
—Está bien.
Al escuchar su respuesta, Freddie iba a decir algo más, pero se contuvo y se dirigió al otro pasillo con la canasta, dejando a Sam sola con sus pensamientos.
«Bien. Creo que estoy siendo muy egoísta», reflexionó Sam mientras devolvía los productos a su lugar. Optó por llevar las frituras para compartir con Freddie y tal vez algunos dulces para disculparse. Una vez ordenado todo, se dirigió hacia Freddie, quien observaba con desinterés unos cartones de jugo. Sam se acercó y le dijo que se había decidido por las frituras de papas. Freddie asintió y las añadió al carrito sin decir nada; parecía más pensativo que molesto.
Sam aprovechó el momento en que Freddie estaba pagando para dirigirse a otro cajero y comprar los dulces que había visto antes: dos paletas en forma de corazón con frases y dos bombones de chocolate. Una vez pagados, se reunió con Freddie, quien sostenía dos bolsas de plástico con sus compras. A pesar de que la miraba con curiosidad, no hizo ningún comentario ni preguntó nada sobre lo que había comprado. Eso incomodó un poco a Sam, ya que el silencio de Freddie podía significar muchas cosas: que estaba pensativo, decepcionado, triste o molesto con ella, o consigo mismo. A Sam le resultaba tedioso intentar adivinar su estado de ánimo en ese momento. Prefería que él le comunicara directamente sus pensamientos, incluso si podían resultar un tanto hirientes.
Al salir del establecimiento, Sam empezó a elaborar un pequeño discurso en su cabeza para disculparse. Caminando, reunió el coraje necesario y decidió romper el silencio, sin saber que Freddie estaba pensando exactamente lo mismo.
—Oye, quería decirte que... —dijeron al unísono, sorprendidos por la sincronización—. Tú primero—repitieron a la vez, sonriendo un poco—. En serio, empieza tú.
Se miraron y rieron suavemente.
—Aún no me acostumbro a todo esto de estar sincronizados—comentó Sam.
—Yo tampoco, pero no me molesta, es divertido. Es como si tuviéramos...
—¿Algo más en común?
—Exacto.
Siguieron caminando, esta vez en un silencio más animado y sin la tensión de antes.
—Entonces—dijeron al unísono, riendo por la coincidencia.
—¿Piedra, papel o tijera, o las damas primero? —sugirió Freddie.
—La primera opción está bien.
Jugaron a piedra, papel o tijera, y al segundo intento, Freddie perdió.
—El escenario es tuyo, Benson. ¿Qué ibas a decirme?
—Quería disculparme por mi actitud de antes. Fui un completo idiota cuando mencioné lo del dinero falso y desconfíe de ti—confesó, sintiendo un peso aliviarse de su pecho—. Sé que estás haciendo un esfuerzo por cumplir con tu parte y no fue justo decirte aquello. No de esa manera tan grosera, al menos. —Justo frente al edificio, Freddie se detuvo, mirando al suelo apenado—. Lo siento mucho, Sam.
—Está bien.
—No, Sam. No está bien. De verdad fui un idiota y...
—No es como si estuvieras equivocado del todo—le interrumpió ella, acariciando su mejilla para que la mirara a los ojos—. Quiero decir, sí, me dolió cómo lo dijiste, pero me dolió más porque es verdad. Solo espero ser lo suficientemente cuidadosa para que puedas confiar en mí de ahora en adelante.
—No necesitas hacer nada. Yo ya confío en ti, de verdad.
Sam sonrió y le dio un apretón en la mejilla.
—Lo sé, y quiero algún día sentir que merezco esa confianza—le dijo. Antes de que Freddie pudiera decir algo más, sacó una paleta que le había comprado antes y se la mostró—. La compré para ti, es una paleta de disculpa por haber sido tan quisquillosa antes.
—Gracias. Lo aprecio mucho. —Freddie tomó la paleta y sonrió al ver que tenía un mensaje escrito—. Dice "Lo siento".
—¿Y cuál es tu respuesta? ¿Me perdonas?
