CW: Los personajes fuman.
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"Fumo un paquete al día.
Porque me gusta el zumbido que da.
Al final son siempre dos.
Porque uno nunca es suficiente.
Me gusta que parezca elegante.
Porque ahora soy mayor." ¹
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Los pasos se ralentizaron frente a la gran puerta. Draco jugueteó con el anillo de los Malfoy que su madre le entregó antes de salir a la casa. A diferencia del accesorio de plata de sus padres, el que traía puesto era de oro resplandeciente.
Narcisa tocó la puerta con delicadeza y esperaron a que se abriera segundos después. Su madre se mantenía imperturbable y Draco, por más comentarios alentadores que Narcisa le había hecho, cuando iban camino al colegio, seguía sintiendo que sus piernas flaqueaban con cada paso que daba.
Era la primera vez que Draco pisaba el despacho del director y el lugar, no tenía nada que ver con los comentarios despectivos que su padre hizo unos años atrás. La habitación era la definición de magia, Draco miraba en torno suyo, fascinado de la inmensa colección de libros acomodados en las estanterías. La construcción era circular con una cantidad de ventanas que eran innecesarias, pero que se veían, estéticamente bellas.
Detrás de un robusto escritorio de madera, Dumbledore se hallaba parado, dándoles la bienvenida. A su derecha, el profesor Snape estaba rígido, y a mano izquierda la enfermera de la escuela, Madame Pomfrey, una señora que Draco conocía poco, pero reconocía que, ella era una sanadora de altísimo nivel.
—Los estábamos esperando —Dijo a modo de saludo Snape—. Todos aquí sabemos el motivo de la reunión.
Dumbledore les pidió a los Malfoy que se sentaran, en los asientos que estaban preparados para ellos. Madre e hijo se acomodaron en silencio.
—Puedo ver que su marido no pudo acompañarlos, Narcisa —Mencionó Dumbledore. Draco se sorprendió de la forma en que tuteaban a su madre con tanta confianza.
—Hoy, Lucius tenía una reunión muy importante —Justificó Narcisa, sin inmutarse—. Vamos al meollo del asunto, por favor.
—Siempre directa. No ha cambiado nada, Narcisa —Continuó Dumbledore con gracia, luego observó a Draco—. Igual que el joven Draco.
Narcisa alzó el mentón y alisó los pliegues que se habían formado en su falda—. Los Malfoy somos personas prácticas, Dumbledore. No tengo mucho tiempo.
La boca de Dumbledore se cerró antes de que dijera una cosa más. Draco se preguntó, qué era lo que había decidido no decir.
Sin más dilataciones, Snape dio un paso al frente—. Supongo que la señora Malfoy tiene razón, deberíamos apresurarnos en acabar este asunto de una vez por todas. —Una media sonrisa se formó en los labios de Narcisa, que suprimió con sutileza y Dumbledore le hizo un gesto al profesor para que dijera lo que quisiera—. En esta sala nos encontramos casi todas las personas que conocen la condición de Draco. —Los ojos sé fijaron en Él (Draco) y quiso desaparecer al instante—. Debido a esto y luego de pensarlo con detención, hemos decidido que Draco continuara sus estudios con normalidad, pero respetando el protocolo creado para casos como el suyo.
Draco frunció el cejo, pensando en que no había sido el único hombre lobo que había estudiado en Hogwarts, sin ser descubierto. Su mente se preguntó quienes habían sido esas personas, pero no logró relacionar a ninguna con él.
—Soy Madame Pomfrey, enfermera del colegio, como ya lo saben —Se presentó la mujer—. Yo seré la encargada de acompañar a Draco durante sus lunas llenas y curaré las posibles secuelas que esta dejen en su hijo. —Narcisa analizaba a la señora—. La recuerdo bien en sus años de estudiante y será un placer para mí, cuidar de su hijo.
Narcisa asintió. Draco se dio cuenta de ese gesto, aprobaba a esa bruja como su cuidadora. Con eso la mitad del trabajo estaba hecho, considerando que su madre, desde que tenía memoria (e incluso antes), era una mujer exigente con todo respecto a Él.
