"Yo te presto el arma: ¡recárgala!
Apuntando al alma: ¡dispárala!
Dicen por ahí, dicen por ahí
Que es así, que es así, que no se puede elegir.
Voy a despertarme y haré como que no ver
Sentiré la paz que me produce llover
Ya no importa ni mañana, ni ayer
El pasado ya no existe y el futuro no se puedesaber"¹
• ── ◦◦ ── •
La profesora McGonagall permanecía inmóvil frente a los cuatro chicos. Con los brazos cruzados y la mirada severa. Dumbledore tenía una sonrisa traviesa en sus labios, se aclaró la garganta y habló:
—Bueno ¿De quién fue la idea, en esta ocasión? —Cuatro chicos permanecían con las manos ocultas tras sus espaldas y las mejillas sonrojadas—. O tal vez ¿Fue algo maniobrado entre los cuatro?
Los niños se miraron entre sí. Rieron un rato hasta que fueron interrumpidos por McGonagall.
—Digamos que fue parte de nuestra práctica para la clase de encantamientos, profesor. —Dijo el primer niño. Bastante alto para su corta edad, con una melena oscura y sus ojos grises brillantes de astucia.
—Entonces ¿Admite la culpabilidad total de la broma, Sirius? —Cuestionó esta vez McGonagall. Quien parecía saberse esas palabras de memoria.
Sirius miró de reojo al resto del grupo, pero en menos de dos segundos James dio un paso al frente con la mano alzada.
—Bueno a mí se me ocurrió lo de lanzárselo a nuestros queridos amigos, Slytherin's.
Lupin acompañó a sus amigos. Se mordía el labio en un intento de suprimir una sonrisa.
—Supongo que a mí se me ocurrió lo de teñirles el pelo verde.
Dumbledore fue ensanchando la sonrisa. Peter se puso la mano en el pecho y gritó.
—Yo... ¡Tuve que practicar mucho la maldición! Y apoyé a Sirius.
McGonagall suspiró cansada, pensando en las explicaciones y disculpas que tendría que darle a Slughorn, el jefe de la casa Slytherin y profesor de Pociones, por el comportamiento de sus chicos.
—Una idea original ¡cinco puntos para Gryffindor por cada uno y por la emoción del joven Pettigrew diez más! —Exclamó Dumbledore dando una risotada—. Desde el año pasado no me reía como hoy.
—Profesor, se está olvidando de algo —Mencionó McGonagall. Dumbledore la miró y la dejó hablar—. Un mes de castigo conmigo. Ahora si chicos, pueden irse a la cama.
El grupo se examinó entre ellos, contentos. Parecía que un mes de detención no era nada comparada a lo gracioso que había resultado la broma.
Como todas las chicas de Slytherin se volvía locas, pensando que se les caería el pelo. Bellatrix, la prima de Sirius, lucia que tenía una gran lechuga rizada en la cabeza y Narcisa como si algas se le hubiesen pegado alrededor de su rostro. Los Black se miraron entre ellos y luego a la mesa de Gryffindor, quienes eran los que más se desternillaban de risa. Al no encontrarlos ahí sentados concluyeron que, toda esa bochornosa situación era obra de su primo y los amigos de este.
Aunque, sin dudarlo el peor era Snape. Con una dedicatoria. El cabello grasoso comenzó a crecer de forma descomunal, al mismo tiempo que se teñía de un color rojo y motas amarillas. Los chicos lo habían hecho para que pareciera que llevaba el escudo de Gryffindor en la cabeza y destacara entre sus compañeros de casa.
Bajo la capa de invisibilidad los chicos quisieron escapar hasta que se golpearon contra la pared. Recibieron la mirada de Dumbledore y decidieron quitársela, discretamente para volver a sus asientos. Lily era la única que no se reía. Miró enojada a James quien solo se encogió de hombros y continuó carcajeando. Tal parecía que el amor podía esperar si se trataba de una broma.