—Te besaría para decir 'sí', pero no puedo besarte aquí afuera, así que solo lo diré—hizo una breve reverencia a Sam—. Acepto tus disculpas, princesa Puckett.
—Y yo las suyas, Sir Benson—sonrió Sam, haciendo una reverencia también—. ¿Me acompañaría dentro del edificio para evadir a Lewbert y luego...?
—¿Sellar nuestras disculpas con un beso en el ascensor? —completó él. Sam asintió entre risas—. Por supuesto, querida, será un placer.
—Pase usted, caballero—le dijo Sam, abriendo la puerta para él, pero Freddie la sostuvo para ella.
—Después de usted, bella dama.
Nada más pusieron un pie en el edificio, Lewbert empezó a gritarles: "¡Nada de coqueteos en mi pasillo!" Sam le respondió con un grito propio, y cuando Lewbert quiso ponerse de pie, ambos ya estaban dentro del ascensor, riendo.
Tan pronto como la puerta del ascensor se cerró, ambos se encontraron envueltos en un beso lleno de ternura. Beso tras beso, perdieron la noción del tiempo y el espacio hasta que sintieron que la puerta se abría para otra persona en otro piso. Se quedaron de pie juntos, conteniendo la risa hasta llegar al piso de Freddie.
Intentaron mantenerse callados el resto del camino hasta que Freddie abrió la puerta de su departamento. Comprobó que su madre no estaba y le indicó a Sam que podía entrar. Sam dejó la bolsa de compras que tenía en la mano sobre la primera superficie de madera que encontró y luego se dejó caer en el sofá con un suspiro cansado. Después de ordenar las cosas en la cocina, Freddie quiso sentarse junto a ella, pero Sam ocupaba todo el sofá.
—¿Podría hacer espacio para tu novio?
—Depende de qué me darás a cambio.
—¿Debo ofrecerte algo para estar en mi propio sofá?
—No veo tu nombre escrito por ningún lado, así que será mejor que te apures a hacer la oferta.
—Está bien. Déjame pensar... ¡Ya sé! Te daré tocino gratis por tres días.
—Que sean cuatro y tenemos un trato—respondió Sam, a lo que Freddie asintió de acuerdo.
Sam se acomodó en el sofá, y Freddie se sentó a su lado, finalmente tomándole la mano, un gesto que había deseado hacer durante todo el camino. Sin poder contenerse, le dio un beso en los nudillos, haciendo que Sam se sonrojara. Todavía no se acostumbraba a esas muestras de cariño tan espontáneas.
—Apuesto a que tu caballero interior estaba ansioso por hacer eso—bromeó Sam, tratando de avergonzarlo un poco, pero Freddie simplemente sonrió con galantería.
—Supongo que no puedo resistirme en presencia de una dama tan encantadora como tú—susurró él con dulzura, tomando su otra mano para darle otro beso en el nudillo. Se contemplaron en silencio durante unos segundos, antes de que ambos empezaran a reírse—. Cielos, pero qué tonterías estoy diciendo.
—Eso me estoy preguntando yo. ¿Las sacas de una revista de ligar para tontos o qué?
—Bueno…
—Si tienes una revista—afirmó Sam con entusiasmo, enderezándose en el sofá con una sonrisa divertida.
—No exactamente con ese nombre, pero…
—Tráela, necesito leer eso—pidió Sam, sintiéndose satisfecha cuando vio el sonrojo en las mejillas de su novio. Bien, ahora estaban igualados. Freddie estuvo balbuceando un rato hasta que sintió el suave roce de la mano de Sam en su mejilla, con una expresión tan dulce como sospechosa—. Está bien, si no quieres buscar la revista, lo entenderé.
—Gracias, princesa—suspiró Freddie, aliviado—. Bueno, supongo que deberíamos ir a la cocina para empezar y…
—La buscaré yo misma.
La respuesta de Sam dejó a Freddie tan sorprendido que se quedó sin palabras en el mismo lugar. Cuando finalmente intentó reaccionar, ella ya había salido corriendo en dirección a su cuarto.
