"Perdí el camino

Empujado sin descanso entre tormentas

Perdí el camino

Dentro de un mundo complicado sin salida

Perdí el camino

Perdí el camino

No importa cuánto vague, quiero creer en mi camino" ¹

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Encima de una colina, Sirius avistó la casa, que tanto tiempo le costó encontrar. Parecía pequeña, con las paredes de madera húmedas y desgastadas. El lugar era rodeado por árboles de hojas tan abundantes, que cubrían el cielo por completo, dejando por toda la eternidad a aquella construcción debajo de una sombra total. El sitio coincidía con la que descripción, que Dumbledore le había dado, por lo que se adentró pisoteando el pasto sin cortar. Para su sorpresa, no tuvo que emplear magia, al intentar abrir la puerta, bastando un único simple empujón.

Al abrirse la puerta de golpe, esta chocó con un yelmo de hierro que se hallaba a un costado. Como Sirius esperaba, el interior del paraje no concordaba con la deplorable fachada. Para su percepción, aquella casa parecía una tienda de artículos de segunda mano, antes que un entorno acogedor; repleto de esquina a esquina con estanterías y solo un par de ellas contenía libros hasta desbordar, el resto, guardaba artefactos extraños y de origen dudoso.

Remus, despertó al escuchar el ruido y se levantó del sillón de cuero al lado de la chimenea encendida, alarmado. De forma intuitiva apuntó la varita que siempre guardaba dentro de su saco contra el invitado inesperado.

—¿Sirius? Pero se supone que aún deberías estar en Hogwarts —Dijo Lupin, al reconocer el pelaje negro de Sirius en su forma canina— ¿Qué sucedió?

Sirius encorvó la espalda y recobró su figura humana desaliñada. Suspiró agotado. No tenía noción de cuánto tiempo le había tomado llegar hasta ahí. Ese lugar, tan alejado. Olvidado.

—Bonita casa, Lupin ¿Qué tal si primero, me das un vaso con agua?

Avanzó esquivando las cosas que a su percepción era basura, pero para Lupin de seguro eran tesoros, y se dejó caer sobre el sofá. Sus piernas no podían sostenerlo por más tiempo.

Observó el sitio. Al hacerlo un dolor de cabeza se hizo notar. Era agobiante el ruido de las distintas decoraciones sobrepuestas las unas con las otras. Sabía que Lupin era una persona práctica, pero aquello era el colmo. Además, todos los objetos expuestos se hallaban cubiertos de una capa gruesa capa de polvo. Ni siquiera se había molestado (Lupin) en agitar su varita y hacer un encantamiento limpiador.

Sintió el cristal frío contra su mejilla, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Lupin le extendió el vaso. Sirius susurró un agradecimiento.

A grandes rasgos Lupin no había cambiado, desde la última vez que los dos se juntaron, aun así, a ojos de Sirius consideraba que estaba impecable y con esa belleza que solo se apreciaba tras décadas de amor.

Sintió el peso de Lupin al sentarse a su lado y el tacto de su mano apoyada sobre su muslo, apretando con levedad para notar cuanto había adelgazado. Lo examinó con la mirada perdida defendiéndose en ciertos lugares: la sobresaliente clavícula, las prendas de ropa que colgaban de él (Sirius) como si se tratara de una percha humana y su huesudo rostro.

Esa condición tan deprimente era la prueba de que Sirius había recorrido cielo, mar y tierra para hallar el escondite de Remus. El precio, era pasar días sin probar bocado, recorrer distancias kilométricas a diario y descansar en el primer techo que tuviese.

A pesar de la indiferente actitud de Sirius, dejaba un leve mensaje subliminal en sus acciones para demostrar que estaba orgulloso y agotado de su hazaña.

Esperaba que el esfuerzo valiese la pena, pero con solo ver a su pareja ya la mitad de su trabajo estaba cobrado.

Remus retiró la mano de la pierna de Sirius. Gruñendo estiró la cabeza hacia atrás: — Mierda ¿Qué fue lo que sucedió?

Sirius dejó el vaso vacío sobre la mesa de madera cobriza y del bolsillo de su pantalón, le entregó la muestra de cabello que recogió del lugar donde encontró el moribundo cuerpo de Draco.

Lobos, Lupin, en Hogwarts. Esto fue lo que recogí de donde los licántropos estuvieron.

Remus, examinó la bolsita entre sus manos y sin pensárselo dos veces la abrió llevándosela a la nariz. El olor le resultó conocida con solamente, inspirar una vez. Sus pupilas se dilataron y con las manos temblorosas alejó la muestra de sí.