Todo el espectáculo terminó con un sutil movimiento de varita y susurro por parte de Lupin. En cada uno de los platos de las personas presentes apareció una nota escrita a mano: "Por los merodeadores, disfruten su comida"
—Excepto usted, Lupin. —Remus se detuvo en seco y los chicos murmuraron entre ellos—. No es nada malo, pero necesito hablar con él un momento. Buenas noches, jóvenes problemas.
—Te esperamos afuera, Lunático —Susurró Sirius, antes de irse y cada uno de sus amigos le dio un leve apretón de hombro.
Lupin se sentó en la silla frente a ambos profesores. Fijó la mirada en el suelo y metió sus manos entre sus muslos. Dumbledore esperó que la puerta se cerrara para hablar, aunque se encontraba seguro que los tres niños tenían la oreja pegada solo para escuchar.
Dumbledore pensó en un encantamiento ensordecedor, se acomodó encima del escritorio con una leve sonrisa; seguro de que el resto de los chicos, ya no podían escuchar su conversación.
—Parece que hiciste grandes amigos —Señaló Dumbledore—. También te noto mucho más feliz que cuando te conocí.
—En ese tiempo mis únicos compañeros eran mis padres. Ellos, Sirius, James y Pete, profesor, son todo lo que nunca pensé que tendría —Reconoció—. Pensé que por mí... Enfermedad, tendría que mudarme toda mi vida de ciudad en ciudad.
—¿A pesar de que ellos te meten en innumerables problemas?
—Profesor, ¿Qué le hace pensar que a mí no se me ocurren una gran parte de las bromas? —Sugirió Lupin, sonriendo con complicidad—. De todas formas, son solo consecuencias colaterales. Haría todo por mis amigos, porque quiero creer que ellos harían lo mismo por mí.
Dumbledore sonrió, concluyendo la conversación —Solo no dejes que esto afecte tu rendimiento académico. Aunque viendo tus notas, considero que no tendrás ningún problema.
—Gracias y... Buenas noches, profesor.
McGonagall se despidió de él y se llevó a Lupin del despacho. Risas estruendosas se escucharon de fondo y un gritó de reproche de la profesora.
Sacó la cabeza del pensadero. Volviendo al presente. Dumbledore se paró con la Palma su mano pegada en la ventana, dejando que Fawkes se posara en su hombro. Miró el cielo estrellado y cerró los ojos cuando definió la luna menguante.
Había tomado una decisión.
• ── ◦◦ ── •
Draco abrió los ojos algo confundido. Trató de recordar lo que soñó, pero fue en vano, aunque ya estaba acostumbrado a eso. Si no soñaba en las noches lo reemplazaba por una imagen en negro o, mucho peor, pesadillas que lo hacían despertar con la respiración agitada.
Su madre se sentó en el colchón y le acarició la cabeza, en el mismo gesto maternal que empleó en un pasado cuando solo era un bebé. Aun así, no sonreía. Draco se percató al instante, que saludo de buenos días, era tan una advertencia.
—Ve arreglarte para que desayunemos, querido.
Asintió como respuesta y Narcisa salió de la habitación. Draco estiró sus extremidades, entrando al baño. Lo primero que hizo fue verse en el espejo, para notar sus labios resecos y una sed inhumana. Luego de beber de la llave, lavó su rostro con poco cuidado. Quería despertar completamente y refrescarse del calor que se acumuló en el dormitorio.
La definición de su madre de "arreglarse" era cambiarse el pijama y peinarse hacia atrás, su cabello que se rebelaba todas las mañanas. Buscó un conjunto fresco para el día caluroso que se avecinaba. Una camisa blanca, de lino que tanto le gustaba y unos pantalones cortos.
Bajó las escaleras de dos en dos, ansioso. Desde que se había convertido en un hombre lobo, siempre tenía ese molesto rugido en el estómago y tenía que llevar algo de comida para saciarse. Aun así, estaba mucho más delgado que ayer. Algo que por las comidas copiosas que hacía a diario, deberían estar haciendo el efecto contrario.