—¡Espera, Sam! ¡Vas a desordenar todo! ¡Sam! —gritó, pero ella entró en su habitación y cerró la puerta sin prestarle atención.
Cuando Freddie abrió la puerta, esperaba encontrarla desordenando todo, pero en lugar de eso, la encontró examinando algo en su escritorio. Su cabello rubio caía sobre su rostro concentrado, y sus ojos azules brillaban con curiosidad. A pesar de su enojo inicial, Freddie no pudo evitar notar lo hermosa que lucía, como siempre. Aun así, decidió regañarla con su típico sarcasmo.
—Sabes, la gente normal considera que es descortés mirar en habitaciones ajenas sin permiso—le recordó Freddie mientras se acercaba a ella.
—¿Por qué tienes estás películas ordenadas en tu escritorio y no junto a las demás? —cuestionó ella, pasando por alto su último comentario.
—Las dejé ahí antes de salir. Pensé que podríamos ver alguna más tarde mientras comemos.
—¿Aquí en tu cuarto? —preguntó Sam, extrañada. Freddie asintió, sin ver ningún inconveniente—. ¿No se molestará tu mamá si comemos aquí? Por todas esas bacterias maléficas que podrían atacarte.
Freddie se encogió de hombros.
—Ella no tiene por qué saberlo.
—Aw, que lindo eres cuando intentas ser rebelde—comentó Sam con cariño, pellizcando su mejilla antes de volver su atención a las películas.
—Gracias, creo—murmuró Freddie, decidiendo cambiar de tema—. ¿Te llama la atención alguna de las películas? Tengo más guardadas si esas no te interesan.
—En realidad, me estaba preguntando porque tienes 'Ratatouille' entre las películas. Si es una de las películas de esos roba ideas del Dingo Channel.
—Bueno, solo porque algunos de sus escritores roben ideas, no significa que toda la compañía sea así—argumentó Freddie—. Además, me gusta y pensé que te podría interesar porque trata sobre comida.
—Pero la portada tiene una rata, ¿qué tendría que ver una rata con la cocina?
—Precisamente de eso se trata la película. ¿No la has visto entonces?
—No. No la vi en el cine y nunca me molesté en comprar el DVD.
—Entonces podríamos verla si estás de acuerdo.
—Me parece bien—respondió ella, estirándose—. Bien, será mejor que vayamos a la cocina antes de que tu madre llegue y quiera desinfectarte de pies a cabeza.
—¿No querrás decir, 'antes de que nos atrape con las manos en la masa'? —bromeó Freddie. Sam lo miró con una ceja alzada—. Sí, mala broma. Lo sé.
—Me alegra que estés consciente de eso—señaló ella mientras salía de la habitación. Cuando Freddie iba detrás de ella, lo detuvo y lo hizo volver—. Lo siento, pero no puedes salir de aquí sin esa revista.
—En realidad, es un libro.
—¿Un libro? —repitió Sam, aguantando la risa—. Oh, esto va estar buenisimo.
—¿Qué cosa? ¿Reírte de mí por tenerlo?
—No, tontín. De las cosas que dice.
—Que es casi lo mismo—insistió Freddie. Sam negó con la cabeza y suspiró, tomando las manos de su novio.
—Si, y a la vez no—respondió—. Quiero que traigas el libro, no para reírme de ti, sino para que leamos juntos las cosas que dice y que hablemos de si realmente puede funcionar mientras cocinamos. Así no nos aburrimos en todo ese rato y tendremos un tema de conversación.
—Eso es… una buena idea, en realidad—concedió Freddie, considerando la situación—. Está bien, buscaré el libro, pero prométeme que no te burlarás de mí, ¿sí? —pidió, levantando su meñique hacia ella.
—Yo, Samantha Puckett, prometo burlarme del contenido del libro, no de ti—prometió, entrelazando su meñique con el de Freddie—. ¿Es eso suficiente para que estés tranquilo, Fredward?
—Más que suficiente—contestó, dándole un beso en la mejilla.