Tierra húmeda, perro mojado y un hedor a carne en mal estado. Solo podía tratarse de una persona con ese nauseabundo olor.

—Greyback, es el aroma más fuerte, ese hijo de puta —Maldijo Lupin, enfadado. Los recuerdos de su infancia, mezclados con el temor que sentía hasta el día de hoy, le resultaba una tarea imposible no querer asesinar a aquel hombre lobo— Pero ¿Cómo? ¡Las barreras las puso el mismo Albus Dumbledore! No tiene sentido que las haya logrado romper.

—Cálmate Lupin —Tranquilizó Sirius, agarrándolo de la mano. Conocía el temperamento de Remus. A pesar de ser una persona callada él podía estallar en cualquier momento—. No lo sabemos, por eso vine a ti. Fue un impulso, mierda. Todo es tan confuso.

La ansiedad de Lupin comenzó con el fuerte movimiento de su pierna derecha. Con la mano que Sirius no sostenía con fuerza, volvió a llevarse la bolsita a la nariz. Tratando de percibir algo distinto aparte de árboles y asesinos.

Un sutil aroma, perfume masculino, jabón, sangre y con ese timbre extraño que, desde su entrada a Hogwarts, percibía de todos los magos, como un sello personal. Olía a Magia fuerte, joven y arrogante.

—Siento otro olor; mágico —Mencionó Lupin quitándose por última vez la bolsa de sus manos, sabiendo que nunca más la volvería a tener entre sus dedos—. No logro reconocerlo ¿Mordieron a algún profesor, o...?

—Un estudiante, Lupin —. Aclaró Sirius. Remus se puso de pie de golpe y enfurecido golpeó una de las paredes de la casa, cuadros cayeron al igual que casi todos los frascos en las repisas cercanas.

—¡No! ¡NO! Ese Hijo de perra... ¡Quiere hacerle lo que me hizo a mí a centenares de niños más!

Sirius se levantó y lo abrazó por la espalda, comprendiendo que era lo único que podía hacer en aquel momento. Esa situación le resultaba a Remus un ataque directo, más personal de lo que cualquiera hubiese creído en primer instante. Greyback era una de las peores pesadillas de su vida, recuerdos de la primera guerra mágica y de la sangre contaminada de brujos inocentes, le llegaron igual que balazos.

Licántropos. Enfermos que tienen más fuerza de la que deberían. Lupin se consideraba un asqueroso enfermo.

Al sentir el peso de Sirius a sus espaldas sus latidos se normalizaron de poco en poco. Aquellos largos colmillos que se alargaron por las intensas emociones se encogieron y su rostro volvió a recuperar ese aspecto humano, con cicatrices desde el mentón hasta la frente.

—Todo irá bien, amor.

—¿Quién es?... ¿A quién mordieron, Sirius? —Preguntó Lupin, temiendo la respuesta.

Los recuerdos del débil cuerpo de Draco, desmayado sobre el pasto. Cubierto de recientes bizarras heridas, con un susurro de su vida que se agitaba en afán de mantenerlo respirando.

Luchando por la vida que se escapaba de sus manos.

Cerró los ojos. Desde su encierro en Azkaban, que Sirius no veía una escena tan desgarradora.

La imagen de Narciso, su prima, le llegó. La mujer cuya única motivación real en el mundo era proteger a su hijo. Para ella, Draco era la luz de sus días, estando dispuesta a todo por protegerlo. Sabía que su relación familiar no era la ideal, pero el verdadero error de ella fue enamorarse de uno de los más fieles seguidores de Voldemort.

Era inhumano el estado del chico, no, de su sobrino. Por primera vez se daba cuenta de la importancia de la familia en su vida, como pasaba de un estudiante cualquiera a convertirse en su familiar, en una persona a quien había fallado en proteger.

Sirius y Lupina guardaron en silencio cómplice, hasta que el último volteó y lo miró, directamente.

De manera inevitable Sirius se fijó en todas esas feas cicatrices hechas por la misma bestia, cuando Lupin no era más que un niño. Tal vez había quedado en el mismo estado que Draco. Incluso peor. No fue testigo, pero con solo ver la morbosa escena, comprendió que todo lo que tocaba Greyback acababa por corromperse.

Se besaron, tras tanto tiempo sin verse. Después de tantos traumas recientes, era lo único que podían hacer el uno con el otro para asimilar las pesadillas que sabían que los acompañarían en el lecho.

