"Solo nos separamos para reencontrarnos." Jonh Gray
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Las cosas de Harry estaban esparcidas por el suelo. Con el baúl abierto de par en par. Metía sus pertenencias de forma brusca y desordenada, aplastando la ropa con los libros, sin siquiera molestarse en doblarla primero.
Cerró el equipaje, sentándose el encima y salió de la habitación dando un gran portazo, con la jaula de Hedwig afirmada en su mano derecha. Arrastró escaleras abajo su maleta, escuchando como sus pertenencias emitían unos ruidos bastante preocupantes.
Sus tíos hacían maniobras desesperadas para recuperar la conciencia de su hijo, quien murmuraba palabras sin sentido. Al abrir la puerta una lechuza entró precipitada a la casa. Harry la esquivó por un pelo. La carta cayó al piso y el ave salió por la ventana de la cocina. La leyó con rapidez. Esa era la segunda de la noche. Ya que la primera le avisaba que estaba expulsado de Hogwartspor hacer un encantamiento Patronusfrente a un muggle.
Aunque lo que pretendía era salvarle la vida.
El mensaje era Sirius, una línea y media con palabras escritas, precipitadamente (la tinta estaba corrida). Le pedía, con mayúsculas, que no dejara la casa. Harry se guardó el mensaje en su bolsillo y se sentó con pesadez encima del baúl a un lado de la puerta. Dispuesto a desobedecer a su padrino si ya no podía soportar por más tiempos la actitud de sus tíos.
Trató de explicar, que había sucedido, ya un par de veces, pero seguía recriminándole a él. Estaba frustrado y con ganas de mandar todo al diablo.
—Deberían darle algo de chocolate —Mencionó Harry. Sus tíos lo miraron horrorizados—. Las cosas dulces le van a ayudar.
—Y tu ¡¿Qué diablos sigues haciendo aquí?! —Gritó Tío Vernon. Pero Tia Petunia se giró sobre sí misma y salió en busca del tarro de galletas que tenía guardado en la alacena.
Dudley comenzó a morder el dulce con la vista perdida. Pero tras devorar cuatro, su rostro fue recuperado color.
—¿Qué demonios te paso, mi niñito? —Susurró Petunia, acariciando la cabeza de su hijo.
—...
Harry no quería explicarles del todo lo que vio Dudley. Era consciente que eso agravaría la situación y terminarían por echarlo a patadas. Aunque sentía que sus tíos tenían el derecho de saberlo.
—Dudley vio cosas terribles —Explicó—. Pueden ser recuerdos reales, o creaciones de los dementores. Los dementores hacen eso, ellos se alimentan de la felicidad de las personas y te dejan desolado.
—Entonces mi... hijo, ¿Ya? —Quiso preguntar la Tia petunia, pero su voz se cortó—. ¿Ya no va a ser feliz?
—No, lo más probable es que vuelva recupere el sentido en un par de días —Concluyó de Harry sin estar al completo seguro. Cuando el sufrió el ataque la primera vez se desplomó, pero a la hora se encontraba mucho mejor. No sabia si su primo, al no tener la resistencia mágica de un mago, podría soportarlo.
El Tío vernon caminó hacia Él, con el mentón en alto y su cejo muy fruncido. Harry pensó que le iba a dar un puñetazo, pero se limitó a quedarse parado.
—¡Quiero que te vayas de mi casa en este mismo instante! ¿No es eso lo que siempre quisiste? ¡Agarra tus cosas y lárgate!
—No puedo —Se excusó Harry, enseñándole el arrugado papel—. Mi padrino me ordenó que me quede aquí.
—¿Quién el criminal ese? —Bufó — ¿Con el permiso de quién? Primero, te metes a robar en la casa de un vecino con otro anormal y Ahora ¡atentas contra la vida de mi propio hijo! —tío Vernon, abrió la puerta de par en par y sin pensárselo dos veces agarró con firmeza el baúl de Harry—. ¡Estoy cansado de verme rodeado de personas como tú! ¡Es por tu culpa!