—Las lunas llenas las pasará en la casa de los gritos. Una atracción, que a pesar de los rumores alrededor de ella, no está encantada ni nada por el estilo —Agregó Dumbledore—. Madame Pomfrey le ensañará a Draco como llegar ahí, a través del Sauce Boxeador, de forma segura. Narcisa no tiene nada de que preocuparse, porque su hijo quedará en buenas manos.
Un silenció reinó en el despacho y a Draco le pareció menos encantador. Su madre arrugó la nariz, pensando.
—He escuchado ciertos cambios, que sucederán en el colegio a partir del próximo Año. Peticiones del mismo ministerio de magia —Comentó Narcisa—. La llegada de una nueva profesora elegida por el ministro y, que puedo asegurar, llegará a tener una gran influencia en las decisiones que usted tome en el colegio, Dumbledore. —Sin cortarse ni un pelo, Narcisa terminó de hablar. Draco también estaba enterado de esto, por la influencia de su padre dentro del ministerio de Magia.
—La profesora Umbridge ¿no es así? Una mujer un tanto... peculiar —Dijo Dumbledore—. Quédese tranquila, mientras Draco no le comenté a nadie sobre su licantropía, la profesora Umbridge no debería darse de enterada y, por lo tanto, el ministerio de magia tampoco lo sabrá.
Narcisa se puso de pie, encaminándose hacia el escritorio del director con sus tacones resonando contra el piso. Sacó de cartera de cuero (serpiente), un sobre que se lo tendió a Dumbledore, sin expresión en el rostro. El profesor lo vio por un segundo y rechazó el contenido sin siquiera revisarlo.
—No necesito nada a cambio, Narcisa. Hago esto porque Draco es un excelente alumno y estoy seguro de que se convertirá en uno de los mejores magos de su año.
La mujer ni se inmutó, pero tampoco volvió a meter el sobre dentro de su cartera. En su lugar, se dio media vuelta y volvió a su asiento, apartando un largo mechón rubio de su hombro. Se quedó de pie en una postura recta y algo arrogante que, para ella, era natural.
—No estoy buscando favores y tampoco caridad, Dumbledore —Sentenció Narcisa—. Que Draco sea un buen estudiante es un hecho. A lo que nos estamos refiriendo, en esta conversación es, que es lo que necesito hacer yo, para asegurarme que Draco este seguro, y su enfermedad (porque eso es lo que es) no sea conocida por el ministerio de magia. —Dumbledore le hizo un gesto a Madame Pomfrey y la mujer abrió el sobre, sacando un cheque. La mujer abrió la boca con levedad y dijo en un susurro la cifra—. El dinero utilícenlo en lo que les plazca, no es de mi incumbencia y de ser necesario puedo duplicar o triplicar la cifra.
—De verdad no ha cambiado nada, Narcisa. —Dumbledore agarró el cheque con sus manos y lo quemó con un ligero toque de su varita. Draco casi se cae de su asiento y Madame Pomfrey se desmaya, pero ni Narcisa o Snape se inmutó ante las cenizas del papel—. No estoy buscando nada a cambio... Entonces, Narcisa ¿tenemos un trato?
La mujer asintió, y luego Dumbledore miró a Draco.
—Van a ser días difíciles, Draco. Pero de ti, lo único que necesito es que nada de esto sea comentado, no solo por tu bien, sino por el del colegio. —El chico asintió poniéndose de pie—. Y que recuerdes que mi puerta está siempre abierta, por cualquier consulta o apoyo.
Los Malfoy se retiraron, con una despedida sobria y desabrida. Draco sentía sus piernas más relajadas, y el cómo cada fibra de su cuerpo dejaba de emanar esa desagradable tensa sensación.
Salieron del colegio con el sol encima de su cabeza, caminaron en dirección a Hogsmeade. Fue un trayecto silencioso, en el cual cada uno se perdió en sus pensamientos. Llegaron a "Tres escobas" donde su madre, pasó entre las mesas hasta la chimenea a un lado. Se metió dentro, tiró los polvos flu y recitó la ubicación de la mansión. Apenas la mujer desapareció, Draco la imitó.