Su padre en la punta del comedor miraba la escalera esperando la llegada de Draco. Lucius tenía una mirada gélida y al lado de su café mañanero, un sobre sellado. Narcisa le sonrió, pero al sentir la mano de Lucius, susurró algo a su esposo y Draco pudo notar como su padre se ablandaba un poco.
Draco se sentó en la silla al lado de su padre. El desayuno abundante para los tres se materializó, con solo el chasquido de su padre y la taza vacía frente a su puesto, se llenó con leche chocolatada.
—Te acaba de llegar una carta de Dumbledore esta mañana, Draco —Menciono Lucius, agarrando una tostada—. Antes de comiences a comer, quiero que la abras y la leas.
Agarró el sobre sellado y lo abrió, dio un trago amargo, desplegando la hoja frente a su vista, recitó a sus padres lo que decía:
"Querido joven Malfoy.
Tras meditarlo, detenidamente, he concluido que su plaza en Hogwarts continúa siendo suya. Aun así, por el descubrimiento de su condición me es de suma importancia invitarlo el próximo viernes a las 16 horas al Colegio para una sesión protocolar con los docentes que lo guiaran a partir del próximo año escolar.
Esperando su presencia y los de sus apoderados.
Atentamente, Dumbledore"
Su padre se quedó callado al igual que él. Transformando el desayuno en una experiencia algo incómoda. Draco dejó la hoja a un costado y comenzó a servirse comida hasta llenar el plato.
—El viernes tengo una reunión con el ministro. Veré si puedo cambiarla a otro horario. De lo contrario iras con tu madre. —Puntualizó Lucius, revisando un ejemplar del profeta— Por último, Draco ni se te ocurra poner un pie fuera de la mansión sin permiso. Estás castigado.
Draco terminó en silencio de masticar su desayuno. Narcisa hablaba con Lucius y le dedicaba unas miradas tiernas a Draco. Entre los olores de la fruta, café, pan y cereales, lograba distinguir el aroma que emanaban sus padres. La Magia de ellos. Era magia fuerte y elegante, pero muy vieja.
Puso sus cubiertos sobre el plato sucio y se escabulló por las escaleras, hasta la biblioteca de la casa. Si no tenía permitido salir a ningún lado, su única opción era viajar a través de los libros.
Paseó entre las estanterías, con la cabeza en todos lados menos en el presente. No podía dejar de recriminarse sus acciones tan infantiles del pasado.
Todo eso, por una estúpida apuesta.
Se suponía que ese año iba a ser mejor que el anterior. Que, una vez Potter perdiera el torneo, el año siguiente nadie le tendría la misma estima. Prefería que Cedric ganara la copa antes que Harry, al final de cuentas, era su último año, y un poco de gloria a la casa de Hufflepuff no iba a afectarle a nadie.
Claro que ponía todas sus esperanzas en, según el descerebrado, Viktor Krum. Las pocas veces que había entablado conversación con él, le demostró los pocos escrúpulos y la clara semejanza que tenía con Crabbe y Goyle; manipulable, algo que con creces lo podía beneficiar.
Harry Potter, siempre los ojos se posaban en él. No entendía el por qué, mucho menos el cómo.
Agarró el periódico subrayado que estaba encima del escritorio de la biblioteca, tal parecía que su padre, la noche anterior, había estado ahí. Leyó el titular:
"Todo en orden, ministro desmiente las teorías de Potter"
La muerte de Cedric, era algo que le ponía los pelos de punta. Ni siquiera la extendida aversión que planteaba el ministro era creíble, y las que planteaba el resto de la comunidad mágica, tampoco tenían sentido.
Era imposible que Potter, a pesar de lo mucho que lo detestaba, hubiese podido asesinar a Cedric para quedarse la gloria. Era imposible, que todo se tratara de un desafortunado accidente con lazos del diablo, considerando que Cedric era el mejor mago de su generación.