Harry intentó detenerlo, pero su tío era mucho más grande que él. Agarró a Harry por el cuello de su polera y lo dejó en el jardín delantero, luego le lanzó el equipaje y a Hedwig, quien por suerte Harry logro agarrar. Acabó por cerrar la puerta en la nariz de Harry.
Harry se lamentó al saber que su sueño de emanciparse de esa casa se había cumplido de la peor manera posible.
De cuclillas miró al cielo. El césped se sentía fresco y le provocaba cosquillas en los tobillos. Esperaba que el hechizo de su madre le continuara haciendo efecto, aunque estuviera fuera de la casa. Fue entonces cuando notó en el cielo nocturno a una lechuza lanzarse directo a la chimenea.
Se levantó tambaleante y cuando quiso ver lo que sucedía dentro, una voz salió de la carta vociferadora. Era tan fuerte que Harry se sobresaltó aun estando fuera de la casa. Tia petunia abrió los ojos y ella misma abrió la puerta principal dejando entrar de nuevo a la casa.
—Te quedaras en esta casa. Y te mantendrás encerrado en tu cuarto ¿Entendiste?
Harry asintió, pero embriagado de curiosidad preguntó—¿Quién te mandó esa carta?
—Te dije que te fueras a tu cuarto.
El rostro de su Tia cada vez adquiría un color más rojo. Pero, aunque Harry notaba que estaba demasiado enfadada, hizo el intento de preguntar.
—¿Estas en contacto con ma-?
—¡A la cama! —chilló— ¡Rápido!
-...
Con Harry subiendo su equipaje de vuelta a su habitación y Dudley abrazado a su padre, la discusión concluyó.
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El descanso le parecía innecesario. Abrió la ventana de par en par con la vaga esperanza que una lechuza entrara de improvisto, como había ocurrido los días anteriores. Escribió cartas a sus amigos con el mismo mensaje corto y práctico que explicaba su situación actual. Le sonrió a Hedwig quien se acercó preparado para el trabajo que tenía. Harry se avergonzaba un poco de los celos que le tenía a su propia mascota, ya que ella podía ir y venir a su antojo. Le dio las cartas y el ave salió de la casa encantado.
Lo observó alejarse y en toda la casa se escuchó un silencio abrumador. Se apoyó contra el respaldo de la silla y releyó la carta que de su padrino. Esperaba verlo pronto a él y a sus amigos.
Tres días pasaron en los cuales, el único desplazamiento de Harry eran los cuatro pasos que significaba ir al cuarto de baño desde su habitación. Todos los días su Tia dejaba la comida fuera de su cuarto y se iba. Como si tuviera una enfermedad letal y contagiosa. Harry se sentía tan reprimido que su propio cuerpo dejó de pedirle comida y como consecuencia en la mañana del tercer día, casi se desmaya al despertar.
Aquella noche percibió que lo llamaban, Harry se percató al instante, que quien lo llamaba era Tío Vernon. Harry se acercó a la puerta sin energía y la abrió. Frente suyo el gran hombre afirmaba en su mano izquierda una maleta.
—Nos vamos.
—¿Van a salir? —Cuestionó Harry—. ¿Y cómo esta Dudley?
—Si, nos vamos —Repitió—. Dudley esta mejor sin ti. Nada de tocar la radio, la televisión o la cocina y voy a cerrar la puerta de tú habitación.
Retrocedió un par de pasos y la puerta se cerró dejando a Harry de nuevo a oscuras. Solo bastaron unos pocos minutos, cuando los sonidos de la casa mermaron y el auto arrancó, que le volvió esa tan desagradable soledad. Hedwig le rasguñó la ventana, pidiéndole entrar. El ave se estrelló contra su jaula, lista para su delicioso premio. Harry le dedicó una caricia y lo alimentó.