Salió algo desorientado y al dar un paso al frente su madre se abalanzó sobre su hijo. Tocándole el rostro y acariciándole el cabello, intentando quitar los restos de cenizas que el viaje había causado. Draco, quien ya era bastante más alto que ella, entre los brazos de su madre, decidió agacharse hasta quedar los dos sentados encima de la peluda alfombra, al frente de la chimenea cuyo fuego se fue apaciguando poco a poco.
—Draco, mi niño... ¿Por qué tú?
El chico sintió los labios secos al escuchar la voz de su madre romperse en su hombro. La abrazó con más fuerza y susurró.
—Mamá, toda irá bien.
Pero eso no era lo que Narcisa quería oír.
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Sentados en el sofá, Ron y Hermione esperaban la llegada de Harry. Con los pijamas aun puestos y esa somnolencia que aún los acompañaba, a pesar de haberse levantado hace ya un par de horas. El libro, que la chica tenía encima de su regazo, cayó ante la sacudida que dio cuando escuchó la puerta cerrarse con fuerza. Se incorporó, despertando a Ron que estaba pasando por la fase dos del ciclo del sueño. Harry entró al salón y apenas descubrió a sus amigos, esbozó una mueca alegre.
Lo había logrado. Harry no era culpable.
Sonriente, Hermione abrazó a Harry y junto con Ron al frente, fueron a la cocina donde los gemelos y Ginny Weasley tomaban desayuno. Los ánimos, ante la absolución de todos los cargos de Harry, fueron recibidos con felicitaciones y tarta de manzana. En ese momento de disfrute, Harry se acordó que todavía no le había dado las noticia a su padrino.
—¿Dónde está Sirius? —Preguntó por encima de las voces de sus amigos—. Desde ayer que no se nada de Él.
La señora Weasley esbozó una mueca nerviosa, pero contestó—. En su habitación, durmiendo. ¿Quieres más tarta, Harry?
Negó con la cabeza y sus ojos fueron directo al reloj encima de la estufa. 11:22 A.M. Frunció el ceño. Sirius no era el tipo de persona que dormía hasta tarde.
—¿Y Remus?
Ante la mención de Lupin, Hermione apretó la mano de Harry y respondió antes de que Molly lo hiciera.
—Anoche fue luna llena.
La boca de Harry se abrió con levedad y dejó de preguntar. Terminando la conversación. Si Sirius siempre acompañaba a Lupin durante la noche entera, ambos debían estar hechos trizas. Ya tendría la ocasión de contarles la noticia a ambos.
Fue junto a sus inseparables amigos a la última habitación de la casa, lugar que se había convertido en su pequeño escondite, y les explico los detalles de la audiencia con lujo de detalles. Hermione, la más perceptiva, explicó su punto de vista sobre la desinteresada actitud de Dumbledore, y con eso el tema fue zanjado por el momento. Entre risas Harry se olvidó de sus dramas.
Al menos por ahora.
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La carta que avisaba que Hermione y Ron eran prefectos fue la cereza del pastel de su verano. Ron leyó la carta con lágrimas en sus ojos y le enseñó el pin de plata a toda su familia. Por primera vez destacaba por sus propios méritos. Harry sintió un poco de resentimiento, que no pasó desprevenido por Lupin, quien luego de una amable charla de tú a tú, y descubrir que ni James ni Sirius habían sido prefectos, por su curioso expediente escolar, se sintió mejor consigo mismo.
Al instante en que se separó de Lupin, fue directo donde Ron y le dio sus felicitaciones. Seguido por Hermione, quien solo comentó entre risas.
—Por más que seas nuestro mejor amigo, no creas que haré la vista gorda, Harry. ¡Y eso va también dirigido a ustedes, Fred y George!
Los gemelos dejaron el artilugio que preparaban con paciencia a un costado y respondieron a una sola voz.
—¡¿Nosotros?! Pero si no hacemos nada más que respetar las normas.