Tragó en seco.
Era imposible que Voldemort hubiese regresado, porque su padre ya se lo habría contado ¿No?
Dejó el periódico encima y continuó buscando algo que leer, con las palabras clavadas en su mente. Recordando el aspecto demacrado de Harry, en comparación a la de su estúpido primo.
En general, lo mal que se veía Potter en comparación a los comienzos del año anterior.
Rozó con su dedo el lomo de un texto viejo y polvoriento, lo sacó con cuidado y limpió la carátula. Se encaminó al Bow window² donde se sentó en los almohadones. El sol comenzaba a salir de entre las nubes, y sin dudarlo comenzó a leer el texto.
El olor de Potter era extraño, y por alguna razón era otra de las cosas que se estaba adueñando de sus pensamientos. No reconocía el aroma en específico, como el resto de las personas que conocía; Su madre, era dulce, como la miel. Lucius, en cambio, ácido, Draco lo asociaba como una limonada. Esa bebida, quedaba excelente cuando era endulzada con miel.
Pero de Harry, nada. No reconocía nada de su aroma, era cambiante, pero sin resultar desagradable. La magia que desprendía le relajaba y, cuando estaba cerca de él, era como una mezcla de estímulos.
En cierto momento, la lectura logró desconectarlo de los invasivos pensamientos, sus preocupaciones y se olvidó del lugar que lo rodeaba. Convenciéndose a sí mismo, que nada de lo anterior importaba.
Porque, mientras estuviera en su casa, las cosas iban a ir bien.
• ── ◦◦ ── •
El mes pasó volando, con la misma rutina cansina y deprimente, Harry se hizo la idea de que debía irse acostumbrando a pasar el tiempo junto a Hedwig y el calor, aquellos eran sus únicos compañeros.
Vagaba por las calles, en sus más frescas ropas. En cierto momento quiso tratar de encontrar trabajo, pero al ser un adolescente con historial "problemático", ni siquiera lo contrataban sus vecinos para cortar el césped.
Trataba de mantenerse ocupado con los deberes de verano que le dejaron en todas las asignaturas. Pero al darse cuenta de que en la primera semana ya las había terminado, sus pensamientos se volvieron una espada de doble filo. Algunos días, cuando caminaba por las calles y veía a las familias, se imaginaba su vida ideal si estuviera viviendo con sus padres.
En otras ocasiones veía a Cedric. Que le llamaba, y le preguntaba por qué había muerto. Le pedía ayuda. Harry no podía quitarse el trauma de su mente.
La inesperada visita de Draco también se ganó un lugar en su subconsciente. Buscaba razones en las migajas de pan y examinaba cada línea de conversación.
Sumado a todas estas ideas, estaba la preocupación creciente de lo que había sucedido con Voldemort. Lo vio con sus propios ojos y peleó contra él. Harry sabía que no era una fantasía cualquiera, que la muerte de Cedric era real y que Voldemort estaba por ahí, planeando su retorno mientras él se columpiaba en un parque cualquiera. Perdiendo el tiempo.
Vio a la lejanía a Dudley junto a sus amigos bravucones. El grupo se reía y golpeaba a un niño de diez años. Cuando por fin lo dejaron en paz, el niño escapó con la nariz sangrando y ellos, con golosinas.
No entendía como una persona podía ser tan estúpida. Tenía el dinero suficiente para comprarse kilos de ese mismo dulce, pero decidía robarlo de un niño.
Los chicos se alejaron su primo, dando fuertes manotazos y pisando el césped que tenía el letrero de "NO pisar". Dudley terminó su dulce y caminó de vuelta a casa. Harry sabía que debían ser eso de las siete, que si regresaba a casa todo seguiría normal. Pero ese "complejo de héroe" que Hermione, siempre le acusaba que tenía, alzó la voz:
—Dudders ¿Qué tan patético debe ser alguien para golpear a una persona entre cuatro? —Llamó. Dudley se dio vuelta y lo identificó, abriendo los ojos y apretando los puños—. Ahora imagínate que la víctima es un niño de diez.