Sam sonrió y le dio un beso rápido en los labios antes de dirigirse a la cocina. Freddie se quedó de pie en la puerta de su habitación, disfrutando del cosquilleo en su estómago que sentía cada vez que ella lo besaba. Permaneció en ese trance hasta que escuchó la voz de Sam llamándolo. Rápidamente, fue a su habitación, buscó el libro que tenía escondido en un cajón y se dirigió a la cocina.
Una vez en la cocina, Freddie ambientó el espacio con música mientras preparaban la comida, y pronto resonaron canciones con ritmos tanto animados como tranquilos. Mientras Sam se ocupaba del filete, Freddie cortaba frutas para una ensalada. En un momento dado, una canción particularmente animada comenzó a sonar, atrayendo la atención de Sam.
—¿Qué canción es esta? —preguntó, moviéndose al ritmo.
—Es de una película vieja llamada Grease. Se llama 'You're the One That I Want'.
—Me gusta. Es pegajosa.
Freddie asintió al ritmo de la música mientras terminaba de preparar la ensalada. Recordar que la canción la cantaban un chico pelinegro y una chica rubia le hizo sonreír ante la coincidencia. Entonces, se le ocurrió una idea y miró a Sam con ojos brillantes e ilusionado.
—Princesa, ¿te animas a bailar conmigo?
—No estoy segura—respondió, concentrada en la carne que estaba preparando—. Se supone que debemos atender la comida. Si nos distraemos, algo podría quemarse.
—Será solo un momento, no te preocupes tanto.
—Claro que me preocuparé. Estamos hablando de mi amada carne.
Freddie entonces jugó su carta final.
—¿Acaso te da vergüenza?
Aquella pregunta llamó la atención de Sam, quien dejó la carne en la parrilla para mirar a Freddie, con una expresión molesta que solía tener cuando la desafiaban.
—No es eso.
—¿Es porque no sabes bailar? —asumió Freddie—. Si es así, no te preocupes por eso. Yo tampoco sé mucho y…
—Tampoco es eso. Sé muy bien cómo bailar, en distintos estilos, de hecho.
—¿Lo dices en serio? —preguntó, intrigado. Sam asintió, desviando la mirada hacia la carne que estaba cocinando—. ¿Desde cuándo? Porque honestamente jamás te he visto bailar en serio, creo.
—No lo sé. Desde pequeña mi madre me inscribía en muchos concursos y actividades, así que terminé tomando clases de baile de niña.
—¿Y te gusta?
—Un poco, supongo.
—Entonces podrías enseñarme algunos pasos—sugirió con un brillo juguetón en los ojos, pero Sam solo suspiró agotada.
—No lo sé, Freddie.
Freddie se acercó a ella, tomando sus manos con ternura y mirándola con ojos suplicantes.
—Por favor, Sammy. Hazlo por mí, ¿sí?
Sam vaciló por un momento, pero al final cedió ante los ojitos brillantes y esperanzados de Freddie.
—Está bien, pero solo cinco minutos.
Con una sonrisa de victoria, Freddie la besó en la mejilla y luego empezó a hacer un baile tonto en la cocina al que Sam se terminó uniendo. Se parecía mucho al baile improvisado que hacían en iCarly, solo que con una canción distinta.
Antes de continuar, Freddie cubrió la ensalada y Sam colocó un temporizador para la carne. Después, ambos se movieron al espacio de la sala. Sam le preguntó a Freddie qué pasos quería bailar y él respondió que cualquier cosa estaba bien, así que ella decidió enfocarse en los pasos de esa canción. Freddie buscó el video musical de esa escena y, aunque algunas partes los hicieron sonrojarse, encontraron un paso que ambos disfrutaron: el movimiento del cinturón cuando la canción decía "You're the one that I want".
Hicieron una coreografía improvisada que involucra a dos personas y, sin darse cuenta, ambos estaban cantando el coro juntos. Freddie se sintió feliz y sorprendido, pues Sam no solo era una buena bailarina como ella afirmaba, sino que también tenía una voz hermosa para cantar. Tan hermosa que deseaba que ese momento nunca se acabara solo para escucharla cantar.