Terminó las vacaciones, charlando todas las tardes con su padrino. Durante horas que parecían minutos. Siempre Sirius le hacía reír a carcajadas con sus bromas. Le mostraba fotografías antiguas que guardaba como tesoros, para acabar regalándole varias de ellas. Imágenes mágicas donde: Lily se veía radiante, Lupin no tenía ni una sola cana en el cabello, Sirius usaba chaqueta de cuero y Peter no era considerado un traidor. En la plática, de vez en cuando Remus los acompañaba, no hablaba demasiado y en su lugar se ponía a leer, regalando de tanto en tanto una de sus sutiles sonrisas. Reunido con sus mejores amigos, mientras comían los postres que preparaba la señora Weasley, con el único propósito de hacer a todos felices.
Otros días, pasaban miembros de la Orden, tenían sus reuniones las cuales todos los adolescentes espiaban, consiguiendo únicamente, fragmentos de conversación. Muy pocos de los magos que asistían se quedaban a cenar o incluso a dormir, pero la más recurrente era Tonks. Que acabó por convertirse en una hermana para Hermione y Ginny. Siempre traía un nuevo vinilo de música muggle que reproducía en el gramófono, y se ponía a bailar, con su cabello cambiando de color según la temática de la canción. Tal vez se encontraban al borde una próxima guerra, y aquellos momentos felices debían ser aprovechados a máximo. Además, siempre había tiempo para bailar al son de los Back Street Boys.²
Al fin un hogar. Pensaba Harry sintiendo la alegría rebosante que contrastaba con la tétrica casa. Ignorando las miradas de asco de los cuadros y las protestas de Kreacher.
El primero de septiembre llegó y todos despertaron temprano, con las cosas preparadas para embarcarse camino al Hogwarts Express, que los llevaría al colegio. Desayunaron y salieron a la estación de trenes. Por primera vez Harry no quiso regresar al colegio. No quería decirle adiós a esa casa y a sus habitantes. Pero a su pesar, lo tuvo que hacer.
—Ánimo, campeón —Susurró Sirius en su oído. Harry lo abrazó en su despedida—. Nos veremos pronto. Te lo prometo.
Harry se subió al tren y se encaminó sumido en un silencio total a la cabina de siempre. Tratando de ignorar los comentarios y susurros que lo seguían con descaro. Abrió la puerta, y para su sorpresa, Ginny saludaba a una chica Rubia, que Harry desconocía. La muchacha sonrió alegre al verle y dijo:
—Harry Potter ¿Verdad? —Harry asintió, dejando su baúl en el compartimiento superior—. Me llamo Luna Lovegood. Ravenclaw. Estaba deseando conocer al chico que fue secuestrado por Grindylows.
Algo desconcertado Harry se sentó al lado de la ventana. Lamentándose no estar con Hermione y Ron. Como ahora eran prefectos, ellos ya no viajaban con Él.
Neville, apareció al rato en la puerta con su equipaje en la mano. Lucía una quemadura de sol, era un par de centímetros más alto y había adelgazado. Sin pensárselo mucho se sentó frente a Luna y comenzó a explicar su verano con emoción. Harry no prestó atención alguna, en cambio, trató de dormir. Abría los ojos por instantes, con la sensación de haber pasado horas soñando con Sirius y sus vacaciones.
Con una fuerte sacudida del tren, que logró despertarlo por completo, Harry decidió, que ya no podía seguir así. Se levantó de su asiento y con el pretexto de ir al baño, salió del compartimiento.
Solo quería refrescarse física y mentalmente. Algo que le llevó más tiempo de lo pensado. Al salir del aseo, un chico de aspecto sospechoso, lo miró largo y tendido, sin mostrar intención en usar el baño. Harry en un gesto nervioso pasó su mano mojada por su frente, dejando su cicatriz al descubierto. El joven acomodó la mochila que traía a sus espaldas, y decidió hablar:
—Harry Potter ¿No? Estoy vendiendo cigarrillos —Avisó en un susurro—. Por si te interesa.
—¿Cómo? —Aquella propuesta descolocó a Harry, que se esperaba cualquier otro tipo de comentario—. Tienes cigarrillos mágicos ¿o qué?
El chico negó con la cabeza, entrecerrando la mirada y luego de un par de segundos interpretó las palabras de Harry.