Draco Malfoy. Mordieron a Draco.

Lupin sostuvo la cabeza de Sirius la cual se escondió en su pecho nada más porque no quería que lo viese llorar.

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Boquiabierto analizaba la más inédita de las situaciones las cuales creyó algún día vivir.

La taza de fina porcelana paseaba de los labios de Draco al platillo para el té. Ambos chicos no dejaban de mirarse con distintos pensamientos en su cabeza. Ideas por las cuales Draco no dejaba de fruncir el entrecejo.

Tía Petunia se hallaba encantada con la presencia de los amigos-bravucones de Dudley y la reciente llegada de un rostro nuevo al hogar.

El aspecto de Draco engañaba a cualquiera a simple vista, creando el cuento perfecto para cualquier persona presuntuosa como los Dursley. Tez blanca como la leche, cabello rubio platinado, a pesar de que Harry lo recordaba algo más oscuro; sus educados modales, refinación al hablar y la ropa, que no era ostentosa, pero demostraba que no le hacía falta dinero para vestirse bien. De todos modos, Harry no consideraba a Draco una persona bella, en especial ahora que parecía haber pasado una muy mala noche, solo creía, que podía disimular sus defectos mucho mejor que el resto.

Supuestamente, Draco era un chico de una familia que visitaba por primera vez aquella zona de la ciudad y cuando intentó llegar al trabajo de su padre, un empresario de renombre se perdió. Harry se percató, que el nombre citado por Draco se trataba de un político que los últimos días comenzó a postularse para Diputado muggle y la propaganda política adornaba cada rincón de la ciudad.

—¡No me digas! ¡Menuda sorpresa! —Exclamó la Tía petunia. Harry sentado en uno de los sofás del salón escuchaba el cuento de Draco, sin considerar las palabras que salían de su boca—. Él es quien quiere implementar una campaña de reciclaje eficiente ¿no?

—¿Reci-?... Ah... Sí, si el mismo, Madame Petunia—Mintió Draco bebiendo un sorbo de té disfrutando de la atención que recibía—. De todos modos, pasar la tarde con Dumplin fue una experiencia... inolvidable.

—Soy Dudley —Corrigió llevándose el tercer sándwich a la boca—. No Dumplin

—Yo te digo así por qué desde ahora somos los mejores amigos.

La Tía Petunia sonrió orgullo de que su hijo comenzará a formar contactos desde tan temprana edad.

El grupo de bravucones devoraba la comida de sus platos como animales hambrientos, Draco en comparación, ni siquiera probó bocado. Harry se levantó del cómodo asiento y dando pasos rítmicos se acercó a la mesa.

Petunia lo observó con desagrado. Tanto Harry como Draco mantuvieron el feroz contacto visual, hasta que la voz de su primo los interrumpió.

—Draco ¿De dónde lo conoces a Él?

Inseguro jugueteó con la servilleta y luego le sonrió burlón— ¿Conocer a ese gafotas? Creo que lo confundí con otra persona. Pero no estoy seguro del todo, he viajado a muchos países. Ya sabes por el trabajo de mi padre.

Todos se tragaron la historia a excepción de Harry, que puso los ojos en blanco y fue directo al refrigerador, sacó de dentro la cena que se preparaba con tres días de antelación. Salió de la casa al patio trasero, por la puerta de cocina. Prefería parecer un inadaptado social antes de fingir, que Draco tan siquiera le agradaba un poco.

Fuera estaba fresco. Harry con el pelo aun húmedo por la ducha se alegró de haberse puesto una sudadera. En el cielo no se hallaba ni una sola nube y las estrellas rodeaban la luna, casi llena. El ciclo lunar se había reiniciado aquella noche. Harry tendría que esperar un mes para poder volver a apreciar a la luna completa.

La cena, que Harry se preparaba era, altamente mejorable. A gustos de cualquiera esa mezcla de ingredientes, que nunca iban los unos con otros (Café, cilantro y salsa de soja, por poner un ejemplo), le resultaría en una grave indigestión. Pero Harry saboreaba esa asquerosa masa deforme, disfrutando la independencia que le trasmitía poder comer sin limitaciones. Aunque no le iba a negar a su Tía si algún día quería incluirlo en la cena, pero desde comienzos de verano que eso no ocurría.