—¿Qué demonios quieres, Harry? —Gruñó acercándose. Harry se bajó del columpio y sonrió con sorna—. Acaso ¿Me estás siguiendo porque te sientes solo sin tus amigos enfermos?
—¿Quién quiere estar cerca de ti? Parece que todavía no te percatas que la gente alrededor tuyo solamente, te tolera —Se defendió Harry—. Además, con tu clase de amigos descerebrados debes sentirte el más listo. Algo comparable a, ser el enano más alto.
Dudley alzó el puño, pero Harry abrió su camisa y le mostró la varita que siempre traía dentro del bolsillo interior. De inmediato lo bajo y soltó una palabrota.
—Te sientes superior, porque tienes esa... cosa contigo. —Harry le guiñó un ojo exclusivamente, por el gusto de provocarlo más—. Pero tal vez deberías dejar de hacerte el duro conmigo. Por tu bien te lo digo.
Harry se lamió sus labios resecos y se subió las gafas. Las cosas que Dudley le decía no eran nada más que juegos. Tenía suficiente entrenamiento con el sarcasmo que Draco empleaba contra él. Sabía como defenderse.
—¿Por qué? No sé qué cualidades puedes llegar a tener para compensar tu actitud estúpida. ¿Qué le dijiste al tío Vernon cuando ganaste esa pelea en el club de boxeo? —: ¡Mira Papi, le rompí el brazo a un niño de ocho!
Dudley agarró a Harry del cuello de la camisa. Lo levantó con mucha facilidad. Al final de cuentas, siempre que volvía por las vacaciones adelgazaba varios kilos y eso que tampoco le sobraba peso.
—Tenía dieciséis y ten por seguro que te doblaba el peso —Corrigió Dudley—. Además, no eres tan fuerte cuando vas a dormir ¿No?
—No tengo ni la más mínima idea de lo que estás hablando ¡Bájame ahora!
Dudley lo soltó solo porque Harry llevó su mano al bolsillo. Retrocedió dos pasos, para mantener la distancia.
—¿Quién es Cedric? ¿Eh? ¿Tu novio? —Se burló Dudley—. ¡No por favor, a Cedric no! ¡Ayuda Mamá, papá! ¡Aah!
Frunció el cejo y le apuntó con la varita. Quien demonios se creía como para burlarse de Cedric de esa forma tan idiota.
—¡No me apuntes con eso! Sé que si la usas te van a expulsar de esa escuela para la gente como tú —Titubeó—. Yo y-ya no te tengo miedo.
El cielo se nubló de repente. El frío aire golpeó contra las partes de su cuerpo expuesta, pero a pesar del cambio de temperatura tan inesperado, Harry se enfadó más.
Harry caminó igual que un tigre acechando su presa, fueron ambos avanzando por el parque—. ¿Quién te asegura que las reglas no pudieron haber cambiado? Podría convertirte en un cerdo, pero estaría insultándolos a ellos, por compararte. —Esquivaron el tobogán—. No vuelvas a mencionar a Cedric ¡Nunca! ¿Me escuchaste? Porque la próxima vez no me contendré.
Dudley quedó aprisionado contra la pared de un amplió túnel que debían recorrer para llegar a su casa más rápido. Harry se alejó lamentándose el tiempo perdido que pudo invertir haciendo nada. De seguro que eso era veinte veces mejor que estar peleándose con su primo.
En el momento en que los dos, en una distancia de tres metros llegaron a la mitad. Una neblina se expandió alrededor de sus tobillos. Harry se volteó de inmediato, conocía esa sensación macabra. Frívola.
—¡¿Qué estás haciendo Harry?!