En algún momento, la canción terminó y comenzó a sonar "Don't Go Breaking My Heart", con la cual ambos se sintieron muy identificados, aunque ninguno lo dijo en voz alta. La pareja continuó bailando hasta que el temporizador en la cocina sonó. Ambos se dirigieron hasta allí, tarareando el estribillo de la canción mientras atendían la comida, aunque la música ya había terminado.
Freddie observaba con admiración a Sam mientras ella preparaba la carne, preguntándose cuánto tiempo pasaría antes de escucharla cantar de nuevo. Sam notó su mirada y lo miró con extrañeza.
—¿Tengo algo en la cara o qué?
—Aparte de talento y belleza, no lo sé. No sabía que tenías una voz tan hermosa.
—Gracias, Romeo, pero no creo que cante tan bien. Carly tiene una mejor voz para eso.
—Las dos tienen una voz única de diferentes maneras, no sería justo compararlas—comentó Freddie, acercándose para jugar con los rizos de su cabello—. Pero, si te soy sincero, prefiero la tuya.
Sam negó con la cabeza, pero sonrió, claramente contenta con el cumplido.
—¿Lo dices solo para que te dé un beso o para hacerme feliz?
—Depende de lo que quieras que sea la respuesta.
—Eres un idiota—rio Sam, dándole un rápido beso en los labios antes de empujarlo juguetonamente hacia el otro lado de la cocina—. Mejor ve a ocuparte de tus cosas. Mamá no aceptará nada mediocre como postre.
—Sí señora.
Después de terminar de cocinar, Sam y Freddie empezaron a servir la comida con cuidado. Luego, llevaron los platos y cubiertos al cuarto de Freddie, acomodándose en su cama. Una vez todo estuvo listo, Freddie puso la película y ajustó el volumen a un nivel adecuado. Satisfecho, se sentó junto a Sam y empezaron a comer mientras la película comenzaba.
Conforme avanzaba la película, ambos intercambiaban comentarios y bromas, riéndose de las escenas más cómicas y haciendo observaciones sobre los diálogos cursis o los temas serios que trataba la película.
En cierto momento, Freddie observó a Sam mientras ella disfrutaba de su último bocado de carne. Se mostraba feliz y serena, una imagen poco común en ella. La idea de haber contribuido a su felicidad le hizo sentirse feliz también. Con este pensamiento reconfortante, se acercó a ella en silencio hasta que sus hombros se rozaron, sintiendo un cosquilleo en su estómago cuando Sam apoyó su cabeza en su hombro derecho. En respuesta, Freddie la rodeó con su brazo, envolviéndola en un abrazo cariñoso y le dio un beso en la frente, deseando que el tiempo se detuviera para poder disfrutar de su compañía durante más tiempo.
Por su parte, Sam se sentía serena y tranquila en los brazos de Freddie. A pesar de los altibajos del día, había disfrutado de una agradable tarde junto a él y cada vez sentía un afecto más profundo por el chico. Aunque todavía se sorprendía al recibir muestras de cariño espontáneas y apodos cariñosos, cada vez los aceptaba con mayor naturalidad.
Durante una escena clave de la película, Sam percibió cómo Freddie la observaba de reojo antes de acercarse más a ella, justo en el momento en que el protagonista disfrutaba de una cita romántica con su pareja en la pantalla. Sam consideró hacer un comentario sarcástico al respecto, pero en lugar de ello, optó por simplemente descansar su cabeza en el hombro de Freddie. Como esperaba, él la rodeó en un abrazo cálido y la sorprendió con un beso en la frente que casi la hizo suspirar.
¿Cómo podía ese chico tan aparentemente simple ser tan dulce? ¿Cómo podía hacer que su corazón latiera con fuerza en un instante y luego sentirse completamente tranquila al siguiente? Se preguntó si esto era lo que significaba enamorarse de verdad, o si eran simplemente reacciones químicas en su cuerpo.
Decidió silenciar las dudas en su mente y se acomodó más en el abrazo de Freddie, buscando mayor comodidad. ¿Realmente importaba entender todo eso? Disfrutaba de la compañía de Freddie, y él parecía igualmente feliz a su lado. Además, ambos complementaban lo que al otro le faltaba, tanto en personalidad como en actitudes. Eran compatibles de una manera rara, entonces, ¿por qué preocuparse por el resto?