Se escondió entre los matorrales que Petunia plantó con esperanza de que florecieran unas hermosas hortensias. Debajo de la ventana donde escuchaba la televisión a la hora del almuerzo cuando sus tíos veían las noticias recientes. Ahora solo oía su propia respiración y los murmullos de una animada conversación indescifrable.

¿Por qué Draco? No tenía ningún sentido su presencia. Trataba de hallar alguna razón lógica, sin encontrarla. ¿Sus padres tan siquiera notaron su desaparición? ¿Había llegado con ellos? ¿Era algún tipo de maniobra de Voldemort?

La puerta del patio se abrió y la sombra de una persona salió. Antes de que la silueta se acercara en paso decidido a su escondite, él ya sabía de quién se trataba.

—Malfoy —Predijo—. ¿Qué demonios haces aquí? —Cuestionó Harry al mismo tiempo en que Draco apartaba con su mano los matorrales y a contraluz le sonreía—. Eres un sádico. Ya tengo suficiente con soportarte el resto del año.

Draco le extendió su mano, pero Harry salió de las plantas por su propia cuenta, dejando olvidado el táper con comida. Ambos habían pegado él "estirón" durante esos últimos meses, pero lo de Draco resultaba anormal. Sus piernas larguísimas y lo desproporcionado de su cuerpo era algo que le produjo cierto desconcierto.

—De saber que te encontraría no hubiese engatusado a tu primo —Respondió cansado—. Solo quiero largarme de aquí ¿Por qué el mundo muggle es tan horroroso? De tener mi varita, no estaría envuelto en este problema.

Los dos se sentaron en el césped frente a frente. Sabía que no los espiaban desde dentro, que tal vez ni siquiera notaron su desaparición.

Era descabellado ponerse a pensar que un brujo tan dependiente de la magia no portara su varita. A pesar de ser menores de edad y no tener permiso de usarla fuera del colegio, los dos siempre debían llevar su varita en caso de que sucediesen situaciones como aquellas.

—Malfoy...

—No hables más Potter. —La voz de Draco se quebró por un instante y Harry pudo un tirón en sus labios. Magia involuntaria—. Parte de mi historia si es verdad: estoy perdido. Solo te diré eso. No como llegué aquí. Y ni me preguntes, porque no te responderé por más que insistas —Indicó Draco interrumpiéndolo y explicando todo lo que consideraba Harry tenía de saber—. Le intenté robar a unos críos, que pateaban una pelota, algo de su dinero, pero únicamente, tenían golosinas. Aquí me encontré con tu estúpido primo, quien le pareció gracioso como me enfurecía con unos niños. —Harry suprimió una sonrisa, podía agregar a Draco dentro de su lista mental de "personas que odian Dudley tanto como yo"—. Pensé, que tal vez lograría robarle dinero a Él.

La manera en la que Draco hablaba sin pelos en la lengua le resultó chocante a Harry. Recostado como si ya nada le interesara y lo único que quisiera era acabar con aquella aventura.

—Tal vez deberías ir al psicólogo por indicios de cleptomanía. —Sugirió Harry divertido.

—Voy a ignorar el hecho que no tengo ni idea de que eso de la cleptonosequecosa.

Los efectos de haber sido criado en un entorno, que repudiaba a los no mágicos, se reflejaban todos en Draco. Los brujos no tenían ni idea de algo tan básico como el reciclaje, porque con un poco de magia podían deshacerse de su basura o del futbol, para ellos solo existía el quidditch.

—Tu primo —Continuó diciendo Draco—, parece que le resulta demasiado atractiva una persona como yo. No lo juzgo, pero es insoportable ¡No deja de seguirme el rastro! —Se quejó, luego cerró los ojos por un par de segundos tranquilizándose—... Tal vez deberías regalarle un desodorante, porque lo necesita urgente.

» A lo que voy con esto, Potter. Aunque te odio con todo mi ser. Aunque me pareces en el mundo la persona más detestable. Hoy necesito que me... — Draco alzó la mirada y lo vio con desesperación. Harry solo se fijó en la cicatriz reciente que tenía en la boca. —Que bajo he caído... necesito que ayudes. Para que pueda largarme de tu casa e irme al viaje en crucero, que mis padres planearon.

Harry se recostó sobre el pasto, tras un largo día de nadar en la piscina ya sentía las caricias del sueño cerrándoles los ojos. Pero tampoco podía dejar a Draco a la deriva del mundo, eso ponía en riesgo a todo el universo, y su propia moralidad.