En ese preciso instante los vio. Figuras largas y espectrales como las ilustraciones más reconocidas de la muerte. Dementores. Los recuerdos más terribles comenzaron a llegarle como un bombardeo de información. La muerte de Cedric. Ginny a punto de ser asesinada. El profesor Quirrel y su segunda cara.
Dudley comenzó a llorar, ambas figuras se acercaban a él— ¡No! ¡No! ¡NO!
Los dementores agarraron a su primo del cuello y se aplastaron contra la pared. Se estaban alimentando de los recuerdos de Dudley y poco a poco los pataleos, por parte de su primo, fueron cesando. Sacó su varita con las manos temblorosas e intentó borrar las ideas deprimentes.
Era casi imposible. Harry se sentía solo, en las casas de sus tíos ¿Por qué no podía ser querido, si era su familia? Y, aunque no fueran ellos, tal parecía que sus amigos tampoco lo apreciaban en lo más mínimo.
—¡Expecto...! ¡Patronum! —Pronunció, pero de su varita, nada más salió un leve chorro de luz. Llamó la atención de los dementores que soltaron a Dudley se fijaron en él. El cuerpo de su primo golpeó el piso y se quedó hecho un ovillo—. Concéntrate... Harry.
Cerró los ojos, con la neblina alrededor de su cuerpo que comenzaba a ser alzado. Buscó en su mente y encontró esos recuerdos tan añorados. Harry veía la sonrisa de sus amigos, y se escuchaba a sí mismo que reía tan alto como ellos. Sentía el cálido abrazo de Sirius. El sabor del primer banquete en Hogwarts, el olor de los platillos servidos.
Rescató todo esto de su mente y se aferró a ellos como lo más preciado de este mundo. Su tesoro reluciente, la razón por la cual luchaba y se levantaba todos los días.
—¡Expecto Patronum!
Un brillante ciervo cruzó el túnel y los dementores, quienes gimieron de dolor, se alejaron. Sin la neblina encima, vio a Dudley que se retorcía en el piso. Harry no le deseaba esa experiencia a nadie, ni siquiera a su tan odiado primo.
¿Qué era lo que Él había visto?
Harry escuchó unos pasos aproximarse, apuntó a la dirección con su varita y vio a la señora Figg. Se aferraba con firmeza en su carrito de la compra y tenía los ojos bien abiertos, aterrorizados. Harry apenas reconoció a la persona, guardó la varita deseando en lo más profundo de su ser que no hubiera notado algo extraño.
—¡No guardes la varita ahora, muchacho! No sabes si vienen más —Reprochó la señora Figg—. ¿Qué demonios hacían esas cosas aquí? ¡Voy a matar a Fletcher!
La señora Figg se acercó con pasos rápidos, como si hubiera rejuvenecido dos décadas. Harry la miró muy confundido.
—¿Señora Figg, usted es una bruja?
—Soy una squib, mi cielo. Ahora hay que llevarnos a tu primo de aquí antes de que puedan aparecer más de esas cosas o, incluso otras peores.
Harry asintió tratando de asimilar lo que acababa de suceder en tan poco tiempo. Entre los dos tuvieron que ejercer una fuerza inhumana para levantar el cuerpo de Dudley. A pesar de estar desfalleciendo, Dudley podía caminar arrastrando los pies.
¿Cómo demonios le explicarían eso a sus tíos?
Harry, forzando que su enclenque cuerpo no le fallara ahora mismo, se comenzó a preguntar si podía, aunque se tratase de un único mes, hallarse lejos de los peores problemas.
• ── ◦◦ ── •
1)Dispárame_Zarcort, Cyclo, Peter G
2) Un Bow window, es un balcón cubierto por ventanas.
Algo como eso, fue mi imagen mental. Un poco mas oscuro y viejo, para que concuerde con el aspecto de la mansión Malfoy, pero se entiede. Xd (créditos a pinterest: "bow window aesthetic)
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THE_MACHINE