Para despejar sus pensamientos, Sam hizo un comentario sobre la película, tratando de contener una sonrisa tonta cuando Freddie la miró con sus hermosos ojos café. Definitivamente cada día se estaba enamorando más y más de esa mirada. Y, por supuesto, de él.
—Oye, ¿crees que lo que preparó Remy realmente sepa tan bien como parece? —preguntó Sam mientras los créditos de la película comenzaban a rodar en la pantalla.
—No lo sé. Nunca he probado algo así, pero podríamos intentar prepararlo algún día.
—No lo creo, se ve muy complicado.
—Si quieres, podemos pedirle ayuda a mi mamá. Estoy seguro de que no le molestará ya que los ingredientes parecen saludables.
—¿Pero no sería raro si solo se lo pedimos para nosotros dos? O tres, si la cuentas a ella.
—Podría decirle que también es para Spencer y Carly, o para algo de iCarly. No creo que le parezca raro.
—Bien. Solo pensar en probarlo me da hambre.
—¿Después de todo lo que comimos todavía tienes hambre? —preguntó Freddie, genuinamente sorprendido.
Sam se encogió de hombros y se recostó en la cama de Freddie, contemplando el techo de la habitación. Al notar que ella no tenía intenciones de responder, él se acomodó a su lado, compartiendo el mismo silencio mientras observaban el techo juntos.
Entonces, Freddie sonrió al tener una idea.
—Las estrellas brillan mucho esta noche—comentó con una sonrisa, manteniendo su mirada en el techo.
Al escuchar aquello, Sam lo miró de reojo con confusión. Obviamente, aquel diálogo Freddie lo había sacado de muchas películas románticas, ya fueran buenas o estúpidas. Sabiendo que él solo estaba jugando, sonrió y continuó mirando hacia el techo.
—Así es. Además, la noche también está muy fresca. Es muy agradable sentir el viento natural en mi rostro—respondió ella siguiendo el juego, refiriéndose al ventilador.
Freddie asintió de acuerdo, conteniendo la risa por unos segundos antes de continuar hablando.
—Allí, justo en esa dirección, puedes ver la constelación de la 'Osa Menor', y justo debajo, su madre la 'Osa Mayor'—apuntó, indicando las constelaciones imaginarias en el techo—. ¿Puedes verlas?
—Sí, aunque tienen formas extrañas.
—Estoy de acuerdo. Más que osas, parecen utensilios de cocina. Pero alguien con talento para el dibujo vio que podían representar a esos animales y así se quedaron.
—Lo mismo ocurrió con la del pollo frito—añadió Sam, señalando otro punto imaginario en la pared—. Como no querían ponerlo en una revista científica, simplemente dijeron que se asemejaba a una campana.
—Una completa injusticia.
Ambos se miraron con seriedad fingida antes de estallar en carcajadas.
—¿Qué clase de tonterías estamos diciendo? —preguntó Freddie entre risas.
—No lo sé, tú empezaste y yo te seguí la corriente. Así que el que debe revisarse eres tú
—Suena justo.
—Eso sí, tengo que admitir que fue una buena idea.
—Bueno, solo recordé algunas películas románticas y pensé que sería divertido intentarlo. No es la gran cosa.
—No me refiero a tus chistes malos, tontín, sino a la idea de cocinar juntos y pasar la tarde aquí en tu casa—aclaró Sam con voz suave, sorprendiendo a Freddie con sus palabras. Era una rareza escuchar a Sam ofrecer elogios o conceder que Freddie tuviera la razón en algo, y mucho menos que lo hiciera espontáneamente. Por eso, Freddie sabía que sus palabras eran genuinas. Solo pensar en aquello hizo que una sensación agradable se extendiera por su pecho. ¿Se estaría encariñando más con ella? Lo pensaría cuando estuviera a solas de nuevo; ahora solo quería escucharla—. Aunque empezamos un poco mal, realmente me divertí mucho esta tarde y no me importaría repetirlo otro día. Fue… lindo.