Se sentó en el borde de la cama, y abrió su tomo de "Historia de la magia moderna" en aquel capítulo que relataba su primera victoria contra Voldemort. De alguna forma metafórica, leer que con solo once años había logrado hacerle frente, le daba fuerza para seguir peleando, a pesar de que la situación se deformara en su contra, cada día más.
Escuchó un chasquido que venía de la cocina, pensó en Dobby al instante. Se levantó dejando el libro a un lado y agarró la varita que guardaba bajo la almohada. Descartó la idea del elfo cuando escuchó como una persona subía las escaleras y trataba de forzar la puerta. (Si hubiese sido Dobby solo le bastaba con aparecerse frente suyo) Harry sin pensarlo demasiado deslizó la ventana, y se preparó para saltar, en caso de que ese grupo de gente no fueran unos simples ladrones y hubiesen venido para asesinarlo.
Fue entonces cuando la puerta se abrió con brutalidad y vio la silueta de un hombre en el umbral.
—¿Por qué esta todo tan oscuro chico?
Esa voz. La reconoció al instante con el timbre grave y cansino que le había engañado el año anterior, pero que sabía que ahora era el verdadero.
—¿Profesor Moody?
—No creo que debas llamarme "profesor" ahora Harry —Dijo, bajando las escaleras. Harry lo siguió, dudoso. El profesor encendió las luces del salón y Harry se sorprendió al ver siete figuras, que le daban las enhorabuenas—. Ojo loco Moody, es como de me dicen todos.
Harry observó mudo a cada mago. Todos lucían tan distintos entre sí, que al momento cayó en cuenta en que su amigo - profesor, Remus Lupin le sonreía curioso, pero al mismo tiempo su postura era tranquila.
—¿Estás seguro de que es el verdadero, Lupin? —Preguntó Ojo loco antes de que Harry pudiera saludar a su amigo—. Ya estoy cansado de los dobles.
—Harry, dime ¿Qué forma adopta tu Patronus?
—El de un Ciervo —. Respondió Harry sin dudar. Lupin asintió y sin pensárselo dos veces abrazó a Harry—. Profesor...
Lupin era un hombre tan alto, que mientras duró el abrazo, Harry quedó suspendido en el aire. Hace ya tiempo que anhelaba ese contacto humano. Remus lo volvió a dejar en el suelo, pero antes aprovechó de alborotar su pelo. Le puso en sus manos un trozo de chocolate y susurró en su oído: «Te lo ganaste»
Las presentaciones fueron rápidas, pero los magos que le estrecharon la mano fueron los primeros que no se sorprendían de sobre manera al conocerlo. Harry se sintió tranquilo y le sonrió a cada uno, emocionado. Lo llevaron afuera de su casa y en poco o nada su equipaje, que ni se había molestado en desarmar, lo llevaba Lupin. A Hedwig, en cambio lo dejó fuera de su jaula, sabiendo que aquella ave lo seguiría a todas partes.
Los magos atrajeron sus propias escobas y Harry llamo a su saeta de fuego con un Accio lleno de convicción. —Me dijeron que eres uno de los mejores jugando quidditch —Mencionó de forma amistosa una bruja de nombre Tonks y cabello rosa fosforescente—. No me defraudes, chico.
El fresco aire golpeó su frente y encima de su escoba se sentía en armonía consigo mismo. Esos diez minutos en los aires compensaron la cero diversión de su verano. Lupin, aunque no era el mayor fan de volar en escoba, ya que tenía algo de vértigo, fue contagiado por la emoción de Harry, atreviéndose de vez en cuando, siempre sin mirar abajo, a dar pequeñas subidas de velocidad.
Aterrizaron frente a un edificio común. Extrañado Harry, de un brinco se separó de la escoba y repitió la dirección en su mente: Grimmauld Place n°12. No entendía, porque se hallaban ahí, si ese edificio pasaba del número once al trece sin contar con el doce.