El viento le levantó el flequillo a Draco, mostrándole sin querer una herida reciente, como un rasguño, que iba desde la ceja derecha hasta el nacimiento del pelo. Harry quería saber lo sucedido. Estiró los brazos intentando esfumar el sueño. Draco se volvió a peinar el cabello, aplastándolo para que se quedara ahí.

Harry detuvo la mano de Draco, pero el chico respondió apartándose. Tenía las uñas sucias y mordidas—. ¿Qué está sucediendo, Malfoy? Tú... no eres así.

El chico dejó de fruncir el ceño y por un momento Harry pensó que lo había conseguido, pero se limitó a tomar a Harry por las muñecas. Apretando con fuerza.

—Entonces tal vez no me conoces tan bien como piensas, Potter—Dijo Draco tirando de Harry. Instantes después se abalanzó sobre el cuerpo de Harry. Con los ojos bien abiertos—. No me hagas repetirlo, por favor... te lo estoy pidiendo. Solo quiero irme a casa.

Algo en los ojos de Draco era nuevo. El color era el mismo, pero brillaban. Como si fueran lentillas. Harry se quedó con las piernas de Draco a su costado, ejerciendo una presión que lo inmovilizaba. El chico temblaba, pero su rostro demostraba ira, con el temor de ser rechazado.

—Bien, está bien. —Accedió Harry, sintiendo como el agarre se debilitaba—. Te ayudaré Malfoy, aunque esto no significa que te aprecie en lo mínimo ¿entiendes? —Aclaró Harry sujetando los brazos de Draco. Sintió su vello corporal invisible, pero que existía de un tono rubio. Eran cabellos largos y lisos —. Ahora deja de estrujarte contra mí, que la situación se vuelve incómoda y, aunque no lo creas, pesas más de lo que imaginas.

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Narcisa no dejaba de mirar la ventana, paranoica. Pensaba en el paradero de su único hijo y su ausencia que se había prolongado más de lo esperado. Sabía que cada minuto que transcurría era más vital que el anterior.

«Draco, Draco ¿Dónde estás mi Draco?» Pensó Narcisa.

A sus espaldas la puerta se abrió y por el reflejo de la ventana pudo ver la silueta de Lucius, su marido, que al igual que ella desde ya un par de horas notaron lo preocupante que resultaba todo aquello.

Y si, a pesar de su lobezno aspecto, alguien logró reconocer a Draco. ¿Se lo habían llevado? ¿Estaba bien? ¿Habría cometido algún asesinato durante su ida?

Narcisa volteó y sus ojos se dirigieron al calendario. Tenía marcado con rojo los días en los que el ciclo lunar llegaba a su máximo esplendor. Cuando aquel astro se dejaba ver completa, brillante y, para los Malfoy: tenebrosa.

—Llamé a Snape, me dijo que ya lo están buscando —Comentó Lucius dejándose caer sobre la silla. Ambos adultos, aquella noche no lograron conciliar el sueño por más que unas minúsculas horas—. Dejó su varita en su recámara y cuando conté las dosis de la poción mata lobos, me percaté que se olvidó de tomar una el martes.

Todo ese tiempo, Draco se alejó inconsciente e inhumano.

Su hijo, indefenso en la intemperie, sufriendo todo lo que sus protectores padres intentaron evitar. Narcisa se sentó en la silla contigua a la de Lucius. El hombre sostuvo la esquelética mano de su esposa.

El mayor temor de Narcisa, como madre se fue plasmando a sus ojos. Rompió a llorar angustiada e impotente por no poder alentar a las verdaderas autoridades mágicas para que ayudaran en la búsqueda de Draco.

Porque las personas que se suponían que los protegían, ahora estaban en contra de su hijo.

Lucius dejó a Narcisa ser frágil, aunque en su interior también quería llorar con sumo desconsuelo. Debía ser fuerte, era la cabeza de la familia.

Debía hacerse cargo.

Soltó la mano de su esposa y le besó la frente antes de volver a salir en búsqueda de su hijo.

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1)Lost: BTS

Hola!

Con este capítulo, comienza la división de todo el fic. Luego de revisar las estadísticas, me di cuenta de que los capítulos de una longitud media son los que tienen mejor acogida, así que decidí dividirlos en dos.

Quizás incluya un poco de contenido extra que quedó dándome vuelta y no quise agregar antes para no hacer el capítulo, aún más largo. Además de actualizaciones más constantes.

¡Espero sea de vuestro agrado este formato!

Si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentario o compartiendo este fic con tus conocidos. Te lo agradecería un montón (‿)

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