Freddie, con su mente llena de referencias de novelas y películas románticas, sabía que quizás debería contestar algo igual de serio o sincero, pero al escucharla decir la palabra "lindo", su lado coqueto no pudo evitar intervenir.
—¿Como tú? —preguntó él con una ceja alzada y una sonrisa de lado. Sam rodó los ojos y le pellizcó la nariz, ganándose una risa y una queja del chico, que apartó su mano al instante.
—No puedo creer que esté abriendo mi corazón y tú me salgas con tus truquitos del librito ese—protestó Sam, aunque la sonrisa que adornaba su rostro delataba su falta de molestia.
—Lo siento, es que parece que hay un interruptor en mi mente que se activa solo para recordarte lo hermosa que eres en cada oportunidad.
—Quizás deberías moderarte un poco. O sea, sé que soy irresistible, pero ya empiezas a sonar como disco rayado.
—Está bien, haré el intento, pero no puedo garantizar nada—concedió Freddie, antes de volver a sentarse en la cama y tomar la mano de Sam—. Pero dime, ¿tú piensas que soy lindo?
Sam experimentó un déjà vu al oír sus palabras, pero aun así asintió suavemente.
—Sí.
—¿Y ya? ¿Solo 'sí'?
—Pues sí—sonrió ella, también sentándose para estar más cerca de él. Freddie asintió, satisfecho.
—Eso ya es un avance. La última vez solo dijiste "Un poco"—comentó Freddie él, rememorando su charla en la enfermería. Aunque no estaba seguro si había sido exactamente así, decidió que no importaba.
—Sabes, quizás deberías usar tu cerebro para recordar cosas más importantes.
—No te preocupes, solo guardo lo que realmente importa para mí, y tus palabras son valiosas—afirmó Freddie con sinceridad, haciendo que Sam se sonroje. Al percatarse del peso de sus propias palabras, él también se sonrojó, sintiéndose un tanto tímido—. Me pase de cursi, ¿verdad?
—Solo un poco—bromeó Sam, haciendo que Freddie se sintiera aún más cohibido por su comentario. Para aliviar la timidez del chico, decidió cambiar de tema—. Entonces, ¿cuándo llega tu mamá?
Freddie consultó la hora en su celular y se sorprendió al ver lo rápido que había transcurrido el tiempo.
—En media hora, así que será mejor que empezamos a organizar todo.
Sam se dejó caer nuevamente en la cama, mostrando su desgana.
—Oh, vamos, Sam. No nos tomará tanto tiempo.
—¿No puedes ordenarlo tú solo?
—No. Porque tardaría el doble, y cada segundo que discutimos es un segundo perdido—replicó él, pero ella solo soltó un suspiro dramático—. Escucha, si te vas y mi madre ve este desorden, me castigará y no podremos salir después de clases.
—Puedo sobrevivir sin ti el resto de mi vida sí quiero.
—Eso lo tengo más que claro, pero aún así ven a ayudarme.
Sam se escondió bajo las sábanas y la almohada para evitarlo, pero Freddie, en un gesto juguetón, la asaltó con una lluvia de cosquillas. En un contraataque espontáneo, Sam le golpeó con una almohada y desató una breve guerra de almohadas que duró cinco minutos. Finalmente, Freddie admitió su derrota ante Sam, y juntos comenzaron a recoger todo. Por suerte, él había dejado la cocina impecable mientras ella terminaba de cocinar, así que solo quedaban los platos en la habitación y la cama por atender.
Cuando terminaron, Freddie acompañó a Sam hasta la puerta, sin saber muy bien qué decir para despedirse, algo que ella notó de inmediato.
—¿No sabes qué decir para despedirte?
—No, no realmente—admitió Freddie, rascándose la nuca con su mano derecha.
—¿Esto ayuda?
Antes de que Freddie pudiera preguntarle a qué se refería, ella se acercó y le dio un beso en la mejilla, haciendo que Freddie sonría al instante.