Lupin, recuperándose del mareo por el viaje en escoba, con la elegancia que tenía para empuñar la varita, apuntó directo al edificio y de un momento a otro, la estructura se ensanchó, dejando a la luz el secreto que tenía escondido. Otro piso extra. Harry abrió la boca impresionado por el poder ilimitado de la magia y sin poder aguantarse la emoción, siguió a Lupin.
Entraron, encontrándose con un pasillo largo y oscuro. Harry caminó tocando con las uñas de sus manos la pared para así asegurarse de no chocar con algún objecto. El grupo entró en fila a la habitación al final del pasillo. Era un salón comedor, más amplio que el de la casa de sus tíos con decoración que se peleaba entre ser gótica o victoriana.
—¡Harry, mi niño, al fin llegaste! —exclamó una voz que venía de la cocina y que reconoció al instante; la Señora Weasley— ¡Estoy tan devastada por la noticia! —Agrego abrazándolo, Harry le devolvió el contacto tan afectuoso. Realmente quería a esa mujer— Pero estoy segura de que Dumbledore hará todo por arreglarlo ¿No es así, Lupin?
—Molly, no abrumes al chico... —sugririó Lupin, dejando su abrigo en el perchero—, que acaba de llegar.
—No me molesta en absoluto —Aclaró Harry separándose del abrazo—. Pero no tampoco me disgustaría saber el lugar en donde estoy.
—Si sobre eso...
Lupin quiso explicarse, pero su grupo de amigos se mostró ante sus ojos y le importó poco y nada, donde estaba. Hermione se abalanzó sobre él y Harry pensó que se pondría a llorar. Al menos esas vacaciones habían servido para crecer unos pocos centímetros y por fin ser más alto que su amiga.
Se separó y sin siquiera decir una palabra, Ron y Él chocaron los puños. Los gemelos Weasley, se aparecieron de la nada y lo saludaron divertidos como siempre. Tan pronto tuvieron ocasión hicieron bromas que lograron sacarle más que una sonrisa a Harry. Por último, Ginny le saludó con un suave beso en la mejilla. Se apartó sonrojada hasta las orejas con el pretexto de ayudar a su madre en las labores de la cocina.
Los adultos se quedaron hablando entre ellos, mientras que Harry y sus amigos subían las escalares conversando sobre todo lo ocurrido en el verano. Entraron a la habitación más alta de todo el edificio que estaba usando Ron y ahora compartía con Harry.
—¿Qué demonios hacían los dementores en un barrio muggle? —Preguntó Ron, muy confundido—. Agh, me da escalofríos de solo pensar en esas cosas. Parece que tienes una maldición puesta desde tercero, no dejas de encontrarlos en todos lados.
Harry se desplomó en la cama del lado—. Ya. Tengo la teoría que la profesora Trelawney me maldijo.
Hermione rio con sorna y se sentó en la misma cama de Harry, llevando su mano al cabello de este. Era un contacto fraternal y afectuoso. Además, que adoraba estirar los rulos que se formaban en el pelo de Harry.
—Pero si nos ponemos serios por un segundo... Eso fue muy peligroso —Puntualizó Hermione, hipnotizada con un mechón rebelde—, no solo para ti, imagínate no te hubieras topado con tu primo, el estaría peor que muerto.
—O tal vez no le hubiese sucedido nada. Soy un peligro para mis tíos, tienen razón en eso —Suspiró—. Si yo no viviera en su casa, ellos podrían llevar una vida mucho más segura y normal.
—No fue tu culpa, Harry. No deberías martirizarte por eso. Pudo haberle pasado a cualquiera de nosotros ¿no?
Pero nadie le dio la razón hasta varios segundos después. Harry se encogió de hombros para no lucir tan deprimido y dio vuelta la página. No podía cambiar los sucesos de las cosas, ahora estaba enfrascado en un problema más grande que ese.