—No tengo cigarrillos de otras sustancias. Son muggles —Aclaró, abriendo la mochila y enseñando el contenido. Más de veinte cajetillas y unos cuantos encendedores—. Pero hay un chico de Hufflepuff que tiene unos BillyWig³ en frascos. Por sí... quieres probar algo diferente.
Ignoró el hecho de que no sabía lo que fuera un Billywig. (Cuidado de Criaturas mágicas nunca había sido su fuerte) Revisó con cuidado los paquetes, todos sellados por un plástico transparente. Reconoció algunas marcas, que de vez en cuando, compraba su Tío Vernon.
Acabó por apartarse de la mochila y negar con la cabeza. Se suponía que fumar era malo para la salud muggle ¿Sería igual para los magos?
—¿Seguro? Estoy ofreciendo dos paquetes por un galeón⁴—El chico negoció—. Pero por ser tú, te dejo tres por el mismo precio.
La idea de fumar nunca le interesó, hasta ahora. Sintió la tentación de probar uno y si no le gustaba siempre podía revenderlo a algún desesperado.
—... —Harry volvió a mirar el contenido de la mochila—. Dame dos y un encendedor. —El chico asintió y le entregó la mercancía.
Estrechó una mano y antes de seguir su trayecto dijo—. Eddie Carmichel, de Ravenclaw. Un placer hacer negocios contigo.
El chico le guiñó un ojo, en un gesto cómplice. Harry en lugar de volver a su compartimento, caminó hasta el final del tren, buscando un sitio donde fumar. Esquivó a la señora del carrito con comida y abrió la puerta del fondo. Se trataba de una zona vacía, sin ningún solo asiento. Rodeado por ventanas y una luz algo tenue. Se las ingenió para abrir una de las pequeñas ventanas superiores y se apoyó contra el vidrio apreciando el paisaje montañoso.
Sacó un cigarro y lo posó entre sus labios. Prendió la punta con el encendedor. No tosió, a pesar de ser la primera vez que sentía la nicotina llenando sus pulmones. La ansiedad se le disipó de un momento a otro y sus músculos liberaron toda la tensión acumulada.
Volvió a embriagarse, pensando en que no debía volverse adicto. Convencido que ese par de paquetes le durarían para todo el año. Al final de cuentas, tenía que cuidar su cuerpo si quería continuar jugando quidditch.
Una calada tras otra. Le comenzaba a agarrar el truco. Navegó en su introversión quitando toda importancia a su alrededor. No sabía cuánto tiempo había pasado, hasta que otra persona entró al cuarto. Harry no dirigió su mirada a la entrada, sin curiosidad de saber quién era.
Tampoco se percató de que extendía su mano hacia Él.
—Dame uno, Potter.
Harry se sacó el cigarro de su boca y dirigió su mirada a la otra persona, sabiendo por el tono de voz quién era. Draco Malfoy. Con el impecable uniforme ya puesto, imagen que contrastaba con su rostro demacrado, las marcadas ojeras, labios resecos y la piel pálida. Harry frunció los labios e intentó ignorarlo. Tal y como Sirius le había dicho.
—Vaya, vaya. ¿Será esta la verdadera cara de "El Elegido"? —Comentó con burla. Harry gruñó—. Deja de hacerte el duro conmigo, y dame un cigarro.
—Cómprate los tuyos.
—¿No se supone que "el héroe" no debe tener ningún vicio? Sabes algo: fumar es malo.
La pierna de Draco se movía sin parar y de vez en cuando sus manos tenían leves espasmos. Aquellos involuntarios movimientos no eran por miedo. Harry notó en esos signos un nerviosismo evidente.
—Métete en tus asuntos, Malfoy.
Sin pensarlo demasiado, Draco lo agarró por la playera y obligó a que le prestara atención. Esa forma prepotente de actuar no era propia de Él.
Harry empujó a Draco soltándose de su agarre, que se hizo débil al instante—. Eres un imbécil ¿Quién te crees que eres?
Draco desabrochó su túnica y le mostró el pin de prefecto que brillaba en su chaleco, entre el emblema de Slytherin y la corbata verde.