—Sí, un poco—sonrió, sintiendo el calor en su rostro. Decidió dejar de pensar y simplemente la abrazó. Se abrazaron unos segundos, hasta que Freddie se animó a darle un beso que Sam con mucho gusto correspondió. Cuando se separaron, siguieron tomados de las manos—. ¿Nos veremos luego en la escuela?
—Claro, procura no extrañarme hasta entonces, Sir Fredward.
—Haré mi mejor esfuerzo, Princesa Puckett.
Después de un último beso, Sam se marchó, dejando a Freddie solo en la puerta de su apartamento, mirando en la dirección en la que ella se había ido.
Freddie sentía que, de alguna manera, esa tarde había conocido más a Sam de lo que ya sabía. Descubrió que le gustaba cantar, que realmente se sentía mal si le hacía pasar un mal rato, y que disfrutaba de las películas animadas. También se dio cuenta de que ella pensaba que él era lindo y que apreciaba su compañía tanto como él la de ella. A pesar de su naturaleza perezosa, ella se desenvolvía sorprendentemente bien en la cocina, una habilidad que probablemente desarrolló debido a la falta de atención de su madre. Sin embargo, en lugar de entristecerse por eso, Freddie decidió verlo como una oportunidad para pasar más tiempo juntos y asegurarse de que ella disfrutara cada momento a su lado.
Con esta idea en mente, Freddie estaba a punto de volver a entrar a su apartamento cuando la puerta de los Shay se abrió, revelando a Carly, quien salía y lo miraba con curiosidad y sorpresa.
—Hola, Freddie—saludó Carly al notar su presencia—. ¿Qué haces ahí parado? ¿Esperas a alguien? —preguntó mientras echaba un vistazo al pasillo, pero Freddie negó con la cabeza. Carly lo miró con complicidad y preguntó—. ¿Es la chica de la que nos hablaste el otro día?
Freddie sabía que la respuesta era sí, pero en su lugar dijo:
—No, no es eso. Solo pensé que había escuchado a mi madre llegar, pero me equivoqué.
—Si es así, ¿por qué estás tan feliz?
'Por Sam', pensó Freddie tratando de disimular su sonrisa.
—Por nada en particular, solo vi una película nueva que me gustó mucho.
—¿Seguro?
—Sí, seguro.
Carly lo miró con escepticismo, pero luego asintió.
—Bien. Fingiré que te creo y te la dejaré pasar.
—Gracias por tu consideración.
—De todas formas, iba a comprar algunos dulces en la tienda para Spencer y para mí. ¿Quieres venir?
—No, tengo algunas cosas pendientes que hacer, pero gracias por la invitación—respondió. Luego agregó—: Hablando de Spencer, ¿cómo está él?
—Está mejorando poco a poco, pero todavía faltan dos o tres semanas para que le quiten los yesos. Aunque en mi opinión, se lo está tomando demasiado bien.
—Déjame adivinar, ¿decidió hacer esculturas de yeso?
—Sí. De todo lo que se le ocurre. Y cuando digo todo, hablo en serio—refunfuñó Carly—. El otro día él hizo una bicicleta miniatura hecha de yeso y ayer terminó una canasta de frutas con frutas de yeso adentro. Ni siquiera sé cómo puede lograr eso con una sola mano, pero lo hace.
—Mírale el lado bueno, al menos está siendo productivo.
—El problema no es que esté siendo productivo, sino que luego tengo que limpiar el desastre ya que él no puede—suspiró Carly—. Como sea, será mejor que me vaya de una vez. No confío en que locuras hará estando tanto tiempo a solas.
—Entiendo. Nos vemos luego, entonces.
—Adiós.
Freddie entró a su departamento y cerró la puerta tras de sí. Se apoyó contra la puerta por un momento, reflexionando sobre la conversación que había tenido con Carly. ¿Realmente eran tan obvios sus sentimientos, o su amiga era simplemente muy observadora? Posiblemente ambas cosas, concluyó. Tal vez sería bueno intentar ser menos obvio al respecto cuando estuviera junto a Sam frente a los demás. Aunque, si tenía que ser honesto, no le importaba mucho que otros lo notaran.