Sus amigos comprendían que tal vez Harry no deseaba hablar de ello y tenían razón. El tema estaba tan reciente como una herida abierta. Su cuerpo se sentía algo abrumado de emociones y aunque su mente podía seguir viviendo experiencias. Físicamente, le era imposible, sus ojos jalaban de si para que estos se cerrarse. Dio un largo bostezo que no hizo nada más que avisar a sus amigos.
—Ya hablaremos mañana ¿Sí? —Se despidió Hermione—. Buenas noches, descansen chicos.
—Sueña bonito, Harry —Le guiñó el ojo George.
—Dicen que, si piensas en pescados antes de dormir, terminas soñando con ser un pez.
Esas bromas le pusieron los pies en el suelo y fue el recordatorio que, la vida, le daba cada año para demostrarle que todo lo vivía era real. Tangible. Que esa magia era verdadera y no era un sueño de un niño de once años.
—Oye, pero aparte de lo de esta semana, no te pasó nada mas ¿verdad? —Quiso saber Ron, cambiándose a piyama—. O sea, es que tú sabes que no pudimos contarte nada porque, todo era ultrasecreto y eso, pero te mande un par de búhos más y no me contestaste.
—Ya, pero a mi no me llegó nada. —Ron hizo un mohín con los labios. Tal parecía que la mensajería era confiscada y revisada, en especial esa que iba a Harry. — eres pésimo para guardar secretos. Se los diré a todos mañana.
—¿¡Que te pasó?! Lo sabía... Por eso Dumbledore estaban tan raro.
Harry abrió los ojos y sin preguntárselo se metió en la cama de su amigo, evitando que este se acostara.
—Dumbledore ¿Estuvo aquí? ¿Por qué? —Preguntó Harry, pero Ron le ignoró mirando a otro lado—. Vamos ¡Dime!
—Un secreto por otro amigo. Intercambio equivalente ya sabes. Yin y yang, La ley de la vida...
Harry puso los ojos en blanco y volvió a su cama con un puchero en los labios.
—Solo una pista: Draco Malfoy.
Ron abrió la boca y quiso suprimir una sonrisa en los labios—. Joder eso es mejor que mil dementores juntos. Además, después de eso...
—¡Ron! —Llamó la atención—. No sigas hablando. Eres malísimo para guardar secretos, pero increíble para dar intriga.
Harry se cubrió la cabeza con la sabana y apagó la luz, dispuesto a ignorar a su amigo hasta que por fin se quedara dormido.
—El martes. Dumbledore vino el martes y por lo que sé vendrá mañana en la noche. O al menos eso me contaron mis hermanos —Relató—- Por dios Harry, te has perdido de tantas cosas que me muero por decir, pero te dejo dormir. A primera hora vamos a decirnos todo.
—Como sea. Me muero de sueño.
—Buenas noches.
—Buenas noches, Ron.
Cerro los ojos y apenas se propuso a dormir. Se sumergió en ese sueño que tanto deseaba. Uno lleno de esperanza y magia.
Un sueño donde por fin podía vivir tranquilo.
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¡Hola! Muy buenas.
Quiero aclarar que, aunque me basé en los hechos del libro "Harry Potter y la Orden Fénix" (Como lo de ataque a Dudley) quise adaptar todo a mi propia obra. Por ello este fanfic es un Canon Divergence, trataré de basarme en los sucesos del libro, pero de ser necesario cambiaré todo lo que me parezca necesario.
En realidad, no había escrito nada desde hace 2 semanas. Ya saben por temas de crisis existenciales y pasar por momentos en que sentía que todo lo que salía de mis manos era una basura. Ahora mismo, que he leído mucho, puedo certificar que ya pasé ese medio bloqueo del escritor.
Si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentario o compartiendo este fic con tus conocidos. Te lo agradecería un montón.
PDT: Un capitulo, un poco mas cortito que los anteriores y, tambien algo mas relajado.
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