—¿Ahora si me vas a dar uno, o quieres que le quite un par de puntos a tu casa antes de que comience el año escolar?
Se lo pensó por un segundo y luego, Harry sacó un cigarro de mala gana y lo extendió. Draco al ver cómo su amenaza surtió efecto, sonrió con autosuficiencia.
Solo le bastó tocar la punta del puro con sus dedos para encenderlo. Ya poseía cierta experiencia en ese ámbito, pero no se sentía orgulloso de ello. Inspiró con profundidad y luego soltó el aire. Después de tanto tiempo, esa tan conocida sensación de paz se apoderó de su cuerpo.
Casi como si fuera un pacto silencioso, los dos se limitaron a fumar. Cada uno pensando en su propio mundo y sus problemas. Ahora que volvía a reencontrase con Draco, las preguntas sobre su visita llegaron con fuerza a atacar su cabeza y quería presionarlo para que se explicara, pero en su lugar, Harry se quedó con la mirada fija en su broche dorado de prefecto. Y Draco, en una de sus cortas vueltas a la realidad, se percató de los ojos de Harry clavados en su distintivo. Se tragó la burla y volvió a sus pensamientos.
Un par de minutos después, Harry apagó su cigarro aplastándolo contra la cornisa de la ventana. Se separó de la pared, con la intensión de marcharse. Draco a un lado de la puerta, sujetó el hombro de Harry y habló en voz baja.
—Solo por esta vez te lo dejaré pasar, Potter. —Harry volteó levemente su cabeza, sin entender a que se refería Draco—. Si te veo fumar en los pasillos, no voy a ser tan benevolente como hoy. —Entre calada y calada, tenía una sonrisa cansada en los labios, casi como si significara un esfuerzo burlase de Harry—. Así que será mejor que te vayas con cuidado.
Harry tomó la mano que Draco apoyaba sobre su hombro y mirándolo con severidad le respondió.
—No sé qué es lo que pretendes, Malfoy. Pero sabes muy bien que por más que te esfuerces en hacerme la vida imposible. Siempre termino ganando. —Con fuerza soltó la mano de Draco y dirigió su mirada al pasillo que se extendía frente suyo—. Espero no verte demasiado seguido.
Dando un fuerte portazo, Harry salió del compartimiento dejando a Draco solo. Caminó dando largas zancadas hasta sus amigos, con el olor del humo impregnado en su ropa. Se sentó tan pronto como entró a la cabina, intentando apartar esos pensamientos tan obsesivos de su cabeza.
Draco lucia tan cansado de todo. De Él, Harry Potter. Del mundo que lo rodeaba e incluso, tenía esa mirada que Harry de vez en cuando veía en su reflejo.
Odio de uno mismo. Repulsión por su propia esencia y hambre de ser alguien más.
Harry cerró los ojos. Esperaba equivocarse cuando pensaba que ese año iba a ser difícil de sobrellevar.
Luego sonrió y concluyó.
"Demonios, no sé por qué me sigo ilusionando con tener un año escolar basado en: reír y estudiar"
Se unió a la conversación de sus amigos esperando ahora exclusivamente, un par de cosas; sobrevivir hasta las próximas vacaciones de verano y que, en gran banquete, sirvieran empanadas de calabaza.
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1)Whiskey in hell_ Anarbor
2) Desde 1993.
3) Son unos pequeños insectos australianos, cuya picadura causa mareos, una sensación disociativa y levitación. Se supone que muchos brujos(as) australianos buscan ser picados para sentir los efectos adversos. Básicamente, son una especie de droga mágica.
4) Son alrededor de $7,25 dólares, algo como $5.200 pesos chilenos.
¡Hola!
Decidí no recrear toda la escena de la audiencia de Harry, porque lo sentía repetitivo. Y así será en distintas ocasiones. Mi propósito es basarme en la orden del Fénix. No reescribir el libro.
En realidad, a partir de este punto ya va a comenzar a separarse bastante del canon.
Si te ha gustado este capítulo, me lo puedes hacer saber con un voto, comentario o compartiendo este fic con tus conocidos. Te lo agradecería un montón (✿◠‿◠)
THE_MACHINE
